8. «¡QUE TERRIBLE ES ESTE LUGAR!»
Rennes-le-Château es un lugar común del ocultismo, hoy casi del
mismo género que el mismo Grial y no menos inaccesible. Pero también
es un lugar real, y para allá fuimos en el decurso de nuestras
pesquisas. Podríamos compararlo con lo que significa Glastonbury en
Gran Bretaña, ya que ambos tienen un corazón lleno de profundos
misterios y han originado teorías y mitos alucinantes, pero muy
extendidos.
Rennes-le-Château está en Aude, un departamento del Languedoc, y
cerca de la ciudad de Limoux, cuyo nombre toma una prestigiosa
blanquette que da un vino de aguja, en una comarca que se llamó el
Razès durante los siglos VIII y IX. Desde el pueblo de Couiza, unos
paneles de considerable tamaño envían a la comarcal por donde se va
al «Domaine d l’ Abbé Saunière». El viajero que haga caso de ellos
se hallará en la curiosa espiral ascendente que conduce a la cima
donde está la aldea de Rennes-le-Château.
Para nosotros, lo mismo que para otros muchos en estos tiempos, es
una excursión emocionante. Gracias principalmente a The Holy Blood
and the Holy Grail, pero también a la propaganda oral del mito, esta
subida a un monte de Fracia cobra en sí misma cierto carácter de
viaje iniciático. Sin embargo el lugar donde por lo general se
tienen los visitantes resulta muy prosaico. Al entrar en el pueblo
recalamos inevitablemente en la explanada para los automóviles y una
grande rue bastante estrecha que no tiene oficina de correos ni un
supermercado, pero sí una librería esotérica, un bar-restaurante, el
ruinoso castillo que presta su nombre a la población y varias calles
por donde se accede a la famosa iglesuela y a la presbiterial.
El lugar tiene una historia siniestra y una reputación todavía más
lóbrega, aunque algo imprecisa. Resumiendo, la historia es que hará
poco más de cien años, François Bérenger Saunière (1852-1917), un
sencillo cura nacido y criado en el pueblo de Montazels, a sólo tres
kilómetros de Rennes-le-Château, hizo un descubrimiento de algún
tipo mientras intentaba reformar su ruinosa iglesia parroquial del
siglo X.1 Como consecuencia de dicho descubrimiento, sea que éste
tuviese un valor intrínseco, o porque condujese a otra cosa
susceptible de explotación financiera, se hizo inmensamente rico.
Mucho se ha especulado durante esos años acerca de la verdadera
naturaleza del hallazgo de Saunière: los más prosaicos sugieren que
encontró el escondrijo de un tesoro, mientras otros creen que pudo
ser algo más estupendo, como el Arca de la Alianza, el tesoro del
Templo de Jerusalén, el Santo Grial... o incluso la tumba de Cristo,
idea que ha tenido expresión reciente en
The Tomb of God, de Richard Andrews y
Paul Schellenberger (1996). (Véase
el Apéndice II para una
discusión de esta teoría.)
Teníamos que ir a Rennes-le-Château porque, según los Dossiers
secrets y The Holy Blood and the Holy Grail, era de especial
significación para el
Priorato de Sión, aunque por razones que nunca
dejaron de ser oscuras. El Priorato asegura que Saunière descubrió
unos pergaminos que contenían una información genealógica que
demostraba la supervivencia de la dinastía merovingia, de donde
resultaba que ciertas personas tenían derecho a pretender el trono
de Francia... por ejemplo,
Pierre Plantard de Saint-Clair. Sin
embargo, no teníamos muchas razones para seguir esa línea,
considerando que nadie ajeno al Priorato ha visto en realidad esos
pergaminos, y que toda esa idea de la continuidad de los merovingios
es bastante dudosa por no llamarla de otra manera.
Pero hay otro fallo importante, otra incongruencia garrafal en la
narración del Priorato. Si realmente hubiese perseverado durante
tantos siglos sólo para defender a los descendientes de los
merovingios, era curioso que saludase con tanto entusiasmo una
información que venía a decirles quiénes eran esos descendientes.
Seguramente debían de conocer a aquellos a quienes habían jurado
proteger, ¡o de lo contrario les habría faltado el celo fanático
necesario para preservar su propia organización durante tantísimo
tiempo! Obviamente no se podía confiar mucho en lo que era,
esencialmente, una justificación retrospectiva de su raison d’être,
si queremos describir el caso con moderación.
No obstante nos intrigaba la importancia que atribuía el Priorato a
esa aldea. Se nos ocurrían dos motivos posibles: primero, que la
aldea fuese efectivamente importante para ellos, aunque no por los
motivos pretendidos en los Dossiers; segundo, que la historia de
Saunière no tuviese ninguna relación con el Priorato en realidad, y
que éste hubiese decidido apropiarse el misterio para explotarlo en
favor de sus propios fines. Íbamos a averiguar cuál de estas dos
posibilidades se acercaba más a la verdad.
Llegados al estacionamiento reparamos en la espectacular vista que
abarca desde el valle del Aude hasta las cumbres nevadas de los
Pirineos. Así se comprende fácilmente que en el pasado, ese pueblo
tan insignificante en apariencia hubiese sido una cota de gran valor
estratégico, por su dominio inigualable sobre cualquier ruta que un
posible invasor tuviese que seguir. Por eso fue Rennes-le-Château un
poderoso reducto de los visigodos; algunos incluso la identifican
con la ciudad perdida de Rhedae, en otros tiempos comparable a
Carcasonne y Narbonne, aunque resulta difícil imaginar dónde se
oculta la agitada metrópoli de antaño bajo el caserío aislado que
vemos hoy. Sin embargo, Rennes-le-Château conserva una atracción
magnética; con menos de cien habitantes de derecho, recibe más de
25.000 visitantes al año.
La torre de las aguas, que se alza en la misma explanada, ostenta
los siglos zodiacales, y la misma ornamentación se repite sobre las
puertas de algunas casas. La decepción es grande cuando averiguamos
que se trata de una costumbre de toda la comarca. Pero todas las
miradas se vuelven hacia el extravagante edificio colgado como un
nido de águilas sobre el despeñadero, al borde mismo de la cima.
Es donde tuvo Saunière su biblioteca privada y su estudio, conocido
como la Tour Magdala, y parte de su domaine recientemente abierto al público.
Como una atalaya medieval, la Torre Magdala se prolonga a un lado
con la muralla que lleva a un mirador actualmente en estado ruinoso.
En los sótanos hay un museo ahora, dedicado a la vida de Saunière y
a los misterios que la rodean.
Un huerto separa la torre de la
casona que hizo construir con su no explicada fortuna, la Villa Bethania, algunas habitaciones de la cual se han abierto asimismo a
los visitantes. Debajo de ella se accede por un sendero de grava a
una gruta construida por el sacerdote con piedras que él mismo sacó
de un valle cercano, es de suponer que con no poco esfuerzo físico.
De ahí se pasa al cementerio de la aldea y a la desvencijada
iglesia, que está dedicada a santa Magdalena.
Sorprende verla tan pequeña habida cuenta de la fama que ha
alcanzado, pero la posible decepción queda más que compensada por la
extravagante ornamentación, justamente famosa, que dispuso el abbé
Saunière. En esto al menos todavía logra suscitar asombro.
Sobre el atrio, que exhibe unos pájaros de escayola casi cómicamente
triviales
y baldosas amarillas quebradas, están esculpidas las palabras
Terribilis est locus iste
o «¡Qué terrible es este lugar!». Este latín es una cita del Génesis
(28, 17), la cual queda completada en la bóveda del atrio: «Nada
menos que la casa de Dios y la puerta del Cielo».
Una figura de
María Magdalena preside la puerta, y el tímpano está ornamentado con
un triángulo equilátero, y un bajorrelieve de rosas con una cruz.
Pero lo que más sorprende es la presencia de un demonio de escayola
horrorosamente contorsionado y puesto a manera de guardián dentro
del atrio y antes de la entrada al templo. Cornudo y gesticulante,
es obvio que quiere decirnos algo con su postura mientras soporta
sobre sus hombros la pila del agua bendita.
Sobre ésta campean
cuatro ángeles que representan los cuatro ademanes de que se compone
la señal de la cruz; al pie una leyenda dice Par ce signe tu le vaincras, es decir «con este signo tú lo/le vencerás». En la pared
del fondo un grupo escultórico representa el bautismo de Jesús; la
postura del bautizado refleja exactamente la del demonio del agua
bendita. Ambos, el demonio y Jesús, miran a un punto determinado del
suelo, cuyas baldosas forman escaques en blanco y negro. En el grupo
el Bautista domina a Jesús con toda su estatura mientras le echa
agua de una concha que repite la forma de la pila del agua bendita.
Evidentemente se nos está indicando algún tipo de paralelismo entre
ambas imágenes, entre el demonio y el bautismo de Jesús. (En abril
de 1996, en uno de los muchos actos de vandalismo a que está
expuesta esa iglesia, unos desconocidos le cortaron la cabeza al
demonio y se la llevaron.)
De pie sobre el ajedrez de las baldosas y mientras paseamos la vista
en
derredor observando esta pequeña iglesia parroquial de Santa María
Magdalena, a
primera vista parece un ejemplo bastante típico de los templos
católicos de su
época y ubicación geográfica. Excesivamente recargada de santos de
escayola
pintados en colores chillones, como san Antonio el ermitaño y san
Roque, contiene
los paramentos habituales. Pero vale la pena contemplarlos con
detenimiento,
porque la mayoría presentan al menos un rasgo distintivo. Los pasos
del vía crucis,
por ejemplo, van en sentido contrario al de las agujas del reloj, lo
que no es corriente, e incluyen aquí un adolescente con falda
escocesa y un negrito. El tornavoz del púlpito tiene la figura del
Templo de Salomón.
El frontis del altar ostenta un bajorrelieve que, según se cuenta,
era el orgullo y la niña de los ojos de Saunière, quien aportó
personalmente los últimos toques. Representa una Magdalena con manto
de oro que tiene frente a sí un libro abierto, y una calavera junto
a las rodillas. Entrecruza los dedos en la curiosa postura que se
llama latté. Delante de ella hay una cruz hecha con un arbolillo
vivo, como manifiesta la rama que retoña con algunas hojas hacia la
mitad del tronco; a sus espaldas, más allá de la gruta rocosa donde
está arrodillada, se entrevé la silueta de una construcción
recortada contra el cielo. El cráneo y el libro abierto son
elementos admitidos de la iconografía usual de la Magdalena, pero
curiosamente falta la convencional ánfora o jarra de la esencia de
nardos.
También la vemos a ella en el vitral que está sobre el altar, donde
parece asomar por debajo de la mesa para ungir los pies de Jesús con
la preciosa esencia. En total la iglesia tiene cuatro imágenes de la
Magdalena; parecen muchas para un templo tan pequeño, aunque sea la
santa patrona de los lugares. La devoción de Saunière queda
corroborada en el nombre que dio a su biblioteca, la Torre Magdala,
y en el de su casa, la Villa Bethania, que recuerda la población
donde vivía, según los evangelios, la familia formada por Lázaro,
Marta y María.
Hay una estancia secreta detrás de un armario de la sacristía,
aunque ésta rara vez recibe visitas del público. La única ventana,
que no se distingue bien desde el exterior, también representa en
vidrios de colores la usual escena de la Crucifixión; pero como
sucede con casi todo lo demás de este «lugar terrible», tampoco ésta
es del todo lo que parece a primera vista. La atención se orienta
hacia el paisaje del fondo que se entrevé bajo los brazos del
crucificado; obviamente es el tema principal de la imagen, y ahí
vemos una vez más el Templo de Salomón.
Incluso la verja del cementerio se sale de lo común, atendida la
ornamentación consistente en una calavera con tibias cruzadas,
emblema que fue de los templarios con el añadido original de la
mueca que exhibe veintidós dientes. Entre las tumbas, decoradas con
ofrendas de flores y fotografías de los finados como ocurre en
tantos otros cementerios franceses, encontramos la de una familia
Bonhommes.
En cualquier otro lugar quizá ni siquiera nos habríamos
fijado, pero aquí nos parece un recordatorio lingüístico
especialmente impresionante, ya que eran los cátaros quienes se
llamaban les Bonhommes. La sepultura del mismo Saunière, con su
perfil en bajorrelieve —también estropeado por el vandalismo en
época reciente— está junto al muro de división entre el cementerio y
su antiguo domaine. A su lado está enterrada Marie Dénarnaud, su
fiel ama, si no fue algo más.
No es nuestro propósito volver aquí sobre los detalles de esta
historia, muy
trillada a estas alturas. Digamos sólo que no nos equivocábamos al
sospechar que
el misterio de Rennes podría aportar algunas claves sobre la
continuidad de la
tradición clandestina, y que no quedamos defraudados. Como hemos
venido
explicando, teníamos indicios de una complicada serie de
encadenamientos que
retrotraían a una tradición gnóstica existente en la región, que
siempre ha sido notoria por sus «heréticos», llámense cátaros,
templarios o supuestas «brujas».
Desde el trauma de la cruzada
albigense, los habitantes de esa región nunca más han confiado del
todo en Roma; de ahí que constituyese refugio ideal para ideas no
ortodoxas. aparte las reivindicaciones propias de una minoría
política. En este Languedoc de larga y amarga memoria, la herejía y
la política siempre han ido de la mano... y van, a lo que parece.
En Saunière hallamos un personaje extravertido y sacerdote rebelde,
muy
diferente del típico cura rural; por ejemplo dominaba el latín y el
griego, y estaba
suscrito a un periódico alemán de la época. Descubriese o no un
tesoro, o un
secreto, es improbable que todo el «negocio de Rennes» sea pura
ficción. Pero hay varias razones para pensar que la historia tal
como se cuenta es, en su mayor parte, una interpretación equivocada.2
La sucesión exacta de los hechos es notoriamente difícil de
reconstruir porque no se basa en pruebas documentales sino que ha de
confiar en la memoria de los vecinos. Saunière asumió sus funciones
de párroco a comienzos de junio de 1885. A los pocos meses tuvo las
primeras dificultades por pronunciar desde el púlpito un sermón
apasionadamente antirrepublicano (era año de elecciones) y fue
temporalmente suspendido.
Restablecido en verano de 1886, recibió
una donación de 3.000 francos de parte de la condesa de Chambord,
viuda de un pretendiente al trono de Francia (éste era Henri de Bourbon, que pretendía el título de Enrique V), en agradecimiento
por los servicios prestados a la causa monárquica. Según todos los
indicios, él invirtió el dinero en la reparación de la vieja
iglesia. Y con arreglo a la mayoría de las versiones, fue al quitar
un antiguo pilar visigótico que sustentaba el altar cuando encontró,
conforme a lo que se cuenta, unos pergaminos en clave.
Aunque esto
parece poco verosímil, porque su comportamiento excéntrico y sus
ambiciosos proyectos no se manifestaron hasta 1891. Debió de ser por
entonces cuando el acólito Antoine Captier encontró algo importante,
algunos dicen que un cilindro de madera, otros que una redoma de
vidrio. En cualquier caso, se cree que contenía unos pergaminos
enrollados u otros documentos parecidos, que entregó a Saunière. Y
parece que fue éste el descubrimiento que desencadenó la peculiar
actividad del cura.
Siempre según la versión usual, Saunière presentó los pergaminos a
su
obispo en Carcasona, Félix-Arsène Billard, lo cual precipitó un
viaje a París. Por lo
general se entiende que Saunière recibió el consejo de llevar los
documentos a un experto para que los descifrase. El elegido fue un
tal Émile Hoffet, que era entonces
un seminarista todavía, pero había cobrado prestigio como gran
conocedor del ocultismo y del mundillo de las sociedades secretas.
(Más adelante enseñó en la iglesia de Notre-Dame de Lumière de
Goult, santuario de una Virgen negra que tiene especial importancia
para el Priorato de Sión.)3 El tío de Hoffet era director del
seminario de Saint-Sulpice en París.
La iglesia de Saint-Sulpice tiene un rasgo notable, el suelo con la
barra de
cobre que marca la situación exacta del meridiano de París (el cual
pasa también
cerca de Rennes-le-Château). Construida sobre los fundamentos de un
templo de
Isis en 1645, su fundador fue Jean-Jacques Olier, quien mandó
edificarla con arreglo a la Regla Áurea de la geometría sacra. El
santo que le prestó su nombre
fue un obispo de Bourges en tiempos del rey merovingio Dagoberto II.
La festividad se conmemora el 17 de enero, fecha que se repite a
menudo en los misterios de Rennes-le-Château y del Priorato de Sión.
Buena parte de la novela satanista de J. K. Huysmans Là-Bas tiene
por escenario a Saint-Sulpice, y el seminario anexo fue sede de
movimientos poco ortodoxos, por no decir otra cosa, durante el siglo
XIX. También sirvió de cuartel general a la misteriosa sociedad
secreta oriunda del siglo XVII llamada la Compagnie du
Saint-Sacrement, que según algunos era un escaparate del Priorato de Sión.
Durante la estancia de Saunière en París, que debió de ser en el
verano de 1891 o la primavera de 1892, Hoffet le introdujo en la
floreciente sociedad oculta cuyo centro era Emma Calvé, y
frecuentada por personajes tales corno Joséphin Péladan, Stanislas
de Guaïta, Jules Bois y Papus (Gérard Encausse). Se rumorea con
insistencia que Saunière gozó de los favores de Emma.
También se dice que Saunière visitó la iglesia de Saint-Sulpice y
estudió allí ciertos cuadros además de adquirir, según la versión
corriente, determinadas reproducciones en el Louvre (lo cual
comentaremos más adelante). Cuando regresó a Rennes-le-Château
emprendió la renovación de su iglesia y la construcción de su
domaine.
Esta visita a París es parte crucial del misterio Saunière y ha sido
intensamente analizada por todos los estudiosos desde que el caso
llamó la
atención. No hay ninguna prueba directa de que ocurriese en
realidad. Un retrato
de Saunière con el marchamo de un fotógrafo de París, tenido durante
mucho
tiempo como demostración de su estancia, resultó pertenecer a un
hermano menor,
Alfred, también sacerdote, según se ha demostrado recientemente.4
Se
dice
asimismo que Saunière firmó en el libro de misas de Saint-Sulpice,
pero esto nunca
se ha verificado. El escritor Gérard de Sède,5 que tiene algunos de
los papeles de Émile Hoffet, asegura que hay entre éstos la nota de
una reunión con Saunière en
París (pero sin fecha, por desgracia). De manera que no existe la
confirmación independiente, que sepamos. Como en otros muchos
detalles de esta historia, todo depende de los recuerdos y los
testimonios de vecinos y otras terceras personas.
Por ejemplo, Claire Captier, née Corbu, hija del hombre que le
compró a Marie
Dénarnaud el domaine de Saunière en 1946 (después de lo cual Marie
siguió
viviendo en casa de los Corbu hasta su fallecimiento en 1953),
asegura formalmente que el viaje a París sí tuvo lugar.6
Lo que encontró Saunière no se sabe, pero por lo visto hizo de él un
hombre
muy rico de la noche a la mañana. Cuando asumió sus funciones
cobraba unos
estipendios de 75 francos al mes. Pero entre 1896 y su muerte en
1917 gastó una
suma descomunal, tal vez no los 23 millones de francos que dicen
algunos, pero
ciertamente hasta 160.000 francos algunos meses. Tenía cuentas
bancarias en París,
Perpignan, Toulouse y Budapest, y fuertes inversiones en acciones,
obligaciones y
deuda pública, que no suele ser la situación financiera habitual de
un cura de aldea.
Se dijo que había ganado dinero vendiendo misas
(de las que sirven para indulgencias en favor de las ánimas del
purgatorio), pero aunque sea cierto que lo hizo, como asegura el
historiador francés René Descadeillas —tenido generalmente por el
principal investigador del affaire Saunière—, esta actividad
«difícilmente podía suponerle ingresos suficientes para emprender
semejantes obras y vivir al mismo tiempo como un señor. Por tanto,
es obvio que hubo algo más».7
En cualquier caso, podríamos
preguntarnos qué razones tendría tanta gente adinerada para
encargarle misas a un insignificante párroco de una remota aldea
como aparentemente fue Saunière.
Él y Marie fueron criticados por su fastuoso estilo de vida; ella
siempre vestía
a la última moda de París (Por eso la llamaban «la Madonne», según
cuentan las
lenguas de doble filo), y daban recepciones de una categoría fuera
de toda
proporción con sus supuestos ingresos o categoría social. Todavía
más llamativo,
muchos famosos y ricos emprendían el viaje entonces increíblemente
fatigoso a
Rennes-le-Château para atender la invitación. (Por algún motivo
extraño, la Villa Bethania estaba exclusivamente reservada a esas reuniones, y el
mismo Saunière
prefería vivir en la desvencijada casa rectoral.)
Entre estos
visitantes figuraban un
príncipe de los Habsburgo —que, por cierto, respondía al nombre
curiosamente
evocador de Johann Salvator von Habsburg—, un ministro del Gabinete,
y Emma
Calvé.
La suntuosidad de sus recepciones no era el único motivo de la
hostilidad local: Saunière y Marie eran aficionados a escarbar de
noche en el cementerio. Lo que se diga de esa actividad no pasa de
ser especulación, pero es cierto que borraron las inscripciones de
la lápida y la losa de una aristócrata de la región, evocadoramente
llamada Marie de Nègre d’Ables, fallecida el 17 de enero de 1781.
Se
ha supuesto que pretendían destruir la información que suministraban
esas piedras, pero no sabían que todo su esfuerzo había sido en
vano. al haber sido copiadas las inscripciones por los miembros de
una sociedad de arqueólogos aficionados de la comarca. Como veremos
más adelante, el interés de Saunière por destruirlas es de gran
significación para nuestras pesquisas.
Más o menos hacia la época del supuesto viaje a París, Saunière
descubrió también la «piedra del Caballero» puesta del revés al lado
del altar. Es una losa con una talla de los tiempos visigóticos que
representa un hombre armado y un niño a caballo. Por lo visto
encontró debajo de ella algo de gran importancia, tal vez otro
escondrijo de documentos, o de artefactos, o la entrada de una
cripta. Nadie lo sabe con seguridad, puesto que Saunière hizo
reformar el suelo, pero su Diario contiene la siguiente y enigmática
anotación para el 21 de septiembre de 1891:
«Carta de Granès.
Descubrimiento de una tumba. Ha llovido».
Las excavaciones nocturnas de Saunière causaron cierto escándalo,
pero fue
la venta de misas lo que le valió la cólera de la jerarquía, a tal
punto que fue
suspendido e incluso quisieron trasladarlo a otra parroquia. Pero él
se quedó
tozudamente viviendo en Rennes-le-Château con Marie, en abierto
desafío contra
la autoridad, y cuando llegó el sustituto enviado por la Iglesia
celebró misas extraoficiales en Villa Bethania, a las que asistían
los vecinos de la aldea, quienes siguieron fieles a su antiguo
párroco.
De todos los misterios que rodearon a Saunière tal vez el más espeso
es el que
se refiere a las circunstancias de su muerte. Cayó enfermo el 17 de
enero de 1917 y
murió cinco días después. Su cadáver fue sacado a la terraza de su
domaine junto a
la muralla, sentado en una silla, y los aldeanos —junto con otros
que habían
recorrido muchos kilómetros para poder estar presentes— desfilaron e
iban
arrancando las borlas púrpura del pañolón en que lo habían envuelto.
Su última
confesión la recibió el párroco de la vecina Espéraza, y lo que
hablaron causó en
éste tan profunda impresión que según se ha contado y reproduce René Descadeillas,
«[...] a partir de ese día el
anciano sacerdote no volvió a ser el mismo; manifiestamente
sufrió una fuerte conmoción».8
Después del fallecimiento de aquél, la fiel
Marie Dénarnaud siguió
viviendo en Villa Bethania. En tanto que sacerdote, Saunière no
podía ser propietario, así que puso toda la finca a nombre de ella.
La mujer fue volviéndose cada vez más huraña e irascible, según los
lugareños, y rechazó con obstinación todas las ofertas que se le
hicieron por su cada vez más ruinoso domaine. Pero finalmente lo
vendió al empresario Noël Corbu, el día de la Magdalena de 1946,9
bajo la condición de seguir habitando en la propiedad hasta el fin
de sus días.
Claire Captier, la hija de Corbu, recuerda haberla conocido cuando
niña.
Según cuenta, Marie iba todos los días a ver la sepultura de
Saunière... y también a
medianoche. Luego le contaba a la niña Claire un fenómeno
sobrenatural que
ocurría durante algunas de aquellas visitas. Le decía por ejemplo:
«Esta noche me
han perseguido los fuegos fatuos del cementerio».
Y cuando su
interlocutora le
preguntaba si había tenido miedo, ella contestaba:
«Estoy
acostumbrada... Cuando
camino despacio, me siguen... cuando me detengo, ellos se detienen
también. pero
siempre desaparecen en el instante de cerrar la verja del
cementerio».10
También recuerda Claire Captier estas palabras de
Marie:
«Con lo que
ha dejado monsieur le Curé podríamos dar de comer a toda Rennes
durante cien años, y aún sobraría».
Cuando le preguntaban por qué
ella vivía tan pobremente, si había recibido mucho dinero en
herencia, replicaba: «No puedo tocarlo».
En 1949, al enterarse de
que los negocios de Corbu estaban atravesando una temporada difícil,
comentó:
«No te preocupes, mi buen Noël... algún día te diré un
secreto que te hará rico... ¡muy rico!».11
Por desgracia, durante
los meses previos a su muerte de un ataque cerebral en enero de 1953
se volvió senil, y el secreto desapareció con ella.
¿Qué significado podemos atribuir a la historia de Saunière? Todo
parece
indicar que recibía dinero de alguna entidad remota, a condición de
que
permaneciese en la aldea (ya que decidió quedarse incluso cuando ya
era rico y
había dejado de ser el párroco), aunque quizá los pagos fueron
irregulares. En
efecto, su fortuna no consistió en una cantidad enorme adquirida de
una sola vez,
como han apuntado algunos, sino que su situación financiera sufría
altibajos. De
vez en cuando atravesaba una temporada baja y luego, apenas unos
meses más tarde, reanudaba su estilo de vida lujoso.
En la época de
su fallecimiento andaba ocupado en nuevos y ambiciosos proyectos que
de haberse realizado, habrían costado ocho millones de francos por
lo menos:12 mejorar la carretera de acceso al pueblo, porque pensaba
comprarse un automóvil, llevar el agua corriente a todas las casas,
establecer un baptisterio exterior y erigir una torre de setenta
metros de altura desde la cual llamaría a sus parroquianos a la
oración.
Parecieron firmes candidatos al papel de paganos los del partido
monárquico, pero esta interpretación plantea otro misterio
diferente. ¿Qué servicio pudo prestarles Saunière, que redundase en
unos pagos de semejante cuantía? ¿Tal vez su devoción a la Magdalena
encierra alguna pista sobre la razón subyacente de tan generosos
estipendios? Es indudable que su fortuna no pudo obedecer sólo a la
supuesta participación en un complot político. Los escasos
testimonios personales que dejó revelan, según Gérard de Sède:
[...] una curiosa devoción a la Bona Dea, al eterno principio de lo
femenino, que en boca de
Bérenger [Saunière] parece trascender las creencias y las
profesiones de fe.13
Una vez más hallamos secretos en torno al
Principio Femenino
encarnado en María Magdalena... y una nítida conexión con el
Priorato de Sión, que asegura venerar a las Vírgenes negras y a
Isis. Como veremos luego, la comarca de los alrededores de
Rennes-le-Château contiene muchas más claves relativas a la
continuidad de esa forma de culto a la diosa.
¿Y qué diremos de los famosos pergaminos supuestamente hallados por
Saunière (según informaciones que provienen del Priorato de Sión)?
Dicen que consistían en dos genealogías relativas a la supervivencia
de la dinastía merovingia, y otros dos contenían pasajes de los
Evangelios en los que ciertas letras, marcadas de determinada
manera, daban mensajes en clave. Los pergaminos en sí jamás han
salido a la luz del día, aunque las supuestas copias de estos textos
en clave han sido ampliamente reproducidas, la primera vez en 1967
con la publicación de L’Or de Rennes, de Gérard de Sède y su esposa
Sophie.
(Digamos de paso que, si bien no figura en el copyright, Pierre
Plantard de Saint-Clair ha dicho que él era coautor de este libro.)14
Estos textos han hecho correr mucha tinta y no menos
especulaciones.15 Del relato neotestamentario de cómo Jesús y sus
discípulos recogieron grano en sábado, las letras marcadas leídas
por orden dan el texto siguiente:
A DAGOBERT II ROI ET A SION EST CE TRESOR ET IL EST LA MORT (A/DE
DAGOBERTO II Y DE/EN SIÓN ES ESTE TESORO Y ESTÁ AHÍ MUERTO/ES LA
MUERTE)
El texto aparente del otro documento describe cómo
María de Betania
ungió a Jesús, y del texto oculto se da generalmente la
decodificación:
BERGERE PAS DE TENTATION QUE POUSSIN TENIERS GARDENT LA CLEF PAX 681
PAR LA CROIX ET CE CHEVAL DE DIEU J’ACHEVE CE DAEMON DE GARDIEN A
MIDI POMMES BLEUES
(PASTORA NO [HAYA] TENTACIÓN QUE POUSSIN TENIERS
TIENEN LA LLAVE [LA CLAVE] PAZ 681 POR LA CRUZ Y ESTE CABALLO DE
DIOS QUE VOY A ACABAR [O REMATAR] ESE DEMONIO GUARDIÁN A MEDIODÍA [O
AL SUR] MANZANAS AZULES)
La operación necesaria para este resultado es más complicada que en
el caso anterior. Cuando se leen aquí las letras marcadas, da «REX
MUNDI», que es latín por «Rey del mundo» y además de corresponder a
la terminología gnóstica también fue utilizado por los cátaros para
referirse al dios creador del mundo material. Pero se han añadido
140 letras más ajenas a ese mensaje, que hacen de la decodificación
un proceso inmensamente tortuoso hasta que aparece el texto «pastora
no tentación».
Observemos de paso, porque es interesante, que el
inventor del sistema utilizado en éste fue un alquimista francés, Blaise de Vignère, que fue secretario de Lorenzo de Médicis. El
mensaje definitivo es un anagrama perfecto de la inscripción que
figuraba en la lápida de Marie de Nègre (sobre lo cual volveremos en
el capítulo siguiente).
Aunque no se puede dudar de que las decodificaciones son exactas, su
interpretación o el sentido que quepa atribuir a esos textos ha dado
lugar a muchas tentativas ingeniosas, y muchas veces altamente
imaginativas (la más reciente de ellas en el momento de escribir
estas líneas es la de Andrews y Schellenberger, que analizamos en el
apéndice II).
El problema con estos pergaminos es que Philippe de Chérisey, un
asociado de Pierre Plantard de Saint-Clair (y probable sucesor suyo
como Gran Maestre del Priorato de Sión en 1984), admitió más
adelante, en 1956, que los había fabricado él.16 (Interrogado al
respecto por los autores de The Holy Blood and the Holy Grail en
1979, Pierre Plantard de Saint-Clair afirmó que Chérisey
sencillamente los había copiado, pero esa explicación no es del todo
convincente.)17 Se miren como se miren los pergaminos es innegable
que constituyen un gran éxito clásico para aficionados a crucigramas
y pasatiempos, pero su génesis no inspira confianza en el sentido de
orientar una investigación sobre el caso Saunière.
Pero si el cura no descubrió pergaminos, tal vez encontró un tesoro
de alguna especie, como muchos siguen creyendo firmemente. Es verdad
que descubrió en la iglesia un pequeño escondite de monedas y joyas
antiguas, pero como toda la región abunda mucho en restos
arqueológicos, tal descubrimiento difícilmente habría excitado el
interés que suscito la historia de Saunière. Muchas personas creen
que halló una verdadera cueva de Aladino repleta de tesoros tan
abundantes, que ni siquiera él y sus distinguidas amistades
consiguieron dilapidarlos por entero. Por lo cual debería sobrar
algo para un buscador atrevido.
También se ha sugerido que el complicado simbolismo de la iglesia,
junto con los
diversos mensajes codificados como las «manzanas azules» del
pergamino,
obedecían al propósito de suministrar a ese buscador atrevido una
pista sobre dónde podría encontrar el resto del tesoro.
Por más que esta versión resulte romántica, es absurda. En primer
lugar deja sin explicación los ocasionales apuros económicos del
descubridor; en segundo lugar, si trazó mapas del tesoro, aunque
estuviesen envueltos en el simbolismo de su iglesia no era lo más
inteligente que podía hacer, supuesto que preferiría guardarse el
dinero para gastarlo él. A fin de cuentas, si toda la iglesia no es
más que el mapa a gran tamaño de un tesoro, los símbolos utilizados
son sumamente extraños y esotéricos.
Repetimos: si quería quedarse
con el dinero, no se le habría ocurrido trazar un mapa expuesto a
todo el mundo, por más arcano que resultase; y si quería que sólo
determinadas personas supieran dónde estaba, ¿no habría bastado con
decírselo? Por otra parte, el hecho de que él hubiese encontrado un
tesoro no justifica por qué acudían a visitarle en su remota
parroquia de la montaña tantos personajes ricos e influyentes.
Teniendo en cuenta todos los indicios se diría que Saunière estaba
pagado por alguien que tendría sus motivos, y por algún servicio que
implicaba su permanencia en Rennes-le-Château, donde se empeñó en
seguir residiendo pese a haber recibido la orden de traslado. Y lo
que desde luego revelan sus actividades es que buscaba algo: las
excavaciones nocturnas en el cementerio, las numerosas excursiones
por la comarca e incluso otros viajes más largos a localidades
distantes, que muchas veces le llevaban varios días seguidos.
Tan
importante era que se le creyese presente en Rennes-le-Château, que
durante sus ausencias Marie Dénarnaud echaba regularmente al correo,
en respuesta a la correspondencia recibida, unas cartas preparadas
de antemano que contenían excusas convencionales, en las cuales
decía que de momento se hallaba demasiado ocupado para atender el
asunto (algunas de estas contestaciones prefabricadas se hallaron
entre sus papeles después de su muerte).
En 1995 apareció una nueva aportación al caso Saunière, cuando el
especialista en temas esotéricos André Douzet presento una maquette,
o modelo en escayola que representaba un paisaje en relieve,
supuestamente encargado por Saunière poco antes de su
fallecimiento.18 Representa unas colinas y unos valles, y lo que
parecen ríos que discurren por éstos. En una ladera hay un edificio
cuadrado, la única construcción visible. A lo que se pretende,
describe los alrededores de Jerusalén, con lugares bíblicos como el
huerto de Getsemaní y el Gólgota. Pero sucede que el paisaje de la
maquette no se parece en nada al de Jerusalén; quizá representa en
realidad los alrededores de Rennes-le-Château.
¿Sería posible que Saunière hubiese proyectado convertir su tierra
natal en la
Nueva Jerusalén?19
Puede uno pasarse la vida entera estudiando las posibilidades del
misterio de
Rennes-le-Château. A lo mejor consiste en eso su verdadera función,
servir de
magnífica maniobra de diversión. Pues, aunque es indudable su
importancia,
distrae y desvía la atención de otras ocupaciones no menos
sugestivas que la comarca ofrece.
En el asunto intervinieron otros sacerdotes de las parroquias
vecinas y
también Félix-Arsène Billard, el superior de Saunière y obispo de
Carcassonne, que
fue quien supuestamente lo envió a París e hizo luego la vista gorda
ante el
excéntrico y escandaloso comportamiento de aquél (Billard murió en
1902 y fue el
sucesor en la diócesis quien suspendió a Saunière). Del mismo
Billard se dice que
estuvo implicado en algunos negocios financieros dudosos.20
El más conocido de este círculo de sacerdotes que tuvieron relación
con Saunière es el abbé Henri Boudet (1837-1915), que fue cura de
Rennes-les-Bains desde 1872. Hombre prudente, crudito y reservado
—como temperamento, el polo opuesto de Saunière—, también intervino
en extrañas actividades. En 1866 publicó un curioso libro, La vraie
langue celtique et le cromleck de Rennes-les-Bains, que tiene
perplejos a los investigadores desde entonces.21
En apariencia el
libro trata dos temas principales:
-
una anómala teoría según la cual
muchos idiomas antiguos, como el celta, el hebreo y otros, son
derivaciones del anglosajón, y que documenta con muchos ejemplos, a
veces hilarantes, de toponimias de los alrededores de Rennes-les-Bains que dice procedentes de raíces inglesas;
-
y una
descripción de varios monumentos megalíticos de la comarca.
Boudet
fue un respetado cronista local y entendido en antigüedades; las
teorías que propone son tan improbables, que muchos han deducido la
voluntad de ocultar un mensaje más profundo, y secreto, más o menos
como una contrapartida literaria de la ornamentación puesta por
Saunière en su iglesia.
Algunos llegan al punto de sugerir que ambas
se complementan mutuamente, y que juntas proporcionan la clave
completa para encontrar el «tesoro». Si es así, nadie ha conseguido
todavía descifrarla satisfactoriamente, y el libro de Boudet sigue
siendo hoy tan misterioso como el día que apareció. Tuvo además
otras actividades similares a las de Saunière, pues se sabe que
alteró inscripciones en el cementerio de su iglesia y cambió de
lugar mojones de los alrededores.
Algunos creen que fue Boudet la verdadera eminencia gris que inspiró
los trabajos de construcción de Saunière, y se sugiere, como lo hizo
Pierre Plantard de Saint-Clair —sin que se sepa con qué
justificación— que Boudet había sido el «pagador» de Saunière. Pero
también existe una relación más directa entre Boudet y este actor
del complicado misterio: el mismo Plantard de Saint-Clair prologó en
1978 una edición facsimilar de La vraie langue celtique... y además
es propietario de fincas cerca de Rennes-les-Bains. Por otra parte,
en el cementerio de la iglesia que fue de Boudet puede verse un
testigo que indica la parcela reservada por Plantard de Saint-Clair
para su propio enterramiento.
Otro clérigo contemporáneo de Saunière fue el abbé Antoine Gélis,
párroco de
la aldea de Coustassa, que se halla en la otra orilla del valle del
Sals según se mira
desde Rennes-le-Château. El 1 de noviembre de 1897 el anciano Gélis
(pues
contaba entonces setenta años) fue hallado salvajemente asesinado.
Había recibido
repetidos y fortísimos golpes en la cabeza, asestados según los
indicios por una
persona a quien había dejado entrar en su casa rectoral y con quien
estaba conversando.
Es de notar que Gélis era amigo de Saunière: el
29 de septiembre de 1891 éste anotó en su Diario que había tenido
una reunión con él y otros más, es decir sólo ocho días después del
apunte que consigna el «descubrimiento de una tumba». En la época
previa a su muerte Gélis vivió presa de gran temor, a lo que
pareció, atendido que cerraba la puerta con llave y sólo abría a su
sobrina, que estaba encargada de llevarle la comida. Y recientemente
había realizado un negocio de mucho dinero, unos 14.000 francos, de
cuya naturaleza nada se supo.
Los tenía escondidos en su casa y en
la iglesia, y dejó papeles que revelaban los escondrijos. Sin
embargo, casi todo el dinero quedó allí después del crimen. El
asesino, que nunca fue descubierto, había registrado la casa pero
descuidó 800 francos que estaban sobre la cómoda, así como un papel
con las palabras escritas «viva Angelina». Así pues, de los móviles
del crimen tampoco se llegó a saber nada.
En el asesinato de Gélis intervienen varios factores muy extraños.
La lápida
en el cementerio de Coustassa es la única que está orientada de cara
a Rennes-le-Château, tanto así que resulta perfectamente visible desde la altura
opuesta. En la
tumba aparece el emblema de la rosa-cruz. Y aunque el brutal
asesinato de un
párroco anciano y frágil conmovió a la población de toda la comarca,
la diócesis
dio muestras de desear que se diese carpetazo al asunto cuanto
antes. Cuando
Gérard de Sède intentó investigarlo a comienzos de los años sesenta,
no encontró
ningún registro del crimen en los archivos diocesanos de Carcasona.
No fue hasta
1975 cuando dos abogados reconstruyeron el suceso a partir de los
archivos de la
policía local y de los tribunales.22
Algunos llegan al extremo de sugerir que Saunière tuvo que ver con
el asesinato de Gélis, pero esto es pura especulación. No obstante,
parece cierto que estaba ocurriendo algo siniestro con los curas de
la región de Rennes-le-Château.
Indudablemente la población de Rennes-le-Château tiene importancia
en sí misma, pero quizás ha concitado demasiada atención si tenemos
presente que toda la comarca se halla profundamente saturada de
misterios.
No pocos investigadores admiten que hay en las cercanías
otros sitios también interesantes y extraños, pero tienden a
mirarlos como telón de fondo del caso Saunière. Pero si éste hizo un
descubrimiento, son muchos los lugares donde pudo hacerlo. Aparte
varias ausencias largas, que duraban días o semanas enteras, se sabe
que realizaba muchas excursiones por los alrededores. (Y sus
entusiastas expediciones de caza o de pesca tal vez le servían para
encubrir otra actividad.)
Los
Dossiers secrets dicen sin más ambages que
Saunière trabajaba
para el Priorato de Sión, pero ¿puede demostrarse que éste tuviese
influencia por allí? Hemos visto que Pierre Plantard de Saint-Clair
tiene cerca de Rennes-les-Bains propiedades y en ésta una sepultura
reservada para él, pero ¿se reflejan de alguna manera en la comarca
las preocupaciones que afectan a la organización?
Lo extraño sería que no fuese así, vista la extraordinaria cultura
de sociedades secretas entrecruzadas que impera en el Languedoc. En
realidad un estudio de Rennes y la región circundante descubre
muchas pistas y no sólo acerca del Priorato, sino también tocantes a
una tradición clandestina más amplia, y cuya existencia ya veníamos
sospechando. Y averiguamos que lo que podríamos llamar la Gran
Herejía Europea —la extrema veneración o tal vez culto secreto a
María Magdalena y Juan el Bautista— está bien representada aquí.
Existe una notable proliferación de iglesias consagradas al Bautista
en esta comarca. A veces forman cúmulos, por ejemplo los tres San
Juan de la pequeña zona de Belvèze-du-Razès (por cierto que una
buena parte de esta región recibe el nombre de La Magdalène).
Conviene saber también que la Iglesia actual «de la Magdalena» en
Rennes-le-Château era en otro tiempo, sencillamente, la capilla del
castillo, y que el pueblo
tenía otra iglesia... consagrada a Juan el Bautista.23 Quedó
destruida en el siglo XIV
cuando Rennes-le-Château fue tomada por las tropas de un noble
español. Según
se cuenta la desmontó piedra a piedra creyendo que había un tesoro
escondido.24
Por el contrario, en la cercana población de Arques se produjo un
volteface no explicado cuando la iglesia de San Juan Bautista pasó a
nombre de Santa Ana, lo cual es tanto más raro por cuanto dicho
templo posee todavía una reliquia del Bautista.
Arques y Couiza —donde hay otro San Juan— pertenecieron a la familia
De Joyeuse hasta 1646, cuando Enriqueta-Catalina de Joyeuse vendió
todas sus tierras
del Languedoc a la Corona francesa. Anótese que era la viuda de
Carlos duque de
Guisa, a su vez discípulo de Robert Fludd... a quien fueron a buscar
expresamente
en Inglaterra para ofrecerle el empleo de preceptor.25
O bien en Couiza, o bien en Arques, existió antiguamente una Virgen
negra llamada Notre-Dame de la Paix, pero la familia De Joyeuse la
trasladó en 1575 a París, donde puede contemplarse todavía en la
iglesia de las Hermanas del Sagrado Corazón (en el Xll
Arrondissement).26 Es curioso que Saunière mantuviese
correspondencia con la superiora de esta orden, y, es obvio que ésta
le tenía en especial consideración. En una carta firmada por la
hermana Augustine Marie, secretaria de la orden, el 5 de febrero de
1903,27 se le encargan expresamente a Saunière unas misas en
homenaje a la Virgen negra, se le ofrece una figura del Niño Jesús
de Praga (hoy expuesta en la Villa Bethania) y se le agradece, en
términos algo misteriosos, «la devoción de que habéis dado muestras
hacia nuestro querido Rey».
Esto puede referirse lo mismo a algún
pretendiente al trono de Francia, como a Jesucristo, aunque como
veremos luego era otro el «Rey» venerado por ciertos grupos
heterodoxos. Sin embargo las palabras de la hermana Agustina María
sugieren algún significado diferente, tal vez codificado, con la
curiosa insinuación de algo especial en la parroquia (y los
parroquianos) de Rennes-le-Château.
La familia De Joyeuse también construyó el templo de San Juan
Bautista de
Arques, que se erigió sobre las ruinas del antiguo castillo arrasado
por los ejércitos
de Simón de Montfort. Más exactamente, el campanario actual y una
pared maestra son del castillo originario. Ésta es la iglesia, que
hemos dicho estuvo
consagrada al Bautista pero ahora es de Santa Ana, aunque ni
siquiera el alcalde de Arques fue capaz de decirnos cuáles fueron
los motivos del cambio.
Su predecesor en la alcaldía durante los años treinta y cuarenta fue
Déodat Roché, gran estudioso de la tradición esotérica de la región,
o inspirador de un muy serio intento de restablecer una Iglesia
cátara en la comarca.28 Uno de los tíos de Roché fue el médico de Saunière, y el otro su notario.
A medio camino entre Rennes-le-Château y Limoux se halla
Alet-les-Bains, que fue sede diocesana antes del traslado de ésta a
Carcasona. En la Edad Media, además de sus aguas termales Alet tuvo
una gran actividad de alquimistas. De allí era oriunda la familia de
Nostradamus, y cabe que el famoso vidente residiera en la ciudad
durante una temporada. Tiene también sus conexiones templarias, que
se retrotraen a los primeros años de la orden —hay escrituras de
importantes donaciones de tierras fechadas poco después de 1130— y
pueden verse los símbolos templarios esculpidos en las fachadas de
algunas casas del interesante conjunto medieval. E incluso el escudo
de la ciudad exhibe una cruz templaria. San Andrés, la imponente
iglesia principal, tiene una curiosa relación con los freires.
El
escritor y estudioso Franck Marie ha demostrado que su planta se
basa en la cruz templaria (como la capilla Rosslyn),29 pero la
construcción data de finales del siglo XIV, es decir después de la
supresión de la orden. Entre otros detalles notables del edificio
resaltaremos la presencia de la estrella de seis puntas, o de David,
en los vitrales. Aparte la asociación obvia con lo judaico (que no
deja de extrañar en un templo cristiano medieval), la figura también
reviste tradicionales connotaciones mágicas, ya que simboliza la
unión de los principios masculino y femenino.
La calle principal de Alet-les-Bains es la Avenue Nicolas Pavillon,
por el nombre de su obispo más famoso (que ejerció el cargo entre
1637 y 1677). Fue protagonista de acontecimientos relacionados con
el Priorato de Sión. Junto con otros dos clérigos, el famoso san
Vicente de Paúl y Jean-Jacques Olier (fundador de la Sociedad
sacerdotal de San Sulpicio), Pavillon inspiró la Compagnie du
Saint-Sacrement, conocida también entre sus miembros como «la Cábala
de los devotos».
Aunque pasaba por ser una organización caritativa,
hoy los historiadores admiten que fue una sociedad secreta políticorreligiosa que manipuló a destacados dirigentes de la época,
e incluso influyeron en el monarca. Tan bien acertó la Compagnie a
disimular sus verdaderos móviles, que todavía hoy los historiadores
no se ponen de acuerdo para decir lo que fue realmente: a veces la
presentan como católica a machamartillo, y otras como herética
contumaz. Como ya hemos mencionado, algunos creen que fue una
tapadera del Priorato de Sión,30 y tuvo su sede central en el
seminario sulpiciano de París.
A uno de estos conspiradores, el misterioso san Vicente de Paúl (h.
1580-1660),
que curiosamente presumía de ser entendido en alquimia, se le venera
en
otro lugar que puede figurar entre los más enigmáticos del Languedoc. Es la
basílica de Notre-Dame de Marceille, sita al norte de Limoux, justo
a las afueras de
esta ciudad. Exhibe una estatua de san Vicente en demostración de
que los lazaristas, es decir la Congregación de la Misión que tiene
la iglesia a su cargo desde 1876, no olvida a su fundador.
(No
olvidemos nosotros que el superior lazarista de Notre-Dame de
Marceille estaba siempre entre los primeros invitados por Saunière a
las ceremonias con que solía inaugurar las diversas etapas de las
obras en su domaine.)
Este emplazamiento presenta muchos y sugerentes vínculos con las
«herejías» que estábamos investigando.31 Para empezar, y pese a la
diferencia ortográfica, este «Marceille» que no se sabe de dónde
deriva recuerda a la Magdalena por intermedio de la relación con
«Marseille». La basílica se construyó sobre el emplazamiento de un
antiguo santuario pagano cuya atracción era una fuente de aguas
medicinales que se decía muy buenas para la vista. Tomó su nombre de
una Virgen negra del siglo XI que todavía puede verse en el interior
y a quien se atribuyen muchos milagros. Dicho lo anterior quizá no
sorprenderá saber que esta localización perteneció en tiempos a los
templarios. Fue centro de peregrinación durante muchos siglos.
En el decurso de los años y por uno u otro motivo, diversas
organizaciones religiosas se han disputado el control de este lugar.
En principio perteneció a la cercana abadía benedictina de
Saint-Hilaire, que fue objeto de comentarios desfavorables durante
la cruzada albigense por su actitud de neutralidad para con los
cátaros. (En un momento dado toda la población de Limoux quedó
excomulgada por darles asilo.) Durante el siglo XIII la pelea estuvo
entre el arzobispo de Narbonne, los benedictinos y los dominicos.
Más tarde fue necesaria la intervención del rey en una disputa sobre
la propiedad del emplazamiento entre el arzobispo, el señor de
Limoux y un Guillermo de Voisins, señor de Rennes-le-Château.
El 14
de marzo de 1344 (en que se cumplía el primer siglo de la misteriosa
ceremonia cátara de Montségur, la víspera de la jornada en que se
entregaron a las llamas), el papa Clemente VI adjudicó la iglesia al
Colegio de Narbonne en París, que retuvo su posesión hasta mediados
del siglo XVII, y fue entonces cuando pasó al obispo de
Alet-les-Bains.
(Por cierto que la fuente principal de las rentas
del colegio en cuestión eran los ingresos de la iglesia de María
Magdalena en Azille, población del Aude.)32
Durante la Revolución la
iglesia y las tierras fueron vendidas, pero la imagen de la Virgen
negra estuvo oculta al cuidado de un priorato de la Orden de los
Penitentes Azules, curioso grupo que tenía vínculos con los
francmasones del Rito Escocés Rectificado y con la familia Chefdebien... todos ellos, como veremos, protagonistas de categoría
en este drama.33 Se restableció la iglesia como lugar de culto en
1795.
En tiempos de Saunière había estallado otra disputa que afectó al
superior de
éste, monseñor Billard, el obispo de Carcasona. El lugar era
entonces de varios
propietarios, pero mediante una serie de jugadas hábiles (y no
siempre éticas), para
las cuales utilizó como «hombre de paja» a un banquero, logró
comprar todas las
particiones. El acto de la compraventa se celebró, ¡atención!, un 17
de enero, el de
1893 (aunque Billard consiguió hacerse de alguna manera con la
Virgen negra, que
guardó momentáneamente en Limoux). Sin embargo, no bien
transcurridos cuatro meses el nuevo propietario había revendido la
finca al obispado, y Billard quedó dueño único de lo que deseaba.
En 1912 el papa Pío X decidió elevar la iglesia a la categoría
basilical, honor poco frecuente y del todo inexplicable tratándose
de una plaza relativamente humilde. Sólo son basílicas las iglesias
que revisten algún significado especial, como es el caso de Saint Maximin en Provence, que custodia las (supuestas) reliquias de María
Magdalena.
Los alrededores de Notre-Dame de Marceille han sido también, hasta
época muy reciente, lugar de especial interés para los gitanos, que
solían acampar en una explanada entre la iglesia y el río Aude, que
corre unos centenares de metros más al oeste.
Notre-Dame de Marceille tiene mención especial en el enigmático
libro del
abate Boudet, La vraie langue celtique, y esto fue lo que llevó allí
al malogrado
estudioso holandés Jos Bertaulet
34 el cual hizo un descubrimiento
interesante: a
orillas del Aude, en terrenos que fueron de la iglesia y están ahora
en manos
privadas, hay unos subterráneos. Consisten en dos grandes sótanos
que deben de
datar de finales de la era romana o comienzos de la Visigótica
(siglos III y IV). De
unos seis metros de altura, el primer sótano tiene en el techo
abovedado un pozo
de ventilación; pero la única entrada es un túnel estrecho y de un
metro de altura
que desemboca por el otro lado en una caseta, hoy ruinosa (y que
parece haber
sido construida expresamente para esa función).
En cuanto a su
utilidad, nada se
sabe. Se ha especulado sobre si sería una cámara funeraria de los
visigodos,
aunque ahora el supuesto hipogeo está vacío, o un lugar de
iniciación para alguna
escuela mistérica. Cualquiera que hubiese sido su uso, hay algunos
indicios de que
todavía funcionaba a comienzos del siglo XX, pero su existencia era
tan secreta que - como nosotros mismos íbamos a descubrir en circunstancias
traumáticas— ni siquiera los clérigos de la basílica conocían su
existencia. A lo mejor fue esa curiosa cámara subterránea lo que Billard tenía tanto interés en hacer suyo.
En el verano de 1995, durante un viaje de investigación en Francia,
Clive Prince visitó esta región con su hermano Keith. El estudioso
belga Filip Coppens nos había pasado información sobre la cámara
subterránea y también instrucciones acerca de cómo encontrarla, que
resultaron muy valiosas porque la entrada había quedado oculta por
un formidable amasijo de matorrales. En cuanto al pozo de
ventilación de la primera cámara, Jos Bertaulet lo había cubierto
parcialmente con unas baldosas para evitar accidentes, pues había
una caída de seis metros, como averiguaríamos a costa nuestra.
Después de bajar a la primera cámara con ayuda de una soga (pues
cualquier
escala de madera que hubiese existido estaba desaparecida desde
tiempo
inmemorial, debido a la podredumbre), Keith tropezó con los cascotes
que
recubrían el suelo y cayó en mala postura. Tumbado a oscuras entre
el cisco de los
siglos, al principio creyó que se había roto una pierna, y aunque
luego se
diagnosticó que sólo se había desgarrado un ligamento, no podía
ponerse en pie, ni
mucho menos salir del sótano por sus propios medios.
Clive no tuvo
más remedio que llamar a los servicios de socorro (los cuales
acudieron en número más que sobrado: se hubiera dicho que el
accidente de Keith era lo más emocionante que había pasado en Limoux
desde hacía mucho tiempo). Al cabo de cuatro horas, un equipo de
espeleólogos consiguió sacarlo por la chimenea de ventilación con
ayuda de una cabria y lo envió al hospital de Carcasona (y una de
las enseñanzas que resultaron de este episodio fue que cuando Clive
se dirigió a la basílica para pedir auxilio, el clero del lugar no
sabía que existieran por allí unos hipogeos).
Por desgracia el suceso impidió continuar la investigación de esas
cámaras. Otra consecuencia quizá más seria fue que las autoridades
amenazaron con sellarlas definitivamente para evitar nuevos
percances. Fue un alivio para nosotros descubrir que no lo habían
hecho, aunque sí estaban tapiados los accesos en la primavera de
1996, cuando regresamos por allí con Charles Bywaters. En esta
ocasión no intentamos explorar el sótano principal sino que lo
hicimos en el túnel por donde se entraba en él... e hicimos un
descubrimiento muy significativo.
El túnel parece partir de una pared desnuda, pero siguiendo una
sugerencia de Filip Coppens la examinamos atentamente y nos dimos
cuenta de que había sido en tiempos una entrada. La habían tapiado
intencionadamente y, según los indicios, en una época no muy
alejada. En el muro destacaban unas barras de hierro clavadas que
tal vez servían de peldaños o asideros. A juzgar por la manifiesta
ignorancia de las autoridades en cuanto a la existencia de los
subterráneos, no parecía que la orden de condenar la entrada
proviniese de ellas. Así pues, ¿quién lo hizo, y en todo caso, qué
motivos tendría para sellar de tal manera sólo una de las cámaras?
Por el estado de las barras de hierro nos pareció que el muro
tendría como un siglo, poco más o menos, coincidiendo con la época
en que Billard quedó como amo único de la propiedad. ¿Tal vez
escondió algo detrás de esa entrada sellada? Quizá, pero lo que
manifiestan sus acciones es el afán desesperado por adueñarse del
lugar, lo cual sugiere que no escondía sino que buscaba algo. Y sea
lo que fuere, debían quedar por lo menos algunas pistas al respecto
en aquel lugar húmedo y secreto, porque se tomó la molestia de
tapiarlo.
Poco antes de morir de cáncer en 1995, Jos Bertaulet aseguró que
había descifrado la extraña obra de Boudet La vraie langue celtique.
Según sus conclusiones, decía que un relicario que contenía la
cabeza de «un Rey sagrado» estaba oculto en la cámara subterránea.
Dijo además que Boudet vinculaba esa cámara con las leyendas del
Santo Grial. Se echa de ver que andan muchos reyes sagrados
decapitados en estos relatos (y Saunière recibió el agradecimiento
de las corazonistas de París por la devoción demostrada «a nuestro
querido Rey»). Otro detalle significativo, Notre-Dame de Marceille,
fue antaño propiedad de los templarios.
Map
from 'La Vraie Langue Celtique' by Abbé Boudet
Dates in 'La Vraie Langue Celtique'
from
Rennes-le-Château
Website
This pages lists all the occurrences of dates within the
text of La Vraie Langue Celtique by Abbe Henri Boudet,
published in 1886. For the full text of this book in
French please see
HERE
Date Event Page
2347 BC The Flood 137 (implied)
1824 BC Iberians arrive in Spain 137
1821 BC Abraham dies and passes on his divine gifts to his son Isaac 137
1491 BC Revelation of the name of God to Moses 36
1451 BC Beginning of conquest of Palestine 36
1445 BC End of conquest of Palestine 36
1400 BC Ligurians leave Spain for Italy 2
888 BC Building of Carthage by Didon 91
753 BC Foundation of Rome 2 (implied)
753 BC Rome built by Romulus 212
631 BC Sycthians establish on the banks of the Palus-Meotide 3
600 BC Wedding of the daughter of Nann, chief of the Segobriges 176
587 BC Army of Sigovesus marches with army of Bellovesus towards Italy 187
300 BC Belges invade the North of Gaul 4
281 BC Gallic tribes gather on the banks of the Danube 4
281 BC Tectosages head towards the banks of the Danube 13
281 BC Tectosages head towards Macedonia 188
20 AD Strabon writes about "Provincia" 282
43 AD Pomponius Mela writes about "Provincia" 282
251 AD Emperor Dece killed in battle by the Franks 207
387 AD St Augustine baptised in Milan by St Ambroise 98
396 AD Closure of druidic colleges by Conan Meriadech 167
446 AD Wor-Tigern, chief of Bretagne, seeks safety from the Saxons 16
507 AD Franks return to Toulouse 207
626 AD "Children of Clovis" occupy Novempopulanie 138
1119 AD Esperaza (Sperazanus) mentioned in Papal Bull (Callixte II) 222
1633 AD Publication "Memoires de l'histoire du Languedoc" - Guillaume de Catel 196
1704 AD Birth of Duclos at Dinan 7
1803 AD Publication of "Dictionnaire de la Fable" by Fr. Noël in Paris 301
1834 AD Publication of article in Magasin Pittoresque 300
1839 AD Water analysis carried out by the Academy of Medicine in Paris 269
1852 AD Discovery of 17 skeletons by Bonnemaison 129
1864 AD Discovery by Figuier 257
1868 AD Discovery of Cro Magnon skeletons by Louis Lartet 129
1884 AD Discovery by road workers on 26 November 241
1884 AD Removal of "Jesus Head" sculpture from Cap de l'Homme in December 234
1885 AD Publication of article in l'Eclair on 7 June 119
1885 AD Publication of article in The Advocate, Melbourne, 5 September 1885 11
1886 AD Publication of La Vraie Langue Celtique ---
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La continuación de las investigaciones depende de si se podrá pasar
esa
entrada tapiada; en el momento de escribir estas líneas no parece
probable que las
autoridades concedan el necesario permiso. En el lugar confluyen,
según todos los
indicios, varios temas fundamentales para nuestras averiguaciones:
las Vírgenes negras, los templarios y las leyendas de la Magdalena y
del Grial. La posible presencia de una cabeza cortada sin duda evoca
el personaje de Juan el Bautista, en una región tan llena de
iglesias consagradas a él. Ciertamente esa región y el emplazamiento
de Notre-Dame de Marceille en particular encierran todavía algún
profundo secreto.
Es difícil dilucidar de qué manera encaja en este panorama Saunière,
pero también se ve bastante claro que debió de tener alguna
intervención. Es muy probable que encontrase algo de mucha
importancia, aunque casi imposible decir lo que fue con ningún grado
de certeza. No obstante, nuestras averiguaciones han proporcionado
algunas pistas, muy reveladoras sobre la clase de compañías que
frecuentaba y el tipo de relaciones que buscaba deliberadamente.
De
hecho, los indicios reunidos con gran esfuerzo en cuanto a las
verdaderas afiliaciones de Saunière modifican radicalmente y de una
vez por todas la imagen corriente del humilde cura de aldea que se
tropezó con el escondrijo de un gran tesoro. Cualesquiera que fuesen
sus auténticos designios, su trascendencia excedió con mucho los
límites de la curiosa aldea de Rennes-le-Château.
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Rennes-le-Château
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