por Wilhelm Reich
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Índice
-
El experimento ORANUR -
Observaciones introductorias
-
Los hechos en orden cronológico
-
La energía orgónica degenera (DOR)
- El "morbo oranúrico"
-
Reacciones biológicas específicas
-
La reacción oranúrica en cadena de
la atmósfera
-
Desarrollo de los hechos en Orgonon
a partir del 6-2-1951
-
Resultados del experimento Oranur
en los cobayas
-
Medidas sanitarias y evacuación de
los colaboradores enfermos
-
Uno de nuestros médicos al borde
de la muerte
-
Interrupción del experimento Oranur
-
Situación a finales de Marzo de 1951 (15 semanas después del
comienzo del experimento Oranur)
-
Morbo oranúrico y efectos de los
Rayos X
-
Del diario: 12 abril - 30 abril
1951
-
El problema había sido
sustancialmente resuelto
-
Prospectivas
-
Una sincera discusión
TEORÍA DEL ORGASMO Y OTROS ESCRITOS
ED. CERICI - MILAN.
EL EXPERIMENTO ORANUR
Nota: La traducción es bastante deficiente en algunos pasajes y
faltan tablas de datos.
Observaciones
introductivas
Quien quiera que posea alguna experiencia en el campo de la búsqueda
científica sabe bien que se puede emprender una actividad
investigadora con el intento de resolver un determinado problema y
encontrarse después empujado en una dirección del todo distinta e
inesperada del desarrollo objetivo de la misma investigación.
Un
control estricto no separado de un completo rechazo a las ideas
preconcebidas puede en estos casos conducir a resultados importantes
y también inesperados.
El descubrimiento de la radioactividad en la plebenda se hizo precisamente de este modo y lo mismo se puede decir
de muchos otros importantes descubrimientos. Este maravilloso
raciocinio típico de la investigación naturalística auténtica ha
sido también puesto en obra en la serie de experimentos ORANUR
iniciados hacia el final de 1950.
Como se indica en el primer informe Oranur (ver
Orgone Energy Emergency Boletín nº l, Diciembre
1950) el experimento preciso y auténtico tenía como objetivo
principal "la investigación de eventuales efecto" antinucleares de
la energía orgónica atmosférica (OR); en otras palabras los
experimentos Oranur fueron preparados en el intento de encontrar un
poderoso antídoto contra las radiopatías nucleares (NR), basándose
en años y mas años de experimentación y observación se había formado
la hipótesis de que potentes fuerzas........
El auténtico experimento Oranur ha dejado demasiados problemas
abiertos para que se pueda deducir un cuadro preciso de todos los
relativos procesos. Esto se deduce en la presentación del
experimento, que es menos sintética y sistemática que los tres
precedentes informes sobre experimentos preparatorios del proyecto
Oranur se espera que, con el tiempo el cuerpo central del
experimento Oranur pueda alcanzar el mismo grado de claridad y
coherencia. La dramática urgencia del argumento ha hecho
indispensable una publicación si no prematura menos elaborada.
Antes de enfrentarse con el tema fundamental quisiera manifestar la
más profunda estimación y el agradecimiento más profundo a mis
asistentes que han contribuido a llevar a cabo el peligroso trabajo
de cinco meses de experimentaciones con Oranur. Ellos demostraron
una plena dedicación a sus propias misiones.
Algunas veces han
aceptado críticas severas con la actitud de hombres y mujeres que
saben perfectamente lo que significa. desarrollar un trabajo
responsable se han expuesto sin dudas a peligros incluso mortales;
algunas veces han trabajado sin interrupción día y noche; en fin, lo
que quizás más cuenta, han llevado a término su trabajo como buenos
amigos, de un mismo equipo.
Les estoy muy agradecido y quisiera
expresar cuanto siento el haberles e expuesto, aunque sea
involuntariamente, a estos "experimentos" con el consiguiente
peligro para su salud y para su vida.
Premisas fundamentales del proyecto Oranur
El proyecto Oranur fue iniciado sobre la base de algunos asuntos
bien conocidos y comúnmente aceptados.
Estos son:
-
La energía atómica (es decir energía nuclear NR) es una energía
cósmica que se libera de la materia a través de la desintegración
del átomo, el cual a su vez es el elemento fundamental del universo
según la física clásica y cuántica. La energía atómica, en suma, es
la energía que permanece después de la materia. La energía orgónica
(OR) por el contrario, representa la energía cósmica anterior a la
materia, es decir la energía que no se ha transformado en materia
sólida o no ha sido "capturada" por esta última. Que está
universalmente presente, penetra en cada cosa, rodea, bajo forma de
la llamada envoltura de energía orgónica, nuestro planeta, y con
toda probabilidad, la de cualquier otro cuerpo celeste (piénsese:
por ejemplo en la corona solar, el anillo de Saturno, etc...).
La energía OR cósmica que se mueve libremente en el organismo
viviente ha sido bautizada bio-energía, o energía OR organísmica.
-
De innumerables observaciones desarrolladas a lo largo de un
período de quince años se dedujo que la energía OR y la energía NR
son antagonistas entre ellas. La energía NR según las opiniones
corrientes, perjudica la función vital bajo formas de "radiopatías",
con consecuencias que en los casos más graves son letales; en
términos orgonómicos, en cambio, la energía NR influencia en algún
modo a la biología volviéndola en mayor o menor medida incapaz de
funcionar".
Por otra parte, se supone que la energía OR adecuada por
concentración y potencia, serviría de antídoto contra la radiación
de la energía nuclear. Parecía muy probable que la curación
espontánea debiese ser atribuida a la victoria de la energía
orgónica del organismo libre la energía nuclear.
-
Con el fin de convertir esta interacción de la energía atómica y
de la energía orgónica más fácilmente comprensible para nosotros y
para los demás, muchos años atrás fue trazado un paralelo de
carácter psicológico, con las antiguas concepciones de la mente
humana, y en particular con las funciones antagonísticas del bien y
del mal, o bien lo que es lo mismo, de Dios y del demonio (véase a
propósito Ether, God and Devil,1949).
La energía vital física fue descubierta en un coherente estudio de
lo que se define "amor” en la totalidad del reino animal. La mente
humana ha pensado siempre sobre el amor como de una fuerza capaz de
contratar el odio y la destrucción. Ha estado siempre claro por otro
lado, que el odio puede también matar al amor y que el amor en su
lucha contra el mal puede ser transformado en odio por la pura y
simple frustración.
Para nosotros experimentadores del proyecto Oranur la antitesis
entre energía OR y energía NR se fundía ágilmente con nuestro
conocimiento psiquiátrico de las funciones emocionales que son, en
un sentido biofísico profundo, verdaderas y propias funciones
físicas.
La energía OR no había mostrado nunca la producción de efectos
dañinos de cualquier género sobre organismos vivientes; al
contrario, se demostró capaz de curar ciertas enfermedades, como
por ejemplo la degeneración de los tejidos y de la sangre,
convirtiendo al organismo a una alta carga bioenergética. Sobre la
base de estas experiencias médicas, se hipotizó que la energía OR, o
energía vital representase en términos estrechamente físicos lo que
para el profano se llama "Dios" o el "Bien".
Además, había sido
comprobado y afirmado como noción segura el hecho de que los biones,
es decir las burbujas de energía OR que constituyen la sustancia
viviente, se presentaban también de formas antagonistas: biones PA y
bacilos T, los primeros capaces de matar a los segundos, o bacilos
de la muerte. Pero es también verdad que los bacilos de la muerte o
bacilos T, en cantidades muy concentradas y activas en tejidos bio-enérgicamente
debilitados, destruyen los tejidos sanos; esto fue comprobado con el
estudio de la biopatía contractiva cancerosa. (Véase Reich, The
Cancer Biopathy, pp. II - 63).
Nuestro plan operativo pues, presentaba dos series de funciones
antagonistas entre ellas y ampliamente representadas en la ideología
humana, en las observaciones microscópicas y en las funciones
físicas.
He aquí una lista sinóptica:
Bien |
Mal |
Ética |
Dios |
Diablo |
Religión |
Vida |
Muerte |
Biología |
Biones PA |
Biones T |
Bio-energética |
Energía Orgónica
(OR) |
Energía nuclear (NR) |
Física |
Energía cósmica
anterior a la materia
|
Energía cósmica
después de la materia |
Astrofísica, Cosmología
|
|
Aun cuando solo constituya un útil esquema del pensamiento, esta
coordinación ofrecía una óptima base operativa y una dirección
segura para orientarse en las oscuras regiones de un mundo
desconocido y amenazador. La postura científica y humana en general
parecía suficientemente amplia y segura para poder ofrecer una
visión paciente por las cosas que el porvenir reservaba.
Además, un extenso trabajo llevado por los problemas del cáncer
durante quince años nos había proporcionado una rica cosecha de
datos referentes a las funciones vitales y sus contrapartidas, es
decir las fuerzas del mal y de la destrucción. Una base segura había
sido establecida con la diagnosis de los del decaimiento y de la
degeneración de los sistemas vitales, con varios métodos como por
ejemplo los exámenes hematológicos Reich y el cultivo y la
observación microscópica de los señaladores de la muerte: los
bacilos T (véase The cáncer Biophaty).
Nuestro primer informe contiene las líneas generales del
experimento; ahora, por tanto, nos ocuparemos de los hechos reales
tal y como empezaron a desarrollarse aproximadamente entre la mitad
de Diciembre de 1950 y finales de Mayo de 1951. Estos hechos -en
honor a la verdad- constituyeron un duro golpe en muchos sentidos:
sea por las funciones físicas de nuestros organismos sea por la
esencial profundidad del experimento en concreto, sea en particular
por el proyecto Oranur.
Todos los participantes de estas primeras fases del proyecto Oranur
fueron atacados en varios grados por el morbo oranúrico; los cobayas
experimentales murieron, el edificio de los experimentos fue puesto
fuera de uso por muchos meses y quizás para siempre; todos los
planes que fueron cuidadosamente preparados para efectuar el
experimento debieron ser abandonados y reelaborados. Varios
conceptos fundamentales de la física vacilaron.
Sólo la mente
abierta, libre, verdaderamente científica llegara a seguir este
relato sin prejuicio ni temor.
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Los hechos en orden cronológico
El 30 Agosto de1930, durante la asamblea anual de la Dirección de la
"Fundación Wilhelm Reich" presenté un informe sobre las
posibilidades antinucleares de la energía orgónica (véase Orgone
Energy Bulletin, 3l Enero 1951, pp. 59-60). Durante la primera
semana de Diciembre de 1950 comenzamos a pasar a la acción concreta.
Los médicos orgonomistas de Nueva York fueron advertidos por nuestro
secretario didáctico, Dr. Elsworth F. Baker, para que estuvieran
preparados después de haber recibido la información del hecho sobre
nuestros planes. Aclaramos bien, sobre todo, que la medicina no
conoce actualmente ningún remedio contra la declinación de
funcionalidad del organismo, excepción hecha para la energía OR en
sus aplicaciones contra la biopatía cancerosa. Esto, obviamente,
constituía una grave responsabilidad que recaía enteramente sobre
nuestras espaldas.
Solo nosotros podíamos aceptar si la energía OR
ofrecía o no alguna esperanza para la cura de la radiopatía atómica.
Los Estados Unidos se encontraban en una situación peligrosa, en los
primeros días de Diciembre de 1950, a causa del desastre coreano:
-
el
cínico ataque de los comunistas chinos
-
los Estados Unidos con las
manos atadas por el empeño en no bombardear la retaguardia
necesitada
-
los aliados ingleses que insistían en traficar con los
dictadores rojos
-
la impotencia ante la táctica de los fascistas
rojos, tanto más hábiles en el empeño de todos los instrumentos más
refinados de la peste emocional
-
la horrible experiencia de los
agresores chinos que podían a sus anchas continuar su propaganda en
el corazón de los Estados Unidos mientras sus fuerzas marchaban
sobre Corea
Los Estados Unidos se quedaron solos, al descubierto.
Recuerdo estos sucesos mundiales para hacer comprender cómo yo me
había sentido en el deber de salir de mi reserva habitual y hacer
algo crucial. Era aquel el momento de correr en ayuda del país con
todos los medios a nuestra disposición. Era aquella, también, la
primera vez que empezábamos un experimento teniendo en mente un
objeto preciso y practico para realizar.
Fueron cumplidos los siguientes pasos:
-
El 15 de Diciembre fue expedida una petición para la concesión
de veinte de fósforo P-32 (un isótopo radiactivo del fósforo). En
una carta acompañatoria a la Sección de Isótopos de la Comisión
Americana Para la Energía Atómica (AEC) de Oak Ridge, venía
subrayado que no pretendíamos desarrollar ninguno de los
experimentos comúnmente efectuados con el material radiactivo (por
ejemplo, búsquedas sobre isótopos rastreados o sobre la terapia
radiactiva), pero si controlar los efectos de la energía orgónica
sobre ratones inyectados con P-32.
Un prospecto adjunto exponía con
detalles el plan de tratamiento de ochenta topos, La pregunta
principal por resolver era la siguiente: ¿Puede ser curada, o
prevenida, con la energía OR la radiopatía producida
artificialmente?
-
Se hicieron en Orgonon los preparativos para el depósito y la
utilización del material radiactivo P-32, en la medida de 4 cada dos
semanas. El material debía ser conservado en una pequeña cabina de
madera a una distancia de quince metros del edificio principal del
laboratorio Ya que Orgonon se encontraba a varias millas de
distancia de cualquier zona habitada (el pueblo mas cercano,
Ramgeley, distaba cuatro millas), no parecía haber ningún peligro de
contaminación de las zonas habitadas, de los recursos hídricos, etc.
Nos propusimos enterrar las jaulas de los animales usados en el
experimento a muchos pies de profundidad y a cerca de quinientos
metros de distancia del laboratorio y de los otros edificios de Orgonon. La inoculación y la disección de los ratones habría tenido
que ser cumplida en un pequeño edificio separado de los otros y
donde, salvo que en el momento de las operaciones susodichas, no
hubiese estado jamás nadie. Los aparatos protectores que habíamos
podido, los delantales de plomo de que disponíamos, los guantes de
plomo y el empleo de fuertes acumuladores de energía OH parecían en
aquel momento medidas suficientes para garantizar la seguridad del
personal.
Tal persuasión coincidía con todo aquello que se sabía en
aquella época sobre la protección de la radiación. No teníamos la
mínima idea de lo que nos esperaba. En Diciembre de 1950, antes del
inicio del experimento no hubiéramos podido suponer razonablemente
que todas estas medidas fueron inútiles. Por otro lado como
acertamos enseguida, ninguna defensa es posible en experimentos que
utilicen la energía OR contra la energía NR.
-
Uno de nuestros médicos de Nueva York ofreció un servicio para
entrar en contacto con las diversas instituciones competentes y
descubrir todo lo posible sobre los diversos materiales
radioactivos que poseíamos y sobre las normas de seguridad para su
tratamiento. Habíamos oído decir que leí Comisión Americana para la
Energía Atómica imponía normas de seguridad particularmente severas
en el tratamiento de. los isótopos, y esta severidad no era
compartida por muchos laboratorios comerciales y científicos.
De
una cierta organización, por ejemplo, aprendimos que no era
necesaria ninguna defensa con "delantales de plomo" para el
tratamiento de 1 ó dos de radioactividad. Hoy, después de muchos
años de trabajo en los confines entre la física orgónica y la
física clásica, hemos aprendido también que muchas cosas no son de
hecho exactas ni universalmente reconocidas como pretendían los
constructores de la certeza de las "Ciencias Exactas"; y que es
imposible encontrar respuestas en los conocidos manuales de física
a algunas de las interrogantes mas elementales: saber, por ejemplo,
cual es el conteo preciso al minuto (CPM) de la radiactividad de un
miligramo de radium puro.
Es importante precisar estos hechos;
aunque si bien entendido la precisión no se dirige de hecho a
criticar o devaluar los esfuerzos cumplidos por nuestros colegas en
otros sectores científicos.
-
mientras eran efectuados estos contactos y eran transmitidos
los módulos de preguntas, me dediqué a recapitular algunas viejas
observaciones realizadas por mi entre 7 y 12 años antes sobre la
relación entre la radiación NR y la energía OR. Comencé además a
predisponer mi base operativa. Antes que nada, necesitaba controlar
la radiactividad natural de todos los lugares donde debían
desenvolverse loe futuros experimentos y necesitaba preparar y
calibrar los instrumentos para aplicar en el experimento principal.
He aquí algunos resultados de aquellas revelaciones preliminares
desarrolladas del 15 al 27 de Diciembre de 1950:
Poner aquí cuadro pág. 423.
Estas afirmaciones preliminares sobre la situación de partida pueden
bastar.
La defensa con plomo no reducía apreciablemente la
actividad. Los cálculos de fondo subían cuando el material
radiactivo era puesto en un acumulador de energía OR. A este hecho
no se le presto ninguna atención en cuanto sabíamos que los efectos
de la energía orgónica sobre el contador Geiger son muy variables.
La radiactividad de fondo en los locales del laboratorio, donde el
experimento principal debería haber sido realizado seguidamente,
variaba de 40 a 60 CPM. Las medidas fueron hechas con un SU-5 Survey
Meter y un tubo tipo "Serial" Nº G-632, tipo 605, Tracerlab, Inc.
(espesor de la pared: 30 miligramos/cm2).
Estos ejemplos son suministrados para dar una idea de las funciones
fundamentales y no para presentar un recuento exhaustivo de la
investigación; el alto cálculo de fondo de 40-70 CPM fue observado
constantemente en la atmósfera y alta concentración de energía OR.
Pedimos a la "Tracerlab" una muestra de cobalto radiactivo (CO-60)
con el objetivo de calibrar los instrumentos. Los cálculos indicados
para este material son muy variables y habrían tenido que ser
precisados en nuestro laboratorio. Habíamos esperado siempre obtener
el cálculo por la "Tracerlab" en cuanto supiéramos que la
radiactividad hubiese cambiado y convertida en más variable, en
cuanto su fuente fuese puesta en contacto con la atmósfera
intensamente orgonizada de Orgonon. 2,2 6 x 105 milicurios de CO-60,
con un periodo fraccionado de 5,3 años, llegaron a Orgonon el 28
Diciembre de 1950.
Se evitó que la fuente radiactiva estuviese en
contacto con la atmósfera a elevada carga orgónica del laboratorio,
transportándola a toda prisa en un punto del observatorio de la
energía OR donde ningún efecto relevante OR era predecible
racionalmente por el breve periodo de exposición de solo pocos
minutos. A las ocho de la noche de aquel mismo día el cálculo de
fondo era aún de 40-50 CPM apenas, esto es normal para los
edificios de Orgonon. La fuente radiactiva fue dejada en su
recipiente de latón y presentó al "Survey-Meter SU-5 70 CPM y 0,016
MR/H (es decir miliroetgens a la hora).
El efecto ionizante sobre la
hoja de aluminio calibrado del electroscopio se manifestó
rápidamente en el giro de pocos segundos, sobre las diez divisiones
(determinando una flexión de 90°). La velocidad de descarga
"espontánea" calculada en tiempo ORG, fue durante todo aquel
periodo de cerca de 1 división cada ciento ochenta segundos. El
efecto ionizante, por tanto, se manifestó muy claramente.
Con el objeto de proteger la fuente radiactiva fue envuelta en
hojas de plomo del espesor de alrededor de 12mm. En este punto viene
la primera sorpresa: tres horas y media después, esto es a las
23’30, controlé de nuevo la fuente radiactiva. Esta vez, aun
encontrándose muy lejana de cualquier concentración de OR y fuera de
las paredes de cemento del observatorio, la fuente presento un
cálculo de 150 CPM, sin que el conteo de MR/H se quitase de 0,016.
El efecto ionizante sin embargo desapareció.
"La fuente radiactiva
no tenía ningún efecto sobre el electroscopio cargado que fuese más
allá de su tasa de descarga orgónica espontánea".
En vista de que la
fuente radiactiva no había sido expuesta a OR, más bien fue tenida cuidadosamente alejada de cualquier acumulador de OR, este
resultado sorprendente podía ser explicado sólo con,
"la actividad orgónica de las hojas protegidas con plomo: estas hojas, de hecho,
se encontraban en el laboratorio de energía orgónica hacía muchos
años, y, si bien no presentaron puntuaciones de especie, habían con
toda probabilidad eliminado el efecto ionizante".
El efecto
ionizante no se volvió a presentar durante las sucesivas tres
semanas ni siquiera cuando la fuente radiactiva fue extraída de su
recipiente de latón y puesta al desnudo sobre el plato del
electroscopio. Era esto, por tanto, un primer resultado relevante en
dirección del efecto previsto antinuclear de la energía orgónica.
El día después, 29 Dic., la velocidad de descarga electroscópica NR
era de hecho más lenta que la velocidad de descarga orgónica: 300
segundos por cada división frente a los 180 seg. por división de la
descarga orgónica. El 2 de Enero de 1951 el CPM de la fuente
radiactiva protegida por su cápsula de latón subió a 200, según el
"Survey Meter y el autoscaler" de la "Tracerlab". Esto presentaba
grandes variaciones de una medida a otra; oscilaba de 150 a 250 CPM
antes de quedarse estable, como al inicio, sobre 170 CPM. También la
puntuación de MR/H subió del inicial 0,016 a 0,02 y 0,04 al día
siguiente.
Esto permaneció a este nivel durante muchos días, habiendo más que
redoblado la propia producción de la energía. También las
puntuaciones de fondo subieron lentamente de 60 CPM en el segundo
día, a 100 en el tercero. Todo esto debe ser aún estudiado de manera
mas detallada.
El aumento de las puntuaciones de fondo no nos preocupó ya que hacía
cuatro años que yo trabajaba en una atmósfera que presentaba
puntuaciones de fondo de 40-70 CPM y en medio de una actividad de
OR que en algunos casos alcanzaba puntuaciones de 20.000 al segundo
en alto vacío; por otro lado, era perfectamente claro como, al
determinar el aumento del nivel energético de la atmósfera, no
fuese la minúscula y bien protegida cantidad de material
radiactivo, pero sí la reacción OR.
Si bien la fuente radiactiva fue tratada con las tenazas y con el uso de guantes y delantales de
plomo (precauciones superiores a las exigencias de seguridad
comúnmente aceptadas} ya en aquélla primera fase no había ningún
medio para protegerse de la evidente intensa actividad OR, dada,
"la
capacidad de la energía orgónica . de penetrar cada cosa: del plomo,
al cemento a los ladrillos, al metal de cualquier espesor".
Debía avanzar, esperando que las otras cargas de OR continuasen al
demostrarse inocuas.
El CO-60 fue puesto en el "pozo de descarga" e inserto en un
pequeño "cañón" orgónico a 5 múltiplos para irradiar ulteriormente
con OR la fuente radiactiva. El 4 de Enero de.1951 extraje la fuente
radiactiva de su recipiente y de su protección y la medí desnuda
con dos contadores Geiger.
El "autoscaler" presentó una puntuación
de 5-6 mil CPM y a un cm. de la ventana de mica. La puntuación "en
el interior" del recipiente era de 200-250 CPM y de 0,04 MR/H, según
el " Survey Meter SU5. Tales puntuaciones comenzaron a cambiar
notablemente con el pasar de los días. La radiactividad de la fuente
desnuda era de 7 mil CPM 1, 8 enero, de 3 mil CPM el 12 y de casi 5
mil CPM el 15.
Las puntuaciones por unidad de tiempo no eran por tanto constantes:
estas variaban por tanto en medida tan vistosa que se presentó el
problema de acertar en qué medida fuesen constantes las otras
radiactividades. El problema cuantitativo de la radiactividad
nuclear no había nunca ocupado mucho espacio en el cuadro de las
investigaciones orgonómicas (excepción hecha para las observaciones
mas elementales: resplandores, medidas de pequeños cuantitativos de
radiactividad para la calibración de los instrumentos, ionización,
etc.).
Pero, ahora que el problema de influenciar la energía nuclear
con la energía orgónica había saltado a un primer plano se hacía
vitalmente importante determinar la constancia de la radiactividad
nuclear. Desafortunadamente fue imposible encontrar una respuesta
precisa a esta interrogación en cualquier libro sobre la
radiactividad disponible entonces.
Una ampolla de materia luminiscente radiactiva (sulfato de zinc)
yacía desde hace muchos años en un pequeño acumulador OR. Esta
había perdido hacía mucho tiempo el propio efecto ionizante
producido por la influencia de la energía orgónica. Su luminosidad
aún era muy fuerte. Medí la radiactividad con el "autoscaler"
(escala 4096). Durante muchos días consecutivos el resultado fue una
puntuación casi constante de 245.760 CPM con subidas ocasionales a
307.200 CPM. Me pareció una puntuación elevada para un cuantitativo
de radium inferior al microgramo, en contraste a los 500 CPM de 2,26
microgramos de CO-60 (cobalto radiactivo).
El cuadrante radiactivo de mi reloj de pulsera, que desde muchos
años absorbía energía orgónica, presentó una puntuación casi
constante de 40.000-45.000 CPM. Llevaba este reloj durante años sin
haber jamás observado efectos dañinos sobre mi pulso. De todas
maneras la puntuación parecía enorme por los cuantitativos mínimos
de radium presentes en un cuadrante de reloj.
Fue muy pronto
adivinado que la influencia de la energía orgónica era
verdaderamente sustancial. Los cuadrantes radiactivos de los relojes
que fueron comprados hacía poco y no habían estado en contacto
durante un tiempo apreciable con la atmósfera orgonizada presentaban
una puntuación de 3-5 mil CPM solamente. Debíamos presumir, por no
poder asegurarlo, que los cuantitativos de radium presentes en los
cuadrantes del reloj fuesen más o menos iguales. A pesar de esto el
cuadrante de mi reloj presentaba una puntuación décuplo de aquella
de un reloj comprado recientemente. Esto era sorprendente.
El cuadrante del reloj de pulsera de otro científico del
laboratorio, que había estado en contacto bastante menor con altas
concentraciones de OR, señalaba de 5.500 a 8.000 CPM.
Todas las medidas fueron cumplidas con el mismo "autoscaler" 4096,
con el mismo contador Geiger y a la misma distancia, esto es un cm.
En tanto extraños, también estos resultados revelaban una fuerte
influencia de la energía orgónica sobre la radiactividad nuclear.
Como en tantas otras ocasiones debimos darnos cuenta que debíamos
estudiar el fenómeno desde un principio, partiendo de cero,
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La energía orgónica degenera (DOR): el "morbo oranúrico"
Para ahorrar tiempo, decidimos pedir 2 miligramos de
radium puro e
irradiar algunos de nuestros ratones con el radium en vez de
inyectarlos con radioisótopos fluidos.
El radium, en 2 unidades de 1 miligramo (teniendo cada una una
actividad de 8,3 R/H) protegidas en dos distintos recipientes de
plomo de un espesor de 13 mm, llegaron el 5 de Enero de 1951. Las
fuentes radiactivas fueron medidas inmediatamente, y desnudas y a un
centímetro de distancia presentaron una puntuación de 245.766. CPM
(1). Se decidió no tratar uno de los dos miligramos de radium
reservándolo a los controles; el otro fue tratado con energía
orgónica.
(1) Al comienzo de la primavera de 1951 hicimos medir en
Nueva York un
tercer miligramo de radium antes de transportarlo a Orgonon. La
puntuación del radium desnudo en Nueva York resultó de 16.000 CPM y de
7.000 CPM en el interior de una protección de 13 milímetros.
Obviamente esto no lo sabíamos en Enero de 1951.
Aquí figura Pág. 429.
La primera muestra, que llamaremos nº 1, fue puesto en el
garaje, situado sobre la colina cercana al observatorio; el otro,
que llamaremos nº 2 fue puesto en un pequeño acumulador de energía
orgónica el 5 Enero de 1951, a las 11,30 de la mañana. El acumulador
fue puesto a su vez en un acumulador de energía orgónica a 20
múltiplos, situado en una sala acumuladora de OR que mide 6 metros
de lado y esta forrada de láminas de acero. El muro del laboratorio,
que mide cerca de 21 metros de largo por 18 de ancho, circundaba a
su vez, como se indica en el dibujo, la sala acumuladora de energía
OR donde estaba contenida la fuente radiactiva.
La puntuación de fondo, inmediatamente antes de la introducción de
la aguja de radium en el acumulador era siempre de 40-50 CPM, es
decir normal para aquel edificio.
En este punto cometimos nuestro primer grave error, al cual, a pesar
de todo, se debió los inmensos resultados que obtuvimos en aquel
mismo día: “no medí personalmente la puntuación de fondo después de
la introducción de la aguja de radium en el acumulador”. Si lo
hubiese hecho habría percibido en la sala del laboratorio una
puntuación altísima; hubiera entonces extraído inmediatamente la
aguja de radium del acumulador y la habría alejado de la sala,
perdiendo la ocasión de observar el efecto completo Oranur.
No medí
personalmente la puntuación de fondo inmediatamente después del
inicio del experimento porque había medido un poco antes la
actividad del radium con el "autoscaler" y el contador (con ventana
en mica de un espesor de 2,3 miligramos por cm2), dando una
puntuación de apenas 2457 CPM para la aguja desnuda a un metro de
distancia. El acumulador a 20 múltiplos en el que pusimos el
pequeño acumulador que contenía la aguja de radium en una base de
cerca de 1,5 m2. La distancia entre las paredes exteriores del
acumulador a 20 múltiplos y las paredes recubiertas en metal de la
sala acumuladora de energía orgónica aportaba otros 180-210 cm de
cada lado.
Esto significa que la aguja de radium se encontraba
entre dos lados a una distancia de 3m y entre un tercer lado a una
distancia de cerca de 5 m de las paredes de la sala de acumulación
orgónica. Pensábamos, además, que la cubierta metálica de la misma
sala habría asegurado .una cierta protección ulterior. Fuera de
ésta, a una distancia de al menos l0 m de la aguja de radium
protegido se encontraban trabajando algunos de mis colaboradores.
Sintiéndonos tranquilos por la distancia del radium de la pared
externa del laboratorio cometimos un segundo error: dejamos la aguja
de radium en el acumulador hasta las 16,30 del mediodía del 5 de
Enero. Por otro lado, pretendíamos tener "continuamente" el radium
en un receptáculo protegido. No teníamos la mínima sospecha de los
sucesos que narraré.
La puntuación de fondo había sido medida a las 13 horas por un
asistente técnico; resultó alta (de 70 a 80 CPM en la sala externa
del laboratorio) pero el asistente omitió este hecho. A las 16.30
cuando entré en el laboratorio, el aire era denso y pesado; la
puntuación de fondo subía a 80 CPM, a 15m de distancia de la aguja
de radium y saltaba a muchas centenas de CPM sobre las paredes
externas de la sala de acumulación orgónica. Se dio inmediatamente
orden a todo el personal de dejar el laboratorio.
El interior de la
sala de acumulación orgónica estaba cargado de manera insoportable.
A una distancia de 3-5 m de la aguja de radium las paredes parecían
"radiantes". El contador Geiger portátil se "gripó" cuando me
acerqué al acumulador a 20 múltiplos; parecía absurdo, por tanto,
continuar observando el CPM. Lo primero que había que hacer era
extraer la aguja de radium del acumulador con el fin de calmar la
reacción OR.
Una avería en su batería no podía ser lo que había
provocado el "agripamiento". Me acordaba de haber constatado
fenómenos análogos trabajando con contadores Geiger intensamente
cargados, durante los primeros experimentos con el Geiger, aún en
1947. Si el contador Geiger hubiese funcionado de nuevo después de
haber estado expuesto durante un cierto tiempo al aire libre, su "agripamiento"
habría sido atribuido sin duda al bloqueo derivado de una
intensísima actividad de la energía orgónica.
El contador Geiger volvió efectivamente a funcionar sin necesidad de
reparación alguna después de pocos minutos de exposición al aire
libre, donde registro la puntuación normal de fondo de 30-50 CPM. El
radium, encerrado en el pequeño acumulador orgónico, fue depositado
en el garaje que distaba alrededor de 50m de la habitación metálica
de acumulación orgónica. Dimos rápidamente aire al edificio
esperando que esto hubiese eliminado rápidamente la alta carga
orgónica, pero no dio resultado. Esto es hoy (Mayo de 1951)
“activo”.
El radium mismo no produjo ninguno de los efectos descritos
anteriormente cuando fue llevado fuera del edificio y depositado en
el garaje. Mientras que en el interior del edificio de acumulación orgónica cada uno de nosotros advertía enseguida la pesadez del
aire, una sensación de opresión, náusea, dolor de cabeza, y dolores
difusos en todo el cuerpo, ninguna sensación parecida se
experimentaba en el exterior del edificio, ni siquiera a 30 cm de
distancia del radium. Es más, con gran estupor, la ventilación no
parecía que eliminase el pesado aire del edificio del laboratorio.
Después de una hora de ventilación aún era imposible entrar en la
sala de acumulación orgónica, si bien el radium no había sido
cambiado hacía mucho tiempo. Esto era un hecho nuevo. Normalmente,
el aire fresco bastaba para eliminar cualquier sobrecarga orgonótica.
Sin embargo la alta puntuación de fondo en el atrio del edificio
había bajado casi a lo normal después de la remoción de la aguja de
radium: después de media hora de ventilación esta había bajado a 60
CPM.
Es indispensable familiarizar de manera más completa al lector con
las sensaciones subjetivas que todos nosotros experimentamos durante
mucho tiempo después de la remoción del radium; tales sensaciones
reafloraron intensamente y específicamente, es más hasta más
intensamente con el pasar de los días, siempre que nos acercábamos
al laboratorio de energía orgónica, y sobre todo a la sala de
acumulación orgónica, que de hecho no contenía ya ningún material
activo.
Un indispensable requisito profesional del investigador orgónico es que
sus percepciones estén libres de bloqueos. Él confía
en gran medida en sus impresiones y reacciones sensoriales
considerándolas puntos de orientación para la exploración de cada
nuevo territorio, sin por otro lado omitir, obviamente, controlar
con métodos objetivos todo lo que se consigue descubrir con tal
método, sea la experiencia objetiva sea la subjetiva. De todos
modos, son indispensables y deben de proceder en concierto.
Un investigador emocionalmente bloqueado o "muerto" hubiera sido
absolutamente inutilizable para las investigaciones orgónicas. El,
por otro lado, no hubiese hecho más que ponerse en peligro a sí
mismo y a los demás.
Un penetrante sabor salado, que tendía ligeramente al amargo y al
ácido, si la lengua se exponía al aire, fue sentido por todas las
personas presentes en el edificio, y hasta el exterior de él a una
distancia de alrededor de 15m. Con el proceder de los experimentos,
esta sensación desagradable se hizo más intensa y fue vuelta a
sentir en mayor medida aún en el exterior del edificio del
laboratorio, al aire abierto.
Todos los participantes en las observaciones desarrollaron una
forma más o menos grave de conjuntivitis después de pocos minutos de
permanecer en el edificio.
Además todos los observadores lamentaron, el uno independientemente
del otro, un fuerte sordo dolor en el hueso cigomático y
precisamente en el punto en el que del mismo hueso florece el
segundo hato del nervio trigémino.
La mayor parte de los investigadores experimentaron nauseas
crónicas, perdieron el apetito y se volvieron débiles, algunos hasta
el punto de perder el control y el equilibrio.
Muchos observadores se lamentaron casi de inmediato de un círculo
oprimente en la cabeza, alrededor de la frente y en la región
occipital.
El segmento diafragmático parecía particularmente sensible:
opresión, dolor o una fuerte sensación de tracción notaron en la
zona del epigastrio.
Algunos participantes palidecieron después de haber estado aunque
sólo pocos minutos en la sala del laboratorio. Escalofríos se
alternaban con olas de calor, indicando una grave perturbación del
equilibrio vago-simpático.
En algunos casos, la piel se magulló, sobre todo sobre la palma de
la mano. Estas señas sintomatológicas podrán bastar hasta no se
tengan mayores informaciones sobre los sucesos siguientes.
"La energía orgónica misma parecía haberse transformado en una
fuerza peligrosa, letal”.
Terminamos por llamar “DOR” (Iniciales de
la palabra inglesa Deadly Orgone: orgón letal - N.d.T.) el
resultado de esta transformación.
Cada actividad debió ser inmediatamente interrumpida en el edificio.
No se autorizó a entrar a nadie. Aunque los que debían desarrollar
alguna labor, corno por ejemplo limpiar los locales, rellenar la
caldera con nafta o cuidar a los ratones que habían sido dejados en
la sala de los experimentos, tuvieron la orden de trabajar en el
edificio sólo durante dos o tres minutos por vez como máximo,
saliendo después a tomar aire por al menos 10 minutos.
A los
investigadores que habían presentado una particular sensibilidad a
la tempestuosa reacción de la energía orgónica se les recomendó
mantenerse lejos del edificio. Exámenes hematológicos Reich se
realizaban cada semana sobre todos los investigadores, excepción
hecha para los dos agregados a la manutención que, por particulares
motivos personales, rechazaron el examen de sangre. A uno de los
dos le fue prohibido trabajar en la sala de experimentación y al
otro le fue ordenado no entretenerse más de dos o tres minutos a la
vez.
Los resultados de los exámenes hematológicos serán reportados
separadamente. Ellos han estado cargados de gran valor teórico y
práctico y han abierto nuevos horizontes sobre la naturaleza de las
funciones comunes al "morbo oranúrico" y a la leucemia.
Entre el 5 y el 12 de. Enero repetimos diariamente, durante una hora
el mismo experimento. El viernes 12 de Enero iniciamos el último de
esta serie de experimentos Oranur cotidianos. "El miligramo de
radium experimental nº 1" fue introducido en el acumulador orgónico
a 20 múltiplos y fue dejado solamente media hora. Los resultados de
este último experimento fueran tan dramáticos que merecen ser
referidos detalladamente.
Tres participantes en el experimento se quedaron fuera del edificio
del laboratorio a una distancia de cerca de 100 m. Uno de los
asistentes transportó corriendo el cuantitativo experimental de
radium en la sala de acumulación orgónica y lo introdujo en el
acumulador a 20 múltiplos. Renunciamos a las medidas con el contador
Geiger, esta vez, para evitar una inútil y ulterior exposición a las
radiaciones. Pocos minutos después vimos claramente a través de los
grandes cristales del laboratorio, que la atmósfera de la sala de
los experimentos se había "anieblado" ésta se movía visiblemente y
brillaba en un color variante entre el azul y el violeta.
Mientras
caminaba arriba y abajo a una distancia de 30-70 m del edificio del
laboratorio los tres observadores, entre los que yo estaba, tuvimos
la misma experiencia, aunque ninguno, en un primer momento, osó
decírselo a los otros. Yo experimenté una fuerte náusea, una ligera
sensación de falta, de pérdida del equilibrio y de obnubilación de
la conciencia y debí hacer un esfuerzo para seguir en pie. Vi al
profesor S. Tropp, que se encontraba conmigo volverse muy pálido. No
me había dicho nada y no la había dicho lo que yo experimentaba.
Le
pregunte entonces cómo se sentía, para ver si también él
experimentaba lo que yo. Admitió enseguida sentirse muy mal y estar
a punto de desmayarse, con una sensación de debilidad extrema, de
cerco en la cabeza de náusea y de calambre en el estómago. Confirmé
entonces sus impresiones, mencionando mis idénticas reacciones.
Habíamos entre ambos dudado de comunicarnos aquellas sensaciones,
dado que nos encontrábamos a gran distancia de la. sala de los
experimentos y además al aire libre, claro y seco de una tarde de
invierno.
Interrumpimos inmediatamente el experimento y repusimos nuevamente
la aguja de radium a una distancia de 800 m del laboratorio, en una
zona deshabitada de 130 hectáreas.
De todo cuanto hablamos experimentado se deducía claramente que el
campo de energía orgónica del laboratorio se había extendido
bastante, excitándose en una medida peligrosa aunque a gran
distancia de las paredes externas del edificio. Ya que no existe en
ningún lugar ningún limite neto al funcionamiento de la energía
orgónica, la reacción Oranur parecía no solo persistir aun cuando
ningún cuantitativo de radium era repuesto en el acumulador, sino
además extenderse rápidamente. Comenzamos a preguntarnos con
preocupación hasta dónde esta difusión de la reacción Oranur habría
llegado y al sentirnos responsables de todo lo que hubiera podido
suceder a la población situada a 7km de distancia. El edificio
habitado más próximo se encontraba a 2 Km. y medio.
Nos preguntamos además qué habría podido pasar si hubiésemos
continuado el experimento Oranur; si se hubiese desvanecido toda
esperanza de descubrir los efectos anti-nucleares de la energía
orgónica, si se podía producir una explosión cada vez que una alta
concentración de energía orgónica se hubiese encontrado operando
sobre un cuantitativo aun indeterminable de material radiactivo si
no nos habríamos recuperado nunca del malestar que sufríamos y si
este último habría dejado en nosotros efectos de algún tipo.
Los ojos nos quemaban y la conjuntivitis estaba muy inflamada.
Fuimos rápidamente en un automóvil al edificio del observatorio,
situado a 500 m de distancia sobre la colina, bebimos algo fuerte y
comenzamos, cada uno por su cuenta, a escribir nuestras experiencias
físicas y emocionales. Estos apuntes fueron firmados, protocolados,
y depositados en los archivos.
Todas nuestras descripciones tenían
en común los siguientes síntomas:
-
gran debilidad
-
náusea
-
sensación
de presión en la zona nasal y en los bulbos oculares
-
cambios
alternativos de oleadas de calor a escalofríos
-
parestesia
-
sensación de pérdida del equilibrio
-
dolores en las piernas
-
debilidad en los brazos y sobre todo en la región del cúbito
-
cefalea
-
tensión en la faringe
A la mañana de este mismo día habíamos diseccionado dos ratones del
experimento Oranur, y precisamente, dos ratones sanos que habían
sido expuestos a la atmósfera oranurizada, ambos estaban muy
enfermos, moribundos.
Ambos presentaban hemorragias evidentes y
difusas en el tejido subcutáneo, una transpiración de tipo fibroso
en la pleura, modificaciones de forma y de carga en los eritrocitos
en sentido leucémico (como será ilustrado en un informe particular),
además de un aumento de glóbulos blancos.
Los cultivos hematológicos
de ambos ratones fueron al día siguiente T-positivo. Habíamos
encontrado la unión entre el morbo oranúrico y la leucemia, sea en
el cuadro hematológico general sea en la situación particular de los
corpúsculos T.
Mis colaboradores dejaron el edificio del observatorio después de un
reposo de cerca de dos horas. Me fui a la cama temprano, cansado y
agotado y me dormí inmediatamente, aún tenia náuseas.
Habíamos sido afectados por "el morbo oranúrico". Dormí alrededor de
5 horas de sueño pesado y sano. A media noche me desperté
sintiéndome mejor. Experimentaba una sensación singular: una
perfecta, cristalina claridad de visión y un nítido conocimiento de
las cosas que me circundaban como si mi campo de energía orgónica se
hubiese convertido particularmente amplio y activo. Mis ojos eran
claros y brillantes; las conjuntivas, por otro lado, estaban aún
ligeramente inyectadas.
Las cosas me parecían ahora un poco mas rosas. Había pasado por una
experiencia similar, pero menos intensa, 12 años antes en Enero de
1939, cuando por primera vea me había encontrado casualmente en la
radiación orgónica de los biones SAPA en mi laboratorio de Oslo.
También entonces había tenido en un primer momento miedo, náusea e
inflamación en los ojos, también entonces había intentado
inútilmente "protegerme", había telefoneado a un físico de
Amsterdam pidiendo ayuda, y me pregunto, espantado, que me podría
pasar.
También entonces, sin embargo, después de pocos días las
cosas habían comenzado a parecer menos peligrosas. Había
experimentado una cristalina claridad mental, me descubrí bronceado
todo el cuerpo (si bien siempre había ido vestido y estábamos en el
corazón del invierno nórdico) y, también entonces, había perdido
todo temor hacia los riesgos de mis investigaciones comenzando a
confiar en la protección que me aseguraba mi bioenergía.
Estas experiencias fueron expuestas con bastante detalle en mi libro
"The Cáncer Biopathy" (la biopatía cancerosa) esta vez sin embargo
todas las reacciones parecían centuplicadas. La energía orgónica
parecía estar enloquecida, quizás hasta el punto de producir una
reacción en cadena en la atmósfera aunque a gran distancia del
edificio o del laboratorio. Era imperativo ser cauteloso al máximo.
En 1939, trabajé solo. Esta vez una docena de colaboradores
trabajaban en Orgonon y muchos otros estaban en contacto con
nosotros, en la zona de Nueva York.
A la una de la noche encendí la radio de mi biblioteca, no se oía
transmisión alguna salvo un sonido de distorsión parecido al emitido
por el contador Geiger cuando señala una intensa actividad orgónica
atmosférica. Pensé que se habría creado algún contacto en el
aparato. Moví por tanto el enchufe en la toma del muro, pero el
rumor seguía. Encendí otro aparato de radio, y después un tercero,
pero siempre con el mismo resultado. No podía tratarse de una
coincidencia insignificante. Me acordé entonces de haber
transferido dos microgramos de cobalto radiactivo en la torre que
dominaba el techo del edificio del observatorio.
Dicha torre se
apoya en una base de cemento de un espesor de 15 cm. Parecía por
tanto improbable que el cobalto radiactivo pudiera operar a través
del estrato cementoso que, además, se encontraba a una distancia de
18 m del tercer aparato "interferido". De repente la reacción me
pareció comprensible: la torre donde estaba situado el cobalto
radiactivo (puesto en un pequeño acumulador orgónico a 10 múltiplos)
hospedaba también a la antena de todo el edificio, de la cual
salían dos hilos que, bajo pista, alcanzaban las tomas del muro del
observatorio.
La "interferencia" de los aparatos de radio parecía
ahora explicable del modo siguiente. Si la energía orgónica
atmosférica es excitada por la actividad nuclear y "enloquece" se
producen innumerables descargas que provocan un rumor análogo al de
la electricidad "estática" de un temporal o de una bobina secundaria
en función.
Me propuse transferir a la mañana siguiente el cobalto
radiactivo, y el acumulador orgónico que lo contenía, de la torre
del observatorio al garaje distante unos 30 m de las paredes norte
del edificio. Si la interferencia del aparato de radio entonces,
fuese cesada, la interpretación habría podido considerarse justa.
Lo era, de hecho; el ruido cesó a la mañana siguiente y las tres
radios se pusieron a funcionar regularmente. Como era indispensable,
si procedéis, a modo de control, a la repetición de la observación.
Los efectos Oranur se revelaron también en el modo siguiente.
El edificio del observatorio alberga muchos contadores Geiger uno de
los cuales esta destinado a registrar la actividad orgónica
atmosférica y organísmica. Esta última es transmitida mediante una
bobina de l,80 m de largo y de diámetro de 7,5 cm, al interruptor
del amplificador del aparato Geiger. Esta puede ser excluida o
incluida a placer, mediante una simple manivela. La reacción
orgónica organísmica aparece bajo forma de una secuencia continua de
impulsos y de parpadeos de luz sobre el indicador al neon apenas
alguien toca la bobina con la mano.
Los organismos bio-energéticamente
vigorosos provocan la reacción sobre el indicador, si la jornada es
soleada y seca, acercando la palma de la mano a la bobina de
transmisión también sin tocarla a una distancia de 2,5 o como máximo
de 5 cm. Sin embargo, esta reacción a distancia sin tocar la bobina
es muy rara y, como ha sido dicho, se produce solo en días muy secos
y soleados. Las palmas de mis manos la provocan sólo cuando me
siento particularmente bien. Aquel día me acerqué al aparato Geiger
con el fin de controlar el campo orgónico de mis manos.
Me quedé
estupefacto cuando la reacción sobre el indicador se verificó hasta
cuando mis manos se encontraban a una distancia de 60 cm de la
bobina de transmisión. Controlé y volví a controlar, no había ninguna duda el campo orgónico de mis palmas se había extendido
considerablemente en la medida de 70 cm. Estaba, por tanto, muy
sobrecargado, o por lo menos me encontraba en un estado de actividad
bio-energética anormalmente alta.
Refiero estos hechos como se produjeron durante aquellas jornadas
dramáticas, sin pretender entender ni explicar nada. Muchos de
estos hechos concordaban con cuanto yo sabia en base a la
experiencia de cerca de 15 años de estudio y tratamiento de la
energía orgónica. Otros, como la peste de los ratones (v.p 480), no
eran aún explicables; no podía haber ninguna duda de que aquella
reacción letal fuese debida, como ya he sostenido, a los efectos
de la energía orgónica y no a aquellos de las radiaciones
nucleares. Sin embargo, si bien teníamos aún mínimas dudas en este
argumento, éstas fueron completamente eliminadas por lo que sucedió
al día siguiente.
El pequeño cuantitativo de cobalto radiactivo (2,2 micro-curias) que
a través de la antena de radio habían provocado los susodichos
difusos disturbios atmosféricos, había sido depositado cerrado en un
pequeño acumulador, en el garaje del observatorio, situado a 50m de
distancia del observador mismo.
Aquel día, tres médicos habían venido de Nueva York para participar en
una reunión de estudio en Orgonon. Para ilustrar a los recién
llegados sobre el efecto Oranur, pedí a un asistente que trajera a
la habitación el pequeño acumulador después de haber extraído el
cobalto radiactivo.
EL acumulador vacío había quedado sobre la mesa
poco más de un minuto, cuando todos nosotros empezamos a sentirnos
mal, como si tuviéramos el mal de mar. Sentíamos náuseas, una
opresión en la cabeza y en los ojos, calambres en varias partes del
cuerpo. El acumulador fue inmediatamente quitado, pero los efectos
relativos permanecieron, si bien procedimos a una amplia
ventilación del local y bebimos todos algo fuerte.
Los médicos de Nueva York se convencieron de la seriedad de nuestro primer
experimento Oranur. Propuse, además que quien, por cualquier razón,
rechaza reconocer la validez de las bien mediadas funciones
orgonómicas se exponga a la atmósfera que emana de un acumulador
vacío de este género durante 20 minutos, o a aquella atmósfera de
una sala de acumulación orgónica, donde esté presente una pequeña
cantidad de radiación nuclear.
Similares y eficaces métodos de discusión científica son plenamente
justificables ante las objeciones irracionales movidas contra la
orgonomía. En la ciencia no las opiniones, pero sí sobre las
experiencias deciden realmente un debate en un sentido u otro.
La
única manera de hacerse una opinión válida sobre la energía orgonómica es el
TUBO de un acumulador orgónico de manera regular y
por un periodo notable de tiempo.
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Reacciones
biológicas específicas
Se hace cada vez mas evidente que los investigadores que tuvieron
contacto con los efectos Oranur reaccionaban de una manera
extremadamente específica. Parecía que la altísima carga de la
atmósfera agredía a cada persona en SU punto mas débil.
Un colaborador que había sufrido de una inflamación al hígado hacía
muchos años, experimentando hinchazón y tensión en la cavidad
abdominal, lamentó de hecho durante el experimento hinchazones en el
vientre y dolores en el hígado.
Un segundo colaborador había padecido durante muchos años de
hipersensibilidad epidérmica. Cualquier forma de irritación le
producía una eritodermia. Durante el experimento Oranur, volvió a
sufrir inflamaciones cutáneas después de haber sido inmune durante
muchos años.
Una tercera colaboradora había padecido en un pasado, en estados de
tensión emocional, tendencia a hacerse obesa y a tener un aspecto
"tumefacto". Durante el experimento Oranur ésta tuvo un aspecto
enfermo, tumefacto y obeso como si sufriera de alguna disfunción
glandular.
Una cuarta colaboradora a menudo sufría de sinusitis y de síntomas
de basedown, con esporádicas protuberancias en los bulbos oculares.
Durante todo el periodo del experimento Oranur, ella sufría
gravemente de estos mismos síntomas, hasta el punto que tuvo que
guardar cama.
Una quinta colaboradora había sufrido durante un tiempo de problemas
en la cistifelea. Y también ésta durante el experimento sintió
dolores y problemas en la región cistifelar.
Un sexto colaborador había sufrido varios años antes de ligeros
dolores en la región superior del epigastrio. Aquel síntoma se le
agravó durante el experimento Oranur.
Un séptimo colaborador, que conocía bastante y al que había tratado
orgonómicamente, había sufrido de cansancio biopático. En el
experimento reaccionó con graves malestares, estados de debilidad y
hasta cuadros hematológicos correspondientes. Tuvo que ser, por
tanto, completamente excluido de toda participación en el
experimento Oranur.
Todos los otros investigadores reaccionaron a la acción oranúrica
sólo de manera genérica: es decir con malestar, cefaleas, y estados
pasajeros de debilidad,
Todos estos síntomas, de todos modos, no tenían ninguna relación
aparente con la pequeña cantidad de material radiactivo (un
miligramo) con el que los sujetos habían tenido contacto.
En
ausencia de cualquier notable fuente Radiactiva, estos debían ser
por tanto atribuidos a la presencia de una actividad orgónica que
había entrado en contacto con cuantitativos aunque minúsculos
materiales radiactivos. Habíamos aprendido, de muchos años de
familiaridad con la energía orgónica, que, en los casos de cáncer,
la energía orgónica es usual para influenciar la zona o el órgano
enfermo. Esto constituye por sí mismo una cuestión bio-energética de
primera importancia, al contrario que de fácil respuesta.
La importancia de estas observaciones, de todas formas, es obvia.
Esta excluyen la prospectiva de posibles empleos terapéuticos
futuros de la energía orgónica: La energía orgónica podría de hecho
ser de hecho empujada a intensas actividades por radiaciones
nucleares suministradas en cantidades regulables según el tipo y la
gravedad de los síntomas a tratar. Ha resultado ésta, una directriz
fundamental con la que proceder en los ulteriores experimentos con
Oranur. La elaboración de las dosis oportunas as el problema
principal.
Pocas dudas de todas maneras, se pueden sostener sobre
las promesas terapéuticas de Oranur, a pesar de las graves
reacciones por todos nosotros lamentadas. Todos los científicos, de
hecho, no solo volvieron a la salud después de pocas semanas, sino
que después de la interrupción del experimento Oranur, se sintieron
todos particularmente bien, activos y vigorosos. Teníamos todos la
misma impresión de que aquellos que habían participado más de cerca
en el experimento habían desarrollado una cierta inmunidad, por así
decirlo, a los efectos oranúricos.
Estos, de hecho, no presentaban ya las graves reacciones de la
primera vez, si el miligramo de radium era llevado a la atmósfera
sobrecargada del laboratorio para ser medido con el contador
Geiger.
Ahora conseguíamos eliminar el malestar "tomando aire en el
exterior". Sus reacciones eran menos graves y no persistían como
habían hecho en un principio.
Durante las dos semanas inmediatamente sucesivas al 5 de Enero de
1951 se hicieron comunes entre casi todos nosotros reacciones del
tipo "de shock" con repetidos cambios de la palidez a los
"escalofríos calientes" y viceversa, mientras que inmediatamente
después adquiríamos todos un buen aspecto; las personas que de común
tendían a la palidez se volvieron rosáceas o bronceadas; los ojos
que normalmente estaban apagados se volvieron lucientes y
brillantes.
Por mi parte, yo que había atravesado una análoga
tempestad bioenergética en 1939 cuando fueron descubiertas las
radiaciones de biones SAPA y estaba por tanto más familiarizado con
las particularidades de actitud y de aspecto de estos procesos bio-energéticos,
me sentía más vigoroso; tenia necesidad de menos sueño, trabajaba
mucho, sin esfuerzo y con mayor provecho y sentía un singular
placer al mover los miembros.
Comencé además a desarrollar la
capacidad de trabajar con material radiactivo en una atmósfera a
una alta carga orgónica sin de hecho advertir reacciones
particularmente desagradables, mientras apenas dos semanas antes el
mismo minúsculo cuantitativo de material radiactivo puesto en una
atmósfera a alta carga orgónica consiguió volverme un trapo y
provocarme graves disturbios.
Por tanto, la idea de una inmunización (por así decirlo) hacia los
efectos de la radiación nuclear no era tan extraña ni en contraste
con nuestra experiencia real; parecía que nuestros organismos no
sólo se hubiesen adaptado a las violentas reacciones de la energía
orgónica, sino que se hubiesen convertido en grado de soportar mucho
mejor que antes pruebas tanto mas duras.
La gran diferencia creada después de nuestro estado bio-energético
al inicio del experimento y aquel de después de tres semanas fue
claramente demostrado, por contraste, cuando algunos médicos
llegados poco antes de Nueva York reaccionaron con un grave malestar y
también, en un caso, con la pérdida del equilibrio, a la presencia
de un minúsculo cuantitativo (un microgramo) de material radiactivo
en una atmósfera de alta carga orgónica. Nosotros que, sin embargo,
nos habíamos ya adaptado al efecto Oranúrico, trabajamos con
facilidad y eficiencia mientras los nuevos llegados casi se
desvanecían.
Estos médicos entendieron inmediatamente de qué cosa estábamos
hablando; éstos sugirieron exponer a la misma experiencia a quien
por sistema dudase de la fundada objetividad de la orgonomía.
Estuvimos todos de acuerdo en que, si fuese posible, esta sería una
óptima demostración.
Los experimentos de super-irradiación están todavía en curso con los
ratones y se continuarán hasta que no se alcance la misma claridad
acerca de los posibles efectos inmunizantes y los peligros
relativos.
Sobre la base de cuanto ha sido expuesto hace poco, propongo que se
examine cuidadosamente la siguiente posibilidad.
Cuando los experimentos ulteriores corroboren mis observaciones
acerca de lo que he definido "inmunización de Oranur" contra los
efectos de las radiaciones nucleares, habremos obtenido así un arma
potentísima contra las radiopatías. Llevando el concepto a sus
últimas consecuencias, sería quizás posible inmunizar a la
población entera contra los efectos de las radiaciones nucleares del
modo siguiente.
Con un proceso cauto y gradual sería posible desarrollar y
generalizar la inmunización Oranúrica dejando que la gente use
acumuladores orgónicos que hayan sido llevados a altos niveles
energéticos por pequeños cuantitativos (pocos microgramos) de
cualquier tipo de material radiactivo: radium, uranio,
radioisótopos, etc.
Mediante una cauta y dosificada progresión de las bajas a las altas
cargas oranúricas se podría alcanzar un nivel bastante más elevado
de funcionalidad bioenergética y una explosión atómica podría quizás
no tener sobre la población aquellos efectos nocivos que
actualmente amenazan tener.
Naturalmente era ésta, entonces, sólo una hipótesis basada en pocas
observaciones, que hubiese podido ser irrealizable. Nosotros no nos
dábamos aún cuenta de las propiedades letales de Oranur, es decir,
de los efectos que hoy llamamos DOR, y que de todo cuanto hemos
aprendido de nuestros cobayas, parecen operar hacia la
desintegración hemática a través de la , la deformación de los
glóbulos rojos.
Aún queda por estudiar y por precisar sobre bases amplias y seguras
casi todo esto. Este informe indica sólo algunas directrices de
investigación; no pretenden presentar resultados definitivos. Sin
embargo, no debe ser olvidada la mínima esperanza de un progreso
positivo. Ésta de hecho puede conseguir algún remedio a la amenaza
de la guerra atómica. Porque si se permanece dispuestos y
preparados a controlar rigurosamente nuestros actos y nuestras
opiniones, nada podrá ser dañino.
En este punto, se pueden sacar con certeza las siguientes
conclusiones sumarias:
-
Las radiaciones nucleares excitan la energía OR a una intensísima
actividad. Esto concuerda con cuanto habíamos podido observar en el
curso de muchos años: es decir que toda energía electromagnética es
diferente de la energía orgónica y es antagonista a ésta.
-
Los sistemas bio-energéticos (es decir orgonóticos) de los
investigadores que habían tenido estrecho contacto con el área de
los experimentos fueron gravemente influenciados por la intensa
excitación orgonótica de la atmósfera.
-
La super-irradiación con Oranur puede provocar graves disturbios
en el sistema nervioso autónomo y del sistema sanguíneo hasta
resultados mortales.
-
La medida en que la radiación nuclear, en medidas mínimas, irrita
a la energía orgónica, aparece de manera exorbitante. La energía
orgónica, por así decirlo, enloquece. El efecto ejercido por las
radiaciones nucleares sobre la energía orgónica tiene los estigmas
de la muerte entre sus aspectos subjetivos. La energía orgónica del
organismo se revela ante las radiaciones nucleares como harían las
radiaciones: es decir en forma letal. Parece que la energía orgónica,
generalmente benigna, desate de sí misma una rama letal (DOR), así
como el esplendor orgonótico de una jornada de sol puede desarrollar
un rayo en cielo sereno.
-
Ya que es el proceso oranúrico de la atmósfera y no la radiación
nuclear lo que determina el "morbo oranúrico", es imposible
defenderse de este último porque, ya sea la energía orgónica o la
oranúrica, penetran todas las cosas y no son desviadas por ninguna
masa de ladrillos de plomo, de camisas o de máscaras.
-
Los efectos mortales de la energía orgónica (DOR) operan en una
forma que es observable también en la leucemia: destrucción de los
sistemas productores de los glóbulos rojos, del tejido óseo y del
medular.
-
El, proyecto Oranur en toda su complejidad parecía destinado al
fracaso si en la reacción del encuentro entre las radiaciones
nucleares y la energía orgónica (NR+OR) no se hubiese formado otra
cosa que una transformación letal de la energía orgónica.
Viceversa
en la formula NR+OR están recogidas otras posibilidades de gran
importancia:
-
Las propiedades saludables de Oranur se pueden obtener solo
mediante una dosis cuidadosa. Quien descubriese el agua, por primera
vez en su vida, mientras se encontrara expuesto a una sed mortal en
el desierto, se llenaría el estomago inmediatamente de litros y
litros de agua, y moriría ciertamente en manos del elemento que, en
otras circunstancias le hubiese salvado la vida. De ahora en
adelante la energía orgónica podría ser estimulada a cualquier grado
deseable de benéfica actividad oranúrica sólo regulando
cuidadosamente la dosis de radiación nuclear puesta en el
acumulador orgónico durante el tiempo suficiente para estimular a
la energía orgónica hasta su reacción oranúrica.
-
Debe existir para cada organismo una línea fronteriza entre el
estado benéfico y el estado nocivo de excitación de la energía
orgónica.
-
La hipótesis teórica que en la explosión atómica la energía orgónica atmosférica desarrolle una función importante, no puede ser
del todo descartada. La "pila" atómica, construida como es en
material metálico (plutonio) y no metálico (grafito), representa
probablemente un tipo especial de acumulación orgónica. La reacción
en cadena podría ser así debida, al menos en parte, a la actividad
orgónica provocada por la influencia del uranio. Éstas quieren ser
solamente interrogaciones teóricas para ulteriores experimentos,
simples hipótesis dotadas de una cierta probabilidad.
-
La cuidadosa clarificación de todas las funciones observadas
hasta ahora han demostrado nítidamente cómo la forma mortal en que
se ha revelado drásticamente la energía orgónica atolondrando a los
investigadores de la fundación Wilhelm Reich, se ajustan a muchos
fenómenos bioenergéticos, notados hace tiempo:
-
Los saludables biones PA resultaban excitados y asumían una
fuerte luminiscencia cuando entraban en contacto con los mortales bacilos T. Los biones PA conseguían matar a los
bacilos T, pero en
el curso de tales procesos algunos de los biones PA perdían el
propio poder sanador y degeneraban en patógenos corpúsculos T.
-
Los glóbulos rojos muy cargados son capaces de agredir al tejido
canceroso, de inmovilizar las células cancerosas y de provocar su
desintegración en corpúsculos T. En el curso de este proceso, sin
embargo, los mismos glóbulos rojos sanadores pierden su propia
carga bio-energética y se desintegran en corpúsculos T.
-
Es un hecho común y bien notorio que un hombre sano, recto y
honesto, combatiendo el mal y la muerte, puede transformarse él
mismo y desarrollar la propiedad de aquel mal que esta combatiendo
con todas sus fuerzas. Y es también notorio que el amor, seguido de
la frustración, se transforma fácilmente en su opuesto, esto es en
el odio mas descarnado.
Hay algo muy conmovedor en estas identidades funcionales de esferas
tan diversas y distantes de la naturaleza.
Es imposible no ser
alcanzado por esta fundamental unidad que rige como única ley toda
la realidad: combatiendo el odio, el amor degenera en odio, propio
como los biones PA, combatiendo a los bacilos T, degeneran ellos
mismos en corpúsculos T, como la vitalizarte energía orgónica de la
atmósfera se transforma en el fulgor exterminador y como, en fin, la
misma energía orgónica se transforma en DOR combatiendo a las
radiaciones nucleares.
Las potencialidades creativas de estas funciones antitéticas son
infinitas. Estas merecen toda la atención de una humanidad que
quiera aprender los medios más apropiados para empeñar al bien
contra el mal sin transformar el mal al bien mismo.
Aunque las
implicaciones morales y sociales del primer experimento Oranur son
bastante importantes para justificar los graves riesgos asumidos
por la actuación del experimento mismo.
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La reacción oranúrica en cadena de la atmósfera
La necesidad de adoptar las consabidas y completas medidas
protectivas del tratamiento de los radioisótopos líquidos eran por
fin superadas: no había de hecho ningún medio para defenderse de una
energía atmosférica empujada al “amok" por la irritación ejercitada
sobre ésta por la energía nuclear.
Habíamos presentado ya a los
laboratorios de Oak Ridge la petición de admitir a uno de nuestros
médicos a un curso sobre las técnicas de protección de las
radiaciones nucleares.
La petición fue retirada y una segunda
petición, ya preparada para ser expedida fue también retirada.
Mientras se desarrollaban estos advenimientos no sabíamos nada de
las explosiones atómicas experimentales que habrían de haber sido
efectuadas en Nevada hacia algún tiempo. Ni habría podido
humanamente prever un aumento de la puntuación de fondo en todos los
Estados Unidos orientales y en el Canadá, Una idea tal ni siquiera
habría podido pasarme por la cabeza en relación al experimento
Oranur.
Pero fui sorprendido cuando el 3 de Febrero, es decir tres
semanas después del experimento, el New York Times informó que
durante la última semana de Enero una puntuación de fondo
excepcionalmente alta había sido tomada en una zona que se extendía
desde Rochester (del Estado de Nueva York) al Canadá. Muchos de mis
colaboradores que habían participado en el experimento Oranur en
Orgonon tuvieron la misma idea unos independientemente de los otros:
la alta puntuación de fondo registrada en los Estados Unidos
orientales ¿habría sido quizás determinada por nuestro experimento
Oranur?.
Para acercarnos a la solución de esta cuestión, es indispensable
esclarecer diversos puntos:
-
La puntuación de fondo en Orgonon había sido alta durante todo el
experimento Oranur: 60-90 CPM, es decir el triple de lo normal
(20-30 CPM). Ésta se volvió normal solamente después del
desmantelamiento, en todos los edificios implicados en las
investigaciones, de todo aparato para la concentración de la energía
orgónica.
Esta ascendía inmediatamente a niveles elevados (50-70 CPM) si se reconstruía aunque sólo fuese un pequeño acumulador de 30
cm de lado, sin que ninguna fuente de radiación nuclear estuviese
presente. Apenas el acumulador era desplazado la puntuación volvía
a bajar. Además, algunos acumuladores orgónicos que habían estado
puramente cercanos a un acumulador orgónico implicado en el
experimento Oranur desarrollaron una intensa radiactividad
oranúrica.
-
Algunos físicos de la comisión Americana para la Energía Atómica
(AEC) habían adelantado la hipótesis de que los altos conteos de
fondo registrados en los Estados Unidos orientales fuesen atribuidos
a las explosiones atómicas efectuadas en Nevada entre el 27 de Enero
y el 3 de Febrero de 1951. Por muy simple que pueda parecer una
explicación de este género nos pareció muy dudosa. Mucho antes que
se verificasen las explosiones atómicas habíamos temido eventuales
reacciones en cadena de la energía orgónica atmosférica en torno a
Orgonon. Apenas constatada la gravedad y la extensión de la
reacción oranúrica en puntos muy distantes del edificio del
laboratorio, nos habíamos preocupado de lo que hubiese podido
suceder en la población situada a 7 Km. de distancia.
El área en la que había sido señalada aquella puntuación de base
excepcionalmente alta formaba a groso modo un disco que tenía un
diámetro variable entre los 500 y los l000 Km. y un centro situable
más o menos en los alrededores, de Orgonon. Ninguno podía decir si
la radiactividad se había extendido como mucho en el Océano
Atlántico, ésta sin embargo había llegado según nuestras
valoraciones hasta unos 1000 Km. en dirección sudoeste, y mucho mas
allá en la región del Canadá oriental.
El aumento de la puntuación
de fondo había sido señalado el 3 de Febrero de 1951 es decir tres
semanas después de que se hubiera producido la reacción más fuerte oranúrica. Si presumimos que los efectos oranúricos se hubiesen
extendido en 21 días de 1000 1150 hacia el oeste, es decir en un
sentido contrario a la dirección general oeste-este de la
involucración de la energía orgónica, la velocidad de esparcimiento
habría estado alrededor de 50-55 Km. al día, es decir cerca de 2 Km.
a la hora.
Esto entraba perfectamente en los límites de las
posibilidades reales.
Viceversa, si se presume que la más alta puntuación de fondo
registrada en los Estados Unidos orientales no fuese debida al
experimento Oranur, pero sí a las explosiones atómicas de Nevada,
nos encontrarnos ante las siguientes contradicciones:
-
Las primeras explosiones atómicas se habían producido una semana
antes de la alta puntuación que se detectó en la parte oriental de
los Estados Unidos. Tal puntuación, sin embargo, había sido
observada muchos días antes del 3 de Febrero de 1951, es decir
apenas dos o tres días de la primera explosión.
-
El crecimiento de la radioactividad atmosférica fue detectado en
Rochester, en el Estado de Nueva York, en la nieve que había caído
recientemente. Ésta fue de hecho detectada después de que la nieve
se disolviese. La radioactividad, por tanto, tendría que haber
recorrido los 3.900 Km. (!) que separan la zona de las Vegas, en
Nevada, de los Estados Unidos orientales, en 2 o 3 días, es decir a
la velocidad de casi 2.000 Km. al día, de alrededor de 8o Km. a la
hora; una velocidad superior a la media de los huracanes (15-20
Km.), la velocidad de un tornado ¡y además en días serenos y sin
viento! Según los boletines meteorológicos que poseíamos la última semana de
Enero fue serena y soleada, sin temporales importantes.
Por oscuros
que puedan parecer estos problemas y por cuanto abiertas a la duda
puedan estar nuestras suposiciones, no se debe dejar de lado el
intento de determinar si la alta radioactividad registrada en la
atmósfera de los Estados Unidos occidentales durante la semana del
26 de Enero de 1951 se debió a la explosión atómica del Nevada o al
experimento Oranur realizado en Maine e iniciado en 195o el 28 de
Diciembre.
-
El aumento de la radioactividad atmosférica se observó solamente
en la parte oriental de los Estados Unidos. Desde Rochester (Nueva
York) a las Vegas (Nevada), salvo para las cercanías inmediatas de
esta última localidad, no se observó nada insólito. ¿Es admisible
que la nube radioactiva se haya trasladado a la velocidad de un
gigantesco huracán durante 3.900 Km. sin dejar traza alguna hasta
que alcanzó a los Estados orientales del confín del Canadá y
entonces, y sólo entonces, se manifestase con elevadas puntuaciones
de fondo? Creo que tal interpretación sea bastante menos aceptable
que la anterior, es decir, que el crecimiento radioactivo
atmosférico haya sido determinado por la reacción oranúrica.
-
Todas las informaciones accesibles hasta ahora en materia de explosiones nucleares subrayan el hecho de que la alta
radioactividad dura sólo pocos segundos y se extiende sólo unas
pocas millas más allá del punto cero; nunca he oído hablar de un
efecto radioactivo que alcance una distancia de 3900 Km. dejando un
área incontaminada de 2.700 Km. entre el lugar de la explosión y el
lugar donde se verificó el crecimiento de la radioactividad. Por
otro lado, se ha tenido noticia de que en Bikini los organismos
vivos permanecieron intensamente radioactivos por varios años
después de aquellas famosas explosiones.
-
Finalmente, he aquí un dato esencial que es necesario tomar en
consideración y al que debemos habituarnos de manera sistemática: El
alcance de la energía orgónica, ya sea por intensidad que por
extensión, es al alcance de la energía atómica de una y hasta de
diez libras de material desintegrable, como la proporción en que el
infinito es a un grano de arena.
Se pierde ciertamente esta especial visión de conjunto si no se
destaca de la hipótesis atómica y electrónica de la constitución del
universo al menos cuando se compara la energía orgónica con la
radiación nuclear (?).
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Desarrollo de los hechos en Orgonon a partir del 6 febrero 1.951
El 6 febrero de 1.951, en diversos y bien distanciados puntos dentro
y en torno a Orgonon, se efectuó un control escrupuloso. Se constató
así que el edificio del observatorio era intensamente radioactivo
con una puntuación de fondo que, en la sala de los experimentos,
era del orden de 80-120 CPM, así como 2 x l02 MR/H, y si bien ningún
cuantitativo de material radioactivo estuviese presente en la misma
sala.
El minúsculo cuantitativo de material radioactivo puesto y
medido el 3 febrero a la hora 13 fue de hecho confinado en un punto
situado a bastantes centenares de metros de distancia de cualquier
edificio y lugar habitado.
Numerosos exámenes hematológicos orgonómicos efectuados en aquél mismo día revelaron un alto grado
de superirradiación tanto en mí como en un médico que había
experimentado con cobayas, como también, otro médico que dos semanas
antes había dejado de trabajar en Orgonon habiendo presentado gravas
síntomas de morbo oranúrico. El único material radioactivo que
permaneció entre el edificio del observatorio fue un
"sointilloscopio", perfectamente protegido, para la observación de
las partículas alfa, pero ésto contenía un cuantitativo de radium no
superior a una fracción de microgramo.
Éste estaba situado en un
acumulador orgónico de 30 cm de lado, forrado de láminas metálicas.
En aquél momento no había ningún otro cuantitativo de material
radioactivo en ningún acumulador orgónico, ni se encontraba a menos
de 60 m. de otro acumulador. Los dos miligramos de radium envueltos
en las hojas de plomo estaban aún puestos en un punto situado a casi
un Km. de distancia de cualquier edificio; el miligramo experimental
de radium había sido extraído del pequeño acumulador a 10
"múltiplos".
El "sointilloscopio" había sido cambiado de la sala de
los experimentos y transportado a un pórtico inutilizado, situado en
el segundo piso y que se encontraba fuera de las paredes de piedra y
cemento de los observatorios, de 60 cm. de espesor.
El control de la puntuación de fondo dio el 6 febrero los resultados
siguientes:
(Poner aquí cuadro pagina 453.)
La totalidad del experimento Oranur fue voluntariamente interrumpido
por un periodo de varias semanas con el fin de efectuar todos los
exámenes hematológicos necesarios. Se dispuso nuevamente que los
investigadores dejasen de trabajar en el laboratorio científico
donde habían sido realizados a partir del 5 enero los primeros
experimentos Oranur. Todos esperábamos que la atmósfera del
laboratorio se sanease.
Una parte del trabajo se transfirió en el
atrio del observatorio.
No queríamos siquiera discutir la posibilidad de interrumpir del
todo el experimento. Por otro lado era imposible continuarlo dadas
las graves reacciones bio-energéticas manifestadas por los
participantes. Nos encontrábamos por tanto en un difícil dilema.
El experimento más seductivo era poner dos microgramos de cobalto
radioactivo (CO-60) en un acumulador de nueva construcción y
colocado en un lugar remoto. Las consideraciones de los posibles
efectos sobre la atmósfera no se pudieron comprobar; ya que ninguna
explosión atómica se produjo, sin embarco, un experimento tal habría
podido decididamente e irrevocablemente establecer si las altas
puntuaciones de fondo registradas en los Estados Unidos orientales y
en el Canadá hubiesen sido o no provocadas por la explosión de
Nevada a 3.900 Km. de distancia.
Durante la tarde del 6 febrero 1951 la puntuación de fondo en al
atrio del observatorio bajó de nuevo a 30-40 CPM y permaneció baja.
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Resultado del experimento Oranur
en los cobayas
Poco antes de empezar el experimento Oranur habíamos empezado a
estudiar la leucemia. Simultáneamente teníamos en el laboratorio,
por motivos diversos, varios tipos de cobayas. Cuando empezó el
experimento Oranur los cobayas que no debían ser puestos al proceso
oranúrico fueron trasferidos en una pequeña cabina de madera situada
a 30 m. del edificio principal del laboratorio.
Los cobayas que
debían ser tratados con energía orgónica fueron transferidos al baño
del mismo edificio. El cuarto de baño estaba separado de la sala
principal del laboratorio por una pared de hojas de cemento, de un
lado, y de una habitación vacía, por el otro. Los dos lados
restantes de la habitación estaban dirigidos al exterior del
edificio y, por tanto, al descubierto.
Para el experimento Oranur habíamos preparado un grupo de 40 cobayas
sanos, ordenados cuidadosamente en el . Todos fueron tratados con
energía orgónica durante varias semanas antes del inicio del
experimento con la radiación nuclear, y esto conforme a nuestra
originarla intención de controlar el efecto de las radiaciones
atómicas en los cobayas tratados con energía orgónica. Todos estos
programas cuidadosamente estudiados fueron sin embargo completamente
trastornados por el curso real de los sucesos.
No inyectamos a los
cobayas ningún tipo de isótopo radioactivo fluido. Expusimos por el
contrario un primer grupo experimental de cuatro cobayas, durante
media hora consecutiva, durante tres veces seguidas, a las
radiaciones de una aguja de radium desnudo. Dos de estos cobayas
habían sido tratados con anterioridad con energía orgónica y los
restantes cuatro lo fueron después de ser expuestos a las
radiaciones atómicas.
Todos estos minuciosos y elaborados particulares resultaron sin
embargo insignificantes ante la pavorosa violencia del experimento
Oranur. No importó de hecho que hubiésemos o no tratado
profilácticamente a estos cobayas; ni importó que los tratásemos a
continuación con energía orgónica pura por un periodo de media hora
o de una hora.
Debimos rápidamente darnos cuenta que nuestros
precedentes sistemas de cuidadosa dosificación (en minutos) del
tiempo de exposición a la irradiación orgónica, habían perdido
cualquier significado propio como lo habían perdido las elaboradas
técnicas de protección utilizadas en los experimentos con la
energía nuclear.
Nuestras precedentes apreciaciones eran a los
efectos del proceso oranúrico como el divertirse con las chispas de
una pequeña bobina de inducción es a un rayo durante un huracán. Las
diferencias entre lo que estábamos habituados y aquello que
estábamos atravesando eran verdaderamente pavorosas. Ninguno de los
participantes en el experimento Oranur pudo evitar el sentir miedo.
Con los cobayas estábamos realizando también una serie paralela de
experimentos sobre el cáncer, así como observando varios grupos
experimentales de biones y de productos del Experimento XX.
Abreviando, todas las diferenciaciones clínicas y experimentales de
aquellos estudios se vinieron abajo y no sirvió para nada el grupo
particular al cual pertenecía el singular cobaya. Los efectos
oranur eran por tanto idénticos y todos los cobayas presentaban los
mismos síntomas a su fallecimiento.
No pareció importar que los diversos grupos de cobayas hubiesen sido
conservados en el cuarto de baño del laboratorio o en la cabina de
madera situada a treinta metros de distancia del edificio. El efecto
Oranur se había propagado durante el experimento a muchos centenares
de metros hacia el exterior del laboratorio. Por el aspecto de los
cobayas, sin embargo, aparece claramente cómo aquellos que habían
oído puestos contiguamente a la sala experimental durante el
experimento Oranur hubiesen sufrido más gravemente. Los síntomas
comunes del "morbo oranúrico" eran los siguientes.
Parálisis en varios grados; piel Hispida; sudoración fría;
contracción corporal total; cola, nariz, labios y lóbulos
auriculares cianóticos; prurito e inquietudes extremas antes de la
afloración de la parálisis: fuerte sed (que corresponde a los
resultados de la biopsia: tejidos áridos y sangre deshidratada).
Parecía significativo que los pequeños cobayas hubiesen muerto
antes y más rápidamente que los ejemplares adultos.
Parecía además importante que los organismos originariamente
debilitados desde el punto de vista bioenergético, como por ejemplo
la prole de topos cancerosos, morían más rápidamente que los ratones
sanos. En conjunto, todos los cobayas que estaban cercanos al
experimento Oranur tenían grandes trastornos. En algunos el
tratamiento con energía orgónica pura pareció ayudar; aunque en
algunos organismos humanos la aplicación de energía orgónica,
pareció atenuar los sintonías morbosos. Por otro lado, casi todos
los investigadores que habían participado de manera integral en el
experimento Oranur atravesaron un periodo de patente antipatía hacia
el uso del acumulador orgónico.
Era impresionante como esta intolerancia se extendía hasta los más
pequeños aparatos de acumulación, como por ejemplo una simple caja
forrada de metal o un acumulador de 20 cm. de lado.
El domingo 11 febrero 1951.
Un asistente que aquél día tenía el encargo de ocuparse de los
cobayas experimentales salió por la mañana del laboratorio con
cerca de 30 cobayas muertos en las últimas 12 horas, es decir desde
cuando, el día anterior, había sido realizada la última
observación. Entre estos cobayas habían algunos que habían
permanecido en la sala de los experimentos durante todo el
experimento Oranur, otros cobayas leucémicos que habían sido puestos
en el cuarto de baño durante aquél mismo periodo, muchos cobayas
cancerosos que habían sido tratados con energía orgónica, y varios
cobayas sanos que habían sido transportados en la pequeña cabina de
madera situada a unos 30 m. de distancia del laboratorio científico.
Aquella mortalidad fue para todos nosotros un shock terrible. Estos
cobayas habían muerto indudablemente en masa después del
experimento Oranur. Y nosotros no conseguíamos entender cómo habían
muerto tantos en el mismo día.
La autopsia de estos cobayas (todos trabajamos durante la entera
jornada dominical) reveló un único e idéntico cuadro patológico,
independientemente del hecho que cada cobaya perteneciera a
cualquier grupo utilizado para el experimento Oranur, ya sea aquel
de la leucemia o aquel del cáncer.
Los síntomas comunes a todos los
cobayas eran los siguientes:
-
Pulmonía en el estado hemorrágico u organizativo.
-
Grave exudación fibrosa integralmente en la cavidad pleúrica en
cada uno de los cobayas y, en algunos, hasta la cavidad abdominal y
en dirección a la pelvis. El tejido subcutáneo pélvico y los
genitales, así como el perineo, habían sido atacados en todos los
cobayas. Este tipo de exudación había sido bastante notable en otras
muchas procedentes autopsias de cobayas muertos a continuación de
fuertes inyecciones de Bacilos T.
-
Decoloración cadavérica y verdosa, de corpúsculos T, en el tejido
subcutáneo.
-
Venas fuertemente dilatadas (sobre todo la vena aorta y la vena
cava, pero también. la carótida ). "Orejitas" cardíacas fuertemente
dilatadas, sangre negruzca en las venas.
-
Coloración purpúrea de los órganos genitales, con grave
dilatación de las vesículas seminales o de los tubos ováricos.
-
En todos los cobayas, cola grisácea o cianótica, endurecida y con
forma un poco enroscada.
-
Lóbulos auriculares, extremos de las patas y labios, cianóticos.
-
En el cuadro hematológico de todos los cobayas muertos o
sacrificados recientemente, indiferentemente a su grupo de
pertenencia, fueron descubiertos lóbulos rojos en el mismo estado de
aquellos descubiertos en los cobayas leucémicos en nuestras
investigaciones sobre leucemia a primeros de diciembre.
En algunos cobayas, pero no en todos, la puntuación de leucocitos
resultó bastante elevada.
-
Positivos los cultivos de bacilos T.
-
En algunos cobayas del grupo Oranur fue descubierto un bazo
bastante hinchado (hasta cuatro veces más del tamaño normal).
-
Impresionante aridez del peritoneo y evidente carencia de los fluidos en el sistema sanguíneo. (Durante el experimento Oranur
habíamos sufrido de dolores y de sequedad en la garganta).
Omito aquí otros resultados atípicos. Era indispensable limitar este
informe a los caracteres más generales: La elaboración detallada y
paciente de las observaciones nos dará sin duda otros datos
esenciales
¿Como podíamos entonces continuar estas investigaciones
fundamentales si los mismos investigadores parecían amenazados por
las condiciones de trabajo impuestas por el experimento?
Informe sobre los cobayas afectados por el proceso oranúrico (26
marzo 1951)
-
Cuarenta cobayas sanos conseguidos en diciembre de 1950 y destinados a inyecciones de isótopos P32 fueron tratados
diariamente, preliminarmente, con irradiaciones de energía orgónica
prolongadas hasta el 5 de Enero de 1951. Estos cobayas permanecían
en el interior de la sala experimental del laboratorio, 14 de ellos
morían durante el experimento Oranur; los 26 restantes están vivos
actualmente pero gravemente afectados por "el morbo oranúrico" .
-
Número de cobayas presentes en el inicio del experimento Oranur:
286, 57 de estos 286 cobayas han muerto durante el experimento
Oranur de "morbo oranúrico". 12 gravemente enfermos fueron
sacrificados con el fin de obtener material fresco para la autopsia.
Los restantes 217 cobayas han sido gravemente afectados por "el
morbo oranúrico" y han enfermado todos con diversa gravedad.
-
La descendencia de los cobayas cancerosos ha sido particularmente
afectada por los efectos oranúricos. De los 23 cobayas de este grupo
ninguno parecía afectado durante los primeros días del experimento.
A continuación, sin embargo, la totalidad de los 23 cobayas
fallecieron espontáneamente con los síntomas típicos del "morbo
oranúrico".
-
Al contrario, de los cuarenta cobayas tratados por el doctor S. Tropp con super-irradiaciones abundantes durante los 2 ó 3 meses
precedentes al experimento Oranur, ninguno ha muerto durante o
después del experimento hasta esta fecha (mayo 1951). Hemos tenido
la impresión que la super-irradiación continua con energía orgónica
en cantidades soportables hubiera provocado una adaptación del
organismo a mayores niveles energéticos y por tanto, quizás, hubiese
consentido la supervivencia.
-
De los 42 cobayas leucémicos que habían sido tratados con energía orgónica, 16 han muerto espontáneamente y 2 han sido sacrificados,
antes de que muriesen, con el fin de la autopsia. Los 26 cobayas
restantes han enfermado de "morbo oranúrico" . De los 34 cobayas no
tratados orgónicamente pertenecientes al grupo de control para las
investigaciones sobre la leucemia, 30 están aún vivos pero enfermos.
¿Por qué murieron docenas de cobayas con los mismos síntomas aquel
domingo siniestro?.
Para descubrirlo trabajamos todo el día en la
mesa de autopsia y en el microscopio. Resumimos las observaciones
relativas y que pueden dar una solución a la cuestión.
-
Todos los cobayas muertos pertenecían a los grupos experimentales
que tenían en común un bajo nivel bio-energético. Conclusión: el
bajo nivel bio-energético favorece la muerte por "morbo oranúrico".
-
Altos niveles de Energía vital aseguran la intervención de
adecuadas cantidades suplementarias de energía orgónica cuando las
radiaciones nucleares habían agotado las reservas disponibles del
organismo. Una intensa carga orgónica profiláctica de los organismos
reducirá por tanto los efectos del " morbo oranúrico" en modo más
eficaz que la simple aplicación de energía orgónica después del
inicio de la radiopatía.
-
El 11 de febrero tuvimos una noche y un día muy opresivos y
nublosos, aunque no muy húmedos (humedad relativa 40-50 %). Esto
había disminuido y por tanto debilitado el nivel de energía orgónica
atmosférica; había, por tanto, una reducida disponibilidad de nueva
energía orgónica atmosférica; los animales tuvieron que sacar
energía de las cargas de sus tejidos y esto a su vez había
acentuado la muerte. Análogamente, en el resfriado el mal tiempo
reduce la tensión orgónica de la atmósfera y con ello la
disponibilidad bio-energética de los organismos vivientes.
-
La evasividad intrínseca a la naturaleza humana se desembaraza
con ligereza de los problemas importantes. ¿Por qué no explicar
simplemente la mortandad de los cobayas como consecuencia de una
pulmonía contraída en su estancia en la cabina de madera en un
periodo de mal tiempo o de temperaturas bajo cero?.
Yo mismo había
pensado en esta posibilidad.
Sin embargo los hechos no consentían
su huida así fácilmente a nuestra grave responsabilidad; otros
cobayas habían muerto durante el experimento Oranur, antes y después
del 11 de febrero, en días tibios y soleados. Los cobayas, además,
habían permanecido anteriormente en aquella misma cabina de madera,
caldeada a una temperatura de l6-20o centígrados, sin morir, si bien
en el exterior la temperatura era de 25° bajo cero.
Una
investigación especial estableció que el encargado había vigilado
escrupulosamente la estufa de la cabina en aquella noche fría. Por
tanto los síntomas descubiertos en los cobayas muertos iban más
allá de aquellos de los de una simple pulmonía. La pulmonía era una
de las causas finales de la muerte y solamente en algunos de los
cobayas, no en todos.
Además todos habíamos padecido de tanto en
tanto de sintomatología oranúrica en mayor o menor medida y aún con
el tiempo más sereno. Era por tanto imposible rehuir la conclusión
de que los organismos debilitados de los cobayas hubiesen sido
vencidos por un ulterior ataque.
Con el conocimiento y la demostración de la existencia, ya sea en
los organismos vivientes que en la atmósfera, de una energía vital
concreta, mesurable y utilizable, ciertas declaraciones
superficiales y evasivas, según las cuales éste o aquel sujeto
hubiesen muerto por la acción de los "gérmenes atmosféricos" o de
los "virus X"; jamás vistos, jamás demostrados, y jamás tratados, ya
no son aceptables. Existe en el organismo viviente "algo" sobre el
que operan los "gérmenes atmosféricos" o los "virus X"; este "algo"
reacciona a las influencias nocivas.
Existen hechos, como por
ejemplo una mayor intensa producción de leucocitos (¿Vienen del
aire?) una congestión hacia la región enferma (¿qué provoca el
movimiento, los iones, las sales, las sustancias químicas?),
temperaturas variables que aquí se aumentan y allá se bajan (¿qué
es la temperatura del organismo?), convulsiones, fibrosis
fasciculares y (observadas personalmente por mí durante el
experimento) fibrosidades del peritoneo aún después de que el
corazón haya cesado de latir.
Este "algo" que afluye de manera congestionante hacia la parte enferma del cuerpo, que produce calor
y lo mantiene en un nivel constantemente más elevado de aquel de la
temperatura ambiental, que se cambia en el interior del organismo
de un punto a otro, independientemente de cualquier nervio o de
cualquier involución membranosa, o que, como sucede en el orgasmo,
se contrae y se extiende convulsivamente, es de hecho la energía orgónica organísmica:
la energía Vital.
Las correlaciones objetivas
han resultado demasiado numerosas y demasiado evidentes pura poder
ser ulteriormente descuidadas. Sin el concreto conocimiento de esta
energía vital, ni un solo aspecto de los procesos oranúricos es
comprensible. Con el conocimiento de ésta, por tanto, podemos seguir
todos los acontecimientos de la manera más sistemática y fructuosa.
Nos hemos asombrado, de la lógica con que viejas observaciones,
funciones entre ellas e incluso hipótesis provisorias lleguen a ser
con la energía orgónica plenamente explicables y hagan comprensibles
las funciones más pequeñas. Así, por ejemplo se hacía comprensible
cómo los glóbulos rojos super-irradiados con energía orgónica
apareciesen primero claros y lucientes en el microscopio, para
convertirse minutos después de un azul oscuro; éstos de hecho habían
vuelto, perdiendo gradualmente energía, al nivel energético
fisiológico (un fenómeno éste que resulta incomprensible para
cualquier tendencia científica diversa a la orgonómica).
Del mismo
modo se explica otro fenómeno, esto es que en un más alto grado de
deterioro los glóbulos rojos asumieron formas exactamente
correspondientes a aquellas reveladas en los cobayas leucémicos
muchas semanas antes de que empezara el experimento Oranur. Esto a
su vez unía inteligiblemente la radiopatía a la leucemia. Esto
consentía también entender como la leucemia, fuese, entre los niños
y los adolescentes, más difundida que los lentos procesos de
degradación cancerosa: la leucemia, de hecho, parecía tener también
sus orígenes en una carga excesiva del sistema eritrocítico. Todo
esto debía ser elaborado en sus particulares sobre una amplia base
de observaciones y experimentos aún por concluir.
Vastos horizontes se cerraban, para las investigaciones sobre la
predisposición a la enfermedad. No obstante, en medio de tantas
perspectivas prometedoras, existían serios motivos de preocupación.
Después del desalojo de todo el material radioactivo permaneció en
el observatorio, como se dijo, solamente un "sointilloscopio" para
la observación de las partículas alfa; este contenía un
cuantitativo de material radioactivo desdeñable que, en su estuche,
en condiciones normales podría haber sido tranquilamente
transportado en un bolsillo..
Pero hasta aquel minúsculo
cuantitativo ara suficiente para provocar una reacción DOR tan
fuerte en todo el edificio que mi mujer y mi hijo (niño de 7 años)
manifestaron graves síntomas de desintegración sanguínea por lo que
debieron ser alejados. La sintomatología sanguínea merece ser
tratada extensamente y aparte. Aquí, solamente subrayaremos cómo
cada cuadro hematológico que presentaba manifestaciones
degenerativas tales para provocar graves preocupaciones tuviese
algo en común con la leucemia.
Durante años estábamos habituados a observar de 1 a 3 glóbulos
blancos por campo examinando la sangre en soluciones salinas a
300-400 aumentos. En los cuadros hematológicos deteriorados del
experimento Oranur podíamos observar bastantes más de 4 a 8
leucocitos por campo.
En la leucemia habíamos observado además una delicada estructura
granular en el interior de los glóbulos rojos en campos oscuros.
Ahora, podíamos observar en los glóbulos rojos la misma granulación
que, a nuestro juicio, significaba una degeneración del tipo
"corpúsculos T", es decir, con otras palabras, una forma de
decaimiento putrefacto. Algunos de los cultivos sanguíneos positivos
confirmaron este juicio como siempre lo habían hecho en los casos de
biopatía cancerosa avanzados.
En la mayor parte de los cobayas leucémicos habíamos observado,
entre las otras señas de super-irradiación orgonótica, el hecho que
en los eritrocitos se desarrollaban círculos rojos (es más, de color
azul brillante) mucho antes de la irrupción de la forma leucémica
declarada con participación del aparato glandular.
Esta misma
situación era ahora claramente observable en el cuadro hematológico
de todos los investigadores que habían participado en el experimento Oranur.
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Medidas sanitarias y evacuación de los colaboradores enfermos
En el ápice de los efectos del experimento Oranur pareció imposible
tomar medidas para proteger a cuantos habían participado en el
experimento de la furia desencadenada de sus efectos incontrolables.
La mayor parte de mis colaboradores acostumbraban a abandonar
Orgonon hacia las cinco de la tarde y no volvían hasta la mañana del
día siguiente.
Ellos disponían así de unas 16 horas de descanso para
reponerse de los persistentes efectos oranúricos. Otros, entre los
que estaba yo mismo, mi familia y el guardián residente en Orgonon,
no teníamos la posibilidad de tener una recuperación de este tipo.
Resultó entonces que los organismos originariamente fuertes no
presentaron graves reacciones, mientras los organismos que por una
razón o por otra, estaban ya debilitados antes del inicio del
experimento Oranur desarrollaron fuertes reacciones aún viviendo
lejos de Orgonon.
Por mi parte no sentía nunca la necesidad de
reposar en cama aún estando frecuentemente cansado. Mi hijo sin
embargo había enfermado gravemente a continuación de un común
resfriado por haberse mojado los pies jugando en la nieve. Si bien
había guardado todo el material radioactivo que ejercía de estimulador de las reacciones oranúricas, el aire del observatorio
siguió siendo pesado y opresivo, con subidas de la puntuación de
base basta de 60-70 CPM, si las ventanas estaban cerradas por más de
15-30 minutos. Y por otro lado el tener continuamente abiertas las
ventanas con una temperatura exterior alrededor de 0o era bastante
imposible.
El niño sufrió complicaciones, empezó a tener una ligera debilidad
en las piernas, dolores imprevistos y repentinos, y tendencia a la
inmovilidad en la actividad respiratoria. Normalmente era fácil
eliminar estos síntomas utilizando las susodichas "mantas
orgonizantes" que habíamos predispuesto en el cuadro de los
preparativos para el "servicio de socorro" del experimento Oranur.
Poro ahora, estas mismas mantas orgonizantes actuaban como factores
estimulantes de las reacciones oranúricas. Era ésta una posibilidad
que habíamos descuidado durante los preparativos.
Mi hijo se
agravó; estaba pálido e incluso a veces lívido; las palmas estaban
húmedas por la transpiración fría: una señal inconfundible de
contracción simpaticotónica; estaba inquieto y experimentaba
continuamente una sensación de malestar sin que nosotros pudiésemos
aparentemente ofrecerle ayuda. Ya que la aireación del edificio no
removía los efectos oranúricos no podíamos afrontar la situación
con estas simples medidas de ventilación.
Él fue transferido a otra
parte del edificio donde los efectos DOR parecían menos fuertes;
esto pareció sanarlo pero no lo suficiente. Los exámenes
hematológicos revelaron una grave super-irradiación de los glóbulos
rojos, un aumento de los glóbulos blancos y, con nuestro pesar,
algunos síntomas de degeneración leucémica de los corpúsculos
sanguíneos.
El doctor Simeón J. Tropp, que como dije vivía en Rangeley, se
prestó a transferir a su casa al muchacho. Había llegado a proponer
una medida así porque no estaba seguro de que un organismo una vez
atacado por el "morbo oranúrico", no pudiese influenciar
negativamente a los otros organismos. También los cobayas que habían
muerto en masa tenían un olor pésimo y presentaban fuertes signos
de super-irradiaoión; por otro lado, mis mismas manos habían
acrecentado bastantes veces la propia actividad bio-energética. Por
tanto, consentí finalmente. El niño mejoró ligeramente, a las pocas
horas de encontrarse en casa del doctor Tropp, pero al día siguiente
sufría aún de ataques de debilidad.
También la madre del niño, Ilse Ollendorff, había desarrollado el
morbo oranúrico en su forma grave, como había demostrado por un
cuadro hematológico bastante sospechoso. También ella estaba pálida
y ligeramente lívida en su rostro. Fue alejada de Orgonon al día
siguiente y empezó a recuperarse poco después. Llegado a este punto
se le ordenó a todas las demás personas estar lejos de Orgonon.
Pero esta era una solución insatisfactoria de nuestro problema. El
asistente que había interrumpido su participación en el experimento
Oranur durante la segunda semana de actividad, sufría aún de "morbo
oranúrico" si bien no había vuelto a Orgonon ni una sola vez. Desde
hacía semanas el morbo oranúrico lo afligía: de tanto en tanto caía
en la postración más completa para salir después lentamente. Su
cuadro hematológico, sin embargo, mejoraba de manera evidente.
Los
"círculos" rojos desaparecían de los eritrocitos; el tipo de
desintegración volvió en medidas siempre mayores a la normal forma
biónica, el sujeto no sólo no estaba pálido sino que se había
bronceado; él no fue sin embargo readmitido en el experimento
Oranur, en base a consideraciones médicas. No podíamos poner en
peligro la vida del prójimo hasta quo no hubiésemos conocido la
evolución final del "morbo oranúrico".
Durante todo aquel tiempo, estando continuamente en contacto con el
experimento Oranur y con los investigadores que habían colaborado
nos dimos cuenta que había sucedido algo importante en relación un
“arma” futura para la medicina: Esperábamos con impaciencia los
desarrollos futuros.
Pocos días después un incidente nos dio la clara percepción de la
ferocidad de la fuerza que teníamos delante.
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Uno de
nuestros médicos al borde de la muerte
Poco a poco empezamos a entender las reacciones especificas de los
investigadores en los efectos oranúricos y, con el pasar del tiempo,
aprendimos a distinguir mejor los síntomas. Nuestros conocimientos,
sin embargo, no tenían un fundamento lo bastante sólido para
consentirnos el individualizar anticipadamente el peligro corrido
por uno de nuestros médicos en particular.
Se trataba de una doctora
que había sufrido desde la pubertad, a continuación de una grave
tempestad atravesada por ella, de una bradicardia que había
disminuido su pulso alrededor de 50 pulsaciones por minuto. Después
de 2 años de tratamiento psiquiátrico orgónico la bradicardia se
había atenuado bastante y el pulso había subido a 70 pulsaciones al
minuto. Durante muchos años ella había sufrido de una verdadera
imposibilidad de llorar completamente. La "deglución" de la emoción
del llanto era de hecho uno de sus principales síntomas biopáticos.
Me había dado cuenta de la posibilidad de una correlación entre la
bradicardia y este bloqueo emocional. El llanto es de hecho
realmente "tragado" mediante procesos de deglución del esófago: a
continuación de una constante "retracción" de los órganos inferiores
de la boca y de la garganta se produce una presión sobre el
diafragma y sobre los órganos del tórax.
Ya que el nervio vago, que
opera sobre el corazón en sentido "depresivo", partiendo de la base
del cerebro baja a lo largo de la "médula oblongada", el esófago y
la tráquea, la presión constante ejercitada sobre estos órganos
había con toda probabilidad influenciado indirectamente el nervio
vago provocando la bradicardia crónica. Por consiguiente, este
doctor había sufrido de tanto en tanto de accesos de debilidad (del
tipo vagotónico) y durante su tratamiento orgono-terapéutico, en dos
o tres ocasiones se había sentido "imposibilitada para moverse".
Todo esto había sido notado también por otro médico orgonomista con
quien ella había estado en tratamiento. Pero por una razón o por
otra, con la prisa del experimento Oranur y a causa de la asombrosa
incredibilidad de cuanto sucedía no pensamos en la relación del
efecto oranúrico específico con la estructura biopática particular
de aquella doctora y dejamos que el sujeto, una persona
profesionalmente y científicamente competente, continuase ocupándose
de los cobayas y trabajando en el reparto bacteriológico. La
paciente, sin embargo, no presentó ninguna grave reacción hasta el
día en que se desmayó, peligrando de muerte. Así es como fueron las
cosas.
El 19 febrero 1951, hacia las 11, mientras trabajábamos en la
biblioteca, la doctora en cuestión entró en el local palidísima y
vacilando ligeramente, con una aureola lívida alrededor de la boca y
la barbilla.
Estaba visiblemente en un estado de schock, asustada y con un
profundo malestar. Me contó que poco antes estaba vaciando un
acumulador del laboratorio; para extraer el contenido, debía meter
profundamente los brazos dentro del acumulador. Habiendo advertido
un olor similar a aquel de la reacción oranúrica y para cerciorarse
de esto, había introducido la cabeza en el acumulador.
Inmediatamente el efecto oranúrico la había "golpeado como una
maza".
También aquí, en la biblioteca no podía estar en equilibrio y
debió ser transportada en automóvil al observatorio por otro doctor.
La llevé debajo de un pórtico del observatorio para hacerle tomar
aire fresco. Pero se volvió más pálida y empezó a lamentar la
pérdida de la vista y del oído. Simultáneamente podía observar en
sus ojos los cambios típicos de este estado. Su pulso era apenas
palpable y había descendido a 46 pulsaciones al minuto. La paciente
se iba volviendo cada vez más pálida. La acostamos y comenzamos a
aplicarle estimulantes.
El pulso cardíaco disminuyó y
simultáneamente se debilitó de forma extremadamente amenazadora. Su
palidez inicial no pareció ceder, pero después de 30 minutos comenzó
a. alternarse con vaporadas calientes. Durante todo este tiempo la
animamos a continuar hablando. A veces después de una expansión
fortísima, visible en el enrojecer de las mejillas, surgía una
contracción aún más grave que con no poca frecuencia se acompañó de
cianosis de los labios y palidez en las mejillas y en los brazos.
Continué estimulándola con coñac y café cargado, hablando y
bromeando con ella. Muchas veces sus ojos se nublaban y se volvían
hacia arriba. En aquel momento un estímulo enérgico o la reiterada
petición de mirarme impedía el cese de la función visual. Durante
una hora entera fue difícil encontrarle el pulso, permanecimos cerca
de ella y tuvimos que gritarle continuamente que continuara
respirando, se podía ver claramente cuándo amenazaba con empeorar y
cuándo volvía a expandirse.
Los brazos, las manos y los pies de la paciente estaban inertes y
fríos. Las sensaciones táctiles eran nulas o bastante disminuidas.
Le pusimos una bolsa de agua caliente sobre la zona del plexo solar.
No osamos hacerle aplicaciones con energía orgónica, como habría
indudablemente hecho en una situación diversa. Además todos los
aparatos orgono-terapéuticos habían sido alejados del edificio.
Durante dos horas continuamos frotándole las mejillas, el cuello, la
región cardiaca y los brazos con toallas heladas. Esto pareció
mejorarla bastante.
En un cierto momento pareció que no fuese capaz de hablar. Era
indudable que la "médula oblonga" y la región talámica estuviesen
entre ellas implicadas. La alternancia entre el grave encogimiento y
la sucesiva expansión del aparato vitral continuó con una gradual y
lenta predominancia de las regiones expansivas.
Finalmente, después de casi dos horas, la paciente empezó a
recuperarse, readquiriendo el equilibrio de las funcione autónomas.
Poco después dictó personalmente el siguiente protocolo.
19 febrero 1951,
horas 12 y 30.
Protocolo sobre la doctora...
“La mañana de hoy, 19 de febrero del 1951, estaba perfectamente
bien. Me entretuve 20 minutos en el laboratorio científico, y,
advirtiendo la opresión debida a los múltiples acumuladores
presentes en el local, abrí todas las puertas y las ventanas.
Después busqué otras eventuales fuentes de OR o acumuladores que no
hubiesen sido desmontados y efectivamente encontré un viejo
acumulador y una multiplicadora en la parte posterior del
laboratorio donde habían sido puestos los artículos de vidrio. Aquel
acumulador no había sido abierto, durante las últimas 5 semanas,
salvo en una o dos ocasiones y por breves instantes. El acumulador
estaba apoyado en la pared externa de la sala de acumulación
orgónica.
Transferí rápidamente sobre una repisa todo el contenido
del acumulador, introduciendo en él sólo el brazo, pero cuando
terminé, examiné el acumulador con la cabeza, que es mi zona más
sensible; introduje por tanto la cabeza durante un instante pero
tuve enseguida la sensación de haber sido golpeada por un martillo.
Experimenté una grave sensación de presión y de vértigo y entendí
que debía salir inmediatamente. En los cinco minutos siguientes hubo
un sucesivo aumento de los síntomas siguientes: la sensación de
vértigo se acentuó aún más y todo mi cuerpo se debilitó. Tenía la
impresión de no estar dentro de mí, de no conseguir sentir si mis
piernas se movían o no y si yo podía controlarlo. Mover las piernas
y los brazos era para mí un esfuerzo tremendo.
Tenía la sensación de
que todos mis movimientos eran lentos y yo debiera defenderme de la
gravedad. Me sentía muy pesada. Cuando llegué al observatorio tenía
la impresión de un desdoblamiento de personalidad como en la
amnesia, y debía decirme repetidamente las cosas que debía hacer,
por ejemplo quitarme las chanclas. Comencé a tener miedo y el miedo
aumentó hasta convertirse en la más grave angustia de muerte que
haya jamás experimentado. Esto era provocado por las siguientes
sensaciones.
Una sensación de paro total, localizada en el cerebro y que asumía,
en torno a los bulbos oculares y a los brazos el carácter de un
tornillo metálico; me sentía además débil y como disociada del resto
del cuerpo. Estaba semi-consciente, no conseguía ver con claridad,
mi oído estaba confuso y las orejas me zumbaban. Conseguía engullir
sólo con dificultad y tenía un pulso débil y lento (45-48
pulsaciones). Respirar me era dificultoso y tenía una tal
sensación de vértigo que tenía que apoyarme en las paredes.
En aquel
momento tenía el típico aspecto del shock: piel lívida y expresión
angustiada, especialmente en los ojos, tenía la sensación de estar
a punto de morir, de detenerme pura y simplemente. Recuerdo sólo
vagamente algunas cosas que sucedieron cuando estaba en el
observatorio y cuando estaba acostada. No me había desmayado nunca
como a lo largo de mi vida. No experimentaba nauseas. Me pusieron en
cama, airearon la habitación y me frotaron la cabeza y las
extremidades con toallas frías. La recuperación duró casi una hora y
se produjo a intervalos. Experimenté estados de angustia tres veces,
pero la angustia desaparecía cuando me aseguraba, y cuando me daba
cuenta de estar mejor no tuve más miedo de morir.
Mi pulso era débil y permaneció entre 48 y 50 pulsaciones durante
una hora. Después se hizo más vigoroso. Los brazos eran pesados y
los movimientos lentos, las sensaciones táctiles disminuidas e
irregulares. Una recaída me produjo una sensación de grave presión
en la cabeza y de entorpecimiento a lo largo del cuello, con
dificultad de respiración o insensibilidad en la lengua. Cuando la
crisis pasó me quedó una sensación de opresión en la cabeza.
Después
mi rostro empezó a hormiguear y a iluminarse, mientras sentía una
especie de ondas en la base del cerebro.
Dos horas después experimentaba aún una sensación de vértigo,
sentándome en posición erecta. La detención de la función orgónica
había sido sustituida por una viva sensación de calor, de hormigueo
y de claridad. Entretanto el ritmo cardíaco había vuelto a 60-64.
A la edad de 5 años había tenido una grave difteria con síntomas
bulbares y parálisis de las piernas".
Dos horas después de la primera crisis el pulso había vuelto a 64 y
la actividad cardíaca se había normalizado. ¿qué había pasado?
Evidentemente esto: cuando la doctora había introducido la cabeza en
el acumulador no ventilado, la energía orgónica letal (DOR) la había
golpeado duramente en su punto más débil de manera "específica,
influenciando así el vago y el centro respiratorio de la "médula
oblonga".
Este punto débil se había creado en ella por primera vez
21 años antes cuando había sufrido dé difteria con leves parálisis
de los brazos y de las piernas y leves alteraciones de la funcionalidad bulbar. Un síndrome de síntomas mortales había por
tanto permanecido de manera latente en ella durante 20 años hasta
que la energía orgónica letal (DOR) la había reactivado de un modo
tan peligroso.
La energía orgónica, en suma, había atacado como de costumbre su
punto más débil de una manera específica. Estoy convencido que aquí
está la respuesta a una gran esperanza para futuras y eficaces
terapias de grandes enfermedades. Podemos confiadamente presumir
que mediante ulteriores particularizados experimentos Oranur será
posible apuntar la acción sanadora de la energía orgónica sobre
cualquier punto débil de todas las funciones del organismo con la
certeza de que la energía orgónica encontrará por sí misma el camino
para llegar al órgano o al síntoma enfermo. El carácter peligroso de
alguna de estas reacciones no debería asustarnos.
Aplicando la
quimioterapia o la schockterapia, como el resto de la anestesia y en
las operaciones más graves, ponemos en peligro en mayor medida la
vida del paciente, sin estar por otro lado en grado de digerir en el
organismo la acción del agente terapéutico. Ahora, por otro lado, el
poder específico, autónomo y selectivo, de la energía orgónica
combinada con una dosis bien estudiada y cuidadosamente aplicada nos
permitiría alcanzar terapéuticamente cada punto del organismo, y,
con toda probabilidad, en cualquier enfermedad.
Esta última afirmación exige sin embargo un examen cuidadoso de lo
que significa realmente la expresión "fondo de la enfermedad" o
"predisposición". No puede haber duda alguna, ya que henos
adquirido una vasta experiencia en el tratamiento de la energía
vital (bio-energía), sobre el hecho de que la predisposición a la
enfermedad se está revelando como un fenómeno palpable y concreto,
y precisamente como un conjunto de determinadas funciones y
disfunciones orgonóticas bien definibles y controlables.
Me reservo
el intentar una primera discusión teórica sobre estas implicaciones
en una próxima exposición. El experimento Oranur de hecho ha
producido una cosecha "demasiado rica" en datos de este punto de
vista para que se pueda discutir inmediatamente.
Se necesitará
tiempo para recoger sobre el campo experimental y para ordenar todo
lo que valga la pena salvar para estudios y aplicaciones futuras.
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Interrupción del Experimento Oranur
Durante la segunda parte de febrero 1951, los investigadoras de
Orgonón vivieron en un estado de suspense que se hizo insoportable
cuando el grave ataque oranúrico ya descrito casi truncó la vida de
la doctora encargada de los cobayas. Nos encontramos en un dilema
que imponía contrastar inmediatas decisiones y que provocó una
cierta confusión.
Debíamos advertir a la autoridad sanitaria de los
Estados Unidos del peligro que parecía amenazarnos a nosotros y,
quizás, a otras amplias zonas de los Estados Unidos orientales
siempre que hubiésemos continuado el experimento Oranur en una
escala más vasta. Advertimos por tanto a la autoridad sanitaria
americana que, dado el peligro, habíamos decidido interrumpir el
experimento Oranur.
Resumimos aquí brevemente las medidas adoptadas en esta fase:
-
A nadie le fue consentido trabajar más de 5 minutos consecutivos
en las proximidades de la fuente de la actividad oranúrica.
-
Todos los aparatos de acumulación orgónica fueron completamente
desmontados y sus paneles fueron repuestos para evitar que ni
siquiera dos paneles se volviesen a encontrar cara a cara. La
disposición paralela de dos paneles, de hecho, es suficiente para
crear un fuerte campo energético OR.
-
La sala metálica de acumulación orgónica fue completamente
desmontada. La lámina metálica fue arrancada de las paredes, del
techo y del suelo y conducida al exterior.
-
Ya que el agua absorbe la energía orgónica, se aceptó la
posibilidad de que absorbiese también a la energía oranúrica; las
paredes de la sala del laboratorio y los acumuladores fueron por
tanto lavados abundantemente con agua y jabón.
-
Ya que la ventilación aligeraba los efectos oranúricos, la
ventilación frecuente e intensa fue empleada siempre y cuando dichos
efectos se manifestasen con mayor violencia.
-
A todos los colaboradores se les aconsejó que desmontasen
momentáneamente sus acumuladores orgónicos, permanecer bastante en
el exterior y dormir con las ventanas completamente abiertas.
-
Varios investigadores y un niño fueron alejados del observatorio durante muchos días y retornaron algunos días después del
desmantelamiento de todos los aparatos de acumulación orgónica.
-
Todo el material radioactivo fue encerrado en una caja fuerte con
paredes de acero y cemento, de un espesor de l0 cm. y transportado a
casi un Km. de distancia. Todo esto no se hizo porque el material
radioactivo fuese en sí mismo peligroso, sino porque éste empujaba a
la energía orgónica a la reacción oranúrica.
En base a muchas
observaciones subjetivas y objetivas debíamos presumir que la entera
superficie de Orgonón (cerca de 130 hectáreas) tuviese continuamente
un nivel de energía orgónica bastante más alto del de cualquier otra
zona, dada la actividad orgónica que se había realizado
ininterrumpidamente durante muchos años. También la presencia de
muchos acumuladores orgónicos y de una sala de acumulación orgónica
intensamente cargada debía ser tomada muy en serio.
-
En fin, se decidió suspender por muchos meses cualquier
experimento: esto era indispensable ya sea para ordenar los datos y
las observaciones sin la presión continua de la afluencia de
"nuevos" datos, ya sea para consentir que el organismo de todos los
investigadores se recuperase. La Comisión Americana para la Energía
Atómica (AEC) fue informada de nuestras decisiones.
-
Las puntuaciones de fondo del observatorio volvieron a bajar de
50-80 CPM a una media de 30-40 CPM después de la adopción de estas
medidas. Sin embargo las paredes de la sala de acumulación orgónica
estaban aún "radiantes", a pesar del desmantelamiento de la cubierta
metálica en mayo de 1951.
Un control efectuado en la más completa
oscuridad reveló aún el 26 de marzo de 1951 (es decir muchas semanas
después de que los acumuladores de energía orgónica hubiesen sido
desmontados), que las impresiones visibles ya no eran de un color
gris azulado como de costumbre, sino que se difuminaban del rojo al
violeta; síntoma indudable de un altísimo nivel de actividad
orgónica.
Muchos problemas prácticos debían ser resueltos antes de afrontar
las fundamentales implicaciones científicas del experimento Oranur.
Uno de los problemas más graves consistía en decidir la manera de
explicar todo lo ocurrido a los órganos de seguridad de los Estados
Unidos. El proceso oranúrico había revelado un poder letal.
Este
poder, en manos de hombres malvados y sin escrúpulos habría podido
acentuar la confusión de la tensísima atmósfera sociopolítica en que
vivíamos. Por otro lado parecía ya imposible mantener el secreto
sobre estos resultados. Los rumores sobre los efectos oranúricos
estaban ya bastante difundidos. Muchos de nosotros pensábamos que
comunicar a todos cada cosa hubiese sido la mejor vía de salvación
para el mundo entero. En este caso al menos hubiesen habido también
trabajadores "serios y responsables" que hubiesen perfeccionado para
el bien de cada uno las facultades terapéuticas de Oranur. Era
desagradable que en cualquier caso los efectos terapéuticos pudiesen
ser obtenidos sólo con riesgos aún mortales, pero en este punto
nadie podía poner algún remedio.
Mientras estos pensamientos tormentosos non ocupaban día y noche,
mientras curábamos a nuestros enfermos, mientras pasábamos de un
examen hematológico a otro, mientras examinábamos cualquier cosa con
el mayor cuidado, preocupados por lo que los criminales políticos
habrían podido hacer con el fruto de nuestras fatigas, comenzamos a
ver un rayo de sol en aquel horizonte tempestuoso.
Después de pocos días del ataque que había puesto en peligro su
vida, la doctora de quién se habló empezó a recuperarse en del modo
más esperanzador. Sentía aún vértigos, tenía la impresión "de vagar
a la deriva o de perder el equilibrio", se sentía aún "entorpecida"
en la base del cerebro, pero sus ojos eran brillantes como nunca lo
habían sido, su aspecto era mejor que el que presentaba antes de su
crisis y ella presentaba una vitalidad íntegra con un mayor nivel de
funcionalidad energética.
Un médico que había presentado graves
reacciones (palidez y lividez), a los efectos oranúricos estaba
ahora bronceado y vigoroso. Otra investigadora que anteriormente
había sufrido de pesadez en los ojos, estaba ahora llena de vida y
de alegría. Mi hijo que había estado enfermo de manera extraña,
después de su vuelta al observatorio gozaba de óptima salud.
Yo
mismo me sentía más vivo y más activo que nunca. No tenía necesidad
de muchas horas de descanso y las ideas nacían y se coordinaban en
mi mente con facilidad y sistematicidad. Me sentía vigoroso y lleno
de brío.
Se hacía poco a poco cada vez más claro que la energía oranur
podía
transformarse en manos de gente pacífica, en una de las máximas
fuerzas curativas jamás poseídas por la humanidad.
Oportunamente dosificada, bien aplicada y cuidadosamente controlada,
esta fuerza habría traído a la superficie aún a las enfermedades
latentes, curándolas si fuera posible. La energía oranur hubiese
podido también inmunizar a la población de todo el mundo contra los
efectos de las radiaciones nucleares, arrancando así de las manos de
los malvados al arma exterminadora que controlan actualmente. Esta
potencialidad existe indudablemente.
Hoy sabemos que Oranur ha
realizado lo que la ciencia atómica había tan tenazmente intentado
realizar y prometido de manera prematura; la utilización médica de
la energía cósmica.
He aquí por tanto nuestra situación; teníamos en la mano la fuerza
sanadora más potente que la humanidad hubiese conocido jamás, pero
estábamos reducidos a la impotencia por la peste emocional
prevaleciente en muchos estratos de la sociedad.
Y esta situación se
hacía cada vez más complicada y peligrosa, ya sea por la población
en general, ya sea por nosotros mismos, operadores responsables del
experimento Oranur.
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Situación a finales de marzo de 1951- es decir quince semanas
después del comienzo del experimento Oranur
-
E1 laboratorio científico en el cual había sido realizado el
experimento Oranur permaneció aún inutilizable, a pesar del
desmantelamiento de la sala metálica de acumulación orgónica
realizado a comienzos de Marzo. El 26 de marzo, se intentó ponerlo
en marcha de manera provisional. El 8 de abril sus paredes estaban
aún "radiantes" y el trabajo había sido interrumpido nuevamente en
aquellos locales el 14 de abril. (1)
(1)
Hoy (agosto 1951) el laboratorio permanece aún radiante, pero
puede ser de nuevo utilizado. La salud de los que trabajan en estos
locales es regulada y controlada por exámenes orgónicos semanales.
Próximamente se publicará un estudio particular sobre las reacciones
oranúricas de carácter biofísico posteriores a abril de 1951.
-
Todos los otros aparatos de acumulación orgónica sin excepción
están desmontados y alejados de los edificios habitables. Solamente
un nuevo acumulador orgónico dispuesto aisladamente al descubierto
permanece todavía montado. Éste no ha estado jamás implicado en la
producción de efectos oranúricos, pero contiene a su vez un
acumulador con veinte múltiplos influenciado por Oranur.
-
Es aún imposible volver a montar cualquiera de los acumuladores
orgónicos que funcionaban antes del 5 de Enero de 1951. Estos son de
hecho hoy bastante activos y señalan puntuaciones de fondo de dos a
cuatro veces más altas que lo normal (l00 CPM o más ).
-
La mayor parte de los que habíamos participado en el experimento Oranur volvimos a un estado de óptima salud. De tanto en tanto, sin
embargo, algunos síntomas (malestar, náuseas, debilidad, y glóbulos
rojos super-irradiados) volvían a producirse si los sujetos tenían
contactos con aparatos implicados en el experimento Oranur.
-
Algunos investigadores observaron que sus automóviles se hicieron
"activos" después de haber sido aparcados, en el garaje cercano a
los acumuladores orgónicos desmontados, pero anteriormente
influenciados por los efectos oranúricos.
-
Bisemanalmente, se hicieron exámenes hematológicos a los
investigadores. La diferencia entre los vivaces cuadros
hematológicos de las personas afectadas por la reacción oranúrica y
aquellos de los nuevos investigadores son sobresalientes. Ninguna
tendencia leucémica ha sido sin embargo descubierta durante las
últimas dos o tres semanas en las diversas pruebas sanguíneas.
-
Los edificios de Orgqn6n están todavía oranúricamente activos. La
falta de una ventilación adecuada provoca inmediatamente subidas de
las puntuaciones de fondo.
-
En general, los investigadores están bien. Algunas personas
lamentan la aparición esporádica de síntomas manifestados en ellos
en periodos precedentes de su vida. Esto indica la potencialidad
diagnóstica de Oranur.
-
Repetir el experimento Oranur está actualmente fuera de discusión
por falta de fondos y locales adecuados. También la salud de los
investigadores debe ser tomada en consideración. Es dudoso que ellos
soportasen otro violento ataque oranúrico. Debemos por tanto esperar
hasta que podamos experimentar nuevamente las investigaciones
Oranur, esta vez más preparados, más expertos y mejor equipados.
-
Mientras que durante el curso del experimento Oranur todos los
colaboradores habían desarrollado una acentuada aversión a utilizar
sus propios acumuladores orgónicos, en los últimos tiempos se han
recreado en la utilización de las radiaciones orgónicas. Algunos investigadores que no habían padecido ni siquiera un
resfriado desde hacía muchos años gracias a la utilización regular
del acumulador orgónico han vuelto a tener ligeros resfriados cuando
el tiempo era malo y han sentido nuevamente la necesidad de las
radiaciones orgónicas.
-
Los acumuladores influenciados por Oranur, que deben de ser
mantenidos constantemente fuera de cualquier edificio habitado, son
particularmente eficaces para combatir las leves enfermedades de
resfriamientos cuando se manifiestan localmente en la nariz y en las
fosas nasales. Pocos minutos de radiación han bastado para
interrumpir la producción y el fluido mucoso.
Todas estas nuevas experiencias naturalmente, deben ser controladas
y perfeccionadas sobre una escala más vasta. Esto exigirá muchos
años y mucho dinero.
Las particularidades y las repercusiones del
primer experimento Oranur están obviamente todavía oscuras en su
mayor parte. Serían necesarios años de trabajo y abundantes fondos
para recoger y ordenar teóricamente los datos sobre loe procesos
reales producidos por el choque dramático entre la energía orgónica
y la energía atómica. Como se ha dicho repetidamente en ocasiones
anteriores, el trabajo con Oranur está lleno de peligros para el
personal investigador y no existe protección alguna contra la mortal
super-irradiación oranúrica, salvo excepción de cuidadas
dosificaciones.
Los instrumentos protectores elaborados en relación
al tratamiento de la energía atómica no son aplicables dado que
tanto la energía orgónica y la reacción oranúrica penetran en
cualquier sitio. Esto representa un obstáculo grave, y actualmente
irresoluble, en vías de una detallada elaboración de los problemas a
resolver.
Después de que al inicio de febrero de 1951, el
experimento Oranur fue interrumpido y después de que los exámenes
hematológicos Reich han demostrado cómo todos los colaboradores
retornaron a una funcionalidad normal, se cumplieron diversos
intentos para responder a las siguientes preguntas:
-
¿Había
desaparecido el efecto DOR?
-
¿Éste desaparearía de los instrumentos
atacados por Oranur, y, en caso afirmativo, con qué velocidad?
-
¿O
quizás el proceso oranur hubiese continuado indefinidamente?
Responder a estas preguntas ha sido imposible hasta ahora y lo
sigue siendo.
Hemos sin embargo intentado esclarecer el estado de los hechos
volviendo a llevar al observatorio uno o dos pequeños acumuladores
orgónicos, de 30 cm. de lado, que habían sido influenciados por
Oranur. Repetimos esta operación muchas veces y cada vez la
puntuación de fondo en los locales del observatorio osciló alrededor
de 80 CPM y a 0,02 MR/H o más, apenas los instrumentos influenciados
por Oranur permanecieron en el mismo local el espacio de una hora.
Estas reacciones geiger desaparecían nuevamente apenas el
acumulador oranurizado era llevado al exterior: los indicadores
bajaban rápidamente a 30 CPM y a 0,008 MR/H.
Una noche, un pequeño irradiador orgónico fue llevado a un
dormitorio para curar un corte en un dedo. Éste fue olvidado y
durante la noche la persona que dormía en aquella habitación se
despertó con la garganta seca, mucha sed y la sensación de que
faltaba oxígeno en el aire. El irradiador fue inmediatamente
alejado y los síntomas desaparecieron.
Mientras estoy escribiendo, es decir hacia la mitad de abril de
1951, el vasto laboratorio en cuya sala de acumulación orgónica con
alta carga y con paredes metálicas había sido realizado el primer
experimento Oranur, permanecía todavía inutilizado. Es decir, a
pesar del hecho de que la lámina metálica hubiese sido arrancada de
las paredes, del techo y del suelo, esto es, a pesar del
desmantelamiento del mecanismo de acumulación. Las paredes de
cemento están aún ligeramente "radiantes" y algunos investigadores
advierten malestares cuando trabajan en la sala de laboratorio.
Otros en cambio no se sienten demasiado bien cuando trabajan en la
antecámara de la sala de acumulación orgónica.
¿Se podrá utilizar el edificio del laboratorio para sus funciones
originarias? Y, en caso afirmativo, ¿cuando será posible?
Se les pidió que trabajasen sólo 1 h. o 2 como máximo de manera
continuada y después salir a "tomar aire".
La doctora que había estado a punto de fallecer al introducir la
cabeza en el acumulador oranurizado se recuperó totalmente. La
"epidemia de gripe" que afectó sobre todo a Nueva England durante este
periodo, afectando a casi todos los hogares, dejó intacto a
Orgonon. Nadie en Orgonon tuvo síntomas similares a la gripe
manifestada en la cercana población, donde la gente había
permanecido en cama en su mayoría y durante bastantes semanas.
Exámenes hematológicos se realizaron sobre cada persona participante
en el experimento Oranur de manera bisemanal. Los centros rojos de
los eritrocitos -síntoma indudable de super-irradiación- habían
desaparecido.
Las estructuras orgónicas de los glóbulos rojos tenían aún un
aspecto particular al que nosotros llamábamos "nublado" y el cuadro
eritrocítico general era aún totalmente diferente de aquél que
presentaban las personas que llegaban a Orgonon de Nueva York o de
Filadelfia.
Estos problemas serán tratados de una manera extensa más
adelante; éstos, sin embargo, debían ser mencionados brevemente
también aquí.
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Morbo oranúrico
y efectos de los rayos X
Es necesario distinguir los aspectos medidos del proceso Oranur de
los efectos físicos y dedicar un informe particular a este
importante argumento. La cosecha de las observaciones médicas era
demasiado rica y es todavía demasiado confusa para sor discutida de
una manera exhaustiva desde este momento. Sin embargo, parece
indispensable mencionar en este informe algunos datos sobre los
efectos de los "rayos X" sobre la energía orgónica, a fin de evitar
daños inútiles a las personas que trabajan con ésta y con aquellos.
El hecho sobre el que me dispongo a hablar puede servir de una
manera óptima para ilustrar esta cuestión.
A finales de abril de 1951, uno de nuestros médicos orgonomistas
vino a pedirme ayuda. Él vivía y trabajaba en Nueva York a una
distancia de 800 Km. de Orgonon y del experimento Oranur. No había
estado jamás en Orgonon salvo durante una breve visita de un sólo
día, durante diciembre de 1950. No había estado jamás, por tanto, en
contacto con ninguno de los instrumentos o dé los aparatos
experimentales que habían sido utilizados en relación al experimento
Oranur.
Cuando llegó a Orgonon me pareció bastante enfermo a
primera vista. El color del rostro lívido, estaba alterado de manera
negativa; los ojos estaban inflamados y desde hacía dos meses el
paciente experimentaba náuseas. Sus fuerzas parecían menguar, se
lamentaba de una continua debilidad, una sed violenta, una sensación
de malestar y de debilidad y de una grave presión en el segmento
diafragmático.
Un cuidadoso examen orgonómico no pudo revelar
ninguna causa específica de estos graves síntomas. Conocía a aquel
médico bastante bien, ya que había sido instruido por mi varios años
antes. Esperaba encontrarme en el segmento diafragmático algún
bloqueo "acorazante" que pudiese explicar la gravedad de su estado.
No conseguí descubrir ninguna limitación de su motilidad
bio-energética. Todo el cuerpo estaba desbloqueado, no se
distinguían bloqueos. El caso parecía incomprensible.
De ulteriores investigaciones resultó que él había construido muchas
"mantas orgonizantes" dentro de sus medidas preventivas para la
defensa civil antinuclear.
Estas mantas orgonizantes no habían estado jamás en Orgonon, y
además no habían estado jamás en contacto con ningún material
oranurizado. Esto no hacía más que complicar el problema.
¿Era
posible que aquellas mantas orgonizantes, fabricadas con red
metálica en lugar de con láminas metálicas, produjesen un tipo
distinto y nocivo de radiación orgónica? El hecho parecía del todo
improbable.
De una ulterior investigación resultó que, a bastantes
locales de distancia de su despacho, en el estudio de otro médico,
había un aparato de rayos X. Aquí encontramos la respuesta a nuestro
problema. Nuestro orgonomista había sufrido durante todo este
tiempo de "morbo oranúrico". Sus síntomas eran idénticos a los que
habíamos observado de manera dramática en Orgonon. Se realizó
inmediatamente un examen hematológico que corroboró esta conclusión:
La sangre del paciente presentaba un aumento de leucocitos, una
excesiva carga orgónica en los glóbulos rojos y el cuadro típico de
desintegración eritrocítica de carácter leucémico.
Se le aconsejó al paciente retirar inmediatamente, al volver a su
sede, todos los aparatos de acumulación orgónica, ventilar
abundantemente las habitaciones de su estudio, beber mucha agua y
tomar baños frecuentes y prolongados.
Era obvio que los rayos X habían tenido sobre la atmósfera con un
alto grado de concentración orgónica de su estudio el mismo efecto
que el radium había tenido en Orgonon.
Muchos años antes, en los primeros "anos 40", había atravesado sin
darme cuenta de lo que estaba sucediendo una situación análoga.
Había tenido en mi estudio de Forest Hills un aparato de rayos X que
se usaba sobre todo para estudiar la inmovilización diafragmática
de los pacienten y para fotografiar los campos de energía orgónica
de diversos organismos.
Durante aquellos años me había sentido débil, con frecuentes
náuseas, sediento y en general cansado. El aparato de rayos X fue
vendido y ahora entiendo porqué comencé a sentirme mejor después de
su alejamiento. El edificio de Forest Hill estaba evidentemente
sobrecargado de energía orgónica desde hacía muchos años. Había
sufrido de "morbo oranúrico" sin darme cuenta, adquiriendo sin
embargo una cierta inmunización contra los efectos del experimento
Oranur de 1951: de todos los investigadores presentes en Orgonon, de
hecho, era el que había sufrido menos.
Hoy, por tanto, podemos suponer con cierta seguridad que los daños
inflingidos notablemente a los pacientes de la Roetgen-terapia sean
verdaderos y propios efectos oranúricos iniciales.
Luché siempre en contra de la simultánea aplicación en los pacientes
cancerosos de la energía orgónica y de los rayos X. Se trataba de
una de esas conjeturas justificadas por la experiencia: Había visto
a menudo que los cancerosos tratados con la energía orgónica
empeoraban más rápidamente cuando, al mismo tiempo, se les sometía
a la Rontgen-terapia, Ahora, de hecho, el resultado era claramente
comprensible: la orgonterapia aumenta la carga energética del
organismo y la reacción de este último a los rayos X es más fuerte.
Los rayos X, por otro lado, dañaban siempre el sistema sanguíneo y
producían, de manera independiente a la energía orgónica, una
sensación de malestar y un decaimiento físico general.
Esto es
atribuible al hecho de que la energía orgónica organísmica
reacciona con efectos oranúricos a la Roetgen-terapia. Esta
conclusión en hoy por hoy bastante segura, aunque esto pueda
fastidiar al Roetgen-terapeuta. Los orgonomistas, sin embargo, están
desde hace mucho tiempo habituados a perjudicar a mucha gente de
diversas maneras, esto es hoy en día inevitable para cualquier tipo
de descubrimiento fundamental.
Concluyendo este breve informe
aconsejaría no usar altas concentraciones de energía orgónica y no
habitar bajo atmósferas intensamente orgonizadas si se efectúa en
dichos lugares cualquier clase de Roetgen-terapia, de radioterapia
o de análogas terapias. Es indispensable que todos los médicos que
curan a sus pacientes con la energía orgónica se aseguren de que tal
energía no se ponga en contacto con radiaciones nucleares.
Las consecuencias importantes de estas correlaciones con fines a la
comprensión de las enfermedades ocasionadas por las explosiones
atómicas de Hiroshima, de la particular radioactividad de la vida
marina que se descubrió años después de la explosión de Bikini, de
los daños sufridos por las personas que trabajaban con energía
nuclear en proximidad de depósitos de láminas de acero, etc.
deberían ser analizados con atención y realizar estudios ulteriores
sobre todas las situaciones análogas a las del experimento Oranur.
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Del diario: 12 abril - 30 abril 1951
El doce de abril de 1951 nos llevamos una nueva sorpresa; ésta fue
debida a nuestro rechazo a aceptar integralmente y sin excitaciones
las consecuencias teóricas de los principios orgonómicos
fundamentales. Como había hecho a menudo antes, a pesan de
adentrarme en lo desconocido había permanecido anclado a las ideas
prevalecientes en las esferas científicas.
Por ejemplo durante mucho
tiempo después del descubrimiento, llevado a cabo en 1936, de la
energía vital en las vesículas energéticas continué presentando las
funciones emocionales bio-energéticas de la epidermis en términos de
"bio-electricidad" (1937). Este error debía sin embargo ser
corregido rápidamente si se querían conseguir ulteriores progresos.
Análogamente, me adherí a las nociones comúnmente aceptadas en
materia de radiación nuclear, cuando separé las fuentes radioactivas
de las concentraciones de energía orgónica.
Como recordará el
lector, repuse los dos miligramos de radium en una caja fuerte
situada en un edificio vacío a casi cuatrocientos metros de
distancia del laboratorio científico experimental cerrando cada
miligramo de radium en su estuche de plomo, espesor de 12 mm. La
caja fuerte que contenía los estuches tenía a su vez, paredes de
acero y cemento de un espesor de 10 cm.
Según la teoría nuclear de
la radiación, un espesor complejo de acero y cemento de unos 12 cm.
habría sido perfectamente suficiente para parar la actividad de dos
miligramos de radium y pocos microgramos de otras fuentes
radioactivas. Así estaban las cosas según los principios aceptados
de la radiación nuclear, y yo no me preocupé más del material
nuclear puesto en un punto tan lejano y bajo tan pesada protección.
Querría subrayar una vez más que una eventual amenaza no debe ser
atribuida a estos pequeños cuantitativos de material radioactivo,
paro sí a los efectos irritantes que éstos pueden tener sobre la
energía orgónica altamente concentrada. Ahora en el chalet de verano
no había ningún aparato para la acumulación orgónica, salvo la misma
caja fuerte de cemento. Había descuidado este último elemento
cometiendo un grave error que en condiciones ligeramente diversas,
habría podido ser muy peligroso. La propia caja fuerte contenedora
de la fuente radioactiva hacía a su vez de acumulador de energía
orgónica.
Fue el 12 de abril de 1951, después de que la nieve se
disolviera y bajáramos al chalet deshabitado llevando con nosotros
el contador Geiser cuando descubrimos que el experimento Oranur
había continuado de manera ininterrumpida de febrero en adelante. La
tabla siguiente da una idea de los efectos oranúricos que
aparecieron aquel mismo día y el día siguiente en los cuadrantes del
contador Geiger del tipo "Tracerlab SU-5 Beta Gamma Survey Meter".
(Poner aquí cuadro pagina 485.)
Estos resultados eran impresionantes. La puntuación de fondo en la
cabaña del guardián, a unos 200 m. de distancia, resultó de unos 10
CPM, es decir algo normal para Orgonon.
Era incomprensible el que la puntuación en la carretera, es decir a
una distancia variable entre los 30 y los 200 m., fuese más alta de
la del ingreso principal, a 9 m. de distancia de la fuente
radioactiva. Por otro lado los 20.000 CPM de las paredes de acero y
cemento de la caja fuerte parecían una puntuación desorbitada.
Un médico que me acompañaba y yo mismo advertimos súbitamente y de
forma intensa los efectos oranúricos: malestar, sensación de
opresión, etc. Al día siguiente el médico tenía un mal aspecto.
Teníamos miedo de abrir la caja fuerte, sensibilizados por lo
sucedido a la doctora quo introdujo la cabeza en el acumulador
orgónico oranurizado. Hundir pura y simplemente la caja fuerte en el
lago no parecía aconsejable, dado que la actividad oranúrica habría
con toda probabilidad contaminado el lago.
Enterrarla en el terreno
parecía también desaconsejable ya que la energía OR habría
continuado, por cuanto sabemos, a operar en el subsuelo. El mismo
chalet nos parecía inutilizable. No podíamos asumir toda la
responsabilidad de la situación. Era indispensable recurrir a la
ayuda de la autoridad federal y del Estado de Maine. A continuación
el guardián nos dijo que padeció dolores en el tórax cuando, cuatro
semanas antes, fue a abastecer de alimentos el frigorífico situado
en el chalet, a unos diez metros de distancia de la fuente
radioactiva protegida.
El 13 de abril pusimos cobayas de distintos grupos (cancerosos,
leucémicos, sanos y neonatos) en la habitación que hospedaba a la
caja fuerte. Los cobayas permanecieron cercanos a la misma caja
fuerte; y hasta el 14 de abril su salud resultó óptima. Al día
siguiente, 15 de abril (domingo) se efectuó otro cuidadoso control
en la zona.
Estos son los resultados de las investigaciones:
Poner aquí cuadro de la pagina 486.
20.000 CPM y 10-20 MR/H en las paredes exteriores de la caja fuerte,
hecha de acero y de cemento y de un espesor de 10 cm., parecía una
puntuación realmente enorme para dos miligramos de radium situados
a 50 cm de distancia dentro de la misma caja fuerte y protegidos a
su vez por un espesor de unos 12 mm. de plomo. Igual de alta nos
parecía la puntuación de 400 CPM, medidos en el exterior con el
contador extraído de su caja y a una distancia de 15-45 m. del
chalet.
Pero lo que realmente nos sorprendió fue el hecho de que los cobayas
permaneciesen sanos después de haber estado durante 56 h. en las
cercanías de la caja fuerte. ¿Tendrían alguna defensa contra la
radioactividad nuclear?
¿O quizá la energía orgónica había sido capaz de neutralizar
completamente la radioactividad nuclear ? ¿si no, como se explicaría
el óptimo estado de los cobayas?.
La idea de haber alcanzado el objetivo originario de nuestro
experimento Oranur nos atravesó la mente como un rayo.
Quizás... puede....
Si esta hipótesis hubiese superado más adelante los controles más
severos, el proceso oranúrico hubiese estado constituido por varias
fases.
-
PRIMERA FASE: En su inicios las radiaciones nucleares perjudicaban a la energía
orgónica de una manera extremadamente grave. La energía orgónica
atmosférica y organísmica reacciona al repentino, e inesperado
ataque de las radiaciones nucleares reduciéndose a un estado de
postración, de decline o, sicológicamente hablando, de desconsuelo.
-
SEGUNDA FASE: Si consigue superar el primer golpe de las reacciones nucleares, la
energía OR contraataca furiosamente. Por así decirlo enloquece, se
desencadena: en el intento de destruir las radiaciones nucleares que
la irritan se convierte ella misma en exterminadora. En esta lucha
la energía orgónica degenera en un enemigo mortal del organismo que
ella misma gobierna: es el morbo oranúrico, continuado por la muerte
o por cualquier enfermedad crónica destructiva, como por ejemplo la
leucemia. Desde este punto de vista, el sistema sanguíneo es la
parte más sensible del organismo.
-
TERCERA FASE: Si la energía orgónica tiene la posibilidad de continuar la lucha
contra las radiaciones nucleares, si consigue asegurarse refuerzos
de una nueva energía orgónica atmosférica suficiente como para
garantizarle el control de la situación, ésta, conseguirá finalmente
volver inocuas a las radiaciones nucleares. Ésta sustituye por tanto
la actividad secundaria nociva de las radiaciones nucleares
penetrando en el material radioactivo y sometiéndolo a su servicio.
En esta tercera fase no tenemos nada que hacer con las radiaciones
nucleares, por tanto, pero sí con referencia a la energía orgónica
penetrada en el material radioactivo precedentemente activo. Por
este motivo la propiedad de material radioactivo transformado
presentó todos los signos de la energía orgónica: penetración de
todas las protecciones independientemente de su constitución o de su
espesor, altas puntuaciones de fondo, pero, al mismo tiempo,
ausencia de cualquier aspecto dañino sobre los organismos.
Evidentemente era el fenómeno con el que estuvimos trabajando
durante los últimos años, cuando los pequeños cuantitativos de
material radioactivo habían inicialmente irritado a la energía
orgónica, pero fueron, al final, transformados en material inocuo
por tanto "activismo", en material, es decir, que perdió su
propiedad de "ionización" y su poder de perjudicar a los tejidos
vivientes.
Era por esto, es decir, por que nos encontrábamos en esta
tercera fase, que estábamos bien aún en las cercanías de una
actividad de l0 MR/H; y por lo que los cobayas habían permanecido
inmunes y que advirtieron sólo de manera leve los efectos
oranúricos.
El 23 de abril de 1951, es decir 12 días después de haber sido
puesto en las cercanías de la caja fuerte, todos los cobayas estaban
perfectamente bien.
Tal inmunidad al Oranur, sin embargo, exigía en todos los casos la
superación preventiva de la peligrosísima primera y segunda fase.
El
organismo es una unidad funcional extremadamente adaptable, si no es
abatido por las primeras dos fases, si se le ha dado alguna
posibilidad (con una adecuada cantidad de tiempo y de nueva energía orgónica) de adaptar las propias reacciones orgónicas a la actividad
de las radiaciones nucleares, éste finalmente contraataca
vigorosamente y deja de ser vulnerable a las radiaciones nucleares o
a las radiaciones secundarias.
Esta constatación representaba ahora una sólida base para avanzar
ulteriormente hacia el objetivo originario del proyecto Oranur,
esto es la inmunización contra los efectos de la bomba atómica. La
realización práctica y concreta de este objetivo nos parece aún
demasiado lejana; sin embargo el camino a recorrer está claramente
indicado y trazado. El principal trabajo exploratorio ha sido
realizado; y los principales puntos peligrosos (la primera y la
segunda fase oranúrica) han sido individualizados; los síntomas
principales de estas fases intermedias han sido determinados.
Además
de la primera y la segunda fase, está también claramente trazada la
tercera fase, es decir la de la derrota de las radiaciones nucleares
y de la victoria de la energía orgónica.
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El problema
había sido sustancialmente resuelto
Su acabado concernía a la población y a sus representantes, a Los
entes sanitarios, a la Comisión Americana para la Energía Atómica,
al gobierno estadounidense, a las Naciones Unidas, a la medicina y
a la física.
Examinamos ahora cuidadosamente cuanto acaeció parangonando algunos
resultados, que, tomados separadamente, parecían absurdos, pero
yuxtapuestos como las piezas de un rompecabezas revelaban la
dinámica secreta de todo el proceso.
El altísimo nivel de radioactividad en las cercanías de la caja
fuerte cerrada (diez MR/H y 20-30 mil CPM) provenía aparentemente de
una fuente radioactiva formada por dos agujas de radium de un
miligramo cada una, protegidas con plomo, y con pocos microgramos
de otro material nuclear, todo encerrado entre paredes de acero y
cemento de un espesor de 10 cm.
Partiendo de esta observación,
hubiésemos debido esperar que el material radioactivo, medido al
desnudo, es decir sin protección, y a 1 cm. de distancia y con un
contador aproximadamente más sensible, presentase niveles de
radioactividad más altos.
Abrí yo mismo la caja fuerte, llevando una máscara húmeda sobre la
boca y la nariz, y usando pinzas maniobrables a distancia para sacar
de la caja fuerte el material radioactivo. Antes de extraer el
radium medí la radioactividad del espacio interior de la caja
fuerte (40 x 40 x 50 cm.). Lan puntuaciones eran tan altas que la
aguja del contador Geiger superó el final de la escala.
A una
distancia de 40-50 cm. de la fuente radioactiva protegida en el
interior de la caja fuerte había bastante más de 20 MR/H y de
100/1000 CPM. Extraje el material radioactivo, lo transporté a
muchos metros de distancia y volví a medir el interior de la caja
fuerte. La radioactividad bajó casi inmediatamente a un nivel del 50
% apenas superior a la normal puntuación de 30-50 CPM.
Cualquier
físico escéptico que hubiese presenciado esa operación habría dicho
sin duda triunfalmente:
"Te lo dije: tu Oranur es solo una ilusión.
Las radiaciones nucleares no pueden ser transformadas de la nada.
Olvídalo... El motivo de la alta radioactividad en el exterior de la
caja fuerte es el material radioactivo contenido en la misma caja
fuerte".
Y al buen sentido común esto le hubiese parecido una actitud justa.
Los altos niveles de radioactividad en el interior de la caja fuerte
habían efectivamente desaparecido después de la destitución de la
fuente radioactiva. Y quizás mi opositor no hubiese podido explicar
cómo más allá de una protección de doce milímetros de plomo y de 10
cm. de acero y cemento, los contadores Geiger fuesen aún tan altos
(solo la mitad, en MR/H, de los registrados en el interior de la
caja fuerte) a 10 cm. de distancia de la custodia de dos agujas de
radium de un solo miligramo.
Todo esto que expongo nos debería enseñar que el buen sentido, por
sí mismo, no basta; que no se puede juzgar una función tan
fundamental como la orgónica, desde el punto de vista de la teoría
atómica; y que es necesario decidirse a comenzar a pensar en
términos "cósmicos" si se quieren entender los procesos oranúricos.
Transportamos rápidamente en automóvil, al observatorio en la colina
el material radioactivo. Éste fue extraído inmediatamente de la
protección y medido con el grande "Autoscaler Tracerlab 4096 ",
operante en una tensión de 1200 voltios y con un tubo de relevación
dotado de una ventana en mica de un espesor de 2,3 mg. por
centímetro cuadrado, en lugar del normal contador Geiger SU5 Survey
Meter con tubo y ventana en mica de un espesor de 30 mg. por cm2 .
He aquí sinópticamente los resultados:
Poner aquí cuadro pag. 491-492.
Así para alegría de todos los presentes y para descrédito de todas
las consagradas teorías sobre la radiación nuclear, la misma fuente
radioactiva que debía presumiblemente, a través de la protección de
plomo y a 40 cm. de distancia, hacer oscilar al contador Geiger a
100.000 CPM, no conseguía producir más de 30.000 CPM medida
desnuda, a 1/40 de la distancia susodicha y con un contador al menos
10 veces más sensible.
Conseguimos nuestro resultado. Éste estaba ahí, delante de nuestros
ojos.
Faltaba sin embargo entender que es lo que hacía, si no era la
fuente radioactiva, que la puntuación del contador Geiser oscilara
tan alta en el interior y al exterior de la caja fuerte. No podía
tratarse más que de la energía orgónica atmosférica que rodeaba a la
fuente protegida, la caja fuerte, así como el edificio que contenía
a ésta, hasta una distancia de l80m, a lo largo del chalet.
Puse todo el material radioactivo en el interior del gran acumulador
instalado en el exterior después de haberlo repuesto en el
acumulador a 20 múltiplos. Éste fue dejado hasta el día siguiente,
cuando fue retirado porque se había producido una nueva y violenta
reacción.
Muchos días después los dos miligramos de radium de la protección
fueron transportados al observatorio donde se midieron con el
"Autoscaler" tanto desnudos como dentro de su protección. Los
resultados están reflejados en la tabla a final de la página.
Antes de proceder ulteriormente, ponemos nuevamente en relación los
hechos con sus conexiones y no de manera singular:
-
Primero. El material radioactivo desnudo dio una puntuación mucho
más baja (alrededor de 1/10 de la que dio el mismo material
protegido con plomo.
-
Segundo. La puntuación décuplo presentada por
la atmósfera que
rodeaba al material radioactivo protegido es una función de la lucha
de la energía orgónica contra las radiaciones nucleares.
-
Tercero. Nada más surge la interrupción de la interacción entre la
energía orgónica y la radiación nuclear, la alta actividad orgónica
desciende al nivel normal atmosférico.
-
Cuarto. La energía orgónica por sí misma no reacciona violentamente,
a menos que no sea irritada por la radiación nuclear, Poner aquí gráfica página 493.
La reacción Oranur se volvió a presentar de una manera intensa
cuando el material radioactivo fue nuevamente introducido en el
acumulador grande, sin “la caja fuerte". Las puntuaciones subieron
hasta 2.000 CPM "en el exterior" del acumulador. El aire empezó a
volverse pesado y sentimos nuevamente los típicos síntomas oranúricos (malestar, náuseas, sensación de opresión) que antes
habíamos "experimentado ligeramente" viceversa, estando en las
cercanías de la caja fuerte. Esto nos dio un indicio para
ulteriores deducciones.
Helas aquí.
“Evidentemente, cuando el material radioactivo se encontraba dentro
de la pesada caja fuerte de cemento y acero, la energía orgónica
(que penetra por todas partes) conseguía entrar ágilmente EN LA caja
fuerte, mientras la radioactividad no conseguía salir DE LA caja
fuerte".
La suerte de la batalla de la energía orgónica contra la
energía nuclear se volvía así a favor de la primera y contra la
segunda. Por otro lado, cuando el material radioactivo no estaba lo
suficientemente protegido, esto daba por otro lado la posibilidad de
irritar y de llevar a la energía orgónica a reacciones del tipo
DOR.
Este era el motivo por el cual no habíamos experimentado ningún
malestar en las cercanías de la caja fuerte, mientras que sí lo
sentíamos de manera inmediata y grave en las cercanías del
acumulador, aparecía ahora claro cómo, para reducir los efectos DOR,
era necesario poner el material radioactivo, pesadamente protegido y
por tanto aislado en el acumulador orgónico. La energía orgónica
consiguió atacar a las radiaciones nucleares mientras que éstas no
pudieron atacar a la energía orgónica.
Decidimos inmediatamente
construir un recipiente para la caja fuerte, volver a poner e1
material radioactivo en la caja fuerte y poner la caja fuerte
contenedora del material radioactivo en las cercanías del acumulador orgónico. Si no nos equivocábamos, esto hubiese garantizado la
reproducción del efecto Oranur "sin" el efecto DOR.
La elaboración ulterior de este problema debe esperar hasta que se
efectúe la "segunda" serie de experimentos oranur.
Merece la pena que recordemos un experimento de control que dio
resultados singulares.
Ordenamos a Nueva York un tercer miligramo de radium, haciendo medir
la radioactividad antes de su traslado a Orgonon. Los resultados de
la medida realizada en un laboratorio atómico de Nueva York, fue para
este miligramo de radium, la siguiente:
Medimos la misma fuente radioactiva dentro de una pasada protección
de plomo "inmediatamente" después de su llegada a Orgonon. El
resultado fue de alrededor de 300.000 CPM con el "autoscaler" y de
alrededor de l00.000 CPM con el "Survey Meter SU5". ¿El efecto
oranur opera por tanto instantáneamente, quintuplicando o hasta
ventuplicando las puntuaciones de base?. Ulteriores observaciones
contestarán a esta pregunta.
La conclusión sin embargo, parece segura: es la energía orgónica de
la atmósfera circundante al material radioactivo la que reacciona
en el contador Geiger. Así como es la energía orgónica organísmica
del interior de los cuerpos vivientes la que continua reaccionando
durante meses y hasta años contra el material radioactivo.
De aquí
la radioactividad bio-energética, de aquí las radiopatías.
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Prospectivas
Todos sentimos haber atravesado una experiencia terrible y
mortalmente peligrosa que en su totalidad no conseguimos
comprenderla del todo, nos llevó a grandes profundidades, a una
esfera hasta ahora inexplorada de la funcionalidad cósmica. No
obstante las muchas y evidentes pruebas físicas, observadas y
medidas con instrumentos de precisión, a pesar de nuestra profunda
antipatía hacia cualquier clase de pensamiento metafísico, no
pudimos evitar impresionarnos por las implicaciones "psicológicas"
de estas experiencias.
Es aún demasiado precoz adentrarnos aquí en
estas particularidades; sin embargo queremos explicar al menos en
una cierta medida el hecho de que el primer experimento Oranur no
sólo había confirmado la antítesis fundamental entre la energía
orgónica y la energía nuclear, corno había previsto ya años antes,
sino que había sacado a colación muchos asuntos aparentemente
insignificantes acerca de las funciones de la energía orgónica
cósmica (como por ejemplo, su comportamiento "inteligente", que la
distinguía de cualquier función puramente mecánica, como la
electricidad o el magnetismo).
Nos damos perfectamente cuenta del
peligro de que se insinúe, en este punto, cualquier arbitraria
interpretación de tipo mistificante. Sin embargo, si millones de
personas han creído y vivido durante milenios en el ámbito de
creencias metafísicas, creyendo firmemente en un "Prana" o en
cualquier cosa similar, en todo esto debe de haber algo de cierto.
Y
esta verdad parecía querer revelarse ante nosotros de una manera
urgente.
"Si el misticismo y la metafísica están basados en una
percepción
irracional de la energía cósmica que está en el interior y en el
exterior del organismo, es lógico esperar que esta energía en sus
manifestaciones verdaderamente físicas presente funciones que se
asemejen a, o estén en la base de, todas las funciones conectadas a
la vida y a las emociones".
Este hecho no era nuevo para mí. Durante muchos años de observación
en la esfera de las funciones orgónicas puramente físicas sobre las
manifestaciones operativas de las funciones psíquicas, y,
encuadrándolas lógicamente en la estructura de nuestro trabajo
sobre la Energía Vital, estas analogías continuamente nos habían
sorprendido.
Se coja, por ejemplo, la contracción de la energía orgónica en el agua biónica en vías de congelamiento. Un animal en
vías de congelamiento se comporta exactamente de la misma manera.
O
se coja por ejemplo el tipo de comportamiento fluido, "funcional",
no mecánico de todas - se consideran, todas - las funciones orgónicas:
-
de la descarga espontánea de los electroscopios orgónicamente
cargados
-
al comportamiento fluctuante, hasta ordenado, de las
diferencias orgonóticas de temperatura en relación a los cambios
fluidos y no mecánicos, poro ordenados, del tiempo
-
a la fusión de
los biones primordiales, que demuestra tan claramente la base y la
naturaleza física de la fusión organísmica durante la cópula
-
a los
movimientos casi vivos, "significativos" y "divertidos" de las
pequeñas vesículas energéticas observables con un microscopio de
gran aumento, y a muchos otros fenómenos análogos que tienen en
común una única cosa
-
es decir el ser cualitativamente similares a
las más elevadas funciones de los organismos vivientes y de la
mente
Es evidente el motivo por el que el observador de estas
fundamentales funciones de la naturaleza que no esté adecuadamente
preparado para la comprensión de las emociones bio-energéticas, no
pueda entender lo que está observando.
Viceversa, el observador bio-energéticamente preparado, que por su misma y cotidiana
actividad profesional está habituado a ver y a juzgar los
movimientos emocionales y la expresión bio-energética, comprendiendo
el significado sin que el paciente abra la boca, conseguirá
fácilmente y frecuentemente antes de aferrar las funciones físicas,
a entender el "significado" de estos microscópicos fenómenos
orgonóticos.
Para el técnico de la física mecanicista la observación
de las funciones físicas de la naturaleza se ha escindido de las
manifestaciones emocionales dando lugar a dos categorías: por un
lado, "la física ", por el otro "el misticismo" o la "religiosidad".
Por el contrario, en el orgonomista bien preparado estas dos maneras
de experimentación de la naturaleza, por otro lado de tanto
contraste entre ellas, están unidas en un único cuadro.
Para él, lo
que es "físico" no excluye ni contradice al "significado", como el
cuantitativo no excluye ni contradice al cualitativo. Nos damos
cuenta que estos problemas son de una profunda importancia
naturalista. "Los confines netos entre la física y la susodicha
metafísica han sucumbido." La intuición metafísica tiene una base
física: "Dios" y "éter" son una "única" cosa.
Cuando un orgonomista
teóricamente bien preparado (esto es preparado no sólo en el campo
"físico", sino en el bioenergético también, lo que es verdaderamente
extraño) dispone de muchas tentativas de conciliación entre la
concepción física de universo, que gobierna el pensamiento de la
civilización occidental, y la concepción mística, "estética" del
universo, que gobierna el pensamiento oriental; cuando sigue los
esfuerzos por conciliar la objetividad de la ciencia occidental con
la subjetividad de las filosofías religiosas orientales, él tiene
que tener necesariamente presente el comportamiento de los biones,
de una carga electroscópica, de una preparación biónica acuosa
congelada con su contraído núcleo amarillo del que derivan los
filamentos plasmáticos vivientes, no puede dejar de sentir espanto
al pensar en la unidad de la "acción física" y del "significado
emocional de los efectos oranúricos".
Nuevaton y Goethe, con sus respectivas concepciones físicas del mundo,
no aparecen tan contrarios como fueron considerados en un tiempo.
Sus puntos de vista pueden ser conciliados y lo serán, El científico
y el artista ya no non, como parecían superficialmente ser,
portadores de dos universos extraños e incompatibles. Intelecto e
intuición ya no son antítesis inconciliables de la actividad
científica. Por otro lado, no lo han sido jamás en la búsqueda
natural más profunda.
El lector comprenderá por tanto dónde nos lleva este discurso:
"todas las fronteras entre la ciencia y la religión, ciencia y arte,
objetivo y subjetivo, cantidad y calidad, física y psicología,
astronomía y religión, Dios y éter, están derrumbándose
irrevocablemente, para ser sustituidas por una concepción
fundamentalmente unitaria, por un esencial Principio Funcional Común
(CFP) de todas las naturalezas, que se extiende a todas las formas
de experiencia humana".
Esto no significa, naturalmente, que las distinciones entre estas
formas dejen de existir completamente. Al contrario, a la luz de la
identidad funcional entre "hombre" y "animal", avidez "orgástica" y
avidez "cósmica", Dios y éter, las diferencias específicas emergen
aún más netamente y para ventaja de la racionalidad más fecunda.
Hemos extendido nuestro conocimiento utilizando esta forma
radicalmente nueva de pensamiento: la orgonomía no es solamente una
rama de las ciencias naturales, no es solamente una simple técnica
artística, ni pura psicología, ni pura biología. Ésta está en
perfecta armonía con el objeto de su investigación, una ciencia que
se ocupa de las leyes fundamentales de la naturaleza.
Del océano cósmico de la energía orgónica emergen por variación
todas las restantes funciones. Esto hace compatibles entra ellas a
la "identidad" y la "variabilidad". Con la destrucción de toda
distinción neta y mecánica emerge necesariamente una nueva
concepción de nuestra existencia cósmica. Esto es ya cierto desde
hoy, aunque podemos hasta ahora ignorar la manera precisa de
afrontar la totalidad del problema.
Y volviendo al tema particular de nuestro informe: también las
radiaciones nucleares, en cuanto funciones naturales secundarias,
emergieron un tiempo por diferenciación de las funciones de la
energía orgónica. Nosotros hemos experimentado no sólo la antítesis
entre la energía orgónica y la energía nuclear, sino que hemos
experimentado también de una manera mortalmente peligrosa, que la
misma energía orgónica puede enloquecer de "rabia" (por usar el
término con el que nos hemos habituado a definir el fenómeno).
Durante el periodo del experimento Oranur, teníamos todos la
impresión,
"de haber provocado de una manera o de otra a la energía orgónica, por otro lado benigna, transformándola en una bestia
feroz".
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Una sincera discusión
Esta conclusión es muy seria y contiene problemas que interesan a la
salud y a la seguridad de la población en general. Es por tanto
imperativo hablar francamente y evitar cualquier circunloquio.
Antes de afrontar el problema en cuestión, querría prevenir algunas
dudas que pudieran obstaculizar una franca discusión de nuestro
trabajo. Mis drásticos enunciados teóricos y prácticos sobre
aspectos bio-psiquiátricos de la higiene social no deberían ser
obstáculo, ya que están en menor o mayor medida incorporados en las
enseñanzas actuales de las ciencias de cada país. Mis anteriores
adhesiones al movimiento revolucionario europeo durante 20 años no
debe ser ningún obstáculo ya que desde hace 18 años no formo parte
de ninguna organización política.
Nunca he sido activo en el
sentido activo de la palabra, pero he seguido informándome sobre
cada aspecto de la peste dictatorial, sea esta negra o roja. He
combatido a las dictaduras de cualquier tipo desde los comienzos de
mi carrera y en particular he luchado con toda la fuerza y la
inteligencia de que soy capaz contra cualquier dictador, sin
importar el partido al que perteneciera, desde 1931, es decir
muchos años antes de que me diese realmente cuenta de lo que estaba
sucediendo y muchos años antes de que el gobierno de los Estados
Unidos reconociese al gobierno soviético.
No tengo la mínima
intención de imponer ninguna de mis convicciones científicas a
ningún país ni a ninguna región; hoy por hoy me considero la única
persona que "sabe verdaderamente" a quién le incumben los peligros
denunciados por el descubrimiento orgonómico. Mi convicción, basada
en una amplia experiencia, es que si subsiste alguna esperanza de
salir del actual caos social y de reencontrar la gozosa serenidad
de la pacífica convivencia social (y a mi parecer no sólo subsiste
esta posibilidad si no que además es considerable), esta esperanza
está objetivamente y profundamente radicada en las fuerzas vivas y
previsoras que están trabajando en el mundo.
Sólo poquísimas
personas particularmente conscientes se dan cuenta hoy del hecho de
que un mundo viejo, cansado y prisionero se está derrumbando y que
un mundo nuevo, joven y lleno de esperanza está naciendo lenta y
dolorosamente: el núcleo de este nuevo mundo es la moderna
"revolución bio-sexual" en curso ya desde hace treinta años.
Esperando haber eliminado un obstáculo prejuicioso para un libre
cambio de opiniones, paso al punto principal de esta conclusión: el
experimento Oranur, independientemente de, o además en contraste
con, nuestras intenciones ha alcanzado proporciones que no sólo
amenazan con salirse de nuestro control, sino que, en particular,
ponen en peligro la seguridad de los Estados Unidos si el gobierno
americano tarda en tomarse en serio estos fenómenos y en utilizarlos
para el bien del País.
Resumiendo, el experimento Oranur ha tenido
hasta ahora graves consecuencias, cuyo alcance y carácter
revolucionario no es imputable a la culpa ni a la intención de
nadie. La demostración completa y la estructura teórica de los
resultados son demasiado complejas para ser expuestas en esta fase.
Por razones de seguridad, de hecho, no publico desde hace muchos
años, es decir desde 1947, ninguna información sobre el fondo
práctico y teórico del proceso Oranur: intuí la posibilidad de que
sucediese antes o después lo que ha sucedido realmente.
"Nota inserta en el boceto, el doce de septiembre de 1951":
El siguiente sumario reflexiona, sobre los aspectos pesimistas de la
grave situación existente hacia abril de 1951, en decir cuando el
experimento Oranur estaba aún ejerciendo su influencia terrible
sobre los investigadores de Orgonon. Estos sucesos impresionantes
fueron en parte debidos al hecho de que habíamos afrontado el
experimento de manera no preparada en relación a su alcance y a sus
riesgos: una desventaja que de ahora en adelante, será eliminada.
Querría mitigar bastante la impresión pesimista que sobre todo en
los puntos 1, 6, 7 y 8 del texto siguiente, podrían suscitar en el
lector. Es necesario además eliminar el temor de que un científico
haya creado una nueva arma de exterminio y que la potencia mortífera
de Oranur supere bastante a sus funciones positivas y benéficas
para la vida humana.
Durante los 5 meses sucesivos a la conclusión
de esta primera redacción (informe) gran parte de las perspectivas
amenazadoras han sido confinadas a un segundo plano por nuevas
observaciones que no dejan duda alguna sobre los resultados
positivos médicos y biológicos de Oranur.
Tales resultados aparecen
hoy imponentes y su examen cuidadoso exigirá un nuevo y largo
periodo de tiempo. Creo poder afirmar que, donde se den condiciones
seguras y adecuadas en el tratamiento de Oranur, todos los peligros
más abajo mencionados podrán ser eliminados y que hasta ahora se
pueden considerar asegurados los efectos positivos de Oranur sobre
el hombre, sobre los animales y sobre la vegetación.
El motivo por
el que no modifico este texto original, redactado en abril de 1951,
está en el hecho de querer presentar un cuadro completamente fiel de
nuestras reacciones emocionales y biológicas en la primera fase del
experimento Oranur: se trata de hecho de reacciones destinadas
indudablemente a producirse en todo aquél que piense llevar a cabo
por primera vez experimentos con Oranur.
Un segundo informe
suplementario sobre los efectos prevalentemente positivos de Oranur
está ya en preparación.
-
Introduciendo apenas un miligramo de material radioactivo en una
atmósfera con alta concentración orgónica (es decir, por ejemplo,
en un acumulador de energía orgónica a 20 múltiplos, o en un cuarto
"cargado" por años de trabajo con energía orgónica), se produce en
la energía orgónica atmosférica una transformación que sin duda
tiene la cualidad de una “lenta pero duradera reacción en cadena".
Esta reacción de la energía orgónica a la reacción nuclear es
peligrosa para la vida, también humana si trasciende de determinados
límites de intensidad y de duración.
-
No existe ningún modo de protección del efecto de la energía orgónica "enloquecida" después de la acción irritativa de la
radiación nuclear, ya que la energía orgónica penetra en cualquier
materia, comprendido el plomo, los ladrillos, o los muros de piedra
de cualquier espesor. Los sistemas de protección actualmente
empleados en el estudio y en la aplicación de la energía atómica son
ineficaces ante los efectos oranúricos.
-
Una vez que se han producido, los efectos oranúricos se propagan
a través de la atmósfera, como si infectaran una zona después de la
otra en una especie de reacción en cadena. Aquí en Orgonon se
detectó esta contaminación hasta una distancia de 3 Km. del lugar
de la reacción originaria. Hasta ahora nos hemos limitado a poner un
miligramo de material radioactivo en un acumulador orgónico a 20
múltiplos. Los posibles efectos de 1 miligramo de material
radioactivo en un acumulador orgónico a 500 múltiplos son
imprevisibles y temo que serían desastrosos.
-
Es muy probable suponer que ciertos materiales comunes, como la
roca, el metal, y sobre todo ciertos tipos de construcción, que
tienen la capacidad de acumular energía orgónica, continúen siendo
activos después de que haya sido desmantelado el material
radioactivo que había producido la acción irritativa. Esta actividad
oranúrica "asemeja" a la radioactividad "inducida".
Es sin embargo
difícil decir actualmente si la roca y los otros materiales se
desintegran realmente o no. Estos, de todas maneras, son
indudablemente activos y continúan siéndolo. Este efecto se ha
producido inesperadamente, e independientemente de nuestras
intenciones cuando empezamos a examinar la influencia de la energía orgónica (concentrada de 5 a 10 veces) sobre un miligramo de
radium. Por cuanto parece el efecto en cuestión no es sino un brusco
aumento de 1a normal y natural radioactividad.
-
Las estructuras capaces de acumular energía orgónica atmosférica
(lana de acero, armarios de metal, o simples cajas forradas de
metal) se trasforman en activas aunque no hayan sido influenciadas
directamente por las radiaciones nucleares; es suficiente de hecho
que éstas estén en contacto con un acumulador de energía orgónica
directamente influenciado.
-
Un loco que odie a la humanidad, o un enemigo político, si tuviese
conocimiento de estos efectos (mientras que los Estados Unidos
permaneciesen al margen o no se interesasen en su estudio) podría
fácilmente diseminar sobre el territorio americano dispositivos oranurizados, con el simple aspecto de una caja forrada de metal;
éstas podrían contaminar una región entera e incluso un continente
entero.
-
En base a lo que hemos aprendido durante un periodo de
observación y experimentación de apenas 4 meses, la gente enfermaría
a continuación de la contaminación oranúrica de la atmósfera. Cada
persona atacada reaccionaría conforme a su especial enfermedad o
predisposición morbosa. Esto es debido al efecto bio-energéticamente
"selectivo" de la energía orgónica, que ataca específicamente la
parte enferma de los organismos primero agudizando los síntomas
morbosos y después: "curándolos si ha sido aplicada concienzuda y oportunamente".
-
Sin embargo esta contaminación, incontrolada, y sobre todo
conducida con intenciones malévolas, indudablemente asesinaría o
por lo menos inmovilizaría a muchas personas . Si tan sólo un
microgramo de material radioactivo fuese dejado de manera continua
en un acumulador de energía orgónica a 50, o quizás a sólo 20
múltiplos, el resultado podría ser catastrófico.
-
Para dar una idea de la intensidad y de los efectos oranúricos en
su extensión, bastará decir que los edificios de los que se retiró
cualquier material radioactivo y cualquier dispositivo de
acumulación orgónica, empujan hoy por hoy las puntuaciones de fondo
hasta niveles de 80 o 100 CPM aunque se ventilen los edificios
mismos durante medio día. El aire fresco, por otro lado, elimina
los efectos oranúricos y reduce la radioactividad a un nivel normal
de 25-40 CPM.
-
Pueden subsistir pocas dudas sobre el hecho de que la energía orgónica atmosférica tiene una participación importante, si no
decisiva, en la dinámica de la reacción de las pilas atómicas, por
lo que se ha revelado hasta ahora en la literatura técnica
presentada al público. Un estudio experimental cuidadoso de estas
dinámicas, nos parece en la situación socio-política actual de una
importancia relevante.
-
Durante el experimento Oranur no trabajé sobre la fusión
atómica ni la produje. No es de hecho cierto que la fusión se
produzca efectivamente en el material contaminado, pero podría
darse. Prefiero por tanto, en interés a las grandes posibilidades
terapéuticas de la investigación orgónica, en interés de la
población entera y por fines hacia mi propia seguridad personal,
referir todas mis observaciones, augurando vivamente que cualquier
traba burocrática se evite y que los fenómenos en cuestión sean
estudiados en una escala adecuada a su importancia, a sus peligros y
a sus promesas.
Es indispensable poner las cartas sobre la mesa con
la máxima claridad: si durante el proceso Oranur se produjo la
fusión de los elementos materiales comunes, debe quedar claro que
este descubrimiento ha sido el resultado accidental de un
experimento iniciado con intenciones totalmente diversas.
-
La situación se agravó posteriormente por el hecho de que las
funciones oranúricas están destinadas a cambiar muchas convicciones
de cara a la física nuclear contemporánea. Si la mayor parte de
estos problemas están aún envueltos en la oscuridad, algunos
principios generales están ya visibles.
Mencionaré aquí sólo
poquísimas de estas consecuencias teóricas del experimento Oranur:
-
La teoría de la "partícula atómica" como estructura fundamental
del universo ya no es incuestionable. Existe un océano primordial de
energía orgónica (llamado durante un tiempo "éter") que no tiene
masa. La masa inerte y pesada surge de la energía privada de masa, a
través de algunos procesos funcionales bastante conocidos por la
ciencia orgonómica.
-
La teoría funcional de la orgonomía aparece en escena allí donde
la teoría atómica se hunde en las susodichas funciones pre-atómicas
de la naturaleza, en la esfera de las susodichas "ondas materiales"
(expresión equivocada), en la esfera de las "partículas onduladas"
(otra expresión desencaminada), en la esfera de los electrones
formados solo por ondas, en el reconocimiento de la imposibilidad
de determinar al mismo tiempo la posición y la aceleración de un
electrón, y en el recurrir a la "ley de la probabilidad puramente
estática".
Estos problemas primordiales, y pre-atómicos son
inaccesibles a los métodos del pensamiento mecanicista o
materialista. Estos lógicamente se hacen inteligibles sólo si son
impuestos "funcionalmente”, es decir orgonómicamente. Los datos, las
observaciones y las deducciones orgónicas se acumulan desde hace
muchos años de una manera bastante clara para justificar el hecho de
que la entera teoría electrónica será reemplazada, por lo que
respecta a las funciones cósmicas primordiales, por una teoría
funcional de las funciones fundamentales del universo.
Son éstos
naturalmente, problemas muy serios que exigen afrontarlos con
espíritu abierto, valiente y sin prejuicios si se quiere eliminar
del camino las muchas teorías aplicadas erróneamente, de la inercia
mental, de los prejuicios, etc. No hay que olvidar que están en
juego muchas reputaciones personales y muchos sentimientos y
resentimientos individuales.
-
Durante muchos años la energía orgónica emite hasta 25.000
impulsos al segundo en el vacío de los tubos Geiger de los que se ha
sacado toda suerte de gases hasta una presión de 0,5 micrón.
Resulta así por tanto amenazada la teoría de la ionización, que se
basa en el "efecto ionizante" ejercitado sobre las partículas
"gaseosas" en el tubo del contador Geiger por las "partículas
radioactivas" comprimidas. No se necesita ningún medio gaseoso para
obtener los efectos orgonóticos Geiger.
La energía orgónica ilumina
y actúa de manara netamente cuantística aún en el vacío. Su
comportamiento depende sólo de los cambios atmosféricos del tiempo y
de las influencias cósmicas como por ejemplo las manchas solares.
Cuando la mayor es la frecuencia de la acción orgonótica
cuantística, tanto más es sustituida por la acción lineal o de
continuidad.
-
Prospectivas médicas: Desde un punto de vista médico al efecto oranur
puede ser tan benéfico como peligroso. Éste reviste y lleva a
la superficie los típicos caracteres morbosos del individuo.
Durante este proceso, si la reacción oranúrica es manejada por un
incompetente, el enfermo puede hasta fallecer de manera inmediata.
Sin embargo es bastante prometedor el que haya sido descubierto un
agente terapéuticamente activo capaz de descubrir el síndrome
específico y su localización organísmica. No se debería suministrar
Oranur por inyecciones o por otros métodos mecánicos, pero sí
exponiendo gradual y cautelosamente el organismo enfermo a la justa
dosis de Oranur.
-
Después de que las radiaciones nucleares han excitado a la
energía orgónica transformándola en Oranur, los procesos oranúricos
continúan en cadena, influenciando otros revestimientos orgónicos:
como se dijo, una acción estimulante inicial sería suficiente para
formar una cadena de actividad oranúrica.
Será por tanto necesario
distinguir a los acumuladores orgónicos oranurizados de aquellos que
no han sido excitados por las radiaciones nucleares: estos últimos
deberían ser utilizados como en un pasado en irradiaciones orgónicas
preventivas y normales, en el tratamiento de las heridas y de las
quemaduras. Los instrumentos oranurizados por otro lado, no pueden
ser tenidos en ningún edificio habitado y deben ser manejados con el
máximo cuidado, ya que, a diferencia de los simples acumuladores
orgónicos, éstos son potencialmente peligrosos.
Para prescindir del
tratamiento individual con Oranur, se propone ahora la posibilidad
de influenciar oranúricamente regiones enteras instalando potentes
artilugios oranúricos para combatir de esta manera las epidemias y
realizar una terapia preventiva de masas contra la radiación
atómica. Esta última posibilidad, obviamente exigiría una
detalladísima elaboración técnica y las más rígidas cautelas
legales: Obligaciones que trascienden muy por encima de nuestros
deberes morales y de nuestra posibilidad financiera.
Hasta aquí la importancia inmediata del proceso Oranur; y sus
efectos a largo plazo sobre las reacciones emocionales humanas son
de una importancia infinitamente mayor.
En este campo, y cómo se
presentan las cosas podemos tener grandes esperanzas. Un gobierno o
un grupo de gobiernos que quieran abolir la amenaza de la guerra
atómica y asegurar la paz mundial para mejorar la salud y la
felicidad de los pueblos de todo el mundo podría aportar inmensos
beneficios: la energía cósmica podría finalmente ser puesta al
servicio de fines beneficiosos, dado que la "lentitud" de las
reacciones en cadena y "la eficacia médica" de la influencia de las
fuerzas "cósmicas primordiales” han sido supuestamente aceptadas
Esfuerzos políticos de éste género exigirían al respeto y la
profunda fe de los pueblos de cada país.
Evidentemente ningún hombre
ni ninguna organización podrían realizar este objetivo por sí mismo.
El éxito puede sonreír solamente a una alianza de todas las
instituciones sociales: desde las guarderías al instituto de
instrucción superior, de las organizaciones profesionales hasta los
comandos militares de todo el mundo.
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REFERENCIAS A PIE DE PAGINA
Página 10: (1) Al comienzo de la primavera de 1951 hicimos medir en
Nueva York un
tercer miligramo de radium antes de transportarlo a Orgonon. La
puntuación del radium desnudo en Nueva York resultó de 16.000 CPM y de
7.000 CPM en el interior de una protección de 13 milímetros.
Obviamente esto no lo sabíamos en Enero de 1951. Página 12: (1) Iniciales de la palabra inglesa Deadly Orgone: orgón letal (N.
d. T.) Página 36: (1) Hoy (agosto 1951) el laboratorio permanece aún radiante, pero
puede ser de nuevo utilizado. La salud de los que trabajan en estos
locales es regulada y controlada por exámenes orgónicos semanales.
Próximamente se publicará un estudio particular sobre las reacciones
oranúricas de carácter biofísico posteriores a abril de 1951.
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