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Mediante el Principio de sincronicidad, C. G. Jung intenta dar cuenta de una forma de conexión entre fenómenos o situaciones de la realidad que se enlazan de manera acausal, es decir, que no presentan una ligazón causal, lineal, que responda a la tradicional lógica causa-efecto.

 


Fundamentación

 

Será a través de dos de sus escritos de 1952 como expondrá el concepto de sincronicidad:

  • Sincronicidad como principio de conexiones acausales, publicado junto a una monografía de Wolfgang Pauli, «La influencia de las ideas arquetípicas en las teorías científicas de Kepler», en Interpretación de la naturaleza y la psique.

  • Sobre sincronicidad, conferencia pronunciada en los encuentros Eranos.

En ellos establecerá que la manera en que los fenómenos se vincularían sería a través de su significado. Un típico ejemplo de sincronicidad se da cuando una persona constata que una imagen mental suya, netamente subjetiva, es reflejada, sin explicación causal, por un evento material exterior a él. En términos de Jung, sería la concordancia, en el nivel del significado, de una imagen mental con un fenómeno material que se dan simultáneamente. Por lo tanto, Jung considera que las sincronicidades son "concordancias significativas acausales".

 

Para él, la sincronicidad es,

"la coincidencia de dos o más acontecimientos, no relacionados entre sí causalmente, cuyo contenido significativo es idéntico o semejante...".

Una de las citas favoritas de Jung sobre sincronicidad remite a la obra de Lewis Carroll A través del espejo, en la cual la Reina Blanca dice a Alicia: Es mala memoria, la que funciona sólo hacia atrás.[1]

El surrealismo dio también una gran importancia a este tipo de fenómenos, denominados por André Breton «azar objetivo».
 



Casuística

-  Jung cita inicialmente en su obra dos casos prototípicos, indicando en ellos no una explicación dirigida a hacer cambiar de opinión a quien ve solamente casualidades, sino a modo de exposición de la manera en que suelen presentarse en la vida práctica las coincidencias de sentido:

Una joven paciente soñó, en un momento decisivo de su tratamiento, que le regalaban un escarabajo de oro. Mientras ella me contaba el sueño yo estaba sentado de espaldas a la ventana cerrada. De repente, oí detrás de mí un ruido como si algo golpeara suavemente la ventana. Me di media vuelta y vi fuera un insecto volador que chocaba contra la ventana. Abrí la ventana y lo cacé al vuelo.

 

Era la analogía más próxima a un escarabajo de oro que pueda darse en nuestras latitudes, a saber, un escarabeido (crisomélido), la Cetonia aurata, la «cetonia común», que al parecer, en contra de sus costumbres habituales, se vio en la necesidad de entrar en una habitación oscura precisamente en ese momento. Tengo que decir que no me había ocurrido nada semejante ni antes ni después de aquello, y que el sueño de aquella paciente sigue siendo un caso único en mi experiencia.
C. G. Jung,

Sincronicidad como principio de conexiones acausales.[2]

 


La mujer de un paciente mío de cincuenta y tantos años me contó una vez en una conversación coloquial que, cuando murieron su madre y su abuela, se congregó, ante las ventanas de la habitación de las fallecidas, un gran número de pájaros, cosa que yo ya había oído contar más de una vez a otras personas. Cuando el tratamiento de su marido estaba a punto de concluir porque había desaparecido la neurosis, le aparecieron unos síntomas leves que yo atribuí a una afección cardíaca. Lo remití a un especialista que, tras el primer examen clínico, me comunicó por escrito que no le había encontrado nada que fuera motivo de preocupación.

 

Cuando mi paciente regresaba a casa tras esta consulta (con el informe médico en el bolsillo), se desplomó de repente en plena calle. Cuando lo llevaron a casa moribundo, su mujer ya estaba inquieta y asustada porque, al poco rato de haber marchado su marido al médico, se había posado en su casa una bandada entera de pájaros. Como es natural, inmediatamente recordó los similares sucesos que habían tenido lugar a la muerte de sus parientes, y se temió lo peor.
C. G. Jung,

Sincronicidad como principio de conexiones acausales.[2]

 

-  Otro ejemplo clásico de sincronicidad apunta a un suceso acontecido en la vida del actor Anthony Hopkins. Cuando éste fuera contratado para actuar en la película La mujer de Petrovka, no consiguió encontrar en ninguna librería londinense la novela de George Feifer en la que se basaba el guión. Frustrado y aburrido, se dispuso a tomar el Metro para regresar a su casa.

 

Estaba sentado en la estación de Leicester Square cuando, de pronto, halló el libro en un banco. Se quedó tan asombrado de su buena suerte que ni siquiera reparó en las anotaciones que el volumen tenía en los márgenes. Dos años más tarde su sorpresa fue aún mayor. Al conocer al autor durante el rodaje del filme, éste le dijo que había perdido su ejemplar anotado.

 

Dicho ejemplar era el mismo libro que Hopkins había encontrado en la estación olvidado sobre un banco.



Referencia bibliográfica

  • Jung, Carl Gustav (2004), Sincronicidad como principio de conexiones acausales (1952). Sobre Sincronicidad (1952), Obra completa volumen 8: La dinámica de lo inconsciente. Madrid: Editorial Trotta. ISBN 9788481645873.

 


Notas

  1. A través del espejo, de Lewis Carroll, Capítulo 5, Lana y Agua. En Carroll, Lewis (1999), Alicia anotada: Alicia en el país de las maravillas. A través del espejo, 233, Madrid: Akal Ediciones. ISBN 9788473396943.

    • Es una mermelada muy buena –dijo la Reina.

    • Bueno, de todos modos hoy no me apetece.

    • Hoy no la tendrías aunque quisieras –dijo la Reina–. La regla es: mermelada ayer, mermelada mañana... pero no hoy.

    • Pero de vez en cuando debe haber «mermelada hoy» –objetó Alicia.

    • No; no puede ser –dijo la Reina–. La mermelada toca al otro día; como comprenderás, hoy es siempre éste.

    • No os comprendo –dijo Alicia–. ¡Lo veo horriblemente confuso!

    • Es lo que pasa al vivir hacia atrás –dijo la Reina con afabilidad–: siempre produce un poco de vértigo al principio...

    • ¡Vivir hacia atrás! –repitió Alicia con gran asombro–. ¡Jamás había oído nada semejante!

    • Sin embargo, tiene una gran ventaja: la memoria funciona en las dos direcciones.

    • Desde luego, la mía solo funciona en una –comentó Alicia–. No puedo recordar cosas antes de que hayan sucedido.

    • Es mala memoria, la que funciona sólo hacia atrás –comentó la Reina.

       

  2. Jung, Carl Gustav (2004), Obra completa volumen 8: La dinámica de lo inconsciente. Sincronicidad como principio de conexiones acausales, 433, Madrid: Editorial Trotta. ISBN 9788481645873.