No obstante, creemos que antes de que os podáis formar un concepto sobre la perspectiva de Sirio, de la geometría sagrada y su presencia en los modelos elementales del universo, es necesario que tengáis un dominio elemental de la comprensión del número y la forma arquetípica, por cuanto en ellos se encuentran los elementos fundamentales de toda la creación.
Nos hemos referido a ellos repetidamente a lo largo de estas transmisiones:
Sin embargo, el impacto de dichos ejemplos es únicamente tan profundo como lo es vuestra comprensión de las energías que revelan.
Se encuentran en vuestra conciencia de las estrellas y su dinámica espacial, en vuestros gráficos computarizados de las estructuras multidimensionales y en vuestra comprensión, cada vez mayor, del lenguaje galáctico de la geometría sagrada. Las proyectamos en vuestro plano de la Tierra en los jeroglíficos de las cosechas, esas formas hiperdimensionales de energía y, desde luego, a través de los instrumentos que pueden poner en palabras el lenguaje del símbolo y la forma.
Es vuestro pasado y futuro —el no-tiempo, el Todo-lo-que-es—, y deseamos recordaros que en los símbolos y tradiciones orales de la historia humana, en vuestra arquitectura, música y arte, se encuentran las mismas configuraciones y fórmulas geométricas que mensajeros tales como los nuestros están transmitiendo actualmente desde las dimensiones «más elevadas».
Sin embargo, el que creáis que somos la única fuente de sabiduría no sólo os deshonra, sino que, una vez más, crea una estructura exotérica (en vuestro exterior) a la cual acudís en búsqueda de respuestas y poder. Eso limita vuestra visión, pues la sabiduría siempre ha estado a vuestro alcance, enlazada en vuestra experiencia: está escrita en vuestros grandes libros; se halla esculpida en las paredes de los templos; está pintada en las cuevas. La encontraréis esculpida en las rocas y enterrada bajo las aguas de vuestros océanos más profundos: vuestros recuerdos subconscientes.
Es la arquitectura de vuestro propio ser.
La mayoría de vosotros, sencillamente, no habéis descifrado nunca
los verdaderos significados de vuestras grandes obras, ni tampoco
habéis investigado con miras a encontrar o explorar los textos
ocultos, por motivos que hemos tratado en otros momentos. Entonces, nosotros, los Emisarios del Sumo Consejo, tenemos el firme propósito de estimular vuestra curiosidad y retar vuestras ideas preconcebidas, de modo que lleguéis a la Fuente directamente, sin desviaciones. Os animamos a examinar lo profundo, a desentrañar los misterios y a buscar la verdad, en vez de tan sólo absorber nuestros pensamientos y adoptar nuestras visiones. Deseamos homenajearos y celebraros, y ayudar (sin intervenir) en vuestro despertar. Nuestro deseo es que despertéis a vuestra propia grandeza.
Al aplicar la conciencia siriana de forma y número a las sagradas escrituras, aflora una interpretación nueva. Muchas de las referencias que se han hecho en nuestros escritos encuentran una nueva confirmación, validada por medio de vuestra mayor comprensión de su representación en la forma y el número.
Os pedimos que confiéis en nuestra intención y que os unáis a nosotros para emprender el más exquisito viaje por las bien conocidas y transitadas tierras de la interpretación, que revelan para vosotros el conocimiento esotérico contenido allí, en los Siete Días del Génesis: la creación del mundo.
El primer día
En el principio creó Dios los cielos y la tierra. La tierra era caos y confusión y oscuridad por encima del abismo, y un viento de Dios aleteaba por encima de las aguas.
Dijo Dios:
1 Los pasajes de la Biblia citados en este capítulo han sido tomados de la Nueva Biblia de Jerusalén (CD-ROM), Editorial Desdée de Brower, Bilbao, 1999.
Desde el mándala trascendente de las religiones orientales, los indios americanos y otros pueblos indígenas, hasta la estéril mecánica del compás, el punto central es esa primera experiencia necesaria de lo que puede definirse como una circunferencia. Es la semilla de la conciencia en expansión, la esencia divina de luz radiante.
Se sobrentiende que Dios (la conciencia) es el que crea e impregna todas las cosas, incluyendo la «oscuridad», que siempre os han enseñado a temer y negar.
Para describir la conciencia, el creador de todas las realidades, se la asocia con el movimiento de las ondas, una expresión de la energía experimentada en los océanos, principalmente en la superficie. Por lo tanto, se sobreentiende que el pensamiento —las emanaciones de la conciencia— se mueve en ondas, y ésta es una clave acerca de la teoría cuántica de la mecánica vibratoria.
En esta etapa se introducen las ondas de luz y de sonido. Dado que
son «pronunciadas» por Dios, ellas también son emanaciones de la
conciencia. Por lo tanto, las ondas de sonido y de luz son
proyecciones de la conciencia: el «primer motor» de todo aquello que
compone el universo.
Por medio de los elementos gráficos del círculo se os muestra que Dios puede ser descrito como conciencia que irradia desde el centro hacia fuera. De modo que si Dios se ve como «masculino» en vuestra historia religiosa y en la Sabiduría Secreta, ello se atribuye al hecho de que dicha fuerza de movimiento radiante es activa, el proceso yang.
Tened cuidado de no confundir estas energías con la diferenciación de sexo, pues lo masculino y lo femenino son los arquetipos absolutos de toda la existencia. Os vendría bien hacer las paces en esa continua guerra de los sexos que ha dominado vuestra experiencia como seres humanos desde los tiempos de vuestra siembra.
No hay nada en la Sabiduría Secreta que considere a lo «masculino» superior a lo «femenino», lo cual surge cuando la esencia divina, o conciencia primaria, se divide en dos.
El día dos del Génesis describe la división de la totalidad, la separación del Todo-lo-que-es en dos mitades iguales; la conciencia que se polariza en dos aspectos complementarios.
Desde el momento de la separación, la división de la totalidad, los polos opuestos buscan reunirse y regresar al Uno, y ésa es la tensión dinámica inherente a toda la realidad material. Aquí se introduce el concepto del reflejo (el espejo) y la separación. Por medio de la subdivisión, la conciencia —la fuerza fundamental creadora de toda la existencia— crea la polaridad: la atracción y repulsión esenciales para la manifestación.
Ello caracteriza la dinámica electromagnética: el símbolo de la polaridad masculino-femenino.
El día tres del Génesis revela un tercer elemento: la «tierra seca», de modo que ahora los aspectos de la existencia son «el cielo», «las aguas» y la «tierra». Vosotros conocéis la representación geométrica de esta configuración, el triángulo, que constituye la base de la geometría euclidiana, pues es recién cuando aparecen tres elementos que percibís la forma geométrica en ese sistema matemático.
Compuesto del cielo, el agua y la tierra, el tres aparece en vuestras enseñanzas espirituales como la unidad fundamental: la Santísima Trinidad. Es el padre, la madre y el niño; el espermatozoide, el óvulo y el feto. Es una expresión, por demás extraordinaria, de las fuerzas creativas de la experiencia de la vida. Más significativo aún: es el elemento que surge de la polaridad y que luego busca conciliar la separación de la totalidad.
Al investigar los patrones en el modelo —«el conjunto»—, podéis relacionar el significado del tercer día con el triángulo arquetípico.
La «tierra» simboliza la cristalización de esa interacción en la materia; es la forma que surge, es la nueva vida.
El día cuatro del mito del Génesis proporciona una abundancia de conocimiento con respecto a la naturaleza cíclica de la realidad física, representada por el nacimiento de la nueva forma: la tierra.
Este texto es rico en significado, como sois claramente conscientes, dada la importancia que tiene la cuarta vibración en toda la sabiduría esotérica y en vuestra propia experiencia como seres físicos en la Tierra.
La Luna, que órbita alrededor de la Tierra, delimita otro universo aun, y su deidad es Gaia, la Diosa. Esto es así a lo largo y a lo ancho de los cielos, tal como se refleja desde las partículas subatómicas de vuestro ser hasta cada una de las células y por todo vuestro cuerpo.
De tal modo que, al referirse a los dos luceros (el Sol y la Luna), el cuarto día del Génesis da cuenta de las fuerzas que secundan la naturaleza cíclica de la vida, los ritmos de Gaia, los patrones de generación y regeneración como aspectos del Sol y la Luna: las personificaciones físicas de la subdivisión primordial de la conciencia de Dios.
El cinco, la representación numérica del pentágono y su pentagrama interior (la estrella de cinco puntas), es la forma geométrica predominante en los seres vivientes, manifestada en el cuerpo de la mayoría de los animales y en la forma humana. Representa la fuerza vital, la capacidad regeneradora de la conciencia, la cual infunde vida en los elementos que componen las cosas vivas. Os están diciendo cómo la conciencia, el «primer motor», activa los elementos para crear la vida.
Nuevamente es la voz de Dios (la voluntad consciente) lo que activa el proceso.
Se encuentran tantas claves de la Sabiduría en este relato del sexto día del Génesis, que se podría dedicar un volumen entero únicamente a este pasaje. Procurando extraer del texto las claves más destacadas, os invitamos a contemplar la frase inicial.
¿No os parece significativo que nunca nadie se haya referido al uso contradictorio del lenguaje en esta declaración de Dios, quien se alude a sí mismo como «nosotros», y al hombre como «ellos»?
Sugerimos que el uso de los pronombres plurales en cada caso generan los símbolos lingüísticos codificados destinados a desencadenar en vosotros esta comprensión: que toda la conciencia son ondas de pensamiento que atraviesan la totalidad, y que la totalidad, el Todo-lo-que-es, se reconoce a sí misma como un mar interminable de vibración y frecuencia infinitas.
Os hemos mostrado a Dios como la conciencia primaria que irradia desde el centro; nos referiremos a ese concepto como el «macrocosmos». Sugerimos que el microcosmos —la chispa de luz que constituye vuestro centro— también irradia por todo vuestro ser, el cual es un universo en todos sus aspectos tanto como lo es la totalidad macrocósmica.
Este reflejo es lo que expresa «a imagen de Dios» en las palabras del texto sagrado.
Leed más allá del significado obvio: que Dios creó a los hombres y a las mujeres. El significado esotérico de esta frase es mucho más profundo en cuanto a su alcance e intención, pues describe al Todo-lo-que-es, la totalidad, como el recipiente de ambos elementos del yang y el yin, tal como lo es el hombre (la conciencia manifestada).
En el estudio de la sabiduría, se os orienta a eliminar el sexo de vuestra comprensión de la terminología de «masculino-femenino», y a reconocerla como el modelo lingüístico de todos los polos opuestos que comprenden la realidad.
Cada ser humano, por ende, es una unidad de conciencia electromagnética, yang-yin, masculino-femenino.
Siguiendo la comparación de Dios como macrocosmos, y el hombre/mujer como microcosmos, sugerimos que el concepto de «henchir» la Tierra se refiere a infundir en la materia la luz de la conciencia —«sometedla»—, y que uno debe iluminar el ser inferior o denso para que el humano (el aspecto microcósmico de la esencia divina) regrese a la Fuente.
Es el dominio sobre el yo animal, ésa es la tarea que Dios (el macrocosmos) le pide al hombre (el microcosmos).
Aquí, en el sexto día del Génesis, se os concede la clave para el cumplimiento de ese cometido, el despertar del cuerpo de luz: la ascensión desde la densidad de la materia («la tierra» del cuerpo físico) hasta la luz. En enseñanzas anteriores, os hemos mostrado que ese proceso requiere llevar luz a las células de vuestro cuerpo, pues cada célula es un universo en sí mismo, una esencia divina por derecho propio.
También lo es la semilla, la fuerza divina y centro del fruto, el centro radiante de su universo.
Allí yace oculto el gran secreto de la fuerza vital y el fuego creativo que se encuentra en la semilla, y debería ofreceros claridad en cuanto a su potencia como fuente alimenticia.
En este punto, después de nuestras numerosas referencias a la
importancia de eliminar la carne de vuestras dietas, confiamos en
que entendéis que los alimentos vegetales llevan luz a las células,
en tanto que la carne animal aumenta la densidad y la oscuridad.
Concluyéronse, pues, el cielo y la tierra y todo su aparato, y dio por concluida Dios en el séptimo día la labor que había hecho, y cesó en el día séptimo de toda la labor que hiciera. Y bendijo Dios el día séptimo y lo santificó; porque en él cesó Dios de toda la obra creadora que Dios había hecho.
Es espectro, prisma y tono: niveles, capas y aspectos. El siete es el sabbat, el día de descanso y santa reflexión; un punto de referencia numerológico muy sagrado en muchos de vuestros libros sacros y en la tradición.
¿Existe una conexión entre esa excentricidad, esa forma intangible, y sus connotaciones místicas?
El empleo del término «había hecho» es deliberado, por cuanto desea demarcar la obra de manifestación consciente de la materia, la cual queda concluida en el día seis de los textos. ¿Podría ser que en el día siete os muestra cómo Dios (la conciencia) expresa «su» diversidad y su inconmensurable sabiduría en la investigación de su propio yo más elevado?
El siete, en verdad, pertenece al reino del color, la música y la espiritualidad, por cuanto constituye la medida del arco iris, la escala diatónica y los chakras, y aparece como un reflejo de la creatividad divina que atrae la materia hacia arriba. A semejanza de los Dioses del Olimpo, arrullados por el rasgueo de las siete cuerdas de la lira, Dios descansa disminuyendo la velocidad de su frecuencia.
Cuando lo hace, aparece el espectro visible (el arco iris). La música, el reflejo armonioso del sonido, baila a través de las siete notas de la escala, y la Música de las Esferas resuena en todo el universo. En el séptimo día, Dios, el artista, establece la base para vuestra evolución más allá de la materia, representada en las ruedas de luz de los chakras, la energía y la vibración: la divinidad que se proyecta en búsqueda de un ideal, la inspiración del alma.
¿Recordáis la séptima dirección? Imaginad que Dios va a su interior —el Creador Supremo se explora a «sí mismo»— y tal vez develaréis el significado más profundo del día de «descanso y buenaventura».
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