Articulo de Temple Balear
Gérard de Sède sorprendió al mundo, con sus informaciones
relativas al tesoro y los pergaminos que un sacerdote de
Rennes-le-Château
(Francia), localizó durante la restauración de su Parroquia, dieron
lugar a casi 500 artículos y publicaciones; Como la obra The Holy
Blood and the Holy Grail, de Baigent, Leigh y Lincoln
donde se nos habla de descendientes directos de Jesús hasta
nuestros días, rastreo de Occitanos (cátaros) y templarios,
complejas tramas de sociedades iniciáticas y secretas...
La Dinastía Merovingia: Los Reyes Perdidos
de la
obra de Henri Lobineau (Henri de Lénoncourt)
Entre los reyes merovingios que fueron conspiratoriamente depuestos
del trono francés hace más de mil trescientos años se citan asimismo
a los sicambros, descendientes de la tribu judía de Benjamín, que
emigraron sucesivamente a la Arcadia, a Sicilia, a los Alpes y a las
orillas del Rin. De Meroveo hasta Clodoveo, los reyes
merovingios, apodados los Ursus, fueron paganos
entregados al culto de Diana. El famoso jarrón de
Soissons contenía muestras de la sangre de los treinta y
nueve primeros reyes francos, que fueron merovingios.
La dinastía de los carolingios y la de los
capetos
(el rey Felipe el Hermoso, destructor de la Orden del
Temple, era un Capeto) no eran legítimas, ya que el último
rey merovingio, Dagoberto II, asesinado en el año 679 cerca
de Stenay, en las Ardenas, tenía un hijo, Sigisberto IV, que
escapó a la suerte de su padre, fue salvado por un tal Meroveo
Levy,
puro sicambro, quien le llevó en secreto a Rennes-le-Château. Sigisberto IV, llamado Plant-Ard (Retoño Ardiente), se casó con
la hija del rey visigodo español Wamba y dio nacimiento al linaje de
los condes del Razès, del que provenían también los
Blanchefort.
Este linaje es el único que puede pretender legítimamente al trono de
Francia. Tal era, según el secreto genealógico-dinástico contenido
en los pergaminos encontrados por el abate Saunière en la
Iglesia de Rennes-le-Château y que estaban acuñados,
por el sello de Blanca de Castilla. El linaje cripto-merovingio se
perpetuó en la sombra hasta nuestros días, de modo que el "Rey
Perdido", el "Gran Monarca" (pues este regio linaje tendría
su origen en el vástago del propio Jesús tras su unión con
Maria Magdalena, que fue llevada tras la crucifixión
clandestinamente a la Galia donde se refugio, pues ya existían allí
comunidades judías), está presente de incógnito entre nosotros.
Cuando llegue el momento, se manifestará.
Pero el Rey Perdido no lo estaba para todo el mundo, ya
que hacía mucho tiempo que una temible sociedad secreta, el
Priorato de Sión, conocía el secreto. Esta sociedad tuvo su
nacimiento en la unión de tres grupos de iniciados:
-
los monjes de la
abadía del Monte Sión, fundada en 1099 en Jerusalén por el jefe de
la Primera Cruzada, Godofredo de Bouillon, que era un
sicambro;
-
los seis (o trece)
Sabios de la Luz, discípulos de un tal Ormus y que
tenían como emblema la Rosacruz y,
-
finalmente, por los
últimos esenios, la secta judía de la que procede el
Cristianismo y a la que se deben los manuscritos del Mar
Muerto.
El
Priorato de
Sión se proponía como doble objetivo propagar el
Cristianismo esotérico de San Juan y defender la cripto-dinastía
merovingia. La Orden del Temple, creada en 1118, no era más que su brazo
secular, al que proporcionaba ya fuese sus Grandes Maestros
oficiales, ya fuese sus Grandes Maestres secretos.
Estos hechos no pueden ser totalmente ignorados debido a ciertos
detalles históricos: En el año 886, el "Retoño Ardiente" de la
estirpe merovingia, Sigisberto IV, ya había devenido en un
amplio y complejo árbol genealógico. Bernard Plantavelu y los
duques de Aquitania constituían una de sus ramas genealógicas. Había
otras ramas también, pues los documentos Prieuré declaran que
Sigisberto VI,
el nieto de Sigisberto IV, era conocido como el "príncipe
Ursus".
Entre 877 y 879 el "príncipe Ursus", fue proclamado oficialmente "rey Ursus", al parecer en una extraña ceremonia
eclesiástica celebrada en Nimes.
Con la colaboración de los nobles
Bernard de Auvergne y el Marqués de Gothie encabezó una
insurrección contra Luis II de Francia en un intento de
recuperar su legítimo patrimonio. Varios historiadores nos confirman
que tal insurrección tuvo lugar entre 877 y 879. Estos historiadores
aluden a Bernard de Auvergne y al marqués de Gothie, si bien no
dicen que el líder de la insurrección fuese Sigisberto VI,
pero hay alusiones a un individuo llamado el "príncipe Ursus".
Según los documentos Prieuré, Godofredo de Bouillon - en virtud
de su bisabuela, que casó con Hugo de Plantard en 1009 - era
descendiente por línea directa de la familia Plantard. O sea que;
Godofredo llevaba en su estirpe sangre merovingia ya que descendía
directamente de Dagoberto II, Sigisberto IV y el linaje de
reyes merovingios.
Durante cuatro siglos la sangre real merovingia se mezcló a través de
numerosos árboles genealógicos. Finalmente, parece que dio fruto. Y
el fruto fue Godofredo de Bouillon, duque de Lorena. Y aquí,
en la casa de Lorena, estableció un nuevo patrimonio.
Para sus propios ojos, y ante los de sus seguidores, Godofredo
sería más que duque de Lorena. De hecho, sería un rey legítimo, un
pretendiente legítimo de la dinastía depuesta con Dagoberto II en el
año 679. Pero si Godofredo era rey legítimo, era también rey sin
reino; y la dinastía capeta de Francia (apoyada por
Roma) estaba demasiado consolidada para que pudiera destronarla.
Baigent, Leigh y Lincoln se preguntan: ¿Qué se puede hacer si
se es rey y no se tiene reino? Quizá buscar un reino. O
crearlo.
El reino más precioso de todo el mundo: Palestina, la Tierra Santa, el
suelo que pisara el mismísimo Jesús. ¿Acaso el gobernante de
semejante reino no sería comparable a cualquier otro de Europa? ¿Y
acaso, al presidir el más sagrado de los lugares de la Tierra, no se
cobraría una dulce venganza de la iglesia que traicionara a sus
antepasado cuatro siglos antes?.
La pregunta queda ahí... pero entendemos que la respuesta es lógica y
clara y más si tenemos en cuenta la importancia que tenía Jerusalén
para todo el Cristianismo, hasta el punto de que muchos reyes y
emperadores abandonaban sus reinos para ir a conquistar estar
tierras santas poniendo en peligro no solo el reino abandonado en
Occidente sino que también hasta su propia vida.
|