por Ignacio Puig, S. I.
1978
del Sitio Web
Scribd
contribución de
Daniel Piovezan
Compilación de Estudios de eminencias médicas, zootécnicas y
agronómicas sobre los beneficiosos efectos del magnesio en el
hombre, en los animales y en las plantas |
Índice
-
Capítulo - ¿Posee El
Magnesio Virtudes Curativas?
-
Capítulo -
El Magnesio
En El Organismo Humano
-
Capítulo -
El Magnesio
En Zootecnia
-
Capítulo -
El Magnesio
En Agricultura
-
Apéndice - ¿Como Debe
Tomarse El Magnesio?
-
Apéndice -
Contenido De
Magnesio y De Calcio En Los Principales Elementos
-
Apéndice -
Principales
Dolencias Para Las Que Se Recomienda El Empleo De
Las Sales De Magnesio
-
Apéndice -
Bibliografía
PRÓLOGO
La presente obra recoge varios artículos de diferentes autores,
consagrados a divulgar el importante papel que desempeña el magnesio
en los organismos vivientes, como sus efectos curativos en el hombre
y en los animales, los prodigiosos resultados del mismo aplicado a
las plantas y, en general, su poderosa intervención en el
metabolismo vital.
Sobre todo, los diez artículos de Francisco Manzanal, S. I., han
tenido la virtud de interesar a gran número de personas que han
practicado, con excelente resultado, la cura del magnesio en ellos
recomendada y que luego, espontáneamente, se han constituido en los
grandes propagadores de las virtudes curativas del magnesio.
No se crea, sin embargo, que con estos artículos se descubre algo
totalmente nuevo o ignorado respecto al magnesio.
Desde hace años
se conocía su intervención en el metabolismo orgánico y no pocas de
sus virtudes curativas, según lo dan a entender los excelentes
preparados hechos a base de sales de magnesio, tales como,
-
DELBIASE (en forma de
comprimidos y de crema)
-
LIDACRÓN (en forma sólida)
-
LIDATINE (en forma líquida)
-
MAGNOGENE (en grajeas)
-
HALMAGNOL (en
ampollas)
-
más recientemente HALÓGENOS JULIÁ-4 (en forma líquida),
etc.
Sin embargo, hablando en general, se había prestado escasa atención
a la importancia que el elemento tiene en el mundo orgánico, hasta
que recientes experiencias, llevadas a cabo principalmente en
Francia y en los Estados Unidos y recopiladas con gran maestría por
el Padre Manzanal, han tenido la virtud de llamar la atención del
público sobre lo mucho que puede esperarse del elemento magnesio,
ingerido, no en forma metálica naturalmente, sino en sales,
particularmente de cloruro y carbonato.
Que, por lo menos en
Barcelona, son muchas las personas que, se sirven de las sales de
magnesio para alivio de sus males y aun como alimento (pues
autoridades médicas aseguran que el magnesio debería figurar en la
dieta ordinaria), lo demuestra la admiración de algunas droguerías
de dicha ciudad que en un mes venden más sales de magnesio que antes
vendían en diez años.
No vamos a extendernos, en este prólogo, haciendo la apología del
magnesio, puesto que ésta ya se hace - y por cierto bien cumplida,
según creemos - en el decurso del presente libro.
Solamente queremos
precisar, antes de terminar, el carácter del mismo, que es más bien
una complicación o refundición de lo que especialistas en las
respectivas materias (médicos, ganaderos y agricultores) han
observado y experimentado con respecto al papel biológico del
magnesio.
Aunque el fondo básico de este libro, sobre todo en lo que
respecta al hombre, son los aludidos artículos del Padre Manzanal,
quien a su vez se ha servido principalmente de la obra del doctor Delbet, hemos de hacer constar, que en él figuran extractos de
otros varios autores.
Asimismo, hemos utilizado los informes que nos
han proporcionado cuantos se han servido darnos a conocer los
efectos beneficiosos del magnesio que en sí han experimentado.
En esta complicación de datos o, si se quiere, refundición de
trabajos de otros autores, hemos procurado la mayor unidad y orden,
reuniendo en capítulos separados lo referente al hombre, a los
animales y a las plantas, lo que no siempre se encuentra bien
delimitado en otros autores.
Esperamos que la presente obra servirá para ampliar el campo de
acción del magnesio.
Regresar al Índice
CAPÍTULO PRIMERO
¿POSEE EL MAGNESIO VIRTUDES CURATIVAS?
Entendemos que, en todo libro, revista y, en general, en cualquier
escrito, lo primero que debería hacerse - y no siempre se hace - es
justificar el título que se le ha puesto, a no ser que él mismo se
caiga por su peso o que, en el decurso de la exposición, aparezca
claramente justificado.
Al encabezar esta compilación de escritos
sobre el magnesio le hemos puesto por título «Virtudes Curativas del
Magnesio», con lo cual parece queremos dar a entender que el
magnesio posee virtudes curativas, como así es en efecto.
A) MARAVILLOSOS EFECTOS DEL MAGNESIO
A no pocas personas que tan sólo habrán oído hablar del magnesio al
designar los polvos de que se sirven los fotógrafos para producir
chispazos de luz blanca deslumbradora, o al tratar del purgante
denominado magnesia, les ha de parecer raro que se pueda escribir un
libro que trate exclusivamente de las virtudes curativas del
magnesio.
Por esto hemos creído del caso comenzar esta compilación
justificando el título que le hemos puesto, a fin de que nadie nos
pueda tildar de que no ponemos en práctica lo que creemos debe
hacerse en todo libro y de que en él caemos en el mismo defecto que
reprochamos en otros.
Dice el refrán que la mejor manera de demostrar el movimiento es
andando; pues esto es lo que ahora vamos a hacer en este capítulo
introducción:
describiremos una serie de maravillosos efectos
curativos, obrados con el magnesio, no precisamente bajo la forma
metálica, sino de sales, como el cloruro, sulfato o carbonato en
lectores de esta obra, los cuales además de experimentar en sí sus
saludables efectos, nos lo han escrito o comunicado de palabra.
En
la imposibilidad de aducirlos todos, nos limitaremos a dar a
conocer en este lugar algunos pocos.
-
Cura la artrosis debida al ácido úrico
(De una carta fechada el
28 de octubre de 1956):
Un amigo mío me recomendó el libro las «Virtudes
Curativas del Magnesio», el que, una vez leído, me decidió a poner
en práctica el tratamiento a base de cloruro de magnesio.
»Los resultados no han podido ser más sorprendentes ni más
halagüeños, ya que, al poco más de un mes de tomarlo todas las
mañanas en ayunas, me vi casi totalmente restablecido (hoy
completamente) de las dolencias que me aquejaban. Me encontraba
excesivamente sobrecargado de ácido úrico y, como consecuencia de
ello, sufría una grave artrosis en ambos rodillas, particularmente
en la izquierda, y estaba decidido a dejarme operar, sabiendo que
me tenía que quedar la articulación rígida, o sea, cojo para toda la
vida; pero es que hacía cerca de cinco meses que me tenía
imposibilitado y con unos dolores terribles. Afortunadamente este
peligro desapareció tomando el cloruro de magnesio y hoy me
encuentro mucho mejor que diez años antes.
»También sufría de dilatación de la aorta (tengo cincuenta y dos
años) y hoy puedo decir que ya no me inspira ninguna preocupación;
pues, en opinión del doctor que me ha mirado últimamente en la
pantalla, me encuentro perfectamente.
«Aparte de lo que antecede, se siente uno a los pocos días de tomar
el cloruro, con una gran energía y vitalidad, que hace que hasta el
carácter se transforme, ya que le proporciona una euforia y
optimismo sin igual.
»Me complazco en proporcionarle los detalles de este mi caso, para
que sirva de estímulo y de ejemplo a aquellos que sufren, no
solamente de las dolencias reseñadas, sino de todas aquellas que
son propias de las personas de edad.»
-
Hace desaparecer el temblor senil
(De una carta fechada el 2 de
marzo de 1956):
«Desde que terminaron de publicarse los artículos
del P. Francisco Manzanal sobre «Virtudes Curativas del Magnesio»,
he sido un propagandista del cloruro de magnesio.
»Yo lo tomo desde entonces y sus efectos han sido más y mejores de
lo que yo esperaba. Empecé por tomarlo para aliviarme del temblor
senil que me impedía escribir y hasta poner mi firma, si no era
sujetándome la mano derecha con la izquierda, y me temblaba la mano
al beber, y demás usos. A los cuatro días de tomar una dosis
bastante floja, ya noté sus efectos, pero no quise dar crédito,
hasta a los trece días en que, sin querer, di un grito de
entusiasmo al ver la facilidad y constancia en poder manejar la
pluma y demás enseres.
«Padecía desde muchos años hemorroides constantes y se me han
curado totalmente, y esto que ya trataban de operarme. Ahora, a
pesar de los tiempos reinantes, esto era en febrero de 1956, sin
usar bufanda y saliendo de casa varias veces al día, no he cogido
ningún resfriado. Otra ventaja he observado en mi ya achacoso
cuerpo; optimismo, alegría de vivir, agilidad de mis piernas y
rodillas a mis 62 años.
»Son muchas las personas que me agradecen les haya aconsejado el
cloruro de magnesio. Es un laxante eficaz y el más económico.»
-
Desvanece el agotamiento intelectual
(De una carta fechada el 17
de junio de 1957):
«Me dirijo a usted para solicitarle el libro «Virtudes
Curativas del Magnesio». Tengo interés en tenerlo; pues conozco el
resultado satisfactorio que ha obtenido con el tratamiento del
magnesio un señor que sufría desgaste y agotamiento intelectual y
ahora sigue trabajando incansable. Como soy enfermera y también
otros me han hablado de los efectos del magnesio, es por eso que
deseo tener este libro.»
-
Otros notables efectos beneficiosos del magnesio
-
Un hombre
de carrera, de unos 60 años de edad, padecía de cierta infección
intestinal crónica. Un amigo le proporcionó «Virtudes curativas del
magnesio». Después de dos meses, escribió estas textuales palabras:
«Hace un mes que tomo magnesio y me he librado de un achaque que
hacía 35 años lo llevaba conmigo».
-
Hace algún tiempo se presentó un individuo diciendo que, poco
antes, apenas podía valerse por el reuma; incluso le habían de
vestir. A los pocos días de tomar magnesio, le desapareció el mal y
«ahora - dijo - me siento como un atleta», y comenzó a gesticular como
tal. Todavía dijo más:
«Mi madre - añadió - que ya pasa de los 80 años,
desde que toma magnesio se encuentra como una joven».
-
Un lector que toma magnesio y que está entusiasmado con él por
los buenos efectos que le ha producido, fue a visitar a un amigo
suyo que sabía estaba enfermo. Se lo encontró en cama aquejado de
fuertes dolores, pues padecía de la próstata y le habían de operar.
Le recomendó tomara magnesio, como efectivamente lo hizo. A los
pocos días, se lo encontró en la calle, tranquilo, sin haber sido
operado y como si nada hubiese tenido.
B) ¿EN LOS CASOS REFERIDOS NO SE TRATARÁ DE SUGESTIÓN?
Antes de contestar directamente a esta pregunta, hay que saber qué
es sugestión, lo cual vamos a hacer aduciendo dos casos: uno
provocado por el profesor Slosson y el otro referido por el
psicólogo Gillet.
Primer caso: Un día el profesor Slosson llega a clase con un frasco
de un líquido transparente. Sus alumnos, al entrar, concentran sus
miradas intrigantes en el frasco. El profesor, a su vez, fija sus
ojos centelleantes en los discípulos y les dirige unas breves
palabras de aclaración para justificar su modo de proceder. Se trata
de un experimento sumamente delicado para el que reclama la
cooperación de los jóvenes del aula.
El doctor Slosson infunde a sus alumnos el convencimiento de que
jamás han percibido un olor tan fuerte como el del líquido que
conserva en el frasco; con todo, les advierte que, durante la
experiencia que piensa realizar, no se sentirán excesivamente
molestados por el olor del líquido.
Les ruega encarecidamente que,
una vez haya destapado el frasco, le vayan indicando cuándo
empiezan a percibir la acción odorífica del líquido, para que él
pueda precisar la velocidad de propagación de las partículas
existentes.
El profesor quita cuidadosamente el tapón del pequeño frasco, echa
unas gotas del líquido sobre un pedazo de algodón y se retira
convenientemente para no dejarse inficionar tan de cerca por el
influjo del líquido. ¿Qué sucede?
A los quince minutos, los alumnos de la primera hilera de los
bancos levantan la mano: han notado ya el escozor del líquido. Unos
intervalos más, los de la segunda serie dan también señales de haber
respirado el aire contaminado por las partículas del líquido. Apenas
ha transcurrido un minuto, las tres cuartas partes de la clase se
sienten impresionados por el olor, hasta el punto de que muchos
pretenden abandonar el aula.
La voz del profesor resuena de nuevo, entremezclada con una
sonrisa.
«No han de temer los jóvenes universitarios: el líquido
del frasco que ha producido efectos tan alarmantes, no es sino agua
pura, de clara transparencia, cuyas moléculas gozan íntegramente de
las propiedades esenciales del agua.»
Los alumnos de aquella clase han sido víctimas, no de la peligrosa
contaminación de un líquido mefítico, sino de un fenómeno
psicológico, conocido vulgar y científicamente con el nombre de
sugestión.
«Este hecho - anota José O. Martínez, S.L., al
reproducirlo en su libro ¿Cómo curar la neurastenia? - que, tal como
acaba de ser escrito, parece extraordinario e increíble, en sus
caracteres generales es muy frecuente.»
Este primer caso es un ejemplo palpable de heterosugestión, es
decir, de sugestión provocada por otro.
El que a continuación
ofrecemos, presentado por Gillet, es de autosugestión, de sugestión
provocada por uno mismo.
A un hotel de ínfima calidad llega un hombre de mediana edad. Las
tinieblas densísimas de la noche se avecinan. El forastero, después
de haber cenado se retira al aposento.
A altas horas de la noche, el huésped se despierta por el acceso de
tos. Es asmático y el ahogo le oprime. Anda a tientas por la
habitación, hasta que al fin llega a los cristales. La asfixia
aumenta. No puede hallar la falleba de la ventana.
Impaciente,
acosado por el dolor, destroza con sus puños los cristales.
¡Ah!
¡Qué diferencia! ¡Qué mejoría! - exclama.
Devora el aire puro de la
noche... La tos va desapareciendo. El forastero se calma. Se acuesta
de nuevo.
Pasa lo restante de la noche con normalidad
absoluta.
Al día siguiente, al despertarse, advierte con horror que ha
aporreado el cristal del reloj de pared..., ¡cuyo aire apolillado
había estado respirando la noche anterior, y en el que había
encontrado el remedio para el asma que le asfixiaba!
«Ejemplo notable de autosugestión» - exclama José O. Martínez, S. I.
al reproducirlo en el libro antes citado.
«Si bien es verdad - añade - que la sugestión es muy frecuente en todos los órdenes de la
vida, hay que tener, con todo, presente la posición de los que,
imbuidos en ideas psicológicas nada científicas y a las veces
supersticiosas, ensanchan desmesuradamente el campo de este hecho y
atribuyen a sugestión lo que, en realidad, no lo es. Ya que
hablamos de sugestión y tenemos ante la vista ese número de falsos
psicólogos... Se trata de los milagros de Lourdes.»
Al llegar a sus oídos las relaciones de esas curaciones, los
influidos de doctrinas perniciosas, sin detenerse a examinar, sólo
tienen unas palabras.
«¿Todo eso...? ¡Superchería...!, ¡no es sino
sugestión!»
Lean los tales, lo que escribe el doctor
Boinerie
acerca de este particular:
«En Lourdes no hay sugestión, pues las
curaciones que allí suceden no corresponden a ningún tipo de
sugestión, pues las curaciones son súbitas, como las curaciones
funcionales, pero estables como las curaciones orgánicas.»
Y a todo esto se dirá: ¿qué es sugestión?
Se han dado muchos
definiciones de sugestión, las más de las veces incompletas o
inexactas.
Una de las que más satisface es sin duda la que propone
el psicólogo Fernando María Palmes, S.I., en un artículo aparecido
en la revista madrileña «Razón y Fe»:
«Sugestión - dice - es un
proceso psíquico que se verifica con cierto grado de automatismo por
parte de las actividades inferiores, es a saber: de la razón y del
libre albedrío.»
He aquí delineados, según esta definición, los dos elementos
esenciales a toda sugestión.
En primer lugar se requiere:
-
un
proceso psíquico inferior, que se reduce a un fenómeno más o menos
complicado de asociación, por el cual un fenómeno suscita a otro,
hasta llegar a un movimiento corporal interior o exterior, o a una
tendencia, a un sentimiento, a un conocimiento o a cualquier otro
fenómeno mental, sin exceptuar actividad mental alguna; y, además
-
un grado más o menos pronunciado
en el psiquismo superior,
respecto de dicho proceso. Ni el primer elemento separado del
segundo, ni éste separado del primero son sugestión. Esta se halla
constituida esencialmente del complejo o junta de los dos.
A la vista de esta definición de sugestión y de los casos
particulares antes referidos, vean nuestros lectores, si las
curaciones anteriormente expuestas, obtenidas con el tratamiento de
sales de magnesio, pueden explicarse puramente por sugestión.
C) SE DESCARTA QUE EL MAGNESIO OBRE SOLO POR SUGESTIÓN Por si alguno de nuestros lectores no queda, con lo hasta aquí
expuesto, enteramente convencido de que el magnesio obra física y
químicamente en el organismo humano y no puramente por sugestión, le
ofrecemos a continuación un caso notable, referido verbalmente por
el mismo interesado.
El aludido relator enfermó de tifus cuando tenía unos 33 años de
edad. Salió bien de la enfermedad; pero el médico le advirtió que,
después de algún tiempo, experimentaría a media tarde fuertes
dolores intestinales debidos a fermentaciones provocadas por algún
alimento, que él entonces no podría prever cuál sería.
Y así fue en
efecto: Algún tiempo después, le vinieron dichos dolores.
Acudió a
otro médico, pues entonces residía en otra población, y éste le
dijo que debía averiguarse el alimento que se los ocasionaba; cosa
no siempre fácil, añadió. Le preguntó si solía tomar leche, y, al
responderle afirmativamente, le sugirió que pasase tres días sin
tomar otro alimento más que leche. Como no se le reprodujeron los
dolores, la conclusión fue que el responsable del mal no era la
leche.
Entonces el médico le dijo que añadiese pan a la leche, y al
primer día de hacer esto, le repitieron los dolores. El médico ya
no dudó de que el causante del mal era el pan y, en consecuencia,
que debía abstenerse de tomarlo.
Con esta abstención fueron pasando los meses y aun los años, sin que
nuestro informante fuera molestado de los dolores; con la
particularidad de que podía comer macarrones, fideos y sémola, sin
que le sobrevinieran los dolores intestinales, a pesar de estar
hechos de harina dichos alimentos: es que esta harina no ha sufrido
fermentación previamente como la del pan.
Después de transcurrido mucho tiempo, un buen día le repiten los
dolores, no obstante estar persuadido de que no había comido pan.
Acudió de nuevo al médico.
Éste le sugirió le fuese nombrando los
manjares que había comido y, al saber que uno de ellos eran
albóndigas, exclamó el médico:
«No diga más; es que una buena parte
de albóndigas están hechas de pan.»
Años más tarde, un cocinero, que sabía que nuestro individuo no
podía comer pan, quiso probar si esto era pura aprensión, dándole a
comer pan sin que el interesado se diese cuenta.
A este fin calentó
en el horno miga de pan sin que llegara a tomar el color tostado, y
la trituró de manera que pareciese sémola. Naturalmente, el
individuo en cuestión, ignorante de la treta, comió de aquella
sémola como lo venía haciendo con la sémola legítima, y esta vez le
volvieron los dolores. El cocinero, pues, pudo convencerse de que
los malos efectos del pan eran realmente debidos al pan y no fruto
de la imaginación.
En tiempo rojo y durante los primeros años de la posguerra, nuestro
comunicante podía comer pan sin dolor alguno: es que aquel pan
negruzco todo lo era menos pan legítimo. Volvió el tiempo del pan
blanco y ya no podía comer de él.
En 1954, al enterarse de las
maravillas que obraba el magnesio, comenzó a tomar cada día alguna
de sus sales, y desde entonces puede comer todo el pan que quiera y
sin que se le reproduzca la pasada dolencia, después de más de 40
años que debía abstenerse de él: ahora tiene ya 77 años.
Que el magnesio tiene virtud intrínseca para actuar favorablemente
en el organismo humano y que no obra por pura sugestión, se deduce
también por los testimonios médicos de gran competencia que lo
aseguran y por los muchos casos que se refieren en el segundo
capítulo de este libro, como también científicamente estudiando las
propiedades inherentes a este elemento introducido en el organismo
bajo la forma de alguna de sus sales, es decir, no bajo la forma
metálica, sino iónica.
Y todavía queda descartado cualquier resquicio de sugestión sabiendo
que las sales de magnesio no sólo previenen y curan muchas
enfermedades en los animales como largamente se explica en el
capítulo 3.° de este libro, sino también en los vegetales, en los
que por testimonio de agricultores han obrado verdaderas
maravillas.
¿Va a hacer sugestión en los animales que ingieren sin
saberlo, o en las plantas que carecen de todo conocimiento?
Regresar al Índice
CAPITULO II
EL MAGNESIO EN EL ORGANISMO HUMANO
Las carencias y desequilibrios en la parte orgánica de los
alimentos del hombre causan terribles estragos.
Conocidas de todos
son las carencias de vitaminas, las cuales han atraído de tal
manera la atención de los sabios, que han emprendido contra esas
carencias una lucha seguida de victorias. No así con respecto al
desequilibrio mineral del hombre que continúa haciendo estragos, sin
encontrar oposición.
Pues, por una parte, este desequilibrio ha
sido menos estudiado por los sabios, y por otra, sucede que los
poderes públicos lo fomentan inconscientemente y la opinión pública
continúa ignorándolo.
A) LA SALUD Y EL EQUILIBRIO MINERAL EN EL HOMBRE Como hace notar Francisco Manzanal, S. I., la atención de todo el
mundo se dirige a conseguir el don natural que juzga más precioso:
su salud.
Es que la conservación de la salud, la preservación y cura
de las enfermedades infecciosas, admite una solución diversa y más
eficaz que la que se sigue ordinariamente, es decir, la de la lucha
contra los microbios por medio de antisépticos, vacunas y sueros.
Éstos van creciendo continuamente y no pocas veces dan lugar a
efectos perniciosos y aun contraproducentes, que ya no tratan de
ocultar los galenos que quieren ser sinceros.
Hoy día, desde hace algún tiempo, empieza a dirigirse más la
atención sobre el terreno donde se desarrolla el microbio, que
sobre el microbio mismo; en una palabra: atiende más a la
disposición del organismo que al microbio que lo invade
continuamente. Y con razón. Es que la fuerza del microbio, según
se ha comprobado, radica en la pobreza del terreno, cuya
resistencia natural queda frecuentemente paralizada por causas
diversas.
Por esto, Pasteur pudo decir a este respecto:
«El microbio
no es nada, el terreno es todo.»
Pues bien, una de las causas más importantes de la mala disposición
del terreno del organismo humano en su lucha contra los microbios
es el desequilibrio mineral.
He aquí un pasaje del doctor Alexis Carrel, que da luz sobre el particular:
«Los microbios y los virus
se encuentran por doquier: en el aire, en el agua, en nuestro
alimento.
Se hallan siempre presentes en la superficie de la piel y
en las mucosas digestivas y respiratorias. Sin embargo, en mucha
gente permanecen inofensivos. Entre los seres humanos, unos están
sujetos a ciertas enfermedades y otros son inmunes a las mismas.
Este estado de resistencia proviene de una constitución especial de
los tejidos y de los humores, que impide la penetración de los
agentes patógenos o los destruye cuando han penetrado.
Esta es la
«inmunidad natural».
»Ella preserva a ciertos individuos de casi todas las enfermedades
- prosigue diciendo el doctor Carrel.
Es una de las cualidades más
preciosas que el hombre puede desear. Ignoramos su naturaleza.
Parece depender, a la vez, de cualidades provenientes de los
progenitores y de otras adquiridas en el curso del desarrollo.
Hay
razas sensibles o resistentes a ciertas enfermedades. Se observan
familias predispuestas a la tuberculosis, apendicitis, cáncer,
enfermedades mentales. Otras, en cambio, resisten a todas las
enfermedades excepto a las degenerativas que sobrevienen a la vejez.
Pero la inmunidad natural no se debe solamente a la constitución
hereditaria; proviene también del género de vida y de la
alimentación, como lo ha demostrado Reid Hundt hace tiempo.
«Nosotros no sabemos todavía qué modo de vida podrá producir en el
hombre la resistencia natural a las infecciones. La prevención de
cada enfermedad por inyección de vacunas o sueros específicos, los
exámenes médicos repetidos en la población, la construcción de
gigantescos hospitales y sanatorios son medios costosos y poco
eficaces para desarrollar la salud de una nación.
La salud debe ser
una cosa natural de la que no hay que preocuparse. Además, la
resistencia innata a los individuos un vigor y una intrepidez de la
que carecen los que deben su vida a la medicina y a la higiene.
Las
ciencias médicas, en adelante, deberían orientarse a la búsqueda de
esos factores de la inmunidad natural.»
Tales son los nuevos puntos
de vista del doctor Carrel, respecto de la salud y la manera de
conservarla o de recuperarla cuando se ha perdido, que a más de uno
podrán parecer revolucionarios.
De dos fuentes principales hace provenir el citado médico la
inmunidad natural espontánea: de las propiedades hereditarias del
organismo y de las conseguidas en el curso de su desarrollo
continuo por el régimen de vida y de la alimentación. El terreno de
nuestro organismo, cualquiera que éste sea, se puede disponer mejor
o peor contra los agentes que le van a atacar por medio de las
segundas propiedades.
Respecto de las primeras propiedades, las
ciencias no pueden nada: cada uno deberá contentarse con las que le
han caído en gracia. Las otras, sin embargo, son susceptibles de
perfección y mejoramiento, y los hombres de ciencia han dado pasos,
con sus estudios y experiencias, para encontrar esos factores de la
inmunidad natural.
Múltiples estudios y experiencias han llevado a la conclusión de
que, en la inmunidad natural, tiene una parte principalísima lo que
muy ajustadamente se ha dado en llamar equilibrio mineral. En este
capítulo nos esforzamos en divulgar, según lo hace el P. Manzanal,
los modos concretos de conseguirlo y fomentarlo. En el organismo humano hay dos clases de elementos químicos,
llamados respectivamente orgánicos y minerales.
Los elementos
orgánicos son el carbono, hidrógeno, oxígeno y nitrógeno, por ser
los que principalmente constituyen los compuestos orgánicos. Los
elementos minerales, que en conjunto forman del 4.3 y 4.4 por 100
del peso del cuerpo humano adulto, son, por orden decreciente en
cantidad, el calcio, fósforo, potasio, azufre, cloro, sodio y
magnesio.
Todavía deben señalarse los llamados oligoelementos, por
hallarse en cantidades insignificantes, los cuales, por orden
decreciente en cantidad son: el yodo, flúor, hierro, bromo,
aluminio, cobre, manganeso, cinc, arsénico, silicio y boro.
Los elementos minerales, considerados en conjunto, desempeñan un
triple papel: unos sirven a la formación del esqueleto y tejido;
otros intervienen en la formación de fermentos y diversos
catalizadores bioquímicos; otros forman disoluciones iónicas e
intervienen en sus condiciones de equilibrio, tan importantes en
los fenómenos vitales.
Frecuentemente, cuando la proporción de los elementos minerales no
tienen el valor deseado en el cuerpo humano, las perturbaciones que
de ello se siguen puédense atribuir indiferentemente, ya al exceso
de uno de los elementos, ya a la carencia del antagónico, que no
está en cantidad suficiente para equilibrar al otro que es,
relativamente, demasiado abundante.
Pongamos por ejemplo la proporción que hay en un terreno entre el
potasio y el magnesio (K/Mg), que es de especial importancia para
los vegetales. Si abunda mucho el potasio con relación al magnesio,
podemos decir que las plantas son envenenadas por un exceso de
potasio, o también que son envenenadas a causa de la carencia de
magnesio, que no contrarresta en las plantas la absorción de
potasio o sus efectos.
Es una ley universal la necesidad de un equilibrio mineral
determinado para asegurar el desarrollo y funcionamiento armónicos,
tanto del hombre, como de los animales acuáticos y terrestres y de
las plantas. Si éste falta, vendrán trastornos del organismo. Un
desequilibrio pronunciado hace sentir prontamente sus efectos, pero
también un desequilibrio pequeño puede causar trastornos
considerables, si continúa durante mucho tiempo.
Puede servir de
ejemplo el caso de aquellas regiones pobres en yodo; algunos de
sus habitantes, al faltarles este alimento insignificante, sufrirán
trastornos de la glándula tiroidea y tendrán el llamado vulgarmente
mal de «paperas» o bocio.
B) DESEQUILIBRIO MINERAL EN EL HOMBRE POR FALTA DE MAGNESIO Entre los elementos minerales del organismo humano hay tres que
constituyen un interesante trío de mutua dependencia, a saber:
Estos tres elementos para formar
equilibrio deben encontrarse en el hombre, según se cree, tal como
se encuentran en la naturaleza, por ejemplo, en las cáscaras de los
huevos de pájaros salvajes.
Repetidas experiencias, de las que más
adelante se hablará, han llevado a la afirmación de que el magnesio
juega un papel importante en la vida de las plantas, de los animales
y, por extensión, del hombre, con el mismo derecho que otros tres
elementos más conocidos: el nitrógeno, el fósforo y el potasio.
En el hombre los huesos son el principal depósito de magnesio,
aunque contienen ocho veces más calcio que magnesio; también existe
en los tejidos muscular y nervioso y en la sangre.
Copisarov señala
en el hombre la siguiente proporción de magnesio: huesos, 31.7 a
46.6 por 1000; hígado, 22.5 por 1000; bazo, 6.2 a 7.5 por 1000;
pelo, de 9.2 a 127 por 100. El plasma del hombre adulto contiene de
2.4 a 3 miligramos de magnesio por 100 centímetros cúbicos; los
glóbulos rojos, de 61 a 7.1 miligramos por 100 y la sangre completa,
4.5 miligramos por 100 centímetros cúbicos.
Es un hecho innegable que una gran parte de las personas se hallan
bajo los efectos del desequilibrio mineral, particularmente por
falta de magnesio en su organismo. Naturalmente que esta escasez
proviene de una alimentación deficiente en este elemento mineral.
El agricultor francés H. Vilain señala tres causas principales del
desequilibrio mineral en el organismo humano, en una conferencia
pronunciada en Lachapelle (Francia), donde posee y cultiva una gran
finca.
-
Una ley mal hecha, que no conoce como abonos más que tres
elementos: nitrógeno, potasio y fósforo. Un abono que los contenga
es legalmente completo, de suerte que el cultivador es impulsado a
creer que a las plantas no les faltará sustancia útil, si han
recibido estos tres elementos. Somos un rebaño - dice - dirigido por
un pastor, bueno o malo, a quien seguimos con sus consecuencias.
La
ley sobre los abonos - continúa el mismo autor refiriéndose a la ley
francesa - nos obliga a contentarnos con tres elementos, siempre los
mismos, para todos los terrenos, para todas las especies y
variedades de plantas. Esto es sencillamente absurdo.
Vosotros - dirigiéndose a sus conciudadanos
- habéis contactado conmigo este
error y yo soy feliz al mostraros que la aldea de Lachapelle
revive, aunque sea fuera de la ley.
-
El abono de la potasa y el empleo de sales de potasio puras: Por
todas partes se repite: «Cuanto más potasa empleéis, tanto más
abundantes serán vuestras cosechas». Y el resultado es que el
exceso de potasa ha creado un envenenamiento potásico crónico,
sobre todo allí donde, en lugar de silvinita, que aporta con la
potasa otros muchos elementos útiles, se han empleado sales puras:
cloruro, sulfato, nitrato.
El análisis ha revelado que los abonos ordinarios, con mucha potasa
o poco o nada de magnesio y de sodio, acarrean modificaciones
importantes en el equilibrio mineral de los vegetales, aumentando el
porcentaje del potasio con relación al del magnesio. Se han
obtenido, sin abonos, remolachas que contienen cinco veces más
potasa que magnesia. Con la aplicación de distintos abonos, las
remolachas de la misma variedad contenían 150 veces más de potasa
que de magnesia.
-
El abuso del superfosfato como fuente de ácido fosfórico: El
superfosfato contiene un 50 por 100 de yeso. Donde el superfosfato
es empleado con exceso, las plantas absorben demasiada potasa del
suelo; de ahí la perturbación del equilibrio mineral y el riesgo de
intoxicación del ganado.
El «kuhima-phos» o «escorias Thomas», que
es superfosfato sin yeso, no tiene estos peligros últimos.
Descubierta la raíz de los males, ya se ve dónde debe aplicarse la
segur: evitar el exceso de potasa, yeso y amoníaco en los terrenos,
y suministrarles magnesio en forma de fosfato, nitrato, carbono y
sal marina no purificada. De este modo se asegura el equilibrio
mineral en los vegetales y animales y, consecuentemente, en el
hombre que se alimenta de ellos.
La prodigiosa influencia que se atribuye al cambio de aires para la
salud, no puede explicarse por un mero cambio de éstos.
Pero,
teniendo en cuenta que cambiar de aires es cambiar también de agua,
suelo y de alimentos de composición mineral distintas, entonces se
explica fácilmente este influjo tan extraordinario sobre la salud.
La eficacia indiscutida de las estaciones termales es debida
primeramente a la mineralización característica de las aguas, y
también a los alimentos producidos sobre el suelo, que lleva consigo
algunos de los elementos tan raros que escapan a veces al análisis
corriente.
Por su parte el médico francés
Pedro Delbet aduce las siguientes
razones para demostrar que la alimentación de los pueblos
civilizados es actualmente menos rica en magnesio que en otros
tiempos.
La primera es el refinamiento de la sal. Antes se usaba en la mesa y
en la cocina la sal gruesa y gris, es decir, la sal sin especial
refinamiento. En tiempo húmedo se licuaba, en tiempo seco y
caluroso se convertía en masa un poco dura. Esta delicuescencia de
la sal se debía a la presencia del cloruro magnésico.
El análisis
de dicha sal gruesa y gris mostró que contenía por kilogramo 1.7
gramos de magnesio. Para evitar la incomodidad que representa el
humedecimiento de la sal, se comenzó a eliminar una gran parte del
cloruro magnésico, de suerte que ahora la sal refinada sólo contiene
de 0.35 a 0.45 gramos de magnesio, en vez de 17 que tenía antes, o
sea una cuarta parte. De sólo este hecho resulta que la ración
magnesiana ha disminuido unos 50 gramos cada año por persona.
La segunda causa de la disminución del magnesio es el cernido de
las harinas, siguiéndose de ello un pan desmineralizado.
Sobre este
punto leamos, en primer lugar, estas líneas de Alexis Carrel:
«Nuestra vida está influenciada en muy grande escala, por los
diarios. La publicidad está hecha únicamente en interés de los
productores y nunca de los consumidores. Por ejemplo, se ha hecho
creer al público que el pan blanco es superior al moreno. La harina
ha sido cernida de un modo cada vez más completo, y así ha sido
privada de los principios más útiles.
Se conserva mejor y el pan se
hace más fácilmente. Los molineros y panaderos ganan más dinero. Los
consumidores comen sin duda un producto inferior. Y en todos los
países donde el pan es la parte principal de la alimentación, las
poblaciones degeneran. Sumas enormes se invierten en la publicidad
comercial.
Gran cantidad de productos alimenticios y farmacéuticos,
inútiles y frecuentemente nocivos, han venido a ser una necesidad
del hombre civilizado.»
Alexis Carrel está perfectamente de acuerdo con Pedro Delbot, quien
nos dice:
«El pan era antiguamente el alimento más rico en
magnesio. Era la principal fuente de él para la humanidad occidental
que se alimentaba de pan. El pan y la sal solamente eran el símbolo
de la hospitalidad, eran los elementos fundamentales de ella. Ahora
bien, se ha llegado a eliminar del pan la mayor parte del magnesio
contenido en el trigo.
Esta falta grave contra la higiene
alimenticia no tiene otra explicación que la satisfacción de la
vista. La única razón de preferir el pan blanco es el agrado que su
blancura produce a la vista. Se paga esta elegancia con una
disminución de la energía y de la salud. El magnesio se acumula en
las envolturas del grano, envolturas a las que se aplica la
molinería perfeccionada, y las logra descartar.»
Se han analizado las distintas harinas y salvados.
Los resultados,
por cada 100 gramos, en miligramos de magnesio, son:
La aberración sobre esta cuestión es tal, que la harina que contiene
una notable cantidad de magnesio (62 miligramos por 100 gramos)
recibe el calificativo de baja.
Y por este error insospechado, la
mayor parte del magnesio está destinado a los animales en la harina
de baja calidad y en el salvado.
Por consiguiente, con razón se
puede decir que los perfeccionamientos de la molinería son una
causa importante de la degeneración, que es causada por la mala
mineralización de los alimentos.
Pedro Delbet viene de nuevo sobre este punto capital:
«En este
asunto la molinería tiene la primacía, pues en nuestro país el pan
es el alimento principal. Por un error inimaginable, el cernido de
las harinas ha sido apurado tanto, que el precioso magnesio del
trigo ha sido eliminado del pan blanco. Yo he demostrado que el pan
blanco es cancerígeno.»
Por su parte, Schrumpf-Pierron nos notifica que, en el país donde se
come mucho pan, éste, si es bueno, suministra la mayor parte del
magnesio alimenticio.
Pero, he aquí que nuestro pan contiene siete
veces y media menos de magnesio (MgO) que el que toman los
campesinos de Egipto. Si nuestro pan europeo tuviese la conveniente
mineralización magnesiana, un individuo que consumiese 500 gramos
de pan ingeriría 830 miligramos de magnesio, mientras que ahora sólo
ingiere 320 miligramos.
La tercera causa de la pobreza del magnesio en la vida moderna
proviene de la agricultura. P. Delbet experimentaba que las patatas
degeneraban en cierta región al cabo de tres años que se habían
plantado en ella.
Era preciso importarlas de los Países Bajos,
Flandes y Monte San Miguel, es decir, de terrenos particularmente
ricos en magnesio.
Es cosa enteramente averiguada que las plantas fijan el magnesio en
tiempo de su maduración; que unas especies lo fijarán más que otras,
supuesta siempre una relación proporcional entre el contenido de la
planta en magnesio y el del suelo.
C) MANERA DE OBTENER EL EQUILIBRIO MINERAL EN EL HOMBRE
Acabamos de ver que el organismo humano se halla en desequilibrio
mineral particularmente por la falta de magnesio.
Ahora bien, este
desequilibrio mineral produce estragos sin cuento en los seres
humanos, por no encontrar apenas oposición, es decir, reacción para
alcanzar el debido equilibrio.
Hombres de ciencia que se han
preocupado de este grave problema y lo han estudiado a fondo han
estampado frases como éstas:
«Los microbios patógenos son muy
temibles en los organismos desequilibrados; pero en el mundo
equilibrado, no serían quizá más que una curiosidad de laboratorio.»
Pero es el caso que estos microbios llevan tras sí la mayor
atención de los médicos e impiden así - y por eso sobre todo son
temibles - descubrir la verdadera causa de las enfermedades que
aquejan al género humano: el desequilibrio mineral, y de poner ahí
el remedio.
Mientras que la lucha contra los microbios acapara una mayor
actividad de los sabios y la diligencia de los servicios sanitarios,
se asegura la multiplicación de estos mismos microbios a quienes se
pretende combatir, se aumenta su virulencia, ofreciendo por todas
partes una excelente disposición para su desarrollo: los organismos
desequilibrados del hombre, animales y plantas.
Y los abonos
minerales que pueden restablecer, al menos en parte, un equilibrio
mineral más perfecto, se emplean frecuentemente de tal manera que
son responsables de un desequilibrio mineral que no cesa de
aumentar.
Y bajemos a casos concretos. El doctor
Hurfez-Sacleux ha constatado
cada año casos de enteritis graves en los niños, y ha establecido
una relación proporcional entre los casos de esta enfermedad y la
cantidad de leche de vaca que toman los niños.
H. Vilain hace notar que precisamente se dan estas enfermedades
cuando el alimento de las vacas es a base de remolachas, cuya
composición mineral es muy poco variada, sobre todo si en los abonos
predominan las sales de potasio, como se aconseja desatinadamente
a los cultivadores. En consecuencia, que el desequilibrio mineral de
la leche de dichas vacas es la causa de las enfermedades graves de
estos niños que se alimentan de ella.
Una buena y equilibrada alimentación mineral será la base de nuestra
salud y de la recuperación de excelentes cualidades en la sociedad.
Para evitar la deficiencia alimenticia de magnesio, es preciso
intensificar el cultivo de las especies y variedades más aptas para
fijarlo, y poner a disposición de la planta todo el magnesio que
ella pueda fijar útilmente. Éste es el camino que se debiera
seguir. Pero se ha elegido otro camino, con la subsiguiente
perturbación del equilibrio mineral.
Se siembran trigos híbridos
que se desenvuelven en terrenos pobres en magnesio, en vez de
enriquecer los terrenos con abonos de magnesio. Se siembran
variedades incapaces de fijar el magnesio del suelo en proporciones
convenientes.
Los ingenieros agrónomos han de determinar qué variedades son las de
mejor constitución para la salud. Cuando éstas estén bien
determinadas, quedará el trabajo de hacerlas adoptar. Las
variedades, incapaces de fijar el magnesio en las proporciones
debidas, deberían ser proscritas.
Un punto muy importante para llegar a la obtención del equilibrio
mineral estriba en el conocimiento de su relación con las glándulas
endocrinas.
Sabido es que estas glándulas rigen, en su mayor parte,
la salud y el desarrollo vital del organismo. En este punto podemos
asentar como cierto este principio: a todo desequilibrio mineral
prolongado corresponde un desequilibrio endocrino, que repercutirá
notablemente en los individuos sometidos a él.
De ahí no nos
extrañará que los individuos de una región presenten especiales
características respecto de los de otras regiones, que tienen un
influjo mineral distinto en las glándulas endocrinas, rectoras de la
vida y del desenvolvimiento del organismo.
Los nuevos planes a realizar son numerosos:
-
determinar cuál es la
mineralización ideal, característica del alimento perfectamente
sano
-
determinar cuáles son las plantas que pueden adquirir una
mineralización mejor
-
precisar el modo de cultivo de las distintas
plantas y las fórmulas de abonos más aptas
La producción de tales
alimentos se generalizaría, haciendo ver a los cultivadores que
ellos pueden producir tales alimentos, que ellos deben producirlos
y que esto es en su provecho propio, consiguiendo frutos no sólo de
excelente calidad, sino también en mayor cantidad.
El pan, por ser primero de los alimentos, ha ocupado la atención de
H. Vilain. Insiste en que se siembren las mejores variedades de
trigo para la salud del consumidor.
A estos trigos se les debe dar
un cultivo que mejore todavía las cualidades de su excelente
composición mineral, pues ésta puede variar entre límites no
pequeños. Y, por fin, hay que utilizar debidamente estos trigos.
Elimínese el salvado, que no es digerible; pero, sobre todo, de
ningún modo se quiten el germen y las envolturas internas, tan
ricas en vitaminas y minerales útiles, a fin de obtener un pan más
blanco.
La panificación directa es un excelente medio y muy poco conocido
por aprovechar perfectamente el trigo de buena calidad. El trigo no
se muele, sino que se pone en agua a temperatura conveniente
durante cierto tiempo.
Los granos de trigo absorben agua, se
hinchan, se reblandecen, el germen pasa de la vida de letargo a la
vida activa, se enriquece en vitamina, segrega diastasas, que le
permiten digerir las reservas nutritivas del albumen. Entonces se
machaca y se transforma directamente en pasta de pan.
Se elimina el
salvado, pero las sales solubles del salvado quedan en la pasta. No
queda más que echarle sal, hacerlo fermentar y cocerlo. Este pan es
muy fácil de digerir, por contener las diastasas del germen y las
solubles del salvado. Este pan es además, más económico.
De todo lo dicho hasta aquí ya no puede dudarse de que nuestra
salud exige una alimentación más abundante en magnesio, sobre todo
si se tiene en cuenta los efectos saludables y el gran número de
enfermedades que previene o remedia las ingestión de las sales
magnésicas, según hemos de ver más adelante.
Parece, pues, que para
evitar donde se pueda las enfermedades sin número, que son la
consecuencia directa o indirecta de la carencia o desequilibrio
mineral, es preciso y urgente asegurarnos una alimentación más rica
en magnesio. ¿Cómo obtenerla? Los medios son dos: uno artificial,
natural el otro.
Sin duda, cada uno puede añadir, en forma de sales, a su
alimentación los minerales deficientes. Este procedimiento tiene su
eficacia, como lo demuestran los enfermos curados que lo han tomado
siguiendo los consejos del doctor Delbet. Pero por dos razones este
método no es plenamente satisfactorio; pues así los beneficiarios
serían una minoría, y es un medio anormal, porque se tomarían como
medicamentos pedidos en la farmacia, ingredientes que deberían estar
en nuestra alimentación ordinaria.
El medio que mejor conviene seguir es el natural.
Dado que los
desequilibrios, o al menos su aumento cada día más acusado, son
consecuencia de algunos errores señalados por P. Delbet, el medio
mejor es corregir estos errores, de la siguiente manera:
-
Es preciso, en primer lugar, asegurarse un pan convenientemente
mineralizado. Un pan de esta clase sería suficiente para aumentar
nuestra ración magnesiana en proporciones considerables.
Para llegar a esto, se deberían tomar las siguientes medidas:
-
No
usar para la panificación más que trigos ricos en magnesio (2 gramos
al menos por kilo) y relativamente pobres en potasio
-
Prohibir
por una ley el cernido de las harinas por debajo del 80 por 100
-
Volver a los procedimientos de panificación integral de antes.
Las personas robustas que deben hacer un trabajo fatigante,
preferirían el pan íntegramente completo. La generalidad de la gente
adoptaría el pan moreno. El pan blanco sería reservado para los
dispépticos
-
Se debiera tener presente y estudiar la
panificación directa, sin harinas, de que hemos hablado antes.
-
Esta modificación del pan debería hacerse posible y ser
completada por una reforma de la agricultura. La agricultura debe
producir buen trigo, sin el cual no se puede hacer buen pan, y
procurar que las demás plantas, y consecuentemente los animales,
tengan la mineralización conveniente, el equilibrio deseado.
Hemos indicado antes que los abonos químicos pueden traer
perturbaciones perniciosas en la composición de los vegetales; pero
también se pueden obtener con otras fórmulas de abonos minerales de
una alta calidad mineral. Los señores Vilain y Kuck, curando a sus
animales con simple modificación de la fórmula de sus abonos, han
puesto de manifiesto la importancia de esta cuestión y lo que se
puede lograr en este punto.
Parece urgente dar a este problema el lugar que se merece. Podría
tener lugar la institución de un control para el análisis de los
productos de la tierra. Aquellos cuya composición fuese juzgada
malsana, deberían ser apartados del consumo.
-
La vuelta a la buena sal, gruesa y gris, a pesar de su ligero
inconveniente de la higroscopia, no debiera ser descuidada.
Pedro Delbet ha sido el heraldo de estas ideas. El ha tomado el
trabajo de publicar libros, para dar a conocer estas verdades,
semillas de resurrección.
El no está contento con la sola
administración de las sales halógenas del magnesio, en forma de
comprimidos o de solución en agua. Este es un medio individual, no
la solución de este problema serio y universal de la sociedad
moderna, a que siempre ha aspirado.
A ésta conducirán los medios
últimamente expuestos.
Otro médico francés, el Dr. Víctor Pauchet, de la Facultad de
Medicina de París, se esfuerza como su connacional, el Dr. Pedro Delbet, en dar la receta para la incorporación de magnesio en el
organismo: el pan integral y la sal sin refinar.
Y así en su obra
«Permaneced jóvenes», escribe (págs. 56 y 57):
«El magnesio se
introduce normalmente en el organismo consumiendo pan integral o
salmuera, que lo contienen en abundancia. El pan blanco y la sal
blanca no contienen magnesio y, por lo tanto, el individuo se halla
privado de ese precioso auxiliar. Esta laguna puede colmarse
absorbiendo sales de magnesio, preparadas en los laboratorios; pero,
¿para qué recurrir a este medio artificial, cuando el uso del pan
integral y de la salmuera constituyen medios tan simples y
naturales?»
Y para que nadie se llame a engaño acerca del verdadero pan
integral, el mismo Dr. Pauchet explica claramente de qué pan
integral habla, cuando dice:
«Una palabra sobre el pan integral. Se
le desacredita mucho; se le echa en cara que es indigesto. A esto
respondo que hay pan integral de muchas maneras. El pan que se
vende generalmente bajo el nombre de pan integral no tiene de éste
más que la etiqueta. Lo hacen con harina blanca a la que añaden un
poco de centeno y de salvado.
Esta horrible e indigesta mezcla no
tiene nada de común con el pan integral, cuya fabricación es muy
difícil, si el panadero no posee una instalación especial. La
molienda de «Graham» necesita una manipulación especial y una serie
de tamizajes para obtener una harina fina.
»Los molinos actuales - continúa diciendo el doctor Pauchet
- no están
montados, por lo general, para poder llevar a efecto esta molienda.
Hace algunos años, bajo la influencia del Dr. Montennis, se creó en
París, en la calle Las Casas, una panadería moderna, pero quebró,
pues el filántropo que sostenía aquella obra se desalentó ante la
indiferencia de los parisienses. Más tarde Heudebert, e] gran
fabricante de productos alimenticios higiénicos, ha emprendido la
fabricación de un pan integral que corresponde a la fórmula
perfecta. Hace poco le preguntaba yo cuál era el resultado
comercial de sus ensayos.
«Sí, sí, ya se vende el pan integral,
pero..., sobre todo, a los extranjeros. Es lástima que, ante el
esfuerzo de un compatriota, los franceses no se preocupen de
sostenerle y de aprovecharse de este alimento natural. El verdadero
pan integral recuerda, por el gusto y el aroma, el exquisito pan
moreno o campestre de otro tiempo. Todos cuantos padecen de
estreñimiento han de consumir pan integral.»
D)
EL MAGNESIO Y SU PAPEL EN TERAPÉUTICA HUMANA Por lo dicho, ya no es de maravillar que el magnesio haya
adquirido, desde hace algunos años, una importancia terapéutica cada
vez más considerable.
Elemento de transición entre metales y
metaloides, presenta gran actividad como agente catalítico o de
fijación para los metales alcalinotérreos, especialmente para el
calcio y el fósforo.
La fijación del calcio sólo puede realizarse por intermedio de
ciertos agentes orgánicos, ayudados por agentes químicos en los que
se han fijado los fisiólogos en estos últimos años y han estudiado
su papel. En todos los trabajos, los autores, se han dedicado a
establecer el papel de fijador representado por el magnesio, y a
precisar, en los estudios sobre el raquitismo experimental, que el
magnesio ayuda enérgicamente a fijar el calcio sobre los huesos de
los animales hechos raquíticos.
El magnesio, cuya acción sobre las
secreciones de las glándulas endocrinas es muy importante, parece
actuar como intermediario de las glándulas paratiroides, cuyo papel
sobre el metabolismo del calcio es primordial. Las glándulas
paratiroides contienen 5.8 por 100 de magnesio y la ingestión
experimental del magnesio aumenta claramente la actividad de las
glándulas paratiroides.
Hoy día está bien establecido que, entre
las substancias que poseen la secreción más fijativa sobre el
calcio orgánico, la que mejor papel desempeña, es la hormona
paratiróidica en primer plano.
La hipoparatiroidía conduce a una serie de trastornos entre los
cuales los principales caracterizan la tetania, y, a consecuencia de
la diferencia de la fijación del calcio orgánico y por aumento de la
excreción del calcio resultante, se ha observado la aparición de una
serie de estados patológicos caracterizados por estados convulsivos
en los niños, así como en los deprimidos, cualquiera que sea la
causa de la depresión general.
El magnesio juega un papel considerable en el equilibrio de la
fijación paratiroídica y se puede igualmente considerar como el
verdadero regulador de esta secreción. Las experiencias han
mostrado que las sales magnésicas actúan en sentido inverso que
las sales de calcio.
La hiperparatiroidía aumenta la excreción del
magnesio, mientras que disminuye la del calcio. La ingestión de las
sales magnésicas excita la secreción paratiroídica oponiéndose a la
descalcificación paratiroídica, derivada de la hiperparatiroidía, y
los trastornos convulsivos que se presentan.
Los trabajos de Tibberts y Arch muestran claramente que la
asociación del magnesio y del calcio favorece la eliminación del
calcio orgánico en- exceso, y puede concluirse de sus experiencias
que el magnesio y sus sales constituyen agentes terapéuticos de
primer orden contra los trastornos de la ateroma, favoreciendo
diferentes órganos, particularmente sobre las arterias y tejidos
articulares.
Se ha podido comprobar, en el servicio hospitalario, el aclaramiento sobre pantalla de las aortas oscuras y la desaparición
de los ostiofitos, como consecuencia de un tratamiento de yoduro
magnésico.
La acción del magnesio sobre la asimilación del fósforo no es menos
importante. La experimentación ha demostrado que el magnesio
representa un papel considerable en la formación de los fosfatos. Es
necesario en la hidrólisis de las lecitinas, que dan el ácido
glicerofosfórico, y el ácido ortofosfórico. La mezcla de sales
cálcicas y de estos dos ácidos da origen al glicerofosfato de cal,
compuesto particularmente asimilable, tanto en cuanto al fósforo
como al calcio, utilizado para regular el equilibrio en fósforo y
calcio del organismo.
No deja de ofrecer interés indicar aquí los resultados de algunas
experiencias. Mientras que la ingestión de fosfato tricálcico no
determinó ninguna absorción del calcio, la del fosfato
cálcico-magnésico permitió comprobar una disminución de un 50 por
100 de la cantidad de calcio eliminado por las orinas, demostrando
que la presencia del magnesio ayuda a la retención de la cal, tanto
alimenticia como medicamentosa.
Por tanto, aquí para ayudar a la
medicación cálcica, es oportuno una indicación importantísima que
permita comprobar la necesidad de una asociación de sales magnésicas
con las de fósforo y de calcio para facilitar la absorción. Estas
experiencias, rigurosamente ejecutadas, permiten su comprobación y
establecimiento.
Por otra parte, el magnesio asociado al bromo o al yodo da origen a
dos productos halogenados (bromados y yodados) de magnesio, cuya
utilidad terapéutica es de las más importante. En el bromuro
magnésico, el magnesio aumento su buena tolerancia y refuerza su
actividad por su acción antiespasmódica. En lo concerniente al
yoduro de magnesio, la absorción es aún más prometedora.
Su
actividad terapéutica es mucho más poderosa y también más durable
que la de los productos yodados utilizados por la acción hipotensora
del magnesio que refuerza la acción hipotensa del yodo. Así se han
podido expresar los resultados quimioterapéuticos obtenidos en las
sales yodadas de magnesio.
Inspirándose en esta importante documentación y en el tratamiento
quimioterápico del cáncer, por H. Hartmaan, se ha estudiado y
redactado la fórmula de un complejo yodoyodurado magnésico, en el
cual el magnesio debe ejercer una acción terapéutica.
Este complejo
fue experimentado primero sobre animales en aplicaciones locales
para el tratamiento de diversas afecciones cutáneas, llagas
infecciosas, ulceraciones, etc.
P. Groulade, veterinario, dio a
conocer en una comunicación los resultados experimentales
constitutivos de una prometedora labor que pueda conseguir su
aplicación a la medicina humana.
También el doctor Graciansky, dermatólogo, ha experimentado
ampliamente la acción del yodoyodu-ro magnésico sobre las diversas
variedades de úlceras infecciosas de los miembros. Esta medicación
fue utilizada, sea en tintura diaria o bien en un día sí y otro no,
resultando indiscutible que el tratamiento determinó una
cicatrización de las úlceras.
Según la citada comunicación del
doctor Graciansky, esta cicatrización fue a veces notablemente
rápida. La úlcera, hasta este momento abierta, se cerró
rapidísimamente.
Al cabo de un día o dos, la serosidad se concretó
en forma de costras, que se curaron rápidamente, dejando aparecer
una piel delgada, pero que desde el primer momento fue suficiente
para que la lesión pudiera considerarse como curada. Más
frecuentemente la curación fue más lenta. La costra se formó como
antes, pero más o menos rápidamente. La conclusión que se sacó fue
que, en general, se requieren tres semanas para conseguir la
curación de una úlcera de importancia media.
Recientes estudios han demostrado, en detalle, cómo el magnesio
interviene en acciones bactericidas y virucidas del organismo
humano.
Lo daremos a conocer, según lo refiere el director del
Hospital de la Cruz Roja, de Madrid, doctor D. Carlos Blanc-Soler.
«El organismo humano - dice - dispone de una serie de recursos para
luchar contra el paso de bacterias y virus al torrente circulatorio
a partir del intestino o de cualquier otro órgano, no sólo por la
acción macrófaga y destructora de los leucocitos, sino
principalmente por la acción bactericida de determinadas
substancias, como la lisozina, la espermina, etc.
Una de las últimas
substancias descritas con poder bactericida y virucida, que existe
normalmente en la sangre, es la «properdina».
Es ésta una globulina
que se une al «complemento» y al «ion magnesio», dando lugar así a
un sistema enzimático. Es suficiente la falta de una parte del
«complemento» o del «ion magnesio», para que el sistema enzimático
de la «properdina» deje de tener acción virucida, según se ha
demostrado recientemente por el virus de la enfermedad de
Newcastle».
E) DELBET, PALADÍN DE LA TERAPÉUTICA MAGNESIANA No cabe duda que el médico francés doctor
Pedro Delbet ha
contribuido como nadie a valorizar la terapéutica del magnesio.
En
los apartados siguientes hemos de hacer desfilar una serie
impresionante de efectos curativos, obrados por medio de las sales
de magnesio. Por esto agradecerán sin duda nuestros lectores que les
demos a conocer al héroe de tantas hazañas curativas, al paladín de
la terapéutica magnesiana; lo que vamos a hacer presentándolo tal
como nos lo ofrece el doctor F.A. Cid.
Al leer esta descripción, no
podemos menos de representarnos al doctor Delbet, no ya como en una
foto estática, sino como en un película cinematográfica sacada a lo
largo de sus muchos años de vida (más de 90).
El famoso profesor Delbet, discípulo de Dastre, mantuvo tenazmente - a pesar de sus noventa y tantos años
- un férreo índice en dirección
al polo de la ciencia inexpugnable: la que trasciende al
conocimiento humano, la que cada día, en mayor cuantía, suma sus
misterios con más muertes.
Las particularidades del cloruro de magnesio no podían menos que
fascinar, desde el primer instante, al abigarrado grupo de sus
contemporáneos. Y como el espíritu humano tiende constantemente a
buscar analogías, no es de extrañar que en un principio le
pretendieran asignar casi un papel, si se nos permite la palabra,
telepático.
Pero, allí donde surgen regiones sombrías, comparece en
seguida el espíritu investigador de Delbet con su penetrante
mirada, saturada de curiosidad. Su voluble fantasía científica, ya
frívola, ya genial, pero siempre inquieta, transformó
inflexiblemente esta confusa hipótesis de sus contemporáneos en una
patética afirmación: las virtudes curativas de las sales halógenas
de magnesio.
Muchas cosas, si el espacio nos lo permitiera, podríamos decir de
este paladín de la ciencia, coronado, ahora, por una vejez
gloriosa. Mas, preferimos recordar aquel hombre de ancha frente y
bien formado, que ya exteriormente llamaba la atención por su
elevada estatura y porte imponente, que se establece - a fines de
siglo - en el laboratorio de su maestro, en la calle de Ulm.
Sus rasgos reflejan un rostro armonioso y bien dibujado, labios
finos, mentón lleno y carnoso y frente magníficamente abombada
sobre unos indefinibles ojos de mirada de acero. Cuando por las
mañanas atraviesa, con su andar amplio y decidido, la puerta de la
trastienda de su laboratorio, irradia una seguridad bienhechora;
todos sus contemporáneos le reconocen una paciencia infinita,
incansable.
De temperamento más melancólico que impetuoso, más tenaz que
impulsivo, el animoso Delbet - entonces joven sabio Delbet - observaba
cuidadosamente los fenómenos, y, de la misma manera que cruza por
sus habitaciones con grandes pasos firmes y rudos, así camina con
pausa y decisión en sus investigaciones, pasando de una observación
a otra, lenta, pero inflexiblemente.
No procede por arranques
fulminantes y arrebatadores, sino por conclusiones prudentes y, por
lo mismo, irrecusables, y no hay impugnación ni encarnizamiento
capaces de alterar su profunda calma.
Esta tranquilidad, este tesón, esta grandiosa y perseverante
paciencia, esta entrega de la vida para la vida de la ciencia, este
ex profeso olvido del pensamiento en la penumbra del misterio,
tenían que resurgir. En 1891 demuestra que el lavaje del peritoneo
con antisépticos favorece la infección. La antisepsia, basada en
los descubrimiento de Pasteur, había revolucionado el campo de la
cirugía. Pero, si la esterilización de los instrumentos y de las
manos permanecía igual, la acción de los antisépticos sobre las
llagas era puesta en duda.
El licor de Labarraque, el ácido fénico y un sin fin de productos
atacan los microbios y destruyen las células. Para el pensamiento
científico de su época, la segunda conclusión no reza la mayoría de
las veces.
Pero Delbet va más lejos; sabe, desde Metchnikoff, el
papel de los glóbulos blancos en la lucha contra la infección, y
constata que una solución de cloruro de magnesio aumenta su poder fagocitario. En un momento, las obscuras horas de soledad en el
laboratorio y los días enterrado en sus estudios prorrumpen en un
estallido que hace volver todas las miradas hacia él.
Y es entonces cuando Delbet concreta parsimoniosamente un método
que bautiza de «citofiláctico». Su objeto: exaltar la vitalidad de
las células; un medio de acción: una síntesis de compuestos
órgano-magnésicos, que sus enfermos del Hospital Necker llaman su
«droga» y a la cual denomina «Delbiase».
A partir de este momento, queda aparentemente oscuro dentro de su
gloria. Y de la misma manera que la vida de su juventud linda casi
en lo desconocido, los quince años que transcurrirán hasta la nueva
comunicación, serán de un íntimo recogimiento que le permitirá ir
desmenuzando la trascendencia de su eslabón.
Y así en la Academia de Medicina expone que en el mundo civilizado
la ración magnesiana va disminuyendo: el pan es demasiado pobre de
magnesio, la sal refinada, las conservas se consumen con exceso.
Y
habla de la desmineralización fisiológica magnesiana del hombre
hacia los cuarenta años, desmineralización agravada todavía por la
alimentación deficiente en magnesio. Llega a afirmar que el
agricultor debe incorporar el magnesio en sus abonos para mejorar
las cualidades higiénicas de los vegetales alimenticios y restituir
al suelo el magnesio sacado por sus cosechas.
Esto debe ser política
del Estado:
«Del Ministerio de Agricultura depende la salud
pública» - dice.
Y mientras sus estudios - sobre la enfermedad que agota más a la
humanidad: el cáncer - prosiguen infatigablemente consumiendo sus
horas, van surgiendo nuevas comunicaciones:
«Acción frenadora del
cloruro de magnesio en la multiplicación de las células atípicas en
el desarrollo anárquico (Academia de Medicina, 1.° de mayo de
1932).
«El cloruro de magnesio favorece la evacuación biliar y
mejora la digestión» (Academia de Medicina, 1.º de mayo de 1936).
«De la resistencia general conferida al organismo por las sales de
magnesio» (Academia de Medicina, con el Dr. Palios, 1.° de julio de
1939).
«Delbiase y prostatismo. Disminución de pH urinario»
(Academia de Ciencias, 25 de mayo de 1940).
Y citando obras y más
trabajos, trazaríamos la vida del profesor Delbet.
Como todos los hombres de ciencia, su existencia está alejada del
mundo y oscura entre su luminoso pensamiento. La humanidad sólo
premiará al descubridor del medicamento efectivo del cáncer, y es
muy posible que olvide en él uno de sus precursores.
No querríamos
que ocurriera al profesor Delbet, el primero de los médicos modernos
que ha debido tomar sobre sí la suerte ingrata eternamente
reservada a los que llegan antes de tiempo, aquello de que en todas
las épocas los precursores han de ser sacrificados.
Este ha sido el
motivo de que hablásemos de él, a través de sus obras.
F) MÚLTIPLES EFECTOS CURATIVOS DEL MAGNESIO Ante la multitud de efectos curativos atribuidos al magnesio, que
nuestros lectores podrán luego apreciar, si continúan leyendo este
libro, no ha faltado quien le haya llamado despectivamente
«panacea».
Podemos, sin embargo, llamarle panacea - como advierte
el Padre Manzanal - en el verdadero sentido de la palabra, con una
pequeña acotación explicativa.
Si se consideran las sales de magnesio como medicamentos, entonces
con razón se las puede llamar en sentido peyorativo panacea; pero,
si se las considera como alimentos necesarios, a cuya falta se
deben muchas enfermedades, que desaparecen con la toma de cloruro
de magnesio o de otra sal magnésica, entonces la experiencia ha
demostrado que son una verdadera panacea, por la multitud de
enfermedades que curan.
Esta son tantas, que si no las viésemos
confirmadas por los hombres de ciencia, nos parecerían sospechosas.
Pero he aquí que son casos realmente sucedidos y comprobados por la
experiencia. Nos bastará para nuestro intento revisar los
comunicados que el doctor Delbet ha dirigido a la Academia de
Medicina francesa. P. Delbet, de la Academia de Medicina, es nombrado
Presidente de la Asociación Francesa para el Estudio del Cáncer.
Por un camino distinto ha llegado a las mismas conclusiones que H.
Vilain.
Los dos proclaman la necesidad del magnesio en la economía
mineral del mundo actual.
Esta necesidad proviene, en parte al
menos, del refinamiento meramente caprichoso y poco racional de los
alimentos, que han sufrido menoscabo de su equilibrio mineral,
especialmente por la deficiencia del magnesio.
Vamos a exponer
brevemente cómo P. Delbet ha comprobado experimentalmente que el
cloruro de magnesio obra en multitud de curaciones, dejando para más
adelante tratar con detenimiento de las enfermedades infecciosas,
tales como la difteria y el cáncer, que también son curados o,
cuando menos prevenidas, por el cloruro de magnesio.
-
El cloruro de magnesio y la fagocitosis:
En el año 1914, el
doctor Delbet se admira de los daños de la antisepsia (conjunto de
procedimiento destinados a eliminar, alejar y destruir los microbios
patógenos).
«Esta - nos dice - dirige sus tiros a los microbios y
mata las células».
Por eso, en vez de ir directamente a la
destrucción del microbio, se prefiere aumentar la resistencia y
actividad de las células, para que ellas triunfen de los microbios.
A esta acción protectora y exaltación de la actividad celular la ha
llamado citofilaxia; concepto que debe añadirse, si es que no
sustituir, al de antisepsia.
En el tratamiento de las llagas con diversas soluciones investiga
el doctor Delbet cuál de ellas exalta más las propiedades
citofilácticas de los glóbulos blancos, tan importantes en la lucha
contra la infección. Hasta entonces se creía que la solución del
cloruro de sodio al 8 por 100 era lo mejor.
Las nuevas experiencias
del doctor Delbet han demostrado que el cloruro de magnesio
cristalizado en solución acuosa el 22 por 1.000, ejerce una acción
tal sobre los glóbulos blancos, que duplica la acción de éstos en la
destrucción de los microbios.
La solución de cloruro de magnesio ejerce benéfica influencia sobre
las llagas, y conserva esta influencia cuando es inyectada en el
sistema circulatorio. La experiencia se hizo en un perro. Se le
inyectaron en una vena 150 centímetros cúbicos de esta solución. Se
tomaron muestras de sangre antes y después de la inyección. A los
glóbulos blancos de estas muestras se les inyectaron microbios de un
mismo cultivo. De esta manera, los glóbulos blancos bajo la
influencia del cloruro de magnesio destruyeron triple número de
microbios que se habían tomado antes de inyectar la solución al
perro.
Con las debidas precauciones el doctor Delbet ha hecho pruebas en el
organismo humano, y ha experimentado los mismos efectos: los
glóbulos de la sangre reaccionan más activamente contra los
microbios, invasores del organismo humano, si les ha sido inyectada
la solución del cloruro de magnesio.
-
Euforia y resistencia a la fatiga:
Además de estimular la acción fagocitaria de los glóbulos blancos, tanto externa como
internamente, se podría pensar si el cloruro de magnesio favorece a
otras células de distinta actividad.
Fue en el Hospital de Necker
cuando se usó, por primera vez, por vía bucal. Había un soldado
gravemente herido que rehusaba la inyecciones.
El doctor Delbet
dijo una mañana a las enfermeras:
«Probemos de darle la solución
por vía bucal».
A estas palabras las enfermeras insinuaron una
sonrisa.
«¿Por qué se ríen ustedes?», les pregunta el doctor.
«Todas
lo tomamos», respondieron ellas».
«¿Por qué lo toman?»
«Es que nos
da ánimo en el trabajo. Hemos notado que los enfermos mostraban
cierto bienestar, y a nosotras nos ha producido el mismo efecto.»
Por este suceso, que podríamos llamar casual, el doctor Delbet
administraba esta solución a todos los heridos de su servicio. Las
enfermeras, satisfechas por la sensación de euforia, de energía y de
resistencia a la fatiga, hicieron propaganda de la solución. Muy a
menudo, un gran número de personas tomaban regularmente esta
solución. Este paso debía traer otros consigo.
Sucedió que muchas
personas que buscaban el efecto tonificante del cloruro de magnesio,
sufrían distintos padecimientos que desaparecían. Se produjeron
curaciones en extremo variadas, que fueron relatadas al doctor Delbet.
El doctor Víctor Pauchet, de la Facultad de Medicina de París, en
su obra «Permaneced jóvenes», exalta de varias maneras el poder del
magnesio para el bienestar corporal. Así, por ejemplo, para gozar de
salud recomienda «consumir cloruro de magnesio» (pág. 51).
Esta
recomendación es consecuencia de lo que antes había dicho (pág. 37):
«Los que consumen regularmente cloruro de magnesio excitan las
tiroides y experimentan una impresión legítima de rejuvenecimiento y
de vida. No consumáis sal blanca ni pan blanco, que no contienen
magnesio; consumid pan moreno y salmuera que lo contienen».
-
Desórdenes digestivos:
Un médico envió al doctor Delbet su propia
observación. Tenía perturbaciones intestinales penosas y
persistentes. A pesar de un severo régimen y un tratamiento de
agentes físicos (diatermia, rayos infrarrojos), su estado no había
cambiado apenas.
Se somete, por fin, a la acción del cloruro de
magnesio con una dosis de 2 gramos por día, suprimiendo todo
medicamento. Los resultados fueron excelentes: desaparecen los
dolores de la región epigástrica y las perturbaciones
intestinales. Aumenta 10 kilos de peso, su aspecto exterior se
transforma y puede llevar las ocupaciones ordinarias sin fatiga.
El cloruro de magnesio, tomado de una manera continua, reduce las
evacuaciones en los diarreicos. En otros, aunque al principio traiga
algunas perturbaciones, el resultado de su acción habitual es una
regulación. Hace también que las materias fecales pierdan su olor
desagradable.
El doctor Rodríguez Méndez, en su obra titulada «Apuntes sobre
Medicamentos», dice ponderando las ventajas de los bizcochos de
peróxido de magnesio (págs. 133 y 479), conocidos con los nombres de
«hopogán» y «perhidrol magnésico», que están destinados a combatir
muchos padecimientos gastrointestinales, y, al mismo tiempo, hace
constar expresamente que el peróxido «no irrita ni causa accidente
alguno».
En una obra de los doctores S. Milne Edwards y P. Vacasseuh,
publicada nada menos que en 1835, con el título de «Manual de
Materia médica», al referirse al carbonato de magnesio calcinado,
se dice textualmente (pág. 289):
«Es muy ventajoso su uso, en casos
de acidez de las primeras vías, que se observa mayormente de esta
manera como antiácido y absorbente para neutralizar los ácidos que
se desenvuelven con demasiada frecuencia en el estómago en ciertas
circunstancias. Ofrece igualmente grandes recursos, en casos de
envenenamiento por los ácidos, en razón de la facilidad con que se
combina con estos cuerpos y de no ser nocivas las sales que resultan
de esta combinación». Un poco más adelante (pág. 299), tratando del subcarbonato de magnesio, asegura que «sus usos son los mismos que
los de la magnesia calcinada y se emplea mucho en los mismos casos».
Y termina diciendo:
«En fin, se emplea con mucha ventaja en casos
de mal de piedra, que dependen de la superabundancia de ácido
úrico».
-
Acción sobre la piel:
Es interesante la acción del cloruro de
magnesio sobre picores que quizá se deban a alteraciones de la piel
o a lesiones nerviosas.
Una criada no podía lavar sin sentir
después picazones en las manos, que no la dejaban dormir,
acompañados a menudo de eczema. Había sufrido muchos tratamientos
sin resultado satisfactorio. Tomando 2 gramos de cloruro de
magnesio diarios, le desapareció la molestia. Puede lavar sin
inconveniente ni molestia.
La señora de un médico sufría mucho de sabañones. Después de la
ineficacia de los tratamientos preventivos y curativos, renuncia a
ellos, comenzando a tomar un poco de cloruro de magnesio en el mes
de septiembre. Con este tratamiento se pasó el invierno sin
sabañones. Otras personas han constatado la eficacia del cloruro de
magnesio como preventivo de los sabañones.
Hablando concretamente de una enfermedad de la piel curada por las
sales de magnesio, el doctor Delbet expone a qué se deben estos
efectos curativos, dentro de su teoría general de la citofilaxia.
Se expresa en estos términos:
«Una dosis de 2 gramos de cloruro de
magnesio, tomada por vía digestiva, no puede tener ninguna acción
antiséptica sobre los microbios de las glándulas sebáceas. A causa,
pues, de una modificación de las células, las glándulas triunfan de
los agentes patógenos. Puede considerarse esto como acrecentamiento
de la actividad celular. Yo repito que el magnesio debe considerarse
como alimento, no como medicina».
-
Operaciones quirúrgicas e intoxicaciones de cloroformo:
Varios
efectos del cloruro de magnesio indicaban el uso de los enfermos
antes de sufrir una operación: una reacción más rápida y eficaz
contra las infecciones, desodorificación de las materias fecales y,
sobre todo, su acción sobre el sistema nervioso.
Se evita, ante una operación de esta clase, una emoción desordenada
y el agotamiento que ella trae, mediante el uso regulador del
cloruro de magnesio que, al cabo de unos cuantos días, proporciona
una especie de equilibrio del sistema nervioso. También modera las
sensaciones superexcitadas y, a la vez, da más energía.
Un punto quedaba oscuro: su acción sobre el narcótico. Delbet hizo
la experiencia sobre el cloroformo, realizando la prueba con
conejos. En ella llegó a la conclusión de que varias dosis de
inyecciones de cloruro de magnesio, administradas en los días
anteriores a la operación, reducen la toxicidad del cloruro, por lo
cual Delbet recomienda se practiquen inyecciones de cloruro de
magnesio, como preparación a las operaciones quirúrgicas.
El antes citado doctor Rodríguez Méndez, en su libro «Apuntes sobre
Medicamentos», dice, a propósito de las sales de magnesio (pág.
404):
«Los estudios de Mcltzer prueban que sus sales (cloruro y
sulfato) poseen gran poder inhibitorio y anestésico. Bajo su acción
ha efectuado (Meltzer) intervenciones quirúrgicas».
-
Los achaques de la vejez:
Los avanzados en edad, por debilitación
del sistema nervioso, tienen cierta rigidez muscular que se
manifiesta en diversas acciones: la marcha es un poco sacudida, al
bajar de una escalera necesitan apoyo... Personas de esta clase han
recuperado, bajo la influencia del cloruro magnésico, la marcha
flexible y elástica de su juventud.
La primera manifestación de esta rigidez es una modificación de la
escritura, que se hace irregular. En un grado más avanzado está el
temblor senil. Todos estos inconvenientes, pequeños o grandes,
desaparecen bajo la acción del cloruro de magnesio.
En un hombre de sesenta y nueve años, el temblor comienza a
disminuir a las tres semanas de tomar todos los días 2 gramos de
cloruro de magnesio. Al cabo de cinco semanas, la escritura, que le
era imposible desde hacía dos años, se hace normal.
Una anciana de sesenta y siete años tenía, además de otros
temblores más pequeños, temblor de los miembros superiores, con
grandes oscilaciones, de manera que no podía llevar nada a la boca.
Toma una dosis de 3 gramos por día. El temblor disminuye
rápidamente. Cesa la dosis de cloruro magnésico, sobreviene a los
pocos días el temblor.
El cloruro de magnesio se lo hace
desaparecer de nuevo y definitivamente.
Las sales de magnesio obran también sobre algunos temblores
patológicos y hacen desaparecer las sensaciones de calambres.
Entre las enfermedades más propias de la vejez figuran las
perturbaciones en la próstata, que se manifiestan en desórdenes
molestos, frecuentemente penosos, a veces graves. Pues bien, en
todos los desórdenes de micción, graves o leves, el uso regular de
comprimidos de magnesio ha hecho desaparecer o disminuir el mal.
Un
anciano retentista completo se disponía a una operación de próstata.
Como preparación para ella toma cloruro de magnesio. Y he aquí que
comienza la mejoría, y sale curado del hospital, sin haber sido
operado, por el benéfico influjo del cloruro de magnesio.
El aumento de la ración de magnesio detiene la evolución de la
hipertrofia prostática, que es una plaga de la humanidad, y a veces
la hace desaparecer. Además, parece ser un preservativo de los
desórdenes prostáticos, pues los que lo usan comúnmente, no los
han tenido.
Las investigaciones que se han hecho sobre órganos muy importantes
de los ancianos, nos dicen que las características de estos órganos
afectados por la edad son la disminución del magnesio y el aumento
del calcio; y, por consiguiente, la proporción, el equilibrio
debido, disminuye entre estos dos importantes elementos.
En los
adultos el valor de esta proporción es doble que el valor de esta
misma proporción en los ancianos. Esta disminución del magnesio no
es un hecho secundario, ya que el aumento del calcio; y, por
consiguiente, la proporción de accidentes y caídas de la vejez. Por eso es
necesario que el contenido en sales magnésicas de los alimentos sea
tanto más rico, cuando la edad es más avanzada.
El magnesio favorece la fijación del calcio allí donde su presencia
juega un papel fisiológico normal, por ejemplo, en los huesos;
mientras que lo elimina de las partes donde su presencia es
patológica. Ejerce, pues, una acción reguladora.
Al eliminar el
calcio patológico, el cloruro de magnesio es un excelente
preventivo de la hipertensión. Los depósitos de calcio, que hacen
perder su elasticidad a las arterias, desempeñan un papel
importante en ciertas hipertensiones y en los accidentes que de
ellas provienen. La eliminación de estos depósitos calcáreos tiene,
pues, una importancia grande en la práctica, que es favorecida por
el cloruro de magnesio. Según esto, el magnesio resulta un
medicamento muy indicado para evitar la arteriosclerosis.
No hay contradicción en que el magnesio fije en unas partes del
calcio y lo elimine de otras, pues el calcio se encuentra formando
distintos compuestos en las diversas partes del cuerpo.
La acción del cloruro magnésico también se manifiesta en la
actividad cerebral. Un escritor agradecía al doctor Delbet el
efecto de las sales de magnesio; pues, gracias a ellas, escribió su
última obra con suma facilidad. El reuma también desaparece mediante
la toma de la solución del cloruro de magnesio. Se deberá tomar en
pequeñas dosis (una copita), mañana y tarde, hasta que se note la
curación, con alguna breve interrupción.
En el organismo débil de los ancianos los efectos del magnesio son
magníficos; sin embargo, en el organismo lleno de vida de los
jóvenes puede aún acelerar el ritmo vital produciendo efectos no
saludables. Por eso, advertimos - dice Delbet - por bien de los
jóvenes, que no es conveniente que ellos abusen de ello, sino que
lo usen con moderación.
En las mismas ideas abunda el Dr. Pauchet antes aducido en su obra
«Permaneced jóvenes» (página 57), cuando escribe:
«Y para acabar
este capítulo, dos palabras sobre el magnesio. Actualmente los
médicos se ocupan mucho de la cuestión del magnesio introducido en
el organismo como medio terapéutico. Se ha demostrado que, en todo
individuo, la presencia del magnesio está en relación directa con
el grado de vigor.
Rico en magnesio al principio de la existencia,
el organismo posee cada vez menos a medida que el individuo envejece
y se torna senil. Parece ser que, para prolongar el período de
vigor en el adulto, para combatir las diferencias orgánicas, la
absorción de sales de magnesio prestaría grandes servicios».
G) TERAPÉUTICA MAGNESIANA DE LAS ENFERMEDADES INFECCIOSAS
Los efectos curativos del magnesio se extienden, en general, a todas
las enfermedades infecciosas.
Podríamos narrar minuciosamente casos
de curación en distintas enfermedades, pero nos limitaremos a las
líneas generales de esta materia. Iremos extractando, según lo hace
el P. Manzanal, las observaciones y notas del doctor Neveu en las
principales enfermedades que ha tratado.
-
Gripe y afecciones de las vías respiratorias:
El doctor Neveu atendía desde
1923 a 1939 a los enfermos de las Hermanitas de los Pobres
en Rochefort-sur Mer. La cuarta parte de los ancianos,
físicamente agotados, moría cada año de bronconeumonía, siendo
tratados por los medicamentos usuales.
El año 1934 comienza el
doctor Neveu el tratamiento magnesiano en el asilo. Daba a todos
los enfermos con fiebre la solución de cloruro de magnesio, en
dosis de 125 centímetros cúbicos cada seis horas. Los efectos fueron
excelentes: los enfermos curaban rápidamente.
En el invierno de 1934-1935 vino una fuerte epidemia de gripe, que
atacó a todos los ancianos. Todos salieron incólumes de ella por la
solución de cloruro de magnesio. Ésta les cortaba la fiebre. Los
que fueron atacados de bronconeumonía gripal, recibieron el mismo
tratamiento, además se les inyectaba aceite alcanforado. Curaban
todos en el espacio de tres a cinco días.
En el mes de mayo, pasada la epidemia, había muerto en el asilo un
solo enfermo de bronconeumonía gripal, mientras que la mortalidad en
la ciudad había sido muy elevada. Este contraste inesperado fue
señalado en el Ayuntamiento de la ciudad. En lo sucesivo los
ancianos adoptaron este método curativo, y cuando se sentían
indispuestos o con fiebre, iban a pedir a la Hermana Enfermera la
solución de cloruro de magnesio a la que habían puesto el nombre
de «la bebida que corta la fiebre».
El doctor Neveu nos narra su propia curación. Sintiéndose insomne y
con malestar general, aparecieron los síntomas claros de la
neumonía. Acostado en el lecho, se hizo llevar la solución. Era un
viernes cuando empezó a tomar la solución. Al domingo siguiente,
aunque no perfectamente curado, se levantaba para visitar a un
amigo suyo que estaba enfermo. A partir de este momento, se puede
decir que su neumonía había sido cortada por el cloruro de magnesio.
Dice el doctor Neveu que ha tratado en su clientela desde 1934, no
pocos casos de gripe, neumonía y bronconeumonía por el cloruro de
magnesio, con un éxito constante: «He tratado en particular - son sus
palabras - niños, en bronconeumonías consecutivas a la gripe o a la tosferina, que sin duda no hubieran curado por un tratamiento
distinto del magnesio.
Estas palabras del doctor Neveu se ven perfectamente confirmadas
por las distintas observaciones que de cada enfermedad nos
transmite. No es nuestro intento reproducirlas. Baste decir que la
curación, en general, es rápida; si se ha dado al paciente una
dosis suficientemente fuerte de la solución al principio de la
enfermedad, habrá que aumentar esta dosis en cantidad o en número,
hasta conseguir una mineralización magnesiana suficiente.
Estas observaciones muestran el poder citofiláctico de la
mineralización magnesiana en las afecciones pulmonares agudas, ya
sean de gripe o bronconeumonía, pleuroneumonía o bronconeumonía. La
solución magnesiana cura, en efecto, las enfermedades agudas de las
vías respiratorias.
La tosferina también ha sido tratada por la solución de cloruro
magnésico. La experiencia fue hecha en un orfelinato en 1935. Es
preciso comenzar el tratamiento muy a los comienzos, al notar la
primera tos. De esta manera el tratamiento magnesia-no corta la
tosferina. Comenzando un poco tarde, modera los accesos de tos y
corta la enfermedad.
Estos resultados en la tos ferina se pueden tener por ciertos, dado
el suficiente número de casos tratados por el doctor Neveu. En un
caso desesperado cuando la penicilina y la estreptomicina se
mostraban impotentes para combatir la enfermedad, la. solución de
cloruro de magnesio salvó del inminente peligro a una niña de siete
meses.
El tratamiento magnesiano posee igualmente una notable acción contra
el asma, bronquitis crónica y el enfisema. El doctor Neveu nos dice:
«He obtenido resultados admirables en enfermos que habían agotado
todos los recursos de la terapéutica clínica, y que varias veces
habían tenido tratamientos de aguas medicinales».
A estos enfermos hacíales tomar por la mañana y por la tarde 125 centímetros cúbicos
de la solución durante veinte días. Este tratamiento era renovado
cuantas veces su estado de salud lo hacía necesario. En caso de
crisis aguda, de congestión o de fiebre, les hacía tomar la misma
dosis cada seis horas.
Para el doctor Neveu el mejor tratamiento contra el asma y la
bronquitis crónica es éste de la solución de cloruro magnésico.
-
Afecciones de otros aparatos:
Restan todavía muchas enfermedades
cuya curación puede realizarse por la solución de cloruro de
magnesio. Es suficiente para nuestro intento mencionar las más
principales.
Comenzaremos por el forúnculo. El tratamiento
magnesiano se opone a la evolución de un forúnculo, al principio de
su formación. (Forúnculo, en lenguaje vulgar, «divieso».)
Varios enfermos atacados de forúnculos y que habían ensayado todos
los remedios, se han curado con el siguiente tratamiento: 125
centímetros cúbicos de la solución de cloruro de magnesio, mañana y
tarde, durante veinte días. Los forúnculos que tenían tendencia a
renovarse, reventaban después de un corto período inflamatorio;
luego desaparecían definitivamente. El tratamiento magnesiano es, a
juicio del doctor Neveu, el mejor tratamiento de la forunculosis.
El doctor Neveu también ha curado por este tratamiento varios
ántrax.
La intoxicación alimenticia también ha desaparecido por la solución
de cloruro magnésico. Asimismo la enfermedad de eczema desaparece
mediante el tratamiento magnesiano. La dosis es de 125 centímetros
cúbicos, mañana y tarde.
Se registran varios casos de poliomielitis curada por el mismo
tratamiento. La poliomielitis se distingue clínicamente como una
atrofia muscular. Dos observaciones nos muestran la eficacia del
cloruro de magnesio en el período agudo de la poliomielitis. Una
tercera observación nos muestra que, administrado dos meses después
de los primeros síntomas, ha hecho desaparecer una atrofia muscular
y una parálisis que, sin duda, hubieran sido definitivas.
El doctor Neveu ha aplicado el tratamiento magnesiano a todos los
enfermos atacados de erisipela, ostiomielitis, escarlatina,
sarampión y adenitis, para los cuales ha sido consultado. Bajo la
influencia de este tratamiento, las curaciones son siempre rápidas.
En particular ha experimentado curaciones muy interesantes en
erisipela y ostiomielitis. Ningún enfermo de ostiomielitis ha
tenido que sufrir intervención quirúrgica; todos se han curado
perfectamente por el cloruro de magnesio.
Los atacados de estas
cinco enfermedades últimas no tienen complicaciones con otras
enfermedades infecciosas, tratados por la solución del cloruro de
magnesio.
H)
TERAPÉUTICA MAGNESIANA DE LA DIFTERIA
En las primeras horas de un jueves, el doctor Neveu es llamado
junto a una niña de nueve años atacada de una angina sospechosa.
La
niña presenta señales claras de una difteria grave. El análisis de
los bacilos de sus amígdalas confirmó el diagnóstico. Para atacar la
enfermedad, había que inyectar a la niña suero a grandes dosis, como
lo había hecho el doctor Neveu en muchos casos con feliz resultado.
Con el fin de evitar las perturbaciones debidas al suero que
pensaban inyectar, el doctor Neveu prescribió la solución
siguiente: Cloruro de magnesio cristalizado, 28 gramos; agua
natural, como disolvente, medio litro.
Esta solución debía ser
tomada en tazas de café, cada cuatro horas.
El sábado por la mañana pasa por la casa de su enferma y comprueba
con admiración que está en vías de curación. A las cinco de la tarde
vuelve junto a la enferma. Había acabado de tomar la solución, y ya
estaba curada. Es preciso reconocer que el cloruro de magnesio
había curado una difteria, como lo hubiera hecho el suero, si se
hubiera administrado. Esto lo veremos confirmado a medida que se
multipliquen las experiencias del doctor Neveu y sus compañeros de
profesión.
El cloruro de magnesio no ha obrado como antibiótico o como un
suero, los cuales, o bien atacan directamente la vitalidad de los
microbios, o bien neutralizan sus toxinas. No ha podido causar la
curación más que por una acción favorable ejercida sobre el mismo
organismo.
Esta es la citofilaxia del cloruro de magnesio de que
hemos hablado antes, es decir, el aumento de vitalidad de las
células que las hace triunfar por sí solas de los microbios, según
la doctrina del doctor Delbet confirmada por muchas experiencias.
Y si éste es el método de obrar del cloruro de magnesio, es claro
que no es un remedio particular
y específico de la difteria, como lo es el suero antidiftético, y
que la inmunidad que proporciona no debe ser limitada a la sola
difteria, ya que, fortaleciendo el organismo, lo dispone para
superar ésta y otra infección cualquiera que sea su clase.
El doctor Neveu ha tratado con este método otros cinco casos con los
síntomas y exámenes positivos de los bacilos de la difteria (bacilos
de Loeffler).
Todos se han curado rápidamente, después de haber
tenido gran cuidado de probar que se trataba de casos de difteria. Neveu, seguro de la eficacia de su método, ha suspendido los
exámenes bacteriológicos y la redacción de las observaciones
clínicas, que ya no tenían interés para él, y en los años siguientes
trató por la solución de cloruro de magnesio al 20 por 1.000 más de
60 casos de anginas diftéricas, siempre con feliz resultado.
Notemos solamente que el doctor Neveu, en un caso difícil de
difteria, en el que después de siete días de tratamiento por la
solución de cloruro de magnesio no aparecía franca mejoría, usó una
inyección antidiftérica de 10.000 unidades, continuando el
tratamiento por la solución de cloruro de magnesio con una sola
dosis.
Este tratamiento dio por resultado la curación del paciente.
Las 10.000 unidades de suero, dosis mínima y tardía, no bastan
según el doctor Rouche, para justificar la curación de este caso.
La dificultad provino de haber comenzado tarde el tratamiento, que
fue al cuarto día de la enfermedad, viniendo a aumentar la
dificultad el frío y la falta de higiene.
En 1943 el doctor Neveu se conmovió, al saber que sus colegas
estaban insuficientemente armados contra la difteria por la escasez
de sueros, y que ésta hacía estragos lamentables. Entonces creyó
deber suyo dar a conocer un tratamiento cuya eficacia había
experimentado.
Reveló, pues, las observaciones clínicas de cuatro nuevos casos de
difteria, tres de los cuales eran extremadamente graves,
confirmados todos por el laboratorio, y dirigió estas observaciones
juntamente con las precedentes al doctor Duvic, Inspector-Médico de
la Charente-Marítima.
Este comunicó los documentos al director
regional de la Salud y Asistencia de Poitiers.
«Ellos me impulsaron - escribe Neveu
- a publicar sin retraso un artículo en la prensa
profesional. El primero de enero de 1944, el diario de medicina
«Concours Medical», me incluía una nota sobre el tratamiento de la
difteria por el cloruro de magnesio...»
El quince de abril del mismo año publicaba otro artículo el
«Concours Medical».
He aquí una síntesis de sus ideas:
Desde hace
diez años he tratado con éxito más de sesenta casos de difteria por
la solución siguiente:
-
Cloruro de magnesio cristalizado, 33 gramos
-
agua ordinaria, como disolvente, 1 litro
Empleo esta solución en
dosis de 125 centímetros cúbicos que se toman de una vez o en el
espacio de cinco minutos. Después de dos horas, viene una segunda
dosis de 125 centímetros cúbicos. Esta dosis se renueva cada seis,
ocho o doce horas, según la gravedad del caso.
Las dos primeras dosis, bastante próximas, permiten obtener
rápidamente una concentración sanguínea suficiente. El intervalo de
las dosis siguientes tiene por fin mantener o disminuir
progresivamente esta concentración, según el estado del enfermo.
Este tratamiento es sumamente sencillo y rápido. Frecuentemente el
análisis del cultivo de los bacilos llega del laboratorio, cuando el
enfermo está casi ya curado, pues el examen del cultivo se hace
después de diecisiete horas.
No he tratado niños menores de cinco años. La dosis para éstos
debería reducirse a 100, 80 ó 60 centímetros cúbicos. Hasta aquí la
exposición del doctor Neveu.
Con este artículo comienza a extenderse, con feliz augurio, el
procedimiento del doctor Neveu. Llega a muchos médicos y será
presentada a la Academia de Medicina una comunicación sobre él.
Vamos, pues, ahora a decir algo sobre la acogida y resultados del
nuevo método expuesto en este artículo. Los mismos doctores nos
cuentan cómo lo recibieron y con qué resultados lo aplicaron.
Naturalmente, la primera reacción no fue de franca acogida. Se
mostraban indecisos ante el tratamiento; pero, después que
experimentaron los mismos efectos que el doctor Neveu, la acogida
fue incondicional. René Fortin lo empleó, por primera vez, con un
poco de escepticismo. El resultado fue rápido y feliz. Cree que la
desaparición de las adenitis es más rápida que con el suero.
(«Adenitis» se llama a la inflamación de las glándulas y de los
ganglios linfáticos.)
F. Bouyssi empleó con desconfianza el tratamiento en un joven. La
falta de suero le movió a emplearlo.
Su impresión posterior, al
visitar al día siguiente al joven, la describe así en carta al
doctor Neveu:
«Yo me permito manifestarle mi gran satisfacción por
el método de la angina diftérica que Vd. ha preconizado. He quedado
muy satisfecho y, al mismo tiempo, sorprendido» (ante el efecto
curativo).
El doctor Roussi, inspector adjunto de la Salud, se expresa así:
«Hemos conocido con vivo interés su artículo sobre el tratamiento de
la difteria por el cloruro de magnesio... Después de pequeñas
epidemias que han castigado nuestro sector, y cuando comenzaban a
faltar los sueros, hemos avisado a los médicos y les hemos
aconsejado el tratamiento preconizado. Hasta ahora este tratamiento
parece haber obtenido muy buenos resultados en los adultos, los muy
pequeños absorben con dificultad la bebida.»
Otros doctores han experimentado el método del doctor Neveu en la
curación de la difteria, y han enviado también sus observaciones de
feliz resultado.
Entresacamos de ellas, siguiendo al P. Manzanal,
algunas ideas de especial interés e importancia. Este tratamiento
es en extremo interesante para aquellas personas a quienes es
perjudicial el suero, en general, por su complexión hipersensible.
El tratamiento magnésico no hay que cortarlo, tan pronto como el
paciente se encuentre bien; hay que prolongarlo algún día. Pues
pueden quedar todavía bacilos que, multiplicándose rápidamente y
encontrando al organismo sin la defensa que le proporcionaba el
cloruro de magnesio, puedan prevalecer y producir de nuevo la
enfermedad.
Por eso conviene seguir el tratamiento, hasta que el
primer examen del cultivo de la flora bacteriológica sea negativo de
los bacilos de la enfermedad. Un segundo examen se hará siete días
después.
Esta última observación de tomar, por ejemplo, un litro de la
solución de cloruro de magnesio en la convalecencia de la difteria,
es aplicable a toda difteria, sea cualquiera el tratamiento
empleado.
Sólo el doctor Couturier escribió al doctor Neveu diciéndole que su
tratamiento no había producido efectos satisfactorios en tres casos
de difteria. El doctor Neveu le escribió dudando de que hubiese
seguido sus prescripciones y comunicándole un consejo práctico
para tales casos.
Dice así:
«Yo le agradecería que hiciese el favor
de responderme a lo siguiente. Como el medicamento suministrado
debe ser cloruro de magnesio desecado, si se emplea el cloruro de
magnesio cristalizado, es preciso emplear la fórmula de 43 gramos de
cloruro magnésico por un litro de agua. Así que, véase de nuevo con
el farmacéutico que ha hecho la preparación y pregúntele cuál era
la naturaleza del cloruro de magnesio empleado.
«Por otra parte - añade - le agradecería que, en el próximo caso de
difteria que haya de tratar, siga los consejos del doctor Metzquer,
es decir, prescribir el tratamiento de cloruro magnésico en la
primera visita, al mismo tiempo que hace una toma de la flora
bacteriológica, esperando el resultado del análisis para comenzar o
no la seroterapia, según el estado del enfermo. Esto no compromete
en nada su responsabilidad. Y comuníqueme sus resultados.»
Al día siguiente el doctor Couturier respondió a Neveu:
«Acabo de
ver al farmacéutico. Las tres veces ha empleado cloruro de magnesio
cristalizado. Quiero, pues, comenzar en la primera ocasión con 43
gramos de cloruro magnésico cristalizado, tanto más cuanto que he
tenido en octubre último una muerte cinco minutos después de 1.000
unidades de suero.»
En el mismo mes Couturier comunicaba a Neveu cuatro casos de
difteria curados rápidamente con el tratamiento del cloruro de
magnesio debidamente empleado.
A un niño que por los vómitos arrojó
el cloruro de magnesio, agravándose su estado, fue preciso inyectar
40.000 unidades de suero para conseguir su curación. El doctor Couturier llama la atención sobre las perturbaciones
gastrointestinales: vómitos, intolerancia del cloruro de magnesio
en el tubo digestivo.
Dos causas principales explican estas frecuentes perturbaciones en
los enfermos del doctor Couturier:
-
1.a No atenerse al horario de la
dosis señalado por el doctor Neveu.
-
2.ª Un error de cálculo en los
gramos de cloruro de magnesio, según reconoció el doctor Neveu.
Con
la solución de cloruro de magnesio cristalizado (33 gramos por un
litro de agua), conformándose el horario con las directrices del
doctor Neveu, las reacciones digestivas no son frecuentes y se
reducen a poca cosa.
El doctor Neveu ha suministrado el cloruro de magnesio por medio de
comprimidos de 0.6 gramos de cloruro de magnesio desecado. La dosis
es de cuatro comprimidos con el mismo horario que la solución. Los
efectos son tan excelentes como los de la solución. Se cuentan
multitud de curaciones aportadas por muchos doctores que han
adoptado el método terapéutico del doctor Neveu.
Vamos a concluir este punto dando la estadística de los casos de
difteria tratados por el método del doctor Neveu. El mismo la dio en
una comunicación a las «Jornadas Terapéuticas de París».
Dice así:
«He aquí, por orden cronológico, los nombres de los compañeros, que
con conocimiento mío, han ensayado el tratamiento de la difteria
por el cloruro de magnesio y la estadística:
«En resumidas cuentas, 59 curaciones en 62 casos tratados (por el
cloruro de magnesio sólo); un 95 por 100 de resultados favorables en
el procedimiento citofiláctico del tratamiento de la difteria por
el cloruro de magnesio.
Los tres diftéricos que han recibido
suero, además de cloruro de magnesio, se han curado, lo que supone
un 100 por 100 en los dos procedimientos asociados: citofilaxia y
seroterapia.»
Hasta aquí el doctor Neveu en su comunicación.
Digamos dos palabras sobre la asociación de estos dos métodos. El
doctor Funeron tuvo siete casos de difteria en una familia. Tratado
el primero por la seroterapia en el hospital, el resultado fue
desfavorable y el niño murió. A los demás enfermos aplicó el método
del doctor Neveu, curándolos todos.
«Después de esta experiencia - nos dice
- adopté definitivamente el
método propuesto por el doctor Neveu para el tratamiento de la
difteria, añadiendo con todo, en los casos más graves, 10.000
unidades de suero.» Todos los enfermos así tratados, que fueron
unos treinta, han curado.
«¿Qué puedo sacar de esta experiencia?
Que, en la difteria, el tratamiento que actualmente (julio de 1950)
parece dar el máximun de garantías es el siguiente: Cloruro de
magnesio cristalizado, 33 gramos; agua común como disolvente, 1
litro. En los casos más graves añádase 10.000 unidades de suero»
(Doctor F. Funeron).
Estos dos métodos, en esta forma empleados, no se oponen, sino que
se ayudan y complementan.
La citofilaxia aumenta la resistencia y
vitalidad del organismo en general; la seroterapia tiene una acción
más propia y específica contra las toxinas de determinados bacilos
y microbios.
I) EL MAGNESIO, PREVENTIVO DEL CÁNCER Como es sabido, el cáncer es un tumor maligno de células anárquicas,
que no se someten a la subordinación y correlación del organismo.
Se multiplican excesivamente y segregan substancias tóxicas para las
células normales. Hay dos clases importantes de cáncer; unos que
proceden del tejido epitelial; otros, del tejido conjuntivo. Estas
dos clases de tumores son muy diferentes, y son mucho más abundantes
los del tejido epitelial, a los cuales nos referimos exclusivamente
en todo lo que vayamos diciendo.
Además de los tumores claramente cancerosos, hay lesiones o
vegetaciones de carácter precanceroso; hiperplasia epitelial, leucoplasia, etc. Las lesiones precancerosas no son ciertamente la
causa del cáncer que se desarrolla sobre ellas; ellas tienen la
misma causa que el cáncer.
El estado interno del individuo se manifiesta primero en las
lesiones de este género; si el estado del individuo sigue
empeorando, al no poner remedio, aparecerá con signo trágico el
tumor maligno del cáncer; pero, si se pone remedio al aparecer las
primeras lesiones posibles de curar, se habrá detenido en muchos
casos el curso de un futuro cáncer.
En primer lugar fijaremos nuestra atención en los efectos del
cloruro de magnesio sobre estas manifestaciones precancerosas,
siendo nuestro guía el competente médico doctor Delbet en todo lo
que vayamos diciendo. Después, entraremos de lleno en el estudio
del magnesio con relación al mismo cáncer.
Nuestra conclusión será:
un mayor contenido de magnesio en nuestra alimentación disminuiría
notablemente el número de cánceres.
-
Curación de afecciones precancerosas:
Una auto-observación del
doctor Delbet nos hace pensar. Algunos de sus antepasados habían
muerto de cáncer por línea materna y paterna. Lo que, supuestas las
leyes mendelianas, implica una probabilidad de caer en esta misma
enfermedad o, al menos, tener una predisposición.
Delbet tenía
vegetaciones epidérmicas en las orejas, que venían a ser lesiones
de carácter precanceroso. Se hizo operar tres veces, pero al cabo
de las operaciones reaparecían las mismas lesiones.
Ante tal resultado se resigna a sufrirlas, sin aplicar
intencionadamente ningún remedio curativo. Por otras razones
comienza a tomar continuamente cloruro de magnesio. Y el resultado
fue que, al cabo de veinte meses, desaparecen las vegetaciones
epidérmicas, que no hicieron desaparecer las operaciones
quirúrgicas.
Un hombre de 45 años se presenta al doctor Delbet para agradecerle
la curación de una leucoplasia afección netamente precancerosa,
gracias a las salas halógenas de magnesio. Vuelve a aparecer la
enfermedad al cesar el tratamiento de magnesio; pero reanudado
éste, desaparece enteramente. Sigue una observación de leucoplasia
lingüo-papilar completamente curada. En seis meses y medio las
sales de magnesio la hicieron desaparecer a una. dosis cotidiana de
2.40 gramos.
Las mamitis crónicas han atraído la atención de P. Delbet. Es una
cuestión de importancia, pues, a su juicio, nadie puede ignorar que
haciéndolas desaparecer, disminuiría el número de cánceres.
Ninguno, de quince casos, se ha agravado al ser tratado con sales
halógenas de magnesio. De ellos se han curado doce y tres han
mejorado.
Estos hechos clínicos permiten atribuir a las sales halógenas de
magnesio una acción preventiva contra el cáncer. Hechos
experimentales demuestran también una acción centra la célula
cancerosa. Animales tratados con magnesio han tendido hacia la
prevención contra sustancias cancerígenas y, al serles injertados
cánceres, éstos se han desarrollado más lentamente que en animales
ordinarios.
No se vaya a creer que los compuestos halógenos del magnesio son
venenosos para las células cancerosas. Su acción es distinta, aunque
ciertamente va contra ellas. Su acción consiste en impedir que se
formen tales células o hacer que su proceso sea más lento. Su acción
es preventiva, aumentando la resistencia y actividad de las células
sanas.
Sean éstas suficientemente aumentadas, y veremos un
enderezamiento de la dirección patológicamente viciada de las
células. Cerremos este apartado con las palabras de J. Lasage,
profesor honorario de la Universidad de Buenos Aires.
Dice así: «A
título de medicamento anticanceroso el magnesio goza actualmente de
gran aceptación.»
-
A menos magnesio en la alimentación, mayor número de cánceres.
Una afirmación tan atrevida, aun apoyándose en pruebas clínicas y
experimentales, pide ser confirmada. ¿Dónde encontraremos esta
confirmación?
Si es posible probar:
-
Que el aumento de número de
cánceres en todos los países civilizados marcha a la par con la
disminución de la ración magnesiana en estos mismos países.
-
Que,
en los países civilizados, las regiones más probadas por el cáncer
son precisamente aquellas donde el magnesio alimenticio es más
deficiente, y que, inversamente, allí donde la alimentación lleva
más magnesio, los cánceres causan menos estragos.
-
Que las
colectividades no civilizadas, en las que no ha entrado el
refinamiento de la civilización y en las que el cáncer es
prácticamente desconocido, tienen una alimentación rica en magnesio.
Será prueba de que esta inmunidad es consecuencia de la
alimentación, no de la raza, si se puede probar que los individuos
de estas mismas zonas son atacados como los blancos, cuando adoptan
su régimen alimenticio.
De todo ello parece que se podrá
legítimamente concluir que, actualmente, una carencia de magnesio
es, de hecho, no una causa cualquiera entre otras muchas, sino la
causa principal del cáncer, y que bastará asegurar una alimentación
más rica en magnesio para reducir, tarde o temprano, notablemente
el número de cánceres.
-
El aumento de cánceres marcha a la par con una disminución de la
ración magnesiana: El hecho del aumento del número de cánceres en
las regiones civilizadas no lo pone en duda ningún médico.
En 1939
escribía el doctor Chirié:
«No es preciso que nos enteremos por los
médicos, sobre todo de los que se acercan a los sesenta años, que el
número de tuberculosos y cancerosos aumenta cada año, que el cáncer
hiere cada vez más a los individuos jóvenes.»
En los años anteriores a
1944, nos advierte P. Delbet que la media anual de
muertos por el cáncer en Francia era de 40.000. En 1948,
según el doctor Denoix, Director de la Sección del Cáncer en el
«Instituto Nacional de Higiene», morían 73.000 personas de cáncer
en Francia, mientras que de tuberculosis morían 30.000 personas.
-
Las regiones más probadas por el cáncer son aquellas donde la
alimentación es más pobre en magnesio: En los países civilizados
hay unas regiones severamente atacadas por el cáncer, otras donde
esta enfermedad es relativamente rara. ¿Esta diferencia estará en
proporción con la diferencia de estas regiones en la riqueza
magnesiana?
Dice el doctor Delbet:
«Se oye decir, de vez en cuando,
acerca de un municipio, de un cantón, de una provincia: es un país
donde hay muchos cánceres, o, al contrario, donde los cánceres son
raros. Estas impresiones corresponden a la realidad. Las
investigaciones que se han hecho desde hace algunos años sobre la
repartición geográfica del cáncer, han mostrado que vastas regiones
del globo son casi inmunes a esta plaga, mientras que otras son
gravemente castigadas. Las diferencias de proporción son tales que
no podríamos ni sospecharlas: van de 1 a 10, 12 y aun a 14.»
M. Robinet ha establecido para Francia dos mapas: el uno
geográfico, el otro cancerológico.
En el primero ha señalado en
amarillo las regiones ricas en magnesio, en azul las regiones
pobres. En el segundo ha señalado de amarillo las regiones donde la
mortandad por cáncer es baja; en azul, aquellos donde la mortandad
es elevada. La comparación de estos dos mapas es sorprendente. Se
les puede confrontar. Los colores amarillos y azules de cada mapa
superpuestos coinciden casi exactamente.
Lo que equivale a que,
donde el magnesio es abundante, el cáncer es raro; allí donde el
magnesio es raro, el cáncer es abundante. Tengamos presente que los vegetales alimenticios contienen más o
menos magnesio, según que el terreno donde se asientan sea más o
menos rico en este elemento.
Y por consiguiente, también los
animales que se alimentan de los vegetales tendrán mayor o menor
proporción de magnesio, y como estas dos fuentes suministran el
alimento del hombre, la influencia del terreno en la salud o
enfermedad del hombre es muy posible y aun natural. Si el terreno
está debidamente equilibrado, el hombre gozará de salud; de lo
contrario, sufrirá debilidades o quebrantos en ella.
M. Robinet ha hecho el mismo trabajo en Inglaterra y en otras
partes. En todos los sitios el resultado es el mismo: las regiones
ricas en magnesio son pobre en cáncer, e inversamente.
En Egipto, el suelo laborable, que es el limo del Nilo, es muy rico
en magnesio. A todos los médicos europeos que han ejercido en este
país, ha llamado la atención los raros que son los cánceres en los
campesinos egipcios.
Tchermy muestra, por medio de una tesis, que en Argelia las regiones
más ricas en magnesio son las más pobres en cáncer.
Bablet y Bader,
apenas comenzada una investigación de Indochina, ya sacaron esta
conclusión:
«Los primeros resultados de nuestra encuesta en las
zonas délticas de Cochinchina y de Tonkín parecen favorables a la
concepción de Delbet», que es la que vamos exponiendo.
Esta última
conclusión es tanto más importante, cuanto que la población
examinada pertenece a una raza distinta, que es la amarilla.
Apoyándonos en este conjunto de hechos, hemos de pensar que una
alimentación rica en magnesio reduciría el número de cánceres.
-
La alimentación de las colectividades poco atacadas por el
cáncer es rica en magnesio.
La encuesta de Schrunph-Pierron nos
muestra que en Egipto mueren 10 veces menos de cáncer en el
estómago que en los países supercivilizados de Europa y América.
Por otra parte, acabamos de ver que los campesinos egipcios, que
constituyen para nuestro intento el 90 por ciento de la población,
tiene una alimentación cuatro o cinco veces más magnesiana que la
media de las poblaciones de Europa y América. Y el hecho de que
estas razas son también tan atacadas como nosotros, cuando aceptan
nuestra alimentación, es suficiente para demostrar que la
inmunidad de que ellos gozan, no debe atribuirse a su raza, sino a
su régimen alimenticio.
Los negros que viven en la sabana africana, en vida llamada salvaje,
son poco más o menos inmunes al cáncer. Sin embargo, los negros que
viven en la vida llamada civilizada, ya sea en África o en América,
tienen tantos cánceres como los blancos. Esto ha conducido a Tripper
a afirmar que el cáncer es una enfermedad de la civilización.
Médicos europeos que han ido a colonias africanas y no han
encontrado cánceres, han examinado los alimentos que forman la base
de la alimentación de sus habitantes, y los han hallado
notablemente ricos en magnesio.
La conclusión se impone: si la
alimentación de los blancos fuese tan rica en magnesio como la de
los negros que viven de los productos de sus suelos, el cáncer
sería tan raro en los blancos como en los negros.
-
Relación entre el cáncer y el exceso de potasio en los alimentos:
El abuso que se hace de abonos potásicos en los cultivos acarrea en
los alimentos un notable aumento de potasio con relación al
magnesio, que en las remolachas se ha encontrado ser de hasta 250
veces. Ahora bien, el exceso de potasio en la alimentación
predispone al cáncer, como se deduce de los hechos siguientes:
Se han analizado los productos procedentes de huertos abonados con
exceso de potasio, cuyos propietarios se alimentaban de ellos, y
murieron de cáncer. Todos los análisis revelaron un gran exceso de
potasio en relación al magnesio. Tenían hasta 18, 20 y 26 veces más
de potasio, y la causa estaba en que los abonos eran a base de este
mineral.
Las patatas, ordinariamente, tiene poco magnesio con
relación al potasio. Usando desde hacía mucho tiempo abonos
potásicos, se producían patatas que contenían 146 y 174 veces más
de potasio que de magnesio. Los propietarios que se alimentaban de
tales productos murieron de cáncer.
En resumen: el uso de abonos químicos en agricultura ha tenido por
consecuencia una notable disminución del magnesio en la
alimentación.
Esta causa, sumándose al refinamiento de la sal y,
sobre todo, el cernido de las harinas, nos ha conducido a un
empobrecimiento magnesiano, cuya importancia no se sospecha
generalmente.
En Egipto es fácil determinar la composición mineral de los
alimentos que, desde hace varios siglos, vienen consumiendo unos
trece millones de individuos, pues su régimen alimenticio no ha
variado. La alimentación suministra cada día a estos habitantes de
Egipto de dos a tres gramos de magnesio.
La ración magnesiana en
los pueblos europeos, antes de los abonos químicos y del cernido de
las harinas, era inferior a la de los egipcios, pero la diferencia
no debía ser considerable, pues la composición mineral de los
vegetales no difería mucho de la que tienen las mismas plantas
cultivadas hoy en Egipto.
Notemos solamente que el pan europeo contiene siete veces menos de
magnesio que el pan de estos habitantes de Egipto. Mientras que los
campesinos de Egipto consumen de 2.5 a 3 gramos de magnesio por día,
contra 3 gramos a lo sumo de potasio, la alimentación de los
ciudadanos de Europa y América contiene a lo sumo 0.5 gramos de
magnesio contra 3 ó 4 gramos de potasio.
Nuestra ración magnesiana
es unas cinco veces más débil que la de los campesinos de Egipto y
unas tres veces más débil que la nuestra de otro tiempo.
Estas últimas referencias son datos positivos de la Ciencia, que
ponen de manifiesto que el aumento del número de cánceres marcha a
la par con una disminución de la ración magnesiana.
Queda bien
claro, con lo dicho, que la disminución del magnesio no es
despreciable por tres causas principales, y que a esta disminución
corresponde un mayor número de cánceres.
Regresar al Índice
CAPÍTULO III
EL MAGNESIO EN ZOOTECNIA
La salud del hombre depende, en gran parte, del equilibrio mineral
de su alimentación.
Ahora bien, como este equilibrio mineral falta
con frecuencia por deficiencia del magnesio en el organismo humano,
de aquí que este elemento, desde el punto de vista de la química
biológica, sea considerado como un elemento fundamental y del que no
se puede prescindir en la alimentación.
Esto que hasta ahora suele
referirse al hombre tiene también su aplicación a los animales, y
por consiguiente, no puede menos que afectar al ganado y, en
general, a todos los animales domésticos según se podrá apreciar en
la exposición que sigue.
A) PORCENTAJE DE MAGNESIO EN LOS ANIMALES Al tratar del porcentaje del magnesio en los animales, débese hacer
una distinción que no tiene razón de ser en el hombre, y es la
referente a los animales terrestres, a los acuáticos.
Con respecto a
los animales terrestres, las variaciones de magnesio dependerán de
la especie zoológica de que se trate, y, dentro de la misma especie,
de que tengan más o menos magnesio los alimentos de que se
sustentan.
Copisarov señala en el perro las siguientes proporciones de
magnesio: suero de su sangre, 27 a 2.3 por 1000; hígado de 3.6 a 3.9
por 1000, este último en proporción muy inferior a la del hombre,
que es de 22.5 por 1000, según el mismo doctor.
El doctor V.L. Ferrándiz, en su publicación «Armonías
alimenticias», señala para 100 gramos: en las carnes frescas 277 mg.
de óxido de magnesio o magnesia (MgO); en la leche sin azúcar, 13
mg:; en la nata, 4.5 mg; en la mantequilla, 1.0 mg.; en el queso
fresco, 132 mg.; en el queso fermentado, 141 mg.; en el huevo
completo, 6.1 mg.; y en la yema de huevo, 8.5 mg.
La carne de pescado tiene un contenido mineral comprendido entre el
1 y el 2 por 100. En este porcentaje van incluidos, no sólo el
magnesio, sino también los otros elementos minerales, tales como el
calcio, fósforo, potasa, azufre, cloro y sodio; además de los
oligoelementos yodo, flúor, hierro, bromo, aluminio, cobre,
manganeso, cinc, arsénico, silicio y boro; con la particularidad de
que, en los animales marinos, dentro de cada especie, suele haber
mayor uniformidad que tratándose de los animales terrestres en los
porcentajes de los diversos elementos minerales.
Esto se debe a que
el mar es el receptáculo en que van acumulándose todos los elementos
minerales conocidos, y, por tanto, los seres marinos, a diferencia
de los terrestres, tienen siempre a su disposición todos los
elementos necesarios para la constitución normal de los principios
inmediatos, sin el peligro de hallarse sometidos a carencia o
escasez de algunos de ellos, como les sucede a veces a los animales
terrestres.
Entre otros, el máximo interés de la parte mineral del pescado, de
los moluscos y mariscos, estriba en proporcionar a los seres humanos
magnesio, yodo, arsénico, manganeso, cinc, cobre y otros «elementos
trazas», en forma de combinación orgánica natural; todos ellos
reconocidos como esenciales a la vida, desde los trabajos de Armando Gautier y
Gabriel Bertrand; elementos que los alimentos de origen
terrestre no siempre proporcionan en cantidad suficiente.
Diversos autores, entre ellos Lowern, MacCance, Winddewson y
Atwater, han determinado y hecho público el contenido de magnesio de
algunos pescados, moluscos y crustáceos.
Así, según Lowern, el
bacalao tiene 20 miligramos de magnesio por 100 gramos; la
pescadilla, 30; la merluza, 35; el róbalo, 25, y la platija, 25.
Según MacCane y Widdown, el rodaballo tiene 32 miligramos de
magnesio por 100 gramos; según Atwater, el esturión tiene 150 mg.;
la anguila, 48, y la robaliza, 86 mg.
Con respecto a los moluscos, Lowern señala 20 mg. de magnesio por
100 gramos en la almeja, 40 en la ostra, 50 en la coquina, 40 en la
venera, 160 en el bucino y 385 en el caracol. Por lo que hace a los
crustáceos, el mismo autor señala 50 miligramos de magnesio por 100
gramos en el cangrejo, 35 en la langosta, 40 en el camarón y 105 en
la quisquilla.
Los animales domésticos son víctimas, en los actuales tiempos, lo
mismo que el hombre, de falta de magnesio en su organismo. Los
suelos, con el cultivo, intensivo tienen poco menos que agotadas sus
reservas de magnesio y la generalidad de los agricultores no las
incrementan con adiciones de compuestos magnésicos.
Natural es que
los animales domésticos (ganado, aves de corral y conejos), que se
nutren casi exclusivamente de vegetales, estén también faltos de
magnesio y, en consecuencia, que experimenten los mismos o parecidos
efectos dañinos que esta misma falta ocasiona en el hombre.
B) EL EQUILIBRIO MINERAL EN LOS ANIMALES La salud de los animales, al igual que en los seres humanos, no se
debe solamente a la constitución hereditaria; proviene también del
género de vida y de la alimentación, como lo ha demostrado Reid Hunt
hace tiempo.
Así, se ha comprobado que cierta alimentación aumenta
la receptibilidad de los ratones a la fiebre tifoidea experimental.
Asimismo, la frecuencia de la pulmonía es también modificable por
el alimento, como lo demuestra la siguiente experiencia verificada
en el Instituto de Rockefeller. En el criadero de ratones de este
Instituto para fines experimentales, vivían ratones de raza pura
que, sometidos a un régimen habitual, eran atacados de pulmonía en
la proporción de un 52 por 100.
Un grupo considerable de estos
animales recibió una alimentación más variada. La mortalidad bajó
al 32 por 100, al 14 por 100 y hasta al cero por 100, después de
añadir a la alimentación ciertas substancias químicas.
Los fisiólogos sostienen que uno de los factores más importantes de
la resistencia natural de los animales a los agentes patógenos, es
el llamado equilibrio mineral; y, cuando hablamos de equilibrio
mineral, no nos referimos directamente a los animales, sino más bien
a los alimentos y medios por los cuales éstos logran conservar su
existencia, lánguida o pletórica de fuerzas.
Si los alimentos y
medios de vida suministran a los animales la variada gama de
elementos naturales que necesitan, diremos que en tales alimentos y
medios, hay equilibrio mineral para aquel determinado animal, que
desarrollará con ellos su existencia perfectamente.
Sin embargo,
estos mismos alimentos y medios de vida fácilmente no suministrarán
a otro animal los elementos necesarios y convenientes para vivir, y
entonces habrá desequilibrio mayor o menor para ese otro animal, que
morirá o tendrá menos salud.
Como se ve, hay que comprobar cada caso determinado, tratándose de
animales domésticos, si hay suficiente y completa alimentación
mineral; si la hay, habrá el equilibrio, si no, el desequilibrio. El
hombre, conocedor de estos desequilibrios minerales, los empleará
según le convenga: en los vivientes dañosos a los animales
domésticos empleará el desequilibrio, para hacerlos desaparecer; en
cambio, para los que les son útiles, procurará un buen equilibrio
para favorecer sus intereses.
Se han llevado a cabo varias experiencias relacionadas con el
magnesio en la materia e ideas que acabamos de exponer. Las que a
continuación vamos a narrar, muestran, bien a las claras, la
influencia que tiene el cambio en la alimentación y medio de vida.
El Gammerux pulex, o pulga de agua, vive en las aguas corrientes de
los ríos; pero su adaptación a ellas es reciente, viviendo unas
especies semejantes a él en el agua del mar. Por esto, la pulga de
agua puede vivir en una mezcla de agua de mar y agua dulce, y
también en agua de mar artificial que contenga las principales sales
marinas: cloruro de sodio, cloruro de potasio, cloruro de magnesio,
sulfato de magnesio y cloruro cálcico, en las mismas proporciones
que se encuentran en el agua del mar.
Si a esta agua de mar artificial se le quita el cloruro de magnesio,
el medio se hace para este animal tóxico. Seguimos suprimiendo el
sulfato de magnesio, el cloruro cálcico y el cloruro de potasio,
dejando sólo el cloruro de sodio. A cada nueva supresión aumenta la
toxicidad del medio, que adquiere su máximo con el cloruro de sodio
solo.
Hechas nuevas experiencias y en orden inverso,
J. Loeb ha anunciado
algunas leyes concretas:
-
Todas las soluciones de una sal única
son tóxicas.
-
Toda solución de una mezcla de sales de catión
monovalente y toda solución de una mezcla de sales de catión
bivalente es tóxica.
-
Si a una de estas soluciones tóxicas, las
de sales de catión monovalente, por ejemplo, se añade una solución
de sales de catión bivalente, se atenúa su toxicidad, y baja a cero
para una proporción determinada. En este caso la solución está
equilibrada. Todo desequilibrio equivale a una toxicidad.
En las experiencias que acabamos de referir, la notoxicidad, es
decir, el equilibrio se realiza para el Gammarus cuando la
proporción entre cationes monovalentes y bivalentes, tiene el mismo
valor que en el agua del mar.
Con cualquier otro valor, el medio
está más o menos desequilibrado y, por lo mismo, es también más o
menos venenoso.
Los elementos minerales que entran formando un medio, no tienen
valor meramente aditivo o absoluto, sino relativo. Éste depende de
la proporción, mayor o menor, en que estén con relación a otros
elementos que se oponen o favorecen a su acción.
Clarke también hizo sus experiencias.
Con diversas sales regaba
rosales plantados en arena, que llevaban hembras partenogenéticas y
sin alas del pulgón Aphis rosae. Con sales de magnesio obtuvo
pulgones con alas. De nuevo hizo estas experiencias Shinji,
obteniendo semejantes resultados: regando con sales de magnesio,
antimonio y níquel, obtuvo pulgones con alas; con sales de calcio,
potasio y estroncio, sin alas.
Para obtener estos resultados fue suficiente una variación en la
composición mineral de la savia de que se alimentaban los pulgones.
La variación mineral del alimento, bastó para modificar la
disposición del organismo de estos insectos.
De donde se deduce
cuán grande es el influjo de una distinta composición mineral de los
alimentos.
C) EL EQUILIBRIO MINERAL VISTO POR UN GANADERO NORTEAMERICANO Mr.
Kuck es el propietario de las granjas Brookside, en New
Knoxville (Ohío).
Esta es una vasta explotación de producción de
leche y de cría de ganado, de un rendimiento considerable. Más que
esto, M. Kuck es un granjero de espíritu investigador y deseoso de
saber, de imaginación siempre despierta. Es uno de esos hombres
que, a lo largo de la historia de las ciencias, han ejercido una
acción estimulante, renovando los temas de discusión y abriendo el
camino a nuevas investigaciones científicas.
En cuanto Mr. Kuck ve surgir problemas en su explotación lechera,
quiere saber de dónde vienen estos problemas y cuál es su solución.
Muy a menudo ha triunfado por sus propios medios y fuerzas. Con
interés y entusiasmo ha montado su laboratorio y hecho
experiencias, sacando gran provecho de las observaciones y
conocimientos antes adquiridos.
En la historia de Mr. Kuck hay un
episodio íntimamente unido con el tema que vamos tratando del
equilibrio mineral.
Expondrémosle a continuación, según ampliamente
lo refiere el P. Manzanal.
En 1933 fueron adquiridas las granjas Brookside y se inauguró un
plan que comprendía la explotación de vacas de leche de pura raza
Guernesey, de puercos y de gallinas. Primeramente la explotación
comprendía dos granjas de 72 hectáreas, a las que más tarde se
unieron otras tres granjas de 97 hectáreas. La mayor parte de los
terrenos se comenzaba a cultivar por primera vez, desde hacía cien
años.
Teniendo su debida formación agrícola y naturalmente interesado en
los estudios científicos, introdujo en el tratamiento del terreno y
en la cría del ganado los métodos y las ideas más modernas que
habían llegado a su conocimiento. Se llevaba escrupulosamente nota
de cuanto se emprendía y de sus resultados.
A pesar de la aplicación de los
principios científicos más
recientes, concernientes a las aves, cerdos y vacas lecheras, los
resultados no fueron mejores que los ordinarios de los vecinos. Un
porcentaje elevado de mortalidad en los pollitos obligó en 1939 a
renunciar al plan de las aves. La mortalidad elevada también hizo
abandonar la cría de cerdos en 1940.
Después, las granjas Brookside se consagraron enteramente a la cría
de vacas lecheras, y en esta empresa se han probado sinsabores de
todas clases: mortalidad elevada de terneros, enfermedades mamarias
en las vacas lecheras, y, naturalmente, el problema siempre actual
de la esterilidad.
Había en Brookside unas 100 vacas lecheras, 50
novillos, 70 terneras y 49 terneros. Cada año nacían unos 120
terneros, de los cuales algún año murieron 49, lo cual no sólo era
motivo de desaliento, sino una verdadera pérdida.
Este porcentaje elevado de mortalidad hizo concebir y llevar a cabo
el plan de un establo moderno para los terneros y sus madres. Este
establo, de grandes dimensiones (8 metros de alto, 50 de largo y 22
de ancho), tiene asegurada la luz por grandes ventanales y una
ventilación perfecta por el techo. Además, está debidamente
dispuesto para la esterilización y fumigación. En abril de 1945 se
había terminado la construcción. Las paredes de 16 apartados
individuales para los terneros habían recibido una capa gruesa de
revocado.
En seis de ellos este revocado estaba recubierto de capa
más fina. Todos estos apartados fueron ocupados rápidamente.
Se tenía especial cuidado en alimentar debidamente al ganado. En
todo tiempo se daba grano a los animales, añadiendo el complemento
conveniente, de manera que se aseguraba una ración con el 16 por
100 de prótidos. El complemento utilizado era suministrado por una
empresa nacional fabricadora de alimentos. Estos contenían, según
garantía, todos los elementos necesarios para una gran producción
de leche. Añadiendo, además, 18 kilos por tonelada de una mezcla de
creta pura, huesos y sal.
A pesar de los esfuerzos por tener una habitación y alimentos
excelentes para las vacas y terneros, las desgracias continuaron
siendo las mismas: los terneros seguían muriéndose con los mismos
síntomas. Nacían débiles, sus actos reflejos eran lentos, no tenían
apetito; la descomposición era general, con un 50 por 100 de una
especie de neumonía que hacía toser mucho a los terneros.
Convulsiones fuertes eran el prestigio de la próxima muerte. Se
gastaron miles de dólares en buscar un tratamiento eficaz. Remedios
de tales clases: sulfamidas, vitaminas, sueros, vacunas, etc. Todo
fue inútil; no se consiguió ningún cambio en los resultados
generales.
Advertimos antes cómo seis de los apartados para los terneros habían
sido recubiertos de un fino revestimiento. No se tardó en notar que
los terneros deterioraban con sus bocas estas paredes. Al principio
no hicieron ningún caso de esto. Más bien pensaron no terminar los
restantes; pues sería un gasto inútil.
Hasta que un día Mr. Kuck se
hizo esta pregunta:
¿Por qué a los terneros les gusta comer el
revestimiento más fino de la pared, mientras el más grueso permanece
intacto?
Había quedado en un saco parte del material utilizado para el
revestimiento fino.
En seguida pidió al fabricante que le mandase el
análisis de las substancias del material. Éste se componía de
carbonato de calcio y de carbonato de magnesio principalmente. Por
otra parte, la sociedad fabricadora de este material envió a las
granjas de Mr. Kuck un químico que, durante varios días, hizo
exámenes completos de la composición mineral de los campos.
Prescindiendo de otros elementos menos importantes, aparecía claro
que había buena proporción de nitrógeno y fósforo, muy excesiva de
potasio y muy baja de magnesio.
Teniendo presente que en la alimentación mineral no entraba el
magnesio, la conclusión fluía por sí sola: la falta de magnesio en
la alimentación del ganado, que no lo recibía de las plantas ni de
las semillas, al no tenerlo el suelo, ni tampoco la alimentación
mineral. El alimento estaba desequilibrado en su composición
mineral: ésta es la raíz del mal.
Sin más tardar, Mr. Kuck hizo un pedido grande de dolomita
(compuesto de magnesio): 4 toneladas molidas y cribadas como
complemento mineral alimenticio y 40 toneladas para abonar los
campos y pastizales.
En seguida cambió la mezcla alimenticia mineral. Sustituyó el
carbonato cálcico puro por la dolomita, añadiendo 18 kilos por
tonelada, de modo que, quedando prácticamente el mismo calcio,
aumentase notablemente el magnesio.
Los terneros eran alimentados por las vacas que habían recibido el
buen alimento. Al cabo de dos semanas, se atenuó el olor fétido del
establo de los terneros y se notó un cambio notable en la
mortalidad. Los terneros parecían más despiertos.
Se terminaron de
revocar los apartados de los terneros con el mismo revestimiento
que los anteriores. Los terneros no tocaron ahora este
revestimiento, pues no tenían necesidad del magnesio que les venía
por otra parte.
Desde entonces se comenzó a hacer una larga serie de experiencias,
algunas de las cuales mostraban con evidencia clarísima, la
importancia de un equilibrio conveniente entre ciertos alimentos y
de la acción de unos respecto de los otros.
Con los nuevos elementos desaparecieron las mamitis de las vacas.
Trece vacas estaban en cuarentena por mamitis: al cabo de 20 días,
las trece estaban curadas sin ningún tratamiento especial. En un
examen de todo el ganado sólo aparecieron dos vacas con un pequeño
toque en sus mamas, mientras que antes un 50 por ciento estaban con
mamitis en un tiempo u otro de su lactación.
Desapareció la infecundidad. Un año entero dieron leche veintitrés
vacas, sin que se pudiera asegurar su fecundación. Fueron
conducidas a pastizales abonados con dolomita, que con oportunas
lluvias dieron excelente vegetación. Este fue el alimento de las
vacas.
Además, tenían acceso libre en su establo a cajones de dolomita. Al tiempo debido, veinte tuvieron su ternero pudiéndose
comprobar que su fecundación había sido inmediata al cambio de
alimentación distintamente mineralizada.
Los nuevos terneros eran fuertes, normales, sin síntomas de
descomposición. Sin embargo, las vacas que para prueba no tomaron la
nueva alimentación, dieron terneros débiles, que presentaban los
mismos síntomas y evolución que antes.
La prueba era bien clara: el
equilibrio mineral hacía prodigios en los animales.
D)
EL MAGNESIO COMO MEDICAMENTO DE LOS ANIMALES
El magnesio desempeña en los animales vertebrados un papel
bioquímico de importancia parecida a la señalada en el hombre como
cofermento en varias reacciones de óxidorreducción y de
fosforilación de glúcidos.
McCollum, experimentando con ratas
encontró que una dieta deficiente en magnesio engendra la llamada
«tetania por carencia de magnesio», caracterizada por fuerte
vasodilatación tan intensa que los animales adquirían color rosado,
taquicardia, convulsiones tetánicas y muerte. En esta tetania, el
contenido de magnesio en la sangre desciende a un décimo del normal.
El ganado vacuno padece también una tetania llamada del «heno»,
debida, igualmente, a deficiencia de magnesio en la alimentación.
Ambas tetanias se curan con sales de magnesio.
El sulfato de magnesio, como todas las sales de magnesio, ejerce una
acción abiertamente sedante en el sistema nervioso en inyección
intravenosa, subcutánea o intrarraquídea, o en aplicación local
sobre un tronco nervioso. Por todo ello se ha empleado en solución
al 10 por 100 en el tratamiento del tétanos del caballo, hasta la
dosis de 30 gramos por día en inyecciones intravenosas. También se
administra en brevaje y mezclado con la leche caliente en el perro.
El agricultor francés H. Vilain, quien ha conseguido notabilísimos
éxitos agrícolas con el empleo de sales de magnesio, refiere él
mismo, en una conferencia dada a los habitantes de Lachapelle
(Francia), donde radica su granja, cómo ha curado enfermedades de
animales domésticos gracias a la utilización de compuestos
magnesianos.
Para mí - dice - el secreto de la salud de los animales es el
equilibrio mineral de sus alimentos. Noté que el veterinario
recetaba a mi ganado enfermo sales de sodio: sulfato sódico,
bicarbonato sódico, cloruro sódico. Y me vino a la idea de hacer
pasar estas sales por las remolachas destinadas a la alimentación.
Así, además del nitrato de magnesio y calcio y de fosfato de
magnesio, eché 400 kilogramos de carbonato sódico; 300, de cloruro
de sodio (sal marina sin purificar), y 20, de borato sódico. La
calidad de estos alimentos preparados con estos minerales curó
enfermedades graves sin ningún medicamento.
Se curó radicalmente un caballo de enteritis crónica muy grave; un
buey, de enteritis paratuberculosa; una yegua, de mal de cruz
declarado incurable; una yegua, anémica-tifoidea, dada por perdida.
Un caballo sano estuvo junto a ella y comió de su mismo pesebre.
Así queda también demostrado que la enfermedad declarada contagiosa
no lo es, si se puede comunicar al animal una resistencia natural a
los microbios.
La anemia tifoidea no es para mí más que un envenenamiento potásico
que podría ser remediado por un poco de sosa y magnesia en los
abonos. Vosotros decís - dirigiéndose a sus oyentes de Lachapelle - que las plantas tiernas vienen bien a vuestros animales. Y la causa
de ello es que las plantas tiernas son más ricas en sodio y en
magnesio, minerales que influyen benéficamente en la salud.
Hice una encuesta entre los poseedores de vacas lecheras y observé
que no tenían fiebre aftosa las de los que habían puesto en sus
abonos sodio, cloro y magnesio. Es que no se había olvidado de los
elementos necesarios para la producción de leche, que contiene una
proporción no despreciable de cloro, sodio y magnesio.
Por el descuido de estos minerales y excesivo empleo del
superfosfato, se produce en el ganado vacuno un desarrollo rápido
del volumen del vientre por la acumulación de gases, enfermedad
conocida con el nombre de meteorismo. El superfosfato contiene un
50 por 100 de yeso y éste es malo para la calidad de los forrajes,
que, entre otras especialidades, producen el meteorismo. La acción
del yeso es contrarrestada por la sal natural no purificada, que,
siendo del mar, contiene magnesio. Así, en los terrenos salados no
se da el meteorismo.
He creído como muchos o como todo el mundo, en el contagio. Hoy ya
no creo en él; y cuando al cabo de algún tiempo, recibo una aviso
urgente: «Venid en seguida, epidemia en el rebaño», mi disgusto es
nulo. Voy a verlo; cambio el régimen alimenticio y la epidemia se
para.
Como se ve, por esta conferencia, para Vilain el equilibrio mineral
es la base de la buena salud de los animales. Todo el desequilibrio
mineral crea un estado de menor resistencia, que deja al organismo
casi sin defensas contra los microbios y parásitos; y, cuando la
epidemia o la enfermedad hace estragos, no es lo más urgente andar a
la caza del microbio o del parásito y luchar contra él; lucha
ruinosa y decepcionante, sino encontrar el desequilibrio mineral
que ha abierto la puerta el mal y poner allí el remedio.
Microbios
y otros parásitos desaparecen como por encanto, sin que se haya
empleado ningún otra remedio.
Antes de terminan este punto, queremos subrayar el papel del
magnesio como oligoelemento, por la acción específica que manifiesta
sobre la materia viva. Como advierte el doctor F.A. Cid, nuestros
conocimientos bioquímicos no son suficientes para permitir una
explicación adecuada de sus acciones referidas a propiedades
fundamentales; por esto, los hechos que el citado autor refiere
deben ser considerados como observaciones cuyo mecanismo no ha sido
todavía esclarecido, a pesar de haberse aventurado algunas hipótesis
para explicarlo.
Entre los varios oligoelementos que se han hecho acreedores a ser
estudiados de una manera especial, figura, según el doctor Cid, el
magnesio y el potasio, por cuanto existen un buen número de hechos
que permiten afirmar la singularidad de su comportamiento, sobre
todo cuando se trata de sales haloideas, como son las que se
contienen en el producto farmacéutico conocido con el nombre de
«Delbiase».
La carencia de magnesio influye sobre la membrana superficial de la
célula o actúa alternando la reacción actual del interior de la
misma. Experimentando sobre el corazón de la rana, si se suprime
experimentalmente el magnesio del líquido de perfusión, se producen
de un modo inmediato los típicos efectos debidos a la falta de
aquél, debilitándose la intensidad de las contracciones.
Más notable son todavía a este respecto los efectos que se producen
por la acción del magnesio sobre el músculo del intestino del
conejo.
Al añadir este oligoelemento, se produce un aumento de tono,
y, tan pronto el músculo se lava con solución salina corriente,
tiene lugar un segundo aumento de todo.
Esto se explica diciendo que
su efecto farmacológico se manifiesta mientras pasa a través de la
membrana, siendo el primer aumento de tono, debido al paso del
magnesio hacia el interior de la célula, y el segundo aumento de
tono que se produce al lavar el músculo con solución fisiológica,
exenta de magnesio, a consecuencia del paso de la droga detenida
dentro de las células musculares del exterior.
La solución pura de cloruro potásico (que aumenta paralelamente a
la disminución de magnesio) ejerce invariablemente una acción
paralizante sobre los tejidos contráctiles o conductores. En el caso
del músculo cardíaco, por ejemplo, la contracción cesa tan pronto
como se sustituye el líquido de perfusión normal con soluciones de
cloruro potásico químicamente puro.
Todas estas disquisiciones han permitido aclarar que el magnesio, al
igual que otros oligoelementos, desempeña el papel de catalizador de
las funciones vitales de los organismos animales.
Cuatro son los
procesos, de importancia fundamental para la vida, que se ven
influenciados por el magnesio:
-
La síntesis y destrucción de los
elementos de los tejidos, particularmente de las proteínas
-
Los
procesos energéticos cuales son las oxirreducciones
-
La
desintoxicación de venenos de origen endógeno
-
La transmisión de
los estimulantes nerviosos
Estos hechos, como advierte el doctor
F. A. Cid, abren perspectivas nuevas en lo que se refiere a la
alimentación, tratamiento de las enfermedades en los animales y en
lo que concierne al problema del cáncer, es decir, el problema del
trastorno de la formación y variaciones hasta ahora oscuras del
epitelio y tejido conjuntivo.
No deja de ofrecer interés el conocimiento de la acción del magnesio
sobre los narcóticos aplicados a los animales.
El médico francés Delbet quiso aclarar un punto oscuro con respecto al magnesio: su
acción sobre los narcóticos en animales, para luego deducir la que
podrían ejercer sobre el hombre. Para ello se sirvió del cloroformo
que suministró a dos conejos: a uno de los cuales había inyectado
previamente cloruro magnésico y al otro no, y fue repitiendo la
operación de dar al mismo tiempo igual dosis de cloroformo a los
dos conejos hasta que uno de ellos murió, lo que sucedió a las
siete veces.
Otro tanto hizo con otras binas de conejos. El
resultado de tales experiencias fue que murió doble número de
conejos de los que no habían tomado la solución magnesiana, que de
los que la habían tomado.
Estas experiencias han permitido concluir que el aumento de magnesio
en el organismo hace a los conejos más resistentes a la toxicidad
del cloroformo. Se ha probado que una sola inyección antes de la
operación no tiene ningún efecto. Son necesarias varias dosis en
los días anteriores. Otras experiencias han mostrado que el cloruro
de magnesio no aumenta la hemorragia de la operación.
Antes de dar por terminado este punto vamos a señalar algunos de los
efectos sorprendentes que el tratamiento con sales de magnesio
produce en las principales enfermedades de los distintos animales
domésticos.
Por de pronto la solución más corrientemente usada para estos casos
es la de 33 gramos de cloruro magnésico cristalizado en un litro de
agua. Esta solución se puede preparar con la antelación que se
quiera, pues se conserva indefinidamente.
A continuación proponemos
en forma esquemática la dosificación veterinaria, según los
distintos tipos de animales domésticos.
-
GATOS: La enfermedad principal que suele afectar a los gatitos es
la gastroenteritis infecciosa y tifus; ésta se cura con dos
cucharaditas de las de café, de la citada solución, cada tres horas.
-
AVES DE CORRAL:
-
Tratándose del cólera, tifus, difteria y pesie
aviar, el tratamiento para diez animales será de un litro de
solución por día, mezclado con el alimento
-
En el caso de la
pepita, habrá que extirpar la parte córnea de la lengua y dar dos o
tres cucharaditas de la solución, de las de café, por ave.
-
CERDOS: Si se trata de bronconeumonía o neumoenteritis, en animales
de 50 kilogramos, la dosis será de medio litro cada seis u ocho
horas, durante cuatro días; en animales de 100 kilogramos, un litro
en las mismas condiciones.
-
CABRAS Y CONEJOS: El tratamiento que habrá de dárseles será poco
más o menos como el indicado para los cerdos, o sea de 50
kilogramos de peso.
-
CABALLO Y JUMENTO:
-
Si se trata de la erupción pustulosa
denominada usagre y el animal tiene un peso del orden de los 500
kilogramos, el tratamiento es un litro cada seis u ocho horas,
durante cuatro días, según la gravedad del caso y las reacciones
del animal enfermo
-
En el aborto se les dará un litro mañana y
tarde, durante cinco días. Con todo, en animales de peso bastante
superior a 500 kilos, la dosis habrá de ser de litro y medio.
-
BOVINOS:
-
Tratándose de fiebre aftosa y de vacas adultas de 400 a
500 kilos de peso, la dosis ha de ser de un litro cada seis u ocho
horas, según la gravedad del caso, durante cuatro días; para
becerros de 200 kilos, las mismas dosis; para terneros de leche,
medio litro cada seis u ocho horas, durante dos días
-
La
mamitis requiere el mismo tratamiento que para la fiebre aftosa
-
La enteritis exige idéntico tratamiento al de la fiebre aftosa,
renovándolo una o dos veces
-
En el aborto, bajo la
influencia de este tratamiento, la vaca expulsa las
envolturas fetales ella sola, sin cólico y, hecho
notable, sin olor, a los pocos días que siguen el
tratamiento, y la lactación será normal. El tratamiento
curativo consistirá en un litro de solución magnesiana mañana y
tarde, durante cinco días. El tratamiento preventivo consistirá,
durante la gestación, en un litro cada dos días, si la vaca presenta
señales de aborto, y en un litro por día durante cinco días.
Unas atinadas advertencias del doctor Neveu servirán de colofón a
cuanto acabamos de exponer acerca del empleo de las salas de
magnesio por la cura y prevención de enfermedades de los animales.
-
El doctor Neveu ha observado la inocuidad absoluta de las dosis
altas del cloruro de magnesio, siempre que ha creído deber
prescribirlo. Por eso no es de temer traspasar las dosis que
parezcan suficientes para curar algunas enfermedades.
-
Para movilizar, tan rápidamente como se pueda las reacciones de
defensa del organismo, la regla es, en los casos graves, comenzar
con dosis próximas, por ejemplo, cada seis horas. En los casos
excepcionalmente graves, las dosis iniciales serán prescritas con
dos horas de intervalo.
-
Cuando una mejoría clara del enfermo muestre que éste reacciona
eficazmente, se pueden aplazar las dosis, al principio cada ocho
horas, después cada doce prolongando el tratamiento algún día
después de la curación aparente o quizá real, para consolidar los
resultados obtenidos. Estos ofrecen el máximum de garantías con las
dosis que se han prescrito.
-
Dado el modo de obrar de la solución de magnesio, que consiste
en activar las reservas del organismo con el fin de disponerlo y
vigorizarlo para la lucha contra los microbios que lo invaden,
fácilmente se entiende que su acción es extensiva a otras muchas
enfermedades no mencionadas aquí. Por consiguiente, también lo
recomendamos para ellas, con las debidas proporciones y prudencia.
Regresar al Índice
CAPITULO IV
EL MAGNESIO EN LA AGRICULTURA
El magnesio, en la vida de las plantas, desempeña un papel
importantísimo, que no siempre ha sido debidamente valorado.
Por de
pronto, en las cenizas de todos los vegetales, y especialmente en
las de sus semillas, el análisis encuentra magnesio. Este hecho dio
una pista a los agrónomos sobre el papel que en la vegetación debe
desempeñar dicho metal. Fue en los comienzos del siglo cuando se
observó su presencia y de ella se dedujo que debía ser
indispensable en la vida vegetal, si bien entonces no se llegó a
aclarar su función específica.
Se le solía confundir con el calcio y
se creía que su acción ignorada podría realizarse en presencia de
otras sales metálicas.
Experimentos realizados en estos últimos años en diferentes ensayos,
han comprobado de una manera evidente la gran eficacia del magnesio,
así como también el calcio, como fertilizantes de extraordinaria
importancia.
Esta confirmación experimental de sus valiosas
propiedades alimenticias para las plantas ha contribuido bastante a
su empleo, que se ha ido generalizando a medida que se han divulgado
los ensayos e investigaciones de destacados agrónomos. De sus
trabajos se deduce que el magnesio y el calcio no sólo deben
considerarse como los elementos que facilitan la asimilación del
amoníaco y del ácido fosfórico a las plantas, sino que, además,
representan valiosos elementos para la vegetación.
E. Canals, en su tesis para el doctorado en ciencias físicas,
presentado en la Facultad de Ciencias de París, resume sus
investigaciones acerca del papel fisiológico del magnesio en los
vegetales diciendo que este metal, generalmente extendido en todas
las plantas, les es tan indispensable como los elementos
fundamentales carbono, hidrógeno, oxígeno, etc.
Más aún, según este
autor, el magnesio está dotado, además, de aptitudes especiales
comparables a las de los infinitamente pequeños elementos químicos,
conocidos con el nombre de «oligoelementos», gracias a su acción
catalítica establecida antes que nadie por G. Bertrand.
En nuestra exposición daremos cuenta, algún tanto detallada, de
cuanto se acaba de apuntar acerca de la importancia del magnesio en
la agricultura.
A) EL MAGNESIO EN LAS TIERRAS DE CULTIVO Como es natural, el origen del magnesio de las tierras de cultivo
debe buscarse en los minerales y rocas de donde aquéllas provienen.
Los principales minerales magnesianos son: la magnesita, el talco,
la serpentina, ciertas micas, los piroxenos y los anfíboles. Todos
estos minerales son silicatos de diversos metales (aluminio, hierro,
calcio, sodio, potasio, etc.), entre los que figura el magnesio, los
cuales forman parte de las llamadas rocas ígneas o eruptivas.
Entre
las rocas magnésicas de origen neptúnico cabe señalar el carbonato
magnésico o dolomita, que en algunos puntos del globo constituye
enormes montañas, como en los Alpes del Tirol. La formación de esta
roca se debe a la acción del anhídrido carbónico sobre el calcio y
el magnesio de los silicatos antes mencionados.
También hay magnesio en el agua del mar y de algunos lagos, en aguas
minerales y en yacimientos salinos. En estos casos, generalmente lo
está bajo la forma de sulfatos y cloruros, y constituyendo también
sales dobles o triples con las de otros metales, en particular de
potasio y sodio.
El magnesio se encuentra en la tierra en proporción relativamente
baja, pues sólo se halla en la proporción de 2 al 2.5 por 100 de la
masa de la corteza terrestre; proporción ésta análoga a la asignada
al sodio y potasio y ligeramente mayor que la del calcio. Pero, a
pesar de esta relativamente pequeña cantidad del magnesio, debido a
su gran actividad mineralizante respecto al silicio y anhídrido
carbónico, su difusión es tan extraordinaria que con mayor o menor
abundancia se encuentra en la mayoría de los
terrenos.
Sin embargo, esto no quiere decir que todos los terrenos de cultivo
tengan suficiente magnesio para las necesidades biológicas de las
plantas:
-
En primer lugar, por la escasa solubilidad de la dolomita,
cuyos componentes calcio y magnesio tienen tan fuerte unión que
difícilmente se rompe por agentes naturales. Todo esto hace que los
terrenos cultivados, a pesar de contener compuestos magnésicos en
relativa abundancia, no puedan ser éstos utilizados por los
vegetales en proporciones necesarias.
-
En segundo lugar, la insuficiencia de magnesio se da en tierras que
primitivamente contenían este elemento en cantidad suficiente para
que las plantas se pudieran desarrollar normalmente en ellas.
Recientes investigaciones agronómicas han comprobado una constante
reducción del magnesio en los terrenos arenosos y en aquellos otros
donde las lluvias suelen ser torrenciales, cuyas pérdidas se han
manifestado en los trastornos experimentados por las cosechas.
Otra causa de la reducción del magnesio en las tierras se debe a las
mismas plantas que lo toman y, si no se restituye, puede, tras una
o varias cosechas, agotarse en detrimento de la fertilidad.
Todavía el investigador F.B. Johnston señala como factores que
contribuyen a la deficiencia de los suelos en magnesio, además de
los ya señalados, la elevada acidez del terreno (pH = 4.5 a 5.2), la
aplicación intensiva de fertilizantes acídicos (super) y el escaso
contenido en materia orgánica.
Con todo, es de notar que la carencia total de magnesio en los
suelos es desconocida; pero la deficiencia en magnesio asimilable - como atinadamente observa el doctor L. Blas
- es más frecuente de lo
que podría suponerse, después de examinar los análisis químicos de
su composición.
Es que no basta que el suelo contenga suficiente
cantidad de magnesio para la vida de las plantas; sino que es
necesario que éste sea asimilable; pero dicha asimilación es un
fenómeno bastante complicado, en el que intervienen factores
físicos, físicoquímicos y biológicos. Basta un exceso de cationes
más fuertes, cuales son los de potasio, sodio, calcio, etc., para
determinar una enorme disminución en la absorción de magnesio.
Garman y Markle han ideado un método para determinar la riqueza de
los suelos en magnesio, el cual se basa en la extracción de una
muestra de tierra por solución de acetato sódico 0.25 normal de pH
= 5 y valoración del magnesio en el extracto. Este método tiene
indudablemente un valor positivo para altos niveles de magnesio.
Así, por ejemplo, riquezas del orden de 80 a 100 kilogramos de
magnesio por hectárea indican la no deficiencia de magnesio y
experimentalmente se comprueba la exactitud de ello; pero, cuando
los niveles son bajos, no puede este método definir carencia. Por
esto, al método de Garman-Markle sólo se atribuye un carácter
aproximado y un cierto valor informativo.
Algunos autores han dado, como cifra de deficiencia de magnesio en
los suelos, el valor de 50 kilogramos por hectárea; pero la
experiencia demuestra que mucha plantas pueden vivir con normalidad
en suelos con menor cantidad de magnesio determinado por el método
de los autores antes citados. Como conclusión de lo que se acaba de
exponer se deduce que el magnesio extraíble por la solución de
acetato es ciertamente un índice de seguridad; pero el recíproco no
es exacto siempre.
Hablando en general, puede sospecharse la deficiencia de magnesio
en el suelo en todas las regiones sometidas a intensos riesgos o de
gran pluviosidad; particularmente las tierras arenoso-arcillosas en
regiones húmedas son las que muestran más destacados los fenómenos
de esta carencia.
Esta disminución en rendimientos puede agravarse
aún más por el inadecuado empleo de ciertos abonos, tales como el
cloruro potásico, nitrato cálcico o sulfato amónico, cuyos aniones solubilizan rápidamente las escasas reservas de magnesio existentes
en el suelo, hasta el punto de poder llegar a producir la carencia
casi total del mismo.
Los agricultores desean, para poder obrar en consecuencia, que se
les señalen cifras o valores medios del contenido en magnesio de los
suelos, desde el punto de vista de su importancia con las
necesidades de las plantas. Pero deben hacerse cargo de que es
difícil, o poco menos que imposible, como se deduce de lo
anteriormente expuesto.
Una información, que no pasa de aproximada,
se puede obtener por el método ya indicado de extracción con
acetato, para lo que pudiéramos llamar magnesio fácilmente
asimilable; pero el dato «magnesio total» deducido del análisis
posee un valor que, sin previa experimentación biológica, carece de
interés desde el punto de vista de su utilización y empleo por la
planta.
B) PAPEL DEL MAGNESIO EN LA BIOQUÍMICA VEGETAL
El magnesio y el calcio son indispensables para la vida vegetal, si
bien su papel fisiológico es diferente, según lo pone de manifiesto
el distinto predominio de uno y otro en las varias partes de los
vegetales.
En general, las semillas, bulbos y tubérculos contienen
el magnesio bajo las formas de carbonato y fosfato, y esto en
proporción generalmente mayor al calcio, salvo algunas excepciones.
El magnesio y el calcio de los vegetales se determinan en las
cenizas bajo la forma de óxidos, llamados magnesia (MgO) y cal
(CaO), respectivamente, en miligramos por 100 gramos :
Una de las partes de la planta donde más abunda el magnesio son las
hojas, por razón del pigmento verde, llamado clorofila, que impregna
la materia protoplasmática incolora de los cloroleucocitos.
La
riqueza de la clorofila es del 27 por 100. Una gran deficiencia de
magnesio en el suelo provoca necesariamente el amarilleamiento de
las hojas, llamado clorosis, y - lo que es más importante - una
disminución de la fotosíntesis clorofílica. Según Rabino-with,
pueden presentarse deficiencias en el fenómeno
clorofilo-fotosintético, antes de que aparezca la clorosis en las
hojas, si la cantidad de magnesio asimilable en el suelo no es
suficiente para las necesidades de la planta.
Para comprender el proceso biológico que en las hojas tiene lugar,
es de saber que, en el protoplasma de la célula vegetal, existen los
leucocitos, que son unos corpúsculos destinados a elaborar
principios esenciales necesarios para la vida vegetal. A los
leucocitos coloreados se les designa con el nombre de cromoleucitos
que, con distintas materias colorantes, producen la rica gama
cromática de flores y frutos.
Los leucocitos incoloros, llamados cloroleucitos, son a los que colorea de verde la clorofila, substancia de vital interés para las plantas, por cuanto mediante
esa substancia los vegetales asimilan el carbono del anhídrico
carbónico contenido en la atmósfera.
La clorofila «trabaja» cuando se halla expuesta a la luz solar, pero
su actividad desaparece al desecarse las plantas. Está mezclada con
otras dos materias colorantes: la xantofila amarilla y la carotina
roja.
Comparando la clorofila con la hemoglobina, que es el pigmento
colorante de la sangre, se observa que el núcleo fundamental de
aquélla es idéntico al de ésta, con la diferencia de que, así como
en la hemoglobina el metal principal y típico es el hierro, en la
clorofila el metal característico es el magnesio que forma parte de
un «derivado órgano-magnésico».
Ahora bien, como hay dos tipos de clorofila (a y b), resulta que el
total de los pigmentos de las hojas verdes son cuatro: clorofila a,
clorofila b, carotina y xantofila.
La clorofila a se obtiene
sometiendo el polvo de las hojas secas a la acción de la acetona al
80 por 100 y al fraccionamiento sistemático en frío con el alcohol
metílico y un éter de petróleo, del que se separa en forma de un
polvo azul oscuro. La clorofila b se encuentra en el alcohol
metílico del tratamiento anterior; es menos abundante que la
clorofila a y se presenta como un polvo verde oscuro.
El conjunto de los dos productos de la clorofila es soluble en
alcohol absoluto, en éter, bencina, cloroformo y sulfuro de
carbono, a los que tiñe de color verde. El rendimiento total del
tratamiento que se acaba de exponer es de 6 a 8 gramos por
kilogramo de hojas secas.
Ahora bien, se ha comprobado que los compuestos órgano-magnésicos
tienen afinidad de absorción del anhídrido carbónico, y la función
clorofílica se ha esquematizado de la siguiente manera en dos
reacciones de equilibrio:
-
El gas carbónico es atraído por la
clorofila a que, por la energía lumínica absorbida, se transforma
en clorofila b y da lugar a la formación de productos hidrocarbonados.
-
La clorofila b, formada, desprende oxígeno y
pasa a clorofila a, repitiéndose el ciclo, en el que el magnesio
actúa de agente catalítico. La absorción del anhídrico carbónico
llega a su límite, cuando el magnesio se separa del núcleo
clorofílico, porque entonces termina la reacción. Sin embargo, se
produce una reacción intermedia, por la que se regenera de nuevo la
clorofila.
Pero el magnesio clorofílico no es el único indispensable para la
planta; en las mismas hojas, en los tallos, frutos, etc., existen
otras cantidades de magnesio no clorofílico, que son también
esenciales para el normal desarrollo del vegetal.
La relación
magnesio total (magnesio clorofílico en las hojas, por ejemplo)
puede alcanzar hasta el valor 26 y, según Garret y colaboradores, la
deficiencia magnésica sólo se evita cuando esta razón es superior a
6 ó 10 como mínimo: es decir, normalmente en la hoja verde de una
planta debe haber, por lo menos, diez veces más magnesio no
clorofílico que el incorporado a esta molécula. Esta es la cifra
dada por Carolus.
Pero en las plantas de tabaco se ha demostrado,
que sólo el 0.03 por 100 del contenido total de magnesio de la
planta (hojas y tallos) era el necesario para satisfacer las
necesidades de magnesio clorofílico.
Para Jacks y Schesbatoff, toda deficiencia de magnesio en los suelos
se traduce inmediatamente en deficiencia de clorofila y disminución,
por tanto, de la importante función fotosintética, disminución de
glóbulos, almidón, etc.
Más aún, se ha llegado a la conclusión de
que el hierro, a pesar de no encontrarse en las cenizas de la
clorofila, es indispensable para la formación de este producto,
cuando en la economía vegetal no haya pirrol. De aquí que la
ausencia de este último compuesto obligue a añadir una sal de hierro
para activar la acción clorolítica combatir la clorosis. La
conclusión de que todo este proceso sacan los biólogos es que en
formación de la clorofila se requiere el magnesio y el pirrol, o, en
defecto, de éste, el hierro.
En la obra titulada «En los próximos 100 años», de C.C. Furnes,
profesor de ingeniería química de la Universidad de Yale (EE.UU.),
al tratar de la granja perfecta, señala el magnesio entre los
alimentos indispensables para las plantas (pág. 369).
Anteriormente
(pág. 45) había dicho:
«Unos pocos metales, como el hierro, cobre y
magnesio, intervienen en los procesos y prestan su ayuda a la tarea
constructiva de las plantas.»
C) EL MAGNESIO AGENTE ASIMILADOR DEL FÓSFORO Desde hacía tiempo existía la presunción de que una de las funciones
adscritas al magnesio en la fertilización de los vegetales es la de
ser agente que favorece la asimilación del fósforo, por cuanto es
indispensable para el normal metabolismo fosforado en los procesos
de síntesis de fosfolípidos, nucleínas, etc. de los vegetales.
De
ser esto así se puede esperar una correlación entre el fósforo y el
magnesio contenidos en las plantas.
Pero los investigadores E. Trong, Goates y K.C. Berger, en una revisión de la literatura
acerca del magnesio, no lograron ver demostrada de manera
concluyente la existencia de esta relación. Esto les lleva a
realizar una serie de experiencias, que vamos a exponer en este
lugar.
Por de pronto, los citados autores se dieron cuenta de que, para
hacerse un exacto criterio sobre el particular, no es suficiente el
análisis químico de los tejidos de las plantas, sino que es
necesario el análisis de la semilla. Para comprobar estos extremos,
verificaron experimentos en un terreno que contenía el porcentaje
requerido en magnesio, o sea 30 kilogramos por hectárea, y
cultivaron en él melocotones y maíz.
El abonado consistió en los
fertilizantes clásicos de nitrógeno, fosfatos, potasa. Pues bien,
los resultados de los análisis llevados a cabo en las semillas,
mostraron un aumento de 10 a 18 por 100 en el contenido del magnesio
cuando se utiliza como abono fosfatado. Esta constatación confirma
la suposición de que el magnesio es el agente asimilador del
fósforo.
Pero, a pesar de esta comprobación experimental, la teoría del
proceso permanece aún inexplicada.
Esto sí, dicha comprobación
experimental ha sido siempre confirmada brillantemente, y de ella se
muestra que, al aumentar la cantidad de magnesio asimilable del
suelo, se produce simultáneamente un aumento de fósforo asimilado
por la planta, como lo han experimentado Bartolomew y otros
investigadores.
K.C. Berger, por ejemplo, ha cultivado guisantes en suelos
abonados con distintas proporciones de fosfatos y magnesio, y ha
comprobado de un modo irrefutable que, al incrementar el suministra
de magnesio, la respuesta del cultivo ha sido siempre un
enriquecimiento de fósforo en la semilla, superior al obtenido por
sólo incrementar el abono fosfatado.
Estas definitivas experiencias,
realizadas con toda clase de cuidados y controles, han llevado al
autor a la conclusión, quizá no absoluta, de que la mayoría de los
fallos, que a veces se observan después del abonado con fosfatos,
pueda obedecer a faltas de magnesio asimilable en los suelos.
El doctor L. Blas sospecha que, con este fenómeno, tenga relación
otro hecho observado, cual es la mayor riqueza en magnesio no
clorofílico en los tejidos jóvenes, raíces y frutos; es decir, en
aquellos lugares donde el dinamismo bioquímico es más intenso.
De no menos importancia práctica son los trabajos realizados sobre
semillas de judías en la Universidad de Wisconsin (EE.UU.).
Diversos investigadores han cultivado dicha planta, en un suelo en
el que la relación magnesio-fósforo era variable, y también
comprobaron que, a mayor cantidad de magnesio asimilable en el
suelo, correspondía un incremento en fósforo absorbido por la
semilla. De estas experiencias se dedujo que la disminución del
valor nutritivo del fósforo en muchas cosechas, obedece
simplemente a no haber incorporado al abono fosfatado magnesio
asimilable por la planta.
Es decir: con esto ha quedado demostrado
prácticamente que el elemento magnesio es un transportador o movilizador del fósforo y, por tanto, imprescindible para el éxito
de los abonos fosforados.
Al conocer los rusos los trabajos que se acaban de relatar, se
pusieron a emplear en aquel país mezclas de superfosfatos con
silicatos de magnesio y los resultados han sido verdaderamente
satisfactorios. Las primeras experiencias hechas en Rusia
consistieron en adicionar al superfosfato ordinario un 8 a 9.5 por
100 del mineral «dunita», rico en olivino; luego, también lo
aplicaron al superfosfato triple.
Esta adición, además de
incorporar sales de magnesio al abono, neutraliza el exceso de
acidez del superfosfato, absorbe la humedad y proporciona un abono
que, según estadísticas rusas, es superior al superfosfato aislado,
no obstante, la disminución efectiva de fósforo que supone su mezcla
con un 10 por 100 del mineral no fosforado.
Pruebas semejantes a las rusas se llevaron a cabo en Norteamérica y
Nueva Zelanda. En este último país el mineral magnesiano era
serpentina, la cual, finamente pulverizada, se mezclaba con el
superfosfato ordinario en la proporción del 10 por 100. La mezcla
tardaba de dos semanas a cuatro días, según la humedad, en fraguar y
quedar seca y homogénea.
El producto así obtenido no ataca a los
sacos de yute, no se pega a las manos y se derrama con facilidad en
las máquinas distribuidoras de abonos, únicamente el análisis
químico revela una ligera disminución de la cifra del fósforo
soluble al agua, pero no al citrato. Los resultados experimentales
han demostrado que el abono llamado «serpentina-super» tiene igual
valor como abono fosfatado que el superfosfato ordinario, y a veces
algo superior.
En 1942 se emplearon en Nueva Zelanda 31.000
toneladas de «serpentina-super», y en 1943, más de 62.000
toneladas.
Este descubrimiento, reputado como de trascendental importancia en
la química de los abonos, explica hechos que hasta ahora eran
incomprensibles. Por ejemplo, en Alemania se había observado que
escorias básicas del desfosforado del acero daban mejores
resultados, como abono fosforado, que el superfosfato ordinario a
igualdad de riqueza en fósforo.
Análisis cuidadosos han demostrado
que las citadas escorias contenían un 6 por 100, aproximadamente,
de óxido de magnesio.
Nuevas experiencias verificadas por la Universidad de Wisconsin,
posteriormente a las antes citadas, en hidrocultivos y tierras, han
comprobado una vez más, la enorme importancia de la adición de las
sales de magnesio, ya que la respuesta ha sido siempre un
incremento en el fósforo de la cosecha.
D) EL MAGNESIO EN LAS SEMILLAS Y FRUTOS El magnesio que absorben las plantas por las raíces se redistribuye
de los tejidos viejos a las partes jóvenes, concentrándose
preferentemente en las semillas y en las hojas.
De aquí que la
cantidad que de dicho elemento contiene cada uno de los órganos de
la planta, difiera mucho de uno a otro. Así, por ejemplo, en el maíz
el 34 por 100 se encuentra en el grano, el 32 por ciento en las
hojas, el 21 por ciento en el tallo y el resto en las raíces.
Willsttater halló que el trigo contiene en sus cenizas más magnesio
que calcio, y Czapek amplió esta conclusión a casi todas las
semillas, lo cual hizo pensar a los fisiólogos en la posible
importancia del elemento magnesio como elemento modificador de la
cuantía de las cosechas.
Este hecho, de que el magnesio se acumule en las semillas y frutos
de las plantas, es considerado como el corolario de su papel antes
expuesto de elemento conductor del fósforo. Loew encuentra, como un
hecho general, que las semillas aceitosas contienen de ordinario
menos magnesio que las ricas en glúcidos, almidón, etc.; en una
palabra, en hidratos de carbono, e incluso señala el valor de 2.5
como relación normal.
Durante la maduración de los frutos y semillas, se observa siempre
un incremento en la riqueza de magnesio y fósforo; más aún, parece
demostrado que este incremento se debe a una translocalización del
magnesio contenido en las hojas hacia el fruto. La clorosis de
muchas hojas y su caída, coincidente con la maduración de la semilla
y del fruto, obedece, según Reed y Haar, a este fenómeno.
Para
otros autores, que consideran este hecho desde un punto de vista
demasiado simplista es evidente que el fruto o semilla, que
necesariamente precisa magnesio para su maduración, lo toma de las
reservas de dicho elemento existente en las hojas próximas.
Este proceso parece fuera de duda al iniciarse la fructificación,
según comprobaciones de Fudge. Este autor ha analizado hojas verdes
próximas a los frutos y hojas algo alejadas de los mismos, y ha
demostrado para las primeras valoraciones del 0.013 por 100 y en
las segundas hasta el 0.20 por 100 de magnesio. De aquí es dado
concluir que, haya o no clorosis y caída de hojas, las reservas de
magnesio de las hojas son las abastecedoras de dicho elemento para
el fruto.
Algunos fisiólogos, basados en estos hechos, han querido ver,
precisamente en esta modalidad del magnesio, la explicación del
fenómeno de las cosechas alternativas de ciertas plantas y árboles:
por ejemplo, el caso del olivo. Como es sabido, la floración de
nuestros frutales y del olivo mismo se realiza preferentemente en
las ramas jóvenes del año anterior, y el magnesio se ha demostrado
que puede fácilmente transferirse de una rama joven sin fruto a
otro adyacente con él, pero no de una rama vieja sin fruto a otra
que lo tenga.
Por ello es frecuente ver en los árboles ramas con
frutos y hojas amarillas junto a vigorosas ramas con hojas
intensamente verdes, pero sin fruto.
En el caso particular del olivo se sugiere que las necesidades en
magnesio sean posibles responsables de la cosecha alternativa, Su
carencia, como se ha demostrado, produce la no fructificación.
El
doctor L. Blas aduce, como ejemplo de esto, los olivos de algunas
regiones, que de jóvenes dieron abundante cosecha; pero que, al
transcurrir los años, la frecuencia alternativa de su
fructificación fue ampliándose de período, hasta que el labrador,
cansado de ver la inutilidad de sus esfuerzos, optó por la radical
medida de su talado.
En algunas tierras donde esto sucede, el
análisis demuestra carencia de magnesio asimilable.
«Si esta hipótesis se confirma - son palabras del referido autor;
si, en efecto, las cosechas alternativas del olivo en muchas
regiones españolas obedecen a la escasez de magnesio o a la falta
de movilidad del mismo en el suelo, y se consigue, por métodos
químicos de abonado, la disminución del período de no
fructificación, el resultado práctico de esta mejora representaría
para los olivares de España un incremento fantástico en su
importancia económica.
Pero - añade - no nos dejemos sugestionar por
ideas o teorías más o menos atrayentes; el análisis, la
experimentación sistemática y los estudios técnicos cuidadosos son
los únicos procedimientos de estudio, y sobre sus resultados es
solamente sobre los que se pueden formular hipótesis e ideas.»
Pero lo que sí ya está probado experimentalmente en muchos árboles
frutales es la importancia del magnesio como elemento modificador de
la calidad del fruto.
Harley, trabajando en perales, ha llegado a la
conclusión de que el mal desarrollo y calidad de ciertas especies
era sólo debido a las deficiencias de magnesio, acompañadas de
exceso de potasio en el suelo.
Damond Bounton, de la Cornell
University, publicó hace algunos años un extenso trabajo acerca de
la importancia del magnesio en los manzanos.
Las primeras noticias
acerca de esta deficiencia aparecieron el año 1939, siendo Hill y Wallace los primeros que estudiaron y diagnosticaron la presunta
enfermedad como carencia de magnesio, basándose en la semejanza de
síntomas con otros árboles cultivados en huertos arenosos y de bajo
contenido en magnesio.
Los investigadores de Nueva Zelanda corregían dicha deficiencia con
inyecciones de sulfato magnésico en el propio árbol. Pero, cuando
intentaban combatir la carencia por la adición de sales magnésicas
del suelo, los resultados eran totalmente negativos. Iguales hechos
ocurrieron en los Estados Unidos, y esta ineptitud del suelo para
suministrar magnesio asimilable está siendo en la actualidad
estudiada, ya que el sistema de corrección por inyecciones no es
práctico ni económico.
Los síntomas visibles de la deficiencia magnesiana en los manzanos
son: palidez de las hojas entre las nervaduras de las hojas viejas y
de algunos brotes, y amarilleamiento subsiguiente, manchas morenas
de necrosis entre las venas que asemejan islas; las hojas se arrugan
y caen prematuramente, y los frutos de las ramas donde la
deficiencia aparece son pequeños, de pobre calidad y con frecuencia
caen prematuramente.
Químicamente por su análisis, se puede diagnosticar y prevenir la
enfermedad de carencia, pues para ello basta analizar las hojas. Si
su riqueza en óxido de magnesio, es superior al 0.40 por 100 con
respecto a la sustancia seca, el árbol raramente muestra fenómeno
alguno de carencia y el fruto es normal.
Riquezas comprendidas entre
0.25 y 0.40 por 100 de óxido de magnesio eran indicios de posible
aparición de la enfermedad, y, cuando el contenido en óxido de
magnesio era inferior a 0.25 por 100, entonces, sin excepción el
árbol acusaba claramente los síntomas de deficiencia anteriormente
indicados.
Ante hechos tan evidentes, se procedió al análisis sistemático de
los suelos donde el proceso de carencia apareció. Wallace, por
ejemplo, encontró la enfermedad en suelos ricos y pobres de calcio,
con lo cual eliminó este factor. Otros investigadores achacaron la
enfermedad a los suelos de baja acidez.
Finalmente, se llegó a la
conclusión más probable de que lo que influye definitivamente en la
asimilación del magnesio por los manzanos es la relación
potasio-magnesio. Se comprobó, además, que siempre que hay
deficiencia de magnesio en dichos árboles se advierte, por el
análisis de sus hojas, enriquecimiento simultáneo en potasio y que,
fertilizando con exceso de sales potásicas, se producen
deficiencias de magnesio.
A.F. Camp, en un notable trabajo acerca de la importancia del
magnesio en el cultivo de los limoneros, hace resaltar el decisivo
papel que tiene este elemento en las cosechas de dicho fruto.
Según
él, la causa de cosechas deficientes en algunas regiones de Florida,
Brasil, Argentina, etc., es sólo debida a deficiencias de magnesio
en el suelo donde se cultivan. El follaje del limonero tiene
normalmente dos tercios más de fósforo que magnesio, mientras que el
fruto es tres cuartas partes más rico en magnesio que en fósforo.
Por esto dice el citado autor que resulta incomprensible el dar
tanta importancia al abono fosfatado solamente, cuando del magnesio
depende el éxito de la cosecha.
Los síntomas de deficiencia
magnesiana del limonero son: amarillo de las hojas, frutos de menor
tamaño y baja calidad, facilidad de invasión de las ramas por
hongos.
E) EL MAGNESIO EN LA PRODUCCIÓN DE CARBOHIDRATOS Y VITAMINAS Una vez demostrado que toda deficiencia de magnesio se traduce por
inmediata disminución del proceso fotosintético determinado por la
clorofila, se comprende que la falta de magnesio asimilable ha de
producir menores rendimientos.
Raume fue el primero que relacionó el transporte del almidón de las
hojas al tallo y, como para este proceso se necesita el fósforo como
coenzima, de aquí que el magnesio transportador del fósforo, según
antes se ha explicado largamente, sea teóricamente un elemento
indispensable para este fenómeno.
Esto se ha comprobado prácticamente en cultivos de patata, por
ejemplo, ya que en esta planta la acumulación del almidón en los
tubérculos se realiza de una forma bien ostensible. Para esta
comprobación Chuck realizó múltiples cultivos en diversas
condiciones de abonado y observó que, en las plantas deficientes en
magnesio, con hojas ya cloróticas, una adición de sales solubles de
magnesio, y hasta de dolomita, provocaba a los pocos días (cinco o
seis), una respuesta favorable.
Las hojas cloróticas no recuperaban
ciertamente su color verde, pero el proceso de amarilleamiento
cesaba de producirse y todos los nuevos brotes presentaban un
aspecto normal. Además, en las plantaciones testigo no tratadas, la
muerte de la planta ocurría siempre. El mismo investigador llegó a
la conclusión de que el abono magnesiano producía, en todas las
experiencias, un notable incremento en los rendimientos de las
cosechas de patatas.
No menos importante, sobre todo para la agricultura española, es la
intervención del magnesio en la producción de lípidos o aceites:
mejorar y aumentar la producción y rendimiento del aceite de oliva,
por ejemplo, supondría una adquisición de extraordinario interés
para la economía nacional.
Se da como comprobado que el magnesio estimula algunos procesos
reductores. De aquí que se hayan realizado múltiples experiencias
para averiguar si las respuestas del cultivo de plantas oleaginosas
a adiciones de magnesio se traducían o no en aumentos de lípidos en
las semillas. Poca es la información experimental obtenida hasta
ahora al respecto, y ésta referida únicamente a un reducido número
de plantas oleaginosas.
Con todo, en el caso particular del girasol,
por ejemplo, se ha demostrado experimentalmente y de un modo
indudable que la cantidad de aceite en los cultivos abonados con
sales de magnesio era superior a la cosecha testigo.
En estos últimos tiempos se han comenzado a realizar ensayos en
olivares españoles acerca de la influencia del abonado magnesiano en
la calidad y cantidad del aceite obtenido. Pero aún es pronto para
decir nada concreto, ya que las citadas experiencias precisan
varios años para su comprobación.
Con respecto a la influencia del magnesio en la producción de
vitaminas, debemos manifestar que los resultados experimentales
hasta ahora obtenidos son incompletos, a pesar de hacer bastante
tiempo que han sido iniciados. Es que los trabajos de este género - como no puede ser menos
- se realizan en series y son largos y
laboriosos; además, se trata, no de una o pocas vitaminas, sino de
múltiples de ellas.
Por de pronto, está ya comprobado que, por ejemplo, la adición de
magnesio al suelo aumenta la riqueza en ácido ascórbico en las
naranjas, cereales, espinacas, repollos, etc., en cambio, apenas
tiene influencia su riqueza en la patata, tomate y remolacha.
Sobre otras vitaminas, los resultados no son aún definitivos; pero,
desde el punto de vista bromatológico e industrial, estos ensayos
revisten la mayor importancia en ganadería, y su mejora o
corrección significaría un gran progreso en la economía ganadera.
F) CONSECUENCIAS DE LA FALTA DE MAGNESIO EN LOS VEGETALES Para apreciar las consecuencias perniciosas que la falta de magnesio
produce en los vegetales hay que saber los efectos beneficiosos a
que su presencia da lugar.
Ante todo, se ha comprobado la virtud que
reúne de dotar a los vegetales de una extraordinaria resistencia a
las invasiones criptogámicas, y esto en mayor escala que el calcio,
sin duda alguna a causa de la más pronunciada basicidad del
magnesio.
En segundo lugar, este elemento facilita la asimilación del
amoníaco y del ácido fosfórico a las plantas. Asimismo, como el
magnesio transforma los silicatos de calcio, al ponerlos en
libertad, permite que las plantas aprovechen importantes cantidades
de potasio que, de otro modo, quedarían inutilizadas. Pero, para que
el magnesio surta todos estos efectos en grado máximo, debe ir
asociado al calcio, pues la incorporación combinada de ambos
elementos favorece las reacciones químicas, sin las cuales la
asimilación de los abonos minerales deja de producirse.
El magnesio se encuentra en las plantas bajo tres formas diferentes:
constituyendo parte de la molécula de clorofila, según vimos
anteriormente; combinado o absorbido en el protoplasma celular, y
en forma iónica en la savia y jugos vegetales.
En líneas generales,
las plantas más ricas en magnesio son las leguminosas, ya que su
contenido medio es del 0.3 por 100. Pero existen otras plantas en
que el contenido de magnesio es hasta cien veces menor.
Es de notar que, en estos análisis del total del magnesio contenido
en la planta, los resultados de distintos investigadores son muy
diversos, puesto que el proceso de absorción y emigración del
magnesio es muy variable y depende, además, de la vejez de la
planta. Hawkin, en su experiencia con tomates, ha demostrado que
esta planta absorbe del suelo el 3 por 100 de su riqueza total de
magnesio durante el primer mes, el 20 por 100 durante el segundo y
el 77 por 100 en el último mes.
Las hojas marchitas, antes de caer,
transfieren su contenido de magnesio, hacia las semillas u otras
partes de la planta. Así se explica que, según sea la edad de la
planta, la cantidad de hojas caídas, etc., los resultados analíticos
referidos a la totalidad del peso de la planta puedan ser variables.
También es menester distinguir entre necesidades de magnesio para
la germinación y fase primera de la vida de la planta y necesidades
para la fructificación y desarrollo. En un interesante trabajo de
Walters, sobre las necesidades de magnesio para el desarrollo
normal de las semillas, se llega a la conclusión de que las plantas
inferiores (líquenes, musgos, etc.) son más sensibles a la carencia
magnesiana que no las plantas superiores.
Esto viene confirmado por
los análisis de magnesio de los gérmenes o semillas de ambas, y,
como advierte el investigador citado, la deficiencia de magnesio se
deja sentir en las cosechas de cereales cuando el medio germinativo
adolece de escasez de magnesio.
La pobreza de magnesio determina en las plantas una decoloración
anormal, consistente en un tinte verde claro y hasta casi blanco,
que toman algunas zonas cloróticas y que terminan por invadir toda
superficie foliar. Como es natural, no todas las plantas sufren
con igual intensidad los efectos de la deficiencia del magnesio.
Entre las más perjudicadas figuran el maíz, el tabaco y la espinaca.
Las gramíneas y las patatas presentan mayor resistencia, si bien
esto no quiere decir que se encuentren del todo libres de estos
perniciosos efectos, y así algunos investigadores agronómicos han
comprobado que la falta de magnesio en los terrenos de cultivo de
patatas ha dado por resultado numerosos casos de clorosis.
En la mayoría de los casos, el agricultor puede conocer por sí mismo
la falta de magnesio en los suelos que explota. Sin embargo, el
publicista agronómico don Luis Catalina advierte que el tal no debe
fiarse de una manera absoluta en sus propias apreciaciones, por lo
cual aconseja que se acuda a los laboratorios para cerciorarse,
mediante serios análisis, del porcentaje verdadero de magnesio
existente en las tierras de cultivo.
La dificultad en atribuir precisamente a la deficiencia de magnesio
determinadas anomalías observadas en los cultivos se debe a que, en
algunos casos, no es posible diagnosticar si los trastornos se
deben a la falta de unos o al exceso de otros, como bien dice Mc.
Murtey.
Asimismo importa recordar que muchos elementos son tóxicos cuando
falta otro de los necesarios; pero, en presencia de algunos que
contrarrestan los efectos nocivos, desaparecen los síntomas, como
sucede con el magnesio y el calcio, pues el primero elimina las
influencias tóxicas del segundo. Además, se da la particularidad,
tratándose del magnesio, de que no sólo es el defecto del mismo lo
que produce efectos perniciosos en las plantas, sino también su
exceso, que llega a ser tóxico.
Pero todavía hay más; y es la comprobación de síntomas de
deficiencia de magnesio en los cultivos de determinados terrenos, a
pesar de que el análisis químico revela cantidades de dicho
elemento más que suficientes para satisfacer las necesidades del
vegetal, lo cual puede deberse a condiciones desfavorables para que
pueda ser aprovechado por las plantas, como sucedería si la tierra
contuviese el magnesio en combinaciones químicas que no permitiesen
a las plantas el asimilarlo.
Los síntomas visuales de la falta de
magnesio pueden aparecer en las raíces, tallos, hojas, flores,
frutos y semillas.
El ingeniero agrónomo colombiano Mesa-Bernal dice haber comprobado
que la deficiencia del magnesio no afecta sensiblemente al
crecimiento de la raíz, como lo hace la pobreza de calcio; sin
embargo, otros investigadores opinan más bien lo contrario, cuando
afirman que el crecimiento queda interrumpido y que aparecen nuevas
ramificaciones.
En las tomateras de tierras pobres de magnesio, el crecimiento de la
raíz principal es normal, si bien con pocas ramificaciones; en
cambio, la corteza muere rápidamente y adquiere color de café. En
todas las especies los tallos son relativamente flexibles y débiles,
pobres en materia leñosa, y los nuevos brotes mueren muy pronto.
En algunas plantas de jardín la falta de magnesio perjudica
sensiblemente la belleza natural de las flores, que les hace perder
sus vivos colores, a la vez que son más pequeñas. La deficiencia de
magnesio resulta asimismo nociva para los árboles frutales, cuyos
botones florales ofrecen reducido volumen y, si en algunos llegan a
formarse los frutos, la mayoría de ellos se desprenden antes de
llegar a su madurez, como le sucede al manzano.
La carencia o pobreza de magnesio se revela principalmente en las
hojas. Ya hemos dicho algo de ello, pero ahora lo vamos a hacer con
más detalle, por tratarse del defecto más general y más fácilmente
reconocible. La tonalidad amarilla de las hojas comienza a
manifestarse por manchas verdes claras, que van extendiéndose hasta
cubrir toda la superficie foliar.
Estas anomalías se inician en las
hojas más viejas, al paso que el tejido intranervioso se vuelve
amarillo o blanquecino, bronceado, rojo púrpura, hasta que,
finalmente, sobreviene la necrosis o muerte de los tejidos. La
clorosis se presenta en el ápice de las hojas y avanza con mayor o
menor rapidez, según los casos, hasta la base de las mismas,
mientras que a veces se curvan.
Otro pernicioso efecto es que las
hojas se tornan quebradizas, diferenciándose de las cloróticas más
resistentes.
G) RESTITUCIÓN DEL MAGNESIO EN LAS TIERRAS Pocos son los agricultores que se preocupan del magnesio de sus
tierras de labor, lo que contrasta con la práctica adoptada por la
generalidad de los mismos de abonarlas con compuestos nitrogenados,
potásicos, fosforados y cálcicos.
Es que no ha entrado todavía en
la generalidad de los agricultores la conciencia de la necesidad de
los abonos magnésicos. El mal no es de ahora, viene de hace muchos
años, pues se debe en gran parte a las manifestaciones del agrónomo
francés Jorge Ville.
Este investigador realizó, a mediados del
siglo XIX, amplios ensayos culturales, prescindiendo del empleo de
sustancias minerales.
De ellos dedujo:
-
sin fosfatos las plantas
mueren
-
sin potasa, los tallos carecen de rigidez
-
la
supresión del magnesio determina una vegetación pobre, hasta el
punto de llegar a reducir las cosechas en un 75 por 100
Pero
también afirmó que, con los compuestos magnésicos existentes
naturalmente en el suelo, había suficiente magnesio para nutrir la
vegetación, sin necesidad de nuevas adiciones.
Esto indujo a los
agricultores a que hicieran caso omiso de la fertilización
magnesiana.
Al hacer la afirmación que se acaba de recordar, Jorge Ville no tuvo
en cuenta que no todas las tierras tienen suficiente magnesio
nativo utilizable, bien sea porque se halla formando parte de
compuestos no asimilables para las plantas, bien porque
principalmente nunca lo tuvo en cantidad conveniente, bien porque,
aun cuando en otro tiempo lo tuvo, paulatinamente ha ido
desapareciendo por los agentes atmosféricos o por los mismos
cultivos.
Pues, en efecto, de la tierra cultivada, se extrae, por cosecha y
hectárea, un promedio de 6 a 8 kilogramos de magnesio, en los
cereales, que llega a 10 kilogramos en las leguminosas, de 12 a 15
en las patatas, de 15 a 20 en los viñedos y de 30 a 35 en la
remolacha azucarera. Esta última, muy ávida de la potasa, se la
suministra el agricultor incluso con exceso; pero suele prescindir
del magnesio; que debe intervenir para dar al producto agrícola más
abundancia y riqueza, que naturalmente repercute en el rendimiento
industrial.
Debido a esta paulatina ablación de magnesio, sobre
todo por determinados cultivos intensivos, se produce escasez de
magnesio que se advierte en sucesivas cosechas por un descenso de
las mismas, al principio imperceptible, pero que puede superar el 50
por 100.
Sin embargo, la propaganda sólo trata, y esto con insistencia, de
fertilizantes nitrogenados, fosfatados y potásicos y también
cálcicos (aunque de éstos mucho menos), pero no menciona los
magnesianos. No cabe duda de que los tres primeros son los que en
mayor proporción asimilan los vegetales y que los magnesianos y
cálcicos se necesitan proporcionalmente en menores cantidades.
Estos
dos últimos, además de constituir un alimento indispensable para las
plantas, influyen ambos (magnesio y calcio) aumentando la eficacia
de los aportes de estiércoles y de los abonos minerales de uso
corriente, que son los tres primeros antes citados.
Existe en agronomía la ley de restitución del suelo de los elementos
que extraen de él sucesivas cosechas. Esta restitución se practica
de dos maneras: por enmiendas y por abonos. Las enmiendas modifican
las propiedades físicas de los campos, haciéndoles aptos para los
cultivos, mediante adición de tierras adecuadas que cumplan con la
finalidad deseada.
Los abonos restituyen a los terrenos de cultivo
los principios nutritivos que de ellos extraen las cosechas. Ahora
bien, tratándose del magnesio, no es suficiente efectuarlo con
enmiendas; ha de hacerse empleando abonos magnesianos, al igual que
se hace con los potásicos, nitrogenados y fosfatados.
¿Qué clase de compuestos de magnesio pueden o deben emplearse?
El
publicista de temas agrícolas, don Luis Catalina, dice a este
propósito:
«Se recomienda la agregación de los compuestos de
magnesio en cantidades variables y en relación con las necesidades
de los diferentes cultivos. Los más utilizados son los hidróxidos,
carbonatas, cloruros, nitratos, fosfatos y algunos silicatos».
Por las razones antes expuestas existía, hasta hace pocos años, una
gran resistencia por parte de los agricultores norteamericanos y de
casi todo el mundo al empleo de sales o compuestos magnésicos con
abono.
No obstante, sin darse cuenta, en muchas de las mezclas que
empleaban, o bien añadían magnesio en el suelo (sales potásicas
impuras, encalado con cales dolomíticas, etc.), o incorporaban
correctivos que unas veces contenían magnesio (cenizas de plantas,
yeso impuro), y otras inmovilizaban parte del magnesio insoluble del
suelo (sulfatos, cloruros, nitratos, etc.).
Es decir, aunque no se
reconocía como tal, el hecho es que abonaban con magnesio y como los
síntomas de las deficiencias magnesianas no son lo espectaculares
que otras carencias, el labrador suponía que nada más que los tres
clásicos fertilizantes conocidos (fósforo, nitrógeno y potasio) eran
los necesarios para el normal desarrollo de sus plantaciones y
cosechas.
Según McMurtrey, el tabaco fue la primera planta en que de un modo
experimental se reconoció la gran importancia del magnesio como
abono. Los síntomas de deficiencia magnésica en ella se llamaban
«sand drown», antes que el origen del mal fuera conocido, y
consistía en la pérdida del color verde en las hojas bajas,
comenzando por las puntas y luego extendiéndose en todas las fases
del desarrollo de las plantas, desde la semilla hasta la completa
madurez. Se presenta de preferencia en suelos muy permeables,
después de períodos de grandes lluvias.
La consecuencia pronto se sacó, al comprobar los efectos perniciosos
observados en las plantas por efecto de la carencia o escasez de
magnesio aprovechable en el suelo, y fue la necesidad de añadir
magnesio al terreno laborable.
Lo que aún no está muy claro es la
forma como se ha de añadir este magnesio.
Precisamente para llegar a una información práctica al respecto,
los investigadores McIntire, Shaw y Joung han llevado a cabo
experiencias, que han durado cuatro años, con dos minerales: la
serpentina y el olivino, como fuentes de magnesio. Entre las
ventajas que desde un principio vieron los citados investigadores
en estos silicatos son: ser abundantes y baratos y prestarse a
utilizarlos mezclados con los abonos clásicos.
Sin embargo, no
pudieron precisar el grado de compatibilidad con el potasio,
nitrógeno y fósforo, utilizados como abono. Más bien sacaron la
conclusión de que ambos silicatos (serpentina y olivino) originan
un desequilibrio de los elementos propios del suelo y no garantizan
una aportación efectiva de magnesio en los terrenos desencalados.
Al principio, en los Estados Unidos, se adicionaba magnesio al
suelo en forma de enmiendas calcáreas, es decir, empleando calizas
dolomíticas, o sea de carbonato cálcico-magnésico. Pero pronto se
vio que tales calizas solamente debían aplicarse a suelos ácidos, de
un pH comprendido entre 4.5 y 5, pues sólo entonces producen
efectivamente un enriquecimiento del magnesio utilizable.
After y Hartwel, estudiando experimentalmente el efecto de la
dolomita como abono en terrenos are-no-arcillosos, deficientes en
magnesio, han comprobado que esta forma de abono suple las
necesidades de magnesio a la tierra durante varios años, lo cual ha
hecho que pudiera llamarse tipo «standard» de abono magnésico. Dicha
adición dolomítica está particularmente indicada para cosechas de
gran período de desarrollo. Se considera que la adición de dos
toneladas de dolomita pulverizada por hectárea es suficiente abono
magnésico durante tres años.
En el caso de cosechas de período corto, como tabaco, patatas, etc.,
no es aconsejable alterar el pH del suelo por adición de carbonatos
de calcio y magnesio; es mucho mejor entonces, o bien el
supermagnesiano, con un 8 a 10 por 100 de silicato de magnesio, o
las sales solubles, tales como el sulfato de magnesio, la
kieserita, etc.
De 20 a 30 kilogramos por hectárea son suficientes
una vez al año, aunque estas cifras, según otros autores, pueden
reducirse hasta 10 a 12 kilogramos solamente, cuando se emplean el
sulfato o el cloruro de magnesio, siendo además importante el
advertir que en estos casos de cosecha de período corto, la dolomita, a unas dosis diez veces mayores, no responde
satisfactoriamente.
Ciertas materias orgánicas, como raíces, residuos de industriales
forestales, algodón, etc., cuando se aplican en grandes cantidades,
pueden considerarse como abonos magnesianos y prevenir las
deficiencias de magnesio en el suelo. Pero la calcita sola, los
turtos de purificación del azúcar, por ejemplo, no sólo carecen de
magnesio, sino que actúan como insolubilizantes del magnesio
existente, por lo que su empleo debe ser proscrito en los suelos
deficientes del citado elemento.
En suelos ácidos, un abonado excesivo con sales potásicas puede
provocar la carencia del magnesio sobre todo en los árboles
frutales; en estos casos se reducirá al mínimo el abonado potásico y
se aplicará la dolomita y el sulfato magnésico. No hay que olvidar
que el empleo del sulfato amónico en cantidad excesiva produce
marcada acidificación del suelo, y que el exceso de potasio impide
la absorción del magnesio por las raíces y hace decrecer las
cantidades de magnesio reemplazable del suelo.
Según Croper, el abono magnesiano resulta singularmente efectivo en
las tierras margoso-arenosas; pero siempre, después de comprobar por
el análisis la deficiencia del magnesio asimilable y acidez o no
del suelo.
Suelos calizos y de baja acidez no deben ser abonados con
óxido ni carbonato magnésico, pero sí con sulfatas amónico y
magnésico. El rociado con sal de Epson (epsomita, que es sulfato
magnésico) e incluso las inyecciones sólo deben realizarse cuando
los demás métodos fallan.
El ingeniero español don Luis Adelantado recuerda que, ya a fines
del pasado siglo, se aconsejaba mezclar con los abonos compuestos
sulfato magnésico, que se encontraba nativo cristalizado o se
obtenía de las aguas madres de las salinas marítimas o en el
beneficio de los yacimientos potásicos. Sucesivamente se elaboró el
nitrato cálcico-magnésico partiendo de dolomías, con lo que se
disponía de un fertilizante nitrogenado y magnésico a la par.
También se utilizó el fosfato bimagnésico que, por su
insolubilidad en el agua y fácil reacción con ácidos débiles,
proporciona a los vegetales fósforo y magnesio en las mejores
condiciones de asimilación.
El cloruro magnésico llegó a ensayarse, pero no se generalizó su uso
a causa de la higroscopicidad y ser peligroso el ion cloro en
determinados cultivos.
El producto que mayor éxito consiguió fue el
fosfato doble amónico-magnésico que, aparte de las características
esenciales de solubilidad, proporciona a las plantas tres elementos
muy apreciados en la fertilización, como son:
fósforo, nitrógeno y
magnesio, en la proporción respectiva de 28/29 de P2O5, 6/7 de NH3 y
15/16 de MgO, soluble en agua cargada de anhídrido carbónico y en
disoluciones al 2 por 100 de ácido cítrico, que equivale a decir
que es utilizable por los ácidos vegetales del suelo.
El fosfato amónico-magnésico, por ser insoluble en el agua, no es
arrastrable a las capas inferiores del suelo por las aguas de lluvia
y de riego.
Esto hace que su aprovechamiento sea casi integral, a
medida que se solubiliza, con un rendimiento fertilizante de
utilización mayor que el de los otros fosfatos y demás abonos
solubles en el agua.
Su proporción normal de empleo es de 100 a 200
kilogramos por hectárea, pudiéndose elevar entre los límites de 250
a 500 kilogramos cuando los terrenos son muy pobres y las plantas
que se trata de cultivar ricas en hidratos de carbono. Apenas habría
necesidad de decir que, si se emplea fosfato amónico-magnésico, su
contenido fosfórico y nitrogenado reduce la cantidad que haya que
emplear de dichos fertilizantes.
Como fórmula más adecuada para acelerar el crecimiento de las
plantas jóvenes y los rendimientos herbáceos, se recomienda la
siguiente composición: 150 gramos de nitrato de sodio, 200 gramos de
superfosfato mineral, 100 gramos de cloruro potásico y 10 de sulfato
de magnesio. Se distribuirá primero en dosis de 20 gramos por metro
cuadrado y, posteriormente, en forma de riego en una solución de
200 gramos por cada hectolitro de agua, alternando un riego con
fertilizantes con otro de agua pura.
Para favorecer y desarrollar la floración, al mismo tiempo que
obtener un mayor rendimiento frutícola, la fórmula debe consistir
en 50 gramos de nitrato sódico, 300 gramos de superfosfato mineral,
150 gramos de cloruro potásico y 25 de sulfato de magnesio. La
distribución se practicará, en igual forma que la anterior y en las
dos etapas mencionadas.
Para aquellos lectores que pretendan adquirir abonos magnésicos, les
indicamos a continuación algunas casas que les podrán facilitar
carbonato, cloruro o sulfato.
El carbonato al por mayor puede
adquirirse en,
«Industrias Químicas del Carbonato magnésico y sus
Derivados», Aragón, 89, PALMA DE MALLORCA
«S. E. de Productos
Dolomíticos, S. A.», General Mola, número 24, SANTANDER
El cloruro
puede adquirirse al por mayor en,
«Aprovechamientos Salineros, S.
A.», Rambla Estudios, 109, BARCELONA
«Productos Toht, Sociedad
Limitada», Huertas de la Villa, 9, BILBAO
El sulfato,
en «Aprovechamientos Salineros»
en «Cándido García Vaquero» VILLACAÑAS (Toledo)
en «Agencia General de Productos Químicos»,
Paseo de Gracia, 11, BARCELONA
Los productos magnésicos de esta última casa merecen los precisemos
más, ya que sobre ellos tenemos una mayor información.
El cloruro
magnésico cristalizado se entrega envasado en bidones tipo CAMPSA,
pues se trata de un producto muy delicuescente (higroscópico), el
precio es de 270 pesetas el kilogramo; el envase cuesta 225 pesetas
la unidad y su cabida es de 170 a 190 kilogramos.
El sulfato
magnésico se ofrece en tres tipos:
-
industrial, con 3 a 4 por
ciento de cloro (a 115 pesetas 100 Kg.)
-
refinado, con un
máximo de 0.5 por 100 de cloro (a 200 pesetas los 100 Kg.)
-
refinado, con un máximo de 0.2 por 100 de cloro ( a 250 pesetas los
100 Kg.)
Las tres categorías van ensacadas y el precio de cada saco
es de 14 pesetas.
H) ÉXITOS AGRÍCOLAS GRACIAS A LAS SALES DE MAGNESIO Para apreciar en su justo valor la importancia del magnesio en la
agricultura, más que ponderaciones, nada hay tan aleccionador como
los éxitos obtenidos como su aplicación a los cultivos agrícolas;
por esto señalaremos algunos.
Einsenmenger no circunscribe la necesidad de magnesio solamente a
determinados tipos de cultivos, sino a todas aquellas tierras de
este elemento.
Este autor ha podido comprobar que no hay ninguna
planta de entre las malváceas, geraniáceas, papaveráceas y otras,
que no reaccione favorablemente a la aplicación del magnesio, sobre
todo en lo que respecta a los síntomas de clorosis. Este efecto - añade
- es muy marcado en las gramíneas.
En los Estados Unidos existen terrenos muy eficientes en magnesio,
precisamente aquellos donde se hallan las pomeradas más importantes
del Este de la Nación. Poco menos que agotados de magnesio aquellos
suelos, después de muchos años de sucesivas cosechas de manzanas,
comenzaron a presentarse en los frutales síntomas evidentes de
deficiencia de magnesio.
Pero, gracias a los trabajos llevados a
cabo por Boyton y Cain, se ha logrado la completa normalización de
aquellas tierras, mediante la aplicación constante de sales
magnésicas en sus diversas formas (epsomita, kieserita, magnesia o
calizas dolomíticas). Especialmente la pulverización en verano de
disoluciones de sulfato magnésico ha hecho desaparecer los síntomas
perniciosos, incluso en la cosecha del año siguiente.
F.B. Johnston ha emprendido un estudio de las deficiencias en
magnesio de las provincias marítimas del Canadá, y por él ha
comprobado la importancia de este metal en las plantaciones de
patatas, tabaco, manzanas y otros frutales. Con respecto a las
patatas, ha demostrado ser indispensable el magnesio para lograr
buenos rendimientos; pues, aplicando de 75 a 750 kilogramos por
hectárea de caliza dolomítica, ó 60 a 120 kilogramos de sulfato
magnésico, ha conseguido incrementos insospechados.
Con respecto a la aplicación de sulfato magnésico, señala dicho
autor la posibilidad de «sulfatar» las cosechas con un caldo
bordelés que contenga un kilogramo de aquel sulfato por cada 6.5
litros. Los resultados logrados - al decir de Johnston - han sido
sorprendentes.
El mismo investigador ha logrado combatir la clorosis del tabaco,
mediante la adición de una cantidad prudencial de dolomita,
mezclada con los abonos ordinarios; pero advierte - al decir esto - que no se agregue demasiado producto magnésico, porque entonces se
perjudicaría a la combustibilidad del tabaco recolectado.
Tratándose
del manzano, en suelos fuertemente ácidos, Johnston ha logrado
excelentes rendimientos con la aplicación de 50 a 70 kilogramos de
caliza dolomítica por hectárea; pero, al mismo tiempo, señala la
posibilidad de practicar pulverizaciones de una disolución de
sulfato magnésico al 2 por 100 sobre las hojas de los árboles.
No podemos omitir en este lugar los éxitos agrícolas obtenidos con
el empleo de compuestos magnesianos por Mr. Kuck, propietario de las
granjas Brookside, en New Knoxville (Ohío, EE. UU.). Las cosechas
obtenidas en sus campos abonados con dolomita dieron la prueba más
manifiesta de la acción del magnesio. Con una primavera
extraordinariamente húmeda, seguida de la sequía más rigurosa, los
resultados se podían apreciar a simple vista.
Los campos de maíz, por el exceso de lluvia en la época de su
plantación presentaban toda una gama de colores variados, desde el
amarillo al verde intenso. Las plantas amarillas estaban en los
terrenos elevados y en las depresiones. Sin embargo, en los campos
abonados con dolomita, el maíz guardaba un mismo color verde,
excepto en algunos puntos aislados que habían estado tres o cuatro
días debajo de agua, con dolomita no tardaron en recobrar su color
verde.
Y así, mientras casi todos los campos de la vecindad estaban muy
exhaustos, las 42 hectáreas de Mr. Kuck permanecieron verdes y
dieron una cosecha muy superior a la media de la región. Los tallos
de la alfalfa no abonada con dolomita estaban amarillos después del
tercer corte, mientras que la abonada con dicho mineral tenían, a
la entrada del invierno, un bonito color verde oscuro.
Sin embargo, los éxitos agrícolas más espectaculares de cuantos se
conocen, logrados con el empleo de sales de magnesio, son los del
agricultor francés H. Vilain. Se trata de un hombre que ha
trabajado, experimentado y leído mucho. Su activismo le ha llevado a
cultivar unas 40 heredades de 15 departamentos franceses
diferentes, durante unos 50 años. Habiendo hecho sus primeras
experiencias agrícolas en terrenos muy pobres de Plachet, pasó más
tarde a Lachapelle.
En 1918 Lachapelle era una región desolada entre todas.
Sobre el
suelo, pobre y arcilloso, las plantas crecían difícilmente y eran
presa de los más variados parásitos. Los animales, mal alimentados,
eran arrebatados por las epidemias. Los campesinos, arruinados y
desalentados, abandonaron el terreno. H. Vilain se enteró de que por
3.500 francos le vendían 31 hectáreas de terenos y los edificios de
habitación. Así se lo anunció su amigo el abate Renand, antiguo
párroco de Lachapelle.
En seguida aceptó la oferta y se puso en
camino del nuevo domicilio.
En 1928 reinaba en Lachapelle la misma desolación en todas partes,
exceptuados los terrenos que cultivaba H. Vilain a «su manera». Allí
todo había cambiado: las cosechas eran magníficas, las plantas y las
bestias gozaban de una salud perfecta, y sin remedios, sin
pulverizaciones y sin vacunas, se defendían victoriosamente contra
la invasión de parásitos y contra el contagio de las enfermedades
que hacían estragos en todo el rededor. Más aún: si sobrevenía una
helada en el momento de la floración de los centenos, los de H.
Vilain quedaban intactos.
Los campesinos, llenos de admiración, se
preguntaban cómo explicar este prodigio y H. Vilain les respondía:
«Yo no tengo más que un secreto, un buen equilibrio mineral. Esto
es todo.»
El 24 de abril de 1938 todos los campesinos de Lachapelle se
reunieron en las casas consistoriales para escuchar una conferencia
de H. Vilain, que comenzó así:
«Hace varios años que estoy con
vosotros. Habéis seguido con interés mis experiencias, y hoy es el
día en que he llegado a tales resultados, que se puede hablar de un
verdadero resurgir de la tierra de Lachapelle y, por extensión, de
todas las tierras semejantes».
Expondremos a continuación las principales ideas de la conferencia
de H. Vilain, según la ha dado a conocer el P. Manzanal a los
lectores de lengua española:
«Comencé - dice - empleando los abonos
comunes y clásicos: superfosfato, nitrato de sodio, etc., llegando
a echar 1.200 kilogramos de superfosfato por hectárea. Las cosechas
fueron bien escasas. Después de muchas experiencias y fracasos, me
dije: la falta absoluta de magnesio soluble es perjudicial, y así
hice fabricar nitrato de magnesio y calcio. Con este abono mineral
hubo una gran mejoría en la vegetación, pero el rendimiento de
semilla no era proporcional a la paja.
»Fue preciso suministrar nuevos abonos al terreno. Hice fabricar
fosfato y superfosfato de magnesio, que se echó a la tierra a razón
de 200 Kg. por hectárea. El peligro de las heladas que amenaza a la
cebada desaparece si echan 100 ó 200 kilos de carnalita o cainita
por hectárea. La sal marina bruta, es también uno de los excelentes
abonos empleados. De esta forma los resultados fueron excelentes:
las cosechas muy abundantes, recogiendo, según años, 3.000 Kg. de
trigo, 50.000 Kg. de remolacha forrajera 2.400 kg. de guisantes y
20.000 kg. de patatas por hectárea.
»Con la buena alimentación mineral yo evito los parásitos y las
epidemias. El brujo, por ejemplo, ese insecto que agujerea las
semillas, no hace en mis sembrados daño alguno. La misma teoría - la
alimentación mineral - hace frente a la enfermedad del corazón de la
remolacha. Para ello se echan 5 kg. de ácido bórico por hectárea. De
esta manera tampoco son temibles las enfermedades que, según
dicen, vienen por invasión: la caries, la roña, etc.
»En el Canadá se trabajó durante muchísimos años en la destrucción
del espino agracejo, en el que se suponía vivía el parásito de la
roña. Al cabo de algunos años, cuando creían que habían
desaparecido, tuvieron más roña que antes. También en Francia
tenemos bastante roña. Yo os doy un remedio: la buena y adecuada
alimentación mineral. En caso de invasión, yo no temo más que las
invasiones guerreras, que no dejan nada tras de sí, pues he podido
comprobar en mis propios cultivos la verdad de aquellas palabras de
Pasteur: El microbio es nada, el terreno es todo.»
Como se ve por su conferencia, para H. Vilain el equilibrio mineral
es la base de la buena salud en los vegetales.
Todo desequilibrio
crea un estado de menor resistencia que deja al organismo casi sin
defensas contra los microbios y parásitos; y cuando la epidemia o
la enfermedad hace estragos, no es lo más urgente andar a la caza
del microbio o parásito y luchar contra él, la lucha ruinosa y
decepcionante, sino encontrar el desequilibrio mineral que ha
abierto la puerta al mal y poner allí remedio.
Microbios y otros
parásitos desaparecen como por encanto, sin que se haya empleado
ningún otro remedio.
Terminaremos esta exposición con unas atinadas recomendaciones de
don Luis Catalina, que vienen muy a propósito para el tema que hemos
tratado.
«Los agricultores - dice - interesados en los rendimientos
de las cosechas deben cerciorarse si las deficiencias vegetativas
obedecen a falta de magnesio o a otras causas meteorológicas, para
en el primer caso efectuar las correspondientes correcciones.
Se
trata de una cuestión de enorme trascendencia económica para la
economía agraria, que es preciso prestarle la debida atención, a fin
de que las fructificaciones sean remuneradoras para el cultivador.
Finalmente, no podemos olvidar que la explotación continuada e
intensiva de los tierras de labor provoca un acentuado y progresivo
agotamiento, que únicamente podrá ser contrarrestado con abundantes
aportaciones de adecuados abonos minerales.»
Regresar al Índice
EPÍLOGO
Vamos a terminar esta compilación de trabajos acerca de las virtudes
curativas del magnesio, reproduciendo - pues nos las hacemos
nuestras - las palabras con que el P. Manzanal dio término a la
serie de sus artículos.
En el transcurso de este estudio hemos relatado numerosos hechos que
muestran que la salud de las plantas, de los animales y del hombre
depende, en gran parte del equilibrio mineral de su alimentación.
Hemos visto asimismo cómo H. Vilian y Mr. Kuck obtuvieron buenas
cosechas y curaron a sus animales enfermos por medio de un mejor
equilibrio mineral, aportando particularmente magnesio. Este
elemento, pues, desde el punto de vista de la química biológica es
un elemento fundamental. En la producción vegetal no se puede
prescindir de la alimentación magnesiana de la planta. Lo mismo hay
que decir respecto de los animales y del hombre.
No vayamos a creer, que cualquier tenor de magnesio en el organismo
es bueno. También la proporción de magnesio tiene sus límites. Este
elemento parece estar en excelente proporción en la alimentación de
los campesinos egipcios, por los efectos de buena salud que en ellos
produce.
El campesino egipcio, insuficientemente vestido tirita cuando hace
frío; pero no se constipa, ni enferma de gripe, neumonía ni
pleuresía. Sus dientes no se carian. Se sabe que las caries eran
antes desconocidas en los esquimales. Ha aparecido en ellos
solamente cuando ha penetrado en sus tierras el pan blanco y los
alimentos refinados de nuestra alimentación, que, por otra parte,
están más o menos desequilibrados.
El campesino egipcio resiste muy
bien a las enfermedades europeas. Sus mujeres dan a luz con mucha
facilidad, sin la fiebre subsiguiente, y alimentan a sus hijos
durante dos años o más. Los que escapan a las enfermedades
parasitarias, viven hasta una edad muy avanzada, conservando una
salud perfecta, física y psíquica.
Estos mismos efectos podemos nosotros conseguir mediante el buen
equilibrio mineral, que hemos propugnado en todas las páginas de
este estudio. Y, bajo este punto de vista, se han de considerar
todas las curaciones que hemos relatado. Este equilibrio estará en
el terreno de nuestro organismo.
No olvidemos que la enfermedad es un verdadero drama en el cual
intervienen dos actores: el agresor (microbio o agente patógeno) y
el organismo del viviente (terreno), que el agresor intenta
invadir; pero que se apresta, con todas sus reservas, a la defensa.
Si su defensa es débil, el agresor la vencerá, que, en
circunstancias normales, el agresor no puede penetrar en él.
Siendo esto así, tenemos dos modos de intervenir en este drama, para
prevenir la enfermedad o para curarla; o bien atacar al asaltante,
sea fuera o dentro del terreno, para debilitarlo o destruirlo, si
es posible, o bien reforzar la defensa del organismo, mejorar el
terreno, para que él, por sí mismo, supere fácilmente al asaltante.
Fuera del terreno la lucha contra el agresor presenta notables
ventajas; pero dentro del terreno esta misma táctica, si el terreno
es deficiente, por ejemplo, en su equilibrio mineral, no puede dar
más que resultados fragmentarios y rara vez definitivos, después de
un período más o menos largo.
Pero el agresor no puede dejar de perder mucha de su importancia, si
nos acordamos menos de él, para dar una mayor importancia al
perfeccionamiento del terreno. Y este es el segundo modo de
combatir al agresor.
¿No es, en efecto, la débil resistencia del
terreno, de la cual el desequilibrio mineral es actualmente, una de
las principales causas, que, no activando su defensa, transforma
enemigos ocasionales e inofensivos en parásitos peligrosos o en
microbios virulentos?
Y, por el contrario, en un terreno
resistente los microbios pierden poco a poco su virulencia agresiva.
Recientemente, la importancia del terreno ha sido puesta a plena luz
por los trabajos de médicos que estudian enfermedades misteriosas
hasta entonces incurables, y por los trabajos de sabios biológicos
que han estudiado el problema de la alimentación.
Éstos trabajos han
revelado que muchas enfermedades - y de las más graves - tienen por
causa,
«no la presencia de un elemento nocivo que el organismo ha
dejado penetrar en su seno, sino la ausencia en la alimentación de
una o varias substancias indispensables a la vida o a una de las
manifestaciones de la vida».
(Randoin)
La trascendencia de mirar la defensa del organismo desde el punto
de vista de su perfecto estado de resistencia y de explotar las
energías latentes que puede desarrollar, más que perseguir o
destruir el microbio con medios venidos de fuera, una vez
introducido en el organismo, es de unos límites insospechados. Un
organismo en tal disposición triunfa solo y fácilmente de sus
enemigos.
Un cultivador francés, un ganadero norteamericano, un eminente
cirujano y biólogo, un médico de mucha práctica hacen pasar a
segundo plano la lucha directa contra el agresor, para tener
delante y en primer término el perfecto estado del terreno y
explotar sus energías.
Y precisamente el equilibrio mineral es uno
de los factores de ese perfecto estado.
A esto se han dirigido nuestras líneas, a presentar este punto de
vista menos atendido, no precisamente a despreciar y rebajar en su
importancia otros medios que, estudiados por los sabios, dan lugar a
muy apreciables éxitos, pero sí a decir que éstos no son exclusivos
de ellos, porque hay otros medios que proceden de otra dirección y
que también dan excelentes resultados.
Creemos haber puesto en claro la importancia de que los organismos
tengan en sí la excelente defensa de un equilibrio mineral perfecto,
que los defienda de muchos ataques por sí mismos, sin requerir
ninguna defensa extraña, que a veces, entrando en conflicto con el
organismo, le puede perjudicar.
Regresar al Índice
APÉNDICE PRIMERO
¿COMO DEBE TOMARSE EL MAGNESIO?
En los varios trabajos extractados para componer este libro, hemos
podido advertir tres cosas:
-
que se preconiza casi exclusivamente
la ingestión de cloruro de magnesio;
-
que las más de las veces
no se indican las dosis
-
que, cuando la señalan, no coinciden
los diversos autores en la cantidad.
Para orientar en este punto a
nuestros lectores, vamos a presentar unas normas de orientación.
Efectivamente, la sal magnesiana más comúnmente aconsejada es el
cloruro de magnesio; y ésta es, por consiguiente, la que deberían
tomar las personas que tratan de practicar la cura del magnesio y
que la pueden tolerar, ya que para algunos les resulta muy laxante.
Otras sales magnesianas, que en ciertos casos se aconsejan en la
cura del magnesio, son: el sulfato y el carbonato de magnesio.
Vamos, pues, a explicar en qué consisten estas tres sales, cómo se
deben tomar y dónde se pueden adquirir.
En el comercio se presenta el cloruro de magnesio bajo tres formas:
-
cristalizado
-
desecado
-
anhidro
-
el cloruro de magnesio
cristalizado contiene seis moléculas de agua llamada de
cristalización y tiene por fórmula Cl2Mg6H20
-
el cloruro de
magnesio desecado tiene sólo dos moléculas de agua, por haber
perdido gran parte de ella al ser sometido a la temperatura
comprendida entre 200° y 300°, y su fórmula es Cl2MgH20
-
el cloruro
de magnesio anhidro carece de agua, por haberla perdido totalmente
al ser calcinado a una temperatura superior a 700°, y su fórmula
química es simplemente Cl2Mg
De estas tres formas de cloruro la más
corriente es la cristalizada y ésta es la que ordinariamente deberá
usarse.
Puede adquirirse en farmacias o en droguerías algo bien
surtidas, como suelen serlo las de poblaciones importantes. Se
expende en frascos de 100 ó 250 gramos muy bien tapados, y en la
misma forma se han de conservar, por tratarse de un producto
delicuescente (higroscópico), es decir, que toma la humedad del
aire y se licua. Es inodoro y de sabor amargo.
La otra sal magnésica es el sulfato de magnesio, que cristaliza con
siete moléculas de agua y tiene por fórmula S04Mg7H20. Expuesta al
aire enflorece, perdiendo agua. Es inodora y de sabor muy amargo.
Puede adquirirse también en farmacias o en droguerías.
La tercera sal magnésica es el carbonato de magnesio, C03Mg. Se
presenta bajo la forma de un polvo blanco, insípido, inodoro,
inalterable al aire y sumamente ligero. Al igual que las otras
sales de magnesio, puede adquirirse en farmacias o en droguerías.
Todavía debemos mencionar los comprimidos
DELBIASE, que contienen
las cuatro sales halogenadas del magnesio (cuales son el fluoruro,
el cloruro, el bromuro y el yoduro de Mg), y la crema DELBIASE, de
composición parecida a la de los comprimidos del cloruro, para ser
aplicada a la piel, como regeneradora de los tejidos y frenadora
del desarrollo anárquico de las células. Estos preparados se venden
exclusivamente en las farmacias.
Lo mismo puede decirse del MAGNOGENE, del HAL-MAGNOL y de los HALÓGENOS JULIA-4H.
En el empleo de sales de magnesio, débese distinguir, según se
trate de curar alguna enfermedad o achaque ya contraído, y entonces
reviste carácter medicinal, o sólo como preventivo, y en este caso
debe considerarse, no como medicamento, sino simplemente como
alimento poco menos que necesario. Por regla general, cuando se
trata de curar alguna enfermedad, se recomienda tomar doble dosis
al día.
Una de las maneras prácticas de tomar el cloruro magnésico es
sirviéndose de una solución dispuesta previamente al efecto, que
puede prepararse disolviendo 33 gramos de cloruro magnésico
cristalizado en un litro de agua. Si se tratase de sulfato
magnésico, la solución se habría de preparar con 50 gramos de esta
sal en un litro de agua.
Si no se desea preparar previamente la
solución de sales, entonces se toma una cucharita de café, no muy
colmada, de cloruro sódico o una cucharita de café, esta vez bien
colmada, de sulfato magnésico.
En ambos casos se disuelve cualquiera
de estas sales en un poco de agua, lo que se obtiene muy
rápidamente, por tratarse de sustancias muy solubles.
Si la sal que se toma es carbonato, se ha de desleír una cucharada
sopera, colmada, en un poco de agua en un vaso (como dos dedos) o
bien en la leche del desayuno, pues no le comunica ningún sabor.
Cada toma de comprimidos DELBIASE consiste en dos comprimidos en
medio vaso de agua. La aplicación de la crema DELBIASE a la piel
comporta un masaje, a fin de hacerla penetrar bien en la epidermis.
Téngase presente que las cantidades indicadas se refieren a una
dosis; por tanto, en los casos de utilizar las sales de magnesio
como medicinas, se habrían de tomar dos dosis al día: una por la
mañana y otra por la tarde. Con todo, por razón de la edad, las
dosis para obtener los efectos curativos deberán atenerse a otras
cantidades, según lo ha expuesto el doctor Neveu y nosotros
reproducimos a continuación.
Las cantidades que a continuación se
expresan se refieren a la solución de 33 gramos de cloruro de
magnesio cristalizado en un litro de agua.
-
Adultos y niños hasta 5 años: 125 centímetros cúbicos de la
solución de cloruro antes indicada para seis horas. En casos muy
graves: dos dosis iniciales, con dos horas de intervalo; las
siguientes dosis, con seis horas de intervalo.
-
Inferiores a 5 años: 100 centímetros cúbicos para los de 4 años,
80 para los de 3,60 para los de 2, y 40 para los de 1 año. El
horario es el mismo que para los anteriores.
-
Inferiores a un año: Dos cucharadas (30 centímetros cúbicos) a
los de más de seis meses, una cucharada muy llena (20 cm cúbicos) a
los seis meses, una cucharada (16 cm. cúbicos) a los de menos de
seis meses. La separación de estas dosis es de tres horas.
Las dosis que acabamos de mencionar se refieren a las fases agudas
de la enfermedad.
Se les irá desplazando progresivamente, cada 8
horas, más tarde cada doce, a medida que el enfermo mejore. Después
de la curación aparente, es necesario continuar el tratamiento
algunos días, para que el enfermo no se exponga a recaídas.
Tratándose de los HALÓGENOS JULIÁ-4H, se señala como dosis
preventiva o de conservación una cu-charadita de las de café (5
c.c.) cada día, mezclada con dos dedos de agua natural, mineral,
sifón o gaseosa, que se tomará antes o después de una comida, sea
la que sea.
Pero, cuando se trata de atacar en su fase aguda, los
adultos y niños de más de 5 años deberán tomar dos cucharaditas
cada 6 horas; en casos muy graves, 2 cucharaditas iniciales, y a las
dos horas otras 2; las siguientes dosis, con seis horas de
intervalo.
Repetimos que la sal magnésica más recomendada de los médicos es el
cloruro. Sin embargo, a algunos les resultará molesta de tomar. En
primer lugar por ser amarga; con todo, a la larga uno se
acostumbra y ya nota menos el amargor. Otra propiedad del cloruro
magnésico es la de ser bastante laxante y, para algunos, poco menos
que purgante.
Con todo, este efecto suele ser más pronunciado en los
primeros días; después, el cuerpo ya se habitúa y se regularizan
las evacuaciones. A los tales, les convendrá ingerir el cloruro
magnésico, no en ayunas, sino poco después de la comida, pues
entonces el efecto laxante es menos pronunciado. En cambio, en las
personas que padecen de estreñimiento, el cloruro de magnesio
resulta un excelente regularizador de las evacuaciones.
A las
personas que no pueden tomar cloruro magnésico por resultarles
demasiado laxante, les convendrá ingerir el magnesio en forma de
carbonato, de la manera que luego se explica.
El carbonato de magnesio, por ser insoluble en el agua, no es
directamente asimilable por el organismo; pero sí lo es
indirectamente, por convertirse en cloruro dentro del estómago,
gracias al ácido clorhídrico que de ordinario contiene el jugo
gástrico.
Para las personas, pues, que por padecer de
hiperclorhidria (exceso de ácido) suelen tomar bicarbonato de sodio,
el carbonato de magnesio resulta ser un excelente neutralizador de
la acidez para calmar el dolor de estómago, sin los inconvenientes
del bicarbonato, que suele ser desaconsejado por los médicos;
porque, si bien de momento quita el dolor, fomenta la causa de la
acidez y, por consiguiente, el que se vaya reproduciendo con más
intensidad en adelante.
En cambio, a las personas que padecen de
hipoclorhidria (falta de acidez) no es aconsejable que diariamente
ingieran este neutralizador, que es el carbonato de magnesio.
El sulfato de magnesio conviene más a las personas que padecen del
hígado, dado que precisamente los sulfates suelen recetarse para
este género de dolencia.
Se dirá, ¿no ha salido últimamente otro producto que hace en el
organismo humano lo mismo y tal vez más que las sales de magnesio,
la jalea real?
Así, por lo menos, se anuncia, si bien no parece que
tenga carácter de tanta universalidad como las sales de magnesio.
Una diferencia grande hay entre ambos productos y es lo referente al
precio: Cada cajita de jalea real viene a costar unas 500 pesetas, y
cada toma, de 30 a 35 pesetas; en cambio, el precio del cloruro de
magnesio, cuando menos en Barcelona, es de 10 pesetas el frasco de
100 gramos, comprado en droguería; el precio del sulfato es por el
estilo, y un kilo de carbonato de magnesio a granel cuesta sólo 25
pesetas comprado en droguerías.
Todavía debemos hacer resaltar entre los preparados magnesianos,
citados en el decurso de esta obra (DELBIASE, HAL-MAGNOL, MAGNOGENE,
LIDATINE...), los llamados HALÓGENOS JULIA-4H, de Villanueva y
Geltrú (Barcelona), definidos como «estimulante biológico general, a
la vez que sustancia plástica, base de toda célula».
En el
prospecto de este preparado farmacéutico se señalan unas
orientaciones, con respecto a su uso, que conviene tengan presentes
cuantos toman sales de magnesio, sea en forma de cloruro, de
carbonato o de sulfato, sea en cualquiera de los preparados
farmacéuticos que se acaban de citar.
-
Después de los 40 años, este alimento o medicina es conveniente
tomarlo todos los días sin interrupción, a pesar de que parezca
hallarse el individuo orgánicamente perfecto. De esta necesidad se
habrá dado cuenta el lector por lo que precedentemente se ha
expuesto.
-
Naturalmente que su uso no crea hábito; puede dejarse en
cualquier momento, sin perjuicio orgánico; pero, al abandonarla,
queda el sujeto sin la protección hasta entonces conseguida.
-
Esta medicación es compatible con cualquier otra que se pueda
hacer, y no hay que suspenderla, aunque se vayan a tomar otros
medicamentos.
-
No crea el que tome sales magnésicas que quedará exento de
dolencias y contratiempos; habrá enfermedades y trastornos entre los
consumidores; pero buena parte de ellas, y no despreciable, serán
atenuadas y muchas eliminadas.
Regresar al Índice
APÉNDICE II
CONTENIDO DE MAGNESIO Y DE CALCIO EN LOS PRINCIPALES ALIMENTOS
A continuación presentamos una lista, bastante completa, del
contenido de magnesio de un gran número de alimentos, de origen
animal y, sobre todo, de origen vegetal, y para que esta información
sea más completa, hemos añadido el contenido de calcio de los mismos
alimentos, ya que este elemento es necesario también para el
organismo humano, tanto o más que el magnesio.
La diferencia que hay
entre el uno y el otro estriba en que, modernamente, los vegetales
suelen contener el calcio requerido para su buen desarrollo, porque
si las tierras no lo tienen se les añade en forma de abonos o de
enmiendas, al paso que los vegetales y también los animales que se
alimentan de aquéllos, suelen ser deficitarios de magnesio, puesto
que las tierras lo tienen en gran parte agotado por los cultivos
sucesivos, y entre los agricultores no ha entrado hasta ahora, si no
es con raras excepciones, el abonado con compuestos magnesianos,
como se hace con los de fósforo, nitrógeno y potasio.
El contenido de magnesio que se señala en la lista que a
continuación presentamos se refiere al que suelen tener los
vegetales que se han desarrollado en tierras dotadas de suficiente
magnesio.
Pero debemos advertir que, de hecho, muchas veces no se
aprovecha este magnesio de los alimentos, por cuanto, al
prepararlos, se deja perder miserablemente.
En efecto: la mayor
parte de las materias minerales y también de las vitaminas de los
vegetales se hallan en las frutas y, muy particularmente, en las
verduras; por lo cual es una mala costumbre, reprobada con razón
por los higienistas y dietéticos, desechar el agua de cocción de las
mismas, porque en ellas están disueltas las materias minerales y las
vitaminas, y así se desperdicia lo que más conviene para evitar la
desmineralización del organismo.
Por lo tanto - y así lo recomienda
el doctor V. L. Ferrándiz - se ha de aprovechar, para confeccionar
sopas, el caldo resultante de la cocción de las verduras, y no
tirarlo al fregadero, como frecuentemente se hace.
Esta inveterada
y mala costumbre tiene en algunos casos su justificación, y es
cuando el caldo resultante ofrece gusto desagradable, como sucede
al cocer garbanzos secos y judías tiernas; pero, en otros casos, no
hay nada que lo justifique, si no es la rutina, como, por ejemplo,
tratándose del caldo resultante de hervir las patatas y las judías
secas, pues ambos caldos, además de ser muy sustanciosos, porque
contienen la mayor parte de las materias minerales y las vitaminas
de los respectivos vegetales, dan lugar a sopas de gusto delicioso
para la mayoría de paladares.
Los valores de magnesio y calcio se dan en miligramos de óxido, es
decir, de magnesia (MgO) y de cal (CaO) por 100 gramos de sustancia.
El orden escogido es el de porcentaje de magnesia.
Regresar al Índice
APÉNDICE III
PRINCIPALES DOLENCIAS PARA LAS QUE SE
RECOMIENDA EL EMPLEO DE SALES DE MAGNESIO
Con objeto de que, cuantos se sienten aquejados de alguna dolencia
puedan saber inmediatamente si en este libro se citan autoridades
médicas que recomiendan las sales de magnesio para alivio de su mal
o si efectivamente se han dado casos que lo han prevenido, aliviado
o curado, nos ha parecido poner en este apéndice un catálogo de las
dolencias que en él se citan. Y al hacer esto, mucho nos tememos que
alguno de los lectores tilde, despectivamente, de Panacea a las
sales de magnesio.
Si hubiese alguno que así procediese, le diríamos
que efectivamente las sales de magnesio pueden llamarse panacea - y
no en sentido despectivo—, por cuanto es un hecho bien comprobado
que a su falta se deben muchas enfermedades que desaparecen con la
ingestión de cloruro de magnesio o de otra sal magnésica.
Precisamente en farmacia, desde tiempo antiguo, se llama «panacea
inglesa» - y no ciertamente en tono despectivo - el carbonato de
magnesio mezclado con carbonato de
calcio.
He aquí, pues, la serie de dolencias que se citan en el libro, con
indicación de la página o páginas en que esto se hace:
Aborto de los caballos y bovinos (El Mg previene el), 96. Adenitis (El Mg cura la), 61, 64. Aftosa (El Mg cura la fiebre), 96. Agotamiento intelectual (El Mg desvanece el), 12. Alimento (El Mg es considerado como), 53. Anginas diftéricas (El Mg cura las), 62, 64. Antrax (El Mg cura el), 60. Arterias (El Mg da elasticidad a las), 56. Arterioesclerosis (El Mg evita la), 56. Artrosis (El Mg cura la), 10. Asma (El Mg suaviza el), 59. Atrofia muscular (El Mg hace desaparecer la), 60.
Bactericida del magnesio (Acción), 43. Biliar (El Mg favorece la evacuación), 46. Bioquímica vegetal (Papel del Mg en la), 104-108. Bronconeumonía (El Mg evita y cura la), 57, 58. Bronquitis (El Mg reduce la), 59.
Calcio patológico (El Mg elimina el), 56. Cáncer (El Mg preventivo del), 46, 69-77. Cicatrización de úlceras por el Mg, 42. Citofiláctico (Método), 45, 49. Citofilaxia del magnesio, 62, 68. Cloroformo (El Mg cura las intoxicaciones del), 53,
Desequilibrio mineral (El Mg remedia el), 22. Desodorante (El Mg como), 52. Difteria (El Mg cura la), 60-68. Digestivos (El Mg modera los desórdenes), 50.
Enfisema (El Mg reduce el), 58. Enteritis del ganado (El Mg cura la), 91, 96. Equilibrio mineral (El Mg contribuye al), 30-38. Erisipela (El Mg cura rápidamente la), 60. Escarlatina (El Mg cura rápidamente la), 60. Euforia (El Mg produce), 49. Eczema (El Mg cura el), 60.
Fagocitario (El Mg aumenta el poder), 43, 48, 49. Fatiga (El Mg alivia la), 49. Fiebre aftosa (El Mg cura la), 95. Forúnculo (El Mg se opone a la evolución del), 60. Fósforo en las plantas (El Mg asimilador del), 108-111.
Gastroenteritis de los gatos (El Mg cura la), 95. Gripe (El Mg previene la), 57, 58.
Hemorroides (El Mg cura las), 11. Hiperclorhidria (El C03Mg modera la), 50. Hipertensión (El Mg previene y rebaja la), 55. Hipertrofia prostática (El Mg detiene la), 54.
Infección intestinal crónica (El Mg cura una), 12. Infecciosas (El Mg cura las enfermedades), 56. Inmunidad natural (El Mg confiere), 23. Intestinales (El Mg suprime perturbaciones), 50. Intoxicación alimenticia (El Mg cura la), 59.
Juventud (El Mg alarga la), 50.
Laxante (El Mg es un excelente), 12. Leucoplasias (El Mg cura las), 69-70.
Magnesio virtudes curativas (Posee el), 9-20. Mal de piedra (El Mg alivia el), 51. Mamitis crónicas (El Mg. cura las), 70, 88. Meteorismo del ganado (El Mg evita el), 91.
Narcóticos en los animales (El Mg da resistencia a los), 93, 94. Neumonía (El Mg cura la), 58.
Olivo (El Mg suprime la cosecha alternativa del), 113. Ostiomielitis (El Mg cura rápidamente la), 61.
Panacea de todos los males? (¿Es el Mg), 47. Parálisis (El Mg hace desaparecer una), 60. Paratiroidea (El Mg determina la fijación de la), 39. Peste aviar (El Mg da resistencia contra la), 94. Piel (El Mg cura los picores de la), 51. Poliomielitis (El Mg cura la), 60. Próstata (El Mg previene y cura la), 13, 54.
Rejuvenecimiento por el magnesio, 50. Reuma (El Mg hace desaparecer el), 12, 55.
Sabañones (El Mg cura y previene los), 52. Sarampión (El Mg cura rápidamente el), 61. Sugestión? (¿El Mg obra por), 13-20.
Temblor senil (El Mg cura el), 11, 54, 55. Terapéutica humana (El Mg en la), 38, 42. Tifus de las aves (El Mg previene el), 95. Tonifica (El Mg), 50. Tosferina (El Mg cura y previene la), 59.
Usagre de los caballos (El Mg cura la), 96.
Vejez (El Mg aleja la), 50. Virucida del magnesio (Acción), 43.
Regresar al Índice
APÉNDICE IV
BIBLIOGRAFÍA
Para cuantos quieran estudiar algo más a fondo las virtudes
curativas del magnesio y su acción sobre los animales y las plantas,
nos ha parecido bien añadir un cuarto apéndice dedicado a
bibliografía sobre estas cuestiones.
Sin pretender, ni mucho menos,
haber agotado la materia, podemos ofrecer a nuestros lectores una
lista de libros y artículos de revista acerca de los efectos
salutíferos del magnesio.
ADELANTADO (L.) : Fertilizantes magnesianos. («Revista Industrial y
Fabril, abril 1953, pág. 210, Madrid). ANÓNIMO: El magnesio en la producción de cosechas. («Ion», marzo
1950, pág. 172, Madrid). ANÓNIMO: El magnesio regulador del calcio, fósforo y halógenos en el
organismo de ciertas especies de plantas. («Ion», noviembre 1946,
Madrid. ANÓNIMO: El magnesio y el calcio. («El Monitor de la Farmacia, 20
mayo 1947, pág. 193, Madrid.) ANÓNIMO: Sales de magnesio y manganeso en el crecimiento del trigo.
(«El Cultivador Moderno», agosto 1954, pág. 302, Barcelona.) ANÓNIMO: Virtudes curativas del magnesio. («Ibérica», volumen, 20,
1954-II, pág. 252, Barcelona.) BLAS (L.): El magnesio como abono. («Ion», marzo 1949, pág. 137,
Madrid.) BOYTON Y CAÍN: El magnesio en la manzana. («Ion», febrero 1941, pág.
106, Madrid. CAMP (A. F.): El magnesio en la fertilización del limón en Florida.
(«Ion», marzo 1947, pág. 193, Madrid.) CANALS (E.): Du role physiologique du magnesium chez les végétaux.
134 págs. Montpellier, Roumegous et Déhan, 1920. CID (F. A.): Una página sobre el profesor Delbet, investigador del
cáncer. («Ibérica», vol. 21, 1955-I, pág. 26, Barcelona.) CID (F. A.: Los oligoelementos son catalizadores de nuestras
funciones vitales. («Ibérica», vol. 21, 1955-I, pág. 104,
Barcelona.) COOPER (E. H.): Factores que modifican la asimilabilidad del
magnesio en el suelo. DELBET (P.): Acción frenadora del cloruro de magnesio en la
multiplicación de las células alípicas, en el desarrollo anárquico.
(«Academia Francesa de Medicina», París, 1.° de mayo de 1932. DELBET (P.): El cloruro de magnesio favorece la evacuación biliar y
mejora la digestión. («Academia Francesa de Medicina, París, 1.° de
mayo de 1936.) EISENMENGER (W. S.): Relación entre el desarrollo las plantas y la
necesidad de magnesio. («Ion», noviembre 1946, pág. 619, Madrid.) EISENMENGER (W. S.): Relación entre el desarrollo de de las plantas
en los cultivos de sementera y la necesidad del magnesio. («Ion»,
febrero 1947, pág. 105, Madrid.) FAVIVE (J.): Equilibre mineral et Santé. 403 págs. París, Librairie
«Le François» (Boulevard Saint-Germain, 91), 1951. GOYTISOLO (José M.a): El magnesio fulminante vital. «Ibérica», vol.
11, 1950-I, pág. 100, Barcelona.) GOYTISOLO (José M.a): El magnesio y el calcio en el metabolismo
vital. (Ibérica», vol. 14, 1951-II, pág. 32, Barcelona.) JOHNSTON (F. B.): El magnesio en la producción de cosechas. («Ion»,
marzo 1950, pág. 172, Madrid.) KRAUSE (M.): Magnesio para el diagnóstico diferencial de las
enfermedades agudas. (Arzt. Weschr.», 9, 283, 1954.) En este trabajo
se habla de la sedación de los espasmos viscerales abdominales, pero
no de los procesos inflamatorios, con respecto al tiosulfato de
magnesio. MANZANAL, S. I. (Francisco): ¿Qué se entiende por equilibrio
mineral? («Ibérica, vol. 19, 1954-I, pág. 302, Barcelona.) MANZANAL, S. I. (Francisco): El equilibrio mineral visto por un
agricultor. («Ibérica», vol. 19, 1954, pág. 314, Barcelona.) MANZANAL, S. I. (Francisco): El equilibrio mineral del hombre.
(«Ibérica», vol. 19, 1954-I, pág. 387, Barcelona.) MANZANAL, S. I. (Francisco): El equilibrio mineral visto por un
granjero norteamericano. («Ibérica, vol. 19, pág. 425, Barcelona.) MANZANAL, S. I. (Francisco): Multitud de efectos curativos del
cloruro de magnesio. («Ibérica», vol. 19 pág. 462, Barcelona.) MANZANAL, S. I. (Francisco): El magnesio y el cáncer. («Ibérica»,
vol. 20, 1954-I, pág. 28, Barcelona.) MANZANAL, S. I. (Francisco): Deficiencia de magnesio en la
alimentación actual de los pueblos. («Ibérica», vol. 20, 1954-II,
página 68, Barcelona.) MANZANAL, S. I. (Francisco): Terapéutica magnesiana de la difteria.
(«Ibérica», vol. 20, 1954, pág. 105, Barcelona.) MANZANAL, S. I. (Francisco): Terapéutica magnesiana de las
enfermedades infecciosas. («Ibérica», vol. 20, 1954-II, pág. 146,
Barcelona.) MANZANAL, S. I. (Francisco: Las enfermedades infecciosas de los
animales domésticos. («Ibérica», vol. 20, 1954-II, pág. 187,
Barcelona.) MC INTIRE, SHAW y YOUNG: Empleo de silicatos magnésicos en el
abonado de tierras. («Ion, mayo 1953, pág. 280, Madrid.) MC MURTREY: Efectos del magnesio sobre el crecimiento y composición
del tabaco. («Ion, marzo 1947, página 193, Madrid.) MATONS (A.) y ROSELL-VITA (M.): Magnesio. («Diccionario de
Agricultura, Zootecnia y Veterinaria», vol. II, pág. 506, Salvat
Editores, Barcelona.) NEVEU (Dr.: El tratamiento de la poliomielitis por el cloruro de
magnesio. (Revista «L.Ouest medical», Francia, 10 noviembre 1951.) PALIOS (Dr.) De la resistencia general conferida al organismo por
las sales de magnesio. («Academia Francesa de Medicina», París, 25
de mayo de 1940.) PEVEN (Dr.): Traitement cytophylactique des moladles infectieuses
par le chlorure de magnésium. A propósito de este libro ha escrito
el Dr. A. L.: «Se puede afirmar que este mineral (el magnesio)
protege contra toda infección y ciertamente abrevia siempre la
convalecencia reduciendo la astenia tan molesta.» PRIECH (J.) y CONSTANT (J. P.), dan cuenta de los resultados
favorables obtenidos por el glutanato de magnesio en sujetos
afectados de «petit mal» epiléptico y en niños deficientes
mentales. Con este tratamiento - añaden - disminuye la frecuencia de
las crisis mentales, se normaliza el comportamiento, se eleva el
coeficiente intelectual y se mejora el estado somático.
(«Medicamenta», número 265, pág. 45, 15 mayo 1955.) PUIG, S. I. (L):
.Posee el magnesio virtudes curativas? («Ibérica»,
vol. 26, 1957-II, pág. 95, Barcelona.) PUIG, S. I. (I.): El magnesio en zootecnia. («Ibérica», vol. 26,
1957-II, pág. 135, Barcelona.) RIBAS MARQUES (I.): Los bioelementos del pescado. («Ion», octubre
1944, pág. 603, Madrid.) ROCASOLANO (C): La cal y la magnesia en fruticultura. («El
Cultivador Moderno», noviembre 1956, página 118, Barcelona.) SCHLIEPHAKE (E.): Empleo de preparados de magnesio en trastornos
circulatorios. («Deustch. Med. Wschr.», 77, 1508, 1952). En este
artículo se dice estar indicadas las combinaciones de tiosulfato y
nicotina-to de magnesio en inyecciones intramusculares o
intravenosas en varias afecciones y trastornos circulatorios. SUÁREZ-GARCÍA (B.): El magnesio en agricultura («Ibérica, volumen
25, 1957-I, pág. 343, Barcelona.) SYMPOSIUM OF THE AMERICAN CHEMICAL SOCIETY: El contenido en magnesio
de los fertilizantes. «Ion», febrero 1947, página 105, Madrid.)
TRIGO MEZQUITA (A.): Importancia del magnesio en la vida de las
plantas. («Ibérica», vol. 3, 1946-I, pág. 39, Barcelona.) TROUG (E.), GOATES Y BERGER (K. C): Relación magnesio/fósforo en la
nutrición de las plantas. («Ion», marzo 1947, página 193, Madrid.) VIDAL FREIRE (A.): Catión magnesio en la terapéutica. (La Prensa
médica argentina, XLII, 3.075, 1955.) En este trabajo se dice ser el
magnesio muy importante para la vida, por cuanto desempeña en ella
un decisivo papel en los procesos de síntesis y oxidación del
organismo, y da cuenta de los alentadores resultados de su empleo. VITORIA, S. I. (E.): Los elementos químicos y su olio-godinamia en
los seres vivos. («Memorias de la Real Academia de Ciencias y Artes
de Barcelona», vol., XVIII, núm. 4, 1946.)
Regresar al Índice
|