por Naomi Klein 2008 extraído de "La Doctrina del Shock" del Sitio Web Moncadista
ESTADOS DE SHOCK
El general Augusto Pinochet y sus seguidores se refirieron siempre a los hechos del 11 de septiembre de 1973 no como un golpe de Estado sino como "una guerra".
Santiago de Chile, desde luego, parecía zona de
guerra: carros blindados abrían fuego conforme avanzaban a través de los
bulevares y los edificios del gobierno eran atacados por cazas de combate.
Pero había algo extraño en esa guerra: sólo combatía un bando.
La única resistencia procedió del palacio
presidencial, La Moneda, y de los tejados a su alrededor, desde donde
Allende y sus allegados intentaron con gallardía defender la sede de la
democracia chilena. No se puede decir que fuera una lucha justa: a pesar de
que en el interior del palacio sólo había treinta y seis defensores fieles a
Allende, los militares lanzaron veinticuatro cohetes contra el palacio.3
Difícilmente podría el shock haber sido mayor. A
diferencia de la vecina Argentina, que había sido dirigida por seis
gobiernos militares en los cuarenta años previos, Chile carecía de
experiencia en ese tipo de violencia: había disfrutado de 160 años de
pacífico gobierno democrático, los últimos 41 ininterrumpidos.
* Allende fue descubierto con la cabeza descerrajada por un tiro. Continúa el debate sobre si fue alcanzado por una de las balas que se dispararon contra La Moneda o si se suicidó, prefiriendo morir a dejar en la memoria colectiva de los chilenos la imagen de su presidente electo rindiéndose ante un ejército insurrecto. La segunda teoría es más creíble.
A pocos minutos en coche del palacio presidencial, Orlando Letelier, que acababa de retornar de Washington para tomar el puesto de ministro de Defensa de Chile, había ido a su despacho en el ministerio esa mañana.
Tan pronto como entró por la puerta, doce
soldados vestidos con uniforme de combate se echaron sobre él, todos
apuntándole con sus ametralladoras.4
Letelier y los demás prisioneros "VIP" fueron al final trasladados a la gélida isla Dawson, en el sur del estrecho de Magallanes, la versión pinochetista de los campos de concentración siberianos. Pero matar y encarcelar al gobierno no era suficiente para la nueva Junta Militar chilena. Los generales estaban convencidos de que sólo podrían retener el poder si lograban que los chilenos vivieran completamente aterrorizados, como había pasado con la población de Indonesia.
En los días que siguieron al golpe, unos trece mil quinientos civiles fueron arrestados, subidos a camiones y encarcelados, según un informe de la CIA recientemente desclasificado.5
Miles acabaron en los dos principales estadios de fútbol de Santiago, el Estadio de Chile y el enorme Estadio Nacional. Dentro del Estadio Nacional, la muerte reemplazó al fútbol como espectáculo público. Los soldados paseaban entre las gradas al sol acompañados de colaboradores encapuchados que señalaban a los "subversivos" entre los detenidos; los seleccionados eran enviados a los vestuarios o a los palcos, transformados en improvisadas cámaras de tortura. Cientos fueron ejecutados.
Cuerpos sin vida empezaron a aparecer en las
cunetas de las principales carreteras o flotando en mugrientos canales
urbanos.
Al poco tiempo la comunidad entera había captado
el mensaje: la resistencia es mortal.
EL FRENTE ECONÓMICO
Sergio de Castro había estado trabajando
a fondo su contacto en la Armada, consiguiendo que aprobara página a página
"el ladrillo".
Arturo Fontaine, uno de los editores del periódico, recuerda que las rotativas trabajaron,
Y lo consiguieron, por los pelos.
Las propuestas que aparecen en ese documento final se parecen asombrosamente a las que hace Milton Friedman en Capitalismo y libertad: privatización, desregulación y recorte del gasto social; la santísima trinidad del libre mercado.
Los economistas chilenos educados en Estados Unidos habían tratado de introducir esas ideas pacíficamente, dentro de los confines del debate democrático, pero habían sido rechazadas de forma abrumadora. Ahora los Chicago Boys y sus planes habían vuelto en un clima mucho más permeable a su punto de vista radical.
En esta nueva era no era necesario que nadie más allá de un puñado de hombres uniformados estuviera de acuerdo con ellos.
Sus oponentes políticos más enconados estaban o encarcelados o muertos o huidos; el espectáculo de los cazas de combate y las caravanas de la muerte mantenía a todo el mundo a raya.
Era una descripción adecuada.
El 11 de septiembre de 1973 fue mucho más que el violento final de la pacífica revolución socialista de Allende; fue el principio de lo que The Economist calificaría más tarde de "contrarrevolución", la primera victoria concreta en la campaña de la Escuela de Chicago por recuperar las ganancias que se habían conseguido con el desarrollismo y el keynesianismo.10
A diferencia de la revolución parcial de Allende, templada y matizada por el característico tira y afloja de la democracia, esta revuelta, impuesta mediante la fuerza bruta, tenía las manos libres para llegar hasta el final. En los años siguientes, las políticas descritas en "el ladrillo" se impondrían en docenas de otros países bajo la coartada de una amplia gama de crisis.
Pero Chile fue la génesis de la
contrarrevolución, una génesis de terror.
Al oír las buenas noticias, regresó a casa,
Según Piñera, que acabaría convirtiéndose en ministro de Trabajo y Minería con Pinochet, ésta era,
Antes del golpe, Augusto Pinochet tenía reputación de ser muy educado, casi demasiado obsequioso, reputación de adular y dar siempre la razón a sus superiores civiles.
Como dictador, Pinochet desveló nuevas facetas de su carácter. Se adueñó del poder con un regocijo indecoroso y adoptó la actitud de un monarca absoluto, declarando que el "destino" le había otorgado su cargo. Sin dilación, dirigió un golpe dentro del golpe para deshacerse de los otros tres líderes militares con los que había acordado dividirse el poder y se hizo nombrar jefe supremo de la nación, además de presidente.
Le encantaba la pompa y la ceremonia, prueba de su derecho a gobernar, y no desperdiciaba ninguna ocasión de vestirse con su uniforme prusiano, con capa y todo.
Para moverse por Santiago, escogió una caravana
de Mercedes-Benz dorados y a prueba de balas.12
Desde el principio se produjo una lucha de poder dentro de la Junta entre los que simplemente querían reinstaurar el statu quo anterior a Allende y regresar rápidamente al sistema democrático, y los de Chicago, que presionaban para conseguir una liberalización del mercado de pies a cabeza que tardaría años en imponerse.
A Pinochet, que disfrutaba a fondo de sus nuevos poderes, no le gustaba nada la idea de que su destino fuera una simple operación de limpieza, limitada a "restaurar el orden" y luego marcharse.
La visión de los de Chicago de una remodelación completa del país estaba en sintonía con su recién desatada ambición y, al igual que Suharto con la mafia de Berkeley, de inmediato nombró a varios licenciados de Chicago como sus principales asesores económicos, entre ellos Sergio de Castro, el líder de hecho del movimiento y principal autor del "ladrillo".
Los llamaba los tecnos - los tecnócratas
- lo cual encajaba con la pretensión de los de Chicago de que arreglar una
economía era una cuestión científica y no de elecciones humanas subjetivas.
Pinochet estaba de acuerdo: la gente, escribió en una ocasión, debe someterse a la estructura porque,
Esta convicción compartida de obedecer unas
leyes naturales superiores formó la base de la alianza Pinochet-Chicago.
También eliminó el control del precios, una
decisión radical en un país que llevaba regulando el coste de productos de
primera necesidad como el pan y el aceite durante décadas.
Se equivocaban. En 1974, la inflación alcanzó el 375 %, la tasa más alta en todo el mundo y casi el doble de su punto más alto con Allende.17
El precio de productos de primera necesidad como el pan se puso por las nubes. En paralelo, los chilenos perdían su empleo gracias a que el experimento de Pinochet con el "libre mercado" estaba inundando el país de importaciones baratas. Las empresas locales cerraban a docenas, incapaces de competir; el desempleo alcanzó cifras récord, y se extendió el hambre.
El primer laboratorio de la Escuela de Chicago
estaba en caída libre.
Para que el experimento funcionase, Pinochet
tenía que acabar con esas distorsiones: más recortes, más privatizaciones y
todo llevado a cabo con más rapidez.
Orlando Sáenz - el presidente de la Sociedad de Fomento Fabril que había sido quien había introducido a los de Chicago en el complot del golpe - declaró que los resultados del experimento constituían,
A los empresarios no les gustaba el socialismo de Allende, pero no tenían ningún problema con una economía controlada por el gobierno.
Con su plan en grave peligro, los de Chicago y los pirañas (que en muchos casos eran las mismas personas) decidieron que había llegado el momento de sacar la artillería.
En marzo de 1975, Millón Friedman y
Arnold Harberger volaron a Santiago invitados por un banco importante
para ayudar a salvar el experimento.
En discursos y entrevistas utilizó un término que hasta entonces jamás se había aplicado a una crisis económica del mundo real:
Afirmó que era,
Cuando un periodista chileno apuntó que hasta Richard Nixon, entonces presidente de Estados Unidos, imponía controles para atemperar el libre mercado, Friedman replicó:
Después de su reunión con Pinochet, Friedman escribió unas notas personales sobre el encuentro, que reprodujo décadas más tarde en sus memorias. Observó que al general,
Llegados a este punto, Pinochet ya se había hecho tristemente célebre en el mundo por ordenar masacres en estadios de fútbol, de modo que el hecho de que al dictador le "preocupara" el coste humano de su terapia de shock debería haber hecho que Friedman reflexionara.
Pero en vez de ello insistió en sus tesis en una carta de seguimiento en la que alabó las decisiones "extremadamente sabias" del general, pero animaba a Pinochet a recortar todavía mucho más el gasto público,
Friedman predijo que los cientos de miles de personas que serían despedidas del sector público pronto encontrarían trabajo en el sector privado, que despegaría espectacularmente gracias a que Pinochet eliminaría,
Friedman aseguró al general que si seguía sus consejos podría anotarse el mérito de un "milagro económico"; podría "acabar con la inflación en unos meses" mientras que el problema del desempleo sería igualmente,
Pinochet tenía que actuar rápida y
decididamente; Friedman subrayó la importancia del "shock" repetidamente.
Usó la palabra tres veces en su carta y subrayó que el "gradualismo no era
factible".24
Inmediatamente después de la visita de Friedman, Pinochet despidió a su ministro de Economía y entregó el cargo a Sergio de Castro, al que después ascendería a ministro de Finanzas.
De Castro llenó el gobierno de colegas suyos de
Chicago y nombró a uno de ellos director del banco central. Orlando Sáenz,
que se había opuesto a los despidos masivos y al cierre de fábricas, fue
sustituido al frente de la Sociedad de Fomento Fabril por alguien con una
actitud más favorable al shock. "Si hay empresarios que se quejan de ello,
que se vayan al infierno. No les defenderé", declaró el nuevo director.26
Incluso The Economist, una animadora del equipo del libre mercado, calificó lo que sucedía como "una orgía de automutilación".28 De Castro privatizó casi quinientas empresas y bancos estatales, prácticamente regalando muchos de ellos, puesto que lo que quería era ponerlos lo más rápido posible en el lugar que les correspondía dentro del orden económico.29
No se apiadó de las empresas locales y eliminó todavía más barreras arancelarias. El resultado fue la pérdida de 177.000 puestos de trabajo en la industria entre 1973 y 1983.30
A mediados de la década de 1980, la industria como porcentaje de la economía descendió a niveles que no se habían visto desde la Segunda Guerra Mundial.31
"Tratamiento de choque" era un nombre adecuado para lo que Friedman había recetado.
Pinochet envió deliberadamente a su país a una
profunda recesión, basándose en una teoría sin probar que afirmaba que la
súbita contracción haría que la economía recuperase la salud. En su lógica
interna, esta medida era asombrosamente parecida a la de los psiquiatras que
recetaron terapia electroconvulsiva en las décadas de 1940 y 1950,
convencidos de que las conmociones deliberadamente inducidas con las
descargas conseguirían mágicamente reiniciar los cerebros de sus pacientes.
Para poner freno a la inflación no basta con cambiar la política monetaria sino que además hay que cambiar la actitud de los consumidores, empresarios y trabajadores. Lo que hace un cambio súbito y brutal de política es alterar rápidamente las expectativas y señalar al público que las reglas del juego han cambiado dramáticamente: los precios no van a seguir subiendo ni tampoco los sueldos.
Según esta teoría, cuanto antes se consigan
mitigar las expectativas de inflación, más corto será el doloroso período de
recesión y alto desempleo. Sin embargo, particularmente en países en los que
la clase dirigente ha perdido su credibilidad ante el público, se dice que
sólo un shock político enorme y decidido puede lograr "enseñar" al público
esta dura lección.*
Pero ahí es donde terminan las similitudes: las reformas de Erhard se limitaron a los precios y a la política monetaria y no fueron acompañadas de recortes en los programas sociales ni por la rápida introducción del libre mercado, y se tomaron muchas precauciones para proteger a los ciudadanos del shock, entre ellas el aumento de los salarios. Alemania Occidental, incluso después del shock, se adecuaba con facilidad a la definición que Friedman hacía de un Estado del bienestar casi socialista: ofrecía vivienda de protección oficial, pensiones, sanidad pública y un sistema educativo estatal, mientras que además el gobierno dirigía y subsidiaba casi todo, desde el teléfono a plantas productoras de aluminio. Concederle a Erhard el mérito de haber inventado la terapia de shock es una historia agradable, puesto que su experimento tuvo lugar después de que Alemania Occidental fuera liberada de la tiranía. El shock de Erhard, sin embargo, no se parece en nada a las transformaciones radicales que hoy se entienden como terapia económica de shock: los pioneros de este método fueron Friedman y Pinochet, en un país que acababa de perder su libertad.
¿Quién querría ser responsable de lo que
Business Week denominó "un mundo a la doctor Strangelove en el que se
impulsa deliberadamente la recesión"? 32
En el primer año de la terapia de shock recetada por Friedman, la economía chilena se contrajo un 15 % y el desempleo - que sólo sufría un 3 % con Allende- alcanzó el 20 %, un porcentaje inaudito en el Chile de la época.33
El país, ciertamente, se convulsionaba bajo el "tratamiento". Contrariamente a lo que Friedman predijo con optimismo, la crisis duró años, no meses. Hacia 1986 uno de cada cinco trabajadores industriales había perdido su empleo.34
La Junta, que había adoptado inmediatamente la metáfora de la enfermedad que utilizó Friedman, no se arrepentía de nada y explicaba que,
Friedman estaba de acuerdo. Cuando un periodista le preguntó "si el coste social de sus políticas no sería excesivo", respondió:
A otro periodista le dijo:
Es interesante saber que la mayor crítica hacia la terapia de shock procedió de uno de los propios ex alumnos de Friedman, André Gunder Frank.
Durante sus años en la Universidad de Chicago en la década de 1950, Gunder Frank - originario de Alemania - oyó hablar tanto sobre Chile que cuando se doctoró en economía decidió ir él mismo al país que sus profesores habían descrito como una distopía desarrollista mal gestionada. Le gusto lo que vio y acabó enseñando en la Universidad de Chile y luego siendo asesor económico de Salvador Allende, hacia el que desarrolló un gran respeto.
Como hombre de Chicago en Chile, Frank tenía una perspectiva privilegiada sobre la aventura económica del país.
Un año después de que Friedman recetara el shock máximo, escribió una airada "Carta abierta a Arnold Harberger y Milton Friedman" en la que utilizó su formación en la Escuela de Chicago,
Calculó lo que significaba para una familia chilena tratar de sobrevivir con lo que Pinpchet afirmaba que era un "sueldo mínimo".
Aproximadamente el 74 % de sus ingresos se dedicaban simplemente a comprar pan, lo cual obligaba a la familia a prescindir de "lujos" como la leche y el autobús para ir a trabajar. En comparación, bajo Allende el pan, la leche y el autobús alcanzaban el 17 % del sueldo de un empleado público.39 Muchos niños tampoco tenían leche en las escuelas, pues una de las primeras medidas de la Junta había sido eliminar el programa de leche escolar.
Como resultado combinado de ese recorte más la situación desesperada de las familias, cada vez más estudiantes se desmayaban en clase, mientras que otros muchos dejaron de acudir a la escuela.40
Gunder Frank vio una relación directa entre las brutales políticas económicas impuestas por sus antiguos compañeros de estudios y la violencia que Pinochet había desatado contra el país.
Las recetas de Friedman eran tan dolorosas, afirmó el desafecto hombre de Chicago, que no podían,
Impasible, el equipo económico de Pinochet se adentró todavía más en terreno experimental, adoptando las políticas más vanguardistas de Friedman: el sistema educativo público fue sustituido por cheques escolares y escuelas chárter, la sanidad pasó a ser de pago y se privatizaron guarderías y cementerios.
Lo más radical de todo fue que privatizaron el sistema de seguridad social de Chile. José Piñera, que fue el artífice del programa, dijo haber tenido la idea después de leer Capitalismo y libertad.42
Suele concedérsele a la administración de George
W. Bush el mérito de haber sido los pioneros de la "sociedad de
propietarios" cuando, de hecho fue el gobierno de Pinochet, treinta años
antes, el que primero introdujo el concepto de "una nación de propietarios".
En un artículo titulado "Chile, laboratorio para un teórico", The New York Times destacó que,
Muchos se acercaron a ver en persona el laboratorio chileno, entre ellos el propio Friedrich Hayek, que viajó al Chile de Pinochet en varias ocasiones y que en 1981 escogió Viña del Mar (la ciudad en la que se tramó el golpe) para celebrar la convención regional de la Sociedad Mont Pelerin, la asamblea de cerebros de la contrarrevolución.
Cuando murió Pinochet, en diciembre de 2006 (un mes después de Friedman), The New York Times le elogió por,
Los hechos tras el "milagro chileno" siguen
siendo objeto de intenso debate.
Y sucedió porque en 1982, a pesar de su estricta fidelidad a la doctrina de Chicago, la economía de Chile se derrumbó: explotó la deuda, se enfrentaba de nuevo la hiperinflación y el desempleo alcanzó el 30 %, diez veces más que con Allende.46
La causa principal fue que las pirañas, las
empresas financieras al estilo de Enron a las que los de Chicago habían
liberado de cualquier tipo de regulación, habían comprado los activos del
país con dinero prestado y acumularon una enorme deuda de 14.000 millones de
dólares.47
Al borde de la debacle, casi todos los de
Chicago perdieron sus influyentes puestos en el gobierno, incluyendo a
Sergio de Castro. Muchos otros licenciados de Chicago tenían altos cargos en
las empresas de los pirañas y fueron investigados por fraude, con lo que se
desvaneció la fachada de neutralidad científica tan fundamental para la
identidad que se habían construido los de Chicago.
Al contrario: fue un país donde una pequeña élite pasó de ser rica a super-rica en un plazo brevísimo basándose en una fórmula que daba grandes beneficios financiándose con deuda y subsidios públicos, para luego recurrir también al dinero publico para pagar aquella deuda.
Si uno consigue apartar el boato y el clamor de los vendedores, el Chile de Pinochet y los de Chicago no fue un Estado capitalista con un mercado libre de trabas, sino un Estado corporativista. El corporativismo se refería originalmente al modelo de Estado ideado por Mussolini, un Estado policial gobernado bajo una alianza de las tres mayores fuentes de poder de una sociedad - el gobierno, las empresas y los sindicatos - todos colaborando para mantener el orden en nombre del nacionalismo.
Lo que Chile inauguró con Pinochet fue una
evolución del corporativismo: una alianza de apoyo mutuo en la que un Estado
policial y las grandes empresas unieron fuerzas para lanzar una guerra total
contra el tercer centro de poder - los trabajadores - incrementando con ello
de manera espectacular la porción de riqueza nacional controlada por la
alianza.
Hacia 1988, cuando la economía se había estabilizado y crecía con rapidez, el 45% de la población había caído por debajo del umbral de la pobreza.50 El 10 % más rico de los chilenos, sin embargo, había visto crecer sus ingresos en un 83 %.51
Incluso en 2007 Chile seguía siendo una de las
sociedades menos igualitarias del mundo. De las 123 naciones en que Naciones
Unidas monitoriza la desigualdad, Chile ocupaba el puesto 116, lo que le
convierte en el octavo país con mayores desigualdades de la lista.52
Al contemplar desde el extranjero el rápido empobrecimiento de su país, Letelier escribió en 1976 que,
Lo que Letelier no podía saber entonces era que Chile bajo el gobierno de la Escuela de Chicago ofrecía un avance del futuro de la economía global, una pauta que se repetiría una y otra vez, de Rusia a Sudáfrica y a Argentina:
En Chile, si estabas fuera de la burbuja de riqueza, el milagro se parecía a la Gran Depresión, pero dentro de su caparazón estanco los beneficios fluían tan libre y rápidamente que el dinero fácil que las reformas estilo terapia de shock hace posible se ha convertido desde entonces en la cocaína de los mercados financieros.
Y es por eso por lo que el mundo financiero no respondió a las obvias contradicciones del experimento chileno reevaluando las premisas básicas del laissez-faire.
En lugar de ello, reaccionó como reacciona un drogadicto: se preguntó dónde conseguir la siguiente dosis.
Brasil estaba ya bajo el control de una junta apoyada por Estados Unidos y muchos de los estudiantes brasileños de Friedman ocupaban puestos clave en el gobierno.
Friedman viajó a Brasil en 1973, en la época de mayor brutalidad del régimen y declaró que el experimento económico era "un milagro".54 En Uruguay los militares dieron un golpe de Estado en 1973 y al año siguiente decidieron seguir el rumbo trazado por Chicago.
Ante la falta de uruguayos licenciados en la Universidad de Chicago, los generales invitaron a,
Los efectos sobre la sociedad anteriormente igualitaria de Uruguay fueron inmediatos: los salarios reales descendieron un 28 % y hordas de mendigos aparecieron por primera vez en las calles de Montevideo.56
A pesar de esta estrecha colaboración, el gobierno militar argentino no fue tan lejos en su experimento neoliberal como Pinochet; no privatizo las reservas de petróleo del país ni la seguridad social, por ejemplo (eso vendría después).
Sin embargo, en lo que se refiere a atacar las
políticas e instituciones que habían conseguido elevar a los pobres
argentinos a la clase media, la Junta siguió fielmente el ejemplo de
Pinochet, gracias en parte a la abundancia de economistas argentinos que
habían asistido a los cursos de Chicago.
Pero mientras los de Chicago de la rama argentina fueron partícipes entusiastas del gobierno militar, el principal puesto económico no fue para ninguno de ellos, sino para José Alfredo Martínez de Hoz.
Martínez de Hoz pertenecía a la alta burguesía rural que formaba parte de la Sociedad Rural, la asociación de rancheros que desde hacía tiempo controlaba las exportaciones del país.
A estas familias, lo más cercano a una
aristocracia que tenía Argentina, el orden económico feudal les parecía
perfecto: no tenían que preocuparse de que sus tierras se redistribuyeran
entre los campesinos ni de que el precio de la carne se redujera para que
todo el mundo pudiera comer.
También estaba decidido a hacer que Argentina volviera a ser un lugar hospitalario para las multinacionales extranjeras. Derogó las restricciones a las propiedades que los extranjeros podían tener en el país y en pocos años vendió cientos de empresas estatales.59 Estas medidas le granjearon poderosos aliados en Washington.
Documentos desclasificados muestran que William Rogers, subsecretario de Estado para América Latina, le dijo a su jefe, Henry Kissinger, poco después del golpe:
Kissinger quedó tan impresionado que, "como gesto simbólico", organizó un encuentro de alto nivel con Martínez de Hoz cuando éste visitó Washington.
También se ofreció a hacer un par de llamadas para ayudar a Argentina en sus esfuerzos económicos:
Para atraer inversores extranjeros, Argentina publicó un folleto de treinta y una páginas en Business Week, producido por Burson-Marsteller, un gigante de las relaciones públicas, en el que se declaraba que,
* La Junta estaba tan ansiosa por
subastar el país a los inversores que incluso inundó "un 10 % de descuento
en el precio de la tierra para construcción durante los próximos sesenta
días".
Aunque sus cazas y sus pelotones de fusilamiento habían sido muy efectivos para extender el terror habían acabado por convertirse en un desastre de relaciones públicas.
Las noticias sobre las masacres de Pinochet
provocaron la indignación del mundo y activistas en Europa y América del
Norte presionaron agresivamente a sus gobiernos para que no comerciaran con
Chile. Era un resultado claramente desfavorable para un régimen cuya razón
de ser era mantener el país abierto a los negocios.
Para conseguir ese objetivo eran necesarias tácticas de represión menos espectaculares, tácticas de perfil bajo que pudieran extender el terror pero que no resultaran tan obvias para los fisgones de la prensa internacional.
En Chile, Pinochet pronto optó por las desapariciones. En lugar de matar abiertamente o incluso de arrestar a su presa, los soldados secuestraban a la víctima, la llevaban a campos clandestinos, la torturaban, muchas veces la mataban y luego negaban saber nada del asunto. Los cuerpos se enterraban en fosas comunes.
Según la Comisión de la Verdad de Chile, creada en mayo de 1990, la policía secreta se deshacía de algunas de sus víctimas arrojándolas al océano desde helicópteros,
Además de tener un perfil bajo, las
desapariciones se demostraron un medio todavía más efectivo para aterrorizar
a la población que las masacres descaradas, pues la idea de que el aparato
del Estado pudiera utilizarse para hacer que la gente se desvaneciera en la
nada era mucho más inquietante.
Muchas de ellas, como sus equivalentes chilenas,
fueron lanzadas desde aviones en las turbias aguas del Río de la Plata.
En sus primeros días en el poder, la Junta hizo
una única y dramática demostración de su disposición a usar la fuerza de
modo letal: un hombre fue sacado a empujones de un Ford Falcon (el vehículo
habitual de la policía secreta), atado al monumento más famoso de Buenos
Aires, el Obelisco blanco de 67,5 metros, y ametrallado a la vista de todos
los transeúntes.
Las desapariciones, oficialmente inexistentes, eran espectáculos muy públicos que contaban con la complicidad silenciosa de barrios enteros. Cuando se decidía eliminar a alguien, una flota de vehículos militares aparecía frente al hogar o lugar de trabajo de esa persona y acordonaba toda la manzana, muchas veces mientras un helicóptero sobrevolaba la zona.
A plena luz del día y a la vista de los vecinos,
la policía o los soldados echaban la puerta abajo y se llevaban a la
víctima, que a menudo gritaba su nombre antes de que se la llevaran en el
Ford Falcon que aguardaba con la esperanza de que la noticia de lo sucedido
llegase a su familia. Algunas operaciones "encubiertas" eran mucho más
descaradas: la policía subía a un autobús abarrotado y se llevaba a
pasajeros arrastrándolos por el pelo; en la ciudad de Santa Fe, una pareja
fue secuestrada en el altar durante su boda, en una iglesia repleta de
gente.66
Una vez bajo custodia, en Argentina los prisioneros eran conducidos a uno de los más de trescientos campos de tortura que había en el país.67
Muchos de ellos estaban situados en zonas residenciales densamente pobladas; uno de los más conocidos ocupaba el local de un antiguo club atlético en una concurrida calle de Buenos Aires, otro estaba en una escuela en el centro de Bahía Blanca y aún otro en un ala de un hospital que seguía funcionando como centro sanitario.
En estos centros de tortura se veían entrar y
salir a toda velocidad vehículos militares a horas extrañas, se podían oír
gritos a través de las mal insonorizadas paredes y se veía entrar y salir
extraños paquetes con forma de persona. Los vecinos eran conscientes de todo
ello y guardaban silencio.
En algunos casos hasta llovían desde
helicópteros y caían en el campo de un granjero.69
Hay una frase que los argentinos utilizaban para explicar la paradoja del haber visto cosas pero cerrar los ojos ante el terror, que era el estado mental predominante en aquellos años:
Puesto que muchos de los perseguidos por las distintas juntas a menudo se refugiaban en uno de los países vecinos, los gobiernos de la región colaboraron entre ellos en la conocida Operación Cóndor.
Con Cóndor, las agencias de inteligencia del
Cono Sur compartieron información sobre "subversivos" - ayudadas por un
sistema informático de tecnología punta suministrado por Washington - y
dieron mutuamente a sus respectivos agentes salvoconducto para llevar a cabo
secuestros y torturas cruzando la frontera, un sistema inquietantemente
parecido a la actual red de "extradiciones" de la CÍA.* 70
Varios chilenos torturados en el Estadio de
Chile en los días posteriores al golpe destacaron el inesperado detalle de
que había soldados brasileños en la sala aconsejando sobre cómo usar
científicamente el dolor.71
Está perfectamente documentado, además, que Estados Unidos asesoró a las policías brasileña y uruguaya en técnicas de interrogación. Según un testimonio judicial citado en el informe de la Comisión de la Verdad, Brasil: Nunca Mais, publicado en 1985, oficiales del ejército asistieron a "clases de tortura" impartidas por unidades de la policía militar durante las cuales se les mostraron varias diapositivas que ilustraban diversos métodos atroces.
Durante estas sesiones se hacía venir a prisioneros para "demostraciones prácticas" en las que eran torturados mientras hasta cien sargentos del ejército miraban y aprendían. El informe afirma que una de las primeras personas en introducir esta práctica en Brasil fue Dan Mitrione, un agente de policía estadounidense.
Como instructor de policía en Belo Horizonte durante los primeros años del régimen militar brasileño, Mitrione recogió a mendigos de las calles y los torturó en sus clases,
Mitrione pasó luego a organizar la formación de la policía en Uruguay donde, en 1970, fue secuestrado y asesinado por los tupamaros.
El grupo de guerrilleros revolucionarios izquierdistas planeó la operación para poner al descubierto la implicación de Mitrione en la enseñanza de la tortura.* Según uno de sus ex alumnos, Mitrione insistía, como los autores del manual de la CIA, que la tortura efectiva no se basaba en el sadismo, sino en la ciencia.
* La soberbia película de Costa-Gavras
Estado de sitio (1972) se basa en estos hechos.
Su lema era:
Los resultados de sus enseñanzas se pueden ver con claridad en todos los informes sobre derechos humanos en el Cono Sur realizados en este siniestro período.
Una y otra vez dan testimonio de los métodos
característicos codificados en el manual Kunbark: arrestos a primera hora de
la mañana, encapuchamientos, total aislamiento, drogas, desnude forzado,
electroshocks…; y en todas partes el terrible legado de los experimentos de
McGill con las depresiones económicas inducidas deliberadamente.
Los soldados obligaron a muchos de los prisioneros a llevar mantas sobre la cabeza, para que no pudieran ni ver ni oír con normalidad, una práctica incomprensible puesto que todos los prisioneros sabían que estaban en el estadio.
El efecto de las manipulaciones, informaron los
prisioneros, fue que perdieron el sentido de cuándo era de noche y de día y
que aumentó la conmoción y el pánico desencadenados por el golpe y los
subsiguientes arrestos. Fue casi como si el estadio se hubiera convertido en
un laboratorio gigante y ellos en cobayas de un extraño experimento de
manipulación sensorial.
Los prisioneros de la prisión uruguaya Libertad eran enviados a "la isla": pequeñas celdas sin ventanas en las que sólo había una bombilla, que siempre estaba encendida.
Los prisioneros más importantes fueron mantenidos aislados durante más de una década.
Vio el sol durante un total de ocho horas durante once años y medio.
A tal extremo llegó el embotamiento de sus sentidos durante el tiempo de reclusión que,
Juan Miranda, que pasó tres meses en la capucha, me contó cómo era ese lugar oscuro.
Otros prisioneros argentinos padecieron la
desnutrición sensorial en celdas del tamaño de un ataúd, llamadas "tubos".
Existían docenas de variantes sobre cómo se aplicaba la corriente al cuerpo del prisionero:
La Junta argentina, formada en buena parte por
rancheros, se enorgullecía de su particular contribución: los prisioneros
eran atados a una cama de metal a la que se llamaba "la parrilla" y se les
aplicaba la "picana".*
Los que no escaparon al exilio se vieron en una lucha minuto a minuto para mantenerse un paso por delante de la policía secreta, llevando una existencia de pisos francos, códigos telefónicos e identidades falsas.
Una de las personas que vivió de ese período en Argentina fue el legendario periodista de investigación Rodolfo Walsh. Hombre renacentista y muy sociable, escritor de novela policíaca y de relatos premiados, Walsh fue también un superdetective capaz de descifrar códigos militares y espiar a los espías.
Obtuvo su mayor triunfo trabajando como
periodista en Cuba, al interceptar y descifrar un telegrama de la CIA que
demolía la coartada de la invasión de Bahía de Cochinos. Esa información fue
la que permitió a Castro prepararse para la invasión y defenderse de ella
con éxito.
* Los montoneros se formaron como respuesta a la anterior dictadura. El peronismo fue prohibido y Juan Perón, desde el exilio, pidió a sus jóvenes partidarios que tomaran las armas y lucharan por la vuelta de la democracia. Lo hicieron, y los montoneros - aunque tomaron parte en ataques armados y en secuestros- tuvieron un papel importante en conseguir que en 1973 hubiera elecciones democráticas con un candidato peronista. Pero cuando Perón regresó al poder vio una amenaza en el apoyo popular que concitaban los montoneros y animó a los escuadrones de la muerte de la derecha a que fueran a por ellos, por lo que el grupo - objeto de gran controversia- ya estaba seriamente debilitado cuando se produjo el golpe de 1976.
Eso le convirtió en el hombre más buscado por
los generales, y cada nueva desaparición conllevaba el temor de que la
información que éstos obtenían a través de la picana llevara a la policía al
piso franco que compartía con su pareja, Lilia Ferreyra, en un pequeño
pueblo a las afueras de Buenos Aires.
Se enorgullecía de conocer a su enemigo, pero
hasta él quedó conmocionado en 1977 por la cruel brutalidad que la Junta
argentina desencadenó contra su propio pueblo. Durante el primer año de
gobierno militar docenas de sus amigos íntimos y de sus colegas
desaparecieron en los campos de concentración y su hija de veintiséis años,
Vicki, falleció también, lo que hizo que Walsh enloqueciera de dolor.
Sabiendo que no contaba con mucho tiempo, tomó una decisión sobre cómo señalaría el venidero primer aniversario del gobierno juntista: mientras los periódicos del régimen se deshacían en elogios hacia los generales por haber salvado a la nación, él escribiría su propia versión, sin censuras, de la depravación en la que su país había caído.
Se titularía "Carta abierta de un escritor a la Junta Militar" y estaba escrita con la característica valerosa claridad de Walsh.
La escribió,
La carta sería una decidida condena tanto de los métodos del terrorismo de Estado como del sistema económico al cual servían.
Walsh planeaba distribuir su "Carta abierta" del mismo modo que había distribuido sus anteriores comunicados clandestinos: haciendo diez copias y luego enviándolas desde diez buzones distintos dirigidas a diez contactos cuidadosamente escogidos que se encargarían de seguir distribuyéndolas.
La carta empieza con una descripción de la campaña terrorista de los generales, mencionando su utilización de la "tortura absoluta, intemporal, metafísica", así como la participación de la CIA en la formación de la policía argentina.
Después de enumerar los métodos de tortura y las fosas de forma dolorosamente detallada, Walsh cambia súbitamente de marcha:
El sistema que describía Walsh era el neoliberalismo de la Escuela de Chicago, el modelo económico que se iba a hacer con el mundo.
Conforme sus raíces se adentraran en la sociedad
argentina durante las décadas siguientes, acabaría por empujar a más de la
mitad de la población bajo el umbral de la pobreza. Walsh no creía que se
tratara de un resultado accidental, sino de la cuidadosa ejecución de un
plan, una "miseria planificada".
Era una trampa: alguien había hablado bajo tortura y diez hombres armados con órdenes de capturarle esperaban fuera de la casa para tenderle una emboscada.
Walsh, cuyo lema era "no es un crimen hablar; el crimen es ser arrestados", desenfundó su pistola al instante y empezó a disparar. Hirió a uno de los soldados, que respondieron a su fuego.
Para cuando llegó a la Escuela Mecánica de la Armada estaba muerto. Quemaron su cadáver y lo arrojaron a un río.82
Si las juntas utilizaban tácticas "sucias" era porque su enemigo era monstruoso.
Con un lenguaje que hoy nos suena inquietantemente familiar, el almirante Massera calificó la situación de,
En los prolegómenos del golpe chileno, la CIA financió una gran campaña propagandística que retrataba a Salvador Allende como un dictador camuflado, como un maquiavélico conspirador que se había servido de la democracia constitucional para hacerse con el poder, pero que se proponía instaurar un Estado policial al estilo soviético del que los chilenos jamás podrían escapar.
En Argentina y Uruguay se presentó a los
principales movimientos guerrilleros de izquierdas - los montoneros y los
tupamaros - como amenazas tan graves para la seguridad nacional que no
dejaron otra opción a los generales que suspender la democracia, hacerse con
el Estado y usar los medios que fueran necesarios para aplastarlos.
Entre muchas otras revelaciones, la Investigación que llevó a cabo en 1975 el Senado de Estados Unidos descubrió que los propios informes de los servicios de inteligencia estadounidenses mostraban que Allende no suponía ninguna amenaza para la democracia.84
Por lo que se refiere a los montoneros argentinos y los tupamaros uruguayos, eran grupos armados con un importante apoyo popular, capaces de lanzar atrevidos ataques contra objetivos militares y empresariales.
Pero los tupamaros uruguayos estaban totalmente desarticulados para cuando el ejército tomó el poder absoluto y los montoneros argentinos desaparecieron en los primeros seis meses de una dictadura que se alargó durante siete años (por eso Walsh tuvo que esconderse).
Documentos desclasificados por el Departamento
de Estado estadounidense demuestran que César Augusto Guzzetti, el
ministro de Exteriores de la Junta, le dijo a Henry Kissinger el 7 de
octubre de 1976 que "las organizaciones terroristas han sido desmanteladas"
y a pesar de ello la Junta seguiría haciendo desaparecer a decenas de miles
de ciudadanos después de esa fecha.85
Cada vez hay más pruebas de que en Argentina, al
igual que en Chile, Washington sabía que estaba apoyando un tipo de
operación militar muy distinta.
En la reunión, William Rogers, subsecretario de Estado para América Latina, le dice a Kissinger que,
Y así fue.
La inmensa mayoría de las víctimas del aparato del terror del Cono Sur no eran miembros de grupos armados sino activistas no violentos que trabajaban en fábricas, granjas, arrabales y universidades. Eran economistas, artistas, psicólogos y gente leal a partidos de izquierdas.
Les mataron no por sus armas (que no tenían) sino por sus creencias.
En el Cono Sur, donde nació el capitalismo
contemporáneo, la "guerra contra el terror" fue una guerra contra todos los
obstáculos que se oponían al nuevo orden.
NOTAS
En 1976 Orlando Letelier estaba de vuelta en Washington, D.C., ya no como embajador sino como activista trabajando para un think tank progresista, el Institute for Policy Studies.
Destrozado al pensar en los colegas y amigos que
seguían enfrentándose a torturas en los campos de la Junta, Letelier utilizó
su recién recuperada libertad para denunciar los crímenes de Pinochet y
defender el historial de Allende frente a la maquinaria propagandística de
la CIA.
Lo que frustraba a Letelier, que era economista, era que a pesar de que el mundo contemplaba horrorizado los informes de ejecuciones sumarias y electroshocks en las cárceles, no decía nada sobre la terapia económica de shock; o en el caso de los bancos internacionales no sólo no decían nada sino que seguían concediendo una cascada de créditos a la Junta y estaban encantados con que hubiera adoptado los "fundamentos del libre mercado".
Letelier rechazó la noción a menudo repetida de que la Junta tenía dos proyectos distintos y claramente separados: uno, un atrevido experimento de transformación económica y el otro un malvado sistema de crueles torturas y terror.
El ex embajador insistió en que sólo había un proyecto, en el que el terror era la herramienta fundamental de la transformación hacia el libre mercado.
Señaló que,
Letelier llegó al extremo de escribir que Milton Friedman como "arquitecto intelectual y consejero no oficial del equipo de economistas ahora a cargo de la economía chilena" era co-responsable de los crímenes de Pinochet.
No concedía valor a la defensa de Friedman de que el cabildeo a favor del tratamiento de choque se limitaba a ofrecer consejos "técnicos".
El "establecimiento de una "economía privada" libre y el control de la inflación "a la Friedman"" dijo Letelier, no se podían llevar a cabo de forma pacífica.
Había, escribió, "una armonía interna" entre el
"libre mercado" y el terror ilimitado.4
Al pasar por el corazón del barrio de las embajadas detonó una bomba a control remoto colocada bajo el asiento del conductor, haciendo que el coche saliera volando y volándole las dos piernas.
Dejando abandonado su pie seccionado en el asfalto, Letelier fue llevado a toda velocidad al hospital George Washington. Entró cadáver. El ex embajador iba en el coche con una colega americana de veinticinco años, Ronni Moffit, que también perdió la vida en el atentado.5
Fue el crimen más ultrajante y atrevido de
Pinochet desde el propio golpe.
La familia de Orlando Letelier llevaba décadas tratando de llevar a Pinochet ante la justicia por el atentado de Washington y de reabrir el caso en Estados Unidos. Pero la muerte le dio al dictador la última palabra.
Le permitió escapar a todos los juicios y que se publicase una carta póstuma en la que defendía el golpe y el uso del "máximo rigor" para impedir una,
No todos los criminales de los años del terror en Latinoamérica han tenido tanta suerte.
En septiembre de 2006, veintitrés años después del final de la dictadura militar argentina, uno de los principales responsables del terror fue finalmente sentenciado a cadena perpetua.
El condenado fue Miguel Osvaldo Etchecolatz,
que había sido comisario de policía de la provincia de Buenos Aires durante
los años de la Junta.
En Argentina, López se hizo famoso como la primera persona que "desapareció dos veces".8
A mediados de 2007 seguía desaparecido y la
policía está prácticamente segura de que fue secuestrado como un aviso a los
otros posibles testigos: las mismas viejas tácticas de los años del terror.
Dijo que la condena que pronunciaba no estaba a la altura de la auténtica naturaleza del crimen y que, en interés de la "construcción de la memoria colectiva" tenía que añadir que todos esos crímenes,
Con esa frase, el juez interpretó su papel en la reescritura de la historia de Argentina: los asesinatos de gente de izquierda en la década de 1970 no formaron parte de una "guerra sucia" en la que se enfrentaron dos partes y durante la cual se cometieron varios crímenes en ambos bandos, como ha repetido la historia oficial durante décadas. No fueron tampoco los desaparecidos meramente víctimas de dictadores locos ebrios de sadismo y de poder.
Lo que sucedió fue algo más científico, más aterradoramente racional.
Tal y como expresó el juez, existió un,
Explicó que los asesinatos formaban parte de un sistema, planificado de antemano, que se aplicó de igual forma en todo el país y diseñado con la intención de atacar no a personas individuales sino a destruir las partes de la sociedad que esas personas representaban.
El genocidio es un intento de asesinar a un grupo, no a una serie de personas individuales; así pues, argumentó el juez, fue genocidio.11 Rozanski reconoció que la forma en que usaba la palabra "genocidio" era controvertida, y escribió una extensa sentencia para fundamentar su elección.
Reconoció que la Convención de Naciones Unidas sobre el Genocidio define el crimen como un "intento de destruir, en todo o en parte, un grupo nacional, étnico, religioso o racial"; la Convención no incluyó en la definición la eliminación de un grupo unido por sus ideas políticas - que es lo que había sucedido en Argentina - pero Rozanski dijo que no le parecía que esa exclusión fuera legalmente válida.12
Señalando un capítulo poco conocido de la historia de Naciones Unidas, explicó que el 11 de diciembre de 1946, en respuesta directa al Holocausto nazi, la Asamblea General de la ONU aprobó una resolución de forma unánime prohibiendo los actos de genocidio,
La palabra "políticos" fue eliminada en la Convención dos años después porque Stalin así lo exigió.
Sabía que si destruir un "grupo político" era
considerado genocidio, sus sangrientas purgas y sus encarcelamientos masivos
de opositores políticos entrarían dentro de la definición. Stalin contó con
el apoyo de otros líderes que también querían reservarse el derecho de
exterminar a sus oponentes políticos, así que la palabra se eliminó.14
* Los códigos penales de muchos países, entre ellos Portugal, Perú y Costa Rica, prohíben los actos de genocidio y lo definen de forma que claramente incluye los ataques contra agrupaciones políticas o "sectores sociales". La ley francesa va incluso más allá y define el genocidio como un plan diseñado para destruir en todo o en parte "a un grupo definido por cualquier criterio arbitrario".
También citó una sentencia de un tribunal español que había juzgado a uno de los torturadores argentinos más conocidos en 1998. Ese tribunal había afirmado que la Junta argentina había cometido un "crimen de genocidio".
Definió el grupo que la Junta había tratado de eliminar como,
El año siguiente, en 1999, el juez español Baltasar Garzón, célebre por haber emitido una orden internacional de arresto contra Augusto Pinochet, argumentó también que Argentina sufrió un genocidio. Intentó definir qué grupo en concreto se había tratado de exterminar.
El objetivo de la Junta, escribió, era "establecer un nuevo orden - como en Alemania pretendía Hitler- en el que no cabían aquellas personas que no encajaban en el cliché establecido".
Quien no encajaba en el nuevo orden eran,
Por supuesto, no se puede comparar la escala de
lo sucedido bajo los nazis o en Ruanda en 1994 con los crímenes de los
dictadores corporativistas de América Latina en la década de 1970. Si el
genocidio comporta un holocausto, estos crímenes no pertenecen a esa
categoría.
En estos países las personas que "estorbaban a la configuración ideal" eran gente de izquierda de todo tipo: economistas, trabajadores de caridades, sindicalistas, músicos, organizadores campesinos, políticos...
Miembros de todos estos grupos fueron objeto de
una clara y deliberada estrategia, que abarcaba toda la región y estaba
coordinada internacionalmente a través de la Operación Cóndor, con objeto de
erradicar y exterminar a la izquierda.
En el Cono Sur, sin embargo, el primer lugar en el que la religión contemporánea del libre mercado desbocado escapó de los sótanos y seminarios de la Universidad de Chicago y se aplicó en el mundo real, no trajo consigo la democracia; país tras país, se predicó precisamente al derrocar la democracia.
No trajo la paz, sino que requirió el asesinato
sistemático de decenas de miles y la tortura de entre 100.000 y 150.000
personas.
El suyo es un sistema basado enteramente en la fe en el "equilibrio" y el "orden", un sistema que, para funcionar, exigía que no existieran "distorsiones".
Debido a estas características, un régimen
decidido a aplicar fielmente este ideal no puede aceptar la presencia de
puntos de vista alternativos o que aporten matices. Para alcanzar el ideal
buscado es imprescindible un monopolio sobre la ideología pues, de otro
modo, según la tesis principal de la teoría, las señales económicas se
distorsionan y el sistema entero se desequilibra.
Más importante todavía, la región hervía de movimientos populares e intelectuales que habían surgido en oposición directa al capitalismo de laissez-faire.
Este punto de vista no era marginal, sino el
típico de la mayoría de los ciudadanos, y así se reflejaba en las sucesivas
elecciones de los distintos países. Una transformación según los parámetros
de la Escuela de Chicago tenía tantas posibilidades de ser bien recibida en
el Cono Sur como una revolución proletaria en Beverly Hills.
Salvador Allende, mientras veía cómo los tanques avanzaban para poner cerco al palacio presidencial, pronunció un último discurso radiofónico, imbuido de la misma actitud desafiante:
Los comandantes de la Junta en la región y sus cómplices económicos eran perfectamente conscientes de esas verdades.
Un veterano de varios golpes de Estado argentinos explicó cuál era la opinión dentro del ejército:
En toda la región sucedió lo mismo: el problema era amplio y profundo.
Eso quería decir que si la revolución neoliberal quería triunfar, las juntas tenían que lograr lo que Allende consideraba imposible: segar definitivamente la semilla que se sembró durante el auge de las izquierdas latinoamericanas.
En su declaración de principios, publicada después del golpe, la dictadura de Pinochet afirmó que su misión era "una acción profunda y prolongada [para] cambiar la mentalidad de los chilenos", un eco de la idea que Albion Patterson, de USAID, padrino del Proyecto Chile, había hecho veinte años antes:
Pero ¿cómo se consigue eso?
La semilla a la que Allende se refería no consistía en una sola idea ni en un grupo de partidos políticos y sindicatos. En los años sesenta y principios de los setenta, la izquierda era la cultura popular dominante en América Latina.
Era la poesía de Pablo Neruda, la música de Víctor Jara y Mercedes Sosa, la teología de la liberación de Sacerdotes para el Tercer Mundo, el teatro emancipador de Augusto Boal, la pedagogía radical de Paulo Freiré, el periodismo revolucionario de Eduardo Galeano y el mismo Walsh.
Eran los héroes y mártires legendarios del
pasado y la historia reciente desde José Gervasio Artigas, pasando por Simón
Bolívar hasta el Che Guevara. Cuando las juntas trataron de desafiar la
profecía de Allende y arrancar de raíz el socialismo, estaban declarando la
guerra a toda esta cultura.
En Brasil las detenciones de gente de izquierda se bautizaron con el código Operacao Limpeza. El día del golpe, Pinochet se refirió a Allende y su gobierno como "escoria que iba a arruinar el país".21
Un mes después se comprometió a,
En la Universidad de Chile, la rival de la base local de los de Chicago, la Universidad Católica, cientos de profesores fueron despedidos por "no observar los deberes morales" (entre ellos André Gunder Frank, el disidente de Chicago que escribió airadas cartas a sus ex profesores).23
Durante el golpe, Gunder Frank informó que,
Cuando la Junta se hizo con el poder en Argentina, grupos de soldados entraron en la Universidad Nacional del Sur en Bahía Blanca y arrestaron a diecisiete miembros del claustro acusados de "enseñanzas subversivas"; también en este caso la mayoría fueron del Departamento de Economía.25
Un total de ocho mil educadores de izquierdistas, "de ideología sospechosa", fueron purgados como parte de la Operación Claridad.27
En los institutos se prohibieron las
presentaciones en grupo, que eran muestra de un espíritu colectivo latente
peligroso para la "libertad individual".28
Para asegurarse de que no se convirtiera en una inspiración más allá de su muerte, el régimen ordenó que se destruyeran las grabaciones originales de sus discos.
Mercedes Sosa, también música, se vio obligada a
exiliarse de Argentina; el dramaturgo revolucionario Augusto Boal fue
torturado en Brasil y forzado a exiliarse; Eduardo Galeano fue expulsado de
Uruguay y Walsh asesinado en las calles de Buenos Aires. Era el exterminio
deliberado de toda una cultura.
En Chile, si eras una mujer, llevar pantalones era motivo suficiente para un arresto; si eras un hombre, lo era el pelo largo.
Exigía la limpieza total e inmediata de los graffiti de izquierdas:
En Chile, Pinochet estaba decidido a quitar a su pueblo la costumbre de echarse a la calle.
Hasta las reuniones más pequeñas eran dispersadas con cañones de agua, el arma favorita de Pinochet para el control de las masas. La Junta tenía cientos de ellos, lo bastante pequeños para ir por las aceras y lanzar su chorro contra los grupos de escolares que repartían panfletos; la represión alcanzaba incluso a los funerales, si eran demasiado movidos.
Bautizados como "guanacos", por una llama famosa
por su costumbre de escupir, los omnipresentes cañones de agua limpiaban la
gente tomo si tratara de basura humana, dejando las calles relucientes,
limpias y vacías.
Algunos de verdad eran opositores, pero a muchos
se los veía como simplemente representantes de valores contrarios a la
revolución del libre mercado.
En Brasil, la Junta no empezó la represión en masa hasta finales de la década de 1960, pero hizo una excepción: tan pronto como se lanzó el golpe, los soldados rodearon a los líderes de los sindicatos activos en las fábricas y en los grandes ranchos.
Según Brasil: Nunca Mais, fueron enviados a la cárcel, donde muchos fueron torturados,
Este informe de la Comisión de la Verdad, basado en las actas judiciales de los propios militares, destaca que la Confederación General del Trabajo (CGT), la principal asociación de sindicatos, aparece en los procedimientos judiciales de la Junta,
El informe concluye claramente que el motivo por el que "las autoridades que tomaron el poder en 1964 tuvieron especial cuidado en "limpiar" este sector" es porque,
Tanto en Chile como en Argentina los gobiernos militares utilizaron el caos inicial del golpe para lanzar con éxito su ataque contra el movimiento sindical.
Claramente se trató de operaciones planeadas con mucha antelación, pues las redadas sistemáticas empezaron el mismo día del golpe. En Chile, mientras todas las miradas se dirigían al asediado palacio presidencial, otros batallones fueron enviados a "fábricas en lo que se conocía como "cinturones industriales", donde las tropas llevaron a cabo redadas y arrestaron a gente.
Durante los días siguientes, según el informe de la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación, hubo redadas en varias fábricas más,
En 1976, el 80 % de los prisioneros políticos de
Chile eran obreros y campesinos.34
Entre la lista de ataques a las fábricas, un testimonio es particularmente revelador de cómo el "terrorismo" se usó como pantalla de humo para perseguir a activistas pro-obreros no violentos.
Graciela Geuna, prisionera política en el campo de tortura conocido como La Perla, describió cómo los soldados que la vigilaban empezaron a ponerse nerviosos con una huelga que iba a tener lugar en una central eléctrica.
La huelga iba a ser,
Los huelguistas no tenían nada que ver con los montoneros, pero eso no importaba. Los "mismos soldados que había en La Perla imprimieron panfletos que firmaron como "montoneros", panfletos en los que incitaban a los trabajadores a la huelga".
Los panfletos se convirtieron entonces en la
"prueba" necesaria para secuestrar y asesinar a los líderes sindicalistas.36
Tortura Patrocinada por Las Empresas
Demandas interpuestas en los últimos años han
aportado algunos de los ejemplos mejor documentados de intervención directa
de filiales locales de multinacionales extranjeras.
La suerte de tales empresas cambió radicalmente
cuando la Junta tomó el poder y aplicó las políticas de la Escuela de
Chicago; ahora podían inundar el mercado local de importaciones, pagar
salarios más bajos, despedir a trabajadores libremente y enviar los
beneficios a casa sin trabas legales.
En el primer Año Nuevo del gobierno militar en Argentina, Ford Motor Company publicó en los periódicos un anunció de felicitación en el que abiertamente se alienaba con el régimen:
Las empresas extranjeras hicieron más que dar las gracias a las juntas por un trabajo bien hecho: algunas participaron activamente en las campañas de terror.
En Brasil, varias multinacionales se unieron y financiaron escuadrones de tortura privados. A mediados de 1969, justo cuando la Junta entraba en su fase más brutal, se lanzó una fuerza policial extralegal llamada Operación Bandeirantes, conocida por sus siglas, OBAN.
Formada por oficiales del ejército, OBAN fue fundada, según Brasil: Nunca Mais,
Al estar fuera de las estructuras militares y
policiales oficiales, OBAN disfrutaba de "flexibilidad e impunidad respecto
a los métodos de interrogatorio", afirma el informe, y pronto su sadismo sin
igual se hizo tristemente célebre.39
El psicólogo y dramaturgo argentino Eduardo Pavlovsky describió el coche como,
Mientras Ford suministraba coches a la Junta, la Junta le correspondió con un favor: eliminar las cadenas de producción de problemáticos sindicalistas.
Antes del golpe, Ford se había visto obligada a realizar importantes concesiones a sus trabajadores: una hora libre para comer en lugar de veinte minutos y un 1 % de lo obtenido por la venta de cada coche para dedicarlo a programas de servicios sociales.
Todo eso cambió abruptamente cuando empezó la contrarrevolución, el día del golpe. La fábrica de Ford en las afueras de Buenos Aires se convirtió en una fortaleza armada; en las semanas siguientes se llenó de vehículos militares, tanques incluidos, y sobre ella se oían constantemente los rotores de los helicópteros.
Los obreros han testificado que hubo un batallón de cien soldados destinado permanentemente a la fábrica.41
Los soldados rondaban por las instalaciones, agarrando y encapuchando a los sindicalistas más activos, a los que el capataz de la fábrica tenía la amabilidad de señalar.
Troiani se contó entre los que fueron sacados de la cadena de montaje.
Recuerda que,
Más sorprendente fue lo que pasó a continuación: en lugar de llevarlos rápidamente a alguna cárcel cercana, Troiani y los demás dicen que los soldados les llevaron a unas instalaciones de detención que habían sido construidas dentro del perímetro de la fábrica.
En su lugar de trabajo, en el mismo lugar en el que tan sólo unos días atrás habían estado negociando contratos, esos trabajadores fueron golpeados, pateados y, en dos casos, sometidos a electroshocks.44
Fueron conducidos luego a prisiones fuera de la fábrica donde las torturas continuaron durante semanas y, en algunos casos, durante meses.45
Según los abogados de los trabajadores, al menos
veinticinco representantes sindicales en Ford fueron secuestrados en este
período, la mitad de ellos detenidos en la misma empresa en unas
instalaciones que los grupos de defensa de los derechos humanos en Argentina
están presionando para que se incluya en una lista oficial de antiguos
centros clandestinos de detención.46
Mercedes-Benz (una filial de Daimler-Chrysler)
se enfrenta a una investigación similar a causa de alegaciones de que la
empresa colaboró con el ejército en la década de 1970 para purgar una de sus
fábricas de sindicalistas, supuestamente dando nombres y direcciones de
dieciséis trabajadores que luego desparecieron, catorce de ellos para
siempre.48
Tanto Ford como Mercedes-Benz niegan que sus
ejecutivos tomaran parte en la represión. Los juicios siguen abiertos.
Los soldados utilizaban las baterías de los camiones para dar electricidad a sus picanas, volviendo aquel ubicuo utensilio campesino contra los propios granjeros.
Un sacerdote argentino que colaboró con la Junta explicó cuál era la filosofía que les guiaba:
Ese "peligro de una nación nueva" ayuda a explicar por qué tantas de las víctimas de las juntas fueron jóvenes.
En Argentina, el 81 % de los treinta mil desaparecidos tenían entre dieciséis y treinta años.53
Entre los más jóvenes estaban un grupo de estudiantes de instituto que, en septiembre de 1976, se agruparon para pedir una bajada del billete de autobús.
Para la Junta, aquella acción colectiva demostraba que los adolescentes estaban contagiados del virus del marxismo, y respondió con furia genocida, torturando y matando a seis de los estudiantes que se habían atrevido a plantear aquella subversiva demanda.55
Miguel Osvaldo Etchecolatz, el comisario
de policía finalmente sentenciado en 2006, fue uno de los personajes clave
de aquella operación.
Víctor Emmanuel, el ejecutivo de relaciones públicas de Burson-Marsteller encargado de vender al resto del mundo el nuevo régimen favorable a las empresas instaurado por las juntas, explicó a un investigador que la violencia era necesaria para abrir la economía "proteccionista y estatalista" de Argentina.
Sergio de Castro, el ministro de Economía de Pinochet de la Escuela de Chicago que supervisó la aplicación del tratamiento de choque, dijo que nunca podría haberlo hecho sin el apoyo del puño de hierro de Pinochet.
De Castro también ha dicho que un "gobierno
autoritario" es el más capacitado para salvaguardar la libertad económica
gracias a su uso "impersonal" del poder.57
Estaban, en otras palabras, en estado de shock.
Así que cuando los shocks económicos hicieron que los precios se dispararan y los salarios se hundiesen, las calles de Chile, Argentina y Uruguay siguieron despejadas y en calma. No hubo disturbios por la falta de comida ni huelgas generales.
Las familias sobrellevaron la penuria saltándose
en silencio algunas comidas, alimentando a sus bebés con mate, un té
tradicional que quita el apetito, y despertándose antes del amanecer para
caminar durante horas hasta su puesto de trabajo y así ahorrarse el billete
de autobús. Los que morían de malnutrición o de fiebre tifoidea eran
enterrados discretamente.
Ahora los ricos y los pobres se movían en mundos económicos totalmente distintos, con los ricos accediendo a la ciudadanía honorífica en el estado de Florida y el resto empujados hacia el subdesarrollo en un proceso que se agudizaría durante las "reestructuraciones" neoliberales de la era posterior a las dictaduras.
Si no ya ejemplos a seguir, estos países se convirtieron en ejemplos aterradores de lo que les sucede a las naciones pobres que creen que pueden prosperar por sus propios medios hasta salir del Tercer Mundo. Fue una conversión paralela a la que sufrieron los prisioneros en los centros de tortura de la Junta: no bastaba con hablar, se les exigía además que abjuraran de sus creencias más queridas, que traicionaran a sus amantes e hijos.
A los que se rendían se les llamaba "quebrados".
Eso fue lo que le sucedió al Cono Sur. La región
no sólo fue derrotada: fue quebrada.
LA TORTURA COMO "CURA"
Como un editorial de la Junta argentina subrayó en 1976,
Muchos torturadores adoptaban el papel de un doctor o un cirujano.
Igual que los economistas de Chicago con sus shocks dolorosos pero necesarios, estos interrogadores imaginaban que sus electroshocks y demás tormentos eran terapéuticos, que administraban una especie de medicina a sus presos, a los que muchas veces se referían dentro de los campos como "apestosos", es decir, como los sucios o enfermos. Les iban a curar de la enfermedad del socialismo, del impulso hacia la acción colectiva.*
* Con ello, la electroterapia regresaba a su anterior encarnación como técnica de exorcismo. El primer uso registrado de la electrocución médica fue por un médico suizo que ejerció en el siglo XVIII. Ese médico creía que las enfermedades mentales las causaba el diablo, así que hacía que el paciente sujetara un cable al que daba potencia con una máquina de electricidad estática. Administraba una descarga de electricidad por cada demonio que habitaba en el cuerpo del paciente y luego lo declaraba curado.
Sus "tratamientos" eran atroces, cierto, puede que incluso letales, pero eran por el bien de los pacientes.
En testimonios que aparecen en los informes de las comisiones de la verdad por toda la región, los prisioneros describen un sistema diseñado para obligarles a traicionar el principio más fundamental de su sentido del yo.
Para la mayor parte de los latinoamericanos de izquierdas, ese principio fundamental era lo que el historiador radical argentino Osvaldo Bayer llamó "la única ideología trascendental: la solidaridad".61
Los torturadores entendían perfectamente la importancia de la solidaridad y se aplicaron a destruir ese impulso de interconexión social entre sus prisioneros. Se da por supuesto que todo interrogatorio consiste en obtener información valiosa y, por lo tanto, forzar una traición, pero muchos prisioneros informan que sus torturadores estaban bastante poco interesados en la información, que ya solían tener de antemano, y mucho más interesados en conseguir el acto de traición en sí.
Lo importante del ejercicio era lograr que los
prisioneros sufrieran una lesión irreparable en aquella parte de ellos que
creía que ayudar a los demás era el valor supremo, la parte que les hacía
activistas, y reemplazarla por una sensación de vergüenza y humillación.
En la mesa de interrogación, los interrogadores de Villani le torturaron con el dato de que,
Los actos de rebelión más extremos en este contexto consistían en pequeños gestos de bondad entre prisioneros, como tratar de curar las heridas de los demás o compartir la escasa comida.
Cuando se descubría alguno de esos gestos, el castigo era durísimo. Se machacaba a los prisioneros para que fueran lo más individualistas posible y se les ofrecían constantemente tratos fáusticos, como escoger entre más torturas insoportables para ellos mismos o más torturas para otro de sus compañeros de celda.
En algunos casos los prisioneros fueron quebrados hasta tal punto que aceptaron aplicar la picana a sus compañeros presidiarios o abjurar por televisión de sus creencias anteriores.
Estos prisioneros representaban el triunfo final
de sus torturadores: no sólo los prisioneros habían abandonado cualquier
idea de solidaridad sino que, para sobrevivir, habían sucumbido al ethos
despiadado que era el núcleo del capitalismo de laissez-faire, "estar
pendiente del número 1", en palabras de un directivo de ITT.* 63
De entre el alud de pruebas que se han filtrado de Abu Ghraib y de la bahía de Guantánamo, dos formas concretas de maltrato a los prisioneros aparecen una y otra vez: el desnudo y la interferencia deliberada con las prácticas islámicas, sea obligando a los prisioneros a afeitarse la barba, dando patadas a un Corán, envolviendo a los prisioneros en banderas israelíes, forzándoles a adoptar posturas homosexuales o incluso tocando a los hombres con sangre de menstruación simulada. Moazzam Begg, que estuvo recluido en Guantánamo, dice que le obligaron a afeitarse con frecuencia y que un guardián le decía: "Esto es lo que de verdad os molesta a los musulmanes, ¿verdad?". Se profana el islam no porque los guardianes lo odien (aunque bien puede ser así) sino porque los prisioneros lo aman. Puesto que el objetivo de la tortura es destruir la personalidad, todo lo que comprende la personalidad de un prisionero debe ser sistemáticamente robado: desde su ropa hasta sus creencias más queridas.
En la década de 1970 eso llevaba a
atacar la solidaridad social; hoy conduce a agredir al islam.
Friedman comparó su trabajo en Chile al de un médico que ofrecía,
Arnold Harberger, director del programa sobre Latinoamérica en la Universidad de Chicago, fue incluso más allá.
En una conferencia que pronunció en Argentina frente a un público formado por jóvenes economistas, mucho después de que la dictadura hubiera terminado, dijo que los buenos economistas son en sí mismos el tratamiento, pues funcionan,
El ministro de Exteriores de la Junta argentina, César Augusto Guzzetti, dijo que,
Este lenguaje tiene, por supuesto, el mismo andamiaje intelectual que permitía a los nazis afirmar que al asesinar a los miembros "enfermos" de la sociedad estaban curando "el cuerpo de la nación".
Como dijo el doctor nazi Fritz Klein:
Los jemeres rojos utilizaron el mismo lenguaje para justificar su masacre en Camboya:
La Convención de las Naciones Unidas sobre el Genocidio declara que entre las prácticas genocidas más habituales está,
Se estima que nacieron unos quinientos niños en los centros de tortura argentinos.
Esos bebés fueron alistados inmediatamente en el plan para rediseñar la sociedad y crear una nueva raza de ciudadanos modelo. Tras un breve período de guardería, cientos de bebés fueron vendidos o entregados a parejas, la mayor parte de ellas con vínculos directos con la dictadura.
Según el grupo de defensa de los derechos humanos Abuelas de la Plaza de Mayo, que con gran esfuerzo ha localizado a docenas de aquellos bebés, los niños fueron criados según los valores del capitalismo y el cristianismo que la Junta consideraba "normales" y saludables.69
Los padres de los bebés, considerados demasiado enfermos como para poder ser salvados, fueron casi siempre asesinados en los campos.
El robo de bebés no fue producto de excesos de
personas individuales, sino parte de una operación estatal organizada. En un
caso llevado a los tribunales se presentó como prueba un documento oficial
del Departamento del Interior titulado "Instrucciones sobre procedimientos a
seguir con los niños menores de edad de líderes políticos o sindicales
cuando sus padres son detenidos o desaparecen".70
En la Argentina de la década de 1970 operaba una
lógica supremacista similar, pero no basada en la raza sino en las creencias
políticas, la cultura y la clase social.
Resultó ser que durante la dictadura, el Primer
Cuerpo del Ejército escondió a algunos de sus desaparecidos en las tripas
del centro comercial. En las paredes de las mazmorras todavía se podían ver
las marcas desesperadas que habían hecho los prisioneros muertos hacía
tiempo: nombres, fechas, súplicas de ayuda.71
Techos abovedados y suntuosos frescos sirven de
marco a una larga serie de tiendas de marca, desde Christian Dior a Ralph
Lauren pasando por Nike, con precios inalcanzables para la gran mayoría de
los habitantes del país pero que parecen una ganga a los extranjeros que
acuden a la ciudad atraídos por las ventajas de su devaluada divisa.
Después del trascendental viaje de Milton Friedman a Chile en 1975, el columnista del New York Times Anthony Lewis formuló una pregunta tan sencilla como incendiaria:
Después del asesinato de Orlando Letelier, los activistas de base respondieron a su llamamiento para exigir responsabilidades por el coste humano de sus políticas al "arquitecto intelectual" de la revolución económica chilena.
Durante aquellos años Milton Friedman no podía
dar una conferencia sin que alguien le interrumpiera citando a Letelier y se
vio obligado a entrar por la puerta de la cocina en varios eventos
celebrados en su honor.
Como un padre orgulloso, Friedman alardeó en Newsweek en 1982 de que,
Harberger dijo:
Ninguno de los dos, sin embargo, alcanzaba a ver relación alguna entre los "milagros" que sus estudiantes habían realizado y el coste humano que habían tenido.
En sus memorias, Friedman afirmó que Pinochet trató, durante los primeros dos años, de llevar la economía él solo y que no fue hasta,
Se trata de un caso descarado de revisionismo: los Chicago Boys trabajaron con los militares incluso desde antes de que tuviera lugar el golpe y la transformación económica empezó el mismo día en que la Junta llegó al poder.
En otros momentos Friedman llegó a afirmar que todo el reinado de Pinochet - diecisiete años de dictadura con decenas de miles de víctimas de tortura- no fue un violento intento de destruir la democracia, sino todo lo contrario.
Tres semanas después de que Letelier fuera asesinado, sucedió algo que acabó con el debate sobre la relación entre los crímenes de Pinochet y el movimiento de la Escuela de Chicago.
Milton Friedman fue galardonado en 1976 con el premio Nobel de Economía por su "original e influyente" trabajo sobre la relación entre la inflación y el desempleo.9
Friedman utilizó su discurso de aceptación para
defender que la economía era una disciplina científica tan rigurosa y
objetiva como la física, la química o la medicina, y que se basaba en el
examen imparcial de los hechos disponibles. Ignoró convenientemente el hecho
de que las hipótesis fundamentales por las que estaba recibiendo el Premio
Nobel se estaban demostrando falsas de manera muy gráfica en las colas para
comprar pan, los brotes de tifus y los cierres de fábricas de Chile, el
régimen que había sido lo bastante despiadado como para poner sus ideas en
práctica.10
El premio Nobel de Economía es
independiente del premio Nobel de la Paz, lo otorga un comité
distinto en una ciudad diferente.
Contribuyó a afianzarlo la forma particular en que estos actos de terror se calificaron como actos "contra los derechos humanos" en lugar de como herramientas con fines claramente políticos y económicos.
En parte fue así porque el Cono Sur en los años setenta no fue sólo un laboratorio para un nuevo modelo económico, sino también para un nuevo modelo de activismo: el movimiento de base internacional por los derechos humanos. Ese movimiento fue indudablemente decisivo para obligar a la Junta a poner fin a sus peores abusos.
Pero al centrarse puramente en los crímenes y no
en las razones que los motivaron, el movimiento de defensa de los derechos
humanos también ayudó a la Escuela de Chicago a escapar de su primer
sangriento laboratorio prácticamente sin un rasguño.
En 1967, investigaciones periodísticas
desvelaron que la Comisión Internacional de Juristas, el grupo más
importante que investigaba las violaciones soviéticas de los derechos
humanos, no era el arbitro imparcial que proclamaba ser, sino que recibía
financiación secreta de
la CIA.12
Para demostrar que no usaba los derechos humanos con ningún fin político, cada grupo local de Amnistía Internacional fue instruido para que "adoptara" a la vez tres presos de conciencia,
La posición de Amnistía Internacional,
emblemática de la de todo el movimiento de defensa de los derechos humanos
en aquellos tiempos, fue que puesto que las violaciones de estos derechos
eran algo universalmente reconocido como pernicioso, malas en sí y por sí
mismas, no era necesario determinar por qué se estaban produciendo, sino
documentarlas tan meticulosa y fiablemente como fuera posible.
Constantemente vigilados y acosados por la policía secreta, los grupos pro-derechos humanos enviaron delegaciones a Argentina, Uruguay y Chile para entrevistar a cientos de víctimas de torturas y a sus familias; también consiguieron acceder en la medida de lo posible a las prisiones.
Puesto que los medios de comunicación
independientes estaban prohibidos y las juntas negaban sus crímenes, estos
testimonios formaron la documentación primaria de un relato que los
gobiernos de la zona hubieran deseado que nunca se escribiera. Fue un
trabajo muy importante, pero limitado: los informes son listas jurídicas de
los métodos más horribles de represión cruzados con los artículos de los
tratados de Naciones Unidas que esos métodos violan.
A pesar de su meticulosidad, el informe no aporta ninguna idea sobre por qué se cometieron esos abusos. Sí formula la pregunta de "hasta qué punto son las violaciones explicables o necesarias" para garantizar "la seguridad", exactamente el motivo oficial con el que la Junta justificó la "guerra sucia".14
Después de examinar las pruebas, el informe
concluyó que la amenaza que suponían las guerrillas de izquierdas no se
correspondía en absoluto con el nivel de represión utilizado por el Estado.
De hecho, en su informe de noventa y dos páginas no hizo ninguna mención al hecho de que la Junta había emprendido un proceso para rehacer el país sobre unos parámetros radicalmente capitalistas.
No manifestaba ninguna opinión sobre la cada vez más extendida pobreza ni sobre la dramática reversión de los programas de redistribución de riqueza, aunque fueran las piedras de toque del gobierno de la Junta. El informe enumera cuidadosamente todas las leyes y decretos de la Junta que redujeron los sueldos y aumentaron los precios, violando así el derecho a comida y techo, que está reconocido en la Declaración de Naciones Unidas.
Hubiera bastado un examen superficial del
proyecto económico revolucionario de la Junta para evidenciar por qué fue
necesaria aquella extraordinaria represión, así como para explicar por qué
tantos de los presos de conciencia registrados por Amnistía eran pacíficos
sindicalistas y trabajadores sociales.
Sin un estudio del plan general para imponer el
capitalismo "puro" en América Latina y de los poderosos intereses que
impulsaban el proyecto, los actos de sadismo documentados en el informe no
tienen sentido: son sólo actos malvados aleatorios y exentos de contexto a
la deriva en el éter político, actos que deben ser condenados por todas las
personas de buena voluntad pero que resultan imposibles de comprender.
En los países afectados, los primeros que hicieron sonar las alarmas sobre el terror fueron los amigos y parientes de las víctimas, pero existían severos límites a lo que se les permitía decir. No podían hablar sobre los planes políticos o económicos que había tras las desapariciones porque hacerlo significaba arriesgarse a que ellos también les desaparecieran.
Las activistas más famosas que emergieron en estas circunstancias fueron las Madres de la Plaza de Mayo, conocidas en Argentina como las Madres.
En sus manifestaciones semanales frente a la sede del gobierno en Buenos Aires, las Madres no se atrevían a llevar pancartas, sino que mostraban las fotografías de sus hijos desaparecidos sobre una leyenda que rezaba "¿Dónde están?".
En lugar de cantar consignas, desfilaban en silencio, con la cabeza cubierta por pañuelos blancos con el nombre de sus hijos bordados.
Muchas de las Madres tenían firmes convicciones
políticas, pero se cuidaban mucho de presentarse como nada que no fuera
madres angustiadas, desesperadas por conocer el paradero de sus inocentes
hijos.*
Se trataba de veteranos activistas políticos que sabían que el intento de detener las torturas y liberar a los prisioneros políticos era sólo un frente en una guerra mucho mayor en la que estaba en juego quién controlaría la riqueza de Chile. Para no convertirse en las siguientes víctimas del régimen abandonaron las consignas habituales de la vieja izquierda contra la burguesía y aprendieron a utilizar el nuevo lenguaje de los "derechos humanos universales".
Despojada de toda referencia a ricos y pobres, a débiles y fuertes, al Norte y al Sur, esta forma de explicar el mundo, tan popular en América del Norte y Europa, simplemente afirmaba que todo el mundo tiene derecho a un juicio justo y a no ser tratado de forma cruel, inhumana o degradante.
No se preguntaba por qué, sólo afirmaba. En la
mezcla de lenguaje jurídico e historia de interés humano que caracteriza el
léxico de los derechos humanos, aprendieron que sus compañeros encarcelados
eran en realidad presos de conciencia cuyos derechos a la libertad de
pensamiento y expresión, protegidos por los artículos 18 y 19 de la
Declaración Universal de Derechos Humanos, habían sido violados.
Era para ellos una forma de comprometerse
políticamente sin mencionar la política.*
Aunque se puede interpretar la reticencia de Amnistía como un esfuerzo por mantener la imparcialidad entre las tensiones de la Guerra Fría, hubo, para muchos otros grupos, otro factor en juego: el dinero.
La principal fuente de financiación de su trabajo, con gran diferencia, era la Fundación Ford, entonces la mayor organización filantrópica del mundo. En la década de 1960, la organización gastaba sólo una pequeña parte de su presupuesto en derechos humanos, pero en las décadas de 1970 y 1980 la fundación gastó la sorprendente cifra de 30 millones de dólares en la defensa de los derechos humanos en Latinoamérica.
Con esos fondos la fundación apoyó a grupos
latinoamericanos como el Comité de la Paz chileno así como a otros grupos
con sede en Estados Unidos, entre ellos Americas Watch.15
Frank Sutton, vicepresidente segundo de la división internacional de Ford, explicó la filosofía de la organización:
Aunque totalmente en sintonía con la lógica de la Guerra Fría de intentar fomentar una alternativa al marxismo revolucionario, la mayoría de las becas académicas de Ford no mostraban una tendencia a la derecha.
Se enviaron estudiantes latinoamericanos a un
amplio abanico de universidades de Estados Unidos, entre ellas grandes
universidades públicas con reputación progresista.
Ford también financió un programa paralelo en la Universidad Católica de Santiago, diseñado para atraer estudiantes universitarios de economía de los países vecinos para que estudiaran con los Chicago Boys.
Eso hizo que la Fundación Ford, conscientemente
o no, se convirtiera en la principal fuente de financiación de la difusión
de la ideología de la Escuela de Chicago por toda América Latina, superando
incluso al gobierno de Estados Unidos.18
Los Chicago Boys habían sido becados como parte de la misión de la Fundación de,
Ahora las instituciones económicas que Ford había ayudado a construir tanto en Chicago como en Santiago estaban jugando un papel central en el derrocamiento de la democracia chilena y sus ex estudiantes estaban procediendo a aplicar su educación obtenida en Estados Unidos en un contexto descarnadamente brutal.
Todavía peor para la fundación es que aquélla
era la segunda vez en pocos años que sus protegidos escogían hacerse con el
poder de forma violenta, como ya había sucedido con el meteórico ascenso de
la mafia de Berkeley en Indonesia después del sangriento golpe de Suharto.
Prácticamente no quedó nadie para enseñar a las nuevas hornadas de estudiantes.20
En 1974 se produjo en Indonesia una revuelta
nacionalista contra la "subversión extranjera" de la economía y la Fundación
Ford se convirtió en objetivo de la ira popular. Fue la fundación,
recordaron muchos, la que había instruido a los economistas de Suharto que
habían vendido la riqueza petrolera y minera de Indonesia a las
multinacionales extranjeras.
Aunque Ford no podía haber sabido que las ideas
en las que formaba a sus graduados se llevarían a la práctica con aquel
salvajismo, se vio objeto de preguntas incómodas sobre por qué una fundación
dedicada a la paz y a la democracia estaba metida hasta el cuello en
dictaduras y violencia.
A mediados de los años setenta, Ford se
transformó de una productora de "asesoría técnica" para el llamado Tercer
Mundo en la principal financiadora del activismo en defensa de los derechos
humanos. Ese cambio radical fue particularmente dramático en Chile e
Indonesia.
Como dijo un alto cargo de la Fundación Ford, la actitud de la organización en Chile fue,
No se trataba solamente de que Ford fuera una institución intrínsecamente conservadora, acostumbrada a trabajar codo con codo, no frente a frente, con la política exterior oficial de Estados Unidos.*
* En la década de 1950 la Fundación Ford actuó muchas veces como tapadera para la CIA, permitiendo a la agencia canalizar fondos a académicos y artistas antimarxistas que no sabían de dónde procedía el dinero, un proceso documentado con detalle en La CIA y la guerra fría cultural, de Francés Stonor Saunders. Amnistía no recibió financiación de la Fundación Ford, así como tampoco la recibieron las defensoras más radicales de los derechos humanos en Latinoamérica, las Madres de la Plaza de Mayo.
Sucedía además que cualquier investigación seria
de los objetivos a los que servía la represión en Chile conduciría
inevitable y directamente hasta la Fundación Ford y revelaría el papel
fundamental que había jugado la fundación en el adoctrinamiento de los
dirigentes de aquel país en una secta económica fundamentalista.
Hoy la Fundación Ford es completamente independiente de la empresa de automoción y sus herederos, pero en las décadas de 1950 y 1960, cuando financiaba proyectos educativos en Asia y América Latina, no era así. La fundación empezó en 1936 con una donación de acciones de tres ejecutivos de Ford Motor, entre ellos Henry y Edsel Ford.
Al aumentar su patrimonio, la fundación empezó a
operar independientemente, pero su independencia de las acciones de Ford
Motor no se completó hasta 1974, el año siguiente al golpe en Chile y varios
años después del golpe en Indonesia, y en su consejo de administración
siguió habiendo miembros de la familia Ford hasta 1976.22
A través de su financiación de las campañas a favor de los derechos humanos, la Fundación Ford salvó muchas vidas esos años.
Y merece al menos que se le conceda parte del mérito de persuadir al Congreso de Estados Unidos para que interrumpiera la ayuda militar a Argentina y Chile, lo que gradualmente obligó a las juntas del Cono Sur a abandonar algunas de sus tácticas de represión más agresivas. Pero Ford no acudió al rescate gratuitamente.
Su ayuda, conscientemente o no, tuvo un precio: la honestidad intelectual del movimiento de defensa de los derechos humanos.
La decisión de la fundación de implicarse en la defensa de los derechos humanos "sin meterse en política" creó un contexto en el que era prácticamente imposible formular la pregunta que subyacía a la violencia que estaban documentando:
Esa omisión ha desfigurado la forma en que se ha contado la historia de la revolución del libre mercado, eliminando casi por completo cualquier mención de las circunstancias extraordinariamente violentas en las que nació.
Igual que los economistas de Chicago no tenían
nada que decir sobre la tortura (no estaba relacionada con las áreas en las
que asesoraban), los grupos de derechos humanos tenían poco que decir sobre
las transformaciones radicales que estaban teniendo lugar en la esfera
económica (estaban más allá del limitado ámbito legal en el que habían
decidido trabajar).
Significativamente, ésta es la única Comisión de la Verdad que publicó un informe independiente tanto del Estado como de fundaciones extranjeras.
Está basado en los registros de los tribunales militares, fotocopiados en secreto a lo largo de los años por abogados y activistas de la Iglesia tremendamente valientes mientras el país estaba todavía bajo la dictadura. Tras detallar algunos de los crímenes más horrendos, los autores plantean la cuestión fundamental que otros se habían tomado tanto trabajo en eludir: ¿por qué?
Su respuesta es directa:
El modelo económico radical que echó raíces durante la dictadura se demostraría más resistente que los generales que lo habían puesto en práctica.
Mucho después de que los soldados hubieran
regresado a sus barracones y los latinoamericanos pudieran elegir de nuevo a
sus gobiernos, la lógica de la Escuela de Chicago seguía firmemente
atrincherada en los países de la zona.
Al final, como predijo Rodolfo Walsh, muchas más vidas serían arrebatadas por la "miseria planificada" que por las balas.
En cierta manera, lo que sucedió en América Latina en los años setenta es que fue tratada como la escena de un asesinato cuando, en realidad, era la escena de un robo a mano armada extraordinariamente violento.
El debate sobre si los "derechos humanos" pueden de verdad separarse de la política y la economía no es exclusivo de América Latina; éstas son cuestiones que emergen a la superficie siempre que un Estado utiliza la tortura como instrumento político.
A pesar de la mística que rodea la tortura, y a pesar del comprensible impulso de tratarla como una conducta aberrante que está más allá de la política, no se trata de algo particularmente complicado o misterioso.
Es una herramienta de la coerción más despiadada y es fácil predecir que se utilizará siempre que un déspota local o un ocupante extranjero carece del consenso "social necesario para gobernar": Marcos en Filipinas, el sha en Irán, Sadam en Irak, los franceses en Argelia, los israelíes en los territorios ocupados o Estados Unidos en Irak y Afganistán.
Se podrían añadir muchos más ejemplos a la lista. Los abusos generalizados a los presos son la prueba del algodón de que los políticos tratan de imponer un sistema - sea político, religioso o económico - que un enorme número de sus gobernados rechaza.
Del mismo modo que los ecologistas definen los
ecosistemas por la presencia de ciertas "especies indicadoras" de plantas y
pájaros, la tortura es un indicador de que un régimen está sumido en un
proyecto profundamente antidemocrático, aunque ese régimen haya llegado al
poder mediante las urnas.
Fue por este motivo por el que, en los años
cincuenta y sesenta, muchos argelinos se impacientaron con los liberales
franceses que expresaban su indignación ante las noticias de que sus
soldados estaban electrocutando y ahogando a los que luchaban por la
liberación y que, sin embargo, no hacían nada por acabar con la ocupación
que era la razón de esos abusos.
Simone de Beauvoir, escribiendo sobre el mismo tema, se mostró de acuerdo:
Lo que quería decir es que la ocupación no podía realizarse de una forma humanitaria. No hay ninguna forma humanitaria de gobernar a la gente contra su voluntad.
Hay solo dos opciones, escribió Beauvoir: aceptar la ocupación y todos los métodos necesarios para implementarla,
Hoy esa dura elección se produce en Irak y en Israel/Palestina, y esa dura elección era la única opción en el Cono Sur en los años setenta. Igual que no existe ningún modo amable y bondadoso de ocupar un país contra la voluntad de su pueblo, no hay ninguna forma pacífica de arrebatarles a miles de ciudadanos lo que necesitan para vivir con dignidad, que es exactamente lo que los Chicago Boys estaban decididos a hacer.
El robo, fuera de tierras o de modo de vida, requiere el uso de la fuerza o al menos una amenaza creíble de violencia. Es por eso por lo que los ladrones llevan armas y a menudo las usan.
La tortura es asquerosa, pero muchas veces es un medio racional de conseguir un objetivo específico, quizá incluso el único medio de conseguirlo. Se plantea entonces una cuestión más profunda, una pregunta que muchos en aquellos tiempos en América Latina no podían formular.
¿Es el neoliberalismo una ideología
inherentemente violenta, hay algo en sus objetivos que exija el ciclo de
brutal purificación política seguida por las operaciones de limpieza de las
organizaciones de derechos humanos?
* Por este relato estoy en deuda con el
excelente libro de Marguerite Feitlowitz, A Lexicon of Terror.
En mayo de 1990, Tomasella subió al autocar nocturno que iba de la provincia rural de Corrientes hasta Buenos Aires para aportar su voz al Tribunal contra la Impunidad, que escuchaba los testimonios sobre abusos a los derechos humanos durante la dictadura.
El testimonio de Tomasella fue distinto del de las demás víctimas.
Se presentó ante el público urbano con sus ropas de granjero y sus botas de trabajo y explicó que él era una víctima de una larga guerra, una guerra entre los campesinos pobres que querían trozos de tierra para formar cooperativas y los todopoderosos rancheros que poseían todas las tierras de su provincia.
Insistió en que los abusos que habían sufrido tanto él como los demás miembros de las Ligas Agrarias no podían aislarse de los grandes intereses económicos a los que benefició que se torturaran sus cuerpos y se disolvieran sus redes de activismo.
Así que en lugar de dar los nombres de los soldados que le torturaron, prefirió dar los de las empresas, nacionales y extranjeras, que se habían beneficiado de la prolongada dependencia económica de Argentina.
El público rompió a aplaudir.
Tomasella concluyó su testimonio con las siguientes palabras:
La primera aventura de los Chicago Boys en la década de 1970 debió haber servido de aviso a la humanidad: sus ideas eran peligrosas.
Al no hacer responsable a la ideología de los crímenes cometidos en su primer laboratorio, se dio inmunidad a esta subcultura de ideólogos impenitentes y se les liberó para que recorrieran el mundo en busca de su próxima conquista.
Hoy vivimos de nuevo en una era de masacres corporativas, con países que son víctima de una tremenda violencia militar combinada con intentos de rehacerlos como economías de "libre mercado" modélicas; vemos cómo las desapariciones y las torturas han vuelto con mayor intensidad que nunca.
Y también ahora parece que no se sepa ver ninguna relación entre el objetivo de conseguir crear nuevos mercados libres y la necesidad de utilizar la violencia para lograrlo.
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