del Sitio Web Editorial-Streicher
"Protocolos de los Sabios de Sión"
por Julius Évola
Como pocos otros, este documento tiene
valor de estimulante espiritual, revelando horizontes insospechados
y llamando la atención sobre fundamentales problemas de acción y de
conocimiento que en estas horas decisivas de la Historia occidental
no pueden descuidarse ni aplazarse sin perjudicar gravemente el
frente de aquellos que luchan en nombre del espíritu, de la
tradición, de la verdadera civilización.
Creemos oportuno desarrollar algunas
consideraciones, indispensables si queremos señalar alguna
orientación exacta, a fin de que el lector pueda darse cuenta
perfectamente de ambos puntos.
En efecto, se puede, sin más, negar la existencia de toda forma de dirección secreta de los acontecimientos de la Historia, pero no se puede admitir, aunque sólo sea por hipótesis, que tal cosa pueda verificarse, sin reconocer que se impone entonces un género de investigaciones muy diverso del que se basa en el documento en el sentido más grosero del término.
Aquí reside precisamente - según la justa observación de Guénon - el punto decisivo, que limita la importancia de la cuestión de la autenticidad:
Tan sólo un procedimiento inductivo
puede, pues, determinar la importancia y el alcance de textos como
los Protocolos, lo que significa que el problema de su autenticidad
es secundario, y que se lo debe reemplazar por el de su veracidad,
mucho más serio y esencial.
La conclusión de la polémica que entre tanto se ha venido manifestando sobre este punto es la siguiente:
Puesto que se ha hablado tanto del proceso de Berna, provocado por los Protocolos, será oportuno decir algo a su respecto, a fin de que el lector sepa a qué ha de atenerse y no se deje influir por informaciones tendenciosas.
El proceso de Berna no ha sido una maniobra del hebraísmo internacional, el cual trató de servirse de la justicia suiza - o, mejor dicho, de un juez suizo marxista - para obtener una especie de ratificación jurídica oficial acerca de la no autenticidad de ese documento, que constituye una verdadera espina en el ojo de Israel.
Y que se trató realmente de una
maniobra, es cosa que se desprende de la misma ilegitimidad de
plantear, en Berna, la cuestión de la autenticidad de los
Protocolos.
Sobre esa base, desde el punto de vista
rigurosamente jurídico, el tribunal de Berna no hubiera debido
interesarse en lo absoluto por el problema de la autenticidad o
falsedad de los Protocolos, limitándose a establecer si los
Protocolos, verdaderos o falsos, debían o no condenarse en
conformidad con la ley citada, como escrito susceptible de instigar
a una parte de la población suiza contra la otra.
Y a este respecto, son muy significativas las siguientes palabras del Gran Rabino de Estocolmo:
Al cabo de un larguísimo procedimiento, el proceso, en primera instancia, terminó con la condena de Schnell, de la cual los hebreos, muy satisfechos, sacaron la consecuencia de que los Protocolos estaban definitivamente liquidados.
Fue un triunfo que duró muy poco...
En segunda instancia - Noviembre de 1937
- el tribunal de Berna anuló la primera sentencia, condenó a las
comunidades hebreas acusadoras a pagar los costos del proceso y
declaró que era cosa ajena a su competencia el pronunciarse de un
modo o de otro acerca de la cuestión de la autenticidad.
El frente hebraico había tratado de lograr sus fines valiéndose de los medios principales:
Aquí no podemos detenernos en detalles,
y nos limitamos a lo que sigue. [1]
Y bien: resulta que ese texto ya en 1893 se hallaba en poder de un tal Stefanoff, y en 1902 de Nilus, y que en 1903 ya había aparecido integralmente en el periódico ruso Snamja, vale decir, dos años antes de su presunta redacción en París.
Más aún: se ha demostrado que ninguno de
los tres personajes rusos (Rotshkowsky, Manuiloff y Golowinsky) se
hallaba en París en la época en que, según la señora Kolk, habrían
procedido a la invención de los Protocolos.
En efecto, el problema del valor de los Protocolos es muy diverso del que puede presentar una obra literaria, con respecto a la cual es decisivo el examen de su originalidad y del derecho de alguien a considerarse su autor.
Aquí se trata de muy otra cosa.
Ahora bien, ya en 1921 el Times planteó la cuestión del plagio, por el hecho de que el texto reproduce ideas y frases de un panfleto de un tal Jolly - él mismo semi-hebreo, revolucionario y masón - aparecido en 1865, y que trataba de los medios a emplear para realizar una política maquiavélica de dominación.
Esa analogía - o plagio - es verdadera, y no se limita únicamente a la obra de Jolly, pues se extiende a otras diversas obras anteriores.
Pero ¿qué puede significar esto?
Para resolver la cuestión de si los
Protocolos corresponden o no a un programa formulado por una
determinada organización oculta para alcanzar el dominio universal,
es indiferente el hecho de que su autor los haya creado o escrito
con total originalidad, o que, para redactarlos, también se haya
servido de ideas y elementos de otras obras, cometiendo, desde el
punto de vista literario, un plagio.
Esa verdad es que toda la orientación
del mundo moderno responde a un plan establecido y realizado por una
determinada organización misteriosa.
Pero, jurídicamente, el defensor no tiene por qué demostrar la autenticidad de un documento incriminado; es la acusación la que tiene que demostrar su falsedad.
Y como quiera que, a pesar de todos los esfuerzos del hebraísmo, a pesar de los testimonios concertados, la tesis de plagio, los documentos tendenciosos suministrados por los soviéticos, las maniobras que, en primera instancia, llegaron a hacer que no se acogiese ni siquiera a un testigo de la defensa, y a pesar de un dictamen pericial extremadamente unilateral de Loosli, conocido filo-judío, no se pudo establecer una verdadera prueba de falsedad.
El campo queda libre, y la cuestión de la autenticidad está liquidada, es decir, queda supeditada a una prueba dúplice de carácter superior, o sea, repetimos,
Aclaradas de este modo las cosas,
convendrá hablar ahora del contenido de los Protocolos.
A tal propósito, una organización internacional oculta, presidida por jefes reales que tienen noción clara de sus finalidades y de los medios apropiados para realizarlas, habría iniciado desde hace tiempo y seguiría desarrollando una acción unitaria invisible, a la cual habrían de referirse los principales focos de perversión de la civilización y de las sociedades occidentales:
Es importante poner de relieve que los Protocolos reconocen la absoluta falsedad de todas esas ideologías.
Se las habría creado y propagado únicamente como instrumentos de destrucción, y, en cuanto al comunismo, se declara lo siguiente:
Pero no se habla solamente de ideologías políticas que han de infundirse sin que resulten comprensibles su significado y sus finalidades.
También se habla de una "ciencia" igualmente creada para los fines de una acción desmoralizadora general, y se hacen significativas referencias a la superstición del "progreso", al darwinismo, a la sociología marxista e historicista, etcétera, y a este propósito se dice:
Y al mismo tiempo, se reconoce la falsedad de todas esas teorías (I, II, XIII).
En tercer lugar, una acción propiamente cultural: dominar los principales centros de la enseñanza oficial, controlar la opinión pública mediante el monopolio de la gran prensa, difundir en los países dirigentes una literatura desequilibrada y equívoca (XIV), es decir, ocasionar un derrotismo ético, como complemento del derrotismo social, que se acrecentará mediante un ataque contra los valores religiosos y sus representantes, que no ha de llevarse a efecto de frente y abiertamente sino fomentando la crítica, la desconfianza, el descrédito con respecto al clero (XVI, IV).
Se indica la "economización" de la vida como uno de los medios destructores más importantes:
Una vez destruidos los valores espirituales, que fueron la base de la antigua autoridad, reemplazándolos con cálculos matemáticos y necesidades materiales, debe empujarse a los pueblos hacia una lucha universal en que creerán perseguir la satisfacción de sus intereses y no se percatarán del enemigo común (IV).
Finalmente, alentar las ideas ajenas, y, en lugar de atacarlas, utilizarlas para la realización del plan final, por lo que se reconoce la oportunidad de defender los puntos de vista más diversos, desde el aristocrático o dictatorial hasta el anárquico o socialista, siempre que sus efectos converjan en el sentido del fin único (V, XII).
Asimismo, se considera,
Ésta es la primera fase de la guerra oculta, y su objetivo es la creación de un enorme proletariado, es la reducción de los pueblos a un amasijo de seres sin tradición y sin fuerza interior, después de lo cual se proyecta una acción ulterior, basada en la potencia del oro.
Los jefes ocultos controlarán el oro del mundo y, por su medio, al conjunto de pueblos desarraigados, con sus dirigentes aparentes y más o menos demagógicos.
Mientras que por un lado la destrucción procederá por medio de venenos ideológicos, rebeliones, revoluciones y conflictos de todo género, los amos del oro fomentarán las crisis internas generales, reduciendo a la Humanidad a tal estado de postración, de desesperación, de completa desilusión con respecto a todo ideal y a todo régimen, hasta convertirla en un objeto pasivo en manos de los dominadores invisibles, que entonces se manifestarán y se afirmarán como jefes absolutos del mundo.
En la cúspide estará el Rey de Israel, y la antigua promesa del Regnum del "pueblo elegido" se realizará. Ésta es la esencia de los "Protocolos".
El problema que plantean tiene diversos
aspectos.
La importancia de los Protocolos consiste ante todo, y en todo caso, en que ocasionan esa sospecha, en que hacen presentir que la Historia tiene una tercera dimensión, que una inteligencia puede ocultarse tras los acontecimientos y los dirigentes aparentes, y que muchas presuntas causas no son sino efectos de una acción subterránea.
En particular, es importante lo que los Protocolos dicen a propósito de una mentalidad pseudo-científica, creada únicamente para los fines del plan preestablecido:
Nada es más significativo que el siguiente pasaje de los Protocolos (XV):
Y se agrega (XV):
Ahora, el hecho de que la Historia de los últimos tiempos presente las fases de una obra sistemática y progresiva de destrucción espiritual, política y cultural, no es mera casualidad, y a este respecto los Protocolos nos ofrecen, por lo menos, eso que un sabio llamaría una hipótesis de trabajo, es decir, una idea-base, cuya verdad se reconfirma a través de su capacidad de organizar, en una investigación inductiva, un conjunto de hechos aparentemente esparcidos y espontáneos, haciendo resaltar su lógica y su dirección única.
Éste es el segundo punto que conviene
dejar asentado.
Hugo Wast pudo escribir:
Y Henry Ford, en el diario World del 17 de Febrero de 1921 dice:
La Historia misma ofrece, pues, una
prueba de la veracidad de los Protocolos, y tal que contra ella
todas las acusaciones de los adversarios resultan impotentes, y toda
dificultad en "creer" y en plantearse el problema, por parte de los
"espíritus positivos", indica superficialidad y, más aún,
irresponsabilidad, falta de objetividad y mucha prevención.
Pero he aquí que también son hebreos Marx, Lassalle, Kautsky y Trotski, los que suministran a las masas, mediante una deformación materialista del mito mesiánico, las armas ideológicas más poderosas, y que subordinan su movimiento a una finalidad bien definida:
Una táctica oculta guía hacia igual fin los conflictos internacionales más decisivos, la plutocracia hebrea arma ocultamente al militarismo, en tanto que, por otra parte, la ideología hebraico-masónica del liberalismo y de la democracia prepara oportunos frentes.
Estalla la conflagración mundial de 1914-1918, cuyo verdadero sentido, según declaraciones oficiales de un Congreso internacional masón que se llevó a cabo en París en el verano de 1917, fue la guerra santa de la democracia,
...teniendo por mira no ya esta o aquella reivindicación territorial, sino la destrucción de los grandes Imperios europeos y la constitución de la Sociedad de Naciones como súper-Estado democrático y masón omnipotente.
El capitalismo hebraico estadounidense
subvencionó a la Revolución rusa -
a la que tampoco fue ajena
la masonería inglesa - y en el
momento en que, gracias al derrumbe de Rusia, un primer objetivo
quedó realizado, Norteamérica intervino directamente sin ninguna
razón seria, y los Imperios Centrales siguieron el destino de Rusia.
Fracasados los objetivos más directos de la rebelión, se inició una nueva fase.
La Tercera Internacional cambió bruscamente de táctica aliándose con la Segunda Internacional, con los Frentes Populares y con las grandes democracias capitalistas, revelando así los hilos comunes de la guerra secreta.
Después del fracaso de las sanciones, los acontecimientos se precipitaron, los soviets provocaron la revolución en España, Moscú entró en decidida alianza con la Francia hebraico-masónica y, obrando de concierto con la política anti-fascista de Inglaterra, desempeña una función directiva en la Sociedad de Naciones.
Se preparan formaciones decisivas. [2]
Son exactamente las frases pre-finales del plan de los Protocolos. En realidad, tomar como base las ideas-madres de ese escrito "apócrifo" significa poseer un seguro hilo conductor para descubrir el significado unitario más profundo de las más importantes subversiones de los últimos tiempos.
Y es precisamente por ello que Adolf Hitler, sin vacilar, reconoció a tal escrito el valor del reactivo más poderoso para el despertar del pueblo alemán.
En rigor, aun admitiendo una causalidad superior como fondo de la subversión occidental, queda por demostrar que precisamente el hebreo sea el único y verdadero responsable.
En otras palabras, aun admitiendo la
posible existencia de los Sabios, se trata de ver si ellos son
precisamente Sabios de Sión, tanto como para alejar la sospecha de
una tendenciosa interpretación que busque un alibi [una
justificación] para inculpar al hebreo toda subversión y por lo
tanto para justificar una campaña anti-judía extremista.
Ya en la masonería los dignatarios de los grados más elevados ignoran quiénes son precisamente los así llamados "superiores desconocidos", a quienes obedecen, y que hasta podrían hallarse a sus lados sin que puedan darse cuenta.
No se pretenderá, pues, que para encarar los problemas que se desprenden de los Protocolos en relación al problema hebraico, alguien comience por mostrar las cédulas de identidad, debidamente comprobadas, de los Sabios.
Pero ello no impide ensayar un proceso
indiciario bien definido.
Con razón Guénon observó que uno de los medios que las fuerzas disimuladas emplean para defenderse consiste a menudo en hacer que tendenciosamente converja toda la atención de sus adversarios sobre aquellos que sólo en parte son causa real de determinadas subversiones.
Indicando de este modo una especie de
víctima expiatoria, conquistan toda la libertad para proseguir en su
juego. Vaya esto, en cierta medida, también para la cuestión hebrea.
En los Protocolos, por lo demás, a menudo se habla promiscuamente de hebraísmo y de masonería.
Se lee "conspiración masónico-hebraica", "nuestra divisa masónica", y al pie de su primera edición se lee:
Dado que la tesis según la cual la
masonería sería exclusivamente una creación y un instrumento
hebraicos es, por diversas razones, insostenible, se plantea la
necesidad de referirse a una trama mucho más vasta de fuerzas
ocultas pervertidoras, que nosotros hasta nos inclinamos a no
limitar a elementos puramente humanos.
Los Sabios de Sión constituyen en
realidad un misterio mucho más profundo de lo que puede suponer la
mayor parte de los anti-judíos, y así también, aunque bajo un
aspecto diverso, aquellos que creen que todo comienza y termina en
la Internacional masónica, y otros por el estilo.
Pero, en el dominio que la misma deja
libre, aquel proceso indiciario a que hemos aludido y que constituye
la segunda base de la veracidad de los Protocolos, tiene sin más su
razón de ser y conduce a resultados bien definidos.
Acerca del primero,
Y, obsérvese a este respecto, también
existe una unidad muy diversa de la abstracta e ideal. Israel,
célula inasimilable en todas las naciones, pueblo en el interior de
todos los pueblos, y en algunos casos hasta Estado dentro del Estado
- como, por ejemplo, en Checoslovaquia - tiene su propio Parlamento
supranacional, con delegados legítimos elegidos por los hebreos de
cada país, el cual Parlamento efectúa normalmente sus congresos y
adopta sus decisiones, sin estar obligado, naturalmente, a
suministrar un informe completo y público al Goy (al
no-judío) en busca del "documento".
Hayan sido o no solapadamente lanzados por los Sabios los principios de la democracia y del liberalismo, el hecho es que en todos los países y en todas las épocas en que tales principios prevalecieron, el hebreo invadió parasitaria o dictatorialmente los estratos más altos de la cultura y de la sociedad, ejerció una acción destructora y corrosiva indudable, estableció las filas de una solidaridad internacional de raza que - aun prescindiendo del plan de una verdadera guerra secreta - tiene ya las características de una conjuración.
¿Se trata, otra vez, de una
"casualidad"?.
Para encuadrar bien el problema hebraico y comprender el verdadero peligro del hebraísmo, es preciso partir de la premisa de que en su base no es tanto la raza - en sentido estrictamente biológico - lo que está, sino la Ley.
La Ley es el Antiguo Testamento, la Torá, pero también, y sobre todo, son sus ulteriores desarrollos, la Mishná y esencialmente el Talmud.
Se ha dicho muy justamente que, así como Adán fue plasmado por Yahvé, asimismo el hebreo ha sido plasmado por la Ley; y la Ley, en su influencia milenaria, a través de las generaciones, ha despertado especiales instintos, y un particular modo de sentir, de reaccionar, de comportarse, entró en la sangre, hasta el punto de seguir obrando aun prescindiendo de la conciencia directa y de la intención del individuo.
Así es cómo la unidad de Israel perdura a través de la dispersión, en función de una esencia, de una incoercible manera de ser.
Y junto a tal unidad subsiste y obra
siempre, fatalmente, de modo atávico e inconsciente, o de modo
deliberado y serpentino, su principio, la Ley hebraica, el espíritu
del Talmud.
Y es esencial este punto:
Y éste es precisamente el problema que
ahora entendemos considerar.
En el Talmud se llega a decir:
En el Shemoré Esré, plegaria hebraica cotidiana, se lee:
...se lee en los Protocolos (XI), y difícilmente podría darse expresión más adecuada de lo que resulta patente a todo aquel que penetre la esencia judaica.
Y jamás ha perdido el hebreo la esperanza del Reino, antes bien, en ella reside en gran parte el secreto de la fuerza inaudita que ha mantenido en pie y ha conservado igual a sí mismo a Israel, tenaz, obstinado y cobarde al mismo tiempo, a través de los siglos.
Aún hoy, anualmente, en la fiesta del Rosh Ha-Shaná [año nuevo judío], todas las comunidades hebraicas evocan la promesa:
Sobre tal base, la convergencia teórica
entre la esencia de los Protocolos y la del hebraísmo es
indiscutible, y se llega a la consecuencia de que, aun cuando los
Protocolos hubieran sido inventados, su autor habría escrito lo que
hebreos fieles a sus tradiciones y a la voluntad profunda de Israel
pensarían y escribirían.
Hay muchos más hebreos fieles a su tradición de cuantos se supone o se deja suponer.
Pero es preciso reconocer que no se limita a ellos la acción del hebraísmo: la acción de una ley, observada ininterrumpidamente por espacio de siglos, no se disipa de hoy a mañana, sino que, en una o en otra forma, se manifiesta donde quiera se encuentre la substancia hebraica.
Y por lo que se ha dicho poco más arriba acerca de la esencia de la Ley, la cual induce a conceptuar injusta y violenta toda organización que no tenga por vértice al pueblo elegido, es fatal que el hebreo se sienta inducido, más o menos conscientemente, a toda agitación, a toda subversión, a un trabajo incesante de corrosión.
Esto se ha verificado actualmente y se
verificará siempre.
El mismo Teodoro Herzl, fundador del sionismo, ha reconocido que los judíos, por un lado, constituyeron el cuerpo de los suboficiales de todos los movimientos revolucionarios, y, por otro lado, empuñaron el terrible poder del oro.
Y la oposición entre las dos
Internacionales, la revolucionaria y la financiera, es tan sólo
aparente y sólo responde a la diversidad de dos objetivos
estratégicos, escondidos tras la escena de la Historia occidental; y
el caso del millonario hebreo Schiff, que se jactó
públicamente de haber subvencionado la Revolución bolchevique, es
significativo y vale por muchos otros. [5] Aquí debemos llamar la atención también sobre la obra destructora que el hebraísmo, tal como establecen las disposiciones de los Protocolos, ha efectuado en el terreno propiamente cultural, protegido por los tabúes de la Ciencia, del Arte y el Pensamiento.
¿Seremos tan ingenuos para afirmar que
todo esto sólo es cuestión de casualidad?
Envilecer, remover todo punto firme, tornar problemática toda certeza, sub-rayar tendenciosamente todo lo que hay de inferior en el hombre, esparcir una especie de temor pánico, que favorezca el abandonarse a merced de fuerzas obscuras y así allanar el camino para una acción oculta del tipo de la que indican los Protocolos:
Al respecto del cual, no hablaremos de plan preconcebido, y ni siquiera de una definida intención por parte de los autores aisladamente considerados:
Para reconocer la existencia de la Internacional hebraica, no es, pues, necesario admitir que todos los hebreos están dirigidos por una verdadera organización y que toda su acción obedezca deliberadamente a un plan.
El coligamiento se produce en gran parte
automáticamente, en función de esencia. Una vez que se consiga ver
esto con claridad, queda confirmado, sin más, otro aspecto de la
veracidad de los Protocolos.
Cuando Nilus identifica apocalípticamente el ideal último de los Protocolos a la aparición del Anticristo - idea fija del alma eslava - navega en lo fantástico.
Lo que es verdad, en cambio, es que tal ideal en el fondo no es ni más ni menos que un ideal imperial, y hasta en una forma superior una autoridad absoluta e inviolable de derecho divino, un régimen de castas, un gobierno en manos de hombres que poseen un conocimiento trascendente y que se ríen de todo mito racionalista, liberal y humanitario, de la defensa de los artesanos y de la lucha contra el lujo.
El oro, habiendo dado término a su misión, quedará relegado; lo mismo dígase de toda demagogia, de los "inmortales principios" o de todas las ilusiones y sugestiones usadas y propinadas como medios.
Promesa de paz y de libertad, respeto de la propiedad y de la persona, para todos los que reconozcan la Ley de los Sabios de Sión. El Soberano, predestinado por Dios, se consagrará a destruir toda idea dictada por el instinto y por la animalidad.
Casi una personificación del destino,
será inaccesible a la pasión, dominador de sí mismo y del mundo,
indomable en su poder, y tal que no necesitará tener a su alrededor
ninguna guardia armada (III, XXII, XXIII y XXIV).
Nosotros hemos tratado de analizar el proceso que ha conducido a la asociación paradojal entre esos retornos de ideas tradicionales, vinculados con el ideal del Regnum, y los temas de la subversión anti-tradicional:
Hemos tratado de identificar las fases sucesivas de semejante inversión y perversión.
La parte positiva, controlable, en el
documento en cuestión, es la otra, es todo aquello que nos deja
presentir, en el conjunto de los procesos destructores del mundo
moderno, algo que no es casualidad, algo así como un plan, y la
presencia de potencias ocultas.
Y aún cuando ello fuese cierto, para
nosotros, que no somos hebreos, significaría lo mismo, pues negamos
el derecho de Israel a considerarse "pueblo elegido" y a reivindicar
para sí un Imperio cuya condición previa consistiría en subyugar a
las otras razas. Y en ningún caso estamos dispuestos a pronunciar
absoluciones.
Hemos entrado en campo contra las fuerzas que han llevado a efecto dicha destrucción, y sabemos el papel que en ella han tenido y tienen los hebreos, que aún hoy se hallan infaliblemente presentes en todos los focos virulentos de la Internacional revolucionaria. Esto basta, y no necesitamos plantearnos ulteriores problemas.
Antes bien, lo que necesitamos es reconocer que la mayor parte de las posiciones que ocupa el anti-judaísmo se hallan por debajo de la verdadera función que debería incumbirles, pues con la idea,
...y así sucesivamente, se podrá herir a este o aquel sector del frente hebraico, y del frente más vasto de la subversión, con el cual está vinculado, pero no se llegará a su centro mismo.
Los mitos políticos de los más son poca cosa, su aliento es demasiado breve y su validez está a menudo atacada por los mismos males a los que entenderían poner remedio.
Lo que se impone, en cambio, es el
retorno integral a la idea espiritual del Imperio, es la voluntad
precisa, dura, absoluta, de una reconstrucción realmente
tradicional, en todos los dominios y, por ello, ante todo, en el del
espíritu, del cual depende todo el resto.
Y entonces el conflicto entre él y ellos,
En ese punto, los Protocolos dicen:
Y nosotros estamos convencidos de lo contrario.
Ésta es ya la hora en que las fuerzas surgen en todas partes a la revancha, porque han visto la faz del destino en que Europa estaba por caer.
Todo depende,
...y procedan por ese camino hasta el punto en que la hora del "conflicto, cuyo igual el mundo no ha visto", las encuentre reunidas en un bloque compacto, inquebrantable, irresistible
Referencias
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