ALAI, América Latina en Movimiento
Por encima está el nivel financiero que puede crecer mediante préstamos al sector privado o al Estado, a veces sin ninguna garantía de que esos préstamos puedan devolverse como está ocurriendo en la crisis actual. El sistema financiero toma prestado contra el futuro, esperando que el crecimiento económico indefinido proporcione los medios para pagar los intereses de las deudas y las propias deudas.
Los bancos dan crédito mucho más allá de lo que han recibido como depósitos, y eso tira del crecimiento económico al menos durante un tiempo. Por abajo está lo que los economistas llaman la economía real o la economía productiva. Es decir, el comportamiento del consumo (privado y público) y de la inversión (privada y pública) expresado en términos reales (a precios constantes).
Cuando crece, realmente eso permite pagar una parte o toda la
deuda. Cuando no crece lo suficiente, quedan deudas por pagar. La montaña de
deudas había crecido en el 2008 mucho más allá de lo que era posible pagar
con el crecimiento del
PIB. La situación no era financieramente sostenible.
Otra amenaza directa a la biodiversidad es el aumento de la
HANPP, la
apropiación humana de la producción primaria neta de biomasa.
La crisis económica implica un cambio de tendencia en las emisiones de dióxido de carbono por lo menos en los países occidentales cuyas economías han entrado en lo que graciosamente se llama “crecimiento negativo”.
En los cinco años anteriores al 2008, las emisiones de dióxido de carbono producidas por los humanos estaban aumentando a más del 3 por ciento anual lo que llevaba a doblarlas en 20 años cuando lo necesario es que bajen a menos de la mitad lo más pronto posible.
El objetivo de Kyoto de 1997 es muy generoso con los países ricos pues les concede derechos de propiedad sobre los sumideros de carbono (los océanos y la nueva vegetación) y sobre la atmósfera como depósito temporal de dióxido de carbono a cambio de una promesa de reducción del 5 por ciento en sus emisiones del 2010 respecto a las de 1990.
La crisis económica hará mucho más fácil cumplir ese modesto objetivo de Kyoto. El comercio de emisiones de carbono desaparecerá totalmente a menos que los países ricos se impongan a sí mismos la obligación de bajar sus emisiones por debajo del compromiso de Kyoto, como deberían hacerlo pues todavía son muy excesivas.
El transporte aéreo, la construcción de viviendas, las ventas de automóviles están bajando en muchos países europeos y en Estados Unidos en la segunda mitad del 2008. Los automovilistas estadounidenses compraron 9 por ciento menos gasolina en las primeras semanas de octubre del 2008 que en el mismo período del 2007.
Bienvenida sea la crisis económica!
Por ejemplo, los servicios ambientales de los arrecifes de coral y de los manglares, los del bosque tropical húmedo, pueden ser calculados en dinero por hectárea y por año, y entonces las hectáreas perdidas pueden ser traducidas en pérdidas económicas virtuales para impresionar al público y a los gestores públicos.
Eso está bien pero es
insuficiente para percatarse de cuáles con las relaciones entre la economía
y el medio ambiente pues el suministro energético de nuestra economía
industrial depende no tanto de la fotosíntesis actual como de la
fotosíntesis de hace millones de años. Nuestro acceso a los recursos
minerales depende también de antiguos ciclos biogeoquímicos, y estamos
usando y desperdiciando esos recursos sin reemplazo a un ritmo mucho más
rápido que el de su formación.
Actualmente se saca casi 87 millones de
barriles al día. Contando en calorías, el promedio mundial equivale a unas
20,000 kcal por persona y día (es decir, una diez veces más que la energía
de la alimentación), y en los Estados Unidos equivale a 100,000 kcal por
persona y día. En el uso exosomático de energía el petróleo es mucho más
importante que la biomasa.
Hubo un intento en 2003 de lograr 2 o 3 mbd extra de Irak, que falló como reconoce tristemente Alan Greenspan en sus memorias.
La OPEP había logrado a partir de 1998 y del acceso de Hugo Chávez a la presidencia de Venezuela recuperar el precio del petróleo, manteniendo la oferta bajo control y con la ayuda del crecimiento económico de la China y de la India. El precio del petróleo llegó a su máximo a mediados del 2008.
Las cosas iban tan bien para los exportadores de petróleo
que el presidente Rafael Correa cuando Ecuador reingresó en la OPEP en
noviembre del 2007, propuso que la OPEP pusiera un eco-impuesto a la
exportación de petróleo destinado a fines sociales y a ayudar a la
transición energética mostrando así que a la OPEP también le preocupaba el
cambio climático.
En los Estados Unidos el poder de compra de los salarios no había apenas aumentado en los últimos años al haberse hecho más desigual la distribución del ingreso, pero sí aumentó en compensación el crédito a los consumidores. Los ahorros de los hogares estaban en un mínimo al comenzar la crisis, como también ha ocurrido en España. Por lo visto, los banqueros pensaron que el crecimiento económico continuaría indefinidamente y eso mantendría o hasta haría crecer el precio de las viviendas hipotecadas.
“Empaquetaron” las hipotecas y las vendieron a otros bancos que a su vez las vendieron o intentaron venderlas a inocentes inversores.
Ahora se acabó el boom inmobiliario (con el brusco “aterrizaje” que José Manuel Naredo había
venido anunciando en España hace años). La industria de la construcción está
parada en diversos países. Es alarmante que eso se quiera compensar en
España con la construcción de más “infraestructuras” financiadas con deuda
pública, cuando ese sector de autopistas y aeropuertos está ya
sobredimensionado.
Ese déficit ayuda a salir de la crisis y puede encaminarse a fines sociales y ecológicos. Pero si la Deuda Pública crece y crece (como ha ocurrido en el Japón en los últimos veinte años) eso desembocará en una imposibilidad de pago de la deuda o en inflación.
Puede pensarse que el pago se logrará con crecimiento,
pero ¿es ese crecimiento desmaterializado? Lo financiero incide en la
economía real y ésta a su vez en la economía real-real.
Hubo un gran aumento del precio del petróleo y de otras materias primas hasta julio del 2008 en parte por compras especulativas pero también por el crecimiento de la economía real mundial. Hasta fines del 2008, la inflación amenazaba por el aumento de precios de las materias primas, lo que recordaba la stagflation de los años 1970. Una diferencia es que actualmente no hay presión salarial.
Un parecido es que el petróleo aumentó de precio (como había ocurrido en 1973 y en 1979). El desafío permanente para los países ricos es crecer económicamente usando menos materiales y energía en términos absolutos. O, alternativamente, lograr que los precios de las materias primas bajen.
Eso está ocurriendo a fines del 2008 por el descenso de la
demanda debido a la crisis.
Soddy tenía el premio Nobel de Química y era catedrático en Oxford. Expliqué sus principales ideas económicas en mi libro La Economía y la Ecología de 1991. También Herman Daly ha descrito las propuestas de reforma monetaria de Frederick Soddy que descansan en las proposiciones siguientes.
Es fácil para el sistema financiero hacer crecer las deudas (tanto del sector privado como del sector público), y es fácil también sostener que esa expansión del crédito equivale a la creación de riqueza verdadera. Sin embargo, en el sistema económico industrial, el crecimiento de la producción y el crecimiento del consumo implican a la vez el crecimiento de la extracción y destrucción final de los combustibles fósiles.
La energía se
disipa, no puede ser reciclada. En cambio, la riqueza verdadera sería la que
se base en el flujo actual de energía del sol. La contabilidad económica es
por tanto falsa porque confunde el agotamiento de recursos y el aumento de
entropía con la creación de riqueza.
Esa era la doctrina de Soddy, ciertamente aplicable a
la situación actual. Fue sin duda un precursor de la economía ecológica.
De hecho, la teoría económica neo-clásica
no sostiene que el precio del petróleo deba ser igual al costo marginal de
extracción. El petróleo a 150 dólares por barril sería todavía demasiado
barato teniendo en cuenta una asignación intergeneracional más justa y
teniendo en cuenta las externalidades que se producen al extraerlo, al
transportarlo y al quemarlo.
Ante la escasez de energía barata para impulsar el crecimiento, hay quien quiere recurrir masivamente a otras fuentes de energía como la nuclear y los agro-combustibles, pero eso aumentará los problemas ambientales, sociales y políticos. Por suerte, la energía eólica y fotovoltaica está aumentando, y mucho más deberá aumentar simplemente para compensar el descenso de la oferta de petróleo en las próximas décadas.
El gas natural también crece y llegará a su pico de extracción dentro de no mucho tiempo.
Los depósitos de
carbón mineral son muy grandes (la extracción de carbón ya creció siete
veces en el siglo XX) pero el carbón produce localmente daños ambientales y
sociales, y también es dañino globalmente por las emisiones de dióxido de
carbono.
En octubre del 2008, en oposición total a lo que dice la Vía Campesina y el MST, el presidente Lula se fue a Delhi para apoyar en la ronda de Doha la apertura total de las economías a las importaciones agrícolas, como si quisiera aumentar la tasa de suicidios de los agricultores de la India. En vez de esto, debería haber discutido en Delhi como impedir el derrumbe del precio del mineral de hierro (siendo tanto Brasil como India grandes exportadores).
Es verdad que el boom de exportación le dio a Lula dinero para propósitos sociales, aumentando su popularidad.
Petrobrás se convirtió en una empresa no menos peligrosa para el medio ambiente y los pueblos indígenas de América latina que Repsol o la Oxy. La obsesión de Lula por la exportación de materias primas le impidió hacer algo para frenar la deforestación de la Amazonía y llevó a la ministra de Medio Ambiente, Marina Silva, a la dimisión en 2008.
¿Cuál será ahora la
estrategia del presidente Lula y de la izquierda latinoamericana tras la
crisis del 2008?
Una parte del boom financiero en Islandia se basó en inversiones exteriores destinadas a un desaforado crecimiento de la fundición de aluminio. Los ecologistas protestaron contra esas instalaciones y las plantas de electricidad que iban a destruir bellos lugares intocados, con un costo no reconocido en las cuentas económicas.
La economía de Islandia se paró en octubre del 2008, los
bancos no podían devolver los depósitos y han sido nacionalizados.
El llamado Baltic Dry Index que mide los precios del transporte en barcos de mercancías a granel se ha hundido desde julio 2008 en parte por la menor importación de hierro de China.
La multinacional mexicana CEMEX anunció el 16 de octubre del 2008 que reduciría su fuerza de trabajo en el mundo en un diez por ciento por el descenso en la demanda de materiales de construcción y de cemento, mientras las fábricas de automóviles de Europa y Estados Unidos están reduciendo producción desde mitad del 2008.
Todo eso puede ser bueno para el medio ambiente aunque
aumente el desempleo: hace falta una reestructuración social que permita en
los países ricos un decrecimiento económico que sea socialmente sostenible.
Algunos proyectos de extracción de petróleo de bajo EROI
y alto costo marginal (como las arenas bituminosas de Alberta en Canadá y
los petróleos pesados del delta del Orinoco) tal vez sean aplazados, como
también la extracción del ITT Yasuní en Ecuador.
Además, muchos países del Sur verán como caen las remesas monetarias de sus emigrantes.
El
rechazo del Sur a continuar proporcionando materias primas baratas para las
economías industriales, imponiendo impuestos sobre el agotamiento del
“capital natural” o “retenciones ambientales” y poniendo también cuotas a la
exportación, también ayudaría al Norte (incluyendo partes de China) en
nuestro camino de largo plazo hacia una economía más sostenible que use
menos materiales y energía.
La experiencia que Pavan Sukhdev, Pushpam Kumar y Haripriya Gundimedia adquirieron en la India con un proyecto de investigación que intentó dar un valor económico a los productos no comerciales de los bosques (como la leña y alimentos para los grupos tribales o campesinos y su ganado, la retención de agua y de suelo, las hierbas medicinales de uso local, la absorción de dióxido de carbono) sirvió después en el proyecto europeo TEEB (siglas en inglés de “La Economía de los Ecosistemas y de la Biodiversidad”) apoyado por la DG de Medio Ambiente de la Comisión Europea y por el Ministerio de Medio Ambiente alemán.
El equipo del TEEB destaca que una
representación monetaria de los servicios dados por la disponibilidad
natural de agua limpia, de leña y de pastos, de plantas medicinales, no mide
realmente su contribución esencial a la vida de los pobres.
Si los pobres han de comprar agua, todo su salario se iría simplemente en agua para beber para ellos y sus familias. Asimismo, si no hay leña o estiércol seco como combustibles, al comprar butano (LPG), como preferirían, gastarían el salario semanal de una persona para adquirir un cilindro de 14 kgs. La contribución de la naturaleza a la subsistencia humana de los pobres no queda pues bien representada al decir que supone el 5% del PIB en un país como la India.
El asunto no es crematístico sino de subsistencia.
Sin agua,
leña y estiércol, y pastos para el ganado, la gente empobrecida simplemente
se muere.
Pero en cualquier caso, la valoración económica de las pérdidas tal vez sea baja en comparación con los beneficios económicos de un proyecto que destruya un ecosistema local o que destruya la biodiversidad.
Lo mismo se aplica a nivel macroeconómico: un aumento del PIB ¿compensa el daño ambiental? Sukhdev y sus colaboradores contestan así: ¿qué grupos de personas sufrirán las pérdidas?
En la India comprobaron que los beneficiarios más directos de la biodiversidad de los bosques y de sus servicios ambientales eran los pobres, y que su pérdida afectaría sobre todo al ya menguado bienestar de los pobres. Esa pobreza hace que las pérdidas de servicios ambientales repercutan desproporcionadamente en su “ingreso de subsistencia” en comparación con otras clases sociales.
De ahí la idea del “PIB de los pobres”.
En otras palabras, si el agua de un arroyo o del acuífero local es contaminada por la minería, los pobres no pueden comprar agua en botella de plástico porque no tienen dinero para ello. Por tanto, cuando la gente pobre del campo ve que su propia subsistencia está amenazada por un proyecto minero o una represa o una plantación forestal o una gran área industrial, a menudo protesta no porque sean ecologistas sino porque necesitan inmediatamente los servicios de la naturaleza para su propia vida.
Ese es el “ecologismo de los pobres”.
Así, si la minería destruye la supervivencia de comunidades, o si el cultivo de soja y la aplicación masiva de glifosato afecta a la salud de poblaciones humanas, eso son fallos del mercado que no da precio a esos daños. Similarmente, si el crecimiento económico basado en la quema de combustibles fósiles causa un aumento de la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera y por tanto un cambio climático, eso se debe a que los precios están mal puestos.
Fallos del mercado que podrían ser corregidos con impuestos o con permisos de contaminación transables.
Otros
autores, muy reacios a la intervención estatal, prefieren ver las externalidades como “fallos de gobierno”, fracasos de los gobiernos que no
se ponen de acuerdo para establecer normas ambientales internacionales o que
no aciertan a imponer una estructura de derechos de propiedad sobre el
ambiente o que subsidian actividades nocivas.
Desde la Economía Ecológica, ponemos atención al crecimiento de los flujos de energía y de materiales en la economía, y a la salida de residuos. Es la perspectiva del Metabolismo de la Sociedad, que Marx mencionó en El Capital (acudiendo, entre otros, a los estudios de Liebig sobre el guano del Perú y los nutrientes agrícolas) pero que ni Marx ni los marxistas desarrollaron, de manera que no existe una tradición de historia ambiental-económica-social marxista.
El metabolismo social es la perspectiva que en la segunda mitad del siglo XX han desarrollado,
...y muchos otros en los
campos de la economía ecológica, la ecología industrial, la agro-ecología,
la historia ambiental.
La economía recibe recursos (y a
menudo los explota más allá de su capacidad de regeneración) y produce
residuos. No existe una economía circular cerrada. La economía está abierta
tanto por el lado de la extracción de recursos en la fronteras como de la
producción de residuos. Los perjudicados no sólo son otras especies no-humanas
y las próximas generaciones de humanos (que no pueden protestar) sino que a
menudo son también gente pobre, que protesta.
Está costando mucho que políticamente triunfe esa perspectiva del ecologismo popular.
No se quiere ver que los daños socio-ambientales producidos por el
crecimiento económico, también a veces por las nuevas tecnologías, negados
tanto por liberales como por la mayoría de los marxistas, se harán sentir
cada vez más.
El mercado no garantiza que la economía
encaje en la ecología, ya que el mercado infravalora las necesidades futuras
y no cuenta los perjuicios externos a las transacciones mercantiles, como ya
señaló Otto Neurath contra Von Mises y Hayek en los inicios del famoso
debate sobre el cálculo económico en una economía socialista en la Viena de
1920.
Se ensalza al mercado como mecanismo racional de asignación de recursos, e incluso se pretende que los problemas ecológicos surgen de la ausencia de racionalidad mercantil privada, como en el caso de la mal llamada "tragedia de los bienes comunales". Por el contrario, el punto de vista ecologista nos lleva a dudar de los beneficios del mercado.
Sin duda, el mercado impone una búsqueda de ganancias, lo que ayuda a un uso más eficiente de los recursos tal como se vio tras el crecimiento de los precios del petróleo en 1973 y también ahora con la búsqueda de una mayor eco-eficiencia.
No obstante, el aumento de eficiencia
puede desencadenar la
Paradoja de Jevons: más eficiencia en el uso de
recursos, costos relativos más baratos, por ende mayor uso de recursos.
Así, un banco acreedor que da un préstamo hipotecario, lo coloca en su activo en el balance aunque el deudor difícilmente vaya a pagar esa hipoteca y aunque la vivienda que respalda el crédito haya perdido precio en el mercado.
De aquí a un tiempo, el banco tendrá que borrar ese
activo o darle un valor menor.
Muchas empresas privadas en el sector extractivo tienen también grandes pasivos ambientales.
A la Chevron-Taxaco se le está exigiendo 16 mil millones de dólares en un juicio en Lago Agrio, Ecuador. La compañía Rio Tinto dejó un pasivo muy grande en Andalucía desde 1888, y después en Bougainville, en Namibia, en Papúa Occidental junto con la compañía Freeport MacMoran. Son deudas a personas pobres o indígenas. La Shell tiene enormes pasivos por pagar en el Delta del Níger.
Pero los accionistas de esas
empresas no deben preocuparse. Esas deudas venenosas están recogidas en los
libros de historia pero no en los libros de contabilidad.
Por su lado, la izquierda tradicional
del Sur ha visto el ecologismo como un lujo de los ricos más que una
necesidad de los pobres a pesar de que hay víctimas del ecologismo popular
tan conocidos como Chico Mendes y Ken Saro-Wiwa.
En primer lugar, no hay que olvidar que el conocimiento sobre cómo funcionan los ecosistemas, sobre sus umbrales de tolerancia y sobre su resiliencia, es impreciso. En segundo lugar, hay que dar importancia a los valores no monetarios en las decisiones, no vayamos a caer en el fetichismo de las mercancías ficticias.
Por ejemplo, recordemos la inminente amenaza que pende sobre la Niyamgiri Hill en Orissa, donde viven los Dongria Kondh. Tal vez la baja del precio del aluminio en más de 50 por ciento en la segunda mitad del 2008, y por tanto el descenso del precio de la bauxita, ayude a salvar esa montaña sagrada.
Pero en cualquier caso, podemos preguntar:
Los lenguajes de valoración de los indígenas o de los campesinos son silenciados en favor del lenguaje de la valoración monetaria.
Esos otros lenguajes incluyen la aserción de los derechos territoriales contra la explotación externa, ya sea apelando al Convenio 169 de la OIT que exige un consentimiento previo de los indígenas, o en la India las cláusulas en la Constitución y algunas sentencias judiciales que protegen a los adivasi.
También cabe apelar a valores ecológicos y estéticos.
En fin, podríamos preguntar a los Dongria Kondh: ¿qué
precio tiene vuestro Dios?, ¿cuánto dinero valen los servicios que os
proporciona vuestro Dios?
La cuestión es, más bien, si todas las
evaluaciones pertinentes en un conflicto ambiental (por ejemplo en minería
de cobre u oro en el Perú o de bauxita en Orissa, o determinada represa en
el noreste de la India, o la destrucción de un manglar por la industria
camaronera en Honduras o Bangladesh, o la determinación del nivel adecuado
de emisiones de dióxido de carbono por la Unión Europea) deben ser reducidas
a una medida común, a la única dimensión monetaria.
La cuestión es pues ¿quién tiene el poder de simplificar la complejidad imponiendo un determinado lenguaje de valoración sobre los demás?
Así, el movimiento conservacionista mundial debe ciertamente criticar la contabilidad económica habitual y debe empujar para que se corrija esa contabilidad para reflejar mejor nuestras relaciones con la naturaleza (como propone el proyecto TEEB), pero sin olvidar que otros lenguajes de valoración son también legítimos:
La ciencia económica ve la economía como un carrusel o “tío vivo” entre los consumidores y los productores o empresas.
Se encuentran en los mercados de bienes de consumo o en los mercados de los servicios de los factores de la producción (por ejemplo, al vender fuerza de trabajo a cambio de un salario).
Los precios se forman en esos mercados al intercambiar las mercancías o comprar servicios de los factores de la producción. Una parte de los ingresos se ahorra y financia la compra de bienes de inversión por las empresas. El estado detrae dinero en la forma de impuestos (sobre el consumo, sobre el ingreso de personas físicas o sobre beneficios de las empresas) y con eso paga la inversión pública y el consumo público (escuelas, sanidad, defensa y seguridad).
La contabilidad macroeconómica (el cálculo del
PIB)
agrega las cantidades multiplicadas por sus precios. Eso es la Crematística
que olvida el agotamiento de recursos (que los precios infravaloran) y
también la contaminación como olvida asimismo todos los servicios
proporcionados en la esfera doméstica o del voluntariado, sin remuneración.
Eso es la Bioeconomía o la Economía Ecológica (Georgescu-Roegen, 1966, 1971, Herman Daly, 1968, A. Kneese y R.U. Ayres, 1969, Kenneth Boulding, 1966).
Ha llegado el momento de
sustituir el PIB por indicadores sociales y físicos al nivel macro. La
discusión sobre la décroissance soutenable o el decrecimiento económico
socialmente sostenible que Nicholas Georgescu-Roegen planteó hace treinta
años, debe ahora convertirse en el tema principal de la agenda política en
los países ricos.
Ahora es el momento de que los países ricos, en vez de soñar con recuperar el crecimiento económico habitual (que les permita pagar las deudas), entren en una transición socio-ecológica hacia menores niveles de uso de materiales y energía (dejando muchas deudas por pagar). La crisis debe dar a la vez una oportunidad para reestructurar las instituciones sociales según las propuestas de los partidarios del “decrecimiento económico socialmente sostenible” (tal como se explicó en el número 35 de la revista Ecología Política, 2008). La décroissance est arrivée.
El objetivo social en los países ricos debe ser vivir bien dejando de lado el imperativo del crecimiento económico. Parece además que a partir de cierto nivel de ingreso, la felicidad no crece ya al crecer el ingreso.
Es decir, los “bienes relacionales” adquieren más importancia que los bienes materiales: en palabras de Castoriadis,
O en las viejas palabras de Marcuse de 1968, los
humanos hemos de aprender a determinar nuestra propia estructura de
necesidades más allá de las de subsistencia.
Pero son precisamente los movimientos de justicia ambiental y el ecologismo de los pobres tan vigorosos en el Sur, los mejores aliados del movimiento por el decrecimiento económico socialmente sostenible del Norte.
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