por Frank Joseph

2005

extraído de "Forbidden History"

traducción de Editorial-Streicher

5 Marzo 2013

del Sitio Web Editorial-Streicher

 

 


Ofrecemos ahora el capítulo 18, Parte 4, del libro "La Historia Prohibida", que es una recopilación de textos de diversos autores hecha por J. Douglas Kenyon, publicada el año 2005, donde se abordan varios temas históricos y arqueológicos de una manera no tan convencional.

 

Este breve ensayo echa una mirada a la verosimilitud y fiabilidad de los relatos de Platón sobre la Atlántida, nuestra principal fuente de información, históricamente, al respecto.

 

Editorial-Streicher
 

 

 

 

 



La Verdad Sobre Platón

¿En Qué se Sustenta La Credibilidad del Cronista Más Conocido de La Atlántida?
por Frank Joseph
 

"La leyenda egipcia de la Atlántida, presente en los cuentos folclóricos de varias culturas a lo largo de la costa atlántica, desde Gibraltar hasta las islas Hébridas, y en el pueblo yoruba en África Occidental, no debería ser descartada como mera fantasía"

(Robert Graves, Los Mitos Griegos).


Para los investigadores que están tras la civilización perdida de la Atlántida, el relato de Platón es la fuente más importante de su tipo que haya sobrevivido desde la Edad Antigua.

 

Su versión sigue atrayendo la atención tanto de escépticos que buscan desacreditar la existencia de un continente perdido, como de fieles que sostienen que cada palabra del relato corresponde a un hecho literal.

 

Sin embargo, una lectura imparcial de esta obra, tal como se presenta en los diálogos del Timeo y el Critias, deja en la mayoría de los lectores la impresión de que los sucesos que con tanta claridad se describen, también se podrían encontrar en los escritos, más autentificables, de Heródoto o Tucídides.

Como es de esperar, dioses, diosas y titanes se emplean como representación de los poderes de la Naturaleza, el destino y el pasado remoto, tal y como sucede, virtualmente, en casi todas las historias griegas.

 

Desde esta perspectiva, los mitos eran metáforas más que personajes religiosos reales. Pero, en su mayor parte, lo que cuentan es la historia de personas y acontecimientos del mundo real de la región del Mediterráneo, no historias que desafían excesivamente el poder de nuestra imaginación.

El relato, tal como se presenta, no parece ser una fábula sino un recuento realista, aunque sólo sea por su estilo directo, sin adornos narrativos.

 

Como escribiera William Blackett en Lost History of the World [La Historia Perdida del Mundo] en 1881:

"El caso es expuesto en forma muy diferente por Platón. Despojado de la simplicidad de las narraciones de ficción y libre del encubrimiento del misticismo y la fantasía, su crónica de lo ocurrido asume la forma de un gran acontecimiento histórico".

El argumento más común que se emplea contra la veracidad de la existencia de la Atlántida, tal como se presenta en los diálogos del Timeo y el Critias, es que el objetivo de Platón era que los textos fuesen entendidos simplemente como una alegoría ficticia sobre el Estado ideal.

 

Pero, aunque es obvia la admiración por su cultura superior, la Atlántida de Platón no es un reflejo de la sociedad que describe en La República. Hay diferencias significativas y fundamentales entre ambas.

 

Su régimen ideal era un autoritarismo gobernado por reyes filósofos con un Estado único y consciente de los linajes, y no una confederación de pueblos distantes entre sí, bajo el antiguo sistema de monarcas, que no podían ejercer un poder absoluto debido a la existencia de un consejo de iguales en realeza.

Incluso si la Atlántida hubiera sido concebida a partir de La República (y no fue así), la incorporación innecesaria de material no filosófico (como las largas descripciones de su arquitectura y circuitos de carreras, entre otras) no puede haber tenido el fin de ilustrar ninguna idea que no hubiera sido exhaustivamente desarrollada en aquella obra y, por lo tanto, ser una repetición tan superflua sin paralelo en ninguno de sus escritos.

Además, la Atlántida estaba corrompida y esa era la razón de su castigo por parte de los dioses, lo que difícilmente sería el destino de la sociedad perfecta que Platón aspiraba a inmortalizar.

 

Su relato adquiere más sentido cuando se comprende que no fue concebido para ser tomado como algo único, una suerte de anomalía en medio de sus trabajos filosóficos, sino como la primera parte de una antología incompleta que pretendía recopilar los sucesos de mayor importancia y que más influyeron en el curso de la historia del mundo hasta su época.

 

Dada su naturaleza, habría sido entonces una historia interpretativa, una más entre sus trabajos filosóficos.

El Timeo se refiere a la creación del mundo, la naturaleza del hombre y las primeras sociedades civilizadas. Por su parte el Critias, del que solamente tenemos un borrador manuscrito, iba a ser un relato completo de la guerra atlante-ateniense y sus consecuencias, y su sección final estaba destinada a la descripción de eventos cruciales en el pasado reciente, hasta el siglo IV a.C.

 

Así, la historia de la Atlántida estaba destinada a ser parte de un proyecto mayor, pero en esencia no diferente en sus características al resto de las obras de Platón.

 

Aun más, si este relato fuera una simple invención, no entraría en correspondencia tan clara con la historia que se conoce de aquella época, ni llenaría de manera tan lógica tantos vacíos en nuestros conocimientos sobre la Antigüedad pre-clásica, entrelazando una gran cantidad de información que de otro modo habría permanecido desvinculada y aislada.

Pero la exactitud de Platón como historiador no pudo ser verificada sino hasta el siglo XX.

 

Su descripción de un manantial sagrado que corría por la Acrópolis fue considerada completamente mítica hasta el descubrimiento de restos de cerámica micénica del siglo XIII a.C., en la que aparece la ilustración de una fuente en el centro de la Acrópolis, lo que llevó a varios investigadores a reconsiderar su crónica.

 

Luego, en 1938, nuevas excavaciones revelaron que la actividad sísmica habría clausurado un manantial subterráneo que estaba debajo de la Acrópolis, precisamente en el sitio donde Platón lo había descrito. En los años '50, un equipo conjunto de arqueólogos griegos, alemanes y estadounidenses encontró una reconstrucción de los manantiales hecha en el siglo V a.C.

 

La ciudad de Atenas comenzaba a asemejarse a los detalles de Platón con una exactitud inesperada.

 

En consecuencia, tenemos suficientes motivos para asumir que su descripción de la Atlántida es igualmente exacta. Tanto la ubicación que ofreció del manantial de la Acrópolis como su conocimiento fidedigno de la ciudad de Atenas, dan fe de su credibilidad histórica.

Existe también alguna evidencia de que los relatos de Platón, antes de que fueran publicados, no eran del todo ajenos al conocimiento de los griegos del período clásico anterior. En el festival de las Panateneas, que tenía lugar cada año en Atenas, las mujeres se ponían el péplum, una especie de túnica bordada con diseños simbólicos que conmemoraban a la diosa de su ciudad.

 

Algunas de las imágenes representaban la victoria de la diosa Atenea sobre los atlantes, un detalle sin mayor importancia de no ser por el hecho de que las Panateneas fueron fiestas que se venían realizando desde 125 años antes del nacimiento de Platón.

La obra Viaje a la Atlántida, de Dionisio de Mileto, redescubierta y luego trágicamente perdida en tiempos modernos, fue otra fuente que data de 150 años antes de la época de Platón.

 

Todavía existen algunos increíbles fragmentos y restos del incendio que aconteció en la Gran Biblioteca de Alejandría, como los que hacen referencia a Eliano, escritor romano del siglo II, cuya Historia Natural describe cómo los gobernantes de la Atlántida vestían de forma que indicaba su descendencia del dios Poseidón.

 

El filósofo Proclo le dio una credibilidad especial a esta historia, al contar cómo Crantor, uno de los primeros discípulos de Platón, en su intento de validar la leyenda de la Atlántida, en 260 a.C. viajó personalmente al templo egipcio en Sais. Allí descubrió las tablillas originales que confirmaban los relatos.

 

Al traducirlas, su contenido se correspondía detalladamente con la narración de Platón.

Crantor fue un prominente erudito de la Gran Biblioteca de Alejandría, antiguo centro de aprendizaje del mundo clásico, donde la leyenda de la Atlántida se consideraba, en general, como un episodio creíble de la Historia en el entendimiento de los líderes intelectuales de la época, incluido Estrabón, cronista oficial del Imperio romano.

 

Mucho antes de su destrucción, es posible que la Gran Biblioteca dispusiera de una buena cantidad de materiales de apoyo que convencieron a casi todos los investigadores de entonces de que Platón había descrito una ciudad real en el "océano exterior".

Solamente cuando se consolidó la fe cristiana fue que se perdió la información concerniente a la Atlántida, tal como pasó con los registros de la mayoría de las civilizaciones "paganas".

 

La historia fue condenada como una herejía al no aparecer en los textos bíblicos y porque, supuestamente, era anterior a la creación divina del mundo en 5508 a.C., fecha determinada por la curiosa cronología de algunos teólogos cristianos.

El tema se mantuvo sellado hasta el descubrimiento de América, cuando muchos paralelos misteriosos entre el Nuevo y el Viejo Mundo les hicieron recordar a los académicos el Imperio atlántico descrito por Platón.

 

Entre ellos se encontraba Francisco López de Gómara, explorador y cartógrafo del siglo XVI, quien quedó sorprendido por la descripción de un "continente opuesto" (América) en el Timeo.

 

Pero lo cierto es que la Alejandría de la Antigüedad clásica se encontraba tan solo a ciento veinte kilómetros de Sais. Además, cualquier investigador que deseara verificar los detalles de los relatos de Platón no tenía que viajar demasiado lejos para leer las tablillas en el templo de Neit.

Según el historiador romano Marcelino (330 a 395 d.C.), los estudiosos de la Gran Biblioteca sabían de una convulsión geológica que,

"súbitamente, con un violento movimiento, abrió sus gigantescas fauces y devoró una porción de la Tierra en el mar Atlántico, en las costas de Europa, y una enorme isla fue tragada por completo".

El historiógrafo Teopompo y el famoso naturalista Plinio el Viejo creían los relatos de Platón.

 

Las pruebas originales que una vez tuvieron en su poder y que se han perdido desde el colapso de la civilización clásica, así como las evidencias fragmentadas que se conservan hasta nuestros tiempos, se inclinan de forma coherente a favor de la credibilidad de Platón.

Tal como lo expresa el crítico moderno, Zadenk Kukal,

"es probable que aun si Platón no hubiese escrito ni una sola línea sobre la Atlántida, todos los misterios arqueológicos, etnográficos y lingüísticos que no se podían explicar, hubiesen llevado a concluir que existió una civilización primigenia localizada entre las culturas del Viejo y el Nuevo Mundo".

R. Catesby Taliaferro escribió en el prólogo de la traducción al inglés de Thomas Taylor de los diálogos del Timeo y el Critias,

"Me da la impresión de que, cuando menos, es una narración tan bien documentada como cualquiera otra de los historiadores de la Antigüedad. En verdad, es imposible suponer que [Platón], que proclamaba que 'la verdad es la fuente de todo bien, para los dioses y para los hombres', y cuyas obras tenían la finalidad de encontrar el error y explorar la certeza, haya engañado deliberadamente a la Humanidad al publicar un cuento extravagante como si fuera un hecho verdadero, con toda la precisión de los detalles históricos".

Plutarco, el gran biógrafo griego del siglo I d.C., escribió en su obra Vida de Solón que el legislador griego citado en los relatos de Platón,

"había decidido llevar a los versos esta gran historia de la Atlántida, que le había sido narrada por los sabios de Sais".

La propia ciudad de Sais jugó un papel importante en la epopeya de la Atlántida.

 

Fue uno de los asentamientos importantes más antiguos en Egipto y se desempeñó como primera capital del Bajo Nilo después de la unificación que tuvo lugar hacia 3100 a.C., es decir, en el comienzo mismo del Egipto dinástico e histórico.

 

Como referencia a ello y a la antigüedad de la ciudad y de las tablillas que contaban la historia de la Atlántida, el templo de Neit - donde las tablillas fueron consagradas - fue erigido por el faraón Hor Aha, el primer rey de la dinastía del Egipto unificado.

Incluso Sonchis, el oscuro personaje que habría relatado la historia de la Atlántida a Solón, fue una figura histórica cuyo propio nombre da fe de la autenticidad de la leyenda.

 

Sonchis es una derivación griega del nombre del dios egipcio Suchos, conocido en su tierra natal del Nilo como Sobek, y este último era una deidad del agua que, muy apropiadamente, era venerada en el templo de Sais - donde quedó registrada la historia de la Atlántida - junto a su madre Neit.

 

Según Platón fue en este templo donde se guardaron las tablillas.

Neit fue una de las más antiguas de las figuras de la época predinástica, que personificaba a las Aguas del Caos de las que surgió el Montículo Primario o la Primera Tierra. Era conocida como la guardiana de la historia más antigua de los hombres y los dioses. La Madre Tierra de los minoicos y la diosa griega Atenea fueron manifestaciones posteriores de Neit, la cual fue casi olvidada del todo después de la caída del Imperio Antiguo.

 

Pero "la iniciadora del nacer" fue revivida durante el período de Saite de la dinastía XXVI, cuando se restauró su templo y salieron a la luz los registros más antiguos, precisamente la época en que Platón cuenta que Solón visitó Egipto.

 

Heródoto escribió que el faraón Ah-mose II recién había terminado la restauración del templo de Neit cuando Solón arribó a Sais.

Cuesta creer que Platón hubiera ofrecido detalles míticos e históricos tan acabados para crear una simple fábula. Es menos improbable que haya conocido la conexión entre el sacerdote Sonchis, el dios Sobek, su madre la diosa Neit, y su íntima relación con la historia de la Atlántida, registrada tan apropiadamente y desenterrada de manera tan oportuna en Sais.

También cabe señalar que, según Crantor, la historia fue inscrita en tablillas montadas sobre una columna del templo de Neit, mientras que en el Critias, Platón cuenta que las proclamaciones reales en la Atlántida eran inscritas en tablas publicadas en una columna en el templo de Poseidón: el primero parecería reflejar y conmemorar al segundo.

Hay muchos toques de autenticidad incuestionable en la narración de Platón.

 

Por ejemplo, el Critias nos cuenta que cada uno de los líderes pudientes de la sociedad de la Atlántida estaba obligado a contribuir al ejército con,

"cuatro marineros para conformar la tripulación de doce navíos".

Aunque dicha costumbre estaba en desuso en los tiempos más "democráticos" de Platón, durante el régimen de Pericles y desde siglos anteriores, cada hombre rico, conocido como "trierarca", estaba obligado a financiar un barco de guerra, incluida su tripulación y armamentos.

Por supuesto, muchos de estos fragmentos aun existían incluso en la era clásica, cuando la narración en general era aceptada como suceso histórico. Uno de los creyentes fue el geógrafo Poseidonos de Rodas (130 a 50 a.C.), quien realizó estudios en Cádiz - el Gades del Critias - en el reino atlántico de Gadeiras.

 

Sobre él escribió Estrabón:

"Hizo bien en citar la opinión de Platón acerca de que la tradición que se refiere a la isla de la Atlántida pudo haber sobrevivido como algo más que una ficción".

Los críticos modernos son menos generosos. Siguen desacreditando la historia, al darla simplemente como una alegoría fabulosa que intentaba dramatizar los principios ya expuestos en La República, sin bases históricas a excepción, tal vez, de la referencia incompleta a la Creta minoica.

Sin embargo, en 1956 Albert Rivand, profesor de Historia Clásica en la Universidad de la Sorbona, declaró que los diálogos del Timeo y el Critias contienen antiguas tradiciones históricas y encierran los resultados de los estudios contemporáneos a la época de Platón.

 

Como escribiera Ivan Lissner:

"Es muy importante que haya llegado a esta conclusión un distinguido académico francés que ha dedicado décadas al estudio de los textos platónicos, porque confiere mayor peso a las alusiones geográficas y ontológicas de ambos libros".

Por sí solo, el relato de Platón parece muy sencillo.

 

Sin embargo, al abordarlo a la luz de los principios de la narrativa, se aprecia su nivel más allá de un simple informe árido para dar al lector la sensación de una historia viva.

En su tiempo, Solón, uno de los siete sabios de Grecia, que "se hizo viejo aprendiendo siempre cosas nuevas" y cuyo nombre se convirtió en sinónimo de legislador sabio, fue más célebre que el propio autor de los diálogos platónicos.

 

Timeo, nacido en Locri al Sur de Italia, fue explorador y astrónomo pitagórico. Critias el Joven fue orador, estadista, poeta y filósofo, y uno de los líderes de los Treinta Tiranos. Además, era primo hermano de la madre de Platón. Era un hombre vigoroso que murió en la batalla de Egospótamos, en los Pirineos, en 403 a.C., próximo a cumplir noventa años.

El manuscrito inacabado de Solón fue entregado a su hermano Dropides, bisabuelo de Critias, y con el paso de las generaciones se convirtió en una especie de reliquia familiar.

 

Aunque estos personajes principales fueron reales y contaron la historia con gran precisión (como se mencionó anteriormente, Crantor verificó la versión de Platón al comparar su historia con las tablillas egipcias originales), los diálogos del Timeo y el Critias no son archivos estenográficos de conversaciones, palabra por palabra, sino discursos organizados para ilustrar ideas, al ordenar los argumentos en una presentación más lógica y convincente, un ejercicio muy habitual de las escuelas clásicas de retórica superior.

 

Por ello, cuando Critias dice que espera no haber olvidado ninguno de los detalles de la historia de la Atlántida, no se trata de que la integridad de toda la narrativa dependa de la memoria de un anciano. Platón utiliza un recurso común de la retórica para presentar su descripción.

Lo más probable es que el autor de los diálogos haya tenido el manuscrito inacabado de Solón frente a sí cuando escribía su obra.

 

Esto es lo que insinúa cuando hace a Critias decir:

"mi bisabuelo, Dropides, tenía los textos originales que todavía están en mi posesión".

Es incluso posible que Platón hubiera tenido acceso directo a las tablillas originales en el Templo de Neit y que, como muchos eruditos de la época, hubiera viajado a Egipto por lo menos en una ocasión.

 

Su narración tiene una credibilidad adicional por el gran prestigio de los hombres involucrados. No hay ficciones improvisadas, y sus vidas estaban vinculadas con la preservación del relato.

Además, el Critias no se parece al resto de los trabajos de Platón, no solamente por no estar terminado, sino porque a diferencia de los demás, éste no es interrumpido por Sócrates con preguntas, lo cual es una señal de aprobación que difiere de su conducta en La República.

 

Desde luego, puede que haya estado guardando sus preguntas para más adelante, pero eso no es típico en Sócrates.

 

Nosotros, en cambio, seguiremos interrogando a la Historia en busca de más respuestas.