2 Mayo 2014
del Sitio Web
GazzettaDelApocalipsis
Se trata de una guerra soterrada, tan antigua como el ser humano.
Ignorada por todos, es el eje central de todos nuestros males, la
fuente de la que emanan muchas de nuestras desgracias como especie.
Es la lucha que enfrenta al Sistema con el Individuo
Todos los conflictos sociales, políticos o económicos, todas las
guerras y revoluciones, no son más que burdas réplicas
circunstanciales de este conflicto eterno.
No hablamos de una lucha convencional, evidentemente. Pero tampoco
hablamos de aspectos filosóficos de carácter metafórico que puedan
ser ignorados por resultar poco prácticos.
Es más real y tangible de lo que la mayoría de gente cree.
Se trata de un enfrentamiento desigual, entre nuestra esencia más
profunda y un enemigo difuso y prácticamente intangible, tan impío,
inconsciente y eficiente como lo pueda ser una máquina.
De hecho, no es un combate cara a cara, sino un acoso
unidireccional e incesante del Sistema contra la Individualidad.
Su objetivo es apagar hasta la última chispa de identidad propia que
pueda surgir del ser humano. Y como decimos, es algo mucho más
grande y real que lo que muchas personas pueden llegar a concebir.
Empieza siendo algo parecido a la instalación de un programa
informático en nuestro cerebro:
"Software psíquico" creado para
programar nuestras acciones, condicionar nuestros impulsos y
fabricar nuestros deseos y anhelos.
En parte lo inician nuestros propios progenitores, infectados como
están por la programación del Sistema.
Pero realmente es en la escuela donde empieza a mostrarse en toda su
crudeza.
Muchos esgrimirán que somos animales sociales y que esta
"programación" que recibimos es esencial para que podamos convivir
los unos con los otros.
Y evidentemente, están en lo cierto: nadie discute eso. Hacerlo
sería absurdo.
Sin embargo, debe mantenerse un equilibrio a la hora de establecer
una convivencia social sana entre la expresión de la individualidad
y las necesidades grupales.
Y ese equilibrio se rompió en el momento en el que las reglas de
convivencia dejaron de ser un instrumento al servicio de los
Individuos y fueron los Individuos los que se convirtieron en
herramientas al servicio del Sistema.
Ese problema, lejos de solucionarse se ha ido agravando con el paso
de los siglos, hasta alcanzar su punto culminante en la actualidad.
Algo de lo que mucha gente no quiere tomar conciencia.
Pero como decíamos,
la escuela es el primer lugar donde
el Sistema inicia su tarea de borrado de nuestra identidad.
La configuración de las propias aulas es una teatralización evidente
de lo que el Sistema espera que sean nuestras vidas:
permanecer quietos, callados y
sumisos recibiendo las "sabias instrucciones" de la autoridad
competente en cualquiera de sus múltiples representaciones.
La energía desbordante que 'la
naturaleza' ha concebido para que los pequeños cachorros exploren y
aprehendan su entorno queda así castrada, como si alguien hubiera
levantado una presa en nuestro interior con la que embalsar esas
energías que deberían fluir como un torrente.
Esa es la auténtica función de los centros de enseñanza: taponar
ríos que deberían correr libremente buscando su camino y
convertirlos en aguas estancadas en las que el Sistema pueda operar
sin el peligro de ser arrastrado por la corriente.
Y es de esta manera como, una vez aprendemos a obedecer (porque esa
es la primera cosa que nos enseñan al asistir al colegio y la única
lección que nos repiten día tras día), nuestra mente queda moldeada
para siempre, perfectamente adaptada para pasar a formar parte de la
maquinaria del Sistema.
Se trata de una lógica casi industrial, en la que las escuelas son
cadenas de montaje de ciudadanos obedientes y donde los que no
superan el "control de calidad", son clasificados como material de
segunda y en muchos casos, catalogados como piezas sobrantes que
deben ser rechazadas o recicladas.
Pero la escuela solo es una de las muchas herramientas que utiliza
el Sistema a la hora de anular nuestra individualidad y nuestro
criterio propio.
La sociedad entera es una máquina perfectamente engrasada para
realizar tal cometido.
Los
medios de comunicación y la
industria cinematográfica y musical trabajan incesantemente
moldeando nuestra fantasía, el instrumento mas subversivo del que
dispone el ser humano.
Su objetivo primordial es impedir que los individuos puedan llegar a
concebir nada más allá de los muros del Sistema, aprisionando así
sus mentes y sus sueños presentes y futuros.
Somos bombardeados con músicas repetitivas, con estructuras copiadas
y reproducidas hasta la saciedad.
Cada canción se convierte así en un
mantra que se repite una y otra vez dentro de nuestra cabeza,
inculcándonos que no hay nada más allá de la muralla y que no existe
más belleza posible que la que contenga la típica canción de 4
minutos que debemos ingerir como una pastilla suministrada por la
moda del momento.
El cine y la televisión nos encierran en un mundo formado por
personajes prefabricados, juegos de espejos en los que debemos
reflejarnos para no soñar con convertirnos en algo demasiado alejado
de la "realidad aceptable".
Historias repletas de policías,
guerreros, abogados o delincuentes, todos ellos representaciones de
la misma cosa, pero con diferentes etiquetas. Ni los géneros
fantásticos son capaces de reproducir realidades que no sean
alteraciones maquilladas del propio Sistema.
Pero para encadenar nuestra fuerza creativa, tan peligrosa para
nuestro enemigo, no basta con castrar nuestra imaginación y nuestros
sueños.
También debe atacar esa fuerza primordial tan poderosa que une lo
terrenal y lo espiritual:
nuestra sexualidad, una de las
fuentes esenciales de las que bebe nuestra individualidad.
Y para ello, el Sistema no duda en anular su valor.
Primero lo hizo tildándola de 'pecado' y cargándola de
'culpabilidad', consiguiendo así que cada trago que tomáramos de
ella se convirtiera en un trago amargo.
Y una vez superada esa fase, la
maquinaria ha aprovechado la energía liberada por tanta represión y
ha convertido la sexualidad en algo banal, en un simple suministro
de placer y endorfinas, promocionada como cualquier otro producto de
marketing, con el fin de eliminar cualquier conexión posible con
nuestro interior y transformando el contacto sexual con las otras
personas en un simple roce placentero.
Podemos decirlo sin tapujos:
el Sistema, literalmente, nos ha
robado la fantasía y la sexualidad, nuestras principales fuentes
de creatividad.
Y así es como, una vez moldeada nuestra mente y nuestra fantasía y
cortada la conexión con nosotros mismos, nuestro enemigo ya no
encuentra oposición y puede convertirnos en sus esclavos.
Incapaces de explorar la realidad por nosotros mismos y de juzgarla
con criterios propios, nos aferramos a las verdades que nos
suministra
la 'autoridad',
nuestro gran punto de referencia.
Educados desde pequeños para rechazar la duda y la indefinición en
nosotros y en los demás, corremos a ser clasificados y etiquetados
por la sociedad y como los anticuerpos de un organismo, atacamos
visceralmente al que no sea debidamente clasificable, pues pone en
duda nuestras confortables estructuras mentales.
Abrazamos colores y banderas y firmamos convencidos el contrato de
las creencias y las ideologías, aquel que nos garantiza que la
"verdad" está de nuestra parte y que ya no es necesario que volvamos
a pensar o juzgar caso por caso, pues es la propia creencia
adquirida la que hará el trabajo por nosotros.
Dividimos así el mundo en 'buenos' y 'malos', con la tranquilidad
contractual de que nuestro rebaño es el que sigue el camino correcto
y que nuestro pastor es el único que tiene buenas intenciones.
Es muy cómodo vivir así:
las cadenas instaladas en nuestra
psique impiden que nada se remueva en nuestro interior y que el
escalofrío recorra nuestras espaldas por hacernos demasiadas
preguntas.
Y abandonados a este agarrotamiento de nuestra mente y de nuestros
instintos, podemos sentarnos en nuestro sofá y disfrutar de la
rutina hipnótica diaria:
el bombardeo incesante de impulsos
que desfilan ante nosotros en forma de millones de imágenes,
noticias y datos que ingerimos y regurgitamos sin parar, sin
llegar a digerir ni su contenido ni su mensaje, sin tiempo para
asimilar o juzgar lo que implican, ni oportunidad de asociarles
la debida carga emocional.
Es por esta falta de emociones asociadas
a la multitud de datos con que nos bombardea el Sistema que caemos
en la apatía y al final nada nos importa.
Aturdidos e insensibilizados, ni la más oscura de las verdades es ya
capaz de levantarnos del sofá y traducir la indignación en
respuesta.
Acabamos estando tan vivos como un espejo, que solo refleja la vida
procedente del exterior, rebotando sin pensar las imágenes que le
son suministradas.
Y así nace nuestro gran sueño social: ser reflejados por los demás
espejos, aunque sea devolviendo una imagen grotesca y distorsionada
de lo que somos; pero poco nos importa:
somos capaces de humillarnos por
nuestro minuto de fama, de rebajarnos hasta el esperpento con el
fin de conseguir ser reflejados por los demás ni que sea solo
una vez.
Eso nos hace sentir "vivos"...
En eso se ha convertido nuestro mundo: en algo superficial, sin
profundidad, donde la anécdota y la apariencia nos sirven de excusa
para no afrontar nuestra triste realidad.
Nos negamos a verla, preferimos creer que todo va bien y que
todo está en su lugar, aunque el mundo entero esté bocabajo y
seamos,
-
tiranizados por nuestros
sirvientes
-
matados por
nuestros médicos
-
azotados por nuestros
protectores
Pero lejos de sentir vergüenza por ello y lejos de levantar nuestros
puños para revertir la situación, dilapidamos nuestras pocas
energías atacando al que se atreva a revelarnos la verdad o a tratar
de abrir nuestros ojos.
Porque ya no somos nosotros los que actuamos: es el Sistema el que
actúa, defendiéndose a través nuestro.
Instalado en nuestra mente, defiende su territorio y su obra y nos
utiliza para sus fines.
Todos somos sus esclavos, cada uno con una función asignada.
La mayoría obedecemos, trabajamos y
servimos ciegamente, sin levantar la cabeza. Pero una pequeña
minoría es filtrada por el Sistema hacia los puestos dirigentes.
Con su lógica implacable, la maquinaria
promociona a los peores seres humanos, los menos empáticos, los
más egoístas, ambiciosos e impíos, para que alcancen los puestos
de poder y se conviertan en los gobernantes del mundo.
Su función es mantener el Sistema en pie y en perfecto
funcionamiento, por propio interés.
De todos los esclavos, ellos son los peores. En ellos no han calado
las mentiras del Sistema, creadas para nublar la mente del resto de
Individuos.
Por esa razón el Sistema les seduce, susurrándoles al oído que "son
superiores al resto y que les corresponden los puestos dirigentes",
aquellos desde los que podrán cumplir sus deseos e impulsos más
primarios: depredar a sus propios hermanos.
Para ellos no hay buenos, malos, leyes, morales, ni banderas.
Saben que todo eso son mentiras creadas
por la maquinaria para esclavizarnos. Su mundo solo se divide en
ganadores y perdedores, en depredadores y presas.
Y el Sistema les ayuda a cazar impunemente, aturdiendo a sus
víctimas para que puedan devorarlas sin piedad.
Así pues, harán lo que sea para mantener el Sistema en pie. Es el
entorno que siempre han soñado. Es su paraíso terrenal.
No es extraño que este tipo de Individuos sientan desprecio por el
resto de nosotros.
Es el desprecio que siente el lobo ante un rebaño de ovejas,
amontonadas, temerosas y sumisas, incapaces de defenderse a pesar de
ser millares, levantando balidos lastimeros de protesta mientras el
lobo les arranca la carne a dentelladas.
Muchos esgrimirán que siempre ha sido así.
Que lo que calificamos de lucha entre el Sistema y el Individuo es
la visión distorsionada y exagerada de las dinámicas naturales
surgidas de todo proceso de socialización.
Un conflicto lógico que viene produciéndose desde el inicio de los
tiempos y que seguirá de la misma manera de aquí en adelante.
Pero en eso van muy equivocados.
El Sistema utiliza de forma eficiente todos los recursos a su
disposición y ahora disfruta de instrumentos infinitamente
superiores a los que disponía, no solo hace siglos atrás, sino hace
tan solo décadas atrás.
Su poder aumenta exponencialmente y su control sobre cada Individuo
de este planeta ya no se limita al aspecto psicológico y social,
como antaño.
Pronto será algo físico y cuando queramos darnos cuenta, ya será
demasiado tarde.
Porque aunque muchos no quieran creerlo, el Sistema no es el reflejo
inerte y mecanicista de las dinámicas sociales humanas.
Hay algo más:
Actúa intencionadamente y tiene un
objetivo final: la destrucción de nuestro poder individual.
Pero entonces, si
el 'Sistema' actúa
intencionadamente,
-
¿QUÉ ES EL SISTEMA EN REALIDAD?
-
¿CUÁL ES SU AUTÉNTICA
NATURALEZA?
-
Y ante todo ¿POR QUÉ LUCHA POR
DESTRUIR NUESTRA INDIVIDUALIDAD?
Esas no son preguntas fáciles de
responder…
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