El reconocimiento y la celebración de la interconexión y de la interdependencia con toda la vida es un tema predominante en este libro, así que debo comenzar diciendo gracias a algunos de aquellos que no tienen mucho reconocimiento en la Era de Las Máquinas.
A las algas y a los árboles por llenar mis pulmones con aire fresco, al suelo por el alimento que me da cada día, al Sol tanto por su calor como por sus reflejos en los cuerpos de agua de nuestro planeta, quienes merecen el agradecimiento por hidratarme tan generosamente y por regalarme incontables baños. A las lombrices por cavar, a las abejas por polinizar y a las campánulas por repicar. ©
En lugar de escribir palabras que nunca leerán y que serán inútiles para ellos si no se actúa, el mejor modo de agradecer su incalificable contribución a mi vida y a este trabajo es defender y proteger su salud al máximo de mis posibilidades a partir de este momento, algo que no he hecho demasiado bien hasta ahora.
También hay numerosos humanos que han hecho regalos inestimables de su tiempo, pensamientos y talentos para este libro. En la parte más alta de la lista están Jess Pasteiner y Shaun Chamberlin. Jess, gracias por recordarme que la vida es una aventura maravillosa, por amarme incondicionalmente y por querer compartir tu vida conmigo. Sin mencionar la pequeña parte de tu maravilloso trabajo en este libro. Te amo. Shaun, eres un hermano para mí y no puedo agradecerte lo suficiente los días que has pasado recorriendo meticulosamente cada línea. Lo que es más importante, gracias por tu amistad. Por encima de eso, quiero decir gracias de corazón a Tom Smith y Zoe Wangler por sus comentarios, apoyo y creciente amistad.
Quiero dar un agradecimiento especial a la inspiración de Maddy y Tim Harland (y al resto del equipo) en Permanent Publications por su valor, integridad y entusiasmo para llevar este libro al mundo del modo que lo han hecho.
Espero que su valentía inspirará a otras editoriales a hacer lo mismo. Sobre todo, gracias por vuestra amistad. Un agradecimiento enorme a Jacob Stow por su fantástico trabajo y generosidad diseñando el sitio Web de este libro, a Dam Knowlson de Lightbeing Creations por su amable oferta de alojarlo gratis y a James Light por hacer esa maravillosa película con el espíritu del libro.
© En inglés, the bluebells for bluebelling. Bluebell es campánula o jacinto.
Están los que no han estado directamente involucrados en la creación de este libro, pero cuya influencia ha tenido un impacto incalificable en mi vida. Mamá y Papá, nunca os daré suficiente las gracias por vuestro amor y apoyo incondicionales a lo largo de mi vida. A Mari, siempre estarás en mi corazón, eres un hermoso espíritu.
A Fergus, es un placer simplemente saber que tus pies gravitan en el mismo planeta que los míos. A Adeline, te deseo todo el valor del mundo para tu camino y gracias por todos tus cuidados, amabilidad y mousse durante el último año. Y a otros como Dawn, Chris, Suzie, Markus y Paradox, gracias por el tiempo que pasamos juntos.
A mis más viejos amigos: Marty, Stephen, Fergie, Bernard, Hoey, Ronnie, Paddy y el resto del grupo por la vida de amistad. A mi hermana Jean y su familia. Mi comunidad - cercana y lejana - gracias por el apoyo.
Si he olvidado a alguien que no debiera, demándame con una pinta de sidra la próxima vez que te vea.
GRACIAS A LOS COLABORADORES
Querría dar las gracias de corazón a,
...por contribuir a este libro con su tiempo, energía y conocimiento y especialmente por los muchos años de trabajo y estudio que os permitieron hacer esas valiosas contribuciones.
Los resultados de vuestros trabajos son un inmenso beneficio para todos nosotros y serán esenciales para cualquier tipo de economía que venga después.
Cuando iba hacia mi primera conversación con Mark Boyle hace un año, me sentía un poco a la defensiva.
Su estilo de vida era una acusación implícita.
Sin embargo, cuando verdaderamente empezamos a hablar, descubrí que Mark estaba libre de mojigatería o autohalago. Por eso su mensaje resuena en tanta gente. Su evidente benevolencia, atención y compasión nos desarma de modo que podemos tomar lo que ha descubierto: vivir libre de dinero es un portal a la conexión, intimidad, aventura y una auténtica experiencia de vida. Lejos de ser un camino de sacrificio para cualificarte como buena, es un camino de alegría y -¿me atrevo a decirlo?
- un camino de riqueza. Una contribución de este libro es abrir ese camino a otros. A menudo oigo a la gente introducir sus pensamientos sobre la correcta subsistencia con "por supuesto, todos tenemos que hacer dinero…" Tenemos hipotecas a las que servir, facturas que pagar; hay, después de todo, un 'coste de vida'. Damos por sentado que tenemos que pagar por el mero hecho de estar vivos. Lo que muestra Mark es que esta asunción es parte de una ilusión.
Mientras que puede ser que por muchas buenas razonas elijamos usar dinero, puede que no tengamos que hacerlo. Para liberarse de esta ilusión se requiere un cambio profundo en nuestras percepciones, hábitos y creencias centrales; un cambio profundo en nuestro modo de ser en el mundo, incluso en nuestro sentido del yo. La vida monetarizada es una vida que separa a la gente de la comunidad y de la Naturaleza, canalizando nuestra interdependencia a través de un medio anónimo.
El dinero promete que, sólo si conseguimos suficiente, podemos ser independientes. Podemos ser independientes de la gente que nos rodea:
Podemos ser independientes de la naturaleza que nos rodea:
Entonces aquí hay otra ilusión: en realidad no podemos lograr la independencia vía el dinero.
Todo lo que podemos hacer es transferir nuestra dependencia de un lugar a otro: de la gente y los lugares que nos rodean al dinero y las instituciones distantes con las que él nos asocia. De hecho, somos seres conectados, completamente dependientes del resto de la vida para sostenernos. Buscando el señorío sobre la Naturaleza, trascender la Naturaleza, la humanidad civilizada ha negado esta dependencia durante mucho tiempo.
El dinero ha sido parte de la ilusión de dominio. Pero hoy nos movemos hacia una era ecológica, buscando reunirnos con el círculo de vida en todas sus dimensiones - ecológicas y sociales.
Mark Boyle nos ofrece una forma de hacerlo. El círculo de vida es un círculo de don. Excepto en esos casos raros de trueque, vivir libre de dinero reconecta a la persona con la experiencia inmediata de dar y recibir, y a los lazos que resultan de la experiencia. Al recibir un regalo, se siente gratitud hacia quien nos lo ha dado, hacia la comunidad del que nos lo ha dado o incluso hacia el universo y con ella el deseo de dar. Al dar un regalo, se siente también una conexión: una libertad de pedir algo de, y recibir de, la persona, la comunidad o el planeta.
Mientras que una transacción monetaria es una relación cerrada, terminada tan pronto como se paga, una relación de don está abierta. Los regalos crean lazos, conexiones. Ésta, y no alguna exculpación imaginada de los pecados de la sociedad industrial, es la mejor razón para vivir libre de dinero.
Nada de esto significa que vivir libre de dinero es el único modo de entrar en el espíritu del don. Después de todo, el dinero en sí mismo puede ser dado como un regalo. Sin embargo, el dinero tal como lo conocemos está cargado de estados de consciencia nocivos y de desconexión que son contrarios al espíritu del don: escasez, ansiedad, avaricia, competición. Vivir libre de dinero es por tanto un atajo hacia el espíritu del don.
¿Qué pasa con el nivel colectivo? ¿Podemos construir una sociedad sobre el espíritu del don? ¿Y sería necesariamente una sociedad libre de dinero?
Quizá sí a largo plazo, pero incluso así necesitaríamos algún modo de hacer circular varias formas de riqueza, coordinar el trabajo en vastas distancias sociales y dirigir la creatividad humana hacia un propósito común.
El dinero, aunque cada vez más disfuncional hoy, tendría que realizar estas funciones. En una sociedad más iluminada, el dinero lo haría mientras se evoca un nuevo conjunto completo de intuiciones sobre la riqueza, la seguridad y la naturaleza del trabajo y un modo diferente de ser y de relacionarse con el mundo. Desde luego, yo y muchos otros teóricos estamos trabajando en cómo transformar el dinero de modo que ya no sea un enemigo de la ecología, la sostenibilidad, la justicia y la abundancia. Por eso pienso que el trabajo de Mark tiene una significación que va más allá de meramente describir una forma de vida más gozosa y conectada. También está contribuyendo al trabajo psíquico preliminar de un nuevo sistema - incluso si ese sistema incluye algo que podríamos llamar dinero.
La revolución ante nosotros sólo merece la pena adherirla si va a las profundidades que Mark ha explorado: la rendición al flujo de la vida, el reconocimiento de la generosidad como un principio nuclear de la naturaleza humana, la confianza de que cuando doy, recibiré.
Tengo la esperanza de que este libro intensifique la creencia de los lectores en la posibilidad de un mundo semejante.
Charles Eisenstein Agosto 2012 Autor de Economía Sagrada - Dinero, Don y Sociedad en la Era de Transición.
Más que amor, dinero o fama, dame confianza -Henry David Thoreau
Íbamos caminando sobre la nieve crujiente de enero una tarde de cielo azul, mi pequeña mano sobre la suya, cuando mi mamá me dijo que Santa Claus no era real.
Lo dijo con cariño por supuesto, una pizca de amor duro para salvarme de la ignominia de contar a los más espabilados lo que me había traído por Navidad. Pero tenía 7 años y medio y ya había comenzado a cuestionarme la credibilidad de ese rollizo economista. Mis sospechas comenzaron cuando tenía 4 años.
Hasta entonces, Santa me daba incondicionalmente, como el pecho de mi propia madre había hecho, sin tener en cuenta si era travieso u obediente. Cuando se acercaba mi quinta Navidad, me acuerdo que me dijeron que las cosas no eran tan sencillas con el grandullón y que no me merecía su amabilidad hasta que no fuera un buen chico.
El amor de Santa, y la vida con él, parecía estar volviéndose poco a poco condicional. Pero los niños saben que tal condicionalidad no es el camino de la Naturaleza (la zarza nunca me preguntó si había sido buen chico antes de darme sus moras, ni el arroyo sus aguas), así que me olí algo. Pero me temía que si continuaba con las dudas habría una repentina disminución de juguetes nuevos, así que durante dos años y medio eliminé esos pensamientos, me callé y seguí con la historia fantástica.
Los niños pueden ser también muy astutos.
A pesar de mis fuertes sospechas, me acuerdo que tuve varias emociones cuando mi mamá me confirmó mis dudas. La mayoría de los sentimientos se manifestaron como preguntas. Si Santa no era real, si no era más que un mito que todos los niños creían - o que decidíamos mantener porque veíamos un beneficio en ello - entonces ¿de dónde venían todos esos juguetes que estaban en el árbol de Navidad? ¿Quién los hacía si no eran los ayudantes de Santa?
El sentimiento de dolor creció rápidamente. ¿Por qué las personas que me querían me habían mentido durante tantos años? ¿Por qué creían que decirme que esa entidad extraña de ficción me había traído los juguetes sería mejor que decirme la verdad: que había sido mi familia quien me los daba? ¿Era que mis padres querían darme lo que muchas religiones consideraban el más puro de los regalos: aquel que no espera gratitud o reconocimiento, "la auténtica caridad es la anónima"? (1) O ¿nuestra cultura había transformado esta historia en un lección gradual de condicionalidad, una aclimatación creciente a la esfera económica a la que mi escolarización ya me estaba preparando?
Una vida en la que sólo daría o me comportaría de cierta manera si recibía algo a cambio. ¿O era más simple que todo esto: una sociedad que va inconscientemente pasando y reviviendo una antigua historia manipulada por los departamentos de marketing sin preguntarse si este mito renovado les sirve o no? Como todos, en el fondo quería saber la verdad por desconcertante que fuera. La verdad es siempre mejor que una historia, eso me ha empujado a escribir este libro. La verdad a la que tenía que enfrentarme es que Santa Claus no era real. Sólo era un mito inventado, pasado de una generación a otra, del mismo modo que se ha hecho con los conceptos de bien y mal y con la creencia de que lamer los testículos de un macho cabrío es un remedio para la impotencia.
Exactamente como el dinero. Esta última verdad fue a la que quise enfrentarme a los veintimuchos. Lo creas o no, el concepto de dinero - esa moderna manifestación numérica de nuestras ideas sobre crédito y débito - no es más que una historia como la de Santa Claus y sus encarnaciones previas.
En una ocasión, cuando preguntaron a Daniel Suelo (2), que vivió durante más de doce años sin un céntimo en EE.UU., sobre la decisión de vivir sin dinero dijo:
… decir que vivo sin dinero es no decir nada realmente. Es como decir que vivo sin creer en Santa Claus. Ahora, si vivimos en un mundo en el que todos creen en Santa Claus, puedes pensar que me la estoy jugando por vivir sin él.
¿Por qué la necesidad de dinero es un mito?
Tómate un minuto para mirar a tu alrededor. Intenta encontrar una cosa que no se consigue con dinero. Apuesto que no puedes. Incluso si cultivas tus propios alimentos, pagas por las semillas y pagas por las herramientas. Y éste es el poder que hemos dado al dinero - hemos llegado a creer que lo necesitamos, que dependemos de él para sobrevivir.
El hecho de que hayamos diseñado esta impersonal y destructiva economía alrededor de él sólo sirve para perpetuar semejante ilusión. La historia cultural que constituye el dinero tiene tal poder de agarre en nuestras mentes que hemos llegado a creer que no es posible vivir sin él. Observando las acciones de la humanidad, podría parecer que vivir sin aire limpio, agua fresca y suelo fértil se considera sólo un reto moderado en comparación con vivir sin dinero.
Se ha extendido la extraña creencia de que el dinero nos provee cuando en realidad es la Naturaleza (incluyendo a los humanos) la que lo hace. Que debemos depender del dinero es simplemente otra ilusión, a la que damos poder sólo porque colectivamente acordamos creer en ella. Incluso Adam Smith, el padre de la economía moderna, dijo que "el dinero es una cuestión de creencia" (3).
Creemos en él porque la experiencia nos ha enseñado que podemos obtener cosas a cambio de él y cada vez que ejecutamos ciertos rituales (firmar un cheque, comprar con tarjeta) de esta historia reforzamos la creencia y su arraigo en nuestras mentes.
La moneda Fiat (4), la forma de dinero más común en este momento, no tiene valor intrínseco como para usarla como medio de intercambio, lo que significa que a menos que creamos en las historias sociopolíticas, culturales y económicas que van con ella puede convertirse de la noche a la mañana en algo sin valor alguno, tal como desgraciadamente han descubierto los países que han sufrido una hiperinflación. Si nuestra cultura deja de creer en los mitos que apoyan el dinero - y las crisis ecológicas, sociales y financieras convergentes que nos fuerzan a hacerlo - los billetes en el banco (que en un sistema de reserva fraccionada no son muchos) no tendrían más valor que el que tienen para hacer un fuego. Que es, creedme, mucho menor que el de un trozo de corteza de abedul.
Uno de los mitos que apoya el dinero es que nuestros saldos bancarios serán siempre canjeables por bienes y servicios con un valor intrínseco como verduras o una mesa. Sin embargo, en un mundo en el que casi todo nuestro capital natural y social ha sido fundido en números, quedando cada vez menos "activos" físicos y culturales por liquidar, tal creencia debería ser cuestionada muy pronto.
Cuando los ríos estén desprovistos de salmones y llenos de contaminantes, cuando la invasión de nuestros bosques y océanos sea completa, cuando nuestro suelo esté completamente exhausto y hayamos convertido en desierto una buena parte de la Tierra, "todo lo que quedará es frío dinero muerto", como advirtió el mito del Rey Midas hace siglos. Estaremos muertos, pero muy muy ricos"(5).
Otro mito es que tú y yo estamos separados. Cuando la ilusión de este mito caiga (y uno de los objetivos de este libro es ese), que te facture por los dones que traje al mundo (dones, recuerda, que originalmente me fueron dados) no es menos ridículo que facturar al árbol por el nitrógeno de mi orina que le di cuando hice pis en él y que él me facture por el oxígeno que produce para que yo respire. La Naturaleza, como yo, aborrece la burocracia y la administración, así que simplemente da sin condiciones, no gasta energía en contabilizar y en vigilar, en vez de ello sigue haciendo aquello para lo que ha nacido.
De hecho, su eficiencia monumental se debe a que nada - ni las bacterias, ni los pájaros, ni las algas - se contabiliza. Y deberíamos estar agradecidos por ello - hay tantos millones de interacciones teniendo lugar en cada metro cuadrado de suelo en cada momento que todo nuestro mundo colapsaría si intentáramos contabilizarlo.
No hay nada malo en las historias mientras que continúen siendo útiles para nosotras y para nuestro hábitat y que podamos recordar una cosa: sólo son historias y podemos crear otras mejores si sentimos que son más apropiadas para el mundo al que nos enfrentamos.
Si creer en el mito de Santa Claus o del dinero o de lamer los testículos de un macho cabrío nos ayuda a vivir una vida más satisfactoria, más libre y más saludable de forma que el resto de la comunidad puede permitirse las mismas oportunidades, entonces estoy totalmente a favor. Si no, ¿no sería más inteligente empezar a crear nuevas historias que sean más útiles? ¿Qué pasaría si las historias (tal como la creencia del yo separado que exploraré a lo largo del libro) que originan dinero resultaran estar basadas en nada menos que las delusiones destructivas de la humanidad? ¿Qué ocurría si te dieras cuenta de que el concepto mismo de dinero, en vez de su objetivo inicial supuestamente funcional, condujera inevitablemente a que la Tierra y su biosfera se convirtieran en inhabitables para los humanos y muchas otras formas de vida? ¿Continuarías con una historia tan destructiva o querrías crear una nueva, una historia que funcione para tu Época y para los retos específicos a los que se enfrenta tu gente?
A lo largo de este libro, cuestionaré los mitos que reposan en los cimientos del nacimiento del dinero para destacar sus consecuencias nocivas que fueron inevitables desde su misma creación, pero que se han hecho evidentes sólo a posteriori y - aún más importante - para pedirte que ayudes a que la humanidad haga surgir nuevas historias, modos diferentes de hacer las cosas que tengan sentido para el mundo que tenemos delante hoy.
Un autor reticente
He descubierto que cuanto más aprendo en la vida menos sé o menos podré saber.
Parece arrogante escribir un libro que podría sin querer dar la impresión de que yo - un hombre que sólo comienza a comprender realmente las partes más básicas de sí mismo - tenga alguna respuesta a los enigmas de la humanidad actual. Así que escribo este libro con cierto grado de reticencia.
Vivimos en un mundo de numerosas culturas humanas, a pesar del hecho de que han sido inexorablemente homogeneizadas por la hegemonía cultural e imperialista que ha sustituido sus formas más tradicionales y que se ha convertido en sinónimo de globalización. Entre ellas hay una miríada de subculturas, todas en relación con convenciones ecológicas y sociales demasiado complejas para poder de ninguna manera captarlas intelectualmente. Somos un conjunto de linajes con diferentes creencias espirituales y religiosas y con historias profundamente arraigadas que vienen de ellas.
Durante milenios nuestro planeta ha sido rebanado en naciones con fronteras que han desarrollado sus propias leyes, niveles de desarrollo, etiquetas sociales, mitos culturales, expectativas, cuestiones de género y sexo, adicciones físicas y emocionales, microclimas y complejidades financieras. Incluso en esos grupos demográficos diversos las personalidades varían ampliamente. La misma nación es el hogar de Noam Chomsky y de Rupert Murdoch.
A pesar de las vastas diferencias hay mucho más que une a cada uno de nosotros. Vivimos en un planeta, en una biosfera y nuestros destinos son interdependientes. Juntos nos enfrentamos a un smörgåsbord de retos sociales, ecológicos y económicos de escala verdaderamente épica y tenemos en común alguna de las historias que los ha originado.
Estas crisis convergentes - que nos proporcionan la oportunidad más apasionante de reconsiderar y fundamentalmente cambiar el modo de vivir (en el Occidente global) para beneficio de toda la vida - no tienen una panacea, con una posible excepción: el cultivo de una nueva actitud y espíritu para vivir nuestras vidas, un simple cambio de lentes para percibir el mundo.
Aunque quitarnos colectivamente las lentes de ¿cuánto puedo obtener? por otras con la etiqueta ¿cuánto puedo dar?, ¿cuánta gente puedo hacer reír hoy? o ¿cómo podemos trabajar juntos para alimentar y sostener la vida que nos rodea? no rompería los Nudos Gordianos del caos climático, del agotamiento de recursos y de las bandas de chicos generadas por la televisión, supondría un punto de partida crucial. Tómate un momento y piensa en ello. Imagina cómo serían nuestros días si viviéramos nuestras vidas con una perspectiva y un enfoque tan frescos.
Ninguno de nosotros entiende lo que hay por delante, pero promover un compromiso incondicional para ayudarse mutuamente a través de todo, venga lo que venga, es un prerrequisito bastante útil para cualquier otra solución más técnica. Si no podemos encontrar una forma más solidaria, respetuosa, satisfactoria y con sentido de vivir juntos ¿qué sentido tiene seguir existiendo? A parte de sugerir una perspectiva de vida tan nueva y radical, no afirmo tener ninguna de las respuestas a los monumentales retos de la humanidad. Es verdad que tengo una perspectiva peculiar y única del mundo después de haber hecho un extraño proceso que partió de ser un graduado en negocios abiertamente consumista a ser alguien que ha vivido sin dinero durante casi tres años dándome la oportunidad de experimentar ambas perspectivas y de ver qué historia me llena más.
Resultó ser un esfuerzo que alteró mi vida (6), me hizo darme cuenta de que no hay una respuesta global y la lógica que reside tras el pensamiento de que debe haberla es precisamente la misma lógica que nos ha conducido al caos. Las respuestas a los retos que nos enfrentamos debe ser locales y las historias deben adaptarse para cubrir las necesidades de la gente de cada lugar específico.
Dicho esto, en los próximos capítulos me gustaría hacer dos cosas. Profundizaré en la que creo es una de las causas raíz de nuestros aparentemente irresolubles dilemas y exploraré uno de los mitos que nos ha llevado a este punto de inflexión en la historia de la humanidad. Un mito que casi todas las culturas, naciones y creencias del mundo han comprado, quizá el cuento más omnipresente de la historia de nuestra especie.
Al sugerir posibles soluciones a los retos que nos esperan sólo pretendo animarte a reconocer que la economía monetaria no es el único tipo de economía que podemos elegir y a considerar si son necesarios o no otros modelos económicos para este período único de la historia del ser humano. Después de todo ya no estamos en el 16.000 A.C., entonces ¿por qué continuamos estúpidamente perpetuando rituales que surgieron de mitos culturales que fueron relevantes y útiles para aquel estado de la evolución, pero que podría decirse que ya no son apropiados ahora?
Independientemente de si adoras u odias el dinero, sus beneficios son ampliamente reconocidos y es indudablemente uno de los conceptos más revolucionarios que hemos concebido y que ha proporcionado un escenario para todos los cambios revolucionarios subsecuentes que han moldeado el mundo de hoy. Lo que yo pienso es totalmente insuficiente, pero es una concienciación y comprensión profundas de cuáles son para nosotros las consecuencias personales, sociales y ecológicas del dinero.
Uno de mis objetivos será explicar porque creo que la humanidad necesita ir más allá del dinero y la subyacente mentalidad de intercambio formal, si queremos tener un futuro a largo plazo en este planeta que valga la pena.
La raison d'être de este libro no es sólo explicar las razones que pienso que tenemos para necesitar un examen de nuestra relación con el dinero. El objetivo último es proporcionarte un menú completo de modos de cubrir tus necesidades sin dinero (o al menos ser menos dependiente de él); modos que te permitirán tener más control sobre tu vida y toda la creatividad que puedas manejar; cómo puedes limitar tu impacto negativo - y aumentar el positivo - sobre el resto de la Naturaleza y sobre tu comunidad; cómo liberarte de un trabajo que ya no te gusta; o simplemente encontrar caminos hacia partes de ti que ni siquiera sabías que existían.
Todos tenemos nuestras propias razones para desear reducir nuestra independencia del dinero o simplemente gastar menos. La mía, y muy personal, fue reconectar con mi tierra base y con la gente y las criaturas con las que la compartía ya que creía firmemente que hasta que no reconectara, la verdadera sostenibilidad y los modos no explotadores de vida serían simplemente temas de conversación en las pausas para el café.
Ahora mis razones para ir más allá de la economía monetaria parecen crecer cada día y exploraré esto en el próximo capítulo. También me di cuenta de que quería vivir en libertad, de un modo en el que permitiera al resto de la vida con la que comparto el planeta tener la misma oportunidad. Libertad y felicidad ganadas a expensas de las de otro no son la libertad y la felicidad que quiero.
Sé que para mucha gente las razones son más urgentes y menos presuntuosas: ya no tienen trabajo. Las pesadas hipotecas sobre sus casas suponen que no pueden trasladarse a un lugar donde haya trabajo. Otros simplemente quieren vivir fuera del sistema y retomar algo de la libertad que sienten que les están robando cada vez más.
Más aún, están indignados por la privatización de los procesos de creación de dinero mientras algunos se están preparando para un escenario apocalíptico tanto financiero como ecológico. Éstas son, sobretodo, razones prácticas, pero como mucha gente me ha dicho, también luchan por una vida sin dinero por razones espirituales.
Ninguna de estas razones para cuestionarse la relación con el dinero es mejor ni peor que otra, todas son válidas. Esta herramienta líquida, que debería existir para servirnos, se ha convertido furtivamente en nuestro dueño dañándonos a muchos niveles y a cada uno de forma distinta.
Creo que ya ha tenido su utilidad, habiéndonos llevado a un punto en nuestra evolución colectiva donde podemos decidir comenzar un movimiento más allá de la economía del dinero, y hacia una economía local del don que describiré en el capítulo 2.
Todo arte es propaganda
Hay un par de cosas que querría pedirte que tengas en cuenta al leer este libro.
La parte más práctica de él - capítulo 5 en adelante - describe el abanico de ladrillos que, a menudo sin saberlo, ya tienes a tu disposición para un nuevo diseño de la sociedad humana. Los pioneros han dedicado sus vidas a las diversas partes de la economía local del don; de hecho muchas de las potenciales soluciones ya han sido probadas y están esperando a que las dibujemos dentro de un modo holístico de vivir y lo que es más importante, a que las promulguemos.
Cuando es posible describir cómo hacer algo completamente, por ejemplo preparar tu propio champú o recolectar tu propio lubricante sexual silvestre, lo hago. Sin embargo, algunas de las soluciones libres de dinero ¥ que se presentan en los próximos capítulos tal como los pequeños huertos en la ciudad son en sí mismas un libro completo y cuando es el caso mi único objetivo es dar un vistazo sobre su potencial para ver si cautiva al rabillo de tu ojo.
Si lo hace, verás que he referenciado los libros u otras fuentes (a menudo con una nota) que según mi experiencia te darán una información precisa y completa sobre el elemento de la economía libre de dinero que yo sólo he tocado por encima. Sea grande o pequeña la solución, todas son importantes.
¥ Nota de la traductora: el término "moneyless" en inglés se ha traducido como libre de dinero para transmitir la idea que subyace en la filosofía de Mark Boyle. Por la misma razón, "free" cuya traducción en castellano es tanto libre como gratis y sin (sugar free = sin azúcar) se ha traducido mayoritariamente como libre.
Describiré aquí y allá algunas partes del set de herramientas como herramientas transicionales, elementos que tenemos que usar (sean residuos de la basura, Internet o dinero) como excepciones que nos ayudarán a desarrollar vidas sostenibles para el futuro.
He intentado encontrar un equilibrio entre idealismo y realismo, pero no es fácil así que pido perdón si no siempre soy justo.
Cuando comiences a explorar este camino, rápidamente te darás cuenta de que tienes aún más herramientas disponibles de las que encontrarás en este libro, porque muchas de ellas serán locales, específicas de tu tierra, tu gente, tu vida. Mi esperanza es que este libro te proporcione los cimientos y la confianza para cocrear tu propia economía libre de dinero (o al menos una economía menos monetizada) con otros de tu comunidad local.
Y hay buenas razones para tener confianza - si he sido capaz de vivir sin necesidad de dinero, confía en mí, cualquiera puede. En el mejor de los casos, estoy en la media de habilidad y de inteligencia y personalmente conozco mucha gente más capaz de hacerlo que yo. No es falsa humildad o desvalorización, sino un hecho.
No es una regla aplicable a todo el libro y no significa que sea prescriptiva. Seas voluntario, vendedor, activista o manager de un fondo de cobertura; quieras ayudar a proteger los sistemas ecológicos del planeta o tus propios ahorros, este libro es simplemente una propuesta para ayudar a cualquiera que lo encuentre útil.
Más importante aún, toma todo lo que digo con una pizca de sal. George Orwell dijo una vez que "todo arte es propaganda". Aunque haga esfuerzos para decir sólo la verdad tal como la interpreto, no puedo garantizarte que mis propios sesgos no estén aquí también.
De cualquier modo, si distingues la paja de la propaganda en estas páginas, sacúdela y quédate con los granos de verdad que queden.
Bien repites las mismas doctrinas convencionales que todo el mundo dice o bien dices algo verdadero y que sonará como si viniera de Neptuno. -Noam Chomsky
Hace poco estuve en una cena en la que las servilletas de papel representaban billetes de diez libras.
Extrañamente serena, perturbadoramente familiar, la cara de la Reina nos miró a todos desafiándonos a limpiar nuestras mugrientas caras con el que se ha convertido en uno de los símbolos más sagrados. Nadie lo hizo; las servilletas permanecieron tan lisas e imperturbables como lo estaban cuando llegué. Hay algo que te hace sentir mal en el hecho de usar un billete de diez libras, incluso su imagen, para limpiarte la boca.
Tómate un minuto para pensar en este párrafo y comenzarás a ver cómo el concepto de dinero nos está volviendo absoluta y cruelmente locos. Si esas servilletas hubieran sido del tipo blanco inmaculado que te colocan con cada café, hamburguesa, coctel y trozo de pastel, del tipo que flota en el fondo de cada experiencia culinaria en el exterior; en ese caso, apostaría a que no nos hubiéramos pensado dos veces el usarlas e inmediatamente tirarlas.
Somos felices triturando innumerables árboles a conveniencia del sector alimentario, sin embargo dudamos en limpiarnos la cara con algo que tenga la mera imagen de un billete de diez libras.
Dinero - ese concepto sin alma, vacío, arbitrario, sujeto a los mercados y la inflación, que en sí mismo no es bueno ni para alimentarnos, ni para cobijarnos ni para amarnos - se ha convertido en algo con más sentido, más valor y más sagrado en nuestras vidas que los árboles - que nos proporcionan oxígeno, agua, comida, sombra, cobijo y suelo.
Estamos en Alicia en el país de las maravillas donde nada es lo que parece y nada es como debería ser. Vivimos en la delusión total sobre lo que necesitamos para vivir una vida nutritiva y con sentido y nuestra delusión está destruyendo no sólo nuestra capacidad para hacerlo, sino la del resto de las especies del planeta.
Como dice el proverbio de los indios Cree parece que,
Considerando su poder sobre nosotros, te preguntarás porqué en 2008 decidí abandonar ese rumbo e intentar algo diferente.
Cuando decidí empezar a vivir libre de dinero - o como prefiero llamarlo, empezar a vivir con los tipos de economía del don local que revisaré en el capítulo 2 - lo hice por una razón fundamental: la mayoría del sufrimiento y la destrucción en el mundo - granjas fábrica, explotación laboral, deforestación, extinción de especies, agotamiento de los recursos, aniquilación de pueblos indígenas y sus culturas - son síntomas de una cuestión mucho más profunda.
Hasta donde podía ver, sólo pueblos desesperadamente inconscientes de su íntima conexión con el resto de la vida del planeta pueden comportarse de la forma que lo hacemos y sólo pueblos rodeados de potentes distracciones no podían sentir las heridas profundas que este comportamiento está provocando. El dinero no sólo nos permite permanecer escudados ante los horrores que resultan directamente de nuestros hábitos de consumo, sino que es la más poderosa de las distracciones.
A medida que el tiempo me permitió tener más experiencias y lecciones viviendo más allá del dinero, las razones para hacerlo alcanzaron una escala más infinita. Embebidas en el uso del dinero hay distracciones y desconexiones que yo no podía ni imaginar. La lista es interminable y no podría incluirlas todas aquí. En las páginas que siguen he recogido las que creo más importantes considerando las consecuencias del dinero sobre nuestro ser físico, mental, emocional y espiritual y los efectos subsecuentes en el estado de nuestra sociedad y de nuestro planeta.
Sin embargo, todo parecía reducirse a un simple punto: vivir libre de dinero cambió mi manera de ser. Existir fuera de la economía monetaria me permitió sentarme en el flujo orgánico de la vida y reconocer la totalidad interconectada; me permitió experimentar un sentido diferente del ser.
Estamos aquí para despertarnos de nuestra ilusión de separación. -Thich Nhat Hanh
La filosofía libre de dinero y la delusión del ser
La humanidad no ha tejido la red de la vida. No somos más que una hebra en ella. Lo que hagamos para la red, lo hacemos para nosotros mismos. Todas las cosas están unidas. Todas las cosas están conectadas. -Jefe Seattle
Independientemente de si crees en que la historia del dinero nos sirve o no - seas capitalista o socialista, hippy o yuppy, cristiano o budista - probablemente inviertes la mayoría de tu vida queriendo un poco más.
Considerando que todo el mundo dice con la boca pequeña el adagio de que el dinero no da la felicidad y que no es exactamente célebre por mejorar el carácter de aquellos que tienen cada vez más en sus manos, te preguntarás qué maldito atractivo encontrará todo el mundo en el dinero. Pero lo encontramos. Nos encanta y envidiamos a aquellos que tiene mucho. Incluso damos nuestro tiempo - esos preciosos y finitos momentos que conforman la totalidad de nuestras vidas - a cambio de él, independientemente de cuánto tengamos ya y lo horrible o desoladora que pueda ser la tarea.
Parece que todo el mundo quiere más dinero. Todos somos Spike Milligan cuando bromeaba diciendo "todo lo que pido es una oportunidad para probar que el dinero no puede hacerme feliz".
¿Qué tiene el dinero que lo hace tan atractivo? La vida fácil que promete, quizás - una bonita casa, un coche, buenos colegios para los niños; bonita ropa, vacaciones, comer fuera una o dos veces por semana. Todas éstas son en sí aspiraciones comprensibles, pero no fueron lo que llevó a Buda a comprender que son únicamente cosas que podemos tener. El dinero puede sin duda jugar un papel crucial en el cambio del mundo que nos rodea, pero ¿puede realmente cambiar cómo podemos ser? Y ¿qué es lo que queremos ser?
No hay un modo "natural" de ser un ser humano. No somos inherentemente avaros ni inevitablemente destructivos. Haciendo un repaso por las culturas que mueren en nuestra periferia te diré rápidamente que hay infinitos modos de vivir como ser humano y el modo influye en la forma de comportarnos.
¿Quién eres? Quizá una madre, un profesor o un abogado. Eres tu ego, tus recuerdos y tu imaginación. Eres tus deseos, tus miedos y tus alegrías. Eres un abanico de expresiones en cada momento. Compasión. Amor. Creatividad. Preocupación. Un grano en el culo. Espontaneidad. Honestidad. Integridad, verdad. El espíritu humano es potente.
¿Se acaba ahí? ¿Dónde termina tu percepción del yo? ¿En los límites del espíritu humano o en los del cuerpo? Probablemente sabes que tus piernas son parte de ti. Pero ¿qué hay de las bacterias de tus intestinos o de tu colon que son formas de vida supuestamente independientes de ti, pero que son también una parte de ti terriblemente importante e interdependiente?
¿Ya no está tan claro, verdad? Considera el agua que bebes del arroyo (o por ahora, del grifo) - ¿consideras que es parte de ti? Una vez en tu interior es entre un 30 y un 90% de tu cuerpo, así que deberías considerarla parte de ti. Pero, ¿qué pasa en el segundo antes de que la cojas en tus manos y la bebas, cuando todavía está etiquetada como arroyo?
¿Todavía está separada de ti entonces? O ¿cuándo la tragas? O ¿cuándo llega a tu intestino antes de ser absorbida y conducida a la sangre? ¿Qué pasa si escupes en un vaso de agua - dudarías entonces en beberlo porque el escupitajo ya no parece ser parte de ti a pesar de que tragas esa misma saliva cada vez que bebes?
A donde quiero llegar es que la frontera de nuestro sentido del yo parece muy borrosa y mal definida. Podemos pensar en nosotros mismos como un "objeto discreto", unido por la piel (lo que Alan Watts describe como "el ego encapsulado por la piel") (7), pero es difícil de justificar cuando incluso la piel está constantemente intercambiando átomos y energía con el amplio entorno.
Nadie es una isla, en vez de ello somos una parte de un flujo de energía, comida, agua, minerales, radiación y más, pasando constantemente de dentro a fuera y a través de nosotros, la mayoría sin respeto alguno por la frontera de nuestra piel. No somos un "objeto" más cohesionado que una ola en el océano. Como una ola, somos una forma a través de la que muchos objetos (en aquel caso, moléculas de agua) pasan. Identificar el propio yo con las moléculas que están dentro de tu piel ahora mismo no es más apropiado que identificar un océano con las moléculas que están en su forma en un momento dado.
Lo que es real es la interdependencia. Está claro que si el arroyo del que bebo está envenenado moriré. Si el suelo bajo mis pies está desnudo, desprotegido, al final pasaré hambre. Y por tanto en un sentido real, claro y práctico, soy uno con ellos - como las bacterias de mi colon son parte de lo que es necesario para que mi forma como ser humano vivo continúe con vida.
Chamanes y místicos, librepensadores y tribus han estado dando la lata con la unidad desde el alba de la humanidad, pero la idea tiene crédito en el mundo moderno sólo desde los 60 con la teoría de Gaia de Lovelock. No somos, como la cultura contemporánea nos quiere hacer creer, gloriosos seres separados del salvajismo de la Naturaleza. En lugar de ello somos gloriosos seres inherentemente parte de la gloriosa Naturaleza, una interconexión que hace que el arroyo sea tan parte de ti como la carne, la sangre y los huesos que te constituyen en este preciso instante.
Al nivel fundamental, de las partículas, somos todos lo mismo - diferentes combinaciones de los mismos elementos básicos (tal como oxígeno, carbono y nitrógeno). ¿No ampliaríamos nuestro sentido del yo para abarcar toda la vida?
Albert Einstein lo presentó maravillosamente,
Un ser humano es parte de un todo llamado por nosotros universo, una parte limitada en el tiempo y en el espacio. Nos vivimos a nosotros mismos, a nuestros pensamientos y sentimientos como algo separado del resto. Una especie de delusión óptica de la consciencia. Esta delusión es una especie de prisión para nosotros, restringiéndonos a nuestros deseos personales y a tener afecto por unas pocas personas cercanas a nosotros.
Nuestra tarea debe ser liberarnos de la prisión ampliando nuestro círculo de compasión para abarcar a todas las criaturas vivas y a toda la naturaleza en su belleza. El verdadero valor de un ser humano viene determinado por la medida y el sentido en el que se haya liberado del yo. Vamos a necesitar un modo considerablemente nuevo de pensar si queremos que la humanidad sobreviva.
El sentido humano del yo es integral a nuestro comportamiento y al modo según el cual decidimos construir nuestras vidas. Está reflejado en nuestras instituciones, nuestros valores sociales y nuestras estructuras de poder.
Si no nos vemos conectados, o dependientes, de nuestra comunidad ¿por qué preocuparnos de alimentarla? Si no nos vemos conectados o dependientes de la Naturaleza, ¿por qué preocuparnos de preservar su esplendor y generosidad?
La cultura moderna ha desarrollado y animado un sentido del yo que implícitamente niega estas conexiones y dependencias integrales - implícitamente niega la totalidad - y el resultado de ello nunca ha sido más claro: deforestación, desertización, extinción de especies, contaminación de aire y agua; aumento de las tasas de cáncer, asma, diabetes, patologías cardíacas y obesidad; aumento del suicidio, depresión, drogas y violencia; culto a la celebridad, obsesión con la belleza física, miedo a la muerte.
Todo esto es inmensamente insano y mi argumento es que surge directamente de personas analfabetas en la naturaleza, perdidas en el entendimiento de sí mismas, desconectadas de sus comunidades y almacenes de conocimiento y terriblemente equivocadas sobre su lugar en el mundo.
Éste no es un libro sobre el yo, es sobre el dinero, pero preguntarse dónde están las fronteras del yo es una base crucial para entender la llamada a ir más allá de la economía monetaria. La gente asume que tengo que estar de acuerdo con el mal citado adagio de "el dinero es la raíz de todo mal". Pero no. En lugar de ello, propongo que es nuestro desilusionado sentido del yo la raíz de muchas de nuestras actuales crisis personales, sociales y ecológicas. El dinero es el instrumento para mantener y afirmar esta delusión.
El dinero es tanto la gallina como el huevo en relación con este delusivo sentido del yo. Aunque se originó como un mero síntoma de la ilusión de separación entre nosotros y el resto de la vida, y la consciencia de conceptos como deuda y crédito surgieron de ahí, ha perpetuado y en buena manera intensificado nuestro sentimiento de desconexión con el resto de la vida incrementando los grados de separación entre nosotros y lo que consumimos. Esto crea una delusión aún más potente y síntomas más severos.
Por tanto, juega un papel importante en la contribución de los actos destructivos que cada uno de nosotros realiza cuando ponemos los estrechos intereses de nuestro ego encapsulado en piel por encima de los intereses del todo, nuestro yo holístico.
¿Por qué esto es importante? El lugar en el que pongamos los límites entre nosotros y el resto tiene enormes implicaciones para los problemas personales, sociales y ecológicos a los que nos enfrentamos. Nuestro actual modelo económico monetario funciona parcialmente basándose en que actuaremos en lo que Ayn Rand (8), y otros como Adam Smith antes que ella, describe como nuestro interés personal racional. Pero ¿qué pasaría si las fronteras del yo no son tan claras como Rand y el resto asumieron en principio?
Los términos interés personal racional y egoísmo tienen un significado muy diferente bajo un sentido del yo expansivo, holístico. Si una persona percibe que su yo es la totalidad, entonces actuar en su propio interés supondría tomar decisiones en las que cuidar de sí misma significa proteger los ríos, la atmósfera, el suelo y los bosques que proporcionan hidrógeno, oxígeno y minerales, elementos físicos de lo que defines como Yo.
Redefinir y expandir las fronteras del yo supondría también que cobrar a otros humanos por los dones que aportas al mundo y que a ti se te han dado sea tan ridículo como que tu pene o tu clítoris cobraran a tus rodillas por tener un orgasmo.
¿Puedes imaginar un mundo así?
La cultura monetaria
Al contrario del tiempo lineal que nuestra cultura actual nos obliga a vivir, la vida es una serie de ciclos.
Es más, mientras que en un sistema lineal se empieza en un lugar y se termina en otro, los ciclos se alimentan unos a otros. Recogemos lo que sembramos y de lo que recogemos sembramos. Por supuesto, esto significa que se necesita un cierto grado de cuidados y de atención para asegurar que recoges algo de valor; así como un alto grado de autocontrol para asegurar que los ciclos tienen suficiente energía para sostenerse por sí mismos.
La civilización Occidental ha decidido ser la campeona de lo lineal, una infraestructura que requiere una entrada arbitraria que a la larga se transformará y que será vomitada en "ninguna parte" como un producto o resultado. De los ciclos ecológicos que funcionan silenciosamente a nuestro alrededor arrancamos lo que nos apetece, lo procesamos en nuestras líneas de producción y disfrutamos un rato de lo que sale del otro lado. Después lo tiramos y comenzamos de nuevo. Estamos constantemente cogiendo energía y no devolvemos ninguna. Llegado cierto punto, esos ciclos van a colapsar. Muchos ya lo han hecho.
Este comportamiento no es incidental; no es la naturaleza humana, como los defensores del status quo querían hacernos creer. Es simplemente la mentalidad nacida de una cultura en la que la desconexión y la separación están incorporadas en su infraestructura; una mentalidad que tenemos absolutamente que superar si queremos tener alguna esperanza de sobrevivir, ni que hablar de que se revierta el colapso ecológico al que nos enfrentamos.
Si, como dijo el naturalista del siglo XIX Henry David Thoreau "en lo salvaje está la conservación del mundo" entonces el comentario de Wendell Berry es de lo más pertinente "en la cultura humana está la conservación de lo salvaje".
Seguramente te preguntas cómo surgió ese miedo a lo salvaje, a la naturaleza intacta. La respuesta no está clara. Charles Eisenstein (9) enunció una teoría fascinante sobre la separación, detallando nuestra transición desde las bacterias inmersas en la unicidad hasta los desconectados yuppies suburbanos que somos hoy.
La metamorfosis, por supuesto, no ocurrió de la noche a la mañana. No nos despertamos en el bosque un día cogiendo bayas para el desayuno y decidimos "¡al diablo con la unicidad! Quiero un cepillo de dientes eléctrico" y salimos del bosque para construir una fábrica. El proceso fue mucho más sutil que eso - una travesía, un largo y creciente pasaje de separación. El cultivo del fuego, del lenguaje, del tiempo lineal y de la medición que llevaron al desarrollo de la agricultura, las tecnologías, las políticas centralizadas y los medios de masas, todo contribuyó durante cientos de años a la separación gradual del ser humano de la Naturaleza, de nuestras comunidades y por último de nosotros mismos hasta que terminamos con lo que tenemos hoy - seres completamente imbuidos en la ilusión de independencia y de separación (10).
El fruto de esta ilusión es nuestra cultura moderna.
Por el momento, nuestra cultura no está preservando la naturaleza salvaje. De hecho, está destruyéndola - borrándola de la faz de la Tierra. No es algo nuevo - la guerra contra la Naturaleza comienza en el Génesis y desde entonces, se ha manifestado entre nosotros un miedo pasional y un odio de esa incontrolable naturaleza animal nuestra, especialmente entre los que tienen el poder. La bestia, el salvaje, el incivilizado - todas esas imágenes reposan profundamente en nuestra psique como formas oscuras, inciertas, donde el peligro acecha.
Las batallas para domesticar nuestro salvaje se han recrudecido a lo largo de los siglos, a menudo de forma consciente y deliberada, a veces simplemente como un reflejo natural de la mentalidad social. La guerra pagada por la Iglesia contra la sexualidad, el animismo, la brujería y la fitoterapia; la aristocracia ha puesto verjas a los bienes comunes; la industrialización nos ha sacado de nuestra tierra para llevarnos a las fábricas; el aumento de la racionalidad y de la ciencia condujo la experiencia emocional y subjetiva fuera del terreno de lo respetado y por todos lados los hombres han hecho todo lo que estaba en su mano para reprimir esa naturaleza femenina salvaje y orgánica.
Algunos mirarán al mundo y verán que hoy nuestra necesidad incesante de conquistar la Naturaleza se está acelerando - modificaciones genéticas, nanotecnología y la criminalización de sustancias que nos llevan a estados alterados de conciencia. ¿Está realmente fuera del ámbito de lo posible el que nuestro sistema económico monetario al completo precise que nos sintamos divididos y separados de todo lo demás para funcionar como lo hace? Divide et impera. Divide y gobierna. Es el truco más antiguo del libro. Cuando estamos divididos entre nosotros, y de la Naturaleza, somos fácilmente conquistables.
¿Qué éxito ha tenido? Deja que te conteste. ¿Cuántas se ven a sí mismas como seres vivaces y maravillosos, una encapsulación magnífica del universo entero? ¿Cuántas sienten que viven en un mundo que siempre afirma y celebra la belleza, la atención, la compasión y la espontaneidad de las que somos capaces? ¿Cuántas sienten que viven en un mundo en el que la integridad y la creatividad son consideradas más importantes que el tiempo del reloj o pagar las facturas? No muchas, creo. ¿Quién dudaría que vivir en un mundo semejante nos haría más felices y más satisfechos?
Lo salvaje va mucho más profundo que los espacios físicos; lo salvaje es una esencia que está presente en todos nosotros. No la podemos tocar, pero sabemos cuando está ahí; lo sabemos cuando la sentimos. Podría decir que el uso del dinero, como una herramienta de separación, nos impide vivir esto.
Déjame hacerte algunas preguntas. ¿Sientes bajo el rugir de las máquinas el dolor de muerte de un viejo bosque cuando es abatido? Sus canciones, sus aromas y la gloria perdidos para siempre. Más allá del resplandor del desarrollo ¿sientes la pérdida cuando desaparecen especies? Su perspectiva única y su irremplazable comprensión de la vida, perdidas. Y, ¿puedes oír bajo el retumbar de las minas de oro los ecos de los gritos de tristeza mortal de una cultura entera que un día fue?
Para cientos de miles de seres humanos - billones, si cuentas los que ya no caminan sobre la Tierra - la respuesta es un doloroso "sí". Aunque para los ciudadanos del mundo 'desarrollado', imagino que la respuesta es un tímido, vergonzoso "no". No podemos oír los gritos, no podemos sentir el dolor porque nosotros - todos nosotros - hemos sido programados para no hacerlo.
Nuestra sordera y nuestro entumecimiento es esencial para mantener el sistema monetario globalizado, y en un bonito y sórdido baile de huevos y gallinas, hemos desarrollado una cultura que lo afirma y lo refuerza. En el centro de ese baile, con los brazos alzados triunfalmente y un brillante chaleco, el dinero.
El tiempo no es dinero
El ser humano… sacrifica su salud con tal de hacer dinero. Entonces sacrifica su dinero para recuperar la salud. Y después tiene tanta angustia por el futuro que no disfruta del presente; el resultado, que no tiene vida ni en el presente ni en el futuro; vive como si nunca fuera a morir y entonces muere sin nunca haber vivido realmente. -Dalai Lama
Cuidadosamente enclavado en el viaje de la humanidad hacia la separación, encarnando todo lo anterior y añadiendo su propio e intangible sabor al pastel; ahí está el dinero.
Construido en la ilusión del tiempo lineal y del desarrollo del lenguaje, de las mediciones y de la cuantificación - reduciendo criaturas y plantas únicas e irremplazables a meras palabras, o simplemente otro número y erosionando "la particularidad de los lugares hasta [la homogeneidad de] un suburbio global" (11) - El dinero se sienta suficientemente alto en la cadena como para cegarnos a todo lo que había antes que él. En ningún lugar es más claro que en las relaciones que nos obliga a tener con el tiempo.
El dinero es algo más que la consciencia de la cuenta exacta entre crédito y débito. Si debes dinero estás anclado en el pasado, te guste o no, y si guardas en el banco o bajo el colchón entonces estás al menos inconscientemente pensando en el futuro. Si te engañas pensando que no, da hasta el último euro ahora mismo y comienza una vida día a día.
Sin duda todo esto se debe a una necesidad de seguridad: se nos ha enseñado que guardar es tener una garantía, una red de seguridad para el futuro.
¿Qué provoca esto en el sentido de confianza?
Los estudios antropológicos nos han mostrado una y otra vez que muchas tribus, independientemente de cuánta comida recojan o cacen nunca la almacenan. Daniel Everett, un conocido lingüista que pasó varios años entre los Pirahã - una tribu brasileña que no tiene sistemas numéricos, y ni hablar de dinero - escribió en Don't Sleep There are Snakes [No duermas, Hay Serpientes] (12) que cuando se les pregunta por qué no almacenan comida, los Pirahã responden "almaceno carne en la tripa de mi hermano".
Implícita en esta respuesta hay una confianza profunda en que la Naturaleza provee y un conocimiento de la interdependencia de la comunidad. El raro día en que tienen hambre, lo que hacen es festejar. Nunca se preocupan. Según Everett por ello son mucho más felices y es comprensible: como un niño despreocupado, ¿no serías más feliz si asumes que mañana se te proveerá?
En contraste con esto, está nuestra vida en la civilización de ahora, siempre preocupadas por el pasado y planeando el futuro, nunca en el momento presente. ¿Cuánta vida perdemos porque nuestras mentes están viajando en el tiempo?
El concepto de dinero juega un papel peligrosamente subestimado en nuestra incapacidad, históricamente imbatible, para vivir en el momento presente. No sólo los estudios antropológicos muestran una relación entre el uso del dinero y un decreciente sentido de vivir en el presente, mi propia y limitada experiencia me enseñó exactamente lo mismo.
Contra toda previsión y para mi sorpresa, después de tres o cuatro meses de vivir sin dinero comencé lentamente a preocuparme menos - no más - de todo. Tengo que admitir que durante esos primeros meses me preocupé mucho más, debido en buena parte al hecho de que el dinero me proporcionó durante mucho tiempo un sentido de seguridad y me preocupaba que si tenía hambre o algún problema tenía cero a que recurrir.
A medida que la rueda del tiempo daba vueltas me encontré rindiéndome voluntariamente a la vida y comencé a vivir en el momento, algo que nunca había hecho en el tiempo en que era más consciente de los conceptos de crédito y débito. Cada día parecía proveerme y con esta experiencia repetida poco a poco dejé de preocuparme por el día siguiente.
En algún lugar de tu psique sabes que todo irá bien y que lo peor que podría pasar es que vuelvas al todo, que es donde pienso que está tu verdadero yo. Orwell dijo en una ocasión que "la felicidad sólo existe en la aceptación" y ésta ha sido mi experiencia en la vida y la experiencia de pueblos como los Pirahã. Aceptar que la vida te da todos los días, no arrepentirse de nada y no preocuparse por el futuro.
Y divertirse - nada es tan serio.
Una auténtica comunidad requiere interdependencia
Hace poco hice de canguro para una amiga. Estaba bloqueada y yo estaba libre, así que me encantó ocuparme del pequeño Elijah durante algunas horas.
Fuimos al parque, pintamos, me barrió en un juego que se llama memoria animal; nos divertimos. Imagínate la experiencia tan diferente - para mi amiga, para Elijah y para mí - si le hubiera dejado en una guardería. Probablemente ella se hubiera sentido algo culpable dejándolo en manos de desconocidos para quienes Elijah podría no ser más que otra cara; también se podría haber sentido un poco aislada sin apoyo de la comunidad. Sin duda le habría costado dinero (tendría que trabajar horas extra en su trabajo para pagarlo, lo que supone necesitar más pagos por guardería).
Elijah no se hubiera sentido tan cómodo pasando el tiempo con gente con la que no tiene una relación continua y de confianza y no podría haber pasado el tiempo fuera, jugando en el barrio. Y yo no habría pasado mi mañana recordando cuánto pueden enseñarnos los niños de tres años sobre la belleza del mundo. Lo que es más, entrando en el espíritu y la comprensión de la dependencia mutua, los tres reforzamos nuestra relación - las relaciones refuerzan y afirman ese espíritu. La próxima vez que esté en un apuro, este tipo de relaciones me recordará que tengo un amigo que me apoyará.
La conversión de esas relaciones en servicios pagados - un proceso que está invadiendo cada vez más aspectos de nuestras vidas - conduce a la destrucción de las comunidades, del mismo modo que la conversión de nuestra riqueza natural en recursos a explotar conduce a la destrucción de nuestros ecosistemas. Pagar por algo, darle un valor, es cuantificarlo.
Se convierte en otro número, su particularidad y su relación e interdependencia con todas las otras cosas se queda de lado. No es un árbol de 500 años que nos proporciona comida, sombra, techo y una estructura de suelo, sino un valor de 11.000 euros en productos de madera; no es una persona que necesita cuidados con sus propias esperanzas, sueños, deseos, penas, alegrías y circunstancias, es un cliente o un usuario - que cuesta al contribuyente 35.000 euros al año. No vemos las cosas por lo que son, las vemos por lo que valen económicamente.
Las etiquetas del precio nos ciegan al verdadero valor. Viendo el cuidado infantil sólo en términos de dinero perdemos una maravillosa oportunidad de aprender unos de otros, de apoyarnos y de nutrirnos; viendo un bosque sólo en términos de dinero, a la larga perdemos la capacidad de vivir en este planeta - e impedimos también que otros muchos lo hagan.
Charles Eisenstein, en The Ascent of Humanity [El Ascenso de la Humanidad], lo resume estupendamente: "Encontramos en nuestra cultura una soledad y sed de autenticidad que bien podrían ser inigualables en la historia. Tratamos de "crear comunidad" sin darnos cuenta de que la mera intención no es suficiente cuando se ha creado la separación en la misma infraestructura social y física de nuestra sociedad. Mientras que esta infraestructura siga intacta en nuestras vidas, nunca podremos vivir la comunidad" (13).
En Sacred Economics [Economía Sagrada] añade que "comunidad no es un añadido a nuestras otras necesidades, tampoco es un ingrediente por separado de la felicidad junto con comida, techo, música, caricias, estimulación intelectual y otras formas de alimento físico y espiritual. No hay comunidad posible entre gente que no se necesita mutuamente". Con el dinero, especialmente en una economía globalizada, desde luego que no necesitamos al otro.
Las implicaciones de esto se extienden más lejos, seccionando en mercados separados lo que una vez fue una comunidad. Nuestras relaciones han cambiado de una forma particularmente notable en los ámbitos del arte y de la música, de modo que en el lapso de cien años la inmensa mayoría de nosotros ha pasado de ser participante o creador a ser consumidor.
En Irlanda, mi tierra natal, en los años 20, la gente se juntaba alrededor de la hoguera cada noche y tocaba. La mayoría de la gente podía contribuir con algo - ya sea tocando el violín o llevando el ritmo con el pie - y todos intrínsecamente sabían y sentían el valor de la creación comunal.
Esto fue antes de la llegada de la radio, después la televisión, rápidamente el casete, el CD y el iPod con una breve aparición de algo llamado mini-disc si mi memoria es correcta. Cada nuevo desarrollo tecnológico - sólo posible mediante el incremento de las grandes economías de escala y de las estrechas divisiones de trabajo de las que hablaré más adelante - se llevaba una perla de creatividad y de comunidad hasta llegar a tener 50 personas en una sala absortas en 50 músicas diferentes - ninguna de ellas creando ni compartiendo.
El mismo proceso se ha infiltrado en casi todos los aspectos de nuestras vidas hasta el punto de que sólo somos consumidores de vida y no participantes en ella.
Todo esto es el resultado de la monetización de la vida. Todo tiene un valor financiero intrínseco de modo que puede ser comprado y vendido. Lo que ahora conocemos como 'crecimiento económico' es simplemente la conversión de nuestro acervo natural, social, cultural y espiritual en dinero (14).
Suelo, arte, música, educación, hospitalidad, salud - incluso debatimos sobre el valor financiero de la maternidad y del planeta. La mercantilización de todas estas cosas les quita su sentido y su autenticidad y se convierten en simplemente un servicio que puede ser comprado a cualquier extraño con cualificaciones para proporcionarlo.
¿Cómo es posible la comunidad cuando todo el mundo es tan reemplazable como un eslabón intercambiable de La Máquina? Y ¿cómo no nos vamos a sentir aislados cuando las personas con las que tratamos son extrañas?
Es una posición precaria. El dinero ha sustituido a la comunidad como nuestra primera fuente de seguridad y como pueden testificar los países que han sufrido un colapso financiero, no es una seguridad real.
En contraste con la economía monetaria de hoy, en la que muchas de nuestras relaciones son puramente de naturaleza utilitaria, Lewis Hyde (15) y otros han sostenido que en la economía del don (un modelo de economía que describiré en el capítulo 2), la economía es meramente una subcategoría social cuyo principal objetivo es fortalecer las relaciones y conectarnos entre nosotros, contrariamente a la idea de aprovecharse del otro.
Ran Prieur ha dicho que en muchas tribus "las relaciones puramente utilitarias están prohibidas" (16) lo que se yuxtapone con la economía monetaria que hemos desarrollado en la que se nos ha dicho que no debíamos mezclar negocios con placer (seguramente una de las piezas más absurdas que jamás hemos inventado de la 'sabiduría').
Qué forma más horrible de vivir en la que lo que hacemos cada día no está rebosando gozo y no nos permite crear redes con gente con la que nos gusta pasar el tiempo. El resultado es un mundo en el que toda nuestra actividad económica es impersonal y toda nuestra denominada comunidad está basada en la superficialidad sin una interdependencia real.
En 'Debt: The First 5,000 years' [La Deuda: Los Primeros 5.000 años], el antropólogo David Graeber introduce otro punto importante cuando subraya que pagando las deudas inmediatamente (que es lo que el dinero, en sus formas más precisas, nos permite hacer) podemos percibir que no tenemos más obligaciones hacia la otra persona.
Hemos solventado la deuda con ella y por tanto, podemos en buena conciencia cortar la relación teniendo en cuenta el marco moral en el que vivimos. Emplea un ejemplo del libro de Margaret Atwood 'Payback: Debt and Shadow Side of Wealth' [Devolución: Deuda y el Lado Oscuro de la Riqueza] (17) detallando el curioso caso de un escritor llamado Ernest Thompson Seton que cuando cumplió 21 años recibió una factura de su padre por cada gasto relacionado con la infancia de Ernest, "incluyendo la factura del médico por la asistencia al parto". Como Graeber señala, para la mayoría de nosotros este comportamiento "parece monstruoso, infrahumano".
Pero el joven Seton pagó a su padre la factura y nunca más le volvió a hablar. Graeber añade que "por esto precisamente la presentación de la factura parece tan abusiva. Cuadrar cuentas significa que las dos partes tienen la posibilidad de alejarse.
Presentándola, su padre le sugirió que ya no tenía nada más que ver con él" (18). Yo diría que pagándola, Seton junior expresaba exactamente el mismo sentimiento. El dinero permitió que 21 años de conexión emocional y de historia se aniquilaran con la entrega de un poco de frío y duro efectivo.
Incluso para los que están inmersos en nuestra cultura movida por el dinero, les parecerá absurdo un hijo pagando tal deuda a su padre; aunque en otras culturas basadas en la conexión pagar las deudas a los miembros de la comunidad es igualmente absurdo y sólo puede servir para reducir la conexión y el sentido colectivo de interdependencia. Pidiendo que se pague una deuda y pagándola, la relación se puede considerar terminada.
Hay otros puntos a destacar aquí. Cuando tienes dinero, no importa si te comportas como un cretino cada día, especialmente si obtienes tus ingresos fuera de la comunidad en la que vives. El cajero del supermercado te seguirá vendiendo la comida ya que probablemente no sabe tu nombre, ni mencionar su ignorancia sobre el tipo de persona que eres.
Tu reputación ya no es la moneda. No estoy sugiriendo que la reputación como moneda sea el ideal por el que luchar, pero tiene que haber algún mérito social en las personas que se responsabilizan de su carácter - algo que parece a millones de kilómetros de donde estamos ahora.
Para ilustrar este último punto en la vida real compartiré una historia cuyo vídeo se convirtió en viral en Sina Weibo, un híbrido chino de Facebook y Twitter. Una niña de dos años llamada Yueyue fue atropellada. El conductor le pasó por encima con la rueda delantera, paró brevemente y después continuó, pasando por encima con la rueda trasera también. En los siguientes siete minutos, más de una docena de personas pasaron a su lado, la miraron y siguieron. Muchos coches y motos pasaron a su lado, algunos de ellos evitando su cuerpecito - uno incluso volvió a pasar por encima de ella.
Tras siete minutos, finalmente una persona la sacó de la calzada y la ayudó. Una semana después la niña murió. Más tarde, cuando se preguntó a algunas de las personas que se ven en la escena, dijeron que la razón por la que no se atrevieron a ayudarla había sido (citando un incidente similar en 2006) que corrían el riesgo de ser demandadas por la persona cuya vida trataban de salvar, lo que podría llevar a sus familias a la pobreza.
Ésta es una consecuencia lógica de la sociedad basada en el dinero y en la competición y mirando con perspectiva, las consecuencias eran inevitables desde su comienzo.
En una sociedad basada en el don, en la que tu carácter y tus acciones están íntimamente ligadas a tu vida, nunca se podría imaginar una historia tan deprimente.
Nuestra desconexión de lo que consumimos
La reducción de la vida y de todas sus expresiones a una declaración del valor financiero sólo puede ser posible a través del uso de una cosa tan abstracta, objetiva y sin sentido como el dinero. El frío y duro efectivo.
Cambia de manos tan fácilmente, sin pensarlo - los números en una pantalla. Hace la vida tan fácil porque no tenemos que pensar. No tenemos que preguntarnos de dónde vienen las interminables líneas de muebles de Ikea o cómo podemos tener fresas en febrero; simplemente usamos el dinero. Fácil. Los costes reales de esos lujos no están incluidos en el precio porque no se puede. ¿Cómo cuantificarías la pérdida de selvas - la muerte de cientos de miles de árboles, la extinción de plantas y animales, la pérdida de hogares, culturas, lenguas, conocimientos y modos de ser un humano? ¿Cómo se hace figurar el coste del cambio climático, del agotamiento del suelo, de privar de su agua a los pueblos de la tierra y después forzarlos a trabajar en la esclavitud efectiva, dando trabajos impersonales para crear monocultivos destinados a personas lejanas en cuyos ojos nunca mirarán?
No se puede. Así que no se hace. Y el dinero es el único modo que nos permite actuar así porque es tan completamente, totalmente abstracto que puede encarnar todo ese daño, tristeza y tragedia sin verse ni mínimamente afectado. El frío y duro efectivo. Números en una pantalla. Una vez más, no es nuestra biosfera la que se ve negativamente afectada por el uso del dinero; nosotros mismos y nuestra comunidad también sufrimos mucho. Debido a la desconexión que la economía monetaria actual nos causa, pocas personas saben ni siquiera quien hace su pan, ni que decir del agricultor que cultivó el trigo o del molinero que lo convirtió en harina. Para nosotros, es simplemente un producto en una estantería y no hay una verdadera conexión entre el productor y el consumidor.
En las economías premonetarias, los grados de separación entre productor y usuario iban de cero a dos - si no hacías tú mismo lo que consumías, tu vecino Henry o su mujer Anna sí. Esto significaba que estabas íntimamente conectado con todo en el proceso.
En el contexto actual, si Anne estuviera tratando mal a los animales o rociando los cultivos que comemos con armas biológicas, lo sabrías y probablemente si tienes sentido común tendrías una discusión con ella sobre el asunto. Si la salud de Henry estuviera empeorando debido a los procesos que ha realizado para hacerte un par de zapatos de regalo, seguramente querrías ayudarle a encontrar una solución que fuera beneficiosa para él.
Si cultivas tu propia comida, no la malgastas. Si tienes que ser responsable del agua que consumes, probablemente no irías a cagar en ella. Hace poco hablé con un periodista sobre un informe del Department for Environmental Food and Rural Affairs (DEFFRA) ¥ (19) que afirma que el pan es actualmente el alimento que más se tira y me preguntó cuál pensaba yo que era la razón. Le dije que simplemente porque ya no tenemos que amasar y cocer nuestro propio pan.
Si tuviéramos que poner 30 minutos de amor y de esfuerzo en él no desperdiciaríamos ni una tajada (20).
¥ Equivalente británico al Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente,
Cuanto menos conectados estemos con nuestra comida más la desperdiciaremos.
Cuanto más permanezcamos desconectados de lo que consumimos menos esperanzas de que comprendamos que no somos seres separados e independientes, sino partes interdependientes de un gran todo. De lo contrario, continuaremos tomando decisiones que pensamos son buenas para nuestro sentido egocéntrico del yo (el ego encapsulado por la piel) a costa de nuestro yo holístico (el todo).
Algunas personas afirmarán que es aquí donde entra el consumismo ético - permitiendo al dinero reflejar las consideraciones de la gente por los procesos destructivos. Yo respondería que no existe algo semejante a consumismo ético del mismo modo que diría que no existe algo como violación ética. Ted Trainer coincide afirmando que "una sociedad sostenible y justa no puede ser una sociedad de consumo" (21). El consumismo es la insistente y constante compra de una cantidad siempre creciente de bienes, recursos y servicios.
Es inherentemente lineal, puesto que presupone - y depende de - un aporte infinito de entradas que no existen y no tiene en consideración qué pasa con los resultados cuando su diseñada obsolescencia hace su camino. ¿Cómo puede un sistema semejante ser ético, y no digamos inteligente? Es más, el consumismo ético no puede tener en cuenta el espectro completo de relaciones humanas y biológicas afectadas por un producto o servicio.
Sus consideraciones de 'ético' o incluso medioambiental son inevitablemente muy estrechas. La idea de que podemos ir hacia la sostenibilidad comprando no es menos ridícula que pensar que podemos llegar a la virginidad echando polvos.
Pero más, mucho más que eso, el consumismo ético refuerza el status quo - refuerza lo que todos sabemos que es falso, que el dinero tiene un sentido y reforzando esto, refuerza y afirma nuestra separación de nosotros mismos, de nuestra comunidad y de la Naturaleza. Esto no significa que comprar a los agricultores ecológicos locales en vez de comprar al supermercado no sea beneficioso. Por supuesto que lo es.
Comer no es un acto de consumismo, es un acto de vida y apoyar a los que cultivan con respeto para la salud de la biosfera es de una importancia crucial en este momento. Lo que estoy diciendo es que tales actos en sí no proporcionarán el nivel de cambio que necesitamos desesperadamente. Algunas formas de consumismo pueden obviamente ser más sostenibles y menos explotadoras y contaminantes que otras, pero nunca en términos absolutos. Podría decirse que un violador que se preocupa de utilizar un condón de comercio justo es más ético, pero ¿independientemente de su definición de 'ético', alguien osaría llamarlo absolutamente ético?
Hasta que no comprendamos que nuestra propia salud, nuestras vidas, dependen de la salud del conjunto, no resistiremos adecuadamente a una cultura que parece condenada a saquear cada pez, árbol y mineral del planeta, y de paso contaminar el aire y los ríos y los arroyos.
Derrick Jensen, un autor americano y activista medioambiental, señala que "si tu experiencia es que la comida viene de la tienda y el agua del grifo, entonces defenderás hasta la muerte el sistema que las lleva hasta ti porque la vida depende de ellas. Sin embargo, si tu experiencia es que la comida viene de la tierra y el agua del arroyo, entonces defenderás hasta la muerte a la tierra y al arroyo" (22). Nada mejor que el dinero nos impide entender nuestra interdependencia de la tierra.
Unicidad, estado salvaje, comunidad y sentido del Yo - ideas que flotan libres en la maravillosamente lánguida tierra de la filosofía. ¿Quién soy yo para decir si están bien o mal? - sólo es una corazonada, una fuerte corazonada porque todo parece encajar, pero sólo es una corazonada.
Y ¿qué pasa si me equivoco? ¿Hay algo que podamos señalar a lo dicho, a pesar de la filosofía, a pesar de las reflexiones místicas sobre la naturaleza del ser? ¿Hay algo concreto, algo 'real' que sugiera que el uso de dinero es inherentemente dañino?
Montones. Suficiente como para llenar tres libros como éste. Pero sólo tengo uno y sólo un corto capítulo. Así que cogeré lo mejor con la esperanza de que sea útil para ti cuando nos ayudes a crear historias del futuro, historias que tengan sentido para nuestra Era.
Las consecuencias personales, sociales, ecológicas y económicas del dinero Todos conocemos los beneficios del dinero. Nos bombardean cada día con ellos.
Economistas, políticos, periodistas, Directores Generales de corporaciones y de organizaciones benéficas, publicistas, tabloides, todo el mundo desde Adam Smith a Katie Price y otros conocidos por la inhalación y exhalación de gases atmosféricos - todos ensalzan las virtudes del dinero, repetidamente, cada día. Seguro que el mundo no necesita que me una a su aplauso.
De hecho, "puesto que hay poco tiempo", haré como Thoreau (23) y
"eliminaré toda adulación y guardaré toda la crítica".
El dinero provoca el despilfarro
Cuando hacía dos años y medio que vivía sin dinero, no desperdiciaba nada porque todo era precioso.
Cuando salía de la caravana para hacer un pis bajo un frutal durante las frías y oscuras tardes de invierno, apagaba la vela de cera de abeja para ahorrar lo que para mí era un recurso finito. Siempre que me tropezaba con trozos de madera en el verano, los recogía y los almacenaba para el invierno. Si encontraba un mechero en la calle, lo cogía y lo usaba porque me ahorraba 20 minutos de arco y taladro.
Cada migaja de comida que tenía la comía y lo que otros dejaban también. Los periódicos que andaban por las cunetas me servían para encender el fuego. Si tenía ocho botellas de sidra para todo el invierno, me las bebía con moderación cuando la situación lo pedía a gritos y no las ocho de una sentada. No tenía basura, ni siquiera de reciclaje. Todo era o utilizado o reutilizado, incluido los restos procedentes de mi propio cuerpo. La vida es cíclica, no lineal.
En el momento de escribir hace cinco meses que he vuelto a la economía monetaria puesto que planeo y organizo la próxima etapa del experimento. Lentamente me sorprendo a mí mismo haciendo cosas que nunca haría cuando vivía sin dinero. Ahora a veces dejo las luces encendidas cuando salgo de una habitación, como si la energía que hay tras el interruptor fuera infinita.
Ni de cerca uso los restos de comida como lo hacía. Si veo un bolígrafo en la calle no me molesto en cogerlo - uno nuevo y limpio sólo vale 20 céntimos en la tienda de la esquina. Ya no corto madera porque tengo gas traído hasta mi habitación desde Noruega. La lista va ad infinitum.
Cuando estamos conectados con lo que usamos o cuando tener o hacer algo nuevo no es tan simple como ir a la tienda, le das más valor y seguro que no lo desperdicias. Comprendes cuánto tiempo o energía tú u otra persona que conoces ha puesto. El dinero nos desconecta de los bienes y de los servicios a través de masivas economías de escala y la altamente especializada división de trabajo lo facilita. Esta desconexión conduce a elevados niveles de despilfarro en nuestras vidas diarias.
Esto no es de ningún modo la lógica económica convencional, que argumenta lo contrario. La última asegura que facturar por la energía y por los recursos sea mediante aumentos de precio o mediante los impuestos, regula y potencialmente limita el uso. Aparentemente podría parecer un argumento válido, pero es un juego de manos para desviar tu atención lejos del lugar donde está la estafa.
Déjame que me explique. La diferencia es la perspectiva. Cuando los economistas ven, por ejemplo, uno de los 13.000 millones de litros de petróleo convertirse cada día (a través de la maquinaria del infernal matrimonio económico) de manera más que eficiente en plásticos, pesticidas, carburante y juguetes, no lo perciben como un despilfarro, puesto que ha tenido un uso eficiente y además ha transformado una parte de la Tierra en riqueza financiera y material para nosotros, los humanos.
En términos de desperdicio, su mayor preocupación es que 'nuestros' recursos extraídos y transformados, a niveles más allá de lo óptimo para la sostenibilidad y la salud de nuestro yo egocéntrico y de nuestro yo holístico, sean usados eficientemente y convertidos en productos comerciales. En este contexto, controlar con un precio monetario puede funcionar, al menos teóricamente.
Sin embargo, tengo una perspectiva diferente y creo que ésta es la clave.
Cuando veo hombres y mujeres esclavizados en plataformas petrolíferas, chupando una parte de la Tierra que estaba mejor donde estaba sólo para que podamos hacer comidas preparadas, teléfonos móviles y juguetes de plástico para dar a nuestros niños en Navidad, no veo más que despilfarro: despilfarro del hábitat de otras especies, de aire puro y de agua limpia y de las vidas de los trabajadores que pasan parte de sus preciosas vidas extrayendo petróleo para que lo podamos malgastar eficientemente.
Si tuviéramos que ser responsables de producir toda nuestra energía de modo verdaderamente sostenible y estuviéramos por tanto íntimamente conectados con los procesos involucrados, no utilizaríamos nuestro tiempo, recursos, salud (mental, emocional, espiritual y física), ríos limpios o superficie para producir megatoneladas de mercancía para niños o tranquilizantes electrónicos para adultos.
Las economías de escala que se requieren para las altas tecnologías también exigen que no compartamos y que todos tengamos uno de todo, llegando a la situación que tenemos ahora en la que todos acaparamos cosas en nuestros armarios y áticos que sólo utilizamos una vez al año, como mucho. Seguro que tus vecinos acumulan las mismas cosas.
Si compartiéramos y tuviéramos cinco cortacéspedes por vecindario (en vez de 500), no sería viable producir el cortacésped y entonces el modelo económico monetario tal como lo conocemos colapsaría ya que la misma lógica aplica a los demás productos de alta tecnología. Es una economía en la que compartir significa colapso. Si ésta no es la definición de derrochar, no sé cuál será.
Estamos viviendo en el matrimonio infernal. Este ménage à trois del dinero, las economías de escala y la división del trabajo ya no funciona para la Tierra, o para nosotros. Todos estaban muy excitados al empezar, como un verdadero ménage à trois estaría, pero se ha complicado, como en un verdadero ménage à trois, y va a terminar en llanto, como ocurre a menudo con un verdadero ménage à trois.
Se divertían mucho más cuando estaban solteros. Y si los que están involucrados quieren tener un futuro que valga la pena, alguno tiene que retirarse.
Gran desigualdad debido al almacenamiento de valor
El dinero no es tan sólo un medio de intercambio; entre otras cosas, su forma actual también es almacenar valor.
Unido a un modelo económico como el capitalismo esto sólo puede conducir a grandes desigualdades. No creo que necesite explicar mucho, todos sabemos que el dicho "el rico se hace rico mientras que el pobre se hace más pobre" es un tópico. Sólo tienes que mirar un informe de 2006 del Instituto Mundial para la Investigación Económica del Desarrollo de la Naciones Unidas que afirma que el 1% de los adultos del mundo posee el 40% de la riqueza.
Alguien dirá que debido al sistema capitalista todos han crecido aunque unos pocos lo han hecho mejor que otros. Esto nunca sale de las bocas de los 3.000 millones de personas que viven en la pobreza absoluta o de los 25.000-50.000 padres que pierden a sus hijos por inanición cada día.
Dejando aparte la pobreza absoluta, igual que muchos asuntos sociales pueden surgir de la pobreza relativa, ese perceptivo sentido de injusticia que sienten las personas que luchan cada día a lo largo de la vida frente a los que muchos describen como 'la elite', los que acaparan la riqueza creada por las clases trabajadoras y que después usan esa misma riqueza para apretar a los que tienen por debajo un poquito más.
Un informe del periódico Guardian y de la London School of Economics (LSE) [Escuela Londinense de Economía] (26) destacaba que este sentimiento de desigualdad fue el principal motivo de las revueltas en Tottenham y en el resto de Gran Bretaña en 2011.
Lo que me choca más sobre la rabia mojigata tras las revueltas y los saqueos en Tottenham fue el hecho de que los que mostraban más indignación viven vidas que sólo son posibles mediante el saqueo de tierras extranjeras por parte de nuestro gobierno y mediante el saqueo por parte de nuestras corporaciones de los océanos, de las selvas y de las montañas que contienen minerales para producir el vertedero de cosas en las que basamos nuestras vidas diarias.
Por supuesto, la hipocresía y la absurdidad de esto se han vertido sobre todos nosotros por la simple razón de que el saqueo de la Tierra ha sido culturalmente normalizado mientras que el saqueo de JJB Sports y Top Man ¥ ha sido culturalmente considerado un crimen.
Sin dinero como almacén de riqueza - y aquí quiero decir todas las formas de dinero, sea propiedad privada, oro, dólares o libras esterlinas - estas desigualdades innecesarias no se darían ni de lejos en la misma medida y además habría menos problemas sociales. Algunos economistas preeminentes, desde Gesell a Keynes, se han liado ellos mismos en toda suerte de complejos nudos discutiendo sobre formas de interés negativo de dinero, tales como la demora, que aseguran puede ofrecer el potencial de mantener el dinero como un medio de intercambio y neutraliza su función de almacén de riqueza.
Pero tales sistemas monetarios, incluso si funcionaran (y no creo que puedan) sólo son necesarios si queremos altas tecnologías. Y como ya he dicho, son tales tecnologías las que están haciendo que el planeta sea inhabitable.
En muchas de las pequeñas sociedades del pasado, donde todo el mundo tenía acceso a todo lo que se tenía para beneficio del colectivo, ni se oía hablar de robo. Si tienes acceso a toda la riqueza de la comunidad, ¿por qué vas a robar?
¥ Dos grandes marcas británicas de ropa con multitud de tiendas.
La prostitución es al sexo lo que comprar y vender es a dar y recibir
A menudo la gente me comenta que creen que pagar por algo es otra forma de dar. Esto es verdad hasta cierto punto, especialmente viviendo en una economía monetaria con facturas que pagar. Pero hay una diferencia crucial y tiene que ver con el espíritu con el que se hace.
Cuando compartimos libremente todo lo que se nos ha dado - sean bienes materiales, tiempo, conocimientos o habilidades - sin otro motivo que ayudar a alguien, la diferencia de efecto es tanto positiva como inmensa. La amabilidad incondicional estimula a la gente, crea lazos y afirma la vida de un modo que las transacciones monetarias condicionadas nunca lograrán.
Por supuesto, la otra persona podría devolver incondicionalmente de forma inmediata usando dinero, pagando exactamente la deuda, pero como señalé antes usando el ejemplo de Graeber y Atwood, esto significa decir ya no quiero sentir que tengo que mantener una relación contigo. Es mucho más beneficioso para tu comunidad que simplemente des incondicionalmente al mundo lo que tengas que dar cuando llegue el momento.
Yo creo que la prostitución es al sexo lo que comprar y vender es a dar y recibir. Piensa en el contraste entre hacer el amor con tu pareja - y quiero decir realmente hacer el amor y no mantener una relación sexual - y pagar por sexo a una prostituta. La diferencia es palpable. Uno es un acto en el que dos seres supuestamente separados se funden en la más gloriosa de las uniones, una de las pocas vías que nos quedan para experimentar la unicidad con toda la vida. La otra es un orgasmo, para el cliente es eso.
Físicamente, puede haber algunas diferencias entre los dos actos, pero el sentimiento postcoital de los dos amantes, uno en los brazos del otro en una unicidad dichosa contrasta con esa experiencia en la que el comprador de sexo siente como sale al frío de la noche habiendo convertido el amor compartido en otro servicio de consumo, de la misma forma que transformamos los cuidados a nuestros niños y nuestros ancianos en servicios.
Si dejas de pagar a la niñera o niñero, ¿continuaría ocupándose de tus hijos? ¿Es el cuidado condicional realmente cuidado? Sospecho que en lo más profundo de nosotros sabemos consciente o inconscientemente que no y el trauma fisiológico y emocional procedente de esta comprensión profunda es incalificable.
Debo añadir que esto no es una discusión filosófica sobre si la prostitución es buena o mala. Aparentemente no parece un modo de vida particularmente saludable o gratificante, pero quién soy yo para juzgar y de cualquier modo, se podría decir lo mismo de casi todos los modos de subsistencia actuales.
Cada día, todos vendemos nuestros cuerpos por dinero de un modo u otro. Cobramos por preparar comida para otros, por alojarlos, por curarlos, por ocuparnos de sus hijos o ancianos - cosas que algunas sociedades anteriores no podían ni siquiera concebir que se pidiera algo a cambio. ¿Cuántos de nosotros seguirían yendo a trabajar cada día si no tuviéramos un imperativo financiero o económico? No muchos.
Por supuesto tenemos que pagar las facturas, pero de nuevo, eso hace la prostituta.
Puede resultar que la prostituta es la única realmente honesta entre nosotros.
¿Es el momento de elegir una nueva historia?
Lo que he tratado de demostrar en este capítulo es que es nuestro delusivo sentido del Yo la raíz de muchas de nuestras actuales crisis personales, sociales y ecológicas y que el dinero es el instrumento para mantener y afirmar la delusión.
Para tener alguna esperanza de manejar adecuadamente los problemas a los que nos enfrentamos necesitamos fundamentalmente abordar la ilusión de separación que ha permeabilizado e infiltrado nuestro sentido del Yo. Para ocuparnos mejor de nuestra tierra, nuestras comunidades y en última instancia de nuestros Yo egocéntricos, tenemos que reconectar con una comprensión de la interdependencia del todo. Para hacer esto tenemos que cuestionarnos y desafiar a las historias que apoyan las ilusiones. El mayor enemigo al que nos enfrentamos haciendo esto es el mecanismo de separación: el dinero.
El dinero está trepando y llenando toda nuestra información cultural: nuestras relaciones, comida, educación, salud, ocio, medios de comunicación. A través de todas estas interacciones se nos premia por nuestra independencia y nuestro conformismo. Se nos anima a no ver más que el precio y a desconectar de otros contenidos.
Considera las batallas que se producen en la vida diaria - entre integridad y conveniencia, pasión y conformismo, compasión y comodidad. ¿En cuántas de ellas el dinero es el factor decisor? Todo es parte de una batalla activa contra la experiencia de unicidad, contra la experiencia de nuestro lado salvaje. Se nos enseña a domesticarnos para servir mejor a las instituciones que hemos construido - instituciones al servicio del dinero.
¿Y el resultado? Considera la diferencia entre un búfalo salvaje y una vaca lechera. Considera la mirada en sus ojos, el patrón de sus vidas, las elecciones que tienen que hacer. Considera sus estados y lo que implícitamente conocerán del mundo. Ten en cuenta lo que cada uno considera importante para su supervivencia. Entonces piensa en lo que sabes de los pueblos que quedan en el mundo que todavía viven en la periferia de nuestra cultura - sociedades que han cambiado muy poco en cientos de años simplemente porque no lo necesitan.
Como tu vida entera hasta ahora probablemente te ha confirmado, somos diferentes. "Civilización" - la cultura de la ciudad-estado - se alza a sí misma, poderosa y orgullosa y no es un accidente que seamos el pueblo que insolentemente se precipita hacia el colapso ecológico, sordo a los gritos de los que masacramos, inconscientes ante el dolor que clavamos en los corazones de nuestros parientes.
El dinero es sólo un instrumento, un arma entre muchas en la guerra contra lo salvaje. Pero es muy potente, probablemente la más potente que poseemos. Es fundamental que no vivamos nuestro lado salvaje, fundamental para preservar la desconexión de nuestras acciones, fundamental para asegurar que nuestras comunidades siguen siendo un grupo de extraños para nosotros.
Simplemente usando dinero exhibimos el conocimiento de que la unicidad no existe; simplemente usando dinero afirmamos y mantenemos la ilusión de la separación. Nos mantiene ignorantes al estado del ser del que depende nuestra supervivencia.
Por supuesto, este capítulo completo es también simplemente una historia, no necesariamente más real que la historia del dinero.
Es tu elección decidir si tiene más sentido para ti o no que la historia vigente y si te conduce a rituales que nos beneficiarían a todos en lugar de dañarnos a todos a niveles inconcebibles, que es lo que está haciendo sin ninguna duda el sistema monetario actual.
Tú eliges.
En la cultura tradicional, los aldeanos se proveían de sus necesidades básicas sin dinero. Habían desarrollado habilidades que les permitían cultivar cebada a 12.000 píes [3-600 metros]… Sabían construir casas con sus propias manos con materiales de los alrededores… Ahora, como parte de la economía monetaria internacional, los Ladakhis son más dependientes que nunca - incluso para sus necesidades vitales - de un sistema que está controlado por fuerzas lejanas. Son vulnerables ante las decisiones hechas por gente que ni siquiera sabe que existe Ladakh… Durante 200 años en Ladakh, un kilo de cebada era un kilo de cebada, pero ahora no se puede estar seguro de su valor. -Helena Norberg-Hodge (27)
En cuanto en una conversación surge alguno de los conceptos de una vida libre de dinero, en las mentes de la gente tienden a aparecen diferentes cosas dependiendo de diversos factores: su situación, creencias filosóficas, lo que consideran un nivel apropiado o sostenible de tecnología, sus adicciones conscientes o inconscientes a las comodidades que trae la civilización industrial y si viven en una zona urbana o rural.
Esto es muy positivo porque una economía sin dinero debe ser diversa, determinada por factores tales como necesidades locales, tierra, cultura y microclima. Pero también es importante que podamos comunicar las ideas que sobre las que se sustenta de manera adecuada. Por ello en este capítulo destacaré las grandes ideas que intervienen en una vida libre de dinero, incluyendo algunas perspectivas que personalmente no suscribo, pero lo hago para subrayar el abanico de opciones que se abren para cualquiera con creencias filosóficas diferentes de las mías.
En la segunda parte del libro, desde el capítulo cinco en adelante, describiré las numerosas aplicaciones prácticas de estas ideas a tantos aspectos de tu vida como quieras, independientemente de tus circunstancias.
Quizá por el momento sólo quieres prescindir del dinero para la comida, el transporte o para tomar copas, mientras que cubres otros aspectos de tu vida como te parece más adecuado. O tal vez quieras poner toda la carne en el asador cuanto antes. Cualquiera que sea tu situación, urbana o rural, hay numerosas opciones para elegir en los próximos capítulos.
Algunas serán buenas para las zonas urbanas, otras para las rurales, pero casi todas son aplicables hasta cierto punto a cualquier lugar.
¿QUÉ ES UNA ECONOMÍA LIBRE DE DINERO?
A pesar del reciente resurgimiento del interés por las economías alternativas (debido al dramático declive de confianza en la economía dominante), la inmensa mayoría de ellas parece girar alrededor de varios tipos de sistemas de intercambio. Parece haber menos claridad o unidad cuando se trata de describir una economía libre de dinero.
A través de estudios antropológicos, sabemos un poco sobre cómo funcionaron en el pasado esas economías y esto es crucial para informarnos de nuestros caminos futuros, pero este libro mira hacia adelante, en lugar de hacia atrás. Somos seres en evolución y nuestros modos de vida deben evolucionar para reflejarlo.
La economía del don
Incluso antes de todo este tiempo, el sol nunca dijo a la Tierra "me debes". Mira lo que ha ocurrido con amor así, su luz ilumina Todo el Cielo. -Hafiz
A veces la llamo la economía natural puesto que es la base sobre la que trabajan amplios sectores de la Naturaleza.
Es un punto caliente de debate, puesto que muchos argumentan que la Naturaleza se basa en el intercambio. La abeja, después de todo, al recolectar el néctar dispersa el polen entre las flores - esto es un intercambio, ¿no?
Y en el suelo que pisamos, donde sólo una pulgada contiene más formas de vida que seres humanos habitan sobre el planeta, se está dando una incesante y compleja danza entre plantas y microbios, uno alimentando al otro, nutriéndose y sustentándose mutuamente, asegurando que ambos tienen siempre lo que necesitan. En la superficie, esto se ve como un intercambio de algún tipo.
Pero me permito diferir. Tal forma de ver el flujo de vida y la transformación de materia no es más que la proyección del estrecho sentido del yo de la humanidad sobre el resto de Gaia (28).
Como nos hemos engañado a nosotros mismos pensando que no somos más que un ego encapsulado en piel, con una definición clara de 'yo' y 'tú', asumimos que el resto de la vida tiene la misma percepción de la realidad. Imagina, por un momento, que no hubiera 'yo' ni 'tú' y que la frontera conocida como piel y que hemos usado para definir Yo y el Otro desde la tierna infancia no fuera menos arbitraria que las tierras conocidas como Francia y Alemania. ¿Cómo cambiaría tu modo de percibir el mundo y de interactuar con todo lo que lo conforma?
El hecho de que percibamos la realidad y nuestro papel en ella, de una manera particular no es óbice para asumir que el resto de la vida hace lo mismo. Por si ves toda la vida como un todo y consideras que, físicamente (no espiritualmente) hablando, eres un conjunto de elementos (como carbono, nitrógeno y oxígeno) fusionados interaccionando con el resto de la Tierra y de su biosfera y disolviéndose en ella, entonces ¿cómo puedes facturar a otra parte del todo por bienes o servicios que ofreces?
Como señaló en una ocasión Daniel Suelo, sería similar a que tu dedo facturase a tu cabeza por rascarla, como si el bienestar del dedo no dependiera de la salud y la felicidad de la cabeza.
Charles Eisenstein señala cómo,
Hacen todo lo que hacen, en el flujo orgánico de la vida, sin ningún sentido de deuda o crédito que al final se manifiesta físicamente en forma de dinero. Para nosotros sería una economía del don.
Creer que somos todos completamente interdependientes y parte de un organismo completo en la misma manera que nuestras bacterias intestinales forman parte de nosotros, no es imperativo para todo aquel que quiera comprometerse en la economía del don puesto que hay muchas buenas razones para hacerlo incluso desde un punto de vista egocéntrico y antropocéntrico.
Una economía del don, según mi definición, es simplemente una sociedad en la que la gente comparte sus talentos, su tiempo, su conocimiento, la información y los bienes materiales sin ningún intercambio formal, explícito o preciso. Las formas que han tomado históricamente las sociedades basadas en el don son ampliamente variadas, pero hay algunas constantes. El dinero no cambia de manos, no se hace trueque (a pesar de lo que los economistas mal informados quieren hacerte creer) y no hay créditos o anotaciones en libritos canjeables como si fueran billetes.
En el tipo de economía del don que defiendo, dar y recibir se hace incondicionalmente lo que contrasta totalmente con la irónicamente denominada economía de 'libre mercado' que ha logrado con mucho éxito convertir cada aspecto de nuestro bello planeta, cuya generosidad fue alguna vez gratis para todos, en un conjunto sin sentido de tasaciones financieras.
Los dones pueden devolverse en algún momento (y en la mayoría de las economías del don históricas casi siempre se hizo) y si se hace, la sociedad se refuerza. La clave para esto es que no es una condición para el don original, no se requiere que se devuelven inmediatamente y nunca es exacto. De lo contrario, como vimos antes, estás diciendo "ahora mi relación contigo puede terminar".
Los dones crean lazos y son éstos los que crean la verdadera comunidad, no el tipo superficial que tratamos de recrear hoy como respuesta desesperada a nuestra tangible falta de sentido auténtico de comunidad.
En su forma ideal, tampoco debería haber ningún 'crédito' emocional o psicológico en la economía del don, aunque dado el estado de nuestro paisaje mental actualmente, esto es muy poco probable, al menos al principio. Es objeto de un gran debate antropológico si la alta reputación - como puntos sexuales ganados con tu pareja por darle un masaje o los whuffies de Cory Doctorow (30) - conferida al aparentemente altruista donador puede considerarse como una moneda.
Se podría argumentar que tales debates son más reveladores de la ubiquidad de la mentalidad de separación, intercambio y cinismo que domina nuestra cultura actual y de su subsecuente proyección sobre otras sociedades previas que pueden simplemente - ¡líbrennos los cielos! - haber disfrutado nutriéndose entre sí a través del don incondicional. Otros argumentarán que la alegría que sienten los participantes en el dar en esas economías era lo que recibían a cambio, pero de nuevo esto podría revelar más sobre nuestra cultura que sobre la suya.
En cualquier caso, ¿qué hay de tan malo en sentirse bien por ayudar a nuestros semejantes? Sin mencionar los numerosos beneficios sociales de una sistema en el que los que son más generosos con sus dones heredan el estatus social más alto - hoy se reserva tal premio para los que más cogen, acumulan y destruyen, un hecho que lo único que hace es perpetuar la cultura y animar a otros a hacer lo mismo.
Eisenstein, en su transcendente trabajo The Ascent of Humanity [El Ascenso de la Humanidad], arroja mucha luz sobre la cuestión. Sus escritos sugieren que los actos aparentemente altruistas de sociedades previas con economías del don podrían ser en realidad actos egoístas, pero la diferencia clave es que las que realizaban esos actos tenían un sentido del yo mucho más holístico y menos egocéntrico y antropocéntrico. En resumen, se veían a sí como parte de un organismo completo que ahora llamamos Gaia y ese todo era su yo.
De modo que un acto egoísta es un acto altruista puesto que el yo en su mentalidad es el todo, y todo y todos los que lo conforman. 'Cuidar de ti', dentro de una comprensión del yo más expansiva significaría que haces lo mejor para el todo y no para el ego encapsulado en piel que actualmente te define.
La teoría, y en muchos ejemplos la experiencia práctica, de la economía del don es que cuando todo el mundo opera con ese espíritu, se hace todo lo requerido para cubrir las necesidades de la gente y, contrariamente a lo que se podría intuir, se tiene mayor acceso a todos los recursos necesarios para vivir vidas sanas y satisfactorias, que también son sanas para el todo que las sostiene.
Esto es debido en parte al hecho de que los deseos de la gente en las economías del don, tanto históricamente como en la actualidad, son menores, con menores niveles de complejidad tecnológica, pero también porque su visión global esta basada en la idea de abundancia colectiva, y no en la de escasez que es central para la filosofía de las economías monetarias.
Es indudablemente cierto que, hasta ahora, la economía monetaria ha sido la mejor forma económica para crear productos complejos que requieren una división especializada del trabajo, grandes economías de escala y materiales de todo el mundo. La única cosa que parece haber funcionado mejor que esto es convencernos de que realmente necesitamos todas las cosas que se producen.
Nunca tuvimos la sensación de que nos faltaban los beneficios de los aparatos modernos hasta que supimos de ellos. Incluso ahora no echo de menos mi antiguo teléfono móvil, pero tampoco lo echaba de menos antes de que lo inventaran. Era totalmente feliz sin que me contactaran a cualquier hora del día o de la noche.
¿Son mejores nuestras vidas por tener teléfonos móviles?
Indiscutiblemente muchos dirán sí de lo contrario no los comprarían, pero ante la estimación objetiva de los problemas ecológicos y sociales que implican su fabricación, distribución y uso dada por alguien que comprenda completamente la unicidad inherente de la vida y los efectos de estos productos en toda la cadena de suministro, creo que la respuesta sería un rotundo no.
El problema es que el consumidor está tan desconectado de los procesos involucrados en la fabricación que muy pocos tienen idea de lo destructivos y explotadores que son estos bienes de consumo. Como hemos visto en el capítulo 1, el dinero es un elemento central para crear y mantener esta desconexión.
La economía del don puede parecer a primera vista un modelo económico idealista e irreal en Occidente; bonita idea, pero nunca funcionaría en el mundo real. Muchos de nosotros lo asociamos a estilos de vida tipo los Indios Americanos, alguna tribu remota de la selva peruana u otros pueblos indígenas y antiguas culturas del mundo. Es cierto - esas economías eran más predominantes antes de las revoluciones agrícola e industrial.
Pocos podemos creer que haya pueblos en el mundo que todavía viven en un espíritu de la economía del don, algunos sólo parcialmente. Tomemos un ejemplo - Anuta, una de las islas Solomon. Pese a que la economía de mercado se ha impuesto lentamente en las culturas de las islas del Pacífico, todavía existe una economía del don llamada aropa que podría parecer utópica para las mentes occidentales.
Hay personas de estas islas que han emigrado y que todavía están comprometidas con ella hasta un grado que podría beneficiar a muchos de nosotros.
Del mismo, los habitantes de Tokelau todavía mantienen una práctica llamada inati. Hay muchas otras que han resistido habiéndose mudado de tipos similares de 'economías humanas' (31) a la economía de mercado que es, contrariamente a lo que se piensa, un fenómeno reciente para la mayoría del mundo.
Las comunidades anarquistas en todo el globo, a pesar de su reputación de violentas, brutos sin ley (una reputación creada ampliamente por los medios de comunicación y los planes ocultos de los que los controlan) son actualmente fundadas sobre el principio de la economía del don, aunque la práctica se hace cada vez más difícil debido a la infiltración de la economía monetaria en todos los aspectos de nuestras vidas, lo que significa que hay una creciente falta de espacio libre y tierra que les permita hacerlo.
Incluso pocos de nosotros vemos el funcionamiento de la economía del don en nuestras vidas diarias, lo que es comprensible dado el éxito del modelo vigente haciendo que cada aspecto de la vida se vuelva una comodidad o un servicio que se puede vender. Pagamos a gente para que se ocupe de nuestros hijos y de nuestros mayores, para cocinar para nosotros, para producir alimentos y para alojarnos cuando no estamos en casa. Incluso pagamos para que vengan y nos limpien nuestras casas que pagamos a un propietario o a un banco para poder vivir en ellas.
A pesar de esta gradual, pero imparable erosión, la economía del don todavía es fuerte en algunos aspectos de nuestras vidas. Cuando preparamos la cena para nuestra pareja, o ayudamos a un amigo con alguna tarea o cuidamos de nuestros padres ancianos tres días a la semana, estamos recreando fragmentos de la economía del don que todavía el prevalente modelo económico no ha convertido en servicios de consumo.
Por tanto, es obvio que en el Occidente global todavía somos capaces de ver la vida de una forma similar a la gente de Anuta y son sólo las historias culturales las que limitan nuestro potencial para hacerlo ahora.
Lo que los defensores de la economía del don están diciendo es ¿por qué no expandir el espíritu con el que damos a nuestras familias y amigos a una comunidad más amplia? Si parece abominable cobrar a tu madre o a tu amigo por la cena, entonces ¿por qué es tan normal cobrar a otros de tu comunidad local por hacerlo, dado que un día ese extraño al que cobras puede convertirse en tu mejor amigo?
Incluso diría que hay muchas más posibilidades de que ese extraño se convierta en tu amigo si haces algo por él con el espíritu de dar en vez de con el mecanismo de intercambiar. De hecho, iría aún más lejos y diría que cuando comienzas a vivir en el espíritu del don poco a poco comenzarás a darte cuenta de que la frontera entre yo y el otro no es tan sólida como se te había hecho pensar y que ya no verás a ese extraño simplemente como un nuevo amigo; lo verás como una parte de ti.
Al menos, ésta ha sido mi experiencia.
Mientras que los economistas del don preguntan ¿por qué no?, tú te preguntarás ¿por qué preocuparse?
Mi respuesta: si puedes ver la belleza en hacer cosas gratis para las personas más cercanas (o la frialdad de cobrarles) sin otra razón que expresarles tu amor y tu gratitud hacia ellas, entonces ¿cuán inspirador sería hacerlo para personas que todavía ni conoces?
Economía local 100%
La economía global se construye sobre el principio de que un lugar puede ser explotado, incluso destruido, en beneficio de otro lugar. -Wendell Berry
La economía local 100% es un modelo en el que la totalidad de nuestras necesidades se cubre usando materiales locales, todo producido dentro de una distancia que se puede recorrer a pie desde nuestra vivienda (o a caballo y con un carro, por ejemplo. Si el carro se ha hecho con materiales locales).
Esto incluye todo desde las suelas de nuestros zapatos hasta las herramientas que usamos para fabricar el arco y el taladro para encender fuego.
Incluso los más ardientes defensores de la vida libre de dinero, tales como los que demandan una economía basada en los recursos, ven esta perspectiva como el extremo del espectro libre de dinero, a pesar de que ha sido la forma de vivir durante la mayoría de nuestra historia y del hecho de que todavía hay gente que vive así.
Es comprensible esta cautela - en la actualidad estamos a miles de kilómetros, casi literalmente, de este nivel de localización y vivir de ese modo en masa requeriría un rediseño completo de la sociedad y una reforma total de la gestión del suelo; algunos dirían que estos cambios requerirían una revolución y un colapso casi completo del modelo de economía en el que participamos ahora (lo cual dada su dependencia del crecimiento infinito en un planeta finito no es totalmente descabellado).
Si la voluntad pública y política estuviera ahí, tal rediseño social aún sería una gran empresa para una población del tamaño de Gran Bretaña, aunque de ningún modo sería imposible. Sin la voluntad pública y política tocaría a la Naturaleza y a los fallos inherentes al sistema conspirar para crear las nuevas condiciones de las que podría florecer un modelo localizado. Sea cual sea el camino por el que discurran los acontecimientos, es el modo de vida al que yo personalmente aspiro. Más adelante en este capítulo expondré el argumento por el que una economía no monetaria global nunca podría funcionar.
Este modelo totalmente localizado parece extremo simplemente porque lo comparamos con la economía extremadamente globalizada que tenemos hoy y porque lo vemos a través de los ojos de gente adicta física y emocionalmente a aparatos y artilugios que nunca podrán ser locales.
A través de los ojos de gente íntimamente conectada entre sí y con su tierra, tal como la tribu Awá del Amazonas brasileño, extremo es cómo vivimos en los países industrializados. Extremo es una visión del mundo que ve a la majestuosidad de la vida en la Tierra como una lista de ingredientes de recursos que minando, talando indiscriminadamente y haciendo rastreo de fondo puede ser eficientemente convertida en frío y duro dinero en efectivo. Extremo es no conocer nuestros vecinos, sin mencionar el sentirse suficientemente cómodas como para pedirles ayuda.
Extremo es que muchos miembros de la comunidad tengan habitaciones libres en sus casas mientras otros duermen en la calle. Extremo es gastar nuestras vidas desempeñando trabajos que odiamos sólo para devolver al banco un dinero que ha creado del aire. Extremo es tomar lo que se nos dio gratuitamente y cobrar a otra parte de la Naturaleza por ello, compartir lo que se nos ha dado sólo si recibimos algo a cambio. Extremo es ir directo al precipicio mientras reciclamos con orgullo los tetrabrik. Extremo es dejar que todo ocurra ante nuestros ojos como si no fuéramos suficientemente poderosos para detenerlo.
Autores como Michael Shuman (33) y Peter North (34) dan argumentos a favor de definiciones de local menos 'localmente' definidas que yo, con North subrayando que,
Aunque agradezco tales demandas y que anime a la gente a localizar lo máximo que pueda (en el próximo capítulo discutiré los distintos grados de localización y de vida libre de dinero y ésta es una opción), esa perspectiva me parece demasiado imprecisa y abierta hacia exactamente los mismos procesos globalizados que ya tenemos.
Probablemente China es lo más local que puedo para tener un par de zapatillas de deporte producidas para mí (considerando que se necesitan materiales de todos los continentes del mundo). ¿Es esto válido como localización? Si no, ¿dónde ponemos la línea?
¿Qué productos seguimos fabricando y cuáles no? En una economía impulsada por combustibles fósiles en la que todos los límites naturales han sido previa y efectivamente quemados produciendo gases invernadero ¿quién decide lo que es apropiado? ¿El mercado? ¿El estado?
¿O decidimos recuperar el poder de tomar estas decisiones nosotras haciendo elecciones conscientes sobre el auténtico radio de sostenibilidad para cubrir todas nuestras necesidades dentro de él, rechazando voluntariamente lo que no pueda obtenerse ahí? Sin tal simplicidad voluntaria, tendremos lo que ya hemos conseguido con un toque de más localización que en realidad es poco más que un gesto simbólico.
Basándome en esto, afinaría la cita de North y diría que si no puedes producir cosas localmente, comienza a desengancharte de ellas inmediatamente y comienza a construir una economía en la que tus necesidades son más simples y entonces podrás satisfacerlas con materiales que puedes producir localmente.
Abogar por la relocalización completa puede parecer despectivo para con los esfuerzos bien intencionados de localización parcial. Por supuesto, hay grados de localización y producir cosas que se pueden fácilmente producir localmente (aunque continuamos produciendo cosas tales como turbinas eólicas a escala nacional como parte de una estrategia de transición) mejoraría indudablemente nuestra salud individual y colectiva.
Aún así, defender la relocalización parcial a largo plazo sería poco más que habitar en el reino de la fantasía en el que la mayoría de los humanos nos hemos colocado cómodamente, en la bendita ignorancia de las bases de la economía y de las necesidades fundamentales del sistema globalizado que se requieren para producir simplemente un ordenador portátil y que son amplias economías de escala y de divisiones altamente especializadas del trabajo (con todas las consecuencias sociales y ecológicas de ambas).
Para producir un ordenador portátil se necesita vender millones de su modelo que justifiquen la inversión en I+D y la infraestructura inicial. Se necesita la infraestructura global que sabemos que está contaminando y destruyendo los sistemas ecológicos de la Tierra. Lo que es más, se necesitan expertos técnicos y trabajadores de las líneas de producción que sólo hacen esa tarea durante toda su vida, limitando peligrosamente, como vimos en el capítulo 1, su propia conexión con la Naturaleza, resultando en aún más consecuencias sociales y ecológicas.
Estas cuestiones son complejas - afectan, entre otros, al sentido del yo de una sociedad entera - aunque a menudo se razonan en términos tan simplistas como los cálculos de emisiones de carbono.
Valoro que autores como Shuman y North hayan tenido en cuenta el rompecabezas de que somos demasiados para ni siquiera acercarnos a ser totalmente localizados a corto plazo, incluso si todos quisiéramos. Sin embargo, si no estamos totalmente localizados hay trenes que vienen inevitablemente de frente a medida que descendemos por las vías del colapso ecológico.
Las buenas noticias son que es posible para ti como individuo comenzar inmediatamente a prepararte para un futuro diferente y al hacerlo inspirar a tus allegados y amigos para que se preparen también, al tiempo que más factores de macro escala fuerzan al resto de la población. Mi preocupación es que a menos que elijamos hacer pronto una transición rápida hacia vidas totalmente sostenibles, sea demasiado tarde para amoldarse con éxito en el momento en que la burbuja de la economía de fantasía finalmente explote. Comienza a amoldarte hoy y a usar la parte de este libro que te parezca útil para ayudarte en tu propio camino.
Si tu principal interés en el movimiento libre de dinero es la ecología, las cuestiones físicas y no demasiado la economía del don, puedes añadir un par de sorprendentes opciones más al menú libre de dinero: monedas locales y trueque.
Economía basada en recursos y cadena de favores ¥
¥ Pay-it-forward en inglés.
|