En 2011, la ONU comenzó a trabajar en una fuerza de paz para eventos climáticos, coloquialmente llamada "los cascos verdes", cuya misión será la de intervenir en los previsibles conflictos relacionados con la escasez de recursos, alimentos, agua, terrenos fértiles y desplazamientos de población a causa de catástrofes naturales según avanza el cambio climático.
Nótese cambio climático, y no 'calentamiento global' - la gran mentira en que muchos caímos y que sigue funcionando a la perfección.
Es así, con el tiempo, que se entiende mejor el informe del Pentágono presuntamente filtrado por The Observer en 2004, en el que se advertía al presidente de los Estados Unidos sobre la necesidad de estar preparados para enfrentar conflictos globales a causa de las profundas transformaciones que habría de sufrir la Tierra en la próxima década.
El problema fue que se cayó en la trampa del calentamiento global antropogénico y la filtración sirvió a otros intereses.
Clima extremo
Los climatólogos coinciden en que, efectivamente, las condiciones de clima severo van en aumento.
De hecho, dada su frecuencia, rara vez son noticia y apenas merecen unas pocas palabras en los grandes medios de comunicación, esos por los que la inmensa mayoría se considera bien informada, fenómenos como las continuas inundaciones que se vienen dando en los últimos tiempos por todo el planeta.
En cuestión de un año, hemos asistido a las "peores inundaciones en la historia" en Sudamérica, Australia y Asia. Esta misma semana, dos millones de personas se han quedado sin hogar en la India, mientras aquí se dedicaban algunas pocas líneas a las inundaciones del Reino Unido y Rusia.
Y apenas si habremos escuchado algo sobre las grandes tormentas de nieve, incremento de ciclones y oleadas de incendios de Estados Unidos.
Actualización: En noviembre de 2012, las Academias Nacionales de Estados Unidos publicaron un informe de 206 páginas donde se advierte de que se avecinan tiempos de sorpresas climáticas que no siempre podrán ser previstas. (Véase artículo relacionado)
Catástrofes
Así que la cuestión no es si está pasando o no.
Todos coinciden en que sí. El problema es la causa. Y ahí tenemos el asunto del calentamiento global por culpa de la acción humana como explicación generalizada de este empeoramiento.
Al mismo tiempo, otro fenómeno, en principio sin nada que ver con todo esto, es el de los terremotos y la actividad volcánica. Su aparente incremento se atribuye a la mejora de los instrumentos de detección y a que hay más rincones poblados en el planeta que antes.
En cuanto a sus causas, no existen, son fenómenos que responden al azar:
Ante tales explicaciones, no hay objeción posible.
Estamos ante una verdad lógica, donde resulta correcto que, al haber más instrumentos y personas, se detectan más terremotos. Pero una verdad lógica no es una verdad ontológica. Y no excluye otras verdades lógicas, por ejemplo que se detectan más terremotos porque hay más terremotos.
Por supuesto, esto tampoco es una verdad ontológica dentro del marco de acción que nos da este asunto de población e instrumentos.
En definitiva, "no ha habido más terremotos en el mundo" quiere decir, en realidad,
Un elemento que se suma a la sensación de una mayor actividad sísmica y volcánica es la de los famosos agujeros que están surgiendo por todas partes, lo que en geología se conoce como dolinas.
Se trata de un vacío que se forma en el subsuelo a causa de la disolución de los minerales que lo componen. Cuando la cavidad se ha aproximado lo suficiente a la superficie, ésta carece de la base necesaria para soportar su propio peso y se produce el colapso del terreno.
El incremento de este fenómeno se deja ver en la preocupación de las compañías de seguros al respecto.
Un dato de las aseguradoras del área de Florida, una de las más afectadas, establece que los daños por los llamados "sinkholes" se incrementaron un 1200% desde 1999 hasta 2010, evaluando la suma anual de desperfectos como equivalente a la de una gran catástrofe por año desde 2006.
Esta circunstancia bien podría explicarse por el aumento de la actividad sísmica de bajo nivel, si queremos tomar este dato como algo más que la mejor sensibilidad de los aparatos de medición, claro está.
Este tipo de eventos hace que la corteza terrestre se someta a tensiones continuas que podrían estar acelerando el debilitamiento de las zonas más frágiles.
Además, el incremento de inundaciones contribuye a agravar el problema de la erosión subterránea. Sin embargo, la explicación mejor aceptada es el aumento de las obras y perforaciones subterráneas. Podría ser válido, de hecho lo es para la gran mayoría, si sólo se limitara a zonas como Florida, pero no al resto del planeta.
Cuando el terreno se derrumba en zonas costeras, el espectáculo es realmente "simbólico", como ocurrió en la playa australiana de Queensland, donde el mar se la merendó lenta pero obstinadamente:
Causas externas
En su día, hablamos de Elchin Khalilov, presidente del Comité Internacional "Geochange", una asociación que engloba a científicos de 86 países, según el cual estamos en una fase activa de cataclismos naturales que durará hasta el año 2015 y llegará a su máximo, tanto por el número de desastres como por su potencial energético, en los años 2013 y 2014.
Según este científico, el núcleo de la Tierra ha experimentado un incremento en su nivel energético, y esto es debido a la influencia que ejerce la actividad cósmica sobre el planeta.
Algo que la NASA también contempla al sugerir la posibilidad de que un fenómeno externo a la Tierra pueda influir tanto en el núcleo como en el clima:
¿Efectos externos que pueden afectar al núcleo y al clima simultáneamente?
Vayamos por partes…
Por un lado, esta influencia de la radiación solar en el clima es algo que hemos tratado en otras ocasiones.
Cuando el Sol está en un ciclo de máxima actividad, el viento solar refuerza la heliosfera y se reduce la entrada de rayos cósmicos. Y, al contrario, en los periodos de mínima actividad, los rayos cósmicos son más abundantes.
Investigadores como Henrik Svensmark, Jack Eddy o Samy Solanki defienden desde hace años que el incremento de rayos cósmicos supone un aumento en los procesos de formación de nubes. De hecho, el CERN ("Consejo Europeo para la Investigación Nuclear") cuenta con el llamado "Proyecto CLOUD" para tratar de verificar la hipótesis.
Puesto que las nubes reflectan la luz solar hacia el exterior de la atmósfera, el efecto es una disminución de las temperaturas en la superficie terrestre y la existencia de periodos climáticos fríos.
Y al contrario, durante las épocas de máximo solar la incidencia de rayos cósmicos procedentes de la galaxia es menor y, por tanto, las capas de nubes no son tan abundantes, de manera que la radiación solar calienta la superficie terrestre y los periodos climáticos registran temperaturas más cálidas.
Dejemos al Sol de lado por un momento.
En 2001, científicos de la NASA advertían de que la capa de ozono tendría dificultades para regenerarse por culpa del aumento de la humedad en las zonas altas de la atmósfera, pues el vapor de agua destruye las moléculas de ozono.
El problema que se planteaba era de dónde provenía ese aumento de la humedad. La respuesta es la mejor parte del estudio en cuestión:
No se comprende muy bien, pero seguramente se debe a causas humanas.
Dejémoslo…
Según la idea generalizada, el calentamiento de la superficie es la causa del enfriamiento de la mesosfera, debido a la ascensión del vapor de agua por procesos poco claros relacionados con el metano y otros gases de efecto invernadero.
Sin embargo, esta explicación no parece capaz de ajustar a sus fórmulas la cantidad de agua que realmente hay allí arriba, pues resulta excesiva.
Existen otros estudios desde los años ochenta por los que el origen de la humedad en la mesosfera se atribuye a otro fenómeno muy diferente: la entrada de materia cósmica en la atmósfera.
Resulta curioso haber encontrado algunos de estos informes en ámbitos relacionados con lo militar. Le da caché al asunto…
Por añadir otro ejemplo, científicos de los laboratorios estadounidenses de Sandia y Los Álamos, también relacionados con el Departamento de Defensa de EE.UU., subrayaron la importancia de esta hipótesis en un artículo publicado en Nature en 2005 al afirmar que no somos conscientes de la gran cantidad de materia cósmica que entra en nuestra atmósfera y de su capacidad para alterar el clima.
Hay quienes incluso, siguiendo esta línea, han propuesto el evento de Tunguska como posible causante del incremento de temperaturas en el siglo XX.
Es el caso de Vladimir Shaidurov, de la Academia Rusa de Ciencias, que señalaba en 2006 la posibilidad de que las importantes alteraciones que aquel suceso infringió en la atmósfera habrían tenido algo que ver con el calentamiento global de las décadas posteriores, aunque no es suficiente como fenómeno único, sino sumatorio, pues no explica los años anteriores.
En 2009, se confirmó que la tendencia en las capas altas de la atmósfera iba en aumento, al haberse registrado un enfriamiento "dramático", según los titulares. Esto implica que, en realidad, podríamos estar asistiendo a un aumento de la materia cósmica que ronda nuestro vecindario.
Si esto fuera así, los cambios no estarían afectando únicamente a la Tierra, sino a todo el Sistema Solar.
Y parece que podrían existir varias pistas al respecto:
Pero, de nuevo, la tecnología es el problema. ¿Estaban ahí y no teníamos los medios para verlos o forman parte de algún proceso en curso? Difícilmente lo sabremos.
De hecho, el aumento de asteroides y bolas de fuego en los cielos es una constante de los últimos tiempos.
El enfriamiento de la mesosfera, al aumentar los cristales de hielo, es el que explica fenómenos "anómalos" como una mayor manifestación de las formaciones noctilucentes, cuyos avistamientos han experimentado un importante crecimiento en los últimos años.
Y explica también, al adquirir mayor densidad a causa del frío, la menor altura a que se forman las nubes en estos tiempos que corren:
Universo eléctrico
Avanzando en el tema, si retomamos el asunto de la materia cósmica, el aumento de partículas ionizadas en la atmósfera potencia la carga eléctrica de la misma y altera los procesos de formación de nubes y cambios de temperatura, como se ha señalado más arriba.
Pero hay quienes van más allá.
Existe una teoría propuesta por James McCanney, y apoyada por otros como Walter Thornhill y Alexander Dimitriev (El Universo Eléctrico), según la cual los eventos climáticos son de naturaleza eléctrica y cumplen un papel estabilizador.
Cuando los cinturones de radiación que rodean la Tierra se cargan por un exceso de energía cósmica, el planeta recurre a un proceso de descarga que se traduce en eventos climáticos por los que se restaura el equilibrio.
Para estos investigadores, los cuerpos celestes son objetos cargados eléctricamente que circulan por un ambiente plasmático (viento solar en nuestro caso) muy activo, de manera que las interacciones y descargas son algo constante, tanto en el exterior como en nuestra atmósfera.
La Tierra se comportaría, así, como un condensador, esto es, un objeto capaz de almacenar energía: está formado por dos superficies conductoras o "láminas", de manera que las líneas de campo eléctrico que parten de una van a parar a la otra.
Las placas, sometidas a una diferencia de potencial, adquieren una determinada carga eléctrica, positiva en una de ellas y negativa en la otra, siendo nula la variación de carga total.
Las partículas o materia cósmica entran en la magnetosfera y aumentan la carga. Se produce una transmisión de líneas de corriente entre atmósfera y superficie.
Los eventos climáticos serían la manera de reconducir las cargas y recuperar el equilibrio entre ambas láminas del condensador.
El fenómeno más evidente es el de los rayos, cuya formación es aún incierta, desconociéndose la verdadera causa de tales descargas eléctricas.
Los tornados también serían un método para favorecer la descarga eléctrica de la atmósfera, canalizando la carga a tierra gracias a la típica forma de embudo. Esto supone que la rotación del viento es consecuencia de un campo electromagnético previo que controla su movimiento. De hecho, un método ensayado por la NASA para tratar de predecir tornados consiste en medir la cantidad de rayos que surgen en las partes altas de la atmósfera.
De la misma forma, huracanes y tifones también responden a ese mismo patrón de embudo.
El hecho de que pierdan fuerza al llegar a tierra se debería a que ésta permite que las nubes descarguen su corriente eléctrica, efecto contrario al producido cuando están sobre el océano, donde ionosfera y superficie marina se están retroalimentando.
Hemos hecho referencia a las teorías de Khalilov sobre un incremento de actividad en el interior de la corteza terrestre debido al aumento de energías por efecto de acontecimientos espaciales, en especial el Sol, que afectarían al núcleo terrestre y, por tanto, incidirían en el aumento de actividad sísmica.
También hemos citado las sospechas de la NASA en el mismo sentido.
Por cierto, Khalilov también contempla el desplazamiento del eje magnético terrestre como consecuencia de tales variaciones, lo que supondría un debilitamiento temporal de la magnetosfera que incrementaría los efectos cósmicos.
Dicho esto, sigamos.
Los defensores de la teoría eléctrica (del Universo) también tienen su hipótesis de lo que puede estar pasando en lo que a terremotos y volcanes se refiere.
Esto explicaría el por qué de tantos fenómenos electromagnéticos asociados a terremotos y volcanes, el por qué de las variaciones en las resonancias Schumann, antes de un evento sísmico y otro fenómeno "anómalo" donde los haya en los últimos tiempos, el zumbido.
Un resumen del proceso se ejemplifica en un artículo de la Web de David Talbott y W. Thornhill:
Otras ideas
Existen otras hipótesis ajenas a la teoría eléctrica que también llegan a las mismas conclusiones por otros caminos, y que no resultan incompatibles unas con otras.
Es el caso de otro extenso informe recogido por los editores de la Web SOTT.net y del que se han extraído buena parte de las referencias aquí citadas. Ellos hablan de una ralentización de la rotación terrestre provocada por los cambios en la atmósfera.
Se trata, obviamente, de un cambio inapreciable salvo mediante aparatos de precisión. Recordemos, por cierto, que hace poco hubo que ajustar el reloj atómico mundial, retrasándolo un segundo.
El caso es que, en 2010 el Geophysical Research Letters publicó un estudio según el cual los rayos cósmicos podían ralentizar el movimiento de rotación de la Tierra, debido a que las variaciones en el nivel de energía que absorbe la atmósfera repercute en la velocidad y organización de los vientos y de ahí se producen cambios en el momento angular, o cinético, del planeta.
Pero, ¿cómo afecta la actividad sísmica al clima?
El enfriamiento de las capas altas de la atmósfera es el detonante de todo un proceso que, una vez en marcha, resulta imparable en cuanto a que los efectos se interrelacionan y retroalimentan, aumentando su nivel de incidencia. Cuando la superficie se ve afectada por los movimientos sísmicos que liberan energías caloríficas, no hace sino complicar la cosa aún más.
Cuanto más vulcanismo, mayor emisión de gases de efecto invernadero, aumento del calor en las capas bajas de la atmósfera y, por tanto, incremento de la humedad y formación de bolsas calientes que, aportando más "combustible" para la formación de nubes y chocando con las capas frías, provocan las fuertes lluvias y demás eventos de clima extremo.
Cambio climático natural
El año pasado, científicos franceses estudiaron los cambios provocados por las erupciones volcánicas en Islandia y concluyeron que el ácido sulfúrico reacciona con otras moléculas de la atmósfera y altera enormemente el índice de precipitaciones, primero a nivel local y luego en un entorno mucho más amplio.
Además del sulfuro de los volcanes, tenemos las bolsas de metano. En el mes de mayo, se publicaba lo siguiente:
Al mismo tiempo, la actividad volcánica submarina calienta los océanos y aumenta dramáticamente los niveles de humedad, sumándose a la formación de nubes y el índice de precipitaciones que acabamos de mencionar.
Y recordemos la hasta hace unos años (2008) desconocida actividad sísmica y volcánica bajo el Ártico, la cual resultó toda una sorpresa para los científicos, quienes pensaban que las erupciones más allá de los 3.000 metros de profundidad eran imposibles:
Y ahora recordemos la noticia surgida hace un mes (junio de 2012) sobre el descubrimiento de un bosque de algas bajo las aguas del Ártico:
He ahí de nuevo el calentamiento global como responsable.
Puede que sea culpa de quien esto escribe no haber encontrado las alusiones, pero no he podido hallar un medio de comunicación que hiciera mención a la posible relación entre ese auge de vida y la actividad volcánica bajo aquellas aguas.
Mientras que aquí abajo sigamos experimentando temperaturas altas, la excusa del calentamiento global podrá seguir funcionando.
El problema es que, según entremos en el mínimo solar más acentuado de la Historia (últimamente la cosa va de récords por todas partes…), y cuanto más material cósmico nos aborde, el aporte calorífico desde el exterior se reducirá considerablemente.
Los eventos sísmicos y volcánicos son los que favorecen los procesos atmosféricos.
Después de un periodo de inestabilidad y caos, cuyo máximo, según Khalilov, será sobre 2015, tras remitir poco a poco la actividad, llegará, a pesar de Al Gore, la ONU y sus interminables protocolos de distracción, una inevitable edad del hielo.
Saltándose la parte desagradable de la película, sustituida por el calentamiento antropogénico, la NASA coincide con este calendario:
Conclusiones
Hay quienes seguirán atribuyendo las condiciones climáticas a la actividad humana, o incluso las catástrofes planetarias a armas de control.
Pero no nos engañemos. En el fondo, lo haremos porque así podremos seguir pensando que tenemos el poder y la capacidad de decisión sobre los acontecimientos. Y, por tanto, la solución.
Es posible que, de esta forma, quienes estén al mando puedan saberse tranquilos porque todos estamos tranquilos. Nuestro comportamiento sigue controlado porque vive sobre la premisa de que el humano domina la naturaleza.
¿Qué ocurriría si supiéramos de algo que está fuera de todo control, de algo que, "de verdad de verdad de la buena", es realmente inevitable?
Si asumiéramos que nadie tiene poder sobre los acontecimientos que se nos vienen encima, el caos sería inmediato.
Acontecimientos que ningún grupo en la sombra puede evitar. Ellos necesitan hacernos creer que tienen el control y nosotros necesitamos creer que es cierto para conservar la esperanza.
Así estamos entretenidos en la esperanza de poder pararlo, no en contemplar la realidad. Porque darse cuenta de que se trata de verdaderos cambios en la Tierra, y no de un asunto de control, elimina la esperanza. Y una sociedad sin esperanza es muy peligrosa.
Dominada por el miedo de aquellos que ignoran lo que ocurre, aquellos que pensaban que las cosas serían de otra manera y a quienes nadie enseñó a enfrentar las sombras.
Puede que esté ahí la explicación al por qué de una "fuerza de paz para eventos climáticos", a la amenaza del calentamiento global por causas humanas, a tanto conflicto sin más sentido que el de meter miedo. Sólo para entretenernos y alejarnos de nuestro propósito, sea el que sea.
En estos casos, se suele citar al astrofísico Victor Clube, que en su día dijo aquello de:
Por supuesto, todo esto no son sino simples especulaciones, como tantas otras, una disposición de datos sagazmente articulados. No superaría ninguna prueba de calidad.
Así que,
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