21 Enero 2015
del Sitio Web
GazzettaDelApocalipsis
El ser humano actual dispone de una riqueza sin precedentes.
Y no, no estamos hablando de avances tecnológicos, dinero, ni
materias primas…
Invertimos grandes cantidades de energía discutiendo sobre el
reparto del dinero y de los recursos en la sociedad y sin embargo
ignoramos la gestión de una de las mayores riquezas de las que
disfrutamos actualmente.
Estamos hablando del EXCEDENTE DE TIEMPO.
Como hemos dicho otras veces, nuestro tiempo de vida tiene un valor
absoluto e incalculable.
A diferencia de un billete o de una pepita de oro, a los cuales
podríamos considerar una simple estampita de papel o un vulgar
fragmento de metal si así lo estimáramos, y que por lo tanto, tienen
exactamente el valor que nosotros les otorguemos, nuestro tiempo de
vida es un tesoro de valor inconmensurable, que no podemos comprar,
vender ni negociar.
El tiempo del que disponemos es nuestra vida en sí misma.
Durante siglos, el ser humano, como el resto de los animales, se ha
visto obligado a emplear gran parte de su tiempo vital en garantizar
su subsistencia y cumplir con sus necesidades biológicas básicas.
Cuando hemos hablado de personas ricas y poderosas, de nobles o de
la realeza, la mayoría de nosotros solo nos hemos fijado en los
aspectos más aparentes, como el dinero, las casas, los lujos, las
vestimentas, la alimentación.
Sin embargo, hemos ignorado que la mayor riqueza de
la que han disfrutado las personas privilegiadas a lo largo de la
historia es que no han tenido que emplear gran parte de su tiempo en
garantizar su subsistencia y sus quehaceres cotidianos.
El tiempo que deberían emplear en trabajar para pagarse un techo y
comida, cocinar o limpiar su ropa, por poner algunos ejemplos, lo
han podido dedicar a cualquier otro tipo de actividad, desde la
diversión a la formación, con la tranquilidad de saber que sus
necesidades básicas estaban bien cubiertas.
En eso consiste realmente ser rico: en disponer de un amplio
excedente de tiempo.
En ese aspecto, el ser humano medio actual en el mundo occidental,
es el más rico de la historia o al menos debería serlo si
aprovechara bien sus recursos.
Los avances científicos y tecnológicos y las conquistas sociales
obtenidas tras tantos siglos de luchas y sacrificios, nos han
permitido rescatar gran parte del tiempo que debíamos emplear antes
en producir nuestra comida, acceder al agua, tejer nuestra ropa,
conseguir un techo o desplazarnos de un lugar a otro.
Hemos ganado tiempo y podemos considerarnos unos privilegiados
respecto a nuestros antepasados, a pesar de que, tal y como
indicamos en el artículo
EL GRAN ENGAÑO DEL PROGRESO, la
ganancia en excedente de tiempo del hombre actual sea mucho menor de
lo que debería ser.
LOS DOS TIEMPOS
Simplificando, podemos decir que nuestro tiempo de vida se divide de
forma natural en,
-
tiempo cautivo
-
tiempo libre
El tiempo cautivo es el que debemos destinar a cubrir
nuestras necesidades biológicas y nuestra supervivencia y el tiempo
libre es el excedente de tiempo que podemos dedicar a lo que nos
plazca.
Pero fijémonos con mucha atención en qué se ha convertido el
tiempo libre en la sociedad actual.
En nuestras sociedades, al tiempo libre, también se lo considera o
se lo denomina "tiempo de ocio". De hecho, en la actualidad, "tiempo
libre" y "tiempo de ocio" son prácticamente sinónimos.
Puede parecer un inocente giro lingüístico sin importancia, pero es
algo que esconde en su interior mucho veneno y que es un reflejo
inconsciente y muy evidente de cómo el Sistema nos manipula a su
antojo.
Cuando hablamos de "tiempo libre", estamos hablando de un valioso
excedente de tiempo que podemos emplear en cualquier tipo de
actividad.
Esas actividades pueden incluir, obviamente, el ocio
y la diversión, pero también pueden incluir la construcción
personal, pensar y analizar el entorno con espíritu crítico, crear
cosas o directamente luchar con todas nuestras energías por aquello
que consideramos justo.
Ese "tiempo libre" sería pues, un tiempo invertido en llegar a ser
todo aquello que nosotros decidamos ser.
Curiosamente, en el momento en el que equiparamos "tiempo libre" con
"tiempo de ocio y diversión", eliminamos de la ecuación todas
aquellas actividades que más contribuyen a nuestro crecimiento
personal y a la toma de conciencia de nosotros mismos y de nuestra
existencia.
Estamos pues, ante un caso de programación mental sutil, aunque
nadie la haya implementado de forma premeditada.
Esa programación sutil nos lleva a que en la sociedad actual, el
tiempo de los individuos quede dividido en 2 partes bien
diferenciadas: tiempo de trabajo y tiempo de ocio, que sustituyen a
los originales tiempo cautivo y tiempo libre.
Eso influye decididamente en la percepción que tenemos de nuestra
propia existencia. Así, en nuestra mente, el tiempo de trabajo acaba
significando obligación, deber y carga.
El tiempo de ocio, por contra, acaba significando libertad, derechos
y ligereza.
La continua contraposición entre estos dos modelos de tiempo generan
una dinámica que, como un motor eléctrico, nos hace avanzar sumisa y
monótonamente a lo largo de la cuadrícula del calendario, día tras
día, semana tras semana, desde muy temprana edad hasta el final de
nuestra existencia.
Es algo parecido a un perpetuo mecanismo de castigo y recompensa, un
bucle incesante
"trabaja-descansa-trabaja-descansa-trabaja-descansa…", al que
también podríamos calificar como "obedece-olvida-obedece-olvida..."
Esa es la función principal del "tiempo de ocio" en el mundo actual:
que olvidemos por unas horas que durante el resto del tiempo
obedecemos ciegamente como esclavos.
La sociedad nos dice que debemos olvidar, evadirnos, distraernos… no
pensar en el sentido de nuestra existencia, no preguntarnos quiénes
somos, qué hacemos aquí y sobretodo, no cuestionarnos cómo empleamos
ese valioso e intransferible tesoro que es nuestro tiempo de vida.
Pero,
A este proceso lo podríamos calificar como "proceso
de banalización" y como veremos, se trata de un mecanismo utilizado
por el Sistema a lo largo de los tiempos, cuyo objetivo final es
desviar nuestra atención de todo aquello que tenga un valor absoluto
y real y inducirnos a centrar la atención en objetos de valor vacío.
EL PROCESO DE BANALIZACIÓN
A lo largo de la historia, los seres humanos hemos caído víctimas de
un extenso mecanismo psicológico que nos ha llevado,
sistemáticamente, a trivializar el valor de todo aquello por lo que
hemos luchado o hemos creído.
Ese proceso lo hemos experimentado de forma muy clara en lo relativo
a la conquista de nuestro excedente de tiempo, pero también lo vemos
reproducido cuando hablamos de las conquistas de derechos sociales o
políticos o de acceder a los recursos que garantizan nuestra
subsistencia.
Es un proceso que se divide principalmente en 3 fases temporales:
FASE 1 - RESTRICCIÓN
Se restringe el acceso al "objeto" que se convertirá en
herramienta de control.
Por ejemplo, durante siglos, la mayor parte de la población ha
visto restringido su acceso a las necesidades mínimas de
subsistencia, como son comida, vivienda o transporte.
Mientras se encuentra inmerso en esta fase, el individuo dedica
todo su tiempo a luchar por su supervivencia, lo que no le deja
tiempo, espacio ni energías para el desarrollo de su conciencia
individual.
FASE 2 - BANALIZACIÓN
A medida que se permite el acceso paulatino al objeto
restringido, se banaliza progresivamente su auténtico valor y se
crean objetos asociados de valor vacío a los que se deriva ese
valor.
Durante esta fase, el individuo accede cada vez con menos
dificultad a la comida o la vivienda, por poner dos ejemplos,
hasta que paulatinamente acaba accediendo a un vehículo propio,
un electrodoméstico o una elegante vestimenta, hechos que
considera una gran conquista social, en contraste con las
carencias arrastradas en la fase anterior.
Esta fase culmina cuando el individuo empieza a olvidar el valor
absoluto de la comida de cada día y empieza a conceder el máximo
valor a esos objetos superfluos de valor relativo a los que
acaba de acceder.
FASE 3 - DEPENDENCIA Y EXCESO
Una vez vertido el valor del objeto original en un número
creciente de objetos de sustitución vacíos, se generan
mecanismos de dependencia hacia ellos.
En esta fase, la vida del individuo se ve inundada por objetos
sin valor absoluto, a los cuales acaba considerando como su
única realidad y su único sueño y de los que acaba dependiendo
psicológicamente:
el modelo de coche más potente, el último
móvil de nueva generación, las novedosas zapatillas de marca
con colores cegadores o la entrada para el macroconcierto de
la siliconada estrella del pop que esté de moda.
Llegados a este punto, en la mente de los individuos se produce una
alteración en la percepción de los valores.
Aquello que el individuo tanto anhelaba en la fase 1 y por lo que
tanto había luchado, no solo pierde todo su valor para él, sino que
se ve sustituido por un conjunto de mecanismos vacíos que lo
condicionan hasta la esclavitud.
De hecho, una vez inmerso en la fase 3, el individuo está tan
esclavizado psíquicamente que es incapaz de recuperar el sentido
sobre lo que tiene valor real y lo que no lo tiene.
Por ejemplo, si en un determinado momento, al individuo se le niega
el acceso a lo obtenido en la fase 3 y se le lleva de nuevo, a la
fase 1 o la 2, veremos que lucha denodadamente, no por cambiar el
sistema que lo esclaviza, sino para recuperar de nuevo lo que le fue
concedido en la fase 3, convertido en el único sueño que alberga su
mente programada.
Para entenderlo mejor, supongamos una situación hipotética:
Imaginemos a un hombre inmensamente rico, un potentado poseedor de
un yate de lujo, coches de alta gama y caros chismes de alta
tecnología, que por un golpe del destino, cae en la ruina por culpa
de una crisis económica…
-
¿Cual será su sueño mientras se ve confinado
en un humilde piso de alquiler del extrarradio?
-
¿Cuál será su gran anhelo?
-
¿Crear un mundo más justo y mejor en el que
todo el mundo pueda vivir con dignidad o llegar a recuperar
como sea todos esos lujos de los que antaño disfrutó?
La respuesta es obvia...
Su único sueño será recuperar los "privilegios" de lo
que disfrutaba en la fase 3, simple y llanamente, porque es un
esclavo psíquico de esos elementos.
Como vemos, el Proceso de Banalización se convierte en un
mecanismo de control perfecto, destinado a mantenerse eternamente en
funcionamiento, como un móvil perpetuo.
Y este proceso, también lo estamos experimentando con nuestro
excedente de tiempo.
Tras largos siglos de restricciones, a medida que hemos conseguido
disponer de mayor tiempo libre, este ha sufrido un imparable proceso
de banalización, hasta culminar en su sustitución por "tiempo de
ocio" en la actualidad.
Y ese proceso de trivialización de nuestro tiempo aún no ha
culminado: el futuro se presenta aún mucho más tenebroso.
Diversas prospecciones sobre el futuro de la humanidad, indican que
las técnicas de robótica avanzada sustituirán en gran parte el
trabajo realizado por el ser humano y ese hecho repercutirá en un
incremento aún mayor de nuestro excedente de tiempo.
Paralelo a este proceso, experimentaremos el ascenso imparable que
vivirán las técnicas de Realidad Virtual.
Así pues, la combinación de ambos factores, amenazan con convertir
la vida futura del ser humano en un derroche de tiempo excedentario,
invertido casi en su totalidad en el ocio y la evasión de la
realidad, que se convertirán en una adicción existencial sin la cual
las personas no sabrán vivir.
Si no hacemos nada por cambiar la deriva actual de forma urgente,
los seres humanos del futuro pasaremos la mayor parte de nuestras
existencias inmersos en mundos imaginarios de videojuego donde
podremos olvidarnos definitivamente de quienes somos y de cualquier
atisbo de construcción personal y toma de conciencia individual,
elementos esenciales para cambiar las cosas, no solo en nuestras
propias vidas, sino en la sociedad y el mundo en general.
Será el triunfo definitivo de
la maquinaria del Sistema sobre nuestra individualidad y
será un triunfo basado en gran manera en la perversión de nuestro
excedente de tiempo.
EL ARTE DE PERDER EL TIEMPO
Lo cierto es que la sociedad actual ha convertido la pérdida de
tiempo en un auténtico arte.
En cierta manera parece que el hombre occidental busca
desesperadamente cualquier manera de entretener su cerebro, con el
fin de evitar ponerse ante el espejo o reflexionar profundamente
sobre su existencia.
Vivimos inmersos en algo parecido a una incesante huida de nosotros
mismos, traducida en mil y un tipo de distracciones:
miramos la tele, vamos al fútbol, al cine,
navegamos por Internet, derrochamos horas jugando a videojuegos
o inmersos en las redes sociales, o incluso leyendo novelas o
practicando deporte, actividades estas últimas, que tenemos
subidas en un pedestal, pero que en cierta manera también
utilizamos para no pensar por nosotros mismos y no mirarnos al
espejo.
Cualquier distracción es válida si contribuye a
escondernos de la mirada inquisidora de nuestra conciencia.
Como es evidente, no estamos diciendo que divertirse o entretenerse
sea algo malo; a todos nos gusta y todos lo necesitamos, pero nadie
puede negar que en la sociedad actual el ocio y el entretenimiento
se han convertido en el nuevo opio del pueblo.
Incluso las creaciones culturales destinadas a hacernos reflexionar
o despertar nuestra conciencia han acabado formando parte del
entretenimiento masivo.
El gran problema no es que banalicemos nuestro excedente de tiempo,
sino que con ello banalizamos también nuestros anhelos y nuestros
sueños y por lo tanto, nuestro futuro.
Y es que el mundo en el que vivimos sigue mecánicas demenciales y ni
tan solo nos damos cuenta de ello. Utilizamos gran parte de nuestro
tiempo trabajando, con el fin de ganar dinero con el que poder
comprar tiempo que malgastar.
Es así de triste.
Vendemos tiempo para comprar tiempo que perder...
Trabajamos cinco días a la semana para poder malgastar los otros dos
"libremente".
Y a eso lo llamamos "llevar una vida de provecho". Por lo visto, una
vida provechosa es aquella en la que todo el tiempo disponible se
utiliza en ocultarse de uno mismo.
¿Quién nos habrá inculcado una idea tan perniciosa?
Como podemos ver estamos inmersos en una batalla soterrada por el
control de nuestro excedente de tiempo. Porque en el fondo, ese es
el tesoro oculto que todos los individuos tenemos y del que el
Sistema quiere apoderarse.
De la gestión y control de ese tiempo, depende que toda la
estructura siga en pie o acabe siendo demolida.
¿Seguiremos derrochando nuestro tiempo en tonterías?
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