04 Marzo 2015
del Sitio Web
GazzettaDelApocalipsis
Una de las mayores capacidades del ser humano es la de usar su mente
para crear muros y barreras imaginarias y después acabar creyéndolas
como si fueran reales y ciertas.
Es la gran especialidad de nuestra especie y una de nuestras
características más marcadas.
Así ha sido como hemos concebido barreras ficticias, temporales y
espaciales, que posteriormente se han traducido en calendarios y
fronteras, a las que hemos acabado subyugándonos como si fueran algo
tangible y real.
Pero no nos hemos conformado con eso.
Una vez hemos alterado nuestra visión del universo dividiéndolo en
fracciones imaginarias, nos hemos dedicado en cuerpo y alma a
clasificar esas porciones ficticias, dividiéndolas a su vez en
clases y categorías, hasta que con ello hemos sentado las bases para
crear uno de los conceptos más perniciosos y absurdos jamás
concebidos por la mente humana:
la PROPIEDAD...
Y es que la propiedad consiste precisamente en esto:
en dividir el universo en partes imaginarias,
creer que esas divisiones son reales y después intentar
adueñarnos de cada una de las porciones.
El concepto de propiedad es una mera abstracción
intelectual, basada en otras abstracciones intelectuales (las
divisiones imaginarias), que nada tiene que ver con la auténtica
naturaleza de las cosas.
Lo más curioso es que a pesar de ser uno de los conceptos abstractos
más absurdos que hemos concebido jamás, es a la vez uno de los más
profundamente arraigados en nuestras psiques, hasta el punto de que,
para la mayoría de gente, resulta imposible comprender que el
concepto de propiedad no tiene ningún sentido.
Pongamos un ejemplo:
la propiedad de la tierra, que tantos ríos de
sangre y tanto dolor y sufrimiento ha provocado a lo largo de la
historia.
-
¿Qué sentido tiene ser propietario de un
pedazo de tierra?
-
¿Como se puede tener la audacia y el
atrevimiento de concebir una idea tan ridícula como ser
propietarios de un pedazo de tierra o de todo el planeta en
su conjunto?
La realidad es que vivimos en un pequeño rincón de
una de las cien mil millones de galaxias del universo, en una
roca flotante con una antigüedad de mas de 4.500 millones de años y
nosotros, un minúsculo y frágil conglomerado de material bioquímico
de carácter efímero, incapaz de persistir durante más de 80 míseras
órbitas alrededor del sol, hemos decidido que fragmentos de esta
gran roca, nos pertenecen a nosotros, personalmente y ¡en
exclusiva...!
A pesar de que la tierra lleva aquí 4500 millones de años y ya
estaba orbitando alrededor del Sol mucho antes de que empezáramos a
arrastrarnos sobre ella.
A pesar de que cada uno de nosotros, a nivel individual, acabamos de
aparecer y que en un suspiro nos descompondremos en esta misma
tierra.
Y a pesar de que la roca seguirá aquí, miles de millones de años más
tras nuestra desaparición o posible extinción, como ha pasado ya
antes con tantas especies animales o vegetales.
A pesar de todo esto, que refleja lo obvio de nuestra pequeñez,
tanto a escala temporal como física, tenemos el atrevimiento de
considerarnos dueños de este pedazo de universo.
Afirmamos con orgullo y prepotencia que es "nuestro".
Que es de nuestra "propiedad"...
Es como si una simple mosca, acabada de nacer y que tan solo vivirá
15 días más, volara a lo largo y ancho de una isla, proclamando a
los cuatro vientos y con pose prepotente,
"esta isla es mía, es de mi legítima propiedad,
incluidos los bosques, las montañas y las personas o animales
que habitan en ella".
Daría risa, ¿no?
Un minúsculo bicho que acaba de aparecer y que pronto va a morir,
creyéndose dueña no solo de la isla, que lleva millones de años ahí,
sino incluso de nuestras propias personas, que probablemente vamos a
sobrevivirla por mucho.
Pues bien, eso es exactamente lo que estamos haciendo los seres
humanos con la tierra y con todo lo que hay en ella.
La base lógica que utilizamos es la misma que la de la mosca.
Siguiendo este razonamiento sin sentido, hemos dividido el planeta
en infinidad de fragmentos imaginarios, fragmentos que pertenecen a
personas, que pertenecen a etnias, que pertenecen a entidades
privadas, a municipios, a países…
Y en el paroxismo del absurdo hemos creado leyes y regulaciones
para delimitar donde empiezan y terminan esas fracciones ficticias
que solo existen en nuestras mentes, llegando a límites de ridículo
tan exacerbados, que parece mentira que sigamos manteniéndolos sin
sentir vergüenza de nosotros mismos.
Porque cuando eres propietario de un pedazo de tierra,
-
¿Hasta que profundidad llega la tierra que te
pertenece?
-
¿Llega hasta el centro de la tierra?
-
¿Entonces, el magma en movimiento que pasa
por esa sección de tierra también te pertenece?
-
¿Y los cursos de agua subterránea?
-
¿Y si tu fracción imaginaria de tierra
incluye una porción de una de esas bolsas de material
descompuesto que llamamos petróleo?
-
¿Y qué sucede si un topo orada un túnel en la
tierra que es de tu propiedad? ¿El topo te pertenece? ¿Y el
orificio que ha hecho el topo?
Para dirimir tan importantes preguntas, nos hemos enterrado bajo
millones de regulaciones sobre la propiedad de la tierra y sus
recursos y cada país con su marco legal ha creado sus propias
limitaciones, a cada cuál más arbitraria.
Así, alguien en un país A es propietario de la tierra solo hasta los
15 metros de profundidad, mientras alguien en un país B lo es hasta
los 50. etc, etc, etc, reglamentaciones absurdas para repartirnos
los trozos de planeta que hemos delimitado en nuestras propias
mentes y que solo existen ahí.
¡Y lo consideramos la cosa más normal y lógica del
mundo!
Creemos que la propiedad de un trozo de planeta es algo natural,
cuando no lo es en absoluto.
Nos pongamos como nos pongamos, aunque busquemos las expresiones más
rimbombantes a nivel legal para justificarlo, la propiedad de la
tierra, como concepto, no tiene el más mínimo sentido.
Considerarse propietario de un trozo de tierra es tan ridículo como
ser propietario de una nube que surca el cielo.
Al fin y al cabo, una nube también es un fragmento de planeta, pues
forma parte de su atmósfera… entonces, ¿por qué no nos repartimos
también la propiedad de las nubes?
¡ADQUIERA UNA NUBE!
El primer paso para ser propietario de una nube, debería ser, antes
que nada, dirimir cuál es su valor.
Para tasar su valor sería necesaria una estimación del agua que
potencialmente pudiera descargar la nube y para ello necesitaríamos
el concurso de un "experto meteorólogo tasador de nubes".
Una vez tasado el valor nominal de la nube, su valor final oscilaría
dependiendo de los posibles escenarios futuros asociados a esa nube,
tales como su posible disolución espontánea, su potencial capacidad
de unión con otras nubes para formar frentes tormentosos y los
posibles lugares en los que la nube podría descargar su valor
nominal en forma de agua.
Todos estos cálculos se producirían en el mercado de valores de
nubes, donde expertos meteorólogos harían estimaciones constantes
sobre el futuro de todas las nubes adquiridas y su valor oscilante,
y donde los inversores podrían adquirir e intercambiar acciones
basadas en las diferentes estimaciones futuras de los valores
nubosos.
Es decir, podrían adquirirse valores asociados a nubes aún no
formadas, a frentes tormentosos estimados y a descargas de lluvia
aún no producidas y comprar y vender esos valores, etc, etc, etc…
Quizás deberías saber que el mercado de valores que
tan en serio nos tomamos funciona de forma análoga al mercado de
nubes.
Y más concretamente el mercado de futuros y
derivados...
Es mas, en el mercado de derivados bursátiles se llega a especular
con las fluctuaciones de las tasas de interés, es decir, con la
oscilación de simples dígitos, mientras que en el ejemplo expuesto
anteriormente, lo haríamos con algo tangible, como sería una nube y
el agua que potencialmente pudiera descargar.
La compra y venta de nubes solo es un ejemplo gráfico de nuestra
infinita capacidad para justificar los conceptos más absurdos
creados por nuestra mente.
No tengas ninguna duda de que si hubieras nacido en un mundo donde
existiera esta compra y venta de nubes y moviera millones de
dólares, tú lo verías como la cosa más natural del mundo.
Habría estudios universitarios de tasadores de nubes y de economía
meteorológica, elegantes expertos hablando de ello en tertulias y
entrevistas televisivas, grandes empresas dedicadas al negocio de
las nubes y conflictos internacionales derivados de su gestión.
Entonces, para ti, seria inconcebible pensar que las nubes no son
propiedad de nadie y si alguien afirmara que la propiedad de las
nubes resulta absurda, te resultaría chocante.
Te resultaría tan chocante como lo es ahora aceptar que la propiedad
de la tierra no tiene ningún sentido.
EL UNIVERSO EN PROPIEDAD
Parece que esos límites no existen.
Es lo malo de los conceptos y las ideas: una vez quedan instaurados
y sus lógicas de funcionamiento son comúnmente aceptadas, tienden a
reproducirse y a extrapolarse a otros ámbitos.
Eso nos ha llevado a que estemos dispuestos a despedazar
imaginariamente el universo entero y apropiarnos de cada trozo.
Encontramos un buen ejemplo de ello en la propiedad del material
genético.
Existen empresas que se otorgan la propiedad exclusiva de
secuencias concretas de genes, de material genético de origen
vegetal, animal e incluso humano.
Algunos colectivos claman al cielo por ello. Lo consideran un
disparate, casi una inmoralidad.
Pero para ser justos, ¿no es un razonamiento análogo al de la
propiedad de la tierra? Simplemente consiste en dividir el universo
en partes imaginarias y apropiarnos de ellas por separado.
En realidad, la apropiación del material genético se produce gracias
a un salto tecnológico que nos permite dirimir esas divisiones, algo
que no podíamos hacer en la antigüedad.
Pero el concepto original sigue siendo el mismo que en el caso de la
propiedad de la tierra. Y ahí reside el problema.
A medida que la tecnología avance,
-
¿Donde situaremos los límites de la propiedad
sobre el universo?
-
¿Nos adueñaremos de otros planetas?
-
¿Serán propiedad de empresas, de países, de
personas ricas?
Si una empresa privada financia una nave espacial que explote un
asteroide o un cometa,
-
¿Será de su propiedad?
-
¿Podrán arrancarlo de su órbita y explotar
sus recursos minerales?
-
¿Compraremos y venderemos los anillos de
saturno?
-
¿Qué sucederá con la luna?
-
¿Cómo la repartiremos?
-
¿Será propiedad de los primeros que la
pisaron o de los primeros que se instalaron a vivir en ella?
-
Si una gran empresa compra la cara visible de
la luna, ¿podrá poner gigantescos anuncios en ella que se
vean desde toda la tierra, aunque los demás no lo queramos?
Pero vayamos mas allá.
Si una empresa puede apropiarse de un gen, solo por el simple hecho
de haberlo aislado en un laboratorio, entonces, ¿porque razón no
puede apropiarse de un color?
Por ejemplo, el color amarillo es el color que se percibe en la foto
recepción de la luz de longitud de onda comprendida entre 574 y 577
nanómetros.
Es un fragmento del espectro electromagnético. ¿Porque no apropiarse
de él y cobrar al usuario por ver ese color?
Puede parecer una idea ridícula, pero si algún día comercializan
ojos creados genéticamente, y una empresa es capaz de controlar los
fotorreceptores del ojo, ¿porque razón no van a cobrarte por ver un
color concreto?
¡Como más pagues, más colores disfrutarás! ¡Colores
con tonos exclusivos, para ver la vida más brillante! ¡Ojos
genéticos de visión premium, para vips! ¡Ojos en blanco y negro para
los pobres!
¿Acaso no existen los colores corporativos ya? ¿Acaso no se
privatiza el espacio radioeléctrico?
Los únicos impedimentos y las únicas limitaciones, una vez estamos
inmersos en las dinámicas de la propiedad, residen en la capacidad
tecnológica para implementar los cobros y en un marco legal que se
doblegue a determinados intereses.
Y siguiendo el mismo razonamiento, ¿porque no patentar una partícula
subatómica recientemente descubierta?
Al fin y al cabo es un fragmento de átomo "aislado en laboratorio".
Si tiene alguna propiedad con valor comercial y puede patentarse el
procedimiento para aislarla, ¿es disparatado que alguien llegue a
cobrar por ello en un futuro en el que las leyes lo permitan?
Si una mega corporación creara un servicio de limpieza de la
polución atmosférica, ¿podría cobrarte por los rayos de sol que
recibieras sobre tu casa?
Al fin y al cabo, sería gracias a su servicio que disfrutarías de
ese sol, de la misma forma que el servicio de suministro de agua te
cobra por el agua potable que antes nos pertenecía a todos por
natural y de forma gratuita.
¿O quizás podría cobrártelo el gobierno en forma de impuesto por
acceso a la luz solar?
Si existieran procedimientos para limpiar el aire de toxinas y
contaminación, ¿te cobrarían por el aire limpio siguiendo la misma
lógica?
Y en el límite del absurdo, ¿porque no patentar una palabra
inventada y cobrar por pronunciarla o escucharla? Al fin y al cabo,
es lo mas parecido a una secuencia genética creada en laboratorio.
Solo hace falta sustituir los aminoácidos por las letras.
No tengas ninguna duda de que si no se ha intentado es por meras
limitaciones tecnológicas y físicas asociadas a la gestión efectiva
de la palabra y al cobro correspondiente.
No te cobran por pronunciar "Coca-cola" o "Samsung", no porque sea
una idea absurda, sino porque no pueden establecer los métodos de
control y cobro para hacerlo.
Porque afortunadamente y al menos de momento, la tecnología tiene
muchas más limitaciones que la codicia.
Quizás estos ejemplos que acabamos de exponer te parezcan absurdos y
exagerados.
Pero no lo son tanto como pueda parecer.
Porque en definitiva, la propiedad es un concepto inventado por
la mente humana.
Un concepto abstracto, como las propias leyes que la rigen
dentro de un marco legal o el sentido moral asociado que le
otorgamos.
Y los marcos legales y las leyes cambian, como nos muestra la
historia.
Y el sentido moral asociado a esas leyes, también.
Entonces ¿puedes asegurar que algún día no verás
alguno de estos ejemplos convertidos en una triste realidad?
Ya nada debería escandalizarnos.
Los conceptos que representan la base lógica para llegar a estos
extremos ya los tenemos plenamente aceptados y forman parte de
nuestra normalidad como sociedad.
Éste es el gran problema de permitir que se instaure como "normal"
un concepto que no tiene ningún sentido.
Una vez instaurado el concepto, tiende a reproducirse, a
extrapolarse y a degenerar, alcanzando progresivamente nuevas cotas
de absurdo y vacío de sentido.
Obviamente, hemos despejado de la ecuación un concepto de propiedad
mucho más complejo y que nos conduciría a un espacio de discusión
mucho más profundo:
la propiedad sobre aquellas cosas que fabricamos
nosotros mismos y que no podemos encontrar de forma natural en
nuestro entorno; herramientas, vehículos, ropa, construcciones,
creaciones artísticas o intelectuales…
Pero quizás, para abordar la discusión sobre este segundo nivel de
propiedad, primero deberían dirimirse las dudas sobre el nivel más
básico, la propiedad de los fragmentos naturales del universo.
Lo cierto es que nuestras únicas propiedades auténticas como seres
humanos, somos nosotros mismos: nuestro cuerpo, nuestra mente y
nuestro tiempo.
Y nada más.
Nada en este planeta, fuera de eso nos pertenece.
La propiedad de la tierra, del aire o del agua, son conceptos
absurdos. Sin ningún sentido. Somos tan propietarios de la tierra
que pisamos, como del sonido de nuestros pasos, del calor que nos da
el sol o del brillo de las estrellas.
Sin embargo, a pesar de no ser mas que una invención de carácter
arbitrario, este concepto nos ha esclavizado y ha provocado millones
de muertes, guerras, dolor y sufrimiento.
La propiedad es solo eso:
uno más de los incontables conceptos vacíos
instalados en nuestra mente, que nos han llevado a la locura
colectiva…
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