del Sitio Web ElPlanetaUrbano
No pensaban en el futuro como algo aleatorio, sino como una consecuencia de la sumatoria de causas construidas en el momento presente. Los nativos hopi de Norteamérica creían que habían recibido como herencia el mundo que edificaron sus ancestros.
Por lo tanto, su responsabilidad era ocuparse conscientemente en mejorarlo, para entregarlo como promesa de un mundo mejor para su descendencia. Cada vez que un miembro de la tribu partía de este mundo, sabía que el tiempo futuro honraría su memoria como tributo por la herencia recibida de sus obras.
Cada vez que empezaba un nuevo ciclo, este contendría la sabiduría del pasado, marcando las nuevas pautas en las cuales se construiría la continuidad del tiempo próximo.
Según esta visión del evolucionismo, aquellos pueblos que no respetan las pautas dejadas por sus ancestros no respetan el progreso.
Por el
contrario, transitan un retroceso que borra la memoria de su propio
pasado generacional.
En la genial producción cinematográfica de ciencia ficción El Atlas de la Nubes, realizada por los hermanos Andy y Lana Wachowski, se explora una red invisible tejida por las elecciones de vidas individuales, que se fusionan en un destino grupal o colectivo.
La vida de sus protagonistas se entrelazan en diferentes encarnaciones, y sus acciones impactan en otras vidas del pasado, el presente y el futuro, como una sola alma que evoluciona a través de sus múltiples experiencias vivenciales, para ir definiendo posturas de vida en lo individual y lo colectivo como especie.
Así es como se van transformando los protagonistas, de
un asesino a un héroe, y como un acto de bondad ondea a través de
los siglos para inspirar una revolución en el futuro y cambiar el
orden de la historia.
Es por ello que las antiguas tradiciones nos hablaban del final de los tiempos, y lo hacían en plural, tal vez advirtiendo a futuras generaciones el verdadero significado de la pluralidad del tejido cuántico que entrelaza la construcción de un período de aprendizaje de la humanidad.
Desde los tiempos mesopotámicos de los sumerios, pasando por los egipcios y los mayas, se creía que una anterior civilización había sucumbido en un diluvio como resultado de sus propios errores evolutivos.
De esta advertencia, surgida desde la experiencia del pasado, nace el siguiente interrogante:
La ciencia quántica nos dice que sí.
Según sus principios, consciente o inconscientemente materializamos el equilibrio o desequilibrio del entorno en el que nos manifestamos.
Además de entender la naturaleza
del tiempo cíclico, los antiguos también sabían que las condiciones
del futuro estaban grabadas en los registros de otros tiempos. Algo
así como artistas continuando la obra que comenzaran los pintores
del pasado.
Sin lugar a dudas, todos somos los
autores de una realidad que plasma, como la tela de una pintura, lo
que el artista expresa a cada instante de su obra denominada vida.
El entrelazamiento parece servir como un cordón inmaterial que
conecta todas las cosas del universo y tiende un puente entre
observador y lo observado.
Esta encrucijada en el camino del progreso nos ha demostrado que nuestra visión del futuro está conduciendo a una realidad en la que el observador del futuro olvidó su propia esencia observada del pasado.
Como parte de una iniciativa en pos de mejorar la visión constructiva del mundo futuro, el Institute for the Future (en sus siglas en inglés IFTF - Instituto para el Futuro) - un vanguardista centro de investigación ubicado en Palo Alto, California, dedicado "a predecir la experiencia" - ha desarrollado un mapa de realidades que se entrelazan y bifurcan a partir de la experiencia de sus protagonistas.
El organismo está constituido por un nutrido grupo de pensadores que, utilizando tecnología predictiva, pueden pronosticar el futuro desarrollo de una empresa, un estado o predecir el futuro del mundo cargando datos de los actores fundamentales, los que hacen a la identidad institucional del organismo sujeto a investigación.
En el caso de una ciudad, el mapa del futuro se realiza a través de un masivo intercambio de datos desde su pasado fundacional, el transcurso del 50 por ciento de su historia y el restante 50 por ciento, conformado por el pasado reciente y el propio presente.
Esta base de datos históricos construidos desde lo colectivo, hasta la información de la experiencia personal de una masa crítica constituida por el 10 por ciento de la población influyente, arroja datos para la obtención de resultados predictivos que dibujan un panorama de cómo sería la ciudad investigada en su futuro.
Sin lugar a dudas, en ciudades como
Buenos Aires, cuya historia está conformada por relatos tan
disímiles en los que se entrelazan el colonialismo, la inmigración y
la multicultura, no sorprendería el descubrir que el futuro se
proyecta como un colapso temporal en el que las tradiciones del
pasado se confronten con los desarrollos y planificaciones
necesarias para la construcción de la sustentabilidad futura.
Según esta teoría, estos campos organizan
y almacenan información alcanzada por miembros de la especie en el
pasado, para ser transferidos a futuros miembros de la especie que
incorporan el conocimiento obtenido por sus ancestros sin tener que
vivenciar la experiencia de aprendizaje.
Es así como un miembro ajeno a una ciudad es capaz de percibir la negatividad o carga emocional de sus habitantes, que se plasma en el campo de resonancia local del lugar que el turista visita. La masa crítica y el uso indiscriminado de la tecnología atenta contra el orden natural desarrollado en el transcurso de millones de años, y que el lugar poseía en un pasado remoto.
La realidad, concebida como resultado de una construcción colectiva proyectada, es una resultante en la que los acontecimientos pasados determinan el presente y ambos tiempos construyen el potencial futuro.
Las grandes ciudades se enfrentan al colapso energético en el que no todo es un problema de abastecimiento resumido en los servicios funcionales del hogar y la vida diaria. La saturación energética es la consecuencia del colapso de fuerzas que producen el crecimiento exponencial poblacional y su propio desequilibrio de generación emocional y mental (polución bioenergética).
La saturación del orden implicado del sistema urbano, en el cual exista una masa crítica que viva en inseguridad, miedo y desaliento, terminará influyendo por sobre el resto saturando el campo o red energética de conciencia colectiva.
Esta teoría trata sistemas naturales autoorganizados que terminan incidiendo en las sociedades, por sobre los sistemas que se encuentran bajo influencia del control humano. Y asume que las consecuencias manifestadas en patrones de conducta, violencia, grados de excitabilidad social y otras respuestas de comportamiento son producto de los campos organizativos, campos formativos, proyectados más allá de la voluntad humana.
El rasgo principal es que la forma de las
sociedades, ideas y comportamientos dependen de la manera en que los
campos han sido organizados en el pasado. Hay una especie de memoria
integrada en los campos mórficos de cada cosa autoorganizada.
Los
nuevos paradigmas muestran al ser humano siendo presa del
desconocimiento de lo que él mismo puede producir y plasmar en el
tiempo.
No podremos diseñar
nada en el afuera que no esté primeramente diseñado en el mundo del
adentro, de la masa crítica, que es el real productor del mundo
exterior.
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