Capítulo VII
La clonación y la pesadilla genética
En este momento también tenéis que enfrentaros a la ética de la
biogenética, un asunto que inicialmente hizo que os cuestionarais
las implicaciones sociológicas de vuestras futuras tecnologías con
la llegada de Dolly, la oveja hecha por el hombre. Poco después del
debate de Dolly, los locutores de noticias os presentaron vacas
trillizas clonadas, y vuestra indignación ya se había aplacado,
atenuada con la promesa de nuevas proteínas y milagros médicos
basados en leche genéticamente manipulada.
Antes de lo que pensáis estaréis
ingiriendo genes de clones en vuestros cereales Rice Krispies,
porque esto, de algún modo, en algún nivel, se recibe en vuestra
conciencia como una aplicación aceptable de la tecnología.
Os animamos a reconocer que las hormonas, las sustancias químicas y
las proteínas genéticamente reestructuradas de vuestro suministro de
carne y leche no son saludables para el cuerpo humano. A riesgo de
ser monótonos, os instamos enfáticamente a alejaros de ellos ahora,
antes de que esta práctica se haya estandarizado en los productos
alimenticios de origen animal, haciéndolos todavía más dañinos de lo
que ya son.
Más ominosa que la clonación de animales es la eventualidad de la
clonación de seres humanos, y os están preparando para que aceptéis
eso también. Considerad que poco tiempo atrás el mundo estaba lívido
de indignación por Dolly; sin embargo, una vez que la mente de las
masas fue convenientemente drogada para resignarse y aceptar su
existencia, el científico loco
Richard Seed apareció de la nada
anunciando su intención de promover la clonación del ser humano.
Es nuestra observación que estáis
permitiendo que también esto se infiltre lentamente en vuestra
conciencia de grupo, aceptándolo a nivel subconsciente a pesar de
vuestra resistencia, la cual se debilita a medida que esa realidad
se establece cada vez más profundamente en las aguas de vuestro
subconsciente y echa raíces en vuestra mente.
-
¿Qué posible beneficio podría derivarse de clonaros a vosotros
mismos?
-
¿Son vuestro miedo a la muerte y vuestro
apego a la realidad
física y sensorial tan absolutos que quisierais asegurar vuestra
propia inmortalidad con un renacimiento generacional de vuestra
semilla reproducido artificialmente?
La sugerencia contemporánea de
que se podrían reproducir partes corporales adicionales en un clon
para suministrar tejido en caso de que se necesite un trasplante es
grotesca desde todo punto de vista y, sin embargo, es una de las
aplicaciones propuestas para el proceso de clonación más difundidas.
¿Entendéis lo que interviene en la clonación?
En términos simplistas, el núcleo de una
célula del cuerpo, recipiente del ADN, se aísla, se saca y luego se
trasplanta en el huevo embrionario enucleado de una madre portadora.
Allí se gesta e, hipotéticamente, crece una réplica exacta de la
información original; el ser creado artificialmente. Los científicos
sugieren que una de las aplicaciones médicas significativas de la
clonación es que vosotros mismos podréis reproducir un órgano que
esté enfermo, tejidos, o cualquier otro material biológico, en caso
de que os encontréis necesitados de «repuestos».
Os están vendiendo la noción de que ésta
es una aplicación potencial de la clonación, junto con otras
promesas de adelantos genéticos, proteínas milagrosas y curas para
lo que antes era incurable.
En lo referente a la idea de la inmortalidad física y los
órganos clonados, en verdad os invitamos a
que prestéis más atención a la irracionalidad de tales pensamientos.
-
¿Vais a permitir que os convenzan de la
ética de clonar cuerpos de repuesto de seres vivos (aunque sean
inducidos artificialmente), si eso implicara prolongar vuestra
propia vida física?
-
¿Una raza clonada de seres que se pueden violar
y disecar, como abastecimientos biológicos destinados a cubrir
alguna futura necesidad que vuestro verdadero cuerpo del espíritu
—esa creación divina del alma—, pudiera tener lugar a fin de
extender artificialmente la vida?
-
Suponed que os fuera posible reproducir otro, y otro, y otro más
todavía..., ¿seguiríais simplemente añadiendo décadas a vuestra
vida, proyectando vuestra realidad física durante generaciones,
mientras postergáis indefinidamente vuestro regreso a la luz?
Os
aseguramos que decidir permanecer en la realidad física es la
verdadera condenación del alma, la cual añora regresar al Espíritu.
Sin embargo, ésa es precisamente la
campaña que han montado los científicos defensores de la clonación,
y vosotros estáis sembrando (Richard Seed-ing1)
paulatinamente la idea en vuestra mente de grupo.
1 Seed-ing:
«semilla-sembrando». (N. delT).
Mientras os inducen a la aceptación, ellos ya están bien encaminados
en la manufactura de seres clonados, y nos preguntamos cuándo os
plantearéis ese futuro improbable en función de lo que significaría
exactamente para la crisis de la superpoblación, la enfermedad
principal de Gaia.
-
¿Os podéis imaginar un segundo estrato de seres,
cuando vuestro mundo ha explotado en una superpoblación
incontrolable y está presenciando sus efectos catastróficos?
-
¿Estáis
preparados para cubrir las necesidades de una generación futurista
de clones: seres vivos, sin alma, que respiran y requieren
exactamente el mismo espacio, comida y necesidades básicas de la
población existente que ha llegado a su límite?
Antes de entrar siquiera en las
complejas implicaciones sociológicas de la pesadilla de la clonación
genética, regresamos a nuestra pregunta anterior: ¿qué propósito
tienen las formas de vida clonadas en vuestra atestada realidad de
la Tierra?
¿Bebés clonados?
Vuestra obsesión de tener hijos es
comprensible en una época en que los conteos de espermatozoides
masculinos están bajando globalmente y, sin embargo, como ya lo
hemos explicado, ésta es la manera que tiene la naturaleza de
remediar el desequilibrio. ¿Podéis prever las implicaciones
psicológicas de criar reproducciones clonadas de vosotros mismos?
Tratad de imaginar la demencia que
ocasionaría el experimentar una fotocopia que repite paso a paso el
proceso de vuestro crecimiento. ¿No estáis ya suficientemente
traumatizados psicológicamente con vuestros dramas entre padres e
hijos sin que tengáis que enfrentaros a vosotros mismos en ambos
papeles: madre e hijo?
Sabed que si os hablan del potencial de cualquier tecnología, ésta
ya existe. Podéis estar muy seguros de que la clonación humana se
puso a prueba y resultó ser un «triunfo» técnico en los laboratorios
mucho antes de que se la presentara como una posibilidad futurista a
fin de evaluar la opinión pública. Tal como la visión del adepto
Einstein se transformó en un medio de destrucción, así también se
reducirán a las vibraciones más bajas de la conciencia humana la
mayoría de los ideales humanitarios de los potenciales de la
genética, una vez que se hayan pisoteado las barreras de la ética, y
los científicos sean libres de jugar a Dios con la vida humana.
Aquellos atlantes entre vosotros, sin duda reconocéis esta
información, puesto que surge una forma de pensamiento disonante en
vuestra memoria, y puede que sintáis miedo (pero no sorpresa) de que
esto esté sucediendo nuevamente. Las generaciones posteriores de esa
civilización experimentaron estas mutaciones justamente antes del
hundimiento del continente; y no es un accidente que el Ser Supremo
pusiera a descansar el proyecto atlante, sumergiéndolo profundamente
en las aguas curativas de lo que se ha denominado apropiadamente el
océano Atlántico.
Aún no habéis vivido los horrores de la experimentación genética tal
como se desarrolló en ese entonces, pero a no ser que vuestra
conciencia colectiva altere esa realidad proyectada en el transcurso
de los próximos diez años, conoceréis aberraciones jamás imaginadas
antes de que finalice la estructuración maya del tiempo en
2012. Los
alquimistas de los tiempos modernos (los nuevos ingenieros del
material del ADN) están decididos a crear el hombre monstruoso
perfecto, la suprema ambición de vuestro arquetipo de la maldad:
Adolfo Hitler.
Están ardiendo con el fuego del
conocimiento todopoderoso de su descubrimiento, sintiéndose como
dioses, amos del reino biológico. Se trata de la violación de
los
Anunnaki una vez más, sólo que en esta ocasión la mente de las masas
es plenamente consciente de que se está llevando a cabo y da su
consentimiento.
Ya habéis forzado la unión del espermatozoide y el óvulo en el tubo
de ensayo, y también tenéis la capacidad de especificar códigos y
estructuras genéticas, de modo que, en efecto, el sueño de Hitler ya
está al alcance de cualquiera que tenga un extenso conocimiento de
biogenética y un laboratorio relativamente sofisticado. Observamos
vuestra incapacidad de integraros racialmente como una totalidad, y
sólo podemos imaginar lo que se desarrollaría una vez que una raza
clonada de seres prediseñados, genéticamente «superiores», empezara
a poner su semilla en vuestros estados actuales de separación y las
polaridades aún no resueltas de lo femenino y lo masculino.
No obstante, el experimento fracasará otra vez, pues el hombre no
puede anular el Plan Divino, y sus formas de vida artificialmente
creadas no suplantarán la perfección de la vida como manifestación
del alma. Dicho en términos muy simples, ninguna inteligencia
perfeccionada o biología genéticamente manipulada mejorará jamás
aquello que es la conciencia de la vida en su ciclo kármico natural:
la vida que vive la encarnación según la intención que tuvo y muere,
o se transmuta, tal como lo planeó, antes de manifestarse, el alma
que enciende esa vida.
Vuestros alquimistas modernos son demasiado nuevos en el juego para
saber de las distorsiones y creaciones monstruosas que evolucionarán
a partir de su invasión del proceso natural, pues están embriagados
con la ilusión de dominar los secretos de la creación. Sin embargo,
no pueden reproducir artificialmente el alma y, por consiguiente,
puede que sus fragmentos microscópicos del enigma, a la larga,
lleguen a estructurar una forma física básica, pero sin la
conciencia del alma esa vida no tiene significado ni propósito.
Por lo tanto, hablamos de atrocidades
biológicas y cascarones sin alma que poblarían todavía más un
planeta que se está ahogando y muriendo.
La verdadera espiritualidad se edifica sobre una comprensión y
aceptación elementales del proceso de la muerte. Es la entrega, la
disolución de la materia a medida que se transmuta en luz, lo que
constituye la clave del significado de la vida en todos los niveles
dimensionales. Muchas de vuestras culturas espirituales más
avanzadas, tales como los sacerdotes tibetanos, los mayas y los
pueblos indígenas americanos, se preparaban para el proceso de la
muerte desde los primeros instantes de su conciencia del «yo soy».
En lugar de temer a la muerte, la
exploraban y se preparaban para ella, de modo que el paso les fuera
conocido cuando el tiempo los hiciera regresar a través del túnel:
el reflejo metafísico del túnel de la vida que vosotros conocéis
como el canal del nacimiento.
Es el espejo el proceso idéntico, pero el regreso a la luz es mucho
menos traumático que la llegada a la materia. El canal de la
muerte...
Una puerta lleva adentro, la otra lleva afuera, sólo que
la puerta de «entrada» se abre desde la luz hasta la densidad física
del túnel vaginal, en tanto que la puerta de «salida», el portal del
alma liberada (de las limitaciones de la existencia física), existe
únicamente como un portal multidimensional desde el cual el alma se
expande desde la densidad material hasta la luz, liberada por el chakra de la corona.
En lugar de buscar desesperadamente la prolongación de la vida y la
solución de la enfermedad por medio de la invención artificial,
vosotros, como seres espirituales en evolución, ya estáis listos
para aprender a desprenderos de la realidad física y las ilusiones
del mundo de los sentidos.
Esto se logrará cuando reconozcáis que
vuestra alma es eterna; anhela regresar a la luz tanto como busca el
retorno a la forma en el ciclo infinito del karma y la evolución.
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