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			por
			Francisco A. Violat Bordonau 
			
			Septiembre 2005 
			
			de
			
			Casanchi Website 
			
			
			 
			1. EL MANUSCRITO VOYNICH
			 
			
			  
			En 1912 el librero inglés Wilfrid Voynich descubrió en la vieja 
			biblioteca del colegio jesuita de Mondragone, cerca de Roma, un 
			extraño documento: un rarísimo manuscrito depositado allí 250 años 
			antes por el famoso erudito, jesuita y criptólogo alemán Athanasius 
			Kircher (16011680). El documento, al que según su numeración le 
			faltaban 28 páginas, era un volumen con gruesas tapas de pergamino 
			(en formato 27 por 15 cm) que conservaba todavía 230 páginas de 
			texto manuscrito fácilmente legible; en él podían verse dibujos con 
			tinta de color que representaban extrañas flores, esquemas 
			astrológicos, “mujercitas” desnudas bañándose en extraños lagos de 
			tinta, algo que semejaban intestinos o tubos, arabescos, estrellas 
			y otros extraños diseños no identificados.  
			
			  
			Según una carta que le acompañaba fechada en agosto de 1666, Kircher 
			lo habría recibido de su antiguo alumno Johannes Marcus Marci, 
			rector de la Universidad de Praga, ya que el libro habría formado 
			parte de la biblioteca del emperador Rodolfo II (15521612), gran 
			aficionado al ocultismo y las artes mágicas, quien lo habría 
			adquirido en el año 1586 por la nada despreciable suma de 600 
			ducados. Kircher no logró traducirlo: lo mismo le había ocurrido 
			años antes al sabio Johannes de Tepenecz (Jacobus Horcicky de Tepenecz alias 
			Sinapius, 1575-1622), alquimista checo de humilde 
			origen que llegó a ser responsable de la farmacia real y favorito 
			del emperador Rodolfo II, quien incluso llegó a dejar su firma en 
			uno de los márgenes cuando el libro pasó a ser propiedad suya a la 
			muerte del emperador. Kircher, ante su completo fracaso, depositó el 
			manuscrito en una biblioteca de los jesuitas para que los eruditos 
			de tiempos posteriores lo estudiasen. Allí estuvo olvidado casi 250 
			años sin que nadie lo leyese.  
			
			  
			El emperador Rodolfo, aficionado a la magia y a la alquimia, los 
			relojes y las excentricidades, fue el mecenas de gran cantidad de 
			sabios, místicos y eruditos de todo tipo (muchos de ellos simples estafadores sin escrúpulos) que pasaron por su corte en gran 
			cantidad y con muy distintos propósitos; fue también el patrón del 
			gran astrónomo danés Tycho Brahe —a quien cedió en 1599 el castillo 
			de Benatek para sus estudios estelares— y posteriormente lo sería 
			del matemático imperial Johannes Kepler. Algunos años antes 
			(15841588) su corte habría recibido fugazmente al matemático, 
			erudito, criptógrafo y espía inglés 
			John Dee quien, posiblemente (aunque 
			sin ninguna seguridad), fuese quien le hiciese entrega del manuscrito 
			después de haber intentado traducirlo en vano.  
			 
			El documento, según su aspecto y contenido superficial, parecía un 
			completo herbario, una obra de alquimia o incluso un tratado 
			astrológico tardomedieval aunque algunos detalles de los dibujos 
			(como los peinados) parecían acotar el período de su elaboración entre 
			los años 1470 y 1550 tal como D’Imperio hizo notar acertadamente 
			en 1976. Tras reconocer en él un valioso documento Voynich pidió a 
			los más afamados criptógrafos y especialistas de la época una 
			traducción de su contenido, poniendo en circulación fotografías del 
			documento; desgraciadamente ninguno de ellos logró encontrar una 
			solución válida: en el manuscrito se podían reconocer constelaciones 
			(como las Híades, Tauro y la brillante estrella Aldebarán), 
			aparecían diagramas astronómicos y se representaban plantas 
			desconocidas o imaginarias, pero no había nada que aportase pistas 
			fiables o arrojase más luz sobre el asunto.  
			 
			A la muerte de Voynich (1930) el manuscrito pasó a ser propiedad de 
			su esposa Ethel Lillian quien, ajena a la controversia sobre su 
			contenido, lo guardó en la caja fuerte de un banco hasta su 
			fallecimiento en 1960. Ese año sus albaceas lo subastaron y fue 
			adquirido por el librero Hans P. Kraus, quien lo puso a la venta por 
			nada menos que 160.000 dólares de la época; quizá debido a que no 
			encontró ningún comprador (era excesivamente caro si sólo contenía 
			un herbario) en 1969 lo donó a la Biblioteca Beinecke de 
			Manuscritos y libros raros (Universidad de Yale), en donde permanece 
			custodiado y puede ser admirado en la actualidad.  
			
			  
			
			  
			2. LECTURA Y CONTENIDO 
			 
			
			  
			El análisis de una página del manuscrito pone de manifiesto que ha 
			sido escrito en algún tipo de “clave” desconocida (esto es, ha sido encriptado), pero es que además el documento está cifrado: ha sido 
			escrito en caracteres distintos a los latinos que todos usamos, 
			idioma o lengua que ha sido bautizada con el nombre de voynichés. 
			D’Imperio indicó que algunos de estos caracteres son de clara 
			procedencia alquímica (como los signos 4, 4º, 8 ó 2), otros tienen 
			relación con la astrología y otros pocos son abreviaturas latinas 
			medievales sin duda alguna.  
			
			  
			La particularidad más llamativa del Manuscrito Voynich, quizá su 
			huella dactilar más reconocible y mencionada en todas las obras que 
			tratan sobre él, es la alta repetitividad (redundancia) de sus 
			palabras: es fácil encontrar frases en las cuales una misma palabra 
			aparece escrita dos, tres o cuatro veces seguidas... ¿en qué idioma 
			actual encontramos semejante repetitividad?: en ninguno.  
			
			  
			A finales del pasado siglo se creó el Proyecto E.V.M.T. (European Voynich Manuscript Transcription) a cargo de 
			Gabriel Landini y René Zandbergen, cuya misión ha sido transcribir 
			a signos latinos el manuscrito entero; posteriormente se han unido 
			al proyecto expertos de todo el mundo e incluso ha aparecido en 
			Internet una lista de correo a la cual pertenece el autor. Este 
			grupo ha creado E.V.A. (European Voynich Alphabet), un grupo de 
			signos que permiten transcribir su contenido a caracteres latinos: 
			gracias a E.V.A. y a las páginas y documentos depositados en 
			Internet cualquier persona puede “leer” todas las página del 
			manuscrito, elaborar su propia traducción del voynichés a otros 
			idiomas (p. ej. el español) o incluso intentar encontrar sentido 
			pleno al texto.  
			
			  
			
						
						
						 Al transcribir el 
			Manuscrito Voynich utilizando este convenio es 
			posible “leer” las páginas del mismo con mayor facilidad que con 
			cualquier otro convenio anterior; al hacerlo así el lector 
			comprobará que las palabras repetidas son comunes siendo una de las 
			más abundantes la que se lee como qokedy (4oKc8g): el folio 78 
			(derecha- click) recto 
			muestra dos “piscinas” de líquido verde en las que se bañan desnudas 
			7 y 8 ninfas respectivamente, pero es el texto que cubre toda la 
			parte izquierda del folio el que más llama la atención. En efecto, 
			basta con empezar a leer las primeras líneas para tropezar con 
			llamativas repeticiones de la palabra qokedy o de su variante gemela 
			(qokeedy) siendo la quinta línea una de las más curiosas —y citadas 
			en todas las obras— por sus numerosas repeticiones y alteraciones 
			fonéticas:  
			
				
					
					qokol otedy qokedy qokedy dal qokedy qokedy r dam
					 aunque algunas líneas más abajo tropezamos con:  qokeedy kedy qokeey qokedy olol
					 
				 
			 
			
			...esta última incluso presenta dos 
			variantes de la misma palabra que se diferencian únicamente por la 
			aparición de dos letras “e” en vez de una (pero, ¿por qué?) Hasta la 
			fecha no hay ninguna explicación 
			razonada sobre el comportamiento repetitivo del voynichés y este 
			aparente “baile” de letras sin sentido, salvo que estemos ante una 
			lengua sintética apriorística en la cual cada “letra” codifica —de 
			algún modo— ideas lógicas. Yo mismo he elaborado algunas posibles 
			explicaciones sobre esta codificación (hipótesis de los “grados de libertad” en las partículas que forman el 
			voynichés) que, por su 
			complejidad y extensión, están fuera del tema que trato ahora en 
			este sencillo trabajo.  
			 
			Los distintos expertos que lo han analizado (sin éxito hasta ahora) 
			han emitido varias hipótesis muy distintas: según unos puede ser un galimatías sin sentido alguno fruto de un alquimista loco y que, 
			por tanto, no contiene ningún mensaje; según otros puede tratarse 
			de un documento de escaso valor (como un compendio de plantas y 
			recetas del siglo XV) escrito en una lengua artificial codificada 
			mejor o peor (los autores trabajaron a mano y cabe la posibilidad de 
			errores al copiar o transcribir, aunque realmente no se aprecian 
			correcciones en la obra). Una última hipótesis indica que puede ser 
			sólo un timo muy bien elaborado, y mejor presentado, cuyo objetivo 
			fuese embaucar al crédulo emperador Rodolfo II ofreciéndole algo que 
			tenía el aspecto de contener información muy interesante pero que no 
			valía nada...  
			
			  
			El estudio estadístico del manuscrito por parte de Currier (1973) 
			puso de manifiesto que existen dos tipos de “escritura” (que él 
			llamó manos, pensando en las manos de los copistas que lo escribieron), en función de la mayor o menor aparición de ciertos 
			signos; el análisis cuidadoso de las diversas páginas que lo forman 
			ha demostrado que en realidad fue escrito por al menos tres, quizá 
			cuatro o incluso cinco personas distintas que utilizaban una letra 
			muy parecida: yo mismo he contado entre tres y cuatro caligrafías 
			diferentes visionando a gran aumento 
			
			las copias a color que la 
			Biblioteca Beinecke tiene en Internet... la forma de ciertos 
			caracteres, la “firmeza” de los mismos, la grafía de las 
			terminaciones e incluso el tamaño de las “palabras” pone de 
			manifiesto este hecho con toda claridad.  
			
			  
			
			  
			3. ¿DÓNDE SE ESCRIBIÓ? 
			 
			
			  
			Un documento tardomedieval como el Manuscrito Voynich hubo de ser 
			escrito en alguna ciudad que contase con cierta tradición alquímica 
			y astrológica, según se desprende del contenido; los análisis de la 
			escritura, dibujos, estilo de los tocados y otros indicios hacen 
			pensar en Europa Central como lugar más probable para su 
			elaboración, aunque hay quien apunta al norte de Italia o incluso a 
			España como lugar de origen de esta única y extraordinaria obra.  
			
			  
			El que encontremos entre tres y cinco copistas distintos (aunque con 
			una grafía muy similar) trabajando en el documento, el que todos 
			conozcan la “clave” (o encriptado) de la obra, el hecho de que en el 
			manuscrito aparezcan gran cantidad de plantas distintas (lo que 
			haría pensar en un herbario medieval típico), diagramas 
			astrológicos, lo que semejan “recetas” y otra información diversa 
			hace pensar en un colectivo de personas eruditas o, cuando menos, 
			que no sólo sabían leer y escribir correctamente sino que parecían 
			poseer una amplia biblioteca a su disposición.  
			
			  
			¿Qué tipo de colectivo sabía escribir con soltura, elaboraba 
			manuscritos y poseía un amplio surtido de libros de consulta a su 
			disposición?: un monasterio medieval, lugar de refugio de la 
			cultura en tiempos de guerras y calamidades.  
			
			  
			¿Es probable que un monasterio contase con un grupo de tres, cuatro 
			o cinco monjes capaces de elaborar un sistema criptográfico complejo 
			y utilizasen signos latinos, alquímicos o astrológicos para 
			escribir en una “lengua extraña” un manuscrito misterioso? Yo no lo 
			creo probable. Es muy dudoso que el abad de un monasterio, por muy 
			tolerante que fuese, diese permiso a un grupo de hombres (quizá una 
			parte importante de sus escribas y copistas) para elaborar una obra 
			distinta a todas las demás, repleta de quién sabe qué extraordinarios (o diabólicos) contenidos utilizando un sistema de 
			escritura extraordinario y, encima, encriptado de modo tan complejo 
			que su lectura parezca absurda por la aparente repetitividad de sus 
			ilegibles palabras...  
			
			  
			La hipótesis del monasterio como colectivo de personas que trabajan 
			juntas en la elaboración del manuscrito me parece, cuando menos, 
			completamente descabellada; es preciso mirar en otra dirección 
			para encontrar un colectivo similar que, ahora sí, llevase a cabo un 
			trabajo de tales características cumpliendo los mismos requisitos: libros 
			a su disposición, grafía muy similar entre ellos, conocimientos de 
			alquimia, astrología y encriptado para ocultar 
			“algo” que parece valioso.  
			
			  
			
			  
			4. PISTAS SOBRE SU ORIGEN 
			 
			
			  
			Analizando la historia conocida del Manuscrito Voynich podemos 
			encontrar algunas “pistas” que nos pueden conducir, quizá 
			indirectamente, hacia un ciudad y quizá hasta un probable autor.  
			
			  
			En primer lugar la carta de Marci nos dice que la obra perteneció al 
			emperador Rodolfo II de Habsburgo, quien trasladó su corte desde 
			Viena a la vieja ciudad “mágica” de Praga en 1583 y en la cual 
			residiría hasta que fue expulsado por su propio hermano poco antes 
			de morir.  
			
			  
			Otra pista nos dice que lo compró a un desconocido hacia 1586 por la 
			suma de 600 ducados, lo que indica que alguien (el misterioso 
			vendedor) se lo mostró con detalle convenciéndole a él, y a sus 
			expertos, de que realmente contenía algo valioso; no se sabe nada de 
			este extraño vendedor y por ello, tradicionalmente, se atribuye esta 
			autoría al matemático inglés doctor John Dee quien le visitó en 
			septiembre de 1584 en compañía de su ayudante Edward Talbot alias 
			Kelley.  
			
			  
			
			 Edward Talbot alias 
			Kelley 
			
			  
			
			 La hipótesis más extendida, que yo mismo he sostenido en mis 
			diversos trabajos sobre el manuscrito, es que ambos hombres se lo 
			vendieron: no está claro si Kelley (o Dee) lo traían ya de 
			Inglaterra —en donde, según unos, se lo regaló el Duque de Northumberland tras haberlo encontrado en uno de los monasterios que 
			expolió y, según otros, pudo haberlo escrito el propio Dee— o 
			lo elaboraron en la propia Praga, quizá con la ayuda del atormentado 
			erudito italiano Francesco Pucci a quien conocieron en esta ciudad 
			en el verano de 1585. Sea como fuere un año más tarde el Manuscrito Voynich ve la luz por primera vez y entra en la Historia.  
			 
			Estas dos pistas apuntan a Praga como ciudad en la que se da a 
			conocer el libro a un posible comprador, quizá porque el autor del 
			mismo considera que está terminado por completo y puede presentarse 
			al mundo para su conocimiento, quizá por la acuciante necesidad de 
			dinero o por otros motivos que ahora, a cinco siglos de distancia, 
			es imposible mencionar sin equivocarnos.  
			
			  
			Otras dos pistas distintas que aparecen repetidamente a lo largo de 
			todo el manuscrito son los signos astrológicos y alquímicos 
			utilizados como “letras”, los cuales se unen entre sí para formar 
			las palabras del voynichés tal como las conocemos en la actualidad. 
			Estas dos pistas nos llevan, además, hacia una más en forma de 
			varios amanuenses distintos (de dos a cinco, como he comentado) que 
			conocían tanto los signos astrológicos como los alquimistas, 
			escribían con una caligrafía muy similar y formaban parte, por 
			tanto, de un colectivo cerrado (es cerrado en tanto en cuanto usan 
			un lenguaje secreto para diferenciarse de los demás: si no buscasen 
			esta diferenciación y, con ella, la protección de cierto “secreto”, 
			escribirían en caracteres latinos reconocibles como cualquier persona normal hace usualmente).  
			
			  
			Las “plantas” que aparecen al comienzo del documento y llenan 
			bastantes páginas con lo que parece un completo herbario de 
			vegetales inventados (ya que ninguno de ellos parece existir o al 
			menos no han sido claramente identificados: son frankenplantas, 
			vegetales fabricados con retazos de otros), en realidad parecen más 
			bien plantas alegóricas alquímicas que reales: pocos vegetales 
			contienen raíces que semejan, por ejemplo, perros, vulvas humanas, 
			garras de animales o incluso serpientes con ojos...  
			
			  
			Praga era famosa en aquella época por la obsesión del emperador 
			Rodolfo de tener una corte repleta de magos, alquimistas y sabios de 
			ciencias poco ortodoxas, repleta de curiosidades mecánicas*, enanos 
			y gigantes, relojes y otras excentricidades similares que le 
			hicieron famoso**. La propia corte tenía una especie de “comité de 
			sabios” que mantenía no sólo una extensa colección de plantas, sino 
			un completo taller alquímico dedicado a la obtención de la piedra 
			filosofal.  
			Las pistas anteriores apuntan inequívocamente, de nuevo, a Praga 
			como lugar en el que pudo haber sido escrito el manuscrito.  
			
			  
			
			 *En mi opinión fruto de su contacto con el ingeniero italiano 
			Juanelo Turriano (Gianello della Torre, 1501-1575) en Toledo, sede 
			de la corte de su abuelo el emperador Carlos I, donde construyó para 
			él diversos ingenios mecánicos.  
			
			  
			 **Este y otros extraños comportamientos del emperador Rodolfo se 
			explican más detalladamente en mi obra “ABC del Manuscrito Voynich”.  
			
			  
			¿En qué lugar podemos encontrar un grupo de escribas y copistas 
			expertos en signos alquímicos, astrológicos y mágicos que tengan una 
			grafía similar, con una amplia biblioteca a su disposición de la 
			cual tomaron (posiblemente) diseños de plantas alquímicas 
			alegóricas, capaces de inventar una “lengua” basada en estos signos 
			extraños y elaborar un sistema de encriptado con el cual escribieron lo que parece un compendio de distintintas disciplinas 
			que deseaban esconder de los demás?: evidentemente en el estudio de 
			un alquimista que cuenta con un grupo de aprendices, colaboradores 
			y ayudantes que procuran imitar su letra por respeto o por 
			obligación.  
			
			  
			¿Había en Praga un grupo de trabajo similar?: sí, el estudio del 
			alquimista Simón Bakalar.  
			
			  
			
			  
			5. SIMÓN BAKALAR
			 
			
			  
			Antes de ofrecer al lector más información sobre Simón Bakalar 
			regresemos a la ciudad de Praga, concretamente al verano de 1584.  
			
			
			 
			En esa época el matemático isabelino doctor John Dee (1527-1609) 
			arribó a la ciudad junto con su esposa e hijos y su “mágico” 
			ayudante el fraguador (o falso alquimista) Edward Kelley 
			(1555-¿1597?), exmancebo de botica, excopista juzgado por 
			falsificador de documentos de propiedad y actual “médium” (skryer) 
			del crédulo Dee. Habían salido de Londres en septiembre de 1583 
			rumbo a Polonia, en donde residieron en el castillo de su patrón el 
			Conde Laski (también gran aficionado a la alquimia) hasta que, 
			despedido por éste debido a su falta de dinero, partieron rumbo a 
			Praga para incorporarse a la excéntrica corte del emperador Rodolfo 
			en agosto de 1584.  
			
			
			  
			
			
			John Dee  
			
			  
			
			
			Nada más llegar a la ciudad se alojaron en casa del doctor Tadeus (o 
			Tadeas) Hájek de Hájek (1525-1600), a quien podemos encontrar en la bibliografía como
			Hájkovi z Hájku 
			(en checo), Hagekc o Hayek 
			dependiendo de la traducción (Dee le nombra en sus diarios con el 
			apellido latinizado Hagecius), médico del emperador, erudito, 
			astrónomo y autor de varios trabajos sobre la estrella nova del año 
			1572, el cometa de 1577, efemérides astronómicas y otros estudios 
			científicos gracias a los cuales trabó amistad con el mismo doctor Dee que ahora recibía en su casa.  
			
			  
			Según relata Charlotte FellSmith en su clásica obra “John Dee” 
			(1909), una de las mejores biografías del matemático isabelino que 
			he leído, Hájek les cedió un “estudio” o gabinete de trabajo que 
			había pertenecido a su padre. Dejemos que la autora nos lo relate 
			con sus palabras:  
			
				
				The excellent little study or “stove” (from “stube”, German for 
			study) in Dr. Hageck’s house had been since 1518 the abode of some 
			student of alchemy, skilful of the holy stone. The name of the 
			alchemist, “Simon”, was written up in letters of gold and silver in 
			several places in the room. Dee’s eyes also fell daily on many 
			cabalistic hieroglyphs, as well on drawing or carving of birds, 
			fishes, flowers, fruits, leaves and six vessels, all the work, he 
				presumed, of Simon Baccalaureus Pragensis.  
			 
			
			Simon Baccalaureus Pragensis no es más que el nombre latinizado del 
			padre del doctor Hájek, Simón Bakalar de Praga (14851551), cuyo verdadero nombre era 
			Simón Hájek, famoso por el taller alquímico 
			que desde 1518 (siete años antes del nacimiento de su hijo Tadeus), 
			mantenía en su casa* y que contaba con la ayuda y colaboración de 
			jóvenes aprendices de alquimista.  
			
			  
			
			*Dicha 
			casa, demolida hace tiempo, estaba situada en la Betlémské 
			Námesti (Plaza de Belén) próxima a la Betlémská kaple (Capilla de 
			Belén), no lejos del actual Náprstkovo muzeum (Museo Náprstek) en 
			la Ciudad Vieja (Staré Mesto). En ella habitó el también alquimista 
			David Pratner de Pratno (1622), quizá buscando la “clave” en ella 
			contenida.  
			
			  
			
			Simón sería también el nombre del joven 
			hijo del doctor Hájek, Simón Hájek —con quien Kelley se 
			correría cierta juerga etílica poco después— que rendía de este 
			modo un póstumo homenaje a su famoso abuelo.  
			
			  
			
			Según la escasa 
			información disponible en Internet (¡parte de la misma escrita en 
			checo!), Simón Bakalar Hájek contrajo matrimonio al siguiente año 
			(agosto de 1519) con Katerina Kanhova, viuda del profesor 
			universitario Mikulas Kanh; al parecer se graduó en la Universidad 
			de Praga en 1509, en 1515 fue nombrado Administrador del colegio de 
			San Miguel y alcanzó el grado de Alcalde en 1519: no estoy 
			equivocado si afirmo que perteneció al círculo de eruditos, notables y académicos 
			de la ciudad de Praga.  
			
			  
			
			No he encontrado más información sobre su 
			vida y obras por lo que, según el dicho “Si no está en Internet 
			probablemente no existe”, poco puede añadirse sin entrar ya en el 
			terreno de la especulación. Sí puede mencionarse que dejó escrito 
			algunos libros sobre ortografía checa como Tabula de proprietate 
			participiorum et eorum discrimine juxta genera et tempora (1547) o 
			Tabula congruitatis quarundam locutionum Bohemicarum (1549) lo cual 
			le convertiría en un experto lingüista que conocía el tema sobre el 
			que escribía...  
			
			  
			Dee, como ya hemos visto, se alojó en el que había sido durante 
			muchos años el gabinete de trabajo de un erudito alquimista cuyas 
			paredes, como hemos leído de la pluma de FellSmith, estaban 
			cubiertas de todo tipo de signos, jeroglíficos y motivos alquímicos, 
			alegóricos y mágicos grabados en costosas letras de oro y plata 
			(esto nos hace reflexionar sobre su poder económico y la riqueza de 
			su familia).  
			
			  
			Aunque otros estudiosos ya han demostrado que Dee no pudo ser el 
			autor del manuscrito, mis propias investigaciones apuntan en la 
			misma dirección: los horóscopos elaborados por el matemético 
			isabelino, conservados en la Bodleian Library de la Universidad de 
			Oxford, o algunas de las páginas de la copia que poseía de Ephemerides Novae, repleta de anotaciones marginales, muestran a 
			una persona extrovertida cuya letra se inclina a la derecha 
			notoriamente; por otro lado la forma de los números (como el 4, el 8 
			o el 2) y ciertas letras (por ejemplo la “o”) que podemos leer en el 
			manuscrito son muy distintas al modo en que Dee las escribía 
			habitualmente. Creo, junto con otros estudiosos modernos, que el 
			bueno del doctor Dee no fue realmente el autor de la obra.  
			
			  
			
			  
			 6. ¿QUÉ ES REALMENTE EL MANUSCRITO VOYNICH?
			 
			
			  
			No puedo decir que haya examinado el Manuscrito Voynich con mayor 
			atención que los investigadores que me han precedido, pero sí lo he 
			hecho con bastante cuidado desde que conseguí copias digitales de 
			sus páginas, en color y alta resolución, en 2004: en la obra no se 
			aprecian apenas las típicas correcciones o incluso los habituales 
			errores que se cometen al escribir (sobre todo si se está pensando 
			más deprisa de lo que se plasman los pensamientos), de manera que 
			esta notoria ausencia de errores y correcciones apunta hacia una 
			“copia en limpio” final: la transcripción de un documento escrito 
			con un cuidado extremo de tal modo que la copia esté exenta de todo 
			error; esto explicaría no sólo la cuidada caligrafía sino la 
			ausencia de correcciones ya mencionada*.  
			  
			
			*Ciertos añadidos, como una corona a una ninfa o algunos adornos 
			gráficos con tinta de color, pudieran ser muy posteriores a la 
			terminación de la obra: sólo un estudio cromatográfico de las 
			tintas, no llevado a cabo hasta la fecha, podría demostrar la edad 
			de las mismas y, de paso, si es una falsificación moderna o un 
			genuino documento tardomedieval.  
			
			 
			 
			¿Qué puede contener el manuscrito?: en mi opinión el Manuscrito Voynich es una especie de “compendio”, “enciclopedia”, “manual” o 
			incluso “Diario de Laboratorio” con los conocimientos y 
			experimentos llevados a cabo por Simón Bakalar y ayudantes en su 
			gabinete alquímico. En este sentido el manuscrito sería una obra 
			final o copia “en limpio”, transcrita por cuatro o cinco copistas 
			que trabajaron con sumo cuidado y atención bajo la severa dirección 
			del alquimista, que recogería los conocimientos y experiencias 
			recopilados por Bakalar durante años. Quizá fuese un manual que los 
			nuevos jóvenes aprendices tenían que leer (y copiar con parecida 
			letra) no sólo para habituarse con el sistema de escritura secreta 
			que utilizaban —utilísimo para esconder de ojos no iniciados los 
			secretos de las prácticas que realizaban— sino para aprender de él 
			los conocimientos que, más tarde, llevarían a cabo delante de las 
			retortas, los hornillos y los alambiques.  
			
			  
			
			 Quizá en las paredes del 
			gabinete de trabajo el propio Bakalar mandó inscribir, con letras 
			de oro y plata que pudiesen ser consultadas en cualquier momento, la 
			clave (entre otros “peces, flores, frutos, hojas y vasos”, dibujos 
			que podemos apreciar en abundancia en el Manuscrito Voynich) que 
			utilizaban para ocultar y proteger sus secretos...  
			
			  
			El contenido exacto no ha sido posible conocerlo dado que carecemos 
			de la “clave” con la cual se ha encriptado el texto y puede que 
			jamás aparezca, pero bien pudiera ser muy similar al que se 
			encuentra en otras obras alquímicas de la época  
			o algo posteriores; así sería posible que contuviese pasajes tan 
			oscuros como este:  
			
				
				“Cuando el cuerpo del Rey Sol cambie de oro a 
			negro, y comience a pudrirse en su propio sudor, habrás de mantener 
			constante la temperatura del huevo durante dos semanas; entonces 
			sus carnes se volverán rojas y sabrás que la Gran Obra está 
			cercana. Por el oriente aparecerán los colores del arco iris y 
			sabrás que el Altísimo te ha concedido la gracia de ver el final de 
			tu obra. Rectifica varias veces tu rubí mientras rezas devotamente 
			por esta dicha y acrecenta su poder varias veces, pero sin volverla 
			excesivamente ígnea ni terrosa. Ya estará lista
			para diluir una pequeña porción en el espíritu de un vino que tú 
			mismo hayas destilado y obtener así el licor que ansías. Que Dios te 
			dé prudencia en todo tus días y obras. Amén”.  
			 
			
			 El pasaje anterior, escrito en el típico 
			lenguaje alquímico 
			hermético de la época, describe los distintos cambios de color —oro 
			a rojo, rojo a negro, negro a tonos cambiantes— que ocurren a la materia 
			prima cuando termina por convertirse en la tan ansiada “piedra 
			filosofal”, descrita en la literatura alquímica como un 
			polvillo vítreo de aspecto rojo o amarillo (polvos de proyección).
			 
			
			  
			
			 
			 
			 7. CONCLUSIONES  
			
			  
			Varias pruebas indirectas apuntan, en mi opinión, hacia la ciudad 
			checa de Praga como lugar en el que se escribió el Manuscrito Voynich; 
			por otro lado del análisis de los tocados, ropas y aspecto 
			de las distintas figuras representadas en el manuscrito los expertos 
			deducen que fue escrito en algún lugar de Europa Central, aunque no 
			hay consenso sobre el lugar, autor o época.  
			
			  
			Un estudio estadístico de las abundantes páginas que lo forman 
			apuntan a que fue escrito por, al menos, dos personas distintas (las 
			“manos” A y B descubiertas por Currier) mientras que la lectura 
			atenta de sus páginas —utilizando las 
			
			imágenes de alta resolución de la Biblioteca Beinecke— muestra que este 
			número ha de ampliarse a tres, cuatro o incluso cinco personas 
			distintas que conocían la lengua en la que escribían, ya que 
			prácticamente no existen en el documento correcciones o 
			modificaciones.  
			
			  
			Del contenido (plantas alegóricas de posible naturaleza alquímica, 
			diagramas astrológicos, partes de plantas de posible naturaleza 
			médica y lo que pudieran ser recetas) puede deducirse que los 
			autores imitaban la escritura de su maestro, disponían de una 
			biblioteca a su disposición, que conocían tanto la alquimia como la 
			astrología y que, por la correcta caligrafía, estaban escribiendo 
			una obra “en limpio” que —quizá— copiaban de documentos anteriores 
			que podríamos llamar “borradores previos”.  
			
			  
			Un grupo de trabajo que reuniese todos los requisitos del párrafo 
			anterior podría encontrarse en un monasterio, aunque es poco 
			probable (por no decir imposible) que los copistas y escribas de un 
			monasterio dedicasen su esfuerzo y tiempo a componer una obra de 
			aspecto extravagante escrita en una lengua no sólo desconocida, sino 
			casi absurda por su alta redundancia. Sin embargo también podríamos 
			encontrar un grupo de trabajo similar (con una nutrida biblioteca, 
			conocimientos alquímicos y astrológicos, quizá también médicos o 
			mágicos, con varios escribas y necesidad de pasar a “limpio” una 
			obra escrita en una lengua secreta de aspecto extraña) en el 
			gabinete o taller de un alquimista. Precisamente un gabinete así 
			sería fundado en la ciudad de Praga, en 1518, por el alquimista y 
			erudito Simón Bakalar Hájek, padre del médico y astrónomo Tadeus 
			Hájek quien sería años más tarde una influyente personalidad en la 
			corte del emperador Rodolfo II, monarca conocido por su desmesurada 
			afición a la alquimia, la magia y todo lo extravagante o raro.  
			 
			La visita de su amigo inglés Dee pudo ser aprovechada por Hájek para 
			darle a conocer un “libro” que su padre escribió en algún momento 
			entre 1518 y 1525 (quizá incluso algo después: lo que parece 
			probable, en vista de la historia conocida del manuscrito, es que 
			el hijo no pudo leer ya su contenido) y que heredó tras su muerte. 
			Un libro con una escritura intraducible que quizá Dee, erudito y 
			criptógrafo de reconocido prestigio, podría descifrar. De esta 
			época data el comentario de Arthur Dee (1579-1651) quien dice que 
			durante su viaje por Europa vio a su padre intentando traducir un 
			libro “que sólo contenía jeroglíficos”, quizá el mismo documento 
			que hoy llamamos Manuscrito Voynich y que, a modo de “Diario de 
			Trabajo”, contenía los experimentos, hallazgos y errores alquímicos 
			transcritos por Simón Bakalar, sus ayudantes y aprendices* durante 
			sus años como alquimista.  
			
			  
			
			 *Los ayudantes o aprendices de alquimista no podían ser iletrados o 
			incultos: seguramente todos ellos serían jóvenes vástagos de nobles 
			familias que estudiarían en el Karolinum, la Universidad fundada 
			por Carlos IV de Luxemburgo (13161378) en el año 1347.  
			
			  
			
			 Es posible que ni Dee fuese capaz de 
			traducirlo por lo cual, vencido y sin esperanza de encontrar una 
			solución (una vez perdida para siempre la clave con la muerte de su 
			padre), el doctor Hájek terminó por regalárselo o vendérselo al 
			emperador con la esperanza de que alguno de sus expertos alquimistas 
			y magos pudiese encontrarle algún sentido.  
			
			  
			Esta hipótesis concuerda con el contenido actual del manuscrito: 
			 
			
				
					- 
					
					una sección dedicada a plantas inventadas que parecen ser 
			alegóricas  
					- 
					
					una sección astrológica 
					 
					- 
					
					otra de contenido poco claro 
			(que se ha dado en llamar cosmológica)  
					- 
					
					una más dedicada a lo que 
			parecen ser diagramas biológicos (las famosas “ninfas” o mujercitas 
			desnudas metidas en “tubos”)  
					- 
					
					otra destinada a remedios 
			farmacológicos (con dibujos de partes de plantas y botes de 
			farmacia)  
					- 
					
					finalmente la última, cuyo contenido puede reflejar bien 
			recetas médicas, bien las operaciones a realizar para obtener un 
			producto o remedio (¿la piedra filosofal quizá?)  
				 
			 
			
			 El manuscrito actual está incompleto: quizá originalmente se unieron 
			de modo ordenado pliegos y cuadernillos de pergamino pero luego se 
			descosieron para añadir más; quizá en su origen estaba organizado de 
			distinto modo (como se ha propuesto hace unos años) o quizá el autor 
			tenía la intención de irlo ampliando con el tiempo pero, finalmente, 
			no lo tuvo y “cosió” todo de modo apresurado poco antes de morir...  
			
			  
			
			 
			 
			 8. RESUMEN 
			 
			
			  
			Mi hipótesis de que el Manuscrito Voynich no es más que un “diario 
			de laboratorio” (quizá incompleto, alterado exprofeso o incluso 
			recopilado apresuradamente por algún motivo que ahora desconocemos) 
			escrito en Praga por los ayudantes del alquimista Simón Bakalar 
			Hájek con posterioridad al año 1518, es consistente no sólo con la 
			idea que mantienen los expertos de que fue escrito en Europa Central 
			entre 1470 y 1550, sino que es congruente con el aparente contenido 
			de la obra tal como la conocemos: plantas alquímicas alegóricas, 
			diagramas astrológicos o astronómicos, remedios 
			médicos/farmacológicos basados en hojas y raíces vegetales así como bastantes 
			recetas ¿alquímicas?  
			
			  
			
			 También es coherente con la presencia en el 
			texto de la grafía de entre dos y cinco copistas distintos que 
			imitaban la letra de su maestro, la disponibilidad de una biblioteca 
			con abundante material escrito utilizado para realizar consultas y la utilización de signos alquímicos, 
			abreviaturas latinas y símbolos astrológicos para elaborar una 
			lengua artificial secreta (el voynichés) con la cual escribir dicho 
			“diario” sin que pudiese ser leído más que por las personas 
			iniciadas en la lectura y traducción de ese lenguaje; en este 
			sentido los eruditos conocimientos gramaticales y lingüísticos de Bakalar serían cruciales para inventar dicha lengua intraducible... 
			 
			
			  
			
			 Los mismos signos que inscribió en las paredes de su estudio 
			(“pájaros, peces, flores, frutos, hojas y seis vasos o recipientes”, 
			tal como indica FellSmith*) pueden verse más o menos profusamente 
			en el Manuscrito Voynich; el que viviese en ella en 1622 el 
			alquimista David Pratner no parece casual sino intencionado: 
			también podría buscar en sus paredes la clave secreta de Bakalar 
			para descifrar el manuscrito que Tepenecz, recién fallecido, había intentado 
			traducir previamente en vano. 
			
			  
			
			 *Plantas, frutos, hojas y pájaros que bordean una imagen central, 
			que muestra a un alquimista y sus ayudantes, pueden verse en una de 
			las láminas de la famosa obra Theatrum Chemicum Britannicum de 
			Elias 
			Ahsmole (1652), conservada en la British Library (239, K. 6). 
			  
			 
			El documento aparece en Praga hacia 1586 al poco de la visita del 
			criptógrafo inglés Dee al doctor Hájek en 1584, lo que puede 
			explicarse de modo sencillo: sería a consecuencia del estéril intento de Dee 
			por encontrar una traducción al voynichés (de ahí 
			el comentario posterior de su hijo Arthur sobre el libro que 
			contenía jeroglíficos), trabajo que incluso con la clave delante de 
			sus ojos —los símbolos y signos representados con letras doradas y 
			plateadas en las paredes del gabinete de Bakalar que el propio 
			Hájek puso a su disposición confiando en que le serían de utilidad— 
			el erudito Dee no pudo llevar a cabo: Bakalar, fallecido muchos 
			años antes, se había llevado su valioso secreto a la tumba.  
			
			  
			Esta hipótesis (el manuscrito es una obra alquímica escrita por 
			alquimistas utilizando una lengua sintética) se ve reforzada por el 
			interés que Tepenecz, responsable de la biblioteca del emperador y 
			también alquimista, demostró por el manuscrito y el estéril esfuerzo 
			que derrochó en su traducción durante años: después de estudiarlo 
			sin poseerlo sería su propietario desde la muerte de Rodolfo II 
			(1612) hasta la suya propia (1622), aunque no consta que lograse 
			traducir una sola palabra de la obra. También explica el 
			desmesurado interés que George Baresch (c. 1590c. 1665), otro 
			alquimista que también trabajó en la corte de Rodolfo II, mostró por 
			ella: a la muerte de Tepenecz quedó como único propietario del 
			Manuscrito Voynich el cual trató de traducir en vano, hasta el día 
			de su muerte, invirtiendo en él ¡casi cuarenta y tres años!  
			
			  
			Es muy posible que con la demolición de la casa del doctor Hájeck 
			haya desaparecido la clave para traducirlo y que, por tanto, ya no 
			podamos conocer jamás sus secretos aunque éstos fuesen de escaso o 
			nulo valor...  
			
			  
			
			  
			 Agradecimientos  
			
			  
			Quisiera agradecer la ayuda prestada por varios compañeros de la 
			Lista Voynich en la elaboración de este artículo, especialmente los 
			mensajes de JeanYves Artero con útiles direcciones web en las 
			cuales consultar los escasos datos disponibles sobre Simón Bakalar 
			Hájek.  
			
			  
			Cáceres (España), 19 de septiembre de 2005.  
			
			  
			
			  
			 OBRAS CONSULTADAS  
			
				
					- 
					
					Enciclopedia Universal Ilustrada. EspasaCalpe (1908).
					  
					- 
					
					John Dee, Charlotte FellSmith. Constable, Londres (1909).
					  
					- 
					
					Los libros condenados, Jacques Bergier. Plaza & Janés (1973).
					  
					- 
					
					El Tesoro de los Alquimistas, Jacques Sadoul. Plaza y Janés (1973).
					  
					- 
					
					
					
					El Misterio de las Catedrales, Fulcanelli. Plaza y Janés (1973).
					  
					- 
					
					The Voynich Manuscript. An Elegant Enigma, Mary E. D’ Imperio. 
			Aegean Park Press (1980).   
					- 
					
					Lo Inexplicado, Volumen VI, pág. 134145 y 13981400. Editorial 
			Delta (1981).   
					- 
					
					Diccionario enciclopédico Larousse. Editorial Planeta (1990).
					  
					- 
					
					El mito del mago. E. M. Butler. Cambridge University Press (1997).
					  
					- 
					
					Enciclopaedia Britannica. (2000).
					  
					- 
					
					The Queen’ s Conjuror: The Life and Magic of Dr Dee, Benjamin 
			Woolley. Flamingo (2002).   
					- 
					
					Historia de la Filosofía Oculta, Sarane Alexandrian. Enokia, S.L. 
			(2003).   
					- 
					
					The Voynich Manuscript, Gerry Kennedy y Rob Churchill. Orion Books 
			(2004).   
					- 
					
					El misterio del manuscrito Voynich, Gordon Rugg. Investigación y 
			Ciencia (septiembre de 2004).   
					- 
					
					En Internet (2005): diversas y abundantes páginas web dedicadas al 
			Manuscrito Voynich, estudios estadísticos de su contenido, 
			detalladas y densas bibliografías para ampliar los comentarios aquí 
			expuestos así como sobre la vida y obras de John Dee, Edward Kelley, 
			Courrier, D’Imperio, Tadeus Hàjek, Simón Bakalar (muy escasas) y 
			otros personajes que aparecen en este trabajo.   
				 
			 
			
			
			
			   
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