CAPÍTULO 3 - El modelo holográfico y la psicología
No es de extrañar porque, como ha señalado Bohm, la consciencia misma proporciona un ejemplo perfecto de lo que quiere decir él cuando habla de movimiento continuo y fluido. Si bien el flujo y reflujo de la consciencia no se puede definir con precisión, sí se puede contemplar como la realidad más profunda y fundamental desde la cual se desenvuelven nuestras ideas y pensamientos.
Los pensamientos e ideas, por su parte, no se diferencian de las olas, remolinos y vórtices que se forman en un arroyo que fluye y, al igual que los remolinos de un arroyo, algunos pueden recurrir y persistir de forma más o menos estable, mientras que otros son etéreos y se desvanecen casi con la misma rapidez con que aparecen.
A comienzos de su carrera, Jung se convenció de que los sueños, las obras de arte, las fantasías y las alucinaciones de sus pacientes a menudo contenían símbolos e ideas que no podían ser explicadas enteramente como productos de su historia personal. Dichos símbolos, en cambio, revestían un parecido mayor con imágenes y temas de las grandes mitologías y religiones del mundo. Llegó a la conclusión de que los mitos, los sueños, las alucinaciones y las visiones religiosas proceden de la misma fuente, un inconsciente colectivo que todo el mundo comparte.
Describía una de las visiones y decía que si el participante miraba el sol, vería que un tubo colgaba de él y que cuando el tubo se moviera de lado a lado, haría que el viento soplara. Como las circunstancias hacían que fuera extremadamente improbable que el hombre hubiera tenido contacto con aquel texto, Jung llegó a la conclusión de que la visión del hombre no era simplemente fruto de su inconsciente, sino que había emergido de un nivel más profundo, del inconsciente colectivo de la propia raza humana.
Jung denominó «arquetipos» a esas imágenes y creía que eran tan antiguas que era como si cada uno de nosotros tuviera la memoria de un hombre de dos millones de años que estuviera escondido en alguna parte en lo más recóndito del inconsciente.
En un universo en el que todo está infinitamente interconectado, las consciencias están también interconectadas. Somos seres sin fronteras, a pesar de las apariencias.
O, como dice Bohm,
Si cada uno de nosotros tiene acceso al conocimiento inconsciente de toda la raza humana, ¿por qué no somos todos enciclopedias andantes?
Robert M. Anderson jr., psicólogo del Rensselaer Polytechnic Institute de Troy, Nueva York, cree que el motivo es que sólo somos capaces de obtener del orden implicado la información que viene directamente al caso en relación con nuestros recuerdos.
Anderson llama a ese proceso selectivo «resonancia personal» y lo vincula al hecho de que un diapasón vibrante resonará con otro diapasón (o creará una vibración en él) únicamente si la estructura, el tamaño y la forma del segundo diapasón son similares a los del primero.
En su opinión,
Los sueños y el universo holográfico
Su interés por el concepto holográfico surgió igualmente de la sugerencia de que, en el orden holográfico, todas las personas están interconectadas.
Ese interés respondía a una buena razón. A lo largo de las décadas de 1960 y 1970 fue el responsable de muchos de los experimentos EPS del sueño mencionados en la introducción. Hoy, incluso, los estudios EPS del sueño que se llevan a cabo en el Maimónides constituyen una de las mejores pruebas empíricas de que, al menos en nuestros sueños, somos capaces de comunicarnos con otro de varias maneras que no tienen explicación en la actualidad.
Algunas veces, los resultados no fueron concluyentes, pero otras, los voluntarios tuvieron sueños claramente influidos por las pinturas. Por ejemplo, cuando la pintura objeto de la prueba era Animales, de Tamayo, una imagen que representa a dos perros mostrando los dientes y aullando sobre un montón de huesos, el sujeto de la prueba soñó que estaba en un banquete en el que no había carne suficiente y todo el mundo miraba a los demás con recelo mientras comían con gula las porciones que les habían repartido.
La pintura contenía también otras características inusuales, como un gato con cara humana, varias figuritas humanas volando por el aire y una silla cubierta de flores. Durante varias noches, el sujeto de la prueba soñó repetidamente con cosas francesas: arquitectura francesa, la gorra de un policía francés y un hombre con atuendo francés que contemplaba varias «capas» de un pueblo francés.
Algunas imágenes de sus sueños también parecían referencias específicas a los vivos colores de la pintura y a los rasgos inusuales, como por ejemplo la imagen de un grupo de abejas volando alrededor de unas flores y una celebración tipo carnaval, de colores brillantes, en la que la gente llevaba disfraces y máscaras.
Según Ullman, en su consulta de psicoanálisis, por ejemplo, podía tener un paciente que no parecía un iluminado en absoluto cuando estaba despierto: una persona mezquina, egoísta, arrogante, explotadora y manipuladora, que había fragmentado y deshumanizado todas sus relaciones personales. Ahora bien, por muy ciega que pueda estar una persona espiritualmente hablando, o por poco dispuesta que esté a reconocer sus defectos, sus sueños representan sus defectos con sinceridad invariablemente y contienen metáforas que parecen estar concebidas para convencerla amablemente de que entre en un estado en el que pueda conocerse mejor a sí misma.
Durante el ejercicio de su carrera, Ullman se dio cuenta de que cuando uno de sus pacientes no reconocía o no aceptaba alguna verdad sobre sí mismo, esa verdad salía a la luz una y otra vez en sus sueños, bajo distintos disfraces metafóricos y vinculada a distintas experiencias de su pasado, pero siempre en un intento aparente de ofrecerle nuevas oportunidades para aceptar la verdad.
Como dice él,
¿Cuál es la fuente del flujo interminable de sabiduría que emerge en nuestros sueños?
Ullman admite que no lo sabe, pero ofrece una sugerencia. Dado que el orden implicado representa en un sentido una fuente de información infinita, quizá sea el origen de ese gran fondo de conocimiento. Tal vez los sueños sean el puente de unión entre los órdenes no manifiestos de percepción y representen «la transformación natural de lo implicado en lo explicado».
Si Ullman no se equivoca en esa suposición, vuelve del revés la visión psicoanalítica tradicional de los sueños, porque en vez de que el contenido del sueño sea algo que asciende a la consciencia desde un substrato primitivo de la personalidad, lo cierto sería exactamente lo contrario.
Tanto Bohm como Pribram han señalado que las experiencias que los místicos han relatado durante años - la sensación de unidad cósmica con el universo, el sentido de unidad con toda la vida, etcétera - suenan de forma muy parecida a las descripciones del orden implicado. Sugieren que quizá los místicos son capaces de un modo u otro de ver más allá de la realidad explicada ordinaria y de vislumbrar sus cualidades más profundas y más holográficas.
Ullman piensa que los psicóticos también son capaces de experimentar ciertos aspectos del nivel holográfico de la realidad. Pero como son incapaces de ordenar sus experiencias racionalmente, sus atisbos son sólo parodias trágicas de lo que cuentan los místicos.
Creen que pueden leer los pensamientos de otras personas. Y en vez de ver a la gente, los objetos y los conceptos como cosas individuales, muchas veces los ven como miembros de subclases cada vez más grandes, una tendencia que parece ser una forma de expresar el carácter holográfico de la realidad en la que se encuentran.
Por ejemplo, según la forma de pensar de los esquizofrénicos, decir que «el acontecimiento A sigue al acontecimiento B» es lo mismo que decir «el acontecimiento B sigue al acontecimiento A».
La idea de que un acontecimiento sigue a otro en una secuencia temporal cualquiera no tiene sentido, porque todos los momentos son iguales para ellos. Lo mismo ocurre en cuanto se refiere a las relaciones espaciales. Si la cabeza de un hombre está sobre sus hombros, entonces sus hombros están también sobre su cabeza. Como la imagen en una película holográfica, los objetos ya no disponen de ubicaciones precisas y las relaciones espaciales dejan de tener significado.
Mientras que el esquizofrénico sólo obtiene bocanadas del orden holográfico, el maníaco está profundamente inmerso en él y se identifica presuntamente con su potencial infinito.
El maníaco, por su parte, se deprime al volver de sus vacaciones surrealistas y se enfrenta una vez más a los peligros y a los sucesos azarosos de la vida cotidiana.
Asimismo, Ullman mantiene la teoría de que cuando soñamos, la mayoría de nosotros tiene un mecanismo protector natural que nos impide entraren contacto con más aspectos del orden implicado de los que podemos sobrellevar.
Además del factor de la consciencia, los sueños lúcidos son únicos por otros motivos. A diferencia de los sueños convencionales, en los que el soñador es un participante pasivo principalmente, el soñador, en un sueño lúcido, con frecuencia es capaz de controlar el sueño de varias maneras: convirtiendo las pesadillas en experiencias agradables, cambiando el escenario del sueño y/o evocando individuos o situaciones particulares.
Los sueños lúcidos son también mucho más vívidos que los sueños normales y están llenos de vitalidad.
En un sueño lúcido, los suelos de mármol parecen extrañamente sólidos y reales y las flores, asombrosamente coloridas y fragantes; todo es vibrante y está dotado de una extraña energía. Los investigadores que estudian los sueños lúcidos creen que muchos conducen a nuevas formas de estimular el crecimiento personal, aumentar la confianza en uno mismo, promover la salud física y mental y facilitar una solución creativa a los problemas.
Una diferencia entre las dos es que parece que las ondas lumínicas que componen la imagen virtual se apartan de un foco o fuente aparente. Como hemos visto antes, eso es una ilusión, pues la imagen virtual de un holograma no tiene más extensión en el espacio que una imagen en un espejo. Pero la imagen real del holograma está formada por ondas lumínicas que llegan a un foco, y eso no es una ilusión.
La imagen real sí tiene extensión en el espacio. Desgraciadamente, se presta poca atención a esa imagen real en las aplicaciones habituales de la holografía, porque la imagen que aparece en el aire vacío es invisible y sólo se puede ver cuando la atraviesan partículas de polvo, o cuando alguien lanza una bocanada de humo sobre ella.
La viveza inusual del sueño lúcido se debe a que las ondas son convergentes y no divergentes.
Al igual que Pribram, Wolf cree que la mente crea la ilusión de la realidad exterior a través del mismo tipo de procesos estudiados por Bekesy.
A su juicio, esos procesos son también lo que permite crear realidades subjetivas a quien tiene el sueño lúcido, realidades en las que cosas como los suelos de mármol y las flores son tan reales y tangibles como sus equivalentes llamados objetivos. De hecho, piensa que la capacidad para permanecer lúcidos en los sueños sugiere que quizá no hay mucha diferencia entre el mundo en general y el mundo del interior de nuestras cabezas.
Y añade:
Wolf supone que los sueños lúcidos (y quizá todos los sueños) son realmente visitas a universos paralelos.
Son hologramas más pequeños que están dentro del holograma mayor y más inclusivo. Sugiere incluso que la capacidad de tener sueños lúcidos debería llamarse «consciencia de universo paralelo».
Como dice él,
Posteriormente examinaremos con más profundidad esta y otras ideas sobre la naturaleza última del sueño.
Es Stanislav Grof, jefe de investigación psiquiátrica del Maryland Psychiatric Research Center y profesor ayudante de Psiquiatría en la Facultad de Medicina de la Universidad Johns Hopkins. Después de pasar más de treinta años estudiando estados no ordinarios de consciencia, Grof ha llegado a la conclusión de que la interconexión holográfica pone a disposición de la psique una cantidad abrumadora de vías de exploración. Son prácticamente infinitas.
El propósito de la investigación era determinar si el LSD tenía aplicaciones terapéuticas.
Cuando comenzó su investigación, la mayoría de los científicos consideraba que la experiencia con el LSD era poco más que la reacción por estrés, la manera en que el cerebro respondía a una sustancia química nociva. Pero al estudiar los informes de las experiencias de sus pacientes, Grof no encontró indicios de reacciones recurrentes por estrés. Había, en cambio, una clara continuidad a lo largo de las sesiones de cada paciente.
Según él,
Aquello sugería que sesiones repetidas de LSD tenían consecuencias importantes para la práctica y la teoría de la psicoterapia y proporcionaron a Grof y a sus colegas el impulso que necesitaban para seguir con la investigación.
Los resultados fueron asombrosos. Enseguida estuvo claro que una serie de sesiones consecutivas de LSD podía acelerar el proceso psicoterapéutico y acortar el tiempo de tratamiento necesario para muchas alteraciones. Se desenterraban y afrontaban recuerdos traumáticos que habían obsesionado a personas durante años y en alguna ocasión se curaron incluso afecciones serias como la esquizofrenia.
Pero lo más sorprendente fue que muchos pacientes enseguida dejaron atrás las cuestiones relacionadas con su enfermedad y se metieron en zonas desconocidas para la psicología occidental.
Éstos describían con precisión ciertas características de los sonidos del corazón de su madre, la naturaleza de los fenómenos acústicos en la cavidad peritoneal, detalles específicos sobre la circulación de la sangre en la placenta y hasta pormenores acerca de los diversos procesos celulares y bioquímicos que se producían. Describían también sentimientos y sensaciones importantes que había tenido su madre durante el embarazo y acontecimientos tales como los traumas físicos que había sufrido.
Los psiquiatras, psicólogos y biólogos que tuvieron recuerdos anteriores al nacimiento durante su instrucción para el programa (todos los terapeutas que participaron en el estudio también tuvieron que someterse a varias sesiones de psicoterapia con LSD) expresaban un asombro similar por la aparente autenticidad de las experiencias.
Por ejemplo, Grof tuvo una paciente femenina que se convenció de repente de que había adoptado la identidad de un reptil prehistórico hembra. No sólo daba una descripción rica en detalles de lo que era estar encapsulada en dicha forma, sino que comentó que la parte de la anatomía del macho de su especie que le parecía más excitante sexualmente hablando era una mancha de escamas de colores que tenía en el lateral de la cabeza.
Si bien la mujer carecía de conocimientos previos sobre esta materia, Grof mantuvo después una conversación con un zoólogo que confirmó que, en ciertas especies de reptiles, las zonas coloreadas de la cabeza juegan ciertamente un papel importante como estímulo en la excitación sexual.
Otros pacientes hicieron descripciones igualmente exactas de acontecimientos que habían sucedido a ancestros suyos que habían vivido décadas e incluso siglos antes.
Y, una vez más, las descripciones contenían frecuentemente hechos históricos oscuros y demostraban un grado de conocimiento que muchas veces no se correspondía en absoluto con la educación o la raza del paciente, ni con su experiencia previa sobre el tema.
Por ejemplo, un paciente que no tenía formación al respecto hizo un relato rico en detalles acerca de las técnicas que conlleva la costumbre egipcia del embalsamamiento y la momificación, contando entre otras cosas la forma y el significado de diversos amuletos y cajas sepulcrales, una lista de los materiales utilizados para fijar la tela de la momia, el tamaño y la forma de los vendajes y otros aspectos esotéricos de las ceremonias funerarias egipcias.
Otras personas sintonizaron con culturas del Lejano Oriente y no sólo hicieron descripciones impresionantes de lo que era tener una psique japonesa, china o tibetana, sino que además relataron diversas enseñanzas taoístas o budistas.
Más aún: mostraban la capacidad de trascender el espacio y el tiempo y, en alguna ocasión, ofrecieron una información precognitiva extraordinariamente precisa.
Había asimismo una tendencia todavía más extraña: los encuentros ocasionales con inteligencias no humanas durante los viajes mentales, seres sin cuerpo, guías espirituales procedentes de «planos superiores de la consciencia» y con otras entidades sobrehumanas.
De repente sintió una presencia muy cerca de él que le dejó sorprendido, pues empezó a comunicarse telepáticamente con él. Le pidió que por favor se pusiera en contacto con una pareja que vivía en la ciudad morava de Kromeriz y que les dijera que a su hijo Ladislav le estaban cuidando mucho y que le iba muy bien. Luego le dio el nombre de la pareja, la dirección y el número de teléfono.
Pero Grof no podía quitárselo de la cabeza.
En la década de 1960 ofrecieron a Grof un puesto en el Maryland Psychiatric Research Center y se marchó a Estados Unidos.
Como allí también se hacían estudios controlados de aplicaciones psicoterapéuticas de LSD, Grof pudo continuar su investigación. Además de examinar los efectos que producían sesiones repetidas de LSD en individuos con diversos desórdenes mentales, el centro estudiaba sus efectos en voluntarios «normales» (médicos, enfermeras, pintores, músicos, filósofos, científicos, sacerdotes y teólogos).
Grof averiguó que una y otra vez ocurría el mismo tipo de fenómenos. Era como si el LSD facilitara a la consciencia humana el acceso a una especie de metro infinito, un laberinto de túneles y pasajes secundarios que se extendía por las profundidades soterradas del inconsciente y que conectaba literalmente todo lo que hay en el universo con todo lo demás.
Grof acuñó el término «transpersonal» para describir esos fenómenos, las experiencias en las que la consciencia trasciende los límites usuales de la personalidad y, a finales de los años sesenta, se unió a otros profesionales que manejaban las mismas ideas, entre los que se encontraba el psicólogo y educador Abraham Maslow, para fundar una rama nueva de la psicología llamada «psicología transpersonal».
En su opinión, las características esenciales de las experiencias transpersonales - la sensación de que todas las fronteras son ilusorias, la falta de distinción entre la parte y el todo y la conexión de todas las cosas entre sí - son cualidades todas ellas que esperaríamos encontrar en un universo holográfico. Además, a su parecer, el carácter velado que tienen el espacio y el tiempo en el dominio holográfico explica la causa de que las experiencias transpersonales no estén restringidas por las habituales limitaciones espaciales o temporales.
Una sola imagen experimentada durante una sesión de LSD podría contener información sobre la actitud de la persona ante la vida en general, sobre un trauma que hubiera sufrido en la niñez, sobre su autoestima, sobre la opinión que tiene de sus padres y la opinión que le merece su matrimonio, todo ello representado en la metáfora global de la escena.
Tales experiencias son holográficas de otra manera: por el hecho de que cada pequeña parte de la escena contiene también un universo de información. Así, la asociación libre y otras técnicas analíticas aplicadas sobre detalles minúsculos de la escena pueden evocar un aluvión adicional de datos sobre la persona en cuestión.
En su opinión,
Si cada toma se hace desde un ángulo ligeramente distinto, en vez de una imagen compuesta, la placa puede crear una serie de imágenes holográficas que parecen fluir unas en otras.
Según él, esto puede ilustrarnos sobre otro aspecto de la experiencia visionaria, a saber: el hecho de que incontables imágenes tiendan a emerger en una rápida secuencia, en la que cada una aparece y luego se disuelve en la siguiente como por arte de magia. Piensa que el éxito con que la holografía ejemplifica tantos aspectos diferentes de la experiencia arquetípica indica que hay un vínculo profundo entre los procesos holográficos y el modo en que se producen los arquetipos.
Las personas que han experimentado diversos estados extraordinarios de consciencia, entre las que se cuentan científicos muy capacitados y especializados de otras disciplinas, con frecuencia afirman haber entrado en dominios ocultos de la realidad que parecían ser auténticos y en cierto sentido inherentes a la realidad cotidiana y subordinados a la misma.
Con ese fin, Grof y Christina, su esposa, han desarrollado una técnica sencilla para inducir estados de consciencia holotrópicos o no ordinarios sin utilizar drogas. Definen un estado holotrópico de consciencia como aquel que permite acceder al laberinto holográfico que conecta todos los aspectos de la existencia.
Contiene la historia espiritual, racial, psicológica y biológica del individuo, así como el pasado, el presente y el futuro del mundo, otros niveles de la realidad y todas las demás experiencias ya discutidas en el contexto de la experiencia con LSD.
Hasta la fecha, miles de individuos han acudido a sus talleres y cuentan experiencias tan espectaculares y de una carga emocional tan profunda como las que describen los sujetos de su trabajo previo con el LSD.
Por ejemplo, el psiquiatra de Nueva York Edgar A. Levenson cree que el holograma proporciona un modelo valioso para entender los cambios repentinos y transformadores que se experimentan muchas veces durante la psicoterapia. Basa su conclusión en el hecho de que dichos cambios se producen con independencia de la técnica o del enfoque psicoanalítico que utilice el terapeuta.
De ahí que piense que todos los enfoques psicoanalíticos son puros rituales y que el cambio se debe por entero a algo más.
Aunque el terapeuta no diga nada nuevo al paciente, parece que está evocando alguna cosa que el paciente ya sabe inconscientemente:
Levenson cree que esas representaciones tridimensionales de la experiencia son hologramas que están soterrados en las profundidades de la psique del paciente y que emergen cuando se produce una resonancia de emociones entre el terapeuta y el paciente, en un proceso similar al que causa que un láser de una frecuencia determinada hace surgir una imagen realizada con un láser de la misma frecuencia, de un holograma de imágenes múltiples.
El psiquiatra David Shainberg, director asociado del Programa de Psicoanalítica de posgrado del Instituto de Psiquiatría William Alanson de Nueva York, cree que habría que aceptar literalmente la afirmación de Bohm de que los pensamientos son como vórtices de un río, y explica el motivo de que nuestras actitudes y creencias sean algunas veces inalterables y resistentes al cambio.
La gran mancha roja de Júpiter, un vórtice gigante de gas de 15.000 kilómetros de ancho, ha permanecido intacta desde que se descubrió hace trescientos años. Shainberg piensa que esa misma tendencia hacia la estabilidad hace que ciertos vórtices de pensamiento (nuestras ideas y opiniones) se fijen a veces firmemente en nuestra consciencia.
Shainberg piensa que los vórtices pueden explicar incluso cosas como la carrera de armamento nuclear:
Como Bohm, Shainberg cree también que la consciencia se despliega constantemente desde el orden implicado; a su juicio, cuando permitimos que se formen los mismos vórtices repetidamente, estamos erigiendo una barrera entre nosotros y las ilimitadas interacciones positivas y novedosas que podríamos tener con la fuente infinita de todo ser.
Sugiere que contemplemos a un niño para vislumbrar lo que nos estamos perdiendo. Los niños todavía no han tenido tiempo de formar vórtices y eso se refleja en su forma de interactuar con el mundo, una forma abierta y flexible. Según Shainberg, la viveza chispeante de un niño representa la esencia misma de la propiedad intrínseca de la consciencia por la cual se envuelve y se desenvuelve cuando está libre de trabas.
Cuando la gente con creencias fijas conversa con otras personas, intenta justificar su identidad apoyando y defendiendo sus opiniones. Rara vez cambian de opinión como consecuencia de obtener información nueva y muestran poco interés en dejar que se produzca un verdadero intercambio en la conversación. Una persona abierta a la naturaleza fluida de la consciencia está más dispuesta a ver el bloqueo que imponen los vórtices del pensamiento sobre las relaciones. Son más proclives a intercambiar opiniones que a repetir incesantemente una letanía estática de argumentos.
Como dice Shainberg,
Otro fenómeno psicológico que presenta varios rasgos definitorios del orden implicado es el desorden mental de la personalidad múltiple o DPM.
Es un síndrome muy raro que manifiestan aquellos que tienen dos o más personalidades distintas habitando en un solo cuerpo. Muchas veces, las personas que lo padecen (o «múltiples») no son conscientes de ello. No se dan cuenta de que el control de su cuerpo se traspasa de una personalidad a otra distinta y creen en cambio que sufren una especie de amnesia, una confusión o una pérdida temporal de consciencia.
La mayoría de los múltiples tienen entre 8 y 13 personalidades de media, aunque los llamados «supermúltiples» pueden tener más de cien.
La psique, al dividirse en una o más personalidades, consigue repartir el dolor en cierto modo y contar con varias personalidades para que sufran lo que sería demasiado para que una sola pudiera resistirlo.
Aunque no son copias idénticas de la personalidad original, esas totalidades pertenecen a la dinámica de la personalidad original, lo cual indica la participación de un proceso holográfico de algún tipo.
Entre otros, depresión, ansiedad y ataques de pánico, fobias, problemas cardíacos y respiratorios, una náusea inexplicable, dolores de cabeza tipo migraña, tendencias hacia la automutilación y muchos otros desórdenes mentales y físicos. Sorprendentemente, pero con la precisión de un reloj, a la mayoría de los múltiples se les diagnostica entre los 25 y los 35 años, una «coincidencia» que sugiere que tal vez a esa edad se dispara algún sistema de alarma interno que advierte que es crucial que se les diagnostique el desorden para obtener así la ayuda que necesitan.
Esta idea parece confirmarse por el hecho de que los múltiples que alcanzan los cuarenta años antes de ser diagnosticados, cuentan a menudo que tenían la sensación de que si no buscaban ayuda pronto, perderían la oportunidad de recuperarse. A pesar de las ventajas temporales que obtiene la psique torturada fragmentándose, está claro que el bienestar físico y mental, y quizá la supervivencia, sigue dependiendo de la totalidad.
El patrón de ondas cerebrales no es lo único que varía de una personalidad a otra. El ritmo de circulación sanguínea, el tono muscular, el ritmo cardíaco, la postura y hasta las alergias pueden variar cuando un múltiple cambia de una personalidad a otra.
En otras palabras: quizá lo que llamamos «ser» es también un holograma, y cuando el cerebro de un múltiple cambia súbitamente de un ser holográfico a otro, esas rápidas idas y venidas cual sucesión de diapositivas se reflejan en los cambios globales que tienen lugar en la actividad de las ondas cerebrales, así como en el cuerpo en general.
Los cambios fisiológicos que se producen cuando un múltiple cambia de una personalidad a otra tienen también hondas consecuencias en la relación entre la mente y la salud y las trataremos con mayor extensión en el siguiente capítulo.
Como se ha mencionado en la introducción, la sincronicidad es una coincidencia tan inusual y tan significativa que difícilmente podría atribuirse al azar exclusivamente. Todos hemos experimentado una sincronicidad en algún momento de la vida, como por ejemplo cuando aprendemos una palabra nueva y extraña y después la oímos en las noticias unas cuantas horas después, o cuando pensamos en un tema no habitual y luego nos damos cuenta de que hay otras personas hablando de él.
A veces enciendo la televisión por la mañana mientras realizo una sencilla tabla de ejercicios de gimnasia antes de empezar a escribir. Una mañana de enero de 1983 estaba haciendo flexiones mientras veía un concurso y de repente me encontré gritando el nombre «Buffalo Bill».
Al principio mi reacción me dejó perplejo, pero luego me di cuenta de que el presentador del concurso había preguntado:
Aunque no había estado prestando atención al programa conscientemente, por alguna razón mi mente inconsciente se había concentrado en la pregunta y la había contestado.
En aquel momento, no pensé mucho en lo sucedido y seguí con mis ocupaciones cotidianas. Unas horas después, me llamó un amigo por teléfono para preguntarme si podía acabar con una discusión amistosa que tenía sobre una trivialidad acerca del mundo del espectáculo.
Me ofrecí a intentarlo y entonces me preguntó:
Me pareció extraño ese segundo encuentro con Buffalo Bill pero lo achaqué a la casualidad, hasta que poco después abrí un ejemplar de la revista Smithsonian que me llegó por correo aquel mismo día.
Uno de los artículos principales se titulaba «Ha vuelto el último de los grandes scouts». Trataba sobre... lo has adivinado: Buffalo Bill. (Por cierto, fui incapaz de contestar la pregunta de mi amigo y sigo sin tener ni idea de si aquéllas fueron o no las últimas palabras de Barrymore).
El ejemplo clásico es la historia del escarabajo de Jung. Jung estaba tratando a una mujer que tenía una visión de la vida tan absolutamente racional que le costaba beneficiarse de la terapia. Después de una serie de sesiones frustrantes, la mujer le contó un sueño en el que aparecía un escarabajo. Jung sabía que el escarabajo representaba el renacer según la mitología egipcia y se preguntaba si el inconsciente de la mujer le estaba anunciando simbólicamente que iba a experimentar algún tipo de renacer psicológico.
Cuando estaba a punto de decírselo, oyó que algo golpeaba la ventana, y cuando levantó la mirada vio que había un escarabajo verde y dorado al otro lado del cristal (fue la única vez que apareció un escarabajo en su ventana). Abrió la ventana mientras presentaba su interpretación del sueño. La mujer se quedó tan asombrada que moderó su excesiva racionalidad y desde entonces mejoró su respuesta a la terapia.
Se percató también de que tendían a producirse más a menudo cuando la revelación o la constatación de la novedad estaba a punto de aflorar en la consciencia del paciente. Cuando se difundieron sus ideas, otros terapeutas empezaron a contar sus propias experiencias con la sincronicidad.
También se había empapado de la cultura del país y era una experta en filosofía china. Durante la terapia, le contó a Meier un sueño en el que había visto el hospital con una de las alas destruida. Como su identidad estaba muy ligada al hospital, Meier creyó que el sueño le estaba diciendo que estaba perdiendo el sentido de quién era, su identidad americana, y que ésa era la causa de su depresión.
Le aconsejó que regresara a Estados Unidos, y cuando lo hizo, su depresión desapareció rápidamente, tal y como él había predicho. Antes de partir, Meier le pidió que hiciera un dibujo detallado del hospital.
Como no podía concebir cómo algo que ocurría en lo más hondo de la psique podía causar un hecho o una serie de acontecimientos en el mundo físico, al menos en un sentido clásico, lanzó la idea de que tenía que intervenir algún principio nuevo, un principio de conexión acausal, desconocido para la ciencia hasta entonces.
Sin embargo, ahora que la existencia de las conexiones no locales es un principio establecido, algunos físicos están contemplando de nuevo la idea de Jung. El físico Paul Davies afirma que,
Otro físico que se toma en serio la sincronicidad es F. David Peat.
A su juicio, sincronicidades como las de Jung no sólo son reales, sino que constituyen indicios adicionales del orden implicado. Como hemos visto, la aparente separación entre la consciencia y la materia es una ilusión, según Bohm, un artefacto que tiene lugar únicamente cuando ambas se han desplegado en el orden explicado de los objetos y el tiempo secuencial.
Si no hay división entre mente y materia en el orden implicado, la base de la que surgen todas las cosas, entonces no es raro esperar que la realidad todavía esté plagada de huellas de esa conexión profunda. Peat cree que las sincronicidades son «defectos» en el tejido de la realidad, grietas momentáneas que nos permiten echar un vistazo al orden inmenso y unitario que subyace tras la naturaleza entera.
De acuerdo con Peat, cuando experimentamos una sincronicidad, lo que realmente estamos experimentando «es la mente humana funcionando, por un momento, en su orden verdadero y extendiéndose a través de la sociedad y la naturaleza, moviéndose a través de órdenes de creciente sutileza, extendiéndose más allá de la fuente de la mente y la materia hasta la creatividad misma».
Por eso las sincronicidades nos parecen tan desconcertantes e inexplicables. Pero si, en última instancia, no existe división entre el mundo físico y los procesos psicológicos internos, entonces debemos estar preparados para cambiar algo más que la interpretación sensata del universo meramente, porque las consecuencias nos dejarán estupefactos.
Al percatarte de que el desagrado que te produce la comida trasluce tus verdaderos sentimientos hacia tu jefe, te pones nervioso y te preguntas cómo es posible que un aspecto de tu ser «interior» se las haya arreglado para desbordarse hasta la realidad «exterior» de la escena que estás soñando.
Naturalmente, en cuanto te despiertas te das cuenta de que la sincronicidad no era extraña en absoluto, porque realmente no había distinción alguna entre tu ser «interior» y la realidad «exterior» del sueño. De manera similar, caes en la cuenta de que la aparente independencia de los diversos objetos del sueño era también una ilusión, pues todo era producto de un orden más profundo y fundamental, la totalidad no dividida de tu inconsciente.
Tampoco significa que se haya perdido la individualidad, como la imagen de una rosa tampoco se pierde una vez que se ha grabado en una película holográfica. Significa simplemente que somos como los vórtices de un río, únicos pero inseparables del flujo de la naturaleza.
O, como dice Peat,
Y así hemos vuelto al punto de partida, desde el descubrimiento de que la consciencia contiene toda la realidad objetiva - toda la historia de la vida biológica en el planeta, las religiones y los mitos del mundo y la dinámica tanto de las células sanguíneas como de las estrellas - hasta el descubrimiento de que el universo material también puede contener entre la trama y la urdimbre los procesos más íntimos de la consciencia.
Tal es la naturaleza de la profunda conexión que existe entre todas las cosas en un universo holográfico.
En el siguiente capítulo analizaremos cómo influye esa
conexión, así como otros aspectos de la idea holográfica, en nuestra
interpretación actual de la salud.
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