Antes de examinar las posibles respuestas, tal vez queramos ver dónde ha estado anteriormente. En el presente libro me he referido al concepto holográfico como a una teoría nueva, lo cual es cierto en el sentido de que es la primera vez que se presenta en un contexto científico.
Pero, como hemos visto, diversas civilizaciones antiguas ya habían anunciado varios aspectos de la misma. Y no son los únicos anuncios que ha habido, lo cual es intrigante porque indica que otros han encontrado asimismo razones para considerar que el universo es holográfico, o al menos para intuir sus propiedades holográficas.
El vacío, como el orden implicado, es el lugar donde se originan todas las cosas del universo, que manan de él en un «flujo ilimitado». Sin embargo, sólo es real el vacío; las formas del mundo objetivo son ilusorias y existen meramente por el flujo incesante que se produce entre los dos órdenes.
Hablando con propiedad, ni siquiera se puede describir con palabras el no vacío, pues es igualmente una totalidad en la que la consciencia y la materia y todo lo demás es indisoluble y un todo. He aquí hay una paradoja, porque el no vacío, a pesar de su naturaleza ilusoria, contiene una «serie de universos infinitamente extensa».
Y, sin embargo, sus aspectos indivisibles siempre están presentes.
Como afirma John Blofeld, experto en el Tíbet,
Los tibetanos prefiguraron asimismo parte del pensamiento de Pribram.
Según Milarepa, yogui tibetano del siglo XI y el santo budista más conocido del país, el motivo de que no podamos percibir el vacío directamente es que el inconsciente (o, como dice Milarepa, la «consciencia interior») está demasiado «condicionado» en sus percepciones.
Ese condicionamiento no sólo nos impide ver lo que él denomina «la frontera entre la mente y la materia» y nosotros llamaríamos «el dominio de frecuencias»; también hace que nos formemos un cuerpo cuando estamos en el estado entre vidas y ya no tenemos cuerpo.
También los budistas Zen reconocen la indivisibilidad última de la realidad; el principal objetivo del pensamiento zen es aprender a percibir esa totalidad.
En su libro Games Zen Masters Play , Robert Sohl y Audrey Carr afirman, con palabras que podrían haber salido directamente de un artículo de Bohm:
Los hindúes llaman Brahman al nivel implicado de la realidad.
Brahman no tiene forma, pero es el lugar de origen de todas las formas de la realidad visible, que salen de él y en él se envuelven de nuevo en un cambio infinito. Al igual que Bohm, para quien se puede llamar espíritu al orden implicado sin problema ninguno, los hindúes personifican a veces ese nivel de la realidad y dicen que se compone de consciencia pura.
Así pues, la consciencia no es meramente una forma más sutil de materia; es más fundamental que la materia; y según la cosmogonía hindú, la materia es lo que ha emergido de la consciencia y no al revés. O como dicen los Vedas, lo que da el ser al mundo físico es la facultad de la consciencia tanto de «velar» como de «proyectar».
Como afirma el Upanishad Svetasvatara,
De manera similar, el Upanishad Kena declara que el Brahman es un algo misterioso,
Como todo se desenvuelve de la totalidad irreductible del Brahman, el mundo es igualmente un todo ininterrumpido - afirman los hindúes - y lo que nos impide darnos cuenta de que, en última instancia, no existe eso de la separación, es maya de nuevo.
Como dice el experto en los Vedas sir John Woodroffe,
Esta misma idea se puede encontrar en el pensamiento judío.
Según la tradición cabalística,
Sin embargo, no es la nada absoluta, pese a tener una naturaleza ilusoria,
La idea de que la creación que puso en marcha el Dios del Génesis sea una ilusión se refleja incluso en el idioma hebreo, porque como reza el Zohar, comentario cabalístico del siglo XIII sobre la Tora y el más famoso de los textos esotéricos judaicos, el verbo baro, «crear», implica el concepto de «crear una ilusión».
Los kahunas hawaianos afirman que todas las cosas del universo están infinitamente conectadas entre sí y que podemos concebir esa interconexión casi como si fuera una red. El chamán, que reconoce la interconexión de las cosas, se ve a sí mismo en el centro de la red, para poder así influir en las demás partes del universo (es interesante mencionar que también en el pensamiento hindú la noción de maya se compara a menudo con una red).
Los chamanes, no obstante, saben que eso no es cierto y que es lo que les permite contactar con los niveles más sutiles de la realidad.
Como lo describía un anciano dogón:
Douglas Sharon afirma en su libro El chamán de los cuatro vientos:
La vela y el láser
Como hemos visto ya, Bohm cree que también el universo mismo está organizado de esa manera y se vale de un experimento teórico, en el que intervienen un pez y dos monitores de televisión, para explicar por qué cree que el universo es no local.
Al parecer, muchos pensadores antiguos reconocieron también ese aspecto de la realidad, o al menos lo intuyeron. Los sufíes del siglo XII lo resumían diciendo simplemente que «el macrocosmos es el microcosmos», una versión anterior de la idea de Blake, que veía el mundo en un grano de arena.
Abrazaron igualmente la idea del macrocosmos/microcosmos los filósofos griegos Anaxímenes de Mileto, Pitágoras, Heráclito y Platón; los antiguos gnósticos; el filósofo judío precristiano Filón de Alejandría, y Maimónides, filósofo judío medieval.
Los alquimistas medievales, que convirtieron a Hermes Trimegisto en una especie de santo patrono, condensaron su pensamiento en la máxima «arriba, como abajo».
Al hablar del mismo concepto de «macrocosmos igual a microcosmos», el texto sagrado hindú, el tantra Visvasara, utiliza términos un tanto más crudos y declara simplemente: «Lo que está aquí, está en todas partes».
Mientras estaba en el monte Harney Peak, en las Black Hills,
Una de las interpretaciones más profundas derivadas de su encuentro con lo inefable fue que el Harney Peak estaba en el centro del mundo.
Sin embargo, esta distinción no se limitaba al Harney Peak porque, como dijo Alce Negro,
Más de veinticinco siglos antes, el filósofo griego Empédocles vio la misma otredad sagrada y escribió que,
Algunos pensadores antiguos no se contentaron con meras palabras y recurrieron a analogías más elaboradas para intentar comunicar las propiedades holográficas de la realidad.
Así, el autor del sutra hindú Avatamsaka comparó el universo con una red legendaria de perlas que, según decían, colgaba sobre el palacio del dios Indra y estaba,
Como explicaba el autor del sutra,
Fa-Tsang, el fundador de la escuela de pensamiento budista Hua-yen del siglo XVII, empleaba una metáfora extraordinariamente similar al intentar transmitir la idea de la interpenetración y la interconexión última entre todas las cosas.
Fa-Tsang, que sostenía que todo el cosmos estaba implícito en cada una de sus partes (y creía también que cada punto del cosmos era su centro), comparaba el universo con una red multidimensional de joyas, en la que cada una reflejaba a todas las demás hasta el infinito.
Aquello mostraba la relación de la pluralidad con la Unidad. Sin embargo, al igual que Bohm insiste en que el universo no es un holograma simplemente sino un holomovimiento, Fa-Tsang recalcó también que aquel ejemplo era estático y no reflejaba el dinamismo y el movimiento constante de la interrelación cósmica que existe entre todas las cosas del universo.
Merece la pena señalar que sus intentos, por rudimentarios que puedan resultarnos a quienes contamos con una tecnología sofisticada, seguramente han sido mucho más importantes de lo que pensamos.
Por ejemplo, según parece, Leibniz, matemático y filósofo alemán del siglo XVII, estaba familiarizado con la escuela budista de pensamiento Hua-yen. Algunos argumentan que de ahí viene su propuesta de que el universo está formado por «mónadas» o entidades fundamentales, y que cada una de ellas contiene un reflejo del universo entero.
Es significativo que Leibniz diera también al mundo el cálculo integral, pues fue el cálculo integral lo que posibilitó a Dennis Gabor inventar el holograma.
Ahora bien, si esas antiguas interpretaciones llevaron a la invención del holograma y la invención del holograma llevó a Bohm y a Pribram a formular el modelo holográfico, ¿a qué nuevos avances y descubrimientos puede llevarnos el modelo holográfico?
Ya asoman otras posibilidades por el horizonte.
Y, sin embargo, la ciencia en general se ha quedado corta repetidamente en cuanto se refiere a la explicación de las dimensiones física y espiritual de la existencia humana.
Es evidente que si la ciencia debe avanzar más en ese campo necesita una reestructuración básica; ahora bien, ¿qué implicaría en concreto esa reestructuración?
Según Willis Harman, presidente del Instituto de Ciencias Noéticas y antiguo científico del Standford Research Institute International, esa aceptación es crucial y no sólo para la ciencia, sino también para la supervivencia de la civilización humana.
Además, Harman, que ha escrito extensamente sobre la necesidad de la reestructuración básica de la ciencia, manifiesta su perplejidad ante el hecho de que dicha aceptación no se haya producido todavía.
Y pregunta:
Como hemos mencionado ya, la razón, al menos en parte, es el viejo prejuicio de la ciencia occidental contra esa clase de fenómenos; pero el asunto no es tan sencillo.
Consideremos, por ejemplo, los recuerdos de vidas pasadas que tienen algunas personas hipnotizadas. Aunque todavía hay que demostrar que son verdaderamente recuerdos de vidas previas, el hecho sigue siendo que el inconsciente tiene una propensión natural a generar recuerdos aparentes, al menos, de encarnaciones previas.
En general, la comunidad psiquiátrica ortodoxa hace caso omiso de este hecho. ¿Por qué?
El psiquiatra de Florida Brian L. Weiss, licenciado por la Escuela de Medicina de Yale y en la actualidad presidente de psiquiatría en el Mount Sinai Medical Center de Miami, afirma que, desde que publicó su libro, éxito de ventas, Muchas vidas, muchos maestros en 1988 - en el que cuenta cómo pasó de escéptico a creer en la reencarnación cuando uno de sus pacientes, mientras estaba hipnotizado, empezó a hablar espontáneamente de sus vidas pasadas - ha recibido un aluvión de cartas y de llamadas telefónicas de personas que le cuentan que también creen en ello en secreto.
De manera similar, en una conversación reciente con Whitton, cuando le pregunté si creía que la reencarnación sería alguna vez un hecho científico aceptado, me contestó:
Una encuesta reciente sobre fenómenos psíquicos parece corroborar las opiniones de Weiss y de Whitton.
Tras asegurarse de que sus respuestas permanecerían en el anonimato, el 58 por ciento de los 228 psiquiatras encuestados (muchos de ellos directores de departamento y decanos de facultades de medicina) dijo que en su opinión «el entendimiento de los fenómenos psíquicos» era importante para los futuros licenciados en Psiquiatría. El 44 por ciento admitió que creía que los factores psíquicos eran importantes en el proceso de curación.
Necesitamos más pioneros como Weiss y Whitton (y como los miles de investigadores con coraje cuyo trabajo hemos analizado en este libro) que hagan públicos sus descubrimientos y creencias privadas. En resumen, necesitamos una figura equivalente en parapsicología a Rosa Parks.
Y, sin embargo, cuando uno lee informes como el de Monroe, se da cuenta de que, en caso de ser reales, sus experiencias entrañan fenómenos que tendrían repercusiones en la historia de la humanidad tan grandes - podríamos aducir - como el descubrimiento de América por Colón o la invención de la bomba atómica.
En efecto, los que han visto trabajar a un clarividente verdaderamente dotado, saben de inmediato que han presenciado algo mucho más profundo que lo que transmiten las frías estadísticas de R.H. y Louisa Rhine.
Sin embargo, cuando una enorme cantidad de gente empieza a contar las mismas experiencias, habría que considerar que los relatos de sus anécdotas son pruebas importantes. No deberían ser desechados meramente porque no pueden ser documentados con el mismo rigor que otras peculiaridades del mismo fenómeno, a menudo menos importantes, que sí pueden ser documentadas.
Como declara Stevenson,
Merece la pena señalar que esta regla general ya se aplica a otros fenómenos naturales más aceptados.
La mayoría de los científicos admite, sin cuestionarla, la idea de que el universo empezó con una sola explosión primigenia, o Big Bang. Es raro porque, aunque hay razones convincentes para creer que es verdad, nadie ha demostrado jamás que lo sea. Por otro lado, si un psicólogo a punto de morir se atreviera a decir lisa y llanamente que el reino de luz al que viajan los que tienen una experiencia cercana a la muerte es otro nivel real de la realidad, le atacarían por hacer una declaración que no se puede probar.
Y es raro, porque hay razones igualmente convincentes para creer que es verdad. En otras palabras: la ciencia acepta lo que es probable en cuestiones muy importantes si se encuadran en la categoría de «cosas en las que está de moda creer» y no lo acepta si pertenecen a la categoría de «cosas en las que no está de moda creer».
Hay que eliminar ese doble rasero antes de que la ciencia empiece a hacer incursiones significativas en el estudio de fenómenos tanto psíquicos como espirituales.
Muchos investigadores, entre los que está Harman, han recalcado ya la importancia de tal cambio, y a lo largo del presente libro hemos visto asimismo repetidas muestras de la necesidad del mismo. En un universo en el que la consciencia de un físico influye en la realidad de una partícula subatómica, la actitud de un médico influye en que un placebo funcione o no, la mente de un experimentador afecta al funcionamiento de una máquina y lo imaginal puede extenderse sobre la realidad física, no podemos pretender que estamos separados de lo que estamos estudiando.
En un universo holográfico y omnijetivo, un universo en el que todas las cosas forman parte de un continuo ininterrumpido, ya no es posible la objetividad estricta.
Por ejemplo, Valerie Hunt descubrió que la presencia de personas que han estado bebiendo alcohol afectaba a los resultados de sus experimentos y, por lo tanto, no permite que haya ninguna de esas personas en el laboratorio mientras está haciendo mediciones.
En la misma línea, los parapsicólogos rusos Dubrov y Pushkin han averiguado que tienen más éxito duplicando los descubrimientos de otros parapsicólogos si hipnotizan a todos los sujetos de la prueba presentes. Al parecer la hipnosis elimina la interferencia que provocan sus pensamientos conscientes y creencias y ayuda a obtener resultados «más limpios».
Si bien, hoy en día, tales prácticas nos pueden parecer sumamente extrañas, pueden convertirse en el procedimiento operativo corriente cuando la ciencia descifre más misterios secretos del universo holográfico.
Como afirma Harman,
Por otra parte, hay datos de que ya se están produciendo algunas transformaciones.
Harner, por ejemplo, en vez de limitarse a observar lo que les ocurría a los conibo, cuando consumían la planta del alma o ayahuasca, bebió él mismo el alucinógeno. Es obvio que no todos los antropólogos estarían dispuestos a aceptar un riesgo semejante, pero también está claro que participando, en vez de quedarse meramente observando, aprendió mucho más de lo que jamás habría aprendido limitándose a tomar notas sentado en el banquillo.
Otros pueden desarrollar técnicas nuevas y hasta más novedosas para explorar las dimensiones internas.
Monroe, por ejemplo, aunque no es un científico en el sentido estricto del término, ha realizado grabaciones de sonidos rítmicos especiales que, en su opinión, facilitan las experiencias fuera del cuerpo. También ha fundado un centro de investigación en las montañas Blue Ridge llamado Monroe Institute of Applied Sciencies y afirma que ha enseñado a centenares de individuos a hacer los mismos viajes fuera del cuerpo que ha hecho él.
¿Son esos avances heraldos del futuro, predicciones de un tiempo en que los héroes que veamos en las noticias de la noche sean, no ya los astronautas, sino los «psiconautas»?
En su libro La senda hacia Omega, Ring señala que hay pruebas fehacientes de que están aumentando las experiencias cercanas a la muerte. Como hemos visto, en las culturas tribales las personas que tienen una ECM, muchas veces se transforman hasta el punto de convertirse en chamanes.
En el mundo moderno, esas personas también se transforman espiritualmente y modifican la personalidad que tenían antes de la experiencia para ser más cariñosas, más compasivas e incluso más psíquicas. Ring deduce de todo esto que quizá estamos presenciando la «chamanización de la humanidad moderna».
Pero si es así, ¿por qué están aumentando las experiencias cercanas a la muerte?
La respuesta, según Ring, es tan simple como profunda: lo que estamos contemplando es,
Y a lo mejor las ECM no son el único fenómeno transformador que está emergiendo de la psique colectiva de la humanidad.
Grosso cree que el incremento de visiones marianas durante el último siglo tiene igualmente consecuencias evolutivas. De manera similar, a juicio de muchos investigadores, como Raschke y Vallee, la multiplicación de visiones de ovnis en las últimas décadas tiene un significado evolutivo. Varios investigadores, como Ring, han observado que los encuentros con ovnis parecen ciertamente iniciaciones chamánicas y pueden ser otra muestra más de la chamanización de la humanidad moderna.
Strieber está de acuerdo:
Si esas especulaciones son ciertas, ¿qué objeto tiene esta transformación evolutiva? Hay dos respuestas, por lo que parece.
Numerosas tradiciones antiguas hablan de un tiempo en que el holograma de la realidad física era mucho más flexible que ahora, mucho más parecido a la realidad amorfa y fluida de la dimensión del más allá. Los aborígenes australianos, por ejemplo, dicen que hubo una época en la que el mundo entero estaba en estado de ensoñación.
Edgar Cayce se hizo eco de esa opinión y afirmó que la tierra,
Los aborígenes afirman que llegará el día en que la tierra regrese al tiempo de ensoñación.
Con ánimo puramente especulativo, uno podría preguntarse si veremos el cumplimiento de esa profecía cuando aprendamos a manipular cada vez más el holograma de la realidad. Cuando seamos expertos en juguetear con lo que Jahn y Dunne llaman «el plano común entre la consciencia y su entorno», ¿podremos experimentar una realidad que sería maleable una vez más?
Si eso fuera verdad, necesitaríamos aprender mucho más de lo que sabemos actualmente para manipular con seguridad un entorno tan dúctil; quizá sea ése uno de los propósitos de los procesos evolutivos que parecen estar desarrollándose en medio de nosotros.
Por ejemplo, hay un mito hindú según el cual la consciencia humana empezó siendo una onda que decidió abandonar el mar de la,
Al percatarse de sí misma, olvidó que era parte de aquel mar infinito y se sintió aislada y distinta.
Loye sostiene que la expulsión de Adán y Eva del jardín del Edén podría ser una versión de este mito, un antiguo recuerdo de la forma en que la consciencia humana dejó su hogar en el implicado, en algún momento de su pasado insondable, y olvidó que era parte de la totalidad cósmica de las cosas.
Según esa visión, la tierra es una especie de campo de juegos,
Si eso es verdad, puede que los fuegos evolutivos que están empezando a titilar y a danzar por la psique colectiva sean la llamada para que nos despertemos, el toque de trompeta que nos informa de que nuestro verdadero hogar está en alguna otra parte y que podemos regresar allí si queremos.
Strieber, por lo pronto, cree que los ovnis están aquí por eso precisamente:
El escritor Terence McKenna, que también respalda el modelo holográfico desde hace mucho tiempo, está de acuerdo:
Esto, naturalmente, no es más que una hipótesis.
Pero tanto si estamos al borde mismo de la transición, como sugieren Strieber y McKenna, como si el punto de inflexión está todavía en un futuro lejano, es evidente que estamos siguiendo un camino de evolución espiritual. Dada la naturaleza holográfica del universo, también es evidente que, en algún tiempo y en algún lugar, nos espera algo similar al menos a las dos posibilidades anteriores.
Swedenborg, por ejemplo, afirmaba que, más allá del cielo que visitó, había otro cielo tan brillante e informe según lo percibía él, que parecía un «arroyo de luz».
También los que han vivido una experiencia cercana a la muerte han descrito alguna vez esos terrenos infinitamente tenues.
Para algunos puede resultar aterrador que la realidad se vaya haciendo más parecida a la frecuencia a medida que uno se va adentrando en lo implicado.
Pero es comprensible. Es obvio que todavía somos como niños que necesitan la seguridad del cuaderno de dibujo para colorear, pues todavía no estamos preparados para dibujar a mano alzada sin precisar líneas que guíen nuestras torpes manos. Sumergirse en el reino del arroyo de luz de Swedenborg equivaldría a sumirnos en una alucinación de LSD completamente fluida.
Y todavía no hemos madurado lo suficiente ni tenemos el suficiente control de nuestras emociones, actitudes y creencias para enfrentarnos a los monstruos que nuestras psiques crearían para nosotros.
No existen «ahí fuera», porque «ahí fuera» es únicamente el todo indivisible. Brahman. Y cuando dejemos atrás todo conjunto dado de etiquetas conceptuales, deberemos estar siempre preparados para seguir adelante, para avanzar desde un estado de alma a otro, como dijo Sri Aurobindo, y de iluminación en iluminación.
Porque nuestro propósito parece ser tan simple como ilimitado.
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