3 - LOS ÍNDIGO MAYORES
Los pre-índigo
La vida es un proceso Aprender y evolucionar
Una nueva manera de entenderlo «Estoy aquí como maestro» «Soy una persona normal y aceptable»
Durante los seminarios metafísicos que damos en todo el mundo, los
índigo siempre han sido un tema candente, por lo que nos dimos
cuenta de que
Los Niños Índigo se había publicado en un momento muy
oportuno y que muchos padres y educadores se identificaban con el
libro.
Lo que no esperábamos, sin embargo, fue algo que se hizo evidente
alrededor de dos meses después de la publicación del libro. Parecía
que muchas personas de más edad sentían que también habían sido
índigos.
Hemos de plantearnos la cuestión con objetividad. Los niños índigo
incluía una historia sobre una evolución humana reciente (al menos
eso creemos). La pionera en ese campo, Nancy Tappe, comenzó a «ver»
el color índigo dentro de los niños antes de publicar su libro
Understanding Your Life Through Color,5 en 1982. En realidad, no
recuerda cuándo fue la primera vez que vio el color índigo, pero
cree que es probable que no haya ningún ser humano que sea índigo
puro que supere los treinta y seis años.
En el primer libro, dijimos que era probable que muchos índigo
«mayores» (de veinte y pico y treinta y pico) lo hubieran pasado
bastante mal y presentamos dos historias de índigos que así lo
confirmaban. También indicamos que, así como casi todo lo que
evoluciona con el tiempo, era probable que los índigo hubieran ido
llegando poco a poco, a lo largo de muchos años. Hasta ahora no
habíamos empezado a darnos cuenta de las diferencias ni a
plantearnos el nuevo paradigma de la paternidad y la educación, lo
cual explica que el primer libro sobre los índigo fuera toda una
revelación.
De pronto, sin embargo, nos enfrentamos a algo más... y en un sector
muy concreto: el de los que trabajan con la metafísica y la
espiritualidad. Muchas personas que tienen más de cuarenta y de
cincuenta años creen que reúnen todas las características de los
índigo. ¿Podrían ser sus precursores? O puede que no fueran índigos
auténticos sino que simplemente tuvieran algunos de sus atributos.
Antes de ahondar en semejante acertijo, presentamos una muestra de
algunas de las cartas y los mensajes que hemos recibido sobre ese
tema.
LOS PRE-ÍNDIGO
Van Sunshine
Este nuevo libro podría comenzar con unas cuantas palabras
apasionadas sobre los pre-índigo en biología.
Hay tantas, pero tantas personas que se merecen un homenaje y una
ovación de pie porque, al «aferrarse a la luz» con firmeza, nos han
conducido hasta este punto, en el tiempo, en el cual hasta existe la
palabra «índigo».
Durante muchas generaciones, ha habido puñados de personas, aquí y
allá, que han defendido con energía un cambio. Ha habido
innumerables ocasiones en las que esa «única voz» se ha alzado sola,
abogando por nuevas formas de pensar y de ser. Eran las que se
alzaban hacia el Universo, proclamando que «podemos ser más». Eran
las que llegaban con más amor del que existía habitualmente. Eran
las de los «rebeldes violentos», que iban a contrapelo de la
sociedad.
Es posible que algunas veces hayan parecido tontos, pero ahora no
cabe duda de que fueron los pre-índigo quienes prepararon un nuevo
paradigma que sacudió los cimientos mismos de la fibra de la
humanidad. Gracias a ellos, realmente nos encontramos en el umbral
de una mayor expansión del ser.
¿Quiénes son esas personas? Son las que están leyendo esto y también
representan a muchas otras
que han muerto desde entonces. Tal vez los tengamos encima del
hombro, mientras escribimos esto,
diciendo:
«Si pudiéramos hacerlo otra vez, lo haríamos».
Sonriendo y
guiñando un ojo, dirían:
«Lo
conseguimos. ¡Que así sea!»
¿Los pre-índigo? Nan acaba de darles un nombre. Tal vez sean los
precursores de los niños índigo que creen que fueron índigos o, por
lo menos, el principio de la ola que vemos ahora. Aquí tenemos
cuatro cartas más, que formulan la misma pregunta de distintas
formas, la primera hasta ofrece una explicación lógica.
Nos dimos
cuenta de que habíamos encontrado un tema de debate completamente
nuevo.
LA VIDA ES UN PROCESO
Dr. Umar Sharif
Muchísimas gracias por su libro sobre los niños índigo. Como
educador y asesor, dedico mucho tiempo a defender una nueva forma de
criar, educar y comprender a nuestros niños. Hace tiempo que tanto
yo como otras personas de mi círculo venimos observando el fenómeno
de lo que he denominado «la congregación». Además, tengo cinco
hijos, el menor de los cuales (Ashanti) tiene ahora doce años.
Algunas de mis conversaciones espirituales más satisfactorias han
tenido lugar hablando con él desde que tenía tres o cuatro años. Ojalá hubiese sido más sabio al criar a mi hijo mayor (Mansur), que
creo que es un índigo muy herido: un joven de veinticinco años muy
brillante y que se expresa muy bien, que abandonó los estudios, sin
acabar siquiera el instituto, pero que es un as de la informática,
totalmente autodidacta.
Tengo lo que para mí es una pregunta muy importante. Los fenómenos
naturales no se suelen producir en fragmentos lineales, sino que la
vida es un proceso. Su libro y los autores que en él se citan
parecen situar el fenómeno de los niños índigo a partir de la década
de 1970.
¿Es posible que los niños índigo comenzaran a llegar al
mundo varias décadas antes, pero que, como eran tan pocos, pasaran
del nacimiento a la edad adulta sin que nadie reparara en ellos?
Mi pregunta se basa en dos observaciones:
-
En primer lugar, Olodumare
(Dios) siempre envía a Ogun (el defensor del camino) para preparar
el camino de sus emisarios o su finalidad. Si alrededor del 90 por
100 de los seres humanos que han nacido en las últimas décadas son
índigos, yo diría que tuvo que haber una vanguardia que nació
algunas décadas antes, una vanguardia para ver, hablar y conservar.
-
En segundo lugar, sólo he llegado hasta la página 43 de su libro,
pero diría que ustedes y los autores que han colaborado están
hablando de mí, de mi infancia, de mi visión del mundo y de mis
características. Sin embargo, ¡yo tengo cincuenta y tres años! (Nací
en 1947)
APRENDER Y EVOLUCIONAR
Jaye Powers
Con respecto a los índigo y sus historias, tengo dos hijos, que
ahora son adolescentes, a los cuales, sin duda, les cuadran las
descripciones. Pero quisiera hacerles otra pregunta: ¡aparentemente,
las descripciones también me cuadran a mi! ¿Hay tipos de índigo de
más edad? Soy una mujer de cuarenta y cuatro años y me da un poco de
vergüenza hacerles esta pregunta, pero, ¡vaya si me identifico con
las experiencias de los índigo!
Mis hijos son muy evolucionados, inteligentes, sensibles,
perspicaces y se «sienten diferentes» de muchos de sus pares.
Criarlos me ha ido muy bien, porque comprendo en gran medida sus
sentimientos y sus experiencias.
Me parecía muy comprensible y natural que mis hijos fueran así. No
oí hablar de los niños índigo hasta hace poco, cuando leí este
libro, en el cual no sólo reconocí a mis hijos (que tienen trece y
quince años), sino también a mí misma.
¿Alguna vez han oído hablar de eso, de índigos mayores?
Les estaré
muy agradecida por cualquier información que puedan compartir
conmigo al respecto. Al igual que muchas personas, sigo luchando con
eso de ser «distinta», y mis hijos han sido una gran bendición para
mí. Tengo una fe profunda y sigo aprendiendo y evolucionando.
UNA NUEVA MANERA DE ENTENDERLO
Barbara Brandt
Leí por casualidad un artículo sobre su libro,
Los Niños Índigo. Era
la primera vez que oía hablar de ese tema pero, cuando leí su
descripción de los niños, me invadió una gran ola de reconocimiento
y comprensión. Tengo cincuenta y seis años y reúno todas las
características que ustedes describen.
Desde que empecé a tomar conciencia de mí misma (cuando tenía unos
cuatro o cinco años), siempre supe exactamente quién era. A los
cinco, ya tenía decidido lo que iba a hacer en el mundo: provocar
una sanación y un cambio social que afectaran a gran cantidad de
personas.
Siempre supe que era parte de Dios y no podía comprender por qué
algunas personas que supuestamente eran religiosas se comportaban
tan mal. Incluso cuando tenía cinco años, si mis padres me aplicaban
una disciplina perjudicial, más que enfadarme con ellos me quedaba
atónita de que no supieran hacerlo mejor. Esa no es la manera de
ayudar a los niños a aprender.
Sufría mucho al ver la infelicidad que otras personas se provocaban
a sí mismas, pero ellas no entendían que yo lo supiera, de modo que
me di cuenta de que tenía que esconderme y protegerme, hasta que
llegara el momento en que pudiera «florecer».
Fui una solitaria la mayor parte de mi vida, porque no conocía a
nadie más que fuera como yo, pero sobre todo ansiaba que alguien me
explicara las contradicciones de mi vida. Sabía que yo estaba bien y
que el mundo no podía estar mal, pero había algo que todavía no
cuadraba.
Otras personas de mi misma edad, ¿les han comentado algo parecido?
«ESTOY AQUÍ COMO MAESTRO»
Mike Meloy
Acabo de leer su libro. Muchas gracias. Después de leerlo, ¡veo que
las descripciones y las historias coinciden con mi propia vida! Nací
en 1964, de modo que pienso que comenzamos a llegar antes de la
década de 1980. Me parece que ustedes clasifican en grupos generales
y, en muchos sentidos, encajo dentro de la división humanista. No
obstante, creo que encajo mejor dentro de su clasificación
interdimensional.
Cuando sólo tenía ocho años, ya hacía de asesor para mi familia y
mis amigos. A medida que me fui haciendo mayor, caí en la cuenta de
que había personas que no conocía de nada que me contaban toda su
vida. Yo los escuchaba y les daba consejos sobre la manera de
resolver situaciones cotidianas que, con ocho años, no habría sabido
cómo resolver. Ahora tengo treinta y cinco y me doy cuenta de que
sigo sirviendo de asesor y consejero.
Siempre he sabido que estoy aquí como maestro y que la clave es el
amor. Este libro describe mis experiencias con muchísimo detalle.
Estaba seguro de que había más personas como yo, pero todavía no
había conocido a ninguna. Me encantaría sentarme a conversar sobre
todo esto con alguien.
En 1989, una de las discípulas de Nancy Tappe, Barbara Bowers,
escribió un libro titulado
What Color Is Your Aura? Algunas
personas, como Joyce Tutty, autora de la siguiente carta, nos han
escrito para decirnos que Barbara también sabía acerca de los
colores y confirmaron lo que Nancy había presentado.
Algunas ni
siquiera conocían la existencia del libro de Nancy y en sus mensajes
hacían referencia al de Barbara.
Barbara Bowers ya no está entre
nosotros, pero queremos rendir homenaje a su trabajo, también.
«SOY UNA PERSONA NORMAL Y ACEPTABLE»
Joyce Tutty
Soy una índigo canadiense de cuarenta y cinco años y nunca he
conocido a ningún otro niño índigo ni viceversa. Primero el libro de
Barbara y después el suyo me han abrumado emocionalmente, al leer
que soy una persona normal y aceptable, en lugar de alguien con
defectos inherentes, según los patrones de casi todo el mundo.
Siempre supe quién era, pero resulta maravilloso saber que hay otros
que saben y comprenden cómo soy y que nacen tantos así.
Tanto ustedes como Barbara decían que los índigo pertenecen por lo
menos a una generación posterior a la mía. ¿Conocen ustedes a más
índigos que tengan alrededor de cuarenta o más años? Me encantaría
poder comunicarme con alguno de ellos.
Relacionarme con alguien con
ideas afines parece demasiado imposible de imaginar, después de
pasar tantos años sola, sin conocer a nadie.
Antes de seguir dando al lector más para pensar, queremos que sepa
que, en el próximo capítulo, volvemos a hablar con Nancy Tappe y que
le hemos hecho precisamente esa pregunta: si puede haber índigos mayores, precursores de los que vemos ahora.
Cuando el lector lea su respuesta, verá que los índigo, a pesar de
ser de un «color» nuevo, son una mezcla de muchos que vinieron
antes. Nancy nos cuenta que muchos que se «sienten» como si fueran
índigos eran, por tanto, verdaderos precursores, pero no eran
índigos.
De modo que puede ser que esos índigos mayores no fueran de un color
«índigo puro». No poseían toda la energía de los índigo, que habría
hecho que se los «viera» como índigos. Como decía (antes) Umar
Sharif, puede que fueran emisarios de un tipo de seres humanos que
estaba por venir. Sin duda se trata de una especulación y no tiene
respuesta. Sin embargo, todavía podemos decir que no cesan las
preguntas en relación con ese tema y que muchos que son mayores
siguen «reconociéndose» en el paradigma índigo. Por consiguiente,
queremos presentar algo más al respecto.
Muchos de los que nos escriben también nos proporcionan una
información que nos parece un
«guiño» del Universo. Nos cuentan que, puesto que tuvieron una
infancia «de tipo índigo», han dirigido
a sus propios hijos índigo de una manera insólita.
Jaye Powers decía
antes:
«Criarlos me ha ido muy
bien, porque comprendo en gran medida sus sentimientos y sus
experiencias.»
¿Y si algunos de esos precursores estuvieran aquí para que los
índigo puros pudieran crecer con más oportunidades de conocerse a sí
mismos? ¿Sería posible algo así? Se trata, sin duda, de una pregunta
espiritual.
Buena parte de los mensajes que hemos recibido, algunos
de los cuales hemos compartido con el lector, eran historias que nos
contaban unos padres mayores y también unos profesores que sostienen
que su experiencia como precursores les ha permitido hacer realidad
su pasión: la de criar o enseñar a otras personas que eran como
ellos. Ellos sabían lo que pensaban los índigo y lo que harían
después. Sabían cómo «llegar hasta ellos» y cómo tener éxito en lo
que a otros les costaba.
Dios ha llenado nuestro mundo de lo que es apropiado, así como de
esos tipos de maravillosas
sincronicidades (de las cuales hablamos
en nuestros seminarios). También decimos que todos tenemos la
capacidad de conducir nuestra vida en la dirección que queramos, que
a veces nos parece que no podemos escapar de la rutina, cuando en
realidad eso es una ilusión. Como seres humanos, tenemos la
capacidad de levantar la humanidad o de destruir lo que nos rodea.
En realidad, tan sólo se trata de elegir libremente.
Si los índigo eligieron a sus padres (como cuentan los niños en
algunas de las historias que hemos
presentado), entonces se puede decir que han elegido a sus
precursores. ¿Habrá sido por casualidad o
de forma deliberada? Suponemos que los niños son los únicos que lo
saben (y se lo guardan para sí
mismos en esos primeros meses de vida), cuando no tienen el lenguaje
necesario para decir:
«¡Hola! Ya
sé quién eres.»
Presentamos a continuación algunos ejemplos de precursores que nos
han escrito. La primera es una respuesta a la historia sobre Ryan
Maluski, que aparece en el capítulo cinco del libro Los niños índigo
(en la página 216). Ryan contaba cómo era ser un niño índigo de algo
más de veinte años (por ese entonces). Puede que al lector le guste
la siguiente respuesta, dirigida a Ryan.
Querido Ryan:
Acabo de leer tu historia en el libro sobre los índigo y enseguida
he sentido la necesidad de escribirte. Yo también soy una niña
índigo y desde muy pequeña he sido dolorosamente consciente de lo
diferente que soy de los demás. Hay tantos elementos y similitudes
en la historia de tu vida que se parecen a la mía. En cierto modo,
me siento consternada por no haberte conocido cuando atravesabas
todas esas pruebas de malentendidos, porque te habría dicho:
«Te
comprendo perfectamente y comparto lo que sientes».
La única diferencia que salta a la vista en nuestras historias es
que yo nací en 1951 y no en la década de 1970 ni en la de 1980. Por
las actitudes opresivas de aquella época, en la sociedad en general
y en mis padres en particular, me retiré dentro de mí misma para
proteger mi vida privada con Dios y el reino espiritual. Era la
única forma de sobrevivir. No me atrevía a contarles mi historia a
mis padres, ni a otros adultos, profesores o ministros, porque
experimentaba y percibía su desprecio inminente.
Ahora tengo tres hijos índigo y los estoy criando muy bien para que
lleguen a ser personas extraordinarias, no por el libro sobre los
índigo sino porque intuitivamente he comprendido que son diferentes,
como yo. Han necesitado una devoción y unos cuidados tremendos por
mi parte, como madre, muy diferentes de la manera en que mis padres
me trataron a mí.
He adquirido la sabiduría y la perspicacia práctica necesarias para
convertir a estos niños en seres humanos maravillosos, que ahora
reciben honores de forma habitual. Hace quince años que utilizo las
sugerencias que aparecen en el libro.
¡Me siento tan entusiasmada! Quiero decirles a todos los niños
índigo que conozco que lean este libro para sentirse ratificados y
aliviados. Vanessa
Queridos Jan y Lee:
Sólo quería darles las gracias por encontrarnos, a los demás índigos
y a mí. Tengo cuarenta y un años, soy profesora de yoga y vivo en
California. Tengo una maestría en psicología espiritual y doy clases
a niños. Mi actividad se llama «yoga para índigos» y he desarrollado
un programa de yoga para niños de todas las edades que incluye las
asanas (posturas) del yoga, técnicas de respiración, juegos de
imaginación, afirmaciones, visualizaciones, etcétera.
La lectura de su libro me ha dejado atónita, a medida que me iba
fijando en cada característica de los índigo y las reconocía en mí.
Siempre me he sentido un poco «adelantada a mi tiempo». De todos
modos, sólo quería darles las gracias y saludarlos.
Tengo el agrado
de enviarles información sobre el yoga para índigos y sobre los
cursos de formación para profesores de yoga y para padres sobre cómo
trabajar con sus hijos, que estoy a punto de comenzar.
Pamela Hollander Yoga para índigos de todas las edades,
1830 Avenida Mimosa, Encinitas, California 92024.
¿Yoga para niños índigo?
A continuación, incluimos una frase de un
artículo a toda página que se publicó en el número del 19 de febrero
de 2001 de la revista Time, titulado «Om a Little Teapot», de Ñadya
Labi.
«A los niños estresados, el yoga les ofrece el camino hacia la paz
interior. Sus padres se conforman
con cualquier tipo de paz.»
A continuación, la escritora menciona una organización
estadounidense, con sede en Michigan City, Indiana, llamada Yoga Kids, que habilita a adultos para dar clases de yoga a niños y de la
cual este año saldrán por lo menos treinta y cinco profesores.
También nos han hablado de campamentos de verano y grupos de trabajo
para niños índigo.
Seguro que muchos de ellos han sido organizados y
dirigidos por los precursores del color índigo, que puede que no
sean índigos puros, pero lo son lo suficiente para que los niños se
puedan relacionar y sentir seguros con un adulto.
«Para tener éxito cuando se enseña a niños, lo primero es convertirse uno mismo en niño, pero eso no supone un infantilismo fingido, ni una media lengua condescendiente que el niño detecta enseguida y aborrece profundamente. Lo que supone es hacer suyo al niño de una forma tan simple y tan completa como el propio niño está absorto en su vida»
Ellen Key,
escritora sueca
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