Nota: Escribir este segmento a manera de prolegómeno para los eventos que siguen, ha sido una labor extremadamente difícil. En otros lugares de este sitio, cuando quiera que he hablado acerca de mis experiencias personales, he siempre eludido muchos de estos detalles por razones obvias: son dolorosos de recordar.
¡Cuántas veces
había escuchado sermones que le adscribían al cerebro el estigma de
no ser otra cosa más que un instrumento de Satanás! Obviamente,
cuando hablamos de la "Mente del Depredador" podemos ver como esta
es una cara de la moneda, a pesar de que resultaba claro para mí que
todas las cosas que existen lo hacen dentro de la mente de Dios,
quienquiera que este sea a final de cuentas, y que por lo tanto
tienen la función intrínseca de llevar al entendimiento de Él.
El carácter obvio implícito en el hecho de que como resultado del acto de la creación TENEMOS cerebros (instrumentos asombrosos en verdad) y que debe haber una razón para su existencia, se me presentó con súbita claridad (el lector, a no dudarlo, a esta altura estará convencido de que soy el entendedor más lerdo de todos los tiempos). De todas maneras, este hecho evidente de que Dios nos había dado cerebros por algún motivo surgió en relación al siguiente pensamiento conexo:
Por esta misma época, algo muy extraño sucedió en mi vida. Nunca lo consideré como un episodio de plagio y es solo en retrospectiva que puedo ver las claves que podrían apuntar en esa dirección, no obstante que siempre estoy abierta a otra explicación diferente. Como dije en alguna ocasión anterior, solíamos vivir en una cabaña; una bastante pequeña. Era ocupada en casi su totalidad por nuestras camas, un espacio de almacenaje y una cocineta (¡si algo aprendí de esta experiencia es cómo diseñar la cocina perfecta!).
Mi cama era
del tipo doble estándar y estaba completamente arrinconada con uno
de los costados adosado contra la pared. Había un espacio muy
estrecho entre el pie de la cama y la cuna de la bebé. Yo siempre
dormía del lado de "adentro" contra la pared, de manera que la única
forma de salir era gateando hacia atrás o haciendo que mi ex-marido
se levantara. Con mi salud tan deteriorada a raíz del parto (según
se relata en otra parte) la opción de gatear resultaba sumamente
difícil para mi una vez me encontraba acostada, así que estaba más o
menos atorada por el resto de la noche.
Estaba penetrando las paredes de la casa a través de lo que parecían ser grietas muy pequeñas y aberturas a lo largo de ellas. Penetraba por las ventanas también, pero los haces diminutos como agujas que se colaban por las paredes eran muy extraños. Casi parecían sólidos, como hilos de cristal o filigrana de hielo. No hace falta decir que me quedé muy extrañada. No podía pensar en un tipo de luz tan poderosa como para colarse por unas hendiduras en las paredes que bien podían ser microscópicas. Nunca he visto a los rayos solares hacer algo así, a pesar de que sabía que la estructura de la cabaña ciertamente presentaba finas aberturas.
Toda la habitación parecía
estar cruzada de un lado a otro con estos haces de luz.
El dolor me despertó, pero lo que resultó muy extraño fue que al despertar, ¡me encontré dando la cara contra los pies de mi ex-marido! Estaba en una posición completamente invertida en la cama. Además, mi camisón de dormir se encontraba mojado de las rodillas hacia abajo. La operación de incorporarme hasta una posición sentada contra la pared para luego recoger mis piernas una a la vez y girarlas hacia el pie de la cama de manera que pudiera ponerme de pie y verificar qué cosa había sucedido, resultó sumamente dolorosa para mí, pero de alguna forma conseguí hacerlo. Entonces me quedé allí pensando en la posible causa de que mi camisón se encontrara mojado.
Con un fósforo encendí una lámpara para buscar alguna ropa seca que ponerme. Recuerdo haberme sentido casi histérica al tratar de encontrar una explicación racional para todo aquello, y cuando me quité el camisón noté que estaba cubierto de pequeñas manchas oscuras de semillas y polen del zacate bahía que crecía hasta la altura de las rodillas en la parte posterior de la propiedad. ¿Cómo podía explicar esto? Me dije a mi misma que debía haberme levantado durante la noche para ir al baño y que seguramente había mojado mi camisón en las cubetas de agua que siempre teníamos a mano para llenar el tanque del inodoro (había insistido en que tuviéramos conveniencias sanitarias aun cuando hubiéramos de operarlas manualmente).
Sin embargo, de alguna manera debía haber
olvidado que hice todo esto. Ni siquiera traté de explicarme el
hecho de que me había encontrado dentro de la cama en una posición
invertida.
La única manera de lidiar con esto (dejando de lado toda
expectativa de alivio por acción de algún medio externo) era yacer
totalmente inmóvil en medio de una absoluta oscuridad y respirar en
la forma más leve posible para minimizar todo movimiento. Esta
situación se prolongaba por períodos de hasta una semana cada vez,
en los que a duras penas podía intercalar cortos lapsos de sueño,
hasta que finalmente caía en un sueño profundo como resultado del
absoluto agotamiento que significaba el constante esfuerzo para
conservar mi cordura de cara a este tormento indecible, para luego
despertar al fin libre de dolor, si bien anticipando en mudo terror
el inevitable próximo ataque.
Un hecho curioso acerca de estas
rupturas regulares y crónicas de mi oído, es que no había señales de
advertencia. No había ninguna lenta agudización de la sensación de
que algo estaba mal: sencillamente despertaba con un lado de mi
cabeza hinchado, víctima de una fuerte dolor y en el curso de un día
la situación degeneraba en crítica, ameritando una visita a la sala
de emergencia del hospital. No puedo evitar reír (si bien no es
asunto de broma para aquellos que hayan sufrido cosa semejante)
cuando pienso en uno de los médicos que alguna vez sugirió tomar una
muestra del fluido que salía de mi oído inflamado.
El único problema era que parecía incapaz de traer
nada de vuelta conmigo. No tenía idea de lo que había sucedido,
hacia qué sitios se había desplazado mi mente, o qué había estado
haciendo mi consciencia. Sí podía notar que me sentía más en paz y
en mejor disposición de lidiar con las dificultades de mi vida, pero
no dejaba de ser frustrante el no poder obtener algo más "concreto"
como resultado de todo este esfuerzo.
Una
noche, luego de un día particularmente extenuante como resultado de
la lucha constante por sobrellevar mi condición no puedo recordar
claramente el motivo de que me sintiera tan extremadamente infeliz
en ese momento, posiblemente una combinación de tener el constante
dolor, la presión de hacer que los ingresos familiares alcanzaran
para todas las necesidades, un estado de ansiedad por el bienestar y
futuro de los niños, el sentimiento estar completamente sola en mi
matrimonio era mi costumbre, de todas formas, utilizar todos los
sinsabores e infelicidad acumuladas a manera de combustible para
echar a andar el proceso meditativo.
Una vez se hubo dormido, comencé con mis ejercicios de respiración. Esta es una parte del proceso que yo había tomado prestada de mi entrenamiento como hipnoterapeuta y que había resultado en extremo útil (luego me enteraría de que la terapia de hipnosis a su vez la había tomado prestada de ciertos sistemas de meditación más antiguos). En este punto, no tengo idea de lo que sucedió. Todo lo que puedo recordar es haber comenzado la fase de respiración previa a la etapa contemplativa del ejercicio para luego ser tironeada de vuelta al estado consciente con una sensación que solo puedo describir como de "exacerbada turbulencia" en la región abdominal.
Era tan poderosa
que, en primera instancia, parecía ser íntegramente física como si
tuviera una agitación en mis órganos internos que derivaría
inevitablemente en una especie de reflujo hacia arriba. Podía sentir
que se incrementaba en intensidad y que en cualquier momento
viajaría en dirección ascendente, y sentí temor de que alguna cosa
extraña estuviera sucediendo con mi cuerpo de la cual no tenía
ningún conocimiento. Sabía que tenía que salir de la cama y correr
afuera antes de que "aquello" sucediera, si bien no tenía idea de
qué era exactamente "aquello".
Acompañando a estos
gemidos o más exactamente, incrustados dentro de ellos, había
imágenes, visiones, escenas completas con su carga de contenido
emocional e implicaciones de contexto específico, todo transmitido
en un instante. Era como la descripción cajonera de "la vida entera
proyectada en rápida sucesión de imágenes", solo que en este caso no
se trataba de sucesos de la vida PRESENTE. Era una vida detrás de
otra. Sabía que era yo misma en cada una de las escenas, que las
escenas que estaba contemplando eran viñetas de otras vidas, y que
yo experimentaba cada cosa a través de todos estos individuos.
Si trataba de aminorar la intensidad, detener del todo el proceso o sintonizar mi mente en otra dirección, la sensación interna de una inminente y explosiva erupción rápidamente me atenazaba de nuevo, haciendo que todos los músculos de mi cuerpo se tensaran hasta que de nuevo perdía todo control de la situación. Tan solo podía sentarme allí reducida a la condición de un "instrumento de dolor y lamentaciones", y literalmente exprimir mi corazón en lágrimas por todos los horrores de la historia en los que aparentemente había tenido algún tipo de participación o de los que cuando menos había sido testigo mudo. Creo que en algunos casos de los que nada más estaba yo consciente de lo que pasaba, sin haber tenido ninguna participación directa.
Y
algunas eran escenas verdaderamente terribles; plaga, pestilencia,
muerte y destrucción. Una escena sucediéndose a otra, seres queridos
de pie un momento y al siguiente aplastados o yaciendo en cúmulos
sangrientos. Rapacidad, pillaje, saqueo, ríos de sangre, matanzas,
carnicerías despiadadas en todas sus manifestaciones desfilaban
frente a mis ojos; holocaustos e infiernos. Ira y rabia desbocada,
sed de sangre y furia desatada, asesinato y locura, todo a mi
alrededor, donde quiera que mirara. Males amontonándose encima de
más males cual pila de cuerpos desmembrados. Y el dolor de los
siglos, las lágrimas contenidas por milenios, la culpa,
remordimiento y penitencia, todo fluyendo a través de mi;
derritiendo y disolviendo la pesada coraza que envolvía a mi corazón
petrificado; mis lágrimas lavando los dolores acumulados: un
verdadero océano de lágrimas.
No se trata de un castigo ni tampoco de una situación de la cual uno pueda ser "salvado": entendí que cada escena de sufrimiento y de despiadada crueldad era el RESULTADO DE LA IGNORANCIA. Es más fácil comprender esta idea cuando uno piensa en algo como las Cruzadas o la Inquisición. Es posible seguir la secuencia de razonamientos torcidos que lleva desde la idea del Amor a Dios hasta la necesidad de imponer en los demás este Amor a Dios "por su propio bien" e inclusive ver cómo, llevado al extremo, este razonamiento puede desembocar en torturas y asesinatos totalmente justificables en la mente de personas que son movidas por el "Amor a Dios".
Olvidemos por un momento a aquellos que han echado
mano de tales filosofías y las han empleado de manera despiadada
para su propio beneficio o para tejer toda clase de tramas
políticas. Pensemos solo un momento en la sinceridad con que se
abrazan tales filosofías y se emplean como justificación de actos
inicuos, y veamos como todo está basado en IGNORANCIA. Más allá de
todo esto, aquellos que se embarcaron en sus propias cruzadas en pos
de una ganancia o por delirios de grandeza, operaban sobre la base
de la ignorancia.
La renuencia por parte de Caín de asumir responsabilidad manifestada a través de su exclamación original "¿Acaso soy el guardián de mi hermano?" recae encima de todos nosotros por igual. Pero había otro punto de gran significación. La Ignorancia nos pertenece por ESCOGENCIA, y es una escogencia hecha por una razón: para aprender y crecer en conocimiento, es decir, para aprender la manera de ejercer realmente nuestro poder de escoger y aprender en este nivel de la realidad cuales convicciones están fundadas en la ignorancia y cuales en la verdad, la belleza, el amor y la transparencia.
No obstante, pude comprender como todo esto era como un eco de las palabras de Jesús en cuanto a que algunas cosas son brillantes y relucientes en su exterior, pero por dentro son sucias y llenas de podredumbre. Y no quiero sugerir que estaba viendo esta negatividad como algo sobre lo cual debía pasar juicio (claramente entendí su razón de ser y lugar en el esquema de todas las cosas como etapas dentro del ciclo de aprendizaje) pero fui inspirada a tratar de aprender cuanto fuera posible acerca de este mundo para poder manifestar de la mejor manera todo lo que proviene de la luz.
Estaba
tan emocionada por esta "revelación" que tenía deseos de regresar
directo a la iglesia para contarle a todo el mundo. En esa época,
las únicas personas con las que teníamos alguna relación eran los
miembros de la iglesia a la que asistíamos. Solían visitarnos de vez
en cuando para averiguar la razón de que hubiéramos "abandonado" la
congregación, y estas visitas me daban la oportunidad de hablar
acerca de mi "diversificación" en términos de mis propias
experiencias espirituales. En todos y cada uno de los casos recibía
severas reprimendas por haberme dejado engañar por Satanás. ¡Vaya si
era ingenua entonces!
Esto me angustiaba
sobremanera; si bien estaba lista para revisar y ajustar mi posición
cristiana, no lo estaba para tirarlo todo por la ventana. Quiero
decir, después de todo, luego de tantos años de investigación y
estudio, todo lo acumulado en este proceso tenía una presencia
distintiva en mi fuero interno. Cuando asumí la posición de
cuestionar la existencia misma de Dios, eso ya era algo diferente:
estaba formulando una pregunta. Pero al decidir que el Cristianismo
simplemente estaba errado, fundamentalmente errado en virtud de que
no había pecado original del que era menester ser salvado, no habría
tampoco necesidad de un salvador, y eso era ya algo totalmente
diferente. Implicaba hacer una escogencia.
Todo había sido un proceso de aprendizaje para mi crecimiento personal con cada experiencia. Aprendí las cosas que no debía hacer justamente a raíz de haberlas hecho y, en un sentido muy real, esta es la razón de ser del dolor y el sufrimiento. Es como un sistema de dirección automática que le mantiene a uno sobre la ruta del aprendizaje. Pero el truco consiste en ser capaz de discernir la diferencia que hay entre la ruta que resulta físicamente más confortable pero que luego desemboca en grandes padecimientos psíquicos y del alma, y la ruta que puede resultar temporalmente más incómoda pero que eventualmente lleva a la paz del espíritu.
Supongo que podría decirse que en
cierto sentido había completado en buena parte el objetivo planteado
por el "camino del amor", pero que el aprendizaje no terminaba allí.
Aun era un ser humano ordinario tratando de funcionar en el "mundo
real", con hijos reales y problemas reales con los cuales lidiar y
era menester llegar a un cierto punto de balance en el que pudiera
reconocer que todo el mundo se encuentra en su propio proceso de
aprendizaje sin dejarme arrastrar hacia sus lecciones particulares.
Eso fue algo que requirió de cierto tiempo; de no haber tenido
niños, seguramente hubiera optado por retirarme del mundo para pasar
el resto de mi vida en afanes de contemplación, estudio y recreación
de vuelos extáticos.
Esto vino como
resultado de que la persona que le hizo la oferta requería de ayuda
para manejar su negocio a raíz de haber tomado la "súbita" decisión
de expandirse y encontrar dificultades para lidiar con todo. Había
pensado específicamente en mi ex-marido y se había dado a la tarea
de averiguar su paradero para luego conducir su auto hasta lo
recóndito de nuestra residencia y poder hacer su oferta. En esa
oportunidad no había yo establecido ninguna conexión entre estos
eventos externos y el "cambio" en mi estado interno, pero
ciertamente estaba agradecida. Así, la apremiante preocupación
acerca de si tendríamos lo suficiente para terminar la semana estaba
resuelta.
Era ya muy
tarde para rescatar el negocio o la propiedad que había sido vendida
para mantener feliz a su "amigo", pero sí me devolvió el título de
propiedad de la casa que había heredado de mis abuelos y de la cual
nos había desahuciado tantos años atrás cuando muriera mi abuela. En
el interim la había hipotecado fuertemente, así que no creo que sus
motivos fueran del todo desinteresados, habida cuenta de que lo
único que yo podía hacer era venderla, no obstante lo cual pude
utilizar los fondos remanentes luego de que fuera cancelada la
hipoteca para comprar una casa lo suficientemente grande como para
acomodar a una creciente familia. Nada de esto, sin embargo, tiene
mayor relevancia, así que lo dejaremos aquí.
Mi amiga y su marido tenían
una casa de veraneo en Carolina del Norte, y por mucho tiempo
habíamos estado siguiendo el trabajo de Al Miner quien canaliza las
comunicaciones de una entidad que se llama a sí misma "Lama Sing".
Iba a tener lugar una reunión de la gente interesada en este trabajo
en Maggie Valley, organizada por una médico y su esposo, ambos
amigos cercanos de Al. Habría charlas, meditación grupal, cenas y
cosas por el estilo. No solamente sonaba como algo divertido, sino
también como una ocasión para descubrir "algo" nuevo, si bien no
tenía idea de qué podría ser. Decidí que iría.
Tuve que dejar el
recinto para refugiarme en uno de los cubículos del tocador de damas
hasta que esta charla en particular terminara. Realmente pensé que
estaba perdiendo control de mí misma porque anteriormente no había
habido COSA ALGUNA que me afectara de tal forma en público. Caray,
no solamente NO SOY de las personas que desnuda su corazón en la
presencia de otros; ¡ni siquiera me gusta bailar en público porque
siempre he sentido que eso rebaja mi dignidad!
Durante el desayuno, una de las damas que estaba sentada en nuestra mesa comentó de manera casual cuan hermoso era el vestido que yo había llevado a la meditación del día anterior. La miré sorprendida y le dije que yo no había asistida a la misma por encontrarme enferma. Ella fijó sus ojos en mí y dijo: "¡Pero si yo la vi claramente y estoy segura de NO equivocarme!" En el curso del simposio habíamos conocido a dos damas entradas en años pero muy vivaces y enormemente entretenidas: era una verdadera delicia conversar con ellas.
Una de ellas había tenido cierto entrenamiento
formal en técnicas de hipnosis y de meditación avanzada, y mi amiga
y yo discutimos acerca de la posibilidad de invitarles a la casa de
veraneo, donde planeábamos pasar unos cuantos días más antes de
emprender el regreso al hogar. Ellas pensaron que sería divertido:
hacer pequeñas excursiones a las "minas" del lugar para recolectar
rocas, y cosas por el estilo; en general, pasarla como se acostumbra
en un círculo de "viejas" desenfadadas.
Recuerdo haber pasado por los ejercicios de respiración y haberme concentrado en los sonidos de la música, pero a partir de ese punto, parecía que mi consciencia interior tenía sus propios planes. Sentí que me elevaba fuera de mi cuerpo y ¡zaz!, de pronto estaba como flotando enfrente de la pared rocosa de una alta montaña en la que podía percibir una grieta. Sabía que pocas personas podían pasar por semejante grieta, y hacer el intento de deslizarse por entre la abertura sin ser una de esa personas resultaría en una especie de "choque" emocional. No obstante esto decidí hacer el intento.
Simplemente me enfoqué
visualmente en la meta con una especie de resolución volitiva y
enseguida estaba emergiendo al otro lado, en el borde de un hermoso
valle. Había praderas lustrosas y florecillas silvestres con una
luminiscencia y "vivacidad" increíbles. El pasto se mecía con la
caricia de la brisa, según me parecía, a pesar de que esta brisa era
más bien una especie de caricia "consciente" sobre el pasto y el
vaivén de este era como un respuesta "consciente" a la caricia, a la
manera del ronroneo de un gato.
Sentí curiosidad por saber cual sería la sensación al meter
mis pies en el agua del río. Miré al agua que era cristalina y
centelleaba con el "resplandor" del sol, a pesar de no poder
vislumbrar ningún sol en el cielo. Podría decirse que los reflejos
de esa luz danzarina en el agua eran una especie de juego consciente
entre los elementos de ese ambiente: una interacción de la intensa
luz y el agua misma de su propia voluntad. Entré en el agua, notando
que mis pies estaban descalzos y mi cuerpo estaba vestido con una
especie de túnica inferior de color blanco sobrecubierta por otra
túnica de rayas que hube de levantar para evitar que se mojara. Me
sorprendió sentir la corriente moverse rápidamente, ¡no obstante que
me daba la sensación de "fundirse" con mis pies! Estaba fascinada
por los destellos que emitían los guijarros del fondo, que estaban
pulidos y no dejaban de relucir a través de las ondulaciones del
agua.
Por alguna razón, esto no me pareció del todo
inusual. Tenía la sensación de que este "encuentro" había sido
arreglado hacía mucho "tiempo". Hice una pequeña reverencia y asentí
ante el saludo. Luego el otro hombre dijo: "Él está adentro". Eso
tampoco era del todo inesperado. Agaché mi cabeza para entrar en la
tienda y vi que había un hombre, un hombre viejo con una piel
"joven" e iridiscente como la porcelana, de pie en el interior. Al
posar sus ojos en mí tuvo una expresión de absoluta felicidad y
satisfacción. Me abrazó fuertemente besándome ambas mejillas, apenas
pudiendo contener las lágrimas. "Partiremos el pan primero", dijo.
De nuevo, esto no me pareció extraño, y no tenía ninguna duda de lo
que significaba "primero", ¡si bien no tenía manera de saberlo!
Entonces el anciano se incorporó y se dirigió a una habitación "interior" a través de una puerta, y yo sabía que debía seguirle hacia adentro. En esta habitación había un arcón dorado del tamaño de una panera. Lo abrió y sacó un largo collar. Era este el collar más extraño que yo hubiera visto jamás. Estaba hecho de una serie de esferas doradas en sucesión de tamaño, con la más pequeña del tamaño de una canica y la mayor, justo en el centro, del tamaño de una pelota de ping-pong. Suspendida en el centro había una figurilla de oro con una enorme piedra engastada. La figurilla consistía en dos cuernos en espiral similares a los cuernos de un carnero, a ambos lados de una superficie plana sobre la cual estaba fijada la piedra.
La superficie plana era extraña en
virtud de que parecía "circular", si bien era "triangular". Cómo
podía ser las dos cosas no puedo explicarlo, pero así era. La parte
circular parecía ser una función de la piedra que estaba redondeada
como una pelota de ping-pong cortada en dos. Pero eran las
características de la piedra las que me fascinaban. Imaginen la
combinación de un diamante y un ópalo y tendrán una idea de su
apariencia. Era lechosa y no obstante esto, cristalina, con
destellos flamígeros y emitía colores como un ópalo, pero a la vez
era brillante y transparente como un diamante. La cualidad
"viviente" de esta piedra era evidente, y yo estaba maravillada.
Estaba siendo encargada de buscar y proferir palabras de verdad sin cabida alguna para "pensamientos anhelantes" subjetivos. Al aceptar esta condición estaba recayendo sobre mí una enorme responsabilidad y riesgo. Era algo sobrecogedor e inclusive intimidante. Pero el temor pasó rápidamente. "¿Aceptas?", preguntó el anciano. "Acepto", dije yo e incliné la cabeza para recibir la piedra. El colocó el collar suavemente alrededor de mi cuello, ajustándolo en los hombros para que la piedra descansara exactamente sobre la base del esternón.
Recibí de
nuevo un abrazo, y salimos de la habitación interior para encontrar
a los otros hombres que habían estado esperando. Cuando vieron la
piedra, sus rostros se encendieron de gozo, juntaron las manos y se
inclinaron mientras yo pasaba a su lado. Solo pude asentir con la
vista, ya que sabía que no podía proferir otra palabra en ese
espacio.
Cosas como vasos de cristal,
lámparas de gas (recuerden, habíamos estado viviendo por largo
tiempo sin electricidad) y otras cosas por el estilo. Había ensayado
la explicación de "rápidos cambios de temperatura" tal y como ocurre
cuando se vierte agua hirviendo dentro de un vaso, pero no resultaba
demasiado plausible, especialmente durante el verano cuando o el
vaso en cuestión se encontraba sin contenido alguno, o la lámpara
había estado sentada en algún anaquel sin que se le hubiera
utilizado en todo el día. Otra cosa más para esconder "barrer" de la
alfombra.
En ese preciso instante comenzó a llover. Miramos en todas direcciones y no pudimos divisar ningún automóvil o sitio alguno desde el que se hubiera podido lanzar algún tipo de misil. De hecho, tampoco parecía haber ningún "punto de impacto". La ventana estaba aun en una sola pieza, pero completamente cubierta por las líneas de fractura, de manera que era imposible mirar a través de ella. ¡Fabuloso! Allí estábamos las dos, ¡con cerca de cuatrocientas millas aun por recorrer, una ventana posterior hecha añicos y una pila de maletas y "souvenirs" en el asiento posterior! No obstante, la ventana parecía poder aguantar en una pieza, así que seguimos adelante, si bien a velocidad reducida.
En algún momento decidimos evaluar la situación, así que una vez
hubimos encontrado algún lugar para detenernos (que resultó ser una
estación de gasolina cerrada), salimos de la carretera. En el
instante mismo en que pasamos sobre el desnivel del pavimento, ¡la
ventana se desplomó en una lluvia de diminutos pedazos de vidrio!
Otro incidente similar me sucedió poco tiempo después de haber regresado a casa. Para ese entonces habíamos hecho la adición de una nueva habitación a la "cabaña", que ahora se había convertido en una casa, y esta habitación estaba flanqueada por sendos paneles de vidrio conformando dos grandes ventanas de cuatro por seis pies. La casa estaba situada en medio de un arboleda y era prácticamente como tener la campiña adentro mismo. La cabecera de la cama estaba colocada contra uno de los ventanales y yo disfrutaba mucho al estar dentro de esta habitación, en especial cuando llovía. Me encontraba meditando en la cama, y mi ex-marido ingresó a la casa olvidando sujetar la puerta de cedazo para evitar que se azotara contra el dintel.
Cuando se cerró de golpe, sentí un fuerte "tironazo" interno
y en ese mismo momento, la ventana en la cabecera de la cama explotó
de la misma forma en que lo había hecho la ventana trasera del
automóvil unos meses atrás. De nuevo, se trataba de vidrio
temperado, así que hubo un pequeño lapso antes de que comenzara a
caer, lentamente en un principio, y luego de una sola vez,
desplomándose encima mío.
Debo admitir que yo misma me sentía atemorizada en algunas ocasiones: no tenía idea de lo que estaba sucediendo dentro de mí o alrededor de mí. Solo sabía que me encontraba en una especie de "senda" y debía seguir actuando consecuentemente con ese hecho, porque obrar en contra de lo que parecía natural era de alguna manera imposible. Pensaba que todo ello era similar a "caminar sobre el agua". En mi mente me imaginaba en medio de un vasto océano sobre el que se dibujaba una dirección a seguir, pero cada paso adelante era a la vez un acto de fe y una evaluación concienzuda de las probabilidades involucradas.
Tenía una buena idea de donde se
encontraban los apoyos que yacían sumergidos justo debajo de la
superficie del agua, pero no se me permitía verlos antes de que mi
pie tocara el agua con cada paso que daba. Sabía que en cualquier
momento podría descubrir que mi pie no iba a descansar sobre NINGUNA
de la estructuras de soporte, con lo cual caería y me sumergiría en
las olas. Pero ya es suficiente de experiencias meditativas.
Tal y como lo indicara en "Gracia Inapreciable", fue durante esta época que mi sistema fisiológico se averió por completo. Mi nivel de funcionalidad había sido precario por un buen número de años, y ahora se había vuelto un asunto crítico. Me obligaba a mí misma a funcionar por obra de pura voluntad (¿la senda del fakir?), pero podía observar como la tendencia era hacia el deterioro progresivo y sabía que si no se operaba un cambio, iba a morirme con toda certeza. Sabía que moriría porque la voluntad que me sustentaba se erosionaba cada vez más por obra del constante dolor.
Mis pies no
podían soportarme por más de unos cuantos minutos a la vez porque el
dolor en las regiones pélvica y lumbar hacía que todos los músculos
tuvieran una reacción espasmódica que desembocaba en una parálisis
espástica cuando los músculos se rehusaban a seguir funcionando. Los
músculos que trabajan en el soporte estructural del cuerpo, en las
operaciones de transición entre la postura sentada y la postura
erguida, los que operan el levantamiento de las piernas para la
actividad del caminar y otros similares, no obstante ser
relativamente ordinarios, estaban severamente discapacitados.
Esto me ofendía y hería profundamente ya que de no haber sido por mi trabajo y mis lecturas, me habría sentido completamente inservible; no sería más que un vegetal. En ocasiones deseaba no haber tenido ninguna familia que resultara lastimada en caso de que decidiera acabar con todo. La angina era una condición tan reiterativa que de hecho tenía fantasías en las que veía a una loco homicida empuñando un hacha e irrumpiendo en mi casa para cortarme el brazo de un solo tajo y traerme el anhelado alivio.
El doctor
estaba totalmente confundido, y finalmente sugirió que podía
tratarse de un daño neurológico susceptible de remediarse por medio
de una operación del túnel carpal. Naturalmente no ofrecía
explicación alguna de porqué el dolor prevalecía en la región del
hombro y el pecho: ¡vaya usted a saber! Yo estaba desesperada y
consentí a la idea.
Lo cierto es
que la cirugía no había hecho nada para aliviar el dolor, así que me
encontraba peor que antes, con el agravante de que ahora estaba
impedida de hacer cosa alguna. Ni siquiera tenía la fuerza
suficiente en las manos como para girar la perilla de la puerta, o
destapar un frasco, o sostener una papa para pelarla. No podía
levantar una olla de la cocina; ni siquiera podía sostener un lápiz
por más de un minuto sin ser presa de un dolor espasmódico que
convertía mi mano en una garra rígida y temblorosa, como salida de
una película de horror. Ni pensar siquiera en tocar el piano; eso
estaba fuera de toda consideración.
Estaba consciente del hecho de que, de alguna
manera, nuestros cuerpos reflejan los "estados del alma", la
condición de "La Piedra Susurrante", pero por más que tratara, no
podía encontrar la puerta hacia la sanación de mi propia alma que
por ende llevara también a la sanación de mi cuerpo. Lo único que
podía conjeturar es que debía haber algo más, más profundo, algo que
aun no podía ver. Sabía que mi ignorancia jugaba un papel en todo
esto, pero, ¿de qué exactamente era de lo que estaba ignorante? En
el nombre de Dios, ¡¿qué era lo que estaba haciendo mal?!
Lo que no sabía y
estaba a punto de aprender, era que a menudo aquello que se
manifiesta como proviniendo de la luz y de la verdad NO lo es,
siendo más bien una impostura y un engaño. Esta era aun la parte "no
aprendida" de la "lección del amor". Ya había aprendido la lección
de que las grandes organizaciones religiosas pueden ser un camino a
la destrucción personal, lo que aun no sabía es qué tan sutil y
tortuoso podía llegar a ser este engaño y como podían manifestarse
estos extremos a niveles individuales.
Debo admitir que
no me gustaba el giro que estaba tomando la conversación, cuando él
señalaba lo que parecía ser una conexión obvia (desde su punto de
vista) entre mi estado de deterioro físico y mi propio encuentro con
un OVNI. Cuando protesté que podía no haber relación alguna, me
recordó como mi perro había enfermado y muerto poco tiempo después
de haber sido "expuesto", y como mis síntomas parecían haber llegado
a su punto álgido precisamente la noche en que el OVNI había
aparecido. ¿Cual era mi explicación de ese pequeño detalle?
Ciertamente no tenía ninguna.
Recuerdo claramente haber estado esa noche sentada en mi cama, pensando en todos estos extraños "indicios" y deducir que debía haber una veta más profunda de significancia para todos los eventos de nuestra realidad de lo que yo había supuesto a lo largo de mis años de trabajo e investigación. El único problema era que, tal y como le había confesado secretamente a Dios, no sin cierto dejo de vanagloria, estaba muy cansada para hacer algo al respecto.
Mentalmente saqué mi lengua en desafío y resentimiento. Ahí estaba yo, una rueda gastada dentro del engranaje, tanto como puede llegar a estarlo un ser humano y aun aparentar girar dentro de la maquinaria como si nada. Aun así, me embargó una sobrecogedora sensación de "propósito" permeando todas las cosas e inmediatamente me arrepentí de mi enfado infantil. Me resigné y acepté la situación: le dije a Dios que si todas estas cosas estaban orquestadas para llamar mi atención, ciertamente habían dado resultado, pero yo no podía saltar del banquillo de los desahuciados para tomar la pelota y echar a correr.
Antes de que transcurrieran dos semanas
(más bien en unos diez días) descubrí el Reiki. O debo decir, el
Reiki me descubrió a mi.
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