VII. EL RECTO PODER
En la Nave espacial Tierra no hay pasajeros. Todos somos
tripulación. MARSHALL MCLUHAN
Voy a actuar como si lo que hago sirviera para algo.
WILLIAM JAMES
En el poema de C. P. Cavafy «Esperando a los bárbaros», el emperador
y el pueblo, reunidos en la plaza pública, esperan la llegada de los
bárbaros. Los legisladores han abandonado el Senado, porque los
bárbaros tendrán que legislar cuando lleguen. Los oradores no han
preparado ningún discurso, porque los bárbaros no aprecian la
fluidez ni la finura de expresión. Pero de repente la multitud se
queda seria y descorazonada; las calles se vacían rápidamente. Han
llegado noticias de la frontera: los bárbaros no vienen; se han
acabado los bárbaros.
«Y ahora, sin los bárbaros, ¿qué va a ser de
nosotros?». Pregunta el poeta. «Después de todo, habrían sido una
solución. »
Siempre hemos apelado como excusa de nuestra perenne apatía a esos
«otros» seres misteriosos y avasalladores, de quien todo depende.
Hemos dejado que los bárbaros, el establishment, la muerte, los
impuestos, los intereses, los formalismos, las máquinas, conformasen
nuestro destino. Pero algo le está pasando últimamente a la gente. Un
cambio de mente, que está quebrando por diferentes caminos, de un
modo a la vez sutil y dramático, los viejos axiomas políticos y de
gobierno. Está cambiando de sentido el flujo del poder entre las
personas: entre padres e hijos, hombres y mujeres, médicos y
pacientes, patrones y empleados, «expertos» y profanos.
Decía Tocqueville que «en un mundo nuevo es indispensable una nueva
ciencia política». La Conspiración de Acuario entiende que también
lo inverso es verdadero:
«No cabe hacer una política nueva sin
contar con un mundo nuevo, con una nueva perspectiva acerca de la
realidad».
«Un cambio de mente», lo llamaba Huxley. Para
Roszak, el
mismo sentido de la realidad necesitaba ser transformado. Se le han
dado diversos nombres:
Una metafísica nueva, «política de la conciencia», «política de la
nueva era», «política de transformación».
Este capítulo trata de política
en el más amplio sentido de la
palabra. Trata del surgimiento de una nueva especie de líderes, de
un nuevo concepto del poder, del poder dinámico que encierran las
redes, y de la extensión progresiva de una nueva conciencia política
entre el electorado, que es capaz de hacerlo variar todo.
Culturalmente, hemos revestido de ambivalencia la noción del poder.
Empleamos expresiones como subirse el poder a la cabeza, estar
hambriento o sediento de poder, traficar con el poder. Consideramos
a quienes ostentan el poder como seres despiadados, cerrados,
solitarios. Sin embargo, poder, que deriva del latín potere,
significa energía. Sin poder, no hay movimiento1. Así como la
transformación personal reviste de poder al individuo al poner de
manifiesto su propia autoridad interna, la transformación social es
el resultado de una reacción en cadena de cambios personales
operados en los individuos.
Ateniéndonos al espíritu del Sendero Óctuple de Buda, con sus
admoniciones relativas a la Recta Subsistencia, al Recto Discurso,
etc.2 podríamos también nosotros pensar en términos de
Recto Poder:
el poder usado no como ariete o para la glorificación del propio
ego, sino al servicio de la vida. El poder adecuado.
El poder es un tema central en la transformación personal y social.
Las fuentes del poder y el uso que de él hacemos fijan los propios
límites, conforman nuestras relaciones, e incluso determinan en qué
proporción nos permitimos liberar y expresar aspectos de nuestro
propio ser. Más que la adhesión a un partido, más que la filosofía o
la ideología que decimos profesar, lo que define la política es el
poder personal.
Según el ensayista político Melvin Gurtov,
«las nuevas personas crean la nueva
colectividad, y la nueva colectividad crea "la
nueva política". Todo paradigma político cambiante parte de la
imposibilidad de aislar al individuo de la sociedad, como tampoco se
puede separar la «política» de las gentes implicadas en ella. La
persona y la sociedad están indisolublemente unidas, como el cuerpo
y la mente.»
Discutir sobre cuál es más importante es como intentar
dilucidar qué es más importante en el agua, sí el hidrógeno o el
oxígeno. Y sin embargo, es algo que se ha debatido encarnizadamente
durante siglos. Tras rastrear la historia filosófica del tema
individuo versus sociedad, desde Platón a Kant, Hegel y Marx, Martin
Buber llegaba a la conclusión de que es imposible escoger. El
individuo y la sociedad son inseparables. Al final, todo aquel que
se interese por la transformación del individuo debe comprometerse
en una acción social.
«Si intentamos crecer en solitario, decía Gurtov, nos estamos haciendo candidatos ciertos a quedar encerrados
en la opresividad del sistema. Si crecemos juntos, el sistema tendrá
que cambiar. »
La crisis política y la transformación
El nuevo paradigma político está brotando de un creciente consenso,
que el sociólogo canadiense Ruben Nelson describe como «literatura
de crisis y transformación». Aunque esa literatura expresa la
situación con toda una serie de metáforas y diversidad de grados de
desesperación, su esencia se reduce a lo siguiente:
-
La crisis: nuestras instituciones, en especial nuestras estructuras
gubernamentales, son mecanicistas, rígidas, fragmentadas. El mundo
no funciona.
-
El remedio: necesitamos enfrentarnos al conflicto y al dolor.
Mientras sigamos negando los propios fallos y sigamos camuflando
nuestro malestar, mientras no confesemos nuestra desorientación y
nuestra alienación, no podremos dar los pasos adelante necesarios.
El sistema político está necesitado de transformación, no de
reformas. Necesitamos algo distinto, no meramente algo más.
El
economista Robert Theobald ha dicho:
«Si las ideas acerca de la
transformación son correctas, estamos implicados en un proceso sin
precedentes en la historia humana: el intento de cambiar el conjunto
de la cultura por medio de un proceso consciente».
En un informe
encargado por la Oficina de Asesoramiento Tecnológico, órgano
consultivo del Congreso, el propio Theobald decía:
«Es imposible
cambiar un solo elemento en una cultura sin alterar todos los demás»
Con mucha mayor rapidez de lo que podemos cómodamente sobrellevar,
se requiere de nosotros que diseñemos, descubramos y depuremos
alternativas nuevas. ¡Cuánto más fácil resulta comprobar las vueltas
que hemos dado innecesariamente, que salir a explorar otros caminos
más practicables!
Nuestra comprensión de las necesidades y las capacidades humanas ha
cambiado más rápidamente, ayudada por la ciencia, que las propias
estructuras sociales. Su tuviéramos que enfrentarnos de pronto a
seres extraterrestres, sin duda nos sentiríamos asustados, y nos
preguntaríamos cómo comunicarnos con ellos y qué intenciones podrían
traer respecto a nosotros. En este caso, la imagen de un nuevo ser
humano nos parece un extraterrestre. La mera sospecha de estructuras
y posibilidades hasta entonces insospechadas nos llena de inquietud.
Autarquía. Autogobierno
Si tuviéramos que reestructurar la sociedad sobre la base de las
tácticas antiguas (organización, propaganda, presiones políticas,
reeducación), la tarea nos parecería inmensa y desesperada, como
tratar de invertir el sentido de rotación de nuestro planeta. Pero
las revoluciones personales pueden cambiar las instituciones.
Después de todo, esas instituciones se componen de individuos. El
gobierno, la política, la medicina, la educación, no son realmente
cosas en sí, sino actividades humanas en proceso: hacer leyes, ser
elegido, votar, buscar contactos, investigar, aplicar tratamientos
médicos, elaborar programas, etc.
Autarquía significa gobernarse por sí mismo. La idea de que la
armonía social brota en último término de la naturaleza de los
individuos reaparece una y otra vez en la historia. Según Confucio,
el hombre sabio que desea gobernar bien, mira primero en su interior
y busca las palabras adecuadas para expresar sus más caras
aspiraciones, «los sonidos que brotan de su corazón». Tras haber
conseguido verbalizar la inteligencia de su propio corazón,
procedían a disciplinarse a sí mismos. El orden entrevisto en su
propio interior les llevaba a conseguir la armonía primeramente en
sus propios hogares, luego en el estado, y finalmente en el imperio.
Los descubrimientos que trae consigo la transformación alteran
inevitablemente nuestra forma de percibir el poder. El
descubrimiento de la libertad, por ejemplo, significa poco si no
tenemos el poder de actuar, si no podemos ser libres para algo y no
sólo libres de algo. A medida que dejamos atrás el miedo, sentimos
también menos miedo de su hermano gemelo, la responsabilidad. Nos
sentimos menos seguros de qué es lo bueno para los demás. Al
hacernos conscientes de una realidad múltiple, dejamos de apegarnos
dogmáticamente a un solo punto de vista.
La sensación nueva de estar
conectado con los demás fomenta el interés social. La visión más
benevolente del mundo hace que sintamos menos amenazadores a los
demás; los enemigos desaparecen. Los compromisos se vinculan a los
procesos más que a los programas. La forma de conseguir los
objetivos cobra gran importancia. En lo sucesivo resulta posible
convertir la intención en acción y la imaginación en realidad, sin
ningún tipo de intriga ni de manipulación.
El poder brota de un centro interior, de un misterioso santuario más
seguro que el dinero, la fama o el éxito. Al descubrir nuestra
autonomía, al principio andamos siempre de un lado para otro, como
un músico al que acaban de pagar y que, al querer recobrar los
instrumentos que había ido dejando en prenda por toda la ciudad, ni
siquiera puede recordar las direcciones de las casas de empeño. Nos
quedamos asombrados al comprobar con qué ligereza e incluso
inconsciencia habíamos abdicado de tantas cosas importantes, y con
cuánta frecuencia, por el contrario, habíamos invadido el campo de
autonomía de los demás. Aprendemos a considerar el poder sobre la
propia vida como un derecho que nos pertenece por nacimiento, no
como un lujo. Y nos preguntamos cómo es posible que alguna vez
hubiésemos pensado de otra forma.
La política del miedo y el rechazo
«Había conseguido la victoria sobre sí mismo», dice la última línea
de la ominosa novela de George Orwell,
1984. «Amaba al Gran Hermano.
»
Así como los rehenes a veces cogen afecto a sus secuestradores,
también nosotros nos sentimos apegados a cuanto nos aprisiona:
hábitos, costumbres, expectativas de los demás, normas, programas,
Estado. ¿Por qué entregamos nuestro poder, o jamás lo reclamamos en
modo alguno? Tal vez como un medio de evadir decisiones y
responsabilidades. La idea de evitarnos dolores y conflictos nos
seduce.
En la novela de ciencia-ficción de Colin Wilson Los parásitos de la
mente, el protagonista y sus compañeros descubren que la conciencia
humana ha sido esclavizada, sometida e intimidada por un extraño
parásito que se ha estado alimentando de ella y le ha estado
chupando su energía durante siglos. Quienes llegan a darse cuenta de
la existencia de estos parásitos mentales pueden liberarse de ellos;
empresa peligrosa y dolorosa, pero posible. Libres de los parásitos
mentales, se convierten en los primeros seres humanos verdaderamente
libres, y se sienten entusiastas y llenos de una enorme energía.
De
modo semejante, nuestra energía natural ha venido siendo chupada por
parásitos seculares: el miedo, la superstición, una estrecha visión
de la realidad que reduce a maquinaria rechinante las maravillas de
la vida. Si dejamos de alimentarlas, todas esas creencias
parasitarias acabarán por morir. Pero nos empeñamos en racionalizar
el cansancio y la inercia que sentimos; nos seguimos negando a
admitir que nos sentim6s acosados.
Algunas veces la sensación de impotencia de un individuo está
justificada; ciertamente hay círculos viciosos de privaciones y
falta de oportunidades que ponen difícil a algunos la posibilidad de
liberarse. Pero la mayoría de nosotros somos pasivos a causa del
estrangulamiento que sufre nuestra conciencia. La energía de nuestra
conciencia de «pasajero» sufre un continuo drenaje que trata de
distraernos de todo lo que nos asustaría tener que manejar
conscientemente. De modo que consentimos, negamos, y nos
conformamos.
Ruben Nelson, en Ilusiones del hombre urbano, publicado por el
gobierno canadiense, dice:
«Podemos elegir entre el proceso doloroso
pero autoconfirmante de llegar a saber quienes somos y dónde
estamos..., y la alternativa inmensamente atractiva, pero finalmente
vacía, de dejarnos ir a la deriva, actuando como si supiéramos lo
que estamos haciendo, aunque allá en el fondo sabemos y sentimos que
no es así...
Tanto en política como en otros tipos de relaciones,
podemos engañarnos a nosotros mismos y podemos construir en torno
nuestro la realidad, de forma que el interés primordial quede
centrado en el propio confort más que en la verdad... ».
La existencia del gobierno supone en sí misma una estrategia
impresionante de evitar dolores y conflictos. A cambio de un precio
considerable, nos releva de responsabilidades, haciéndose cargo de
actividades que a la mayoría nos resultarían repugnantes. Como
representante nuestro, el gobierno tiene el derecho de cobrar
impuestos y de fabricar bombas. Como representante nuestro, asume
responsabilidades que en otro tiempo correspondían a la comunidad:
el cuidado de los jóvenes, de los heridos de guerra, de los
ancianos, de los disminuidos. Hace llegar a los necesitados del
mundo entero nuestros gestos impersonales de beneficencia, liberando
a nuestra conciencia colectiva de toda molesta implicación directa.
Asume nuestro poder, nuestra responsabilidad, nuestra conciencia
Warren Bennis, antiguo presidente de la universidad de Cinncinati
contaba que un día, al llegar al trabajo, encontró su despachó
atestado de estudiantes que protestaban indignados. Dos hermosos
árboles habían sido abatidos para ensanchar una de las avenidas del
campus. Trató de bazar al culpable, y se encontró con lo siguiente:
el hombre que había cortado los árboles trabajaba para un
contratista de la localidad, cuyos servicios había contratado el
arquitecto urbanista a fin de ejecutar el proyecto diseñado por él
mismo; el arquitecto trabajaba a las órdenes del director de
planificación, que dependía a su vez del jefe del departamento de
instalaciones; el supervisor de éste era el vicepresidente de
administración y financiación, quien respondía frente al Comité de
edificaciones de la universidad, el cual a su vez transmitía sus
informes al vicepresidente ejecutivo.
«Los hice venir a todos
juntos, eran más de veinte, y todos se confesaron inocentes. Todos
lo éramos. La burocracia es un bonito sistema de evadir
responsabilidades y culpas. »
Bennis caracterizaba a este proceder de «pornografía cotidiana». Así
como la pornografía es un sustituto mecánico, a distancia, del amor
y del sexo, de igual modo la forma sincopada de tomar decisiones los
burócratas es algo alejado de la realidad. Nuestros líderes «dan la
impresión de estar hablando siempre a través de planchas de
cristal».
Ante el fracaso de otras instituciones sociales, amontonamos aún más
responsabilidades sobre el gobierno, la institución más inerte e
incontrolable de todas. Hemos ido haciendo un creciente dejar de
nuestra autonomía en manos del Estado, forzando al gobierno a asumir
funciones en otro tiempo desempeñadas por las comunidades, las
familias, la iglesia, es decir por el pueblo. Muchas tareas sociales
han revertido al gobierno por incomparecencia de sus respectivos
responsables, y el resultado final ha sido una parálisis creciente,
una falta de realidad.
Tocqueville consideraba como un peligro de la democracia el abandono
de la responsabilidad.
«La excesiva centralización del gobierno
acaba por enervar a la sociedad, en último término», dijo hace más
de siglo y medio.
Los mismos beneficios que supone la democracia,
las libertades, pueden conducir a una especie de privatización de
los intereses. Los habitantes de una democracia llevan una vida tan
apasionante y tan atareada,
«tienen tanto trabajo y tantos deseos de
cumplir, que apenas le queda energía al individuo para dedicarse a
la vida pública».
Esta peligrosa tendencia no sólo les lleva a
evitar participar en el gobierno, sino también a temer cualquier
perturbación de la paz. «El amor de la tranquilidad pública es con
frecuencia la única pasión que conservan esas naciones... » Los
gobiernos democráticos aumentarán su poder por el simple hecho de
permanecer en él, predecía Tocqueville.
«El tiempo está de su parte.
Cualquier incidente les favorece... Cuanto más antigua es una
comunidad democrática, tanto más centralizado llegará a ser su
gobierno. »
Estas burocracias llegarían a crear su propia
suave
tiranía, advertía; una tiranía como ninguna otra que haya existido
en el mundo. «La misma cosa es en sí nueva. Como no puedo darle un
nombre, debo intentar definirla. » Cuando una gran multitud se
dedica en gran medida a perseguir el placer, actúan como si sus
propios hijos y sus amigos fuesen toda la humanidad. Acaban
considerando extraños a sus conciudadanos. Aunque físicamente puedan
estar muy cercanos, no verán ni tocarán a todos los que se
encuentran fuera de su círculo inmediato. Cada ciudadano acaba así
por existir en y para sí mismo y para los más íntimamente
emparentados con él, exclusivamente; y acaba así perdiendo su país.
Por encima de los ciudadanos hay un inmenso poder, suave y paternal,
que les mantiene en una infancia perpetua. Cien años antes que
Orwell, Tocqueville ya había previsto al Gran Hermano:
"Es la única instancia que garantiza la felicidad; él provee a su
seguridad, prevé y cubre sus necesidades, les facilita placeres, se
ocupa de sus principales intereses, dirige su industria, reglamenta
el reparto de sus propiedades, divide sus herencias... ¿Qué queda,
sino ahorrarles todo el trabajo de pensar y la preocupación por
vivir?
De esa forma, el ejercicio de la libre voluntad se vuelve cada día
más inútil... La voluntad queda circunscrita a un marco cada vez más
estrecho.
Extiende por toda la superficie de la sociedad un complicado
entramado de pequeñas normas, minuciosas y uniformes, al que no
pueden escapar ni siquiera las mentes más intactas ni los más
fuertes caracteres. No es que se reduzca a pedazos la voluntad del
ser humano, pero ésta queda ablandada, doblegada y guiada.
Un poder semejante no llega a tiranizar, pero comprime, enerva,
apaga y deja paralizadas a las personas. La nación, en el mejor de
los casos, queda reducida a un rebaño de animales tímidos y
trabajadores, del que el gobierno es el pastor.
Tocqueville anticipo el papel paternal que habrían de ejercer el
gobierno y las otras grandes instituciones jerárquicas
(corporaciones, iglesias, hospitales, escuelas, sindicatos). Por su
misma estructura, tales instituciones alimentan la fragmentación, el
conformismo, la ausencia de moralidad. Extienden sin cesar sus
poderes, perdiendo de vista su cometido original. Como un enorme
hemisferio cerebral lineal, amputado de todo sentimiento, son
incapaces de ver la totalidad. Y acaban chupando, como una
sanguijuela, al cuerpo político entero, privándolo de toda vida y
significado.
Ya se apoye en razonamientos capitalistas, socialistas o marxistas,
la concentración de un gran poder central en una sociedad es algo
antinatural, ni lo suficientemente flexible ni lo suficientemente
dinámico como para poder responder a las necesidades cambiantes del
pueblo, especialmente a la necesidad de participación creativa.
Algunas veces, decía George Cabot Lodge nos embarcamos en una
especie de pensamiento nostálgico, y pretendemos vivir de nuestros
antiguos mitos perdidos: de la competitividad, de nuestro Destino
Manifiesto, del individualismo a ultranza, del Producto Nacional
Bruto. Pero a otro nivel, sentimos y sabemos que hay algo que no
concuerda. Sabemos perfectamente bien que todas las naciones son
interdependientes, que la autosuficiencia es una amenaza sin
contenido. Sabemos también que las grandes compañías se han
convertido en pequeños poderosos estados, medio dotados de
reglamentación propia, que apenas guardan parecido con la «libre
empresa» que decimos defender.
Políticos, directivos y empleados luchan, por un lado, con las
realidades económicas, pero, por otro, las ignoran descaradamente,
como pacientes cogidos entre dos mundos a causa de la división
practicada en su cerebro en el laboratorio.
Los cambios de paradigma en política
Según Lodge, la transformación que amenaza hacernos pasar del
paradigma socio político surgido en el siglo diecisiete a un nuevo
marco representa un verdadero terremoto para nuestras instituciones,
que se ven privadas de su legitimidad al estar herida de muerte la
ideología que les sirve de base. Considerar la crisis de nuestras
instituciones como un anuncio del cambio de paradigma socio político
inminente puede aportarnos seguridad, e incluso resultar iluminador,
pues viene a situar nuestras actuales tensiones y conflictos en una
perspectiva de transformación histórica.
Una comunidad de individuos, una sociedad, administra sus asuntos
según un sistema convenido: un gobierno. Así como el paradigma
científico establecido cubre el campo de la «ciencia normal», así
también el gobierno y las costumbres admitidas en una sociedad
abarcan el campo de las relaciones normales que tienen lugar en
ella. La política representa el ejercicio del poder dentro de este
consenso.
Igual que los científicos inevitablemente se tropiezan con hechos
que contradicen al paradigma existente, también los individuos
pertenecientes a una sociedad comienzan a experimentar anomalías y
conflictos: desigual distribución del poder, limitaciones a las
libertades, leyes o prácticas injustas. Al igual que la comunidad de
científicos establecida, la sociedad al principio ignora o niega la
existencia de esas contradicciones. A medida que la tensión crece,
trata de reconciliarlas dentro del sistema existente, elaborando
toda suerte de racionalizaciones. Si el conflicto es demasiado
intenso o está demasiado focalizado para poder suprimirlo, surge
finalmente una revolución en forma de un movimiento social.
El viejo
consenso se rompe y las libertades se amplían. Donde mejor se
aprecia esto en la historia norteamericana es en la expansión del
paradigma del sufragio universal. En un primer momento, la facultad
de votar se extiende a todos los propietarios de raza blanca de sexo
masculino, luego a todos los ciudadanos de raza blanca de sexo
masculino, más tarde a todos los ciudadanos de sexo masculino de
cualquier raza, finalmente a todos los ciudadanos de ambos sexos
mayores de veintiún años, y por último a todos los ciudadanos
mayores de dieciocho años.
Se puede decir que un cambio de paradigma político tiene lugar
cuando los nuevos valores han sido asimilados por la sociedad
dominante. Esos valores se convierten entonces en dogma y social
para los miembros de la nueva generación, que se maravillan de que
alguna vez alguien hubiera podido pensar de otra forma. Con todo, no
tardarán en surgir nuevos conflictos e ideas en su seno, que serán
negadas, ignoradas e incluso reprimidas a su vez, y así
sucesivamente.
Las pautas de irracionalidad en el comportamiento humano se repiten
una y otra vez, en el ámbito individual y colectivo.
Los viejos
moldes son fieramente defendidos, incluso cuando ya han empezado a
fallar estrepitosamente y no sirven en absoluto para manejar los
problemas cotidianos; y quienes los desafían tienen que sufrir el
que se les considere ridículos. Generación tras generación, la
humanidad ha luchado por preservar el statu quo, sosteniendo que
«más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer», muestra de
escepticismo popular que considera siempre peligroso a lo
desconocido.
En expresión de Virginia Satir, usamos las «tácticas
del enemigo» en contra del cambio, sin darnos cuenta que todo
crecimiento depende de la capacidad de transformarse. En medio de un
mundo fluyente por naturaleza, nos aferramos a lo que nos resulta
familiar y nos resistimos a toda transformación.
«En la alternativa
de tener que cambiar nuestras ideas o probar que no es necesario
llegar a eso, la mayoría de nosotros nos apresuramos a acumular
argumentos», dice John Kenneth Galbraith.
Si hemos de acabar alguna vez con esa pauta de comportamiento, si
hemos de liberarnos de nuestra historia personal y colectiva,
tenemos que aprender a identificarla: aprender a discernir nuevos
caminos de descubrimiento e innovación, a superar nuestra sensación
de incomodidad y resistencia frente a lo nuevo, y a reconocer las
ventajas de cooperar al cambio.
Thomas Kuhn no ha sido en modo alguno el primero en descubrir esa
forma de actuar. John Stuart Mill, el famoso tratadista y filósofo
político inglés, ya trató específicamente este tema con un siglo de
antelación. Cada época, decía, ha sostenido opiniones que las
siguientes generaciones encontraban no solamente falsas sino
absurdas.
Y advertía a sus contemporáneos del siglo diecinueve que
muchas ideas admitidas entonces de forma general serían rechazadas
en épocas futuras. Por lo cual deberían aceptar con los brazos
abiertos el cuestionamiento de todas las ideas, incluso de aquéllas
que parecían ser más obviamente verdaderas, ¡cómo la filosofía de
Newton! La mejor forma de salvaguardar las ideas era, según Mil,
«invitar continuamente a todo el mundo a que probase que eran
infundadas» Si toda la humanidad menos uno sostenía una opinión,
decía Mill, y ese uno pensaba de otra manera, los demás no tendrían
mayor derecho a reducirle al silencio, que él a imponer silencio a
la mayoría. Mill subrayaba que su argumentación no era moral, sino
práctica. Una sociedad que suprime de su seno las nuevas ideas, se
roba a sí misma.
«No deberíamos descuidar nada que pueda dar a la
verdad la oportunidad de llegar hasta nosotros. »
Mantuvo polémicas
con quienes sostenían que no había ningún mal en perseguir las ideas
porque si eran verdad nada podría oscurecerlas. Mill señalaba que en
múltiples ocasiones habían surgido ideas importantes, y sus
partidarios habían sido perseguidos antes del redescubrimiento
posterior de sus mismas ideas en una época más tolerante.
Aunque
históricamente Europa sólo había conseguido avanzar después de
romper el yugo de las viejas ideas, la mayoría de la gente
continuaba pensando que «las nuevas verdades pueden haber resultado
deseables en otro tiempo, pero ahora estamos hartos de ellas». Esas
nuevas verdades, herejías, ardían como rescoldo de unos pocos, decía
Mill, más que como llama de la cultura entera. El miedo a la herejía
es más peligroso que la herejía misma, porque priva al pueblo de «la
especulación libre y audaz, que fortalece y ensancha las mentes».
Numerosos filósofos políticos han meditado sobre este fenómeno de la
resistencia popular frente a las ideas nuevas y extrañas. Lo han
llamado «la tiranía de la mayoría», la tendencia de las sociedades,
incluso de las más liberales, a suprimir el libre pensamiento. Esta
es la paradoja de la libertad: todo el que llega a apreciar la
autonomía personal necesita garantizársela a los demás, y el único
medio de llegar a la autodeterminación colectiva es ajustarse a las
reglas de la mayoría, lo que puede poner en peligro a la misma
libertad.
Los pensadores revolucionarios no creen en revoluciones aisladas.
Ven el cambio corno un modo de vida. Jefferson, Mill, Tocqueville y
muchos otros procuraban crear un entorno favorable al cambio en el
seno de un sistema político relativamente estable. Deseaban un tipo
de gobierno en el que la renovación continua viniera propiciada por
un sano ambiente de inquietud, y en donde las libertades se
ensancharan y extendieran continuamente.
Thoreau, por ejemplo,
buscaba una forma de gobierno ultrademocrático, en donde la
conciencia individual sería respetada por el Estado como «un poder
diferente y más elevado», como el contexto de toda autoridad. La
sociedad mete entre rejas a sus espíritus más libres, decía, cuando
lo que debería hacer es «cuidar especialmente a esa más sabia
minoría». Pero hay una vía de salida: todo aquel que descubre una
verdad se convierte en una mayoría compuesta por uno, fuerza
cualitativamente diferente de la mayoría no comprometida. Thoreau
decía de los habitantes de su ciudad: «son una raza distinta de mí»,
a causa de su resistencia a poner por obra las virtudes que
predicaban.
Encarcelado por negarse a pagar impuestos a causa de su
oposición a la guerra contra México, Thoreau proclamaba que incluso
tras los barrotes él era más libre que quienes le hablan
encarcelado.
«No he nacido para ser forzado. Yo quiero respirar a mi
modo. Los únicos que me pueden obligar son aquellos que obedezcan a
una ley superior a mí mismo».
Si todos los que rechazan la
esclavitud o la guerra se negasen a pagar sus impuestos, decía en su
famoso ensayo sobre la desobediencia civil, el Estado, con las
prisiones llenas y cada vez con menos fondos, se vería obligado a
desistir. Así se crearía una revolución pacífica.
«Deja caer tu voto
en toda su integridad, no es un mero pedazo de papel, es toda tu
influencia. La minoría carece de poder cuando se deja equiparar a la
mayoría..., pero es irresistible cuando deja colgar todo su peso...
Convierte tu vida en un movimiento contrario de fricción hasta que
se pare la máquina. »
Gandhi introdujo en el siglo veinte la idea de
lo poderosa que puede ser una minoría comprometida, después de haber
conseguido en primer lugar el reconocimiento de los derechos de los
indios que vivían en Sudáfrica, y tras haber alcanzado después la
independencia de la India respecto del dominio británico.
«Es
supersticioso y antidivino creer que la actuación de la mayoría
vincula a la minoría», decía. «No son los números lo que cuenta,
sino la cualidad... Yo no considero necesaria la fuerza de los
números en una causa justa».
El principio revolucionario introducido
por Gandhi resuelve la paradoja de la libertad.
Él la llamaba satyagraha, «fuerza del alma» o «fuerza de la verdad». La
satyagraha
ha sido fundamentalmente mal comprendida en Occidente, al
describírsela como «resistencia pasiva», término que Gandhi juzgaba
desaconsejable por su connotación de debilidad; o como «no
violencia», lo que no es sino uno de sus aspectos. Como decía el
educador Timothy Flinders, llamar a la satyagraha resistencia pasiva
es como llamar no-oscuridad a la luz; no describe la energía
positiva encerrada en el principio.
La satyagraha deriva su poder de dos atributos aparentemente
opuestos: autonomía feroz y compasión total. En efecto, dice:
«No te
quiero coaccionar. Ni quiero ser coaccionado por ti. Si te comportas
de forma injusta, no me opondrá a ti violentamente (por la fuerza
física), sino por la fuerza de la verdad, por la integridad de mis
convicciones. Mi integridad se hace evidente en mi disposición a
sufrir, a ponerme en peligro, a ir a la cárcel; incluso a morir si
es necesario. "Pero yo no quiero cooperar con la injusticia".
Al ver
mi intención, al sentir mi compasión y mi apertura a tus
necesidades, tú reaccionarás de una forma que nunca podría yo haber
alcanzado por amenazas, componendas, pleitos o por la fuerza física.
Juntos podemos resolver el problema. Este es nuestro adversario, y
no cada uno de nosotros para el otro».
La satyagraha es la
estrategia de quienes rechazan toda solución que comprometa la
libertad o la integridad de cualquiera de las partes en conflicto.
Gandhi siempre decía que es el arma de los fuertes, porque requiere
un control heroico y valor para perdonar. Gandhi cambió de arriba a
abajo toda la idea de poder. Al visitar un escondrijo de militantes
indios en las montañas, y al ver sus fusiles, les dijo: «Debéis de
tener mucho miedo».
La satyagraha, démosle el nombre que le demos, es una actitud que
desplaza a la política de su antiguo terreno de confrontación,
negociación, seducción y juego, para introducirla en un nuevo campo
en el que impera la franqueza, la humanidad compartida y la búsqueda
de comprensión. Transforma los conflictos en su fuente, en los
corazones de los participantes. Supone crear un entorno de
aceptación, en que la gente puede cambiar sin sentirse derrotada.
Quienes la practiquen deben mantenerse vigilantes y flexibles,
poniéndose incluso en el lugar del contrario para tratar de
encontrar la verdad3.
Erik Erikson decía de Gandhi que,
«era capaz de
ayudar a los otros a renunciar a costosas defensas y rechazos... La
comprensión y la disciplina pueden desarmar o dar un poder más
fuerte que las armas».
La satyagraha trabaja de forma silenciosa y aparentemente lenta,
decía Gandhi, «pero en realidad no hay en el mundo fuerza más
directa ni más rápida». Es una vieja idea tan vieja como las
montañas, decía, y él y sus amigos se habían limitado a experimentar
con ella.
«Quienes crean en las verdades sencillas que he expuesto,
pueden propagarlas solamente viviéndolas. »
Empezad en donde estáis,
decía a sus seguidores. Thoreau habla dicho lo mismo: «No importa
cuán pequeño pueda parecer el comienzo».
Liderazgo y transformación
James MacGregor Burns, tratadista político e historiador, ganador
del premio Pulitzer, consideraba a Gandhi como un ejemplo de
«liderazgo transformador», liderazgo concebido como un proceso de
cambio y crecimiento continuos. El verdadero líder, tal como lo
concibe Burns, no es un mero «detentador del poder», ansioso de
conseguir objetivos personales. El verdadero líder percibe y
transforma las necesidades de sus seguidores.
"Tengan presente que yo tengo una idea de los seguidores que difiere
de la que tiene la mayoría. Yo no veo a los seguidores simplemente
como personas que mantienen una serie de opiniones estáticas. Yo veo
que tienen diferentes niveles de necesidades... El líder auténtico
moviliza en sus seguidores nuevos y más elevados niveles de
necesidades.
Los lideres realmente grandes y creativos hacen aún más: hacen
surgir en sus seguidores nuevas tendencias más activas. Despiertan
en ellos esperanzas, aspiraciones y expectativas... En último
término despiertan en ellos exigencias, que se pueden fácilmente
politizar y volverse en contra de los mismos lideres que las
suscitaron".
Al comprometerse de esa forma con sus seguidores, los mismos líderes
resultan también transformados. Y pueden invertirse los papeles en
relación con sus seguidores, como les sucede a los profesores, que
aprenden también de sus discípulos. Según la definición de Burns,
los dictadores no pueden ser auténticos lideres, porque al suprimir
toda posibilidad de evaluación por parte de sus seguidores, la
dinámica de la relación queda interrumpida.
Al dejar de ser
transformados por las necesidades cambiantes del pueblo, los
dictadores no pueden ya seguir fomentando su crecimiento. Las
relaciones líder-seguidores son un modelo que es extensible a las
relaciones padres-hijos, entrenador-atleta, profesor-alumno, etc.
Muchos padres, entrenadores y maestros no son auténticos líderes,
pues no hacen más que ejercer el poder. El liderazgo transformador
no es una vía de dirección única.
La historia muestra que algunas veces ha habido líderes que han
inspirado en sus electores reacciones sorprendentemente elevadas.
Burns cita como ejemplo las convenciones estatales de los años 1780
que ratificaron la Constitución de los Estados Unidos. A pesar del
escaso nivel de educación de la población y de la pobreza de
comunicaciones, las convenciones se centraron en temas tales como la
necesidad de una declaración de derechos, o de un sistema de
representación y de distribución del poder.
«Es un ejemplo soberbio
de la capacidad de líderes y seguidores para elevarse por encima de
niveles rastreros hasta alturas mentales e incluso espirituales»,
decía Burns.
Para este historiador, numerosas revoluciones han
tenido éxito a pesar del escaso apoyo popular con que contaban en un
principio,
«gracias a que los líderes supieron motivar a sus
seguidores tan intensamente, que transformaban su actitud y
despertaban su conciencia».
El verdadero liderazgo no ayuda a
satisfacer solamente las necesidades actuales... Nos despierta a
hambres e insatisfacciones más profundas. Por definición, no se
puede «despertar la conciencia» más que a propósito de algo
verdadero. Por el contrario, la propaganda puede ser mentira. La
diferencia entre un líder auténtico, que nos hace conscientes de
necesidades y conflictos hasta entonces no expresados, y un jefe que
se limita a ejercer el poder, es semejante a la que existe entre un
guía y un vendedor agresivo.
El auténtico líder fomenta el cambio de paradigma en quienes están
preparados para ello. Y sabe muy bien que no se puede «enseñar» o
«ayudar» a otro a tener un mayor grado de conciencia, como se le
podría enseñar a rellenar los formularios para la declaración de sus
impuestos. Se puede convencer a la gente para que hagan la
experiencia por sí mismos, puede uno convertirse en ejemplo viviente
de libertad y de energía, pero no se puede convencer a nadie para
que cambie.
Ni tampoco tienen derecho los líderes más eficaces a atribuirse
mérito alguno por los cambios que hayan contribuido a producir. Como
decía Lao Tse, el mejor de los liderazgos es cuando la gente dice:
«Lo hemos hecho nosotros mismos».
En cuanto el poder queda
localizado, en cuanto la atención se centra en un solo individuo,
disminuyen la coherencia y la energía del movimiento. Sentir cuándo
es necesario asumir el liderazgo y cuándo es necesario retirarse, no
es fácil.
Requiere un constante reajuste del equilibrio y darse
algunos batacazos, como montar en bicicleta. Pero los individuos
pueden auto-organizarse en pequeños grupos y obtener excelentes
resultados. Y están de hecho buscando la forma de gobernarse a sí
mismos sin necesidad de nombrar a nadie jefe ni de establecer un
programa definido. Tales grupos auto-organizados son la fábrica de
la Conspiración de Acuario. Incluso personas habituadas a trabajar
en grandes instituciones se adaptan fácilmente al nuevo esquema.
Por ejemplo, a principios de diciembre de 1978, tuvo lugar en un
Estado del sur una especie de retiro campestre que debía reunir a
varias personas: los asistentes, compuestos por catorce hombres y
seis mujeres, incluían un congresista, varios directores de
fundaciones de Washington, Nueva York y California, un antiguo
miembro del gabinete presidencial, el decano de una de las
universidades tradicionales del Este, un decano retirado de una
escuela médica, un especialista canadiense en planificación, el
presidente de un equipo de baloncesto de primera división, el
director y el director adjunto de un famoso equipo consultivo, un
artista, un editor, y tres especialistas federales en planificación.
La mayor parte no se conocían entre sí.
Habían sido invitados por medio de una carta que explicaba que, no
obstante sus diversas procedencias, todos tenían algo en común:
"Todos estamos mas o menos convencidos de que esta nación, y la
sociedad industrializada en general, están experimentando una
profunda transformación. Sentimos que la próxima década puede
resultar peligrosa si no llegamos a comprender la naturaleza e
importancia trascendental de la transformación.
Estamos de acuerdo en que en el corazón mismo de esa transformación
hay un cambio en el paradigma básico social, extensivo a
convicciones y valores fundamentales subyacentes a la forma actual
de la economía industrial. Desde nuestros puestos en el gobierno, en
los negocios, en la educación, o en la vida profesional, sentirnos
que la sociedad tiene una profunda necesidad de encontrar sus raíces
espirituales, el sentido de su destino, de la dirección correcta.
Estamos buscando el apoyo y la camaradería de quienes piensan de
igual forma, en la esperanza de que cuando los espíritus se juntan
en una búsqueda y un objetivo común, la eficacia es mayor.
Reconocemos que nuestro país, en las primeras décadas de su
andadura, estuvo guiado por esa especie de unión de los espíritus en
un mismo propósito.
Precisamente porque compartimos esta convicción, entendernos que
este encuentro no debe sujetarse a ninguna estructura. No va a haber
nadie que presida. No hay un programa concreto. No va a haber
discursos. Vengan sencillamente dispuestos a compartir sus
esperanzas y preocupaciones más profundas. No tenemos ninguna
expectativa específica sobre los resultados de este encuentro".
La primera noche, después de cenar, se invitó a los asistentes a que
se presentasen uno a uno. Lo que empezó como una simple formalidad,
llenó el programa de esa noche y parte de la mañana siguiente; el
propio proceso se encargó de ir construyendo el programa. Casi como
narradores de historias en una tribu en torno al fuego, cada uno fue
contando sus propios relatos de poder y transformación de una forma
intensamente personal y emotiva.
Con toda sinceridad y naturalidad,
cada uno habló de sus miedos y sus éxitos, su desencanto y su
desesperación, cómo golpes sufridos en su vida se habían tornado en
bendiciones, al obligarles a seguir nuevos caminos más
gratificantes. Pasando inmediatamente del desconocimiento mutuo a la
mutua confianza, enumeraban los diversos caminos por los que habían
llegado a resultarles insuficientes las recompensas más preciadas de
la sociedad.
En algún punto, todos habían experimentado un cambio
profundo en su percepción de las cosas, a menudo en una etapa
personalmente traumática. Todos se habían sentido sobrepasados por
otras necesidades más intensas, más profundas. La vida se había
convertido para ellos en una búsqueda espiritual, una búsqueda
gozosa y misteriosa de sentido, marcada en la mayoría de los casos
por una creciente sucesión de coincidencias, de acontecimientos que
resultaban significativos por el momento en que se producían, de sincronicidades, en una palabra.
Todos se habían llegado a sentir extrañamente como instrumentos de
la evolución, siguiendo un camino que se iba iluminando tan Sólo
paso a paso; se sentían avanzar en dirección a esta nueva realidad,
fiados de su propio giroscopio interior. De una forma clara, todas
estas odiseas se ajustaban a un mismo esquema, con unas mismas
señales indicadoras aquí y allá. Y los participantes habían llegado
a la conclusión, cada uno por su parte, que necesitaban juntarse con
otros para tratar de construir un mundo en el que esos viajes
resultasen menos solitarios. Necesitaban conspirar.
Durante los tres días siguientes, hablaron de cooperar con una meta
u objetivo especifico, pero una y otra vez huyeron de todo lo que
pudiera sonar a hacer «un plan general de actuación».
Sabían que
podían producir cambios en la sociedad, la acción era su fuerte,
pero les preocupaba el poder estar intentando imponer una
determinada visión, tenían miedo de jugar a «hacer de Dios» a pesar
de sus mejores intenciones. Se planteaban el conflicto con toda
honradez, indagaban en su propio interior, tomaban resoluciones Se
reunían en grupos de dos o de tres para mantener largas
conversaciones y dar grandes paseos. Gastaron muchas horas tratando
de agotar al máximo las posibilidades del punto más difícil de
cuantos están relacionados con el poder: la intimidad de las
relaciones personales.
En ocasiones, todos unían sus manos durante diez o quince minutos, y
«escuchaban» en silencio. A veces, cuando después de un debate o una
discusión acalorada surgía un silencio, algunos lloraban tras haber
experimentado un alivio de la tensión o haberse sentido sacudidos
por alguna percepción interior o por los puntos de vista de algún
otro.
Ahora y luego, sin ajustarse a ningún plan, iban coincidiendo en los
objetivos a seguir. Se crearon lazos: amistades, planes de
encontrarse nuevamente, proyectos conjuntos, presentaciones de
amigos mutuos.
Cuatro de los participantes se reunieron más tarde en
las costas Este y Oeste para crear una nueva fundación en favor de
la paz. También enseguida, otros impartieron una serie de pequeños
seminarios sobre la nueva conciencia a generales del U. S. Army War
College y en las oficinas de la International Communications Agency.
En ese mismo mes, varias personas del grupo intercedieron con éxito
en favor de la libertad académica del decano, cuya investigación
habla sido juzgada demasiado problemática por el presidente de su
universidad.
Quienes vivían cerca unos de otros (en Washington,
Nueva York, o en la zona de la Bahía) compartieron contactos
personales y ensancharon sus propias redes de conexión. El
congresista recibió el apoyo de los participantes en su esfuerzo por
ofrecer testimonios y recaudar fondos en pro de la investigación
sobre los estados alterados de conciencia.
«La gente es el principio organizador», señalaba una vez
Robert
Theobald.
Experiencias de transformación social
A primera vista, emprender una transformación social parece una
ambición temeraria e incluso peligrosa para cualquier tipo de grupo.
Es preciso que antes se dé una cadena crítica de acontecimientos. En
primer lugar, se requiere un cambio profundo en quienes desean
hondamente el cambio social. Necesitan saberse encontrar mutuamente
y familiarizarse con la psicología del cambio, conscientes del miedo
universal frente a lo desconocido. A continuación deben diseñar
tácticas que fomenten el cambio de paradigma en otras personas:
deben remover y despertar las conciencias, y reclutar seguidores.
Esta minoría mentalizada, conscientes de que lo que mueve a la gente
no son los argumentos racionales por si solos, si no van unidos a
los afectivos, deben encontrar el modo de relacionarse con los demás
al nivel humano más cercano.
A fin de no caer en antiguas trampas, (juegos de poder, concesiones,
interés personal), deben vivir de acuerdo con sus principios.
Sabiendo que no solamente los fines, sino también los medios, deben
ser honestos, deben acudir al campo de batalla de la política
desnudados de todo tipo de armas convencionales. Necesitan aplicar
estrategias nuevas y descubrir nuevos manantiales de poder.
Y esta minoría alistada, convencida, avanzada, comprometida y
creativa, debe ser también irresistible. Debe originar en torno a sí
oleadas lo suficientemente amplias como para que sean capaces de
reordenar todo el sistema; fluctuaciones las llamaríamos, en el
lenguaje de la teoría de las estructuras disipativas. ¿Difícil?
¿Imposible? Visto desde otro ángulo, como el proceso es el mismo
objetivo, no puede fracasar.
Por eso, la nueva colectividad es la nueva política. Tan pronto como
comenzamos a trabajar por crear un mundo diferente, el mundo empieza
a resultarnos diferente. Las redes de la Conspiración de Acuario,
formas auto-organizativas que dejan espacio a la vez para la
autonomía y para la interrelación humana, son al mismo tiempo
instrumentos de cambio social y modelos de la nueva sociedad. Toda
lucha colectiva en favor de la transformación social se convierte en
una experiencia de transformación social.
El objetivo pasa a segundo plano; cambie o no el conjunto de la
sociedad, y por largo que sea el proceso que ello suponga, los
individuos logran el objetivo a través de su mutuo esfuerzo, pues
encuentran en ello alegría y unidad. Se hallan comprometidos en una
obra que tiene pleno sentido, que es por sí misma venturosa. Saben
que los escépticos necesitan tener su mundo siniestro, también. Como
decía Thoreau, la minoría no necesita esperar hasta haber persuadido
a la mayoría. Y esta concepción, como veremos, tiende a extenderse
por sí sola.
El efecto transformador de los movimientos sociales, tanto en sus
participantes como en la sociedad en general, puede apreciarse al
examinar los efectos de la protesta y la contracultura de los años
sesenta. Una contracultura es una teoría que vive y que respira, es
una especulación sobre la fase siguiente de la sociedad. Vista por
su lado malo, puede parecer una experiencia extraña y ajena a toda
ley, que fracasa en su intento de unir lo viejo y lo nuevo. Vista
por el lado bueno, aporta una dirección transformadora, que
profundiza la conciencia de la cultura dominante. Los primeros
colonos norteamericanos que rechazaron el dominio británico eran una
contracultura; y eso mismo fueron los transcendentalistas.
Como un juego dentro de otro juego, la transformación que preconizan
los movimientos de contracultura y de protesta, resulta instructiva;
ilustra la manera cómo un movimiento pendular se convierte en un
cambio de paradigma. Al igual que otras generaciones anteriores de
reformadores y activistas, los miembros integrantes de la
contracultura al principio tratan de cambiar las instituciones
políticas. Sólo después de haber luchado entre ellos mismos y de
haber sufrido la frustración consiguiente al enfrentamiento al
establishment, descubren donde se encuentra la auténtica vanguardia
de la revolución: descubren el «frente» situado en su propio
interior.
Jerry Rubin, uno de los ocho de Chicago4, que ocupó con frecuencia
la primera plana de los periódicos como activista social radical en
los años sesenta, decía más tarde:
"El movimiento espiritual es el
verdaderamente revolucionario. Si no hay auto-conciencia, el
activismo político se convierte en un perpetuo ciclo de
irritación... Yo no podía cambiar a nadie sin haberme cambiado a
mí mismo,"
Laurel Robertson recordaba sus años de estudiante en
Berkeley:
"Yo quería realmente ayudar a la gente, quería mejorar las cosas. Un
verano me vi metido en un proyecto muy constructivo de educación en
la no-violencia a propósito de la guerra de Vietnam. Todos cuantos
trabajaban en él lo hacían por motivos desinteresados, pero al final
del verano todo se vino abajo, porque no éramos capaces de
entendernos entre nosotros. Tuve que afrontar el hecho de que es
imposible pretender hacer un mundo amoroso y no violento, a menos
que uno mismo haya conseguido previamente ser amoroso y no
violento".
Visto retrospectivamente, el giro al interior de esta revolución era
casi inevitable. Un antiguo militante del movimiento de protesta,
profesor hoy en día en una facultad médica estatal, decía:
«A pesar
de su violencia, la protesta de los años sesenta reflejaba
esencialmente motivos humanos de preocupación, paz, derechos de las
minorías, repercusiones en la educación, más que temas políticos
tradicionales».
Desde el punto de vista filosófico, si no siempre en la práctica,
los movimientos de los años sesenta centraron su atención en una
nueva especie de poder, más bien personal que colectivo.
Dorothy
Healy, presidente entonces del partido comunista del sur de
California, decía años más tarde:
«Una generación se había puesto en
marcha, y estaba avanzando, y el partido no formaba parte de ella,
no la comprendía. Lo que estaba sucediendo no se ajustaba al
marxismo clásico, tal como lo comprendíamos. La clase trabajadora no
estaba en la vanguardia, y los temas fundamentales no eran
económicos».
Con ciertos fallos y algunos éxitos parciales a su espalda, muchos
de los líderes activistas marchaban en una dirección que hacía
sentirse turbados a muchos de quienes les apoyaban desde la
izquierda convencional. Se encontraron metidos en un proceso de
propia transformación personal. Este giro de los acontecimientos
provocaba la confusión en los medios informativos y muchos
sociólogos llegaron a pensar que la revolución se habla esfumado.
Lou Krupnik decía:
"Resistimos en las calles a pesar de los gases lacrimógenos y las
porras de los policías, y no volvimos a casa más que cuando
escuchamos a gente piadosa susurrarnos mantras sánscritos en
nuestros oídos ansiosos. Nos metimos adentro durante varios años,
tratando de elaborar alternativas a la locura...
Ahora estamos entrando en un nuevo período. Estamos comenzando a
llegar a la síntesis de los impulsos creativos y organizadores que
forman parte de nuestro patrimonio".
En «Notas sobre el Tao de la organización política»,
Michael Rossman
señalaba:
«Cuando miro ahora a través del cristal de la política, me
doy cuenta que todo lo que hago es aplicar a la política, en
esencia, un test de santidad».
La democracia, como decía uno de los
radicales, no es un estado político, sino una condición espiritual:
«Somos parte de un todo».
El intento de detectar y fomentar la globalidad, el deseo de
contribuir a sanar la sociedad, ha dado nueva vida a las viejas
preocupaciones. Antiguos militantes han buscado empleo en organismos
públicos por todo el país, y han tenido éxito, y han llegado a
ocupar incluso cargos políticos relevantes.
Por ejemplo, Sam Brown,
organizador del movimiento War Moratorium de protesta contra el
conflicto de Vietnam, ha introducido con éxito reformas en la
práctica bancaria como tesorero del estado de Colorado, y fue más
tarde nombrado por Carter director del instituto encargado de la
administración de VISTA y del Peace Corps
5.
Brown decía:
«El cambio
social no va a llegar tan rápido como desearía cualquiera de
nosotros. Construir una comunidad es un proceso más sutil y delicado
y a largo plazo.»
En los años sesenta, la mayor parte de los activistas sociales
serios no estaban de acuerdo con el sesgo tan fácil que estaba
cogiendo la contracultura, con su interés por los psicodélicos, la
camaradería y un estilo de vida espontáneo.
En un artículo aparecido
en la revista radical Focus/Midwest, Harold Baron decía:
"Con una actitud mental diferente, podríamos reaccionar de forma
diferente. Podríamos sentir compañerismo, percibir nuevas
posibilidades... Tal vez la esperanza de un futuro humano urbanizado
no resida en los tecnócratas, sino en los creadores de comunidades.
Si eso es verdad, debiéramos inclinarnos por última vez ante los
seguidores de la contracultura; ellos, al menos, planteaban las
preguntas correctas. Todos vamos a tener que planteárnoslas de
nuevo".
Al principio, los activistas de los años sesenta, como las
generaciones de reformadores políticos que les habían precedido,
intentaron recurrir a la tuerza y a la persuasión; se dedicaron a
escribir, a organizar manifestaciones, a predicar, a regañar, a
buscar apoyos y prosélitos, a discutir. Pero pronto empezaron a
comprender la verdad que encerraban las admoniciones de Thoreau:
vive de acuerdo con tus convicciones y harás que el mundo gire en
torno a ti.
El énfasis puesto en el sentido comunitario y en la actuación por
medio de grupos pequeños representa el cambio principal en el
pensamiento político radical. Otro antiguo activista social, Noel Mclnnis, decía hace poco:
«Estoy convencido de que sólo los
acontecimientos, no las instituciones, van a poder cambiar la
sociedad. Los cambios significativos pueden operarse solamente en el
ámbito personal, de vecindad, o de grupos pequeños. En una reciente
reunión del SDS (Estudiantes en pro de una sociedad democrática), la
mayoría de los asistentes habían llegado a la misma conclusión y
habían remodelado consecuentemente sus actividades».
James McGregor Burns decía que «cuando las circunstancias locales
son creativas», hay más probabilidades de que surjan grandes
líderes. Así como el pueblo norteamericano, que tanto luchó contra
ellos en los años 1770 y 1780, acabó respondiendo al reto de sus
líderes elevándose a niveles de grandeza en las convenciones
estatales que aprobaron la Constitución, también nosotros podemos
superar la crisis actual. Burns predijo que probablemente los
líderes del futuro surgirían de entre quienes estuvieron complicados
en los conflictos de los años 1960:
«Un cuerpo de líderes en el
exilio, gente que anda ahora por los treinta o los cuarenta años, y
que podrían irrumpir en el escenario nacional».
Como los líderes del futuro están surgiendo de organizaciones de
base popular, decía Burns, los críticos sociales que se apoyen
solamente en los medios generales de información van a perderse la
génesis de la revolución. Los signos de fermentación resultan más
evidentes en los cientos de miles de pequeñas publicaciones y
proclamas realizadas por diversos grupos.
Tom Hayden co-defensor de Rubinen en el proceso de Chicago, más
tarde candidato demócrata por California al Senado de los Estados
Unidos, decía de sí mismo y de otros compañeros suyos activistas
como él:
«Se acerca nuestra hora, pero no tan rápidamente, ni por el
mismo camino necesariamente, que en otro tiempo deseábamos».
Más que
abandonar las barricadas habían trasladado el escenario de su lucha
a la prestación de servicios en un campo concreto: político,
ecológico, consumista, espiritual. Hayden escribía en 1979:
"A medida que el aumento en espiral de los costes energéticos
ensombrece el panorama económico, cada vez mas norteamericanos
tendrán que competir por cada vez menos en el "país de la
oportunidad". La llama de la esperanza fuerza que motiva a la gente
para luchar en la vida puede arder muy baja, o incluso apagarse del
todo, especialmente entre los jóvenes.
Yo sólo puedo ver una alternativa a largo plazo, y aún la veo lejos.
Lo que comenzó en los años sesenta, la exigencia creciente de hacer
oír la propia voz en las decisiones que afectan a la propia vida se
extenderá a todas las esferas...
Los activistas políticos de los
años sesenta, después de haber perdido completamente sus uñas y
dientes, volverán una y otra vez con la misma filosofía, pero
expresada desde papeles diferentes. Si los años sesenta trajeron
nuestro nacimiento y desarrollo, los años ochenta y los noventa
serán nuestros anos de madurez y máxima influencia.
Mi punto de vista es simple: los años sesenta crearon lo que podemos
llamar el liderazgo del futuro..., una nueva generación de gente
comprometida y politizada. En la época de nuestros padres, la
democracia estaba amenazada desde fuera, nuestras propias
instituciones eran fundamentalmente sólidas, la abundancia parecía
estar garantizada, Estados Unidos era el número uno.
Nosotros hemos recibido en nuestra época una concepción del mundo
distinta. La democracia se ha visto amenazada por los «fontaneros»
que operaban desde la misma Casa Blanca, nuestras instituciones se
encuentran perturbadas, la abundancia apenas está garantizada, y el
hecho de ser el número uno en cuanto a bombas no ha hecho de
nosotros el número uno en cuanto a calidad de vida.
La reaparición de los activistas de los sesenta en los años
venideros será mal interpretada por muchos. Algunos no nos
reconocerán, y otros creerán que nos hemos «establecido» demasiado.
No seremos un movimiento marginal de protesta, porque los márgenes
de ayer son la corriente central de mañana. No protestaremos, sino
que propondremos soluciones: un programa energético basado en los
recursos renovables..., una reestructuración democrática de las
grandes compañías..., una tecnología al servicio de la
descentralización de los centros de información y toma de
decisiones...
Quienes llenaban las calles en los años sesenta pueden aún llegar a
llenar los salones gubernamentales en los años ochenta, y si
llegamos a ello, no creo que nos olvidemos de nuestras raíces.
Cuando fui sentenciado por el juez Julius Hoffman al término del
proceso de Chicago, el propio juez me miró con aire de connivencia y
me dijo:
«Un tipo como usted podría haber llegado lejos dentro de nuestro
sistema».
¿Quién sabe, señoría? Tal vez lo haga...".
El nuevo paradigma respecto del poder y la política
Evidentemente, el paradigma que está surgiendo está plagado de
herejías. Niega que nuestros líderes sean los mejores, afirma que
hay muchos problemas que no pueden resolverse con dinero ni con
intentar hacer más o mejor, niega que la lealtad deba primar sobre
la autoridad interior. El nuevo paradigma evita la confrontación
frontal y las polaridades políticas. Tiende a reconciliar, a
innovar, a descentralizar, y no presume de tener respuestas para
todo.
Si tuviéramos que resumir ambos paradigmas, encontraríamos los
siguientes contrastes:
Las redes, instrumentos de transformación.
Una revolución significa, por supuesto, que el poder cambia de
manos, pero no supone necesariamente que haya lucha abierta, golpe
de estado, ni vencedores ni vencidos. El poder puede quedar
distribuido por todo el tejido social.
Mientras la mayoría de nuestras instituciones se están tambaleando,
una versión siglo veinte de la antigua tribu o parentela ha hecho su
aparición: la red, instrumento del paso siguiente en la evolución
humana. Amplificada por las comunicaciones electrónicas, y liberada
de antiguas restricciones familiares y culturales, la red es el
antídoto de la alienación. Genera la suficiente energía como para
remodelar la sociedad. Ofrece al individuo apoyo emocional,
intelectual, espiritual y económico. Es un hogar invisible, un medio
poderoso de alterar el curso de las instituciones, especialmente el
del gobierno.
Cualquiera que se percate de la rápida proliferación de las redes y
perciba su fuera, puede comprender el impulso que suponen para la
transformación mundial. La red es la institución de nuestro tiempo:
un sistema abierto, una estructura disipativa tan rica y coherente,
que se encuentra continuamente en estado de flujo, en un equilibrio
susceptible de reordenación continua, abierta indefinidamente a la
transformación.
Esta forma orgánica de organización social es más adaptativa desde el punto de vista biológico, es más eficaz y más
«consciente» que las estructuras jerárquicas de la civilización
moderna. La red es plástica, flexible. Realmente, cada miembro es el
centro de la red. Las redes cooperan, no compiten. Tienen auténtico
arraigo popular: se autogeneran, se autoorganizan, y a veces incluso
se autodestruyen. Su existencia supone un proceso, se parece a un
viaje, no a una estructura congelada.
Como dice Theodor Roszak, los antiguos movimientos de masas
revolucionarios no ofrecían a las personas mayor refugio que el que
ofrecían las sociedades capitalistas.
«Necesitamos una clase más
pequeña que el proletariado... La nueva política hablará en favor de
millones... uno a uno. »
Curiosamente, H. O. Wells había predicho en 1928, en su programa
para una sociedad nueva, que en la Conspiración Abierta no habría
seguidores «ordinarios»: no habría gente de a pie, ni carne de
cañón. La conspiración no revestiría la forma de una organización
centralizada, sino que estaría formada más bien por grupos de amigos
o coaliciones entre los mismos. Se trata de una idea radical. Pese a
todas sus proclamaciones de apoyarse en iniciativas de acción
popular, la política tradicional se ha aplicado siempre de arriba a
abajo; políticos influyentes, economistas y una serie de mandatarios
gubernamentales son quienes deciden las diferentes cuestiones, y
pasan luego las consignas a todo el cuerpo de votantes.
A medida que iban resultando evidentes los beneficios inherentes a
la conexión y cooperación, comenzaron a proliferar redes para tratar
de conseguir toda suerte de objetivos imaginables. Unas se centran
en el desarrollo personal, en la búsqueda espiritual, o en la
reinserción de sus miembros; otras se ocupan principalmente de temas
sociales. (Algunas persiguen con fuerza intereses específicos de
determinados grupos, y ejercen presiones políticas por medios
bastante convencionales; son las más vulnerables a la tentación de
convertirse en organizaciones jerárquicas convencionales.)
Sea cual sea su objetivo manifiesto, la función de la mayoría de
estas redes es ofrecer apoyo y enriquecimiento mutuo, robustecer al
individuo y cooperar en la transformación. La mayoría aspiran a un
mundo más humano y hospitalario. Por la riqueza de oportunidades de
mutua ayuda y apoyo, la red presenta reminiscencias de su antecesor,
el sistema parental. No obstante, la «familia» en este caso se basa
en valores y convicciones profundamente compartidos, que resultan
ser lazos más fuertes que la sangre.
La red es una matriz de exploración personal y de acción grupal, de
autonomía y de interrelación. Paradójicamente, la red es a la vez
íntima y expansiva. A diferencia de las organizaciones verticales,
puede mantener su cualidad personal o local, aunque siga creciendo.
No es preciso plantearse la elección entre un compromiso con la
comunidad o un compromiso a escala global; ambos son posibles a un
tiempo.
Las redes son la estrategia de los grupos pequeños para transformar
la sociedad. Gandhi usó de este tipo de coaliciones para conducir a
la India a su independencia. Él las llamaba «unidades en grupo», y
las consideraba esenciales para el éxito.
«El círculo de unidades
así agrupadas de forma conveniente va a ir creciendo en
circunferencias hasta que al final llegue a abarcar al mundo entero.
»
A comienzos de este siglo, Edward Carpenter había profetizado ese
entrelazamiento y solapamiento de redes llamadas a crear «la
sociedad acabada y libre».
De manera informal, pero también valiéndose de ficheros y
computadoras, las redes están poniendo en mutua conexión a quienes
poseen talentos, intereses y objetivos complementarios. Las redes
promueven los enlaces y contactos de sus miembros con otras gentes,
con otras redes.
El historiador de arte
José Argüelles compara estas redes con la
fuerza biológica de la sintropía: esa tendencia de la energía vital
hacia formas de asociación, de comunicación, de cooperación y de
conciencia siempre mayores. La red es como un cuerpo-mente
colectivo, como los hemisferios derecho e izquierdo del cerebro,
como intelecto e intuición, sugiere.
«Las redes son tremendamente
liberadoras. El individuo es su centro... »
Comparar las redes con el sistema nervioso humano es algo más que
una metáfora socorrida. En un sentido muy real, el cerebro y el
entramado de redes operan de forma similar. La estructura del
cerebro es más afín a la idea de asociación que a la de jerarquía.
Lo que hace nacer los significados en el cerebro son patrones
dinámicos, conexiones entre grupos de neuronas e interacciones entre
estos grupos. La energía del cerebro está descentralizada. En los
estados de conciencia caracterizados por una mayor expansión y
coherencia es también, como hemos visto, donde la energía está más
amplia y ordenadamente disponible.
El cerebro está entonces
plenamente despierto. De igual forma, las redes son una forma alerta
y reactiva de organización social. La información se mueve en ella
de una forma no lineal, simultánea y significativa. De un modo
semejante a como las personas creativas establecen nuevas conexiones
a base de yuxtaponer elementos dispares a fin de inventar algo
nuevo, así también las redes ponen en recíproca conexión a personas
e intereses por caminos sorprendentes. Esas combinaciones fomentan
la creatividad y la inventiva.
Una red creada para asegurar un entorno psicológicamente sano a los
bebés puede cooperar con una organización de orientación humanística
para gente mayor. Los viejos, que de otra forma se sentirían
inútiles y solitarios, ayudan en las tareas de cuidado y
alimentación de bebés y niños pequeños en un centro de atención
diurna.
También se da en ellas el efecto de sinergia, ese plus de energía,
resultado de la cooperación que tiene lugar en el seno de los
sistemas naturales. Según vamos descubriendo ese efecto en las
relaciones con los demás, en nuestro grupo pequeño, su efecto
benéfico potencial para la sociedad resulta cada vez más evidente.
Como dice el físico John Platt:
"Siempre que las personas, aunque no sean más que dos, comienzan a
darse entre sí, o a trabajar los unos para los otros, inmediatamente
aparecen esos resultados: ese mayor beneficio mutuo, ese mayor
bienestar, y ese mayor desarrollo individual al mismo tiempo.
Aparecen, tan pronto como una pareja, o una familia, un vecindario o
una nación comienzan a trabajar juntos. Esos efectos se dan en los
grandes equipos creativos de científicos norteamericanos. Y se dan
también en el Mercado Común Europeo.
A través de la donación recíproca entre nosotros y quienes nos
rodean, comenzamos a construir una especie de utopía local cuyos
beneficios resultan a todas luces evidentes".
Una vez hemos comprobado la energía que genera la estrecha
cooperación humana, resulta imposible seguir pensando en el futuro
en términos antiguos. La explosión de redes ocurrida en los últimos
cinco años ha sido como un incendio en una fábrica de fuegos
artificiales. Este crecimiento en espiral de todo tipo de
entrelazamientos de individuos con individuos, de grupos con grupos
es como un gran movimiento de resistencia subterránea en un país
ocupado en vísperas de su liberación.
El poder está cambiando de manos, está pasando de unas jerarquías
moribundas a manos de unas redes llenas de vida.
Alfred Katz, de la Escuela de Salud Pública de la universidad de
California, Los Angeles, organizador de una conferencia
internacional en Dubrovnik, Yugoslavia, para tratar de las redes de
mutua ayuda, dijo de éstas que eran «una fuerza social dinámica en
la última mitad del siglo veinte».
Constituyen una respuesta
saludable a la lejanía de las instituciones modernas, decía Katz.
Las redes suponen,
«un impulso enérgico y refrescante para los planes
de acción social... Representan una resistencia social espontánea
frente a la maciza pesadez de los procedimientos burocráticos».
Katz
sugería que una de las razones por las cuales las redes habían
pasado casi desapercibidas, es porque nadie podía imaginar cómo
gastar grandes cantidades de dinero en algo tan simple y efectivo.
«Las redes de mutua ayuda reflejan un cambio tanto en la conciencia
como en las formas de acción de un gran número de personas. Sus
consecuencias no deberían ser subestimadas. »
Para el gobernador de California Jerry Brown, la autoconfianza y la
ayuda mutua constituyen la primera idea nueva que ha surgido en
política en los últimos veinte años. La idea de que gente, que es
vecina una de otra, esté colaborando en la construcción de una
sociedad abierta y más justa es algo «a la vez humano y alucinante».
Los antropólogos Luther Gerlach y Virginia Hine, que desde los años
sesenta han venido estudiando los movimientos de protesta social,
han bautizado a las actuales redes con el nombre de SPINs (Segmented
Polycentric Integrated Networks: Redes integradas policéntricas
segmentadas). Todo SPIN obtiene su energía de la asociación, a base
de combinar y volver a combinar habilidades, instrumentos,
estrategias, elementos, contactos. Son las «unidades en grupo» de
Gandhi. Al igual que el cerebro, el SPIN puede disponer de múltiples
conexiones simultáneas en muchos puntos. Los segmentos de un SPIN
son los grupos pequeños, que cooperan entre sí de forma fluida,
sobre la base de los valores compartidos. En ocasiones, como por
efecto de una amistosa fisión, el SPIN produce además efectos
secundarios6. La multiplicidad de grupos robustece al movimiento.
Mientras que un esquema organizativo convencional muestra los
diversos recuadros nítidamente enlazados entre sí, el esquema de
organización de un SPIN se parecería más bien a «una red de pescar
mal anudada, con multitud de nudos de tamaños diversos, todos
enlazados entre sí directa o indirectamente». En el movimiento de
protesta social, esas células o nudos son grupos locales formados
por un puñado de miembros o hasta por cientos de personas. Muchos se
forman para cumplir una única tarea específica, y hoy están y mañana
no aparecen.
Cada segmento de un SPIN es autosuficiente. No se puede destruir una
red a base de destruir a uno solo de sus líderes u órganos vitales.
El centro, el corazón, de la red está en todas partes. La debilidad
de una burocracia se mide por su punto más débil. En una red hay
muchas personas que pueden asumir las funciones de los demás. Esta
característica recuerda también la plasticidad del cerebro, que
permite un solapamiento en sus funciones, de manera que las células
dañadas puedan ser sustituidas por otras regiones cerebrales.
Si una burocracia representa menos que la suma de sus partes, una
red equivale a muchas veces la suma de sus partes. Las redes
constituyen una fuente de energía que la historia no había
aprovechado hasta ahora: esos múltiples movimientos sociales
autosuficientes, ligados entre sí para conseguir una serie de
objetivos, cuyo cumplimiento traería aparejada la transformación de
todos los aspectos de la vida contemporánea7.
Según Gerlach, estas redes producen valiosos cambios en el ámbito
local. Las noticias sobre experiencias que han tenido éxito en algún
lugar recorren rápidamente todos los puntos de enlace del
movimiento, y pueden ser así adoptadas de forma muy general.
En un primer momento, los antropólogos que se ocuparon de observar
las redes, pensaban que éstas carecían de líderes. En realidad, dice
Gerlach, «no hay una escasez de líderes, sino una profusión de
ellos». La dirección pasa de una persona a otra según las
necesidades del momento.
Para Hine, los SPINs son hasta tal punto cualitativamente diferentes
de las burocracias en cuanto a organización e influjo, que la mayor
parte de la gente no se percata de su existencia, o creen que son
conspiraciones. A menudo las redes emprenden acciones similares sin
ponerse previamente de acuerdo, simplemente a causa de las muchas
convicciones que comparten. Podría también decirse que por el hecho
de compartir esas convicciones están en connivencia.
Realmente, la Conspiración de Acuario es un SPIN de SPINs, una red
formada por muchas redes que pretenden transformar la sociedad. La
Conspiración de Acuario, efectivamente, posee esas características
de soltura, segmentación, evolución y redundancia. Su centro está en
todas partes. Aunque forman parte de ella muchos movimientos
sociales y grupos de mutua ayuda, su vida no gira en torno a ninguno
de ellos. Tampoco puede ser desmontada, porque es manifestación de
los cambios operados en la gente.
¿Qué pretenden las redes? Muchas cosas diferentes, por supuesto. No
sólo no hay dos redes que sean iguales; cada una de por sí cambia
con el transcurso del tiempo, porque es un reflejo de las
necesidades e intereses fluctuantes de sus miembros. Pero su
objetivo esencial es redistribuir el poder.
Los grupos ecologistas, por ejemplo, pretenden que la humanidad
«viva de forma ligera sobre la tierra», como servidores de la
naturaleza, más que como explotadores o dominadores. Las redes de
orientación espiritual y psicológica buscan la energía que brota de
la integración interior, y proclaman la autonomía de las porciones
liberadas del propio ser. Las redes educativas intentan enriquecer a
los alumnos, enseñándoles a localizar los recursos que necesitan.
Las redes que buscan la salud como objetivo pretenden alterar el
antiguo equilibrio de poder entre la medicina institucionalizada y
la responsabilidad personal. Otros grupos intentan canalizar de otra
forma el poder económico, por medio del boicoteo, el trueque, el
cooperativismo, o la práctica del comercio y los negocios.
Desde las redes más simples, que tienen por base la vecindad o el
lugar de trabajo (cooperativas de alimentación, utilización conjunta
de vehículos, cuidado en común de los niños), la gente tiende a
compartir intereses más sutiles o abstractos, como la formación o
información sobre determinados temas. Las redes de autoayuda y de
mutua ayuda tienen un carácter más íntimo, y por eso mismo su poder
transformativo es mayor.
Según la oficina central del Servicio
Nacional de Autoayuda, alrededor de quince millones de
norteamericanos pertenecen hoy en día a redes en las que la gente se
ayuda entre sí a enfrentar problemas tan diversos como la viudez, el
exceso de peso, el divorcio, niños maltratados, abuso de drogas,
juego, desórdenes emocionales, disminuciones de todo tipo, acción
política, ecologismo, muerte de un hijo. Tales grupos se guardan
cuidadosamente de llegar a «profesionalizarse» demasiado, por miedo
a dar lugar al desarrollo de una jerarquía de autoridad que podría
dar al traste con sus propósitos. Pues lo esencial es ese carácter
de reciprocidad. La forma de ayudarse uno a sí mismo es ayudar a los
demás.
La BBC hizo una serie de televisión con el título: «Consigna:
ayudarse a sí mismo», a fin de ayudar a la gente a encontrar la red
apropiada. Hay oficinas estatales y federales que informan sobre
redes de autoayuda y asociaciones de grupos de autoayuda;
recientemente se ha celebrado en Boston una feria dedicada a la
autoayuda. En un número de la revista Self-Help Reporter se
mencionaban, entre otros grupos de autoayuda, redes de personas sin
empleo mayores de cuarenta años, padres de niños prematuros, mujeres
operadas de mastectomía, familiares y amigos de personas
desaparecidas, y supervivientes de intentos de suicidio.
La formación de estos grupos, ha dicho el antropólogo Leonard
Borman, director del Instituto de Auto-Ayuda de Evanston, Illinois,
«representa en parte el deseo de gente que tienen problemas
semejantes, de asumir la responsabilidad de sus propios cuerpos y
mentes y de su propia conducta, ayudando a otros a hacer lo mismo».
Según una estimación, las redes de autoayuda se sostienen por sí
mismas más que de aportaciones del público en general; no tienen
líderes profesionales, son abiertas (es decir, no hay unos
requisitos estrictos para formar parte de ellas), locales,
innovadoras, desprovistas de ideología, y persiguen un mayor grado
de autoconciencia y una vida emocional más plena y más libre. Este
tipo de organizaciones demuestra el potencial oculto incluso entre
los miembros más vulnerables de la sociedad; puede citarse como
ejemplo el éxito notable de un grupo de ex drogadictos de la calle
Delancy de San Francisco, en la tarea de ayudar a otros drogadictos
a rehabilitarse a sí mismos.
La red «Linkage» (Enlace), iniciada por Robert Theobald, es
internacional, está informatizada, y funciona principalmente por
correspondencia. Para participar en ella, basta enviar una opinión o
comentario sobre el propio trabajo o los propios intereses. Un
servicio editorial creado por Theobald, Participation Publishers,
reproduce esas opiniones, que son distribuidas por correo desde
Wickenburg, Arizona, a cambio de una pequeña tasa anual.
«Operamos
fundados en el convencimiento de encontrarnos justo ahora en medio
de un período de tensiones derivadas del hundimiento cada vez más
rápido de la era industrial. Estamos tratando de encontrar los
medios que puedan ayudar a hacer esa transformación necesaria. Hay
mucha gente que desearía experimentar esa transformación...
Intentamos encontrar el modo de ayudar a la gente a que realice ese
cambio. »
Las opiniones personales que recogía uno solo de los números dan
idea de la diversidad de procedencias de sus redactores. Entre ellos
se encontraban un militar, dos políticos, una enfermera, dos
médicos, un historiador, un clérigo presbiteriano, un educador, un
físico nuclear y un ingeniero. Su abanico de intereses se extendía a
los cambios de paradigma, a la transformación radical de la
sociedad, experiencias místicas personales, tecnología apropiada,
descentralización, unión entre Oriente y Occidente, comunidades,
simplicidad voluntaria, modelos organizativos fundados en la
confianza y la comunicación, «modos creativos de ayudarnos unos a
otros», «tecnología consciente», poder y libertad en las relaciones,
cómo actuar «de forma significativa».
Un participante decía haber encontrado aliados en su propia
comunidad: «Viendo que íbamos en solitario, estamos formando una red
con nuevas ideas sobre esta ciudad». Para otro, la posibilidad de
enlace era como «un anda, capaz de moderar los efectos de otras
fuerzas».
Un clérigo enviaba una lista de publicaciones y de organizaciones en
Inglaterra, para el caso de que algún miembro de la red fuese allí
de visita y quisiese encontrar «gente de mentalidad semejante».
Otros dos describían sus conexiones con otras redes. Un especialista
en educación decía:
«En medio de este mundo frenético, yo y mi
familia y otros que también andan buscando, deseamos poder escuchar
susurros de nuevo».
Desde Nebraska, uno decía:
"Estamos entrando en una nueva era, que requiere un modo enteramente
diferente de ver las cosas... La edad moderna ha quedado atrás. Pero
la civilización necesita unas nuevas líneas de demarcación. ¿Podemos
encontrar los nuevos moldes con la suficiente rapidez?
«Enlace» ofrece un punto de partida. Por primera vez en la historia,
gentes que nunca se han conocido pueden convertirse en un «nosotros»
si así lo desean".
Un profesor de ciencias empresariales escribía:
«Me ronda la cabeza
una cuestión más amplia: la de cómo usar la riqueza y los resortes
de los negocios para apoyar la transformación, en vez de luchar
contra ella».
En el verano de l979, la distribución de «Enlace» creció de forma
espectacular. Muchos miembros venían expresando una creciente
necesidad de comunicar sus ideas sobre la transformación más allá de
los límites de la red. Theobald comunicó a los miembros su sensación
de «estarnos acercando a un momento en que podemos servir de
catalizadores para un mayor número de actividades». Curiosamente,
muchos miembros venían preguntando sobre la posibilidad de
«sub-enlaces», nombres de otras personas dentro de su zona
geográfica con quienes pudieran colaborar en proyectos específicos.
Esta necesidad de acción en pequeños grupos es característica de la
Conspiración de Acuario.
Theobald es lo que la revista Open Network News llama un «tejedor»,
es decir una persona que diseña redes abiertas y que descubre pautas
y conexiones entre las mismas, con lo que las hace más efectivas. No
hay solamente individuos «tejedores», sino también publicaciones e
incluso empresas.
Otra red que funciona también básicamente por correspondencia, como
«Linkage», es el «Foro de Correspondencia y de Contacto», fundado en
1968 por personalidades tales como Viktor Frankl, Arthur Koestler,
Roberto Assaglioli, Ludwig von Bertalanffy, Abraham Maslow, Gunnar
Myrdal, E. F. Schumacher y Paolo Soleri.
El objetivo del Foro se
expresaba en una reciente circular que invitaba a hacerse miembros
de él:
"Hemos localizado a personas asociadas con algunos de estos nuevos y
vitales núcleos de actividad (centrada en lo humano u orientada al
futuro), y estamos tratando de estimular exploraciones de diverso
tipo... Todas ellas forman parte central de lo que con diversos
nombres se describe como nuevas vías para la humanidad,
transformación del hombre y de la sociedad, crecimiento holístico,
etcétera".
La Asociación de Psicología Humanística cuenta también con una
sección al servicio de la creación de nuevas redes. Todo miembro
puede proponer un proyecto de red determinado, reuniendo una lista
de personas interesadas en un determinado tema, publicando un
boletín para ese grupo de personas, o bien organizando un seminario
sobre ese tema.
Algunas redes, como el Renascence Project de Kansas City y el
Briarpatch del norte de California, enlazan entre sí a empresarios
individuales. De ellos hablaremos más ampliamente en el capítulo 10.
Una red de San José, California, llamada Mid-Peninsula Conversion
Project, se fundó con el fin de encontrar posibles producciones
alternativas para las industrias de defensa y armamento: un paso
práctico en dirección al desarme.
Otra red californiana, People
Index, de Fairfield, se considera a sí misma como,
«un panel de
control humano que ayuda a la gente a encontrar otras personas con
los mismos objetivos... Deseamos que la gente pueda conectar más
directamente entre sí. ¿Tiene usted un proyecto que no puede
realizar solo? ¿Posee usted recursos que pueden servir de ayuda a
otras personas? ¿Cómo es el futuro del que quiere usted formar
parte, y que quiere usted ayudar a crear? Entre a formar parte de la
red de gente que quiere un mundo nuevo».
Y hay también un número incontable de vinculaciones informales,
entreveradas en prácticamente toda institución y organización: por
ejemplo, grupos de enfermeras y médicos en hospitales, o de
profesores y estudiantes en las universidades.
En organizaciones ya
existentes surgen a veces redes prefabricadas como «grupos con
intereses especiales», supuesta la subdivisión por status en las
asociaciones profesionales, pero con mayor frecuencia suponen
simplemente una unión informal de quienes ya han experimentado el
cambio de su pensamiento hacia un paradigma más amplio. Psicólogos
de orientación humanista de la American Psychological Association,
miembros de la World Future Society más interesados en la conciencia
que en cuestiones estrictamente tecnológicas, y partidos de la
transformación social pertenecientes a la Association for Humanistic
Psychology han creado una serie interna de redes informales y
eficaces.
Con frecuencia han conseguido cambiar las directrices de
las publicaciones oficiales de sus respectivas organizaciones más
amplias; además traen portavoces más innovadores para hablar en
favor de determinados programas, se esfuerzan por cumplir con su
deber, y buscan otras maneras de vencer la resistencia mental de la
vieja guardia. Su connivencia es tan discreta que nadie lo nota, y
generalmente no se dan luchas significativas entre los miembros de
la red por conseguir puestos u honores.
Otras nuevas fuentes de poder
Ciertos especialistas en ciencias políticas han especulado sobre la
posible formación de un partido «centrista», que pudiera a la vez
ser reflejo de los principios humanistas y del liberalismo
económico. Dado que los partidos políticos son precisamente la clase
de estructura social convencional que no está funcionando bien, no
parece probable que pueda surgir ningún partido de la Conspiración
de Acuario ni de ningún otro de los movimientos sociales que se
encuentran hoy en germen. La energía gastada en lanzar un nuevo
partido y los candidatos correspondientes que deben oponerse a los
partidos ya bien implantados podría emplearse en iniciativas más
rentables.
La transformación social requiere otras fuentes nuevas de poder, más
imaginativas y gratificantes. Ya hemos hablado del poder de la
persona, inherente al proceso transformativo: el descubrimiento de
que cada uno de nosotros «somos lo nuevo» en este mundo. También
hemos hablado del poder de la red, como medio de catalizar y
movilizar gente en todo el mundo.
El poder de la atención, de descubrir qué es lo que funciona y cómo
hay que enfrentar y transformar los conflictos, proporciona la
ventaja de mantenernos bien despiertos incluso en medio de quienes
se mantienen aferrados a alguna de nuestras formas de anestesia
social: la distracción, la negación, el escepticismo. La
transformación deliberada del estrés es un factor nuevo en la
historia.
Lo mismo sucede con el poder de auto-conocimiento. Antes de que la
tecnología nos liberara de la lucha por la supervivencia, pocos
tenían tiempo ni oportunidad de mirar hacia dentro para explorar su
propia psique. El auto-conocimiento conduce a un cambio profundo en
la manera cómo el individuo define el poder. Junto con la
disminución del ego, disminuye también la necesidad de dominar, de
ganar. La no-participación en los juegos de poder se convierte en
una especie de poder natural. Se produce una liberación de la
energía que antes se encauzaba hacia una competitividad preñada de
ansiedad: el poder de dejarse llevar.
La capacidad o poder de flexibilidad hace que el oponente potencial
forme parte de la solución del problema, de modo muy semejante a
como el practicante de aikido fluye con la energía de su contrario.
Esta especie de aikido político canaliza la energía en la dirección
pretendida, en parte a base de identificar las necesidades de los
adversarios potenciales. Se trata de ayudar a los adversarios a que
realicen la transición, mientras que un ataque frontal endurecería
su posición.
John Platt, en su libro Step to Man (El paso hacia el hombre),
publicado en 1967, proponía el uso de estrategias naturales a fin de
efectuar la transformación social. Hay que ir al grano, decía. Hay
que localizar los focos de poder, y abrirse paso por donde se
encuentre menos resistencia. Hay que servir de catalizadores.
Con demasiada frecuencia, las minorías significativas gastan sus
energías con sus amigos o con sus adversarios incondicionales, en
vez de orientarlas a quienes están maduros para dejarse persuadir.
«El objetivo principal de una minoría ilustrada no es combatir a la
mayoría, sino enseñarles cómo hacer. »
Toda minoría que haya comprendido el poder de amplificación de las
ideas, a modo de semillas de cristal en una solución saturada, puede
rápidamente ejercer un influjo muy por encima de su número. Hay que
valerse de la tecnología y de las formas sociales naturales, y no
luchar en contra de ellas, advertía Platt. Es preciso ser flexibles.
Un sistema frágil permitirá que se acumulen las tensiones hasta que
alguna parte de la estructura se quiebre de repente, con el peligro
consiguiente.
Matt Taylor, fundador del Renascence Project, comparaba la tarea de
reordenar la sociedad con la de hacer girar a un barco. En el
pasado, la gente trataba de poner el timón en la parte delantera de
la nave siempre que trataban temas sociales, con lo que aplicaban la
fuerza e imprimían la dirección en lugares erróneos.
«Se puede
dirigir una gran organización con muy poco esfuerzo. »
El poder de comunicación, que crece constantemente, permite una
rápida transformación de las nuevas ideas y un contagio de puntos de
vista, de preguntas adecuadas, de experiencias y de imágenes. El
economista Kenneth Boulding decía una vez que cambios que podrían
requerir una generación para introducirse en una sociedad
analfabeta, podrían suceder en pocos días en una cultura de
comunicación de masas.
El poder de descentralización emana de esa corriente de nuevas
ideas, imágenes y energía que fluye por todos los rincones del
cuerpo político. Las concentraciones de poder son tan artificiales y
mortíferas como un coágulo de sangre o una línea eléctrica sin toma
de tierra.
Aldous Huxley consideraba la descentralización como una alternativa
frente a la distinción de Derecha e Izquierda. Hacia finales de la
Segunda Guerra Mundial, escribía en una carta a un amigo:
"Según indicaba una vez H. G. Wells, la mente universal sabe contar
más de dos. Los dilemas de los intelectuales artistas y de los
políticos teóricos tienen más de dos cuernos. Entre el aislamiento
en una torre de marfil, por un lado, y la acción política directa,
por otro, está la alternativa de la espiritualidad.
Y entre el
fascismo totalitario y el socialismo totalitario está la alternativa
de la descentralización y la cooperación de iniciativas, que es el
sistema político económico más naturalmente afín a la
espiritualidad.
La mayoría de los intelectuales de nuestros días no reconocen más
que dos alternativas en su situación, y se decantan por la una o por
la otra..."
Con su característica lucidez, Huxley había escrito antes a su
hermano Julián que la transformación social, "la dirección del poder
estatal en el sentido del autogobierno, de la descentralización",
como mejor podría llevarse a cabo sería atacando simultáneamente en
todos los frentes: económico, político, educativo y psicológico. H.
O. Wells insistía además en que el cambio debe ocurrir a la vez en
todas las partes de la sociedad, no en una institución tras otra.
Esta concepción recuerda el modo cómo tiene lugar la transformación
en los sistemas naturales: el cambio repentino que tiene lugar en
las estructuras disipativas. El salto al nuevo estado se produce
instantáneamente, es un todo o nada. Incluso en los niveles mentales
más simples, podemos observar que cualquier aspecto de
transformación social tiene un efecto ondulatorio.
El individuo que
ha aprendido a asumir la responsabilidad de su propia salud es
probable que llegue a interesarse por los aspectos políticos de la
medicina, el entorno, el papel del aprendizaje en la salud y en la
enfermedad, los aspectos benéficos o perjudiciales de las relaciones
y el trabajo, y así sucesivamente. Ese es el poder del nuevo
paradigma, una perspectiva que puede llegar a politizar incluso a
quienes no mostraban interés alguno en la política convencional.
Según Gurtov,
"una conciencia radical basada en sentimientos y
necesidades compartidas tiene mayores probabilidades de mantenerse
arraigada que una ideología radical".
No se pueden abandonar
intuiciones percibidas; es imposible dejar de ver lo que se ha
visto.
El poder del proceso reconoce como transformador al mero hecho de
reclamar la propia autonomía. Cada paso que damos por el camino de
la libertad y la responsabilidad facilita el paso siguiente. Los
objetivos, los programas y los cómputos de tiempos son menos
importantes que el compromiso como tal.
Como decía Gandhi,
«el
objetivo se aleja siempre de nosotros. - La salvación reside en el
esfuerzo, no en la consecución. El esfuerzo total es la victoria
total».
El poder de la incertidumbre facilita la innovación, la
experimentación, el riesgo. Como decía Theobald,
"no hay un camino
sin riesgos para adentrarnos en el futuro; debemos elegir el tipo de
riesgos que queremos correr".
En un artículo aparecido en una
revista que publica una red, el filósofo Jay Ogilvy acuñaba el
término «parapolítico» para describir el tipo de compromiso político
a que está abocada cualquier persona que se compromete con las
nuevas ideas:
"Si queremos romper la jaula de acero que supone una sociedad
totalmente burocratizada, nuestra imaginación debe ser lo
suficientemente libre como para cometer errores. Si queremos jugar,
tenemos que estar dispuestos a perder en algunos juegos. Pero lo que
está en juego es nada menos que la vida chisporroteante del espíritu
humano; de modo que algunos de nosotros preferiríamos arriesgarnos a
perder antes que no jugar en absoluto".
Nos quedamos menos sorprendidos cuando suceden cosas sorprendentes.
Después de todo, en un universo creativo, incluso un aparente
desastre puede no ser sino fruto de la más armoniosa serenidad. Esta
perspectiva se encuentra a gusto en medio de la ambigüedad. Supone
que la mayoría de las cuestiones son engañosas, y no pretende
resolver de una vez por todas lo que está sometido a un perpetuo
flujo. El político o el ciudadano que admite gustoso la
incertidumbre es libre para aprender, para equivocarse, para
adaptar, para inventar, o para volver una y otra vez a su tablero de
dibujo.
El poder de la totalidad reúne en sí toda la energía perdida por la
fragmentación o la ignorancia. Refuerza las opciones colectivas,
impulsando los talentos e ideas de quienes tal vez no habían sido
conocidos o apreciados en el pasado. Una sociedad que retribuye la
diversidad y las dotes de todos los ciudadanos podrá cosechar
mayores frutos que una sociedad conformista.
El poder de la alternativa reside en reconocer que tenemos más
opciones de lo que pensábamos. Al imaginar posibilidades nuevas,
podemos rechazar las opciones sofocantes e inaceptables que se nos
ofrecían en el pasado. Y así como el cambio personal es resultado de
hacerse consciente de los propios procesos de pensamiento, de ver
que se puede elegir cómo reaccionar en una situación dada, de
despertar al influjo que proviene del propio acondicionamiento, así
también una sociedad puede descubrir colectivamente que «las cosas
no tienen por qué ser así».
También la cultura puede hacerse
consciente de sí misma y de sus propios acondicionamientos. Con
excesiva frecuencia, ni siquiera se nos ocurría que tuviéramos otra
opción. Al tratar de lo que llama «alternativismo», Erich Fromm dice
que la mayoría de la gente fracasa porque «no están despiertos para
poder ver cuándo se encuentran en una bifurcación del camino y
tiene, pues, que decidir».
A medida que crece el sentido de autonomía entre la gente, se
respetan más las opciones de los demás. En la convención del Año de
la Mujer, celebrada en 1977, muchas discusiones se desvanecían
cuando el auditorio se ponía a cantar: «Optar, optar, optar... ».
Incluso si no se desea un estilo de vida o una filosofía particular
para uno mismo, se puede permitir a los demás que tengan sus
opciones. Todos estamos rodeados por unos u otros límites, decía
Tocqueville, «pero dentro de ese círculo somos poderosos y libres».
El poder de la intuición puede extenderse del individuo al grupo.
«Venid, bebamos en la fuente de la intuición colectiva», rezaba el
prospecto de una conferencia. Los grupos de la Conspiración de
Acuario se ponen a menudo a la escucha interior en busca de guía,
igual que los cuákeros buscan la luz interior en sus reuniones8. Más
que programar sus actividades guiados exclusivamente por la lógica,
aspiran a una especie de consenso intuitivo. Hablan de la sensación
de encontrar la dirección en cuanto grupo, más que del hecho de
inventarla. Es como si un grupo de arqueólogos se pusiera a cavar en
busca del futuro, en vez de buscar el pasado.
El poder de la vocación es una especie de sensación colectiva de
destino, concebido no como trayectoria míticamente trazada de
antemano, Sino como una búsqueda de sentido, como un entendimiento
tácito de que tanto el pueblo como sus dirigentes creen en algo que
está por encima del éxito material, del nacionalismo, de la
rentabilidad a corto plazo.
A medida que los valores espirituales y humanistas ascienden a un
primer plano, unos cuantos políticos intentan plasmar el cambio.
El poder de la retirada, tanto psicológica como económica, proviene
del reconocimiento de que podemos recobrar el poder que hemos
entregado a otros. Teilhard decía:
«Nos hemos dado cuenta que en la
gran partida que se está jugando, nosotros somos al mismo tiempo los
jugadores, las cartas y lo que están en juego. Si abandonamos la
mesa, la partida no puede continuar. Pero no hay poder alguno que
pueda forzarnos a seguir».
Se están ideando formas ingeniosas de hacer un boicot económico.
Grandes organizaciones nacionales están intentando influenciar
determinadas actuaciones políticas (como por ejemplo la ratificación
a la Enmienda sobre la Igualdad de Derechos) con la amenaza de no
celebrar sus reuniones anuales en determinados locales. Grupos
preocupados por el tema de la nutrición se han dedicado a boicotear
la producción de determinados fabricantes que intentaban colocar
agresivamente productos alimenticios para niños en países en
desarrollo en los que la mortalidad infantil venía agravada por la
alimentación artificial.
Grupos comunitarios han protestado por la
exclusión de que han sido objeto, al negarse los prestamistas a
aceptar hipotecas sobre determinadas zonas, retirando sus ahorros de
los bancos, cajas de ahorro y entidades de crédito de las cercanías,
hasta conseguir que consintiesen en invertir una determinada
cantidad de dinero en la comunidad.
Todos nuestros sumos sacerdotes, médicos, científicos, burócratas,
políticos, eclesiásticos y educadores están siendo depuestos de sus
funciones a la vez. Metiéndonos incluso hasta donde los mismos
ángeles no se atreverían a entrar, estamos desafiando las viejas
leyes, proponiendo otras nuevas, estamos presionando y boicoteando,
conscientes como estamos ahora de las fuerzas ocultas de la
democracia.
«Estamos desafiando la legitimidad de sistemas enteros»,
dice Willis Harman. «El ciudadano es quien otorga su legitimidad a
cualquier institución, o quien se la retira. »
El poder de las mujeres
«Las mujeres sostienen la mitad del cielo», dice un proverbio chino.
Las mujeres representan la mayor fuerza de renovación política en
esta civilización profundamente desequilibrada. Así como las
personas se enriquecen con el desarrollo de los dos lados, masculino
y femenino, de su ser (independencia y cuidado de la prole,
inteligencia e intuición), así también la sociedad se beneficia del
cambio en el equilibrio de poder entre los sexos.
El poder de las mujeres es el barril de pólvora de nuestra época. A
medida que vaya creciendo el influjo de las mujeres en las tareas de
planificación y gobierno, su perspectiva yin irá empujando hacia
afuera los límites del antiguo paradigma yang. Las mujeres son más
flexibles que los hombres desde el punto de vista neurológico, y la
cultura les ha permitido ser más intuitivas, sensibles y
sentimentales. Su medio natural está hecho de complejidad, de
cambio, de procreación, y cuidados maternales, y su sentido del
tiempo es más fluido.
Afirmaciones como las que hacía recientemente Patricia Mische en su
monografía Las mujeres y el poder, muestran a las claras que ha
pasado el tiempo del feminismo militante. En vez de seguir
reclamando un pedazo de la tarta que los hombres han guardado
siempre para sí, decía, «debiéramos intentar crear otra tarta
completamente diferente».
Las cosas humanas no van a mejorar por el
hecho de que el mundo hecho literalmente por los hombres vaya
asimilando cada vez más mujeres en su seno. Es mejor que hombres y
mujeres puedan crear juntos un futuro nuevo. Las mujeres se han
sentido desgarradas entre el miedo a su impotencia, por una parte, y
el miedo a la capacidad de destrucción, por otra:
«Tendemos a
reprimir ambos miedos, el primero porque nos resulta demasiado
doloroso enfrentarnos con nuestra impotencia, y el segundo porque
asociamos el poder con impulsos malignos».
Las mujeres están ahora aprendiendo a usar el poder abiertamente,
afirma, y están poniendo en práctica lo que Rollo May llamaba el
«poder integrador», en vez de seguir adoptando actitudes de
encogimiento o manipulación, como en el pasado.
"El poder integrador reconoce que tanto los hombres como las mujeres
han sido víctimas de la historia, y se han asignado sus papeles
respectivos con un criterio excesivamente estrecho... Es una forma
solícita de poder, una mezcla de poder y de amor.
No es posible siquiera trabajar en favor de la justicia social o de
la paz, ni tratar de superar la alienación y la pobreza, o de
construir un futuro realmente más humanizado, sin que haya una
combinación de amor y de poder. El mismo amor no es posible sin una
dosis de poder o de auto-afirmación. Y el poder sin amor fácilmente
se reduce a manipulación y explotación.
No podemos asumir la contribución de ningún otro en la configuración
en marcha de la historia. Ni puede tampoco ningún otro asumir la
nuestra. Cada uno de nosotros está aquí para algo, cada vida tiene
un sentido y un significado. Ese sentido, sea el que sea, no puede
ser plasmado si abdicamos de nuestros poderes.
Los valores etiquetados como femeninos, la compasión, la
colaboración, la paciencia son los más urgentemente necesarios para
poder alumbrar, alimentar y cuidar una nueva era de la historia
humana".
Lou Harris, de los sondeos Harris de opinión, ha afirmado que las
mujeres aventajan con mucho a los hombres en la preocupación por las
cualidades básicas humanas; están más consagradas a la paz y se
oponen más a las guerras, se preocupan más por los malos tratos
infligidos a los niños, y se sienten más conmovidas por lo que él
llama «el manto de violencia. Por sus dotes de preservación, las
mujeres están jugando un nuevo y formidable papel en la escena
política».
Un cambio en la concepción del liderazgo nos puede permitir juzgar
con otros ojos la asunción de papeles directivos por parte de las
mujeres. Según James MacGregor Burns, solamente un «sesgo machista»
puede hacemos ver el liderazgo como mero ejercicio de mando o de
control, cuando en realidad supone,
«un compromiso y movilización
respecto de una serie de aspiraciones humanas. A medida que
comprendamos mejor la verdadera naturaleza del liderazgo, afirma,
estaremos más dispuestos a aceptar a las mujeres como líderes, y los
hombres acabarán cambiando su propio estilo de liderazgo».
La misma forma de pensar sufrirá una transformación, asegura la
poetisa Adrienne Rich. Las mujeres pueden aportar a la sociedad
precisamente las cualidades que son necesarias para alterar la forma
de vida y dotar al universo de unas relaciones más profundamente
sustentadoras.
«La sexualidad, la política, la inteligencia, el
poder, la maternidad, el trabajo, la comunidad, la intimidad,
evolucionarán hacia nuevos significados. »
La idea de que las mujeres podrían salvar una sociedad al borde de
la quiebra no es nueva. En una época tan temprana como 1890,
Havelock Ellis ya veía acercarse una «invasión» de los puestos
dirigentes por parte de las mujeres, lo que consideraba una fuente
de renovación equiparable a la nueva vida aportada por una oleada de
bárbaros a una civilización exhausta y degenerada. Los esquemas
masculinos de organización social han llegado a un punto muerto,
decía. Las mujeres, con su mayor sensibilidad para las relaciones y
las formas sociales, podrían inventar maneras de superar los
enfrentamientos y conflictos.
«El ascenso de las mujeres hasta
hacerse cargo de la participación que les corresponde en el poder es
un hecho cierto», decía Ellis. «Yo encuentro en ello una fuente
indefectible de esperanza. »
En 1916, el psicólogo de la universidad del Sur de California
George
Stratton, describía la superioridad inherente al cerebro femenino en
orden a percibir de forma global. En un artículo titulado «Feminismo
y Psicología», aparecido en la Century Magazine, expresaba la
esperanza de que las mujeres llegarían a desvanecer las ilusiones
masculinas, una vez hubiesen llegado a ocupar su lugar adecuado en
la sociedad.
Los hombres -afirmaba- tienden a fiarse más de los
engranajes que de lo que tiene carne y hueso. Partiendo de una
generosa admiración por la naturaleza, acaban por sentirse
fascinados por los instrumentos, por los útiles científicos. Fundan
los gobiernos para introducir un orden en la vida, pero acaban
codiciando las funciones del gobierno más que la vida misma.
«El
genio organizador masculino decía Stratton, necesita la sensibilidad
de la mujer para llegar al corazón de las cosas, no sus atributos. »
Recientemente, una psicóloga sugería que podría ser necesario para
la supervivencia humana el convertir en públicas las virtudes
privadas de las mujeres.
«Tal vez el movimiento feminista forma
parte de un proceso evolutivo que puede evitarnos seguir el camino
de los dinosaurios o las aves dodo de las islas Mauricio. »
En todas partes donde la Conspiración de Acuario se encuentra en
marcha, con su lucha en favor de la salud holística, de la ciencia
creativa y de la psicología transpersonal, los efectivos femeninos
son muy superiores a los que se dan en el establishment. Por
ejemplo, una tercera parte de los miembros fundadores de una
organización médica holística eran mujeres, frente al porcentaje
total de mujeres médicos en los Estados Unidos, que es del 8,3%.
En
estas organizaciones, los hombres no sólo se encuentran a gusto con
el hecho de que las mujeres ocupen puestos directivos, sino que
abiertamente fomentan en sí mismos cualidades yin, tales como
capacidad de integración, de empatía, de reconciliación. Aprecian en
las mujeres una mayor sensibilidad para el tiempo y la oportunidad,
para aplicar la intuición a las tareas directivas, y una mayor
capacidad de espetar.
«Si satyagraha ha de ser el modo del futuro,
decía Gandhi, entonces el futuro pertenece a las mujeres. »
El poder del centro radical
Podríamos encuadrar la perspectiva política de la
Conspiración de
Acuario como una especie de Centro Radical. Eso no quiere decir que
sea neutra, ni es tampoco un camino intermedio; es más bien una
visión global de la ruta. Es un punto de observación privilegiado
que permite apreciar las contribuciones valiosas y los errores y
exageraciones sobre cualquier tema, sea o no político, de las
diversas escuelas de pensamiento.
Tal como lo expresaba un editorial de la revista británica The New
Hwnanity:
"No somos derecha ni izquierda, sino lanzados hacia adelante.
The
New Humanity aboga por una nueva especie de política. El arte de
gobernar necesita encontrar un nuevo marco, no una estructura
rígida; y en medio de la inmensa y admirable diversidad, tenemos que
encontrar la unidad.
En este punto de la evolución humana, no hay salida posible de la
situación de jaque mate político global en que nos encontramos, a
menos que aparezca antes, y deprisa, una nueva humanidad con una
nueva psicología. Esta nueva psicología se está desarrollando, está
surgiendo una humanidad nueva".
La mayoría de los movimientos históricos han redactado su testamento
al mismo tiempo que el manifiesto de su presentación. Conocían mejor
aquello a lo que se oponían que lo que ellos mismos eran. Tratando
de adoptar posiciones firmes, desencadenaban un movimiento de
contraofensiva inevitable, que les desorientaba casi enseguida
respecto de su frágil identidad. Rápidamente se sucedían las
metamorfosis y las autotraiciones: pacifistas convertidos en
violentos, abogados de la ley y el orden pisoteando la ley y el
orden, patriotas disminuyendo las libertades, «revoluciones del
pueblo» que engendran nuevas élites, nuevas tendencias artísticas
que se vuelven igual de rígidas que las anteriores, ideales
románticos que conducen al genocidio.
El antropólogo Edward Hall se lamentaba de nuestra incapacidad
cultural para reconciliar e incluir concepciones divergentes en un
mismo marco de referencia. Estamos tan imbuidos del hábito de
categorizar como bueno o malo, como ganar o perder, o como todo o
nada, que continuamos apilando todas nuestras medias verdades en dos
montones: verdades a un lado, mentiras al otro; y lo mismo, marxismo
y capitalismo, ciencia y religión, ficción y realidad, y así
sucesivamente. Según observa Hall, actuamos como si fuera Freud o B.
F. Skinner quien tuviera que tener la razón con respecto al
comportamiento humano, cuando en realidad «ambas teorías funcionan y
ambos tienen razón cuando se les sitúa en la perspectiva adecuada».
Los puntos de vista parciales nos fuerzan a hacer opciones
artificiales, con lo que nuestra vida queda cogida entre ambos
fuegos. ¡Rápido, elija! ¿Prefiere usted que sus políticos sean
hombres compasivos, o que sean hombres fiscalmente responsables?
¿Los médicos deben ser humanos, o eficaces? ¿Se debe mimar a los
niños en los colegios, o se les deben dar azotes?
Las pocas reformas que han tenido éxito en la historia, como por
ejemplo nuestra ya longeva Constitución, hacen la síntesis, mezclan
valores antiguos con otros nuevos. La tensión dinámica fue
incorporada al paradigma democrático en forma de un sistema de
controles y equilibrios. A pesar de sus defectos, este marco ha
demostrado poseer una asombrosa elasticidad.
Muchos de los cerca de doscientos más activos Conspiradores de
Acuario se sintieron muy frustrados a la hora de responder a una
pregunta del cuestionario en que se les pedía que se clasificasen a
sí mismos desde el punto de vista político. Algunos descartaban
todos los apartados, radical, liberal, centrista, conservador,
excusando diversamente su proceder. Unos pocos cruzaban la
clasificación con flechas combinatorias.
Otros ponían notas al
margen:
«Liberal, pero... », «Radical en unos puntos, conservador en
otros»; «Estas categorías no son aplicables»; «Radical, pero no en
sentido ordinario». «Las viejas categorías no valen. »
Uno, un
economista británico de nacimiento, pintaba una clasificación
circular, afirmando que los Estados Unidos guardan en su sistema
político una reserva de flexibilidad.
«Aún no se ha polarizado en
ese estéril eje derecha-izquierda que forma parte de la problemática
británica hoy en día. En los Estados Unidos, las fuerzas son
circulares: grandes compañías, sindicatos, pequeños negocios,
iglesias, ecologistas, etcétera. »
Los políticos del Centro Radical, dejando aparte sus logros o
fracasos, se prestan a ser mal comprendidos y resultan
particularmente vulnerables a los ataques, debido a que no adoptan
posiciones estridentes. Su alto margen de tolerancia a la ambigüedad
y su disposición a cambiar de opinión les dejan al descubierto
frente a acusaciones de arbitrariedad, de inconsistencia, de
inseguridad, o incluso de sinuosidad.
Tradicionalmente nos preocupábamos de identificar a nuestros amigos
y a nuestros enemigos. Los grupos de presión, la realidad política y
los medios de comunicación, al situar el juego entre dos bandos
enfrentados, fuerzan por lo general a los políticos a adoptar
posiciones extremistas. Pero antes de lo que podemos suponer, el
Centro Radical se va a convertir en una opción viable. El número
creciente de movimientos nuevos, con todas sus presiones y
manifestaciones, unido a los grupos de presión tradicionales en
favor de intereses particulares, puede finalmente forzar a los
políticos a buscar un camino intermedio para intentar sortear el
campo minado de la política. Al final, los políticos pueden
encontrarse sin otra elección que la de trascender el dilema del
viejo planteamiento de «esto o lo otro».
El historiador Henry Steele Commager urgía la necesidad de
restablecer el sentido tradicional de los términos «conservador» y
«liberal». Todos podemos intentar salvar cuanto tiene algún valor, y
también todos podemos sentimos libres para introducir innovaciones y
cambios.
«Qué afortunados seríamos si pudiéramos aceptar una vez más
que todos somos republicanos, que todos somos demócratas... todos
somos conservadores, todos somos liberales. »
Willis Harman ha
subrayado que la idea de un yo trascendental, responsable en último
término, es central en toda la teoría del gobierno democrático. A la
luz de estos valores, la nación puede reconciliarse de nuevo.
«Los
conservadores seguirán insistiendo en que conservemos y respetemos
los preceptos nacionales. Los radicales insistirán en que situemos
nuestras vidas a su altura. »
Es difícil, a menudo imposible, implantar una perspectiva política
nueva en un sistema antiguo, entrecruzado de viejas alianzas, deudas
y enemistades, y plagado de intereses que buscan desesperadamente
mantener el statu quo. Los primeros políticos que vayan acercándose
a tientas al Centro Radical, igual que los científicos que hacen
«descubrimientos prematuros», podrán fracasar o ejercer solamente un
influjo muy pequeño. Pero es un comienzo.
A la larga, será el electorado en desarrollo del Centro radical el
que generará un número creciente de candidatos y elegirá a algunos
de ellos para el desempeño de funciones públicas. Este nuevo
electorado prestará su apoyo a aquellos que considere capaces de
crear y conservar al mismo tiempo. Les admirará por negarse a hacer
opciones simplistas. Les animará a fomentar el tipo de crecimiento
que no se puede medir con números ni gráficos. Como adelantaba Burns
en su modelo, los seguidores ayudarán a sus líderes a transformarse,
unos líderes sensibles a la aparición de otras necesidades más
elevadas.
Durante las elecciones presidenciales primarias de 1976, los
comentaristas políticos observaron que tanto Jimmy Carter como
Jerry
Brown se dirigían al electorado considerado como «la protesta del
centro», y que ambos parecían percibir la presencia de una tendencia
inarticulada. En una ocasión, Brown afirmó: «Vamos a caminar al
mismo tiempo a la derecha y a la izquierda»; y el Los Angeles Times
le tildaba a un tiempo de pragmático e imaginativo, llamándole
«nuestro gobernador liberal-moderador-conservador. Desgraciadamente,
la aparente paradoja de las perspectivas tanto de Brown como de
Carter recibió más ataques que apoyo, con lo que ambos acabaron por
recurrir cada vez más a los resortes políticos habituales.
En su estudio sobre nuevos despertares culturales,
William McLoughlin afirmaba que Carter estaba sujeto a demasiadas presiones
contrapuestas como para poder emprender una reestructuración eficaz;
el consenso debe alcanzarse primero al nivel de base.
«Algunos
aspectos de su visión del mundo pueden pertenecer realmente al nuevo
consenso: su estilo informal, reconocer que Estados Unidos debe
refrenar su poderío, su sentido de comunidad humana, su preocupación
por la ecología, su reconocimiento de que "el modo de vida
norteamericano" es algo culturalmente limitado y necesita someterse
al juicio de determinados valores trascendentes. »
Pero nuestros
líderes políticos no han sido nunca profetas de ninguna nueva luz,
considera McLoughlin. «Pueden implantarla, pero no crearla. »
McLoughlin prevé que en cierto momento futuro, no antes de los años
noventa, surgirá un consenso que lanzará al liderazgo político a un
presidente con una plataforma consagrada a una reestructuración
desde la base. Será un reflejo de un nuevo sistema de creencias, con
un mayor respeto por la naturaleza, por los demás, por la artesanía,
y por el éxito medido en términos de amistad y de empatía, y no de
dinero o status.
"La razón por la cual un despertar requiere una o varias
generaciones es porque necesita crecer con los jóvenes; necesita
escapar de los moldes antiguos de cultura. No merece la pena
preguntarse quién es el profeta de ese despertar, ni buscar en la
obra de los ilustrados los nuevos programas ideológicos. El proceso
de revitalización está creciendo en tomo nuestro, en nuestros
propios hijos, que son a la vez más inocentes y más sabios que sus
padres y sus abuelos. Su mundo está aún por renacer".
El compromiso con el Centro Radical no es algo que pertenezca al día
de mañana.
«Autodeterminación»
Como era de esperar, la participación ciudadana en la «política de
transformación» resulta más evidente en California que en cualquier
otro sitio, y hay una serie de parlamentarios que han participado en
conferencias y en redes relacionadas con el tema de la conciencia.
En 1976 una serie de parlamentarios, miembros del Congreso y
ciudadanos diversos se unieron para formar una organización,
«Autodeterminación», de ámbito nacional.
Los fundadores de esta red
«personal/política» invitaban a que otros se les unieran diciendo:
"Autodeterminación propone una alternativa práctica y eficaz frente
al escepticismo: pretende cambiar los mitos más fundamentales en que
se apoya nuestra vida, las ideas que tenemos sobre la naturaleza y
su potencial, como medio para conseguir nuestro propio cambio y el
de la sociedad...
Esta transformación está ya teniendo lugar en Estados Unidos. Hay
muchas personas que han incorporado a sus vidas una visión positiva
del propio ser y de la sociedad. Juzgamos de vital importancia el
darlo a conocer hoy en día públicamente. Estamos desarrollando una
serie de principios de acción social y de cambio institucional
basados en una visión confiada acerca de nuestra realidad y nuestras
posibilidades como personas.
La vida es en gran medida una profecía que se cumple a sí misma. El
individuo que se responsabiliza de su propia autoconciencia y de sus
decisiones se vuelve lúcido, resistente y lleno de energía..."
Las redes no son grupos de presión ni se centran en temas
particulares, sino que promueven la interacción entre personas e
instituciones a fin de «dotarlas de poder». El psicólogo Carl Rogers
afirmaba que «Autodeterminación» es algo significativo,
«tanto si
triunfa como sí fracasa... Ha nacido un tipo de fuerza política
completamente nuevo. Aun en el curso de su proceso, está centrado en
la persona. No tiene al frente a una sola persona, no hay
personalidades... No hay afán de poder».
El nuevo poder se manifiesta por el surgimiento de un nuevo tipo de
persona, «que nunca antes se había dado, excepto tal vez en algunos
escasos individuos». Este fenómeno es nuevo, decía Rogers.
«Hemos
tenido unos cuantos Thoreau, pero nunca cientos de miles de
personas, jóvenes y viejos, dispuestos a obedecer a unas leyes y a
desobedecer a otras fundados en su propio juicio moral personal. »
Este nuevo tipo de gente se niega a ensalzar el orden por amor al
orden. Obran de forma callada, sin alharacas, «abiertamente, pero
sin actitudes desafiantes».
Actúan en grupos pequeños, no
jerarquizados, a fin de humanizar las instituciones desde el
interior. Ignoran las normas que carecen de sentido, haciendo gala
de lo que Rogers llama,
«un sentido aventurero propio de los tiempos
de la reina Isabel, cuando todo era posible... Este tipo de personas
que está surgiendo no están sedientos de poder ni de satisfacciones
personales. Si buscan el poder, es por motivos diferentes a los
puramente egoístas».
Estas no son tendencias que deben asustar a
nadie, antes bien son estimulantes, decía.
«A pesar de las sombras
del presente, puede que la cultura esté al borde de un gran salto
evolutivo-revolucionario. »
John Vasconcellos, parlamentario del estado de California, natural
de San José, fue uno de los instrumentos de la fundación de
«Autodeterminación». Para muchos, no solamente en California sino en
muchos otros sitios, se ha convertido en el representante
prototípico de la nueva figura de político. Aunque él sería el
primero en advertir que no existe tal figura. «La política que
hacemos es lo que somos», ha dicho muchas veces.
La vida de cada
cual fabrica la propia posición política, y todas son diferentes. Vasconcellos ha sido el responsable de un cuerpo impresionante de
leyes en California, que pretenden humanizar la educación y la
medicina, pero él se apresura a resaltar tanto los fallos y
desilusiones como los éxitos de cada sesión legislativa. No hay en
él nada de esa autocomplacencia que uno espera encontrar en los
políticos.
El paradigma que está surgiendo en relación con el poder
y la política, resulta evidente en estas afirmaciones públicas de Vasconcellos:
“Podríamos cambiar mañana a todos los líderes políticos, y todas las
normas e instituciones, pero si nosotros mismos no cambiamos, si
seguimos llevando todos nuestros miedos, negaciones y
autorepresiones en nuestros cuerpos y en nuestras mentes, nuestras
vidas no serán diferentes.
El gobierno somos nosotros, y es tal como nosotros escogemos que
sea. Elegimos a los dirigentes que nos parecen más cercanos a
nuestros propios puntos de vista. Necesitamos preocuparnos de que
nuestras instituciones, incluido el gobierno, estén ocupadas por
quienes comparten nuestra lucha, nuestras ideas sobre la
transformación humana".
Hace doscientos años, el tema político principal en Estados Unidos
era la libertad de todo vínculo político, de ser poseídos como
nación por otra nación. Un siglo más tarde, la Guerra Civil luchó en
favor de la libertad de todo vínculo físico.
«En los últimos quince
anos hemos presenciado un tercer tipo de revolución: la liberación
del propio cuerpo, de la propia mente, de los propios sentimientos.
Hay millones de personas, al pie de la letra, que dicen: "Quiero ser
quien soy, y quiero estar entero". »
A juicio de Vasconcellos, la que en un tiempo fue mayoría silenciosa
ha aprendido algunas lecciones sobre el poder en las revueltas
estudiantiles de los años sesenta:
"La verdadera acción política revolucionaria consiste en capacitar a
alguien para que vea algo que antes no podía ver.
Hay un gran movimiento en marcha. Creo que es imparable. Cuando
sumamos a todos aquellos que en este país están intentando volverse
más conscientes e íntegros, nos damos cuenta que hay millones de
personas implicadas en esta nueva revolución. Y sin embargo, aún no
ha aparecido una afirmación o una teoría lo suficientemente clara
como para permitirnos comprender la importancia de este
acontecimiento, y ayudarle en su camino".
En un seminario sobre salud holística,
Vasconcellos incitó a los
participantes a bajar en masa hasta Sacramento.
«No vamos a seguir
regalando nuestro poder», decía. «Nos movemos desde la mística y la
experiencia. »
Como prueba evidente de la existencia de conciencia
en el Capitolio, citaba las líneas maestras de la nueva política
educativa estatal, con su insistencia en el carácter único y en la
potencialidad de cada niño, y en la importancia de la autoconciencia
y la propia estimación.
El estado ha financiado investigaciones
sobre los diferentes modos perceptivos de los hemisferios cerebrales
derecho e izquierdo y su relación con la educación, proyectos piloto
para humanizar el desempeño del puesto de trabajo, y estudios sobre
la viabilidad de residencias hospitalarias (centros humanos para el
cuidado de enfermos terminales). Vasconcellos trajo a Sacramento al
obstetra Frederick Leboyer, autor de Nacimiento sin violencia, a fin
de ponerlo en contacto con los parlamentarios y urgir a éstos la
necesidad de estudiar la introducción en el estado de unos métodos
más adecuados de alumbramiento.
Expuso también a Brown y a David
Saxon, presidente de la Universidad de California, la necesidad de
organizar una serie de seminarios en los nueve diferentes recintos
de la universidad, para dirigir de algún modo la transformación de
las ideas acerca del cuidado de la salud, el envejecimiento, la
educación, la muerte, el nacimiento, y otros temas.
A requerimiento de Brown, interesado en saber algo más sobre la
medicina holística, Vasconcellos se las compuso para ponerle en
contacto con un grupo con el que poder hablar sobre el nuevo
paradigma médico. Una docena de personas hablaron con Brown en su
propio apartamento sobre las posibilidades del nuevo paradigma hasta
altas horas de la madrugada.
Más tarde, Brown distribuyó las
invitaciones formales para un symposium estatal sobre las nuevas
concepciones acerca de la medicina, que el propio Vasconcellos ayudó
a organizar. La invitación al symposium, convocado bajo el título «
¿Quién es responsable del cuidado de la salud?», reflejaba la
necesidad de desconcentrar el poder acumulado por instituciones
paternalistas y devolverlo a la comunidad:
"Necesitamos crear nuevos y mejores lugares de encuentro a fin de
trabajar en estas cuestiones de vital importancia, foros
interdisciplinarios en los que políticos, directores de fundaciones,
representantes de asociaciones profesionales relacionadas con la
salud, investigadores universitarios, filósofos, educadores,
planificadores, burócratas y humanistas, puedan razonar en común y
trabajar por hacer surgir, en medio de acuerdos y desacuerdos, una
nueva política sanitaria más directamente relacionada con los
valores y necesidades sociales cambiantes en la actualidad".
Vasconcellos fue el principal autor de un proyecto de ley que en
1979 propuso la creación de la Comisión Californiana para el Control
del Crimen y la Prevención de la Violencia, encargada de estudiar y
analizar las investigaciones relativas a las causas de la salud
mental.
La conspiración dentro del gobierno
En toda burocracia, en cada rincón de cualquier gobierno, los seres
humanos conspiran en favor del cambio. Un conspirador de Acuario
perteneciente al gabinete ministerial del gobierno de los Estados
Unidos ha organizado talleres de desarrollo humano para los miembros
del staff, a fin de promover el cambio en su propio ministerio.
Decía:
«Si se quiere cambiar a las burocracias, primero hay que
cambiar a los burócratas».
En abril de 1979, se reunieron representantes de los ministerios de
Comercio, Energía e Interior de los Estados Unidos con directivos de
la Asociación de Psicología Humanística para hablar de las
implicaciones del cambio de valores y de los proyectos de cambio
social, encuentro que fue alabado por el Washington Post como un
esfuerzo de los burócratas por ensanchar su campo de visión.
Después de todo, el gobierno no es «ellos». En toda burocracia, hay
muchos individuos con las alforjas repletas de ideas creativas y
nuevos paradigmas, que sólo aguardan una administración responsable
o el momento oportuno para llevarlas a la práctica. Un viejo
funcionario del Instituto Nacional de Salud Mental decía: «Hay
muchos de nosotros en la brecha». Se refería a una coalición
informal de conspiradores pertenecientes a diversas instituciones y
a equipos de miembros del Congreso. Dentro del Ministerio de
Educación, Salud y Bienestar, los innovadores han creado grupos
críticos informales que comparten sus estrategias de inoculación de
las nuevas ideas en el sistema, venciendo su resistencia, y se
prestan mutuo apoyo moral.
Ideas que de otra forma serían consideradas «impensables» pueden,
por el simple hecho de encajar en un programa de financiación
federal, obtener el reconocimiento oficial. La máquina
subvencionadora estatal crea las modas en ciertos campos de
investigación. Los conspiradores-burócratas tratan de fomentar aquí
y allá ese aura de legitimidad. El gobierno representa una fuente
incalculablemente amplia de energía: personal, dinero, autoridad. La
práctica del aikido político, la fuerza resultante de convertir la
energía potencial del adversario en un elemento en beneficio propio,
se extiende al uso de los fondos públicos, inclusive subvenciones
militares, para investigaciones de orientación humanística y el
desarrollo de proyectos piloto. Hay diversas estrategias para
conseguir ese tipo de financiación.
Unas veces se propone una
alternativa atrayente, como puede ser un sistema de tratamiento
médico más eficaz o más económico. A menudo el proyecto es
formalmente ortodoxo, pero el diseño de la investigación incorpora
discretamente aspectos atrevidos. Otras veces, al inicio del
proyecto figura un funcionario conspirador simpatizante, que indica
la forma cómo debe venir redactada la propuesta y qué es lo que
cuenta con probabilidades de ser aprobado. En ocasiones, algún
político, conspirador también él mismo, ejerce suavemente alguna
presión para que la institución financie los programas propuestos.
Ha habido proyectos de investigación sobre meditación, biofeedback,
fenómenos psíquicos y medicinas alternativas que se han financiado
con fondos del Ministerio de Defensa. Un proyecto iniciado por Jay
Matteson, consejero civil de la Armada de los Estados Unidos, es un
ejemplo del uso sutil que puede llegar a hacerse de la energía y de
la autoridad del gobierno. Su iniciativa venía precedida por un
proyecto anterior que aparentemente había sido un fracaso.
Varios
años antes, el almirante Elmo Zumwalt, jefe de las operaciones
navales de los Estados Unidos en aquella época, había propuesto un
programa de «objetivos humanos» que se topó con una considerable
resistencia por parte de los más antiguos en el servicio. En 1975,
se propuso un programa semejante, rebautizado como Formación de
Administradores y Directivos. Entre los asistentes figuraron los
almirantes y el jefe del servicio de educación y formación naval, y
todos respaldaron la idea de que los jefes de las diversas compañías
recibieran instrucción en el campo del comportamiento humano. En
aquel momento, estaba en curso además un procedimiento disciplinario
por supuestos malos tratos encubiertos a los reclutas.
En forma de un contrato sobre aprovechamiento de los recursos
humanos autorizado por la Armada en San Diego, Jay Matteson
intervino en la organización de un curso adecuado al objetivo
pretendido. Matteson era consciente de que jamás podría conseguir
introducir la enseñanza de la meditación en la Armada. Sabía que era
también muy improbable conseguir que se aprobara la enseñanza de la
técnica de «respuesta de relajación», adaptada de la Meditación
Trascendental por el profesor de Harvard Herbert Benson. Después de
todo, ¿a quién podía interesarle un militar relajado?
Pero él estaba
convencido de que esta técnica era el medio más efectivo para
despertar la sensibilidad al comportamiento humano que la Armada
quería tuvieran sus oficiales y la conciencia de sus derechos que
pretendía inspirar en los reclutas. Matteson consiguió la aprobación
de su curso con el título «Métodos dinámicos de enfrentamiento a las
situaciones».
La distribución del tiempo era perfecta. El curso lo impartía con él
otro especialista, y ambos trajeron también un entrenador de
natación de Florida que habla usado esa técnica en el entrenamiento
de un equipo universitario. La técnica meditativa, eliminada toda
ideología, fue un éxito. Los informes de los jefes de la compañía
fueron tan favorables, que el material empleado fue incorporado a
unos manuales de instrucción escritos por Matteson y sus colegas.
Desde entonces, el uso de estos manuales se ha extendido por todos
los sectores militares.
Ante el valor comprobado de las técnicas
meditativas en la prevención y tratamiento del abuso de drogas,
todos los programas básicos de formación deben hoy en día mencionar
necesariamente a la relajación y la meditación como alternativas al
uso de drogas. Todos los instructores tienen hoy acceso a cintas de
video que enseñan el uso de la técnica de relajación. Matteson
afirmó más tarde que la puntuación asignada a la aceptación de la
meditación habla quedado por debajo de la real correspondiente,
debido al creciente porcentaje de reclutas que llegaban ya
familiarizados con la técnica.
"Al finalizar los programas, se observan cambios. Todo recluta
recibe hoy en día veintidós horas de formación en aprovechamiento de
recursos humanos, incluidas clases prácticas... La dinámica de
grupos permite expresar libremente los sentimientos. Los reclutas
pueden decir ahora qué es lo que no les gusta de la Armada.
También reciben un curso sobre «derechos y responsabilidades», en
que les enseñan técnicas de resolución de problemas, de
generalización, y otras semejantes. La Armada esta dispuesta a
dedicar a ello más tiempo, con tal de desarrollar en ellos una serie
de habilidades que les permita pensar por sí mismos en vez de actuar
como robots. A medida que se avanzaba en el desarrollo de tales
habilidades, hubo más gente a niveles mas elevados que comenzaron a
querer participar en el programa.
Se les enseña a los reclutas la existencia de la Cédula de
Reclamación Especial, un formulario de protesta, y se les recuerda
que sus superiores tienen obligación de cursar sus quejas a la
superioridad. De esa forma, el recluta descubre que tiene poder".
Es una forma de usar el poder para conferirlo a los demás.
El economista Stahrl Edmunds proponía en un artículo aparecido en
The Futurist una serie de posibles escenarios para el futuro
económico de los Estados Unidos, apuntando los resultados que
probablemente se derivarían en el caso de seguir las pautas de otros
diversos gobiernos como el de los romanos, los griegos, las
sociedades medievales, las democracias industriales, el capitalismo
sovietizado (esfuerzo del gobierno por controlar la economía por
medio del gasto y los impuestos y ofreciendo finalmente «una obra
original norteamericana», como alternativa más esperanzadora
iluminada por los errores del pasado.
En este último escenario, el presidente norteamericano de los años
noventa (antiguo miembro del movimiento juvenil de los años sesenta)
defiende la ratificación de las nueve enmiendas a la
Constitución:
"Estas enmiendas contienen dos grandes méritos que las recomiendan
por sí mismas: la facilidad del cambio y la desconcentración del
poder. Como presidente que ha tenido a su disposición ingentes
cantidades de poder, puedo deciros que la tentación de retener el
poder es muy grande. Pero la oportunidad de recuperar la autoridad
sobre vuestras propias vidas se presenta rara vez en la historia.
Así pues, aprovecharía, amigos míos, cogedla tal como se os
presenta, a pesar de todas vuestras reservas, no sea que la
oportunidad se os escape para siempre".
En 1930, el partido del Congreso de la India desafió al protectorado
británico, alzando la bandera de la independencia. Según crecía la
tensión por todo el país, todo el mundo miraba a Gandhi esperando
que lanzara una nueva campaña. Eknath Easwaran lo narra en las
conmovedoras memorias que publicó con el título Gandhi, el hombre:
"Finalmente, después de semanas de deliberación, Gandhi encuentra la
respuesta en un sueño. Era algo asombrosamente simple. El gobierno
había dictado una ley que prohibía a los indios fabricar su propia
sal, convirtiéndolos en dependientes del monopolio británico sobre
este artículo, vitalmente necesario en un país tropical.
Para Gandhi, éste era un símbolo perfecto de explotación colonial. Se
propuso hacer una marcha con setenta y ocho de sus más fieles
seguidores hasta la ciudad costera de Dandi, distante unas
doscientas cuarenta millas, en la que podía cogerse libremente sal
marina sobre la arena. Cuando él diera la señal, todo el mundo en la
India había de actuar como si nunca se hubiesen aprobado las leyes
sobre la sal en forma alguna.
...Fue una marcha épica, ribeteada por la atención del mundo entero
centrada en cada etapa del camino... A su llegada a Dandi,
veinticuatro días más tarde, su ejército no-violento se había
elevado a varios millares de personas.
A lo largo de la noche de su llegada, Gandhi y sus seguidores
rezaron para encontrar fuerzas conque poder resistirse a la
violencia que fácilmente podría deslizarse en una multitud tan
amplia. Luego, al amanecer, se acercaron calladamente hasta la
orilla, y Gandhi, ante los miles de ojos que observaban cada uno de
sus gestos, se inclinó y tomó entre sus dedos una pizca de sal de la
arena.
La respuesta fue inmediata. A todo lo largo de las costas de la
India, inmensas multitudes de hombres, mujeres y niños corrieron al
mar para coger sal, desobedeciendo directamente las leyes
británicas. Esta sal era luego ofrecida de contrabando en las
ciudades a precios bajísimos, a quienes no tenían otro medio de
contravenir las leyes que comprarla. Todo el país supo que se había
sacudido las cadenas, y a pesar de la brutalidad de la represión
policial, la atmósfera era de júbilo nacional".
Nadie puede garantizar a nadie su libertad. El acto de
Gandhi, por
simbólico e inspirador que fuese, sólo liberó a quienes tuvieron el
valor de pasar a la acción por cuenta propia.
Lo mismo que la sal de las playas de la India, nuestro poder está
ahí, al alcance de nuestra mano. Es libre, pertenece a la
naturaleza. Con el gesto más simple, podemos reclamarlo. En la
medida en que las normas y los precedentes estrangulen nuestra
capacidad de llegar a ser nosotros mismos de forma total, cada uno
de nosotros debe cometer su propio acto de desobediencia civil.
Platón decía en algún lugar que la raza humana no podrá descansar de
sus males hasta que los filósofos sean reyes o los reyes sean
filósofos. Tal vez hay otra alternativa: el número creciente de
gente que está asumiendo la dirección de sus propias vidas. Se están
convirtiendo en su propio poder central. Como dice un proverbio
escandinavo:
«En cada uno de nosotros hay un rey. Háblale y
aparecerá».
La nueva política surge de la nueva visión del mundo; nuevas
relaciones de poder entre las personas, entre los ciudadanos y entre
los individuos. Vamos cambiando a medida que vamos descubriendo lo
que es real, lo que es justo, lo que es posible. Este es el «cambio
de mentalidad» que hace tanto tiempo que esperábamos. «Comienza
aquí, ahora, contigo mismo», decía John Platt en Step o Man.
«Comienza aquí, en este lugar del entramado humano. No necesitas ser
rico, ni influyente, ni brillante; aun los pescadores pueden volver
el mundo del revés. Si ellos pueden, tú puedes... Todas las
posibilidades evolutivas del futuro se contienen en el mundo en este
instante. »
Individuos y grupos están traduciendo en acción sus descubrimientos
interiores. En 1977 el premio Nobel de la Paz se concedió «a los
hombres y mujeres corrientes»: al movimiento Gente de Paz de Irlanda
del Norte y a Amnistía Internacional.
«Nuestro mundo está corriendo
hacia el desastre, decía Mairead Corrigan, de Gente de Paz, pero no
es demasiado tarde para comprobar el poder del amor... »
De
California llegan noticias de nuevos grupos interesados en política:
-
por ejemplo Groundswell, «asociación de gente procedente sobre todo
del movimiento de desarrollo de la conciencia, que sienten que ha
llegado la hora de unir fuerzas... para generar una acción social»
-
los miembros de un grupo de Sacramento se describen a sí mismos como
«burócratas y académicos que quieren unirse a la red política transpersonal de California» en la tarea de dar una nueva redacción
a la constitución de ese Estado
-
otro grupo llamado Caucus de la
Nueva Era 9 reclama «un gobierno descentralizado y responsable».
Activistas en solitario y reformistas francotiradores distribuidos
por todo el país, tras haber descubierto su capacidad de investigar,
de publicar, de reclamar y de entablar demanda judicial, aparecen en
los noticieros vespertinos o en los periódicos dominicales. Los
tribunales y parlamentos de todo el país subvierten las normas
«paternalistas» de otros tiempos: la gente moribunda tiene derecho a
morir, tienen derecho a que se les administren medicamentos letales;
los diabéticos y las personas sujetas a dieta pueden obtener
edulcorantes artificiales; y uno no tiene que abrocharse el cinturón
de seguridad si no desea hacerlo.
El obligarle a uno a hacer cosas
en su propio beneficio, ya no es como era antes.
«La nueva política, caso de haberla, trasciende enteramente todas
las viejas etiquetas», dice un conspirador de Acuario, co-fundador
de una red dedicada a la prevención de la salud y de un centro de
tratamiento de jóvenes con trastornos de comportamiento. «Es una
perspectiva espiritual-biopsico-social, que tiene importantes
implicaciones. »
Política espiritual, corporal, mental, social... La nueva conciencia
política tiene poco que ver con partidos o ideologías. Sus elementos
no vienen dados en bloques. Si la persona no otorga su poder, éste
no puede ser usado en su nombre. El viejo slogan El poder para el
pueblo se convierte en una sorprendente realidad no por obra de
ninguna protesta ni revolución, sino en virtud de la propia
autonomía. Uno tras otro, tras otro.
1. En inglés se usa también la palabra power (poder) como sinónimo
de energía o corriente eléctrica. (N. del T.)
2. Los ocho senderos son: Recta Creencia, Recta Intención, Recto
Discurso, Recta Acción, Recta Subsistencia, Recto Empeño, Recta
Atención y Recta Concentración.
3. Las federaciones de grupos antinucleares han adaptado las ideas
de Gandhi a su propia causa. Quienes desean formar parte de sus
manifestaciones deben pasar por un seminario de un fin de semana de
entrenamiento en acción política no violenta, y luego son asignados
a pequeños «grupos afines». Estos grupos, que se componen
normalmente de cinco hombres y cinco mujeres, pueden crear
libremente su propia forma de protesta dentro del movimiento de
manifestación más amplio.
La satyagraha supone estar abiertos a la verdad en cualquier forma
que ésta pueda aparecer. Un folleto de la Alianza para la
Supervivencia señala que «la verdad y el sentido de la justicia
residen en cada persona. Nosotros no somos la encarnación del bien
en tanto que los directivos de las compañías de gas y la
electricidad son la encarnación del mal. En nosotros hay injusticia,
y en ellos también hay justicia».
Toda acción debe estar libre de cualquier intento de humillar,
injuriar o subyugar, advierte el panfleto.
"Ese tipo de acciones sólo sirven para endurecer las posiciones y
justificar la de quienes se oponen a la nuestra. Esa es la razón por
la que los no violentos aceptan sufrir y ser tratados con dureza. Al
obrar así, abrimos e corazón del adversario y removemos la
conciencia de los indiferentes". El objetivo más que ganar es luchar
contra la energía nuclear. «Nuestro objetivo debe ser la completa
revolución cultural. Debemos pues tener cuidado de no sacrificar lo
que creemos puede ayudar a paralizar la energía nuclear. El espíritu
de la no-violencia debe reflejarse en folletos, entrevistas, en el
tono y lenguaje de las publicaciones, en las relaciones con altos
cargos, en el curso de reuniones, en las relaciones interpersonales.
«Cualquier señal de desconfianza o de desprecio debilita nuestro
propósito. El saludo con el puño cerrado, los cantos obscenos o casi
obscenos, o las diatribas retóricas en contra del gobierno: ¿acaso
todos estos no son más que signos de nuestra propia frustración e
impotencia? Los que son fuertes de corazón no tienen necesidad de
otra cosa más que del amor. »
4. The Chicago Eight designa a ocho de los principales activistas de
los años sesenta que fueron procesados y juzgados de forma resonante
en esa ciudad (N. del T.)
5. El Peace Corps y VISTA surgieron a iniciativa de la
Administración Demócrata americana, bajo la presidencia de Kennedy y
Johnson respectivamente, como instituciones de ayuda civil de
carácter oficial.
El Peace Corps, de ámbito internacional, pretendía ofrecer ayuda
profesional fundamentalmente técnica a los países en vías de
desarrollo; y VISTA era una organización paralela, pero orientada a
la ayuda a las minorías marginadas del interior del propio país.
Ambas organizaciones supusieron durante algún tiempo una ilusión y
un atractivo para la nueva juventud que estaba despuntando en
Estados Unidos. Ambas han seguido existiendo después, pero ya
desprovistas de ese halo que rodeó su nacimiento. (N. del T.)
6. En el original, the SPIN has a spin-off. Juego de palabras,
intraducible como tal. (N. del T.)
7. Según Hine, la Sociedad de Naciones y las Naciones Unidas «han
fracasado porque fueron construidas de acuerdo con el mismo modelo
de organización social que estaban llamadas a supervisar: el
estado-nación«. Sus creadores fueron incapaces de saltar por encima
del prejuicio cultural de que toda organización debe ser
burocrática. Los antropólogos han detectado un paralelismo entre las
redes al servicio de la transformación social y el entramado
supranacional de grandes compañías que está surgiendo. Otro
antropólogo, Alvin Wolf, había expresado la opinión de que esta
nueva red económica trasciende a las naciones-estado. No sin ironía,
podría resultar más útil para eliminar la guerra que todos los
esfuerzos directos por conservar la paz realizados en la historia.
8. Los cuáqueros, o «Sociedad de Amigos», derivan su nombre de la
palabra inglesa quake, sacudir, temblar. Llegaron a América en el
siglo diecisiete, acaudillados por el ex almirante inglés William
Penn, a quien el propio rey habla cedido un territorio en América,
la actual Pennsylvania, "el bosque de Penn" en pago de deudas de la
Corona frente al propio Penn y su familia. Así lo habla solicitado
Penn, con la idea de emigrar allí con toda la comunidad cuáquera y
cuantos hombres libres quisieran acompañarles, con la sola condición
de «practicar su propia religión». La comunidad cuáquera es
esencialmente antijerárquica y muy respetuosa individualmente en lo
espiritual. Sus únicos rituales son las «reuniones de amigos», y su
único principio, el silencio, a la escucha de la manifestación de la
«luz interior», del Espíritu, podríamos decir, en forma de rapto,
con temblores y sacudidas corporales (de aquí el nombre),
exclamaciones, etc. Esta actitud de escucha interior y sus
manifestaciones energéticas son muy similares a las que tienen lugar
en algunas de las modernas psicotécnicas, o «terapias», como
bioenergética, meditación dinámica, etc. (N. del T.)
9. Caucus: nombre que reciben en EE.UU. las asambleas de los
dirigentes y miembros de los partidos políticos, en las que deciden
las tácticas a seguir con vistas a las elecciones. (N. del T.)
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