VIII. CURARSE A SÍ MISMO
Salud perfecta y despertar son una misma cosa.
THARTANG TULKU
Algo que estábamos disimulando nos había hecho débiles.
Hasta que descubrimos que éramos nosotros mismos. ROBERT FROST
La esperanza de una auténtica transformación social no necesita
apoyarse en evidencias puramente circunstanciales. Hay un campo de
primerísima importancia, el cuidado de la salud, que ha comenzado ya
a experimentar un cambio drástico. La inminente transformación de la
medicina en un escaparate en que puede verse reflejada la
transformación de todas nuestras restantes instituciones.
Aquí puede observarse lo que sucede cuando los consumidores
comienzan a cuestionar la legitimidad de una institución
autoritaria. Vemos surgir individuos que cuidan por sí mismos de su
salud, vemos transformarse la profesión partiendo de sus primeras
figuras, el influjo de los nuevos modelos científicos, y el modo
cómo el cambio se extiende a amplia escala geográfica por obra de
las redes descentralizadas.
Podemos también apreciar aquí la fuerza de una minoría mentalizada
para acelerar el cambio de paradigma, el poder de los medios de
información y de las comunicaciones informales para modificar la
imagen y las expectativas que tenemos con respecto a la salud, la
mayor eficacia del «aikido político» frente al enfrentamiento y la
retórica, la utilización de fuentes de poder antes inexplotadas, el
potencial de las psico-técnicas, y un nuevo aprecio por la
intuición, los lazos humanos y la escucha interior.
La autonomía, tan evidente en los movimientos sociales, está también
golpeando duramente a las viejas concepciones sobre la medicina. La
búsqueda de sí mismo se ha convertido en una búsqueda de la salud,
de la totalidad: en una búsqueda de ese depósito de sabiduría y
salud mental que hasta ahora parecía escapar del alcance de nuestra
conciencia. Si aprendemos a responder al mensaje oculto en el dolor
y en la enfermedad, la necesidad de adaptación, podemos alcanzar un
nuevo nivel de bienestar.
A pesar de su bien ganada fama de conservadurismo, la medicina
occidental está experimentando una revitalización sorprendente.
Pacientes y profesionales están comenzando a buscar el contexto de
la enfermedad más allá de los síntomas: en las tensiones, en la
sociedad, en la familia, en la dieta alimenticia, los ciclos
biológicos, las emociones. Así como el surgimiento de un nuevo
electorado con unas líneas definidas provoca una nueva política, así
también las nuevas necesidades de los pacientes pueden hacer cambiar
el ejercicio de la medicina.
Los hospitales, en otro tiempo
bastiones de una estéril eficacia, se esfuerzan hoy en día por
rodear de un entorno más humano el nacimiento y el fallecimiento de
las personas, y tratan de flexibilizar más sus reglamentos. Las
escuelas de medicina, agarrotadas en un frío academicismo desde
tiempo atrás, están tratando de atraer a estudiantes más creativos y
preocupados por la gente. Empujados por una auténtica avalancha de
investigaciones sobre la psicología de la enfermedad, quienes en
otro tiempo identificaban el ejercicio de la medicina con la
separación entre el cuerpo y la mente, intentan hoy recomponer su
unidad por todos los medios.
Nadie podía pensar lo vulnerable que era el antiguo sistema médico.
En unos pocos años, sin que haya habido que disparar un solo tiro,
el concepto de salud holística ha sido reconocido oficialmente por
programas estatales y federales, ha recibido el respaldo de los
políticos, ha sido recomendado y garantizado por las compañías de
seguros, aceptado en cuanto a su terminología (si no siempre en la
práctica) por muchos médicos, y adoptado por los estudiantes de
medicina en general. La gente aspira a una «salud holística», han
surgido multitud de nuevos complejos sanitarios que la ofrecen, y
muchos grupos de médicos buscan personas que sepan exponer sus
principios.
La medicina norteamericana, tras tornarse el pulso a sí misma, ha
proclamado su propia necesidad de reforma, la necesidad de
preocuparse por los valores, la ética y las relaciones humanas. La
mayoría de los médicos, por ejemplo, han adquirido poca o ninguna
preparación para enfrentarse al hecho de la muerte, no sólo para
saber aconsejar a los pacientes y a sus familiares, sino para saber
manejar sus propios sentimientos de miedo y de fracaso.
Cada vez aparecen más artículos sobre el contexto humano de la
medicina en las publicaciones médicas profesionales. Un antiguo
editor del Journal of the American Medical Association describía su
propia manera de recurrir al tacto físico con los pacientes,
dándoles una palmadita en la espalda o un caluroso apretón de manos.
Decía que los médicos modernos saben tal vez escuchar los diferentes
órganos de la gente mejor que los mejores médicos de otros tiempos,
pero éstos sabían escuchar mejor a la gente.
«Me sospecho que
nuestra sensibilidad diagnóstica sufrió algún tipo de atrofia el día
que sustituimos la observación subjetiva por los datos objetivos de
laboratorio. »
Un editorial de otra publicación médica expresaba su
interés por esa serie de «conocimientos imponderables» que deben
poseer los nuevos doctores: la capacidad de reconocer los aspectos
psicológicos, sociales y espirituales de la enfermedad.
La medicina yo-tú
Parece que hemos atravesado un período de asepsia en la «ciencia»
médica, y que ahora estamos recobrando su lado cordial. Los mismos
médicos hablan y escriben de la dimensión perdida en el arte de
curar. Un editorial aparecido en la revista American Medical News
ponía de relieve la crisis de las relaciones humanas en la medicina:
"La compasión y la intuición han quedado eliminadas... Los médicos
deben reconocer que la medicina no es su propio campo acotado, sino
que todo el mundo tiene en él un puesto vital... Va a ser necesaria
una gran amplitud de visión por parte de la clase médica para
corregir uno de sus mayores fallos: la sensación que dan a los
pacientes de no corresponder a su amor".
Un artículo publicado en una revista para dentistas citaba a
Teilhard:
«El amor es el aspecto interno, emocionalmente aprehensivo
de la afinidad que atrae y une entre sí a los elementos de este
mundo... El amor es, realmente, el autor de la síntesis universal».
En Modern Medicine, un doctor constataba amargamente, hablando de la
omisión de todo contacto manual, que quienes regentan un bar hacen
sentirse mejor a sus clientes, «en tanto que nosotros los médicos
les hacemos sentirse peor». Se ha dejado el calor y la dulzura para
otros terapeutas, muchos de ellos ajenos al campo de la medicina
propiamente tal.
«Los médicos se han quedado reducidos a sus
cuestionarios diagnósticos y a sus recetas, con los que su 'arte' se
ha ido haciendo cada vez más automático, científico,
profesionalizado e impersonal. »
Un cirujano hace una aguda descripción de la visita del médico del
Dalai Lama a un hospital norteamericano. El médico tibetano tomó el
pulso a un paciente para efectuar su diagnóstico:
"Durante la media hora siguiente permaneció así, como un pájaro
exótico con sus alas doradas plegadas, suspendido sobre el paciente,
sintiendo bajo sus dedos el pulso de la mujer, acunando suavemente
su mano con la suya. Toda la energía de este hombre parecía estar
concentrada con ese único objeto... Y yo sé que yo mismo, que he
cogido el pulso cientos de miles de veces, no lo he sentido ni una
sola vez".
El tibetano, añade, diagnosticó con toda precisión un tipo
específico de malformación congénita cardíaca sin otra base que
haber cogido el pulso.
William Steiger, jefe del departamento de medicina general de un
hospital de Virginia, definía la empatía, ante un grupo de médicos,
como la relación yo-tú de la que habla Martin Buher, y los exámenes
y pruebas objetivos, por necesarios que sean, como una relación
yo-ello. Steiger citaba la afirmación de Buber de que «todo
conocimiento es una autopsia practicada sobre el cadáver de la
realidad viva». Cuando contamos algo, se nos escapa.
«El yo-ello es
un monólogo, el yo-tú es un diálogo. Ambos son complementarios. »
Ante la persistencia de un problema médico, normalmente el médico
insiste en el yo-ello, pidiendo nuevas pruebas de laboratorio,
cuando lo que realmente se necesita en ese momento es una
comprensión humana más profunda, más yo-tú.
«La actitud terapéutica debería ser: "¿De qué forma puedo ayudar?".
Debiéramos ofrecer nuestro auxilio y nuestro calor antes de
prescribir receta alguna. »
La crisis de la atención médica
Un cambio tan rápido no habría podido desencadenarse basándose en
tacto ni por efecto de conspiración alguna, de no haber estado la
medicina hundida en la crisis por todos lados: crisis económica,
crisis de resultados, crisis de credibilidad.
A modo de envoltura de papel de plata de un regalo decepcionante, la
brillante tecnología médica ha conseguido espléndidos resultados en
el tratamiento de determinados problemas agudos, como es el caso de
las vacunas y ciertos procedimientos quirúrgicos sofisticados, pero
su fracaso en el tratamiento de las enfermedades crónicas y
degenerativas ha inducido a los propios médicos y al público en
general a mirar en otras direcciones.
La medicina se ha enajenado nuestra simpatía a causa de lo elevado
de sus costes, que escapan a las posibilidades de todos cuantos no
son ricos o están debidamente asegurados; a causa también de su
especialización, de la frialdad cuantificadora de sus enfoques, que
dejan de lado los aspectos humanos, y a causa de la desesperación de
haber tenido que gastar grandes sumas de dinero sin haber por ello
recobrado la salud.
La atención médica (incluyendo los seguros médicos) es hoy en día la
tercera industria en volumen de negocios en los Estados Unidos; los
costes médicos rondan el 9 por ciento del producto nacional bruto.
Los presupuestos federales dedicados al cuidado de la salud superan
los cincuenta mil millones de dólares. Hay hospitales, cercanos uno
del otro, que duplican innecesariamente equipamientos costosísimos,
los médicos suelen ordenar sin necesidad pruebas de laboratorio para
precaverse de toda posible reclamación judicial por negligencia en
el desempeño de su función («medicina defensiva»). Incluso una
simple consulta supone para cualquier persona con ingresos medios un
gasto considerable. Los costos incontrolados, especialmente gastos
hospitalarios, han hecho legalmente inviable toda especie de
planificación sanitaria en el ámbito nacional.
Incluso aquellos para quienes el costo no representa un problema,
puede ser que no estén comprando otra cosa que fracasos
tecnológicos. Un estudio realizado en Gran Bretaña sobre trescientos
cincuenta pacientes de enfermedades coronarias elegidos al azar, por
ejemplo, llegó a la conclusión de que la tasa de mortalidad de
quienes son internados en unidades de vigilancia intensiva era
superior a la de quienes seguían su convalecencia en su propia casa.
Hace poco, un portavoz federal se refería a la así llamada guerra
contra el cáncer, considerándola como un «Vietnam médico». Ni los
miles de millones gastados, ni las ofensivas tecnológicas han
conseguido gran cosa.
La tasa de mortalidad no ha cambiado
significativamente en los últimos veinticinco años en los tipos de
cáncer más extendidos, a pesar de los avances en educación pública,
de los nuevos medicamentos, y de las nuevas técnicas de radioterapia
y quirúrgicas más perfeccionadas que han aparecido. Se estima que no
menos de un millón de las admisiones hospitalarias anuales se deben
a algún tipo de reacción a la medicación, y que las enfermedades
debidas a efectos secundarios de los tratamientos prescritos vienen
a suponer un costo suplementario aproximado de unos ocho mil
millones de dólares, que hay que añadir a la factura sanitaria total
del país.
Surgen nuevas y brillantes técnicas quirúrgicas, que son aceptadas
como si fueran modas intelectuales. Millares de personas se han
sometido a operaciones de empalme de las vías coronarias, antes de
que otros estudios más tardíos demostrasen que la mayoría de los
candidatos obtenían los mismos beneficios de la medicación que de
esa costosa y peligrosa técnica quirúrgica. Donde el sueño
tecnológico muestra más a las claras su patología es en la búsqueda
infructuosa que durante más de cien años hemos estado realizando,
con la esperanza de encontrar un calmante realmente eficaz y no
adictivo.
Uno de los principales problemas médicos de nuestra época son las
enfermedades iatrogénicas. Literalmente significa «causadas por el
médico». La enfermedad iatrogénica puede provenir de complicaciones
quirúrgicas, de medicaciones erróneas, o puede surgir como efecto
secundario de otros tratamientos, o a consecuencia del efecto
debilitante que produce la hospitalización.
No hace mucho tiempo, cuando el médico representaba la cumbre del
status social y de la dedicación humanitaria, las madres hablaban
con orgullo de «mi hijo, el doctor». Hoy en día, ¡pobres médicos! :
tienen una probabilidad entre treinta y cien veces mayor que la
población en general de caer en la drogadicción. Tienen mayores
probabilidades de sufrir de enfermedades coronarias. Y también de
convertirse en alcohólicos: según encuestas de organizaciones
profesionales, se estima que un 5 o un 6 por ciento del total de los
médicos está incapacitado, debido a trastornos emocionales, entre
los cuales se incluye el alcoholismo. Asimismo son demandados
judicialmente y se suicidan con mayor frecuencia que la generalidad.
Una encuesta realizada recientemente por Gallup puso de manifiesto
que el 44 por ciento de la gente no cree que los médicos tengan «una
ética y una honestidad elevadas»; un auténtico golpe bajo para una
profesión que había sido objeto de veneración durante tanto tiempo.
«Golpe asestado a los médicos», rezaban los titulares de una
publicación médica; el artículo señalaba que de quince médicos que
habían concursado a un puesto oficial en 1976, trece habían sido
desechados.
Otros médicos comentaban en publicaciones profesionales
que las demandas judiciales por negligencia en el ejercicio de la
profesión médica parecen ser reflejo del desencanto o la hostilidad
sentida por los pacientes, y que los doctores que mantienen buenas
relaciones con sus pacientes son más raramente llevados a juicio,
sean cuales sean los resultados. Una subcomisión del Senado
informaba del creciente desencanto de la gente en general con
respecto al tema de la atención médica:
"El problema de la deshumanización de la atención médica preocupa
cada vez más a los profesionales de la salud... La medicina está a
medio camino entre lo humanitario y lo tecnológico, pero en las
últimas décadas se ha descuidado tanto lo primero en términos
relativos, que la medicina corre peligro de perder buena parte de su
relevancia. El Comité considera como prioridad sanitaria nacional la
necesidad de que el personal sanitario en todos los niveles sea
capaz de dispensar sus cuidados de un modo humanístico".
Retrospectivamente, y a la luz de descubrimientos científicos
recientes, podemos señalar algunos de los trágicos errores de la
medicina del siglo veinte que, como cabría esperar, son los mismos
de que están plagadas nuestras restantes instituciones sociales.
Hemos sobre estimado los beneficios de la tecnología y la
manipulación externa, y hemos subestimado la importancia de las
relaciones humanas y la complejidad de la naturaleza.
El nuevo paradigma de la salud
El nuevo paradigma de la salud y la medicina supone un
ensanchamiento del antiguo, al incorporar los brillantes avances de
la tecnología, rehabilitando al mismo tiempo antiguas intuiciones
sobre la mente y sobre la relación entre diversos aspectos.
El nuevo
paradigma consigue explicar muchos fenómenos hasta ahora
enigmáticos. Su coherencia y su poder de predicción son superiores a
los del antiguo modelo. Añade a la prosa de la ciencia cotidiana el
fuego y la poesía de la ciencia inspirada.
El adjetivo «holístico» cuando se lo emplea con propiedad, indica un
enfoque cualitativamente diferente, basado en el respeto a la
interacción entre la mente, el cuerpo y el entorno. Yendo más allá
del tratamiento alopático de las enfermedades y los síntomas,
pretende corregir la desarmonía subyacente, causa del problema. El
enfoque holístico puede incluir una diversidad de instrumentos y
tratamientos diagnósticos, algunos ortodoxos, otros no.
He aquí una
comparación muy simplificada de ambos enfoques:
Puede observarse el paralelismo existente entre las concepciones del
nuevo paradigma y los descubrimientos científicos expuestos en el
capítulo 6: los sistemas dinámicos, la transformación del estrés; el
continuo cuerpo-mente; el nuevo aprecio de los elementos
cualitativos y no sólo de los cuantitativos.
La matriz de la salud
Edward Carpenter condenaba a los teóricos de la medicina de nuestra
época por su tendencia a centrarse exclusivamente sobre la
enfermedad. Deberían intentar, más bien, comprender lo que es la
salud, decía. La salud es una armonía que todo lo gobierna, de un
modo semejante a como la luna gobierna las mareas. Tan imposible es
lograr que un cuerpo sane por medio de puras manipulaciones
externas, como conseguir gobernar el flujo y reflujo de las mareas
por medio de un «sistema organizado de esponjas».
El mayor de los
esfuerzos exteriores no consigue realizar «lo que nuestra energía
central sabe hacer con facilidad, y con una gracia infalible y
providencial». El bienestar no puede ser administrado por vía
intravenosa, ni ingerirse a cucharadas de acuerdo con la
prescripción facultativa. El bienestar nace de una matriz: el
cuerpo-mente. Es un reflejo de la armonía somática y psicológica.
Como decía un anatomólogo:
«El sanador que reside en nuestro
interior es la entidad más sabia y más complejamente integrada de
cuantas existen en el universo».
Hoy en día sabemos que, en un
sentido, siempre hay un médico en casa.
"La salud holística no puede recetarse", decía un médico.
Nace de
una actitud: de la aceptación de las incertidumbres de la vida, de
la voluntad de responsabilizarse de los propios hábitos, de la
manera de percibir y manejar las tensiones, de unas relaciones
humanas más satisfactorias, de la sensación de tener un objetivo en
la vida.
Una forma de honrar esa matriz invisible de la salud es ir dejando
de sentirnos incómodos frente a ella. A medida que la ciencia amplía
su marco de pensamiento, y va consiguiendo fronteras más vastas, los
viejos enigmas comienzan a encontrar un sentido. Aunque no sabemos
de qué forma las creencias y las expectativas afectan a la salud,
sabemos claramente que es así. Hace doscientos años, la Academia
Francesa expulsó a Mesmer de su seno, declarando que la hipnosis era
un fraude, «solamente imaginación». Y un miembro contestatario
apostillaba: «Si eso es así, ¡qué cosa más maravillosa debe ser la
imaginación!».
Después de haber intentado durante décadas «explicar» un misterio
invocando otro misterio, la ciencia médica se encuentra hoy
insoslayablemente enfrentada al hecho del influjo inevitable y
decisivo que ejercen las expectativas de los pacientes. El «efecto
placebo» abarca hoy en día mucho más que las sustancias inactivas
(píldoras de azúcar, inyecciones de agua salada) administradas a
pacientes particularmente difíciles.
La fama del doctor, o del
centro médico, la actitud del equipo hospitalario, el halo de un
determinado tratamiento, cualquiera de estas cosas puede contribuir
a la curación, al venir a colorear positivamente las expectativas
del paciente. Hay también un «efecto nocebo», lo contrario del
placebo. Dos tercios de entre los sujetos a quienes en una
experiencia de laboratorio se habla administrado una sustancia
inactiva diciéndoles que les produciría dolor de cabeza, tuvieron
efectivamente dolor de cabeza.
El placebo activa una capacidad permanente de la mente. Como dijimos
más arriba, las investigaciones han demostrado que el alivio del
dolor que proporciona el placebo parece deberse a la liberación por
el cerebro de un analgésico natural. Sin embargo, la mayoría de los
médicos y las enfermeras siguen considerando el placebo como un
truco que funciona en gente cuyos sufrimientos no son «reales»,
malentendido que descansa en un concepto ingenuo de la realidad y en
la ignorancia del papel que juega la mente como creadora de
experiencias.
Las creencias del médico o sanador pueden también influir en la
eficacia del tratamiento. En una serie de experimentos que describe
Jerome Frank, una autoridad en el estudio del efecto placebo, se
administró a diversos pacientes alternativamente un calmante, un
placebo y morfina. Cuándo los doctores creían haber administrado
morfina, ¡el placebo resultó ser dos veces más efectivo que cuando
pensaban haber recetado un calmante suave! En otro estudio
semejante, se administró a una serie de pacientes psicóticos ya un
calmante suave, un tranquilizante anérgico, o bien un placebo. Los
efectos del placebo fueron también mucho mayores cuando los médicos
creían haberles dado el medicamento fuerte que cuando pensaban
haberles dado el suave.
Rick Ingrasci, médico y co-fundador de la red Interface en la zona
de Boston, afirma que el efecto placebo representa una prueba
espectacular de que toda curación es en esencia una auto-curación:
"Según nos demuestra nítidamente el efecto placebo, el cambio de
nuestras expectativas y de nuestras convicciones fundamentales puede
afectar profundamente a nuestra experiencia de la salud y del
bienestar. La curación resulta directamente de percibirnos como una
totalidad... al restablecerse nuestra sensación de estar en una
relación equilibrada con el universo, a través de un cambio de
mentalidad, de la transformación sufrida por nuestras actitudes,
valores y creencias".
Ingrasci afirmaba que sus experiencias con los pacientes le habían
convencido de que, una vez liberadas las actitudes mentales
negativas, la curación sucede de forma automática.
«Es como si
hubiese una fuerza vital o un principio ordenador dispuesto a
restablecer el estado natural de salud y totalidad, con sólo
conseguir zafamos de la barrera que suponen las expectativas
negativas. Si conseguimos relajamos, aunque sea por poco tiempo, las
expectativas positivas pueden inducir efectos positivos.
«Al
principio, necesitamos traspasar las barreras psicológicas,
escepticismo, desconfianza, miedo, que nos impiden incluso
intentarlo... Los efectos a largo plazo pueden revelarse
auténticamente transformadores desde el punto de vista personal y
social.»
La atención: medio de cambiar la matriz de la enfermedad
Los promotores de la salud holística gustan de señalar que la
enfermedad, el malestar, es una falta de armonía, de bienestar.
Claramente, es más importante enseñar a la gente a cambiar la matriz
de sus enfermedades, las tensiones, los conflictos, o las
preocupaciones que las acarrean, que no engañarlos con placebos.
El papel que juega en la curación la alteración de la conciencia
puede que sea el descubrimiento más importante de la ciencia médica
moderna. Consideremos, por ejemplo, la extraordinaria variedad de
enfermedades susceptibles de ser tratadas por medio de biofeedback:
-
presión sanguínea alta
-
ataques
-
úlceras
-
impotencia
-
incontinencia
de esfínteres
-
zumbido de oídos
-
parálisis consiguientes a ataques
-
dolores de cabeza debidos a tensión
-
artritis
-
arritmias cardíacas
-
hemorroides
-
diabetes
-
parálisis cerebral
-
rechinar de dientes
La clave está en la atención. Hace varios años, investigaciones
realizadas en el seno de la Fundación Menninger informaban que los
pacientes eran capaces de interrumpir los dolores de cabeza elevando
la temperatura de sus manos. Sugerían la hipótesis de que el volumen
sanguíneo sustraído de la cabeza para aumentar la temperatura de las
manos podría aliviar la congestión arterial origen del dolor. El
manejo de la temperatura por medio de biofeedback se convirtió
enseguida en un método popular de combatir favorablemente la
jaqueca. Pero pronto los dispensadores del biofeedback se
apercibieron que algunos pacientes podían también interrumpir su
jaqueca bajando la temperatura de sus manos, o bajándola unas veces
y aumentándola otras.
Más que un simple cambio físico, la clave de la salud reside en el
estado mental. A ese estado se le han dado diversos nombres: "reposo
vigilante", «volición pasiva», «dejarse ir deliberado». Como hielo
que se derrite libremente al llegar la primavera, las tensiones
acumuladas parecen fundirse al calor de esta forma paradójica de
atención, restableciendo el flujo natural en el remolino del
cuerpo-mente.
No podemos esquivar el estrés. Las noticias, el ruido, las
tensiones, los embotellamientos, los conflictos personales y la
competitividad vienen a añadirse a las enfermedades relacionadas con
el estrés, que son la plaga del siglo veinte. Pero, ¿es el estrés el
culpable? Tal vez sufrimos de enfermedades como un medio de evitar
el cambio. Nuestra vulnerabilidad frente al estrés parece deberse
más a la interpretación que hacemos de los acontecimientos que a su
propia gravedad.
La célebre observación de F. D. Roosevelt, «A lo
único que tenemos que temer es al mismo miedo», se aplica también al
cuerpo-mente. Kenneth Pelletier, psicólogo de la escuela de medicina
de la universidad de California en San Francisco, y que en los
últimos diez años se ha dedicado principalmente a enseñar a la gente
a afrontar el estrés, señala que el cuerpo entiende en sentido
literal, y no puede distinguir entre una amenaza «real» y otra
puramente imaginaria. Las preocupaciones y las expectativas
negativas se traducen en enfermedades físicas, porque el cuerpo se
siente en peligro, aunque la amenaza sólo exista en la imaginación.
Podemos arreglárnoslas de forma natural con el estrés a corto plazo,
debido a la reacción corporal de descanso y renovación, conocida
como reacción parasimpática. Pero el estrés a largo plazo, resultado
de la acumulación sucesiva de circunstancias que tensionan propia de
la vida moderna, se cobra su tributo debido a la falta de
oportunidad para reponerse en medio de la serie consecutiva de
tensiones. Pelletier, en un estudio realizado sobre meditadores en
situación de laboratorio, encontró en éstos la capacidad, no sólo de
producir respuestas altamente integradas, sino de hacer entrar su
propio cuerpo en una fase parasimpática.
«Los yoguis han aprendido a
liberarse de esos niveles excesivos de actividad neurofisiológica
autogeneradora de tensiones, por el simple procedimiento de
tranquilizarse a sí mismos. »
La mayoría de nosotros sufre de lo que
él llamaba «un ciclo destructivo acumulativo. El secreto consiste en
prestar atención, en revestir de atención la propia vida». Cuando se
presta atención a la tensión en un estado relajado, ésta se
transforma. La meditación, el biofeedback, las técnicas de
relajación, correr, escuchar música..., todas estas cosas pueden
facilitar la puesta en marcha de la fase de recuperación corporal.
Negarse a reconocer las tensiones equivale a pagarlas por partida
doble; no sólo no nos libramos de la alarma, sino que ésta se
instala en nuestro cuerpo. Así lo demostró de forma evidente una
experiencia de laboratorio. La amenaza de una dolorosa descarga
eléctrica inminente produjo respuestas corporales sorprendentemente
distintas en los sujetos, dependiendo de sí habían decidido
afrontarla, o bien evitar pensar en ella. Los que la afrontaban,
intentaban comprender la situación.
Dirigían su atención de forma
activa al shock inminente, y deseaban superarlo; pensaban en lo que
estaba sucediendo en el laboratorio, o bien fijaban la atención en
sus propios cuerpos. Por el contrario, quienes deseaban evitarla,
echaban mano de un montón de estrategias para intentar distraerse.
Trataban de pensar en cosas tranquilizadoras, de fuera del
laboratorio, o bien se dedicaban a fantasear. Mientras que quienes
afrontaban la descarga sentían que podían hacer algo para aliviar la
tensión de la situación, aunque no fuera más que prepararse para
ella, quienes pretendían evitarla tendían a sentirse indefensos e
intentaban escapar negando la situación.
En los primeros, la
actividad muscular aumentaba, lo que constituye una respuesta
fisiológica adecuada. En los segundos, el ritmo cardíaco era
notablemente más rápido, lo que indica que la tensión reprimida se
había remitido a un nivel más patológico.
La negación de la tensión puede conducirnos a la tumba. La mente no
sólo cuenta con estrategias para «emparedar» los conflictos
psicológicos, sino que puede también negar la enfermedad surgida por
haberse negado a reconocer las propias tensiones. El efecto
patológico de ese rechazo a enfrentarse con los hechos se puso de
relieve de forma patente en un estudio sobre el cáncer realizado en
la universidad de Texas. Los pacientes que habían mostrado un mayor
rechazo a responder a preguntas sobre su enfermedad, mostraron una
mayor probabilidad de ofrecer un pronóstico negativo en el
seguimiento efectuado dos meses mas tarde.
Los conflictos que no han sido afrontados conscientemente pueden
hacer su aparición como daño físico en formas tan variadas como
personas hay. Una conspiradora de Acuario, que había trabajado en un
establecimiento médico, expresaba su convencimiento de que a los
enfermos no se les debería decir: «Va usted a volver a ser el de
antes».
"Con mucha frecuencia, no quieren volver a ser como eran, ni seguir
haciendo lo que hacían. Mi nuera, que tuvo hace poco un ataque,
confesó que no se había reconocido a sí misma su deseo de cambiar de
vida. De modo que el ataque se encargó de hacerlo por ella.
Conozco también a un hombre que llevaba un negocio de coches con un
hermano suyo muy perezoso. Cargaba de hecho con todo el peso del
trabajo sin decir una palabra. Cuando le vino el ataque, su hermano
tuvo que encargarse de todo. Más tarde dijo que estaba contento de
haber tenido el ataque".
Si aprendemos a prestar atención a nuestros conflictos internos,
podremos resolverlos de una forma menos drástica para nuestra salud.
La mente del cuerpo
A medida que avanza la investigación sobre el cerebro, va resultando
más comprensible la conexión entre la mente y la enfermedad. El
cerebro gobierna o influye indirectamente en todas las funciones
corporales: presión sanguínea, ritmo cardíaco, respuesta
inmunológica, hormonas, y todo lo demás. Sus mecanismos están
entrelazados en un sistema de alarma, y dispone de una especie de
genio oscuro, capaz de organizar los desórdenes correspondientes a
la más neurótica de las imaginaciones.
El antiguo dicho, «ponle un nombre a tu veneno», es aplicable a la
semántica y la simbología de la enfermedad. Si nos sentimos
«pinchados» por la gente o dejamos que los demás nos echen su carga
encima, las metáforas pueden volverse muy reales, en forma de acné o
dolores en la espalda. Todos decimos que «se nos ha roto el corazón»
cuando hemos tenido una decepción sentimental; pero hay
investigaciones que han demostrado recientemente la conexión
existente entre las enfermedades de corazón y la soledad afectiva.
Se han hecho investigaciones con animales, en las que se han causado
en ellos enfermedades de corazón estimulando de forma prolongada una
región cerebral asociada con las emociones agudas. Esta región está
además conectada con el sistema inmunológico. De modo que un
«corazón roto» se convierte en una enfermedad coronaria; la
necesidad de crecer puede convertirse en un tumor; la ambivalencia,
en dolores que le «parten» a uno la cabeza; la personalidad rígida,
en artritis. Toda metáfora es, potencialmente, una realidad al pie
de la letra.
Toda enfermedad, ya se trate de un cáncer o de esquizofrenia, o sea
simplemente un resfriado, se origina en el cuerpo-mente. Louis Pasteur
reconoció en su lecho de muerte que un médico, adversario suyo,
tenía razón cuando insistía en que lo que causa las enfermedades no
son tanto los gérmenes cuanto la resistencia del individuo invadido
por ellos. «Ese es el terreno», concedía.1
Como
señalaba Lewis Thomas en The Líves of a Cell (Las vidas de la
célula), nuestros cuerpos responden a menudo de forma histérica ante
la presencia de gérmenes inocuos, como si esa intrusión provocase
antiguos recuerdos y reaccionásemos como ante una especie de
propaganda. «De hecho, la mayoría del tiempo estamos a merced de
nuestros propios sistemas defensivos. » La salud consiste en la
capacidad del cuerpo para transformar y dar sentido a toda
información nueva. Si somos flexibles, si somos capaces de
adaptarnos a un medio cambiante sea un virus o una atmósfera húmeda
o pólenes primaverales, podemos soportar un nivel de tensión
elevado.
Una concepción reciente y radical del sistema inmunológico nos
permite comprender la manera cómo nuestro «médico interior» consigue
mantener la salud, o su forma de fracasar en ello. Parece que el
cuerpo tiene su propia manera de «conocer», por medio del sistema
inmunológico, paralela al modo de conocer del cerebro.
Este sistema
está ligado al cerebro. La «mente» del sistema inmunológico posee
una imagen dinámica del propio ser y tiene la tendencia a dotar de
sentido a todos los «ruidos» del medio, incluyendo virus y alergógenos. Si rechaza ciertas sustancias o reacciona violentamente
contra ellas, no es porque sean extrañas, como creía el antiguo
paradigma, sino porque no tienen sentido, porque no pueden ser
encuadradas en el orden del conjunto.
Este sistema inmunológico es muy poderoso y adaptable en su
capacidad de dotar de sentido al entorno, pero como está ligado al
cerebro, es vulnerable a las tensiones psicológicas. Las
investigaciones han demostrado que estados de tensión mental, como
pena o ansiedad, alteran la capacidad del sistema inmunológico. La
razón por la que a veces «pescamos» un virus o tenemos una «reacción
alérgica», es que nuestro sistema inmunológico está funcionando bajo
par.
Las investigaciones realizadas con animales han demostrado que este
sistema posee una memoria sumamente sutil. Si se asocia un
medicamento inocuo a un inmunodepresor es decir, a una droga que
suprime el funcionamiento del sistema inmunológico, el cuerpo
aprende a suprimir su funcionamiento en presencia de sólo el
medicamento inocuo, incluso meses más tarde. Justamente de ese modo
es como asociamos con frecuencia períodos de tensión de nuestra vida
con elementos inocuos del ambiente (como los alergógenos, por
ejemplo, o sucesos que nos recuerdan otros acontecimientos),
causándonos enfermedades crónicas que perduran mucho tiempo después
de haber desaparecido la causa original de la tensión. El cuerpo «se
acuerda» de haber estado enfermo en presencia de esas señales.
Por supuesto, el cáncer constituye un fracaso del sistema
inmunológico. En muchos momentos de nuestra vida, la mayoría de
nosotros albergamos células malignas que no se convierten en un
cáncer debido a la acción eficaz del sistema inmunológico con
respecto a ellas. Entre los factores psicológicos implicados en el
cáncer, el principal lo constituyen las emociones reprimidas. Un
investigador señalaba que muchas personas que sufren de cáncer
tienen en sus rostros esa inexpresividad característica del famoso
cuadro de Grant Wood, Gótico americano
2.
Los pacientes que sufren de
cáncer tienen más dificultad para recordar sus sueños que otros
pacientes; tienen también menos cambios matrimoniales (separaciones
o divorcios), menos síntomas de enfermedades que son típicamente
reflejo de conflictos psicológicos (úlceras, jaquecas, asma)3.
Diversos estudios han puesto de relieve que los enfermos de cáncer
tienden a no manifestar sus sentimientos, y la mayoría no han tenido
relaciones estrechas con sus padres. Tienen dificultad para expresar
la cólera. Según otro estudio, son personas conformistas y
controladas, menos autónomos y espontáneos que quienes resultaron no
sufrir de cáncer en pruebas posteriores. Una terapeuta especialista
en el tratamiento de enfermos cancerosos dice de sus pacientes:
«Por
lo general, han experimentado un vacío en sus vidas: una desilusión,
expectativas no cumplidas. Es como sí la necesidad de crecimiento se
transformase en una metáfora física».
Las penas, cuando no se manifiestan, pueden acarrear un mal
funcionamiento patológico del sistema inmunológico. De acuerdo con
los resultados de un estudio, la muerte de uno de los esposos se
traduce en un bajo funcionamiento del sistema inmunológico del otro
durante las semanas siguientes.
Otro estudio realizado en Boston ha
mostrado que un 60 por ciento de las mujeres que quedan embarazadas
a renglón seguido de haber perdido un bebé anterior, abortan, lo que
se conoce como síndrome de muerte infantil repentina. El informe
aconsejaba que estas mujeres, que han experimentado semejante
pérdida, «deberían esperar hasta que el cuerpo haya dejado de sentir
los efectos de la pena».
El cuerpo como pauta y como proceso
Con el tiempo, nuestros cuerpos acaban convirtiéndose en
autobiografías ambulantes, que van contando a amigos y a extraños
las tensiones mayores y menores que hemos padecido en nuestras
vidas. Algunas alteraciones funcionales sobrevenidas a consecuencia
de accidentes, como por ejemplo una movilidad limitada en un brazo
herido en otro tiempo, entran a formar parte del propio
comportamiento corporal de forma permanente.
Nuestra musculatura es
un reflejo no sólo de nuestras antiguas heridas, sino también de
nuestras viejas ansiedades. Actitudes depresivas, de timidez, de
osadía o de estoicismo, adoptadas tempranamente en nuestra vida,
quedan inscritas en nuestros cuerpos como pautas del propio sistema
sensorio motriz.
La rigidez de las pautas corporales contribuye al bloqueo de los
procesos mentales, dando lugar al círculo vicioso de la patología
psicocorporal. No podemos separar lo físico de lo mental, como
tampoco pueden separarse los hechos de la imaginación, ni el
presente del pasado. Así como el cuerpo siente la pena que
experimenta la mente, así también la mente se ve constreñida por el
recuerdo obstinado que el cuerpo guarda de lo que la mente solía
sentir, y así sucesivamente.
Ese ciclo puede interrumpirse por medio del «trabajo corporal» que
realizan en profundidad ciertas terapias (a menudo de forma
dolorosa) por medio de masajes, manipulaciones, movimientos
liberadores u otro tipo de técnicas, que producen cambios en el
sistema neuromuscular, en la percepción de la gravedad, o en la
simetría del cuerpo. Los cambios así introducidos en el cuerpo
pueden afectar de manera profunda a todo el circuito psicocorporal.
Ida Rolf, cuyo método de integración estructural (Rolfing) es una de
las técnicas más conocidas, citaba en sus últimos escritos esta
expresión de Norbert Weiner, creador de la cibernética:
«No somos
materia perdurable, sino pautas que se perpetúan a sí mismas».
Así como ciertas psicotécnicas aumentan el flujo energético en el
cerebro, permitiendo la aparición de nuevas pautas o paradigmas en
el mismo, de un modo semejante el trabajo corporal altera el flujo
de la energía por todo el cuerpo, liberándolo de antiguas pautas o
«ideas», y aumentando su margen de movimiento. La integración
estructural, el método de Alexander, el método de Feldenkrais, la
kinesiología aplicada, la neuroquinestesia, la bioenergética, la
terapia reichiana, y muchas otras técnicas introducen
transformaciones en el cuerpo.
La célebre frase de John Donne, «Nadie es una isla», es verdadera
tanto si se aplica a nuestros cuerpos como si se refiere al hecho de
nuestra interdependencia social. La medicina occidental está
comenzando a reconocer con retraso, medio siglo después de haber
podido recoger la advertencia de los físicos, que el cuerpo es un
proceso: un torbellino bioeléctrico, sensible a los iones positivos,
a los rayos cósmicos, a la presencia de huellas minerales mínimas en
la alimentación, y a la electricidad estática, entre otras cosas. La
representación del cuerpo como algo dinámico nos ayuda a encontrar
el sentido de controversias en otro tiempo enigmáticas.
Por ejemplo,
la psiquiatría ortomolecular, que trata los desórdenes mentales a
base de fuertes dosis de vitaminas y oligoelementos minerales, se
apoya en el efecto que estas sustancias producen sobre la actividad
bioeléctrica del cerebro. La estimulación eléctrica acelera la
curación habitualmente lenta de ciertos huesos, posiblemente debido
a la creación de una fluctuación energética lo suficientemente
activa como para producir su regeneración. También se ha podido
detectar la presencia de corriente continua en los puntos de
acupuntura. La acupuntura y la digitopresión, que estimulan puntos
determinados de los diversos meridianos, demuestran la conexión
existente incluso entre partes aparentemente distantes en el cuerpo.
Cuanto más evidentes son los resultados de la acupuntura, tanto
mejor podemos comprender por qué el tratamiento de los síntomas
aislados raras veces consigue aliviar la enfermedad.
Somos campos oscilatorios, situados dentro de otros campos más
amplios. Nuestro cerebro reacciona frente a los ritmos sonoros, las
pulsaciones luminosas, los distintos colores, y frente a mínimos
cambios en la temperatura. Somos incluso influidos biológicamente
por quienes se encuentran a nuestro lado; por ejemplo, se ha
demostrado que las parejas que viven juntas comparten un mismo ciclo
mensual de temperatura. Cuando participamos en una conversación,
aunque no sea más que escuchando, entramos en una «danza» sutil con
la otra persona, compuesta de una serie de movimientos sincronizados
tan mínimos, que sólo pueden detectarse analizando imagen por imagen
una filmación de la misma.
La estimulación ambiental afecta plásticamente al crecimiento y
grado de conexiones del cerebro humano desde sus primeros períodos
críticos hasta el final de sus días, determinando su peso, su estado
de nutrición, y el número de sus células. Incluso en las personas de
edad, el cerebro no pierde físicamente un número mensurable de
células si el ambiente es estimulante.
Si el cuerpo-mente es un proceso, también lo es la enfermedad... Y
asimismo lo es la curación, la integración global, si atendemos a
esos siete millones de glóbulos rojos que desaparecen en un abrir y
cerrar de ojos, cada segundo, de nuestra sangre, para ser
reemplazados en cada instante por otros tantos. Incluso nuestros
huesos se renuevan totalmente cada siete años. Como en la danza de
Shiva, estamos continuamente creando y destruyendo, creando y
destruyendo sin parar.
Wallace Ellerbroek, antiguo cirujano, hoy en día psiquiatra, dice:
"Nosotros los médicos parecemos que sentimos predilección por
otorgar un nombre sustantivo a cada enfermedad (epilepsia,
resfriado, tumor cerebral), pero si estas cosas merecen que les
demos como nombre un sustantivo, es porque, evidentemente, las
consideramos como cosas. Pero si convertimos uno de estos
sustantivos, por ejemplo resfriado, en un verbo, entonces podemos
decir: «Señora, su hijo parece estarse resfriando», lo que tal vez
ayuda a que ambos nos demos cuenta de que toda enfermedad es un
proceso".
Ellerbroek ha tratado con éxito muchas enfermedades por el
procedimiento de enseñar a los pacientes a afrontar y a aceptar el
proceso, prestando atención a su desarrollo. En un experimento muy
conocido, con pacientes de acné crónico, les invitó a reaccionar
frente a la aparición de nuevas erupciones con una atención
desprovista de todo juicio sobre las mismas. Efectivamente, podían
mirarse al espejo, y simplemente decir:
«Muy bien, erupción, estás
ahí, justo donde te corresponde estar en este momento».
Se les
recomendaba aceptar el acné, en vez de resistirse a él con emociones
negativas. Todos los participantes sufrían de acné desde hacía más
de quince años, sin experimentar alivio. Los resultados de la
experiencia fueron asombrosos. Muchos pacientes quedaron
completamente limpios a las pocas semanas. Algún proceso activo de
miedo, de resentimiento, de rechazo, era lo que había mantenido el
acné todo ese tiempo.
La salud y la enfermedad no son cosas que nos suceden sin más. Son
procesos activos, resultado de una armonía o una desarmonía
interior, que están profundamente afectados por nuestros estados de
conciencia, y por nuestra capacidad o incapacidad de dejarnos fluir
al compás de la propia experiencia. El reconocimiento de que eso es
así supone implícitamente una responsabilidad, peto es también una
fuente de oportunidades. Si participamos, aunque sea de forma
inconsciente, en el proceso de la enfermedad, podemos optar por la
salud en vez de seguir dejándonos enfermar.
Salud y transformación
Como Pelletier y muchos otros han dicho, toda enfermedad tiene una
virtualidad transformadora, a causa del cambio repentino de valores,
a causa del despertar que puede traer consigo. Si estábamos
ocultándonos algún secreto a nosotros mismos conflictos no
afrontados, deseos reprimidos, la enfermedad puede forzar su
aparición ante la propia conciencia.
Para muchos conspiradores de Acuario, el responsabilizarse del
cuidado de su propia salud ha supuesto un estímulo importante para
acometer su propia transformación.
Así como la búsqueda de sí mismo
trae consigo la búsqueda de la salud, ésta puede también conducir a
una mayor autoconciencia. La totalidad es única. La proliferación de
centros y redes de salud holística ha atraído a muchas personas a
implicarse en el movimiento de desarrollo de la conciencia.
Una
enfermera decía:
«Cuando el curar no es algo distinto de la propia
realidad, se convierte en un estilo de vida. Los estados alterados
de conciencia se convierten en algo familiar, la capacidad
telepática aumenta. Es una aventura».
Una mujer quería tratarse por medio de biofeedback, para ver si
conseguía disminuir su presión intraocular y curarse así del
glaucoma. Se curó efectivamente, pero lo que es más importante,
descubrió que no sólo su vista, sino su vida entera, había estado
afectada por sus estados de conciencia. Un médico, preocupado por
las dosis abusivas de Valium que estaba tomando contra los dolores
de cabeza, probó un tratamiento de biofeedback... que le hizo
interesarse por la atención interior... y luego por la meditación,
lo que le llevó a un cambio decisivo de vida, incluida la práctica
de una especialidad médica muy alejada de la anterior.
Un ahogado
eminente llegó a convencerse de que su pérdida progresiva de visión
le reportaba indudables ventajas:
“Me sentí llamado a no luchar contra el repentino debilitamiento de
mi vista exterior, sino a cooperar con él, como un medio de
revalorización de mi propio proceso vital. Mirando hacia atrás a los
quince últimos meses, estoy convencido de que habría sido una gran
pérdida para mí el haber podido invertir inmediatamente el proceso
por un milagro, por azar o por un esfuerzo de voluntad".
Un conspirador burócrata afirmaba haber descubierto la salud como
resultado de la meditación. Tras haber practicado durante varios
años la Meditación Trascendental, pudo vencer fácilmente su hábito
compulsivo de beber, y poco después su tendencia asimismo compulsiva
a comer en exceso.
«A una edad en que tendría que estar ya bajando
la pendiente, me siento más sano que hace cinco años, y cada vez
mejor que antes. »
Un psicólogo, propulsor de la medicina holística en todo el país, se
introdujo en este a campo traviesa de un instructor de Tai Chi que
le hizo interesarse por la acupuntura. Actualmente ha conseguido
introducir con éxito ciertos enfoques tomados de medicinas
alternativas en el curriculum de una importante escuela de medicina,
y ha organizado series de conferencias sobre enfoques holísticos
para grupos de estudiantes de medicina.
«Si se quieren exponer las
conexiones existentes entre ambos sistemas», decía, «es sumamente
importante emplear el lenguaje apropiado. Si me pongo a hablarles
del yin y el yang, la mayoría de los neurocirujanos dejarían de
escucharme. Entonces les hablo de los sistemas nervioso simpático y
parasimpático. Si queremos conseguir que la gente cambie, es
importante no empujarles ni tirar de ellos, sino simplemente caminar
a su lado. »
Un antiguo activista político, que enseña hoy en día cursos de
biología psicosomática como profesor de una escuela de medicina,
decía:
«Esta revolución sostiene que fundamentalmente todos estamos
bien, y que la recuperación de la salud es algo natural. Es antielitista. La profesionalidad, los diplomas colgados en la pared,
está decayendo en cuanto símbolo de autoridad. El amor es el poder
más irresistible del universo. Cuidados amorosos: eso es en lo que
consiste toda curación».
Una doctora de Nueva York, paralizada por completo por un dolor de
espalda a resultas de un accidente, descubrió que la simple presión
ejercida sobre determinados puntos de acupuntura en su pie, la
aliviaba de su agonía.
«Creo que si funcionó mi automasaje fue por
la disponibilidad y la perspectiva que tenía en aquella época, que
hizo que el propio tratamiento reorientara el flujo de la energía.
Esta experiencia me hizo interesarme por aprender más acerca de la
hipnosis, el biofeedback y la meditación. »
Un clérigo que respondió al cuestionario de la
Conspiración de
Acuario abrió un centro de salud holística y de meditación tras
haber experimentado alivio de sus dolores crónicos por medio de la
meditación. Una doctora de Nuevo Méjico decía haber empezado a usar
una red espiritualista como medio auxiliar para pacientes que
tardaban en mejorar. Varias personas que respondieron al
cuestionario afirmaban que lo que les había atraído a participar en
diversas psicotécnicas había sido la curiosidad que les suscitó
haber presenciado como profesionales de la medicina diversos
fenómenos de curación.
La Conspiración de Acuario en la medicina
La nueva forma de pensar sobre la salud y la enfermedad, con su
mensaje de esperanza y su carga de responsabilidad, es ampliamente
divulgada por la Conspiración de Acuario. Ejemplo de ello fue la
convención celebrada en Washington en 1978 con el título «Salud holística y planificación pública», organizada conjuntamente por
diversas instituciones gubernamentales y asociaciones privadas.
Había representantes del ministerio de Salud, Educación y Bienestar,
y del equipo de la Casa Blanca.
También enviaron representantes
diversas compañías de seguros, organizaciones privadas de
planificación sanitaria, y varias fundaciones: en muchos casos,
acudieron en persona los máximos dirigentes de las mismas. En el
estrado había también políticos, médicos, psicólogos, curanderos
tradicionales, maestros espirituales, investigadores, futurólogos,
sociólogos, y especialistas en planificación de la salud.
La
intervención inicial corrió a cargo del cirujano general adjunto;
otros conferenciantes principales fueron Jerome Frank sobre el
efecto placebo, el parlamentario californiano John Vasconcellos, el
maestro de meditación Jack Schwarz, y Buckminster Fuller sobre
ecología humana.
Los temas abarcaban la planificación de la salud pública, la
creación de centros de salud holística, la práctica de técnicas
curativas interculturales, la teoría holográfica sobre la mente y la
realidad, yoga, música y conciencia, acupuntura y digitopuntura,
técnicas budistas de meditación, medicina electrónica, métodos
alternativos de alumbramiento, trabajo corporal, biofeedback,
imaginación dirigida, homeopatía, alimentación... y «la imagen
cambiante del hombre».
Lo completo del programa es característico del nuevo paradigma, que
considera a muchos sistemas de curación no tradicionales como
complementarios de la medicina occidental. Sepamos o no cómo
funcionan, lo cierto es que podemos sacar provecho de ellos, de un
modo semejante al uso que hace la medicina convencional de la
aspirina, de la digitalina o del electroshock, sin saber a ciencia
cierta por qué son eficaces.
La primera vez que un grupo de científicos y médicos amigos entre sí
se reunieron para afirmar públicamente su interés por las realidades
espirituales y los enfoques alternativos sobre la salud fue en 1970.
El programa de ámbito exclusivamente interno del De Anza College en
Cupertino, California, fue adoptado por la compañía aérea Lockheed.
Seis meses más tarde, se celebraba en la Universidad de California
de Los Ángeles (UCLA) y en la de Stanford dos fines de semana
gemelos con un reparto semejante, que subrayaron el papel de la
mente de la enfermedad y hablaron de «nuevas» terapias: meditación,
visualización, biofeedback, acupuntura, hipnosis, curación psíquica,
y métodos populares de curación.
En pocos años, se han representado
multitud de variaciones sobre este tema, que empareja lo científico
con lo espiritual, en los recintos de la mayor parte de las
universidades del país, incluyendo a Yale, Harvard, universidad de
Nueva York, Instituto Tecnológico de Nueva York, todas las
facultades del complejo universitario de California, y las
universidades de Massachusetts, Miami, Michigan e Illinois. Las
fundaciones Rockefeller, Ford y Kellogg subvencionaron programas
destinados a explorar la interacción entre la mente y la salud.
En un simposium celebrado en Tucson en el mes de octubre de 1975, Roy Menninger, de la Clínica Menninger, dijo:
«Las ideas
tradicionales sobre la medicina y el nuevo concepto del hombre están
celebrando una carrera de choques».
Otros conferenciantes expresaron
su previsión de posibles enfrentamientos y resistencias en el campo
de las reformas del sistema sanitario.
Pero incluso entonces, en esa misma conferencia de Tucson, hubo ya
signos de distensión. Tal fue el caso de Malcolm Todd. Todd,
presidente a la sazón de la conservadora AMA (American Medical
Association), pasó revista en un tono un tanto defensivo a las
maravillas tecnológicas de la medicina moderna. Su ponencia no fue
precisamente del agrado de la concurrencia, pero todo el mundo
estuvo de acuerdo en admitir que su deseo de participar desde el
estrado al lado de los representantes de la inortodoxia fue
significativo.
Menos de un año después, en una intervención en un
programa de amplitud semejante celebrado en San Diego, Todd respaldó
la idea de una «medicina humanística» que se ocupa del
«cuerpo-mente». Nueve meses más tarde, ante un auditorio compuesto
exclusivamente por médicos, en Houston, urgió la necesidad de
adoptar una actitud activa en la integración de estos enfoques
holísticos dentro del sistema. Usados, con prudencia, decía, son una
promesa estimulante de rejuvenecimiento para la medicina occidental.
«Su gama se extiende desde el biofeedback y la psicología de la
conciencia hasta los fenómenos paranormales, la curación psíquica...
»
La conspiración ha comprendido que, en vez de derribar a gritos a
sus adversarios potenciales, es mejor escucharles. Y también
proporcionarles una experiencia directa de ese otro contexto más
amplio. En 1975 y 1976, Rick Carlson, un abogado especializado en
temas sanitarios, organizó en Airliehouse, Virginia, cerca de
Washington, junto con otros, una pequeña serie de conferencias para
dar a conocer a funcionarios gubernamentales y a sus consejeros la
fuerza de las ideas holísticas y de la medicina alternativa4. Los
asistentes tuvieron ocasión de probar el biofeedback, la meditación,
visualización, relajación, y otras psicotécnicas. Estos encuentros
fueron subvencionados desde la sombra por la organización Blue
Cross-Blue Shield 5.
En 1976, «los Blues», la Fundación Rockefeller y la universidad de
California-San Francisco, patrocinaron un encuentro celebrado en el
Hotel Waldorf-Astoria de Nueva York, en el que doscientos supremos
responsables de la Administración pública pudieron asomarse a los
diversos enfoques alternativos sobre la salud, en los que se
subrayaba la importancia del «médico interior» presente en cada uno
de nosotros. Dos meses más tarde, tuvo lugar otro encuentro
semejante, patrocinado esta vez además por el Instituto de Medicina.
Los conspiradores se movían por todo el país en circuitos,
predicando, no ya un dogma, sino una nueva perspectiva; lanzando
aquí un programa educativo, un proyecto piloto allá, divulgando y
dando a conocer los trabajos de otros miembros de la red, y creando
nuevos lazos de conexión. Unos trabajaban desde dentro, tratando de
cambiar sus propias organizaciones profesionales locales o
estatales.
Otros procuraban sensibilizar a las fundaciones privadas
y a la prensa sobre las posibilidades del nuevo y más amplio
paradigma. Las estrategias que conseguían mayores éxitos eran la
persuasión suave y la experiencia directa. El granjearse las
simpatías de responsables influyentes de la Administración también
se reveló como un medio efectivo de sacudir el statu quo. Por
ejemplo, algunas conferencias servían a un doble propósito: ilustrar
a los participantes a cambio de su cuota de asistencia, y atraer a
una alianza plena a conferenciantes sólo parcialmente comprometidos.
Reuniones de todo tipo han seguido proliferando por todo el
territorio nacional, como una promesa, una letanía, o un manifiesto
en medio de una sociedad fracturada, con mayor rapidez de lo que
requeriría poder contar su número: simposiums y conferencias,
talleres y seminarios, retiros, ferias y festivales, exposiciones
gigantescas.
Entre otras:
-
Caminos de curación,
-
La curación en
Oriente y en Occidente,
-
Nueva muestra de la medicina bicentenaria de
toda América,
-
Campamento y Feria anual de las artes curativas,
-
Expo-Salud,
-
Expo-Nueva Era,
-
Feria del Mañana,
-
Nueva Física y Nueva
Medicina,
-
Terapias relacionadas con la meditación,
-
Ecología humana,
-
Energía humana,
-
Terreno común,
-
Feria del Cuerpo,
-
La mente todo lo
puede,
-
Todo está en la mente,
-
Retiro sobre salud holística,
-
Universidad de la vida holística,
-
Celebración de la Salud,
-
Nuevas
perspectivas en Medicina,
-
Nuevas orientaciones para la Medicina
americana,
-
El médico del futuro,
-
Centro de Salud del futuro,
-
Perspectivas culturales en torno a la curación,
-
Curación en los
nativos americanos,
-
Recursos naturales en favor de la salud,
-
El yo y
el cuerpo,
-
Cuerpo-Mente-Espíritu,
-
Tensión sin trastornos,
-
El estrés
y la psicología del cáncer,
-
Biofeedback y medicina conductista,
-
Reunificación del Cuerpo-Mente y psicoterapia,
-
La salud total china
del cuerpo y la mente,
-
Nuevas dimensiones de la atención sanitaria,
-
Toque de salud,
-
Un asunto holístico.
Y en cuanto a organizaciones: el Centro de Medicina Integral, el
Instituto de Medicina Humanística, la Asociación de Salud Holística,
y numerosos «centros de salud holística» y «clínicas de salud
holística».
La conspiración admite la fuerza de los números y, naturalmente, la
fuerza de la cooperación, pero no la de la centralización.
Una tentativa de unificar en un solo cuerpo a los practicantes de la
salud holistica, en 1977, se estrelló contra una fuerte resistencia.
Pese a sus poderosas alianzas y coaliciones de alcance nacional, el
movimiento está firmemente decidido a seguir siendo un movimiento de
base descentralizado6.
Las redes de salud holística son SPINs, ejemplo típico de los grupos
autosuficientes y policéntricos descritos en el capítulo 7. Muchas
de las antiguas asociaciones profesionales han organizado reuniones
y comités sobre lemas relativos a la medicina alternativa, y en
todas sus reuniones nacionales figuran talleres y comisiones
dedicados a estos aspectos: estados alterados de conciencia,
acupuntura, hipnosis, meditación, biofeedback.
El slogan
cuerpo-mente-espíritu que preside estas sesiones tiene un lugar,
como motivo revolucionario, paralelo al de
«libertad-igualdad-fraternidad». Un buen número de centros,
reuniones y redes de salud holística han brotado también en el seno
de las diferentes iglesias o de fundaciones asociadas a las
distintas confesiones religiosas.
Un folleto afirmaba:
«En esta época, la medicina holística es más
bien un "campo popular" que un campo institucional; depende de un
sistema de comunicaciones que enlaza de manera informal a la
globalidad de la red... Como en muchas de las disciplinas que están
surgiendo, esa red informal es el campo de la salud holística».
Así
como, según vimos, el nuevo colectivo era la nueva política, así
también las redes de salud son el nuevo paradigma del bienestar:
vivos ejemplos de un camino mejor.
La conspiración reconoce también la importancia que tiene la
semántica para tender un puente entre lo viejo y lo nuevo. Por
ejemplo, un proyecto decisivo de estudio sobre los métodos de
curación no convencionales consiguió ser aprobado por los hospitales
implicados con el título «El toque terapéutico», que resultaba menos
esotérico que el de «La imposición de manos».
Otro investigador
solicitó una beca para llevar a cabo un estudio sobre «La psicobiología de la salud». La propuesta fue rechazada. Consciente
de que las instituciones subvencionadoras sienten mayor inclinación
por la patología que por el bienestar, presentó su propuesta con un
nuevo título: «La psicobiología de la enfermedad». Y esta vez fue
aceptada sin demora.
En el Instituto Nacional de Salud Mental (NIMH), hacia 1977,
funcionaban «grupos esotéricos», que se reunían semanalmente para
discutir de manera informal acerca de temas como curaciones
chamánicas, meditación, diagnóstico por el aura. Un grupo de trabajo
de California, patrocinado por el NIMH, compiló un libro basándose
en artículos encargados expresamente en relación con las medicinas
alternativas, con el propósito de conferir legitimidad a sus
presupuestos. El estudio de los cambios psicocorporales producidos
por las psico-técnicas fue apoyado por medio de subvenciones
federales. El NIMH contrató asimismo la preparación de una
bibliografía anotada sobre la medicina holística.
En la convocatoria
publicada al efecto, la institución definía elocuentemente la
necesidad:
"En las dos últimas décadas muchos médicos y profesionales de la
salud mental han empezado a descubrir las limitaciones del paradigma
y la práctica de la medicina alopática occidental... El acento
puesto sobre la patología y la enfermedad mas que en la prevención,
el carácter destructivo de muchos remedios farmacéuticos y
quirúrgicos, la excesiva separación entre los problemas físicos y
los emocionales, la presuposición de una fundamental asimetría en la
relación entre el médico todopoderoso y el paciente sumiso... han
empujado a doctores e investigadores a buscar respuestas en otras
tradiciones y métodos.
Esta búsqueda ha conducido a muchos de ellos a indagar en
tradiciones en las que el cuerpo y la mente son considerados como
una unidad, y en las que la labor terapéutica está orientada a
ayudar a los procesos naturales de curación. Algunos han volcado su
interés en formas de medicina tradicional, como acupuntura,
homeopatía, herboristería, meditación, curación psíquica; otros, en
técnicas nuevas, como imaginación dirigida y biofeedback".
«La guerra ha terminado», decía en 1978
Norman Cousins, editor del
Saturday Review. «Contamos con aliados por ahí fuera: un montón de
médicos que piensan igual que nosotros, pero están necesitados de
ánimo. »
Cousins tenía buenas razones para saber de la existencia de
esos «aliados por ahí fuera».
En el New England Journal of Medicine
había relatado su propia recuperación espectacular de una enfermedad
crítica tras haber acudido a un tratamiento no ortodoxo, a la vista
de la impotencia de la medicina convencional. Él mismo recomendaba
su propio tratamiento: un maratón de películas de los Hermanos Marx
y antiguas filmaciones del tipo «cámara invisible», junto con dosis
masivas intravenosas de vitamina C. Lo que parecía ser una
enfermedad celular fatal, se reabsorbió completamente.
La reacción producida por su artículo fue increíble. Diecisiete
revistas médicas solicitaron su reimpresión, treinta y cuatro
escuelas de medicina lo incluyeron entre su material curricular, y
Cousins fue invitado a pronunciar una conferencia en muchas otras
escuelas de medicina por todo el país. Más de tres mil médicos de
diversos países le dirigieron cartas admirativas y entusiastas. Más
tarde, en 1978, Cousins pasó a formar parte del profesorado de la
escuela de medicina de la universidad de California de Los Angeles
(UCLA).
Una profesión en transformación
Cousins tuvo también una intervención en 1977 en la convención de la
Asociación Americana de Estudiantes de Medicina (AMSA) en Atlanta.
El tema de la convención, «Roles alternativos en torno a la salud:
una nueva definición de la medicina», dejaba ver de forma cada vez
más clara el cambio de paradigma que se estaba operando en las
escuelas de medicina.
Estudiantes y profesores habían comenzado a
formar por todo el país grupos informales de discusión sobre la
conciencia y los enfoques médicos holísticos. Este tipo de grupos se
reunía de forma regular en escuelas médicas como las de la
universidad de California de Los Angeles (UCLA), la universidad de
Texas en Galveston, la de Baylor en Houston, y la de John Hopkins en
Baltimore.
Del grupo de John Hopkins surgió Goldenseal (Sello de oro), una red
de ámbito nacional; uno de sus fundadores era entonces
vicepresidente de la AMSA. En su primer ano de existencia, sus dos
miembros fundadores pasaron a formar una comunidad de doscientos
cincuenta. La revista New Physician, órgano oficial de la AMSA,
dedicó en 1977 un número entero a prácticas de medicina alternativa,
y mantiene regularmente un apartado relativo a medicina humanística.
Laurel Cappa, presidente de la AMSA en 1976, habló en una convención
de médicos del interés de los estudiantes por la medicina familiar y
por métodos no tradicionales como la meditación y la psicología de
la Gestalt. Los estudiantes de medicina aseguraban querer aparecer
como compañeros a sus pacientes, y no como figuras revestidas de
autoridad.
En 1978, Doug Outcalt, último presidente anterior de la AMSA, fue
invitado a dar una conferencia en Denver ante la asamblea
fundacional de una nueva organización médica: la Asociación Médica Holística Americana. En su conferencia, urgió a los presentes la
necesidad de servir de modelos a aquellos estudiantes que estaban
buscando un enfoque de la atención sanitaria más humanista y más
abierto.
Según dijo, los estudiantes de medicina podían dividirse en
tres clases: los tradicionistas, contentos de seguir practicando la
medicina tal como lo habían hecho sus padres; los acomodaticios, que
no aprueban el sistema, pero son incapaces de imaginar que pueda
cambiar; y los buscadores, que se interesan de forma activa en todas
las vías alternativas.
«Ustedes pueden ayudarnos», les decía Outcalt. «Infíltrense en las comisiones de admisión y en las
encargadas de organizar el curriculum. Métanse como profesores en
las escuelas de medicina. »
La conspiración y la crisis están cambiando realmente a las escuelas
de medicina. Muchos de los que respondieron al cuestionario de la
Conspiración de Acuario son profesores en esas escuelas, que no se
limitan a ofrecer a sus estudiantes un testimonio de un paradigma
más generoso, sino que organizan también continuamente programas
médicos educativos para doctores en ejercicio. (Muchos Estados
exigen que los médicos actualicen su formación con un mínimo de
horas de asistencia a cursos de reciclaje durante el año.)
En
Sacramento, el comité legislativo sobre asuntos médicos del
parlamento californiano estaba debatiendo acerca de la procedencia
de los cambios introducidos en los curriculum de las escuelas
médicas. Un conspirador psicólogo, amigo del presidente del comité,
se presentó a sí mismo diciendo: «Yo represento a todas las personas
del Estado de California que no son médicos». Y a continuación, hizo
una serie de recomendaciones sobre la necesidad de humanizar la
formación de los futuros doctores.
Ante la protesta de los decanos
de las escuelas de medicina de que los cambios sugeridos serían
difíciles y complicados, respondió con suavidad: «Estoy de acuerdo,
probablemente toda innovación es demasiado difícil para nuestras
escuelas de medicina». Los decanos recogieron velas enseguida:
Bien, tal vez no fuera tan difícil.
Pero por encima y más allá del impulso consciente de la Conspiración
de Acuario, la implosión de conocimientos y el fracaso de la
«medicina racional» son vectores inexorables de cambio.
La vida no ha sido fácil para la mayoría de los médicos que se han
visto sorprendidos por el cambio de paradigma. Se encuentran entre
dos generaciones, ni lo suficientemente jóvenes como para adentrarse
con facilidad en las nuevas concepciones, ni lo suficientemente
viejos como para poder morir envueltos en el sueño tecnológico,
protegidos por su aura de doctores.
Muchos profesionales del campo
de la salud han estado desempeñando por todo el país el tipo de
«liderazgo transformador» descrito por James MacGregor Burns (ver
capitulo 7). De algún modo, están intentando romper su propio
acondicionamiento cultural, pues la formación médica occidental no
es sino una estrecha subcultura, «la áspera tradición de Galeno»,
como la llamaba un antropólogo especializado en temas de medicina.
El ideal holístico no es del todo nuevo. En un ensayo titulado «La
necesidad de un nuevo modelo médico», publicado en la prestigiosa
revista Science, George Engel señalaba que este enfoque ya se habla
intentado en la escuela médica de John Hopkins antes de 1920. Un
médico, Arnold Hutschnecker, hacia una vigorosa defensa de la
medicina psicosomática en su libro The Will to live (La voluntad de
vivir) publicado en 1950. La preocupación del médico por la
enfermedad y la preocupación del psicoanalista por la mente
requerían una síntesis, pues la verdad no es monopolio de ninguna
rama de la medicina.
«Ambos puntos de vista tienen que encontrarse y
fundirse, y su fusión se dará, más profundamente que en los demás,
en los médicos de medicina general. »
Lo que Hutschnecker no podía prever era la rápida desaparición de
los médicos de medicina general. En 1950, casi el noventa por ciento
de los que terminaban sus estudios en las escuelas de medicina se
dedicaban a ejercer como médicos de cabecera. Hacia 1970 ese número
había bajado a menos de un 10 por ciento. No sólo mente y cuerpo se
consideraban como campos separados, sino que cada parte del cuerpo
se había convertido en un campo de especialización.
La especialización era el resultado comprensible, y tal vez
inevitable, de la confianza depositada por las escuelas de medicina
en el Test de admisión a las Facultades de medicina (MCAT:
Medical College Admissions Test).
Según Harrison Gough, un psicólogo
de la universidad de California en Berkeley que se ha dedicado a
estudiar a los estudiantes de medicina desde 1951, este test ha
configurado a toda una generación de médicos norteamericanos, al
haber determinado la selección de estudiantes con un temperamento
determinado. Como se exigían altas puntuaciones para la admisión, el
test eliminaba a muchos sujetos «prácticos y buenos trabajadores»,
en favor de quienes presentaban una fuerte orientación académica.
Estos individuos, de tipología escolar, tendían a dedicarse a la
investigación o a especialidades como radiología o anestesiología.
«La confianza en el test ha producido una generación de doctores
poco inclinados a hablar con sus pacientes de las causas posibles de
que les duela el estómago. »
Gough descubrió que a lo largo de los años los estudiantes de
medicina más creativos eran los que más probabilidades tenían de
abandonar la carrera.
«No es que no sirvieran para médicos. Lo que
pasa es que no podían tolerar la cadena de trabajos forzados que
suponía la densa y rígida estructuración de los programas de las
escuelas de medicina. »
Especialmente en los últimos años, muchos de
los mejores médicos en potencia ni siquiera tenían opción de llegar
a abandonar los estudios. Una competencia de intensidad creciente
para cubrir un número de plazas relativamente escaso significaba la
exigencia de unas puntuaciones medias espectaculares como requisito
previo de admisión. El calor humano, la intuición y la imaginación
son justamente las características con mayores probabilidades de
exclusión cuando el interés se centra en los niveles escolares y en
las puntuaciones obtenidas en los tests. Realmente, las escuelas de
medicina estaban cerrando sus puertas al hemisferio derecho del
cerebro. No había cupo alguno para la creatividad.
En abril de 1977, cerca de treinta mil aspirantes fueron sometidos a
un MCAT radicalmente distinto, que debía discriminar las solicitudes
de entrada en las escuelas de medicina para el curso 1978-79. Por su
misma naturaleza, el nuevo test venía a suavizar la aguda tendencia
competitiva que hasta entonces había resultado favorable a los mejor
capacitados en el campo de las ciencias. El nuevo test hacía posible
también el acceso a los mejor dotados en campos no científicos. Más
aún, tomaba en cuenta características nunca antes exigidas, como la
capacidad de síntesis, la habilidad para descubrir pautas, para
hacer extrapolaciones, y para dejar de lado los datos irrelevantes.
Pocas eran las preguntas a las que podía responderse de forma
precisa y escueta.
El nuevo MCAT era el primer test de admisión a las facultades de
medicina realmente nuevo desde 1946. La Asociación Americana de
Facultades de Medicina, que había invertido un millón de dólares en
el encargo del nuevo test, ha empezado a tomar activamente en
consideración diferentes estrategias para evaluar las diversas
especies de rasgos humanos susceptibles de integrar la figura de un
buen médico.
«Todo el mundo está de acuerdo en lo importante que son
los rasgos no considerados por las pruebas cognitivas: de una
importancia tal vez más crucial que los conocimientos de medicina
del candidato. »
Las facultades médicas están asimismo evaluando el impacto del
curriculum como tal en la personalidad del estudiante. Un antiguo
decano de la escuela médica de Harvard señalaba que,
«hay menos
libertad intelectual en la carrera médica que en casi cualquier otra
forma de educación para el ejercicio profesional en este país».
Howard Hiatt, decano de la Escuela de Salud Pública de Harvard,
urgía la necesidad de ampliar la educación médica, que se había
mantenido durante demasiado tiempo «aislada de la riqueza de la
corriente general universitaria».
Al requerir conocimientos científicos equivalentes a solamente el
primer año de carrera, se espera que el nuevo test suponga un
estímulo a los estudiantes que desean cursar medicina para que opten
por una formación humanística. De hecho, hay una tendencia pequeña
pero significativa en las escuelas de medicina a fomentar las
solicitudes de quienes sobresalen en el campo de las letras. En la
universidad McMaster de Hamilton, Ontario, los estudiantes de
medicina que comienzan están divididos en partes aproximadamente
iguales en razón de su procedencia del campo de las ciencias o del
de humanidades.
Los estudiantes de medicina están comenzando a exigir (e incluso a
organizar) cursos sobre nutrición, medicina psicosomática,
biofeedback, acupuntura, y otras alternativas no tradicionales.
En una conferencia pronunciada ante profesores y alumnos de la
escuela médica de la universidad de California en San Francisco, un
interno, Scott May, proclamó la necesidad de respetar y cultivar los
aspectos femeninos. Ofreció toda una lista de ejemplos que
testificaban una orientación exageradamente masculina: la presión
ejercida por las escuelas médicas sobre los estudiantes hasta el
punto de hacerles ignorar el estado de agotamiento de sus propios
cuerpos, la «objetivación» del paciente que priva al doctor de la
necesidad de comprender sus propios sentimientos, la falta de
sentido compasivo, el número de suicidios, de crisis de abatimiento
y de abuso de drogas registrado entre los doctores.
«Valoren, en vez
de denigrarlos, a aquellos estudiantes que den muestras de una mayor
sensibilidad y de estar más en contacto con sus propios sentimientos
y con los de sus pacientes. Búsquenlos desde el comité de
admisiones. »
Y a sus compañeros de clase, les decía: «No os
olvidéis de vuestro corazón... ».
Un estudiante de medicina de Yale, Tom Ferguson, ha conseguido un
gran éxito en el lanzamiento de una revista, Medical Self Care (El
cuidado médico de sí mismo), que contiene artículos sobre nutrición,
psicología, ejercicio, psico-técnicas, hierbas, drogas, y otras
alternativas. Ferguson ha comenzado también a impartir un programa
de educación de adultos, y afirma:
«Tal como está establecido hoy en
día el curriculum de las escuelas de medicina, quienes se han
interesado por la medicina por razones puramente humanísticas deben
atravesar una serie de situaciones que les mantienen apartados de
todo contacto con los pacientes durante dos, tres o incluso cuatro
años».
Para conseguir un contacto humano, una serie de estudiantes
de la escuela de medicina de la universidad de Louisville, que se
sentían frustrados, decidieron abrir su propia clínica privada
gratuita.
Los médicos más jóvenes se sienten solidarios de los profesionales
de la salud, aunque no sean médicos. Muestra típica de ello, es esta
carta dirigida al editor del American Medical News, en protesta por
un artículo que había tachado de charlatanes a los quiroprácticos.
El estudiante decía: «Trabajemos con los quiroprácticos». La vieja
preocupación por el poder (quién es el experto, quién tiene la
autoridad) está desapareciendo. En un buen número de programas
médicos innovadores, los psicólogos tienen tanta importancia como
los doctores en medicina.
En California se está impartiendo a título
experimental un doctorado en salud mental, que consta de una mezcla
de cursos de psiquiatría, psicología y asistencia social. Las
antiguas distinciones jerárquicas también están cayendo: los
psiquiatras piden consejos a los psicólogos, los ortopedas a los
quiroprácticos, los oftalmólogos a los optómetras.
Enfermeras,
comadronas, consultores familiares, consultores laicos, clérigos,
curanderos, terapeutas corporales, físicos, ingenieros médicos...,
todos tienen un lugar en la medicina holística. Como decía un
anatomólogo de la escuela de medicina de California, «todos tenemos
una parte de verdad. Nadie la tiene entera».
Hiatt, de la
universidad de Harvard, afirmaba:
"Han pasado los días en que el médico era el único personaje central
en el campo de la salud. Por hábiles que puedan ser los médicos. - -
tenemos necesidad de los demás profesionales implicados en el
sistema, porque la atención médica, por bien dispensada que esté, no
es la única solución a la mayor parte de los problemas de salud con
que nos tropezamos".
Según Hiatt, el tema está necesitado de una contribución desde el
campo del Derecho y de la Economía, como también de las ciencias
biológicas y matemáticas, de la administración pública, de la
empresa, el periodismo, la ética y la educación7.
Maneras de vivir, de morir, de curar
Todo lo importante ya ha sido descubierto, decía un sabio. Lo único
que hace falta es volverlo a descubrir. El interés actual en torno a
la curación es una especie de recuerdo colectivo, una vuelta a las
antiguas comadres y a los viejos galenos. Hipócrates, que tanta
importancia daba a los factores mentales y ambientales, podía
habernos prevenido contra las consecuencias de la especialización
médica.
Los descubrimientos científicos que han puesto de relieve la riqueza
y la complejidad de la naturaleza revelan la pobreza de nuestra
forma ordinaria de considerar la salud, especialmente nuestro empeño
por intervenir desde el exterior, de manera forzada e irrespetuosa,
en sistemas cuyo equilibrio interno es tan delicado que sólo admiten
corrección de parte del «médico interior». Así como las reformas
exteriores sólo ejercen un efecto limitado sobre el cuerpo político,
de igual forma los tratamientos externos son insuficientes para
curar el cuerpo si el espíritu está en conflicto.
En muchos casos se están volviendo a adoptar métodos tradicionales,
no tanto por nostalgia, cuanto por reconocer que los métodos
«modernos» han sido una aberración, al intentar imponer algún tipo
de orden estúpido a una naturaleza mucho más ordenada de cuanto
podamos imaginar. Por ejemplo, el siglo veinte nos ha traído la
alimentación infantil por biberones cada cuatro horas, ha ajustado
los partos y las cesáreas a las conveniencias de los médicos y los
hospitales, ha confinado el nacimiento y la muerte a recintos
aislados, estériles, desprovistos de todo consuelo humano.
En un parto moderno típico, se saca al niño, drogado, de su madre,
asimismo drogada, se le somete a un shock de luces brillantes y
ruidos estruendosos, se le envuelve en tiras, se le empaqueta, y se
le coloca en una caja de plástico. Su padre puede contemplarlo a
través de un cristal, sus hermanos ni eso. Y sin embargo, hoy en día
se sabe que entre madre e hijo se crea un «lazo» físico y emocional
decisivo, con tal de darles tiempo suficiente después del
alumbramiento: parece que el contacto visual y táctil, la sonrisa y
el amamantamiento producen un efecto a largo plazo sobre su mutua
relación y el desarrollo posterior del niño.
Prácticas tomadas de
otras culturas, y viejas costumbres propias resucitadas, nos
descubren los sorprendentes beneficios que se derivan del
comportamiento «natural» con el recién nacido: los tiernos abrazos
de la madre, el jugueteo del padre, la leche materna que contiene
sustancias de importancia crucial para el desarrollo, la voz humana
que desencadena en el niño toda suerte de micromovimientos.
La importancia de esa vinculación ha podido ser cuantificada en
numerosos estudios interculturales, que han demostrado la existencia
de fuertes correlaciones entre ese lazo y la sensibilidad ulterior
de la madre, el cociente intelectual a largo plazo del hijo y la
menor incidencia de abuso o descuido por parte de la madre. Parece
que existe también una vinculación paterna. En Suecia, los padres a
quienes se les permitió estar en contacto con sus bebés en el
hospital, continuaban teniendo con ellos un contacto mucho mayor
tres meses más tarde.
Otros estudios a largo plazo han demostrado
una capacidad social muy superior en los hijos de padres que se
ocuparon de ellos y los cuidaron en su primera infancia.
Al principio, la profesión médica no prestó el menor interés al
establecimiento de esos lazos. Cuando se decidió a capitular, lo
hizo de forma repentina e inesperada. En 1978, la AMA (American
Medical Association) hizo público su respaldo a los enfoques
obstétricos que toman en consideración la importancia de la
vinculación madre-hijo.
Obviamente, los hospitales modernos no fueron diseñados pensando en
rodear los nacimientos de un entorno familiar, lo que ha dado lugar
a una enorme oleada de nacimientos en casa en los últimos años. Al
principio, la profesión médica contemplaba con alarma esta
tendencia, pero lo que supuso un auténtico shock para ella fue la
constatación de que ello traía consigo un mayor coeficiente de
seguridad.
Después de haber estudiado casi mil doscientos casos de
nacimientos en familia, el Ministerio de Salud del Estado de
California encontró que este tipo de alumbramientos era más seguro
que la media estatal en cualquier forma de cómputo (es decir,
incluso excluyendo a las madres que, por ofrecer mayores riesgos,
habían sido atendidas necesariamente en hospitales). En los partos
hospitalarios se registraron más del doble de fallecimientos entre
los recién nacidos, y en presencia de complicaciones, ¡las
comadronas sobrepasaron en eficiencia a los propios médicos!
(Por
ejemplo, las técnicas empleadas por las comadronas reducían los
desgarros a un 5 por ciento de los casos, mientras que en los partos
asistidos por médicos el porcentaje se elevó al 40 por ciento.)
A la vista de la actitud de rebelión de los potenciales usuarios de
sus servicios, un número creciente de hospitales se ha aprestado a
hacer la competencia, intentando convertir el departamento de
obstetricia en un «hogar lejos del hogar», dotándole de un entorno
humano con la ventaja de tener acceso a todo tipo de instalaciones
de emergencia. En el New Life Center del Hospital Familiar de
Milwaukee, y en los Centros de Nacimiento Alternativo del Hospital
General de San Francisco y del Hospital Presbiteriano de Hollywood,
los padres, junto con sus demás hijos, viven en apartamentos de
aspecto hogareño, en los que pueden escuchar música, visitarse unos
a otros durante los dolores del parto, y comer juntos.
Muchos hospitales han adoptado el método de alumbramiento del
obstetra francés Frederic Leboyer. El niño viene al mundo en un
entorno silencioso, debidamente iluminado, donde es acogido y
masajeado con suavidad, metiéndosele enseguida en un baño caliente.
Un médico del Centro médico presbiteriano de San Lucas en Chicago
señalaba la «sonrisa casi universal» que aparece cuando el bebe se
estira. Un médico de Florida lo describía a sus colegas, diciendo:
«No es un procedimiento, sino una concepción». Leboyer ha descrito
su descubrimiento gradual de la conciencia y la inteligencia del
recién nacido, fenómeno contra el que había sido prevenido a lo
largo de su formación médica.
«Es toda una persona, plenamente
consciente, merecedora de respeto. »
Una investigación francesa ha
estudiado ciento veinte bebes nacidos con el método Leboyer, todos
ellos hijos de madres de la clase trabajadora, que no sabían nada
acerca del método, a su llegada al hospital para dar a luz. Estos
bebés obtuvieron mejores puntuaciones que la media de los restantes
en las escalas de psicomotricidad, tenían mejores digestiones,
anduvieron antes, y, sorprendentemente, tenían mayores
probabilidades de resultar ambidextros.
Leboyer participó en la conferencia que tuvo lugar en Los Angeles en
1978 y que tenía como fin organizar una fundación, Our Ultimáte
Investment, dedicada al «nacimiento consciente», y patrocinada por
Laura Huxley, viuda de Aldous Huxley. El fuerte convencimiento
acerca de los aspectos espirituales y psicológicos del parto, la
atención infantil y la vinculación madre-hijo ha conducido a la
creación de una red, que lleva el nombre de NAPSAC (National
Association of Parents and Professionals for Safe Alternatives in
Childbirth).
El interés por el tema, extendido por todo el país, ha
inspirado la organización de conferencias, seminarios, libros y
redes informales de mutua ayuda. Y ha favorecido también en gran
medida el aumento del apoyo ofrecido a los métodos naturales
reconocidos de asistencia en torno al nacimiento, como el método Lamaze y la
Liga de la Leche, red de mutua ayuda para mujeres que
desean amamantar a sus hijos.
Una mujer de las que respondieron al cuestionario de la Conspiración
de Acuario describía el nacimiento de su hijo como «una experiencia
altamente psicodélica sin drogas, una experiencia cumbre». Su
esposo, que actuó de comadrón, consideraba también el nacimiento
como uno de los momentos cumbres de su vida, y se sentía «haber
nacido como padre». La madre aseguraba sentirse agradecida a todas
las mujeres que la habían precedido,
«pariendo a sus hijos a su
manera, y luchando por sacar el nacimiento del campo de la medicina
para devolverlo a los padres y a los hijos, que es a quienes
pertenece».
Y si el número de padres progresistas que reclaman que el nacimiento
tenga lugar en su casa o en un entorno similar al doméstico no deja
de crecer, también muchas personas que se encuentran al borde de la
muerte desean morir en sus casas o buscan para ello alguna de las
pocas instituciones u hospicios disponibles, concebidos como centros
humanos de atención a los moribundos según el modelo del hospital de
St. Christopher's en Londres.
Los defensores de este movimiento
institucional lo describen como «una concepción, más que un lugar
específico, exactamente como se dijo del método Leboyer, considerado
como tal más que como una técnica específica. «El movimiento
hospicial», decía un informe publicado en la revista Science,
relativo a un encuentro de dos días de duración celebrado por los
Institutos Nacionales de Salud en torno al tema de los hospicios
"lejos de constituir un fenómeno aislado y especializado,
proporciona un modelo para replantear sobre nuevas bases todo el
sistema de atención a la salud."
«En último término, lo que determina la cuestión del derecho a
morir, es el concepto que se tiene de la vida, no el concepto de la
muerte», apunta Hans Jonas, profesor de filosofía en la Nueva
Escuela de Investigación Social.
«La responsabilidad de la medicina
se extiende a la totalidad de la vida. Y su deber es proteger la
llama de la vida mientras arde, pero no, conservar las ascuas del
rescoldo. Menos aún, consiste en infligir sufrimientos y en acumular
indignidades. »
En muchos Estados cabe hoy en día rechazar la
tecnología para retrasar la muerte, tubos, respiración artificial,
etc., en nombre del «derecho a morir».8
El proyecto Shanti de Berkeley emplea consejeros profesionales y
voluntarios para atender amorosamente a los moribundos y a sus
familiares. En el Centro de Curación Actitudinal de Tiburón, en
California, el psiquiatra Gerald Jampolsky supervisa a un grupo de
niños amenazados de muerte por enfermedades como leucemia.
Semanalmente, se reúnen en las casas de unos y otros para compartir
sus temores, para meditar juntos, y para aportar pensamientos
positivos de curación a los que, de entre ellos, se encuentran en
crisis. El centro, gracias a una subvención concedida por la
compañía Pacific Bell, ha podido crear una red telefónica de mutua
ayuda, de modo que los niños de todo el país pueden hablar entre sí
y comunicarse sus experiencias comunes en relación con las
enfermedades peligrosas que padecen o han padecido.
De todas las profecías que nuestra cultura se encarga de cumplir, la
presuposición de que el cumplir años equivale, a partir de un cierto
punto, a entrar en la cuesta abajo y a comenzar a flaquear de la
salud, es la más mortífera. Aunque las investigaciones han
demostrado que hay muchas formas de llegar a una edad avanzada,
nosotros nos sentimos predispuestos a la senilidad y a la muerte.
Retiramos a las personas de edad de todo trabajo significativo: a
los ancianos ricos se les atrae a ghettos soleados y sin niños, y
los ancianos pobres son abandonados a su suerte en vecindarios que
sus propias familias dejaron tiempo atrás. Incluso los enfermos que
pueden andar son con frecuencia internados en casas de salud.
Pero ha llegado la revolución. No se trata sólo de una minoría de
ancianos que se expresa con canciones diciendo: «No, no iremos»,
sino de una generación joven que, simpatizando con su causa, es
probable que milite con más fuerza en su favor. Las ideas de Maggie
Kuhn, de las Panteras Grises, son características de las
concepciones del Centro Radical con respecto a las personas de edad:
"No es preciso que midamos nuestras fuerzas contra los jóvenes. No
queremos ser adversarios. Si no que juntos, junto con vosotros,
jóvenes, queremos conspirar. Necesitamos un cambio social radical,
un programa nuevo. Un programa semejante incluiría una política de
alojamientos que permitiera la integración de las diversas edades, y
pondría fin al retiro obligatorio.
Juntos podríamos diseñar centros de salud holística, plantear
cambios y desafíos que muestren el camino de una amplia
transformación institucional.
Estamos experimentando una nueva forma de humanidad y el poder de
nuestra energía corporativa para cambiar la sociedad.
Me entristece contemplar que quienes están en mi misma situación
dirigen todos sus esfuerzos a conseguir algún trato ventajoso, como
una reducción de impuestos. Los tratos de favor son Novocama.
Alivian el dolor, pero no resuelven el problema.
Podemos formar una coalición. Y podemos experimentar. Aquellos de
nosotros que somos viejos podemos permitirnos vivir peligrosamente.
Tenemos poco que perder".
Kuhn anima a sus colegas a asistir a cursos universitarios, a
enrolarse en actividades autorrealizadoras, y a acometer iniciativas
imaginativas. Un grupo de Panteras Grises compró conjuntamente
varias casas antiguas en una ciudad, para renovarlas, o bien para
ocuparlas o alquilarías.
El programa nacional SAGE, Senior Actualizations and Growth
Explorations (Exploraciones para la actualización y crecimiento de
los ancianos) combina terapias espirituales y corporales:
acupuntura, meditación, Tai Chi, música, e incluso oportunidades de
intercambio. La Asociación Nacional de Gerontología Humanista, de
reciente creación, reúne a profesionales interesados en fomentar
enfoques alternativos del envejecimiento. A las reuniones del
Phoenix Club, fundado por Jerome Ellison, pueden asistir personas de
todas las edades. Las actividades y el apoyo mutuo pretenden hacer
de la segunda mitad de la vida una aventura creativa y espiritual.
Como podía predecirse, han surgido también nuevas maneras de enfocar
el tratamiento de los desórdenes mentales. La ciencia médica no se
siente tan segura ya de la eficacia de sus métodos convencionales,
ni siquiera de sus principales medicamentos tranquilizantes. Los
nuevos medicamentos han aumentado grandemente el número de pacientes
hospitalizados capaces de volver a funcionar en el mundo ordinario
cotidiano, pero han hecho poco por atajar la disonancia interna que
ayudó a desencadenar la psicosis.
La psiquiatría de Occidente está comenzando a sentir respeto por las
ideas de ciertas sociedades que consideran la locura como un intento
de hacer surgir una nueva visión de las cosas. Una psicosis aguda
podría ser una especie de estrategia eruptiva para resolver un
conflicto, un proceso natural posiblemente valioso, en vez de un
síntoma que deba ser erradicado con la mayor rapidez.
El aislamiento
en un lugar seguro y la comprensión resultan a veces más efectivos
que el potente medicamento, de efectos puramente transitorios, que
generalmente se administra a los pacientes psicóticos. En un estudio
realizado en California, los jóvenes esquizofrénicos que no fueron
medicados se recobraron de sus psicosis agudas dos semanas más tarde
que aquellos a quienes se administró Thorazine, pero tuvieron que
ser reingresados con mucha menor frecuencia a lo largo del año
siguiente.
Psiquiatría significa literalmente «medicina del alma». No es
probable que pueda curarse un alma rota con grandes dosis de
tranquilizantes; más bien, lo que hacen es interrumpir las pautas
cerebrales de desasosiego y conflicto, al alterar más aún la química
perturbada del cerebro. Si recordamos que el cerebro tiene capacidad
para negar o para transformar el conflicto, podemos entender la
observación de Menninger, cuando dice que muchas personas que se
recuperan de su locura se ponen «mejor que bien». Han alcanzado un
nuevo nivel de integración; es otro ejemplo de cómo el estrés puede
conducir a una evolución individual.
Algunas comunidades organizan retiros, para que las personas que
sufren tensiones puedan encontrar descanso y ayuda antes de que sus
conflictos traspasen los limites que pueden soportar. Algunos de
estos retiros se ocupan incluso de perturbaciones psicóticas.
Diabasis House en San Francisco y Crossing Place en Washington son
instituciones residenciales que han demostrado su eficacia incluso
con pacientes psicóticos agudos, y cuestan mucho menos que los
hospitales psiquiátricos.
El miedo frente a los comportamientos creativos y los estados
místicos -es decir, frente al lado intuitivo de la experiencia
humana- ha conducido a innumerables cazas de brujas a lo largo de
toda la historia. El psiquiatra R. D. Laing culpa de ello a la
ambivalencia de la sociedad respecto de las necesidades interiores,
y a su unánime rechazo frente a toda aspiración espiritual, escollo
en que han naufragado tantos artistas y místicos a lo largo de la
historia.
Hoy en día, un número creciente de antiguos enfermos
mentales está uniendo sus fuerzas para oponerse a lo que consideran
un tratamiento insensible de la enfermedad mental, y para promover
una mayor confianza en terapias tan poco intervencionistas como el biofeedback, la meditación, la nutrición y el aislamiento, en lugar
de acudir a los medicamentos o al electroshock. Una de estas redes
es la Asociación de Alternativas Psiquiátricas del Área de la Bahía.
Muchos psiquiatras están interesados en las terapias alternativas.
Hay también un interés creciente por los sistemas tradicionales y
populares de curación. Médicos, enfermeras, psicólogos y
antropólogos están asomándose a prácticas chamánicas (técnicas
nativas de curación) de diversas culturas: chinas, nativas de
América, tibetanas, africanas, japonesas. Las compañías de seguros
reembolsan hoy día a los esquimales de Alaska el importe de sus
visitas a sus propios chamanes, y a los Navajos de Arizona, las
visitas a sus curanderos.
Los chamanes ayudan al enfermo a buscar el
sentido de su enfermedad en su entorno familiar o comunitario. Los
sistemas tradicionales de sanación consideran la enfermedad como una
perturbación de la armonía del individuo con los demás y con la
naturaleza.
La medicina popular de Brasil, conocida a veces como cura, puede ser
un anticipo de la síntesis que se está operando en algunas partes
del mundo. La cura es una mezcla de medicina occidental, sanación
espiritual, herboristería, homeopatía, y tradiciones curativas
africanas y amerindias. Se cree que alrededor de sesenta millones de
brasileños participan de la cura, pero ese número está creciendo
rápidamente con nuevos usuarios provenientes de las clases medias y
bien educadas. La cura comprende el cuerpo, las emociones y el alma.
Hay un gran respeto por la «ascendencia moral» del sanador, pero
también por los conocimientos del médico adquiridos a lo largo de su
formación. La cura da importancia a todo lo que es eficaz para
curar, y proporciona un grupo de apoyo a los que acuden a ella.
El poder curativo
«Estoy convencido de que el poder curativo es algo real», afirmó
Jerome Frank en Nueva York en una conferencia sobre sistemas de
medicina alternativa. Pero a continuación expresó sus dudas de que
en un futuro próximo pudiera ser apreciado con claridad suficiente
como para conseguir plena aceptación por parte de los científicos
occidentales.
Hoy en día contamos, no obstante, con una rejilla científica
explicativa que permite entender la existencia de una resonancia
curativa entre las personas. El teorema de Bell, las teorías
holográficas de Bohm y Pribram, y otras hipótesis radicales
proporcionan un modelo para poder comprender la conexión entre las
personas. La imagen del cuerpo como un campo reactivo de energía,
predominante en la filosofía oriental, coincide con la evidencia de
que los meridianos de la acupuntura son reales y de que los chakras
de la tradición budista pueden también tener un fundamento real.
Dolores Krieger, profesora de enfermería en la universidad de Nueva
York, ha demostrado elegantemente la producción de cambios en los
valores de la hemoglobina en pacientes sometidos a una especie de
«scanning» curativo, en el que los que lo practican no tocan
siquiera el cuerpo, pero intentan sentir los cambios de sensaciones
inducidas por él, calor, frío, cosquilleo, según pasean sus manos
por encima de regiones del cuerpo determinadas.
Hay también otros fenómenos que evidencian la realidad del poder
curativo: la presencia de frecuencias cerebrales inhabituales en las
personas que intentan sanar a otros con su poder, cambios
enzimáticos, cambios electroencefalográficos en el «sanando», la
remisión inexplicable de tumores en ciertos casos, y otros ejemplos
atestiguados de curaciones más rápidas de lo normal. Los médicos
sienten gran interés en estos fenómenos.
El método de Krieger, por
ejemplo, ha sido dado a conocer a miles de personas por todo el país
a través de talleres de un día de duración sobre el «toque
terapéutico», especialmente a enfermeras, y la propia Krieger ha
sido invitada por varios hospitales de Nueva York para enseñar el
método a todos sus equipos de enfermería. Muchos doctores también
utilizan hoy métodos parecidos. Sanadores no ortodoxos, como Rolling
Thunder, Olga Worrall, Paul Solomon y Jack Schwarz, han pronunciado
conferencias en diversas escuelas de medicina y han dirigido
talleres para médicos y estudiantes de medicina.
Aunque la sanación psíquica pueda resultar ser un valioso auxiliar
de la medicina en el futuro, no es probable que llegue a convertirse
en una forma de tratamiento principal, por una razón muy sencilla.
El «sanador» se comporta de una forma muy similar al doctor, esto es
haciendo algo al paciente.
Los sanadores chamánicos, los curanderos
de Sudamérica, por ejemplo, advierten a sus clientes que ellos
pueden influir sobre los síntomas, pero que lo que no pueden es
cambiar el proceso interno causante de la enfermedad. Los síntomas
pueden desaparecer por un tiempo, pero lo más frecuente es que no se
haya cambiado la matriz más profunda de la enfermedad. Solamente la
persona misma puede curarse desde dentro.
Sin embargo, el estado mental que requiere la sanación es
específicamente beneficioso para el sanador, y también para la
relación entre terapeuta y paciente.
Un científico británico ha
observado una configuración específica de los ritmos cerebrales en
la mayoría de los sanadores espirituales estudiados por él. (En
Inglaterra hay miles de sanadores con licencia, permitiéndoseles
trabajar en los hospitales.) Un médico, conectado al aparato
detector de ondas cerebrales, no conseguía en su ansiedad reproducir
esa pauta característica. Finalmente, el investigador le sugirió con
simpatía:
«Imagínese que está tratando a un paciente. Pero no tiene
medicinas, ni equipo. No puede ofrecerle nada, salvo su compasión».
Al punto, la frecuencia cerebral del médico adquirió la pauta
característica del «estado curativo».
Rober Swearingen, un ortopedista de Colorado, cuenta haberse
encontrado un día en una sala de urgencia con un paciente que sufría
intensos dolores por haberse dislocado un hombro. El resto del
equipo clínico estaba atendiendo un caso aún más urgente, de modo
que ni siquiera podía llamar a una enfermera para poderle
administrar algún tranquilizante o algún analgésico.
"En ese momento, me sentí abrumado por una sensación de impotencia y
de dependencia con respecto a la tecnología. Parte para entretener
al paciente, parte para calmarme a mí mismo, comencé a sugerirle que
se relajara. De pronto, sentí cómo el hombro se aflojaba, y con la
colaboración del paciente, pude volverlo a su lugar sin causarle
dolor y sin necesidad de ningún calmante".
Esta experiencia cambió toda su carrera, no sólo porque a partir de
entonces pudo enseñar a todo el mundo la práctica de este
procedimiento indoloro, sino también por haber descubierto la
importancia crucial del factor humano en la medicina. También
descubrió que podía entablar una relación no verbal con sus
pacientes, una especie de «escucha» que le permitía diagnosticar por
intuición con mucha mayor precisión de lo que habla alcanzado con
toda su tecnología.
Un famoso psicólogo hizo en una ocasión, privadamente, la
observación de que el biofeedback es la última forma de placebo, un
paso intermedio para médicos y pacientes demasiado apoyados aún en
la tecnología «dura», y que aún no se han dado cuenta de que todo
sucede en el interior de un cerebro «blando», que se desvanece en un
torbellino de partículas cuando se le examina más de cerca. «Todo
está en la imaginación», dijo. Podemos conseguir las cosas tal como
las imaginamos y deseamos.
En el siglo dieciséis, Paracelso decía de los médicos de su tiempo
que «conocen sólo una pequeña porción del poder de la voluntad». Por
otra parte, a otro nivel, todos sabemos que uno puede morir si tiene
«partido» el corazón, que el estado de tristeza prolongada en una
mujer puede afectar al hijo que lleva en su seno, y que las personas
de edad no se vuelven seniles si mantienen vivo el interés por la
vida.
Seguramente, el día de mañana los historiadores se asombrarán de la
herejía que cometimos en las últimas décadas, al dejar de lado el
espíritu, en nuestro esfuerzo por curar el cuerpo. Hoy en día, al
recobrar la salud, nos reencontramos a nosotros mismos.
1. No hay que subestimar el papel de la predisposición genética o de
ciertas influencias exteriores, tales como el fumar. La enfermedad o
la salud se originan en un medio. El hecho que un conflicto no
resuelto o un cambio se traduzcan en enfermedad viene influido en
parte por la vulnerabilidad genética, que nos inclina hacia
desórdenes específicos. Quien tiene una historia familiar con una
elevada incidencia de casos de alergia, diabetes, esquizofrenia o
enfermedades cardiacas, es más probable que experimente este tipo de
desórdenes, en caso de estrés, que cáncer, pongamos por caso.
2. Grant Wood (1892-1942): pintor americano, de Iowa, uno de los
principales exponentes del regionalismo del Midwest. Antiguo
artesano y vidriero, quedó fascinado en Alemania por la obra de los
primitivos flamencos, Memling, Holbein y Durero. En 1930 causó
sensación en Chicago con la exposición de su obra "American Gothic"
que representa a un predicador y su hija, sobre un fondo
arquitectónico neogótico, con una apariencia de realismo flamenco
absolutamente inhabitual en el arte americano. (N. del T.)
3. En la mayor parte de estos estudios, el diagnóstico de cada
paciente viene precedido por el estudio de su personalidad. Aquellos
en quienes más tarde se confirma la aparición del cáncer se comparan
después con quienes ofrecieron características negativas en sus
tests. Algunos estudios han hecho un largo seguimiento, continuado
durante décadas, de algunos grupos, para intentar determinar si
quienes finalmente desarrollaron un cáncer tenían características de
personalidad distintivas, o tensiones vitales semejantes.
4. De hecho, las reuniones de Airliehouse habían venido precedidas
por un «taller de potencial humano» de diez días de duración,
celebrado en Londres en mayor de 1975, en el que varios
conferenciantes, Moshe Feldenkrais, Rick Carlson, Fritjof Capra,
Werner Erhard y otros habían intercambiado ideas sobre el potencial
de cambio social latente en el tema «Fronteras de la medicina y de
la ciencia».
5. Blue Cross-Blue ShieId (Cruz Azul-Escudo Azul): nombres de las
dos asociaciones de seguridad médica privada más conocidas en los
EE.UU. (N. del T.)
6. Todo campo abierto e impreciso como es la "salud holística",
ofrece abundantes oportunidades para el fraude y las promesas
excesivas. Una de las reglas fundamentales consiste en asegurarse de
que los procedimientos no ortodoxos se usan únicamente como
complemento de otros tratamientos convencionales comprobados, en vez
de exponer a los sujetos a riesgos innecesarios. Los eventuales
usuarios de estas técnicas deben precaverse de quienes las practican
haciendo promesas no garantizadas o cobrando por ello honorarios
exorbitantes.
En ocasiones se ha reclamado una especie de licencia para poder
ejercer estas técnicas, pero los debates sobre el tema, por lo
general han llegado a esta conclusión: la medicina holística es una
perspectiva no es una disciplina ni una especialidad. Y ni siquiera
se puede saber con seguridad qué es lo que funciona. Como decía
Marshall McLuhan en una ocasión: "El misticismo es la ciencia del
mañana; hoy no hacemos más que soñarla". No siempre es fácil definir
la línea que divide el nuevo paradigma por loco que parezca, de lo
que solo es pura charlatanería.
7. A fines de 1979, en respuesta a la presión ejercida por el
gobierno y a varios procedimientos judiciales entablados contra
ella, la AMA (American Medical Association) comenzó a difundir un
nuevo código deontológico que admitía la colaboración de los médicos
con otros profesionales de la salud Los psicólogos desafiaban
también ante los tribunales a los colectivos de médicos y compañías
de seguros, reclamando su derecho a cobrar como profesionales de la
atención sanitaria.
8. Otro indicador del cambio que se está operando en medicina hace
veinte arios, sólo el 10 por ciento de los médicos encuestados eran
partidarios de decir a sus pacientes que tengan cáncer, mientras que
una reciente investigación ha encontrado que un 97 por ciento están
a favor de decírselo.
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