X. LA TRANSFORMACIÓN DE
LOS VALORES Y DE LA
VOCACIÓN
Cuando la naturaleza del trabajo es debidamente apreciada y
aplicada, se sitúa, en relación con las facultades superiores, al
mismo nivel que el alimento con respecto al cuerpo. J.C. KUMARAPPA, filósofo y economista
Si la experiencia transformadora es realmente una fuente de energía,
entonces debe también afectar inevitablemente a los propios valores,
y de esa forma a toda la economía: al mercado, la fábrica, las
grandes compañías, las profesiones, los pequeños negocios, al
bienestar social. Y debe llevarnos a dar una nueva definición de
palabras como «rico» y «pobre»; debe hacernos repensar qué es lo que
nos debemos los unos a los otros, cuáles son los límites de lo
posible, y qué es lo adecuado. Antes o después, el nuevo paradigma
introduce un cambio en las relaciones del individuo con el trabajo;
no cabe una transformación a tiempo parcial, por su misma
naturaleza.
Para quien busca la totalidad, lo esencial no es solamente vivir,
sino construir su propia vida. No es una sed de algo más, sino de
algo diferente. Comprar, vender, poseer, ahorrar, compartir,
guardar, invertir, dar, todas ésas son expresiones exteriores de
necesidades internas. Cuando estas necesidades cambian, como sucede
en toda transformación personal, los patrones económicos también
cambian. Por ejemplo, para mucha gente gastar dinero es una especie
de opio, un bálsamo contra los desencantos, las frustraciones y el
vacío.
Si la persona transforma su sensación interna de desasosiego
tendrá menos necesidad medicamentos y de distracciones La escucha
interior nos hace percibir con mayor claridad qué es lo que en
realidad queremos, que puede ser muy distinto de todo cuanto se nos
había hecho creer, y que puede que ni siquiera tenga una etiqueta
con un precio. También puede ocurrir que descubramos que toda
«propiedad» es en algún sentido una ilusión, y que el apegarnos a
las cosas puede ser una forma de impedirnos disfrutar libremente de
ellas. Un mayor grado de conciencia nos puede devolver la capacidad
de apreciar de nuevo las cosas sencillas. La calidad se vuelve
importante, la tan traída y llevada «calidad de vida». Si el trabajo
resulta gratificante, y no es sólo algo obligatorio, eso es otro
factor capaz de reordenar nuestros valores y prioridades.
Vamos a considerar la evidencia de la aparición de un nuevo
paradigma, basado en los valores, que trasciende el antiguo
paradigma económico, preocupado ante todo por el crecimiento, el
control y la manipulación. El surgimiento de este nuevo paradigma
basado,
-
en los valores aparece reflejado en la modificación de las
pautas de trabajo, de elección de profesión y de consumo...
-
en los
nuevos estilos de vida que están apareciendo, basados en principios
de sinergia, de solidaridad, intercambio, cooperación y
creatividad...
-
en la transformación de los lugares de trabajo, de
los negocios, la industria, las profesiones, las artes...
-
en las
innovaciones en los sistemas de dirección y de participación de los
trabajadores, incluyendo la descentralización del poder...
-
en el
surgimiento de una nueva raza de empresarios...
-
en la búsqueda de
una «tecnología adecuada»...
-
en el clamor por una economía
congruente con la naturaleza,
...que venga a sustituir la visión
mecanicista que nos ha lanzado a la crisis que padecemos.
La crisis y su negación
Es un hecho probado que no se puede adelgazar si uno sigue comiendo
lo que le da la gana. Tratando de alcanzar la prosperidad por medio
del consumo, hemos agotado nuestros recursos. Los costes de una
producción elevada, la escasez, la inflación y una tasa severa de
desempleo se han convertido en el pan nuestro de cada día.
Como la economía es también un tema político, está sujeta a
propagandas, racionalizaciones y mentiras. También nuestras
creencias sobre la economía afectan a ésta, el llamado «índice de
confianza», por lo que las empresas y el gobierno están interesados
en amortiguar las reacciones de inversores y consumidores ante
eventuales noticias económicas intranquilizantes.
Y como las
opiniones divergentes se apoyan todas ellas en razones de peso,
podemos creer lo que queramos:
-
La energía nuclear es esencial/mortífera.
-
La energía solar será más barata/impracticable.
-
Los combustibles fósiles son abundantes/están exhaustos.
-
Tendríamos que consumir/conservar.
-
El pleno empleo es posible/imposible.
-
Es verdadero/falso que la automatización/protección del medio
ambiente disminuye los puestos de trabajo y el crecimiento.
Algunos se hacen la ilusión de que la salvación puede estar en la
tecnología y en la recirculación del dinero y los diferentes
recursos. Pero el alivio transitorio de esta enfermedad crónica,
escasez, dislocamiento del mercado, desempleo, envejecimiento
tecnológico es tan peligroso como el tratamiento de los síntomas en
medicina cuando se desconoce la causa de la enfermedad. Toda
intervención en el cuerpo económico, al igual que la intervención
por medios farmacológicos o quirúrgicos, conduce con frecuencia a la
aparición de graves efectos secundarios, que requieren una
intervención ulterior y más profunda.
La crisis resulta evidente sobre todo en el carácter crónico del
paro y del subempleo: el envejecimiento tecnológico que ha alcanzado
a millones de expertos trabajadores especializados, el número
creciente de individuos con educación superior que rivalizan por los
pocos puestos de trabajo disponibles, y el número creciente de
jóvenes y mujeres que intentan incorporarse al mercado de trabajo.
Un estudio realizado por el Ministerio de Trabajo de los Estados
Unidos ha encontrado que el «verdadero desempleo», incluyendo a
quienes están trabajando, pero cuyas ganancias no superan el nivel
de pobreza, alcanza una tasa superior al 40 por ciento. Menos
puestos de trabajo, más aspirantes a ellos. Menos puestos
interesantes, proporcionalmente hablando. Y más tecnología, con lo
que se consigue duplicar la producción del trabajador A, lo que
permite despedir a B, de modo que A tenga que gruñir por tener que
pagar impuestos que permitan ofrecer algún tipo de apoyo a un B
desmoralizado.
Programas de acción que a menudo no hacen otra cosa
que trasladar la injusticia y la amargura a otros grupos diferentes.
Periódicamente, los trabajadores y los directivos se saquean unos a
otros, como hermanos gemelos insensatos, ignorantes de que la vida
de cada uno depende de la del otro, y son en realidad la misma.
Nuestros indicadores económicos con frecuencia nos despistan. Por
ejemplo, las cifras del Producto Nacional Bruto comprenden los
gastos de atención a enfermedades, de reparación de automóviles
siniestrados y de eliminación de la polución industrial, es decir,
miden actividades, no la auténtica producción. Cada vez es más
evidente lo absolutamente inadecuados que resultan nuestros
esfuerzos para controlar, explicar y comprender nuestra economía.
La economía es algo vivo e integrado, se parece más a un organismo
que a una máquina. Tiene aspectos cualitativos, además de
cuantitativos. Como la situación atmosférica, no admite arreglos.
Tampoco permanece estable mucho tiempo, y es predecible sólo
parcialmente. Incluso sus «leyes» no son más que descripciones del
pasado.
«La verdad es», ha dicho David Sternlight, economista jefe
de la Atlantic Richfield Company, «que no tenemos hechos sobre el
futuro».
Se suele dar por sentado que es mejor hacer algún tipo de predicción
económica que no tener ninguna, decía E. F. Schumacher en l961.
«Haga usted una conjetura,
conviértala en una hipótesis de trabajo, y obtenga una serie de
estimaciones por medio de cálculos sutiles. Inmediatamente esas
estimaciones son presentadas como resultado de un razonamiento
científico, como algo mucho más fiable que una mera suposición.
Así se cometen errores colosales de planificación, porque este
método sólo ofrece un simulacro de respuesta, donde lo que se
requiere es una opción empresarial seriamente fundamentada.»
El presupuesto fundamental del antiguo paradigma que sigue siendo
dominante y permanece sin cuestionar desde los tiempos de John Locke,
es que los seres humanos nos sentimos fundamentalmente motivados por
incentivos económicos.
Y sin embargo, por encima de un determinado
nivel de suficiencia material, son otras necesidades imperiosas las
que claramente toman la delantera: el deseo de tener salud, de ser
amado, de sentirse competente, de participar plenamente en la
sociedad, de tener una ocupación significativa. Incluso si Locke
tuviera razón sobre nuestras motivaciones económicas, es algo que
tendríamos que cambiar. Nuestra civilización no puede continuar la
escalada de producción y consumo de bienes y recursos que no son
renovables.
En su evaluación de la crisis financiera de la ciudad de Nueva York
a mediados de los años setenta, Julius Stulman, del World Institute,
dijo que nuestro error principal consiste en seguir relacionando
todas las cosas con el pasado,
«con los escalones que laboriosamente
hemos ido levantando a lo largo de seis mil años, ladrillo tras
ladrillo, paso a paso, de una forma lineal y singular. Por
necesarios que hayan sido esos escalones para nuestra evolución, ese
estadio ha terminado. No podemos afrontar lo que tenemos por
delante, a menos que pensemos de un modo diferente».
En lo sucesivo, nuestra mejor esperanza estriba en prestar atención,
reconociendo las maneras cómo nuestras vidas y nuestros medios de
vida han sido influenciados, e incluso han sido regidos, por
estructuras pasadas de moda. Nuestras ideas sobre el trabajo, el
dinero y los estilos directivos provienen de un antiguo orden social
dotado de estabilidad, que nada tiene que ver con el flujo actual de
las cosas, y están basadas en una concepción de la humanidad y la
naturaleza hace tiempo abandonada por la ciencia. El mundo real gira
en torno a principios diferentes de los que nos imponen nuestras
parciales filosofías económicas.
El nuevo paradigma: valores en vez de ciencia económica
Los sistemas económicos del mundo moderno se sitúan en el terreno de
la antigua controversia: individuo o sociedad. Cuando nos dejamos
polarizar, dejamos de plantear bien la cuestión. Más que discutir
sobre si tiene razón el capitalismo al insistir en las oportunidades
para el individuo, o más bien la tiene el socialismo al preocuparse
por lo colectivo, lo que deberíamos hacer es volver a formular la
cuestión: ¿Resulta apropiada la sociedad materialista a las
necesidades humanas?
El capitalismo, lo mismo que el socialismo, tal
como los conocemos, giran en torno a los valores materiales. Sus
filosofías resultan inadecuadas para una sociedad transformada.
Los fallos de nuestras filosofías económicas, al igual que los
fracasos de nuestras reformas políticas, se deben a la importancia
que conceden a todo lo externo. Los valores interiores, lo mismo que
la reforma interna, deben preceder a todo cambio exterior. Nuestra
salvación puede que esté en la síntesis, en la vía media entre la
derecha y la izquierda, eso que Aldous Huxley llamada
«descentralización e iniciativas en cooperación, el sistema político
y económico más connatural a la espiritualidad».
Así como la salud es mucho más que la medicina y el aprendizaje van
más allá de la ecuación, así también el contexto de las tareas
económicas es un sistema de valores. Las tareas económicas son un
reflejo de nuestras prioridades, cualesquiera que sean: el propio
engrandecimiento, la competitividad, la cooperación, la artesanía,
los bienes materiales.
Una sociedad que aprecia los símbolos
externos, querrá tener automóviles aparatosos, cualquiera que sea su
coste. Una familia que valora la educación podrá hacer considerables
sacrificios para pagar a sus hijos la asistencia a determinados
centros privados. Quien valora sobre todo la aventura podrá dejar un
trabajo seguro bien remunerado para dedicarse a navegar alrededor
del mundo. Lo que es más importante: cuando la gente se independiza,
sus valores se interiorizan. Las cosas que compran y el tipo de
trabajo que eligen reflejan sus propias necesidades y deseos mejor
que los valores impuestos por los anuncios, la familia, los
compañeros, o los medios de comunicación.
Louis Mobley, antiguo
director del programa de formación de ejecutivos de la IBM, opinaba
que la tendencia a interiorizar supone un vuelco cultural. Acabada
la era en la que mirábamos sólo hacia fuera y negábamos las propias
realidades interiores, nos estamos ahora atreviendo a hacer juicios
de valor.
«Y por eso los economistas se han quedado sin respuestas.»
Herbert Simon, premio Nobel de economía en 1978, critica los
presupuestos «racionales» clásicos de los economistas y su
consiguiente fracaso para lidiar con los nuevos valores y
expectativas cambiantes.
Las sociedades, como señalaba Ilya Prigogine, son las más extrañas e
inestables de las estructuras disipativas. La complejidad de nuestra
moderna sociedad pluralista y los valores crecientemente autónomos
de sus gentes han creado una incertidumbre económica de vastas
proporciones. Por eso lo que hoy en día estamos necesitando es un
enfoque de la economía comparable al que supuso para la física la
introducción del principio de incertidumbre1.
Los dos paradigmas podrían resumirse del modo siguiente:
La «eterealización» de América: los nuevos valores
Ya Stuart Mill, en el siglo diecinueve, pudo ver más allá de las
tempranas promesas materialistas de la era industrial: «No serán
posibles grandes adelantos para la humanidad hasta que tengan lugar
grandes cambios en su forma de pensar». En los años treinta, el
historiador Arnold Toynbee hablaba de la «eterealización», como el
último grado de crecimiento de las civilizaciones, caracterizado por
el desarrollo de las riquezas superiores e intangibles.
La idea de invertir la tendencia materialista parece contar con una
creciente simpatía entre la gente, aunque no haya surgido todavía el
mandato expreso de realizarlo. Puede que se esté produciendo la
eterealización. Una encuesta realizada por Harris en 1977 se
encontró con que un porcentaje asombroso de personas, el 79 por
ciento, estaba a favor de un mejor aprovechamiento de las cosas
básicas esenciales, más que de alcanzar niveles materiales
superiores de vida.
Un porcentaje similar prefería gastar más tiempo
en interacciones humanas que emplear un sistema moderno de
comunicación tecnológica, y confiaban en que la sociedad habría de
llegar a apreciar los valores humanos por encima de los materiales.
La idea de desarrollar nuevos medios más grandiosos y eficaces para
hacer las cosas les resultaba menos atractiva que la de «echar abajo
los grandes montajes y volver a un modo de vivir más humanizado». La
mayoría encontraba preferible obtener satisfacciones internas de
bajo a aumentar la productividad, y deseaban ver orientada la
educación de sus hijos hacia ese tipo de gratificaciones
intangibles, más que hacia un nivel de vida material más elevado.
La mayoría de la gente que vive en los Estados Unidos actualmente,
ha podido gustar al menos los frutos de una cierta abundancia. Nos
hemos visto libres de la necesidad desesperada de supervivencia que
ha pesado sobre tantas generaciones pasadas y pesa todavía hoy sobre
poblaciones enteras. El hambre todavía sigue existiendo, de forma
diferente tal vez, y aún somos libres. Por encima de nuestros
comportamientos compasivos y adictivos, podemos intentar descubrir
lo que queremos, podemos prestar atención y concentrarnos en las
preguntas que no hemos formulado que esconde nuestro interior.
Podemos preguntarnos: ¿Qué es lo realmente importante?
Nuestros antepasados prehistóricos se anticiparon de algún modo a
sentar las bases para ello, cuando dejaron de ser cazadores y meros
recolectores de frutos, para convertirse en granjeros, en
cooperación con los ciclos fundamentales de la naturaleza Tal vez
fue ahí donde se fraguó nuestra mentalidad mercantil agresiva,
cuando se empezó a arar y hacer planes, preocupados por la cosecha
futura.
Tal vez podemos volvernos a convertir en cazadores y
recolectores de alguna manera, aprendiendo a vivir de los tesoros
que trae consigo cada día, además de aprovecharnos de lo que
requiere una larga maduración con el paso de las estaciones.
Posiblemente, como afirmaba un articulo, estamos viviendo en una
«sociedad post extravagante». Según todas las apariencias, andamos a
la caza y captura de sentido, de una concepción trascendente
parecida a la de nuestros padres fundadores.
Un maestro, conspirador de Acuario, expresaba así su propio proceso
de eterealización:
"He sufrido la influencia del conocimiento y trato que he tenido con
personas que no padecen necesidades (bien situadas económicamente) y
con personas que han adoptado voluntariamente la pobreza (por sus
votos religiosos). A causa principalmente de estos contactos, he
podido encontrar mi propia escala de valores: lo auténtico frente a
lo no auténtico, el «necesito» frente al «me gustaría», lo
permanente frente a lo inmediato, la felicidad frente al placer".
Los seres humanos autónomos son capaces de crear y de inventar. Y
pueden también cambiar de opinión, rechazando valores que antes
defendían. Los analistas del mundo de los negocios están
contemplando hoy en día con realismo cómo están empezando a asomar
los efectos de lo que en otro tiempo fueron los valores de la
contracultura. Están asistiendo a la mayoría de edad de una
generación menos impregnada de viejos juguetes y símbolos antiguos.
Un economista del Banco de América decía en 1977 que era probable
que llegase a nivelarse de forma permanente la demanda de bienes de
consumo duradero, ya que hay cada vez más norteamericanos que
consideran como un despilfarro el consumo personal y nacional. Hay
una tendencia creciente a comprar bienes en función de las
necesidades de recambio, y no tanto en cuanto símbolos de alarde
consumista o por haber cambiado simplemente el estilo o el modelo.
Según su predicción, el péndulo está volviendo a adoptar una
posición en la que se valoran virtudes como la austeridad e
integridad y los valores morales elevados.
El crecimiento de la
población más significativo en la próxima década, el de los que
tienen ahora veinticinco años, hasta cumplir los treinta y cuatro,
traerá consigo una elevada valoración de las implicaciones
cualitativas y sociales del consumo de bienes y mercancías.
Un joven conductor de un camión, diplomado en bellas artes,
preguntado, como es costumbre, sobre qué pretendía hacer en la vida
con la educación que había recibido, respondía:
"Quiero aprender a vivir. Quiero desarrollar mi inteligencia, lo que
tal vez pueda contribuir a elevar los niveles estéticos y culturales
de la sociedad. Trataré de desarrollar los aspectos nobles y
creativos que hay dentro de mí. Y pretendo contribuir muy poco al
crecimiento del Producto Nacional".
Según afirmaba, la lucha por ganarse la vida, que duraba ya cinco
años, le había enseñado a apreciar y respetar más su educación. El
ambiente en que desarrollaba su trabajo era tan hostil a toda
imaginación, que sus libros y su arte le resultaban particularmente
apasionantes y vitales.
«Estoy trabajando junto a gente que
intenta dar un sentido a su vida comprando las cursilerías y
baratijas que les ofrece la industria norteamericana...»
El valor de la sinergia: una nueva riqueza
Por muchas guerras y armas que haya inventado la humanidad, los
seres humanos forman una especie biológicamente social y
cooperativa. Hemos sobrevivido gracias a la ayuda prestada por unos
a otros. También nuestros antepasados prehistóricos parece que daban
muestras de ternura: forraban con pieles las zapatillas de sus
hijos, cuidaban de sus cunas; recientes descubrimientos
arqueológicos parecen sugerir que enterraban rodeados de flores a
sus muertos.
El todo es más rico que sus partes. Y ese principio de sinergia ha
abierto las puertas a nuevas fuentes de bienes y servicios en forma
de cooperativas y redes de intercambio mercantil y mutua ayuda. La
puesta en común de los recursos se traduce en un mayor
enriquecimiento de todos, la información compartida hace que todos
seamos más listos, y no hay nada que se pierda por dispersión.
Más antiguos que el dinero, los antiguos cortocircuitos económicos,
como las cooperativas, las uniones de crédito y el trueque, dotan de
agilidad al pesado sistema de distribución de los bienes, pues
afectan solamente a lo que la gente desea y a lo que puede ofrecer,
en contraste con la producción crecientemente acelerada de elementos
que luego hay que persuadir a la gente para que los compre o para
que «invierta» en ellos.
Existen hoy en día modernas contrapartidas
urbanas de instituciones rurales como los préstamos sobre granos y
las cooperativas de granjeros. La utilización de vehículos en común,
las redes de aprendizaje, las cooperativas de alimentación, y el
cuidado compartido de los niños crean un sentido comunitario, a la
vez que suponen un empujón a la economía2. Diversas revista
populares para mujeres han empezado a publicar artículos sobre la
forma de crear redes y cooperativas. Gente con bajos ingresos ha
creado la unión crediticia Oregon Urban-Rural (OUR), en la tradición
de los aldeanos del sur de Alemania empobrecidos por la sequía, que
fundaron la primera cooperativa de crédito a mediados del siglo
diecinueve.
Por todo el país, se han producido fusiones de
cooperativas de trabajo y colectivos de servicios. La organización
Free for All de Los Angeles fue fundada para el intercambio de
servicios. Hay compañías de intercambio comercial, como la Trade
American, el Executive Trade Club, Chargea-Trade y Business
Exchange, que se dedican al trueque de bienes y servicios y a la
concesión de préstamos sobre ellos a sus respectivos miembros por
medio de un sofisticado sistema de contabilidad. Una compañía de
trueque alcanza un volumen anual de negocios cercano a los cien
millones de dólares en acuerdos comerciales recíprocos, que
contabilizan también los excesos y los errores cometidos, así como
los gastos de publicidad y por estancias hoteleras.
Unos setenta y
cinco grupos dedicados al trueque en los Estados Unidos son
concesionarios del International Trade Exchange
3. Emplean
computadoras para facilitar las transacciones de negocios entre sus
miembros, o con comerciantes y profesionales. El comercio ayuda a
luchar contra la inflación, observan los propietarios de uno de
estos grupos de intercambio.
Y el trueque, es posible que esté
llamado a sufrir un potente desarrollo en períodos de recesión,
según afirma la revista New Age:
"En una época en que esos pedazos de metal y de papel, que
simbolizan la riqueza, se independizan cada vez mas de la actividad
y el esfuerzo humanos, a los que se supone que representan, el
trueque parece ser una tendencia realmente saludable. El «pago en
especie», la forma original de transacción económica, está fundado
en la cooperación más que en la competitividad. Más que la
acumulación del dinero por el dinero, lo que subraya es la calidad
del trabajo humano".
Los fundadores de Provender, una cooperativa de alimentación natural
del noroeste, hablaban de la autoconfianza y la sensación de unidad
regional que tenían al unir sus fuerzas:
«Compañeros cooperativistas, podemos celebrar el nacimiento de una
red...».
La iniciativa resulta gratificante en otros aspectos además de los
puramente económicos, como demuestran las declaraciones de
intenciones de algunas de esas redes:
"Si iniciamos la fábrica comunitaria de jabón y pusimos en marcha
las cooperativas, no fue pensando en un éxito comercial, desde ese
punto de vista, hay más bien un riesgo, sino por creer en un ideal,
por tener una idea de cómo debería ser la sociedad... Si conseguimos
crear una ideología comunitaria convincente, habrá mucha más gente
que se sienta empujada a crear y mantener estructuras alternativas".
Otra:
"Nuestro interés se centra en lograr una actitud y una planificación
adecuadas. Esta apertura y transformación de la dinámica del poder
es el núcleo mismo que ha de conducirnos a una nueva era de
compasión y de fortalecimiento propio".
Otra:
"La tarea de nuestras comunidades consiste en poner los cimientos,
en sentar las...... para desarrollar modelos, diseños y arquetipos
de una nueva civilización".
Otra más:
"El Community Memory Project pretende ayudar a la gente a conectar
con otras personas que tengan intereses parecidos, ofreciendo además
la posibilidad de intercambiar bienes, recursos e ideas. La red no
tiene ningún tipo de jerarquía, es interactiva, es decir, la
información relativa al sistema es creada y compartida por la misma
gente que la utiliza; no la emite ninguna autoridad central, desde
arriba".
Entre las aventuras cooperativistas se incluyen ciertas comunidades
creadas intencionadamente, y los sistemas de alojamiento compartido.
En algunos casos, varias familias han promovido juntas la
construcción de apartamentos o de casas en régimen de copropiedad.
Otras han adquirido urbanizaciones residenciales privadas y han
establecido determinadas actividades comunitarias, como el cuidado
de los jardines y alguna comida semanal en común. Las comunas
integradas por profesionales de clase media se están haciendo
relativamente frecuentes. De hecho, el censo de 1980 se ha diseñado
creando una categoría especial para las familias que viven en
comunidad.
Un ejemplo de un amplio entorno familiar comunitario ya establecido
es Ramagiri, centro creado por sus miembros en 1971, después de
haber experimentado antes la vida en común en pequeños grupos
durante algún tiempo. En la actualidad lo componen cuarenta personas
(incluyendo diez parejas casadas y cuatro parejas no formalizadas),
que viven en una granja de 250 acres en California, donde en otro
tiempo hubo un seminario católico. Ramagiri se sostiene en parte
gracias a sus propias actividades comerciales, pero la mayoría de
los residentes trabajan fuera como maestros, profesionales de la
salud (enfermeras, fisioterapeutas, técnicos en alimentación) o como
secretarias.
Hay dos jóvenes residentes que son médicos y planean
abrir una consulta conjunta. El jardín, la oficina y la cocina se
atienden en forma comunitaria. La comuna ha publicado diversos
libros con buen éxito, escritos por Eknath Easwaran, el maestro
hindú en torno al cual se agruparon sus miembros en un principio, y
un bestseller: el Laurel's Cookbook, un libro de cocina.
Los miembros de un grupo de Filadelfia, el Movement for a New
Society, viven en catorce casas gestionadas comunitariamente.
Dirigen un grupo de formación en medios de comunicación, diversos
seminarios, una organización para mujeres de edad, y un «transporte
colectivo», que es de uso común para el transporte de mercancías.
Publican una revista, Resource Manual for a Living Revolution, y
otro tipo de escritos sobre el cambio cultural no violento.
Un grupo en formación, Cooperative College Community, está
coordinando los esfuerzos de una serie de profesores y artistas
provenientes de universidades de la Costa Este que desean asentarse
juntos en una extensa porción de terreno, que ya han adquirido, y
montar allí una pequeña facultad de Bellas Artes.
Sus organizadores
afirman:
"Concebimos esta iniciativa como una experiencia de valores humanos.
Es un intento de demostrar que se puede levar una vida rica y digna
en una comunidad económicamente limitada, en la que se comparte el
trabajo y la responsabilidad política, y se opta por restringir la
acumulación y el consumo de bienes materiales y por hacer un uso
eficaz de los recursos naturales...
No pretendemos ser una panacea
social, ni tampoco ejemplo fácilmente reproducible en las diversas
instituciones sociales existentes. Pero sí creemos estar poniendo
por obra una alternativa posible, y estar con ello desafiando de una
forma concreta a las concepciones que predominan en la organización
social y económica".
Un participante en un proyecto comunitario decía:
«No somos
especialistas en desarrollo agrario, sino pioneros de lo
comunitario. Nosotros no ofrecemos un hogar de ensueño, sino la
oportunidad de crearse una nueva vida más satisfactoria que la que
abandonamos tras nosotros».
Y en un folleto leemos:
"Uno de nuestros objetivos es demostrar que es posible para un grupo
de seres humanos comunes y corrientes el juntarse para crear una
comunidad de la «nueva era». Las comunidades de la nueva era no van
a construirlas los gobiernos ni las grandes compañías, ni sería
probablemente una buena idea el que así fuera. Pensamos que es
deseable que la gente se haga cargo de sus propias vidas, y aprendan
a confiar en sí mismos (en común)... Queremos mostrar que se puede
vivir la vida de un modo más sencillo, en armonía con la naturaleza,
sin salirse de los limites marcados por ella, con un espíritu de
cooperación, creatividad y humanidad... Confiamos ver surgir una red
de comunidades de la nueva era, que comparten, trabajan, y se ayudan
los unos a los otros".
De hecho, algunas de las comunidades más amplias han establecido
lazos entre ellas; no son competitivas, y por diferentes que puedan
ser sus formas de expresarse, sus visiones o sus concepciones tienen
mucho en común. Una revista publicada por comunidades cooperativas
alababa la conexión establecida entre algunas de las más amplias,
tales como Arcosanti (Arizona), Otro lugar (Nueva Inglaterra),
Auroville (India), y Findhorn (Escocia);
«un aspecto importante es
esta sensación de comunidad mundial en la superación de nuestras
idiosincrasias respectivas, para ir al fondo de lo que estamos
intentando hacer. Nuestro trabajo debe ser traducible, para poder
ser utilizable».
Un sector continuamente cambiante de la población está viviendo un
sueño compartido en medio del naufragio de los viejos sueños. Un
observador decía:
«Las comunas no han tenido menos éxito que el
Sueño terrenal Americano. Las juzgamos con mayor dureza porque
intentan llegar más lejos».
Con frecuencia las juzgamos también con
arreglo a los valores del antiguo paradigma: el éxito y la
estabilidad económicos.
Otro Lugar, que es un colectivo rural y una red con sede en New
Hampshire, admite con gusto a personas implicadas en política, en
escuelas alternativas, meditación, salud holística, esto es, en
«alternativas creativas a la sociedad dominante».
Toma su nombre de
un poema de Wendell Berry, cuyo libro, The Unsettling of America (La
inquietud de América), es muy conocido entre los creadores de
comunidades:
el pensamiento gira, buscando un nuevo nacimiento, otro lugar, más simple, menos cargado de lo que ya existió.
Otro lugar es suficiente para apenarme, ese viejo sueño de irse,
de convertirse en un hombre mejor, nada más que por levantarse y marchar
a un lugar mejor.
El misterio. El antiguo, insondable despliegue. Los postes de hierro en el parque
de repente me recuerdan bosques. Me resulta posible pensar en marchar.
La nueva vida comienza con una nueva conciencia, no con la acción:
cuando por primera vez resulta posible pensar en marchar.
En la comunidad, en el intercambio humano, se encuentra una forma de
riqueza cualitativamente diferente.
El valor de saber qué es lo que se quiere
Nuestros valores conscientes nacen de nuestra comprensión, y los
inconscientes, de nuestro acondicionamiento. A medida que nos
hacemos conscientes de motivaciones hasta entonces inconscientes,
despertamos a lo que realmente queremos y a nuestras verdaderas
opciones.
Paralelamente a la considerable disminución de confianza que le
merecen las demás instituciones, la gente se ha ido sintiendo cada
vez más suspicaz con respecto a la ética consumista, la mística de
las cosas. Por una parte, el movimiento consumista ha alertado la
conciencia de la gente respecto de los negocios montados sobre la
base de una producción de baja calidad y productos de pésimo
resultado. El movimiento ecológico ha traído un cuestionamiento de
la calidad ambiental y de la explotación de los recursos. Nuestra
creciente complejidad mental nos ha hecho menos susceptibles a las
brillantes ficciones de la publicidad.
Los problemas son a menudo efectos secundarios naturales producidos
por los mismos éxitos. Por ejemplo, el aumento de la productividad
significaba que las cosas básicas para la vida podían ser producidas
por menos gente, de modo que durante décadas se nos enseñó a
«necesitar» más cosas (o mejores, o diferentes). Todos estábamos ahí
para servir a la economía, azuzados por el gobierno y por los
fabricantes, mareados por los trucos publicitarios, y timados por el
envejecimiento prematuro de cuanto comprábamos.
Todos conocemos la sensación de cuando nos han ofrecido comida sin
tener hambre. Hoy en día, en cuanto consumidores, podemos darnos
cuenta de que nuestros gustos están cambiando. Sabiendo lo que
queremos, podemos gastar menos, gastar más, o gastar de un modo
diferente.
En 1936 Richard Gregg, un filósofo político, acuñó la
expresión simplicidad voluntaria para describir un estilo de vida
que evita amontonar cosas sin ton ni son y focaliza las propias
energías en lo que realmente importa.
«El grado de simplificación»,
decía Gregg, «es algo que cada individuo debe establecer por sí
mismo.»
Una persona que vive una vida de simplicidad voluntaria
puede desear tener un costoso y sofisticado equipo de sonido
cuadrafónico, por ejemplo, y tener en cambio un coche antiguo.
La simplicidad voluntaria es una actitud, no un presupuesto: Actitud
de consumo reflexivo, de resistencia a la creación artificial de
«necesidades», de sensibilidad a la limitación de los recursos
naturales, en una palabra, vivir y trabajar a una escala más humana.
Según un informe del SRI (Stanford Research Institute), los
partidarios de la simplicidad voluntaria desean desarrollar «a un
nivel más elevado su potencial humano, tanto psicológico como
espiritual, en comunidad con otras personas».
El informe, que
provocó más solicitudes de reimpresión por parte del mundo de los
negocios que cualquier otra publicación en la historia del mundo del
pensamiento, advertía a los negociantes que podía estarse gestando
un orden social diferente, orientado más bien hacia la mera
suficiencia que hacía la abundancia material. Sus valores
favorecerían el interés por la propia ilustración más que por la
competitividad, la cooperación más que el burdo individualismo, y
los juicios a la vez racionales e intuitivos.
Un sector creciente de
la población se interesa poco por la moda y el status, y está
deseosa de poder reciclar sus bienes de consumo duradero y comprar
productos que no contaminen, que sean sanos, auténticos, y
estéticamente agradables. Muchos de estos productos y servicios de
probable aceptación popular están ya siendo suministrados tanto por
empresarios y comerciantes locales como por las gigantescas
multinacionales. El informe no contenía precisamente una previsión
económica como para alegrar a la General Motors y a la General Electric
4.
Laurence Peter, autor de El Principio de Peter, contaba como él y su
esposa decidieron no dejarse poseer por sus posesiones. Su opción
por la simplicidad deliberada,
«no era un intento por vivir de forma
más barata, sino más bien de alcanzar un mejor equilibrio entre los
aspectos materiales y no materiales de la vida».
Todo lo que
compraban, fuera estético o práctico, era elegido en razón de su
calidad y durabilidad, además de por ser algo realmente necesario.
"El día que sustituí nuestra cortadora eléctrica de césped, de las
más baratas, por la mejor cortadora manual del mercado, me pareció
increíble haber dado un paso adelante tan fabuloso. La cortadora
manual cuesta más, pero es una delicia manejarla. Nunca se queda sin
combustible. Nunca pone a prueba mi paciencia teniéndola que
arrancar. No es en absoluto contaminante.
Me da ocasión para hacer
un ejercicio saludable. Puedo parar y volver a comenzar con
facilidad. Siento que puedo controlarla. Me siento liberado del
esfuerzo nervioso, de los eventuales riesgos, y de los inevitables
problemas mecánicos y responsabilidades que todo equipo eléctrico
lleva consigo".
Para la mayoría de sus partidarios, la simplicidad voluntaria no es
algo altruista, ni tampoco un sacrificio. Puede resultar incluso
placentera. Las formas de vida sencillas pueden constituir un placer
en sí mismas. Uno de sus defensores decía de ella que es «el único
modo de ser rico». Generalmente trae consigo otra serie de cambios:
una apreciación más profunda de los placeres ordinarios, una aguda
sensación de vivir en el momento, la compañía de amigos afectuosos
de mentalidad semejante. Una de las satisfacciones profundas que
trae consigo el proceso transformador es el descubrimiento de lo
mucho que en realidad tenemos.
La atención incrementada nos revela
muchas cosas valiosas que habíamos dejado a un lado, olvidadas o en
las que simplemente, cegados por el hábito, no habíamos reparado:
libros, discos, gente, objetos personales especiales, paisajes,
habilidades perdidas, hobbies descuidados, sueños abandonados. "No
es que yo desprecie en absoluto las comodidades", decía una vez el
economista E. F. Schumacher, «pero tienen su lugar, y ciertamente no
es el primero». Cuanto menos necesitamos, más libres somos,
señalaba.
En palabras de Thoreau:
«Debemos vivir en nosotros mismos
y depender de nosotros mismos, siempre alertas y dispuestos a
empezar la carrera».
«Está surgiendo un campo de
íntimo poderío personal», dice en su declaración de intenciones
el Whole Earth Catalog, «el poder de la persona para
dirigir su propia educación, encontrar su propia inspiración, y
modelar su propio entorno...»
Los manuales, modelos,
instrumentos, libros y demás recursos incluidos en el catálogo
obedecen a una concepción nueva de la vida, más rica en toda clase
de opciones. Los promotores de una feria sobre el medio ambiente, la
Expo Nueva Tierra, anunciaban su deseo de llegar a todos aquellos
que dan por sentado que no hay esperanza:
«Hay muchas cosas que la
gente puede hacer para retomar el control de sus propias vidas».
Una
de ellas es conseguir ser autosuficiente.
Muchas empresas están ya tratando de reaccionar frente a la ola de
«consumo consciente» que se aproxima. En un informe del SRI, Willis
Harman dice:
«Los valores humanísticos y trascendentales no son un
lujo impuesto a los valores económicos. Son la medida de la
adecuación de los valores económicos... En nuestra mano está optar
por comprenderlos, moviéndonos a favor de las mareas de la historia,
sean cuales sean, o bien tratar de oponerles resistencia
5. De esa
elección puede depender en gran medida la situación del mundo de los
negocios en 1990, y más adelante».
La transformación del mundo de los negocios
Un número cada vez mayor de hombres de negocios está tratando de
ensamblar una nueva perspectiva. Un conspirador de Acuario, que
trabaja con altos directivos por todo el país, habla de los nuevos
«hombres de negocio filósofos», que se quedan hablando hasta las
tres de la mañana de los cambios operados en sus valores y de su
descubrimiento del potencial humano. Puede que sean los ejecutivos
el grupo social con una mentalidad más abierta actualmente, mucho
más que quienes se mueven en ambientes académicos y profesionales.
Pues su éxito depende de su capacidad de detectar tempranamente las
nuevas tendencias y perspectivas.
Robert Fegley, de la General Electric, se ha referido a «una
nueva raza de ejecutivos de máximo nivel» que está tomando sobre sí
el peso de las compañías norteamericanas, más amplios y profundos
que sus predecesores, más actuales, cultivados, expresivos y
abiertos. Según decía, la cantidad de tiempo dedicado por los
principales ejecutivos de las mil compañías más importantes del país
a tratar temas de interés general se ha duplicado del 20 al 40 por
ciento del total.
«Hay un profundo interés por las
actitudes de la gente, y un deseo de hacer algo: no sólo
difundir "la propia visión de las cosas", sino también una
disposición a reexaminar la política de la compañía, cambiando
lo que sea necesario...»
El presidente de la Trans World Airlines (TWA),
C. E. Meyer, Jr. ,
expresaba su sensación de transformación de los valores, en un
editorial publicado en la revista de la compañía en julio de 1978.
El cambio más importante de la década pasada, decía, no habían sido
los avances tecnológicos, sino «la revolución virtual que ha tenido
lugar en la conciencia social colectiva». Tras la turbulencia, la
violencia y los enfrentamientos de finales de los años sesenta, ha
venido un período de interiorización,
«como sí toda la gente,
profundamente calmada tras las conmociones sufridas en aquellos años
tumultuosos... hubiese comenzado a trabajar calladamente por
entresacar todos los aspectos positivos que aquellas causas
encerraban».
Con intuición y con esfuerzo, hemos tratado de salvar
las divisiones, y de ello ha resultado un cambio cualitativo en la
actitud nacional: La preocupación por el medio ambiente, por la
seguridad en el trabajo, por la dignidad de los disminuidos, y
también un mayor interés por las personas de edad y una mayor
consideración de los consumidores. Todas estas causas, afirma, han
dejado de ser objeto de controversia, para convertirse en «asuntos
aún no resueltos por la sociedad».
Las grandes empresas, ante la necesidad de comprender el impacto
potencial del nuevo paradigma, están empezando a darse cuenta del
valor de las redes de la Conspiración de Acuario en cuanto recursos.
Este fue el tema de un «documento preliminar sobre las nuevas
tendencias», publicado dentro del programa de actividades para 1978
de la Diebold Corporate:
«El surgimiento de redes de comunicación
personal entre personas que comparten los nuevos valores, y su
posible utilización en la sensibilización de las funciones
directivas».
Sus autores consideraban como una necesidad para los
directivos el «conectar» con esas redes, en las que tenía lugar el
desarrollo y experimentación de las nuevas concepciones antes de
aparecer en el mercado. Esas redes están sumergidas, son apenas
visibles, «pero sin embargo es ahí donde nuestro futuro se está
gestando en buena parte».
El informe las comparaba a los comités de
personas en comunicación que ayudaron a tomar cuerpo a la revolución
americana, y a la «universidad invisible», aquella red secreta de
científicos que existió en Inglaterra antes de que la investigación
científica fuese sancionada legalmente por el rey Jacobo II en 1663.
En un apartado titulado «Por qué no los vemos», el informe aclaraba
que los grupos que surgen de la clandestinidad siempre están
temiendo algún ataque, y que, por su naturaleza esencialmente
creativa, evitan toda organización formal en favor de la
flexibilidad que les ofrecen otras formas nuevas.
"Antes de hablar de estas redes, debernos superar un problema
cultural... Pueden existir formas de organización importantes que no
presentan ninguna de las características que generalmente asociamos
a toda organización.
Pero su influjo en la creación de las ideas que
están conformando nuestra época es indiscutible, y están metiéndose
cada vez más por todas partes, hasta el punto de que estamos
rodeados por ellas. Me parece apreciar en ellas un cierto aire
común... En algún sentido, tienen un aspecto más idealista, más
humano: da la sensación de que sus objetivos poseen, por su evidente
rectitud moral, una especie indiscutible de autoridad.
Pero eso es sólo una parte, pues en otro sentido tienen una visión
sumamente pragmática y realista de las cosas, y reconocen que un
cambio de esa categoría, por su misma irresistible rectitud, es
también inevitable, por lo que quienes intentan cerrarle el paso no
van a conseguir más que desgastar sus energías en un esfuerzo inútil
por contener la marea".
Como ejemplo, el informe describe una de esas redes subterráneas,
centrada en el campo de la ciencia radical y la psicología
transpersonal, en la que quien se encarga de fotocopiar el material
para su difusión es el vicepresidente de la ATT (American Telephone
and Telegraph).
El informe, ya clásico, publicado por el SRI en 1972 con el título
Changing Image of Man (La imagen cambiante del hombre),
caracterizaba a la nueva ética trascendental social y económica con
una serie de notas: autodeterminación, preocupación por la calidad
de vida, tecnología adecuada, espíritu empresarial,
descentralización, ética ecológica y espiritualidad. El informe
expresaba la necesidad de comprender colectivamente el nuevo orden
que estaba apareciendo, «probablemente el fenómeno más importante de
nuestro tiempo».
Este nuevo orden supone un desafío tan apasionante como las
expediciones geográficas y los grandes descubrimientos tecnológicos
ocurridos en la historia, concluía el informe.
El valor de la vocación
Un libro de Michael Maccoby, que lleva por título
The Gamesman (El
jugador), describe extensamente la lucha del individuo contemporáneo
por alcanzar ese alto objetivo de encontrarle un sentido al trabajo,
ofreciendo un retrato acabado del nuevo tipo de rebelde de nuestra
sociedad. El «jugador» es más innovador y menos serio que su
predecesor, el «organizador», pero sigue valorando las pérdidas y
ganancias con su cerebro izquierdo, siguiendo reglas manipuladoras.
En un apartado titulado «La cabeza y el corazón», Maccoby explora el
malestar y la frustración sentidos por muchos «jugadores», que
reconocen haber encontrado pocas oportunidades en su trabajo para
desarrollar la compasión, la apertura y la humanidad:
"La gente piensa que las cualidades del corazón se oponen a las de
la cabeza. Piensan que el corazón equivale a blandura, sentimiento y
generosidad, mientras que la cabeza significa solidez, sentido de la
realidad. Pero este contraste es en sí mismo sintomático de una
cultura esquizoide, que separa el corazón del resto del cuerpo. En
el pensamiento tradicional precartesiano, se consideraba al corazón
como a la auténtica sede de la inteligencia... La cabeza puede ser
lista, pero no sabia".
En el nuevo paradigma, el trabajo es también un vehículo de
transformación. El trabajo nos implica plenamente en la vida. El
trabajo puede constituir eso «otro adecuado» de que habla Milton Mayerhoff, capaz de exigirnos y de hacer que nos preocupemos por
algo. Al responder a la vocación, a la llamada, a la intimación de
lo que es necesario hacer, creamos y descubrimos un sentido,
exclusivo de cada uno de nosotros, y siempre cambiante.
El famoso período de transición y de crisis que sobreviene en la
mitad de la vida puede deberse en parte al efecto acumulado de una
negación de sí mismo mantenida durante décadas, a la súbita
irrupción en la conciencia de un dolor que no admite ya más
calmantes. Alguien que ha observado este fenómeno con una sensible
dedicación afirma que suele manifestarse «como un grito o como una
llamada» un grito de desencanto, o la llamada inquietante de unos
nuevos objetivos, la vocación, que experimenta toda persona que se
ha implicado durante algún tiempo en un proceso introspectivo
transformador.
Por mucho ahínco que ponga una persona en alcanzar las metas de su
vocación, no se le debe confundir con un «trabajo adicto». El
trabajo adicto, como el alcohólico, es indiscriminadamente
compulsivo. Busca un sentido trabajando en lo que sea y como sea.
Por el contrario, la persona que siente una vocación encuentra un
trabajo que le resulte significativo. La vocación no es un empleo,
es una relación transformadora en marcha.
Los participantes en el cuestionario de la Conspiración de Acuario
pertenecían prácticamente a todos los campos vocacionales:
educación, psicología, medicina, negocios, publicidad, televisión,
investigación, administración pública, derecho, odontología, clero,
antropología, sociología, enfermería, bellas artes, teatro, música,
ejército, ciencias políticas y economía. Había también unos cuantos
que en un censo se habrían reflejado como personas sin empleo:
jubilados, amas de casa, personas acaudaladas independientes, todos
ellos con una vida ocupada y activa en la prosecución de vocaciones
tan dispares que no admiten una fácil descripción. En muchos casos,
las personas se definían a sí mismas de manera poco convencional, a
menudo en términos de su forma actual de vida, más que en función de
la estrecha especialidad en que se formaron.
Una doctora se
presentaba como maestra, y un maestro, como futurólogo. En un suave
empeño por ayudar a otras personas a transformar sus ideas sobre el
trabajo y la riqueza, algunos conspiradores de Acuario trabajan
activamente en una especie de rehabilitación institucional, que
puede consistir en actuar de consejeros en compañías o empresas,
abriendo paso a nuevas experiencias, puestos de trabajo o productos,
o llevando a cabo evaluaciones profesionales del cambio que se
aproxima. Otros son en si mismos un modelo viviente del cambio, que
han inventado o transformado su propia manera de ganarse la vida.
Para ellos, la recta manera de ganarse la vida es, más que un ideal
budista, un componente de la salud mental.
Algunos de los conflictos internos más agudos reflejados en el
cuestionario se refieren a la lucha por reconciliar el antiguo
trabajo con la nueva perspectiva. Durante lo que hemos llamado la
fase de entrada al proceso transformador, las nuevas ideas no
parecen amenazar al propio trabajo ni a las propias relaciones.
Durante la segunda etapa, la exploración, hay una inquieta esperanza
de que los nuevos intereses no pasen de constituir una ocupación
marginal intensiva. En la tercera, integración, se hace evidente la
imposibilidad de compartimentalizar el proceso transformador.
Como
decía un hombre de negocios:
"Al final, acaba por afectar al propio trabajo y por hacerle a uno
cambiar su escala de preferencias. La nueva conciencia afecta al
modo de funcionar en el trabajo. Llega a ocupar todo momento
consciente. Se ve el mundo a través de una lente distinta, con unos
ojos diferentes.
Es fácil dejar de dar tanta importancia al trabajo. Lo que resulta
duro es seguir haciendo fruslerías después de haber visto el sol. El
que es capaz de ajustar su trabajo a la nueva visión, tiene mucha
suerte".
En ese momento crítico, los descubrimientos que acompañan a la
transformación son como una brújula. El sentimiento de la vocación,
de haber descubierto una dirección llena de sentido refuerza la
resolución de adecuar el propio trabajo a las propias creencias, de
unir la cabeza con el corazón. El nuevo respeto por la intuición,
ese saber tácito, anima a asumir riesgos. La seguridad, en el
sentido convencional, es una ilusión.
También al éxito se le concibe
de forma distinta, como muestra este hombre de negocios, conspirador
a su vez:
"Tenía la costumbre de definirme a mí mismo en función de los
objetivos que iba alcanzando. En el colegio, el éxito era obtener un
sobresaliente, más tarde fueron los tratos conseguidos en los
negocios Ahora, para mí el éxito tiene que ver con vivir mi vida en
armonía con el universo. Es una cuestión de contexto y de contenido.
Es posible ver los sucesos particulares, los «éxitos» y los
«fracasos», como dotados de contenido. Pero en el contexto de la
vida no cuentan las ganancias ni las pérdidas: sólo cuenta el
proceso.
Cuando se experimenta la vida como algo más amplio, más rico y más
complejo, los acontecimientos adquieren otro significado"
Los objetivos del éxito convencional son como un plano levantado por
un arquitecto sin conocer el terreno, con unas líneas excesivamente
rígidas comparadas con la realidad. La vocación, por su cualidad,
tiene más bien algo de intimación interna a moverse en una
determinada dirección, sintiendo el propio movimiento, o es como una
visión, un golpe de vista sobre el futuro, que es más una previsión
que un plan.
Una visión puede realizarse de muchas maneras... un
objetivo, sólo de una. El proceso transformador nos convierte en
artistas y científicos de las propias vidas, creando y descubriendo
a medida que avanzamos. Hay una mezcla de temor y de entusiasmo al
cooperar con el proceso vital, al hacernos más sensibles a sus
claves, matices y promesas.
El sentimiento más claro del propio ser nos permite trascender las
categorías y roles anejos al trabajo. No somos ante todo nuestro
trabajo: carpinteros, programadores informáticos, enfermeras o
abogados. A la pregunta del cuestionario sobre si leían o no
regularmente literatura «ajena a su campo», muchos respondieron que
consideraban que en su campo entraba todo. La totalidad, tal como se
la experimenta en el proceso transformador, sugiere que no tiene por
qué haber una ruptura entre trabajo y placer, entre convicciones y
profesión, entre ética personal y «los negocios son los negocios».
Para la persona que camina hacia grados crecientes de conciencia, la
fragmentación le resulta cada vez más intolerable. A medida que se
disipa la anestesia, se sienten los desgarrones de la carne y el
espíritu. Y se vuelve difícil ignorar el contexto del propio
trabajo. Después de todo, los productos y servicios no existen en el
vacío, sino que se repercuten en todo el sistema.
La experiencia de una mayor conexión, el sentimiento de unidad con
los demás, engendra nuevas maneras de enfocar los problemas: la
falta de trabajo, la jubilación forzosa, la pobreza, los ingresos
fijos, los fraudes, los engaños, la explotación.
Según un analista
político:
«Si nos consideramos como una gran familia más que como
una gran fábrica, trataremos los problemas de forma diferente».
La
progresiva extensión de las redes de apoyo, la Conspiración de
Acuario en cuanto tal, anima a las personas a asumir en soledad la
iniciativa de cambiar de trabajo, de montar un negocio, de cambiar
la práctica de su profesión, o de revitalizar una institución. Es
una revolución del tipo hágalo-usted-mismo, pero no
hágalo-por-sí-mismo. Por ejemplo, un grupo de amigos que viven en
Washington, D.C., formó un grupo de mutua ayuda, para animarse unos
a otros en sus objetivos vocacionales.
Mutuamente se daban consejos,
se hacían sugerencias y se estimulaban, desenmascarando sin piedad
las racionalizaciones y tácticas dilatorias empleadas por cada uno
para posponer el riesgo de un nuevo paso. Al cabo de un año, varios
de ellos habían comenzado a poner por obra sus sueños: Un
bibliotecario habia montado su propio negocio de representación de
libros, un abogado había abierto un centro para el estudio de la
psicología del derecho, otro de los miembros había convertido su
granja en un centro para artistas, y un oficinista había dejado su
trabajo y montado un negocio con unos amigos.
Las nuevas actitudes transforman la experiencia misma del trabajo
cotidiano. Según cambian las propias percepciones, el trabajo se
convierte en un ritual, en un juego, en una disciplina, una
aventura, un aprendizaje, incluso en un arte. Las tensiones
provenientes del tedio y de lo desconocido, las dos causas de los
sufrimientos relacionados con el trabajo, se transforman. La
atención adquiere una cualidad más fluida, que nos permite asumir
tareas que en otro tiempo nos resultaban repetitivas o
desagradables. Juzgamos menos lo que hacemos («odio esto», «me gusta
aquello»)
El aburrimiento disminuye, igual que el dolor se aplaca
cuando dejarnos de oponerle resistencia. Cuando el ego deja de
llevar las riendas de todo, hacemos menos juicios de valor sobre el
status correspondiente al trabajo que hacemos en la actualidad. Nos
percatamos de que es posible descubrir y expresar un sentido en toda
actividad humana: limpiar, enseñar, cuidar el jardín, hacer de
carpintero, vender, cuidar niños, conducir un taxi.
La tensión que engendra lo desconocido se transforma si adoptamos
una actitud de confianza y paciencia; una vez que aprendemos que el
despedazar y el recomponer pertenecen a la naturaleza de las cosas,
podemos sentimos menos inquietos ante la necesidad de cambiar
nuestra forma de trabajar, o de fabricar un producto nuevo, o
aprender una destreza nueva, o de reorganizar una tarea o incluso
una empresa entera. La necesidad de innovación se convierte en un
desafío, no en una amenaza.
Carla Needleham, hablando de su
experiencia como artesana, describía esa paradoja, de cómo los
objetivos estropean el proceso:
"Llevamos tan impresa en nosotros la actitud de quien necesita
conseguir metas, que apenas podemos imaginar otra forma de
vivir..... La incertidumbre es un hecho en la vida, y sin embargo
ansiamos las certezas. El cambio, el movimiento, es también un hecho
en nuestras vidas, pero nosotros siempre queremos «llegar».
Yo había llegado a darme cuenta de que el sólido arraigo en mí de
una actitud volcada al resultado, al «éxito», estaba envenenando
todos mis esfuerzos, y me sentía incapaz de cambiarla. A mí me
gustaba hacer bonitos objetos de cerámica, y ese deseo, que es una
especie de avaricia, me impedía hacerlo.
La necesidad de tener éxito la siento como una fuerza constrictiva
que me impide participar inmediatamente en el momento, según
aparece, que me priva de ese importantísimo dialogo con la materia
artesanal, que quita apertura a mis relaciones, y me impide
responder con esa especie de prontitud mucho más rápida que todas
las precauciones mentales. La necesidad de éxito estropea el
placer".
La nueva forma de entender el éxito y los fracasos hace que
desplacemos el acento en el trabajo, del producto, el «conseguirlo,
al proceso en cuanto tal. La concentración en el objetivo supone una
especie de certeza artificial que no nos deja apreciar las
posibilidades inherentes al propio trabajo. Para trabajar de forma
creativa y significativa, tenemos que estar alertas al momento,
dispuestos a cambiar los planes si las circunstancias nos aportan
nuevas posibilidades. Necesitamos arriesgarnos, cooperar con las
nuevas vicisitudes, y solucionar los conflictos.
La transformación del trabajo
El trabajo se convierte también para la persona en un medio de
expresar la visión de la Conspiración de Acuario. Un profesor de
Nueva Inglaterra decía:
«Una de mis alegrías en la vida es hablar a
mis alumnos de la transformación que está teniendo lugar, y de lo
que oyen hablar por vez primera».
El compositor Harry Chapin dice
también:
«Después de algún tiempo, uno tiene que encontrar la manera
de conectarse a ello. A la mayor parte de nosotros nos falta
perspectiva en nuestras vidas. En mi música trato de decir algo de
eso, de cómo gente corriente atraviesa momentos extraordinarios en
su existencia».
Paolo Soleri, que con su arquitectura
Arcosanti ha intentado
«construir un puente entre la materia y el espíritu», refiere su
inspiración a Teilhard:
«Me apasionó enormemente un libro suyo que
encontré a finales de los años sesenta. Me di cuenta de que, aunque
torpemente, yo estaba intentando traducir lo que él decía a un
lenguaje espacial ambiental. Al final, he desarrollado mi propio
modelo, que probablemente es paralelo al suyo».
Hay abogados que están tratando de practicar su profesión con una
dosis menor de enfrentamiento entre las partes, y que consideran que
el nuevo papel que corresponde al derecho es el de hacer posible la
mediación. Un seminario sobre derecho humanístico, impartido en la
universidad de Columbia en 1978 para decanos de facultades de
Derecho, examinó las implicaciones del nuevo paradigma,
especialmente por su énfasis en la cooperación y la colaboración.
Calvin Swank, profesor ayudante de derecho penal en la universidad
de Alabama, predijo que «el hecho de que cada vez hay más gente
interesada en su propio crecimiento y en el desarrollo de su
potencial» llegaría a afectar incluso a los departamentos de
policía. Los nuevos «policías autorrealizados» cuestionarían sin
duda el conformismo habitual frente a la autoridad. Confiarían en su
propio juicio, basado en su propia experiencia e intuición, y los
departamentos de policía no podrían seguir aplicando los métodos
tradicionales anticuados frente al cambio de los valores sociales.
Las fuerzas armadas, teniendo garantizada, como la tienen, su base
financiera, tienen en muchos aspectos mayores oportunidades que
cualquier otra institución para financiar innovaciones.
Jim Channon,
un teniente coronel de la oficina de relaciones públicas del
ejército, ha creado un hipotético «Primer Batallón de la Tierra»,
una visión futurista de lo que podrían ser las fuerzas armadas una
vez transformadas. Los soldados del Primer Batallón de la Tierra
buscan métodos no destructivos para resolver los conflictos. Su
primer deber de lealtad es con respecto al planeta.
Channon, tras
haber presentado su idea ante una reunión de expertos en Virginia,
ha recibido una auténtica oleada de peticiones de mayor información
sobre el tema. Y para responder a las demandas recibidas por parte
de personal de las fuerzas armadas de todo el país, ha creado, para
enviárselo a todos ellos, un paquete tipo que contiene material y
una camiseta estampada alusiva. La Brigada Delta de Tareas
Especiales le ha autorizado para preparar una presentación del
Primer Batallón de la Tierra susceptible de emitirse por los
diversos medios de información, idea que parece haber engendrado la
reacción que William James llamaba «el equivalente moral de la
guerra», la sensación de tener un objetivo tan urgente como afrontar
un peligro, pero sin violencia.
La Brigada Delta, instrumento de innovación y de transición a nuevas
formas del ejército, incluye analistas de sistemas, especialistas en
semántica, en crecimiento personal y en psicología del estrés; la
estructura de la organización es circular, en vez de la pirámide
jerárquica convencional.
La constelación de valores transformadores, globalidad, flujo,
comunidad, puede otorgar sentido a muchas clases de trabajos
diferentes. Y la transformación cambia también las relaciones en el
trabajo: entre los trabajadores y el patrón, los trabajadores y el
producto, los trabajadores y el consumidor.
Las nuevas relaciones en el trabajo
A mediados del siglo diecinueve, Tocqueville observaba:
«Se diría
que los soberanos de nuestro tiempo sólo buscan hacer cosas grandes
con los hombres; me gustaría que intentaran un poco más hacer
grandes hombres; que valorasen menos al trabajo y más al trabajador;
que no olvidasen que ningún país puede ser fuerte cuando los
individuos que lo componen son débiles».
De igual manera que un maestro dotado sabe liberar y alentar las
dotes de sus alumnos, así también un buen jefe ayuda a sus empleados
a desarrollar sus talentos potenciales, su capacidad de iniciativa y
su creatividad. El jefe partidario de la transformación fomenta en
los demás su capacidad autodirectiva.
Estamos entrando en un período de cambios reales en las relaciones
de trabajo. Un número cada vez mayor de directivos prefieren ser
catalizadores a ejercer sin más el poder, y una nueva raza de
empleados autónomos está dispuesta a servir, pero sin servilismo.
Estos cambios están causando no pequeñas molestias a quienes no
están dispuestos a cambiar.
Algunos empleados preferirían seguir
manteniéndose pasivos, a tener que asumir responsabilidades nuevas o
hacerse sus propios planes de trabajo, lo que puede causar
frustración a un jefe que ha dejado de responder a la imagen
tradicional de tal. Un ejecutivo comentaba que sus propios cambios
le habían hecho desear no sólo tener un nuevo grupo de amigos, sino
tener también un nuevo grupo de colaboradores en el trabajo. Por el
contrario, para la mayoría de los directivos tradicionales, la
autonomía de sus empleados se convierte en fuente de innumerables
tensiones.
Un informe del Instituto de Investigaciones Sociales de la
universidad de Michigan hacía la advertencia de que los estilos de
dirección tradicionales iban a tener que dejar el paso abierto a
nuevas fórmulas. Reconociendo la autonomía creciente de los
empleados, la American Telephone and Telegraph ha organizado
sesiones de reciclaje durante los fines de semana para mil
setecientos directivos en 1977 y 1978.
Los rasgos de los directivos de mayor éxito son sorprendentemente
semejantes a los rasgos distintivos de los buenos profesores, que se
examinaron en el capítulo 9. Un estudio realizado sobre mil
setecientos directivos llegó a la conclusión de que el éxito estaba
emparentado con una actitud de confianza, con la preocupación por la
realización personal de los empleados, con la ausencia de ego, la
disposición a escuchar a sus subordinados, con la capacidad de
riesgo y de innovación, con la altura de expectativas, y la
capacidad de colaboración y de integración de ideas.
La IBM, en un
intento por descubrir los rasgos propios de los ejecutivos de nivel
máximo (CEO: chief executive officers), con la idea de diseñar un
test capaz de detectar las habilidades directivas, no pudo encontrar
una matriz general de características semejantes, sino solamente una
constelación de actitudes en relación con el cambio. Los CEO tendían
a ver los sistemas como algo abierto y orgánico, más que como algo
cerrado y mecánico. Daban más importancia a los procesos que a los
objetivos. Y eran creativos.
Un informe de la universidad McGill describía a los directivos que
conseguían tener éxito como personas excepcionalmente abiertas a lo
complejo y misterioso, interesadas por elementos informativos
«blandos» y especulativos (como la expresión del rostro, el tono de
voz, los gestos, los presentimientos, las intuiciones). Otro estudio
hacía un retrato de esos mismos directivos como personas que «otean
el ambiente, que perciben, que les gusta recurrir a la intuición, a
la ensoñación y al brainstorming»6.
Parece que los ejecutivos
emplean con mayor frecuencia que otras personas los procesos
cerebrales del hemisferio derecho, a juzgar por los resultados de un
estudio electroencefalográfico, mientras que los analistas de
empresas tendían a apoyarse más en estrategias propias del cerebro
izquierdo, como por ejemplo el grado de cualificación.
Ron Medved, del Pacific Institute, una organización de Seattle que
organiza seminarios de desarrollo personal en régimen residencial
para grandes instituciones, daba esta visión del cambio que se
aproxima:
"La Nueva Maquinaria Americana se funda en la filosofía de trabajar
de forma más inteligente y menos dura, de abajo a arriba. (Los
japoneses nos han enseñado que quienes realizan el trabajo parecen
saber mejor que nadie cómo hacerlo.) Pondrá un acento refrescante
sobre la innovación y la agilidad, ya que los niveles actuales de la
productividad nacional no ofrecen seguridad.
La Nueva Maquinaria Americana gozará de una estructura organizativa
diferente. Los viejos dinosaurios burocratizados, con sus distintos
niveles sucesivos de adopción de decisiones, no podrán soportar la
competencia de los nuevos estilos directivos que están apareciendo
aquí y en otros países...
Los Nuevos Directivos Americanos podrán reconocerse, no por tener
todas las respuestas correctas, sino por saber hacer las preguntas
correctas...
Los Nuevos Trabajadores Americanos parecen estar llamados a sufrir
el mayor de los cambios... alcanzar una nueva visión de sí mismos.
La Nueva Maquinaria Americana se parece poco a la mayoría de los
sitios en que trabajamos. A la vez que nos promete un mundo mejor,
nos desafía con el reto de tener también nosotros que cambiar y
crecer en gran medida antes de conseguirlo... Con toda realidad, la
Nueva Maquinaria Americana se basa en el genio que duerme en el
interior de cada uno de nosotros".
El «genio dormido», el potencial humano. Llamémosle como le
llamemos, los nuevos teóricos de la dirección andan interesados en
las capacidades ocultas que podrían desarrollarse, supuesta una
motivación adecuada. Por ejemplo, los trabajadores de las plantas de
la empresa aeroespacial Lucas, sintiéndose amenazados por la
reestructuración de las diecisiete fábricas implicadas, se
organizaron para aportar toda suerte de ideas sobre productos útiles
para la sociedad que podrían fabricarse en sus instalaciones.
Hicieron un inventario exhaustivo de sus habilidades, desde
ingeniería hasta trabajos manuales, y también una evaluación de todo
el equipamiento de la compañía. Pasaron a continuación un
cuestionario a todo el personal empleado, preguntándoles: «¿Qué
piensa usted que debería hacer?». Las ciento cincuenta ideas que
fueron juzgadas viables fueron sometidas a un laborioso proceso de
diseño, especificación y análisis.
Aunque la directiva de la empresa
Lucas procedió con lentitud a aceptar la nueva producción, para 1979
la empresa ya había fabricado algunos prototipos y había empezado a
trabajar con el grupo de empleados. Estos trabajadores fueron
nominados para el Premio Nobel de la Paz en 1979 por diversos grupos
pacifistas internacionales y por varios miembros del parlamento
sueco, en reconocimiento al esfuerzo realizado desde la base por
lograr la reconversión de una producción militar, derivándola hacia
objetivos no militares.
C. Jackson Grayson, del American Productivity Center de Houston,
cuyas tareas investigadoras están financiadas por doscientas de las
principales compañías del país, considera que la culpa de suprimir
el deseo y la capacidad de las personas de sentir que contribuyen
con su esfuerzo, la tiene la estructura burocratizada de las
empresas. Contrariamente a lo que se dice, «la gente no ha perdido
la ética del trabajo», afirma.
En las compañías se aprecia una tendencia definida a descentralizar
el poder, a desmantelar la pirámide, en expresión de un experto.
Según Franck Ruck, que llegó a ser vicepresidente del Chicago Title
and Trust,
«el introducir cambios organizativos en el trabajo puede
conseguir hacer más feliz a la gente, y a la vez aumentar la
productividad, lo que constituye una doble ventaja».
Los teóricos profesionales de la dirección están proclamando cada
vez más la necesidad de emplear estructuras flexibles y condiciones
de trabajo acomodadas a las necesidades humanas, y que sepan
aprovechar los potenciales latentes. La necesidad de actuar de forma
drástica se evidencia en la baja experimentada por la productividad
norteamericana. Pese a una toma de tecnología acelerada, la relación
producto/hombre-hora de trabajo sólo ha aumentado el 21 por ciento
entre 1970 y 1977. Compárese esta cifra con el 41 por ciento en
Alemania occidental, el 42 por ciento en Francia, el 41 por ciento
en Japón, y el 38 por ciento en Italia.
Muchas empresas han integrado a su filosofía directiva en los
últimos años conceptos tales como «enriquecimiento del trabajo» y
«humanización del puesto de trabajo». Se han formado equipos de
trabajo semi-autónomos. Se han aumentado los salarios, no en función
del tipo de trabajo, si no en función de los avances realizados,
medidos por tests diseñados al efecto. Se han sustituido los
relojes, ese exponente infernal de deshumanización y de
desconfianza, por hojas firmadas con el horario cumplido por cada
uno.
Se han deshecho cadenas de montaje, reestructurándolas en
unidades más pequeñas. Algunas compañías han adoptado un sistema de
dirección compartida, importado de Japón, Noruega y Suecia. Hacia
1976, más de un millar de compañías norteamericanas e instituciones
gubernamentales habían comenzado a experimentar el «horario
flexible», procedimiento que permite a los empleados elegir su
horario de trabajo dentro de ciertos límites, establecidos en torno
a un período central: de 6 de la mañana a 2 de la tarde, por
ejemplo, o de 11 de la mañana a 7 de la tarde.
Un programa de análisis tendencial, promovido por el Consejo
Americano de Seguros de Vida, informaba en 1979 sobre «Cambios en la
naturaleza del trabajo»: una nueva especie de empleados que buscan
un trabajo que sea coherente con sus valores personales; una mayor
flexibilidad en los horarios y en los tipos de trabajo; mayor
cooperación entre directivos y empleados; estructuras organizativas
no jerárquicas; ambiente de trabajo cada vez más compatible con la
salud física y mental.
Un anuncio del Día del Trabajo, publicado por los trabajadores de
los medios de comunicación norteamericanos, subrayaba la
preocupación por el sentido del trabajo:
"En este Día del Trabajo encontramos masas de trabajadores
norteamericanos que anhelan esa sensación de autoestima que resulta
de realizar un trabajo interesante, estimulante y productivo. Una
firma nacional dedicada a sondear la opinión pública, ha encuestado
a numerosos jóvenes en los últimos años. Y han encontrado que, con
independencia de su sexo, raza o tipo de ocupación, la gente de
menos de treinta años lo que quiere son trabajos que sean
significativos y que les ofrezcan una oportunidad de crecimiento
personal... Lo que buscan es una mejora de lo que generalmente se
llama "la calidad de vida".
El valor del desarrollo personal
Estos cambios externos han sido fructíferos, pero no son
suficientes. Actualmente, quienes se preocupan por la productividad
y por la gente han tomado el camino interior, y están volviéndose
hacia métodos concebidos para la propia realización personal. El
desarrollo personal se ha convertido en algo complementario del
enriquecimiento del trabajo y la humanización del puesto de trabajo.
Y como observaba un especialista en técnicas directivas,
«Comenzamos
empleando estas técnicas por razones pragmáticas, y muchos de
nosotros nos hemos quedado "enganchados"».
Werner Erhard empleó en una ocasión la expresión «elevadas
intenciones» para describir la actitud que define la notoria
superioridad de algunos trabajadores en una organización:
"La gente que trabaja «sin intención», se limita a hacer los
movimientos indicados. Cometen faltas, son incapaces de hacerse
cargo de las cosas, ni de conseguir que funcionen, hacen todo de
forma incompleta, y siempre andan quejándose por algo. Lo que hace
superiores a algunos es su auténtica intención.
Eso les permite
sintonizarse con todo. Se las arreglan en cualquier circunstancia, y
nunca encuentran disculpas por no haber notado algo o porque las
cosas no funcionen. No me gusta la gente poco motivada. No me gusta
jugar por poca cosa... Me gustan las personas con quienes puedo
jugarme algo de valor".
Las intenciones elevadas son incompatibles con una baja es tima de
sí mismo. Solamente quienes están despiertos y están conectados y
motivados pueden aportar algo a la sinergia de una organización.
Todos los demás sólo aportan entropía y azarosidad. Los directivos
están recurriendo cada vez más a la formación de técnicas tomadas de
la investigación sobre la conciencia, para conseguir cambiar de
forma significativa la actitud de sus empleados.
Los formadores profesionales hablan hoy en día del trance cultural,
del miedo a la transformación, de realidades alternativas, cambios
de paradigma, intuiciones, de lo importante que es que las personas
aprendan a «ver con ojos nuevos». Un artículo aparecido en dos
entregas en la revista profesional Training, decía:
«Como formadores
profesionales no podemos permitirnos ignorar lo que está ocurriendo
en el movimiento del potencial humano».
Citaban las palabras de un
directivo bancario como comentario al despertar experimentado por su
equipo de colaboradores después de haber participado en unos
seminarios de crecimiento personal:
«Mirando a mi dinero, estos
buscadores espirituales son nuestro futuro».
La formación en
crecimiento personal no promete, ni deberla prometer, producir más
baratijas por hora, ni tener menos quejas, ni menos horas
extraordinarias, ni conseguir un aumento de las ventas, «como
tampoco hay ninguna póliza de seguro que asegure nada de eso». Pero
la mayoría de la gente va a comenzar a sentirse mejor en relación
consigo mismos y con lo que están haciendo en su vida.
«Naturalmente no hay una entrada
contable que refleje "el número de personas que se sienten a
gusto consigo mismas". Pero tal vez, sólo tal vez, derive de ahí
un resultado mucho mayor y más importante, reflejable en una
pura contabilidad de pérdidas y ganancias.»
Muchas empresas han iniciado programas de formación de su personal
en reducción de tensiones, en biofeedback, y en desarrollo de la
creatividad. Algunas han dispuesto espacios tranquilos donde poder
descansar y hacer meditación. En realidad, los aspectos de las
técnicas de transformación relativos a la salud constituyen un
motivo racional de inversión económica por parte de las empresas.
Un
empleado que funciona a pleno rendimiento, con una imagen sana de sí
mismo, equivale a tener dinero en el banco; al menos éste era el
razonamiento original, pero actualmente, yendo más allá, muchas
empresas parecen considerar que el desarrollo del potencial de sus
empleados forma parte de su responsabilidad social. La General Electric ha patrocinado la celebración de conferencias sobre la
investigación de los hemisferios cerebrales en relación con la
creatividad. Los seminarios de la Fundación Menninger sobre «El otro
Yo» se han impartido en muchos grupos de sociedades.
«Las compañías
se sienten cogidas en medio de una "revolución de expectativas
crecientes" con respecto a lo que consideran plenamente humano»,
decía Layne Longfellow, de la Fundación Menninger.
«Alguien ha abierto el juego. Y
estamos confrontados al corte que sentimos en nuestras
aspiraciones, entre lo que somos y lo que estamos empezando a
considerar como normal.»
La intuición no tiene por qué ser campo acotado de los ejecutivos,
dice Jay Mendell, futurólogo del mundo de los negocios, en Planning Review. Hay millones de trabajadores que, después de haber
descubierto nuevas capacidades en sí mismos a través de las
psícotécnicas, están deseosos de desarrollar su intuición y su
creatividad en su trabajo.
Así como el nuevo paradigma educativo descubre en todos nosotros el
potencial creativo que en otro tiempo se atribuía tan sólo a los
genios, los especialistas en técnicas directivas están empezando a
considerar a todos los empleados como potencialmente capaces de
dirigirse a sí mismos, y capaces por ello de llegar a pensar como
empresarios.
El nuevo empresario individual
En una comunicación dirigida a los miembros de la red Linkage en el
verano de 1979, Robert Theobald citaba las muchas cartas que había
recibido de personas deseosas de forzar más el advenimiento de la
nueva sociedad.
Y preguntaba:
"¿Qué es lo que nos retiene a los que formamos parte de Linkage y de
la sociedad entera? Creo que tenemos miedo de reconocer lo mucho que
tendríamos que cambiar nuestras vidas si decidiéramos poner por obra
nuestra concepción. Seguimos apegados a los viejos modelos, y la
mayoría de nosotros debemos nuestra supervivencia al hecho de estar
a caballo del «funcionamiento» del mundo actual y del nuevo universo
que desearíamos traer a la existencia.
La paradoja es que el nuevo mundo lleva la promesa de mayores
gratificaciones personales y profesionales, con sólo que tuviéramos
valor para abrazarnos confiadamente a él".
Para muchos, el hecho de convertirse en empresario, esto es, de
hacer negocios por y para uno mismo, es una secuela natural del
proceso transformador. Armados de un mayor sentido de sí mismos y de
la propia vocación, dotados de una nueva capacidad de riesgo (y de
ser pobres por un tiempo), provistos de apoyo emocional por parte de
la red, y de una más firme confianza en la propia creatividad y
fuerza de voluntad, cabe ponerse a trabajar por uno mismo. Estas
nuevas empresas e iniciativas se caracterizan por el ideal budista
de la Recta Manera de Ganarse la Vida: con un trabajo que sirve a la
sociedad y que no daña al entorno.
Briarpatch es una red de la zona de la Bahía que comprende alrededor
de trescientos miembros, entre empresas, artistas y organizaciones
no lucrativas, y que se concibe como un medio de mutua ayuda para
empresarios que trata de,
«desvelar y descubrir aquellos principios
que pueden ayudarnos a volver a conectarnos con la comunidad y con
la sociedad, en vez de explotarlos».
Dick Raymond, fundador de
Briarpatch, evocaba así la tensión que supone el tratar de poner por
obra la nueva filosofía:
"Cruzar el río es difícil: significa dejar atrás algunas de las
propias antiguas ideas sobre el trabajo y los empleos... La mayoría
de nosotros (incluido yo mismo) intentamos rodear de puntillas el
punto doloroso, pero es importante hablar de algunos de los
sufrimientos que podemos soportar. No estamos hablando de cambiar
simplemente de un trabajo a otro, o de dejar una compañía para
meterse en otra más conveniente.
Cuando comenzamos a abandonar los
antiguos valores y creencias, se queman también con ello algunos
de nuestros circuitos más primarios... Te puedes quedar parado
en el umbral durante dos o tres años. Antes de continuar
adelante, es preciso deshacerse de las más preciadas
convicciones.
La gente que conozco que han logrado realizar esta transición son la
gente más gozosa, más dispuesta y mejor gratificada de cuantas he
conocido. Como cada día me encuentro con más, su existencia me ayuda
a mantener mi cordura".
El convertirse en empresario individual llena muchas de las
necesidades que comporta la transformación. Richard Gunther,
prestigioso agente inmobiliario, creador de numerosas
urbanizaciones, describía a un grupo de futuros empresarios la
confluencia de trabajo y disfrute que encontraba en su labor, la
sensación de estar persiguiendo objetivos socialmente constructivos
en compañía de gentes animadas por las mismas ideas, y el
sentimiento de estar llevando a cabo una iniciativa «consciente» y
creativa.
Se han creado programas formativos para quienes desean prepararse
para establecerse por cuenta propia. Fundado en parte en su propio
interés creciente por el fenómeno y apoyado en la experiencia de su
Escuela de Empresarios, que funciona los fines de semana, Bob
Schwartz, fundador de la Tarrytown Executive House (Nueva York),
tipifica a esta nueva especie como catalizadores que pueden llegar a
transformar el mercado:
"El nuevo empresario individual es una persona más auténticamente
reflexiva que está cambiando la oferta de productos y servicios para
responder a las necesidades de un público más reflexivo y
responsable de cuanto el mundo ha conocido hasta ahora... Esto es lo
que dicen los jóvenes de hoy: no me conviertas en un auxiliar del
proceso; haz de mí algo esencial en él.
La nueva realidad es que los productos están dejando de representar
el personaje principal del escenario americano. La producción, como
factor de la economía norteamericana, esta perdiendo posiciones, y
están ganando en importancia, en cambio, los servicios".
Según Schwartz, los empresarios individuales son «los poetas y
expendedores de las nuevas ideas, visualizadores y realizadores a un
tiempo». Históricamente, supone la aparición de un nuevo tipo de
empresarios que encarnan una nueva concepción con respecto a los
productos y a los servicios, en esta época de cambio cultural. Como
ejemplo de la necesidad de servicios poco conocidos hace una década,
el propio Schwartz apuntaba la acuciante demanda de cursos de
desarrollo humano.
Los nuevos empresarios han abandonado la vieja
filosofía manipuladora del tipo yo-ello, en relación tanto con los
consumidores como con la producción, para pasarse a una nueva
relación más inmediata y personal al estilo de la filosofía yo-tú.
Tanto ellos como sus clientes constituyen la fuerza revolucionaria
más potente que Estados Unidos puede ofrecer al mundo.
«El
empresario es el nuevo agente no violento de cambio».
El Proyecto Renacimiento, de Kansas City, es una red de empresarios
de este tipo que han demostrado que las alternativas son al mismo
tiempo viables y rentables. Entre sus actividades se cuentan: la
reconversión de una serie de propiedades, con una situación
privilegiada en Kansas City, en un complejo empresarial de ocho
millones de dólares, la creación de redes de aprendizaje, de un
programa educativo de la «totalidad de la persona», y de un colegio
alternativo autofinanciado, la restauración de un salón de baile
histórico, la restauración de un gran edificio con la participación
de sus residentes, y el desarrollo de un plan maestro para la
renovación bloque por bloque de toda una serie de edificios
residenciales a lo largo de una avenida peatonal de once millas de
larga en la ciudad de Kansas City.
En un artículo titulado «La nueva revolución empresarial», Norman McRae, editor de la publicación británica
The Economist, ha sugerido
que el gigantismo creciente de la industria norteamericana ha
abierto la puerta a la aparición de pautas individuales de
comportamiento empresarial incluso en el interior de las grandes
industrias. En las grandes compañías se forman enclaves que son de
hecho dirigidos por este tipo de «empresarios internos».
El artículo
predecía también que para el año 2010 pueden haber desaparecido esas
grandes compañías con un elevado volumen de negocios, en su forma
actual.
Los nuevos empresarios individuales se niegan a separar lo que es
bueno para los negocios de lo que es bueno para la gente. Mo Siegel,
co-fundador de la Celestial Tea Company en Boulder, Colorado, ha
incorporado esta concepción en las consignas impartidas a sus
doscientos treinta empleados:
«Todos los jefes de departamento serán
responsables del desarrollo del personal a su cargo, no menos que
del volumen de negocio realizado».
La realización, decía Siegel, es
sólo un subproducto de estar viviendo un ideal.
«En esta época de transición,
estamos aprendiendo a conservar los aspectos positivos de la
cultura, y a descartar a la vez los negativos.»
La revalorización de la tecnología
El problema de la tecnología, observaba
Robert Pirsig en su libro El Zen y el arte de cuidar una motocicleta, es la falta de fusión entre
razón y sentimiento que se da en ella. La tecnología no ha tenido
nada que ver, hasta ahora, con las cosas del espíritu ni con las del
corazón, «y por ello hace cosas horribles ciegamente, de forma
totalmente accidental, por lo cual la odiamos».
En el nuevo paradigma no se ve a la tecnología como algo negativo,
sino como algo de lo que se ha abusado y que necesita volver a ser
humanizado. La tecnología nos había prometido poder, pero de hecho
se había convertido en nuestro amo en demasiados campos de nuestra
vida. No es de extrañar por ello que muchas de las «nuevas»
concepciones políticas y económicas tendieran a mirar al pasado,
dada su preferencia por la descentralización, su sensibilidad
respecto de la armonía natural, su preocupación por administrar los
productos de la tierra, su deseo de una «simplicidad creativa» y de
un enriquecimiento espiritual y cultural, y su estimación por los
valores no materiales.
El contexto del trabajo y el consumo de una sociedad debiera venir
dado por su propia conciencia; y la tecnología sólo afectaría a su
contenido: serían los instrumentos para crear los productos y
servicios requeridos y valorados por la población. El título
original del famoso libro de E. F. Schumacher Lo pequeño es hermoso
era La economía, tal como sería si la gente importase. Para él,
resultaban especialmente deplorables los efectos de la desorbitada e
inconsciente utilización de la tecnología: centralización,
urbanización, agotamiento de los recursos7, deshumanización de los
trabajadores.
En los países en vías de desarrollo, en concreto, las
turbinas, los diques, y las excavadoras vienen a romper en muchas
ocasiones pautas de comportamiento social, dañando con ello tanto a
la población como al entorno. La respuesta del Centro Radical de Schumacher a la furia incontrolada de la ciencia aplicada era lo que
él llamaba «una tecnología adecuada». Una tecnología «intermedia» o
adecuada supone una tercera vía: instrumentos más avanzados que una
pala, pero más prácticos y a una escala más humana que una
excavadora. Con instrumentos mejores, pero todavía manejables, la
gente podría sacarle partido a sus recursos, sin necesidad de
meterse en una fábrica urbana.
En la revista Ram: The Journal of Appropriate Technology, apareció
un editorial que decía:
«Antes de elegir nuestras técnicas e
instrumentos, debemos elegir nuestros sueños y nuestros valores,
pues mientras unas aplicaciones tecnológicas pueden ayudar a
conseguirlos, otras pueden convertirlos en definitivamente
inalcanzables».
Las ideas de Schumacher han alcanzado una resonancia mundial. De un
artículo sobre la tecnología adecuada, aparecido a fines de 1977 en
la revista Foreign Affairs, se han hecho más solicitudes de
reimpresión que de ninguna otra cosa aparecida en esta publicación.
Muchos países y algunos Estados han creado instituciones en favor de
una tecnología adecuada. Los Estados Unidos están formando una red
global de instituciones para difundir la idea. La tecnología
adecuada ha encontrado respaldo en la Organización Internacional del
Trabajo (OIT), en el
Banco Mundial, y ha sido apoyada por el
Presidente de Filipinas y por las Fundaciones Ford y Rockefeller. En
los dos últimos años de su vida, Schumacher fue invitado y consejero
de reyes, presidentes y primeros ministros.
La filosofía económica de Schumacher reflejaba unos profundos
valores espirituales, que trató con mayor amplitud en su Guía para
perplejos, publicada después de su muerte. Los valores espirituales
forman, en realidad, la base de muchas de las preocupaciones
ecológicas de nuestro tiempo, así como una sensibilidad creciente
hacia la tierra entera, y un respeto hacia nuestra matriz evolutiva,
hacia la naturaleza en la cual se hunden nuestras raíces.
Un
prospecto de la oficina californiana de tecnología adecuada recoge
esta cita de Lao Tse:
«Estos son mis tesoros, guardadlos bien».
El valor de la conservación
La preocupación por el ambiente está ejerciendo un influjo creciente
sobre el estilo de vida y sobre el consumo. Un estudio realizado en
el Estado de Washington en 1976, y publicado en 1978, contenía una
encuesta a propietarios de casas elegidos al azar en las guías
telefónicas de las comunidades respectivas. Los investigadores
encontraron signos evidentes de una sorprendente adhesión al «nuevo
paradigma ambiental».
La mayoría de los encuestados se mostraban
preocupados por el abuso ejercido sobre el ambiente y por el
crecimiento descontrolado de la población. Veían la tierra como una
nave espacial con espacio y con recursos limitados. Se mostraban
partidarios de una economía estable y de un crecimiento industrial
controlado. Y eran contrarios a la idea del dominio del hombre sobre
la naturaleza. El público en general apoyaba en todos los temas la
visión de los ecologistas de su Estado.
Como hacían constar los investigadores, los comportamientos no
siempre eran coherentes con las convicciones, y desde luego muchos
no estarían dispuestos a llegar al sacrificio personal.
"Debemos sin embargo subrayar lo que consideramos más peculiar en
los resultados obtenidos. Cuando nos paramos a pensar que hace tan
sólo unos pocos años prácticamente nadie había oído hablar de cosas
tales como «la nave espacial tierra» o «los limites del
crecimiento», resulta doblemente sorprendente el grado de aceptación
que han conseguido entre la gente.
Esta aceptación es tanto más
sorprendente cuanto que el nuevo paradigma ambiental se desvía
espectacularmente de la concepción del mundo que tenía nuestra
sociedad tradicional... Electivamente, la aparición de un nuevo
paradigma en una sociedad en la que la abundancia, el crecimiento y
el progreso se habían dado siempre por supuestos, representa un
acontecimiento revolucionario... no podemos por menos de sentirnos
impresionados ante su rápida ascensión".
El cambio hacia una concepción ambientalista va mucho más allá que
la preocupación por el arbolado de madera rojiza. En ninguna otra
parte como en este despertar de la conciencia ecológica resulta
evidente la conexión existente entre todo lo que vive. El cuidado
del planeta comprende aspectos económicos, legales, políticos,
espirituales, estéticos y médicos.
Afecta incluso a las compras que
hacemos, a la elección del tamaño de nuestras familias, y a nuestras
formas de entretenernos. Hasta el niño de escuela más pequeño es hoy
día consciente de muchas de las principales controversias, como la
decadencia militar, la energía nuclear, las sustancias cancerígenas,
los transportes supersónicos, la construcción de diques que inundan
antiguos enterramientos de los indios, el crecimiento de la
población, los gases emitidos por los motores de propulsión, capaces
de destruir la capa de ozono de la atmósfera. Los jóvenes temen hoy
la muerte lenta del planeta, tanto como la generación anterior temía
a la bomba atómica.
La novela de Ernest Callenbach, Ecotopía, ha supuesto el lanzamiento
de una especie de culto, sobre todo en el oeste de los Estados
Unidos. Editado en principio por una pequeña editorial, el libro se
convirtió en un best-seller de tapadillo, y en 1978 fue reeditado en
formato de bolsillo y lanzado masivamente al mercado. Ecotopía es un
país de ficción nuevo, surgido de la independización del oeste de
Oregón, Washington y el norte de California. Los naturales de
Ecotopía emplean tecnologías alternativas y son supersensibles a
todos los aspectos ambientales 8.
Los entusiastas de Ecotopia han
diseñado una bandera, han creado una revista, han puesto a calles y
colegios nombres sacados del libro, e incluso en Eugene, Oregón, han
celebrado el Día de Ecotopía. Callenbach ha sido invitado por el
gobernador de California y sus consejeros para departir con él. Por
forzada que pueda resultar su ficción de ese nuevo país como punto
de partida, el atractivo sentido por las masas hacia este libro
resulta elocuente.
Sim Van der Ryn, primer director de la Oficina californiana de
Tecnología Adecuada, y anteriormente arquitecto del Estado, insiste
en que las comunidades ecotópicas son posibles hoy en día, al menos
lo es «la construcción de algunos primeros ejemplos a escala
modesta». Y proclama la necesidad de que empresarios y políticos se
comprometan con una idea que puede resultar beneficiosa tanto para
los negocios como para el mismo gobierno.
«Están comenzando a brotar las
semillas de la visión ecológica, y ya han sido creados y están
funcionando muchos de los componentes del hardware necesario
para fundar una comunidad urbana estable. Lo que aún nos queda
por hacer es juntar todos los hilos y trenzarlos en un único
diseño coherente de un nuevo tipo de comunidad.»
Un tratamiento serio del entorno llevaría a revitalizar el diseño
urbanístico, de manera que pudiera mantenerse lo mejor de una
cultura de alta tecnología «renovando a la vez en la gente los
sentimientos vinculados al lugar». Y llevaría a traducir la vieja
comprensión lineal a un pensamiento en términos de sistemas,
consciente de la complejidad de las interacciones entre las personas
y los elementos ambientales.
Según otro experto en urbanismo, ésta es «la era de la recuperación»
para muchas ciudades norteamericanas: una época con una nueva
comprensión de los atractivos urbanos, con un sentido de continuidad
histórica, con necesidades de un eficaz suministro energético, y con
una nueva percepción del modo cómo la gente desea vivir, incluida
una arquitectura a una escala más humana. «Al fin hemos empezado a
asentarnos, buscando sentirnos en un lugar.»
Algunos arquitectos
muy conocidos, a quienes se les hizo una encuesta en 1979,
describían el nuevo paradigma de diseño urbanístico como algo más
humano, con una mayor abundancia de alojamientos e instalaciones
comunitarias, con sitios para pasear, con una mayor preocupación por
el transporte público, con avenidas y plazas de carácter festivo,
con más árboles, y con un mayor sentido de «lo comunal». La nueva
tecnología se basaría cada vez más en el aprovechamiento de las
energías eólica y solar, en la fuerza de las mareas, y tendería a
utilizar formas de iluminación y de ventilación naturales.
Puede que estemos avanzando por el buen camino en orden a volver a
conectar íntimamente y a hacernos conscientes de nuestro lugar en la
naturaleza. Esta tendencia neo-medievalista resulta evidente en
otros fenómenos: el de las ferias, exposiciones y festivales. En la
Europa medieval las ferias se celebraban en las encrucijadas de
caminos, en territorio neutral, de modo que quienes estaban en
guerra pudieran olvidar sus hostilidades el tiempo suficiente como
para poder dedicarse al trueque, a hacer pantomimas y
prestidigitación, y poder comer, beber y bailar.
En la celebración
todos se hacían uno, juguetones, curiosos, inconscientes de sí
mismos. Este sentido comunitario espontáneo está renaciendo en los
miles de exhibiciones artísticas y artesanales, festivales musicales
y exposiciones de temas ambientales y sobre la nueva era que se
organizan por todas partes, incluyendo celebraciones de otras
épocas, como ferias renacentistas, juegos medievales y bazares «a lo Dickens».
La gente se está inventando nuevas maneras de celebrar antiguas
fiestas, como «el Día de la Interdependencia» que celebró un 4 de
julio la Reunión de Amigos de Palo Alto en California. Después de
compartir a sus anchas comida, música, juegos y artesanía, acabaron
encendiendo velas y cantaron «Let there be peace on Earth» (Haya paz
en la tierra).
Un participante decía:
«Este tipo de fiestas nace de nuestro propio interior, y no
necesitan limitarse a los días de fiesta tradicionales. Con ellas
podemos celebrar otros sucesos significativos de nuestras vidas...
¿Qué tal si nos diéramos la oportunidad de explorar en nuestra
imaginación, y nos dejáramos de otras formas de creatividad
prefabricadas?».
La imaginación como fuente de riqueza
Aquí y allá surgen alegres manifestaciones de insurrección por parte
de ciudadanos de la nueva comunidad (commonwealth), muestras
tempranas de su constitución y de su declaración de
interdependencia. Sabiendo mirar en la dirección adecuada, pueden
descubrirse catedrales y teatros invisibles, bibliotecas que prestan
sus libros y universidades sin muros, signos todos de una sociedad
en la que las instituciones no son otra cosa que las mismas
personas, y cuyo más alto principio reside en el despertar del
sentimiento de fraternidad.
Para Eugen Loebí, que pasó quince años como prisionero político en
Checoslovaquia reflexionando sobre temas económicos, la verdadera
fuente de riqueza no es la productividad, ni el Producto Nacional
Bruto, ni ninguna otra cosa material o tangible.
La riqueza de la
sociedad moderna reside en la inteligencia creativa.
«Si consideramos que las ganancias
están en función de la capacidad del hombre para pensar, y
reconocemos la importancia que tiene para la economía el nivel
intelectual de los ciudadanos, entonces nuestro interés debe
estar volcado primordialmente al desarrollo de este nivel...
Podemos cambiar nuestra realidad, orientándola hacia los
objetivos que deseamos.»
En su histórica visita a los Estados Unidos,
Toequeville navegaba
corriente abajo por el río Ohio. A un lado estaba Ohio, un Estado
libre; al otro, Kentucky, Estado en el que había esclavos. En el
lado del río perteneciente a Ohio, pudo observar industrias en
actividad, cosechas abundantes y casas hermosas. Los naturales de
Ohio tenían acceso a cualquier puerta que pudiera abrirles la
fortuna. Podía ser marinero, explorador, artesano, o agricultor.
En
el lado de Kentucky, Tocqueville sólo vio indolencia. No solamente
los esclavos trabajaban sin ningún ardor en sus tareas, sino que los
mismos amos parecían esclavizados. No podían trabajar sus propias
tierras, pues eso habría ido en contra de su status. Unos pocos
cruzaban el río y se iban a trabajar a Ohio, pero la mayoría se
dedicaban a procurarse excitación,
«en el amor apasionado a los
deportes campestres y a los ejercicios militares... en ejercicios
corporales violentos, y en el uso de las armas...».
Hemos atravesado después otras épocas culturales, cada una marcada
por sus propias formas de esclavitud económica y psicológica. Como
los propietarios de esclavos de Kentucky, hemos pasado demasiado
tiempo dedicando nuestras mejores energías a tratar de
entusiasmarnos con cosas secundarias, esperando encontrar en tales
distracciones la satisfacción que sólo la vocación puede
proporcionar.
Pero tenemos una opción: hoy en día podemos emigrar a
un «estado» más libre, en donde poder encontrar un nuevo corazón, un
nuevo espíritu de iniciativa y unos valores adecuados a nuestras más
profundas necesidades.
1. Max Planck confesaba en una ocasión que él empezó siendo
estudiante de ciencias económicas, pero que al ver que era demasiado
difícil se pasó a la física.
2. Según afirman los sociólogos, los inmigrantes establecieron redes
semejantes en California. James Q. Wilson describe una versión de
trueque laboral urbano en California en los años cincuenta, que era
un anticipo de la extensión alcanzada hoy por las actividades de
trueque: «El equivalente en el Sur de California de ese tío del Este
que podía conseguírtelo todo a precio de mayorista, era el cuñado de
Los Angeles que podía echarte una mano para pintar el garaje o para
reparar el tejado, o que podía prestarte (y enseñarte a manejar) su
sierra eléctrica. Toda la región estaba cubierta por una red de
intercambio de trabajos informalmente organizada, que a veces daba
lugar a negocios sumamente complejos que implicaban varios
intermediarios: el amigo que pide a su hermano, que es fontanero,
que te eche una mano, a condición de que tú le pidas a tu tío que se
acerque con la hormigonera para que eche un poco de cemento frente a
la casa de la hermana de algún otro los sábados se podía ver a mucha
gente por todo el país, trasladándose en sus coches para cumplir con
este tipo de compromisos».
3. El trueque alcanza hoy también un elevado volumen de negocio en
las grandes compañías comerciales dentro de la Unión Soviética, y
asimismo entre las compañías multinacionales, que compran materias
primas a cambio de productos terminados.
4. Un estudio publicado por el SRI en 1979 relativo a los valores
cambiantes de los consumidores, y cuya realización había requerido
tres años y un millón de dólares, predijo un continuo movimiento de
huida de los valores materialistas convencionales por parte de
individuos situados en todo el espectro económico.
5. Un ejemplo de una gran empresa que coopera con las tendencias
sociales es la compañía farmacéutica Hofmann-La Roche, que a
principios de los años setenta comenzó a suministrar cintas
magnetofónicas de regalo sobre medicina holística a los médicos, y
que más recientemente ha patrocinado diversos simposiums sobre temas
tales como alternativas a la terapia farmacológica. En 1979, cuando
cada vez más gente estaba interesándose por las vitaminas y por la
nutrición en general más que por los medicamentos, Hoffmann-La Roche
anunció que planeaba construir una planta gigantesca de producción
de vitamina C.
6. Brainstorming: torbellino de ideas. Técnica creativa de
resolución de problemas que consiste en dejar aparecer en la propia
mente, o en las de todo un grupo, todas las soluciones que acudan a
ella, por disparatadas que parezcan, apuntándolas todas, y
repasándolas todas al final para escoger las más acertadas. (N. del
T)
7. Los Estados Unidos, con un 6 por ciento de la población mundial,
consume más del 30 por ciento de los recursos energéticos existentes
en el mundo.
8. La edición francesa inserta aquí en el texto una referencia
amplia, en primer lugar, al libro del biólogo Joël de Resnay
Bio-technologies et bio-industrie, sobre las perspectivas que ofrece
hoy en día la biotecnología desde el punto de vista ecológico, por
el reciclaje de desechos industriales, agrícolas y urbanos que es
capaz de llevar a cabo. En segundo lugar, a otro libro del mismo
autor, Le Macroscope, en el que partiendo de los principios de base
de una educación sistémica, describe los valores sobre los cuales
podría asentarse un nuevo proyecto de sociedad («eco-sociedad»),
para lo que se vale de un escenario imaginado futurista. Finalmente,
recoge un informe presentado al Presidente de la República francesa
por los biólogos Francois Gros, Francois Jacob y Pierre Royer, con
el título Sciences de la vie et Société, según los cuales la
biología moderna ha puesto de relieve tres ideas clave «que han
modificado profundamente la idea que nos hacíamos del mundo vivo en
general y del hombre en particular... Esas tres ideas son: primero,
la unidad del mundo viviente y el parentesco entre las especies;
segundo, la unidad de la biosfera y la interdependencia de los
elementos que la constituyen; y por último, la importancia de la
diversidad en el mundo viviente: diversidad de especies y diversidad
de individuos en cada especie, comprendida la especie humana. El
informe invita a preservar los equilibrios del planeta y a
salvaguardar la diversidad biológica. (N. del T.)
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