por Dr. J. Landowsky
traducción al español de Mauricio
Carlavilla
publicado por
José María
25 Julio 2008
del Sitio Web
Consciencia-Verdad
Impreso por primera vez en 1968 y vuelto a
imprimir en el 2002 en los EE.UU.
Este material es una referencia del capítulo XL de un libro que apareció en
Madrid en español, titulado "Sinfonía en Rojo Mayor," y que ya tiene más de
11 ediciones, producido por la Editorial E.R.S.A. dirigida por Don
Mauricio Carlavilla, quien amablemente accedió a la traducción del
inglés y a su publicación.
El libro del traductor "La lucha por el poder mundial" también trata con el
problema del super-poder y la esclavitud global a manos de los maestros
tanto de la usura del Capitalismo como del Comunismo terrorífico, pues ambos
son las herramientas de las mismas fuerzas que sirven el mismo propósito. El
libro fue publicado en Madrid en español por el Señor Carlavilla.
Christian G. Rakovsky, fue uno de los fundadores del Bolchevismo
Soviético y también una víctima de los juicios espectáculo celebrados, antes
de la 2ª Guerra Mundial, por Stalin. Este es un documento de importancia
histórica y nadie que quiera estar bien informado debiera dejar de leerlo y
recomendarlo. No conocer la tesis descrita aquí es no conocer y no entender
nada en relación a los principales sucesos y perspectivas de nuestro tiempo.
En
el libro en español, el Sr. Carlavilla explica el origen del material.
Dice:
"Este es el resultado de una difícil
traducción de varios cuadernos de escritura que un voluntario español se
encontró en el cuerpo del Dr. Landowsky en una cabaña del frente de
Petrogrado (Leningrado). Nos los trajo. A la vista de la condición de
los manuscritos, su restauración fue una tarea larga y pesada, que duró
varios años.
Durante mucho tiempo no estuvimos seguros
sobre si se podían publicar. Sus revelaciones finales eran tan
extraordinarias e increíbles que nunca nos hubiéramos atrevido a
publicar estas memorias si las personas y sucesos que se mencionan no
hubieran estado en plena concordancia con los hechos.
Antes de que estos recuerdos vieran la luz
nos preparamos para la polémica y para presentar las pruebas.
Respondemos personalmente por la veracidad de los hechos básicos. Veamos
si alguien puede desacreditarlos..."
El Dr. Landowsky fue un polaco que vivió en
Rusia.
Su padre era Coronel del Ejército Imperial Ruso
y murió a manos de los Bolcheviques durante la Revolución de 1917. La vida
del Dr. Landowsky es asombrosa. Acabó sus estudios médicos en la Facultad de
Medicina en Rusia antes de la Revolución y después estudió dos años en la
Sorbona de Paris, hablaba bien francés.
Estaba interesado en los efectos de las drogas
en el organismo humano, para poder ayudar a los cirujanos en las
operaciones. Era un médico con talento y llevó a cabo experimentos en este
campo alcanzando considerables resultados.
Sin embargo, después de la Revolución todos los caminos se le cerraron.
Vivía con su familia con grandes necesidades, haciendo trabajos ocasionales.
Como no podía publicar sus trabajos en revistas científicas usando su
nombre, permitió que un colega más afortunado los publicara con el suyo. La
policía secreta bolchevique, la NKVD, se interesó por estos trabajos y
fácilmente descubrió al verdadero autor.
Su especialidad era muy útil para ellos. Un día
de 1936 llamaron a la puerta del doctor. Se lo llevaron y nunca se le
permitió volverse a reunir con su familia. Se lo llevaron al edificio del
laboratorio químico del NKVD cerca de Moscú. Vivió ahí y fue obligado a
realizar diversos trabajos. Era testigo en los interrogatorios, torturas y
de los sucesos y crímenes más terribles.
Algunos de estos interrogatorios los documentó,
entre ellos el que nos ocupa.
El documento que se cita es un informe exacto registrado durante el
interrogatorio del antiguo embajador en Francia, C.G. Rakovsky durante el
período de los juicios a los Trotskistas en la URSS en 1938, cuando fue
juzgado junto a Bukharin, Rykoff, Yagoda, Karakhan, Dr. Levin y otros. Se
sabe que Rakovsky fue sentenciado a ser fusilado, como los otros, pero se le
conmutó la pena por 20 años de prisión.
El interrogatorio se efectuó en francés.
El doctor estuvo presente para poner pastillas
en el vaso de Rakovsky, sin que se diera cuenta, para que indujeran un
estado de buen humor en Rakovsky. Detrás de los muros se grabó la
conversación pero los técnicos que manejaban los aparatos no entendían
francés. Luego el Dr. Landowsky tenía que traducir al ruso, con dos copias,
una para Stalin y otra para Gabriel (el interrogador). Secretamente hizo una
tercera copia en papel carbón.
No hay forma de probar la veracidad del libro. Pero parece como si el
Comunismo estuviera aún vivo a pesar de la caída de la URSS.
Los signos son:
El Protocolo de Kyoto es otro; cualesquiera que
sean sus méritos, es un instrumento para el Gobierno Mundial. Estas son las
políticas de los Trotskistas / Fabianistas / Verdes de la "Nueva Izquierda".
Los Trotskistas de Australia publicaron un libro abogando por el Libre
Comercio. Los líderes de las manifestaciones contra el Capitalismo, urgían
el desmantelamiento de la protección económica:
"Quizás el peor aspecto de la adopción del
proteccionismo como política para combatir el desempleo es que se ve
como un sustituto de la lucha de clases"
(Socialismo o Nacionalismo, p. 29)
El libro
Hitler's Secret Backers, de "Sidney
Warburg", como lo que dice Ravoksky en Red Symphony, atestigua que los banqueros occidentales dieron
dinero a Hitler para ayudarle a llegar al poder.
En
Red Symphony, "Rakovsky", interrogado por los
agentes de Stalin en 1938, declara que la razón de ello es que los banqueros
judíos, tras haber establecido el Bolchevismo, se encontraron con que Stalin
se lo había robado a ellos, siendo a su juicio Stalin un "Bonapartista", un
nacionalista parecido a Napoleón (p. 36).
Los banqueros estaban intentando promover el Comunismo Internacional,
Trotsky era el hombre de ellos; Rakovsky también era de ellos. Pero Stalin
estaba promoviendo el Comunismo Nacional. Ese sistema debía de derribarse
para que el Comunismo Internacional pudiera restaurarse. La forma de
conseguirlo era ayudando a Hitler.
Los patrocinadores secretos de Hitler no creían que Hitler pondría en
práctica su retórica contra los Judíos. Los banqueros no estaban de acuerdo
con el boicot anti-alemán que declararon los Sionistas de Nueva York, y
sentían que eso indujo a Hitler a implementar duras medidas contra los
Judíos.
En Red Symphony, Rakovsky declara que los banqueros judíos dieron dinero a
Hitler para ayudarle a conseguir el poder (p. 36), sabiendo que Hitler
atacaría la URSS (como se dice en Mein Kampf). Estas donaciones eran
anónimas; Hitler no tenía idea que la fuente de su financiación era judía.
Siguiendo la estrategia del Derrotismo Revolucionario, Stalin caería,
después de perder la guerra, como le sucedió al Zar tras la 1ª Guerra
Mundial, y entonces Trotsky volvería al poder (p. 36). Cambiaron de idea los
banqueros porque la destrucción de la URSS a manos de Hitler significaría la
abolición del Comunismo; y el objetivo de los banqueros era sostenerlo.
A pesar de todo no perdieron la esperanza de
eliminar la variedad comunista "Nacional":
"triunfaremos e instauraremos el verdadero
Comunismo".
(p. 37)
El interrogador le dice a Rakovsky,
"si tu derrotismo y la derrota de la URSS
tiene como objeto la restauración del Socialismo en la URSS, el
Socialismo Real, según tú, el Trotskismo. Pero, en la medida que hemos
destruido a sus cuadros y líderes, el resultado del derrotismo y la
derrota de la URSS no tiene ningún sentido, pues el resultado de la
derrota supondría la llegada al poder de algún Führer o Zar fascista."
(p. 11)
Rakovsky se muestra de acuerdo con esto; las
purgas de Moscú dan a los banqueros una buena razón para cambiar sus planes.
En esa línea de cambio de planes, Rakovsky dice,
ellos quieren que Stalin proponga a Hitler la partición de Polonia. Como
consecuencia de la misma, Hitler entraría en guerra con Occidente, y
finalmente en una guerra con dos frentes.
A finales de los años 30, Trotsky era un fugitivo. Después de escribir "La
Revolución traicionada" en Noruega en 1936 (se publicó en 1937), Trotsky fue
obligado a abandonar Noruega, y encontró refugio en Mexico. La presión de
Stalin persuadió a la mayoría de los gobiernos a negarle la entrada en sus
países. Hasta los EEUU, con Roosevelt en el poder, le cerraron sus puertas.
Dos años después de que se celebrara el interrogatorio que describe Red
Symphony, Stalin hizo matar a Trotsky, asegurándose de que no habría ninguna
restauración trotskista.
Así como la muerte de Trotsky es bien conocida, la de Stalin se ha ocultado
en sus detalles, pues involucra a la política judía.
Hay dos dudas sobre la veracidad de Red Symphony. Dice que es un registro de
entrevistas celebradas en 1938, pero menciona el World Bank (p. 24), que no
fue creado hasta 1944. No obstante, la Liga de Naciones tenía
organizaciones que la precedían.
Red Symphony también menciona a la "Commonwealth" (p. 39); pero seguramente
entonces era el "Imperio Británico".
Sin embargo, Carroll Quigley escribió
en "The Anglo-American Establishment" que,
'la
sociedad secreta Rhodes (p.4)
publicitó la idea y el nombre de "Commonwealth Británica de Naciones" en el
periodo 1908-1918 (p.5).
Invito al lector a que lea el libro en
la edición española.
Sinfonía en Rojo Mayor
La Lucha por El Poder Mundial
Parte I
publicado por
José María
24 Abril 2009
del Sitio Web
Consciencia-Verdad
Versión
original
He decidido ir publicando por entregas el
interrogatorio de Cristian Gueorguievich Rakovski como continuación a
lo que publiqué aquí.
Recomiendo que se revise esa parte para poder entender lo que ahora iré
escribiendo.
En mi opinión este interrogatorio nos proporciona la clave de la
conspiración que estamos sufriendo. El interrogatorio traducido al español
lo extraigo del libro
Sinfonía en Rojo Mayor
traducción de Mauricio Carlavilla y publicado
en el año 1953.
El interrogatorio está en la página 284
del libro.
Este libro es una joya, recomiendo a todos que lo intentéis conseguir, puedo
asegurar que no os defraudará. También puedo asegurar que con esta
radiografía de la Revolución Mundial se entiende buena parte de la historia
reciente y la actual, así como el futuro inmediato que nos aguarda.
El interrogatorio a Rakowsky lo realiza Gabriel Díaz, un chileno
extraordinariamente inteligente al servicio de Stalin, que cambió su nombre
por Gabriel
G. Kuzmin.
El doctor Landowsky asiste al interrogatorio para
suministrar tranquilizantes a Rakowsky. El sonido del interrogatorio fue
registrado y se desarrolló en francés, idioma que desconocía el técnico de
grabación, pero que sí era conocido por el doctor Landowsky, por Gabriel y
por Rakowsky. Posteriormente el doctor Landowsky escribió lo
que se dijo, hizo tres copias, dos para Gabriel y una que se guardó en
secreto para sí mismo.
Un soldado español de la División Azul encontró esta
copia en el frente ruso durante la II Guerra Mundial.
Cualquiera puede comprobar que los hechos y
personajes que se citan en el interrogatorio son reales y verdaderos.
INTERROGATORIO DEL
ACUSADO CRISTIAN GUEORGUIEVICH RAKOVSKI
... POR G.G.K. EN EL DÍA 26 DE ENERO DE 1938
G. Según convinimos en la Lubianka, he
solicitado el brindarle una última oportunidad; su presencia en esta
casa le indica que lo he conseguido. Veamos si nos defrauda.
R. No lo deseo ni lo espero.
G. Pero antes, una advertencia de
caballero. Ahora se trata de la pura verdad. No de la verdad oficial,
esa que ha de resplandecer en el proceso a la luz de confesiones de
todos los acusados. Algo que, como sabe usted, se subordina por entero a
la razón política, a la razón de estado, como se diría en Occidente. Los
imperativos de la política internacional nos harán ocultar la verdad
total, la verdad verdadera... Será lo que sea el proceso, las naciones y
las gentes conocerán lo que deban conocer..., pero el que debe saberlo
todo, Stalin, lo ha de saber... Ahora bien: sus palabras aquí, sean como
sean, no pueden agravar su situación. Sabe que no admite agravación.
Solo pueden producir efectos a su favor. Puede ganar su vida, en este
momento ya perdida. Dicho esto, vamos a ver: todos vosotros vais a
confesar que sois espías de Hitler a sueldo de la Gestapo y del O.K.W.
¿no es así?
R. Sí.
G. ¿Y sois espías de Hitler?
R. Sí.
G. No, Rakovsky, no. Diga la verdad verdadera no la procesal.
R. No somos espías de Hitler; odiamos a Hitler tanto como pueda odiarlo
usted, tanto como pueda odiarlo Stalin; acaso más aún. Pero la cosa es
muy complicada...
G. Le ayudaré... Acaso yo sepa también algo. Vosotros los trotskistas,
tomasteis contacto con el estado mayor alemán. ¿No es así?
R. Sí.
G. ¿Desde cuándo?
R. No sé la fecha exacta; pero no mucho después de la caída de Trotsky.
Desde luego antes de la tomar Hitler el poder.
G. Entonces, exactamente, no sois unos espías personales de Hitler ni de
su régimen.
R. Exacto; ya lo éramos antes.
G. ¿Y con qué fin?...¿Con el fin de regalarle una victoria y unos
territorios rusos a Alemania?
R. No, de ningún modo.
G. Entonces, como espías vulgares, ¿por dinero?
R. ¿Por dinero?... Ninguno hemos recibido ni un marco de Alemania. No
tiene bastante dinero Hitler para comprar, por ejemplo, a un Comisario
de Asuntos Exteriores de la URSS, que tiene a su libre disposición un
presupuesto mayor que las fortunas de Ford, Morgan y Valderbilt juntas,
sin obligación de justificar sus inversiones.
G. Entonces ¿por qué razón?...
R. ¿Puedo hablar con entera libertad?...
G. Se lo ruego, a eso le invité.
R. ¿Es que Lenin no tenía una razón superior al recibir la ayuda de
Alemania para llegar a Rusia? ¿Se han de aceptar las calumnias que
fueron lanzadas entonces contra él? ¿No le llamaron también espía del
Käiser?... Su relación con el Emperador y la intervención alemana para
que llegasen a Rusia los bolcheviques derrotistas, es evidente...
G. Esa verdad o falsedad son extrañas a la cuestión...
R. No, permítame terminar...¿Es o no cierto que la acción de Lenin
benefició en un principio al Ejército alemán?... Permítame... Ahí está la
paz separada de Brest, en la cual se le cedían a Alemania inmensos
territorios de la URSS. ¿Quién proclamó el derrotismo como arma
bolchevique en 1913?... Lenin: me sé de memoria las palabras de su carta
a Gorki: ...Como ve usted, nosotros, los llamados trotskistas, los
inventores del derrotismo en 1905, que luego profesa Lenin en 1913,
seguimos hoy aquella misma línea. La línea de Lenin...
G. Con una ligera diferencia Rakovsky: que hoy existe en la URSS el
socialismo y no un Zar.
R. ¿Cree usted?
G. ¿En qué?
R. En la existencia del socialismo en la URSS.
G. ¿No es socialista la URSS?
R. Para mí, tan solo de nombre. Ahí está la verdadera razón de la
Oposición. Concédame, y en pura lógica lo ha de conceder, que
teóricamente, racionalmente, nosotros tenemos el mismo derecho a decir
no que tiene Stalin a decir sí.. Y si el triunfo del Comunismo justifica
el derrotismo, quien estime al Comunismo frustrado o traicionado por el
bonapartismo staliniano, tiene tanto derecho como Lenin a ser un
derrotista.
G. Creo Rakovsky, que su gran estilo dialéctico le hace teorizar. En
público, claro está, yo le argüiría; es bueno, lo reconozco, su
argumento, el único posible, dada su situación; pero creo que le podría
demostrar que solo es un sofisma... Quede para otra ocasión; ya
tendremos una oportunidad... Espero que me conceda la revancha... Por el
momento, solo esto: si su derrotismo, si las derrotas de la URSS solo
tienen como razón la instauración del socialismo, del auténtico
socialismo, según usted, el trotskismo, una vez liquidados sus jefes y
su cuadros, como ya los hemos liquidado, el derrotismo la derrota de la
URSS, ya no tiene objeto ni razón ... La derrota sería hoy la
entronización de un Führer o un Zar fascista ... ¿No es eso?
R. En efecto. Sin adulación, su conclusión es perfecta.
G. Sí, según creo, lo afirma con sinceridad, ya hemos logrado mucho: yo,
estalinista, y usted, trotskista, hemos remontado un imposible. Hemos
llegado a un punto de coincidencia; coincidimos en que hoy no debe ser
derrotada la URSS.
R. No creía yo, lo confieso, hallarme frente a persona tan
inteligente... En efecto, por ahora, y acaso durante años, no podemos
desear ni provocar la derrota de la URSS, porque hoy, es cierto, no
estamos situados en posición de aprovecharla para la toma del Poder
Mundial. No seríamos nosotros, los comunistas, los beneficiados. Esta es
la situación exacta, y coincido con usted. No puede interesarnos hoy la
destrucción del estado estalinista; y lo digo afirmando a la vez que
este estado es el más anticomunista. Vea si hay en mí sinceridad.
G. La veo; así es la única manera de llegar a entendernos. Le ruego,
antes de más, una explicación de lo que yo tomo por contradicción: si
para vosotros es el estado soviético el más anticomunista, ¿por qué no
deseáis hoy su destrucción?... Otro cualquiera sería menos
anticomunista; por tanto, menor obstáculo para que vosotros instauraseis
vuestro comunismo puro...
R. No, esa es una deducción demasiado simplista. Aún siendo el
bonapartismo estaliniano tan opuesto al comunismo como lo fue Napoleón a
la Revolución [francesa], es un hecho evidente que la URSS continúa
teniendo aún dogma y forma comunista; tiene un comunismo formal, no
real. Y así como la desaparición de Trotski permitió a Stalin
transformar automáticamente el comunismo real en formal, la desaparición
de Stalin nos permitiría transformar su comunismo formal en comunismo
real. Nos bastaría una hora. ¿Me ha comprendido?...
G. Sí, naturalmente, nos ha dicho una clásica verdad, la de que nadie
destruye aquello que desea heredar. Ahora bien: todo lo demás es
artificio sofístico. Se basa en un supuesto que la evidencia repudia; el
supuesto anticomunismo estaliniano... ¿Hay propiedad privada en la
URSS?... ¿Hay plusvalía personal? ... ¿Hay clases? ... No continuaré
aduciendo hechos, ¿para qué?...
R. Ya he concedido la existencia del comunismo formal. Todo eso que cita
son meras formas.
G. ¿Sí?...¿Con qué fin?...¿Por un capricho banal?...
R. No, desde luego. Es una necesidad. La evolución materialista de la
historia es imposible detenerla; todo lo más se la frena ... ¡Y a qué
costa!... A costa de aceptarla en teoría para frustrarla en la práctica.
Es tan invencible la fuerza que lleva a la Humanidad al Comunismo, que
solo esa misma fuerza torcida, oponiéndose a sí misma, pueden lograr
disminuir la velocidad de la evolución; más exactamente, disminuir el
avance de la revolución enormemente...
G. ¿Un caso?
R. Hitler, el más evidente. Él ha necesitado del socialismo para vencer
al socialismo. De ese su socialismo antisocialista que es el
Nacional-Socialismo. Stalin necesita de un comunismo para vencer al
comunismo. De ese su comunismo anticomunista que es su
Nacional-Comunismo... El paralelo es evidente... Pero a pesar del
antisocialismo hitleriano y a pesar del anticomunismo estaliniano,
ambos, a su pesar, contra su voluntad objetivamente, trascendentalmente,
hacen Socialismo y Comunismo..., ellos y muchos más. Quieran o no
quieran, lo sepan o no lo sepan, construyen un Socialismo y un Comunismo
formal que nosotros, los comunistas de Marx, hemos fatalmente de
heredar...
G. ¿Heredar?... ¿Heredar quién?... La liquidación del trotskismo es
absoluta.
R. Aunque usted lo dice no lo cree. Por gigantescas que las purgas sean,
nosotros los comunistas sobreviviremos. No todos los comunistas están al
alcance de Stalin, por muy largos que sean los brazos de su Ochrana.
G. Rakovski, le ruego y si es necesario se lo mando, que se abstenga de
hacer alusiones ofensivas... No abuse de su "inmunidad diplomática".
R. ¡Yo plenipotenciario! ¿Embajador de quién?...
G. Precisamente, de ese inalcanzable trotskismo si así acordamos
llamarle...
R. Del trotskismo a que usted alude, yo no puedo ser su diplomático; no
me ha concedido su representación, ni me la he tomado yo, es usted quien
me la da.
G. Empiezo a confiarme. Anoto en su haber que al yo aludir a ese
trotskismo no me ha negado su existencia. Ya es un buen principio.
R. ¿Y cómo negar?... He sido yo quien ha hecho la mención.
G. Reconocida la existencia de un trotskismo muy particular, por mutua
conveniencia, yo deseo que usted me haga ciertas sugerencias tendentes a
explotar la coincidencia señalada.
R. En efecto, cuanto estime pertinente, pero por propia iniciativa, sin
asegurar que sea siempre el exacto pensamiento de "Ellos".
G. Así lo he de considerar.
En esta segunda parte el interrogatorio versa sobre si habrá ataque o no
de Hitler a la URSS y sobre Marx.
R. Hemos convenido que, por ahora, no puede interesar a la Oposición las
derrotas y la caída de Stalin, por hallarnos en la imposibilidad física
de reemplazarlo. Es en lo que coincidimos ambos. Ahora un hecho
indiscutible. El atacante en potencia existe. Ahí está ese gran
nihilista, Hitler, apuntando la peligrosa pistola de la Wehrmacht contra
todo el horizonte. Queramos o no, ¿disparará contra la URSS?...
Convengamos que para nosotros esa es la decisiva incógnita... ¿Estima
usted bien planteado el problema?
G. Está bien planteado. Ahora bien: para mí no tiene ya incógnita.
Estimo infalible el ataque hitleriano a la URSS.
R. ¿Por qué?
G. Sencillamente porque así lo dispone quien manda en él. Hitler solo es
un condotiero del Capitalismo internacional.
R. Le concedo la existencia del peligro; pero de ahí a proclamar como
infalible su ataque a la URSS media un abismo.
G. El ataque a la URSS lo determina la esencia misma del fascismo;
además, lo impulsan a él todos los estados capitalistas que le han
autorizado su rearme y la toma de todas las bases económicas y
estratégicas necesarias. Es la evidencia misma.
R. Olvida usted algo muy importante. El rearme de Hitler y las
facilidades e inmunidades que le dieron hasta hoy las naciones de
Versalles, fíjese bien, se las dieron en un período singular..., cuando
la Oposición aún existía, cuando aún podíamos heredar a un Stalin
derrotado...¿Estima el hecho casual o mera coincidencia temporal?...
G. No veo ninguna relación entre que permitieran las potencias de
Versalles el rearme alemán y la existencia de la Oposición... La
trayectoria del Hitlerismo es una trayectoria clara y lógica en él. El
ataque a la URSS se haya de muy antiguo en su programa. La destrucción
del Comunismo y la expansión hacia el Este son dogmas en Mi Lucha, ese
Talmud del nacional-socialismo..., y que vuestro derrotismo haya querido
aprovechar esa conocida amenaza contra la URSS, es natural dada vuestra
mentalidad.
R. Sí, todo eso, a primera vista parece lógico y natural, demasiado
lógico y natural para que sea verdad.
G. Para que no lo fuera, para que Hitler no nos atacase, deberíamos
confiar en la alianza francesa..., y esto sí que sería ingenuidad. Sería
tanto como confiar en que el Capitalismo se sacrificaría por salvar al
Comunismo,
R. Discurriendo sin más nociones políticas que las propias de un mitin
de masas, tiene usted toda la razón. Pero si es usted sincero hablando
así, perdóneme, yo estoy decepcionado; creí más elevada la cultura
política de la famosa policía estaliniana.
G. El ataque del hitlerismo a la URSS es, además, una necesidad
dialéctica; es tanto como elevar al plano internacional la fatal lucha
de clases. Junto a Hitler, por necesidad, estará todo el capitalismo
mundial.
R. Así, con su dialéctica escolástica, créame, yo me formo una idea más
pobre aún sobre la cultura política del estalinismo. Le oigo hablar como
podría escuchar Einstein a un alumno de liceo sobre la física
cuatridimensional. Veo que solo saben del Marxismo elemental, es decir
lo demagógico y popular.
G. Si no es muy larga y oscura su explicación, le agradecería que me
revelase algo de esa “relatividad” o “quanta” del marxismo.
R. Nada de ironías, estoy hablando animado del mejor deseo. En ese mismo
marxismo elemental, que aún les enseñan en la Universidad estalinista,
puede hallar una razón que contradice su tesis sobre la infalibilidad
del ataque hitleriano a la URSS. Aún les enseñan como piedra angular del
marxismo que la contradicción es la enfermedad incurable y mortal del
Capitalismo...¿no es así?
G. En efecto.
R. Y siendo así, aquejado el Capitalismo de la contradicción permanente
en lo económico, ¿por qué no la ha de padecer también en lo político?...
Lo económico y lo político no son entidades en sí, son estados o
dimensiones de la entidad social, y las contradicciones nacen en lo
social, repercutiendo en la dimensión económica o política o en ambas a
la vez... Sería un absurdo suponer falibilidad en lo económico y, a la
vez, una infalibilidad en lo político, algo necesario para que sea fatal
ese ataque a la URSS que usted cree absolutamente necesario.
G. Entonces usted fía todo a la contradicción, a la fatalidad, al error
ineludible que ha de padecer la burguesía que impedirá el ataque de
Hitler a la URSS. Yo soy marxista, Rakovski, pero aquí, entre nosotros,
sin escandalizar a ningún militante, le digo que, con toda mi fe en
Marx, no fiaría yo la existencia de la URSS a una equivocación de sus
enemigos..., y creo que Stalin tampoco.
R. Pues yo sí... No, no me mire así, que no me burlo ni estoy loco.
G. Permítame, por lo menos, tener mis dudas, en tanto no me demuestre su
afirmación.
R. ¿Ve usted como tenía yo motivo para calificar de mediocre su cultura
marxista?... Sus razones y reacciones son las mismas que las de un
militante de base.
G. ¿Y no son las verdaderas?
R. Sí, las verdaderas para el pequeño dirigente, el burócrata y la masa.
Las convenientes para los que sean luchadores de fila... Ellos las deben
creer y repetir al pie de la letra... Escúcheme usted en el terreno
confidencial. Con el marxismo sucede igual que con las antiguas
religiones esotéricas, sus fieles debían saber solo lo elemental y hasta
grosero si se quería suscitar la fe, algo absolutamente necesario, tanto
en religión como en Revolución.
G. No querrá usted revelarme ahora un Marxismo misterioso, algo así como
una masonería más.
R. No, nada de esoterismos. Al contrario, se lo presentaré con meridiana
claridad. El marxismo, antes que sistema filosófico, económico y
político, es una conspiración para la Revolución. Al ser la Revolución
para nosotros la única realidad absoluta, filosofía, economía y política
son verdad en tanto y cuanto llevan a la Revolución. La verdad
intrínseca, subjetiva llamémosla así, en la filosofía, economía y
política y hasta en la moral no existe; será verdad o error en
abstracción científica; pero al ser para nosotros subordinadas a la
dialéctica de la Revolución -únicamente realidad y, por tanto, la única
verdad - para todo auténtico revolucionario, como lo fue para Marx, ha
de ser así, debiendo obrar en consecuencia. Recuerde usted aquella frase
de Lenin cuando alguien le dijo como argumento que su intento se oponía
a la realidad: “Lo siento por la realidad”, respondió. ¿Cree usted que
Lenin dijo una sandez? No, para él, toda realidad, toda verdad, era
relativa, frente a la única y absoluta: la Revolución. Marx fue genial.
Si su obra solo fuera una crítica profunda del capital, ya sería una
labor científica sin par; pero donde alcanza la categoría de obra
maestra es como creación irónica. “El comunismo -dice - ha de triunfar,
porque le dará el triunfo su enemigo, el capital”. Tal es la tesis
magistral de Marx...¿Cabe más grande ironía?... Para ser creído le bastó
con despersonalizar a Capitalismo y Comunismo, trasmutando el ente
humano en ente de razón, con un arte de prestidigitador maravilloso. Tal
fue su ingenioso recurso para decirle a los capitalistas, que son la
realidad del Capital, que triunfaría el Comunismo por su congénita
idiotez: porque sin idiotez perpetua en el homo economicus, no puede
haber en él la contradicción permanente proclamada por Marx. Lograr que
el homo sapiens se transmute en homo stultum es poseer un poder mágico,
capaz de hacerle descender al hombre en la escala zoológica a su primer
peldaño, al de la bestia. Solo dada la existencia del homo stultum en
esta época del apogeo del Capitalismo puede Marx formular su axiomática
ecuación: Contradicción + Tiempo = Comunismo. Créame, cuando nosotros,
los iniciados, contemplamos una efigie de Marx, aunque sea la que se
ufana sobre la puerta principal de la Lubianza, no podemos reprimir una
carcajada interior, y es que Marx nos contagia; le vemos a él reírse de
toda la Humanidad tras sus barbazas.
G. ¿Será usted capaz de burlarse del más prestigioso sabio de la época?
R. ¿Burlarme yo?... ¡Si es admiración! Para lograr Marx engañar a tantos
hombres de ciencia era necesario que él fuera superior a todos. Ahora
bien, para juzgar a Marx en toda su grandeza, debemos contemplar al Marx
auténtico, al Marx revolucionario, al del Manifiesto. Es decir, al Marx
conspirador, ya que durante su vida la Revolución vivía en estado de
conspiración. No en vano, sus avances y victorias ulteriores los debe la
Revolución a aquellos conspiradores.
G. ¿Niega usted entonces el proceso dialéctico de las contradicciones
del Capitalismo en el triunfo final del Comunismo?
R. Tenga usted la seguridad de que si Marx hubiera creído que la
victoria del Comunismo solo llegaría gracias a la contradicción
capitalista, jamás hubiera nombrado la contradicción ni una sola vez en
los miles de páginas de su obra científico-revolucionaria. Hubiera sido
un imperativo categórico de la real naturaleza de Marx, no científica,
sino revolucionaria. Un revolucionario, un conspirador, jamás revela él
a su adversario el secreto de su triunfo. Jamás le da información; le da
desinformación, como usted sabe hacer en la contra-conspiración, ¿no es
así?
En esta tercera entrega del interrogatorio de Rakovsky empieza a
vislumbrarse el origen de la conspiración.
G. Pero, en fin, llegamos a la conclusión, según usted, de que no hay
contradicciones en el Capitalismo, y que si Marx las señala, solo es
como recurso estratégico revolucionario… ¿No es esto?... Pero las
contradicciones colosales, en ascenso constante, del Capitalismo ahí
están…A que ahora resulta que Marx mintiendo dijo la verdad…
R. Es usted peligroso como dialéctico cuando rompe usted el freno de la
dogmática escolástica y da rienda suelta a su propio ingenio. En efecto,
Marx dijo la verdad mintiendo. Mintió al proclamar el error, la
contradicción, como “constante” de la Historia económica del Capital y
al declarar “natural y fatal”, ahora bien: a la vez dijo la verdad, ya
que sabía que las contradicciones se producirían y aumentarían en
progresión creciente hasta llegar a su apogeo…
G. Entonces…, resulta usted antitético.
R. No hay antítesis. Marx engaña por razón táctica, sobre el origen de
las contradicciones del Capitalismo, no sobre su evidente realidad. Marx
sabía como se producían, como se agudizarían y cómo llegarían a crear la
anarquía total de la producción capitalista, como prólogo del triunfo de
la Revolución comunista…Sabía que ocurrirían porque conocía él a los que
las producían.
G. Es una novedad extraña el venir ahora a descubrir que no es la
esencia y ley innata del Capitalismo la que lo lleva a “matarse a sí
mismo”, como dijo en frase feliz, ratificando a Marx, un economista
burgués, Schmalenbach. Pero me interesa, me interesa, si por ahí
llegamos a lo personal.
R. ¿No lo había usted intuido?...¿No advirtió usted cómo en Marx se
contradicen la palabra y la obra?...Él proclama la necesidad, la
fatalidad de la contradicción capitalista, evidenciando la plusvalía y
la acumulación. Evidenciando una realidad. A mayor concentración de los
medios de producción - discute con acierto - corresponde mayor masa
proletaria, mayor fuerza para instaurar el Comunismo, ¿no?...Pues bien:
a la vez que así lo proclama, funda la Internacional. Y la Internacional
en la lucha de clases diaria es “reformista”…, es decir, una
organización destinada a limitar la plusvalía y, si puede, a suprimirla.
Por tanto, la Internacional es objetivamente una organización
contrarrevolucionaria, anticomunista, según la teoría marxista.
G. Ahora resulta que Marx es un contrarrevolucionario, un anticomunista.
R. Ya ve usted cómo se puede explotar una cultura marxista primaria. El
poder calificar de contrarrevolucionaria y de anticomunista a la
Internacional con rigor lógico y doctrinal es no viendo en los hechos
más que su efecto visible e inmediato, y en sus textos, la letra. A tan
absurdas conclusiones, bajo su aparente evidencia, se llega por olvidar
que palabras y hechos están subordinados en el Marxismo a las reglas
estrictas de la ciencia superior a la que sirven: a las reglas de la
conspiración y la Revolución.
G.. ¿Llegaremos, al fin, a una conclusión definitiva?...
R. Desde luego. Si la lucha de clases en el área económica es, en su
primer efecto, reformista y contraria por ello a las premisas teóricas
determinantes del advenimiento del Comunismo, en su auténtica y real
trascendencia es puramente revolucionaria. Pero, vuelvo a repetir,
subordinándose a las reglas de la conspiración; es decir, a la
disimulación y ocultación de su verdadero fin…La limitación de la
plusvalía y, por tanto, de la acumulación, en virtud de la lucha de
clases, tan solo es apariencia, un espejismo creado para provocar el
movimiento revolucionario primario en las masas. La huelga es ya un
ensayo de movilización revolucionaria. Independientemente de si triunfa
o fracasa, su efecto económico es anárquico. Al fin, este medio para
mejorar el estado económico de una clase es en sí un empobrecimiento de
la economía general; sea cual sea el volumen y el resultado de una
huelga, ésta es una merma en la producción. Efecto general: más miseria,
de la cual no se libra la clase obrera. Ya es algo. Pero no es el único
efecto, ni siquiera el principal. Como sabemos, el fin único de toda la
lucha de clases en el ámbito económico es ganar más y trabajar menos;
traducido a efectos económicos, es consumir más produciendo menos. Tal
absurdo económico - en nuestro léxico, tal contradicción-, inadvertido
por las masas, cegadas de momento por un aumento de salario, es
automáticamente anulado por un aumento en los precios, y si éstos se
limitan por coacción estatal, ocurre igual, la contradicción de querer
consumir más produciendo menos es remediada con otra: la inflación
monetaria. Y así, se provoca ese círculo vicioso de huelga, hambre,
inflación, hambre.
G. Menos cuando la huelga es a costa de la plusvalía del capitalismo.
R. Teoría, pura teoría. Para entre nosotros, tome usted cualquier
anuario de la economía de un país y divida las rentas y utilidades
totales entre los asalariados y ya verá qué cociente tan extraordinario
logra. Es ese cociente lo más contrarrevolucionario, y debemos guardarlo
en el mayor secreto. Porque si del teórico dividendo restamos los
salarios y gastos de dirección que se producen al suprimir al
propietario, resulta casi siempre un dividendo pasivo para los
proletarios. Pasivo en realidad siempre, si computamos la disminución
del volumen y la baja de la calidad en la provincia. Como usted ve,
proclamar que la huelga es luchar por el bienestar inmediato del
proletariado, solo es un pretexto; un pretexto necesario para lanzarlo
al sabotaje de la producción capitalista; sumando así a las
contradicciones del sistema burgués la del proletariado; doble arma de
la Revolución… que, como es evidente, no se producen por sí mismas,
porque hay organización, hay jefes, hay disciplina y, sobre todo,
ninguna estupidez… ¿No puede sospechar usted que las famosas
contradicciones del Capitalismo, de la Finanza específicamente, son
también organizadas por alguien?... Como base de la inducción, le
recuerdo que la Internacional Proletaria en su lucha económica coincide
con la Finanza Internacional, produciendo la inflación…, y donde hay
coincidencia puede haber acuerdo. Son sus propias palabras.
G. Entreveo un absurdo tan enorme o un intento de tejer una nueva
paradoja, que no quiero ni siquiera imaginar. Parece como si usted
quisiera insinuar la existencia de una especia de Internacional
capitalista, otra Komintern…, naturalmente opuesta.
R. Exactamente, al decir Finanza Internacional yo personalizaba igual
que si dijera Komintern; pero al reconocer yo la existencia de una “Kapintern”,
no digo que sea la enemiga…
G. Si pretende usted que perdamos el tiempo con ingeniosidades y
fantasías, le debo advertir que ha elegido un mal momento.
R. ¿Acaso me cree usted aquella favorita de las Mil y Una Noches,
derrochando imaginación velada tras velada para salvar su vida?...No, si
estima que divago, es un error suyo. Para llegar adonde ambos hemos
propuesto, si yo no quiero fracasar, debo ilustrarle antes sobre cosas
esenciales, dada su incultura total en lo que yo llamaría “marxismo
superior”. No puedo prescindir de la explicación, porque sé bien que la
misma incultura hay en el Kremlin…Dígame si prosigo…
G. Puede proseguir, pero le soy leal; si todo resulta luego un mero
recreo imaginativo, su diversión tendrá muy mal epílogo. Queda usted
advertido.
En esta entrega se empieza ya a comprender la naturaleza de la
conspiración y sus miembros.
R. Prosigo cual si nada hubiese oído. Como usted es un escolástico de El
Capital y quiero despertar sus dotes inductivas, le recordaré algo muy
particular. Advierta con qué agudeza deduce Marx, frente al rudimentario
industrialismo inglés de sus tiempos, todo el futuro y gigantesco
industrialismo contemporáneo: cómo lo analiza y fustiga, cómo pinta al
repulsivo industrial… La imaginación de usted, como la de las masas,
cuando evoca la encarnación humana del monstruoso Capital, lo ven tal y
como lo pintó Marx: un panzudo industrial, puro en boca, eructando
satisfecho y violando a la esposa o a la hija del obrero… ¿No es así?...
A la vez recuerde usted la moderación de Marx y su ortodoxia burguesa
cuando estudia la cuestión moneda. En el dinero no aparecen sus famosas
contradicciones … La finanza, como entidad en sí, no existe para él, y
el comercio y la circulación del dinero son consecuencia del malvado
sistema de producción capitalista, que lo subordina y determina
absolutamente… En la cuestión dinero es Marx un reaccionario; y lo era,
para mayor asombro, teniendo a la vista, llenando toda Europa con un
brillo, aquella estrella de cinco puntas - como la soviética - de los
cinco hermanos
Rothschild.
Este hecho, tan enorme, que alucinaba las imaginaciones de la época,
pasa inadvertido para Marx. Algo extraño… ¿No es verdad?... Acaso, de
aquella ceguera tan particular de Marx proceda un fenómeno común a todas
las revoluciones sociales ulteriores. Todos podemos comprobar que cuando
las masas se adueñan de ciudad o nación muestran siempre una especie de
temor supersticioso frente a Bancos y banqueros. Han matado reyes,
generales, obispos, policías, sacerdotes y demás representantes del
odiado privilegio; han saqueado e incendiado iglesias, palacios y hasta
centros de enseñanza; pero, siendo revoluciones económico-sociales,
respetaron la vida de banqueros y han resultado intactos los soberbios
edificios de los Bancos… Según mis noticias, hasta ser yo preso, el
mismo hecho se repite ahora…
G. ¿Dónde?...
R. En España… ¿No lo sabe?... Pues pregunte usted; y ahora, dígame: ¿no
le parece todo muy extraordinario?... Induzca policía… No sé si habrá
usted observado la extraña semejanza que hay entre la Finanza
Internacional y la Internacional Proletaria. Se diría que una es la
contrafigura de la otra; y, de haber contrafigura, será en la
Proletaria, por ser más moderna que la Finanza.
G.. ¿Dónde ve una semejanza en cosas tan opuestas?
R. Objetivamente, son idénticas. Si, como ya he demostrado, la Komintern,
secundada por la Reformista y por todo el sindicalismo, provoca la
anarquía de la producción, la inflación, la miseria y la desesperación
de las masas, la Finanza, sobre todo la Finanza Internacional, secundada
consciente o inconscientemente por las finanzas privadas, crea las
mismas contradicciones, pero multiplicadas… Podríamos ya intuir la razón
por la cual Marx encubrió las contradicciones financieras, que a su
aguda visión no pudieron ocultarse, si tuvo en la Finanza una aliada,
cuya acción, objetivamente revolucionaria, era ya entonces de una
trascendencia extraordinaria.
G. Coincidencia inconsciente; no alianza, que presupondría inteligencia,
voluntad, pacto…
R. Si le parece, aplazaremos ese aspecto… Ahora es mejor pasar al
análisis subjetivo de la Finanza, y, aún más, veamos también la
personalidad de sus hombres. La esencia internacionalista del dinero es
demasiado conocida; de tal realidad procede que la entidad que lo posee
y lo sublima sea cosmopolita. La Finanza, en su apogeo, fin en sí, la
Finanza Internacional, niega y desconoce todo lo nacional. No reconoce
al Estado, por tanto, es ella objetivamente anarquía, y lo sería
absolutamente si ella, negadora de todo Estado nacional, no fuera por
necesidad Estado en su esencia. El Estado puro es tan solo Poder. Y el
Dinero es Poder puro. El Dinero es Estado. El Superestado comunista que
desde hace un siglo construimos y cuyo esquema es la Internacional de
Marx, analice y verá su esencia. El esquema, la Internacional y su
prototipo, la URSS, son también puro Poder. La identidad esencial es
absoluta entre ambas creaciones. Algo fatal, porque la personalidad de
sus autores también era idéntica, tan internacionalista es el financiero
como el comunista. Los dos, por pretextos distintos y con distintos
medios, niegan y combaten al Estado nacional burgués. El marxismo, para
integrarlo en el Superestado comunista; de ahí que sea el marxista un
internacionalista; el financiero niega al Estado nacional burgués, y su
negación, y su negación parece ser fin en sí; propiamente, no se muestra
internacionalista, sino como anarquista cosmopolita… Esta es su
apariencia hoy, pero ya veremos lo que él es y quiere ser. En lo
negativo, como ve, hay una identidad individual entre comunistas
internacionalistas y financieros cosmopolitas; como natural efecto,
también la hay entre la Internacional Comunista y la Finanza
Internacional.
G. Casual semejanza subjetiva y objetiva en los contrarios, borrada y
rota en lo radical y trascendental.
R. Permítame no responder ahora para no romper el orden lógico. Sólo
quiero ratificar el axioma fundamental: El Dinero es Poder. El dinero es
hoy el centro de la gravitación universal… ¿Creo que se hallará de
acuerdo?
G. Prosiga usted, Rakovsky; se lo ruego.
R. Saber cómo llegó la Finanza Internacional a ser dueña del dinero, ese
mágico talismán que ha venido a ser lo que Dios y nación fueron para las
gentes, sucesivamente, hasta la época contemporánea, es algo que supera
en interés científico al mismo arte de la estrategia revolucionaria;
porque también es arte y también Revolución. Se lo expondré. Cegados los
ojos del historiador y de las masas por el clamor y fausto de la
Revolución francesa, embriagado el pueblo por haber logrado arrebatar al
Rey, al privilegiado, todo su poder, no advirtieron que un puñado de
hombres, sigilosos, cautos, insignificantes, se habían adueñado del
auténtico poder de la realeza, de un poder mágico, casi divino, que
ella, sin saberlo, poseía. No advirtieron las masas que otros tomaron
para sí ese poder que pronto las reduciría a una esclavitud más feroz
que la del mismo Rey, porque él, por sus prejuicios religiosos y morales
y su estupidez, fue incapaz de usar de tal Poder. Así resulta que se
adueñaron del mayor Poder del Rey los hombres cuya calidad moral,
intelectual y cosmopolita les permitía ejercerlo. Naturalmente, fueron
aquellos que de nacimiento no eran cristianos y sí cosmopolitas.
G.. ¿Cuál pudo ser ese mítico poder del que se adueñaron?
R. Ellos tomaron para sí el real privilegio de acuñar moneda… No se
sonría usted que me va a hacer creer que ignora lo que la moneda es… Yo
le ruego que se ponga en mi caso. Mi situación frente a usted es igual
que la del camarada doctor si se viese obligado a explicar bacteriología
a un médico resucitado anterior a Pasteur. Pero me explico su ignorancia
y la disculpo. El lenguaje, utilizando palabras que suscitan ideas
falsas sobre cosas y hechos, gracias al poder de la inercia mental, no
proporciona nociones reales y exactas. He nombrado la moneda,
naturalmente su imaginación ha reflejado en el acto la figura de la
moneda física, de metal y papel. Pues no. El dinero no es ya eso; la
moneda física circulante es un verdadero anacronismo. Si existe y
circula es por un atavismo, solo porque conviene para mantener una
ilusión, hoy pura ficción imaginativa…
G. Es atrevida y hasta poética tan brillante paradoja…
R. Será brillante si quiere, pero no es paradoja lo que digo. Ya sé
- y
eso le hizo sonreír - que aún acuñan los estados en trozos de metal y
papel los bustos reales o los escudos nacionales, pero ¿y qué?... La
gran masa del dinero circulante, el de las grandes transacciones, la
representación de toda la riqueza nacional, moneda, sí moneda, la
empezaron a emitir aquellos pocos hombres a que aludí. Títulos, letras,
cheques, pagarés, endosos, descuentos, cotizaciones, cifras y más
cifras, cual catarata desatada, invadió las naciones… ¿Qué fue a su lado
ya la economía metálica y el papel moneda?... Algo intrascendente,
mínimo, frente a la creciente marea que todo lo inundaba de moneda
financiera… Ellos, finísimos psicólogos, en la impunidad de la
ignorancia general, llegaron a más. Sobre la inmensa serie abigarrada de
moneda financiera, a fin de darle un volumen rayano en lo infinito y la
velocidad del pensamiento, crearon la moneda crédito…, abstracción, ente
de razón, cifra, guarismo, crédito, fe… ¿Ya comprende usted?... Estafa,
moneda falsa dotada de curso legal… En otros términos, para mejor
hacerme comprender, Bancos y Bolsas y todo el sistema financiero
universal es una máquina gigante para cometer la monstruosidad contra
natura, como Aristóteles la calificó, de hacerle al dinero producir
dinero, algo, que si ya es un delito de lesa economía, en el caso de los
financieros es un delito de Código penal, por ser usura. Ya sé cuál es
el argumento defensivo: que cobran ellos un interés legal… Aún
concedido, que ya es mucho conceder, la usura existe igual, porque si el
interés cobrado es el legal, ellos fingen, falsificándolo, un capital
inexistente. Los Bancos tienen siempre, prestado o en movimiento
productivo, una cantidad de moneda-crédito, moneda en números, cinco y
hasta cien veces mayor que la cifra de moneda física emitida. No diré
las veces que supera la moneda-crédito - la moneda falsa fabricada
- a la
moneda desembolsada como capital. Teniendo en cuenta que devenga interés
legal, no el capital real, sino el capital inexistente, el interés ha de
ser tantas veces ilegal como la falsificación veces multiplique al
capital real… Y tenga en cuenta que el sistema que detallo es el más
inocente de los usados para fabricar moneda falsa. Imagine, si puede, a
unos pocos hombres con un poder infinito de posesión de bienes reales y
los verá dictadores absolutos del valor en cambio, por tanto dictadores
de la producción y la distribución y, en consecuencia, del trabajo y del
consumo. Si le alcanza su imaginación, eleve su acción a la escala
mundial y ya verá su efecto anárquico, moral y social, es decir,
revolucionario… ¿Ya comprende usted?...
G. No, aún no.
R. Naturalmente, resulta muy difícil comprender los milagros.
G. ¿Milagro?...
R. Sí, milagro. ¿No es un milagro ver a un banco de madera transformarse
en catedral?... Pues tal milagro lo han visto mil veces sin pestañear
las gentes durante todo un siglo. Porque milagro prodigioso fue que los
bancos donde los mugrientos usureros se sentaban para comerciar con su
dinero sean hoy esos templos que ufanan sus columnatas paganas en cada
esquina de la urbe moderna, donde la muchedumbre va, posesa de la fe,
que ya no le inspiran las deidades celestiales, para ofrendar fervorosa
todas sus riquezas a la deidad Dinero, que habita, según cree, dentro de
la férrea caja fuerte del banquero, dedicada a su divina misión de
multiplicarse hasta el infinito metafísico…
G. Es la nueva religión de la podrida burguesía.
R. Religión, sí, la religión del Poder.
G. Resulta usted un poeta de la economía.
R. La poesía es necesaria si se quiere dar idea de la Finanza, la obra
de arte más genial y más revolucionaria de todas las épocas.
G. Es una visión equivocada. La finanza, como Marx y, sobre todo, Engels
la definen, está determinada por el sistema de producción capitalista.
En esta parte del interrogatorio nos acercamos cada vez más a quiénes
son los conspiradores, "Ellos".
R. Exacto, solo que a la inversa: el sistema de producción capitalista
es el determinado por la Finanza. El que diga lo contrario Engels, y
hasta que intente demostrarlo, es la prueba más evidente de que la
Finanza reina sobre la producción burguesa. Siendo, como es, la Finanza,
desde antes de Marx y Engels, la máquina más potente de la Revolución
- la Komintern a su lado es un juguete - no la iban a descubrir y delatar
Engels y Marx. Al contrario, sirviéndose de su talento científico,
debieron camuflar otra vez la verdad en beneficio de la Revolución. Y
eso hicieron ambos.
G. No es nueva la historia; me recuerda todo eso algo de Trotsky y
escrito hace más de diez años.
R. Dígame…
G. Cuando proclama él que la Komintern es una organización conservadora
comparada con la Bolsa de Nueva York, señalando a los grandes banqueros
como forjadores de la Revolución.
R. Sí, él dijo esto en un pequeño libro en que vaticinaba el
derrumbamiento de Inglaterra… Sí, decía eso y añadía: “¿Quién empuja a
Inglaterra por el camino de la Revolución?”… Y se contestaba: “No Moscú,
sino Nueva York”.
G. Pero recordará usted que también afirmaba que si forjaban la
Revolución los financieros de Nueva York era inconscientemente.
R. La explicación que ya he dado para razonar por qué camuflaron la
verdad Engels y Marx es igualmente válida para León Trotsky.
G. Solo aprecio en Trotsky una visión, con cierto estilo literario, de
un hecho ya de sobra conocido… con el cual ya se contaba, porque como
bien dice Trotsky mismo, esos banqueros “cumplen irresistiblemente,
inconscientemente, su misión revolucionaria”.
R. ¿Y cumplen su misión a pesar de que Trotsky se lo avisa? ¡Qué cosa
más extraña que ellos no rectifiquen!...
G. Los financieros son revolucionarios inconscientes, porque lo son solo
objetivamente,… por su incapacidad mental para ver los últimos efectos.
R. ¿Lo cree usted sinceramente?… ¿Cree usted unos inconscientes esos
verdaderos genios?... ¿Cree usted unos idiotas a los hombres a quienes
obedece hoy el mundo entero?... ¡Esta sí que sería una contradicción
estupenda!...
G.. ¿Qué pretende usted?...
R. Sencillamente afirmo que son revolucionarios, objetiva y
subjetivamente, totalmente conscientes.
G.. ¡Los banqueros!... ¿Se ha vuelto usted loco?...
R. Yo no… ¿Y usted?... Reflexione. Esos hombres son hombres como usted y
yo. El poseer ellos el dinero, por ser sus creadores, sin conocido
límite, no puede determinar el fin de todas sus ambiciones. Si conoce
algo a los hombres, en razón directa a su satisfacción está la ambición.
Y de todas, la que más, la ambición del Poder… ¿Por qué no han de sentir
el impulso al dominio, al dominio total, esos hombres banqueros?...
Igual, exactamente igual que usted y yo.
G. Más si, según usted y creo yo, ya tienen el poder económico
universal…, ¿qué otro pueden ellos desear?
R. Ya lo he dicho: el poder total. Un poder como el de Stalin sobre la
URSS, pero universal.
G.. ¿Un poder como el de Stalin? Pero con fin contrario…
R. El poder, si en realidad es absoluto, solo puede ser uno. La idea de
absoluto excluye la de pluralidad. Por tanto, el Poder al cual aspira la
“Kapintern” y la Komintern, por ser absoluto y por ser ambos en un orden
mismo, en el político, han de ser un solo e idéntico Poder. El Poder
absoluto es fin en sí o no es absoluto. Y hasta hoy no se inventó otra
máquina de poder total más que el Estado Comunista. El poder capitalista
burgués, aún en teoría con la encarnación de la divinidad en los
Faraones y Césares de la antigüedad, el tipo económico de vida en
aquellos estados primitivos y el atraso técnico del aparato estatal,
dejaban siempre un margen de libertad individual. ¿Comprende usted que
los que dominan ya relativamente sobre las naciones y los gobiernos de
la tierra pretendan el dominio absoluto?... Comprenda que es el único no
alcanzado por ellos…
G. Esto es interesante, al menos como un caso de locura…
R. Inferior, desde luego, a la locura de un Lenin soñando con dominar al
mundo entero en una buhardilla de Suiza o a la de un Stalin soñando
igual en su destierro dentro de una choza siberiana… Me parece más
natural tal ambición acariciada por los señores del dinero desde lo alto
de un rascacielos neoyorquino.
G. Acabemos, ¿Quiénes son ellos?...
R. ¿Es usted tan ingenuo que cree que si supiera quiénes son “Ellos”
estaría yo aquí prisionero?...
G. ¿Por qué?
R. Por la sencilla razón de que quien los conoce a “Ellos” no lo ponen
en situación de que sea obligado a denunciarlos… Es una regla elemental
de toda conspiración inteligente, como usted puede comprender muy bien.
G. ¿No ha dicho usted que son banqueros?
R. Yo no, recuerde que siempre le he dicho la Finanza Internacional y
que al personalizar he dicho siempre “Ellos” nada más. Si he de
informarle con sinceridad, solo le diré hechos, no nombres, porque no lo
sé. No creo equivocarme si le digo que “Ellos” no son ninguno de los
hombres que aparecen ocupando cargos en la política o en la Banca
mundial. Según tengo entendido, desde el asesinato de Rathenau, el de
Rapallo, no emplean en la política y en la finanza más que hombres
interpuestos. Naturalmente, hombres de toda su confianza, con una
fidelidad garantizada por mil medios distintos, así que cabe asegurar
que los banqueros y políticos, tan solo son sus “hombres de paja”…, por
grande que sea su rango, y aun cuando aparezcan personalmente como
autores de los hechos.
G. Aunque comprensible y lógico a la vez, ¿no pudiera ser su razonada
ignorancia solo un subterfugio de usted?... A mi parecer, y según mis
noticias, ha tenido usted demasiada categoría en esa conspiración para
no saber más… ¿Ni siquiera induce usted la personalidad de alguno de
“Ellos”?
R. Sí, pero acaso no me crea. He llegado a inducir que debe tratarse de
un hombre u hombres con una personalidad… ¿cómo le diría?... mística, un
Gandhi o algo así, pero sin su espectacularidad. Místicos del Poder
puro, despojados de sus groseros accidentes. No sé si me comprende
usted. Ahora bien, saber yo su nombre y residencia, eso no… Imagine
usted hoy a Stalin dominando realmente en la URSS, pero sin estar
rodeado de murallas ni de su guardia personal, sin más garantía legal
para su vida que la de cualquier ciudadano, ¿cuál sería su recurso para
librarse de atentados?... El de todo conspirador, por grande que sea su
fuerza: el anonimato.
G. Hay lógica en cuanto dice, pero no lo creo a usted.
En esta parte Rakovsky continua explicando el papel de "Ellos" en la
historia reciente mundial, con revelaciones sorprendentes. Da varios
nombres de agentes de "Ellos" y por fin de uno de sus miembros.
En la
foto uno de "Ellos", Walther Rathenau.
R. Pues créame, nada sé, si lo hubiera sabido ¡qué feliz sería!... No
estaría yo aquí defendiendo mi vida. Comprendo perfectamente sus dudas y
la necesidad que debe sentir su vocación policíaca de averiguar algo
personal. En honor a usted, y también por ser necesario al fin que
perseguimos ambos, haré lo posible por orientarle. Sepa usted que la
historia no escrita, solo conocida por nosotros, nos señala como
fundador de la Primera Internacional Comunista - naturalmente, secreta
- a Weishaupt. ¿Ya recuerda su nombre?... Fue el jefe de aquella masonería
conocida bajo el nombre de Iluminismo, cuyo nombre lo tomó de la segunda
conspiración anticristiana y comunista de la Era, el Gnosticismo.
Previsto por aquel gran revolucionario semita y ex-jesuita, el triunfo
de la Revolución Francesa, decidió él, o le fue ordenado - hay quien
señala como jefe suyo al gran filósofo Mendelssohn - fundar una
organización secreta que impulsase la Revolución francesa más allá de
sus objetivos políticos, a fin de transformarla en Revolución social
para instaurar el Comunismo. En aquellos tiempos heroicos, era un enorme
peligro tan solo mencionar el comunismo como meta, de ahí todas las
precauciones, pruebas y misterios de que debió rodear al Iluminismo. Aún
faltaba un siglo para que, sin peligro de prisión o muerte, se pudiera
declarar comunista un hombre públicamente. Esto es más o menos conocido.
Lo que se ignora es la relación de Weishaupt y sus secuaces con el
primero de
los Rothschild. El misterio del origen de la fortuna de los
más famosos banqueros pudiera explicarse siendo tesoreros de aquella
primera Komintern. Indicios hay de que cuando los cinco hermanos se
reparten en cinco provincias el imperio financiero de Europa, algo
también oculto les ayuda a formar aquella fortuna fabulosa, pueden ser
aquellos primeros comunistas de las catacumbas de Baviera, esparcidos ya
por Europa entera. Pero dicen otros, creo que con mayor razón, que no
fueron los Rothschild tesoreros, sino jefes de aquel oculto comunismo
primero. Se apoya esta opinión en el hecho cierto de que Marx y los más
altos jefes de la Primera Internacional, ya pública, entre ellos Herzen
y Heine, obedecieron al Barón Lionel Rothschild, cuyo retrato
revolucionario, hecho por Disraeli, premier inglés y también criatura
suya, nos lo legó pintado en el personaje Sidonia, el hombre que, según
el relato, conocía y mandaba, siendo un multimillonario, en más espías,
carbonarios, masones, cripto-judíos, gitanos, revolucionarios, etc., etc.
Parece todo fantástico, pero está demostrado que Sidonia es el retrato
idealizado del hijo de Nathan Rothschild, como también consta la batalla
que libró contra el Zar Nicolás en favor de Herzen. Batalla que ganó. Si
todo lo que se puede adivinar a la luz de estos hechos es realidad, como
yo creo, ya podríamos hasta personalizar quién es el inventor de la
formidable máquina de acumulación y de anarquía que es la Finanza
Internacional, el cual sería, a la vez, el mismo que creó la
Internacional Revolucionaria. Algo genial, crear con el Capitalismo la
acumulación en el más alto grado, empujar al proletariado al paro y a la
desesperación y, a la vez, crear la organización que debía unir a los
proletarios para lanzarlos a la Revolución. Sería éste el capítulo más
sublime de la Historia. Más aún, se recuerda una frase de la madre de
los cinco hermanos Rothschild: “Si mis hijos quieren no habrá guerra”.
Es decir, que eran ellos árbitros, señores, de la paz y la guerra, y no
los Emperadores. ¿Es usted capaz de imaginar un hecho de tan cósmica
trascendencia?... ¿No se ve así ya la guerra en función
revolucionaria?... Guerra-Commune. Desde entonces, toda guerra fue un
paso de gigante hacia el Comunismo. Como si una fuerza misteriosa diera
satisfacción al anhelo que Lenin expresó a Gorka. Recuerde: 1905-1914.
Reconozca usted, por lo menos, que dos de las tres palancas que llevan
al mundo hacia el Comunismo no son ni pueden ser manejadas por el
proletariado. Las guerras no fueron provocadas ni dirigidas por la III
Internacional ni por la URSS, que no existían aún. Tampoco pudieron
provocarlas, aunque las ansiasen, y menos dirigirlas aquellos pequeños
grupos de bolcheviques que languidecían en la emigración. Esto es una
evidencia meridiana. Y menos aún pudo ni puede la Internacional ni la
URSS conseguir esa tremenda acumulación de Capital y la anarquía
nacional e internacional de la producción capitalista. Anarquía capaz de
hacer quemar ingentes cantidades de alimentos antes de darlos a las
gentes hambrientas, capaz de lo que con frase escupió Rathsnau: “Hacer
que medio mundo se dedique a fabricar mierda y hacer que el otro medio
la consuma”. Y, por último, no podrá el proletariado sostener que se
debe a él esa inflación en progresión geométrica creciente,
desvalorización, robo permanente de la plusvalía y ahorro del capital no
financiero, no capital-usura, por ello, incapaz de recobrar la baja
constante de su poder adquisitivo, produciendo así la proletarización de
la clase media, la enemiga verdadera de la Revolución… No es el
proletariado quien maneja la palanca económica ni la palanca de la
guerra. Es él, sí, una tercera palanca, la única visible y espectacular,
que da el golpe definitivo a la fortaleza del estado capitalista y la
toma… Sí, la toma, cuando “Ellos” se la entregan…
G. Vuelvo a repetirle que todo eso, tan literariamente relatado por
usted, tiene un nombre que ya hemos repetido hasta la saciedad en esta
inacabable conversación: “contradicción natural del Capitalismo”, y si,
como pretende, hay una voluntad y una acción ajena a la del
proletariado, le desafío a que me señale concretamente un caso personal.
R. ¿Solo con uno se conforma?... Pues escuche una pequeña historia:
“Ellos” aislaron diplomáticamente al Zar para la guerra ruso-japonesa, y
los EEUU financiaron al Japón, exactamente, Jacob Schiff, jefe de la
Banca Kuhn, Loeb y Cª, la sucesora, esperándola, de
la Casa Rothschild,
de la cual procedía Schiff. Fue tal su poder, que logró que las naciones
con imperio colonial en Asia apoyaran la creación del Imperio xenófobo
nipón, cuya xenofobia ya la está sintiendo Europa. De los campos de
prisioneros vinieron los mejores luchadores a Petrogrado, adiestrados
por los agentes revolucionarios que desde América se introdujeron en
ellos, con permiso conseguido del Japón por sus financiadotes. La guerra
ruso-japonesa, con la organizada derrota de los ejércitos zaristas,
provocó la Revolución de 1905, que, aun siendo prematura, estuvo a punto
de triunfar, y que si no llegó a triunfar, creó las condiciones
políticas necesarias para la victoria de 1917. Aún hay más. ¿Ha leído
usted la biografía de Trotsky?... Recuerde su primera época de
revolucionario. Es un jovenzuelo, ha permanecido con los emigrados algún
tiempo en Londres, París y Suiza, después de su evasión de Liberia;
Lenin, Plejanov, Martos y demás jefes lo consideran solo como un neófito
que promete. Pero se atreve ya, cuando la primera escisión, a quedar
independiente, intentando ser árbitro de la unificación. En 1905 acaba
de cumplir veinticinco años, y vuelve a Rusia solo, sin partido ni
organización propia. Lea usted los relatos “no purgados” por Stalin de
la Revolución de 1905, los de Lunatcharski por ejemplo, que no es
trotskista. Trotski es la primera figura de la Revolución de Petrogrado,
esta es la verdad. Solo él sale de ella prestigiado y con popularidad.
Ni Lenin, ni Martos, ni Plejanov la ganan, la conservan o disminuyen.
¿Cómo y por qué se alza el ignorado Trotsky, ganando de golpe autoridad
superior a los más viejos y prestigiosos revolucionarios?...
Sencillamente, se ha casado. Junto a él viene a Rusia su mujer, Sedova.
¿Sabe usted quién es ella? Es la hija de Givotovsky, unido a los
banqueros Warburg, socios y parientes de Jacob Schiff, grupo financiero
que, como he dicho, financió al Japón, y, a través de Trotsky, financió
a la vez la Revolución de 1905. Ahí tiene el motivo de que Trotsky, de
un golpe, pasase a la cabeza del escalafón revolucionario. Y ahí tiene
la clave de su personalidad verdadera. Demos un salto a 1914. Tras el
atentado del Archiduque se halla Trotsky, y el atentado provoca la
guerra europea. ¿Cree usted de veras que el atentado y la guerra solo
son casualidades?... como dijo en un congreso sionista Lord Melchett.
Analice usted a la luz de la “no-casualidad” el desarrollo de la campaña
de Rusia. El “derrotismo” es una obra maestra. La ayuda de sus aliados
al Zar está reglada y dosificada con tal arte, que sirve de argumento a
los embajadores aliados para conseguir de la estupidez de Nicolás
ofensivas-masacres una tras otra. La masa de carne rusa era gigantesca,
pero no inagotable. Las organizadas derrotas traen la Revolución. Cuando
amenaza por todos lados, el remedio que se halla es instaurar la
República democrática. La república - como Lenin la llamó - “de las
Embajadas”, es decir, aseguran la impunidad de los revolucionarios. Aún
hace falta más Kerenski, debe provocar otra ofensiva-masacre, y la
realiza, para que sea desbordada la revolución democrática. Y más
todavía: Kerenski debe hacer la entrega total del estado al Comunismo, y
la consuma… Trotsky puede ocupar “invisiblemente” todo el aparato
estatal. ¡Qué ceguera más extraña!... Esta es la realidad de la
Revolución de Octubre, tan cantada… Los bolcheviques tomaron lo que
“Ellos” les entregaron.
G.. ¿Se atreve usted a decir que Kerenski fue cómplice de Lenin?
R. De Lenin no, de Trotsky sí, mejor dicho de “Ellos”.
G. ¡Absurdo!
R. ¿No puede usted comprender…precisamente usted?... Me extraña. Si
usted, como espía que es, bajo el secreto de su personalidad,
consiguiese llegar a ser jefe de una fortaleza enemiga… ¿no abriría
usted las puertas a las fuerzas atacantes, a las que realmente
servía?... ¿No sería usted un derrotado y un prisionero más?... ¿Acaso
no correría usted el peligro de morir al ser asaltada la fortaleza, si
un asaltante, ignorando que solo era un disfraz su uniforme, lo creía
enemigo? Créame, sin estatuas ni mausoleo, le debe más el Comunismo a
Kerenski que a Lenin.
G. ¿Quiere usted decir que fue Kerenski un derrotado consciente y
voluntario?
R. Sí me consta. Comprenda que yo intervine personalmente en todo esto.
Pero aún le diré más, ¿sabe usted quién financió la Revolución de
Octubre?... La financiaron “Ellos”, precisamente, a través de los mismos
banqueros que financiaron al Japón y la Revolución de 1905. Jacob Schiff
y los hermanos Warburg, es decir, la gran constelación bancaria, una de
las cinco de la Reserva Federal, la Banca Kuhn, Loeb y Cª; interviniendo
otros banqueros americanos y europeos, como Guggenhein, Heneauer,
Breitung, Aschberg, de la Nya Banken, ésta de Estocolmo… Yo estaba, “por
casualidad” allí, en Estocolmo, e intervine en las transferencias de
fondos. Hasta llegar Trotsky, yo fui el único que intervino del lado
revolucionario. Pero Trotsky llegó al fin, debo subrayar que los aliados
lo expulsaron de Francia por derrotista y los mismos aliados lo
liberaron para que fuera derrotista en la aliada Rusia…”Otra casualidad”
¿Quién la conseguiría?... Los mismos que consiguieron hacer pasar a
Lenin a través de Alemania. Sí “Ellos”, los de Inglaterra, consiguen
sacar a Trotsky, el derrotista, de un campo canadiense y hacerle que
llegue, dándole paso franco todos los controles aliados, a Rusia, otros
“Ellos”, uno Rathernau, consiguen el paso de Lenin a través de la
Alemania enemiga. Si estudia usted historia de la Revolución y de la
guerra civil sin prejuicios y con el espíritu inquisitivo que sabe usted
emplear en cosas menos importantes y de menor evidencia, tanto en el
conjunto de los acontecimientos como en los detalles y hasta en lo
anecdótico, hallará usted una serie de “casualidades” asombrosas.
G. Bien, aceptemos como hipótesis que no sea todo suerte. ¿Qué deduce de
ahí a efectos prácticos?
Sorprendente esta parte del interrogatorio, hay mucha información de
carácter histórico muy interesante, pero hay dos cosas que me han
llamado la atención, una cuál es el secreto de la Masonería según
Rakovsky, la otra que el propio Rakovsky parece ser uno de "Ellos", al
menos eso parece decir. Tendríamos pues al segundo miembro de "Ellos" en
esa época.
Como curiosidad leed el enlace que pongo cuando hablan de O'Reilly.
R. Déjeme terminar esta pequeña historia, y luego ya deduciremos ambos…
Trotsky, desde su arribo a Petrogrado es admitido sin reservas por
Lenin. Como sabe demasiado bien, las disensiones entre ambos fueron
profundas durante el tiempo que media entre las dos revoluciones. Todo
se olvida y Trotsky es el artífice del triunfo de la Revolución, quiera
Stalin o no quiera. ¿Por qué?... El secreto lo tiene la mujer de Lenin,
la Krupskaya. Ella sabe quién es realmente Trotsky, ella es quien
convenció a Lenin para que aceptase a Trotsky. Si no lo acepta, Lenin
hubiera seguido bloqueado en Suiza, esta ya era una poderosa razón para
él y también lo fue el saber qué ayuda traía Trotsky a la Revolución.
Supo Lenin, desde luego, que Trotsky traía el dinero y poderosas ayudas
internacionales; el vagón precintado fue la demostración. Luego, la
unidad en torno al insignificante Partido bolchevique de toda el ala
izquierda revolucionaria, socialistas revolucionarios y anarquistas es
obra de Trotsky, no de la intransigencia férrea de Lenin. No en vano, el
antiguo Bund de proletarios judíos, del cual nacieron todas las ramas
revolucionarias moscovitas, a las cuales dio el noventa por ciento de
sus jefes, era el verdadero partido del “sin partido” Trotsky.
Naturalmente, no el Bund oficial y público, sino el Bund secreto,
insertado en todos los partidos socialistas y cuyos jefes están casi
todos bajo su disciplina.
G. ¿También Kerensky?
R. Kerenski también…, y algunos jefes no socialistas, jefes de facciones
políticas burguesas.
G. ¿Cómo así?
R. Olvida usted el papel de la Masonería en la primera fase
democrático-burguesa de la Revolución?
G. ¿También obedecía al Bund?
R. Como inmediato escalón, desde luego, pero, en realidad, obedecía a
“Ellos”.
G. ¿A pesar de la marea marxista que se alzaba, la cual también
amenazaba sus privilegios y sus vidas?
R. A pesar de todo eso: naturalmente, no veía tal peligro. Tenga usted
en cuenta que todo masón ha visto y ha creído ver más de lo real con su
imaginación, porque imaginaba lo que le convenía. La presencia en
aumento de masones en los gobiernos y jefaturas de estado de las
naciones burguesas es para ellos una prueba del poder político de su
asociación. Tenga en cuenta que, en aquellas fechas, todos los
gobernantes de las naciones aliadas eran masones, con muy contadas
excepciones… Esto era un argumento de gran fuerza para ellos. Tenían
absoluta fe de que la Revolución se detendría en la República burguesa,
tipo francés.
G. Según el cuadro que me han pintado de Rusia en 1917, se necesitaba
que fueran muy ingenuos para creer eso.
R. Lo eran y lo son. Los masones no han aprendido aquella primera
lección que fue la Gran Revolución, en la cual jugaron un enorme papel
revolucionario, y devoró a la mayoría masónica, empezando por su Gran
Maestre, el Orleáns: mejor dicho, por el masón Luis XVI, para continuar
con girondinos, hebertistas, jacobinos, etc., y si sobrevivieron algunos
fue gracias al Brumario.
G. ¿Quiere usted decir que los masones están destinados a morir a manos
de la Revolución, traída con su ayuda?
R. Exacto… Ha formulado usted una verdad encerrada en un gran secreto.
Yo soy masón, ya lo sabía usted ¿no?... Pues bien: le diré a usted cuál
es ese gran secreto que se promete descubrirle al masón en el grado
inmediato superior…, pero que no lo descubre ni en el 25, ni en el 33,
ni en el 93, ni en el más alto de ningún rito… Naturalmente, yo no lo
conozco por ser masón, sino por pertenecer a “Ellos”…
G. ¿Y cuál es?
R. Toda la formación del masón y el fin público de la Masonería tiende a
que logren y concedan todas las premisas necesarias para el triunfo de
la Revolución Comunista; naturalmente, bajo pretextos muy varios, pero
que se cubren bajo su conocido trilema. ¿Comprende?... Y como la
Revolución Comunista supone la liquidación como clase de toda la
burguesía y la física de todo dirigente político burgués, el secreto
auténtico de la Masonería es el suicidio de la Masonería como
organización y el suicidio físico de todo masón algo importante… Ya
comprenderá usted que tal fin reservado al masón, bien merece misterios,
escenografía y tantos y tantos “secretos”… interpuestos para ocultar el
auténtico… No se pierda, si usted tiene ocasión, el presenciar en alguna
futura Revolución el gesto de asombro y la estupidez reflejada en el
rostro de un masón cuando se convence de que él va a morir a manos de
los revolucionarios… ¡Cómo grita y quiere hacer valer sus servicios a la
Revolución!... Es un espectáculo como para morir uno también …, pero de
risa.
G. ¿Y aún niega usted la estupidez congénita en la burguesía?
R. La niego en la burguesía como clase, no en sectores determinados. La
existencia de manicomios no indica una locura general. La Masonería
puede ser también un manicomio, pero en libertad… Mas prosigo: ha
triunfado la Revolución; la toma del Poder se consumó. Se presenta el
primer problema: la Paz y con él la primera disensión dentro del
Partido, en la cual toman parte las fuerzas de la coalición que disfruta
el poder. No le relataré lo que ya es de sobra conocido sobre la lucha
que se libra en Moscú entre los partidarios y adversarios de la paz de
Brest. Solo le indicaré que lo llamado después Oposición trotskista, los
liquidados y los por liquidar, Ya se definieron allí, todos eran
contrarios a firmar el tratado de paz. Aquella paz fue un error,
traición inconsciente de Lenin a la Revolución internacional. Imagínese
a los bolcheviques sentados en Versalles en la conferencia de la Paz y
en la Sociedad de Naciones después, con el Ejército Rojo, acrecido y
armado por los Aliados, dentro de Alemania. Hubiera sido soldar por las
armas el Estado Soviético a la Revolución Alemana. Muy otro sería hoy el
mapa europeo. Pero Lenin, un ebrio del poder, secundado por Stalin, que
ya había probado el alcohol del mando, seguidos del ala nacional rusa
del Partido, se impusieron por la fuerza material. Y entonces nació el
“socialismo en un solo país”, es decir el nacional-comunismo, que llega
a su apogeo con Stalin hoy. Naturalmente hubo lucha, pero solo en forma
y extensión que no destruyese el Estado Comunista; condición con
vigencia para la Oposición en toda su lucha ulterior hasta hoy. Esta fue
la causa de nuestro primer fracaso y de todos los que se han seguido.
Pero hubo lucha feroz, aunque disimulada, para no comprometer nuestra
participación en el Poder. Trotsky organizó por sus enlaces el atentado
de la Kaplan contra Lenin. Por su orden, Blumkin mató al embajador
Mirbach. El golpe de estado de la Spiridonova y sus socialistas
revolucionarios fue de acuerdo con Trotsky. Su hombre para todo esto
insospechado, fue aquel Rosemblum, un hebreo lituano, que usaba el
nombre O’Reilly, conocido como el mejor espía de la Inteligencia
Británica. En realidad, un hombre de “Ellos”. La razón de haber elegido
a este famoso Rosenblum fue porque, conocido solamente como espía
inglés, Inglaterra, no Trotsky ni nosotros, cargaría con la
responsabilidad de atentados y complots en caso de fracaso. Y así fue.
La guerra civil hizo abandonar el método conspirativo y terrorista,
porque nos brindó la oportunidad de tener en nuestras manos la fuerza
real del Estado, al llegar Trotsky a ser el organizador y jefe del
Ejército Rojo. El ejército soviético, que retrocede sin cesar frente a
los “blancos” y deja el territorio de la URSS reducido al antiguo Ducado
de Moscú, como por arte de magia se torna victorioso. ¿Por qué cree
usted?... ¿Por magia o casualidad? Se lo diré: al tomar Trotsky el mando
supremo del Ejército Rojo, ya tiene él en sus manos la fuerza necesaria
para tomar el Poder. Las victorias acrecerán su prestigio y su fuerza;
los “blancos” ya pueden ser derrotados. ¿Cree usted verdadera la
historia oficial, que atribuye todo el prestigio de la victoria
soviética al mediocre, desarmado e indisciplinado Ejército Rojo?...
G. ¿A quién pues?
En esta parte Rakovsky revela interesantes datos sobre la sucesión de
Lenin y la eutanasia secreta a la que fue sometido. Se entiende mejor la
rivalidad de Stalin y Trotsky, ambos deseaban suceder a Lenin.
Rakovsky continúa preparando a Gabriel para que comprenda el papel de
“Ellos” en la Revolución y poder llegar a revelaciones concretas que
permitan un acuerdo entre “Ellos” y Stalin.
R. En un noventa por ciento se lo debe a “Ellos”. No debe usted olvidar
que los “blancos” eran, a su manera, “democráticos”. Con ellos estaban
los mencheviques y los restos de todos los viejos partidos liberales.
Dentro de tales fuerzas han tenido “Ellos” siempre muchos hombres a su
servicio, conscientes o inconscientes. Al tomar Trotsky el mando,
recibieron orden de traicionar a los “blancos” sistemáticamente y, a la
vez, la promesa de participar más o menos pronto en el gobierno
soviético. Maiski fue uno de aquellos hombres, uno de los pocos que vio
cumplida en él la promesa, pero solo pudo lograrlo convenciendo a Stalin
de su lealtad. Unido este sabotaje a la disminución progresiva de la
ayuda de los aliados a los generales “blancos”, ellos, que además eran
unos pobres idiotas, sufrieron derrota tras derrota. Por fin Wilson, en
sus famosos 14 puntos, introdujo el punto 6, lo cual bastó para que
acabara para siempre todo intento de los “blancos” en la URSS. Durante
la guerra civil se afianza para Trotsky la sucesión de Lenin. Era cosa
indudable. Ya podía morir glorificado el viejo revolucionario. Si salió
con vida de las balas de la Kaplan, no saldría vivo de la disimulada
eutanasia a la cual se le sometió.
G. ¿Abrevió su vida Trotsky?... ¡Gran espectáculo para vuestro
proceso!... ¿Sería Levin quien asistió a Lenin?
R. ¿Trotsky?… Acaso interviniera, que lo supiera es bien seguro. Ahora
bien, la realización técnica, lo accidental, ¿quién sabe?... Tienen
“Ellos” demasiados canales para llegar adonde quieran.
G. De cualquier manera, el asesinato de Lenin es algo de primerísima
categoría para llevarlo al próximo proceso… ¿Qué le parecería a usted,
Rakovsky, ser esa cosa accidental, el autor?... Naturalmente, si fracasa
usted en esta conversación… El caso técnico es muy adecuado para usted,
como médico…
R. No se lo aconsejo. No toque usted ese asunto, es demasiado peligroso
para Stalin mismo. Podrían ustedes con su propaganda hacer cuanto
quieran, pero también tienen “Ellos” la suya, más poderosa, y un
argumento superior a todas las confesiones arrancadas a Levin, a mí o a
cualquier otro. El qui prodest hará ver en Stalin al asesino de Lenin.
G. ¿Qué quiere decir?
R. Que la regla clásica e infalible para descubrir a un asesino es
averiguar a quién beneficia el asesinato…, y en el de Lenin el
beneficiado fue su jefe, Stalin. Piénselo usted, y le ruego no haga
estos incisos, que me distraen sin dejarme terminar.
G. Bien, prosiga usted, pero ya sabe…
R. Es de dominio público que si Trotsky no sucedió a Lenin no fue por
fallar nada humano en el plan. La suma de poderes en las manos de
Trotsky durante la enfermedad de Lenin era superior a la necesaria para
conseguirlo. Hasta estábamos provistos de la sentencia de muerte contra
Stalin. La carta que a su esposo le arrancó la Krupskaya contra su
actual jefe bastaría en manos de un Trotsky dictador para liquidar a
Stalin. Pero un estúpido accidente, como ya sabrá, frustró todos
nuestros planes. Trotsky cae enfermo con una dolencia que adquiere
casualmente, y en el momento decisivo, cuando Lenin muere, lleva meses
incapacitado de toda actividad. Inconveniente, dentro de sus grandes
ventajas, de nuestra organización: la centralización personal.
Naturalmente que un Troysky formado para la misma misión que debía
realizar no se improvisa repentinamente. Ninguno de nosotros, ni
siquiera Zinoviev o Kamenev, teníamos la formación ni el alcance
necesario, que por otra parte, Trotky, celoso de ser suplantado, no
quiso facilitar a nadie. Así que, cuando al morir Lenin nos enfrentamos
con Stalin, que ha desplegado actividad febril, pero secreta, prevemos
la derrota en el Comité Central. Debemos improvisar una solución y la
que se adopta es unirse a Stalin, ser más estalinista que él, exagerar,
por tanto sabotear. El resto ya lo conoce usted. Nuestra lucha
subterránea permanente y su continuo fracaso frente a un Stalin que se
revela como un genio policiaco sin precedentes en todo el pasado. Más
aún, Stalin, acaso por un atavismo nacionalista, que no pudo extirpar en
él su incipiente marxismo, acentúa su pan rusismo, suscitando tras él
una clase que nosotros deberíamos exterminar, la del nacional-comunismo,
en oposición al comunismo internacional que somos nosotros. Él coloca la
Internacional al servicio de la URSS, y a ésta obedeciéndole a él. Si
queremos hallar un paralelismo histórico, debemos señalar al
bonapartismo, y si queremos hallar otro personal a Stalin, no
encontramos un personaje histórico a la par. Pero yo creo hallarlo en lo
esencial fundiendo dos: Fouché y Napoleón. Quitémosle a éste su segunda
mitad, lo accesorio, uniforme, jerarquía militar, corona, etc., cosas
que a Stalin parecen no tentarle, y sumados nos darán un Stalin idéntico
en lo capital: en yugular la Revolución, no sirviéndola, sino
sirviéndose de ella, en identificarse con el más viejo imperialismo
ruso, como Napoleón se identificó con el galo; en crear una
aristocracia, si no militar, ya que no tiene victorias, si
burocrático-policíaca…
G. Basta ya Rakovsky, que no está usted aquí para hacer propaganda
trotskista. ¿Llegará usted alguna vez a lo concreto?...
R. Naturalmente que llegaré, pero cuando logre que forme usted un ligero
concepto sobre “Ellos”, con los cuales habrá que contar para lo práctico
y concreto. Antes no, me importa más que a usted no fracasar, como usted
comprenderá.
G. Pues abrevie cuanto pueda.
R. Nuestro fracaso, que se acentúa de año en año, implica dejar sin
objetivo inmediato cuanto en la post-guerra impusieron “Ellos” para el
nuevo salto de la Revolución. El Tratado de Versalles, tan inexplicable
para políticos y economistas de todas las naciones, porque ninguno
adivinó su real proyección, fue la premisa más decisiva para la
Revolución.
G. Es muy curiosa la teoría, ¿cómo la explica?
En esta entrega Rakovsky explica la intención oculta en el
Tratado de
Versalles.
Stalin trunca los planes de “Ellos” (al hacer fracasar el
trotskismo) y deciden ayudar a Hitler para que triunfe en Alemania. Rakovsky le explica a Gabriel el plan de “Ellos” para derrocar a Stalin.
Por el relato queda claro que Alemania fue un peón en el gran Juego por
el Poder Mundial.
R. Las reparaciones y las limitaciones económicas de Versalles no las
determinó la conveniencia de ninguna nación. Su absurdo aritmético era
tan evidente que hasta los más eminentes economistas de las naciones
vencedoras lo denunciaron pronto. Solo Francia reclamó para reparaciones
mucho más de lo que valía todo su patrimonio nacional, más que si
hubiera sido hecho un Sahara todo el suelo francés. Peor fue acordado
aquel absurdo de hacerle pagar a Alemania muchas veces más de cuanto
podía pagar, aun vendiéndose por entero a ella y entregando la
producción de todo su trabajo nacional. Al fin, en realidad, se llegó a
la consecuencia práctica de imponerle a la República de Weimar hacer un
dumping fantástico si quería pagar algo de las reparaciones. Y el
dumping ¿qué era?... Subconsumo, hambre en Alemania y paro en la misma
medida en las naciones importadoras. Si no importaban paro en Alemania.
Hambre y paro en una u otra parte; he aquí la primera consecuencia de
Versalles… ¿Era o no el Tratado revolucionario? Se hizo más: se intentó
una reglamentación igual en el plano internacional… ¿Sabe usted lo que
la medida representa en plan revolucionario? Es imponer el anárquico
absurdo de hacer producir lo suficiente y propio a cualquier economía
nacional, estimando que para lograrlo es indiferente su clima, sus
fuentes naturales de riqueza y hasta la educación técnica de directores
y de obreros. Siempre fue un recurso para compensar las desigualdades
naturales en calidad del suelo, clima, minerales, petróleo, etc., entre
las economías nacionales el trabajar más los países más pobres, es
decir, explotar más a fondo su capacidad de trabajo para suplir la
deficiencia motivada por la pobreza del suelo, a la cual se deben
agregar otras desigualdades, que también se compensaban por tal medio;
por ejemplo, la diferencia en los utillajes industriales. No quiero
extenderme más, pero la reglamentación del trabajo impuesto por la
Sociedad de Naciones, evocando un principio abstracto de igualdad en la
jornada, era en realidad, dentro de un sistema de producción y cambio
internacional capitalista no modificado, imponer una desigualdad
económica, porque ello era despreciar el fin del trabajo, que es la
producción suficiente. El efecto inmediato fue una insuficiencia de la
producción, compensada con las importaciones de los países natural e
industrialmente autosuficientes, pagadas en oro, en tanto hubo en Europa
oro. Prosperidad ficticia en EEUU, que cambiaban su fabulosa producción
por oro y el oro en billetes, que abundaban. Como toda anarquía de la
producción, y la del periodo fue como no se vio jamás, la Finanza.
“Ellos” la explotan a pretexto de remediarla, con otra anarquía mayor:
la inflación de la moneda oficial y cien veces más con la inflación de
su propio dinero, la moneda-crédito, la moneda falsa. Recuerde las
devaluaciones sucesivas en muchas naciones, la desvalorización alemana,
la crisis americana y su efecto fabuloso… un record de paro: más de
treinta millones de parados solo en Europa y EEUU. ¿Era o no premisa
revolucionaria el Tratado de Versalles y su Sociedad de Naciones?...
G. Podría serlo sin quererlo, no me podrá usted justificar por qué
retroceden ante la consecuencia lógica la Revolución, el Comunismo; es
más, le hacen frente con el Fascismo, triunfante en Italia y Alemania…
¿Qué me dice?
R. Que solo excluyendo la existencia y el fin de “Ellos” tendría usted
toda la razón…, pero no debe olvidar su existencia y su fin y tampoco el
hecho de que ocupa el poder en la URSS Stalin.
G. No veo la relación.
R. Porque no quiere: le sobran dotes inductivas y elementos de
juicio. Le
repito una vez más: Stalin es para nosotros un bonapartista, no un
comunista.
G. ¿Y qué?
R. Pues que las grandes premisas que impusimos en Versalles para el
triunfo de la Revolución Comunista en el mundo, y que, como ha visto,
fueron una realidad gigantesca, no quisimos que sirvieran para dar el
triunfo al bonapartismo staliniano… ¿Está bien claro?... Otra cosa
hubiera sido si es Trotsky entonces el dictador de la URSS, es decir, si
son “Ellos” los jefes del Comunismo internacional.
G. Pero el Fascismo es un anticomunismo integral, tanto del trotskista
como del staliniano…, y si tan grande es el poder que les atribuye a
“Ellos”, ¿cómo no lo han evitado?...
R. Porque son “Ellos” quien han hecho triunfar a Hitler.
G. Bate usted todas las marcas del absurdo.
R. Lo absurdo y lo prodigioso se confunden por incapacidad cultural.
Escúcheme. Ya he reconocido el fracaso de la Oposición. “Ellos” vieron
al fin que no podía ser derribado Stalin por un golpe de estado. Y su
experiencia histórica les dictó una solución. Hacerle a Stalin lo mismo
que al Zar. Una dificultad había que nos parecía insuperable. No existía
en toda Europa un país invasor. Ninguno poseía situación geográfica o
ejército bastante para invadir la URSS. Al no haberlo, debieron “Ellos”
inventarlo. Solo Alemania tenía población y posición adecuada para
invadir la URSS y para infligirle derrotas a Stalin, pero como
comprenderá, la República de Weimar no fue ideada, ni política ni
económicamente, para ser invasora, sino para ser invadida. En el
horizonte del hambre alemán empezó a brillar la fugaz estrella
hitleriana. Un ojo perspicaz se fijó en él. El mundo ha presenciado su
ascensión fulminante. No le diré que ha sido todo obra nuestra, no. Le
dio sus masas, cada vez mayores; la economía revolucionario-comunista de
Versalles. Aunque no fuera dictada para provocar el triunfo de Hitler,
la premisa que impuso Versalles a Alemania fue la de su proletarización,
de paro y hambre, y su consecuencia debió ser el triunfo de la
Revolución Comunista. Pero frustrada ésta por la presencia de Stalin en
la jefatura de la URSS y de la Internacional, y no queriendo entregar
Alemania al nuevo Bonaparte, los planes Dawes y Young atenuaron las
premisas solo en parte, a espera del triunfo en Rusia de la Oposición…;
pero como no llegaba, las premisas revolucionarias existentes debían
tener sus consecuencias. El determinismo económico de Alemania imponía a
su proletariado la Revolución. Al deber ser contenida la revolución
social-internacionalista por culpa de Stalin, el proletariado alemán se
lanzó a la revolución nacional-socialista. Fue un hecho dialéctico. Pero
con toda su premisa y su razón, la revolución nacional-socialista jamás
hubiera podido triunfar. Hizo falta más. Fue necesario que, obedeciendo
consignas, los trotskistas y los socialistas dividiesen a las masas que
tenían una conciencia de clase despierta e intacta. En esto ya
intervinimos nosotros. Pero fue necesario más: en 1929, cuando el
Partido Nacional-Socialista sufre la crisis de crecimiento y sus
recursos financieros le fallan, “Ellos” le envían un embajador; hasta sé
su nombre: fue un Warburg. Se conviene la financiación del Partido
Nacional-Socialista en negociaciones directas con Hitler, y éste recibe
en un par de años millones de dólares, enviados por Wall Street, y
millones de marcos de financieros alemanes, éstos a través de Schacht;
el sostenimiento de las S.A. y de las S.S. y la financiación de las
siguientes elecciones que dan el poder a Hitler, se hace con los dólares
y los marcos que le envían “Ellos”.
En esta entrega Rakovsky hábilmente consigue que Gabriel entienda el
peligro que para la URSS de Stalin representa Hitler y empieza a
conducir el interrogatorio para que sea posible un acuerdo entre Stalin
y “Ellos”.
Surge en el interrogatorio la afirmación de Rakovsky que la guerra civil
española la provocaron desde Moscú.
G. Los que aspiran, según usted, a un comunismo perfecto, arman a
Hitler, que jura exterminar al primer pueblo comunista… Esto sí lo creo,
es algo lógico en los financieros…
R. Vuelve usted a olvidar el bonapartismo staliniano. Recuerde usted que
frente a Napoleón, el estrangulador de la Revolución francesa, el que le
robó sus fuerzas, eran objetivamente revolucionarios Luis XVIII,
Wellington, Metternich y hasta el autócrata Zar… Esto es de un rigor
doctrinal stalinista de veintidós quilates. Se sabrá usted de memoria
sus tesis coloniales en relación a las naciones imperiales. Si, según
él, es objetivamente comunista el emir de Afganistán y el rey Faruk por
su lucha contra Su Graciosa Majestad Imperial, ¿por qué no puede ser
objetivamente comunista Hitler por su lucha contra el autócrata Zar
“Koba I”?... En fin, sin digresiones, ahí tiene usted a Hitler creciendo
en poder militar, extendiendo su III Reich, y lo que aún lo aumentará…,
lo necesario hasta que tenga potencia en acto suficiente para poder
atacar y derrotar copiosamente a Stalin… ¿No ve la mansedumbre general
de aquellos lobos de Versalles, que se limitan a débiles gruñidos?...
¿También es otra casualidad?... Hitler invadirá la URSS y, así como en
1917 las derrotas del Zar nos sirvieron para derribarle, las derrotas de
Stalin nos servirían para derribarle y suplantarle… Volverá a sonar la
hora de la Revolución Mundial. Porque las naciones democráticas,
adormecidas hoy, en el instante que Trotsky ocupe de nuevo el Poder,
como cuando la guerra civil, realizarán una mutación general. Hitler
será entonces atacado por el Oeste, sus generales se sublevarán y lo
liquidarán… ¿Habrá sido Hitler objetivamente comunista, sí o no?...
G. No creo en fábulas ni milagros…
R. Pues si no quiere creer que “Ellos” son capaces de realizar lo que
han realizado, prepárese usted para presenciar la invasión de la URSS y
el fin de Stalin antes de un año. Lo crea milagro o casualidad,
prepárense a presenciarlo y a sufrirlo… ¿Pero será usted capaz de
negarse a creer cuanto le he dicho, aunque solo sea en hipótesis?...
Aguardando a obrar en consecuencia solo cuando empiece a ver las pruebas
a la luz de cuanto convengamos.
G. Bien, hablemos en hipótesis… ¿Qué sugiere?
R. Fue usted quien señaló nuestra coincidencia. A nosotros no nos
interesa el ataque a la URSS ahora, porque la caída de Stalin supondría
el derrumbamiento de este comunismo, que, aún siendo formal, nos
interesa exista, por tener la seguridad de que lograremos regirlo para
transformarlo en comunismo real. Creo haber sintetizado exactamente la
situación del momento actual.
G. Perfectamente, solución…
R. Ante todo, debemos hacer que desaparezca el peligro potencial de un
ataque hitleriano.
G. Si, como afirma, fueron “Ellos” quienes lo hicieron Führer, han de
tener poder sobre Hitler para que los obedezca.
R. Por no haberme yo expresado bien, dada la rapidez, no ha entendido
usted bien. Sí es cierto que “Ellos” financiaron a Hitler, no quiere
decir esto que le descubrieron ni su existencia ni su fin. El enviado,
Warburg, se presentó a él con una falsa personalidad, ni siquiera parece
que Hitler adivinara su raza, y también mintió sobre quiénes eran sus
representados. Le dijo ser enviado de un círculo financiero de Wall
Street, interesado en financiar el movimiento nacional-socialista con el
fin de crear una amenaza contra Francia, cuyos gobiernos seguían una
política financiera que provocaba la crisis económica en EEUU.
G. ¿Y lo creyó Hitler?
R. Lo ignoramos. No era lo importante que creyera en los motivos,
nuestro fin era que triunfase, sin imponerle ninguna condición. El fin
real, bajo cualquier pretexto, está conseguido sin pacto, sin condición;
porque nuestro fin era provocar la guerra…, y Hitler era la guerra.
¿Comprende ya?
G. Comprendo. Entonces no veo yo ninguna otra manera de contenerlo que
una coalición de la URSS y de las naciones democráticas capaz de
intimidar a Hitler. Según yo creo, no es él capaz de lanzarse contra
todos los estados del mundo a la vez… Todo lo más uno a uno.
R. ¿No le parece a usted una solución muy simplista…, hasta diría yo
contrarrevolucionaria?...
G. ¿Evitar una guerra contra la URSS?
R. Corte su frase a la mitad… y repita conmigo: “Evitar una guerra”… ¿No
es una cosa contrarrevolucionaria en absoluto?... Reflexione. Todo
comunista sincero, imitando a su ídolo Lenin, y a los más grandes
estrategas revolucionarios, debe anhelar siempre la guerra. Nada como la
guerra acelera el triunfo de la Revolución. Es un dogma
marxista-leninista que usted debería profesar… Ahora bien: ese
nacional-comunismo staliniano, ese bonapartismo es capaz de ofuscar la
razón de los comunistas más puros hasta impedirlos ver la inversión en
la cual incurre Stalin, la de subordinar la Revolución a la Nación y no,
como es correcto, subordinar la Nación a la Revolución…
G. Su odio a Stalin le ofusca y le hace contradecirse… ¿No habíamos
convenido en que no era deseable un ataque a la URSS?
R. ¿Y por qué la guerra ha de ser necesariamente contra la URSS?
G. ¿A qué otra nación puede atacar Hitler?... Es cosa demasiado clara
que dirigirá su ataque contra la URSS, sus discursos lo proclaman. ¿Qué
más prueba quiere?...
R. Y si usted, los del Kremlin, lo creen tan firme e indiscutiblemente,
¿por qué han provocado la guerra civil en España? No me diga que por
pura razón revolucionaria. No es capaz Stalin de plasmar en hechos
ninguna teoría marxista. Si razón revolucionaria hubiera, no sería
correcto quemar en España tantas y tan excelentes fuerzas
revolucionarias internacionales. Es la nación más lejana de la URSS y la
más elemental cultura estratégica no aconsejaba malgastar allí las
fuerzas… En caso de conflicto, ¿cómo podría Stalin abastecer y apoyar
militarmente una república soviética española?... Pero era correcta.
Allí hay un punto estratégico importante, un cruce de influencias
opuestas de las naciones capitalistas; se podía provocar una guerra
entre ellas. Lo reconozco, era correcto teóricamente, pero en la
práctica, no. Ya ve cómo no estalla la guerra entre el capitalismo
democrático y el fascista… Y ahora le digo: si Stalin se creyó capaz por
sí solo de crear un motivo capaz de provocar la guerra que hiciera
luchar entre sí a las naciones capitalistas…,¿por qué no ha de admitir,
en teoría por lo menos, que otros puedan conseguir lo que no le pareció
imposible lograr a él?...
G. Aceptando sus premisas, puede admitirse la hipótesis.
R. Entonces, hay otro punto más de coincidencia: primero, que no haya
guerra contra la URSS; segundo, que conviene provocarla entre las
naciones burguesas.
G. De acuerdo. ¿Lo dice usted como una opinión personal o como de
“Ellos”?
R. Como una opinión mía. No tengo poder ni contacto con “Ellos”; pero
puedo afirmar que coincidirían en esos dos puntos como el Kremlin.
G. Esto es importante fijarlo previamente, por ser lo capital. Por
tanto, quisiera yo saber en qué se basa usted para tener la seguridad
del asentimiento de “Ellos”.
R. Si yo hubiera tenido tiempo de trazar su esquema completo, ya sabría
usted los motivos de su aceptación. Por ahora, los reduciremos a tres.
G. ¿Cuáles son?
Continúa Rakovsky estableciendo las líneas fundamentales del posible
acuerdo entre "Ellos" y Stalin.
Se fundamentan en tres:
-
El sistema financiero ideado por Hitler es una amenaza para el
monopolio del crédito que poseen "Ellos", solo por esta razón Hitler
debía ser destruido
-
La guerra puede ayudar a aplastar el nacionalismo europeo, obstáculo
para un Gobierno Mundial
-
"Ellos" ven el Cristianismo como el mayor obstáculo a sus planes, con
la guerra esperan destruirlo de una vez por todas
R. Uno, que, como yo enuncié, Hitler, ese inculto elemental, por
intuición natural y hasta en contra de la opinión técnica de Schacht, ha
instaurado un sistema económico de tipo peligrosísimo. Analfabeto en
toda teoría económica, obedeciendo solo a la necesidad, eliminó, como
nosotros hicimos en la URSS, a la Finanza Internacional y a la privada.
Es decir, recobró para sí el privilegio de fabricar moneda, no solo
física, sino la financiera; tomó la máquina intacta de la falsificación
y la hizo funcionar en beneficio del estado. Nos aventajó, porque
nosotros la suprimimos en Rusia y no se ha sustituido aún más que con
ese grosero aparato llamado capitalismo de estado; fue un triunfo muy
caro pagado a la necesaria demagogia prerrevolucionaria. Estas son las
dos realidades comparadas. Hasta favoreció la suerte a Hitler, se halló
casi exhausto de oro, por lo cual no cayó en la tentación de crear su
“patrón”. Como solo disponía por toda garantía monetaria de la técnica y
del trabajo colosal de los alemanes, técnica y trabajo fueron su “encaje
oro”…, algo tan genuinamente contrarrevolucionario, que, ya lo ve usted,
suprimió radicalmente aquel paro de más de siete millones de técnicos y
obreros como por arte de magia.
G. Por el rearme acelerado. R. ¿Qué más da su objeto?… Si Hitler ha llegado a eso en contra de todos
los economistas burgueses que lo rodean, sería muy capaz, sin peligro de
guerra, de aplicar su sistema a la producción de paz. ¿Es usted capaz de
suponer lo que sería ese sistema contagiando a un número de naciones y
llevándolas a formar un ciclo autárquico? Por ejemplo, a la Commonwealth.
Imagínelo en función contrarrevolucionaria, si es usted capaz. El
peligro no es inminente aún, porque hemos tenido la suerte de que, no
habiendo instaurado Hitler su sistema sobre ninguna teoría precedente,
sino empíricamente, no se ha formulado de manera científica. Es decir,
que, como él no ha discurrido por ningún proceso racional deductivo, no
hay ni siquiera tesis científica, ni se formuló doctrina. Pero el
peligro está latente, porque puede surgir en cualquier instante una
formulación gracias a la deducción. Esto es muy grave… Mucho más que
todo lo espectacular y lo cruel del Nacional-Socialismo. Nuestra
propaganda no lo ataca, porque con la controversia teórica podríamos
nosotros mismos provocar la formulación y la sistematización de tan
decisiva doctrina económica contrarrevolucionaria. Solo hay un recurso:
la guerra.
G. ¿Y el segundo motivo? R. Si triunfó el Termidor de la Revolución soviética fue por la
existencia de un nacionalismo ruso anterior. Sin tal nacionalismo,
hubiera sido imposible el bonapartismo. Y si ocurrió así en Rusia, donde
el nacionalismo solo era embrionario, personal, el Zar, ¿qué obstáculo
no hallara el marxismo en el nacionalismo en plena forma de la Europa
occidental?... Marx llegó a equivocarse respecto a la prelación del
triunfo revolucionario. No triunfó el marxismo en la nación más
industrializada, y sí en la Rusia casi carente de proletariado. Se debe
nuestro triunfo aquí, entre otros motivos, a que Rusia carecía de un
nacionalismo verdadero y las demás naciones lo tenían en su pleno
apogeo. Véase cómo resurge en ellas con esa potencia extraordinaria del
fascismo y cómo se contagia. Comprenderá que, sin mirar si hoy ha de
beneficiar a Stalin, la yugulación del nacionalismo en Europa bien
merece una guerra.
G. En resumen: ha expuesto usted Rakovsky, una razón económica y una
razón política, ¿cuál es la tercera? R. Es fácil de adivinar. Tenemos una razón religiosa. Sin abatir al
Cristianismo superviviente le ha de ser imposible triunfar al Comunismo.
La Historia es elocuente: costó a la Revolución permanente dieciséis
siglos lograr su primer triunfo parcial, al provocar la primera escisión
de la Cristiandad. En realidad, el Cristianismo es nuestro único
enemigo, porque lo político y económico en las naciones burguesas tan
solo es su consecuencia. El Cristianismo, rigiendo al individuo, es
capaz de anular por asfixia la proyección revolucionaria del estado
neutral, laico o ateo, y, como vemos en Rusia, hasta lograr crear ese
nihilismo espiritual que reina en las masas dominadas, pero aún
cristianas; obstáculo no superado aún en veinte años de marxismo.
Concedemos a Stalin que no ha sido bonapartista en lo religioso.
Nosotros no hubiéramos hecho ni más ni otra cosa que él… ¡Ah!..., si
Stalin también se atreve como Napoleón a cruzar el Rubicón del
Cristianismo, su nacionalismo y su potencia contrarrevolucionaria se
habría multiplicado por mil. Y sobre todo, si así fuera, una
incompatibilidad tan radical hubiera hecho imposible toda coincidencia
entre nosotros y él, aunque fuera temporal y objetiva… como la que ya
debe usted ver que ante nosotros se perfila.
G. En efecto, mi opinión personal es que ha definido usted los tres
puntos fundamentales sobre los cuales pudiera trazarse la línea de un
plan… Esto es cuanto hasta el momento le concedo. Pero le ratifico mis
reservas mentales, exactamente, la incredulidad absoluta mía sobre
cuanto ha expuesto en el terreno de hombres, entidades y hechos. Pero,
en fin, sugiera ya de una vez las líneas generales de su plan. R. Sí, ahora sí, es el momento. Solo una salvedad previa: que yo hablo
bajo mi propia responsabilidad. Yo respondo de interpretar en los tres
puntos precedentes el pensamiento de “Ellos”, pero admito que “Ellos”
pueden estimar más eficaz a los tres fines propuestos un plan de acción
actual totalmente distinto al que voy a sugerir. Tenga esto en cuenta.
G. Se tendrá. Diga ya. R. Simplifiquemos. Carente ya del objeto para el que fue creada la
potencia militar alemana - darnos el Poder en la URSS-, ahora se trata de
lograr una inversión de frentes; dirigir del oriental al occidental el
ataque hitleriano.
G. Exactamente. ¿Ha pensado en un plan práctico de realización?
R. Sobraban muchas horas en la Lubianka. He pensado. Vea usted: Si lo
difícil ha sido entre nosotros hallar un punto de coincidencia, y lo
demás ha fluido de manera natural, el problema se reduce a descubrir
algo donde Stalin y Hitler coincidan también.
G. Sí, pero reconocerá que es todo un problema.
R. No tan insoluble como cree. En realidad, solo hay problemas
insolubles cuando implican oposición dialéctica subjetiva…y, aún así,
nosotros creemos siempre posible y necesaria la síntesis, superando el
“imposible moral” de los metafísicos cristianos.
G. Vuelve a teorizar. R. Es en mí necesario por mi disciplina mental. La gran cultura prefiere
venir a lo concreto desde la generalización y no lo contrario. Hitler y
Stalin pueden coincidir, porque, aun siendo muy distintos, son idénticos
en su raíz; si Hitler es un sentimental en grado patológico y Stalin es
normal, ambos son egoístas; ninguno es un idealista, por eso son ambos
bonapartistas, es decir, imperialistas clásicos. Y siendo así, ya es fácil
una coincidencia entre ambos…¿Por qué no si también fue posible entre
una Zarina y un Rey prusiano?...
G. Rakovsky, es usted incorregible…
R. ¿No adivina?... Si Polonia hizo coincidir a Catalina y a Federico,
cada uno modelo del “Zar y del Rey” actual de Rusia y Alemania, ¿por qué
no puede Polonia ser causa de coincidencia entre Hitler y Stalin? La
línea histórica zarista-bolchevique y monárquico-nazi así como la
personal de Hitler y Stalin pueden coincidir en Polonia. La nuestra, la
de “Ellos”, también: es una nación cristiana y, para mayor agravante,
católica.
G. ¿Y dada la triple coincidencia?...
R. Si hay coincidencia, es posible un acuerdo.
G. ¿Entre Hitler y Stalin? …¡Absurdo! ¡Imposible!
Continuación del interrogatorio de Cristian Gueorguievich Rakovski, se
inició aquí.
R. No hay absurdos ni tampoco imposibles en política.
G. Imaginemos en hipótesis: Hitler y Stalin atacan a Polonia…
R. Permítame interrumpirle: su ataque solo puede provocar esta
alternativa: guerra o paz… Debe admitirla.
G. Sí, pero ¿y qué?... R. ¿Estima usted a Inglaterra y a Francia, con su inferioridad en
ejército y aviación frente a Hitler, capaces de atacar a Hitler y a
Stalin unidos?...
G. En efecto, me parece difícil…, a no ser que América…
R. Deje usted por el momento a los EEUU. ¿Me concede que no puede haber
guerra europea por un ataque de Hitler y Stalin a Polonia?
G. En lógica, no parece muy posible.
R. En ese caso, el ataque, la guerra, sería casi inútil. No provocaría
la destrucción de las naciones burguesas entre sí, la amenaza hitleriana
contra la URSS, realizando el reparto de Polonia, seguiría subsistiendo,
teóricamente más, porque ni tierra ni materias primas necesita la URSS
para fortalecerse más y Alemania sí.
G. Está bien visto…; pero no parece haber otra solución.
R. Sí hay solución.
G. ¿Cuál? R. Que las democracias ataquen y no ataquen al agresor.
G. ¡Desvaría usted!... Atacar y no atacar a la vez…, eso sí que es un
imposible absoluto. R. ¿Cree usted?... Serénese… ¿No serían dos los agresores?... ¿No hemos
convenido que no se producirá el ataque, precisamente por ser dos?...
Bien… ¿qué inconveniente hay para que solo ataquen a uno de los dos?...
G. ¿Qué quiere usted expresar?...
R. Sencillamente, que las democracias solo declaran la guerra a un
agresor; precisamente a Hitler.
G. Solo es una hipótesis gratuita.
R. Hipótesis, pero gratuita no. Reflexione usted: toda nación que debe
luchar contra una coalición de estados enemigos tiene como su máxima
aspiración estratégica el batirlos separadamente, uno a uno. Es regla
tan conocida y racional, que sobra toda demostración. Pues bien: esa
oportunidad, convendrá usted conmigo, no hay ningún inconveniente de
brindarla. Con que Stalin no se sienta ofendido con el ataque a Hitler
y/o se una con él, creo resuelta la cuestión. ¿No es así?... Además, la
geografía lo impone y, por tanto, la estrategia. Por estúpidas que
fueran Francia e Inglaterra pretendiendo luchar a la vez contra dos
potencias, una de las cuales quiere ser neutral y la otra por sí sola ya
es mucho adversario para ellas… ¿por dónde iban ellas a realizar el
ataque contra la URSS?... No tienen frontera, si no la atacan por el
Himalaya… Sí, queda la frontera aérea…; pero, ¿con qué y desde dónde
podrían atacar a Rusia?... Están en inferioridad en el aire frente a
Hitler. Todo esto que arguyo no es ningún secreto, es demasiado público.
Como ve, todo se simplifica mucho.
G. Sí, circunscribiendo el conflicto a las cuatro potencias parecen
lógicas sus deducciones, pero no son cuatro sino muchas, y la
neutralidad no es cosa muy fácil en una guerra de tal envergadura.
R. Desde luego, pero la posible intervención de más naciones no modifica
la correlación de fuerzas. Haga su balance mental y verá cómo subsiste
el equilibrio aunque intervengan más o todas las naciones europeas.
Además, y esto es lo importante, ninguna otra nación que pudiera entrar
en la guerra junto a Inglaterra y Francia les podría quitar a ellas la
dirección; por tanto, seguirán siendo válidas las razones que les
impidan atacar a la URSS.
G. Olvida usted a los EEUU. R. Ya verá usted cómo no los olvido. Limitándome a estudiar su función
en el programa previo que ahora nos ocupa, le diré que América no podrá
obligar a que ataquen Francia e Inglaterra simultáneamente a Hitler y a
Stalin. Para lograrlo tendrían los EEUU que entrar en la guerra desde el
primer día. Y ello es imposible. Primero, porque América no ha entrado
ni entrará jamás en una guerra si no es agredida. Pueden sus dirigentes
lograr que sean agredidos cuando les convenga. Esto se lo concedo.
Cuando no ha tenido éxito la provocación y el enemigo la ha encajado, la
agresión ha sido inventada. En su primera guerra internacional, la
guerra contra España, cuya derrota no era dudosa, ya fingieron la
agresión, o se la fingieron “Ellos”. En el 1914, tuvo éxito la
provocación. Se discutirá técnicamente si la hubo, es cierto; pero es
regla sin excepción que quien comete agresión sin convenirle, la comete
por provocación. Ahora bien; esta magnífica táctica americana, que yo
aplaudo, se subordina siempre a una condición: a que la agresión ocurra
“oportunamente”, cuando conviene al agredido, a los EEUU; es decir,
cuando están militarmente armados. ¿Estamos hoy en ese caso?...
Evidentemente no. América tiene hoy poco más de cien mil hombres en
armas y una mediocre aviación militar; solo posee una respetable
escuadra…, pero comprenderá que no podría convencer con ella a los
aliados para un ataque a la URSS, cuando Inglaterra y Francia en lo
único que tienen superioridad es en el mar. He vuelto a demostrar que no
puede haber por ese lado alteración en la correlación de fuerzas en
presencia.
G. Aún admitido, explíqueme la realización técnica.
R. Como ha visto, dada la coincidencia de intereses entre Stalin y
Hitler para su ataque a Polonia, todo se reduce a lograr formalizar la
coincidencia y a pactar su doble agresión.
G. ¿Y lo cree usted cosa muy fácil?...
R. Sinceramente, no. Sería necesaria una diplomacia más experta que la
staliniana. Tendría que hallarse en servicio la que ha decapitado Stalin
o la que se pudre ahora en la Lubianka. Litvinov, en pasados tiempos,
con ciertas dificultades, hubiera sido capaz, aunque su raza hubiera
sido un gran hándicap para tratar con Hitler; pero ahora es un hombre
acabado, lo consume un pánico espantoso, le tiene un miedo cerval, más
que a Stalin a Molotov. Todo su talento está embargado en lograr que no
lo crean trotskista… Oír él que debería iniciar una aproximación a
Hitler, sería tanto como decirle que fabricase por sí mismo la prueba de
su trotskismo. No veo el hombre capaz; desde luego, debería ser un ruso
puro. Yo me ofrecería para orientar. De momento, sugiero que quien
inicie las conversaciones, que deberán ser en un terreno estrictamente
confidencial, derroche sinceridad… Solo con la verdad, dado el muro de
prejuicios existente, se podrá engañar a Hitler.
G. Vuelvo a no entender su lenguaje paradójico.
R. Perdone, pero solo en apariencia lo es; me obliga la síntesis a ello.
Quería decir que debe jugarse limpio con Hitler en lo concreto e
inmediato. Hay que demostrarle que no se trata de una jugada de
provocación para envolverle en una guerra de dos frentes. Por ejemplo,
se le puede prometer y demostrar en el momento pertinente que nuestra
movilización se limitará solo a las pocas fuerzas necesarias para la
invasión de Polonia, que, en realidad, serán pocas. Nuestro dispositivo
real deberá situar sus gruesos dispuestos a repeler una supuesta
agresión anglo-francesa. Stalin deberá ser espléndido en los
abastecimientos previos que Hitler solicite, principalmente en petróleo.
Esto es lo que se me ocurre de momento. Surgirán mil cuestiones más del
mismo género, que deberán ser resueltas dando a Hitler la seguridad
práctica de que solo vamos a tomar nuestra parte de Polonia. Y como así
ha de ser en el orden práctico, será engañado con la verdad.
G. Pero en ese caso, ¿dónde se halla el engaño?...
R. Le dejo unos instantes para que usted mismo descubra dónde se halla
el engaño a Hitler. Antes quiero subrayar, y usted debe anotarlo, que
hasta el instante yo he dibujado un plan lógico, normal, por el cual se
puede llegar a conseguir que se destruyan entre sí las naciones
capitalistas, haciendo chocar a sus dos alas, a la fascista contra la
burguesa. Pero, repito, es normal y lógico mi plan. Como ha visto, no
intervienen factores misteriosos ni extraños. En una palabra, no
intervienen “Ellos” para que sea posible su realización… Desde luego,
creo adivinar su pensamiento: está usted pensando en este mismo momento
que ha sido estúpido el haber perdido el tiempo en demostrar la
indemostrable existencia y potencia de “Ellos”, ¿no es así?
G. En efecto. R. Séame sincero. ¿De verdad no ve usted su intervención?... Le
advierto, en ayuda de usted, que su intervención existe y es decisiva,
tanto, que la lógica y naturalidad del plan solo es apariencia pura… ¿No
los ve a “Ellos” de verdad?
G. Francamente, no.
Continuación del interrogatorio de Cristian Gueorguievich Rakovski.
En esta parte Gabriel consigue, tras mucho insistir, nombres y apellidos
de personas pertenecientes a "Ellos" o agentes de "Ellos".
R. Es tan solo apariencia la lógica y la naturalidad de mi plan. Lo
natural y lo lógico sería que Hitler y Stalin se destruyeran entre sí.
Una cosa sencilla y fácil para las democracias si su objetivo fuera el
proclamado por ellas, aunque muchos demócratas lo crean, porque les
bastaría con permitirle, fíjese bien, “permitirle”, a Hitler atacar a
Stalin. No me diga que podría vencer Alemania. Si el espacio ruso y la
desesperación de Stalin y los suyos bajo el hacha hitleriana o frente a
la venganza de sus víctimas no era suficiente para lograr que agotasen
la potencia militar de Alemania, ningún obstáculo habría para que las
democracias ayudasen sabiamente, metódicamente a Stalin, si lo veían
flaquear, prolongando su ayuda hasta el total agotamiento de los dos
ejércitos. Esto sí que sería fácil, natural y lógico, si los motivos y
fines de las democracias, que la mayoría de sus hombres creen
verdaderos, fueran una realidad y no lo que son: pretextos. Hay un fin,
un único fin: el triunfo del Comunismo; que no se lo impone a las
democracias Moscú, sino Nueva York; no la “Komintern”, sino la
“Kapintern” de Wall Street… ¿Quién sino sería capaz de imponer a Europa
una contradicción tan patente y absoluta?... ¿Cuál puede ser la fuerza
que la lleve al suicidio total? Solo hay una capaz: el Dinero. El Dinero
es Poder; el único Poder.
G. Seré sincero con usted Rakovski. Le concedo yo dotes de talento
excepcional. Hay en usted una dialéctica brillante, agresiva, fina;
cuando ella le falla, su imaginación tiene recursos para tender su telón
multicolor fingiendo luminosas y claras perspectivas…; pero todo eso, si
me deleita no me basta. Paso a interrogarle, tal como si yo creyera todo
cuanto me ha dicho. R. Y yo le daré respuesta, con la única condición de que usted no me
atribuya ni más ni menos de cuanto yo haya dicho.
G. Prometido. Afirma usted que “Ellos” impiden e impedirán la guerra
lógica desde un punto de vista capitalista, la guerra germano-soviética…
¿Interpreto bien?... R. Exactamente.
G. Pero la realidad actual es que permiten la expansión y el rearme
alemán. Esto es un hecho. Ya sé que, según usted, ello lo motivaba el
plan trotskista, fracasado por las “purgas” hoy; por tanto, ya sin
objeto. Frente a la nueva situación, solo sugiere usted que Hitler y
Stalin pacten y se repartan Polonia. Y yo le pregunto: ¿cómo se nos
garantiza de que con pacto o sin pacto, con reparto o sin reparto, no
atacará Hitler a la URSS? R. No se garantiza.
G. Entonces, ¿para qué hablar más?...
R. No se precipite usted; la formidable amenaza contra la URSS es
práctica, real. No es hipótesis ni amenaza verbal. Es un hecho, un hecho
que dicta. “Ellos” ya tienen una superioridad sobre Stalin; una
superioridad que no han de abdicar. A Stalin se le brinda solo una
alternativa, una opción; no una plena libertad. El ataque de Hitler se
producirá por sí mismo; nada deben “Ellos” hacer para que se produzca;
tan solo dejarlo a él obrar. Esta es la realidad básica y determinante,
olvidada por usted con su mentalidad muy del Kremlin… Introversión,
señor, introversión.
G. ¿La opción? R. Se la definiré una vez más, pero escueta: ser atacado Stalin o
realizar el plan que yo he trazado, haciendo que se destruyan entre sí
las naciones capitalistas europeas. Yo he llamado a esto alternativa;
pero, como ve, solo es alternativa teórica. Stalin se verá obligado, si
quiere sobrevivir, a realizar el plan propuesto por mí, una vez
ratificado por “Ellos”.
G. ¿Y si se niega? R. Le será imposible. La expansión y el rearme alemán continuarán.
Cuando Stalin lo vea frente a sí, gigantesco, amenazador… ¿qué ha de
hacer?... Se lo dictará su propio instinto de conservación.
G. Solo parece que los acontecimientos se han de realizar según la pauta
trazada por “Ellos”. R. Y así es. Naturalmente, en la URSS no sucede hoy así, pero tarde o
temprano sucederá igual. No es difícil predecir y hacer realizar algo
cuando ello conviene al que debe realizarlo, en este caso, Stalin, al
que no creemos un suicida. Es mucho más difícil vaticinar e imponer la
ejecución de algo que no conviene a quien lo ha de ejecutar, en este
caso, las democracias. He reservado para este momento concretarle la
verdadera situación. Abdique usted de la idea equivocada de que son
ustedes árbitros en esta situación dada, porque los árbitros son
“Ellos”.
G. “Ellos” una y otra vez… ¿Deberemos tratar con fantasmas?...
R. ¿Son fantasmas los hechos?... Será prodigiosa la situación
internacional, pero no fantasmal; es real y bien real. No es un milagro;
ahí está determinada la política futura… ¿La cree usted obra de
fantasmas?...
G. Pero, vamos a ver; supongamos que se acepta su plan… Algo tangible,
personal, deberemos conocer para tratar. R. ¿Por ejemplo?
G. Alguna persona con representación, con poderes…
R. ¿Y para qué?... ¿Por el placer de conocerlo?... ¿Por el placer de
hablar?... Tenga en cuenta que la supuesta persona, caso de presentarse,
no les traerá credenciales con sellos ni escudos, ni vestirá casaca
diplomática, por lo menos, la de “Ellos”; cuando diga o prometa, cuando
pacte, no tendrá ningún valor, jurídico ni contractual… Comprenda que no
son “Ellos” un estado; son lo que fue la Internacional antes del 1917;
lo que aún es ella oficialmente: nada y todo a la vez. Imagínese usted a
la URSS tratando con la Masonería, con una organización de espionaje,
con los comitulgis, macedonios o con los ustachis coatas… ¿Habría nada
oficial, escrito jurídicamente contractual?... Esos pactos, como el de
Lenin con el Estado Mayor alemán, como el de Trotsky con “Ellos”, se
realizan sin escritos ni firmas. La garantía única de su cumplimiento
radica en que cumplir lo pactado conviene a los pactantes…, garantía que
es la única real en todo pacto, por grande que sea su solemnidad.
G. En ese caso, ¿cómo empezaría usted?
R. Sencillamente, yo empezaría mañana mismo a sondear Berlín…
G. ¿Para convenir el ataque a Polonia?
R. Yo no empezaría por ahí… Me mostraría transigente, algo desengañado
de las democracias, aflojaría en España… Esto sería un hecho alentador;
luego, se aludiría a Polonia. Como usted ve, nada comprometedor; pero lo
suficiente para que los elementos del O.K.W…., los bismarckianos como se
llaman ellos, tengan argumentos para Hitler…
G. ¿Nada más? R. Por el momento, nada más; ya es una gran tarea diplomática.
G. Francamente, dadas las ideas reinantes hasta el momento en el
kremlin, yo no creo que nadie se atreva hoy a sugerir siquiera un viraje
tan radical en la política internacional. Yo le invito, Rakovski, a
sustituirse mentalmente en la persona que deba decidir en el Kremlin…
Sin más que sus revelaciones, sus razones, sus hipótesis y sus
sugerencias…, me concederá que nadie puede convencerse. Yo mismo, que le
he oído a usted, que, no debo negarlo, he sufrido su gran sugestión
verbal y personal, ni por un momento me he sentido bajo la tentación de
considerar prácticamente lo de un pacto germano-soviético. R. Los acontecimientos internacionales obligarán con fuerza
incontrastable…
G. Pero será perder un tiempo precioso. Discurra usted algo tangible,
algo que yo pueda presentar como prueba de veracidad… De lo contrario,
yo no me atreveré a elevar el informe de nuestra conversación; lo
redactaré con toda fidelidad, pero irá él a dormir en un archivo del
Kremlin… R. ¿Bastaría para la toma de consideración que alguien, aunque fuese
extraoficialmente, hablase con alguna persona de categoría?...
G. Sería, según creo, algo sustancial.
R. Mas… ¿con quién?...
G. Solo es mi opinión personal, Rakovski, habló usted de personas
concretas, de grandes financieros; si mal no recuerdo ha citado usted
algún Schiff, por ejemplo; también citó a otro que les sirvió de enlace
con Hitler para su financiación. Habrá también políticos o personas de
rango que sean uno de “Ellos” o, si quiere, que les sirvan. Alguno así
podrá servirnos para iniciar algo de tipo práctico… ¿No sabe usted de
nadie?... R. Yo no veo la necesidad… Reflexione: ¿de qué van ustedes a tratar?...
del plan que yo sugiero seguramente, ¿no?... ¿Para qué?... En ese plan,
por ahora, nada tienen “Ellos” que hacer; su misión es “no hacer”… Por
tanto, ninguna acción positiva pueden ustedes convenir ni exigir…
Recuerde, medite bien.
G. Aún siendo así, nuestro estado de opinión personal impone la
necesidad de una realidad, aunque sea innecesaria… Un hombre cuya
personalidad haga verosímil el poder que usted les atribuye a “Ellos”.
R. Le complaceré, aún convencido de la inutilidad. Ya le dije que yo
ignoro quién son “Ellos”. Con seguridad, por habérmelo dicho persona que
debía saberlo.
G. ¿Quién? R. Trotsky. Por habérmelo dicho Trotsky, solo sé que uno de “Ellos” fue
Walter Rathenau, el de Rapallo. Vea usted al último de “Ellos” que ocupa
un poder político y público, cómo es él quien rompe el bloqueo económico
de la URSS, a pesar de ser él uno de los más grandes millonarios. Desde luego, lo fue
Lionel Rothschild. Con seguridad no puedo decirle
más nombres. Ahora sí, puedo nombrar muchos más, cuya personalidad y
hechos me los definen coincidentes con “Ellos”, que manden u obedezcan
esos hombres es algo que no puedo yo afirmar.
G. Dígame algunos. R. Como entidad, la banca Kuhn, Loeb y Cª, de Wall Street; dentro de
esta casa está la familia Schiff, Warburg, Loeb y Kuhn; digo familia, al
señalar diferentes apellidos, porque se hallan todos enlazados por
matrimonios entre sí, Baruch Frankfurter, Altschul, Cohen, Benjamín;
Straus, Steinhardt, Blum, Rosemman, Lippmann, Lehman, Dreifus, Lamont,
Rothschild, Lord; Mandel, Morgenthau, Ezechiel, Lasky… Supongo que serán
suficientes nombres; si atormento más mi memoria podría recordar más;
pero, repito, yo no sé quién puede ser uno de “Ellos” y ni siquiera
puedo afirmar que necesariamente alguno lo es; quiero salvar toda mi
responsabilidad. Pero sí creo firmemente que cualquiera de los dos
citados por mí, aún no siéndolo, haría llegar a “Ellos” una proposición
de tipo sustancial. Desde luego, tanto si se acierta o no en la persona,
no debe esperarse una respuesta directa. La contestación la darán los
hechos. Es una táctica invariable, que respetan y hacen respetar. Por
ejemplo, si ustedes deciden hacer una gestión diplomática, no deberán
emplear un lenguaje personal, dirigido a “Ellos”; limítese a expresar
una reflexión, una hipótesis racional, subordinada a incógnitas
precisas. Luego solo resta esperar.
G. Comprenderá que no tengo ahora un fichero para identificar a todas
las personas que usted ha mencionado; pero supongo que deben hallarse
muy lejos. ¿Dónde?... R. La mayoría, en los EEUU.
G. Comprenderá que si decidiéramos una gestión invertiríamos en ella
mucho tiempo. Y hay urgencia, una urgencia no nuestra, sino de usted,
Rakovski… R. ¿Mía?...
G. Sí, de usted; recuerde que su proceso ha de celebrarse muy pronto. Yo
no lo sé, pero no creo aventurado suponer que si lo tratado aquí pudiera
interesar al Kremlin, convendría interesarlo antes de que usted
compareciera ante el Tribunal, sería cosa muy decisiva para usted. Creo
que, por su propio interés, debe brindarnos algo más rápido. Lo esencial
es lograr, mejor en días que en semanas, una prueba de que usted ha
dicho algo de verdad. Yo creo que si brindase usted esto casi le podría
dar seguridades relativamente grandes de salvar la vida… De otra manera
no respondo de nada. R. En fin, me aventuraré. ¿Sabe usted si está en Moscú Davies?... Sí, el
embajador de EEUU.
G. Sí, creo que sí, debe haber vuelto.
R. Sería un conducto.
G. Creo que, si es así, debió usted empezar por ahí.
R. Solo un caso extraordinario creo que me autoriza, contraviniendo
reglas, a usar un conducto oficial.
G. Entonces, podemos pensar que el Gobierno americano se halla detrás de
todo eso… R. Detrás no; bajo eso…
G. ¿Roosevelt?...
Continuación del interrogatorio de Cristian Gueorguievich Rakovski. En esta parte se revelan datos poco conocidos sobre la Revolución
americana que viene desarrollándose en secreto desde casi la fundación
de los EEUU.
También se explica la propuesta de Rakovsky para plantear el acuerdo
entre Stalin y los EEUU. Genial Rakovsky.
R. Yo qué sé. Tan solo puedo inducir. Sigue usted con su manía del
espionaje novelístico. Yo le podría fabricar para complacerle toda una
historia; me sobra imaginación, datos y hechos verdaderos para darle
apariencia de verdad rayando en la evidencia. ¿Pero no son más evidentes
los hechos públicos?... Y ponga usted con su imaginación el resto si le
place. Vea por sí mismo. Recuerde aquella mañana del día 24 de octubre
de 1929. Un tiempo llegará en que será para la Historia de la Revolución
un día más importante que el de octubre de 1917. El día 24 es el crack
de la Bolsa de Nueva York; principio de la llamada “depresión”,
auténtica Revolución. Los cuatro años de Hoover son de avance
revolucionario: doce a quince millones de parados. En febrero de 1933 es
el último golpe de la crisis con el cierre de los Bancos. Más no pudo
hacer la Finanza para batir al “americano clásico”, aún encastillado en
su reducto industrial, y esclavizado económicamente a Wall Street…
Sabido es que todo empobrecimiento de la economía, sea social o animal,
es un florecer de lo parasitario y la Finanza es el gran parásito. Pero
aquella Revolución americana no tenía solo el fin usurario de acrecentar
el Poder del Dinero, ambicionaba más. El Poder del Dinero, aunque poder
político, solo se había ejercido de manera indirecta, y ahora debían
convertirlo en un poder directo. El hombre a través del cual lo ejercían
sería Franklin Roosevelt. ¿Ha comprendido?... Anote usted esto: en este
año de 1929, el año primero de la Revolución Americana, en febrero, sale
Trotsky de Rusia; el crack es en octubre… La financiación de Hitler es
acordada en julio de 1929. ¿Cree usted todo casual?... Los cuatro años
de Hoover son los empleados en preparar la toma del poder en EEUU y en
la URSS, allí, por medio de la Revolución Financiera; aquí, por la
guerra y el derrotismo subsiguiente… ¿Tendrá más evidencia para usted
una buena novela imaginativa?... Comprenderá que un plan de tal
envergadura requería un hombre excepcional rigiendo el Poder Ejecutivo
en EEUU, destinados a ser la fuerza organizadora y decisiva: ese hombre
fue Franklin y Eleanor Roosevelt, y permítame decirle que ese ser
bisexual no es ninguna ironía… Había que huir de posibles Dalilas.
G. Roosevelt uno de “Ellos”? R. Yo no sé si es uno de “Ellos” o si solo les obedece a “Ellos”… ¿Qué
más da?... Lo creo consciente de su misión, pero no puedo afirmar si
obedecerá por chantaje o si será uno del Mando; pero es cierto que
cumplirá su misión, realizará la acción a él asignada con toda
fidelidad. No me pregunte más, que yo no sé más.
G. En caso de que se decidiera dirigirse a Davies, ¿qué forma
sugiere?... R. Primeramente, deben elegir la persona… Un tipo así como el “barón”;
él podría servir… ¿Vive aún?...
G. No lo sé. R. Bien, queda la persona para vuestra elección. Deberá mostrarse
vuestro enviado confidencial e indiscreto, mejor como cripto-oposicionista.
La conversación será llevada con habilidad hacia la situación
contradictoria en que las llamadas democracias europeas colocan a la
URSS con su alianza contra el Nacional-Socialismo. Es aliarse con el
Imperialismo británico y francés, un imperialismo real, actual, para
destruir a un imperialismo potencial… Un eslabón verbal servirá para
engarzar la falsa posición soviética con una idéntica de la democracia
americana… También ella, por defender una democracia interior en Francia
e Inglaterra, se ve impelida a sostener un imperialismo colonial… Como
usted ve, puede plantearse la cuestión sobre una base lógica fortísima…
De ahí a formular hipótesis de acción es facilísimo. Primera: que ni a
la URSS ni a los EEUU les interesa el imperialismo europeo, ya que la
disputa se reduce a una cuestión de dominio personal. Que ideológica,
política y económicamente, conviene a Rusia y a América la destrucción
del imperialismo colonial europeo, sea directo o indirecto. Más aún a
los EEUU. Si Europa perdiera en una nueva guerra toda su fuerza,
Inglaterra, que no la tiene propia y sí como nación hegemónica europea,
desaparecida Europa como potencia, su imperio de habla inglesa, en un
solo día, vendría a gravitar a los EEUU, como es política y
económicamente fatal… Vea lo que usted empezó a escuchar bajo aquel
aspecto de conspiración siniestra, como puede ser dicho sin escandalizar
a cualquier inefable burgués americano. Al llegar aquí, puede hacerse un
paréntesis de días. Luego, vista la reacción, se debe avanzar más.
Hitler está lanzado; puede ser imaginada cualquier agresión, él es un
agresor integral, no cabe equivocación… Y pasar a interrogar: ¿Qué
actitud común deberían adoptar EEUU y la URSS frente a una guerra a la
luz de que, bajo cualquier motivo, será siempre una guerra entre
imperialistas que poseen e imperialistas que ambicionan?... Si la
respuesta es neutralidad, nuevo argüir. Sí, neutralidad, pero ser
neutral no depende solo de la voluntad de uno, depende también del
agresor… Solo puede existir la seguridad de ser neutral cuando al
agresor no le conviene o no puede agredir. A tal fin, lo infalible es
que el agresor ataque a otra nación; evidentemente, a otra nación
imperialista… De ahí a pasar, por razón de seguridad, a sugerir la
necesidad y la moralidad de que si el choque no se produce por sí mismo
entre los imperialistas, debe ser provocado, ha de resultar facilísimo…
Y, aceptado en teoría, como se aceptará, concertar prácticamente las
acciones es ya pura mecánica. He aquí el índice:
Pacto con Hitler para repartirse Checoslovaquia o Polonia; mejor ésta.
Hitler aceptará. Si él es capaz del bluf en su juego de conquista, tomar
algo en unión de la URSS lo creerá, infalible garantía de que las
democracias transigirán. No puede creer él en sus amenazas verbales,
sabiendo, como lo sabe, que los belicistas son a la vez desarmistas y
que su desarme es real.
Las democracias atacarán a Hitler y no a Stalin; dirán a las gentes que,
aún siendo igualmente culpables de agresión y reparto, la razón
estratégica y logística les impone el batirlos por separado. Primero,
Hitler, luego Stalin.
G. ¿Y no nos engañarían con la verdad?...
R. ¿Y cómo?... ¿Es que no queda Stalin en libertad de ayudar en la
medida necesaria a Hitler?... ¿No dejamos en sus manos el prolongar la
guerra entre los capitalistas hasta el último hombre y hasta la última
libra?... ¿Con qué lo iban a poder atacar?... Ya tendrían suficiente las
naciones agotadas de Occidente con la Revolución comunista interior, que
triunfaría…
G. Pero ¿y si Hitler triunfase rápidamente?... ¿Y si movilizase, como
Napoleón, a toda Europa contra la URSS? R. ¡Es increíble!... Olvida usted la existencia de los EEUU; desecha
usted el factor potencia más importante… ¿No es natural que América,
imitando a Stalin, ayude por su parte a las naciones democráticas?
Concertar “contra el reloj” las dos ayudas a los dos bandos combatientes
asegura infaliblemente la duración indefinida de la guerra.
G. ¿Y el Japón? R. ¿No tiene ya bastante con China?... Que le garantice Stalin su “no
intervención”. Los japoneses son muy dados al suicidio, pero no tanto
que sean capaces de atacar a la URSS y a China a la vez. ¿Más
objeciones?...
G. No, si de mí dependiera probaría… Pero… ¿cree usted que el
embajador?... R. Creer, sí creo. No me han dejado hablar con él; pero fíjese usted en
un detalle: el nombramiento de Davies se hace público en noviembre del
36; debemos suponer que Roosevelt pensó y gestionó mandarlo mucho antes,
todos sabemos los trámites y el tiempo que requiere dar estado oficial
al nombramiento de un embajador, más de dos meses. Debió ser acordado su
nombramiento allá por agosto… ¿Y qué pasa en agosto?... Que son
fusilados Zinoviev y Kamenev. Yo juraría que su nombramiento solo tiene
como fin el articular de nuevo la política de “Ellos” con la de Stalin.
Sí, lo creo firmemente. Con qué ansiedad ha debido ir viendo caer uno
tras otro a los jefes de la Oposición en las purgas sucesivas… ¿Sabe
usted si asistió al proceso de Radek?...
G. Sí. R. ¿Lo ve usted?... Háblenle. Se halla esperando desde hace muchos
meses.
Final del interrogatorio de Cristian Gueorguievich Rakovski.
G. Por esta noche, debemos terminar; pero antes de separarnos quiero
saber algo más. Supongamos que todo es verdad y que se realiza con pleno
éxito. “Ellos” impondrán ciertas condiciones. ¿Adivina cuáles puedan
ser?... R. No es difícil suponerlas. La primera será que cesen las ejecuciones
de comunistas; es decir, de trotskistas, como ustedes llaman. Se
impondrá, desde luego, fijar unas zonas de influencia… ¿cómo diría
yo?..., los límites que han de separar al comunismo formal del comunismo
real. En lo esencial, no será más. Habrá compromisos de ayuda mutua
durante el tiempo que dure la realización del plan. Verá usted, por
ejemplo, la paradoja de que una muchedumbre de hombres, enemigos de
Stalin, le ayuden; no, no serán proletarios precisamente, no serán
espías profesionales… En todos los rangos de la sociedad, por muy altos
que sean, surgirán hombres valiosos, que ayudarán a este comunismo
formal staliniano cuando pase a ser, si no comunismo real, un comunismo
objetivo… ¿Me ha comprendido?...
G. Un poco; pero envuelve usted la cosa con tan oscuro casuismo…
R. Si hemos de terminar, solo así puedo expresarme. Veamos si puedo aún
ayudarle a comprender. Sabido es que se ha llamado hegeliano al
Marxismo. Así fue reducida la cuestión a la vulgaridad. El idealismo
hegeliano es la vulgar adaptación a la grosera inteligencia occidental
del misticismo naturalista de Baruch Spinoza. “Ellos” son spinozistas;
acaso sea lo inverso y que el spinozismo sea “Ellos”, siendo aquél solo
versión adecuada para la época de la propia filosofía de “Ellos”, muy
anterior y superior… En fin, Marx, hegeliano y, por tanto, spinozista,
fue infiel a su credo, pero solo temporalmente, tácticamente. No es,
como el Marxismo propugna, por el aniquilamiento de un contrario el
devenir de la síntesis. Es por integración superadora de tesis y
antítesis como la síntesis se hace una realidad, una verdad, en un
acorde final de lo subjetivo y objetivo. ¿No lo ve usted ya?... En Moscú
Comunismo; en Nueva York Capitalismo. Igual a tesis y antítesis. Analice
ambas. Moscú: Comunismo subjetivo y Capitalismo objetivo, Capitalismo de
estado. Nueva Cork: Capitalismo subjetivo y Comunismo objetivo. Síntesis
personal, real, verdad: Finanza Internacional, capitalismo-comunista.
“Ellos”.
Fin del interrogatorio de seis horas.
Algún tiempo después del interrogatorio Gabriel explicó al doctor
Landovski lo siguiente:
G. Quiénes son “Ellos” fijamente no lo sabemos; pero hasta el momento,
se han comprobado muchas cosas de las dichas por Rakovsky; por ejemplo,
es cierta la
financiación de Hitler por banqueros de Wall Street. Esto
es verdad, y mucho más. Todos estos meses que no le he visto a usted los
dediqué a investigar sobre el informe de Rakovski. Ciertamente, no he
podido identificar qué personas puedan ser tan estupendos personajes,
pero sí la existencia de una especie de entorno de personalidades
financieras, políticas, científicas y hasta eclesiásticas con rango,
riquezas, poder y situación, cuya posición auténtica, considerada en su
efecto, mediato casi siempre, resulta, por lo menos, extraña,
inexplicable a la luz de un razonamiento vulgar…, porque, realmente,
tienen con la idea comunista gran afinidad; claro es, con una idea del
comunismo muy particular… Más eliminadas todas esas cuestiones de matiz,
línea y perfil, objetivamente, como diría Rakovski, plagiando a Stalin,
por acción u omisión hacen Comunismo... L. ¿Y el embajador [Davies]?
G. Se siguió el consejo de Rakovski casi punto por punto. Nada concreto.
Pero no tuvo repulsa ni se rasgó las vestiduras. Al contrario, mostró
una gran comprensión para todo. No, no es él un enamorado de Inglaterra
ni de Francia… Debe reflejar en ello la secreta opinión de su gran amigo
Roosevelt. Discretamente, aludió a los pasados procesos y hasta llegó a
insinuar cuánto se ganaría en la opinión americana con la clemencia en
el próximo, en el de Rakovski. Como es natural, fue bien observado
durante las sesiones del proceso de marzo. Asistió a todas solo; no le
permitimos llevar ninguno de sus técnicos, para impedir todo “telégrafo”
con los procesados. Él no es diplomático profesional y no debe conocer
ciertas técnicas. Se vio precisado a mirar, queriendo expresar mucho con
los ojos, según nos pareció, y creemos que animó con la mirada a
Rosengolz y al mismo Rakovski. Este último ha confirmado el interés
mostrado en las sesiones por Davies, confesando que, disimuladamente, le
hizo el saludo masónico. Aún hay una cosa más extraña y que no puede ser
falsa. El día 2 de marzo, en la madrugada, se recibió un radio de una
estación muy potente, pero ignorada, claro es, del Oeste, dirigido al
mismo Stalin, que decía: “Clemencia o crecerá la amenaza nazi”. L. ¿No sería broma o maniobra?...
G. No. El radiograma llegó cifrado con la clave de nuestra propia
Embajada en Londres. Comprenderá que es algo muy importante. L. Pero no ha sido verdad la amenaza.
G. ¿Cómo que no?… El día 12 de marzo terminaban los debates en el
Tribunal Supremo, y a las nueve de la noche se retiraba el tribunal a
deliberar. Pues bien, aquel mismo día 12 de marzo, a las 5:30 de la
mañana, Hitler había dado orden de avanzar a sus divisiones acorazadas
sobre Austria. Naturalmente, fue un paseo militar, y Europa entera
guardó un silencio sepulcral… Dígame sinceramente: ¿había motivos para
meditar?..., o ¿debíamos ser tan estúpidos que creyésemos los saludos de
Davies, el, el radiograma, la clave, la coincidencia de la invasión con
la sentencia y el silencio europeo solo casualidad?... No, en efecto, no
los hemos visto a “Ellos”, pero hemos escuchado su voz y hemos entendido
su lenguaje… Por cierto, una voz y un lenguaje demasiado claros.
…
G. (…) Hace un mes nada más, en primero de octubre, nos han hablado por
segunda vez. No menos alto, no menos claro. Hitler ha tomado parte de
Checoslovaquia. Ahora no hubo silencio en Europa. Ha sido peor:
Inglaterra y Francia, en forma pública, expresa y firmando, dieron su
autorización a Hitler. Aún hay algo más elocuente. Alemania y Polonia se
han unido para morderle a los checos. Ya han cometido juntos un delito.
Esto es lo que más une a los ladrones. Han gustado la carne humana…
“Ellos” nos han demostrado cómo es posible unir a dos, por mucho que se
odien, si la unión es con el fin de saciar un apetito… ¿No pueden haber
querido avisarnos de que con la misma facilidad unirán a Polonia y
Alemania para devorar a la URSS?...
¿Se imagina usted qué arma sería contra Stalin demostrar que él ha pactado
con el Führer…?
¿Es nadie capaz de imaginar una explicación inteligible?...
Considere nuestro propio caso. Por causa excepcional, conocemos el origen,
razones y hechos del asunto… ¿Podríamos nosotros dar una explicación
satisfactoria?...
Comprenderá la necesidad absoluta de que todo esto sea un
secreto. Un secreto auténtico.
Un secreto de uno...
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