del Sitio Web ElProyectoMatriz
“ALGUIEN NOS VIGILA A TODAS HORAS”
Aunque parezca ciencia-ficción, la verdad es que alguien sigue constantemente nuestros pasos.
Dejando de lado el control lejano de satélites o de aviones-espía, cuya sofisticación alcanza hoy límites inimaginables, múltiples cámaras graban a pie de calle lo que hacemos. Si entramos en un gran almacén o en un banco, los controles de vídeo y de sonido continúan allí, captándonos el más mínimo gesto.
Ni siquiera el
propio hogar es un baluarte en el que podamos sentirnos libres del ojo de
ese Gran Hermano al que la tecnología actual permite saber dónde estamos,
qué decimos por teléfono o qué mensajes enviamos por Internet.
El terrorismo internacional ha sido la disculpa perfecta que algunos esperaban para, en nombre de la seguridad común, abrir grandes bases de información en las que todo cabe: descripción personal, currículum académico, religión, costumbres, vida laboral y asociativa…
Hasta el ADN ha pasado a
formar parte, en no pocas naciones democráticas, del enorme almacenaje de
reseñas nuestras que se acumulan por ahí y cuya deriva en el futuro resulta
imprevisible.
Teóricamente, el acceso a datos tan sensibles está reservado a juzgados y comisarías, pero,
Qué lejanos parecen ya los tiempos en los que, cuanto se conocía oficialmente de un ciudadano, era su nombre y apellidos, su estado civil, su profesión, una huella dactilar y poco más.
- Los ojos de Londres. O de tu ciudad -
No existían documentos nacionales con “chip” ni tarjetas magnéticas ni expedientes secretos.
Pensábamos que sólo las dictaduras sufrían la querencia de controlarlo todo, pero han bastado en el mundo algunos atentados y un contexto emocional fuerte para que nosotros mismos hayamos confiado a otros nuestra independencia y cedamos informaciones secretas que nos permiten ser lo que somos.
Instalado el control, las cosas resultan luego sencillas. Nadie protesta, pues la criminalidad sirve de coartada a la degradación de la democracia. Nos preocupa más el miedo que la pérdida de libertades y nada nos importa que, en un futuro, la presunción de culpabilidad llegue a primar sobre la presunción de inocencia.
Pero ¿no podemos ser eficaces contra el delito respetando, al mismo tiempo, valores que hemos tardado siglos en conseguir?
¿No debiéramos rechazar vigilancias excesivas o leyes que otorguen
facultades omnímodas a la policía y no debiéramos reclamar siempre la tutela
de jueces cuya misión es perseguir el crimen sin que, por ello, se contamine
de abusos nuestro sistema penal y sin que se lesionen los derechos sagrados
de las personas?
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