by Esther Vivas
March 29, 2013
from GlobalResearch Website

Spanish version

 

 

Esther Vivas is an activist in a variety of social movements in Barcelona and maintains a blog at esthervivas.com where this article first appeared.

 

 

 

 

 

 

 

The land is a source of wealth for a few, here and on the other side of the planet.

 

In the Spanish State, the housing boom has left a legacy of ruinous urban development, airports (almost) without airplanes, ghost towns, huge, obsolete infrastructure projects…

 

And in the global South, the desire to profit from the land has driven off peasants and indigenous peoples, and imposed monocultures for export, large infrastructures for the exclusive benefit of capital and the plundering of their natural resources.

 

The oligarchy in power takes advantage and pulls the strings behind the scenes, negotiating shady urban development deals, redefining rural land to allow it to be used for construction. Corruption cases are multiplying.

 

The culture of backhanders is the order of the day.

 

So is a new despotism by big business at the expense of citizens and our territory. And elsewhere, history repeats itself. Corrupt governments are the best partner for investors who want to acquire land quickly and cheaply.

 

According to an Oxfam report, every six days overseas investors sold an area equivalent to the size of the city of London.

 

It is the fever of the land.

 

 

 

 

Privatization and Land Grabbing

 

 

 

 

Privatization and land grabbing are the order of the day. What’s more beneficial than what we need to live and eat?

 

The food and financial crisis, which erupted in 2008, gave rise, as has been well documented by the international organization GRAIN, to a new cycle of land grabbing on a global scale.

 

Governments of countries dependent on food imports, in order to ensure the production of food beyond their borders for their own population, as well as agribusiness and investors (pension funds, banks), hungry for new and profitable investments, have acquired fertile lands in the South. It is a dynamic that threatens farming and food security in these countries.

 

Indigenous people, driven from their territories, are spearheading the fight against the privatization of the land. This is not a new struggle – and is one that was spearheaded by Chico Mendes, rubber tapper, known for his fight in defence of the Amazon and who was murdered in 1988 by Brazilian landowners.

 

Chico Mendes helped create the Alliance of the Peoples of the Forest, comprising indigenous peoples, rubber tappers, environmentalists, farmers… against multinationals demanded logging and land reform with communal land ownership and its use for the benefit of farm worker families.

 

As he said:

“There is no defence of the forest without the defence of the people of the forest.”

Here in the Spanish State, the Union of Agricultural Workers (SOC), part of the Andalusian Workers Union (SAT) has been one of the key exponents in the struggle for land and the rights of farm laborers.

 

For over a year, they have occupied and worked the farm of Somonte, in Palma del Río, in the southern Córdoba province, that the regional government of Andalusia was preparing to sell, even though 1,700 people in the small town are unemployed. The aim of the occupiers is that this farm is worked by cooperatives of the unemployed, rather than pass into the hands of bankers and landowners.

 

Somonte is a symbol of the struggle of the SOC and the SAT, which is involved in similar efforts elsewhere.

 

In Catalonia, today, a clear example of how the use of land to private interests take precedence over the social and the collective is Can Piella, a seventeenth century farmhouse with land attached that is one of the few remaining rural areas in metropolitan Barcelona.

 

After being abandoned for ten years it was taken over by a group of youths.

 

They created an association, which currently has about two thousand members, who have restored the property, resumed farming, revitalized the surrounding environment and opened it up to people living in the surrounding areas of Llagosta, Santa Perpetua de Mogoda and Montcada i Reixac.

 

Now, after three and a half years of operation, an eviction order threatens the project. The owners who for a decade abandoned the finca and have no plans for it, now claim it back.

 

In the early twentieth century, Emiliano Zapata, peasant and leading figure in the Mexican Revolution, demanded:

“Land for those who work it.”

It has been over one hundred years and this continues to be a topical slogan.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


La Tierra Para Quien la Trabaja
por Esther Vivas
11 Marzo 2013

del Sitio Web Publico

Versión en ingles

 

 

 

Esther Vivas

Periodista y activista. Comprender el mundo para cambiarlo. Cambiarlo para comprenderlo. Autora de diversos libros sobre movimientos sociales y políticas agrícolas y alimentarias.

Su último trabajo es ‘Planeta indignado. Ocupando el futuro’ (Sequitur 2012), escrito junto a Josep Maria Antentas.

En todas partes cuecen habas y aquí más.

@esthervivas |facebook.com/esthervivas| www.esthervivas.com






 

 

 

La tierra es fuente de negocio para unos pocos, ya sea aquí o en la otra punta del planeta.

 

En el Estado español, el boom inmobiliario ha dejado un legado de urbanizaciones en ruinas, aeropuertos sin prácticamente aviones, pueblos fantasma, grandes infraestructuras en desuso… Una realidad que la fotógrafa Julia Schulz-Dornburg ha retratado brillantemente en su libro/inventario Ruinas modernas, una topografía de lucro.

 

Y en los países del Sur, el afán de beneficio con la tierra expulsa a campesinos, pueblos indígenas e impone monocultivos para la exportación, grandes infraestructuras al servicio del capital o el expolio de sus recursos naturales.

 

La oligarquía del poder saca tajada y entre bambalinas negocia componendas urbanísticas, firma recalificaciones y transforma el suelo rústico en urbanizable. Los casos de corrupción se multiplican. La cultura del sobre está al orden del día. Se desarrolla, así, un nuevo caciquismo que hace grandes negocios a espaldas, y a costa, de la ciudadanía y del territorio. Y en otras latitudes, la historia se repite.

 

Los gobiernos corruptos son el mejor aliado para los inversores que quieren adquirir tierras de manera rápida y barata.

 

Según un informe de Intermón Oxfam, cada seis días se vende a inversores extranjeros una superficie equivalente al tamaño de la ciudad de Londres.

 

Es la fiebre de la tierra.

 

 

 

 

La privatización y el acaparamiento de tierras están al orden del día.

 

¿Qué hay de más beneficioso que aquello que necesitamos para vivir y comer? La crisis alimentaria y financiera, que estalló en 2008, dio lugar, como ha documentado ampliamente la organización internacional GRAIN, a un nuevo ciclo de apropiación de tierras a escala global.

 

Gobiernos de países dependientes de la importación de alimentos, con el objetivo de asegurar la producción de comida para su población más allá de sus fronteras, y agroindustria e inversionistas (fondos de pensiones, bancos), ávidos de nuevas y rentables inversiones, vienen adquiriendo desde entonces fértiles tierras en países del Sur.

 

Una dinámica que amenaza la agricultura campesina y la seguridad alimentaria de estos países.

 

Los pueblos indígenas, expulsados de sus territorios, son la punta de lanza del combate contra la privatización de la tierra. Una lucha que no es nueva y de la cual Chico Mendes, recolector de caucho, seringueiro, conocido por su contienda en defensa de la Amazonía y asesinado en 1988 por latifundistas brasileños, fue uno de sus principales exponentes.

 

Chico Mendes impulsó la Alianza de los Pueblos de la Selva, integrada por indígenas, seringueiros, ecologistas, campesinos…, contra las multinacionales madereras y revindicó una reforma agraria con propiedad comunitaria de la tierra y su uso en usufructo por parte de las familias campesinas.

 

Como solía decir:

“No hay defensa de la selva sin la defensa de los pueblos de la selva”.

Sin ir tan lejos, aquí, en el Estado español, el Sindicato de Obreros del Campo (SOC), que forma parte del Sindicato Andaluz de Trabajadores (SAT), ha sido uno de los principales referentes en la lucha por la tierra y en la defensa de los derechos de los jornaleros del campo.

 

Desde hace más de un año, vienen ocupando y trabajando la finca de Somonte, en Palma del Río (Córdoba), una tierra que la Junta de Andalucía se disponía a vender a pesar de que en este municipio 1.700 personas se encuentran en paro. El objetivo de los ocupantes es que esta finca sea trabajada por cooperativas de jornaleros parados, en vez de pasar a manos de banqueros y terratenientes.

 

Somonte es un símbolo de la lucha del SOC y el SAT, como lo es también Marinaleda y tantos otros proyectos que impulsan.

 

En Cataluña, hoy, un claro ejemplo de cómo en el uso de la tierra se anteponen intereses privados a sociales y colectivos es el de Can Piella, una masía del siglo XVII con sus respectivas tierras, de las pocas zonas rurales que quedan en el área metropolitana de Barcelona, que después de llevar abandonada más de diez años fue recuperada por un grupo de jóvenes.

 

A partir de aquí, se creó una asociación, que actualmente cuenta con unos dos mil socios, que restauraron la finca, retomaron la actividad agraria con un huerto comunitario, revitalizaron su entorno y la abrieron a los pueblos de su alrededor, La Llagosta, Santa Perpètua de Mogoda y Montcada i Reixac.

 

Ahora, tras tres años y medio de funcionamiento, una orden de desalojo amenaza el proyecto. La inmobiliaria que durante una década abandonó la masía y que no tiene ningún plan previsto para la misma, la reclama.

 

A principios del siglo XX, Emiliano Zapata, campesino y referente de la revolución mexicana, exigía:

“La tierra para quien la trabaja”.

Han pasado más de cien años y dicha consigna continua teniendo plena actualidad.