Parte 2
Los Ejércitos Secretos de La OTAN
Cuando Se Descubrió el Gladio en Los Estados Europeos…
por Daniele Ganser
26 Noviembre 2009
Desde
Bâle (Suisse)
del Sitio Web
VoltaireNet
Proseguimos la publicación seriada de la obra de referencia sobre las redes
stay-behind de la OTAN.
En este segundo capítulo, el historiador suizo Daniele Ganser describe la larga serie de descubrimientos que revelaron la
existencia de esa organización clandestina en toda Europa occidental y más
allá así como el manto de silencio que rápidamente se extendió sobre ese
escándalo.
La cuestión planteada entonces por el Parlamento Europeo era
saber si las instituciones democráticas no eran más que una fachada tras la
cual los anglosajones venían manipulando a los pueblos de Europa occidental
desde hacía medio siglo.
Una pregunta que sigue siendo válida. |
Fin del año 1990, el escándalo sobre el Gladio estalla en momentos en que
el
presidente francés Francois Mitterrand prepara la opinión pública
para la
entrada de Francia en la guerra de Irak junto a Estados Unidos.
Mitterrand
confía a su ministro de Defensa, Jean-Pierre Chevenement (con los brazos
cruzados en la foto)
la misión de acallar la verdad.
Los franceses deben
seguir ignorando que, desde hace medio siglo,
una estructura militar
clandestina dirige los Estados de Europa occidental
al margen de las
instituciones democráticas.
Los periodistas extranjeros reunidos en el club de la prensa de Roma en el
verano de 1990 se quejaban de la cobardía de sus redacciones ante el
delicado caso Gladio y su dimensión internacional.
Efectivamente, se hace
necesario recordar el delicado contexto en que se produjeron las
revelaciones que el primer ministro italiano Giulio Andreotti hiciera el 3
de agosto ante el senado de su país sobre la existencia de un ejército
secreto stay-behind creado por la OTAN en toda Europa occidental.
La reveladora alocución de Andreotti tuvo lugar el día después del 2 de
agosto de 1990, día de la invasión de Kuwait por el dictador iraquí Sadam
Husein. En París, Londres y Washington, jefes de redacciones y consejeros
militares temían que aquel escándalo viniera a perturbar los preparativos
para la guerra del Golfo.
El 2 de agosto, en Nueva York, Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia,
«espantados por la invasión de Kuwait», habían impuesto en el Consejo de
Seguridad de la ONU, con la anuencia de China y Rusia, la adopción de la
resolución 660, que ordenaba,
«la retirada inmediata e incondicional de todas
las fuerzas iraquíes de las posiciones ocupadas el 1º de agosto de 1990».
En Occidente y en el mundo entero los medios de difusión estaban entonces
focalizados en la «crisis del Golfo» y relataban como Estados Unidos, bajo
la presidencia de
George Bush padre, había emprendido la mayor operación
militar desde la Segunda Guerra Mundial a la cabeza de una coalición de
países a la que pertenecían Alemania, Francia, Gran Bretaña, Italia y
Holanda para liberar Kuwait de la ocupación iraquí en el marco de una
operación bautizada como «Tormenta del Desierto», en enero y febrero de 1991
[1].
Las grandes cadenas televisivas tenían así simultáneamente dos extrañas
historias que poner a la disposición del público: una guerra limpia en el
Golfo Pérsico y el escándalo del Gladio en Europa, que finalmente optaron
por silenciar [2].
Como consecuencia de las revelaciones del primer ministro italiano Giulio
Andreotti, el escándalo atraviesa las fronteras de Italia cuando, el 30 de
octubre, el ex primer ministro socialista de Grecia, Andreas Papandreou,
confirma en el diario griego Ta Nea que él mismo había descubierto, en 1984,
una estructura secreta de la OTAN muy parecida al Gladio italiano y cuyo
desmantelamiento había ordenado de inmediato.
Otras voces se hicieron oír
para exigir una investigación parlamentaria sobre el ejército secreto y su
supuesto papel en el golpe de los coroneles de 1967. Pero el gobierno
conservador griego de la época hizo caso omiso.
El ministro de defensa Varvitsiotis explicó que un ex agregado militar griego en Washington que
había trabajado para la OTAN examinaría las acusaciones, pero anunció:
«El
gobierno no tiene nada que temer» [3].
De Grecia el escándalo pasó después a Alemania donde, el 5 de noviembre, un
parlamentario verde, Manfred Such, que se había enterado del escándalo a
través del diario alemán TAZ, emplazó solemnemente al gobierno de Helmut
Kohl a expresarse sobre las sospechas de existencia de estructuras del tipo
Gladio en Alemania.
Mientras que en el ministerio de Defensa alemán se
reflexionaba sobre la forma más conveniente de encarar aquel emplazamiento,
el canal privado de televisión RTL provocó la indignación pública al
revelar, en un reportaje especial dedicado a Gladio, que ex miembros de las
SS hitlerianas habían formado parte de la rama alemana de la red y que, en
muchos otros países, partidarios de la extrema derecha habían sido enrolados
en el ejército secreto anticomunista.
La tensión aumentó todavía más cuando el vocero del gobierno alemán, Hans
Klein, trató de explicar de forma confusa que,
«el Gladio alemán no era, como
se ha dicho, un comando secreto o una unidad de guerrilla», y agregó que no
podía mencionar detalles debido a que el asunto era secreto militar [4].
Las
declaraciones de Klein provocaron un escándalo entre los socialdemócratas y
los verdes de la oposición, quienes vieron en ellas un trampolín dada la
cercanía de las elecciones federales.
El parlamentario Hermann Scheer, el especialista en cuestiones de defensa en
el seno del SPD, el partido socialdemócrata alemán, comparó aquella
misteriosa red a una especie de «Ku Klux Klan», más destinado a realizar
operaciones clandestinas contra la población y contra la oposición que a
luchar contra una improbable invasión soviética.
Scheer insistía en que
urgía implementar una investigación sobre Gladio,
«antes de que puedan hacer
desaparecer las pruebas» [5].
«Este asunto es de la competencia del fiscal
general (Generalbundesanwalt)», explicó Scheer, «ya que la existencia de una
organización militar secreta fuera de todo control gubernamental o
parlamentario es totalmente contraria a la ley fundamental y entra, por lo
tanto, dentro del campo de la justicia penal» [6].
El parlamentario socialdemócrata Wilfried Penner, miembro de la Comisión
Parlamentaria de Control (PKK) de los servicios secretos alemanes, precisó
que nunca había oído hablar de la red secreta de la OTAN ni,
«de sus
ramificaciones mafiosas» y que «este asunto tenía que ser tratado
públicamente, a la vista de todos» [7].
Burkhard Hirsch, responsable de los
servicios secretos en el seno del gobierno y miembro de la PKK, se declaró
también,
«extremadamente inquieto» ya que «si algo puede permanecer en
secreto durante tanto tiempo, y pueden confiar en mi larga experiencia, es
porque hay algo podrido» [8].
Las voces que se elevaban desde las filas del
SPD exigiendo una investigación oficial se callaron sin embargo rápidamente
cuando el gobierno democratacristiano reveló que los ministros
socialdemócratas también habían mantenido el secreto durante los años que
estuvieron en el poder.
Es por esa razón que, a pesar de las protestas de
los verdes, la cuestión se zanjó a puertas cerradas.
En Bélgica, en la noche del 7 de noviembre, el ministro socialista de
Defensa Guy Coeme confirmó a una población espantada que en su país también
había existido un ejército secreto vinculado a la OTAN.
En una referencia
implícita a las matanzas registradas en Brabante - durante los años 1980,
hombres vestidos de negro habían abierto fuego sobre los clientes de varios
supermercados causando numerosos muertos - el ministro agregó:
«Quiero
descubrir ahora si existe un vínculo entre las actividades de esa red
secreta y la ola de atentados que ensangrentó nuestro país durante los
últimos años» [9].
Enfrentando las cámaras de la prensa, el primer ministro belga
Wilfried
Martens, visiblemente preocupado, declaró:
«Soy primer ministro desde hace
11 años, pero siempre ignoré la existencia de una red de ese tipo en nuestro
país».
Los periodistas señalaron que el primer ministro,
«de ordinario tan
sosegado ante cualquier circunstancia», parecía esta vez «cualquier cosa
menos relajado» [10].
El parlamento belga decidió entonces formar una
comisión especial encargada de investigar sobre la red stay-behind de
Bélgica. Un año después, luego de haber obtenido el desmantelamiento de la
red, dicha comisión presentó un valioso informe público de no menos de 250
páginas [11].
Los parlamentarios belgas lograron descubrir que el ejército clandestino de
la OTAN seguía estando activo. Supieron que el ACC, que se componía de los
generales que comandaban los ejércitos stay-behind de numerosos países de
Europa occidental, se había reunido en el mayor secreto en su cuartel
general de Bruselas los días 23 y 24 de octubre de 1990. Aquel consejo se
había desarrollado bajo la presidencia del general Raymond Van Calster, jefe
del Servicio General de Inteligencia (SGR, siglas en francés), los servicios
secretos militares belgas.
Van Claster montó en cólera cuando varios periodistas lograron seguir la
pista hasta él y lo contactaron repetidamente por teléfono. La primera vez
mintió a la prensa al negar categóricamente, el 9 de noviembre, haber
presidido la reunión internacional del ACC y al afirmar que Gladio era una
cuestión estrictamente italiana.
Más tarde admitió que una red secreta había
sido efectivamente instaurada en Bélgica después de la Segunda Guerra
Mundial,
«con el fin de recoger datos de inteligencia ante la hipótesis de
una invasión soviética» [12].
Desmintiendo enérgicamente todo «vínculo
directo con la OTAN», el general se negó a entrar en detalles, aunque afirmó
solemnemente:
«No tenemos nada que esconder» [13].
En Francia, el gobierno del presidente socialista Francois Mitterrand trató
de restar importancia al asunto anunciando, a través de un representante
prácticamente desconocido, que el ejército secreto «estado disuelto desde
hacia mucho tiempo [en nuestro país]» [14].
El general Constantin Melnik,
jefe de los servicios secretos franceses entre 1959 y 1962, hizo correr
además, a través del diario más importante de Francia, el rumor de que el
Gladio francés había,
«sido probablemente desmantelado inmediatamente después
de la muerte de Stalin en 1953 y no debía existir ya bajo la presidencia de
De Gaulle [o sea después de 1958]» [15].
La prensa francesa se alineó detrás del gobierno, que aquel entonces se
encontraba en plenos preparativos para la guerra del Golfo, y se cuidó de
hacer preguntas demasiado delicadas.
Fue así como un,
«escándalo que ocupaba
los titulares de primera plana en todos los diarios de Europa sólo se
reflejó en una pequeña nota en los diarios parisinos» [16].
Implacablemente, el primer ministro italiano Andreotti echó por tierra la
mentira francesa al declarar el 10 de noviembre de 1990 que Francia había
participado también en la última reunión de la jefatura de Gladio, el ACC,
celebrada en Bélgica el 23 de octubre de 1990.
Después de aquella
revelación, el ministro francés de Defensa Jean-Pierre Chevenement, ante
aquella situación embarazosa, trató de limitar los daños afirmando que el
ejército secreto francés se había mantenido pasivo:
«Según las informaciones
de que dispongo, nunca tuvo más función que la de mantenerse a la espera y
cumplir una función de enlace».
En respuesta a un periodista de radio que le preguntaba si se iba a producir
en Francia una tormenta política similar a las Italia y Bélgica, el ministro
se entregó a varias especulaciones sobre las actividades terroristas o de
otro tipo del ejército secreto antes de contestar con toda calma:
«No lo
creo». [17]
La prensa subrayó que el gobierno estaba haciendo todo lo
posible por evitar que la población viera en Gladio una «abominación
nacional» [18].
En Gran Bretaña, varios voceros del ministerio de Defensa se turnaban día
tras día dando invariablemente a la prensa casi la misma respuesta:
«Lo
siento pero nunca abordamos cuestiones de seguridad» o «Se trata de una
cuestión de seguridad, por lo tanto no la abordaremos» o quizás «No nos
dejaremos arrastrar al terreno de la seguridad nacional» [19].
Mientras que
los diarios seguían publicando día tras día titulares sobre el escándalo del
Gladio, el ministro británico de Defensa Tom King se aventuró a abordar con
desenfado el inquietante asunto:
«No sé detrás de qué quimera están
corriendo ustedes. La cosa parece terriblemente apasionante, pero me temo
que soy un completo ignorante en la materia. Estoy mucho mejor informado
sobre el Golfo» [20].
En el contexto de los preparativos para la Operación Tormenta del Desierto y
la guerra contra Irak, al parlamento británico le pareció que no era urgente
crear una comisión o abrir un debate parlamentario [sobre Gladio] y prefirió
respaldar al gobierno del primer ministro John Major.
En el verano de 1992,
no se había proporcionado aún ninguna versión oficial sobre Gladio, lo cual
provocó la indignación de periodistas como Hugh O’Shaughnessy:
«El silencio
de Whitehall [21] y la falta casi total de curiosidad demostrada por los
parlamentarios sobre un escándalo en que Gran Bretaña está tan profundamente
implicada resultan extraordinarios" [22].
En Holanda, el primer ministro Ruud Lubbers, en el cargo desde 1982, decidió
reaccionar ante el delicado problema con el envío al parlamento, el 13 de
noviembre, de una carta en la que confirmaba la existencia de un ejército
secreto similar en el país y subrayando que «esa organización nunca estuvo
bajo el control de la OTAN» [23].
Posteriormente, Lubbers y el ministro de
Defensa de Holanda, Relus Ter Beek, informaron a puertas cerradas al Comité
encargado de las cuestiones vinculadas a la inteligencia y la seguridad en
el seno del parlamento sobre ciertos detalles sensibles del Gladio holandés.
«Los sucesivos jefes de gobierno y ministros de Defensa estimaron siempre
que era preferible no involucrar en el secreto a los demás miembros del
gabinete ni al parlamento», declaró Lubbers ante los diputados, agregando
que estaba orgulloso de que una treintena de ministros hubieran sido capaces
de mantener aquello en secreto.
Mientras los parlamentarios denunciaban el peligro que implicaba la
existencia de un ejército secreto cuya existencia era desconocida para el
parlamento y para la inmensa mayoría de la ciudadanía, se decidió que la red
secreta no sería objeto de ninguna investigación parlamentaria ni informe
público alguno.
«El problema no es tanto que tal cosa [el Gladio] haya
podido o pueda existir aún hoy en día», declaró el miembro de la oposición
liberal Hans Dijkstal, «sino más bien que el parlamento no haya sido
informado de nada antes de ayer en la noche» [24].
En el vecino Luxemburgo, el primer ministro Jacques Santer se presentó ante
el parlamento el 14 de noviembre de 1990 y confirmó que un ejército secreto
creado por iniciativa de la OTAN había existido también en su país.
«Las
actividades de esas personas se limitaban, y así fue desde su origen, a
entrenarse para su misión, o sea a aprender a reaccionar individualmente en
un entorno hostil o a coordinar los esfuerzos con los países aliados»,
insistió Santer [25].
El reclamo de Jean Huss, un representante del partido verde alternativo que
demandaba en primer lugar que se abriera un debate parlamentario sobre la
cuestión y la posterior creación de una comisión investigadora
parlamentaria, fue sometido a votación y rechazado por la mayoría de los
parlamentarios.
Cuando la prensa internacional anunció que,
«en Portugal, una radio de Lisboa
reportó que células de la red asociada a la Operación Gladio fueron
utilizadas durante los años 50 en la defensa de la dictadura de derecha de
Salazar», el gobierno en funciones respondió emitiendo un desmentido oficial
[26].
El ministro portugués de Defensa, Fernando Nogueira, declaró el 16 de
noviembre de 1990 que nunca había tenido conocimiento de la presencia de una
red Gladio de ningún tipo en Portugal y afirmó que no se disponía en el
ministerio de Defensa ni en la Comandancia de las fuerzas armadas,
«de
ninguna información sobre la existencia o las actividades de una “estructura
Gladio” en Portugal» [27].
Un general retirado desmintió la versión del gobierno y confirmó en la
prensa, de forma anónima, que un ejército paralelo existía también en
Portugal y que,
«dependía del ministerio de Defensa, del ministerio del
Interior y del ministerio de Asuntos Coloniales» [28].
En la vecina España,
país que, al igual que Portugal, había vivido la mayor parte de la guerra
fría bajo el yugo de una dictadura de derecha que reprimía la oposición
política mediante el terror y la tortura, Alberto Oliart, ministro de
Defensa a principios de los años 1980, calificó de «pueril» el hecho de
preguntarse si la España franquista también había tenido un ejército secreto
de extrema derecha ya que «aquí, Gladio era el gobierno mismo» [29].
En Dinamarca, ante la presión pública, el ministro de Defensa Knud Engaard
se dirigió al parlamento, el Folketing, el 21 de noviembre para desmentir
que alguna organización «de cualquier naturaleza» hubiese sido creada en el
país por la OTAN y sostenida por la CIA.
«Como las informaciones relativas a
una operación montada por los servicios secretos ante la hipótesis de una
ocupación del país son confidenciales, incluso altamente confidenciales»,
subrayó el ministro, «me resulta imposible hablar de ellas ante el
parlamento danés».
Pelle Voigt, que había traído el caso de Gladio al
parlamento, hizo notar que,
«la respuesta del ministro de Defensa era
contradictoria y confirmaba indirectamente que Dinamarca también tenía su
red clandestina» [30].
Esto dio lugar a una discusión a puertas cerradas en
el seno de la Comisión del parlamento danés encargada de controlar la acción
de los servicios secretos.
Cuando la prensa de Noruega empezó a interpelar al gobierno sobre el tema
del Gladio, la respuesta que recibió fue la más corta que se haya ofrecido
nunca sobre ese tema.
«Las palabras de Hansen siguen siendo exactas»,
declaró el vocero del ministerio de Defensa Erik Senstad, refiriéndose así a
una intervención del ministro de Defensa Rolf Hansen ante el parlamento,
intervención que databa de 1978 y en la que el ministro no tuvo más remedio
que reconocer la existencia en Noruega de un ejército secreto, que ya había
sido descubierto.
El contralmirante Jan Ingebristen, quien había renunciado
a su cargo de jefe de la inteligencia militar noruega en 1985, provocó la
indignación de la población al justificar el secreto que rodeaba la
existencia de aquellos ejércitos.
«No hay en ello nada sospechoso. Si esas
unidades están destinadas a actuar clandestinamente en territorio ocupado,
es un imperativo que se mantengan en secreto» [31].
En Turquía, la élite del poder reaccionó ante el escándalo del Gladio el 3
de diciembre a través del general Dogan Beyazit, presidente del Departamento
de Operaciones del ejército turco, y del general Kemal Yilmaz, comandante de
las Fuerzas Especiales, quienes confirmaron en la prensa la existencia de un
ejército secreto creado por la OTAN y dirigido por el «Departamento de
Operaciones Especiales» con la misión de,
«organizar la resistencia ante la
posibilidad de una ocupación comunista» [32].
Mientras los generales trataban de convencer a la opinión de que los
miembros del Gladio turco eran todos buenos «patriotas», los periodistas y
el ex primer ministro Bulent Ecevit revelaron que el ejército secreto,
bautizado contraguerrilla, estaba implicado en actos de tortura, atentados y
asesinatos así como en los sucesivos golpes de Estado que habían
caracterizado la historia reciente de Turquía.
El ejército se negó a
responder las preguntas del parlamento y de los ministros civiles y el
ministerio de Defensa turco le advirtió a Ecevit que «¡hubiera hecho mejor
en cerrar el pico!» [33].
Mientras la contraguerrilla [turca] proseguía varias operaciones, el propio
Departamento de Estado estadounidense señalaba en su informe de 1995 sobre
los derechos humanos que,
«fuentes confiables en el seno de organizaciones
humanitarias, representantes de la comunidad kurda y kurdos presentes en el
lugar afirman que el gobierno autoriza, incluso organiza, el asesinato de
civiles».
El informe precisaba que,
«las asociaciones de defensa de derechos
humanos refieren una tesis generalizada y creíble según la cual un grupo de
contraguerrilla vinculado a las fuerzas de seguridad estuvo cometiendo
“matanzas secretas”».
Cuando la periodista [estadounidense] Lucy Komisar trató de extender la
investigación a los Estados Unidos descubrió rápidamente que, en cuestión de
secretos militares, su propio gobierno no era mucho mejor que los generales
turcos.
«El Pentágono se negó a decirme si Washington seguía proporcionando
fondos o algún tipo de ayuda al Departamento de Operaciones Especiales. En
realidad, esquivaron todas mis preguntas sobre ese tema.»
Komisar recibió
siempre respuestas evasivas:
«Los representantes que pude ver me
respondieron que no sabían nada o que los hechos eran demasiado recientes
como para que hubiese algo en los archivos o que yo estaba describiendo una
operación de la CIA sobre la que nada podían decirme».
Un historiador del
Pentágono le respondió:
«Ah, ¿usted quiere hablar de la organización
'stay-behind'? ¡Eso es confidencial!» [34].
Pero el problema de la contraguerrilla [turca] no tardó en reaparecer.
El 3
de noviembre de 1996, un automóvil negro marca Mercedes chocó con un tractor
en una autopista, cerca del apartado pueblo de Susurluk, más de 150
kilómetros al sur de Estambul. Un dirigente de la contraguerrilla turca, un
alto responsable de la policía y un miembro del Parlamento resultaron
muertos en el accidente.
Muchos vieron en ello la prueba concreta de la
profunda implicación del gobierno en la guerra sucia de la contraguerrilla y
miles de personas salieron a la calle para protestar contra el «Estado de Susurluk» y exigir que se liberara el país «del control de las pandillas».
En enero de 1998, el primer ministro Mesut Ylmaz tuvo que informar ante
millones de teleespectadores sobre las conclusiones de los 7 meses de
investigación parlamentaria sobre el escándalo de Susurluk.
«Esto es la
anatomía de un escandaloso caos», comenzó el primer ministro, antes de
reconocer que un «escuadrón de la muerte se había mantenido en el seno del
Estado» mientras que «todos los órganos del poder tenían conocimiento de la
situación» [35].
Como consecuencia de la profusión de revelaciones acusadoras en toda Europa
occidental, el escándalo del Gladio fue objeto de debate en el Parlamento
Europeo el 22 de noviembre de 1990.
La Comunidad Europea se componía en
aquel entonces de 12 miembros, y todos se veían afectados por el escándalo
[36].
Los 12 habían establecido entre sí una estrecha cooperación y se
disponían a instaurar el Mercado Común, que debía garantizar la libre
circulación de personas, bienes y servicios y capitales.
Sin embargo, las
cuestiones de seguridad y de defensa seguían estando en manos de cada uno de
los Estados miembros ya que estos seguían siendo soberanos en ambos
aspectos.
«Señor presidente, damas y caballeros, una exigencia de orden moral y
político se plantea a la nueva Europa que poco a poco estamos construyendo»,
así abrió el debate aquel día el eurodiputado Falqui.
«Esta Europa sólo
podrá sobrevivir basándose en la verdad y en la perfecta transparencia de
sus instituciones ante las oscuras intrigas contra la democracia que han
marcado la historia, incluso la historia reciente, de muchos países
europeos.»
Subrayó Falqui que no habría «futuro alguno, señoras y señores,
si no disipamos ese sentimiento de haber vivido en lo que pudiéramos llamar
un doble Estado, abierto y democrático por un lado, por el otro clandestino
y reaccionario. Es por ello que tenemos que conocer la naturaleza y el
número de redes “Gladio” a las que dieron abrigo los Estados miembros de la
Comunidad Europea» [37].
El eurodiputado belga Dury (socialista) compartía aquellas preocupaciones al
declarar a sus colegas parlamentarios:
«Lo que nos inquieta en el caso
Gladio es que tales redes hayan podido existir a espaldas y fuera de todo
control de las instituciones políticas democráticas. Ese es, a mi entender,
el principal problema subsistente.»
Dury concluyó que la historia de los
ejércitos secretos debía ser investigada:
«Estamos, por nuestra parte,
convencidos de la necesidad de arrojar luz sobre todo este asunto para
definir todas sus implicaciones y poner fin a los abusos que pudiesen
perdurar y afectar a otras organizaciones así como prevenir las posibles
tentaciones que pudiesen haberse suscitado».
Según el eurodiputado belga, la investigación tenía que abordar también el
papel de
la OTAN,
«aunque en lo tocante a su responsabilidad y la del
SHAPE,
no creo que se pueda hablar de conspiración», indicó.
«Me parece, a pesar de
todo, que tenemos que mantenernos especialmente vigilantes y atentos si
queremos que se sepa toda la verdad. Bien sabemos que ciertos miembros de
Gladio son también miembros de los comités de la OTAN».
Y concluyó: «Arrojar
luz sobre este tipos de zonas oscuras constituye precisamente la obligación
que nos confiere nuestro mandato democrático» [38].
«Señor presidente, el sistema Gladio operó durante 40 años bajo distintos
nombres», declaró ante sus colegas el parlamentario griego Ephremidis.
«Operó en la clandestinidad y razonablemente podemos atribuirle una
responsabilidad en todos los actos de desestabilización, de provocación y de
terrorismo cometidos en nuestros países a lo largo de 4 décadas, actos en
los que seguramente se encuentra implicado de forma directa o indirecta».
Ephremidis denunció enérgicamente la red
stay-behind en su conjunto y sobre
todo,
«el hecho que [esa red] haya sido instaurada por la CIA y la OTAN, las
cuales - con el pretexto de defender la democracia - pisotearon ésta última y
la utilizaron en aras de sus funestos propósitos».
Al aludir de forma implícita al papel que desempeñó el Gladio griego en el
golpe de Estado de 1967, señaló indignado el hecho que «la democracia que se
supone disfrutamos no ha sido ni es en realidad otra cosa que una fachada» y
llamó al Parlamento Europeo a realizar una investigación.
«Hay que descubrir
cada una de las sutilezas del asunto y, para ello, tenemos que formar una
subcomisión investigadora encargada de escuchar a los testigos y de dar a
conocer toda la verdad para que se tomen todas las medidas necesarias para
liberar por fin nuestros países de esas organizaciones clandestinas» [39].
El parlamentario belga de Donnea (reformador liberal) ofreció, por su parte,
una visión muy diferente:
«Señor presidente, al término de la Segunda Guerra
Mundial, para la mayoría de nuestros Estados estaba plenamente justificada
la creación de servicios que tuvieran como misión la preparación de redes de
resistencia que pudieran ser activadas en caso de ocupación de nuestro
territorio por parte de los ejércitos del Pacto de Varsovia».
Este
eurodiputado belga subrayó:
«Estamos por lo tanto en deuda con todos
aquellos que, mientras la guerra fría se prolongaba eternamente, trabajaron
en esas redes».
Para de Donnea era evidente que los ejércitos secretos
tenían que seguir siendo secretos:
«Para mantener su eficacia, esas redes
tenían necesariamente que mantenerse en la sombra», aunque deseaba de todas
maneras que salieran a la luz sus supuestos vínculos con actividades
terroristas.
«Dicho esto, si existen indicios o fuertes presunciones que
permiten suponer que esas redes hayan podido actuar de forma ilegal y
anormal en ciertos países, es interés de todos averiguar la verdad y
castigar a los culpables» [40].
El diputado flamenco Vandemeulebroucke resumió de manera bastante justa el
sentir de numerosos europeos:
«Este caso deja un gusto amargo porque se
remonta a la creación de la Comunidad Europea y porque pretendemos
precisamente instaurar una nueva forma de democracia».
Precisó Vandemeulebroucke que era sobre todo el secreto que rodeaba la operación lo
que le inquietaba como parlamentario, ya que,
«los presupuestos de esas
organizaciones clandestinas se mantuvieron también en secreto. No se
discutieron nunca en ningún parlamento y queremos expresar nuestra inquietud
en cuanto al hecho que (…) resulta evidente que existen órganos capaces de
tomar decisiones y de hacer que estas se apliquen sin verse sometidos a
ningún tipo de control democrático».
El diputado holandés concluyó:
«Quiero protestar más enérgicamente aun
contra el hecho que el ejército americano, ya sea a través del SHAPE, de la
OTAN o de la CIA, se arrogue el derecho de interferir en nuestra
democracia».
Reconoció después que el asunto no entraba dentro del campo de
competencia del Parlamento Europeo.
«Estoy perfectamente conciente de que no
somos competentes en materia de seguridad y de mantenimiento de la paz»,
explicó.
«Es por eso que la resolución votada pide la creación de una
comisión investigadora parlamentaria en cada uno de los 12 Estados miembros
para se sepa la verdad» [41].
Como consecuencia de los debates, el Parlamento Europeo decidió adoptar una
resolución sobre el caso Gladio.
La resolución contenía una enérgica
denuncia del fenómeno y, en su preámbulo, intentaba describir la operación a
través de 7 puntos:
-
«Considerando que varios gobiernos
europeos han revelado la existencia desde hace 40 años y en varios
Estados miembros de la Comunidad de una organización que realiza
operaciones armadas y de inteligencia paralela»
-
«Considerando que durante estos 40 años
esa organización escapó a todo control democrático y fue dirigida
por los servicios secretos de los Estados interesados en
colaboración con la OTAN»
-
«Temiendo que tales redes hayan podido
interferir ilegalmente en los asuntos políticos internos de los
Estados miembros o que sigan teniendo la capacidad de hacerlo»
-
«Considerando que en ciertos Estados
miembros los servicios secretos militares (o elementos
incontrolables en el seno de esos servicios) han estado implicados
en graves actos de terrorismo y criminales como se ha probado
mediante diversas investigaciones judiciales»
-
«Considerando que esas organizaciones
actuaron y siguen actuando fuera de todo marco legal, no están
sometidas a ningún control parlamentario y, en la mayor parte de los
casos, sin que sean informados los más altos responsables del
gobierno y los garantes de la Constitución»
-
«Considerando que las diferentes
organizaciones “Gladio” disponen de sus propios arsenales y
equipamientos militares que les garantizan una fuerza de ataque
desconocida, constituyendo así una amenaza para las estructuras
democráticas de los países en los que operan y han operado»
-
«Profundamente preocupado ante la existencia de órganos de decisión y
de ejecución fuera de todo control democrático y de naturaleza totalmente
clandestina, en momentos en que un fortalecimiento de la cooperación
comunitaria en materia de seguridad está siendo el centro de todos los
debates».
Después de aquel preámbulo, la resolución condenaba, en primer lugar,
«la
creación clandestina de redes de acción y de manipulación y [llamaba] a
abrir una profunda investigación sobre la naturaleza, la estructura, los
objetivos y todo otro aspecto de esas organizaciones secretas o de todo
grupo disidente, sobre su utilización como forma de injerencia en los
asuntos políticos internos de los países interesados, sobre el problema del
terrorismo en Europa y sobre la posible complicidad de los servicios
secretos de los Estados miembros o de terceros países».
En segundo lugar, la Unión Europea protestaba,
«enérgicamente contra el
derecho que sean arrogado ciertos responsables del ejército estadounidense
que trabajan para el SHAPE o para la OTAN a estimular la creación en Europa
de una red clandestina de inteligencia y acción».
En un tercer punto, la resolución llamaba a «los gobiernos de los Estados
miembros a desmantelar todas las redes militares y paramilitares
clandestinas».
Como cuarto punto, la Unión Europea exhortaba,
«las jurisdicciones de los
países en los que la presencia de tales organizaciones militares [estaba]
comprobada a determinar con exactitud su composición y su forma de operar y
a establecer un listado de todas las acciones que al parecer realizaron con
vistas a desestabilizar las estructuras democráticas de los Estados
miembros».
La UE reclamaba además que,
«todos los Estados miembros tomen las medidas
necesarias, de ser necesario mediante la nominación de comisiones
parlamentarias de investigación, con el fin de hacer un listado exhaustivo
de las organizaciones secretas en ese contexto y, al mismo tiempo, de
controlar sus vínculos con sus respectivos servicios de inteligencia y, de
ser el caso, con grupos terroristas y/u otras prácticas ilegales».
El sexto punto de la resolución estaba dirigido al Consejo de Ministros de
la Unión Europea, muy especialmente a los ministros de Defensa, y lo llamaba
a «proporcionar toda la información sobre las actividades de esas servicios
clandestinos de inteligencia y de acción».
En el séptimo punto, el Parlamento Europeo pedía,
«a su comisión competente
que escuchara testigos con el fin de aclarar el papel y el impacto de la
organización “GLADIO” y de otras redes similares».
Como último punto, aunque no menos importante, y aludiendo explícitamente a
la OTAN y a los Estados Unidos, el Parlamento Europeo,
«[ordenaba] a su
presidente transmitir la presente resolución a la Comisión del Consejo de
Europa, al secretario general de la OTAN, a los gobiernos de los Estados
miembros y al gobierno de los Estados Unidos» [42].
Mucho ruido para nada.
Ni una sola de las 8 medidas que exigía el Parlamento
Europeo se ejecutó debidamente. Bélgica, Italia y Suiza fueron los únicos
países que nombraron cada uno una comisión investigadora parlamentaria y
presentaron un informe público sustancial y detallado.
Y, aunque la resolución se puso en conocimiento de los servicios interesados
de la Unión Europea, la OTAN y el gobierno estadounidense, ni el secretario
general de la OTAN
Manfred Worner, ni el presidente de los Estados Unidos
George Bush padre apoyaron la apertura de una investigación exhaustiva u
ofrecieron explicaciones públicas.
Referencias
[1] La coalición se componía de Kuwait, Estados Unidos, Arabia Saudita, Gran
Bretaña, Francia, Holanda, Egipto, Omán, Siria, Qatar, Bahrein, los Emiratos
Árabes Unidos, Israel, Afganistán, Bangla Desh, Canadá, Bélgica,
Checoslovaquia, Alemania, Honduras, Italia, Níger, Rumania y Corea del Sur.
El 29 de noviembre de 1990, el Consejo de Seguridad de la ONU adoptó la
resolución 678 que autorizaba a los aliados de Kuwait a hacer uso, al
término del plazo fijado en el ultimátum, de «todos los medios necesarios
(…) con el fin de restaurar la paz mundial y la estabilidad internacional en
la región», si Irak no se retiraba de Kuwait antes del 15 de enero de 1991.
Al no respetar Sadam Husein el ultimátum de la ONU, la operación Tormenta
del Desierto, bajo el mando de los Estados Unidos, comenzó el 17 de enero de
1991 con una serie de bombardeos aéreos masivos, seguidos el 24 de enero por
el comienzo de la invasión por fuerzas terrestres. Las fuerzas iraquíes
fueron rápidamente derrotadas y la capital de Kuwait fue liberada el 27 de
febrero. Al día siguiente, la coalición anunciaba el fin de los combates.
Las cifras estimadas de soldados muertos son de 100 000 entre las fuerzas
iraquíes y sólo 370 en las filas de la coalición. El 3 de marzo de 1991,
Irak aceptó un cese del fuego y Sadam Husein se mantuvo en el poder.
[2] Leo Muller, Gladio. Das Erbe des Kalten Krieges. Der NATO Geheimbund und
sein deutscher Vorläufer (Rowohlt, Hamburgo, 1991), p.27.
[3] Sin autor determinado, «Spinne unterm Schafsfell. In Südeuropa war die
Guerillatruppe besonders aktiv – auch bei den Militärputschen in
Griechenland und der Türkei?» publicado en el semanario informativo alemán
Der Spiegel, n°48, 26 de noviembre de 1990.
[4] Presse- und Informationsamt der Bundesregierung. Pressemitteilung
n°455/90, de Hans Klein, 14 de noviembre de 1990. Ver también Muller,
Gladio, p.30.
[5] Sin autor determinado, «Das blutige Schwert der CIA. Nachrichten aus dem
Kalten Krieg : In ganz Europa gibt es geheime NATO Kommandos, die dem Feind
aus dem Osten widerstehen sollen. Kanzler, Verteidigungsminister und
Bundeswehrgenerale wussten angeblich von nichts. Die Spuren führen nach
Pullach, zur ‘stay-behind organisation’ des Bundesnachrichtendienstes»
publicado en el semanario informativo alemán Der Spiegel, 19 de noviembre de
1990.
[6] Fragmento de Muller, Gladio, p.14.
[7] ] Ibid., p.75.
[8] Der Spiegel del 19 de noviembre de 1990, op. cit.
[9] Fragmento de Jan Willems, Gladio (Editions EPO, Bruxelles, 1991), p.13.
[10] Willems, Gladio, p.13.
[11] Sénat de Belgique : Enquête parlementaire sur l’existence en Belgique
d’un réseau de renseignement clandestin international [Senado de Bélgica:
Investigación parlamentaria sobre la existencia en Bélgica de una red
clandestina internacional de inteligencia]. Informe presentado por los
señores Erdman y Hasquein a nombre de la comisión investigadora. Bruselas,
1º de octubre de 1991.
[12] Sénat de Belgique : Enquête parlementaire sur l’existence en Belgique
d’un réseau de renseignement clandestin international [Senado de Bélgica:
Investigación parlamentaria sobre la existencia en Bélgica de una red
clandestina internacional de inteligencia]. Informe presentado por los
señores Erdman y Hasquein a nombre de la comisión investigadora. Bruselas,
1º de octubre de 1991.
[13] Agencia internacional de prensa Associated Press, 11 de noviembre de
1990.
[14] Muller, Gladio, p.30.
[15] Diario francés Le Monde del 13 de noviembre de 1990 («Les suites de
l’affaire "Gladio" Le président de la République, M. Cossiga, est prêt à
donner "toute information opportune"»). Ver también el semanario suizo
Wochenzeitung del 14 de diciembre de 1990.
[16] Jean-Francois Brozzu-Gentile, L’affaire Gladio: Les réseaux secrets
américains au coeur du terrorisme en Europe (Editions Albin Michel, Paris,
1994), p.140.
[17] Diario francés Le Monde del 14 de noviembre de 1990. Agencia de prensa
internacional Reuters, 12 de noviembre de 1990. Diario británico The
Guardian del 14 de noviembre de 1990 «Nato’s secret network ’also operated
in France’».
[18] Gentile, Gladio, p.141.
[19] Diario británico The Guardian del 14 de noviembre de 1990.
[20] Richard Norton Taylor, «Secret Italian unit ‘trained in Britain’» en el
diario británico The Guardian del 17 de noviembre de 1990.
[21] Whitehall es la avenida londinense donde se encuentran las sedes de los
principales ministerios. Generalmente se menciona para referirse al Foreign
Office [el ministerio británico de Relaciones Exteriores].
[22] Hugh O’Shaughnessy, Gladio: «Europe’s best kept secret». Se suponía que
estos agentes se quedarían tras las líneas enemigas si el Ejército Rojo
invadía Europa occidental. Pero esa red, instaurada con las mejores
intenciones, degeneró en algunos países convirtiéndose en instrumento del
terrorismo y de la agitación política de extrema derecha. Diario británico
The Observer, 7 de junio de 1992.
[23] Agencia internacional de prensa Associated Press, 14 de noviembre de
1990. El texto íntegro de la carta de Lubber al parlamento se publicó en
neerlandés en el diario NRC Handelsblatt, edición del 14 de noviembre de
1990 bajo el título «Brief premier Lubbers “geheime organisatie” ». También
aparece con la identificación Kamerstuk N°21895 en los archivos del
parlamento de Holanda.
[24] internacional de prensa Associated Press, 14 novembre 1990.
[25] La retranscripción íntegra se publicó en el Luxemburger Wort el 15 de
noviembre de 1990.
[26] Diario británico The Guardian, 10 de noviembre de 1990.
[27] Diario portugués Diario De Noticias, 17 de noviembre de 1990.
[28] Joao Paulo Guerra, «‘Gladio’ actuou em Portugal» en el diario portugués
O Jornal, 16 de noviembre de 1990.
[29] «Calvo Sotelo asegura que España no fue informada, cuando entró en la
OTAN, de la existencia de Gladio. Moran sostiene que no oyó hablar de la red
clandestina mientras fue ministro de Exteriores», diario español El País, 21
de noviembre de 1990.
[30] Diario danés Berlingske Tidende, 25 de noviembre de 1990.
[31] Agencia internacional de prensa Associated Press, 14 de noviembre de
1990.
[32] Serdar Celik, «Turkey’s Killing Machine: The Contra Guerrilla Force»,
Kurdistan Report, febrero-marzo de 1994. La fuente es una entrevista con el
jefe del Estado Mayor Dogan Gures publicada en el diario turco Milliyet el 5
de septiembre de 1992.
[33] Lucy Komisar, «Turkey’s terrorists: A CIA legacy lives on» en The
Progressive, abril de 1997.
[34] Ibid.
[35] Hugh Pope, «Turkey Promoted Death Squads and Drug Trafficking. Prime
Minister’s Probe of 1996 Car Crash Scandal Excoriates Rival Mrs Ciller» en
el diario estadounidense Wall Street Journal, 26 de enero de 1998.
[36] En 1990, los países miembros de la Unión Europea eran Francia,
Alemania, Italia, Bélgica, Holanda, Luxemburgo, Dinamarca, Irlanda, Gran
Bretaña, Grecia, España y Portugal.
[37] Debates del Parlamento Europeo, 22 de noviembre de 1990.
Retranscripciones oficiales.
[38] Ibid.
[39] Ibid.
[40] Ibid.
[41] Ibid.
[42] Resolución del Parlamento Europeo sobre el caso Gladio, 22 de noviembre
de 1990.
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