Parte 2
	Los Ejércitos Secretos de La OTAN
	
	
	
	Cuando Se Descubrió el Gladio en Los Estados Europeos…
	por Daniele Ganser
	26 Noviembre 2009
	
	Desde
	Bâle (Suisse)
	del Sitio Web
	
	VoltaireNet
	
	 
	
		
			| 
			 
			Proseguimos la publicación seriada de la obra de referencia sobre las redes 
	stay-behind de la OTAN.  
			
			En este segundo capítulo, el historiador suizo Daniele Ganser describe la larga serie de descubrimientos que revelaron la 
	existencia de esa organización clandestina en toda Europa occidental y más 
	allá así como el manto de silencio que rápidamente se extendió sobre ese 
	escándalo.  
			
			La cuestión planteada entonces por el Parlamento Europeo era 
	saber si las instituciones democráticas no eran más que una fachada tras la 
	cual los anglosajones venían manipulando a los pueblos de Europa occidental 
	desde hacía medio siglo.  
			
			Una pregunta que sigue siendo válida.  | 
		
	
	
	
	 
	
	
	
	Fin del año 1990, el escándalo sobre el Gladio estalla en momentos en que 
	
	
	el 
	presidente francés Francois Mitterrand prepara la opinión pública 
	
	para la 
	entrada de Francia en la guerra de Irak junto a Estados Unidos. 
	
	Mitterrand 
	confía a su ministro de Defensa, Jean-Pierre Chevenement (con los brazos 
	cruzados en la foto)
	
	la misión de acallar la verdad. 
	
	Los franceses deben 
	seguir ignorando que, desde hace medio siglo, 
	
	una estructura militar 
	clandestina dirige los Estados de Europa occidental 
	
	al margen de las 
	instituciones democráticas.
	
	
	Los periodistas extranjeros reunidos en el club de la prensa de Roma en el 
	verano de 1990 se quejaban de la cobardía de sus redacciones ante el 
	delicado caso Gladio y su dimensión internacional. 
	
	 
	
	Efectivamente, se hace 
	necesario recordar el delicado contexto en que se produjeron las 
	revelaciones que el primer ministro italiano Giulio Andreotti hiciera el 3 
	de agosto ante el senado de su país sobre la existencia de un ejército 
	secreto stay-behind creado por la OTAN en toda Europa occidental.
	
	La reveladora alocución de Andreotti tuvo lugar el día después del 2 de 
	agosto de 1990, día de la invasión de Kuwait por el dictador iraquí Sadam 
	Husein. En París, Londres y Washington, jefes de redacciones y consejeros 
	militares temían que aquel escándalo viniera a perturbar los preparativos 
	para la guerra del Golfo.
	
	
	El 2 de agosto, en Nueva York, Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia, 
	«espantados por la invasión de Kuwait», habían impuesto en el Consejo de 
	Seguridad de la ONU, con la anuencia de China y Rusia, la adopción de la 
	resolución 660, que ordenaba, 
	
		
		«la retirada inmediata e incondicional de todas 
	las fuerzas iraquíes de las posiciones ocupadas el 1º de agosto de 1990».
	
	
	En Occidente y en el mundo entero los medios de difusión estaban entonces 
	focalizados en la «crisis del Golfo» y relataban como Estados Unidos, bajo 
	la presidencia de 
	George Bush padre, había emprendido la mayor operación 
	militar desde la Segunda Guerra Mundial a la cabeza de una coalición de 
	países a la que pertenecían Alemania, Francia, Gran Bretaña, Italia y 
	Holanda para liberar Kuwait de la ocupación iraquí en el marco de una 
	operación bautizada como «Tormenta del Desierto», en enero y febrero de 1991 
	[1]. 
	
	 
	
	Las grandes cadenas televisivas tenían así simultáneamente dos extrañas 
	historias que poner a la disposición del público: una guerra limpia en el 
	Golfo Pérsico y el escándalo del Gladio en Europa, que finalmente optaron 
	por silenciar [2].
	
	Como consecuencia de las revelaciones del primer ministro italiano Giulio 
	Andreotti, el escándalo atraviesa las fronteras de Italia cuando, el 30 de 
	octubre, el ex primer ministro socialista de Grecia, Andreas Papandreou, 
	confirma en el diario griego Ta Nea que él mismo había descubierto, en 1984, 
	una estructura secreta de la OTAN muy parecida al Gladio italiano y cuyo 
	desmantelamiento había ordenado de inmediato. 
	
	 
	
	Otras voces se hicieron oír 
	para exigir una investigación parlamentaria sobre el ejército secreto y su 
	supuesto papel en el golpe de los coroneles de 1967. Pero el gobierno 
	conservador griego de la época hizo caso omiso. 
	
	 
	
	El ministro de defensa Varvitsiotis explicó que un ex agregado militar griego en Washington que 
	había trabajado para la OTAN examinaría las acusaciones, pero anunció: 
	
		
		«El 
	gobierno no tiene nada que temer» [3].
	
	
	De Grecia el escándalo pasó después a Alemania donde, el 5 de noviembre, un 
	parlamentario verde, Manfred Such, que se había enterado del escándalo a 
	través del diario alemán TAZ, emplazó solemnemente al gobierno de Helmut 
	Kohl a expresarse sobre las sospechas de existencia de estructuras del tipo 
	Gladio en Alemania. 
	
	 
	
	Mientras que en el ministerio de Defensa alemán se 
	reflexionaba sobre la forma más conveniente de encarar aquel emplazamiento, 
	el canal privado de televisión RTL provocó la indignación pública al 
	revelar, en un reportaje especial dedicado a Gladio, que ex miembros de las 
	SS hitlerianas habían formado parte de la rama alemana de la red y que, en 
	muchos otros países, partidarios de la extrema derecha habían sido enrolados 
	en el ejército secreto anticomunista.
	
	La tensión aumentó todavía más cuando el vocero del gobierno alemán, Hans 
	Klein, trató de explicar de forma confusa que, 
	
		
		«el Gladio alemán no era, como 
	se ha dicho, un comando secreto o una unidad de guerrilla», y agregó que no 
	podía mencionar detalles debido a que el asunto era secreto militar [4].
		
	
	
	Las 
	declaraciones de Klein provocaron un escándalo entre los socialdemócratas y 
	los verdes de la oposición, quienes vieron en ellas un trampolín dada la 
	cercanía de las elecciones federales.
	
	El parlamentario Hermann Scheer, el especialista en cuestiones de defensa en 
	el seno del SPD, el partido socialdemócrata alemán, comparó aquella 
	misteriosa red a una especie de «Ku Klux Klan», más destinado a realizar 
	operaciones clandestinas contra la población y contra la oposición que a 
	luchar contra una improbable invasión soviética. 
	
	 
	
	Scheer insistía en que 
	urgía implementar una investigación sobre Gladio, 
	
		
		«antes de que puedan hacer 
	desaparecer las pruebas» [5]. 
		 
		
		«Este asunto es de la competencia del fiscal 
	general (Generalbundesanwalt)», explicó Scheer, «ya que la existencia de una 
	organización militar secreta fuera de todo control gubernamental o 
	parlamentario es totalmente contraria a la ley fundamental y entra, por lo 
	tanto, dentro del campo de la justicia penal» [6].
	
	
	El parlamentario socialdemócrata Wilfried Penner, miembro de la Comisión 
	Parlamentaria de Control (PKK) de los servicios secretos alemanes, precisó 
	que nunca había oído hablar de la red secreta de la OTAN ni, 
	
		
		«de sus 
	ramificaciones mafiosas» y que «este asunto tenía que ser tratado 
	públicamente, a la vista de todos» [7]. 
	
	
	Burkhard Hirsch, responsable de los 
	servicios secretos en el seno del gobierno y miembro de la PKK, se declaró 
	también, 
	
		
		«extremadamente inquieto» ya que «si algo puede permanecer en 
	secreto durante tanto tiempo, y pueden confiar en mi larga experiencia, es 
	porque hay algo podrido» [8]. 
	
	
	Las voces que se elevaban desde las filas del 
	SPD exigiendo una investigación oficial se callaron sin embargo rápidamente 
	cuando el gobierno democratacristiano reveló que los ministros 
	socialdemócratas también habían mantenido el secreto durante los años que 
	estuvieron en el poder. 
	
	 
	
	Es por esa razón que, a pesar de las protestas de 
	los verdes, la cuestión se zanjó a puertas cerradas.
	
	En Bélgica, en la noche del 7 de noviembre, el ministro socialista de 
	Defensa Guy Coeme confirmó a una población espantada que en su país también 
	había existido un ejército secreto vinculado a la OTAN. 
	
	 
	
	En una referencia 
	implícita a las matanzas registradas en Brabante - durante los años 1980, 
	hombres vestidos de negro habían abierto fuego sobre los clientes de varios 
	supermercados causando numerosos muertos - el ministro agregó: 
	
		
		«Quiero 
	descubrir ahora si existe un vínculo entre las actividades de esa red 
	secreta y la ola de atentados que ensangrentó nuestro país durante los 
	últimos años» [9].
	
	
	Enfrentando las cámaras de la prensa, el primer ministro belga 
	Wilfried 
	Martens, visiblemente preocupado, declaró: 
	
		
		«Soy primer ministro desde hace 
	11 años, pero siempre ignoré la existencia de una red de ese tipo en nuestro 
	país». 
	
	
	Los periodistas señalaron que el primer ministro, 
	
		
		«de ordinario tan 
	sosegado ante cualquier circunstancia», parecía esta vez «cualquier cosa 
	menos relajado» [10]. 
	
	
	El parlamento belga decidió entonces formar una 
	comisión especial encargada de investigar sobre la red stay-behind de 
	Bélgica. Un año después, luego de haber obtenido el desmantelamiento de la 
	red, dicha comisión presentó un valioso informe público de no menos de 250 
	páginas [11].
	
	Los parlamentarios belgas lograron descubrir que el ejército clandestino de 
	la OTAN seguía estando activo. Supieron que el ACC, que se componía de los 
	generales que comandaban los ejércitos stay-behind de numerosos países de 
	Europa occidental, se había reunido en el mayor secreto en su cuartel 
	general de Bruselas los días 23 y 24 de octubre de 1990. Aquel consejo se 
	había desarrollado bajo la presidencia del general Raymond Van Calster, jefe 
	del Servicio General de Inteligencia (SGR, siglas en francés), los servicios 
	secretos militares belgas.
	
	Van Claster montó en cólera cuando varios periodistas lograron seguir la 
	pista hasta él y lo contactaron repetidamente por teléfono. La primera vez 
	mintió a la prensa al negar categóricamente, el 9 de noviembre, haber 
	presidido la reunión internacional del ACC y al afirmar que Gladio era una 
	cuestión estrictamente italiana. 
	
	 
	
	Más tarde admitió que una red secreta había 
	sido efectivamente instaurada en Bélgica después de la Segunda Guerra 
	Mundial, 
	
		
		«con el fin de recoger datos de inteligencia ante la hipótesis de 
	una invasión soviética» [12]. 
	
	
	Desmintiendo enérgicamente todo «vínculo 
	directo con la OTAN», el general se negó a entrar en detalles, aunque afirmó 
	solemnemente: 
	
		
		«No tenemos nada que esconder» [13].
	
	
	En Francia, el gobierno del presidente socialista Francois Mitterrand trató 
	de restar importancia al asunto anunciando, a través de un representante 
	prácticamente desconocido, que el ejército secreto «estado disuelto desde 
	hacia mucho tiempo [en nuestro país]» [14]. 
	
	 
	
	El general Constantin Melnik, 
	jefe de los servicios secretos franceses entre 1959 y 1962, hizo correr 
	además, a través del diario más importante de Francia, el rumor de que el 
	Gladio francés había, 
	
		
		«sido probablemente desmantelado inmediatamente después 
	de la muerte de Stalin en 1953 y no debía existir ya bajo la presidencia de 
	De Gaulle [o sea después de 1958]» [15].
	
	
	La prensa francesa se alineó detrás del gobierno, que aquel entonces se 
	encontraba en plenos preparativos para la guerra del Golfo, y se cuidó de 
	hacer preguntas demasiado delicadas. 
	
	 
	
	Fue así como un, 
	
		
		«escándalo que ocupaba 
	los titulares de primera plana en todos los diarios de Europa sólo se 
	reflejó en una pequeña nota en los diarios parisinos» [16].
	
	
	Implacablemente, el primer ministro italiano Andreotti echó por tierra la 
	mentira francesa al declarar el 10 de noviembre de 1990 que Francia había 
	participado también en la última reunión de la jefatura de Gladio, el ACC, 
	celebrada en Bélgica el 23 de octubre de 1990. 
	
	 
	
	Después de aquella 
	revelación, el ministro francés de Defensa Jean-Pierre Chevenement, ante 
	aquella situación embarazosa, trató de limitar los daños afirmando que el 
	ejército secreto francés se había mantenido pasivo: 
	
		
		«Según las informaciones 
	de que dispongo, nunca tuvo más función que la de mantenerse a la espera y 
	cumplir una función de enlace».
	
	
	En respuesta a un periodista de radio que le preguntaba si se iba a producir 
	en Francia una tormenta política similar a las Italia y Bélgica, el ministro 
	se entregó a varias especulaciones sobre las actividades terroristas o de 
	otro tipo del ejército secreto antes de contestar con toda calma: 
	
		
		«No lo 
	creo». [17] 
	
	
	La prensa subrayó que el gobierno estaba haciendo todo lo 
	posible por evitar que la población viera en Gladio una «abominación 
	nacional» [18].
	
	 
	
	En Gran Bretaña, varios voceros del ministerio de Defensa se turnaban día 
	tras día dando invariablemente a la prensa casi la misma respuesta: 
	
		
		«Lo 
	siento pero nunca abordamos cuestiones de seguridad» o «Se trata de una 
	cuestión de seguridad, por lo tanto no la abordaremos» o quizás «No nos 
	dejaremos arrastrar al terreno de la seguridad nacional» [19].
		
	
	
	Mientras que 
	los diarios seguían publicando día tras día titulares sobre el escándalo del 
	Gladio, el ministro británico de Defensa Tom King se aventuró a abordar con 
	desenfado el inquietante asunto: 
	
		
		«No sé detrás de qué quimera están 
	corriendo ustedes. La cosa parece terriblemente apasionante, pero me temo 
	que soy un completo ignorante en la materia. Estoy mucho mejor informado 
	sobre el Golfo» [20].
	
	
	En el contexto de los preparativos para la Operación Tormenta del Desierto y 
	la guerra contra Irak, al parlamento británico le pareció que no era urgente 
	crear una comisión o abrir un debate parlamentario [sobre Gladio] y prefirió 
	respaldar al gobierno del primer ministro John Major. 
	
	 
	
	En el verano de 1992, 
	no se había proporcionado aún ninguna versión oficial sobre Gladio, lo cual 
	provocó la indignación de periodistas como Hugh O’Shaughnessy: 
	
		
		«El silencio 
	de Whitehall [21] y la falta casi total de curiosidad demostrada por los 
	parlamentarios sobre un escándalo en que Gran Bretaña está tan profundamente 
	implicada resultan extraordinarios" [22].
	
	
	En Holanda, el primer ministro Ruud Lubbers, en el cargo desde 1982, decidió 
	reaccionar ante el delicado problema con el envío al parlamento, el 13 de 
	noviembre, de una carta en la que confirmaba la existencia de un ejército 
	secreto similar en el país y subrayando que «esa organización nunca estuvo 
	bajo el control de la OTAN» [23]. 
	
	 
	
	Posteriormente, Lubbers y el ministro de 
	Defensa de Holanda, Relus Ter Beek, informaron a puertas cerradas al Comité 
	encargado de las cuestiones vinculadas a la inteligencia y la seguridad en 
	el seno del parlamento sobre ciertos detalles sensibles del Gladio holandés. 
	
	
		
		«Los sucesivos jefes de gobierno y ministros de Defensa estimaron siempre 
	que era preferible no involucrar en el secreto a los demás miembros del 
	gabinete ni al parlamento», declaró Lubbers ante los diputados, agregando 
	que estaba orgulloso de que una treintena de ministros hubieran sido capaces 
	de mantener aquello en secreto.
	
	
	Mientras los parlamentarios denunciaban el peligro que implicaba la 
	existencia de un ejército secreto cuya existencia era desconocida para el 
	parlamento y para la inmensa mayoría de la ciudadanía, se decidió que la red 
	secreta no sería objeto de ninguna investigación parlamentaria ni informe 
	público alguno. 
	
		
		«El problema no es tanto que tal cosa [el Gladio] haya 
	podido o pueda existir aún hoy en día», declaró el miembro de la oposición 
	liberal Hans Dijkstal, «sino más bien que el parlamento no haya sido 
	informado de nada antes de ayer en la noche» [24].
	
	
	En el vecino Luxemburgo, el primer ministro Jacques Santer se presentó ante 
	el parlamento el 14 de noviembre de 1990 y confirmó que un ejército secreto 
	creado por iniciativa de la OTAN había existido también en su país. 
	
		
		«Las 
	actividades de esas personas se limitaban, y así fue desde su origen, a 
	entrenarse para su misión, o sea a aprender a reaccionar individualmente en 
	un entorno hostil o a coordinar los esfuerzos con los países aliados», 
	insistió Santer [25].
	
	
	El reclamo de Jean Huss, un representante del partido verde alternativo que 
	demandaba en primer lugar que se abriera un debate parlamentario sobre la 
	cuestión y la posterior creación de una comisión investigadora 
	parlamentaria, fue sometido a votación y rechazado por la mayoría de los 
	parlamentarios.
	
	Cuando la prensa internacional anunció que, 
	
		
		«en Portugal, una radio de Lisboa 
	reportó que células de la red asociada a la Operación Gladio fueron 
	utilizadas durante los años 50 en la defensa de la dictadura de derecha de 
	Salazar», el gobierno en funciones respondió emitiendo un desmentido oficial 
		[26]. 
	
	
	El ministro portugués de Defensa, Fernando Nogueira, declaró el 16 de 
	noviembre de 1990 que nunca había tenido conocimiento de la presencia de una 
	red Gladio de ningún tipo en Portugal y afirmó que no se disponía en el 
	ministerio de Defensa ni en la Comandancia de las fuerzas armadas, 
	
		
		«de 
	ninguna información sobre la existencia o las actividades de una “estructura 
	Gladio” en Portugal» [27].
	
	
	Un general retirado desmintió la versión del gobierno y confirmó en la 
	prensa, de forma anónima, que un ejército paralelo existía también en 
	Portugal y que,
	
		
		«dependía del ministerio de Defensa, del ministerio del 
	Interior y del ministerio de Asuntos Coloniales» [28]. 
		
	
	
	En la vecina España, 
	país que, al igual que Portugal, había vivido la mayor parte de la guerra 
	fría bajo el yugo de una dictadura de derecha que reprimía la oposición 
	política mediante el terror y la tortura, Alberto Oliart, ministro de 
	Defensa a principios de los años 1980, calificó de «pueril» el hecho de 
	preguntarse si la España franquista también había tenido un ejército secreto 
	de extrema derecha ya que «aquí, Gladio era el gobierno mismo» [29].
	
	En Dinamarca, ante la presión pública, el ministro de Defensa Knud Engaard 
	se dirigió al parlamento, el Folketing, el 21 de noviembre para desmentir 
	que alguna organización «de cualquier naturaleza» hubiese sido creada en el 
	país por la OTAN y sostenida por la CIA. 
	
		
		«Como las informaciones relativas a 
	una operación montada por los servicios secretos ante la hipótesis de una 
	ocupación del país son confidenciales, incluso altamente confidenciales», 
	subrayó el ministro, «me resulta imposible hablar de ellas ante el 
	parlamento danés». 
	
	
	Pelle Voigt, que había traído el caso de Gladio al 
	parlamento, hizo notar que, 
	
		
		«la respuesta del ministro de Defensa era 
	contradictoria y confirmaba indirectamente que Dinamarca también tenía su 
	red clandestina» [30]. 
	
	
	Esto dio lugar a una discusión a puertas cerradas en 
	el seno de la Comisión del parlamento danés encargada de controlar la acción 
	de los servicios secretos.
	
	Cuando la prensa de Noruega empezó a interpelar al gobierno sobre el tema 
	del Gladio, la respuesta que recibió fue la más corta que se haya ofrecido 
	nunca sobre ese tema. 
	
		
		«Las palabras de Hansen siguen siendo exactas», 
	declaró el vocero del ministerio de Defensa Erik Senstad, refiriéndose así a 
	una intervención del ministro de Defensa Rolf Hansen ante el parlamento, 
	intervención que databa de 1978 y en la que el ministro no tuvo más remedio 
	que reconocer la existencia en Noruega de un ejército secreto, que ya había 
	sido descubierto. 
	
	
	El contralmirante Jan Ingebristen, quien había renunciado 
	a su cargo de jefe de la inteligencia militar noruega en 1985, provocó la 
	indignación de la población al justificar el secreto que rodeaba la 
	existencia de aquellos ejércitos. 
	
		
		«No hay en ello nada sospechoso. Si esas 
	unidades están destinadas a actuar clandestinamente en territorio ocupado, 
	es un imperativo que se mantengan en secreto» [31].
	
	
	En Turquía, la élite del poder reaccionó ante el escándalo del Gladio el 3 
	de diciembre a través del general Dogan Beyazit, presidente del Departamento 
	de Operaciones del ejército turco, y del general Kemal Yilmaz, comandante de 
	las Fuerzas Especiales, quienes confirmaron en la prensa la existencia de un 
	ejército secreto creado por la OTAN y dirigido por el «Departamento de 
	Operaciones Especiales» con la misión de, 
	
		
		«organizar la resistencia ante la 
	posibilidad de una ocupación comunista» [32].
	
	
	Mientras los generales trataban de convencer a la opinión de que los 
	miembros del Gladio turco eran todos buenos «patriotas», los periodistas y 
	el ex primer ministro Bulent Ecevit revelaron que el ejército secreto, 
	bautizado contraguerrilla, estaba implicado en actos de tortura, atentados y 
	asesinatos así como en los sucesivos golpes de Estado que habían 
	caracterizado la historia reciente de Turquía. 
	
	 
	
	El ejército se negó a 
	responder las preguntas del parlamento y de los ministros civiles y el 
	ministerio de Defensa turco le advirtió a Ecevit que «¡hubiera hecho mejor 
	en cerrar el pico!» [33].
	
	Mientras la contraguerrilla [turca] proseguía varias operaciones, el propio 
	Departamento de Estado estadounidense señalaba en su informe de 1995 sobre 
	los derechos humanos que, 
	
		
		«fuentes confiables en el seno de organizaciones 
	humanitarias, representantes de la comunidad kurda y kurdos presentes en el 
	lugar afirman que el gobierno autoriza, incluso organiza, el asesinato de 
	civiles». 
	
	
	El informe precisaba que, 
	
		
		«las asociaciones de defensa de derechos 
	humanos refieren una tesis generalizada y creíble según la cual un grupo de 
	contraguerrilla vinculado a las fuerzas de seguridad estuvo cometiendo 
	“matanzas secretas”».
	
	
	Cuando la periodista [estadounidense] Lucy Komisar trató de extender la 
	investigación a los Estados Unidos descubrió rápidamente que, en cuestión de 
	secretos militares, su propio gobierno no era mucho mejor que los generales 
	turcos. 
	
		
		«El Pentágono se negó a decirme si Washington seguía proporcionando 
	fondos o algún tipo de ayuda al Departamento de Operaciones Especiales. En 
	realidad, esquivaron todas mis preguntas sobre ese tema.» 
	
	
	Komisar recibió 
	siempre respuestas evasivas: 
	
		
		«Los representantes que pude ver me 
	respondieron que no sabían nada o que los hechos eran demasiado recientes 
	como para que hubiese algo en los archivos o que yo estaba describiendo una 
	operación de la CIA sobre la que nada podían decirme». 
	
	
	Un historiador del 
	Pentágono le respondió: 
	
		
		«Ah, ¿usted quiere hablar de la organización 
		'stay-behind'? ¡Eso es confidencial!» [34].
	
	
	Pero el problema de la contraguerrilla [turca] no tardó en reaparecer. 
	
	 
	
	El 3 
	de noviembre de 1996, un automóvil negro marca Mercedes chocó con un tractor 
	en una autopista, cerca del apartado pueblo de Susurluk, más de 150 
	kilómetros al sur de Estambul. Un dirigente de la contraguerrilla turca, un 
	alto responsable de la policía y un miembro del Parlamento resultaron 
	muertos en el accidente. 
	
	 
	
	Muchos vieron en ello la prueba concreta de la 
	profunda implicación del gobierno en la guerra sucia de la contraguerrilla y 
	miles de personas salieron a la calle para protestar contra el «Estado de Susurluk» y exigir que se liberara el país «del control de las pandillas».
	
	En enero de 1998, el primer ministro Mesut Ylmaz tuvo que informar ante 
	millones de teleespectadores sobre las conclusiones de los 7 meses de 
	investigación parlamentaria sobre el escándalo de Susurluk. 
	
		
		«Esto es la 
	anatomía de un escandaloso caos», comenzó el primer ministro, antes de 
	reconocer que un «escuadrón de la muerte se había mantenido en el seno del 
	Estado» mientras que «todos los órganos del poder tenían conocimiento de la 
	situación» [35].
	
	
	Como consecuencia de la profusión de revelaciones acusadoras en toda Europa 
	occidental, el escándalo del Gladio fue objeto de debate en el Parlamento 
	Europeo el 22 de noviembre de 1990. 
	
	 
	
	La Comunidad Europea se componía en 
	aquel entonces de 12 miembros, y todos se veían afectados por el escándalo
	[36]. 
	
	 
	
	Los 12 habían establecido entre sí una estrecha cooperación y se 
	disponían a instaurar el Mercado Común, que debía garantizar la libre 
	circulación de personas, bienes y servicios y capitales. 
	
	 
	
	Sin embargo, las 
	cuestiones de seguridad y de defensa seguían estando en manos de cada uno de 
	los Estados miembros ya que estos seguían siendo soberanos en ambos 
	aspectos.
	
		
		«Señor presidente, damas y caballeros, una exigencia de orden moral y 
	político se plantea a la nueva Europa que poco a poco estamos construyendo», 
	así abrió el debate aquel día el eurodiputado Falqui. 
		 
		
		«Esta Europa sólo 
	podrá sobrevivir basándose en la verdad y en la perfecta transparencia de 
	sus instituciones ante las oscuras intrigas contra la democracia que han 
	marcado la historia, incluso la historia reciente, de muchos países 
	europeos.» 
		 
		
		Subrayó Falqui que no habría «futuro alguno, señoras y señores, 
	si no disipamos ese sentimiento de haber vivido en lo que pudiéramos llamar 
	un doble Estado, abierto y democrático por un lado, por el otro clandestino 
	y reaccionario. Es por ello que tenemos que conocer la naturaleza y el 
	número de redes “Gladio” a las que dieron abrigo los Estados miembros de la 
	Comunidad Europea» [37].
	
	
	El eurodiputado belga Dury (socialista) compartía aquellas preocupaciones al 
	declarar a sus colegas parlamentarios: 
	
		
		«Lo que nos inquieta en el caso 
	Gladio es que tales redes hayan podido existir a espaldas y fuera de todo 
	control de las instituciones políticas democráticas. Ese es, a mi entender, 
	el principal problema subsistente.» 
	
	
	Dury concluyó que la historia de los 
	ejércitos secretos debía ser investigada: 
	
		
		«Estamos, por nuestra parte, 
	convencidos de la necesidad de arrojar luz sobre todo este asunto para 
	definir todas sus implicaciones y poner fin a los abusos que pudiesen 
	perdurar y afectar a otras organizaciones así como prevenir las posibles 
	tentaciones que pudiesen haberse suscitado».
	
	
	Según el eurodiputado belga, la investigación tenía que abordar también el 
	papel de 
	la OTAN, 
	
		
		«aunque en lo tocante a su responsabilidad y la del 
		
		SHAPE, 
	no creo que se pueda hablar de conspiración», indicó. 
		 
		
		«Me parece, a pesar de 
	todo, que tenemos que mantenernos especialmente vigilantes y atentos si 
	queremos que se sepa toda la verdad. Bien sabemos que ciertos miembros de 
	Gladio son también miembros de los comités de la OTAN». 
		 
		
		Y concluyó: «Arrojar 
	luz sobre este tipos de zonas oscuras constituye precisamente la obligación 
	que nos confiere nuestro mandato democrático» [38].
		 
		
		«Señor presidente, el sistema Gladio operó durante 40 años bajo distintos 
	nombres», declaró ante sus colegas el parlamentario griego Ephremidis. 
		
		 
		
		«Operó en la clandestinidad y razonablemente podemos atribuirle una 
	responsabilidad en todos los actos de desestabilización, de provocación y de 
	terrorismo cometidos en nuestros países a lo largo de 4 décadas, actos en 
	los que seguramente se encuentra implicado de forma directa o indirecta».
		
	
	
	Ephremidis denunció enérgicamente la red 
	
	stay-behind en su conjunto y sobre 
	todo, 
	
		
		«el hecho que [esa red] haya sido instaurada por la CIA y la OTAN, las 
	cuales - con el pretexto de defender la democracia - pisotearon ésta última y 
	la utilizaron en aras de sus funestos propósitos».
	
	
	Al aludir de forma implícita al papel que desempeñó el Gladio griego en el 
	golpe de Estado de 1967, señaló indignado el hecho que «la democracia que se 
	supone disfrutamos no ha sido ni es en realidad otra cosa que una fachada» y 
	llamó al Parlamento Europeo a realizar una investigación. 
	
		
		«Hay que descubrir 
	cada una de las sutilezas del asunto y, para ello, tenemos que formar una 
	subcomisión investigadora encargada de escuchar a los testigos y de dar a 
	conocer toda la verdad para que se tomen todas las medidas necesarias para 
	liberar por fin nuestros países de esas organizaciones clandestinas» [39].
	
	
	El parlamentario belga de Donnea (reformador liberal) ofreció, por su parte, 
	una visión muy diferente: 
	
		
		«Señor presidente, al término de la Segunda Guerra 
	Mundial, para la mayoría de nuestros Estados estaba plenamente justificada 
	la creación de servicios que tuvieran como misión la preparación de redes de 
	resistencia que pudieran ser activadas en caso de ocupación de nuestro 
	territorio por parte de los ejércitos del Pacto de Varsovia». 
	
	
	Este 
	eurodiputado belga subrayó: 
	
		
		«Estamos por lo tanto en deuda con todos 
	aquellos que, mientras la guerra fría se prolongaba eternamente, trabajaron 
	en esas redes». 
	
	
	Para de Donnea era evidente que los ejércitos secretos 
	tenían que seguir siendo secretos: 
	
		
		«Para mantener su eficacia, esas redes 
	tenían necesariamente que mantenerse en la sombra», aunque deseaba de todas 
	maneras que salieran a la luz sus supuestos vínculos con actividades 
	terroristas. 
		 
		
		«Dicho esto, si existen indicios o fuertes presunciones que 
	permiten suponer que esas redes hayan podido actuar de forma ilegal y 
	anormal en ciertos países, es interés de todos averiguar la verdad y 
	castigar a los culpables» [40].
	
	
	El diputado flamenco Vandemeulebroucke resumió de manera bastante justa el 
	sentir de numerosos europeos: 
	
		
		«Este caso deja un gusto amargo porque se 
	remonta a la creación de la Comunidad Europea y porque pretendemos 
	precisamente instaurar una nueva forma de democracia». 
	
	
	Precisó Vandemeulebroucke que era sobre todo el secreto que rodeaba la operación lo 
	que le inquietaba como parlamentario, ya que, 
	
		
		«los presupuestos de esas 
	organizaciones clandestinas se mantuvieron también en secreto. No se 
	discutieron nunca en ningún parlamento y queremos expresar nuestra inquietud 
	en cuanto al hecho que (…) resulta evidente que existen órganos capaces de 
	tomar decisiones y de hacer que estas se apliquen sin verse sometidos a 
	ningún tipo de control democrático».
	
	
	El diputado holandés concluyó: 
	
		
		«Quiero protestar más enérgicamente aun 
	contra el hecho que el ejército americano, ya sea a través del SHAPE, de la 
	OTAN o de la CIA, se arrogue el derecho de interferir en nuestra 
	democracia». 
	
	
	Reconoció después que el asunto no entraba dentro del campo de 
	competencia del Parlamento Europeo. 
	
		
		«Estoy perfectamente conciente de que no 
	somos competentes en materia de seguridad y de mantenimiento de la paz», 
	explicó. 
		 
		
		«Es por eso que la resolución votada pide la creación de una 
	comisión investigadora parlamentaria en cada uno de los 12 Estados miembros 
	para se sepa la verdad» [41].
	
	
	Como consecuencia de los debates, el Parlamento Europeo decidió adoptar una 
	resolución sobre el caso Gladio. 
	
	 
	
	La resolución contenía una enérgica 
	denuncia del fenómeno y, en su preámbulo, intentaba describir la operación a 
	través de 7 puntos:
	
		
			- 
			
			«Considerando que varios gobiernos 
			europeos han revelado la existencia desde hace 40 años y en varios 
			Estados miembros de la Comunidad de una organización que realiza 
			operaciones armadas y de inteligencia paralela»
 
			- 
			
			«Considerando que durante estos 40 años 
			esa organización escapó a todo control democrático y fue dirigida 
			por los servicios secretos de los Estados interesados en 
			colaboración con la OTAN»
 
			- 
			
			«Temiendo que tales redes hayan podido 
			interferir ilegalmente en los asuntos políticos internos de los 
			Estados miembros o que sigan teniendo la capacidad de hacerlo»
			 
			- 
			
			«Considerando que en ciertos Estados 
			miembros los servicios secretos militares (o elementos 
			incontrolables en el seno de esos servicios) han estado implicados 
			en graves actos de terrorismo y criminales como se ha probado 
			mediante diversas investigaciones judiciales»
 
			- 
			
			«Considerando que esas organizaciones 
			actuaron y siguen actuando fuera de todo marco legal, no están 
			sometidas a ningún control parlamentario y, en la mayor parte de los 
			casos, sin que sean informados los más altos responsables del 
			gobierno y los garantes de la Constitución»
 
			- 
			
			«Considerando que las diferentes 
			organizaciones “Gladio” disponen de sus propios arsenales y 
			equipamientos militares que les garantizan una fuerza de ataque 
			desconocida, constituyendo así una amenaza para las estructuras 
			democráticas de los países en los que operan y han operado»
			 
			- 
			
			«Profundamente preocupado ante la existencia de órganos de decisión y 
	de ejecución fuera de todo control democrático y de naturaleza totalmente 
	clandestina, en momentos en que un fortalecimiento de la cooperación 
	comunitaria en materia de seguridad está siendo el centro de todos los 
	debates».
 
		
	
	
	Después de aquel preámbulo, la resolución condenaba, en primer lugar, 
	
		
		«la 
	creación clandestina de redes de acción y de manipulación y [llamaba] a 
	abrir una profunda investigación sobre la naturaleza, la estructura, los 
	objetivos y todo otro aspecto de esas organizaciones secretas o de todo 
	grupo disidente, sobre su utilización como forma de injerencia en los 
	asuntos políticos internos de los países interesados, sobre el problema del 
	terrorismo en Europa y sobre la posible complicidad de los servicios 
	secretos de los Estados miembros o de terceros países».
	
	
	En segundo lugar, la Unión Europea protestaba, 
	
		
		«enérgicamente contra el 
	derecho que sean arrogado ciertos responsables del ejército estadounidense 
	que trabajan para el SHAPE o para la OTAN a estimular la creación en Europa 
	de una red clandestina de inteligencia y acción».
	
	
	En un tercer punto, la resolución llamaba a «los gobiernos de los Estados 
	miembros a desmantelar todas las redes militares y paramilitares 
	clandestinas».
	
	Como cuarto punto, la Unión Europea exhortaba, 
	
		
		«las jurisdicciones de los 
	países en los que la presencia de tales organizaciones militares [estaba] 
	comprobada a determinar con exactitud su composición y su forma de operar y 
	a establecer un listado de todas las acciones que al parecer realizaron con 
	vistas a desestabilizar las estructuras democráticas de los Estados 
	miembros».
	
	
	La UE reclamaba además que, 
	
		
		«todos los Estados miembros tomen las medidas 
	necesarias, de ser necesario mediante la nominación de comisiones 
	parlamentarias de investigación, con el fin de hacer un listado exhaustivo 
	de las organizaciones secretas en ese contexto y, al mismo tiempo, de 
	controlar sus vínculos con sus respectivos servicios de inteligencia y, de 
	ser el caso, con grupos terroristas y/u otras prácticas ilegales».
	
	
	El sexto punto de la resolución estaba dirigido al Consejo de Ministros de 
	la Unión Europea, muy especialmente a los ministros de Defensa, y lo llamaba 
	a «proporcionar toda la información sobre las actividades de esas servicios 
	clandestinos de inteligencia y de acción».
	
	En el séptimo punto, el Parlamento Europeo pedía, 
	
		
		«a su comisión competente 
	que escuchara testigos con el fin de aclarar el papel y el impacto de la 
	organización “GLADIO” y de otras redes similares».
	
	
	Como último punto, aunque no menos importante, y aludiendo explícitamente a 
	la OTAN y a los Estados Unidos, el Parlamento Europeo, 
	
		
		«[ordenaba] a su 
	presidente transmitir la presente resolución a la Comisión del Consejo de 
	Europa, al secretario general de la OTAN, a los gobiernos de los Estados 
	miembros y al gobierno de los Estados Unidos» [42].
	
	
	Mucho ruido para nada. 
	
	 
	
	Ni una sola de las 8 medidas que exigía el Parlamento 
	Europeo se ejecutó debidamente. Bélgica, Italia y Suiza fueron los únicos 
	países que nombraron cada uno una comisión investigadora parlamentaria y 
	presentaron un informe público sustancial y detallado.
	
	Y, aunque la resolución se puso en conocimiento de los servicios interesados 
	de la Unión Europea, la OTAN y el gobierno estadounidense, ni el secretario 
	general de la OTAN 
	
	Manfred Worner, ni el presidente de los Estados Unidos 
	George Bush padre apoyaron la apertura de una investigación exhaustiva u 
	ofrecieron explicaciones públicas.
	 
	
	 
	
	 
	
	Referencias
	
		
		[1] La coalición se componía de Kuwait, Estados Unidos, Arabia Saudita, Gran 
	Bretaña, Francia, Holanda, Egipto, Omán, Siria, Qatar, Bahrein, los Emiratos 
	Árabes Unidos, Israel, Afganistán, Bangla Desh, Canadá, Bélgica, 
	Checoslovaquia, Alemania, Honduras, Italia, Níger, Rumania y Corea del Sur. 
	El 29 de noviembre de 1990, el Consejo de Seguridad de la ONU adoptó la 
	resolución 678 que autorizaba a los aliados de Kuwait a hacer uso, al 
	término del plazo fijado en el ultimátum, de «todos los medios necesarios 
	(…) con el fin de restaurar la paz mundial y la estabilidad internacional en 
	la región», si Irak no se retiraba de Kuwait antes del 15 de enero de 1991. 
	Al no respetar Sadam Husein el ultimátum de la ONU, la operación Tormenta 
	del Desierto, bajo el mando de los Estados Unidos, comenzó el 17 de enero de 
	1991 con una serie de bombardeos aéreos masivos, seguidos el 24 de enero por 
	el comienzo de la invasión por fuerzas terrestres. Las fuerzas iraquíes 
	fueron rápidamente derrotadas y la capital de Kuwait fue liberada el 27 de 
	febrero. Al día siguiente, la coalición anunciaba el fin de los combates. 
	Las cifras estimadas de soldados muertos son de 100 000 entre las fuerzas 
	iraquíes y sólo 370 en las filas de la coalición. El 3 de marzo de 1991, 
	Irak aceptó un cese del fuego y Sadam Husein se mantuvo en el poder.
[2] Leo Muller, Gladio. Das Erbe des Kalten Krieges. Der NATO Geheimbund und 
	sein deutscher Vorläufer (Rowohlt, Hamburgo, 1991), p.27.
[3] Sin autor determinado, «Spinne unterm Schafsfell. In Südeuropa war die 
	Guerillatruppe besonders aktiv – auch bei den Militärputschen in 
	Griechenland und der Türkei?» publicado en el semanario informativo alemán 
	Der Spiegel, n°48, 26 de noviembre de 1990.
[4] Presse- und Informationsamt der Bundesregierung. Pressemitteilung 
	n°455/90, de Hans Klein, 14 de noviembre de 1990. Ver también Muller, 
	Gladio, p.30.
[5] Sin autor determinado, «Das blutige Schwert der CIA. Nachrichten aus dem 
	Kalten Krieg : In ganz Europa gibt es geheime NATO Kommandos, die dem Feind 
	aus dem Osten widerstehen sollen. Kanzler, Verteidigungsminister und 
	Bundeswehrgenerale wussten angeblich von nichts. Die Spuren führen nach 
	Pullach, zur ‘stay-behind organisation’ des Bundesnachrichtendienstes» 
	publicado en el semanario informativo alemán Der Spiegel, 19 de noviembre de 
	1990.
[6] Fragmento de Muller, Gladio, p.14.
[7] ] Ibid., p.75.
		
[8] Der Spiegel del 19 de noviembre de 1990, op. cit.
[9] Fragmento de Jan Willems, Gladio (Editions EPO, Bruxelles, 1991), p.13.
		
[10] Willems, Gladio, p.13.
[11] Sénat de Belgique : Enquête parlementaire sur l’existence en Belgique 
	d’un réseau de renseignement clandestin international [Senado de Bélgica: 
	Investigación parlamentaria sobre la existencia en Bélgica de una red 
	clandestina internacional de inteligencia]. Informe presentado por los 
	señores Erdman y Hasquein a nombre de la comisión investigadora. Bruselas, 
	1º de octubre de 1991.
[12] Sénat de Belgique : Enquête parlementaire sur l’existence en Belgique 
	d’un réseau de renseignement clandestin international [Senado de Bélgica: 
	Investigación parlamentaria sobre la existencia en Bélgica de una red 
	clandestina internacional de inteligencia]. Informe presentado por los 
	señores Erdman y Hasquein a nombre de la comisión investigadora. Bruselas, 
	1º de octubre de 1991.
[13] Agencia internacional de prensa Associated Press, 11 de noviembre de 
	1990.
[14] Muller, Gladio, p.30.
[15] Diario francés Le Monde del 13 de noviembre de 1990 («Les suites de 
	l’affaire "Gladio" Le président de la République, M. Cossiga, est prêt à 
	donner "toute information opportune"»). Ver también el semanario suizo 
	Wochenzeitung del 14 de diciembre de 1990.
[16] Jean-Francois Brozzu-Gentile, L’affaire Gladio: Les réseaux secrets 
	américains au coeur du terrorisme en Europe (Editions Albin Michel, Paris, 
	1994), p.140.
[17] Diario francés Le Monde del 14 de noviembre de 1990. Agencia de prensa 
	internacional Reuters, 12 de noviembre de 1990. Diario británico The 
	Guardian del 14 de noviembre de 1990 «Nato’s secret network ’also operated 
	in France’».
[18] Gentile, Gladio, p.141.
[19] Diario británico The Guardian del 14 de noviembre de 1990.
		
[20] Richard Norton Taylor, «Secret Italian unit ‘trained in Britain’» en el 
	diario británico The Guardian del 17 de noviembre de 1990.
[21] Whitehall es la avenida londinense donde se encuentran las sedes de los 
	principales ministerios. Generalmente se menciona para referirse al Foreign 
	Office [el ministerio británico de Relaciones Exteriores].
[22] Hugh O’Shaughnessy, Gladio: «Europe’s best kept secret». Se suponía que 
	estos agentes se quedarían tras las líneas enemigas si el Ejército Rojo 
	invadía Europa occidental. Pero esa red, instaurada con las mejores 
	intenciones, degeneró en algunos países convirtiéndose en instrumento del 
	terrorismo y de la agitación política de extrema derecha. Diario británico 
	The Observer, 7 de junio de 1992.
[23] Agencia internacional de prensa Associated Press, 14 de noviembre de 
	1990. El texto íntegro de la carta de Lubber al parlamento se publicó en 
	neerlandés en el diario NRC Handelsblatt, edición del 14 de noviembre de 
	1990 bajo el título «Brief premier Lubbers “geheime organisatie” ». También 
	aparece con la identificación Kamerstuk N°21895 en los archivos del 
	parlamento de Holanda.
[24] internacional de prensa Associated Press, 14 novembre 1990.
		
[25] La retranscripción íntegra se publicó en el Luxemburger Wort el 15 de 
	noviembre de 1990.
[26] Diario británico The Guardian, 10 de noviembre de 1990.
		
[27] Diario portugués Diario De Noticias, 17 de noviembre de 1990.
		
[28] Joao Paulo Guerra, «‘Gladio’ actuou em Portugal» en el diario portugués 
	O Jornal, 16 de noviembre de 1990.
[29] «Calvo Sotelo asegura que España no fue informada, cuando entró en la 
	OTAN, de la existencia de Gladio. Moran sostiene que no oyó hablar de la red 
	clandestina mientras fue ministro de Exteriores», diario español El País, 21 
	de noviembre de 1990.
[30] Diario danés Berlingske Tidende, 25 de noviembre de 1990.
		
[31] Agencia internacional de prensa Associated Press, 14 de noviembre de 
	1990.
[32] Serdar Celik, «Turkey’s Killing Machine: The Contra Guerrilla Force», 
	Kurdistan Report, febrero-marzo de 1994. La fuente es una entrevista con el 
	jefe del Estado Mayor Dogan Gures publicada en el diario turco Milliyet el 5 
	de septiembre de 1992.
[33] Lucy Komisar, «Turkey’s terrorists: A CIA legacy lives on» en The 
	Progressive, abril de 1997.
[34] Ibid.
[35] Hugh Pope, «Turkey Promoted Death Squads and Drug Trafficking. Prime 
	Minister’s Probe of 1996 Car Crash Scandal Excoriates Rival Mrs Ciller» en 
	el diario estadounidense Wall Street Journal, 26 de enero de 1998.
[36] En 1990, los países miembros de la Unión Europea eran Francia, 
	Alemania, Italia, Bélgica, Holanda, Luxemburgo, Dinamarca, Irlanda, Gran 
	Bretaña, Grecia, España y Portugal.
[37] Debates del Parlamento Europeo, 22 de noviembre de 1990. 
	Retranscripciones oficiales.
[38] Ibid.
[39] Ibid.
[40] Ibid.
		
[41] Ibid.
[42] Resolución del Parlamento Europeo sobre el caso Gladio, 22 de noviembre 
	de 1990.
	
	
	
	
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