Parte 4
	Los Ejércitos Secretos de La OTAN
	
	
	
	Las Cloacas de Su Majestad
	por Daniele Ganser
	3 Diciembre 2009
	
	Desde
	Bâle (Suisse)
	del Sitio Web
	
	VoltaireNet
	
	 
	
		
			| 
			 
			Las redes 
			
			stay-behind, que permiten a la OTAN controlar la vida política de 
	los Estados miembros de la alianza atlántica, se construyeron a partir de 
	las redes de resistencia al nazismo que los británicos habían organizado y 
	apoyado durante la Segunda Guerra Mundial.  
			
			Pero la lucha contra el comunismo 
	se utilizó para justificar la realización de todo tipo de operaciones en el 
	propio Reino Unido (atentados terroristas bajo bandera falsa y asesinatos de 
	republicanos irlandeses), en Europa continental (principalmente en Francia, 
	en los países del Benelux, en los países nórdicos y hasta en la neutral 
	Suiza) así como en África y Asia (por ejemplo, para dirigir la masacre de 
	las poblaciones francófonas que cometieron los Khmers rojos en Cambodia. 
			 
			
			En 
	esta cuarta entrega de la historia del Gladio, Daniele Ganser nos revela las 
	alcantarillas de Su Majestad.  | 
		
	
	
	
	
	
	
	
	
	 
	
	La verdad definitiva sobre la guerra fría no se escribirá nunca porque la 
	Historia evoluciona constantemente en función de las sociedades que la hacen 
	y la estudian. 
	
	 
	
	Los historiadores de numerosos países están de acuerdo, sin 
	embargo, en que el hecho más importante de aquel periodo fue, desde el punto 
	de vista de los occidentales, la lucha contra el comunismo a escala 
	planetaria.
	
	En ese combate, que marcó la historia del siglo XX como pocos sucesos lo han 
	hecho, la antigua superpotencia colonial británica tuvo que renunciar a su 
	hegemonía en beneficio de los Estados Unidos. 
	
	 
	
	Este último país utilizó la 
	lucha contra el comunismo para acrecentar su propia influencia década tras 
	década. Después del derrumbe de la Unión Soviética, acontecimiento que puso 
	fin a la guerra fría en 1991, el Imperio americano garantizó para sí mismo 
	un predominio jamás visto anteriormente en toda la historia.
	
	En Gran Bretaña, el establishment conservador experimentó una profunda 
	conmoción en 1917 cuando, por primera vez en la historia de la humanidad, se 
	produjo la aparición de un régimen comunista en un lejano pero extenso país 
	agrícola. Después de la Revolución rusa, los comunistas asumieron el control 
	de las fábricas y anunciaron que los medios de producción serían en lo 
	adelante propiedad del pueblo. 
	
	 
	
	En la mayoría de los casos, los 
	inversionistas lo perdieron todo.
	
	En su obra Los orígenes de la guerra fría, el historiador Denna Frank 
	Fleming observó que muchos de los cambios sociales que aportó la Revolución 
	de Octubre, como la abolición de los cultos y de la nobleza campesina, 
	
	
		
		«hubiesen podido ser aceptados por los conservadores, en el extranjero, con 
	el paso del tiempo, pero nunca la nacionalización de la industria, del 
	comercio y de la tierra». 
	
	
	El ejemplo de la Revolución rusa no fue seguido en 
	ninguna parte. 
	
		
		«J.B. Priestly dijo un día que la mentalidad de los 
	conservadores ingleses se había cerrado en el momento de la Revolución rusa 
	y no ha vuelto a abrirse desde entonces.» [1]
	
	
	Ampliamente ignorada en el oeste, la guerra secreta contra el terrorismo 
	comenzó por lo tanto inmediatamente después de la Revolución rusa, cuando 
	Gran Bretaña y Estados Unidos instauraron ejércitos secretos contra los 
	nuevos países satélites de la Unión Soviética. 
	
	 
	
	Entre 1918 y 1920, Londres y 
	Washington se aliaron a la derecha rusa y financiaron una decena de 
	intervenciones militares en suelo soviético. Ninguna de ellas logró derrocar 
	a los nuevos dirigentes. Pero sí dieron lugar a que las élites comunistas y 
	el dictador Stalin albergaran profundas sospechas en cuanto a las 
	intenciones del Occidente capitalista [2].
	
	Durante los años subsiguientes, la Unión Soviética reforzó su aparato de 
	seguridad hasta convertirse en un Estado totalitario que no vacilaba en 
	arrestar en su suelo a los extranjeros sospechosos de ser agentes del Oeste. 
	Al hacerse evidente que derrocar el régimen comunista en Rusia no era tarea 
	fácil, Gran Bretaña y sus aliados dedicaron sus esfuerzos a impedir que el 
	comunismo se extendiera a otros países.
	
	En julio de 1936, el dictador fascista Francisco Franco intentó un golpe de 
	Estado contra el gobierno de la izquierda española y, en el transcurso de la 
	subsiguiente guerra civil, eliminó a la oposición y a los comunistas 
	españoles. Gozó para ello del silencioso apoyo de los gobiernos de Londres, 
	Washington y París. Si no hubo lucha contra el ascenso de Adolfo Hitler al 
	poder fue en gran parte porque Hitler apuntaba contra el enemigo correcto: 
	el comunismo soviético. 
	
	 
	
	Durante la guerra civil española, se permitió que 
	los ejércitos de Hitler y de Mussolini bombardearan libremente a la 
	oposición republicana.
	
	Después de haber desencadenado la Segunda Guerra Mundial, Hitler lanzó 
	contra Rusia tres grandes ofensivas, en 1941, 1942 y 1943, que estuvieron a 
	punto de asestar al bolchevismo un golpe fatal. Entre todas las partes 
	beligerantes, fue la Unión Soviética la que pagó el más alto tributo: 15 
	millones de muertos entre la población civil, 7 millones de muertos entre 
	los soldados y 14 millones de heridos [3].
	
	Según los historiadores rusos, haciendo caso omiso a los urgentes pedidos de 
	Moscú, Estados Unidos - país que perdió 300,000 hombres en la liberación de 
	Europa y Asia - se puso de acuerdo con Gran Bretaña para no abrir un segundo 
	frente en el oeste, lo cual hubiese obligado a Alemania a movilizar tropas 
	en esa dirección y, por consiguiente, a disminuir el número de efectivos 
	alemanes en el frente ruso. 
	
	 
	
	La correlación de fuerzas no se invirtió sino 
	después de Stalingrado, donde el Ejército Rojo finalmente se impuso a los 
	alemanes y comenzó su avance hacia el oeste. Esto explica, también según los 
	historiadores rusos, que los Aliados, temerosos de perder terreno, abrieran 
	entonces rápidamente un segundo frente y, después de desembarcar en 
	Normandía, salieran al encuentro de los soviéticos en Berlín. [4] 
	
	
	
	Los historiadores británicos atestiguan la existencia de toda una serie de 
	intrigas sucesivas que han influido en la conformación de los demás países y 
	del suyo propio. 
	
		
		«La Inglaterra moderna siempre ha sido un centro de 
	subversión –a los ojos de los demás pero no a los suyos propios», observó Mackenzie después de la Segunda Guerra Mundial. 
		
		 
		
		«Lo que determina la 
	existencia de ese espejo con dos caras: de un lado encontramos la percepción 
	que existe en el extranjero de una Inglaterra intrigante, sutil y totalmente 
	secreta; y del otro una imagen de honestidad, de simplicidad y de 
	indulgencia que comparte una mayoría de los súbditos.» [5] 
		
	
	
	Para Mackenzie, 
	la legendaria guerra secreta que practican los británicos tiene su origen, 
	
		
		«en la historia de las “pequeñas guerras” que conformaron la historia del 
	Imperio británico» [6].
	
	
	Antes de la Segunda Guerra Mundial, los estrategas del ministerio de Defensa 
	británico llegaron a la conclusión de que sus operaciones secretas debían,
	
		
		«inspirarse de la experiencia adquirida en la India, en Irak, en Irlanda y 
	en Rusia, o sea desarrollar una guerrilla con técnicas de combate similares 
	a las del IRA» [7].
	
	
	En marzo de 1938, poco después de la anexión de Austria por parte de Hitler, 
	se creó en el seno del MI6 un nuevo departamento, llamado Sección D y 
	encargado de desarrollar operaciones de subversión en Europa. 
	
	 
	
	La Sección D 
	comenzó a formar comandos de sabotaje 
	
	stay-behind en los países que se 
	encontraban bajo la amenaza de agresión alemana [8]. 
	
	 
	
	En 1940, cuando parecía 
	inminente la invasión del sur de Inglaterra, la,
	
		
		«Sección D se dio a la tarea 
	de diseminar reservas de armas y agentes reclutadores a través de toda Gran 
	Bretaña, sin informarlo a nadie.» [9]
	
	
	El reclutamiento y la dirección de los agentes 
	stay-behind por parte de los 
	miembros de la Sección D parecían desarrollarse en el mayor secreto: 
	
		
		«La 
	apariencia de aquellos desconocidos [los agentes de la Sección D], con sus 
	trajes y sus autos negros, y la misteriosa impresión que dejaban no tardó en 
	inquietar a la población», recuerda Peter Wilkinson, un ex agente del SOE. 
		
	
	
	Los agentes secretos enfurecían también a, 
	
		
		«los responsables militares al 
	negarse sistemáticamente a explicar las razones de su presencia o a hablar 
	del contenido de sus misiones y al afirmar únicamente que todo aquello era 
	altamente confidencial» [10].
	
	
	Medio siglo más tarde, la exposición del Imperial War Museum de Londres 
	dedicada a las «guerras secretas» reveló al público cómo, 
	
		
		«la Sección D del 
	MI6, conforme a la doctrina stay-behind, también había creado en Inglaterra 
	ejércitos de resistencia bautizados “Unidades Auxiliares” y equipados con 
	armas y explosivos». 
	
	
	Esas primeras unidades Gladio de Gran Bretaña, 
	
		
		«recibieron un entrenamiento especial y aprendieron a operar detrás de las 
	líneas enemigas según la hipótesis de que los alemanes invadiesen la isla. 
	Gracias a una red de escondites secretos y de alijos de armas, debían 
	realizar acciones de sabotaje y de guerrilla contre el ocupante alemán.»
		[11]
	
	
	Como nunca se produjo la invasión, no se sabe si aquel plan hubiese 
	funcionado. 
	
	 
	
	Pero en agosto de 1940, 
	
		
		«un ejército bastante heteróclito» pudo 
	desplegarse a lo largo de los litorales ingleses y escoceses del Mar del 
	Norte, en los lugares más vulnerables a una posible invasión [12].
	
	
	La zona de acción de la Sección D del MI6 se limitaba inicialmente al 
	territorio británico. 
	 
	
	Así fue hasta julio de 1940, cuando el primer ministro 
	británico Winston Churchill ordenó la creación de un ejército secreto 
	bautizado con la denominación de SOE y destinado a,
	
		
		«incendiar Europa 
	apoyando a los movimientos de resistencia y realizando operaciones de 
	subversión en territorio enemigo» [13].
	
	
	Un memorando del ministerio de la Guerra fechado el 19 de julio de 1940 
	indica que: 
	
		
		«El Primer Ministro ha decido también, después de consultar a 
	los ministerios interesados, que una nueva organización debe crearse 
	inmediatamente con la misión de coordinar todas las acciones de subversión y 
	de sabotaje dirigidas contra el enemigo fuera del territorio nacional». 
		
	
	
	El SOE se puso bajo el mando de Hugh Dalton, ministro de la Economía de Guerra.
	
	Cuando los alemanes, después de la invasión de Francia, parecían haberse 
	instalado allí por largo tiempo, el ministro Dalton señaló la necesidad de 
	emprender una guerra secreta contra las fuerzas alemanas en los territorios 
	ocupados: 
	
		
		«Debemos organizar, en el interior de los territorios ocupados, 
	movimientos comparables al Sinn Fein en Irlanda, a la guerrilla china que 
	lucha actualmente contra Japón, a los irregulares españoles que desempeñaron 
	un papel nada despreciable en la campaña de Wellington o, por qué no 
	reconocerlo, movimientos comparables a las organizaciones que tan 
	notablemente han desarrollado los propios nazis en casi todos los países del 
	mundo».
	
	
	Parecía evidente que los británicos no podían darse el lujo de no prestar 
	atención a la vía de la guerra clandestina. 
	
	 
	
	Dalton agregó: 
	
		
		«Esta 
	“internacional democrática” debe emplear diferentes métodos, incluyendo el 
	sabotaje contra las instalaciones industriales y militares, la agitación 
	sindical y la huelga, la propaganda constante, los atentados terroristas 
	contra los traidores y los dirigentes alemanes, el boicot y los motines.» 
		
	
	
	Era necesario, por lo tanto, establecer, en el mayor secreto, un red de 
	resistencia, recurriendo a los elementos más aventureros del ejército y de 
	la inteligencia británicos: 
	
		
		«Lo que necesitamos es una nueva organización 
	que coordine, inspire, supervise y asista a las redes de los países ocupados 
	que tendrán que ser los actores directos. Para ello tendremos que poder 
	contar con la más absoluta discreción, con una buena dosis de entusiasmo 
	fanático, con la voluntad de cooperar con personas de diferentes 
	nacionalidades y con el apoyo incondicional del poder político.» [14]
	
	
	Bajo la protección del ministro Dalton, el comando operacional del SOE fue 
	puesto en manos del general de división Sir Colin Gubbins, un hombrecito 
	seco y flaco, originario de los Highlands y con bigote, que desempeñaría en 
	lo adelante un papel determinante en la creación del Gladio británico [15]. 
	
		
		«El problema y su solución consistían en estimular y permitir que los 
	pueblos de los países ocupados perjudicaran en la mayor medida posible el 
	esfuerzo de guerra alemán a través del sabotaje, la subversión, negándose a 
	trabajar, realizando operaciones relámpago, etc…», describió Gubbins, «y, al 
	mismo tiempo, preparar en territorio enemigo fuerzas secretas organizadas, 
	armadas y entrenadas que solamente debían intervenir en el momento del 
	asalto final.» 
	
	
	El SOE era en realidad el precursor de la Operación Gladio, 
	puesto en marcha en medio de la Segunda Guerra Mundial. 
	
	 
	
	Gubbins resume este 
	ambicioso proyecto en los siguientes términos: 
	
		
		«A fin de cuentas, aquel plan 
	consistía en hacer llegar a las zonas ocupadas una gran número de hombres e 
	importantes cantidades de armas y explosivos». [16]
	
	
	El Special Operations Executive (SOE) empleaba a una gran parte de los 
	efectivos de la Sección D y acabo convirtiéndose en una organización de gran 
	envergadura, que contaba en sus filas con más de 13 000 hombres y mujeres y 
	operaba en el mundo entero en estrecha colaboración con el MI6. 
	
	 
	
	Aunque 
	realizó varias misiones en el Extremo Oriente, desde bases de retaguardia 
	situadas en la India y en Australia, el principal teatro de operaciones del SOE seguía siendo el oeste de Europa donde se dedicaba casi exclusivamente a 
	la creación de ejércitos secretos nacionales.
	
	El SOE estimulaba el sabotaje y la subversión en los territorios ocupados y 
	establecía núcleos de hombres entrenados capaces de prestar asistencia a los 
	grupos de resistencia en la reconquista de sus respectivos países. 
	
		
		«El SOE 
	fue durante 5 años el principal instrumento de intervención de Gran Bretaña 
	en las cuestiones políticas internas de Europa», precisa el informe del 
	British Cabinet Office, «un instrumento extremadamente poderoso» ya que era 
	capaz de ejecutar gran cantidad de tareas, «Mientras el SOE estuviese en 
	acción, ningún político europeo podía creer en la renuncia o la derrota de 
	los británicos». [17]
	
	
	
	
	Conocido durante mucho tiempo bajo la denominación codificada de «C», 
	
	
	Sir Stewart Menzies fue el director del MI6 desde 1939 hasta 1952. 
	
	
	Garantizó la 
	continuidad del stay behind después de la victoria contra los nazis.
	 
	
	Oficialmente, el SOE fue disuelto y su dirección dimitió en enero de 1846, o 
	sea poco después del fin de la Segunda Guerra Mundial. 
	
	 
	
	Pero Sir Steward 
	Menzies, quien dirigió el MI6 desde 1939 hasta 1952, no tenía intenciones de 
	renunciar a un instrumento tan interesante como el ejército secreto, sobre 
	todo teniendo en cuenta que el director del Departamento de Operaciones 
	Especiales del MI6 aseguraba que las acciones clandestinas de Gran Bretaña 
	iban a proseguir durante la guerra fría. 
	
	 
	
	El informe del gobierno sobre el SOE, documento que se mantuvo en secreto durante un tiempo, concluyó que: 
	
	
		
		«Es casi seguro que, bajo una u otra forma, habrá que reinstaurar el SOE en 
	una guerra futura» [18].
	
	
	Los objetivos a largo plazo del SOE y de su sucesora, la 
	Special Operations 
	Branch del MI6, aprobados de forma provisional por el Consejo del Estado 
	Mayor británico el 4 de octubre de 1945, preveían en primer lugar la 
	creación del esqueleto que debía sustentar una red capaz de extenderse 
	rápidamente en caso de guerra y, en una segunda fase, la reevaluación de las 
	necesidades del gobierno británico para sus operaciones clandestinas en el 
	extranjero. 
	
		
		«Se decidió preparar esas acciones prioritariamente en los 
	países con posibilidades de ser invadidos durante las primeras fases de un 
	conflicto con la Unión Soviética, aunque no [estuviesen] sometidos aún a la 
	dominación de Moscú.» [19]
	
	
	Después de la Segunda Guerra Mundial, el oeste de Europa siguió siendo por 
	lo tanto el principal teatro de operaciones de la guerra secreta británica.
	
	
	
	A partir de 1946, la nueva sección del MI6 estuvo bajo las órdenes de Sir 
	Colin Gubbins. 
	
	Fue esta sección la que conformó las redes stay-behind de la 
	Segunda Guerra Mundial. 
	 
	
	Después de la disolución del SOE, el 30 de junio de 1956, una nueva sección 
	designada como «Special Operations» se creó dentro del MI6 y se puso bajo 
	las órdenes del general de división Colin Gubbins. 
	
	 
	
	Según el especialista 
	holandés en servicios secretos Frans Kluiters, el MI6 promovía la formación 
	de ejércitos anticomunistas secretos, 
	
		
		«mientras que los Special Operations 
	comenzaban a construir redes en Alemania occidental, en Italia y en Austria. 
	Esas redes (organizaciones stay-behind) podían ser activadas, en caso de una 
	posible invasión soviética, para recoger información y realizar actos de 
	sabotaje ofensivo» [20].
	
	
	Gubbins puso especial cuidado en lograr que los efectivos se mantuvieran en 
	Alemania, Austria, Italia, Grecia y Turquía después de 1945. 
	
	 
	
	En efecto, el SOE y sus sucesores «tenían otras preocupaciones políticas, aparte de la 
	derrota de Alemania». La directiva de 1945, particularmente explícita, 
	«establecía claramente que los principales enemigos del SOE eran el 
	comunismo y la Unión Soviética» ya que se consideraba que los intereses 
	británicos se hallaban «bajo la amenaza de la Unión Soviética y del 
	comunismo europeo» [21].
	
	Varios años más tarde, con la esperanza de obtener el apoyo de la 
	representación nacional para continuar las operaciones clandestinas, el 
	ministro británico de Relaciones Exteriores Ernest Bevin se dirigió al 
	Parlamento el 22 de enero de 1948 para pedir con insistencia la creación de 
	unidades armadas especializadas destinadas a luchar contra la subversión y 
	las «quintas columnas» soviéticas. 
	
	 
	
	En aquel entonces sólo unos pocos 
	parlamentarios sabían que en realidad aquella proposición ya se estaba 
	aplicando.
	
	Washington compartía la hostilidad de Londres hacia los soviéticos. Las dos 
	potencias trabajaban en estrecha colaboración en materia de cuestiones 
	militares y de inteligencia. 
	
	 
	
	La Casa Blanca puso en manos de Frank Wisner
	[22], director de la Office of Policy Coordination (OPC, el Buró de 
	Coordinación Política de las operaciones especiales de la CIA), la tarea de 
	crear ejércitos secretos stay-behind a través de todo el oeste de Europa, 
	con la ayuda de la Special Operations Branch (SOB) del MI6, que dirigía el 
	coronel Gubbins.
	
	Roger Faligot y Remi Kauffer, dos historiadores franceses especializados en 
	servicios secretos, explican que la CIA y el MI6 se encargaron primeramente 
	de, 
	
		
		«neutralizar las últimas unidades clandestinas de las potencias del Eje 
	en Alemania, en Austria y en el norte de Italia» y reclutaron después a 
	ciertos miembros de las vencidas facciones fascistas incluyéndolos en sus 
	nuevos ejércitos secretos anticomunistas. 
		 
		
		«Y fue así, a través del OPC de la 
	CIA y de la SOB del SIS, como los servicios secretos de las grandes 
	democracias que acababan de ganar la guerra trataron después de “reutilizar” 
	algunos de sus comandos contra su antiguo aliado soviético.» [23]
	
	
	Paralelamente a la del MI6 y la CIA y sus respectivos departamentos de 
	operaciones especiales, la SOB y la OPC, se estableció también una 
	cooperación entre las Fuerzas Especiales de los ejércitos de Gran Bretaña y 
	Estados Unidos. 
	
	 
	
	Los SAS británicos y los Boinas Verdes estadounidenses, 
	entrenados especialmente para la realización de misiones secretas en 
	territorio enemigo, realizaron de forma conjunta un gran número de 
	operaciones durante la guerra fría, entre ellas la formación de los 
	ejércitos secretos stay-behind. 
	
	 
	
	Los ex oficiales de la Marina Real Giles y 
	Preston, que habían creado el Gladio austriaco, contaron que los reclutas 
	eran enviados a Fort Monckton, un edificio construido durante las guerras 
	napoleónicas y situado frente al mar en Portsmouth (Inglaterra), donde se 
	entrenaban junto a los miembros del SAS, bajo la dirección del MI6.
	
	Giles y Preston participaron personalmente en aquellos ejercicios del Gladio 
	y se entrenaron en uso de códigos secretos, manejo de armas y operaciones 
	clandestinas. [24] 
	
	 
	
	Decimo Garau fue uno de aquellos reclutas entrenados por 
	el SAS británico antes de convertirse en instructor del Centro Addestramento 
	Guastatori (CAG), una base del Gladio italiano situada en Capo Marragiu, en 
	Cerdeña. 
	
		
		«Me invitaron a pasar una semana en Poole, Inglaterra, para 
	entrenarme con las Fuerzas Especiales», confirmó el instructor Garau después 
	de las revelaciones sobre la existencia del Gladio, en 1990. 
		 
		
		«Hice un salto 
	en paracaídas sobre [el canal de] la Mancha. Participé en el entrenamiento 
	de ellos, todo se desarrolló muy bien entre nosotros. Después me mandaron a Hereford para preparar y realizar ejercicios con los [miembros del] SAS.» 
	[25]
	
	
	En aquella época, los británicos eran los más experimentados en materia de 
	operaciones secretas y guerra no convencional. 
	
	 
	
	Sus Fuerzas Especiales (SAS) 
	habían sido creadas en el norte de África, en 1942, con la misión de golpear 
	en profundidad detrás de las líneas enemigas. Los más peligrosos adversarios 
	de los SAS británicos eran sin dudas las SS alemanas, fundadas desde antes 
	de la Segunda Guerra Mundial y dirigidas por Heinrich Himmler. 
	
	 
	
	Como todas 
	las fuerzas especiales, las SS eran una unidad combatiente de élite, con sus 
	propias insignias –portaban un uniforme negro bien ajustado, una gorra con 
	un cráneo de plata y una daga plateada– y convencida de su superioridad 
	sobre todos los demás cuerpos del ejército regular. Sus miembros adquirieron 
	además rápidamente la reputación de ser «asesinos fanáticos». 
	
	 
	
	Después de la 
	derrota de la Alemania nazi, las fuerzas especiales de las SS fueron 
	consideradas como una organización criminal y el tribunal de Nuremberg las 
	disolvió en 1946.
	
	Después de la victoria, el SAS también fue desmantelado, en octubre de 1945. 
	Sin embargo, como la necesidad de asestar golpes bajos y de realizar 
	operaciones peligrosas iba en aumento a medida que disminuía la influencia 
	de Gran Bretaña en el mundo, el SAS fue restablecido y enviado a luchar tras 
	las líneas enemigas, específicamente en Malasia, en 1947. 
	
	 
	
	Desde su cuartel 
	general de Hereford, conocido como «la Nursery», los SAS prepararon en el 
	mayor secreto numerosas misiones como, por ejemplo, la efectuada en 1958 a 
	pedido del sultán de Omán, operación durante la cual los miembros del SAS 
	contribuyeron a reprimir una guerrilla marxista que se había revelado contra 
	la dictadura del régimen. 
	
	 
	
	Aquella operación garantizaría el financiamiento 
	del SAS en el futuro ya que, como pudo comprenderlo un oficial del SAS, los 
	miembros de este servicio británico probaron entonces que, 
	
		
		«podían ser 
	aerotransportados rápida y discretamente hacia una zona agitada y operar de 
	forma totalmente confidencial en un lugar apartado, una carta muy apreciada 
	por el gobierno conservador de la época». [26]
	
	
	Aunque su acción armada más célebre sigue siendo el asalto a la embajada de 
	Irán, en 1980, los SAS también participaron activamente en la guerra de las 
	Islas Malvinas, en 1982. 
	
	 
	
	El despliegue más masivo de los SAS desde la 
	Segunda Guerra Mundial tuvo lugar durante la guerra del Golfo de 1991. En 
	1996 colaboraron nuevamente con los Boinas Verdes estadounidenses para 
	entrenar y equipar al Ejército de Liberación de Kosovo antes y después de 
	los bombardeos de la OTAN sobre el territorio de aquella provincia, que se 
	encontraba entonces bajo control serbio.
	
	El diputado conservador Nigel West subrayó con toda razón que, al igual que 
	los Boinas Verdes estadounidenses: 
	
		
		«El SAS británico habría desempeñado un 
	papel estratégico en la Operación Gladio si los soviéticos hubiesen invadido 
	Europa occidental», dando así por sentada la implicación del SAS junto a los 
	ejércitos stay-behind creados en Europa [27]. 
	
	
	Tanto el SAS británico como 
	los Boinas Verdes estadounidenses colaboraron estrechamente. 
	
	 
	
	Fue como prueba 
	de aquella colaboración que los miembros de las Fuerzas Especiales 
	estadounidenses comenzaron a portar, a partir de 1953, la famosa boina 
	verde, proveniente del uniforme de sus modelos británicos. El uso de la 
	boina verde, considerada «extranjera», molestó a muchos altos oficiales del 
	ejército estadounidense.
	
	Fue sólo cuando el presidente Kennedy, gran partidario de las operaciones 
	secretas y de las Fuerzas Especiales, lo aprobó durante una visita a Fort 
	Bragg, el cuartel general de dichas fuerzas, que la boina vino a ser 
	oficialmente adoptada en Estados Unidos para convertirse rápidamente en el 
	emblema del más prestigioso cuerpo de comandos del país. 
	
	 
	
	La admiración de 
	los estadounidenses por el ilustre y glorioso SAS perduró por muchos años. 
	Los boinas verdes acostumbraban incluso a referirse al cuartel general de Hereford como «la Casa Matriz» y los oficiales formados en Gran Bretaña 
	gozaban de cierto prestigio a su regreso a Estados Unidos. Por su parte, los 
	británicos se esmeraron en mantener esa alianza, al extremo que en 1962 
	nombraron al comandante de los Boinas Verdes, el general de división William Yarborough, miembro honorario del SAS.
	
	Lady Thatcher envió el SOE a Cambodia donde este servicio secreto británico 
	entrenó y dirigió a los Khmers Rojos. Estos masacraron entonces a un millón 
	y medio de personas, prioritariamente a los intelectuales que hablaban 
	francés.
	
	En 1988, dos años antes del estallido del escándalo sobre el Gladio, la BBC 
	reveló la existencia de una cooperación entre las Fuerzas Especiales 
	estadounidenses y británicas. En un documento titulado The Unleashing of 
	Evil, la BBC reveló al público que el SAS y los Boinas Verdes no habían 
	vacilado en torturar a sus prisioneros en cada una de las campañas 
	desarrollados desde hacía 30 años en Kenya, Irlanda del Norte, Omán, en 
	Vietnam, Yemen, Chipre y en otros países. 
	
	 
	
	Luke Thomson, un ex oficial de 
	Boinas Verdes, explicaba ante las cámaras de la BBC que las tropas de élite 
	estadounidenses y británicas seguían un programa de entrenamiento común en 
	Fort Bragg. 
	
	 
	
	Basándose en esa declaración, Richard Norton Taylor, el 
	realizador de aquel documental, quien además se distinguió 2 años más tarde 
	por sus investigaciones sobre el caso Gladio, concluyó que la crueldad, 
	
		
		«está 
	finalmente más extendida y más anclada en nuestra naturaleza de lo que nos 
	gusta creer» [28].
	
	
	Durante otra operación secreta, los Boinas Verdes entrenaron también a los 
	escuadrones de Khmers Rojos que participaron en el genocidio cambodiano, 
	después de que se estableciera el contacto por parte de Ray Cline, alto 
	responsable de la CIA y consejero especial del presidente estadounidense 
	Ronald Reagan. 
	
	 
	
	Cuando estalló el escándalo del Irángate, en 1983, el 
	presidente Reagan, que quería evitar a toda costa un nuevo escándalo, pidió 
	a la primera ministra británica Margaret Thatcher que los británicos 
	reemplazaran a los estadounidenses.
	
	
	
	Lady Thatcher envió el SOE a Cambodia donde 
	
	este servicio secreto británico 
	entrenó y dirigió a los Khmers Rojos. 
	
	Estos masacraron entonces a un millón 
	y medio de personas, 
	
	prioritariamente a los intelectuales que hablaban 
	francés. 
	 
	
	Margaret Thatcher envió entonces el SAS a Cambodia para entrenar allí mismo 
	a las tropas de Pol Pot. 
	
		
		«Fuimos primero a Tailandia, en 1984», 
	testimoniaron más tarde varios oficiales del SAS. 
		 
		
		«Trabajábamos con los 
	yanquis, estábamos muy compenetrados, como hermanos. A ellos no les gustaba 
	aquello más que a nosotros. Les enseñamos un montón de cosas técnicas a los Khmers Rojos», recuerda el oficial. 
		
		 
		
		«Al principio, ellos querían simplemente 
	entrar en las aldeas y acabar con la gente a machetazos. Les dijimos que se 
	calmaran.» 
	
	
	Los SAS no se sentían muy a gusto en aquella misión: 
	
		
		«Muchos de 
	nosotros hubiésemos cambiado de bando a la primera oportunidad. Estábamos 
	tan asqueados. Odiábamos tanto que nos asociaran con Pol Pot. Se lo aseguro, 
	somos soldados, no asesinos de niños.» [29]
«Mi experiencia en las operaciones secretas me ha enseñado que nunca lo son 
	por mucho tiempo», dijo con una sonrisa el mariscal Lord Carver, jefe del 
	Estado Mayor y futuro comandante en jefe de la Defensa británica. Su 
	observación pudiera aplicarse al Gladio. 
		 
		
		«Después que usted mete el dedo en 
	el mecanismo, siempre existe el riesgo de que las Fuerzas Especiales 
	empiecen a actuar por su cuenta, como hicieron los franceses en Argelia y 
	quizás más recientemente en el caso del Rainbow Warrior, en Nueva Zelanda», 
	cuando el Servicio [francés] de Documentación Exterior y de Contraespionaje 
	(SDECE) hundió, el 10 de agosto de 1985, el barco de Greenpeace que trataba 
	de oponerse a los ensayos nucleares franceses en el Pacífico [30].
	
	
	El «mecanismo» también designaba, por supuesto, las acciones del SAS en 
	Irlanda del Norte, donde los republicanos irlandeses consideran a los 
	miembros de ese servicio especial británico ni más ni menos que como 
	terroristas. 
	
		
		«Hay buenas razones para pensar», acusaban sus opositores, 
	«que, incluso desde el punto de vista británico, el SAS creó en Irlanda del 
	Norte más problemas de los que resolvió» [31].
	
	
	Al estallar el escándalo del Gladio, en 1990, la prensa británica observó 
	que quedaba, 
	
		
		«ahora demostrado que el Special Air Service (SAS) estaba metido 
	hasta el cuello en el proyecto de la OTAN y que había servido, con el MI6, 
	para entrenar guerrilleros y saboteadores». 
	
	
	Los periódicos británicos 
	mencionaron sobre todo una, 
	
		
		«unidad stay-behind italiana entrenada en Gran 
	Bretaña. Todo parece indicar que aquello duró hasta mediados de los años 80 
	(…) se ha comprobado que los SAS prepararon en la zona alemana ocupada por 
	los británicos una serie de escondites donde se almacenaban armas» [32].
	
	
	Las informaciones más importantes sobre el papel que el Reino Unido había 
	desempeñado fueron proporcionadas por la investigación del parlamento suizo 
	sobre el ejército secreto stay-behind helvético, conocido como P26. 
	
		
		«Los 
	servicios secretos británicos colaboraron estrechamente con una organización 
	clandestina armada, P26, en el marco de una serie de acuerdos secretos que 
	vinculaban a una red europea de grupos de “resistencia”», reveló un diario a 
	una población suiza estupefacta y convencida de la neutralidad de su país.
	
	
	El juez Cornu, encargado de investigar el escándalo, describió en su informe,
	
		
		«la colaboración entre el grupo [P26] y los servicios secretos británicos 
	como “intensa”, ya que estos últimos aportaron su preciada experiencia. Según el informe, los cuadros del P26 participaron en ejercicios regulares 
	en el Reino Unido. Los consejeros británicos, posiblemente del SAS, 
	visitaron campos secretos de entrenamiento en Suiza.» 
	
	
	Ironía del destino, 
	los británicos sabían sobre el ejército secreto suizo mucho más que los 
	propios suizos ya que. 
	
		
		«las actividades del P26, sus códigos, y el nombre del 
	jefe del grupo, Efrem Cattelan, eran de conocimiento de los servicios 
	ingleses mientras que el gobierno helvético era mantenido en la ignorancia, 
	precisa el informe. Afirma [además] que los documentos relacionados con los 
	acuerdos secretos adoptados entre los británicos y el P26 nunca han sido 
	encontrados.» [33]
	
	
	Durante los años 1960, 1970 y 1980, los miembros suizos del Gladio se 
	entrenaron en el Reino Unido con los instructores de las Fuerzas Especiales 
	británicas. 
	
	 
	
	Según Alois Hurlimann, instructor militar y posiblemente ex 
	miembro del Gladio suizo, el entrenamiento incluía operaciones no simuladas 
	contra activistas del IRA, probablemente en Irlanda del Norte. Hurlimann 
	dejó escapar esas revelaciones durante una conversación en el marco de un 
	curso de inglés.
	
	En un inglés aproximativo, Hurlimann explicó que, en mayo de 1984, él mismo 
	había participado en ejercicios secretos en Inglaterra, que incluían la toma 
	por asalto de un depósito de municiones del IRA. Hurlimann agregó que había 
	participado personalmente en aquella misión, portando un traje de camuflaje, 
	y que había comprobado la muerte de por lo menos uno de los miembros del IRA 
	[34].
	
	Resulta interesante saber que la investigación del juez Cornu permitió 
	descubrir, en 1991, la existencia, en algún lugar de Inglaterra, del centro 
	de mando y de comunicaciones del Gladio, equipado con el sistema Harpoon, 
	extremadamente característico. 
	
	 
	
	En 1984, un «Acuerdo de Cooperación», que se 
	completó 3 años después con un «Memorando sobre la Asistencia Técnica», 
	mencionaba de forma explícita, 
	
		
		«centros de entrenamiento en Gran Bretaña, la 
	instalación de un centro suizo de transmisión en Inglaterra y, la 
	cooperación de los dos servicios sobre las cuestiones técnicas». 
	
	
	Desgraciadamente, como señala el juez Cornu, 
	
		
		«no logramos encontrar ni el 
	“Acuerdo de Cooperación” ni el “Memorando sobre la Asistencia Técnica”».
	
	
	La persona responsable en el seno de la UNA, los servicios secretos 
	militares suizos, declaró que había tenido que, 
	
		
		«transmitírselos a los 
	servicios secretos británicos en diciembre de 1989 por razones desconocidas, 
	sin conservar la copia» [35] 
		 
		
		«Los cuadros de la organización suiza 
	consideraban a los británicos como los mejores especialistas en la materia», 
	precisa el informe del gobierno de Berna [36].
	
	
	Después del descubrimiento de los ejércitos secretos, a finales de 1990, un 
	ex responsable de la inteligencia de la OTAN que se mantuvo en el anonimato 
	afirmó que, 
	
		
		«había una división del trabajo entre el Reino Unido y Estados 
	Unidos, los primeros se encargaban de las operaciones en Francia, Bélgica, 
	Holanda, Portugal y Noruega mientras que los americanos se ocupaban de 
	Suecia, Finlandia y del resto de Europa» [37]. 
	
	
	Esta separación de tareas no 
	estuvo exenta de dificultades en todos los países, como lo demuestra el 
	ejemplo italiano. 
	
	 
	
	El 8 de noviembre de 1951, el general Humberto Broccoli, 
	uno de los primeros directores del SIFAR, los servicios secretos militares 
	italianos, escribió al ministro de Defensa Efisio Marras sobre las 
	cuestiones relacionadas con la red stay-behind y el entrenamiento de los 
	miembros del Gladio.
	
	Broccoli explicaba que los británicos habían creado estructuras similares en 
	Holanda, en Bélgica y «posiblemente también en Dinamarca y en Noruega». 
	
	 
	
	El 
	general estaba feliz de confirmar que Gran Bretaña «se propone beneficiarnos 
	con su gran experiencia» mientras que los estadounidenses han, 
	
		
		«ofrecido 
	contribuir activamente a nuestra organización proporcionando hombres, 
	material (gratuito o prácticamente gratis) y quizás incluso hasta fondos».
		
	
	
	Broccoli subrayaba también lo juicioso que sería enviar 7 oficiales 
	italianos cuidadosamente seleccionados a pasar un entrenamiento especial en 
	Inglaterra entre noviembre de 1951 y febrero de 1952 ya que esos mismos 
	oficiales podrían transmitir después su experiencia a los miembros del 
	Gladio italiano. 
	
	 
	
	El jefe de los servicios secretos militares italianos Broccoli pedía al ministro de Defensa Marras, 
	
		
		«dar su aprobación a ese 
	programa porque, aunque los británicos no lo saben, yo me puse de acuerdo 
	con los servicios secretos americanos para que Italia participe» [38].
	
	
	El entrenamiento Gladio que proporcionaban los británicos no era gratuito. 
	Se trataba en realidad de un lucrativo comercio. 
	
	 
	
	Broccoli reconocía que, 
	
		
		«podemos esperar un costo total de unos 500 millones de liras que no pueden 
	salir del presupuesto del SIFAR y que deberían ser incluidos en el de las 
	Fuerzas Armadas» [39]. 
	
	
	Como indicaba el general italiano, el MI6 había 
	ofrecido entrenar a los oficiales del Gladio italiano a condición de que 
	Italia comprara armamento en Gran Bretaña. Al mismo tiempo, sin embargo, la 
	CIA, en algo que se parece mucho a un intento por extender su esfera de 
	influencia, proponía proveer gratuitamente las armas destinadas al Gladio.
	
	A fin de cuentas los italianos decidieron… no decidir. 
	
	 
	
	Enviaron sus 
	oficiales a recibir la prestigiosa instrucción de los centros de 
	entrenamiento británicos y concluyeron simultáneamente con Estados Unidos un 
	acuerdo secreto que les garantizaba un aprovisionamiento gratuito en armas, 
	lo cual no fue del agrado de los británicos. 
	
	 
	
	Cuando el general Ettore Musco, 
	quien fue el sucesor de Broccoli a la cabeza del SIFAR, viajó a Inglaterra 
	para visitar Fort Monckton, el recibimiento fue particularmente frío: 
	
		
		«En 
	1953, los británicos, furiosos por haberse dejado engañar, le reprocharon al 
	general Musco que “su servicio se haya entregado en cuerpo y alma a los 
	americanos”» [40].
	
	
	Italia no fue el único terreno de aquella lucha entre la CIA y el MI6 por 
	extender sus respectivas esferas de influencia. 
	
	 
	
	A finales de 1990, después 
	de enterarse de la existencia de la red secreta, el ministro de Defensa de 
	Bélgica Guy Coeme explicó que, 
	
		
		«las relaciones entre los servicios de 
	inteligencia británico y belga se remontaban a los contactos establecidos 
	por el señor Spaak y el jefe de los servicios de inteligencia del Reino 
	Unido [Menzies] y a un arreglo pactado entre Estados Unidos, Gran Bretaña y 
	Bélgica» [41].
	
	
	Aquel “menage à trois” tenía también sus inconvenientes ya que el MI6 y la 
	CIA querían garantizar –cada uno por su cuenta– que Bélgica no privilegiara 
	a uno de ellos en detrimento del otro. 
	
	 
	
	El jefe del MI6 Steward Menzies 
	escribió entonces al primer ministro belga de aquella época, Paul Henri 
	Spaak, una carta fechada el 27 de enero de 1949: 
	
		
		«He tenido el placer de 
	poder entrevistarme con usted personalmente sobre ciertos temas que atañen a 
	nuestros respectivos países, que considero primordiales y que me han 
	preocupado particularmente en los últimos tiempos».
	
	
	Después de esto, Menzies insistía en la necesidad de intensificar la 
	colaboración, 
	
		
		«sobre la cuestión del Kominforn y de posibles actividades 
	hostiles» y de comenzar «a concebir organizaciones de inteligencia y de 
	acción útiles en caso de guerra». 
	
	
	Más exactamente, 
	
		
		«ciertos oficiales 
	deberían viajar al Reino Unido en los próximos meses para estudiar, en 
	colaboración con mis servicios, los aspectos concretos de esas cuestiones». 
		
	
	
	Muy inquieto ante la idea de que Spaak pudiese preferir tratar con la CIA 
	antes que con el MI6, Menzies subrayó que él mismo había, 
	
		
		«considerado 
	siempre la participación de los estadounidenses en la defensa de Europa 
	occidental como algo capital» pero que seguía convencido de que, «los 
	esfuerzos de todos, incluyendo los de los americanos, deben inscribirse en 
	un conjunto coherente. 
		 
		
		Por consiguiente, si Estados Unidos tuviese que realizar, conjuntamente con 
	[los servicios belgas], preparativos con vistas a enfrentar una guerra, [a 
	él le parecía] esencial que esas actividades se coordinen con las [suyas]» y 
	que sabía que podía contar con la comprensión del primer ministro belga.
	
	
	Menzies se refería después al CCWU, el Comité Clandestino de la Unión 
	Occidental, un órgano creado en 1948 que dirigió las operaciones de guerra 
	no convencional hasta que se firmó, en 1949, el Tratado del Atlántico y que 
	la OTAN se hizo cargo de la coordinación de la red Gladio. 
	
		
		«Ese tipo de 
	cooperación», insistía el británico Menzies en su carta al primer ministro 
	belga Spaak, «permitirá ante todo evitar complicaciones con los jefes del 
	Estado mayor de la Unión Occidental.
Ya indiqué al jefe de los servicios americanos que estoy dispuesto a 
	elaborar planes para establecer el marco de una profunda cooperación con él 
	sobre esa base, por eso sugiero que todos los proyectos formulados por ellos 
	sean sometidos a Washington antes de ser discutidos en Londres por los 
	servicios americanos y británicos.» 
	
	
	Menzies señalaba también que el Gladio 
	belga tenía que equiparse y precisaba que: 
	
		
		«Los pedidos en materia de 
	entrenamiento y equipamiento tendrán que ser formulados en breve.
	Ya ordené la construcción de ciertas instalaciones destinadas al 
	entrenamiento de los oficiales y de personas recomendadas por la dirección 
	de los servicios secretos de ustedes y tendré la posibilidad de conseguir 
	para ustedes el equipamiento actualmente en proceso de fabricación (como los 
	walkie-talkie) que se necesitará en las operaciones clandestinas en un 
	futuro próximo.» 
	
	
	Según el jefe del MI6, una parte de aquel material podía 
	ser entregada gratuitamente al Gladio belga mientras que otra parte tendría 
	que ser comprada: 
	
		
		«Ese equipamiento especializado podrá ser cedido o 
	alquilado pero, en lo que se refiere al equipamiento más tradicional (como 
	armas ligeras u otro material militar), yo sugiero que las tarifas sean 
	objeto de negociaciones amistosas entre los servicios belgas y británicos».
	
	
	Aunque estaba de más decir que la creación del Gladio belga tenía que 
	desarrollarse en el más absoluto secreto, al final de su carta Menzies 
	precisaba de todas formas: 
	
		
		«Sé que es inútil recordarle a usted que este 
	correo tiene mantenerse altamente confidencial y no debe ser divulgado a 
	terceros sin nuestros respectivos consentimientos previos» [42].
	
	
	Alrededor de dos semanas después, Spaak respondió a Menzies con otra carta 
	en la que se felicitaba por recibir la ayuda de los británicos, aunque 
	indicaba que los estadounidenses también se habían acercado a las 
	autoridades belgas sobre el mismo tema y que a él le parecía que era 
	preferible que Washington y Londres arreglaran primero la cuestión entre sí. 
	
	
		
		«Estoy enteramente de acuerdo», escribía el primer ministro belga, «en que 
	una colaboración entre los tres servicios (británicos, americanos y belgas) 
	sería extremadamente provechosa.» 
	
	
	Consciente de la rivalidad existente entre 
	la CIA y el MI6, Spaak agregaba: 
	
		
		«Si uno de los dos servicios, el americano 
	o el belga, rechazara esta colaboración, los servicios belgas se verían en 
	una situación extremadamente delicada y difícil. Por eso me parece que se 
	impone la necesidad de negociaciones al más alto nivel entre Londres y 
	Washington para zanjar esta cuestión» [43].
	
	
	En Noruega, el jefe de los servicios secretos, 
	Vilhelm Evang, fue 
	simultáneamente el artífice de la fundación de la red stay-behind y de la 
	creación de la primera agencia de inteligencia de ese país, el Norwegian 
	Intelligence Service (NIS). 
	
	 
	
	Este graduado de ciencias originario de Oslo se 
	había unido al pequeño núcleo encargado de la inteligencia en el seno del 
	gobierno noruego exilado en Londres en 1942. Al regresar a su país, Evang, 
	que había establecido excelentes relaciones con los británicos, fundó el NIS 
	en 1946 y lo dirigió durante 20 años. 
	
	 
	
	Sus escritos nos informan que en 
	febrero de 1947 Evang se reunió con un oficial del MI6 británico cuyo nombre 
	se ignora pero que estaba, 
	
		
		«bien relacionado con las altas esferas del 
	ejército y la Defensa.
	Las inquietudes de los ingleses los han llevado a interesarse de cerca por 
	las estrategias de defensa en los países bajo ocupación enemiga. Parece que 
	Holanda, Francia y Bélgica han emprendido procesos de instalación de 
	estructuras necesarias para un ejército clandestino.» [44]
	
	
	En la Suecia vecina, y supuestamente neutral, los británicos desempeñaron, 
	con ayuda de la CIA, un papel preponderante en la formación de los 
	dirigentes del Gladio local. 
	
	 
	
	Así lo reveló Reinhold Geijer, un ex militar de 
	carrera sueco reclutado en 1957 por la red Gladio local, quien dirigió una 
	de sus divisiones regionales durante varias décadas. 
	
	 
	
	En 1996, Geijer, ya 
	cerca de los 80 años, contó ante las cámaras del canal sueco TV 4 cómo los 
	británicos lo habían entrenado en Inglaterra con vistas a la realización de 
	acciones clandestinas. 
	
		
		«En 1959, después de una escala en Londres, me fui 
	directamente a una granja en el campo cerca de Eaton.
	Mi viaje se desarrollaba dentro de la más absoluta confidencialidad, yo 
	utilizaba por ejemplo un pasaporte falso. Ni siquiera estaba autorizado a 
	llamar por teléfono a mi esposa», testimoniaba Geijer. 
		 
		
		«El objetivo de aquel 
	entrenamiento era aprender a utilizar técnicas de buzones seguros para 
	recibir y enviar mensajes secretos, y otros ejercicios al estilo de James Bond. Los británicos eran particularmente exigentes. A mi me parecía que 
	aquello era exagerado.» [45]
	
	
	A finales de 1990, mientras seguían apareciendo ejércitos secretos por toda 
	Europa occidental y los proyectores estaban enfocados hacia Inglaterra y el 
	papel que ese país había desempeñado por debajo de la mesa, el gobierno de 
	John Major se negaba obstinadamente a hablar del asunto. 
	
		
		«Nosotros no 
	hablamos de cuestiones vinculadas a la Seguridad nacional», respondían 
	incansablemente los voceros ante las preguntas de los periodistas británicos 
		[46]. 
	
	
	El Parlamento británico no vio la necesidad de abrir un debate público 
	o una investigación oficial sobre el tema, actitud que - en el verano de 
	1992 - inspiró al periodista Hugh O’Shaughnessy la siguiente crítica: 
	
		
		«El 
	silencio de Whitehall y la ausencia casi total de curiosidad por parte de 
	los parlamentarios sobre un escándalo en el que Gran Bretaña está tan 
	profundamente implicada resultan extraordinarios.» [47]
	
	
	La BBC se encargó de concluir que: 
	
		
		«El papel desempeñado desde Gran Bretaña 
	en la creación de los ejércitos stay-behind a través de Europa [fue] 
	fundamental». 
	
	
	En su edición nocturna del 4 de abril de 1991, la BBC puso 
	énfasis en el aspecto criminal de los ejércitos secretos y señaló: 
	
	
		
		«Cayó la 
	máscara y cubría numerosos horrores».
	
	
	La BBC descubrió que, paralelamente a su función 
	stay-behind, los ejércitos 
	secretos habían desempeñado también una labor de manipulación política: 
	
		
		«Al 
	igual que la antigua espada, la historia del Gladio moderno es de doble 
	filo.» 
	
	
	El documental de la BBC planteaba toda una serie de interrogantes: 
	
	
		
		«¿Era el Gladio, con sus reservas secretas de armas y de explosivos 
	utilizados por sus inspiradores, [un instrumento] de subversión interna 
	contra la izquierda? ¿Fueron los agentes del Gladio culpables de atentados 
	terroristas?» 
	
	
	Y ¿cuál fue exactamente el papel de Gran Bretaña? 
	
	 
	
	El 
	parlamentario italiano Sergio de Julio declaraba ante las cámaras: 
	
		
		«Nosotros 
	tenemos pruebas que demuestran que, a partir de la creación del Gladio, hubo 
	oficiales que fueron enviados a Inglaterra para entrenarse. Ellos estaban 
	encargados de conformar los primeros núcleos de la organización Gladio. Esa 
	es la prueba de una, digamos, cooperación entre el Reino Unido e Italia.» 
		[48]
	
	
	El periodista de la BBC Peter Marshall interrogaba después al general 
	italiano Gerardo Serravalle, quien había dirigido el Gladio italiano entre 
	1971 y 1974, sobre el papel que habían desempeñado los británicos. 
	
	
	 
	
	Serravalle confirmó la existencia de una estrecha colaboración: 
	
		
		«Yo invité 
	[a los británicos] porque a nosotros nos habían invitado a visitar sus bases 
	en Inglaterra –las infraestructuras stay-behind– así que yo les devolví la 
	cortesía». 
		 
		
		Marshall le preguntó entonces: 
		
		«¿Dónde se encuentra el centro de 
	la red británica?». 
		 
		
		A lo que el general italiano respondió: 
		
		
		«Lo siento pero 
	no se lo diré porque eso constituye un secreto militar de su país». 
		
		 
		
		El 
	periodista británico hizo después una pregunta para la que podía 
	razonablemente esperar una respuesta de parte del general italiano: 
		
		
		«Pero, 
	¿se sentía usted impresionado por los británicos?». 
		 
		
		A lo que Serravalle 
	respondió afirmativamente: 
		
		«Sí, lo estábamos porque es [sic] muy eficaz, 
	extremadamente bien organizado y había excelentes elementos.» [49]
	
	
	Un año después la BBC se interesó nuevamente por el caso Gladio al 
	transmitir una excelente serie de 3 documentales de Allan Francovich 
	dedicados a ese tema. 
	
	 
	
	No se trataba del primer trabajo de ese realizador, 
	quien ya en 1980 había ganado el premio de la crítica internacional en el 
	Festival de Berlín con su film On Company Business, donde revelaba el lado 
	oscuro de la CIA. 
	
	 
	
	Después de su investigación sobre Gladio, Francovich rodó 
	The Maltese Double Cross donde demostraba la existencia de puntos de 
	contacto entre el desastre del vuelo 103 de la PanAm cerca de Lockerbie, en 
	1988, y la destrucción por error, aquel mismo año, de un avión de Iran Air 
	por parte del navío estadounidense USS Vincennes. 
	
		
		«Son muy pocos los que 
	luchan incansablemente por la verdad, aunque ello implique ponerse en 
	peligro ellos mismos, como hizo Francovich», recordó Tam Dayell después de 
	la muerte de su amigo, como resultado de una crisis cardiaca sufrida en 
	oscuras circunstancias, en la zona de espera del aeropuerto de Houston, el 
	17 de abril de 1997 [50].
	
	
	
	
	Sir John Sawers dirigió la guerra secreta en Kosovo, Afganistán e Irak. 
	
	
	Director del MI6 desde 2009, Sawers dirige las operaciones stay-behind en 
	Europa. 
	 
	
	Basados principalmente en entrevistas, los documentales que rodó Francovich 
	para la BBC se dedicaban casi exclusivamente a las redes Gladio de Bélgica e 
	Italia. 
	
	 
	
	Incluían testimonios de participantes tan importantes como:
	
		
			- 
			
			
			
			Licio Gelli, jefe de la Logia P2
			 
			- 
			
			el activista de extrema derecha Vincenzo 
	Vinciguerra
 
			- 
			
			el juez veneciano y «descubridor» del Gladio Felice Casson
			 
			- 
			
			el 
	general Gerardo Serravalle, comandante del Gladio italiano
 
			- 
			
			el senador Roger 
	Lallemand, quien presidió la comisión investigadora del parlamento belga
			 
			- 
			
			Decimo Garau, ex instructor de la base del Gladio en Cerdeña
			 
			- 
			
			el ex director 
	de la CIA William Colby
 
			- 
			
			Martial Lekeu, un ex miembro de la Gendarmería 
	belga, por sólo citar unos cuantos [51].
 
		
		 
		
		«Todo el asunto del stay-behind no tenía, a mi modo de ver, otro objetivo 
	que garantizar, en caso de que sucediese lo peor, si un partido comunista 
	llegaba al poder, que hubiese agentes para avisarnos, para seguir de cerca 
	los hechos e informarnos», explicaba Ray Cline, director adjunto de la CIA 
	desde 1962 hasta 1966, ante la cámara de Francovich. 
		 
		
		«Es probable que 
	grupúsculos de extrema derecha hayan sido reclutados e integrados a la red stay-behind con el fin de poder prevenirnos si se preparaba una guerra. 
	Desde esa óptica, la utilización de extremistas de derecha, con fines de 
	inteligencia y no políticos, me parece que no plantea ningún problema», 
	proseguía Cline [52].
	
	
	Al día siguiente, la prensa inglesa publicaba lo siguiente: 
	
		
		«Era de esos 
	escándalos de los que uno piensa que pueden derribar un gobierno, pero como 
	la amnesia de los telespectadores es lo que es, no queda más que un cintillo 
	en los periódicos al día siguiente» [53].
	
	
	 
	
	 
	
	Referencias
	
		
		[1] Denna Frank Fleming, The Cold War and its Origins 1917–1960 (New York, 
	1961), p.4.
[2] Ver Fleming: Cold War.
[3] Cifras indicadas por Andrew Wilson, Das Abrüstungshandbuch: Analysen, 
	Zusammenhänge, Hintergründe (Hoffmann und Campe, Hamburgo, 1984), p.38. 
	Bajas estadounidenses: 300 000 soldados muertos, 600 000 heridos. Ninguna 
	víctima civil. Balance total de la cantidad de muertos de la Segunda Guerra 
	Mundial: 60 millones (ibid.).
[4] Valentin Falin, Zweite Front. Die Interessenkonflikte in der 
	Anti-Hitler-Koalition (Bömer Knaur, Munich, 1995).
[5] Mackenzie, W. J. M., History of the Special Operations Executive: 
	Britain and the resistance in Europe (British Cabinet Office, Londres, 
	1948), p.1153 y 1155. El documento original del Buró de los Archivos 
	Públicos de Londres no ha sido publicado aún. Debe ser publicado 
	próximamente por la editora Frank Cass.
[6] Mackenzie, Special Operations Executive, p.2.
		
[7] Un veterano del SOE, el teniente coronel Holland, «un agente dotado de 
	experiencia en materia de operaciones clandestinas en Irlanda y en la India 
	… y de una profunda convicción en cuanto a la utilidad y el interés [de 
	dichas operaciones]». Fragmento de Mackenzie, Special Operations Executive, 
	p.9.
[8] Paralelamente a la sección D del MI6, otras dos organizaciones 
	destinadas a la subversión fueron fundadas en 1938. Una de ellas dependía 
	del alto mando del ministerio de la Guerra: el GS(R), rebautizado 
	posteriormente como MI(R), que se dedicaba al estudio de las técnicas de 
	guerra no convencional. La segunda, bautizada como EH, en referencia Electra 
	House que era el nombre del edificio donde tenía su cuartel general 
	londinense, estaba especializada en propaganda «negra» (anónima) en Europa. 
	Ver David Stafford, Britain and European Resistance 1940–1945: A survey of 
	the Special Operations Executive (St Antony’s College, Oxford, 1980), 
	p.19–21.
[9] Tony Bunyan, The History and Practice of the Political Police in Britain 
	(Quartet Books, Londres, 1983), p.265.
[10] Peter Wilkinson, Foreign Fields : The Story of an SOE Operative (London 
	Tauris Publishers, Londres, 1997), p.100.
[11] Imperial War Museum London, visitado por el autor en mayo de 1999.
		
[12] Wilkinson, Fields, p.101.
[13] Stafford, Resistance, p.20.
		
[14] Carta del ministro Hugh Dalton al ministro de Relaciones Exteriores 
	Halifax fechada el 2 de julio de 1940. Fragmento de M. R. D. Foot, An 
	outline history of the Special Operations Executive 1940–1946 (British 
	Broadcasting Cooperation, Londres, 1984), p.19.
[15] «Background Document File N°0391: GLADIO», Statewatch, enero de 1991. 
	Sobre el papel de Gubbins, ver también la publicación belga Fire! Le 
	Magazine de l’Homme d’Action, septiembre/octubre de 1991, p.77.
[16] E. H. Cookridge, Inside SOE. The Story of Special Operations in Western 
	Europe 1940–45 (Arthur Barker Limited, Londres, 1966), p.13.
[17] Mackenzie, Special Operations Executive, p.1152.
		
[18] Ibid., p.1153 and 1155.
[19] Stafford, Resistance, epílogo p.203.
		
[20] Frans Kluiters, De Nederlandse inlichtingen en veiligheidsdiensten 
	(1993), p.309.
[21] Stafford, Resistance, conclusión p.211.
[22] Frank Wisner es el padre de Frank Wisner Jr., que a su vez es padrastro 
	de Nicolas Sarkozy, NdlR.
[23] Roger Faligot y Rémi Kauffer, Les maîtres espions. Histoire mondiale du 
	renseignement. Volume 2. De la Guerre froide à nos jours (Editions Laffont, 
	París, 1994), p.53.
[24] Michael Smith, New Cloak, Old Dagger : How Britain’s Spies Came in from 
	the Cold (Gollancz, Londres, 1996), p.117. Basado en entrevistas realizadas 
	a Simon Preston el 11 de octubre de 1995 y a Michael Giles el 25 de octubre 
	de 1995.
[25] Allan Francovich, Gladio: The Ringmasters. Primer documental de una 
	serie de 3 rodados por el realizador Francovich y dedicados al Gladio, 
	transmitido por BBC2 el 10 de junio de 1992.
[26] Michael de la Billiere, Looking for Trouble: SAS to Gulf Command - The 
	Autobiography (HarperCollins, Londres, 1994), p.150. Esta autobiografía de 
	Billiere incluye el recuento de su experiencia en el SAS.
[27] Agencia internacional de prensa Associated Press, 14 de noviembre de 
	1990.
[28] The Unleashing of Evil, documental realizado por Richard Norton Taylor, 
	quien cubrió las revelaciones de 1990 sobre el Gladio para el diario The 
	Guardian. Transmitido por la BBC el 29 de junio de 1988. Revelación del 
	Guardian publicada el mismo día: «‘British soldiers used torture’».
[29] Declaraciones de un oficial del SAS al eminente periodista de 
	investigación John Pilger. Diario británico The Guardian, 16 de octubre de 
	1990. En 1986, Jonathan Winer, abogado en el Congreso, reveló que Estados 
	Unidos había financiado a Pol Pot aportándole en total 85 millones de 
	dólares entre 1980 y 1986 en aplicación de la lógica de que “los enemigos de 
	mis enemigos son mis amigos”, revelación que provocó la cólera de la 
	administración Reagan. (John Pilger en el diario británico The Guardian, 6 
	de octubre de 1990). En Gran Bretaña, la incomodidad era comparable. En 
	1990, la primera ministra Margaret Thatcher negó toda implicación británica 
	en la formación de los escuadrones de Khmers Rojos, a pesar de los 
	testimonios que ya habían aportado varios oficiales del SAS. En 1991, 
	durante un juicio por difamación en el que se vio implicado John Pilger, el 
	ministerio de Defensa tuvo que reconocer finalmente que Gran Bretaña había 
	contribuido al entrenamiento de los partidarios de los Khmers Rojos (Diario 
	británico The Guardian, 20 de abril de 1993).
[30] Joseph Paul de Boucherville Taillon, International Cooperation in the 
	Use of elite military forces to counter terrorism: The British and American 
	Experience, with special reference to their respective experiences in the 
	evolution of low intensity operations (1992), p.200 (Tesis de doctorado 
	presentada en la London School of Economics and Political Science, no 
	publicada). Carta de Carver a Boucherville Taillon, fechada el 24 de 
	diciembre de 1985.
[31] Publicación británica Lobster, diciembre de 1995.
		
[32] Publicación mensual británica Searchlight, enero de 1991.
		
[33] Richard Norton-Taylor, «UK trained secret Swiss force» en el diario 
	británico The Guardian, 20 de septiembre de 1991.
[34] Urs Frieden, «Die England Connection. PUK EMD: P26 Geheimarmist 
	Hürlimann im Manöver», publicado en el semanario suizo Wochenzeitung, 30 de 
	noviembre de 1990.
[35] Schweizer Bundesrat: Schlussbericht in der Administrativuntersuchung 
	zur Abklärung der Natur von allfälligen Beziehungen zwischen der 
	Organisation P26 und analogen Organisationen im Ausland. Kurzfassung für die 
	Oeffentlichkeit. 19 de septiembre de 1991, p.4–5.
[36] Ibid., p.2.
		
[37] Publicación británica Searchlight, enero de 1991.
[38] La carta de Broccoli, fechada el 1º de octubre de 1951 e intitulada 
	Organizzazione informativa operativa nel territorio nazionale suscettibile 
	di occupazione nemica, es un documento esencial en el caso Gladio. La 
	comisión parlamentaria italiana se refirió a ella. Un buen resumen de ese 
	documento se encuentra en Mario Coglitore, La notte dei Gladiatori. 
	Omissioni e silenzi della Repubblica (Calusca Edizioni, Padoue, 1992), 
	p.132–133. La publicación política italiana Espresso, que pudo conseguir el 
	documento original, cita numerosos fragmentos de este en su edición del 18 
	de enero de 1991.
[39] Coglitore, Gladiatori, p.133.
[40] Pietro Cedomi, «Service secrets, guerre froide et ‘stay-behind. 2e 
	partie’: La mise en place des réseaux», en la publicación belga Fire! Le 
	Magazine de l’Homme d’Action, septiembre/octubre de 1991, p.80.
[41] Allan Francovich, Gladio: The Ringmasters. Primer documental de una 
	serie de 3 realizada por Francovich y dedicada al Gladio. Transmitido por la 
	BBC2 el 10 de junio de 1992.
[42] Enquête parlementaire sur l’existence en Belgique d’un réseau de 
	renseignements clandestin international [Investigación parlamentaria sobre 
	la existencia en Bélgica de una red clandestina internacional de 
	inteligencia], informe elaborado por los señores Erdman y Hasquin a nombre 
	de la comisión investigadora. Documento del Senado, sesión de 1990–1991. 
	Bruselas, p.212–213.
[43] Ibid., p.213. Citado también en el diario británico The Observer del 7 
	de junio de 1992.
[44] Fragmento de Olav Riste, The Norwegian Intelligence Service 1945–1970 
	(Frank Cass, Londres, 1999), p.16.
[45] Thomas Kanger y Oscar Hedin, «Erlanders hemliga gerilla. I ett 
	ockuperat Sverige skulle det nationella motstandet ledas fran Äppelbo skola 
	i Dalarna» en el diario sueco Dagens Nyheter, 4 de octubre de 1998.
[46] Diario británico The Guardian, 14 de noviembre de 1990.
		
[47] Hugh O’Shaughnessy, «Gladio : Europe’s best kept secret». Estos agentes 
	supuestamente debían permanecer detrás de las líneas enemigas en caso de 
	invasión de Europa occidental por parte del Ejército Rojo. Pero esa red, 
	creada con las mejores intenciones, degeneró en ciertos países en un 
	instrumento del terrorismo y de la agitación política de extrema derecha. 
	Publicado en el diario británico The Observer el 7 de junio de 1992.
[48] Televisión británica. BBC Newsnight, 4 de abril de 1991, 22 h 30. 
	Reportaje sobre Gladio realizado por el periodista Peter Marshall.
[49] Ibid.
		
[50] Sección necrológica del diario británico The Independent, 28 de abril 
	de 1997.
[51] Allan Francovich, Gladio: The Ringmasters, primer documental de una 
	serie de 3 realizada por Francovich y dedicada al Gladio, transmitido por la 
	BBC2 el 10 de junio de 1992; Gladio: The Puppeteers, segundo documental de 
	una serie de 3 realizada por Francovich y dedicada al Gladio, transmitido 
	por BBC2 el 17 de junio de 1992; Gladio: The Foot Soldiers, último 
	documental de la serie de 3 realizada por Francovich y dedicada al Gladio, 
	transmitido por BBC2 el 24 de junio de 1992.
[52] Allan Francovich, Gladio: The Ringmasters. primer documental de una 
	serie de 3 realizada por Francovich y dedicada al Gladio, transmitido por la 
	BBC2 el 10 de junio de 1992.
[53] Diario británico The Times, 28 de junio de 1992.
	
	
	
	
	Regresar al Contenido