Parte 4
Los Ejércitos Secretos de La OTAN
Las Cloacas de Su Majestad
por Daniele Ganser
3 Diciembre 2009
Desde
Bâle (Suisse)
del Sitio Web
VoltaireNet
Las redes
stay-behind, que permiten a la OTAN controlar la vida política de
los Estados miembros de la alianza atlántica, se construyeron a partir de
las redes de resistencia al nazismo que los británicos habían organizado y
apoyado durante la Segunda Guerra Mundial.
Pero la lucha contra el comunismo
se utilizó para justificar la realización de todo tipo de operaciones en el
propio Reino Unido (atentados terroristas bajo bandera falsa y asesinatos de
republicanos irlandeses), en Europa continental (principalmente en Francia,
en los países del Benelux, en los países nórdicos y hasta en la neutral
Suiza) así como en África y Asia (por ejemplo, para dirigir la masacre de
las poblaciones francófonas que cometieron los Khmers rojos en Cambodia.
En
esta cuarta entrega de la historia del Gladio, Daniele Ganser nos revela las
alcantarillas de Su Majestad. |
La verdad definitiva sobre la guerra fría no se escribirá nunca porque la
Historia evoluciona constantemente en función de las sociedades que la hacen
y la estudian.
Los historiadores de numerosos países están de acuerdo, sin
embargo, en que el hecho más importante de aquel periodo fue, desde el punto
de vista de los occidentales, la lucha contra el comunismo a escala
planetaria.
En ese combate, que marcó la historia del siglo XX como pocos sucesos lo han
hecho, la antigua superpotencia colonial británica tuvo que renunciar a su
hegemonía en beneficio de los Estados Unidos.
Este último país utilizó la
lucha contra el comunismo para acrecentar su propia influencia década tras
década. Después del derrumbe de la Unión Soviética, acontecimiento que puso
fin a la guerra fría en 1991, el Imperio americano garantizó para sí mismo
un predominio jamás visto anteriormente en toda la historia.
En Gran Bretaña, el establishment conservador experimentó una profunda
conmoción en 1917 cuando, por primera vez en la historia de la humanidad, se
produjo la aparición de un régimen comunista en un lejano pero extenso país
agrícola. Después de la Revolución rusa, los comunistas asumieron el control
de las fábricas y anunciaron que los medios de producción serían en lo
adelante propiedad del pueblo.
En la mayoría de los casos, los
inversionistas lo perdieron todo.
En su obra Los orígenes de la guerra fría, el historiador Denna Frank
Fleming observó que muchos de los cambios sociales que aportó la Revolución
de Octubre, como la abolición de los cultos y de la nobleza campesina,
«hubiesen podido ser aceptados por los conservadores, en el extranjero, con
el paso del tiempo, pero nunca la nacionalización de la industria, del
comercio y de la tierra».
El ejemplo de la Revolución rusa no fue seguido en
ninguna parte.
«J.B. Priestly dijo un día que la mentalidad de los
conservadores ingleses se había cerrado en el momento de la Revolución rusa
y no ha vuelto a abrirse desde entonces.» [1]
Ampliamente ignorada en el oeste, la guerra secreta contra el terrorismo
comenzó por lo tanto inmediatamente después de la Revolución rusa, cuando
Gran Bretaña y Estados Unidos instauraron ejércitos secretos contra los
nuevos países satélites de la Unión Soviética.
Entre 1918 y 1920, Londres y
Washington se aliaron a la derecha rusa y financiaron una decena de
intervenciones militares en suelo soviético. Ninguna de ellas logró derrocar
a los nuevos dirigentes. Pero sí dieron lugar a que las élites comunistas y
el dictador Stalin albergaran profundas sospechas en cuanto a las
intenciones del Occidente capitalista [2].
Durante los años subsiguientes, la Unión Soviética reforzó su aparato de
seguridad hasta convertirse en un Estado totalitario que no vacilaba en
arrestar en su suelo a los extranjeros sospechosos de ser agentes del Oeste.
Al hacerse evidente que derrocar el régimen comunista en Rusia no era tarea
fácil, Gran Bretaña y sus aliados dedicaron sus esfuerzos a impedir que el
comunismo se extendiera a otros países.
En julio de 1936, el dictador fascista Francisco Franco intentó un golpe de
Estado contra el gobierno de la izquierda española y, en el transcurso de la
subsiguiente guerra civil, eliminó a la oposición y a los comunistas
españoles. Gozó para ello del silencioso apoyo de los gobiernos de Londres,
Washington y París. Si no hubo lucha contra el ascenso de Adolfo Hitler al
poder fue en gran parte porque Hitler apuntaba contra el enemigo correcto:
el comunismo soviético.
Durante la guerra civil española, se permitió que
los ejércitos de Hitler y de Mussolini bombardearan libremente a la
oposición republicana.
Después de haber desencadenado la Segunda Guerra Mundial, Hitler lanzó
contra Rusia tres grandes ofensivas, en 1941, 1942 y 1943, que estuvieron a
punto de asestar al bolchevismo un golpe fatal. Entre todas las partes
beligerantes, fue la Unión Soviética la que pagó el más alto tributo: 15
millones de muertos entre la población civil, 7 millones de muertos entre
los soldados y 14 millones de heridos [3].
Según los historiadores rusos, haciendo caso omiso a los urgentes pedidos de
Moscú, Estados Unidos - país que perdió 300,000 hombres en la liberación de
Europa y Asia - se puso de acuerdo con Gran Bretaña para no abrir un segundo
frente en el oeste, lo cual hubiese obligado a Alemania a movilizar tropas
en esa dirección y, por consiguiente, a disminuir el número de efectivos
alemanes en el frente ruso.
La correlación de fuerzas no se invirtió sino
después de Stalingrado, donde el Ejército Rojo finalmente se impuso a los
alemanes y comenzó su avance hacia el oeste. Esto explica, también según los
historiadores rusos, que los Aliados, temerosos de perder terreno, abrieran
entonces rápidamente un segundo frente y, después de desembarcar en
Normandía, salieran al encuentro de los soviéticos en Berlín. [4]
Los historiadores británicos atestiguan la existencia de toda una serie de
intrigas sucesivas que han influido en la conformación de los demás países y
del suyo propio.
«La Inglaterra moderna siempre ha sido un centro de
subversión –a los ojos de los demás pero no a los suyos propios», observó Mackenzie después de la Segunda Guerra Mundial.
«Lo que determina la
existencia de ese espejo con dos caras: de un lado encontramos la percepción
que existe en el extranjero de una Inglaterra intrigante, sutil y totalmente
secreta; y del otro una imagen de honestidad, de simplicidad y de
indulgencia que comparte una mayoría de los súbditos.» [5]
Para Mackenzie,
la legendaria guerra secreta que practican los británicos tiene su origen,
«en la historia de las “pequeñas guerras” que conformaron la historia del
Imperio británico» [6].
Antes de la Segunda Guerra Mundial, los estrategas del ministerio de Defensa
británico llegaron a la conclusión de que sus operaciones secretas debían,
«inspirarse de la experiencia adquirida en la India, en Irak, en Irlanda y
en Rusia, o sea desarrollar una guerrilla con técnicas de combate similares
a las del IRA» [7].
En marzo de 1938, poco después de la anexión de Austria por parte de Hitler,
se creó en el seno del MI6 un nuevo departamento, llamado Sección D y
encargado de desarrollar operaciones de subversión en Europa.
La Sección D
comenzó a formar comandos de sabotaje
stay-behind en los países que se
encontraban bajo la amenaza de agresión alemana [8].
En 1940, cuando parecía
inminente la invasión del sur de Inglaterra, la,
«Sección D se dio a la tarea
de diseminar reservas de armas y agentes reclutadores a través de toda Gran
Bretaña, sin informarlo a nadie.» [9]
El reclutamiento y la dirección de los agentes
stay-behind por parte de los
miembros de la Sección D parecían desarrollarse en el mayor secreto:
«La
apariencia de aquellos desconocidos [los agentes de la Sección D], con sus
trajes y sus autos negros, y la misteriosa impresión que dejaban no tardó en
inquietar a la población», recuerda Peter Wilkinson, un ex agente del SOE.
Los agentes secretos enfurecían también a,
«los responsables militares al
negarse sistemáticamente a explicar las razones de su presencia o a hablar
del contenido de sus misiones y al afirmar únicamente que todo aquello era
altamente confidencial» [10].
Medio siglo más tarde, la exposición del Imperial War Museum de Londres
dedicada a las «guerras secretas» reveló al público cómo,
«la Sección D del
MI6, conforme a la doctrina stay-behind, también había creado en Inglaterra
ejércitos de resistencia bautizados “Unidades Auxiliares” y equipados con
armas y explosivos».
Esas primeras unidades Gladio de Gran Bretaña,
«recibieron un entrenamiento especial y aprendieron a operar detrás de las
líneas enemigas según la hipótesis de que los alemanes invadiesen la isla.
Gracias a una red de escondites secretos y de alijos de armas, debían
realizar acciones de sabotaje y de guerrilla contre el ocupante alemán.»
[11]
Como nunca se produjo la invasión, no se sabe si aquel plan hubiese
funcionado.
Pero en agosto de 1940,
«un ejército bastante heteróclito» pudo
desplegarse a lo largo de los litorales ingleses y escoceses del Mar del
Norte, en los lugares más vulnerables a una posible invasión [12].
La zona de acción de la Sección D del MI6 se limitaba inicialmente al
territorio británico.
Así fue hasta julio de 1940, cuando el primer ministro
británico Winston Churchill ordenó la creación de un ejército secreto
bautizado con la denominación de SOE y destinado a,
«incendiar Europa
apoyando a los movimientos de resistencia y realizando operaciones de
subversión en territorio enemigo» [13].
Un memorando del ministerio de la Guerra fechado el 19 de julio de 1940
indica que:
«El Primer Ministro ha decido también, después de consultar a
los ministerios interesados, que una nueva organización debe crearse
inmediatamente con la misión de coordinar todas las acciones de subversión y
de sabotaje dirigidas contra el enemigo fuera del territorio nacional».
El SOE se puso bajo el mando de Hugh Dalton, ministro de la Economía de Guerra.
Cuando los alemanes, después de la invasión de Francia, parecían haberse
instalado allí por largo tiempo, el ministro Dalton señaló la necesidad de
emprender una guerra secreta contra las fuerzas alemanas en los territorios
ocupados:
«Debemos organizar, en el interior de los territorios ocupados,
movimientos comparables al Sinn Fein en Irlanda, a la guerrilla china que
lucha actualmente contra Japón, a los irregulares españoles que desempeñaron
un papel nada despreciable en la campaña de Wellington o, por qué no
reconocerlo, movimientos comparables a las organizaciones que tan
notablemente han desarrollado los propios nazis en casi todos los países del
mundo».
Parecía evidente que los británicos no podían darse el lujo de no prestar
atención a la vía de la guerra clandestina.
Dalton agregó:
«Esta
“internacional democrática” debe emplear diferentes métodos, incluyendo el
sabotaje contra las instalaciones industriales y militares, la agitación
sindical y la huelga, la propaganda constante, los atentados terroristas
contra los traidores y los dirigentes alemanes, el boicot y los motines.»
Era necesario, por lo tanto, establecer, en el mayor secreto, un red de
resistencia, recurriendo a los elementos más aventureros del ejército y de
la inteligencia británicos:
«Lo que necesitamos es una nueva organización
que coordine, inspire, supervise y asista a las redes de los países ocupados
que tendrán que ser los actores directos. Para ello tendremos que poder
contar con la más absoluta discreción, con una buena dosis de entusiasmo
fanático, con la voluntad de cooperar con personas de diferentes
nacionalidades y con el apoyo incondicional del poder político.» [14]
Bajo la protección del ministro Dalton, el comando operacional del SOE fue
puesto en manos del general de división Sir Colin Gubbins, un hombrecito
seco y flaco, originario de los Highlands y con bigote, que desempeñaría en
lo adelante un papel determinante en la creación del Gladio británico [15].
«El problema y su solución consistían en estimular y permitir que los
pueblos de los países ocupados perjudicaran en la mayor medida posible el
esfuerzo de guerra alemán a través del sabotaje, la subversión, negándose a
trabajar, realizando operaciones relámpago, etc…», describió Gubbins, «y, al
mismo tiempo, preparar en territorio enemigo fuerzas secretas organizadas,
armadas y entrenadas que solamente debían intervenir en el momento del
asalto final.»
El SOE era en realidad el precursor de la Operación Gladio,
puesto en marcha en medio de la Segunda Guerra Mundial.
Gubbins resume este
ambicioso proyecto en los siguientes términos:
«A fin de cuentas, aquel plan
consistía en hacer llegar a las zonas ocupadas una gran número de hombres e
importantes cantidades de armas y explosivos». [16]
El Special Operations Executive (SOE) empleaba a una gran parte de los
efectivos de la Sección D y acabo convirtiéndose en una organización de gran
envergadura, que contaba en sus filas con más de 13 000 hombres y mujeres y
operaba en el mundo entero en estrecha colaboración con el MI6.
Aunque
realizó varias misiones en el Extremo Oriente, desde bases de retaguardia
situadas en la India y en Australia, el principal teatro de operaciones del SOE seguía siendo el oeste de Europa donde se dedicaba casi exclusivamente a
la creación de ejércitos secretos nacionales.
El SOE estimulaba el sabotaje y la subversión en los territorios ocupados y
establecía núcleos de hombres entrenados capaces de prestar asistencia a los
grupos de resistencia en la reconquista de sus respectivos países.
«El SOE
fue durante 5 años el principal instrumento de intervención de Gran Bretaña
en las cuestiones políticas internas de Europa», precisa el informe del
British Cabinet Office, «un instrumento extremadamente poderoso» ya que era
capaz de ejecutar gran cantidad de tareas, «Mientras el SOE estuviese en
acción, ningún político europeo podía creer en la renuncia o la derrota de
los británicos». [17]
Conocido durante mucho tiempo bajo la denominación codificada de «C»,
Sir Stewart Menzies fue el director del MI6 desde 1939 hasta 1952.
Garantizó la
continuidad del stay behind después de la victoria contra los nazis.
Oficialmente, el SOE fue disuelto y su dirección dimitió en enero de 1846, o
sea poco después del fin de la Segunda Guerra Mundial.
Pero Sir Steward
Menzies, quien dirigió el MI6 desde 1939 hasta 1952, no tenía intenciones de
renunciar a un instrumento tan interesante como el ejército secreto, sobre
todo teniendo en cuenta que el director del Departamento de Operaciones
Especiales del MI6 aseguraba que las acciones clandestinas de Gran Bretaña
iban a proseguir durante la guerra fría.
El informe del gobierno sobre el SOE, documento que se mantuvo en secreto durante un tiempo, concluyó que:
«Es casi seguro que, bajo una u otra forma, habrá que reinstaurar el SOE en
una guerra futura» [18].
Los objetivos a largo plazo del SOE y de su sucesora, la
Special Operations
Branch del MI6, aprobados de forma provisional por el Consejo del Estado
Mayor británico el 4 de octubre de 1945, preveían en primer lugar la
creación del esqueleto que debía sustentar una red capaz de extenderse
rápidamente en caso de guerra y, en una segunda fase, la reevaluación de las
necesidades del gobierno británico para sus operaciones clandestinas en el
extranjero.
«Se decidió preparar esas acciones prioritariamente en los
países con posibilidades de ser invadidos durante las primeras fases de un
conflicto con la Unión Soviética, aunque no [estuviesen] sometidos aún a la
dominación de Moscú.» [19]
Después de la Segunda Guerra Mundial, el oeste de Europa siguió siendo por
lo tanto el principal teatro de operaciones de la guerra secreta británica.
A partir de 1946, la nueva sección del MI6 estuvo bajo las órdenes de Sir
Colin Gubbins.
Fue esta sección la que conformó las redes stay-behind de la
Segunda Guerra Mundial.
Después de la disolución del SOE, el 30 de junio de 1956, una nueva sección
designada como «Special Operations» se creó dentro del MI6 y se puso bajo
las órdenes del general de división Colin Gubbins.
Según el especialista
holandés en servicios secretos Frans Kluiters, el MI6 promovía la formación
de ejércitos anticomunistas secretos,
«mientras que los Special Operations
comenzaban a construir redes en Alemania occidental, en Italia y en Austria.
Esas redes (organizaciones stay-behind) podían ser activadas, en caso de una
posible invasión soviética, para recoger información y realizar actos de
sabotaje ofensivo» [20].
Gubbins puso especial cuidado en lograr que los efectivos se mantuvieran en
Alemania, Austria, Italia, Grecia y Turquía después de 1945.
En efecto, el SOE y sus sucesores «tenían otras preocupaciones políticas, aparte de la
derrota de Alemania». La directiva de 1945, particularmente explícita,
«establecía claramente que los principales enemigos del SOE eran el
comunismo y la Unión Soviética» ya que se consideraba que los intereses
británicos se hallaban «bajo la amenaza de la Unión Soviética y del
comunismo europeo» [21].
Varios años más tarde, con la esperanza de obtener el apoyo de la
representación nacional para continuar las operaciones clandestinas, el
ministro británico de Relaciones Exteriores Ernest Bevin se dirigió al
Parlamento el 22 de enero de 1948 para pedir con insistencia la creación de
unidades armadas especializadas destinadas a luchar contra la subversión y
las «quintas columnas» soviéticas.
En aquel entonces sólo unos pocos
parlamentarios sabían que en realidad aquella proposición ya se estaba
aplicando.
Washington compartía la hostilidad de Londres hacia los soviéticos. Las dos
potencias trabajaban en estrecha colaboración en materia de cuestiones
militares y de inteligencia.
La Casa Blanca puso en manos de Frank Wisner
[22], director de la Office of Policy Coordination (OPC, el Buró de
Coordinación Política de las operaciones especiales de la CIA), la tarea de
crear ejércitos secretos stay-behind a través de todo el oeste de Europa,
con la ayuda de la Special Operations Branch (SOB) del MI6, que dirigía el
coronel Gubbins.
Roger Faligot y Remi Kauffer, dos historiadores franceses especializados en
servicios secretos, explican que la CIA y el MI6 se encargaron primeramente
de,
«neutralizar las últimas unidades clandestinas de las potencias del Eje
en Alemania, en Austria y en el norte de Italia» y reclutaron después a
ciertos miembros de las vencidas facciones fascistas incluyéndolos en sus
nuevos ejércitos secretos anticomunistas.
«Y fue así, a través del OPC de la
CIA y de la SOB del SIS, como los servicios secretos de las grandes
democracias que acababan de ganar la guerra trataron después de “reutilizar”
algunos de sus comandos contra su antiguo aliado soviético.» [23]
Paralelamente a la del MI6 y la CIA y sus respectivos departamentos de
operaciones especiales, la SOB y la OPC, se estableció también una
cooperación entre las Fuerzas Especiales de los ejércitos de Gran Bretaña y
Estados Unidos.
Los SAS británicos y los Boinas Verdes estadounidenses,
entrenados especialmente para la realización de misiones secretas en
territorio enemigo, realizaron de forma conjunta un gran número de
operaciones durante la guerra fría, entre ellas la formación de los
ejércitos secretos stay-behind.
Los ex oficiales de la Marina Real Giles y
Preston, que habían creado el Gladio austriaco, contaron que los reclutas
eran enviados a Fort Monckton, un edificio construido durante las guerras
napoleónicas y situado frente al mar en Portsmouth (Inglaterra), donde se
entrenaban junto a los miembros del SAS, bajo la dirección del MI6.
Giles y Preston participaron personalmente en aquellos ejercicios del Gladio
y se entrenaron en uso de códigos secretos, manejo de armas y operaciones
clandestinas. [24]
Decimo Garau fue uno de aquellos reclutas entrenados por
el SAS británico antes de convertirse en instructor del Centro Addestramento
Guastatori (CAG), una base del Gladio italiano situada en Capo Marragiu, en
Cerdeña.
«Me invitaron a pasar una semana en Poole, Inglaterra, para
entrenarme con las Fuerzas Especiales», confirmó el instructor Garau después
de las revelaciones sobre la existencia del Gladio, en 1990.
«Hice un salto
en paracaídas sobre [el canal de] la Mancha. Participé en el entrenamiento
de ellos, todo se desarrolló muy bien entre nosotros. Después me mandaron a Hereford para preparar y realizar ejercicios con los [miembros del] SAS.»
[25]
En aquella época, los británicos eran los más experimentados en materia de
operaciones secretas y guerra no convencional.
Sus Fuerzas Especiales (SAS)
habían sido creadas en el norte de África, en 1942, con la misión de golpear
en profundidad detrás de las líneas enemigas. Los más peligrosos adversarios
de los SAS británicos eran sin dudas las SS alemanas, fundadas desde antes
de la Segunda Guerra Mundial y dirigidas por Heinrich Himmler.
Como todas
las fuerzas especiales, las SS eran una unidad combatiente de élite, con sus
propias insignias –portaban un uniforme negro bien ajustado, una gorra con
un cráneo de plata y una daga plateada– y convencida de su superioridad
sobre todos los demás cuerpos del ejército regular. Sus miembros adquirieron
además rápidamente la reputación de ser «asesinos fanáticos».
Después de la
derrota de la Alemania nazi, las fuerzas especiales de las SS fueron
consideradas como una organización criminal y el tribunal de Nuremberg las
disolvió en 1946.
Después de la victoria, el SAS también fue desmantelado, en octubre de 1945.
Sin embargo, como la necesidad de asestar golpes bajos y de realizar
operaciones peligrosas iba en aumento a medida que disminuía la influencia
de Gran Bretaña en el mundo, el SAS fue restablecido y enviado a luchar tras
las líneas enemigas, específicamente en Malasia, en 1947.
Desde su cuartel
general de Hereford, conocido como «la Nursery», los SAS prepararon en el
mayor secreto numerosas misiones como, por ejemplo, la efectuada en 1958 a
pedido del sultán de Omán, operación durante la cual los miembros del SAS
contribuyeron a reprimir una guerrilla marxista que se había revelado contra
la dictadura del régimen.
Aquella operación garantizaría el financiamiento
del SAS en el futuro ya que, como pudo comprenderlo un oficial del SAS, los
miembros de este servicio británico probaron entonces que,
«podían ser
aerotransportados rápida y discretamente hacia una zona agitada y operar de
forma totalmente confidencial en un lugar apartado, una carta muy apreciada
por el gobierno conservador de la época». [26]
Aunque su acción armada más célebre sigue siendo el asalto a la embajada de
Irán, en 1980, los SAS también participaron activamente en la guerra de las
Islas Malvinas, en 1982.
El despliegue más masivo de los SAS desde la
Segunda Guerra Mundial tuvo lugar durante la guerra del Golfo de 1991. En
1996 colaboraron nuevamente con los Boinas Verdes estadounidenses para
entrenar y equipar al Ejército de Liberación de Kosovo antes y después de
los bombardeos de la OTAN sobre el territorio de aquella provincia, que se
encontraba entonces bajo control serbio.
El diputado conservador Nigel West subrayó con toda razón que, al igual que
los Boinas Verdes estadounidenses:
«El SAS británico habría desempeñado un
papel estratégico en la Operación Gladio si los soviéticos hubiesen invadido
Europa occidental», dando así por sentada la implicación del SAS junto a los
ejércitos stay-behind creados en Europa [27].
Tanto el SAS británico como
los Boinas Verdes estadounidenses colaboraron estrechamente.
Fue como prueba
de aquella colaboración que los miembros de las Fuerzas Especiales
estadounidenses comenzaron a portar, a partir de 1953, la famosa boina
verde, proveniente del uniforme de sus modelos británicos. El uso de la
boina verde, considerada «extranjera», molestó a muchos altos oficiales del
ejército estadounidense.
Fue sólo cuando el presidente Kennedy, gran partidario de las operaciones
secretas y de las Fuerzas Especiales, lo aprobó durante una visita a Fort
Bragg, el cuartel general de dichas fuerzas, que la boina vino a ser
oficialmente adoptada en Estados Unidos para convertirse rápidamente en el
emblema del más prestigioso cuerpo de comandos del país.
La admiración de
los estadounidenses por el ilustre y glorioso SAS perduró por muchos años.
Los boinas verdes acostumbraban incluso a referirse al cuartel general de Hereford como «la Casa Matriz» y los oficiales formados en Gran Bretaña
gozaban de cierto prestigio a su regreso a Estados Unidos. Por su parte, los
británicos se esmeraron en mantener esa alianza, al extremo que en 1962
nombraron al comandante de los Boinas Verdes, el general de división William Yarborough, miembro honorario del SAS.
Lady Thatcher envió el SOE a Cambodia donde este servicio secreto británico
entrenó y dirigió a los Khmers Rojos. Estos masacraron entonces a un millón
y medio de personas, prioritariamente a los intelectuales que hablaban
francés.
En 1988, dos años antes del estallido del escándalo sobre el Gladio, la BBC
reveló la existencia de una cooperación entre las Fuerzas Especiales
estadounidenses y británicas. En un documento titulado The Unleashing of
Evil, la BBC reveló al público que el SAS y los Boinas Verdes no habían
vacilado en torturar a sus prisioneros en cada una de las campañas
desarrollados desde hacía 30 años en Kenya, Irlanda del Norte, Omán, en
Vietnam, Yemen, Chipre y en otros países.
Luke Thomson, un ex oficial de
Boinas Verdes, explicaba ante las cámaras de la BBC que las tropas de élite
estadounidenses y británicas seguían un programa de entrenamiento común en
Fort Bragg.
Basándose en esa declaración, Richard Norton Taylor, el
realizador de aquel documental, quien además se distinguió 2 años más tarde
por sus investigaciones sobre el caso Gladio, concluyó que la crueldad,
«está
finalmente más extendida y más anclada en nuestra naturaleza de lo que nos
gusta creer» [28].
Durante otra operación secreta, los Boinas Verdes entrenaron también a los
escuadrones de Khmers Rojos que participaron en el genocidio cambodiano,
después de que se estableciera el contacto por parte de Ray Cline, alto
responsable de la CIA y consejero especial del presidente estadounidense
Ronald Reagan.
Cuando estalló el escándalo del Irángate, en 1983, el
presidente Reagan, que quería evitar a toda costa un nuevo escándalo, pidió
a la primera ministra británica Margaret Thatcher que los británicos
reemplazaran a los estadounidenses.
Lady Thatcher envió el SOE a Cambodia donde
este servicio secreto británico
entrenó y dirigió a los Khmers Rojos.
Estos masacraron entonces a un millón
y medio de personas,
prioritariamente a los intelectuales que hablaban
francés.
Margaret Thatcher envió entonces el SAS a Cambodia para entrenar allí mismo
a las tropas de Pol Pot.
«Fuimos primero a Tailandia, en 1984»,
testimoniaron más tarde varios oficiales del SAS.
«Trabajábamos con los
yanquis, estábamos muy compenetrados, como hermanos. A ellos no les gustaba
aquello más que a nosotros. Les enseñamos un montón de cosas técnicas a los Khmers Rojos», recuerda el oficial.
«Al principio, ellos querían simplemente
entrar en las aldeas y acabar con la gente a machetazos. Les dijimos que se
calmaran.»
Los SAS no se sentían muy a gusto en aquella misión:
«Muchos de
nosotros hubiésemos cambiado de bando a la primera oportunidad. Estábamos
tan asqueados. Odiábamos tanto que nos asociaran con Pol Pot. Se lo aseguro,
somos soldados, no asesinos de niños.» [29]
«Mi experiencia en las operaciones secretas me ha enseñado que nunca lo son
por mucho tiempo», dijo con una sonrisa el mariscal Lord Carver, jefe del
Estado Mayor y futuro comandante en jefe de la Defensa británica. Su
observación pudiera aplicarse al Gladio.
«Después que usted mete el dedo en
el mecanismo, siempre existe el riesgo de que las Fuerzas Especiales
empiecen a actuar por su cuenta, como hicieron los franceses en Argelia y
quizás más recientemente en el caso del Rainbow Warrior, en Nueva Zelanda»,
cuando el Servicio [francés] de Documentación Exterior y de Contraespionaje
(SDECE) hundió, el 10 de agosto de 1985, el barco de Greenpeace que trataba
de oponerse a los ensayos nucleares franceses en el Pacífico [30].
El «mecanismo» también designaba, por supuesto, las acciones del SAS en
Irlanda del Norte, donde los republicanos irlandeses consideran a los
miembros de ese servicio especial británico ni más ni menos que como
terroristas.
«Hay buenas razones para pensar», acusaban sus opositores,
«que, incluso desde el punto de vista británico, el SAS creó en Irlanda del
Norte más problemas de los que resolvió» [31].
Al estallar el escándalo del Gladio, en 1990, la prensa británica observó
que quedaba,
«ahora demostrado que el Special Air Service (SAS) estaba metido
hasta el cuello en el proyecto de la OTAN y que había servido, con el MI6,
para entrenar guerrilleros y saboteadores».
Los periódicos británicos
mencionaron sobre todo una,
«unidad stay-behind italiana entrenada en Gran
Bretaña. Todo parece indicar que aquello duró hasta mediados de los años 80
(…) se ha comprobado que los SAS prepararon en la zona alemana ocupada por
los británicos una serie de escondites donde se almacenaban armas» [32].
Las informaciones más importantes sobre el papel que el Reino Unido había
desempeñado fueron proporcionadas por la investigación del parlamento suizo
sobre el ejército secreto stay-behind helvético, conocido como P26.
«Los
servicios secretos británicos colaboraron estrechamente con una organización
clandestina armada, P26, en el marco de una serie de acuerdos secretos que
vinculaban a una red europea de grupos de “resistencia”», reveló un diario a
una población suiza estupefacta y convencida de la neutralidad de su país.
El juez Cornu, encargado de investigar el escándalo, describió en su informe,
«la colaboración entre el grupo [P26] y los servicios secretos británicos
como “intensa”, ya que estos últimos aportaron su preciada experiencia. Según el informe, los cuadros del P26 participaron en ejercicios regulares
en el Reino Unido. Los consejeros británicos, posiblemente del SAS,
visitaron campos secretos de entrenamiento en Suiza.»
Ironía del destino,
los británicos sabían sobre el ejército secreto suizo mucho más que los
propios suizos ya que.
«las actividades del P26, sus códigos, y el nombre del
jefe del grupo, Efrem Cattelan, eran de conocimiento de los servicios
ingleses mientras que el gobierno helvético era mantenido en la ignorancia,
precisa el informe. Afirma [además] que los documentos relacionados con los
acuerdos secretos adoptados entre los británicos y el P26 nunca han sido
encontrados.» [33]
Durante los años 1960, 1970 y 1980, los miembros suizos del Gladio se
entrenaron en el Reino Unido con los instructores de las Fuerzas Especiales
británicas.
Según Alois Hurlimann, instructor militar y posiblemente ex
miembro del Gladio suizo, el entrenamiento incluía operaciones no simuladas
contra activistas del IRA, probablemente en Irlanda del Norte. Hurlimann
dejó escapar esas revelaciones durante una conversación en el marco de un
curso de inglés.
En un inglés aproximativo, Hurlimann explicó que, en mayo de 1984, él mismo
había participado en ejercicios secretos en Inglaterra, que incluían la toma
por asalto de un depósito de municiones del IRA. Hurlimann agregó que había
participado personalmente en aquella misión, portando un traje de camuflaje,
y que había comprobado la muerte de por lo menos uno de los miembros del IRA
[34].
Resulta interesante saber que la investigación del juez Cornu permitió
descubrir, en 1991, la existencia, en algún lugar de Inglaterra, del centro
de mando y de comunicaciones del Gladio, equipado con el sistema Harpoon,
extremadamente característico.
En 1984, un «Acuerdo de Cooperación», que se
completó 3 años después con un «Memorando sobre la Asistencia Técnica»,
mencionaba de forma explícita,
«centros de entrenamiento en Gran Bretaña, la
instalación de un centro suizo de transmisión en Inglaterra y, la
cooperación de los dos servicios sobre las cuestiones técnicas».
Desgraciadamente, como señala el juez Cornu,
«no logramos encontrar ni el
“Acuerdo de Cooperación” ni el “Memorando sobre la Asistencia Técnica”».
La persona responsable en el seno de la UNA, los servicios secretos
militares suizos, declaró que había tenido que,
«transmitírselos a los
servicios secretos británicos en diciembre de 1989 por razones desconocidas,
sin conservar la copia» [35]
«Los cuadros de la organización suiza
consideraban a los británicos como los mejores especialistas en la materia»,
precisa el informe del gobierno de Berna [36].
Después del descubrimiento de los ejércitos secretos, a finales de 1990, un
ex responsable de la inteligencia de la OTAN que se mantuvo en el anonimato
afirmó que,
«había una división del trabajo entre el Reino Unido y Estados
Unidos, los primeros se encargaban de las operaciones en Francia, Bélgica,
Holanda, Portugal y Noruega mientras que los americanos se ocupaban de
Suecia, Finlandia y del resto de Europa» [37].
Esta separación de tareas no
estuvo exenta de dificultades en todos los países, como lo demuestra el
ejemplo italiano.
El 8 de noviembre de 1951, el general Humberto Broccoli,
uno de los primeros directores del SIFAR, los servicios secretos militares
italianos, escribió al ministro de Defensa Efisio Marras sobre las
cuestiones relacionadas con la red stay-behind y el entrenamiento de los
miembros del Gladio.
Broccoli explicaba que los británicos habían creado estructuras similares en
Holanda, en Bélgica y «posiblemente también en Dinamarca y en Noruega».
El
general estaba feliz de confirmar que Gran Bretaña «se propone beneficiarnos
con su gran experiencia» mientras que los estadounidenses han,
«ofrecido
contribuir activamente a nuestra organización proporcionando hombres,
material (gratuito o prácticamente gratis) y quizás incluso hasta fondos».
Broccoli subrayaba también lo juicioso que sería enviar 7 oficiales
italianos cuidadosamente seleccionados a pasar un entrenamiento especial en
Inglaterra entre noviembre de 1951 y febrero de 1952 ya que esos mismos
oficiales podrían transmitir después su experiencia a los miembros del
Gladio italiano.
El jefe de los servicios secretos militares italianos Broccoli pedía al ministro de Defensa Marras,
«dar su aprobación a ese
programa porque, aunque los británicos no lo saben, yo me puse de acuerdo
con los servicios secretos americanos para que Italia participe» [38].
El entrenamiento Gladio que proporcionaban los británicos no era gratuito.
Se trataba en realidad de un lucrativo comercio.
Broccoli reconocía que,
«podemos esperar un costo total de unos 500 millones de liras que no pueden
salir del presupuesto del SIFAR y que deberían ser incluidos en el de las
Fuerzas Armadas» [39].
Como indicaba el general italiano, el MI6 había
ofrecido entrenar a los oficiales del Gladio italiano a condición de que
Italia comprara armamento en Gran Bretaña. Al mismo tiempo, sin embargo, la
CIA, en algo que se parece mucho a un intento por extender su esfera de
influencia, proponía proveer gratuitamente las armas destinadas al Gladio.
A fin de cuentas los italianos decidieron… no decidir.
Enviaron sus
oficiales a recibir la prestigiosa instrucción de los centros de
entrenamiento británicos y concluyeron simultáneamente con Estados Unidos un
acuerdo secreto que les garantizaba un aprovisionamiento gratuito en armas,
lo cual no fue del agrado de los británicos.
Cuando el general Ettore Musco,
quien fue el sucesor de Broccoli a la cabeza del SIFAR, viajó a Inglaterra
para visitar Fort Monckton, el recibimiento fue particularmente frío:
«En
1953, los británicos, furiosos por haberse dejado engañar, le reprocharon al
general Musco que “su servicio se haya entregado en cuerpo y alma a los
americanos”» [40].
Italia no fue el único terreno de aquella lucha entre la CIA y el MI6 por
extender sus respectivas esferas de influencia.
A finales de 1990, después
de enterarse de la existencia de la red secreta, el ministro de Defensa de
Bélgica Guy Coeme explicó que,
«las relaciones entre los servicios de
inteligencia británico y belga se remontaban a los contactos establecidos
por el señor Spaak y el jefe de los servicios de inteligencia del Reino
Unido [Menzies] y a un arreglo pactado entre Estados Unidos, Gran Bretaña y
Bélgica» [41].
Aquel “menage à trois” tenía también sus inconvenientes ya que el MI6 y la
CIA querían garantizar –cada uno por su cuenta– que Bélgica no privilegiara
a uno de ellos en detrimento del otro.
El jefe del MI6 Steward Menzies
escribió entonces al primer ministro belga de aquella época, Paul Henri
Spaak, una carta fechada el 27 de enero de 1949:
«He tenido el placer de
poder entrevistarme con usted personalmente sobre ciertos temas que atañen a
nuestros respectivos países, que considero primordiales y que me han
preocupado particularmente en los últimos tiempos».
Después de esto, Menzies insistía en la necesidad de intensificar la
colaboración,
«sobre la cuestión del Kominforn y de posibles actividades
hostiles» y de comenzar «a concebir organizaciones de inteligencia y de
acción útiles en caso de guerra».
Más exactamente,
«ciertos oficiales
deberían viajar al Reino Unido en los próximos meses para estudiar, en
colaboración con mis servicios, los aspectos concretos de esas cuestiones».
Muy inquieto ante la idea de que Spaak pudiese preferir tratar con la CIA
antes que con el MI6, Menzies subrayó que él mismo había,
«considerado
siempre la participación de los estadounidenses en la defensa de Europa
occidental como algo capital» pero que seguía convencido de que, «los
esfuerzos de todos, incluyendo los de los americanos, deben inscribirse en
un conjunto coherente.
Por consiguiente, si Estados Unidos tuviese que realizar, conjuntamente con
[los servicios belgas], preparativos con vistas a enfrentar una guerra, [a
él le parecía] esencial que esas actividades se coordinen con las [suyas]» y
que sabía que podía contar con la comprensión del primer ministro belga.
Menzies se refería después al CCWU, el Comité Clandestino de la Unión
Occidental, un órgano creado en 1948 que dirigió las operaciones de guerra
no convencional hasta que se firmó, en 1949, el Tratado del Atlántico y que
la OTAN se hizo cargo de la coordinación de la red Gladio.
«Ese tipo de
cooperación», insistía el británico Menzies en su carta al primer ministro
belga Spaak, «permitirá ante todo evitar complicaciones con los jefes del
Estado mayor de la Unión Occidental.
Ya indiqué al jefe de los servicios americanos que estoy dispuesto a
elaborar planes para establecer el marco de una profunda cooperación con él
sobre esa base, por eso sugiero que todos los proyectos formulados por ellos
sean sometidos a Washington antes de ser discutidos en Londres por los
servicios americanos y británicos.»
Menzies señalaba también que el Gladio
belga tenía que equiparse y precisaba que:
«Los pedidos en materia de
entrenamiento y equipamiento tendrán que ser formulados en breve.
Ya ordené la construcción de ciertas instalaciones destinadas al
entrenamiento de los oficiales y de personas recomendadas por la dirección
de los servicios secretos de ustedes y tendré la posibilidad de conseguir
para ustedes el equipamiento actualmente en proceso de fabricación (como los
walkie-talkie) que se necesitará en las operaciones clandestinas en un
futuro próximo.»
Según el jefe del MI6, una parte de aquel material podía
ser entregada gratuitamente al Gladio belga mientras que otra parte tendría
que ser comprada:
«Ese equipamiento especializado podrá ser cedido o
alquilado pero, en lo que se refiere al equipamiento más tradicional (como
armas ligeras u otro material militar), yo sugiero que las tarifas sean
objeto de negociaciones amistosas entre los servicios belgas y británicos».
Aunque estaba de más decir que la creación del Gladio belga tenía que
desarrollarse en el más absoluto secreto, al final de su carta Menzies
precisaba de todas formas:
«Sé que es inútil recordarle a usted que este
correo tiene mantenerse altamente confidencial y no debe ser divulgado a
terceros sin nuestros respectivos consentimientos previos» [42].
Alrededor de dos semanas después, Spaak respondió a Menzies con otra carta
en la que se felicitaba por recibir la ayuda de los británicos, aunque
indicaba que los estadounidenses también se habían acercado a las
autoridades belgas sobre el mismo tema y que a él le parecía que era
preferible que Washington y Londres arreglaran primero la cuestión entre sí.
«Estoy enteramente de acuerdo», escribía el primer ministro belga, «en que
una colaboración entre los tres servicios (británicos, americanos y belgas)
sería extremadamente provechosa.»
Consciente de la rivalidad existente entre
la CIA y el MI6, Spaak agregaba:
«Si uno de los dos servicios, el americano
o el belga, rechazara esta colaboración, los servicios belgas se verían en
una situación extremadamente delicada y difícil. Por eso me parece que se
impone la necesidad de negociaciones al más alto nivel entre Londres y
Washington para zanjar esta cuestión» [43].
En Noruega, el jefe de los servicios secretos,
Vilhelm Evang, fue
simultáneamente el artífice de la fundación de la red stay-behind y de la
creación de la primera agencia de inteligencia de ese país, el Norwegian
Intelligence Service (NIS).
Este graduado de ciencias originario de Oslo se
había unido al pequeño núcleo encargado de la inteligencia en el seno del
gobierno noruego exilado en Londres en 1942. Al regresar a su país, Evang,
que había establecido excelentes relaciones con los británicos, fundó el NIS
en 1946 y lo dirigió durante 20 años.
Sus escritos nos informan que en
febrero de 1947 Evang se reunió con un oficial del MI6 británico cuyo nombre
se ignora pero que estaba,
«bien relacionado con las altas esferas del
ejército y la Defensa.
Las inquietudes de los ingleses los han llevado a interesarse de cerca por
las estrategias de defensa en los países bajo ocupación enemiga. Parece que
Holanda, Francia y Bélgica han emprendido procesos de instalación de
estructuras necesarias para un ejército clandestino.» [44]
En la Suecia vecina, y supuestamente neutral, los británicos desempeñaron,
con ayuda de la CIA, un papel preponderante en la formación de los
dirigentes del Gladio local.
Así lo reveló Reinhold Geijer, un ex militar de
carrera sueco reclutado en 1957 por la red Gladio local, quien dirigió una
de sus divisiones regionales durante varias décadas.
En 1996, Geijer, ya
cerca de los 80 años, contó ante las cámaras del canal sueco TV 4 cómo los
británicos lo habían entrenado en Inglaterra con vistas a la realización de
acciones clandestinas.
«En 1959, después de una escala en Londres, me fui
directamente a una granja en el campo cerca de Eaton.
Mi viaje se desarrollaba dentro de la más absoluta confidencialidad, yo
utilizaba por ejemplo un pasaporte falso. Ni siquiera estaba autorizado a
llamar por teléfono a mi esposa», testimoniaba Geijer.
«El objetivo de aquel
entrenamiento era aprender a utilizar técnicas de buzones seguros para
recibir y enviar mensajes secretos, y otros ejercicios al estilo de James Bond. Los británicos eran particularmente exigentes. A mi me parecía que
aquello era exagerado.» [45]
A finales de 1990, mientras seguían apareciendo ejércitos secretos por toda
Europa occidental y los proyectores estaban enfocados hacia Inglaterra y el
papel que ese país había desempeñado por debajo de la mesa, el gobierno de
John Major se negaba obstinadamente a hablar del asunto.
«Nosotros no
hablamos de cuestiones vinculadas a la Seguridad nacional», respondían
incansablemente los voceros ante las preguntas de los periodistas británicos
[46].
El Parlamento británico no vio la necesidad de abrir un debate público
o una investigación oficial sobre el tema, actitud que - en el verano de
1992 - inspiró al periodista Hugh O’Shaughnessy la siguiente crítica:
«El
silencio de Whitehall y la ausencia casi total de curiosidad por parte de
los parlamentarios sobre un escándalo en el que Gran Bretaña está tan
profundamente implicada resultan extraordinarios.» [47]
La BBC se encargó de concluir que:
«El papel desempeñado desde Gran Bretaña
en la creación de los ejércitos stay-behind a través de Europa [fue]
fundamental».
En su edición nocturna del 4 de abril de 1991, la BBC puso
énfasis en el aspecto criminal de los ejércitos secretos y señaló:
«Cayó la
máscara y cubría numerosos horrores».
La BBC descubrió que, paralelamente a su función
stay-behind, los ejércitos
secretos habían desempeñado también una labor de manipulación política:
«Al
igual que la antigua espada, la historia del Gladio moderno es de doble
filo.»
El documental de la BBC planteaba toda una serie de interrogantes:
«¿Era el Gladio, con sus reservas secretas de armas y de explosivos
utilizados por sus inspiradores, [un instrumento] de subversión interna
contra la izquierda? ¿Fueron los agentes del Gladio culpables de atentados
terroristas?»
Y ¿cuál fue exactamente el papel de Gran Bretaña?
El
parlamentario italiano Sergio de Julio declaraba ante las cámaras:
«Nosotros
tenemos pruebas que demuestran que, a partir de la creación del Gladio, hubo
oficiales que fueron enviados a Inglaterra para entrenarse. Ellos estaban
encargados de conformar los primeros núcleos de la organización Gladio. Esa
es la prueba de una, digamos, cooperación entre el Reino Unido e Italia.»
[48]
El periodista de la BBC Peter Marshall interrogaba después al general
italiano Gerardo Serravalle, quien había dirigido el Gladio italiano entre
1971 y 1974, sobre el papel que habían desempeñado los británicos.
Serravalle confirmó la existencia de una estrecha colaboración:
«Yo invité
[a los británicos] porque a nosotros nos habían invitado a visitar sus bases
en Inglaterra –las infraestructuras stay-behind– así que yo les devolví la
cortesía».
Marshall le preguntó entonces:
«¿Dónde se encuentra el centro de
la red británica?».
A lo que el general italiano respondió:
«Lo siento pero
no se lo diré porque eso constituye un secreto militar de su país».
El
periodista británico hizo después una pregunta para la que podía
razonablemente esperar una respuesta de parte del general italiano:
«Pero,
¿se sentía usted impresionado por los británicos?».
A lo que Serravalle
respondió afirmativamente:
«Sí, lo estábamos porque es [sic] muy eficaz,
extremadamente bien organizado y había excelentes elementos.» [49]
Un año después la BBC se interesó nuevamente por el caso Gladio al
transmitir una excelente serie de 3 documentales de Allan Francovich
dedicados a ese tema.
No se trataba del primer trabajo de ese realizador,
quien ya en 1980 había ganado el premio de la crítica internacional en el
Festival de Berlín con su film On Company Business, donde revelaba el lado
oscuro de la CIA.
Después de su investigación sobre Gladio, Francovich rodó
The Maltese Double Cross donde demostraba la existencia de puntos de
contacto entre el desastre del vuelo 103 de la PanAm cerca de Lockerbie, en
1988, y la destrucción por error, aquel mismo año, de un avión de Iran Air
por parte del navío estadounidense USS Vincennes.
«Son muy pocos los que
luchan incansablemente por la verdad, aunque ello implique ponerse en
peligro ellos mismos, como hizo Francovich», recordó Tam Dayell después de
la muerte de su amigo, como resultado de una crisis cardiaca sufrida en
oscuras circunstancias, en la zona de espera del aeropuerto de Houston, el
17 de abril de 1997 [50].
Sir John Sawers dirigió la guerra secreta en Kosovo, Afganistán e Irak.
Director del MI6 desde 2009, Sawers dirige las operaciones stay-behind en
Europa.
Basados principalmente en entrevistas, los documentales que rodó Francovich
para la BBC se dedicaban casi exclusivamente a las redes Gladio de Bélgica e
Italia.
Incluían testimonios de participantes tan importantes como:
-
Licio Gelli, jefe de la Logia P2
-
el activista de extrema derecha Vincenzo
Vinciguerra
-
el juez veneciano y «descubridor» del Gladio Felice Casson
-
el
general Gerardo Serravalle, comandante del Gladio italiano
-
el senador Roger
Lallemand, quien presidió la comisión investigadora del parlamento belga
-
Decimo Garau, ex instructor de la base del Gladio en Cerdeña
-
el ex director
de la CIA William Colby
-
Martial Lekeu, un ex miembro de la Gendarmería
belga, por sólo citar unos cuantos [51].
«Todo el asunto del stay-behind no tenía, a mi modo de ver, otro objetivo
que garantizar, en caso de que sucediese lo peor, si un partido comunista
llegaba al poder, que hubiese agentes para avisarnos, para seguir de cerca
los hechos e informarnos», explicaba Ray Cline, director adjunto de la CIA
desde 1962 hasta 1966, ante la cámara de Francovich.
«Es probable que
grupúsculos de extrema derecha hayan sido reclutados e integrados a la red stay-behind con el fin de poder prevenirnos si se preparaba una guerra.
Desde esa óptica, la utilización de extremistas de derecha, con fines de
inteligencia y no políticos, me parece que no plantea ningún problema»,
proseguía Cline [52].
Al día siguiente, la prensa inglesa publicaba lo siguiente:
«Era de esos
escándalos de los que uno piensa que pueden derribar un gobierno, pero como
la amnesia de los telespectadores es lo que es, no queda más que un cintillo
en los periódicos al día siguiente» [53].
Referencias
[1] Denna Frank Fleming, The Cold War and its Origins 1917–1960 (New York,
1961), p.4.
[2] Ver Fleming: Cold War.
[3] Cifras indicadas por Andrew Wilson, Das Abrüstungshandbuch: Analysen,
Zusammenhänge, Hintergründe (Hoffmann und Campe, Hamburgo, 1984), p.38.
Bajas estadounidenses: 300 000 soldados muertos, 600 000 heridos. Ninguna
víctima civil. Balance total de la cantidad de muertos de la Segunda Guerra
Mundial: 60 millones (ibid.).
[4] Valentin Falin, Zweite Front. Die Interessenkonflikte in der
Anti-Hitler-Koalition (Bömer Knaur, Munich, 1995).
[5] Mackenzie, W. J. M., History of the Special Operations Executive:
Britain and the resistance in Europe (British Cabinet Office, Londres,
1948), p.1153 y 1155. El documento original del Buró de los Archivos
Públicos de Londres no ha sido publicado aún. Debe ser publicado
próximamente por la editora Frank Cass.
[6] Mackenzie, Special Operations Executive, p.2.
[7] Un veterano del SOE, el teniente coronel Holland, «un agente dotado de
experiencia en materia de operaciones clandestinas en Irlanda y en la India
… y de una profunda convicción en cuanto a la utilidad y el interés [de
dichas operaciones]». Fragmento de Mackenzie, Special Operations Executive,
p.9.
[8] Paralelamente a la sección D del MI6, otras dos organizaciones
destinadas a la subversión fueron fundadas en 1938. Una de ellas dependía
del alto mando del ministerio de la Guerra: el GS(R), rebautizado
posteriormente como MI(R), que se dedicaba al estudio de las técnicas de
guerra no convencional. La segunda, bautizada como EH, en referencia Electra
House que era el nombre del edificio donde tenía su cuartel general
londinense, estaba especializada en propaganda «negra» (anónima) en Europa.
Ver David Stafford, Britain and European Resistance 1940–1945: A survey of
the Special Operations Executive (St Antony’s College, Oxford, 1980),
p.19–21.
[9] Tony Bunyan, The History and Practice of the Political Police in Britain
(Quartet Books, Londres, 1983), p.265.
[10] Peter Wilkinson, Foreign Fields : The Story of an SOE Operative (London
Tauris Publishers, Londres, 1997), p.100.
[11] Imperial War Museum London, visitado por el autor en mayo de 1999.
[12] Wilkinson, Fields, p.101.
[13] Stafford, Resistance, p.20.
[14] Carta del ministro Hugh Dalton al ministro de Relaciones Exteriores
Halifax fechada el 2 de julio de 1940. Fragmento de M. R. D. Foot, An
outline history of the Special Operations Executive 1940–1946 (British
Broadcasting Cooperation, Londres, 1984), p.19.
[15] «Background Document File N°0391: GLADIO», Statewatch, enero de 1991.
Sobre el papel de Gubbins, ver también la publicación belga Fire! Le
Magazine de l’Homme d’Action, septiembre/octubre de 1991, p.77.
[16] E. H. Cookridge, Inside SOE. The Story of Special Operations in Western
Europe 1940–45 (Arthur Barker Limited, Londres, 1966), p.13.
[17] Mackenzie, Special Operations Executive, p.1152.
[18] Ibid., p.1153 and 1155.
[19] Stafford, Resistance, epílogo p.203.
[20] Frans Kluiters, De Nederlandse inlichtingen en veiligheidsdiensten
(1993), p.309.
[21] Stafford, Resistance, conclusión p.211.
[22] Frank Wisner es el padre de Frank Wisner Jr., que a su vez es padrastro
de Nicolas Sarkozy, NdlR.
[23] Roger Faligot y Rémi Kauffer, Les maîtres espions. Histoire mondiale du
renseignement. Volume 2. De la Guerre froide à nos jours (Editions Laffont,
París, 1994), p.53.
[24] Michael Smith, New Cloak, Old Dagger : How Britain’s Spies Came in from
the Cold (Gollancz, Londres, 1996), p.117. Basado en entrevistas realizadas
a Simon Preston el 11 de octubre de 1995 y a Michael Giles el 25 de octubre
de 1995.
[25] Allan Francovich, Gladio: The Ringmasters. Primer documental de una
serie de 3 rodados por el realizador Francovich y dedicados al Gladio,
transmitido por BBC2 el 10 de junio de 1992.
[26] Michael de la Billiere, Looking for Trouble: SAS to Gulf Command - The
Autobiography (HarperCollins, Londres, 1994), p.150. Esta autobiografía de
Billiere incluye el recuento de su experiencia en el SAS.
[27] Agencia internacional de prensa Associated Press, 14 de noviembre de
1990.
[28] The Unleashing of Evil, documental realizado por Richard Norton Taylor,
quien cubrió las revelaciones de 1990 sobre el Gladio para el diario The
Guardian. Transmitido por la BBC el 29 de junio de 1988. Revelación del
Guardian publicada el mismo día: «‘British soldiers used torture’».
[29] Declaraciones de un oficial del SAS al eminente periodista de
investigación John Pilger. Diario británico The Guardian, 16 de octubre de
1990. En 1986, Jonathan Winer, abogado en el Congreso, reveló que Estados
Unidos había financiado a Pol Pot aportándole en total 85 millones de
dólares entre 1980 y 1986 en aplicación de la lógica de que “los enemigos de
mis enemigos son mis amigos”, revelación que provocó la cólera de la
administración Reagan. (John Pilger en el diario británico The Guardian, 6
de octubre de 1990). En Gran Bretaña, la incomodidad era comparable. En
1990, la primera ministra Margaret Thatcher negó toda implicación británica
en la formación de los escuadrones de Khmers Rojos, a pesar de los
testimonios que ya habían aportado varios oficiales del SAS. En 1991,
durante un juicio por difamación en el que se vio implicado John Pilger, el
ministerio de Defensa tuvo que reconocer finalmente que Gran Bretaña había
contribuido al entrenamiento de los partidarios de los Khmers Rojos (Diario
británico The Guardian, 20 de abril de 1993).
[30] Joseph Paul de Boucherville Taillon, International Cooperation in the
Use of elite military forces to counter terrorism: The British and American
Experience, with special reference to their respective experiences in the
evolution of low intensity operations (1992), p.200 (Tesis de doctorado
presentada en la London School of Economics and Political Science, no
publicada). Carta de Carver a Boucherville Taillon, fechada el 24 de
diciembre de 1985.
[31] Publicación británica Lobster, diciembre de 1995.
[32] Publicación mensual británica Searchlight, enero de 1991.
[33] Richard Norton-Taylor, «UK trained secret Swiss force» en el diario
británico The Guardian, 20 de septiembre de 1991.
[34] Urs Frieden, «Die England Connection. PUK EMD: P26 Geheimarmist
Hürlimann im Manöver», publicado en el semanario suizo Wochenzeitung, 30 de
noviembre de 1990.
[35] Schweizer Bundesrat: Schlussbericht in der Administrativuntersuchung
zur Abklärung der Natur von allfälligen Beziehungen zwischen der
Organisation P26 und analogen Organisationen im Ausland. Kurzfassung für die
Oeffentlichkeit. 19 de septiembre de 1991, p.4–5.
[36] Ibid., p.2.
[37] Publicación británica Searchlight, enero de 1991.
[38] La carta de Broccoli, fechada el 1º de octubre de 1951 e intitulada
Organizzazione informativa operativa nel territorio nazionale suscettibile
di occupazione nemica, es un documento esencial en el caso Gladio. La
comisión parlamentaria italiana se refirió a ella. Un buen resumen de ese
documento se encuentra en Mario Coglitore, La notte dei Gladiatori.
Omissioni e silenzi della Repubblica (Calusca Edizioni, Padoue, 1992),
p.132–133. La publicación política italiana Espresso, que pudo conseguir el
documento original, cita numerosos fragmentos de este en su edición del 18
de enero de 1991.
[39] Coglitore, Gladiatori, p.133.
[40] Pietro Cedomi, «Service secrets, guerre froide et ‘stay-behind. 2e
partie’: La mise en place des réseaux», en la publicación belga Fire! Le
Magazine de l’Homme d’Action, septiembre/octubre de 1991, p.80.
[41] Allan Francovich, Gladio: The Ringmasters. Primer documental de una
serie de 3 realizada por Francovich y dedicada al Gladio. Transmitido por la
BBC2 el 10 de junio de 1992.
[42] Enquête parlementaire sur l’existence en Belgique d’un réseau de
renseignements clandestin international [Investigación parlamentaria sobre
la existencia en Bélgica de una red clandestina internacional de
inteligencia], informe elaborado por los señores Erdman y Hasquin a nombre
de la comisión investigadora. Documento del Senado, sesión de 1990–1991.
Bruselas, p.212–213.
[43] Ibid., p.213. Citado también en el diario británico The Observer del 7
de junio de 1992.
[44] Fragmento de Olav Riste, The Norwegian Intelligence Service 1945–1970
(Frank Cass, Londres, 1999), p.16.
[45] Thomas Kanger y Oscar Hedin, «Erlanders hemliga gerilla. I ett
ockuperat Sverige skulle det nationella motstandet ledas fran Äppelbo skola
i Dalarna» en el diario sueco Dagens Nyheter, 4 de octubre de 1998.
[46] Diario británico The Guardian, 14 de noviembre de 1990.
[47] Hugh O’Shaughnessy, «Gladio : Europe’s best kept secret». Estos agentes
supuestamente debían permanecer detrás de las líneas enemigas en caso de
invasión de Europa occidental por parte del Ejército Rojo. Pero esa red,
creada con las mejores intenciones, degeneró en ciertos países en un
instrumento del terrorismo y de la agitación política de extrema derecha.
Publicado en el diario británico The Observer el 7 de junio de 1992.
[48] Televisión británica. BBC Newsnight, 4 de abril de 1991, 22 h 30.
Reportaje sobre Gladio realizado por el periodista Peter Marshall.
[49] Ibid.
[50] Sección necrológica del diario británico The Independent, 28 de abril
de 1997.
[51] Allan Francovich, Gladio: The Ringmasters, primer documental de una
serie de 3 realizada por Francovich y dedicada al Gladio, transmitido por la
BBC2 el 10 de junio de 1992; Gladio: The Puppeteers, segundo documental de
una serie de 3 realizada por Francovich y dedicada al Gladio, transmitido
por BBC2 el 17 de junio de 1992; Gladio: The Foot Soldiers, último
documental de la serie de 3 realizada por Francovich y dedicada al Gladio,
transmitido por BBC2 el 24 de junio de 1992.
[52] Allan Francovich, Gladio: The Ringmasters. primer documental de una
serie de 3 realizada por Francovich y dedicada al Gladio, transmitido por la
BBC2 el 10 de junio de 1992.
[53] Diario británico The Times, 28 de junio de 1992.
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