Parte 5
Los Ejércitos Secretos de La OTAN
La guerra secreta, principal actividad de la política
exterior de Washington
por Daniele Ganser
12 Enero 2010
Desde
Bâle (Suisse)
del Sitio Web
VoltaireNet
El Gladio no es una
consecuencia secundaria de la guerra fría sino todo lo contrario. La
guerra secreta comenzó durante la Segunda Guerra Mundial y todavía
prosigue en la época actual. No constituye una herramienta más en la
política exterior de los Estados Unidos sino su actividad central,
como ya ha quedado demostrado en las investigaciones parlamentarias
realizadas tanto en Estados Unidos como en Europa, así como en los
trabajos de los historiadores. Para una mayor comprensión de la cara
oculta de Estado renegado más poderoso del mundo, publicamos hoy
esta quinta parte del estudio del investigador suizo Danièle Ganser. |
Después de la derrota de Alemania e Italia, el
presidente estadounidense Harry Truman ordenó a la US Air Force el
lanzamiento de dos bombas atómicas sobre las ciudades japonesas de Hiroshima
y Nagasaki, antes de aceptar la capitulación de Japón.
Terminaba así la Segunda Guerra Mundial.
Mientras que Europa occidental se hallaba en ruinas, la economía de Estados
Unidos se encontraba en pleno auge. Pero, a pesar de todo su poderío
económico y militar, la Casa Blanca temía que se produjera una expansión del
comunismo a través del mundo, considerándolo irresistible.
Después de los repetidos e infructuosos intentos de invasión de la URSS que
los británicos y los estadounidenses habían realizado entre 1918 y 1920, la
posterior alianza militar con el Ejército Rojo se concretó porque
representaba la única posibilidad de derrotar a Hitler y a Mussolini y de
liberar Europa. Inmediatamente después del armisticio, los antiguos
compañeros de armas se convirtieron nuevamente en adversarios y las
hostilidades entre ellos se reiniciaron con nuevo ímpetu, marcando el
comienzo de la guerra fría.
Mientras Estados Unidos garantizaba el control del oeste de Europa y
combatía a la izquierda en Grecia, la URSS de Stalin se hacía del control de
las fronteras que habían servido de punto de partida a las invasiones
orquestadas contra los territorios soviéticos en las dos guerras mundiales.
Truman veía con recelo la instauración de regímenes comunistas sometidos a
Moscú en Polonia, Alemania oriental, Hungría, Rumania y Checoslovaquia.
En aplicación de una doctrina de soberanía
limitada, Stalin puso los Estados del este de Europa bajo el control de
oligarcas locales, del brutal Ejército Rojo y del KGB, los servicios
secretos soviéticos. Siguiendo ese mismo razonamiento, Truman estaba
convencido de que era necesario combatir el comunismo en secreto para
debilitarlo, incluso en el seno de las democracias soberanas de Europa
occidental.
La CIA también trató de crear un ejército secreto en China para
contrarrestar el avance del comunismo, pero fracasó cuando Mao Zedong, a la
cabeza del Partido Comunista Chino, tomó el poder en 1949.
El ex director de la CIA William Colby
recuerda:
«Yo siempre me pregunté si la red stay-behind
que habíamos construido hubiese podido funcionar bajo un régimen
soviético. Sabemos que los intentos de crear urgentemente ese tipo de
organizaciones fracasaron en China, en 1950, y en Vietnam del norte, en
1954.»
Después del estallido de la guerra de Corea en
1950 a lo largo de la frágil frontera que separa el sur bajo control
estadounidense del norte comunista, el ejército de los Estados Unidos trató
de reducir la influencia del comunismo en Corea del norte, pero sus
esfuerzos resultaron infructuosos.
La CIA trató también de tomar el control de
varios países de Europa oriental a través de operaciones clandestinas y de
ejércitos secretos, pero tampoco tuvo éxito.
Colby recuerda los esfuerzos de la CIA por crear
ejércitos anticomunistas:
«Sabemos que los intentos por dirigirlos
desde el extranjero fueron descubiertos y desbaratados por la policía
secreta en Polonia y en Albania, durante los años 1950.» [1]
En los países del llamado Tercer Mundo, en
África, en América Latina y en ciertas regiones de Asia, los pueblos
adoptaron variantes del comunismo y del socialismo que les parecían capaces
de aportar un mejor reparto de la riqueza así como la independencia ante el
Occidente capitalista e industrializado.
En Irán, Mossadeg adoptó un programa socialista
y trató de distribuir entre la población parte de los ingresos provenientes
del petróleo.
Después de la India liberada del dominio británico, África también emprendió
una lucha anticolonial de izquierda que culminó en 1960, cuando Camerún,
Togo, Madagascar, Somalia, Níger, Chad, el Congo, Gabón, Senegal, Malí,
Costa de Marfil, Mauritania, y la República Centroafricana se declararon
independientes.
En el sudeste asiático, como consecuencia de la
retirada de las fuerzas japonesas de ocupación, Filipinas y Vietnam vieron
surgir poderosos movimientos anticolonialistas comunistas y de izquierda
que, en el caso de Vietnam, dieron lugar a la guerra de Indochina y,
posteriormente, a una segunda guerra contra la presencia militar
estadounidense, que no terminaría hasta 1975, con la victoria de los
comunistas.
En las mentes de los estrategas de la Casa Blanca, la guerra no terminó en
1945 [2] sino que evolucionó hacia una forma silenciosa y secreta
de conflicto en la que los servicios secretos se convirtieron en los
instrumentos privilegiados del ejercicio del poder. A finales de 1944, el
presidente estadounidense Roosevelt siguió la sugerencia de William
Donovan, quien había dirigido la Office of Strategic Services (OSS)
durante la guerra, y trató de crear un nuevo servicio encargado de realizar
en el extranjero –y en tiempo de paz– operaciones especiales dirigidas
contra los comunistas y contra otros también designados como enemigos de los
Estados Unidos.
Pero ese plan no fue del agrado de J. Edgar
Hoover, director del FBI, quien temía que sus propios servicios
perdieran así su influencia. Hoover transmitió entonces a un periodista del
Chicago Tribune varias copias del memorando de Donovan [3] y de
la orden de Roosevelt.
El 9 de febrero de 1945, el Chicago Tribune publicaba el siguiente titular:
«Nueva distribución de papeles en el
espionaje – nos vigilarán espías – en estudio una superGestapo».
Reportaba el diario que:
«En las altas esferas donde circulan el
memorando y el proyecto de orden, esa unidad, cuya creación está en
estudio, tiene el sobrenombre de “la Gestapo de Frankfurter”», en
referencia al juez de la Corte Suprema Frankfurter y a la terrible
policía secreta alemana. El artículo revelaba además que el nuevo
servicio secreto estaba destinado a librar una guerra clandestina y que
«llevaría a cabo (…) operaciones de subversión en el extranjero (…) y
tendría a su disposición todo el personal aeronaval y de las fuerzas
terrestres que pueda necesitar en su misión». [4]
Como el recuerdo de la Gestapo estaba fresco
aún, los ciudadanos estadounidenses se indignaron y el escándalo que estalló
dio al traste con la proposición de Donovan, para gran satisfacción del
director del FBI Hoover.
Sin embargo, continuaron las discusiones en los
círculos del poder alrededor de la fundación de un nuevo servicio, sólo que
en lo adelante esto se haría en el mayor secreto. Después del fallecimiento
de Roosevelt, Harry Truman emitió una directiva que ordenaba la creación de
un nuevo servicio secreto activo en tiempos de paz, el Central Intelligence
Group (CIG).
En el marco de una velada más bien excéntrica
que se organizó expresamente para la ocasión en la Casa Blanca, Truman
entregó a cada invitado un impermeable negro, un sombrero negro, un bigote
postizo y una daga de madera y anunció que el primer director del CIG, el
almirante Sidney Souers, se convertiría en «director del espionaje
centralizado». [5]
El CIG no era más que una agencia títere provisional y Truman comprendió
rápidamente que había que reforzar los medios de acción no oficiales de la
Casa Blanca. Fue así que se promulgó, en julio de 1947, la National Security
Act, que concretaba la creación de la «Central Intelligence Agency» (CIA) y
del «National Security Council» (NSC).
Esta vez no se publicó en la prensa ni una palabra sobre la «Gestapo
americana».
«El National Security Council, del que
formaban parte el propio presidente de los Estados Unidos, el
vicepresidente, el secretario de Estado, el secretario de Defensa, el
director de la CIA, el consejero para la Seguridad Nacional, el
presidente del Estado Mayor conjunto, otras personalidades de primera
importancia y varios consejeros especiales, se convirtió realmente en el
grupo más influyente de Washington» [6].
Como tantas veces ha sucedido en el transcurso
de la historia, esa concentración del poder en manos de la Casa Blanca y del
NSC desembocó en abusos. Todavía hoy, en el siglo 21, el NSC sigue siendo,
«una institución particular, conocida por
haber actuado a menudo, en el pasado, en el límite de la legalidad».
[7] y [8]
La principal vocación de la National Security
Act era proporcione un marco «legal» a las operaciones secretas de Estados
Unidos y a las guerras secretas que ese país libraba contra otros países
poniendo en manos de la CIA la tarea de,
«asumir las funciones y las misiones de
inteligencia relativas a la Seguridad Nacional que el NSC puede verse
obligado a ordenarle en un momento dado» [9].
Sin ironía deliberada, esa frase es la copia
palabra por palabra de lo que Hover había revelado en 1945.
A la vez que garantizaba una sólida base legal
para las operaciones secretas emprendidas por Estados Unidos, esta
formulación tan nebulosa permitía soslayar la abierta violación de numerosas
leyes, como la Constitución de 1787, y de numerosos tratados
internacionales. El director adjunto de la CIA Ray Cline calificó con toda
razón esa disposición de «cláusula cúbrelo-todo elástica» [10].
Clark Clifford declaró posteriormente:
«Nosotros no las habíamos mencionado [las
operaciones especiales] explícitamente porque sentíamos que podía ser
perjudicial para los intereses de la nación el confesar públicamente que
podíamos emprender ese tipo de actos» [11].
Italia fue el primer país en convertirse en
blanco del nuevo instrumento de la Casa Blanca.
En el primer documento registrado como
proveniente del NSC, el NSC 1/1 con fecha del 14 de noviembre de 1947, se
puede leer el siguiente análisis:
«El gobierno italiano, ideológicamente
apegado a la democracia occidental, es débil y es blanco de los
continuos ataques de un poderoso partido comunista» [12].
Es por eso que, durante una de sus primeras
reuniones, el joven NSC adoptó –el 19 de diciembre de 1947– la Directive NSC
4-A que ordenaba al director de la CIA Hillenkoetter emprender una larga
serie de acciones clandestinas destinadas a eliminar el peligro de que los
comunistas ganaran las inminentes elecciones italianas [13].
La Directive NSC 4-A estaba clasificada como top secret debido al carácter
especialmente sensible de las intervenciones clandestinas de los
estadounidenses en Europa occidental.
Sólo existían 3 copias de ese documento y una de
ellas estaba,
«celosamente guardada [por Hillenkoetter] en
la propia oficina del director, donde los miembros que “no tenían
necesidad de saber” no podían encontrarla».
George F. Kennan, del departamento de
Estado, tenía otro ejemplar en su poder [14].
La «razón de tanto secreto era evidente», según
los archivos oficiales de la CIA, ya que «algunos ciudadanos de este país se
hubieran horrorizado al conocer el contenido de la NSC 4-A» [15].
Las operaciones tendientes a debilitar a los comunistas italianos fueron un
éxito.
El presidente Truman se convirtió en gran
partidario de las misiones secretas y pidió que el campo de acción de la CIA
se extendiera a otros países, más allá de Italia. Fue así como el NSC votó
–el 18 de junio de 1948– la célebre directiva NSC 10/2 [16],
autorizando la CIA a efectuar misiones clandestinas en todos los países del
mundo e instaurando en el seno de la agencia un servicio de operaciones
secretas designado como «Office of Special Projects», nombre que fue
rápidamente reemplazado por otro menos descriptivo:
«Office of Policy Coordination» u OPC, o sea
Oficina de Coordinación Política. La directiva NSC 10/2 ponía en manos
de la OPC «la planificación y ejecución de las operaciones especiales».
El texto designaba como «operaciones especiales»
todas las actividades,
«realizadas y financiadas por este gobierno
en contra de los Estados o grupos extranjeros hostiles o como apoyo a
Estados o grupos extranjeros amigos, pero concebidas y ejecutadas de
forma tal que la implicación del gobierno americano no sea visible para
personas no autorizadas y que éste [gobierno] pueda desmentir toda
responsabilidad de ser necesario».
La directiva NSC 10/2 preveía que las
operaciones secretas «incluyen toda actividad vinculada a la propaganda, a
la guerra económica, a la acción preventiva directa (medidas de sabotaje, de
antisabotaje, de demolición y de evacuación), a la subversión contra
regímenes hostiles (mediante el apoyo a los movimientos de resistencia
clandestinos, a la guerrilla y a los grupos de liberación de refugiados) y
la asistencia a los elementos anticomunistas en los países amenazados del
mundo libre».
Las disposiciones del texto NSC 10/2 incluían la creación de los ejércitos
anticomunistas secretos de la red Gladio en Europa occidental, pero excluían
todo los actos de guerra convencional y las misiones de inteligencia:
«No conciernen a los conflictos armados en
los que se enfrenten fuerzas militares regulares, el espionaje, el
contraespionaje y la utilización de la clandestinidad o del disimulo en
el marco de operaciones militares» [17].
En definitiva, aquella directiva NSC 10/2
contradecía todos los valores y principios que el propio presidente de los
Estados Unidos predicaba en marzo de 1947, cuando expuso su famosa «Doctrina
Truman».
Después de la Segunda Guerra Mundial, 5 años habían bastado a Estados Unidos
para instaurar un poderoso aparato de inteligencia que operaba tanto dentro
como fuera de las fronteras de su propio país y al margen de todo control
democrático.
«Cuando creé la CIA, no pensé ni por un
instante que se especializaría algún día en los golpes bajos en tiempo
de paz», declaró un debilitado Truman, luego de dejar sus funciones
[18].
En 1964, o sea 8 años antes de su muerte, el ex
presidente negó una vez más haber querido hacer de la CIA «una agencia
internacional implicada en acciones sucias».
Pero el aparato estadounidense de inteligencia
había escapado a su control.
El historiador británico Christopher Andrew
resume el sentir del ex presidente de la siguiente manera:
«Durante los 20 años posteriores a su salida
de la Casa Blanca, Truman pareció a veces sorprendido, incluso
horrorizado, ante el peso y la influencia que había adquirido el sector
de inteligencia que él mismo había creado» [19].
Otro fanático de las operaciones secretas y
feroz adversario del comunismo, George Kennan, miembro del
departamento de Estado bajo la administración Truman, fue también un
ardiente partidario de la directiva NSC 10/2 y de la intervención de la CIA
en Italia y en otros países.
Sin embargo, al igual que Truman, Kennan estaba
conciente de los riesgos a los que se exponía Estados Unidos.
«Después de todo, lo peor que podría
sucedernos en esta lucha contra el comunismo es convertirnos en lo mismo
que aquellos a quienes estamos combatiendo», señaló Kennan en un
telegrama que se haría célebre [20], refiriéndose así al
gobierno secreto, a las estructuras totalitarias y a la manipulación de
gobiernos extranjeros, prácticas características de la Unión Soviética.
Treinta años más tarde, Kennan, ya al final de
su vida, reconoció que:
«No todo sucedió exactamente como yo lo
había imaginado» [21]
Para garantizar la posibilidad de un desmentido
plausible, la mayoría de las decisiones, declaraciones y transcripciones de
las reuniones del NSC se clasificó como confidencial.
Pero, como consecuencia del escándalo del
Watergate, varios miembros del Congreso estadounidense recibieron un mandato
para investigar a la CIA y al NSC y descubrieron que,
«las elecciones nacionales de 1948 en Europa
occidental habían sido la razón fundamental de la creación de la OPC».
Fue por lo tanto la amenaza comunista que
planeaba sobre Europa occidental lo que determinó el comienzo de las
operaciones especiales de la CIA, después de la Segunda Guerra Mundial.
«Al financiar a los partidos del centro y
desarrollar estrategias mediáticas, la OPC trató de influir sobre el
resultado de las elecciones, con considerable éxito», indica el informe
final que los senadores presentaron en 1976.
«Esas actividades constituían la base de la
injerencia clandestina en la político interna que constituyó una
práctico durante 20 años. En 1952, no menos de 40 proyectos de acción en
marcha habían sido contabilizados en un solo país de Europa central.»
Por orden expresa del Pentágono, las misiones de
la OPC incluían también la constitución de la red de ejércitos secretos
Gladio en Europa occidental:
«Hasta 1950, las actividades paramilitares
de la OPC (también llamadas «acciones preventivas») se limitaban a la
concepción y preparación de las redes stay-behind con vistas a una
futura guerra. A pedido del Joint Chiefs of Staff (el Consejo del Estado
Mayor Interarmas), esas operaciones preparadas por la OPC se
concentraban, una vez más, en Europa occidental y tenían como objetivo
apoyar a las fuerzas de la OTAN contra una ofensiva de los soviéticos.»
[22]
Para garantizar la dirección de la OPC, George
Kennan seleccionó a Frank Wisner [23], un abogado de
negocios originario de Mississippi que ya había comandado destacamentos de
la OSS en Estambul y en Bucarest durante la Segunda Guerra Mundial.
Al igual que Wisner, la mayoría de los oficiales
de la OPC eran,
«blancos provenientes de viejas familias
ricas de la alta sociedad anglosajona (…) que habían heredado la actitud
del establishment británico con respecto a las personas de color».
[24].
Wisner velaba escrupulosamente por la
confidencialidad de la directiva NSC 10/2.
«Cada vez que un miembro de la OPC quería
consultar el documento, se le obligaba a firmar un registro especial.
Después se le entregaba uno de los 3 ejemplares que Wisner guardaba en
una caja fuerte de su oficina.» [25]
Los miembros del nuevo servicio de operaciones
especiales OPC trabajaban con espíritu de agresividad, de entusiasmo, de
secreto y con cierta ausencia de moralidad.
El 6 de agosto de 1948, en una de sus primeras
reuniones en presencia de Hillenkoetter y Kennan, Wisner insistió en poder
explotar al máximo las posibilidades que ofrecía la directiva NSC 10/2 y
pidió «carta blanca» para escoger él mismo sus «métodos de acción». Wisner
quería desarrollar operaciones secretas a su manera, sin tener que atenerse
a ningún código ni a ningún «método existente» y recibió el aval de
Hillenkoetter y Kennan [26].
En su condición de director de la OPC, Wisner se convirtió en el arquitecto
en jefe de la red de ejércitos secretos en Europa occidental.
«Frank Wisner, de la OPC, había encargado a
su adjunto Frank Lindsay de la coordinación de la red stay-behind
en Europa», reveló la prensa belga después del descubrimiento de la
existencia de los ejércitos Gladio.
Al igual que su jefe, Lindsay se había formado
en el seno de la OSS durante la Segunda Guerra Mundial y había tenido la
oportunidad de observar de cerca, en Yugoslavia, las tácticas comunistas.
Según afirman también los periodistas belgas,
Lindsay,
«envió a William Colby (quien más tarde
dirigiría la CIA entre 1973 y 1976) a Escandinavia y a Thomas
Karamessines [lo envió] a Grecia, donde éste último podía contar con el
apoyo del KYP, los servicios secretos griegos» [27].
A medida que Estados Unidos intensificaba sus
operaciones especiales, la OPC seguía desarrollándose.
Un año después de la nominación de Wisner a la
cabeza de la OPC, esta última contaba con 300 empleados y 7 estaciones en el
extranjero que trabajaban en numerosas misiones clandestinas de diversa
índole.
Tres años más tarde, en 1951, sus efectivos
alcanzaban la cifra de 2 812 empleados, que trabajaban en territorio
estadounidense, y 3 142 agentes vinculados a las 47 estaciones repartidas a
través del mundo entero y su presupuesto anual había pasado de 4,8 millones
a 82 millones de dólares [28].
Bedel Smith, sucesor de Hillenkoetter a
la cabeza de la CIA, tuvo que reconocer en mayo de 1951 que,
«el campo de las operaciones secretas de la
CIA ya sobrepasaba ampliamente el marco previsto en la directiva NSC
10/2» [29].
La expansión fue tan grande que incluso un
halcón como,
«Smith se mostró preocupado por la
importancia y el crecimiento exponencial del presupuesto de la OPC»
[30].
Allen Dulles, quien se hizo cargo de la
dirección de la CIA después de la salida de Smith, en 1953, estaba
convencido de que las operaciones secretas eran un arma formidable para
luchar contra el comunismo y defender los intereses estadounidenses en el
extranjero.
Allen Dulles supervisaba el trabajo del director
de la OPC, Frank Wisner, y de su adjunto Frank Lindsay, quien,
en lo tocante a los ejércitos secretos, colaboraba estrechamente con Gerry
Miller, el jefe de la oficina de la CIA en Europa para la creación de las
redes stay-behind. Entre los reclutados se encontraba William Colby, quien
fue más tarde director de la CIA. Al igual que muchos soldados clandestinos,
Colby había trabajado para la OSS durante la Segunda Guerra Mundial y había
saltado en paracaídas sobre la Francia ocupada para prestar ayuda a la
Resistencia.
Posteriormente había sido sacado de Francia clandestinamente para saltar
nuevamente en paracaídas, esta vez sobre Noruega, poco antes del final de la
guerra con la misión de volar convoyes. En abril de 1951, Miller recibió a
Colby en su oficina. Los dos hombres se conocían bien ya que Miller había
dirigido las operaciones de la OSS en Noruega. Ambos consideraron que la
guerra nunca había terminado realmente.
Miller destacó a Colby en la unidad de Lou
Scherer, en la división escandinava de la oficina europea de la CIA:
«OK Bill, sigue así.»
Seguidamente, Miller dijo:
«Lo que queremos es una buena red de
inteligencia y de resistencia que sea digna de confianza, con la que
podamos contar si los rusos empiezan a invadir la región. Aquí tenemos
un plan de acción, pero todavía hay que ponerlo a prueba y aplicarlo en
el terreno. Tu trabajarás con Lou Scherer hasta que se decidan las
nuevas operaciones que habrá que llevar a cabo». [31]
Seguidamente, Colby recibió entrenamiento de la
CIA con vista a la realización de su misión, que era la creación de una red
Gladio en Escandinavia.
«En la práctica, una de las principales
tareas de la OPC consistía en prepararlo todo en previsión de una
posible invasión soviética a Europa occidental, y partiendo de la
hipótesis de que los rusos pudieran llegar a controlar parte o incluso
todo el continente», explicó Miller.
«La OPC quería disponer de redes de
partisanos armados y organizados para oponerlos al ocupante», cuenta
Colby en sus memorias.
«Esta vez, decía Miller, el objetivo era
crear esa capacidad de resistencia antes de que se produjera la
ocupación, e incluso antes del comienzo de la invasión. Estábamos
decididos a organizarla y a equiparla sin demora cuando aún teníamos
tiempo de hacerlo correctamente y con un mínimo de riesgos», escribió el
ex agente que creía entonces que la operación estaba enteramente
justificada.
«En todos los países que podían sufrir una
invasión soviética, la OPC había emprendido entonces un amplio programa
de construcción de lo que se conoce en el medio de la inteligencia como
“redes stay-behind”, o sea estructuras clandestinas de hombres
entrenados y equipados para realizar actos de sabotaje y de espionaje
cuando llegara el momento.»
Para ello, Miller envió agentes de la CIA a cada
uno de los países de Europa occidental y,
«confió [a Colby] la misión de organizar y
montar ese tipo de red en Escandinavia» [32].
La intervención de Estados Unidos en Europa
occidental se desarrolló «en el mayor secreto», precisa.
«Recibí entonces la orden de no mencionar mi
trabajo más que a un restringido círculo de personas de confianza, tanto
en Washington y en el seno de la OTAN como en Escandinavia» [33].
En el seno de la OTAN, el centro de mando
situado en el Pentágono, en Washington, estaba informado en detalle del
desarrollo de los ejércitos secretos Gladio mientras que en Europa, el
SACEUR, que siempre es un oficial estadounidense, supervisaba estrechamente
la red así como los demás órganos de decisión: el CPC y el ACC.
Un documento interno del Pentágono fechado en
1957 y que se mantuvo en secreto hasta 1978, revela la existencia de una
Carta del CPC que define las funciones del Comité ante la OTAN, el SHAPE y
los servicios secretos europeos. Desgraciadamente, el contenido mismo de la
Carta no ha sido revelado.
El documento en cuestión es un memorando
dirigido al Consejo del Estado Mayor Interarmas el 3 de enero de 1957 por el
general Leon Johnson, representante de Estados Unidos en el comité
militar de la OTAN.
Johnson reacciona ante las quejas del SACEUR de aquel entonces, el general
Lauris Norstad, sobre la falta de información durante la crisis de Suez, en
1956:
«El SACEUR expresó la opinión que la
inteligencia que las autoridades habían transmitido al SHAPE durante el
reciente periodo de tensiones era insuficiente. Desea que toda
redefinición de las reglas de comunicación de la inteligencia al SHAPE
se encamine hacia una mejor transmisión de las informaciones
confidenciales.»
Fue en ese contexto que el SACEUR Norstad trató
de resolver la situación a través del CPC:
«Además, el SACEUR señala en una nota a) que
la nota b), la carta del CPC, no contiene ninguna disposición que
prohíba considerar operaciones clandestinas en tiempo de paz. Recomienda
específicamente que el CPC del SHAPE sea autorizado: a) a estudiar las
necesidades inmediatas del SHAPE en materia de inteligencia; b) a
considerar a través de qué medios los servicios secretos nacionales
pueden ayudar a mejorar la transmisión de informaciones al SHAPE.»
En contradicción con el SACEUR Norstad, el
general Johnson pensaba que la carta del CPC prohibía que el CPC fuese
utilizado con ese fin.
Johnson escribía en su memorando:
«Aunque en la nota b) [la carta del CPC] no
exista ninguna disposición que prohíba claramente a éste considerar
actividades de inteligencia, yo pienso de todas maneras que se trataría
de una extensión injustificada de sus atribuciones. Yo entiendo la nota
b) de la manera siguiente: el CPC ha sido creado con el único fin de
organizar en tiempo de paz los medios a través de los cuales el SACEUR
pudiera cumplir su misión en caso de guerra. Me parece que revisar las
modalidades de transmisión de la inteligencia, sea cual sea la fuente,
al SHAPE debería ser asunto de las agencias de inteligencia regulares.»
El general concluía entonces:
«Yo recomiendo que no se apruebe la
extensión del campo de actividades del CPC (…) Leon Johnson» [34].
Paralelamente, en el Pentágono, las Fuerzas
Especiales estadounidenses también estaban directamente implicadas en
aquella guerra secreta contra los comunistas de Europa occidental ya que
estaban entrenando, junto a los SAS [británicos], a los miembros de las
redes stay-behind.
Luego del desmantelamiento de la OSS, después
del final de la Segunda Guerra Mundial, las Fuerzas Especiales habían sido
creadas nuevamente en Estados Unidos, en 1952, y las unidades, bajo el
engañoso nombre de 10º Grupo de Fuerzas Especiales, comenzaron a entrenarse
bajo el mando del coronel Aaron Bank [35].
El grupo había adoptado la organización de su
predecesor, la OSS, de la que había heredado el encargo de realizar misiones
de sabotaje, de reclutamiento, equipamiento y entrenamiento de guerrilleros
con el objetivo de crear un potencial de resistencia en Europa oriental y
occidental [36].
Como precisó el coronel Bank, el entrenamiento de las Fuerzas Especiales
incluía,
«la organización de movimientos de
resistencia y la coordinación de las redes que los componen» así como
«las operaciones de guerrilla con sus diferentes aspectos organizativos,
tácticos y logísticos pero también la demolición especializada, el uso
de comunicaciones radiales codificadas, la supervivencia, la técnica
Fairbaim de combate cuerpo a cuerpo y el tiro instintivo» [37].
El folleto de reclutamiento especificaba a los
jóvenes voluntarios deseosos de ingresar a las Fuerzas Especiales
estadounidenses que lo ideal era que los candidatos hablaran uno o más
idiomas europeos.
Las condiciones exigían:
«tener por lo menos 21 años de edad, poseer
como mínimo el grado de sargento, haber seguido o ser voluntario para
seguir un entrenamiento de paracaidista, dominar los idiomas [europeos]
y/o haber viajado a Europa; presentar una excelente hoja de servicio,
etc. Todos los postulantes tenían que estar dispuestos a saltar en
paracaídas y a operar tras las líneas enemigas en uniforme militar o con
ropa de civil.» [38]
Fue en pleno corazón de la Alemania derrotada
que se desplegaron por primera vez las Fuerzas Especiales estadounidenses de
nueva creación.
En noviembre de 1953, el 10º Grupo instaló su
primera base en el extranjero en un antiguo edificio de la Waffen SS
construido bajo el III Reich, en 1937: la Flint Kaserne, en Bad Tolz,
Baviera.
Posteriormente, se creó en Panamá un cuartel
general que servía de base de operaciones a las Fuerzas Especiales y se
abrió otro más en Okinawa, destinado a las intervenciones en el sudeste
asiático. Cuando estalló el escándalo del Gladio, en 1990, se descubrió que
algunos miembros de sus ejércitos secretos habían seguido un entrenamiento
especial con los Boinas Verdes, posiblemente en Fort Bragg, Estados Unidos
[39].
El comandante del Gladio en Italia, el general Serravalle, relató que
en 1972 los miembros italianos del Gladio habían viajado a Bad Tolz, por
invitación de los Boinas Verdes [40].
«Yo visité el 10º Grupo de las Fuerzas
Especiales en Bad Tolz, en las antiguas barracas de los SS, por lo menos
en dos ocasiones. Estaban bajo las órdenes del coronel Ludwig
Fastenhammer, que ya era un verdadero Rambo antes de que apareciera ese
personaje», recordó el general Serravalle.
«Durante los encuentros de planificación de
las misiones que ya mencioné anteriormente (contrainsurgencia,
asistencia a los grupos locales de resistencia, etc.) pregunté varias
veces si existía un plan de acción combinado entre su grupo y las
diferentes unidades stay-behind, y especialmente el Gladio.»
Serravalle dijo con una sonrisa:
«No hay que ser muy inteligente para darse
cuenta de que si una unidad X está encargada de apoyar, en tiempo de
guerra, en un territorio Y, a un movimiento de resistencia dirigido por
una unidad secreta Z, tiene que existir entre X y Z, incluso en tiempo
de paz, algún tipo de cooperación, aunque sea en estado embrionario».
Por lo tanto, era lógico pensar en la existencia
de un plan de acción concertado entre los Boinas Verdes, los SAS británicos
y el Gladio.
«Pero en realidad no era así», según afirma
Serravalle.
«En realidad, en caso de guerra, las Fuerzas
Especiales acantonadas en Bad Tolz debían infiltrarse en nuestros países
y participar en operaciones de resistencia e insurrección. ¿Cómo las
habrían recibido nuestros miembros del Gladio? A tiros, estoy seguro,
creyendo que se trataba de los Spetzsnaz, las unidades de élite del
Ejército Rojo. Una de las reglas de oro de los partisanos estipula que,
en caso de duda, usted dispara primero y después averigua a quién mató.»
[41]
Las Fuerzas Especiales estadounidenses estaban
permanentemente en contacto con el departamento de operaciones especiales de
la CIA, con el cual colaboraban.
Cuando las Fuerzas Especiales se instalaron en
Fort Bragg, en 1952, la OPC fue rebautizada como «Directorate of Plans» (DP)
y Wisner se convirtió en su jefe.
Con Allen Dulles como director de la CIA,
aumentó el número de operaciones clandestinas estadounidenses en todo el
mundo.
Dulles autorizó los intentos de asesinato de la
CIA contra Castro y Lumumba así como los experimentos con LSD, experimentos
que se desarrollaban a espaldas de las personas que servían de “conejillos
de India”, algunas de las cuales acabaron suicidándose. Wisner y Dulles
planificaron el golpe de Estado de 1953 contra el primer ministro iraní
Mossadegh, así como el que derrocó al socialista Jacobo Arbenz, en
Guatemala, en 1954.
Dos años más tarde, refiriéndose al presidente de Indonesia Sukarno, acusado
de inclinarse demasiado hacia la izquierda, Wisner transmitió al jefe de la
división del sudeste asiático de su servicio, Alfred Ulmer, la
siguiente orden:
«Ya es hora de darle una buena lección a ese
Sukarno» [42].
Wisner y Dulles no tenían límites para las
guerras secretas y las acciones terroristas que emprendían.
Pero cuando las operaciones clandestinas en
contra de Fidel Castro y del régimen cubano desembocaron en un enorme
fracaso, con el fiasco de bahía de Cochinos en 1961, el presidente Kennedy,
furioso, destituyó a Dulles y puso en su lugar a John McCone.
Durante todo el tiempo que estuvo a la cabeza de la CIA, Allen Dulles fue el
cerebro de la guerra secreta contra los comunistas.
Cuando se descubrió la existencia de los
ejércitos Gladio en Europa occidental, en 1990, un ex oficial de la
inteligencia de la OTAN, que prefirió conservar el anonimato, explicó que,
«aunque la operación stay-behind sólo
comenzó oficialmente en 1952, la idea existía en realidad desde mucho
antes, desde que germinó en la mente de Allen Dulles» [43].
Durante la Segunda Guerra Mundial, el jefe de la
CIA había trabajado en Berna, en la neutral Suiza, desde donde había
coordinado las operaciones secretas emprendidas contra la Alemania nazi,
manteniendo contactos con la OSS estadounidense y con los servicios secretos
británicos. Dirigir ejércitos secretos en Europa occidental no sólo era su
trabajo sino que se había convertido en su gran pasión.
Informes publicados en Bélgica en el momento del descubrimiento del Gladio
precisaban:
«Allen Dulles ve en el proyecto [Gladio] (…)
además de un instrumento de la resistencia contra una invasión
soviética, ¡un arma contra el acceso de los comunistas al poder en los
países en cuestión!» [44]
Mientras que la CIA proseguía sus guerras
secretas, Wisner comenzó a ser presa de los remordimientos y pronto resultó
que su mala conciencia no lo dejaba en paz.
Allen Dulles «tenía una teoría según la cual los
tormentos que sufría Wisner provenían de la naturaleza de su trabajo»
[45].
Al convertirse poco a poco en un individuo
incapaz de garantizar «los trabajos sucios» de la CIA en Europa, África,
América Latina y Asia, Wisner fue sustituido en 1958 por Richard Bisel,
quien ocupó el puesto durante 4 años, hasta que Richard Helms fue nombrado
director adjunto a cargo de las Operaciones Especiales, en 1962. Para
aquella época, el estado psicológico del arquitecto del Gladio Frank Wisner
seguía deteriorándose hasta que, en 1965, se dio tiro en la cabeza
[46].
En ese mismo año, Richard Helms fue ascendido a director de la CIA y,
durante los funerales Wisner, le rindió homenaje por su trabajo a favor de
las operaciones especiales, poniéndole entre los,
«pioneros que tuvieron la responsabilidad, a
veces tan pesada (…), de servir a su país en la sombra» [47].
El propio Helms tuvo que enfrentar sus
responsabilidades cuando se vio obligado a prestar testimonio, en los años
1970, sobre el papel de la CIA en el golpe de Estado que derrocó a Salvador
Allende.
Siendo entonces director de la CIA, Helms mintió
descaradamente ante los senadores al afirmar que la CIA nunca había tratado
de impedir la elección de Salvador como presidente de Chile:
«Todos los proyectos tenían que contar con
mi aprobación, yo hubiese tenido que saberlo obligatoriamente».
Cuando se descubrió la mentira, en febrero de
1973, Helms se vio obligado a renunciar a su puesto de director de la CIA y
tuvo que pagar una multa de 2 000 dólares por haber cometido perjurio ante
el Senado [48].
Debido a los abundantes detalles que proporciona en sus memorias, William
Colby sigue siendo el más célebre de los agentes de la CIA implicados en la
Operación Gladio. Pero él también tuvo un final trágico. Después de haber
contribuido a la creación de las redes secretas en Escandinavia, este
soldado de la guerra fría fue trasladado en 1953 a la estación de la CIA en
Roma para combatir allí el comunismo italiano y contribuir a la creación del
Gladio local.
Presente en todos los campos de batalla de la
guerra fría, Colby dejó Italia en 1959 para ir a Saigón, donde dirigió las
operaciones clandestinas emprendidas por la CIA en Vietnam y en Laos. Una de
esas misiones fue la Operación Phoenix cuyo objetivo era la
destrucción de la organización clandestina del Vietcong y la liquidación
física de sus miembros [49].
Al ser interrogado por el Congreso estadounidense, en 1971, Colby reconoció
que la intervención que él había dirigido había provocado la muerte de mas
de 20,000 miembros del Vietcong, pero se negó a precisar si la tortura había
estado vinculada a esas muertes.
Simplemente declaró:
«No voy a pretender que nadie fue muerto o
ejecutado durante la operación. Pienso, en efecto, que eso sucedió,
desgraciadamente» [50].
En 1973, el departamento de operaciones
especiales cambió nuevamente de nombre, tomando la denominación de «Directorate
of Operations» (DO) y Colby sustituyó a Thomas Karamessines como director
adjunto a cargo de las Operaciones.
Cuando Helms se vio obligado a dimitir, aquel
mismo año, el presidente Nixon nombró a Colby a la cabeza de la CIA, puesto
que ocupó hasta su propia renuncia, en 1976, debido al escándalo del
Watergate.
En 1996, William Colby fue encontrado
ahogado en un río del Estado de Maryland. Tenía 76 años.
Colby fue reemplazado a la cabeza de la CIA por George Bush padre, nombrado
por la administración Ford, quien dirigió desde Washington las operaciones
secretas de las redes de Europa occidental.
Posteriormente,
George H. Bush fue llamado a ocupar la vicepresidencia en la
administración Reagan, pero no por ello dejó de financiar las guerras
secretas, entre ellas la que diera lugar al famoso escándalo de los Contras
nicaragüenses.
En 1990, cuando el primer ministro italiano
reveló la existencia de los ejércitos secretos creados por la CIA [en Europa
occidental], George H. Bush, por entonces presidente de los Estados Unidos,
se hallaba inmerso en los preparativos de la guerra del Golfo.
Para lograr convencer a una población más bien reticente ante la idea de
entrar en guerra, hubo que recurrir a una manipulación capaz de azuzar el
deseo de venganza de los estadounidenses.
El 10 de octubre, una muchacha de 15 años,
presentada simplemente como «Nayirah», compareció en lágrimas como testigo,
ante la Comisión de Derechos Humanos del Congreso [estadounidense],
declarando que mientras trabajaba como voluntaria en un hospital de Kuwait
después de la invasión de su país [por Irak] elle había visto personalmente
a los soldados iraquíes entrar en el edificio y sacar brutalmente a los
recién nacidos de las incubadoras donde se encontraban y dejarlos
«abandonados directamente en el frío suelo, condenándolos así a una muerte
segura» [51].
La historia de las incubadoras provocó entre la población [estadounidense]
una gran conmoción, y el presidente se apresuró a alimentarla remachando los
hechos en cada uno de sus discursos y agregando incluso que 312 bebés habían
encontrado la muerte de aquella manera.
Bush fue tan convincente que la información fue
retomada por Amnesty International. Sólo después del fin de la guerra se
descubrió que la muchacha en cuestión nunca había trabajado en Kuwait y que
se trataba nada más y nada menos que de la hija del embajador de Kuwait en
Washington, algo que los organizadores de la audiencia del 10 de octubre
sabían perfectamente [52].
A Amnesty International no le quedó más remedio que desmentir sus propias
declaraciones. En febrero de 1992, el Middle East Watch declaró que aquello
no había sido otra cosa que «pura y simplemente propaganda de guerra»
[53].
Más de 10 años más tarde, George Bush hijo trató
de manipular nuevamente los sentimientos del pueblo estadounidense
anunciando que Irak estaba tratando de desarrollar armas químicas,
biológicas y atómicas y que el presidente Sadam Husein estaba implicado en
los
atentados del 11 de septiembre de 2001.
En diciembre de 1990, Bush padre tuvo que enfrentar duras críticas
provenientes del Parlamento Europeo. En una resolución destinada a la Casa
Blanca y a la administración estadounidense, la Unión Europea condenaba
firmemente las maniobras secretas de Estados Unidos.
La Unión Europea declaraba oficialmente,
«condenar la creación clandestina de redes
de manipulación y de acción y llamar a la apertura de una investigación
exhaustiva sobre la naturaleza, la estructura, los objetivos y cualquier
otro aspecto de esas organizaciones secretas y de otros grupos
disidentes, sobre su utilización con el objetivo de interferir en las
cuestiones políticas internas de los países interesados, sobre la
cuestión del terrorismo en Europa y sobre la posible complicidad de los
servicios secretos de los Estados miembros o de terceros países».
Pero lo más importante era que la Unión Europea
protestaba,
«vigorosamente contra el derecho que se
arrogan ciertos responsables militares americanos en el seno del SHAPE y
de la OTAN a estimular el establecimiento en Europa de una red
clandestina de inteligencia y de acción» [54].
Debido a su gran experiencia en el campo de las
operaciones secretas, era imposible que el presidente George H. Bush no
estuviese al tanto de las operaciones terroristas e ilegales a las que se
habían dedicado los ejércitos secretos.
Por lo tanto, el presidente estadounidense se
negó a hablar del tema. Desconociendo la envergadura del escándalo, el
Congreso estadounidense prefirió abstenerse de hacer preguntas demasiado
delicadas. Los medios de prensa [estadounidenses] tampoco se sintieron en la
necesidad de investigar.
En un artículo del Washington Post, uno de los pocos sobre el tema que se
publicaron en Estados Unidos, intitulado «La CIA recluta ejércitos secretos
en Europa occidental: creada fuerza paramilitar para resistir ocupación
soviética», se podía leer que un,
«representante [anónimo] del gobierno de los
Estados Unidos familiarizado con la Operación Gladio» había declarado
que Gladio era, «un problema estrictamente italiano sobre el cual
nosotros no tenemos ningún tipo de control» y agregó «pretender, como
hacen algunos, que la CIA está implicada en actos terroristas en Italia
es completamente absurdo» [55].
Las investigaciones subsiguientes demostraron
que aquella declaración de la CIA era completamente absurda [56].
Referencias
[1] Honorable Men: My life in the CIA, por
William Colby, Simon & Schuster, New York (1978), p.100. Versión
francesa: 30 ans de CIA , Presses de la Renaissance, París (1978).
[2] Aunque desde el punto de vista estadounidense, los combates se
terminan con la capitulación de Japón, el 15 de agosto de 1945 (Victory
over Japan Day), la guerra continúa hasta la firma de los tratados. El
propio Truman no proclamó el fin de las hostilidades hasta el 31 de
enero de 1946. NdlR.
[3] El texto íntegro del memorando se publicó en Donovan and the CIA: A
History of the Establishment of the Central Intelligence Agency, por
Thomas F. Troy (Univ Pubns of Amer, 1981), pp. 445-447. NdlR.
[4] Walter Trohan en el diario estadounidense The Chicago Tribune del 9
de febrero de 1945.
[5] Referido en Christopher Andrew, For the President’s Eyes Only:
Secret Intelligence and the American Presidency from Washington to Bush
(HarperCollins, New York, 1995), p.164.
[6] The NSC staff: counselling the council, por Christopher Shoemaker,
prefacio de Zbigniew Brzezinski (Westview Press Inc, 1991), p.1.
[7] ohn Prados, Keepers of the Keys: A history of the National Security
Council from Truman to Bush (William Morow, New York, 1991), p.567. John
Prados era ya el autor del muy interesante Presidents’ Secret Wars: CIA
and Pentagon Covert Operations since World War II (William Morrow, New
York, 1986). Anterior al descubrimiento de los ejércitos secretos en
Europa occidental, ese libro no contiene ninguna referencia al Gladio.
[8] El presidente Obama acaba de extender todavía más los poderes del
NSC, bajo la influencia de Brent Scowcroft y de Henry Kissinger. NdlR.
[9] Containment: Documents on American Policy and Strategy 1945–1950,
por Thomas Etzold y John Gaddis (Columbia University Press, New York,
1978), p.12.
[10] Puppetmasters: The Political Use of Terrorism in Italy, por Philip
Willan (Constable, Londres, 1991), p.20.
[11] Fragmento Andrew, Eyes Only, p.171.
[12] Andrew, Eyes Only p.171.
[13] Texto íntegro de este documento (en inglés)
[14] The Central Intelligence Agency: An Instrument of Government to
1950, por Arthur B. Darling (Pennsylvania State University Press,
University Park, 1990), p.245.
[15] Darling, Agency, p.246.
[16] Texto íntegro de este documento (en inglés).
[17] Todos los historiadores que han investigado el tema han demostrado
la fundamental importancia del NSC 10/2 para los ejércitos secretos
anticomunistas creados en Europa occidental. Ver Jan de Willems (ed.),
Gladio (Editions EPO, Bruselas, 1991), p.145; Jens Mecklenburg (ed.),
Gladio: Die geheime Terror organisation der Nato (Elefanten Press,
Berlín, 1997), p.17 y 51; Leo Müller, Gladio – das Erbe des Kalten
Krieges. Der Nato-Geheimbund und sein deutscher Vorläufer (Rowohlt,
Hamburgo, 1991), p.63.
[18] Fragmento de Andrew, Eyes Only, p.171. Allen Dulles, director de la
CIA de 1953 hasta 1961, recordó en privado al presidente Truman que no
podría rehuir su propia responsabilidad en las operaciones especiales
desarrolladas en Grecia, Turquía, Italia o Filipinas. Dulles escribió a
un consejero jurídico de la CIA: «En ningún momento Truman expresó una
opinión contraria a la mía» (ibid).
[19] Andrew, Eyes Only, p.198.
[20] Texto íntegro de este documento (en inglés).
[21] George Kennan citado por Etzold y Gaddis, Containment, p.125.
[22] United States Senate. Final Report of the Select Committee to Study
Governmental Operations with respect to Intelligence activities. Book IV:
Supplementary detailed staff reports on foreign and military
intelligence, p.36.
[23] El embajador Frank Wisner Jr., hijo de Frank Wisner, se casó con
Christine de Ganay, divorciada de Pal Sarkozy de Nagy-Bocsa, padre del
presidente francés Nicolas Sarkozy. NdlR.
[24] The Man Who Kept the Secrets: Richard Helms and the CIA, por Thomas
Powers (Weidenfeld and Nicolson, Londres, 1980), p.37. Al parecer, no
existe ninguna biografía de Frank Wisner. El texto mejor documentado
sobre este personaje es, por lo tanto, la biografía de Richard Helms
realizada por Powers. Helms trabajó primeramente en el departamento de
operaciones clandestinas de Frank Wisner, antes de sustituirlo en 1958
poniéndose al mando de las operaciones especiales.
[25] Powers, Helms, p.32.
[26] Darling, Agency, p.279.
[27] «Service secrets, guerre froide et ‘stay-behind. 2e partie’: La
mise en place des réseaux» [En español, «Servicios secretos, guerra fría
y ‘stay-behind’. Segunda parte: La instalación de las redes»], por
Pietro Cedomi, en la publicación belga Fire! Le Magazine de l’Homme
d’Action, septiembre/octubre de 1991, p.78.
[28] Powers, Helms, p.48. Andrew da las mismas cifras en Eyes Only,
p.193.
[29] General Walter Bedell Smith as Director of Central Intelligence,
por Ludwell Montague (Pennsylvania University Press, University Park,
1992), p.209. Se trata de un libro que hubiese podido ser interesante de
no haber sido ampliamente mutilado por la CIA. La mitad de los párrafos
de esta obra incluyen la mención «[una línea suprimida], [tres párrafos
suprimidos], [siete líneas suprimidas]» etc… Hace un siglo, el brillante
escritor estadounidense Mark Twain escribía en Following the Equator
(1897): «Gracias a Dios, disponemos en nuestro país de tres bienes
fundamentales: la libertad de palabra, la libertad de pensamiento y la
prudencia de no utilizar ni la una ni la otra.»
[30] Montague, Smith, p.213.
[31] Colby, Honorable Men, p.83.
[32] Ibid., p.81 and 82.
[33] Ibid., p.83.
[34] Este documento, descubierto por el autor, no fue mencionado durante
las revelaciones sobre el Gladio a pesar del incuestionable interés que
presenta en el marco de las investigaciones sobre el órgano de mando del
Gladio, el CPC. Nota de servicio del general Leon W. Johnson,
representante de los Estados Unidos en el comité militar activo de la
OTAN, fechada el 3 de enero de 1957 y dirigida al Consejo del Estado
Mayor Interarmas sobre la inteligencia clandestina. El documento estuvo
clasificado como top secret y fue desclasificado en 1978. Descubierto en
los archivos informatizados del Declassified Documents Reference System
en el LSE de Londres.
[35] Legendaria figura de la contrainsurgencia, el coronel Aaron Bank
recibió en 2002 (a los 100 años de edad) una solicitud en la que el
presidente George W. Bush le pedía que se ocupara de supervisar las
operaciones contra los talibanes en Afganistán. Falleció 2 años después.
NdlR.
[36] A raíz de la moda de la contrainsurgencia, en la época de la
administración Kennedy, todos los servicios de las fuerzas armadas
estadounidenses se apresuraron a crear sus propias «unidades de
operaciones especiales». Fue en esa época que la US Navy creó las
unidades SEAL (siglas de «Sea, Air, Land», o sea Mar, Aire, Tierra)
entrenadas para saltar en paracaídas sobre el agua, en traje de buceo, y
equipadas para volar barcos y para combatir en tierra después de salir
del agua.
[37] From OSS to Green Berets: The Birth of Special Forces, por el
coronel Aaron Bank (Presidio Press, Novato, 1986), p.175–176.
[38] Bank, Special Forces, p.168–169.
[39] Publicación belga Fire! Le Magazine de l’Homme d’Action, p.84.
Publicación política austríaca Zoom, N°4/5, 1996: «Es muss nicht immer
Gladio sein». Attentate, Waffenlager, Erinnerungslücken, p.61.
[40] Mecklenburg, Gladio, p.50.
[41] Gladio, por Gerardo Serravalle (Edizioni Associate, Rome, 1991),
p.90.
[42] Powers, Helms, p.89.
[43] Publicación mensual británica Searchlight, enero de 1991.
[44] «Service secrets, guerre froide et ‘stay-behind. 2e partie’: La
mise en place des réseaux» [En español, «Servicios secretos, guerra fría
y ‘stay-behind’. Segunda parte: La instalación de las redes»], por
Pietro Cedomi en la publicación belga Fire! Le Magazine de l’Homme
d’Action, septiembre/octubre de 1991, p.77.
[45] Powers, Helms, p.77.
[46] Blowback. America’s Recruitment of Nazis and its Effects on the
Cold War, por Christopher Simpson (Weidenfeld and Nicolson, Londres,
1988), p.289. Powers, Helms, p.77.
[47] Discurso de Richard Helms, director de la CIA, en los funerales de
Frank Gardiner Wisner, 1909–1965. Encontrado en los archivos
informatizados del Declassified Documents Reference System.
[48] «An International Story. The CIA’s Secret Armies in Europe», por
Jonathan Kwitny en la publicación estadounidense The Nation del 6 de
abril de 1992, p.444–448, p.445.
[49] Ver «Opération Phénix», por Arthur Lepic, Réseau Voltaire, 16 de
noviembre de 2004. NdlR.
[50] Diario británico The Times del 7 de mayo de 1996.
[51] The Fire this Time: US War Crimes in the Gulf, por Ramsey Clark (Thunder’s
Mouth Press, New York, 1992), p.31.
[52] La audiencia en cuestión había sido organizada por una especialista
en relaciones públicas, Victoria Clarke, quien se convirtió en 2001 en
la vocera del secretario de Defensa Donald Rumsfeld. NdlR. [53] Clark,
Fire, p.32.
[53] idem.
[54] Resolución del Parlamento Europeo sobre el escándalo del Gladio,
adoptada el 22 de noviembre de 1990.
[55] «CIA Organized Secret Army in Western Europe; Paramilitary Force
Created To Resist Soviet Occupation», por Clare Pedrick, The Washington
Post del 14 de noviembre de 1990. El otro único artículo en que aparece
la palabra Gladio se publicó el 8 de agosto de 1993 y solamente se
refería a Italia («Everybody in Italy Wants Change’; Talk Is of
Revolution, But Bombings Raise Question: At What Price?», por Steve Coll).
En Europa, la cobertura mediática fue más importante. El Washington Post
sólo publicó 2 artículos mientras que en el mismo periodo el diario
británico The Guardian publicó 39 artículos, que abordaban además los
casos de numerosos países.
[56] Diario británico The Independent del 1º de diciembre de 1990.
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