Parte 6
Los Ejércitos Secretos de La OTAN
La guerra secreta en Italia
por Daniele Ganser
2 Marzo 2010
Desde
Bâle (Suisse)
del Sitio Web
VoltaireNet
Estados Unidos, el país que se
presenta como el gran defensor de la democracia, organizó fraudes
electorales en Italia, así como dos golpes de Estado invisibles y no
vaciló en hacer ejecutar al primer ministro italiano Aldo Moro.
En esta sexta parte de su
estudio sobre el Gladio, el historiador suizo Daniele Ganser explica
cómo Washington controló la vida política en Italia, a espaldas de
los italianos, a lo largo de 50 años. |
En 1978, Estados
Unidos hizo asesinar al primer ministro italiano Aldo Moro.
Las Brigadas Rojas se
responsabilizaron con su ejecución,
pero la operación
estuvo manipulada por el Gladio.
El anticomunismo estadounidense ha dado origen a
muchas de las tragedias que marcan la historia de la I República Italiana
(1945-1993).
Las pruebas descubiertas durante la última
década demuestran que el ejército Gladio, dirigido por los servicios
secretos italianos, participó activamente en esa guerra no declarada, con la
complicidad de los terroristas de extrema derecha. A falta de invasor
soviético, las unidades paramilitares anticomunistas entrenadas por la CIA
se dedicaron a la realización de operaciones internas destinadas a influir
sobre la vida política nacional.
Una investigación parlamentaria a la que el
Senado italiano confió la misión de aclarar la cuestión del Gladio así como
una serie de misteriosos atentados concluyó al final de la guerra fría que,
en Italia,
«la CIA gozó de la mayor libertad» debido al
hecho que, durante la I República, Italia había vivido «en una situación
de división difícil e incluso trágica».
En el marco de aquella división se enfrentaban
las dos ideologías dominantes de la guerra fría. A la izquierda, estaba el
muy popular e influyente PCI (Partido Comunista Italiano, secretamente
financiado por la URSS) y el poderoso Partido Socialista [1]
mientras que del otro lado del tablero actuaban la CIA, los servicios
secretos militares italianos y el ejército que estos habían conformado bajo
la apelación Gladio, así como diversos movimientos terroristas de extrema
derecha, que gozaban todos del apoyo político de la conservadora DCI
[2].
Durante la Segunda Guerra Mundial, la Italia del dictador fascista Benito
Mussolini había conformado una alianza con Hitler.
Después de la derrota de las potencias del Eje,
el presidente estadounidense Franklin Roosevelt, el primer ministro
británico Winston Churchill y el principal dirigente de la URSS Josef Stalin
se reunieron en Yalta (Crimea), en febrero de 1945, para discutir el destino
de Europa y tomaron la decisión, crucial para Italia, de incluir esa
península en la esfera de influencia estadounidense. En sus esfuerzos por
limitar el poder de los comunistas, la CIA no vaciló en aliarse con la mafia
y con los terroristas de extrema derecha.
El agente de la CIA Victor Marchetti explicó al
respecto:
«La CIA se apoyó en el anticomunismo
visceral de la mafia para controlar Italia» [3].
Incluso antes del fin de la guerra, el propio
jefe de la OSS en Italia, Earl Brennan, había mediado ante el secretario
estadounidense de Justicia para que éste último redujera la pena de 50 años
de cárcel contra Charles «Lucky» Luciano. Su objetivo era poner en práctica
un acuerdo secreto.
A cambio de su libertad, Luciano proporcionaba
al ejército estadounidense una lista de los más influyentes mafiosos
sicilianos que apoyarían el desembarco estadounidense de 1943 en Sicilia
[4].
Después de la guerra, la CIA,
«puso especial interés en conservar aquella
amistad secreta con la mafia siciliana» y fue así que «en nombre de la
lucha contra el comunismo en Italia y en Sicilia, los americanos dejaron
la isla en manos del hampa que todavía la controla hoy en día» [5].
Las tropas estadounidenses que liberaron Italia
y reemplazaron la dictadura por una frágil democracia fueron recibidas por
los italianos con banderas, pan y vino.
A pesar de ello, los Aliados «estaban inquietos
por la situación política en Italia y sobre todo por la amenaza del partido
comunista cuya influencia seguía creciendo, situación que ya habían
observado en el pasado en Grecia y en Yugoslavia».
Fue por eso que Londres y Washington decidieron cambiar de política dejando
de aportar su ayuda a los partisanos italianos, en su mayoría comunistas,
que gozaban de cierto prestigio entre la población debido a su heroica
resistencia contra el fascismo.
«Ese cambio de política fue vivamente
desaprobado» por los oficiales de enlace británicos y estadounidenses
que habían luchado tras las líneas enemigas junto a los comunistas
italianos y «por los propios italianos» [6].
El descontento creció todavía más cuando los
comunistas italianos vieron como sus antiguos aliados reclutaban en secreto
a fascistas, notaron la presencia de miembros de la extrema derecha en el
aparato del Estado y comprobaron que,
«el virulento anticomunismo que había
servido de base a los fascistas para alcanzar el poder era ahora una
cualidad muy apreciada» [7].
«Es probable que grupúsculos de extrema
derecha fuesen reclutados e integrados a la red stay-behind para que nos
avisaran si se preparaba una guerra», confirmó posteriormente Ray Cline,
director adjunto de la CIA desde 1962 hasta 1966, en un reportaje sobre
el Gladio.
«Desde esa óptica, la utilización de
extremistas de derecha, no con fines políticos sino con fines de
inteligencia, no me parece representar un problema.» [8]
Sin embargo, en vez de limitarse a la búsqueda
de información, esos elementos recibieron realmente las llaves del poder.
Estados Unidos convirtió la DCI (la Democracia
Cristiana Italiana) en una muralla contra el comunismo,
«una colección de colaboracionistas, de
monárquicos y de fascistas convencidos» [9].
Alcide De Gasperi, proveniente de la DCI, fue
nombrado primer ministro y dirigió 8 gobiernos sucesivos entre 1945 et 1953
[10].
«A falta de una verdadera purga, la vieja
burocracia fascista logró mantenerse.» [11]
El primer ministro De Gasperi y el ministro del
Interior Mario Scelba supervisaron personalmente,
«la reintegración de funcionarios
profundamente comprometidos con el régimen fascista» [12].
El príncipe Valerio Borghese,
conocido como «el Príncipe Negro»,
fue uno de los fascistas más
notorios reclutados por Estados Unidos.
El príncipe Valerio Borghese, conocido como «el
Príncipe Negro», fue uno de los fascistas más notorios reclutados por
Estados Unidos. A la cabeza de la Decima MAS (XMAS), una fuerza de élite de
4 000 hombres creada en 1941 y puesta a los órdenes de los nazis, el
príncipe había dirigido una campaña de exterminio contra los miembros de la
resistencia bajo la República de Saló y se había especializado en la
persecución y ejecución de comunistas italianos.
Al final de la guerra fue capturado por los
miembros de la resistencia y estaba a punto de ser ahorcado cuando, el 25 de
abril de 1945, el almirante Ellery Stone, procónsul estadounidense en la
Italia ocupada por los aliados y amigo de la familia Borghese, se puso en
contacto con James Angleton, un miembro de la OSS que se convertiría con el
tiempo en el más célebre agente de la CIA, y le ordenó que se ocupara de
sacarlo de aquella situación.
Angleton le proporcionó al Príncipe Negro un
uniforme de oficial estadounidense y lo escoltó hasta Roma, donde debía
responder por crímenes de guerra.
Gracias a la protección que Estados Unidos le garantizó, Borghese fue
finalmente declarado «no culpable» [13].
El agente de la CIA James Angleton fue
condecorado con la Legion of Merit del ejército estadounidense por actos
«excepcionalmente meritorios» y continuó su carrera en la dirección de
contraespionaje de la CIA,
«convirtiéndose en la encarnación misma del
control que ejercía Estados Unidos sobre los movimientos políticos y los
grupos paramilitares neofascistas y de extrema derecha de la Italia de
postguerra» [14].
Al igual que para muchos otros soldados de la
guerra fría, después de la derrota del Eje,
«el enemigo simplemente había cambiado de
forma a los ojos de Angleton», como escribieron sus biógrafos, «la hoz y
el martillo habían reemplazado la cruz gamada» [15].
En 1947 fueron creados en Washington el NSC [National
Security Council o Consejo de Seguridad Nacional. NdT.] y la CIA.
Debido a «continuos ataques de su poderoso
partido comunista», Italia tuvo el triste privilegio de convertirse en
teatro de operaciones de una guerra secreta no declarada de la CIA. Era
clara la misión de la agencia: impedir que la izquierda italiana ganara las
primeras elecciones nacionales de la postguerra, que debían celebrarse el 16
de abril de 1948.
El presidente estadounidense Harry Truman estaba
muy contrariado porque el PCI, que era el mayor partido comunista de Europa
occidental, y el PSI [Partido Socialista Italiano. NdT.] acababan de unirse
en una alianza para conformar el Fronte Democratico Populare (FDP).
Basándose en los buenos resultados que la coalición de izquierda había
obtenido en las últimas elecciones municipales, en las que la DCI –apoyada
por los estadounidenses– a menudo había sido derrotada, los observadores
predecían una victoria del FDP en el parlamento. La OPC, el departamento de
operaciones especiales de la CIA, que –bajo la dirección de Frank Wisner–
había montado la red Gladio, le inyectó entonces 10 millones de dólares al
partido demócrata-cristiano.
Al mismo tiempo, comunistas y socialistas fueron blanco de campañas de
difamación. Entre otros trucos sucios, la CIA recurrió a la publicación de
panfletos anónimos con calumnias sobre la vida sexual y la vida privada de
los candidatos del PCI y atribuyéndoles contactos con los fascistas y/o con
movimientos anticlericales.
La estrategia que consistía en apuntar
específicamente a los puestos que podían garantizar una mayoría a la DCI en
vez de buscar una amplia victoria funcionó en cada una de las 200
circunscripciones seleccionadas, exceptuando sólo dos de ellas.
La DCI obtuvo finalmente el 48% de los sufragios, obteniendo así 307 escaños
en el parlamento, mientras que el FDP tuvo que contentarse con el 31% de los
votos y 200 escaños [16].
La brutal represión que dio respuesta a las protestas de la población y de
la izquierda en particular dejaron un «número considerable de víctimas
durante las manifestaciones y las ocupaciones de locales» [17].
El presidente Truman quedó satisfecho con los resultados obtenidos y se
convirtió en un adepto de las operaciones clandestinas.
En su famosa «Doctrina Truman» de marzo de 1947
había especificado:
«No debemos reconocer ningún gobierno
impuesto a una nación por una fuerza o una potencia extranjera», basando
así la política exterior de Estados Unidos en «el Derecho y la Justicia»
y rechazando todo «compromiso con el mal» [18].
Sin embargo, si las elecciones italianas
hubiesen terminado con otro resultado que no fuese una victoria de la DCI,
que gozaba del apoyo de Estados Unidos, Italia se habría visto sumida en la
guerra civil, al igual que Grecia.
Durante las elecciones y después de éstas, naves
de guerra estadounidenses patrullaban frente a las costas de la península y
fuerzas terrestres se mantuvieron en estado de alerta. George Kennan, jefe
del buró de planificación política del Departamento de Estado encargado de
desarrollar los programas a largo plazo que debían posibilitar la obtención
de los objetivos [estadounidenses] en materia de política exterior,
aconsejaba pura y simplemente una intervención militar de Estados Unidos en
caso de victoria de los comunistas en las elecciones [19].
Después de las revelaciones sobre el Gladio, el presidente italiano
Francesco Cossiga confirmó que una facción paramilitar de la DCI estaba
lista para intervenir si aquello hubiese sucedido.
Armado con un fusil automático Stern, varios
cargadores y «granadas de mano», el propio Cossiga formaba parte del
comando.
«Yo estaba armado hasta los dientes y no era
el único.»
El armamento de los paramilitares de la DCI
había sido,
«comprado gracias al dinero puesto a su
disposición por el partido» [20].
Después de lograr apartar al PCI del gobierno,
la Italia gobernada por la DCI pro-estadounidense fue invitada, el 4 de
abril de 1949, a incorporarse a la OTAN, que acaba de ser creada, en calidad
de miembro fundador.
Sólo unos días antes, el 30 de marzo de 1949,
Italia se había dotado de su primer servicio de inteligencia militar desde
1945, nacido de la colaboración con la CIA. Integrada al ministerio de
Defensa, aquella unidad secreta fue bautizada con la apelación SIFAR y
puesta bajo el mando del general Giovanni Carlo.
Bajo la I República Italiana, el SIFAR se
inmiscuyó en numerosas ocasiones en los asuntos políticos de Italia y su
división «Buró R» se encargó de comandar el ejército stay-behind
anticomunista conocido como Gladio [21].
«La coincidencia entre la adhesión de Italia
a la OTAN y el restablecimiento de su capacidad en el campo de la
inteligencia está lejos de ser fortuita», observó con toda razón el
experto en servicios secretos Philipp Willan, y «nos informa sobre los
objetivos fundamentales de los servicios secretos en la Italia de
postguerra y sobre las intenciones de quienes permitieron su
restablecimiento» [22].
Desde su creación, el SIFAR estuvo «regulado por
un protocolo ultrasecreto impuesto por Estados Unidos que constituye una
total renuncia a la soberanía nacional».
Según ese protocolo, implantado en coordinación
con el programa de la OTAN, las obligaciones del SIFAR para con la dirección
de la CIA en Estados Unidos incluían el compartir la información que se
recogía y observar un derecho de control en cuanto al reclutamiento del
personal, que tenía que contar con la aprobación de CIA [23].
En efecto, el SIFAR no era independiente sino
que se hallaba bajo el control de la CIA. O más bien, como lo describió
Paulo Taviani, ministro italiano de Defensa entre 1955 y 1958, los servicios
secretos italianos eran dirigidos y financiados por «por los tipos de la Via
Veneto», o sea la CIA y la embajada de Estados Unidos en Roma [24].
Los senadores italianos también notaron esta hegemonía de la CIA:
«El Gladio fue creado como resultado de un
acuerdo entre dos servicios secretos. Uno de ellos, muy importante, el
estadounidense. El otro, mucho menos importante, el italiano» [25].
En 1951, el general Umberto Broccoli fue
nombrado director del SIFAR y, en su calidad de miembro de un «Comité
Secreto», se reunió regularmente con representantes de la CIA, con el
responsable del comando de la OTAN para el sur de Europa y con responsables
del ejército, de la Marina de Guerra y de la Fuerza Aérea de Italia
[26].
Debido el temor de la OTAN por la influencia del
PCI, el objetivo del SIFAR era garantizar la estabilidad en Italia. El
ejército secreto Gladio era su herramienta fundamental para la realización
de esa tarea. El 8 de octubre de 1951, Broccoli escribía al ministro de
Defensa Efisio Marras sobre el entrenamiento de los miembros del Gladio en
el Reino Unido y el suministro de armas y explosivos provenientes de la CIA.
En su carta, el general explicaba que el SIS había ofrecido entrenar a los
cuadros del Gladio italiano a cambio de que Italia comprara armamento
británico. Por su parte, la CIA proponía proporcionar las armas de forma
gratuita, pero no disponía de la capacidad necesaria para garantizar un
entrenamiento del nivel que proponían los ingleses.
Los italianos decidieron… no decidir. Enviaron a sus oficiales a recibir la
prestigiosa formación de los centros de entrenamiento británicos y
concluyeron simultáneamente con Estados Unidos un acuerdo secreto que les
garantizaba la entrega gratuita de armas. Aquello no fue del agrado de los
británicos.
Cuando el general Ettore Musco, sucesor
de Broccoli a la cabeza del SIFAR, viajó a Inglaterra para visitar Fort
Monckton, el recibimiento fue particularmente frío:
«En 1953, los británicos, furiosos de haber
sido engañados, le reprocharon al general Musco que “su servicio se
había entregado en cuerpo y alma a los estadounidenses”» [27].
En el marco de su trabajo a favor de la política
anticomunista secreta de la OTAN, los representantes del SIFAR participaban
regularmente en las reuniones sobre el Gladio con el comando de la OTAN, el
ACC y el CPC [28].
Poco antes de dejar sus funciones, el presidente
Cossiga afirmó en una entrevista de televisión que el ejército secreto
Gladio había nacido en Italia, en 1951, debido al temor «por lo que pudiera
pasar si Europa era invadida».
«Se decidió que 3 países, Estados Unidos,
Gran Bretaña y Francia, serían miembros permanentes y que los demás
serían miembros asociados, lo cual incluía a Dinamarca, Noruega,
Holanda, Bélgica, Luxemburgo, Grecia y Turquía», explicó Cossiga al
referirse al CPC, el comité de dirección de la red Gladio.
«Italia fue invitada a participar en calidad
de miembro asociado. Declinó la proposición y pidió convertirse en
miembro permanente pero no recibió respuesta en aquel momento. En 1956,
Alemania se unió al grupo.»
El presidente insistía en el secreto que rodeaba
aquellas operaciones:
«La línea de conducta de la OTAN consistía
en negar la existencia de todo lo que se había decidido mantener en
secreto.» [29]
En un documento altamente secreto del NSC (el
Consejo de Seguridad Nacional estadounidense), firmado por el propio Truman
el 21 de abril de 1950, el presidente subrayaba que «Italia es la llave de
la seguridad americana», Estados Unidos debe por lo tanto «estar dispuesto a
utilizar todo su poder político, económico y, de ser necesario, militar»
para combatir al PCI [30].
«En caso de que los comunistas lograsen
entrar al gobierno de forma democrática o si ese gobierno tuviese que
dejar de oponerse firmemente al comunismo dentro y fuera del país,
Estados Unidos tiene que prepararse para tomar las medidas necesarias»,
señalaba Truman e incluso mencionaba explícitamente la posibilidad de
una invasión si «parte del territorio italiano cayese bajo el dominio
comunista como consecuencia de una insurrección armada».
Al aproximarse las elecciones, el plan concebido
por Estados Unidos preveía:
-
fase 1, el fortalecimiento de «la
presencia militar americana en el Mediterráneo»
-
fase 2, «la fase de alerta», las tropas
estadounidenses tenían que invadir Italia a «petición del gobierno
italiano y después de consultar con Gran Bretaña y con los demás
países de la OTAN».
Tenían que desplegarse «en las zonas de la
península bajo control del gobierno en una demostración de fuerza».
Y finalmente estaba la,
¿Fue la CIA demasiado lejos?
se pregunta la publicación estadounidense «Time»
en su edición del 30 de
septiembre de 1974.
William Colby, entonces
director de la agencia, había organizado el Gladio en Italia.
Los temores de Washington aumentaron aun más durante las elecciones de junio
de 1953 cuando la DCI, a pesar de las operaciones especiales de la CIA,
obtuvo solamente 261 escaños en el parlamento, o sea 46 escaños menos que en
1948. Mientras tanto, la coalición de izquierda obtenía 218 escaños, con el
35% de los sufragios.
La CIA intensificó su guerra secreta ya que,
«había razones para temer que si proseguía
aquella tendencia observada entre 1948 y 1953 (…) la coalición que
conformaban los comunistas y los socialistas acabaría convirtiéndose en
la principal fuerza política del país», según el análisis de William
Colby, posteriormente designado para dirigir la CIA bajo la presidencia
de Nixon [32].
En primer lugar, se decidió que había que poner
un jefe más agresivo a la cabeza del SIFAR.
En 1955, Carmel Offie, alto responsable de la
CIA y cercano colaborador del entonces director de la agencia, Allen Dulles,
viajó a Italia donde, junto con el director de la estación de la CIA en
aquel país, el COS [Chief of Station, en español Jefe de Estación. NdT.]
Gerry Miller, puso en manos de Claire Boothe
Luce, la hermosa embajadora de Estados Unidos en Roma, la misión de
convencer al ministro de Defensa italiano Emilio Taviano para que nombrara
el general Giovanni De Lorenzo a la cabeza del SIFAR. Al año siguiente, De
Lorenzo, feroz adversario del comunismo y defensor de las ideas de
Washington, asumía la dirección del SIFAR y de sus ejércitos secretos
[33].
Con su bigote, sus espejuelos y su aire militar, De Lorenzo era la imagen
misma del general a la antigua. En un documento altamente secreto, con fecha
del 26 de noviembre de 1956 y firmado de su puño y letra, el jefe del SIFAR
menciona «acuerdos anteriores» concluidos entre la CIA y sus servicios y
precisa que la Operación Gladio va por buen camino. [34]
Este documento, que contiene datos altamente sensibles, no fue revelado a
los senadores italianos a cargo de la investigación parlamentaria.
«El acuerdo concluido entre el SIFAR y la
CIA en 1956 sobre la organización stay-behind no puede hacerse público
en este momento ya que se trata de un acuerdo bilateral clasificado como
altamente secreto», explicó el almirante Fulvio Martin, director del
SIFAR, a los asombrados senadores que habían creído, erróneamente, que
el SIFAR tenía que rendir cuentas ante el parlamento italiano, no ante
la CIA.
«La desclasificación del documento, que ya
solicité el 13 de diciembre de 1990», precisó el almirante, «exige
obligatoriamente la conformidad de la otra parte implicada». [35].
Entre los proyectos prioritarios del SIFAR, el
general De Lorenzo incluyó la construcción de un nuevo cuartel general para
el ejército secreto, proyecto al que la CIA no vaciló en destinar 300
millones de liras.
Estadounidense e italianos habían decidido que,
por razones de discreción y de funcionalidad, el nuevo centro del Gladio no
debía construirse en territorio continental sino en una de las grandes islas
de la costa occidental de Italia. Se seleccionó Cerdeña y se compró el
terreno. El coronel Renzo Rocca, jefe del Buró R que dirigía el Gladio
local, fue el encargado de supervisar la construcción de la nueva base en la
que los soldados anticomunistas iban a recibir su equipamiento y a
entrenarse con instructores de las Fuerzas Especiales estadounidenses y
británicas [36].
El «Centro de Entrenamiento para Sabotaje» (en italiano CAG) estaba en Cabo
Marragiu, cerca de un pueblo llamado Alghero. Tras los muros y las cercas
electrificadas se construyeron un pequeño puerto y varios búnkeres
subterráneos, se instalaron poderosos transmisores de radio de largo alcance
así como instalaciones submarinas destinadas al entrenamiento de los buzos
de combate, además de dos pistas cortas de aterrizaje y un helipuerto.
A esto se agregaron otros edificios destinados
al entrenamiento en el uso de armas y explosivos y la formación ideológica
[37].
«Fui por primera vez a Capo Marragiu en
1959», declaró en su testimonio el miembro del Gladio Ennio Colle,
después del descubrimiento de los ejércitos secretos. El 27 de noviembre
de 1990, Colle recibió una carta del director del SISMI informándole que
«el ejército secreto había sido disuelto».
El ex combatiente afirmó que los miembros de la
unidad especial eran mantenidos en la ignorancia en cuanto a la dimensión
internacional de la red y que ignoraban dónde se habían entrenado:
«Yo no sabía dónde me hallaba ya que nos
transportaban en aviones que tenían las ventanillas tapadas.»
Decimo Garau, instructor del CAG y
entrenado a su vez en Gran Bretaña, confirmó a periodistas que los miembros
del Gladio italiano eran mantenidos en la oscuridad, en el sentido literal:
«Llegaban a bordo de un avión enmascarado y
los llevaban después en vehículos con los cristales tapados que los
dejaban en su alojamiento. Entonces comenzaba el entrenamiento.»
[38]
«En resumen, mi trabajo consistía en impedir que los comunistas lograran
apoderarse de Italia en las próximas elecciones de 1958», escribió en
sus memorias el agente de la CIA William Colby.
Durante el otoño de 1953, Colby fue enviado a
Roma, donde debía ponerse a las órdenes del COS Gerry Miller.
Los ejércitos secretos Gladio debían permitirle
a la CIA,
«evitar que las defensas militares de la
OTAN se vieran bloqueadas políticamente por una quinta columna
subversiva, el Partito Communista Italiano (o PCI)» en el marco de lo
que Colby describe como «el más amplio programa de acción política
clandestina que la CIA haya emprendido jamás».
Al igual que los comunistas, los socialistas
italianos también sufrían los ataques de la CIA, que orquestaba campañas de
difamación contra ellos mientras que seguía financiando la DCI.
«No íbamos a abandonar a la DCI, que
teníamos controlada, por los imprevisibles socialistas.»
Las maniobras de Colby dieron resultado y en
1958 la DCI consolidó su poder con el 42% de los votos y 273 escaños
mientras que los comunistas, con su 23%, tenían que conformarse con 140
escaños y los socialistas con 84. [39]
Colby compartía el entusiasmo del presidente Dwight Eisenhower por las
operaciones secretas debido al éxito de los golpes de Estados, organizados
conjuntamente con el MI6, que derrocaron los gobiernos de Mossadegh en Irán,
en 1953, y de Arbenz en Guatemala, al año siguiente.
En Italia, la manipulación de las elecciones y
el financiamiento secreto de la DCI,
«eran tan eficaces que incluso los que se
beneficiaban con nuestra ayuda ignoraban a veces su procedencia», dijo
Colby, no sin cierto orgullo.
«Las operaciones políticas que la CIA
realizó en Italia y en otros países durante los siguientes años, por
ejemplo en Chile, son hoy objeto de críticas vehementes», observa Colby
retrospectivamente.
«Ya no se puede negar hoy la ilegalidad de
ese tipo de “injerencia”. Las leyes en vigor en la mayoría de los países
del mundo, incluso en Estados Unidos, prohíben que cualquier gobierno
extranjero se inmiscuya en el proceso político interno del país en
cuestión.»
Este veterano de la guerra fría sostiene sin
embargo que,
«ayudar a los movimientos democráticos
italianos a responder a una campaña de subversión prosoviética se
justifica moralmente» [40].
A través de la acción secreta, el Pentágono, que
visiblemente compartía ese punto de vista, ordenó a la CIA la realización de
la «Operación Demagnetize».
Se trataba de la realización, en colaboración
con los servicios secretos militares franceses e italianos, de «operaciones
políticas, paramilitares y sicológicas» tendientes a debilitar a los
comunistas en ambos país.
La orden directiva del Joint Chiefs of Staff,
con fecha del 14 de mayo de 1952, subrayaba:
«Limitar la influencia de los comunistas en
Italia y en Francia es un objetivo prioritario. Debe ser alcanzado por
todos los medios» incluyendo el recurso a una guerra secreta y a
operaciones terroristas.
«No es indispensable que los gobiernos
italianos y franceses sean informados del plan “Demagnetize” ya que este
pudiera ser visto como una violación de su soberanía nacional.»
[41]
Después del envío de Colby a Vietnam, el
director del SIFAR De Lorenzo prosiguió su lucha contra el PCI y el PSI.
Un documento altamente secreto titulado Las
Fuerzas Especiales del SIFAR y la Operación Gladio y fechado el 1º de junio
de 1959 describía cómo el programa de guerra no convencional de la OTAN y
las operaciones secretas anticomunistas se hallaban bajo la coordinación del
CPC, que a su vez estaba estrechamente vinculado al SHAPE [42].
Indicaba que, además de una invasión soviética, la OTAN temía también «una
subversión interna» y, especialmente en Italia, un avance del partido
comunista.
«A nivel nacional, la posibilidad de una
situación de emergencia como la que se describe anteriormente ha sido y
sigue siendo lo que justifica las actividades especiales del SIFAR.
Estas son realizadas por la sección SAD del Buró R», especificaba el
documento, que se refería así al ejército Gladio.
«Paralelamente a esa resolución, el director
del SIFAR ha decidido, con la aprobación del ministro de Defensa
[italiano], confirmar los acuerdos anteriores concluidos sobre ese tema
entre los servicios secretos italianos y estadounidenses, conforme al
principio de colaboración mutua convenido en el marco de las actividades
S/B (stay-behind)», con vistas a realizar una operación conjunta.»
Como conclusión, el general De Lorenzo precisaba
que los acuerdos del 26 de noviembre de 1956 entre la CIA y el SIFAR
constituían,
«el documento de referencia de la Operación
“Gladio” (nombre que se daba a las operaciones desarrolladas por los dos
servicios secretos)» [43].
Con la elección de John F. Kennedy como
presidente, en enero de 1961, la política de Estados Unidos hacia Italia se
modificó ya que, contrariamente a sus predecesores Truman y Eisenhower,
Kennedy no abrigaba hostilidad alguna hacia el PSI.
El nuevo presidente estadounidense compartía un
análisis de la CIA según el cual,
«el avance de los socialistas, incluso sin
intervención externa, prueba que, en Italia, la sensibilidad de
izquierda tiende hacia una forma democrática de socialismo» [44].
Sin embargo, las ambiciones reformistas de
Kennedy encontraron la tenaz resistencia del Departamento de Estado y de la
CIA. El secretario de Estado Dean Rusk informó con horror al
presidente que Riccardo Lombardi, del PSI, había reclamado
públicamente el reconocimiento de la República Popular China y la retirada
de las bases militares estadounidenses de Italia, incluyendo la de la OTAN,
situada cerca de Nápoles, y que había declarado además que el capitalismo y
el imperialismo eran enemigos que había que combatir.
«¿Ese es el partido con el que Estados
Unidos debe negociar?» [45]
En Roma, el embajador Frederick Reinhardt y el
COS Thomas Karamessines discutían sobre cómo detener a Kennedy. Se
dirigieron a Vernon Walters, de la CIA, un convencido partidario de la lucha
anticomunista, quien,
«había participado directa o indirectamente
en más golpes de Estado que cualquier otro en la administración
estadounidense». [46]
Declaró que si Kennedy permitía que el PSI
ganara las elecciones, Estados Unidos tendría que invadir Italia.
Más sutilmente, Karamessines sugería fortalecer
los movimientos que se oponían a la izquierda en Italia [47].
«Aquello llevó a una situación absurda en la
que el presidente Kennedy se encontraba en oposición con su secretario
de Estado y con el director de la CIA.» [48]
Kennedy acababa de permitir que Italia se
inclinara hacia la izquierda.
Al recibir los socialistas varias carteras
ministeriales, los comunistas italianos también exigieron entrar al
gobierno, invocando para ello los buenos resultados que habían obtenido en
las elecciones. En mayo de 1963, el sindicato de trabajadores de la
construcción organizó en Roma una manifestación con esa demanda. Aquello
inquietó a la CIA que encargó a miembros del ejército secreto Gladio
vestidos de policía y de paisano la tarea de reprimir aquellos movimientos.
Más de 200 manifestantes resultaron heridos [49]. Pero, para
Italia, lo peor estaba por llegar.
En noviembre de 1963, el presidente Kennedy fue asesinado en Dallas, Texas,
en extrañas circunstancias. Cinco meses más tarde, la CIA, el SIFAR, el
ejército secreto Gladio y los carabineros protagonizaron un golpe de Estado
que obligó a los socialistas a renunciar a sus ministerios.
Aquel golpe de Estado, designado como «Piano Solo», estaba dirigido por el
general Giovanni De Lorenzo, el ex jefe del SIFAR, quien había sido nombrado
jefe de los carabineros por orden del ministro de Defensa Giulio Andreotti,
un democratacristiano. En estrecha colaboración con el experto en guerra
secreta de la CIA, Vernon Walters; con el jefe de la estación CIA en Roma,
William Harvey, y con el comandante de las unidades del Gladio en el seno
del SID, Renzo Rocca, el general De Lorenzo intensificó la guerra
clandestina.
La primera vez que Rocca utilizó su ejército
secreto fue para volar las oficinas de la DCI y la sede de varios
periódicos, para atribuir la acción a la izquierda con vistas a desacreditar
a los comunistas y los socialistas [50].
El 25 de marzo de 1964, como el gobierno todavía no se tambaleaba, De
Lorenzo ordenó a sus soldados de las sombras,
«ocupar a su señal las agencias
gubernamentales, los principales centros de comunicaciones, las sedes de
los partidos de izquierda, los locales de las publicaciones más
favorables a la izquierda así como los edificios de la radio y de la
televisión. Las agencias de prensa debían ser tomadas únicamente durante
el tiempo necesario para destruir las rotativas e impedir la publicación
de los periódicos» [51].
De Lorenzo insistió en que la operación se
realizara, «con la mayor determinación y vigor posibles sin dejar lugar a la
vacilación o la duda» y, según los términos del informe de la investigación
sobre el Gladio, logró que sus soldados actuaran «rabiosos y exaltados»
[52].
Los miembros del Gladio, a los que se había entregado una lista de varios
centenares de nombres, tenían orden de perseguir a los socialistas y
comunistas que figuraban en ella, arrestarlos y deportarlos a Cerdeña, donde
serían encarcelados en el CAG [el Centro de Entrenamiento para Sabotaje del
SIFAR].
El documento titulado Las Fuerzas Especiales del
SIFAR y la Operación Gladio especificaba que:
«Al igual que el cuartel general de
Operaciones, el Centro de Entrenamiento para Sabotaje CAG está protegido
por un sistema de seguridad particularmente eficaz y equipado de
instalaciones y de equipamiento especialmente concebidos para los casos
de urgencia» [53].
En una atmósfera de gran tensión, el ejército
secreto se preparaba para entrar en acción.
El 14 de junio de 1964, De Lorenzo dio la orden de inicio y penetró en Roma
con blindados, transportes de tropas, jeeps y lanzagranadas mientras que las
fuerzas de la OTAN realizaban en la región maniobras militares de gran
envergadura cuyo objetivo era intimidar al gobierno italiano.
Hábilmente, el general De Lorenzo afirmó que
aquella demostración de fuerza tenía lugar la víspera del aniversario 150 de
la creación del cuerpo de carabineros y, en compañía del presidente italiano
Antonio Segni, proveniente del ala derecha de la DCI y fanático
anticomunista, asistió radiante al desfile de las tropas. Los socialistas
italianos notaron que, contrariamente a lo acostumbrado, los tanques y los
lanzagranadas no se retiraron al terminar el desfile sino que se mantuvieron
desplegados en Roma durante todo el mes de mayo y parte del mes de junio de
1964 [54].
Extremadamente inquieto ante aquella situación, el primer ministro Aldo Moro
se reunió en secreto con el general De Lorenzo, en Roma. Fue, naturalmente,
una,
«entrevista muy inhabitual entre un primer
ministro que se hallaba en el ojo de una tormenta política y un general
que soñaba con reemplazarlo para instaurar un régimen político más
autoritario» [55].
Después de aquella entrevista, los socialistas
abandonaron sus ministerios sin protestar y propusieron a sus representantes
más moderados para conformar el segundo gobierno de Aldo Moro.
«Aquellos partidos políticos comprendieron
de pronto que podían ser expulsados del poder. De producirse un vacío
del poder debido a un fracaso de la izquierda, la única alternativa
habría sido un gobierno de crisis», recordó años más tarde el socialista
Pietro Nenni, «y en el contexto político del país aquello hubiera
significado un gobierno de derecha» [56].
Después de aquel golpe, se procedió a esconder
las huellas del Gladio. Años después, en julio de 1968, varios
investigadores quisieron interrogar al comandante Renzo Rocca. Aquel miembro
del Gladio dijo que estaba dispuesto a cooperar, pero el día antes de su
comparecencia apareció muerto, con una bala en la cabeza, en su apartamento
de Roma.
Un juez que trató de aclarar el asesinato fue
despojado del expediente por sus superiores [57].
«No cabe duda que aquella operación
favorecía los intereses que perseguían ciertos servicios de la
administración estadounidense», se vieron obligados a reconocer los
investigadores mientras que el historiador Bernard Cook observó muy
justamente que Piano Solo «llevaba la marca del Gladio» [58].
Como consecuencia del descubrimiento de los
ejércitos secretos, Ferraresi, un especialista en ese tema, concluye que,
«por fin se reconoce hoy la naturaleza
verdaderamente criminal de ese plan» y denuncia las dramáticas
consecuencias que tuvo la Operación Piano Solo, que «contrarrestó e hizo
fracasar los esfuerzos de la primera coalición de izquierda –quizás el
único intento real de proyecto reformador en la Italia de postguerra»
[59].
Además de fomentar el golpe de Estado, el
general De Lorenzo también espiaba, por orden del jefe de estación de la CIA
en Roma Thomas Karamessines, a toda la clase dirigente italiana.
Se interesaba especialmente en los
«comportamientos anormales», o sea las relaciones extraconyugales,
homosexuales y la utilización del sexo rentado, con hombres o mujeres.
En la florida jerga de Langley, aquello permitía que la CIA y el SIFAR
tuvieran a las élites italianas agarradas «por las pelotas». Amenazándolos
con revelar ciertas informaciones comprometedoras, [la CIA y el SIFAR]
pudieron presionar durante años a políticos, eclesiásticos, hombres de
negocios, responsables sindicales, periodistas y magistrados. De Lorenzo
llegó incluso a instalar micrófonos en el Vaticano y en el palacio del
primer ministro, permitiendo así a la CIA escuchar y grabar las
conversaciones hasta en las más altas esferas del poder italiano.
La revelación de la existencia de los ejércitos secretos provocó
considerable conmoción entre la población [italiana] y una investigación
parlamentaria reveló la existencia de expedientes muy documentados sobre las
vidas de más de 157 000 ciudadanos italianos. Algunos de esos expedientes
eran enormes. El del profesor Amintore Fanfani, un senador de la DCI que
había ocupado muy altos cargos, incluyendo el de primer ministro, se
componía de 4 volúmenes, cada uno de ellos del grosor de un diccionario.
«Se espiaba a la gente con cámaras capaces
de filmar primeros planos a muy grandes distancias, se controlaba su
correspondencia, se grababan sus conversaciones y se acumulaban
fotografías sobre sus relaciones extraconyugales o sus hábitos
sexuales.»
La comisión parlamentaria que presidía el
general Aldo Beolchini confirmó también que «se conservaban de forma
prioritaria los datos que podían proporcionar un medio de presión»
[60].
Al declarar ante los investigadores, De Lorenzo se vio obligado a reconocer
que había conformado expedientes por orden de Estados Unidos y de la OTAN
[61].
Esa confesión provocó la indignación de los
parlamentarios que componían la comisión.
«Lo más grave de este asunto», insistieron
los miembros de la comisión investigadores, «es que la búsqueda de
información por cuenta de los países de la OTAN y del Vaticano se
convirtió en una de las principales actividades del SIFAR».
Los senadores estaban verdaderamente indignados.
«Esta situación viola la Constitución. Es
una violación comprobada de la soberanía nacional, una violación de los
principios de libertad y de igualdad de los ciudadanos y una amenaza
constante para el equilibro democrático de nuestro país.» [62]
La guerra secreta de la CIA quedaba, en cambio,
fuera del campo de investigación de los parlamentarios italianos.
Después del escándalo, el SIFAR fue rebautizado
como SID y se confió su dirección al general Giovanni Allavena. El
parlamento ordenó a De Lorenzo la destrucción de todos los expedientes
secretos. De Lorenzo aplicó la orden… no sin tomar la precaución de entregar
copia al representante local de la CIA Thomas Karamessines y al
general Giovanni Allavena, el nuevo jefe de los servicios secretos
italianos. Se trataba de un regalo de inestimable valor que permitía
controlar Italia desde adentro.
En 1966, Allavena fue reemplazado en sus funciones por el general Eugenio
Henke, pero no por ello renunció a la lucha anticomunista.
En 1967 fue admitido en una logia masónica
anticomunista secreta llamada «Propaganda Due» [Conocida en español como la
logia Propaganda Dos. NdT.], o P2, y le entregó a su Venerable [Jefe de la
logia P2], Licio Gelli, una copia de los 157 000 expedientes
secretos.
El Venerable Licio
Gelli.
Años más tarde se descubrió hasta qué punto el
Venerable de la logia Propaganda Due, Licio Gelli, y la CIA habían
manipulado la vida política italiana con el objetivo de impedir que los
comunistas tuviesen acceso al poder.
Nacido en 1919, Gelli había recibido solamente
una educación muy somera ya que fue expulsado de la escuela a los 13 años
por golpear al director. A los 17 años se enroló en los Camisas Negras y
participó en la guerra de España del lado de los franquistas. Durante la
Segunda Guerra Mundial, sirvió en la Waffen SS de Hermann Goering como
sargento mayor y, al final del conflicto, escapó a la justicia de los
partisanos de la izquierda italiana uniéndose al ejército estadounidense.
Frank Gigliotti, miembro de la logia masónica estadounidense reclutó
personalmente a Gelli y le confió la misión de instaurar un gobierno
paralelo anticomunista en Italia con la ayuda de la estación de la CIA en
Roma.
Según un informe interno del antiterrorismo
italiano,
«Fue Ted Shackley, el hombre que dirigió
todas las operaciones secretas de la CIA en Italia en los años 1970,
quien le presentó el jefe de la logia masónica a Alexander Haig».
El general Haig, consejero militar de Nixon y
jefe de las tropas estadounidenses en Vietnam antes de ocupar el cargo de
SACEUR de la OTAN entre 1974 y 1979, y el consejero para la Seguridad
Nacional Henry Kissinger,
«autorizaron a Gelli, en el otoño de 1969, a
reclutar dentro de su logia a 400 oficiales superiores del ejército
italiano y de la OTAN» [63].
Durante todo el periodo de duración de la guerra
fría, Gelli mantuvo excelentes relaciones con los Estados Unidos.
En señal de confianza y respeto, en 1974 Gelli
fue invitado a asistir a la ceremonia de investidura del presidente Gerald
Ford, y también a la de Carter, 3 años después. Cuando Ronald Reagan resulto
electo para ocupar la Casa Blanca, en 1981, Gelli recibió con orgullo la
invitación a sentarse en la primera fila.
Era el hombre de Washington en Italia y, a su
modo de ver, él estaba protegiendo al país del peligro que representaba la
izquierda y afirmaba que por ello «se merecía una medalla» [64].
Recibo por el pago de la
cuota anual y la iniciación de Silvio Berlusconi
como miembro de la venerable
logia Propaganda Due, afiliada al Gran Oriente de Italia.
En abril de 1981, en el marco de una
investigación criminal, magistrados milaneses realizaron un registro en la
residencia de Licio Gelli en Arezzo y descubrieron allí los expedientes de
la logia P2, cuya existencia se ignoraba hasta aquel momento.
Una investigación parlamentaria dirigida por
Tina Anselmi reveló posteriormente, para sorpresa del pueblo italiano, que
la lista de miembros de la logia anticomunista secreta P2 incluía al menos
962 nombres y estimaba los efectivos de la organización en alrededor de 2
500 personas.
En aquel verdadero «Who’s Who en Italia» no sólo se encontraban los
individuos más conservadores sino también los más influyentes del país:
-
52 oficiales superiores del cuerpo de
carabineros
-
50 altos oficiales del ejército italiano
-
37 responsables de la brigada financiera
-
29 oficiales superiores de la Marina
italiana
-
11 prefectos de policía
-
70 industriales extremadamente ricos y
poderosos
-
10 directores de bancos
-
3 ministros en funciones
-
2 ex ministros
-
1 presidente de partido político
-
38 miembros del parlamento
-
14 altos magistrados
En la lista figuraban también individuos
situados en categorías un poco más bajas dentro de la jerarquía social, como
alcaldes, directores de hospitales, abogados, notarios y periodistas.
El nombre más célebre que figuraba en aquella
lista es el de Silvio Berlusconi, electo presidente del Consejo en
mayo de 2001 – ¡Vaya coincidencia! –, casi exactamente 20 años después del
descubrimiento de la existencia de Propaganda Due [65].
«Hemos llegado a la conclusión definitiva de
que la soberanía italiana está limitada por la injerencia de los
servicios secretos estadounidenses y de la masonería internacional»,
declaró Antonio Bellochio, miembro comunista de la comisión Anselmi,
quien también deploró, en época de la presidencia de Reagan, que los
parlamentarios no se hubiesen ocupado de investigar además los vínculos
que unían a la logia P2 con Estados Unidos.
«Si la mayoría de los miembros de la
comisión hubiera aprobado nuestro análisis, no hubiesen tenido otro
remedio que admitir que no son más que títeres en manos de los
estadounidenses y dudo que lo acepten.» [66]
El informe de la investigación resaltaba también
que si bien la masonería estaba presente en Alemania, España, Francia,
Argentina, Australia, Uruguay, Irlanda, Grecia, Indonesia y en la mayoría de
los países del mundo, su verdadera casa madre se encontraba en Estados
Unidos, donde contaba no menos de 5 millones de miembros [67].
«Si la democracia es un sistema de reglas y
de procedimientos que definen el marco de la acción política, ¿qué
sucede cuando se inserta otro sistema, con sus reglas misteriosas, sus
procedimientos ocultos, su inmenso poder y su capacidad para protegerse
de las instituciones legales tras un muro de secreto?», se interrogaban
los parlamentarios al denunciar también «la peligrosidad de ese tipo de
actividad extraparlamentaria» [68].
El gobierno paralelo anticomunista P2 y el
ejército paralelo anticomunista Gladio, financiados ambos por Estados
Unidos, trabajaron en estrecha colaboración durante la I República Italiana.
Licio Gelli, quien después del descubrimiento de
la logia P2 logró escapar al arresto refugiándose en Sudáfrica, confirmó con
orgullo al final de la guerra fría que el ejército secreto se componía de
anticomunistas furibundos.
«Buena parte de ellos habían combatido como
mercenarios en la guerra civil española o habían servido bajo la
república fascista de Saló. Sólo reclutaban anticomunistas comprobados.
Sé que se trataba de una organización muy estructurada. Si la influencia
de los comunistas se hubiese extendido en Italia, nosotros –con la ayuda
de los estadounidenses– habríamos librado una nueva guerra con las armas
que nos habrían sido proporcionadas en grandes cantidades.» [69]
Los miembros del Gladio estaban bien pagados,
explicó Gelli, ya que Estados Unidos invertía en abundancia en la red:
«Los estadounidenses les ofrecían mucho
dinero, el equivalente de un salario muy bueno. Además, garantizaban un
apoyo financiera a las familias de los miembros del Gladio muertos en
combate.» [70]
Gelli explica también la doble función del
ejército secreto:
«El objetivo del Gladio y de las
organización similares que existían en todos los países de Europa
occidental era contrarrestar una invasión del Ejército Rojo o un posible
golpe de Estado de un partido comunista.»
«El hecho que el PCI nunca lograra llegar al
poder en todos estos años, a pesar de sus repetidos intentos, se debe a
la organización Gladio.» [71]
Haciendo referencia de forma implícita a los
numerosos atentados perpetrados en Italia, el documentalista Francovich le
preguntó a Gelli:
«¿Hasta dónde estaban ustedes dispuestos a
llegar en su campaña contra el comunismo?»
A lo que Gelli respondió vagamente:
«Ah, el comunismo era el enemigo número 1.
[Silencio] Nosotros éramos una asociación de creyentes. No tolerábamos a
los no creyentes. Queríamos frenar el impulso del comunismo, erradicar
el comunismo, combatir el comunismo.» [72]
Como después de la muerte de Kennedy y durante
la presidencia de Lyndon Johnson, los comunistas y los socialistas italianos
seguían gozando de gran popularidad y seguían obteniendo buenos resultados
en las elecciones, la derecha italiana y la CIA prosiguieron su guerra
secreta.
En 1965, después del éxito de la Operación Piano
Solo, el comandante del Gladio Renzo Rocca organizó, por orden de la CIA y
del SIFAR, un congreso de la extrema derecha en Roma sobre el tema de,
«la contrarrevolución armada» y «la defensa
de Italia contra el comunismo por todos los medios necesarios».
El Instituto Alberto Pollio, un grupo de
reflexión de derecha, sirvió de cobertura al SIFAR y a la CIA para la
celebración del congreso en el lujoso hotel Parco del Principi, en Roma, del
3 al 5 de mayo de 1965.
Los militantes de extrema derecha allí presentes
concluyeron que,
«la Tercera Guerra Mundial ya comenzó,
aunque se esté librando a un bajo nivel de intensidad militar».
Entre los oradores, Eggardo Beltrametti
subrayaba que:
«Es una lucha a muerte y estamos decididos a
erradicar el comunismo por todos los medios. Preferiríamos conformarnos
con métodos no violentos, pero no podemos excluir el considerar otras
formas de lucha.» [73]
La investigación del parlamento italiano
permitió descubrir que los participantes de la tristemente célebre
conferencia del Parco dei Principi se habían referido sistemáticamente a una
misteriosa organización militar paralela, de la que más tarde se supo que se
trataba del Gladio [74].
Richard Nixon, quien se convirtió en presidente de los Estados Unidos en
enero de 1969, y Richard Helms, director de la CIA de junio 1966 a febrero
de 1973, quien organizó el golpe de Estado que puso al dictador Pinochet en
el poder en Chile, compartían el análisis de la extrema derecha italiana.
En efecto, los agentes de la CIA en Roma vivieron una nueva pesadilla
durante las elecciones de 1968, cuando la DCI resultó nuevamente derrotada
por la alianza de socialistas y comunistas mientras que las manifestaciones
no violentas contra la guerra de Vietnam iban en aumento en las calles.
La respuesta se produjo en la noche del 7 diciembre de 1970, cuando Junio
Valerio Borghese, el célebre fascista italiano que James Angleton
había salvado en 1945, dio comienzo al segundo golpe de Estado del Gladio,
con el apoyo de la CIA. La operación secreta se llamaba «Tora Tora», en
referencia al nombre codificado del ataque japonés contra Pearl Harbor que
determinó la entrada de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial el 7 de
diciembre de 1941.
La fase final del plan incluía la intervención
de los barcos de guerra de la OTAN y de Estados Unidos, que se hallaban en
estado de alerta en el Mediterráneo.
Al igual que Piano Solo, la Operación Tora Tora incluía el arresto de
los líderes de los sindicatos y de los partidos de izquierda, así como de
conocidos periodistas y activistas políticos que serían inmediatamente
enviados por mar a Cerdeña y encarcelados en el centro del Gladio. Cientos
de hombres armados a las órdenes de Borghese se desplegaron en el país
mientras que unidades de élite se concentraban en Roma.
Aprovechando la oscuridad, un destacamento de paramilitares bajo las órdenes
del conocido líder de extrema derecha Stefano Delle Chiaie logró tomar el
ministerio del Interior, con la complicidad de los guardias.
Los conspiradores se apoderaron de 180
metralletas y utilizaron un camión para sacarlas del edificio y hacerlas
llegar a sus cómplices. La investigación parlamentaria sobre el Gladio
reveló que otra unidad, bajo las órdenes del paracaidista y partidario de la
extrema derecha Sandro Saccucci tenía a su cargo el arresto de los
funcionarios políticos.
Un tercer grupo armado, que se componía esencialmente de carabineros que ya
habían participado en Piano Solo, estaba a la espera en un gimnasio de la
Via Eleniana, en Roma, listo para intervenir. En la capital, una unidad
clandestina al mando del general Casero debía ocupar el ministerio de
Defensa. Bajo las órdenes del general Berti, un escuadrón de hombres armados
hasta los dientes y equipados con esposas se encontraba a algunos cientos de
metros de los edificios de la televisión y de la radio.
Otro grupo de golpistas, comandado por el general Amos Spiazzi, se disponía
a marchar sobre Sesto San Giovanni, un barrio obrero de Milán, feudo del
electorado comunista, donde la CIA esperaba encontrar fuerte resistencia
[75].
Italia se hallaba al borde del golpe de Estado. Pero nada sucedió. Durante
la noche del 7 al 8 de diciembre, poco antes de las 01h00, Borghese, el
líder del golpe, recibió una misteriosa llamada telefónica y la operación
fue cancelada. Los conspiradores se retiraron de sus estratégicas posiciones
y volvieron a sus cuarteles.
En Chile y en Grecia, la extrema derecha había tomado el poder mediante un
golpe de Estado, después de un fuerte avance de los partidos de izquierda.
¿Por qué se canceló el golpe en Italia?
Varios miembros de la mafia, reclutados por la
CIA para que apoyaran a los golpistas, testimoniaron posteriormente que los
servicios de inteligencia de la URSS habían descubierto el proyecto y que,
como consecuencia de ello, las fuerzas estadounidenses y de la OTAN habían
notado la presencia de un gran número de navíos de guerra soviéticos en el
Mediterráneo.
«Me dijeron que los servicios secretos y los
estadounidenses estaban a favor. Los mandé al diablo y, como
consecuencia, me condenaron a cadena perpetua.» [77]
Según el plan que habían trazado la CIA y el
príncipe Borghese, el mundo e Italia hubiesen descubierto en la mañana del 8
de diciembre de 1970 que un nuevo régimen autoritario de derecha se había
apoderado del poder en la península.
«Los principios que rigen nuestra política
desde hace 25 años y que nos han puesto al borde de la bancarrota
económica y moral han quedado atrás», debía declarar Borghese en una
alocución dirigida a la población que iba a transmitirse aquella mañana.
«Las fuerzas armadas, las fuerzas del orden, los hombres más competentes
y legítimos de esta nación están con nosotros y, pueden ustedes estar
seguros de ello, nuestros peores enemigos, aquellos que han querido
someter nuestra patria a las potencias extranjeras, han sido
neutralizados.»
Después de aquello, Borghese y sus conspiradores
pretendían poner en aplicación su propio programa político que estipulaba,
«que se mantengan los compromisos militares
y financieros con la OTAN y que se trace un plan con vistas al
fortalecimiento de la contribución de Italia en la alianza atlántica»
¡sin olvidar la nominación de una delegación especial que viajaría a
Estados Unidos para discutir una contribución militar de Italia a la
guerra de Vietnam! [78]
¿Quién realizó la misteriosa llamada telefónica
que detuvo la marcha del ejército del Gladio poco después de la medianoche?
El director de la CIA William Colby insinuó que
fue el presidente Nixon en persona. [Colby] escribió en sus memorias:
«Por supuesto, [la CIA] intentó un golpe de
Estado militar en 1970, por orden directa del presidente Nixon»
[79].
Para este presidente republicano, el mundo no
era otra cosa que un campo de batalla donde los comunistas amenazaban con
imponerse. Es por ello que, en la época de la Operación Tora Tora, y
mientras proseguía la guerra contra Vietnam, Nixon bombardeaba también, sin
muchos escrúpulos, la vecina Camboya, matando a miles de habitantes de éste
último país supuestamente neutral [80].
Remo Orlandini, un rico hombre de negocios cercano a la derecha, afirmó que
el presidente de los Estados Unidos también estaba implicado en la Operación
Tora Tora. En 1973, en el cuartel general del SID, [Orlandini] sostuvo una
discusión cara a cara con el capitán Antonio Labruna.
Cuando éste último lo interrogó sobre «el apoyo del extranjero», la
respuesta de Orlandini fue breve pero elocuente:
«La OTAN y Alemania, en lo que concierne a
los militares porque no confiamos para nada en los civiles.»
Labruna insistió:
«Necesito nombres y todo lo demás porque yo
conozco bastante bien el escenario internacional…».
A lo que Orlandini contestó:
«Escuche, en América teníamos el apoyo de
Nixon y de su gente.»
Para Orlandini, la orden que puso fin al golpe
del Gladio podía perfectamente provenir de un alto representante de la OTAN:
«Por eso le digo que no tiene usted ni la
menor idea del alcance y de la importancia de la cosa», repitió ante
Labruna [81].
Giovanni Tamburino, magistrado de la fiscalía de
Padua, realizó una profunda encuesta sobre la Operación Tora Tora y
descubrió, con gran sorpresa y mucho antes de las revelaciones sobre el
Gladio, la participación de un misterioso ejército secreto. Ordenó el
arresto de Vito Miceli, por entonces jefe del SID, quien había dirigido el
Buró de Seguridad de la OTAN en Bruselas.
Tamburino inculpó a Miceli por haber,
«promovido, instaurado y organizado, con la
ayuda de cómplices, una asociación secreta conformada por civiles y
militares y destinada a provocar una insurrección armada tendiente a
modificar ilegalmente la Constitución y la composición del gobierno»
[82].
La información que obtuvo el juez sugería la
existencia, en el seno del SID, de una misteriosa organización armada.
Como todavía no se conocía la existencia del
Gladio, en las audiencias se denominó aquella estructura como «Súper-SID».
Durante su juicio, el 17 de noviembre de 1974,
Miceli exclamó:
«¿Disponía yo de un súper-SID bajo mis
órdenes. ¡Por supuesto! Pero no lo monté yo mismo en una noche para dar
un golpe de Estado. ¡No hice más que obedecer las órdenes de Estados
Unidos y de la OTAN!» [83]
En 1977, mientras se prolongaba el proceso,
Miceli no tuvo más remedio que dar una explicación:
«Siempre ha existido cierta organización
altamente secreta, la conocen los más altos personajes del Estado,
activa en el campo de los servicios secretos e implicada en actividades
que no tenían nada que ver con la inteligencia (…) Si quieren detalles,
no cuenten conmigo.» [84]
En 1990, cuando el primer ministro Andreotti
divulgó la existencia del Gladio, Miceli se sintió muy contrariado y hasta
el día de su muerto no dejó de criticar aquellas revelaciones [85].
El coronel Amos Spiazzi también fue condenado a prisión por haber reunido a
los miembros del Gladio bajo sus órdenes para reprimir a los sindicatos
comunistas durante el golpe de Estado de Borghese.
«El día del golpe de Borghese, el 8 de
diciembre de 1970, recibí la orden de realizar un ejercicio de
mantenimiento del orden público recurriendo a mis hombres de confianza»,
contaba Spiazzi en un documental de la BBC dedicado al Gladio.
«Se suponía que ocupáramos de antemano
ciertos lugares que serían particularmente sensibles en casos de
sublevación popular», explicaba, al ser entrevistado en su casa, ante
una foto en la que él mismo aparecía de uniforme y haciendo el saludo
nazi.
«En aquella época, simplemente sabía que existía una estructura que se
componía de fervientes anticomunistas, pero que debía activarse sólo en
caso de invasión contra el país», precisaba el militante de extrema
derecha.
«Cuando me arrestaron en 1974, me encontré
en una situación delicada. El juez me interrogaba sin descanso. En poco
tiempo comprendí que él creía estar descubriendo algo revolucionario o
anticonstitucional. Para mí se trataba de una organización de la
seguridad nacional.»
El testimonio de Spiazzi era confuso.
«El juez pertenecía al mismo sistema que mis
superiores. ¿Podía yo decirle ciertas cosas? No, debido al secreto
militar.»
Spiazzi solicitó entonces al juez que le
permitiera hablar con el director del SID, Vito Miceli, quien le orientó de
manera nada hábil que no hablara del Gladio.
«Me hizo señas de que no hablara [Spiazzi
imitó entonces el gesto que Miceli le hizo con la mano en el tribunal].
Pero el juez vio aquella seña. Su “no” [sobre la existencia del Gladio]
equivalía a un “sí”.» [86]
En total, 145 conspiradores que habían
participado en la Operación Tora Tora fueron inculpados, pero sólo 78 fueron
realmente juzgados. 46 de ellos fueron reconocidos culpables por el Tribunal
de Roma, pero todos salieron absueltos después de apelar. Todos los miembros
del Gladio quedaron así libres en aquella parodia de proceso.
Para gran contrariedad de la CIA y de la administración Nixon, el frustrado
golpe de Estado de la Operación Tora Tora no logró detener a la izquierda
italiana. En las elecciones de 1972, la DCI pro-estadounidense sólo obtuvo,
con el 39% de los sufragios, una reducida ventaja frente a los comunistas
del PCI y los socialistas del PSI, quienes contabilizaron el 37% [87].
Aquello sucedía a pesar de que, por orden de Nixon, el embajador
estadounidense en Roma, Graham Martin, había invertido 10 millones de
dólares en operaciones secretas y de corrupción a favor de la DCI, como
reveló una investigación parlamentaria estadounidense sobre la CIA dirigida
por Ottis Pike.
Mientras que Moscú sostenía financieramente al
PCI, Washington financiaba a la DCI, como reveló Pike:
«La CIA evalúa el monto del financiamiento
de de Estados Unidos a campañas electorales durante los últimos 20 años
en unos 65 millones de dólares» [88].
Como los comunistas y los socialistas italianos
seguían obteniendo muy buenos resultados en las elecciones y disponían de
numerosos escaños en el parlamento, lo natural era que se incorporasen al
gobierno. Pero el presidente Nixon se oponía firmemente a aquel tipo de
apertura hacia la izquierda porque temía que se divulgaran los secretos de
la OTAN.
Como consecuencia del escándalo del Watergate, aquel decidido partidario de
las operaciones especiales se vio obligado a dimitir el 8 de agosto de 1974.
Al día siguiente, al asumir sus [nuevas] funciones en la Casa Blanca, su
vicepresidente, Gerald Ford, declaró:
«Esta larga pesadilla nacional ha terminado»
[89].
Aquellas palabras encontraron eco en Italia,
donde muchos esperaban un cambio en la política estadounidense. El ministro
interino de Relaciones Exteriores, Aldo Moro de la DCI, y el
presidente Giovanni Leone viajaron a Washington en septiembre de 1974
para conversar sobre la entrada de la izquierda italiana al gobierno.
Sus esperanzas fueron barridas de un golpe. Ford perdonó todos los crímenes
cometidos bajo la presidencia de Nixon y conservó a los personajes claves de
su administración.
En medio de un duro enfrentamiento, Henry
Kissinger, quien después de haber sido el consejero de Seguridad
Nacional de Nixon ocupaba entonces el puesto de secretario de Estado, dijo a
los representantes italianos que la izquierda no debía en ningún caso entrar
al gobierno.
Italia tenía que mantenerse fuertemente implicada en la OTAN.
Aquella visita oficial afectó a Aldo Moro quien,
después de las operaciones Piano Solo y Tora Tora, ya no se
hacía ilusiones en cuanto a la independencia de la I República Italiana
frente a Estados Unidos.
El primer ministro italiano
Aldo Moro, prisionero de las Brigadas Rojas,
bajo el ojo vigilante de los
servicios secretos de la OTAN.
A su regreso a Italia, Moro estuvo enfermo
varios días y evaluó la posibilidad de retirarse por completo de la vida
política.
«Es una de las pocas veces en que mi marido
me comunicó lo que le habían dicho, sin decirme sin embargo de quién
venía aquello», testimonió posteriormente Eleonora Moro.
«Trataré de recordar sus palabras: “Tiene
usted que renunciar a su política consistente en colaborar directamente
con cada una de las fuerzas políticas de su país. Hágalo ahora o le
costará muy caro.”» [90]
En las elecciones legislativas de junio de 1976,
el PCI obtuvo el mejor resultado de su historia, un 34,4%, infligiendo una
dura derrota a la DCI.
Como consecuencia de ello, Aldo Moro, primer
ministro democratacristiano, se decidió a ignorar la prohibición que le
habían formulado los estadounidenses.
El 16 de marzo de 1978, con los documentos del «compromiso histórico» (compromesso
storico) en su cartera, ordenó a su chofer que lo llevara, junto a sus
guardaespaldas, a la sede del parlamento italiano, en Roma, donde tenía
decidido presentar su programa de integración de los comunistas al ejecutivo
italiano.
El auto de Moro se aproximaba a la intersección
de la Via Fani y la Via Stresa, en el barrio residencial donde vivía, cuando
un Fiat blanco dio bruscamente marcha atrás y se atravesó en medio de la
calle.
El chofer de Moro frenó tan violentamente que el auto de los escoltas
impacto el vehículo por detrás. Los 2 ocupantes del auto blanco y otros 4
individuos apostados en la calle abrieron fuego sobre los 5 guardaespaldas
de Moro. Éste último, que parecía inquieto desde su regreso de Washington,
había solicitado un auto blindado, pero su pedido había sido rechazado.
Las balas atravesaron por lo tanto la carrocería matando instantáneamente a
los guardaespaldas. Uno de ellos logró disparar dos veces sobre los
atacantes, pero fue ultimado a quemarropa al mismo tiempo que sus colegas
sobrevivientes. Moro fue capturado y retenido como rehén en pleno centro de
Roma durante 55 días.
Finalmente, su cuerpo acribillado a tiros
apareció en el portaequipajes de un auto abandonado en el centro de Roma,
estacionado simbólicamente a medio camino entre la sede de la DCI y la del
PCI.
Italia estaba conmocionada. Los servicios secretos militares y el primer
ministro en funciones, Giulio Andreotti, acusaron a la organización
terrorista de extrema izquierda Brigadas Rojas y tomaron enérgicas medidas
contra la izquierda. Se establecieron 72 barreras de control y se hicieron
registros en 37 000 casas.
En menos de 2 meses, más de 6 millones de personas fueron interrogadas.
Durante el cautiverio de Moro, sus familiares vivieron 5 semanas de
angustia.
Su esposa Eleonora pidió incluso la ayuda del
Papa Pablo VII, viejo amigo de su esposo.
«Me dijo que haría todo lo que estuviera en
sus manos y yo sé que trató, pero encontró demasiada resistencia»
[91].
El propio Aldo Moro, comprendió durante su
cautiverio que él era la víctima de un crimen político en el que las
Brigadas Rojas estaban siendo manipuladas por la derecha más dura y Estados
Unidos.
En su última carta pidió que no se aceptara en su entierro a ningún
representante de la corrupta DCI.
«Besa a todos por mí», escribió a su esposa
y sus hijos, plenamente conciente de que iba a morir.
«Transmíteles todo mi cariño. Sé fuerte,
cariño mío, en esta prueba tan absurda e incomprensible. Es esta la
voluntad del Señor. Alimenta mi recuerdo en el corazón de todos nuestros
amigos. Os abrazo cálidamente como muestra de mi eterno amor. Me
gustaría ver, con mis ojos de simple mortal, bajo qué forma habremos de
encontrarnos nuevamente en el otro mundo.» [92]
La comisión senatorial encargada de investigar
sobre el Gladio y el terrorismo sospechó que la CIA y los servicios secretos
militares italianos, sobre todo sus escuadrones Gladio, podían haber
organizado el asesinato de Aldo Moro. Y por lo tanto reabrió el expediente.
Pero descubrió con estupor que casi todos los
documentos vinculados al secuestro y asesinato de Moro habían desaparecido
misteriosamente de los archivos del ministerio del Interior.
Aquellos expedientes contenían todas las transcripciones de las
comunicaciones telefónicas oficiales, las cartas entre Moro y el gobierno,
los contactos que se habían establecido con las fuerzas de seguridad y los
apuntes de las reuniones organizadas durante los 55 días que duró el
cautiverio del primer ministro.
El senado expresó su indignación por,
«la desaparición de los documentos de la
célula de crisis del ministerio del Interior» y subrayó que «el caso
Moro debe ser analizado en un contexto más amplio» ya que era necesario
«situar nuevamente los hechos en la realidad política de la época».
Concluyó que el asesinato de Aldo Moro era,
«un proyecto criminal en el que las Brigadas
Rojas fueron probablemente el instrumento de un juego político más
amplio» [93].
Los senadores señalaron también que en 1978 «la
administración de los Estados Unidos se negó primeramente a cooperar en el
marco de la investigación sobre el secuestro y que envió posteriormente un
solo experto en casos de tomas de rehenes que trabajó con la dirección del
ministerio del Interior» [94].
La tragedia de la historia italiana alcanzó su clímax durante los años de la
presidencia de Richard Nixon, cuando la derecha ensangrentó y sembró el
terror a través del país poniéndolo al borde de la guerra civil.
Los terroristas ponían bombas en los lugares
públicos y responsabilizaban a los comunistas para debilitar así la
influencia del PCI y del PSI.
«Su presunta implicación en los atentados de
Bolonia [95] es potencialmente la más seria acusación contra
el Gladio», tituló la prensa en 1991, cuando la comisión parlamentaria
encargada de investigar sobre el Gladio y el terrorismo recibió un
memorando anónimo sugiriendo que los explosivos utilizados en Bolonia
provenían de un arsenal del Gladio [96].
El general Gerardo Serravalle, quien
había dirigido las unidades del Gladio en el seno del SID entre 1971 y 1974,
confirmó después que, para su mayor pesar, algunos miembros del Gladio
«pasaron de una lógica defensiva postinvasión a una lógica ofensiva de
guerra civil» [97].
Cuando un periodista de la BBC le preguntó por qué razón, a pesar de aquel
evidente peligro, no había decidido él desmantelar la red, Serravalle
contestó:
«Bueno, desmantelarla era una decisión
política, que estaba fuera de mi esfera de competencia.» [98]
Era la CIA la que controlaba el ejército secreto
italiano y cuando Serravalle expresó sus inquietudes sobre las operaciones
interiores de la red clandestina, chocó con el COS Howard Stone, el
jefe de estación de la CIA en Roma, quien suspendió las ayudas provenientes
de la CIA.
«Al asumir mis funciones, noté que el
financiamiento estadounidense, previsto en los acuerdos bilaterales, y
en particular el abastecimiento de armas y material, había sido
interrumpido.»
Furioso, Serravalle convocó a Stone al cuartel
general del Gladio, en Cerdeña. Cuando llegó el COS, junto con un oficial de
la CIA llamado Mike Sednaoui, Serravalle dijo a los dos hombres:
«Este es nuestro centro de entrenamiento,
etc… Ustedes pueden ayudarnos a alcanzar el máximo de nuestro potencial.
Entonces, ¿por qué nos cortan la ayuda? Si es una decisión de su
gobierno, la aceptamos. Pero nos deben ustedes una explicación.»
Comprendió después que,
«a la CIA, representada por aquellos dos
agentes, no le interesaba tanto el nivel de nuestro entrenamiento como
las posibilidades de control interno. En otras palabras, nuestra
capacidad para reprimir levantamientos populares, sabotear huelgas
nacionales y, por sobre todo, controlar el avance del partido comunista.
El señor Stone explicó claramente que el apoyo financiero de la CIA
dependía únicamente de nuestra disposición para programar y poner en
aplicación lo que pudiéramos llamar “medidas internas”.» [99]
«Queda demostrado fuera de toda duda que
elementos de la CIA emprendieron, durante la segunda mitad de los años
60, una vasta operación tendiente a contrarrestar, por todos los medios
necesarios, el desarrollo de grupos y de movimientos de izquierda en
toda Europa», concluye, en 1956, el informe final de la investigación
del Senado italiano sobre el Gladio y el terrorismo.
«Este análisis arrojó la imagen de un país
que, durante más de 40 años, ha vivido en un funesto clima de división.
Las tensiones que caracterizaron estas 4 décadas probablemente tienen su
origen en la realidad social interna del país. Sin embargo, esas
tensiones no hubiesen perdurado, no hubiesen alcanzado esta trágica
dimensión ni se hubiese dificultado tantas veces la búsqueda de la
verdad si la situación política interna no hubiera estado condicionada y
controlada por el sistema internacional en el que se insertaba Italia.»
[100]
Dado el nivel de violencia que había
caracterizado la historia de la I República Italiana –las estadísticas
oficiales recogen la muerte de 491 civiles mientras que otros 1,181
resultaron heridos o mutilados entre 1969 y 1987– los miembros de la
comisión provenientes de la izquierda encontraron esta formulación demasiado
tímida.
Pero prosiguieron sus investigaciones, bajo la
presidencia del senador Pellegrini, y siguieron oyendo testigos y analizando
documentos.
En junio del año 2000 presentaron su informe
final, de 326 páginas, en el que concluían que:
«Estas masacres, atentados y operaciones
militares fueron organizados, instigados o apoyados por individuos
dentro del propio seno de las instituciones italianas y, como se ha
descubierto recientemente, por individuos vinculados a las estructuras
de la inteligencia estadounidense.» [101]
Para sostener esta conclusión preñada de
implicaciones, el informe del año 2000 sobre el Gladio incluía varios
testimonios de miembros de la red.
El soldado de las sombras Giuseppe Tarullo,
quien se había incorporado al SIFAR en 1961, había declarado bajo juramento
ante los senadores que, paralelamente a la preparación de una misión, la
tarea había consistido también en poner bajo control a los comunistas
italianos:
«Incluso entre nosotros hablábamos de misión
interna. Se decía que la estructura, con sus conexiones en el
extranjero, habría sido activada también para contrarrestar una
subversión interna, con el apoyo de las Fuerzas especiales. Por
subversión interna entendíamos un cambio de gobierno contrario a la
voluntad del poder establecido» [102]
El miembro del Gladio Giuseppe Andreotti
explicó aquello a los senadores ed la siguiente manera:
«La estructura Gladio respondía a una lógica
interna en el sentido en que, como ya expliqué, tenía que oponerse a la
toma del poder por parte de un régimen rechazado por la población, o sea
a una dictadura de derecho o de izquierda» [103].
El miembro del Gladio Manlio Capriata
quien, con el rango de general, había dirigido el Buró R en el seno del
SIFAR entre febrero y junio de 1962, prestó testimonio ante los senadores:
«Yo confirmo que la sección V, y por
consiguiente la organización S/B [stay-behind] y el CAG [eL Centro
Addestramento Guastatori, en Cerdeña] tenían una función antisubversiva
en caso de que las fuerzas políticas de izquierda llegaran al poder»
[104].
Teniendo en cuenta las pruebas acumuladas, el
senador Valter Bielli concluyó:
«Estoy convencido de que la intervención de
Estados Unidos en Italia constituye ahora un hecho histórico
comprobado».
En Washington, la administración Clinton, más
bien incómoda, prefirió abstenerse de hacer cualquier comentario mientras
que una fuente anónima de la embajada estadounidense en Roma declaró:
«Son las mismas acusaciones que vimos oyendo
desde hace 20 años. No tienen absolutamente ningún fundamento.»
[105]
Pero el senador Bielli se negaba a darse por
vencido y declaró:
«Ellos se inmiscuyeron para impedir una
victoria democrática del partido comunista. Ya no existe la amenaza roja
y sería bueno que los propios estadounidenses nos ayuden a aclarar lo
sucedido.»
Mientras que la ex Unión Soviética abría sus
archivos, Estados Unidos no dejaba filtrar nada.
«Durante la guerra fría, el Este estaba bajo
el dominio comunista, pero el Oeste también se había convertido de
cierta forma en una colonia estadounidense», se quejaba Bielli.
Aldo Giannuli, un historiador que
trabajaba como consultante de la comisión parlamentaria, insistió con toda
razón en la necesidad de ampliar ahora la investigación llevándola al plano
internacional y examinando los documentos de la alianza atlántica:
«El verdadero problema de hoy es tener
acceso a los archivos de la OTAN.» [106]
Documentos adjuntos
Referencias
[1] Aunque se ha comprobado que el PCI
recibió un importante apoyo financiero de Moscú, la verdadera naturaleza
de las relaciones entre esa organización política italiana y el Partido
Comunista de la Unión Soviética durante la guerra fría sigue siendo
objeto de debate entre los historiadores. Sergio Romano, embajador de
Italia en la URSS de 1985 a 1989, informó que hasta el final de los años
1970 la mayoría de los recursos financieros del PCI provenían del
Partido Comunista de la Unión Soviética. Entre las investigaciones sobre
los vínculos entre el PCI y Moscú se encuentran las de Joan Barth Urban,
Moscow and the Italian Communist Party: From Togliatti to Berlinguer (Cornell
University Press, Ithaca, 1986); Gianni Cervetti, L’Oro di Mosca: La
Verita sui Finanziamenti Sovietici al PCI Raccontata dal Diretto
Protagonista (Baldini & Castoldi, Milán, 1993, reeditado en 1999) y
Valerio Rima, Oro da Mosca. I Finanziamenti Sovietici al PCI dalla
Rivoluzione d’Ottobre al Crollo dell’ URSS (Mondadori, Milán, 1999).
[2] Senato della Repubblica. Commissione parlamentare d’inchiesta sul
terrorismo in Italia e sulle cause della mancata individuazione dei
responsabiliy delle stragi: Il terrorismo, le stragi ed il contesto
storico politico. Redatta dal presidente della Commissione, Senatore
Giovanni Pellegrino. Roma, 1995, p. 20. Este informe del Senado italiano
es uno de los documentos de referencia sobre el Gladio y más
generalmente sobre las acciones clandestinas de Estados Unidos en
Italia. Aborda los temas del Gladio, el terrorismo y atentados no
aclarados. Para evitar cualquier confusión con el segundo informe
senatorial, también muy interesante, presentado en el año 2000, el
primer documento será designado como Informe de la Investigación
Senatorial de 1995 sobre el Gladio y los atentados.
[3] Publicación italiana Panorama, 10 de febrero de 1976. Citado en el
Informe de la Investigación Senatorial de 1995 sobre el Gladio y los
atentados, p. 13.
[4] Roberto Faenza, Gli americani in Italia (Editore Feltrinelli, Milán,
1976), p. 10–13. Las conexiones entre Estados Unidos y la mafia ya
habían sido reveladas en 1951 por una investigación del Senado
estadounidense dirigida por el senador Kefauver. Ver US Senate Special
Committee, Hearings on Organised Crime and Interstate Commerce, part 7,
p. 1181 (1951). El historiador italiano Roberto Faenza fue uno de los
primeros en apreciar el considerable impacto de las operaciones
clandestinas estadounidenses en Italia. Su primer libro sobre ese tema,
en coautoría con Marco Fini y publicado en 1976, se concentraba en los
años de postguerra y su título, muy sobrio, era Gli Americani in Italia.
El prefacio señalaba: «Para muchas personas a través del mundo,
incluyendo el ciudadano estadounidense promedio, resultó muy difícil y
doloroso admitir que Estados Unidos es la fuerza más conservadora y
contrarrevolucionaria del mundo. Pero eso es lo que se demuestra en este
libro al revelar las intervenciones secretas del gobierno estadounidense
en los asuntos internos del pueblo italiano (…) la situación es
comparable a lo que ya han revelado otras investigaciones en Grecia,
Irán, Guatemala, República Dominicana y muchos otros países (…) Es
particularmente difícil mirar esa verdad de frente.»
[5] Diario británico The Observer, 10 de enero de 1993. Referencia al
documental Allied to the Mafia, transmitido en enero de 1993 a través de
BBC2.
[6] Mackenzie, W. J. M., History of the Special Operations Executive:
Britain and the resistance in Europe (British Cabinet Office, Londres,
1948), p. 842 y 853. Estados Unidos aplicó esa estrategia en la zona del
Pacífico, esencialmente en Filipinas. Consistía en apoyar y debilitar a
las guerrillas de extrema izquierda durante la Segunda Guerra Mundial.
Japón había invadido Filipinas en enero de 1942. Estados Unidos apoyaba
y entrenaba a guerrilleros con diferentes orientaciones políticas que
luchaban contra la ocupación japonesa, como el movimiento izquierdista
Huk que podía representar una poderosa fuerza favorable a una revolución
social. Al igual que en Italia y Grecia, la decisión fue sacrificar a
los antiguos compañeros de armas. Después de la derrota japonesa,
Estados Unidos confiscó el armamento de la guerrilla y los Huks fueron
masacrados en presencia de oficiales estadounidenses en el marco de una
operación que duró, como mínimo, hasta 1945. El historiador
estadounidense Gabriel Kolko comenta: «Los dirigentes Huks creían
ingenuamente que los americanos iban a tolerarlos». Ver, Gabriel Kolko,
Century of War Politics, Conflict, and Society since 1914 (The New Press,
New York, 1994), p. 363.
[7] Geoffrey Harris, The Dark Side of Europe: The Extreme Right Today (Edinburgh
University Press, Edimburgo, 1994), páginas 3 y 15.
[8] Allan Francovich, Gladio: The Ringmasters. Se trata del primer
documental de una serie de 3 que Francovich dedicó al Gladio,
transmitido el 10 de junio de 1992 a través de BBC2.
[9] William Blum, Killing Hope: US Military and CIA Interventions since
World War II (Common Courage Press, Maine, 1995), capítulo 2, p. 28. La
edición en francés se titula Les guerres scélérates (Parangon, 2004).
[10] Sobre Alcide de Gasperi, ver «L’Opus Dei et l’Europe - Du recyclage
des fascistes au contrôle des démocraties», por Thierry Meyssan, 22 de
marzo de 1995. NdlR.
[11] Martin Lee, The Beast Reawakens (Little Brown and Company, Boston,
1997), p. 100.
[12] Jonathan Dunnage, «Inhibiting Democracy in Post-War Italy: The
Police Forces, 1943–48» en Italian Studies, n°51, 1996, p. 180.
[13] Stuart Christie, Stefano delle Chiaie (Anarchy Publications,
Londres 1984), p. 6.
[14] Ibid., p. 4.
[15] Tom Mangold, Cold Warrior: James Jesus Angleton; The CIA’s Master
Spy Hunter (Simon & Schuster, Londres, 1991), p. 20. Mangold, biógrafo
de Angleton, desgraciadamente no proporciona ningún detalle sobre la
colaboración que este agente estableció con los fascistas después de
1945 y no explica cómo fue que Angleton salvó al príncipe de Borghese de
la justicia italiana al final de la guerra. James Angleton ha sido
interpretado en el cine por Matt Damon, en el film de Robert DeNiro The
Good Shepherd (2006), y en televisión por Michael Keaton, en la serie
The Company (2006). NdlR.
[16] William Corson, The Armies of Ignorance: The Rise of the American
Intelligence Empire (The Dial Press, New York, 1977), páginas 298 y 299.
Debido a su carácter clandestino, la operación fue financiada a través
de una operación de lavado de dinero, ya que se trataba de dinero sucio.
Corson explica que se procedió a retirar 10 millones de dólares en
efectivo del Fondo de Estabilización Económica y que esa suma transitó
posteriormente por varias cuentas personales antes de ser entregada, en
forma de donaciones, a diferentes organismos que la CIA utilizaba como
tapaderas o pantallas.
[17] Christie, delle Chiaie, p. 175.
[18] Denna Frank Fleming, The Cold War and Its Origins 1917–1960 (Doubleday,
New York, 1961), p. 322.
[19] Thomas Powers, The Man Who Kept the Secrets: Richard Helms and the
CIA (Weidenfeld and Nicolson, Londres, 1980), p. 30.
[20] Diario británico The Guardian, 15 de enero de 1992.
[21] Durante la I República Italiana, el servicio de inteligencia
militar tuvo que cambiar de nombre muchas veces debido a los numerosos
escándalos en los que estuvo implicado. Desde su creación, en 1949,
hasta el primer gran escándalo, en 1965, fue designado como SIFAR.
Después se llamó SID y conservó la mayor parte de su personal. En 1978,
como consecuencia de un nuevo escándalo, el SID se dividió en dos
servicios que todavía existen actualmente.
La rama civil pasó al control del ministerio
del Interior y fue bautizada como SISDE (Servizio Informazioni Sicurezza
Democratica) mientras que la rama militar se mantuvo bajo control del
ministerio de Defensa bajo la denominación de SISMI.
Directores de los servicios secretos militares |
General Giovanni Carlo |
1949–1951 |
SIFAR |
General Umberto Broccoli |
1951–1953 |
SIFAR |
General Ettore Musco |
1953–1955 |
SIFAR |
General Giovanni De Lorenzo |
1956–1962 |
SIFAR |
General Egidio Viggiani |
1962–1965 |
SIFAR |
General Giovanni Allavena |
1965–1966 |
SID |
General Eugenio Henke |
1966–1970 |
SID |
General Vito Miceli |
1970–1974 |
SID |
General Mario Casardi |
1974–1978 |
SID |
General Giuseppe Santovito |
1978–1981 |
SISMI |
General Nino Lugaresi |
1981–1984 |
SISMI |
Almirante Fulvio Martini |
1984–1991 |
SISMI |
Sergio Luccarini |
1991 |
SISMI |
General Luigi Ramponi |
1991–1992 |
SISMI |
General Cesare Pucci |
1992–1993 |
SISMI |
General Sergio Siracusa |
1994-1996 |
SISMI |
Almirante Gianfranco
Battelli |
1996-2001 |
SISMI |
General Nicolò Pollari |
2001-2006 |
SISMI |
Almirante Bruno Branciforte |
2006-2007 |
SISMI |
Almirante Bruno Branciforte |
2008… |
AISE |
|
[22] Philip Willan, Puppetmasters: The Political Use of Terrorism in
Italy (Constable, Londres, 1991), p. 34.
[23] Mario Coglitore (editor), La Notte dei Gladiatori. Omissioni e
silenze della Repubblica (Calusca Edizioni, Padoue, 1992), p. 34.
[24] Diario británico The Observer, 18 de noviembre de 1990.
[25] Informe de la Investigación Senatorial de 1995 sobre el Gladio y
los atentados, p. 49.
[26] Coglitore, Gladiatori, p. 133.
[27] Pietro Cedomi, «Service secrets, Guerre froide et ‘stay-behind. 2e
partie’: La mise en place des réseaux», en la publicación belga Fire! Le
Magazine de l’Homme d’Action, septiembre/octubre de 1991, p. 80.
[28] Allied Clandestine Committee (ACC) y Clandestine Planning Committee
(CPC).
[29] Diario británico The Observer, 7 de junio de 1992.
[30] Memorandum, National Security Council to Harry S. Truman, April 21,
1950, Biblioteca de la Red Voltaire.
[31] Al ser desclasificado en 1994, este documento desató una ola de
protestas en Italia. Ver el diario italiano La Stampa, 27 de noviembre
de 1994.
[32] William Colby, Honourable Men: My Life in the CIA (Simon & Schuster,
New York, 1978), capítulo 4, p. 110. La edición francesa se titula 30
ans de CIA (presses de la Renaissance, 1978).
[33] Roberto Faenza, Il malaffare. Dall’America di Kennedy all’Italia, a
Cuba, al Vietnam (Editore Arnoldo Mondadori, Milán, 1978), p. 312.
[34] La existencia de este documento se dio a conocer en el momento de
las revelaciones sobre el Gladio, en 1990. Ver el informe de la
investigación senatorial sobre el Gladio y los atentados, p. 25.[[La
existencia de este documento se dio a conocer en el momento de las
revelaciones sobre el Gladio, en 1990. Ver el informe de la
investigación senatorial sobre el Gladio y los atentados, p. 25.
[35] Publicación italiana Europeo, 18 de enero de 1991. La comisión
investigadora del parlamento sólo supo de la existencia del documento de
1956 sobre el Gladio cuando obtuvo un texto fechado el 1º de junio de
1959 que se refería a aquel documento en términos muy precisos,
señalando incluso que tenía como fecha el 26 de noviembre de 1956 y que
su título era Accordo fra il Servizio Informazioni Italiano ed il
Servizio Informazioni USA relativo alla organizzazione ed all’attivita
della rete clandestina post-occupazione (stay-behind) italo-statunitense.
[Acuerdo entre el SIFAR y la CIA sobre la organización y la actividad de
una red italo-estadounidense secreta postocupación (stay-behind).]. El
contenido del documento original aparece en Coglitore, Gladiatori, p.
118–130.
[36] Publicación belga Fire, enero de 1992, p. 59.
[37] Ibid., p. 62.
[38] Allan Francovich, Gladio: The Puppeteers. Segundo documental de la
serie de 3 dedicada al Gladio, transmitido por la BBC2 el 17 de junio de
1992. La versión francesa se titula Gladio, les Marrionettistes.
[39] Colby, Honourable Men, p. 128.
[40] Ibid., p. 109–120.
[41] Este documento aparece citado en Faenza, Malaffare, p. 313. En los
años 1970, el historiador italiano Roberto Faenza obtuvo, a través de la
FOIA, acceso al documento Demagnetize revelando así por vez primera
«esta grave desvío [de su misión] de los servicios secretos italianos».
[42] Supreme Headquarters Allied Powers in Europe (SHAPE), o sea el Gran
Cuartel General de las potencias aliadas en Europa.
[43] Stato Maggiore della Difesa. Servizio Informazioni delle Forze
Armate. Ufficio R – Sezione SAD: Le forze speciali del SIFAR e
l’operazione Gladio. Roma, 1 Giugno 1959. Descubierto por el juez Casson
en los archivos del SIFAR, este documento dio origen a una larga serie
de revelaciones en Italia y a través de toda Europa. Disponible para su
descarga a través del vínculo que aparece al final de este artículo.
[44] Cobly, Honourable Men, p. 136.
[45] Telegrama del secretario de Estado a la embajada de Estados Unidos
en Roma, enviado el 18 de octubre de 1961. Su transcripción aparece en
Faenza, Malaffare, p. 311. Faenza hace un análisis muy acertado del
proyecto de Kennedy de favorecer una apertura hacia la izquierda en
Italia. Ver Faenza, Malaffare, p. 307–373 (“L’apertura a sinistra”).
[46] Fragmento de Regine Igel, Andreotti. Politik zwischen Geheimdienst
und Mafia (Herbig Verlag, Munich, 1997), p. 49. El autor cita como
fuente la publicación estadounidense New Statesman sin proporcionar la
fecha de publicación.
[47] Faenza, Malaffare, p. 310.
[48] Igel, Andreotti, p. 50.
La pesadilla de la CIA se hizo realidad en abril de 1963. El día de las
elecciones los comunistas ganaron terreno mientras que todos los demás
partidos perdían escaños. A pesar del apoyo de la CIA, la DCI cayó a un
38%, el peor resultado desde su creación al final de la guerra. El PCI,
con un 25% de los sufragios, y el PSI, con un favorable 14%, se unieron
en una alianza para conformar la primera mayoría de izquierda en el
parlamento italiano. Los electores de la izquierda italiana festejaron
en las calles la nominación, por vez primera, de varios socialistas como
miembros del gobierno del primer ministro Aldo Moro, proveniente del ala
izquierda de la DCI. Inmensamente satisfecho ante aquellos resultados,
el presidente Kennedy decidió en julio de 1963 viajar a Roma en visita
oficial, para alegría de muchos italianos. A su llegada, el aeropuerto
estaba repleto y una vez más los estadounidenses fueron recibidos con
banderas y aclamaciones. «Es un hombre formidable. No aparenta la edad
que tiene. Me invitó a visitar Estados Unidos», declaró con entusiasmo
el jefe del PSI, Pietro Nenni. (Faenza, Malaffar, p. 356).
[49] Jens Mecklenburg (ed.), Gladio: Die geheime Terrororganisation der
Nato (Elefanten Press, Berlín, 1997), p. 30, y Coglitore, Gladiatori, p.
185. Fue un ex general del SID quien reveló, al declarar como testigo en
el marco del caso de la logia P2, en los años 1980, que aquellos
criminales eran miembros del Gladio.
[50] Jean-Francois Brozzu-Gentile, L’Affaire Gladio (Editions Albin
Michel, París, 1994), p. 77, y Faenza, Malaffare, p. 315. Ver además
Willan, Puppetmasters, p. 84.
[51] Informe de la Investigación Senatorial de 1995 sobre el Gladio y
los atentados, p. 85.
[52] Ibid.
[53] Le forze speciali del SIFAR e l’operazione Gladio, documento
disponible para su descarga a través del vínculo que aparece al final de
esta página. Las investigaciones sobre la operación Piano Solo indican
que 731 personas iban a ser deportadas. La comisión investigadora del
senado comprobó que eran más bien 1 100 o 1 200 ciudadanos influyentes
quienes debían ser encarcelados en el CAG, el cuartel general del Gladio
instalado en Cerdeña. Los servicios secretos militares se negaron a
entregar la lista a la comisión investigadora del senado. «La situación
es muy grave ya que se puede pensar razonablemente que la lista contiene
nombres de parlamentarios y de responsables políticos y que la
divulgación de esa lista permitiría contradecir definitivamente la tesis
de que los acontecimientos de 1964 eran operaciones de prevención
destinadas a evitar problemas de orden público», concluyeron los
senadores. Ver el Informe de la Investigación Senatorial de 1995 sobre
el Gladio y los atentados, p. 89.
[54] Richard Collin ofrece una descripción muy buena del golpe en The De
Lorenzo Gambit: The Italian Coup Manqué of 1964 (Sage, Beverly Hills,
1976). Graduado de Harvard, este especialista en cuestiones militares
ofreció conferencias en el Estado de Maryland antes de pasar a trabajar
para el ministerio de Defensa y, posteriormente, como consejero del
agregado militar de la embajada de Estados Unidos en Roma y convertirse
finalmente en consultante de las fuerzas armadas de Arabia Saudita. En
unas 60 páginas, Richard Collin ofrece un excelente recuento de la
operación Piano Solo. Sin embargo, oculta casi totalmente el papel de
Estados Unidos en aquellos hechos.
[55] Collin, Coup, p. 60.
[56] Ibid. Su fuente es la publicación italiana Avanti! del 26 de julio
de 1964.
[57] Coglitore, Gladiatori, p. 186. Ver también Willan, Puppetmasters,
p. 85.
[58] Informe de la Investigación Senatorial de 1995 sobre el Gladio y
los atentados, 1995, p. 87. Bernard Cook, «The Mobilisation of the
Internal Cold War in Italy» en History of European Ideas. Vol.19, 1994,
p. 116.
[59] Franco Ferraresi, «A Secret Structure Codenamed Gladio» en Italian
Politics. A Review, 1992, p. 41. Sin la prensa de investigación nunca se
hubiese sabido nada del golpe de Estado silencioso del Gladio. Ya en la
primavera de 1967, Raffaele Jannuzzi (quien se convertirá más tarde en
diputado socialista) informó a los lectores de la publicación Espresso
que Italia había estado al borde del golpe de Estado («Complotto al
Quirinale», Espresso, 14 de mayo de 1967). El intento de De Lorenzo de
hacer callar a Jannuzzi mediante un proceso judicial por difamación
resultó contraproducente ya que la instrucción sacó a la luz tal
cantidad de pruebas que el gobierno no tuvo más remedio que autorizar la
apertura de una investigación parlamentaria sobre «los acontecimientos
de 1964». (Senado italiano. Commissione parlamentare d’inchiesta sugli
eventi del giungo-luglio 1964. Informe de 2 volúmenes publicado en Roma
en 1971).
[60] Relazione della Commissione parlamentare d’inchiesta sugli eventi
del giungno-luglio 1964, Roma 1971, p. 67. Citado en Igel, Andreotti, p.
51, y en Willan, Puppetmasters, p. 38.
[61] Commissione parlamentare d’inchiesta sugli eventi del giugno-luglio
1964, Relazione di minoranza, Roma 1971, p. 307. Ver Igel, Andreotti, p.
53.
[62] Fragmento de Igel, Andreotti, p. 52.
[63] Después de comprobar la existencia de vínculos entre Licio Gelli y
varios terroristas de extrema derecha, el juez italiano Carlo Palermo
ordenó a la sección antiterrorista del SISMI que le aportara su ayuda a
la investigación. El 16 de abril, esta sección proporcionó información
sobre la intervención estadounidense en Italia. Era probablemente la
primera vez que la sección cumplía con su misión, y fue cerrada de
inmediato. La prometedora carrera de Emilio Santillos, el director de la
sección antiterrorista del SISMI, se vio bruscamente interrumpida y
varios de sus colaboradores tuvieron un trágico destino. El coronel
Florio, miembro del SISMI, murió en un misterioso accidente
automovilístico; el coronel Serrentiono abandonó el servicio por
«razones de salud»; el mayor Rossi se suicidó. El mayor Antonio de Salvo
fue el único que salió de la sección sano y salvo y se hizo masón.
Fuente: Igel, Andreotti, p. 232.
[64] Diario británico The Observer, 21 de febrero de 1988.
[65] Senato della Repubblica Italiana. Relazione della Commissione
Parlamentare d’Inchiesta Sulla Loggia P2, Roma 1984.
[66] Proveniente de una entrevista con Willan. Fragmento de Willan,
Puppetmasters, p. 55.
[67] Igel, Andreotti, p. 229.
[68] Citado en la publicación británica The New Statesman, 21 de
septiembre de 1984.
[69] Hugh O’Shaughnessy, «Gladio: Europe’s best kept secret». Se suponía
que aquellos agentes iban a quedarse detrás de las líneas enemigas si el
Ejército Rojo invadía Europa occidental. Pero aquella red, creada con
las mejores intenciones, degeneró en ciertos países convirtiéndose en
instrumento del terrorismo y de la agitación política de extrema
derecha. Diario británico The Observer, 7 de junio de 1992.
[70] Gentile, Gladio, p. 28.
[71] Ibid.
[72] Televisión británica Newsnight, transmitido en BBC1 el 4 de abril
de 1991.
[73] Willan, Puppetmasters, p. 41.
[74] Informe de la Investigación Senatorial de 1995 sobre el Gladio y
los atentados, p. 97.
[75] Ibid., p. 164.
[76] Willan, Puppetmasters, p. 97. Buscetta hizo revelaciones al juez
Falcone en diciembre de 1984. Este valiente magistrado fue
posteriormente asesinado por la mafia.
[77] Declaración de Liggio ante el tribunal de Calabria, en 1986. Citado
en Willan, Puppetmasters, p. 97.
[78] Willan, Puppetmasters, p. 94.
[79] Colby, Honourable Men, p. 395.
[80] Ver, por ejemplo, McNamara, Robert, Retrospect: The Tragedy and
Lessons of Vietnam (Random House, New York, 1995).
[81] Willian, Puppetmasters, p. 93.
[82] Publicación política británica Statewatch, enero de 1991.
[83] Gentile, Gladio, p. 105.
[84] Publicación política británica Statewatch, enero de 1991, y Gentile,
Gladio, p. 19.
[85] Publicación política italiana Europeo, 16 de noviembre de 1990.
[86] Allan Francovich, Gladio: The Puppeteers.
[87] Resultados de las tres principales formaciones políticas italianas
(DCI, PCI y PCI) en las elecciones legislativas desde 1968 hasta 1994:
|
1968 |
1972 |
1976 |
1979 |
1983 |
1987 |
1992 |
1994 |
DCI (%) |
39 |
38 |
38 |
38 |
32 |
34 |
29 |
|
PCI (%) |
26 |
27 |
34 |
30 |
29 |
26 |
23 |
28 |
PSI (%) |
14 |
9 |
9 |
9 |
11 |
14 |
13 |
2 |
PCI + PSI (%) |
41 |
36 |
44 |
40 |
41 |
40 |
37 |
30 |
|
[88] Pike Report: Report of the House Select Committee on Intelligence [Pike
Committee], Ninety-fourth Congress (Village Voice, New York, 1976), p.
193 y 195.
[89] Jœ Garner, We Interrupt this broadcast. The Events that stopped our
lives. From the Hindenburg Explosion to the Death of John F. Kennedy Jr
(Sourcebooks, Naperville, 2000), p. 87.
[90] Fragmento de Willan, Puppetmasters, p. 220.
[91] Willan, Puppetmasters, p. 325.
[92] Fragmento de Willan, Puppetmasters, p. 219.
[93] Informe de la Investigación Senatorial de 1995 sobre el Gladio y
los atentados, p. 294 et 295.
[94] Ibid., p. 294
[95] Sobre el mismo tema, ver «1980: carnage à Bologne, 85 morts»,
Réseau Voltaire, 12 de marzo de 2004.
[96] Diario británico The Guardian, 16 de enero de 1991.
[97] Agencia internacional de prensa Associated Press, 20 de noviembre
de 1990.
[98] Entrevista de Serravalle realizada por Peter Marshall, de la BBC,
en el marco de un reportaje especial sobre el Gladio que se transmitió
en el programa Newsnight el 4 de abril de 1991.
[99] Allan Francovich, Gladio: The Puppeteers.
[100] Informe de la investigación senatorial de 1995 sobre el Gladio y
los atentados, p. 242 y 364.
[101] Senato della Repubblica. Commissione parlamentare d’inchiesta sul
terrorismo in Italia e sulle cause della mancata individuazione dei
responsabili delle stragi: Stragi e terrorismo in Italia dal dopoguerra
al 1974. Relazione del Gruppo Democratici di Sinistra l’Ulivo. Roma,
junio de 2000. Documento designado aquí como Informe de la Investigación
Senatorial de 1995 sobre el Gladio y los atentados. Los 8 miembros de la
comisión eran: Valter Bielli, diputado; Antonio Attili, diputado;
Michele Cappella, diputado; Piero Ruzzante, diputado; Alessandro Pardini,
senador; Raffaele Bertoni, senador; Graziano Cioni, senador; Angelo
Staniscia, senador. Fuente: Philip Willan, «US ‘supported anti-left
terror in Italy’. Report claims Washington used a strategy of tension in
the cold war to stabilise the centre-right» en el diario británico The
Guardian, 24 de junio del año 2000.
[102] Informe de la Investigación Senatorial de 1995 sobre el Gladio y
los atentados, p. 41.
[103] Ibid.
[104] Ibid., p. 42.
[105] Philip Willan, diario británico The Guardian, 24 de junio de 2000.
[106] Ibid.
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