Parte 10
	Los Ejércitos Secretos de La OTAN
	La Guerra Secreta en Bélgica
	
	por Daniele Ganser
	
	19 Julio 2011
	
	del Sitio Web
	
	VoltaireNet
	
	 
	
	 
	
		
			| 
			 
	El estudio de las redes «stay behind» 
	en Bélgica resulta esclarecedor en cuanto a varios aspectos de la 
	organización del Gladio a nivel internacional. La OTAN creía tener derecho a 
	hacer cualquier cosa en el país que alberga su sede y ordenó sangrientos 
	atentados que dieron lugar a la creación de comisiones investigadoras en el 
	parlamento belga. En vez de colaborar con los representantes de su propio 
	pueblo, las autoridades militares de Bélgica prefirieron obedecer a una 
	autoridad extranjera, pero varios miembros del Gladio confesaron y 
	proporcionaron información capital. 
			 | 
		
	
	
	 
	
	 
	
	 
	
	
	
	Una víctima de la estrategia 
	de la tensión, 
	
	asesinada fríamente en un 
	supermercado.
 
	
	Desde el comienzo mismo de la Segunda Guerra 
	Mundial, Bélgica se vio derrotada y ocupada por las tropas alemanas. 
	
	 
	
	El 
	gobierno belga tuvo que refugiarse en Londres, donde se mantuvo exilado 
	hasta que los aliados liberaron Europa. Durante aquel difícil periodo, los 
	altos responsables del gobierno y del ejército belgas colaboraron 
	estrechamente con los británicos en la creación de movimientos clandestinos 
	de resistencia que debían operar dentro del territorio ocupado de Bélgica.
	
	A partir del verano de 1942, el SOE (Special Operations Executive) británico 
	comenzó a preparar depósitos de municiones y a entrenar un ejército secreto. 
	Los ingleses proporcionaban equipos de radio y medios para transportar 
	hombres y material y supervisaban desde Londres las cuestiones logísticas 
	así como la formación de los agentes enviados clandestinamente tras las 
	líneas enemigas y la información que proporcionaban.
	
	
	Además de las operaciones de sabotaje contra el ocupante alemán, el ejército 
	secreto belga se dedicaba también a recoger información que los agentes 
	transmitían posteriormente a Londres por radio, a través de correos o en 
	forma de microfilms.
	
	Si bien el impacto de aquella red de resistencia fue en definitiva marginal, 
	la estrategia utilizada fue verdaderamente ejemplar en ese tipo de 
	actividad:
	
		
		«Tendientes a precipitar el final del conflicto, las actividades 
	de aquella primera red stay-behind estaban perfectamente organizadas y 
	suscitaban la admiración de los servicios secretos americanos y británicos.»
		[1]
	
	
	Los ejércitos secretos se reconstituyeron después de la guerra, pero 
	poniendo el comunismo soviético en el lugar que antes ocupaba el enemigo 
	nazi. 
	
	 
	
	La investigación oficial demostró que la red stay-behind activa en 
	Bélgica durante la guerra fría se componía de 2 ramas: el SDRA 8 y la STC/Mob. 
	El SDRA 8 era la rama militar, bajo el control del SGR, el Service Général 
	du Renseignement [En español, Servicio General de Inteligencia. NdT.] del 
	ejército belga, que dependía a su vez del ministerio de Defensa. 
	
	 
	
	Su nombre, 
	escrito a veces en su variante SDRA VIII, significa «Service de 
	Documentation, de Renseignement et d’Action VIII» [En español, Servicio de 
	Documentación, Inteligencia y Acción VIII. NdT.].
	
	Se componía de militares entrenados en acciones de combate, sabotaje, 
	paracaidismo y la realización de acciones marítimas. 
	
	 
	
	Además de sus funciones 
	de inteligencia, el SDRA 8 también debía ser capaz de concebir itinerarios 
	de evacuación si Bélgica era invadida. En caso de ocupación de todo el 
	territorio de Bélgica, se suponía que agentes de este servicio sirvieran de 
	escolta al gobierno durante el periodo de exilio y que mantuvieran el 
	contacto con los agentes secretos que se quedarían en el país para combatir 
	el enemigo desde adentro [2].
	
	La rama civil de la red stay-behind belga, la STC/Mob, dependía de la Sûreté 
	de l’État (Seguridad del Estado), o Sûreté (Seguridad), que a su vez estaba 
	vinculada al ministerio de Justicia. STC/Mob quiere decir «Section Training, 
	Communication and Mobilisation». Sus miembros eran técnicos entrenados en el 
	uso de equipos de radio. 
	
	 
	
	Eran reclutados principalmente en el seno de grupos 
	«con fuertes convicciones religiosas que debían garantizar su 
	anticomunismo». Según el informe de la investigación sobre el Gladio belga, 
	eran «padres tranquilos, a veces un poco ingenuos» [3].
	
	La STC/Mob,
	
		
		«tenía como misión recoger información susceptible de ser útil al 
	gobierno en el contexto de una ocupación enemiga. La sección tenía también 
	como tarea organizar itinerarios seguros para la evacuación de los miembros 
	del gobierno y de otras personalidades que ocuparan funciones oficiales»
		[4].
	
	
	En 1971 se creó también un comité «Interservicios» para coordinar la acción 
	de las dos redes stay-behind belgas. 
	
	 
	
	Aquel comité se reunía cada 6 meses y 
	el SDRA y la Sûreté se alternaban en la presidencia. Las reuniones se hacían 
	para establecer la posición común que defenderían en las sesiones del Allied 
	Clandestine Committee, que era el centro de decisión de la OTAN para las 
	operaciones de la guerra secreta [5].
	
	Para explicar esta doble estructura bastante inusual que el ejército secreto 
	belga había adoptado es necesario remontarse a la época de la Segunda Guerra 
	Mundial. Las unidades a cargo de la búsqueda de la información que 
	posteriormente enviaban a Londres por radio, correo o microfilms se hallaban 
	en aquel entonces bajo el control del señor Lepage, director de la Sûreté, 
	que a su vez dependía del ministerio de Justicia.
	
	Esa rama dio origen a la STC/Mob. Mientras tanto, los agentes belgas que 
	Londres enviaba a los territorios ocupados, saltando en paracaídas, y que 
	realizaban operaciones clandestinas de sabotaje dependían por su parte del 
	ejército belga. 
	
	 
	
	Fueron estos últimos quienes conformaron el SDRA 8. 
	
		
		«Se 
	desprende de esas explicaciones», concluía el informe de la investigación 
	parlamentaria, «que, al contrario de otros países, Bélgica dispuso desde el 
	principio de una organización stay-behind a la vez civil y militar» 
	[6].
	
	
	Los miembros del ejército secreto belga eran «en su mayoría monárquicos 
	convencidos», precisa un informe antiguamente confidencial del SOE, 
	
		
		«es por 
	eso que no había miembros comunistas de la resistencia en sus filas» 
	[7].
	
	
	Después del desembarco y la posterior liberación de Bélgica, estadounidenses 
	y británicos se inquietaron ante la influencia de los comunistas belgas. Al 
	igual que en Italia y Francia, existía en la población belga un gran respeto 
	por los comunistas debido a su coraje y al papel crucial que habían 
	desempeñado en la lucha contra la ocupación nazi. 
	
	 
	
	Es por ello que, a fines de 1944, las 
	autoridades británicas y belgas se apresuraron a desarmar a la Resistencia y 
	a rearmar a la policía [8].
	
		
		«Inmediatamente después de la guerra, un 
		poderoso partido comunista se impuso con, según creo, 21 escaños en el 
		parlamento, por primera vez en la historia de Bélgica», señaló el 
		historiador Etienne Verhoyen en un documental de la BBC dedicado al 
		Gladio. 
		 
		
		«Nunca antes había sucedido aquello y, 
		teniendo en cuenta la expansión internacional del comunismo, la gente de 
		derecha se alarmó ante aquella “amenaza comunista” que planeaba sobre 
		Bélgica» [9].
 
	
	
	
	Julian Lahaut, sindicalista, miembro de la Resistencia al nazismo 
	
	
	durante la Segunda Guerra 
	Mundial y político belga. 
	
	Fue asesinado el 18 de agosto 
	de 1950, probablemente por agentes del Gladio.
 
	
	El carismático jefe del partido comunista belga 
	era Julien Lahaut. Arrestado por los alemanes, había pasado toda la guerra 
	en prisión y, al ser liberado en 1945, había sido nombrado presidente 
	honorario de los comunistas belgas. 
	
	 
	
	Lahaut se oponía abiertamente al regreso 
	del rey (Leopoldo III) por considerarlo una marioneta de la centroderecha y 
	de Estados Unidos.
	
		
		«La izquierda se oponía firmemente al 
		regreso del rey, los simpatizantes de la derecha eran - por supuesto - 
		favorables a este, algunos de ellos establecieron los primeros contactos 
		con la embajada americana en 1948», explicaba el historiador Verhoyen en 
		el mismo documental. 
	
	
	La derecha belga se puso en contacto con un oficial 
		estadounidense llamado Parker, que probablemente trabajaba para la CIA. 
		
	 
	
	Según Verhoyen, Parker,
	
		
		«quería no sólo la campaña de restauración leopoldista sino también que se crearan grupos stay-behind destinados a 
		garantizar la resistencia anticomunista» [10].
	
	
	Cuando el futuro rey Balduino prestó juramento 
	ante el parlamento belga en agosto de 1950, Lahaut protestó al grito de 
	«¡Viva la República!» 
	
	 
	
	Para la derecha belga aquello era un acto imperdonable 
	y significaba que los comunistas representaban una grave amenaza para las 
	instituciones.
	Un clima de tensión se apoderó del país. Dos semanas después del incidente, 
	el 18 de agosto de 1950, dos hombres asesinaron a Lahaut delante de su 
	domicilio. 
	
	 
	
	El asesinato de Lahaut causó una profunda conmoción en la 
	población belga. 
	
	 
	
	La extrema derecha y su red clandestina acaban de 
	deshacerse del más popular de los comunistas belgas [11].
 
	
	
	Paul-Henri Spaak, tres veces Primer Ministro de Bélgica en el marco de la 
	monarquía reinante, 
	
	negoció el despliegue de 
	Gladio en su país. 
	
	Posteriormente, se convirtió 
	en Secretario general de la OTAN.
 
	
	La responsabilidad del ejército secreto belga en 
	el asesinato de Julien Lahaut está por demostrar. En todo caso, es casi 
	seguro que la organización ya se hallaba en estado operativo en el momento 
	de los hechos. 
	
	 
	
	En carta dirigida al primer ministro Paul-Henri Spaak y 
	fechada el 27 de enero de 1949, el jefe del MI6 Stewart Menzies insistía en 
	la necesidad de proseguir la cooperación anglo-belga que había comenzado 
	durante la Segunda Guerra Mundial.
	
		
		«Estamos de acuerdo en que esta colaboración entre nuestros respectivos 
	servicios debería continuar en base a tradiciones que se remontan a la 
	Primera Guerra Mundial y que han sido reafirmadas por el señor H. Pierlot 
	[Primer ministro belga de 1939 a 1945], el señor A. Van Acker [Primer 
	ministro belga en 1945-1946 y predecesor de Spaak] y por mí mismo.»
	
	
	Subrayaba Menzies que,
	
		
		«la creación de organizaciones de inteligencia y 
	acciones útiles en caso de guerra», entiéndase el funcionamiento de Gladio, 
	tenía que continuar. 
		 
		
		«Los pedidos en materia de entrenamiento y equipamiento 
	deben formularse pronto», explicaba Menzies, quien hacía también su 
	ofrecimiento de asistencia. 
		 
		
		«Ya he ordenado la construcción de varias 
	instalaciones destinadas al entrenamiento de los oficiales y personas 
	recomendadas por la dirección los servicios secretos de ustedes y pronto 
	tendré la posibilidad de proporcionar a ustedes el nuevo equipamiento que se 
	está produciendo actualmente».
	
	
	El jefe del MI6 pedía a Spaak que no divulgara el contenido de la carta, 
	pero insistía sobre todo en que el primer ministro belga no decidiera 
	colaborar únicamente con la CIA y sugería: 
	
		
		«que algunos oficiales vengan al 
	Reino Unido en los próximos meses para estudiar, en colaboración con [sus] 
	servicios, los aspectos concretos de estas cuestiones» [12].
	
	
	El primer ministro belga respondió al jefe del MI6 que le alegraba recibir 
	la ayuda de los británicos e indicaba al mismo tiempo que los 
	estadounidenses también se habían acercado a las autoridades belgas en 
	relación con aquel tema y que a él le parecía por lo tanto preferible que 
	Washington y Londres arreglaran primero la cuestión entre sí para que 
	Bélgica no se viera en la delicada situación de tener que escoger entre los 
	dos aliados.
	
		
		«Estoy muy de acuerdo en que una colaboración entre los tres servicios 
	(británicos, americanos y belgas) sería extremadamente provechosa.»
	
	
	Spaak 
	agregaba: 
	
		
		«Si uno de los dos servicios, americano y británico, rechazara esa 
	colaboración, los servicios belgas se verían en una situación extremadamente 
	delicada y difícil. Me parece por ello que se imponen negociaciones al más 
	alto nivel entre Londres y Washington para resolver la cuestión.» [13]
	
	
	Como resultado de aquellas «negociaciones al más alto nivel», los servicios 
	secretos estadounidenses, británicos y belgas crearon un órgano llamado «Tripartite 
	Meeting Brussels» (TMB), también conocido a veces como «Tripartite Meeting 
	Belgian», encargado de supervisar la creación de la red stay-behind belga. 
	
	
	 
	
	En recompensa a su lealtad, Spaak fue nombrado en 1957 secretario general de 
	la OTAN, el más acto cargo civil en el seno de la alianza militar, puesto 
	que ocupó hasta 1961.
	
	Falleció 11 años después, así que no pudo comparecer en el marco de la 
	investigación oficial sobre el Gladio belga. 
	
		
		«Varios documentos demuestran 
	que los responsables políticos de la época estaban conscientes de la 
	gravedad de la situación y que aprobaban la idea de negociaciones con vistas 
	a establecer una estrecha colaboración con los servicios secretos americanos 
	y británicos», resumió el informe de los senadores belgas. 
		 
		
		«Aquella 
	cooperación incluso se consolidó con la creación del Tripartite Meeting 
	Belgian/Brussels a finales de los años 1940.» [14]
	
	
	Aunque aún se ignoran hoy en día la mayor parte de los detalles sobre los 
	órganos de mando de la guerra secreta, sí se sabe que, paralelamente al TMB, 
	fueron creados otros centros, bajo las siglas CCUO, CPC, ACC y SDRA 11. 
	
	 
	
	Las 
	pruebas actualmente disponibles sobre Gladio sugieren que, inmediatamente 
	después de la guerra, se apostó por las estructuras trilaterales ya que el 
	Reino Unido y Estados Unidos habían formalizado al mismo tiempo su 
	cooperación secreta con el Gladio holandés mediante la creación de un Tripartite Committee Holland (TCH), que se componía de los representantes de 
	los tres países implicados [15].
	
	Un acuerdo similar se concluyó al parecer entre Gran Bretaña y Francia, que 
	firmaron un pacto de colaboración secreta stay-behind el 4 de mayo de 1947
	[16]. El 17 de marzo de 1948 se fundó el Western Union 
	Clandestine Committee (WUCC), o sea el Comité Clandestino de la Unión 
	Occidental o CCUO.
	 
	
	Encargado de anticipar en tiempo de paz una posible invasión soviética, el 
	Comité era un centro de coordinación de la red clandestina Gladio en el que 
	estaban representados 5 países: el Reino Unido, Bélgica, los Países Bajos, 
	Luxemburgo y Francia [17].
	
		
		«Otros países habían adoptado la misma estrategia; conformaban una unidad 
	independiente del TMB y trataban de desarrollar una política común para 
	enmarcar los preparativos de una posible futura guerra», observaron los 
	senadores belgas, señalando también que Estados Unidos no parece haberse 
	unido al CCUO hasta 1958 [18].
 
	
	
	
	
	Robert Schuman (Francia), Dean Acheson (EE.UU.) y Ernest Bevin (Reino 
	Unido),
	
	los principales arquitectos 
	de la organización estadounidense
	
	de Europa occidental contra la influencia 
	soviética.
 
	
	El autor Jan Willems ha investigado sobre el 
	Gladio belga. 
	
	 
	
	Según Willems, la creación del CCUO en la primavera de 1948 
	era consecuencia directa de un discurso que el ministro británico de 
	Relaciones Exteriores Ernest Bevin había pronunciado en Londres el 22 de 
	enero de 1948.
	
	
	Aquel día, Bevin expuso ante el parlamento británico su plan para la 
	creación de una «Unión Occidental», una organización occidental destinada a 
	contrarrestar lo que él llamaba la amenaza soviética en Europa, representada 
	según él por el Ejército Rojo de un lado así como, y principalmente, por la 
	subversión comunista en Europa Occidental.
	
	
	Bevin y Washington estaban de acuerdo en que, como revela un memorando 
	estadounidense fechado el 8 de marzo de 1948, «actualmente, el problema para 
	nosotros no es tanto prepararnos para una agresión externa sino estar listos 
	para luchar dentro de nuestras fronteras contra una quinta columna 
	respaldada por una potencia extranjera» [19].
	
	El CCUO, también designado a veces como WUCC o CCWU, estaba a cargo de dos 
	misiones de seguridad: garantizar que las discusiones políticas y militares 
	pudieran desarrollarse de manera totalmente confidencial y desarrollar 
	formas de cooperación para luchar contra la subversión y los intentos de 
	infiltración. 
	
		
		«La finalidad era desarrollar mecanismos que permitieran 
	eliminar a los candidatos comunistas de las instituciones del poder; según 
	algunos documentos americanos, ese objetivo fue alcanzado.» [20]
	
	
	Después de la creación de la OTAN en París en 1949, el CCUO, como pudo 
	saberse gracias a la investigación del Senado belga, fue incorporado a la 
	alianza militar y rebautizado como «Clandestine Planning Committee» (CPC).
	
		
		«En conclusión, la lucha contra el enemigo interno siempre fue parte 
	integrante del pacto de la OTAN desde su firma en 1949», subraya Willems
		[21].
	
	
	Como las operaciones de guerra secreta que realizaba la OTAN se hacían más 
	intensivas, un segundo centro de mando fue creado en el seno de la alianza, 
	el Allied Clandestine Committee (ACC) que se reunió por vez primera en 
	Francia el 29 y el 30 de abril de 1958, bajo la presidencia de Francia.
	
	Cuando el general De Gaulle obligó a la OTAN a salir de Francia, el ACC se 
	trasladó a Bélgica, en 1968, y, con el nombre oficial de SDRA 11, instaló su 
	cuartel general en los locales del SGR - los servicios secretos militares 
	belgas - en Evere, justo al lado de los edificios de la OTAN.
	
	
	El SDRA 11, que servía de cobertura al ACC, era «financiado por la OTAN», se 
	precisa en el informe de la investigación belga, mientras que el SDRA 8, la 
	rama del Gladio belga a cargo de las operaciones especiales, dependía del 
	ministerio de Defensa de Bélgica [22]. 
	
	 
	
	La última reunión conocida 
	del ACC tuvo lugar en Bruselas el 23 y el 24 de octubre de 1990, bajo la 
	presidencia del director del SGR, el general Raymond Van Calster, el mismo 
	que tanto se enfureció cuando varios periodistas lo interrogaron sobre el 
	centro secreto [23].
	
	Michel Van Ussel, quien había sido miembro del Gladio belga en los años 1980 
	bajo el nombre de Georges 923, explicó en un libro publicado en 1991 que el 
	ACC desempeñaba un papel de coordinación. 
	
		
		«Las actividades que exigían 
	cierta coordinación se discutían en el seno del ACC. Se trataba sobre todo 
	del uso de los sistemas de radio, de las zonas para le lanzamiento en 
	paracaídas de agentes en el terreno, de los códigos que tenían que utilizar 
	para entrar en contacto entre sí, del paso de fronteras, etc.»
	
	
	También detallaba Van Ussel la manera como los servicios secretos militares 
	utilizaban el ACC para intercambiar ideas y debatir sobre las operaciones 
	clandestinas: 
	
		
		«En materia de búsqueda de información, misiones de fuga y exfiltración y operaciones aéreas y marítimas, cada país miembro del ACC 
	seguía los mismos procedimientos que ya se habían discutido con anterioridad 
	y que se habían acordado por todos los participantes.
		
		
Sin embargo, cada país podía realizar otras “actividades” que no se 
	mencionaban en las reuniones o [que se mencionaban] únicamente de forma 
	restringida entre los instructores.» [24]
	
	
	Le costó mucho trabajo al Senado belga saber la verdad sobre los centros 
	secretos de la OTAN. 
	
	 
	
	Durante una audiencia, el general Raymond Van Calster 
	engañó deliberadamente a los senadores al no mencionar que dentro del 
	aparato belga de inteligencia militar existía el SDRA 11, la vitrina oficial 
	del ACC [25].
	
	
	Además, algunos oficiales del ejército simplemente se negaron prestar 
	declaración ante los parlamentarios pretextando para ello el haber prestado 
	el siguiente juramento: 
	
		
		«Juro solemnemente no divulgar jamás esta 
	información fuera de todo entorno protegido o en presencia de cualquier otra 
	persona no autorizada, ni siquiera después de haber abandonado mis funciones 
	al servicio de mi país, a no ser que haya sido liberado de esta obligación a 
	través de una orden oficial, específica, expresa y categórica.»
	
	
	Ofendidos, los senadores señalaron en su informe que su investigación sobre 
	la guerra secreta de la OTAN había sido,
	
		
		«gravemente obstaculizada por la 
	obstrucción del personal militar implicado que se refugió tras sus 
	obligaciones de [mantener el] secreto [obligaciones contraídas] con la OTAN, 
	las que se aplicaban igualmente a las actividades por ellos efectuadas en el 
	marco del CPC» [26].
	
	
	La senadora Cecile Harnie, del partido verde de Bélgica, deploró 
	posteriormente que la comisión investigadora belga, de la que ella misma 
	había formado parte, no hubiese logrado la verdad sobre las matanzas 
	perpetradas en la región de Brabante y que tampoco lograra determinar 
	claramente la participación de la OTAN. 
	
	 
	
	Señaló la senadora, muy 
	justificadamente, que los testigos se escudaban invariablemente tras su 
	obligación de secreto contraída con la OTAN para negarse a responder a las 
	preguntas sobre las conexiones existentes entre las dos secretarías 
	internacionales de las redes Gladio, el ACC y el CPC, y el cuartel general 
	de la OTAN en Europa, 
	
	el SHAPE.
	
	Después de la disolución de la comisión senatorial, en octubre de 1991, la 
	senadora Cecile Harnie llamó por lo tanto a la apertura de una investigación 
	más profunda sobre el papel exacto que había desempeñado la OTAN. Al 
	encontrarse los principales órganos de mando de la OTAN precisamente en 
	Bruselas, Mons y Casteau, Bélgica parecía ser el terreno más propicio para 
	la realización de una profunda investigación sobre los ejércitos secretos. 
	
	 
	
	A 
	pesar de esta ventajosa posición, la solicitud de la senadora fue rechazada 
	[27].
	
	Durante el transcurso de la investigación, los parlamentarios belgas 
	descubrieron con asombro hasta qué punto se hallaba el ejército secreto - 
	SDRA 8 - cuidadosamente escondido en el seno mismo de los servicios secretos 
	del ejército de su país (el SGR). En el momento del descubrimiento de la 
	existencia de la red clandestina, el aparato belga de inteligencia militar 
	se dividía en 5 departamentos. Uno de ellos era el SDRA 8, que empleaba a 
	cerca de la mitad de las 300 personas que trabajaban para el SGR.
	
	El SDRA había sido creado a principios de los años 1950 por el coronel 
	Charlier, un antiguo miembro del SAS, las fuerzas especiales británicas, 
	quien ostentaba en el momento del escándalo el grado de teniente coronel y 
	ocupaba el cargo de jefe de Estado Mayor del ejército belga. 
	
	 
	
	El propio SDRA 
	se componía de 8 unidades entre las que se encontraba, junto a la red stay-behind 
	altamente secreta designada como SDRA 8, la gendarmería belga, bajo la clave 
	SDRA 6.
	
	Los senadores supieron mucho más tarde que en la mayoría de los países la 
	organización paramilitar clandestina estaba escondida en el seno mismo de 
	los servicios secretos militares, como las conocidas «muñecas rusas», que 
	vienen una dentro de otra, lo cual hacía imposible que el parlamento pudiera 
	ejercer su función constitucional supervisando, controlando y de ser 
	necesario investigando lo que hacían los servicios secretos [28].
	
	
	Como todas las demás redes stay-behind creadas en Europa, el SDRA 8 se 
	componía de instructores y de agentes entrenados por dichos instructores.
	La red contó al parecer hasta 10 instructores mientras que,
	
		
		«el número total 
	de agentes se elevaba a 40. Como regla general, los instructores contactaban 
	a sus agentes 2 veces al mes» [29].
	
	
	Los consejeros de la comisión senatorial estimaron que un total de efectivos 
	de 50 miembros estaba verdaderamente muy por debajo de la realidad. Pero se 
	había destruido una gran cantidad de documentos, lo cual impidió aclarar 
	este punto. 
	
	 
	
	Al igual que las demás redes stay-behind, el SDRA 8 y la STC/Mob 
	civil estaban organizadas en células.
	
	
	En caso de ocupación, los instructores tenían que salir del país mientras 
	que sus agentes debían mantenerse en territorio enemigo para formar sus 
	propias redes: 
	
		
		«Los agentes estaban entrenados de manera que pudieran a su 
	vez reclutar a otros en caso de ocupación del país, con el fin de conformar 
	una red que ellos iban a dirigir. La estrategia de reclutamiento obedecía a 
	una estructura piramidal. De esa manera la red podía multiplicarse por 5.» 
	[30]
	
	
	En el seno de la STC/Mob, cada instructor conocía la identidad de sus 
	propios agentes, pero ignoraba la de los agentes que estaban bajo las 
	órdenes de los demás instructores. Los agentes, por su parte, no se conocían 
	entre sí.
	
	
	Para garantizar el mayor grado de confidencialidad, las informaciones se 
	comunicaban únicamente a las personas estrictamente vinculadas a ellas y el 
	director de la Sûreté, que dependía a su vez del ministerio de Justicia, era 
	el único que conocía los nombres de los instructores y de los agentes de la 
	STC/Mob.
	 
	
	El señor Raes, quien ocupó ese cargo desde 1977 hasta 1990, afirmó ante la 
	comisión senatorial que había «olvidado» los nombres de los agentes, aunque 
	reconoció que había estudiado sus expedientes por razones de seguridad 
	[31]. 
	
	 
	
	El ministro de Justicia Wathelet declaró que la STC/Mob contaba 
	7 instructores en noviembre de 1990. «Cada instructor reclutaba, formaba y 
	entrenaba un máximo de 10 agentes voluntarios», precisa el informe de la 
	comisión, que confirma que la sección contaba 45 agentes a fines del año 
	1990 [32]. 
	
	 
	
	De ser exacta esa información, los efectivos de la 
	rama STC/Mob del Gladio belga en noviembre de 1990 serían solamente 7 
	instructores y 45 agentes, con un total de 52 miembros.
	
	Hoy conocemos las misiones del SDRA 8 y de la STC/Mob gracias a una carta 
	dirigida, el 28 de septiembre de 1991, a los miembros del Gladio, carte que 
	incluye las formas del primer ministro Van Houtte, del ministro de Justicia 
	Moyersoen y del ministro de Defensa De Greef. 
	
	 
	
	Escribía el primer ministro:
	
		
		«Debo precisar la naturaleza y el espíritu de la misión que el gobierno ha 
	encomendado a ustedes. Consiste principalmente en coordinar las actividades 
	de resistencia contra el enemigo en el territorio nacional ocupado.»
	
	
	Y proseguía, algunas líneas después: 
	
		
		«En tiempo de paz, la misión de ustedes 
	consiste en,
		
			
			- 1) estudiar las condiciones en las que se pudiera desarrollar una 
	resistencia contra el enemigo;
- 2) supervisar la coordinación de los planes generales concebidos con ese 
	objetivo;
- 3) seleccionar a las personas (…) que se quedarán en Bélgica para seguir 
	trabajando bajo las órdenes de ustedes en caso de ocupación enemiga (…);
- 4) mantenerse informados (…) de todas las sugerencias, disposiciones y 
	decisiones tomadas a nivel nacional e internacional y relativas a las 
	estrategias de defensa en territorio ocupado».
		
	
	
	Algunos senadores se inquietaron por el hecho que la misión de la red stay-behind 
	incluía reaccionar en función de las decisiones internacionales ya que 
	aquello implicaba que la OTAN y potencias extranjeras, entre ellas Estados 
	Unidos y el Reino Unido, habían podido ejercer cierta influencia sobre la 
	organización belga. 
	
		
		«Los jefes de los dos servicios [SDRA 8 y STC/Mob] 
	tienen la obligación», se especificaba en la carta, «en todo lo que 
	concierne a la preparación de la resistencia civil y la resistencia militar 
	en territorio ocupado, de mantenerlos a ustedes informados sobre los planes 
	que ellos elaboren, las actividades que emprendan, las consignas que 
	transmitan a sus subordinados y de todas las directivas que ellos reciban de 
	las autoridades nacionales e internacionales» [33].
	
	
	Se mencionaban después una serie de indicaciones sobre las misiones a 
	realizar en tiempo de guerra. 
	
	 
	
	El SDRA 8 tenía que encargarse de:
	
		
			- 
			
			la obtención de información para el 
			ejército
 
			- 
			
			el contraespionaje
 
			- 
			
			las siguientes acciones: sabotaje contra 
			objetivos militares, colaboración con elementos de las fuerzas 
			aliadas [las fuerzas especiales], operaciones paramilitares, 
			clandestinas y de guerrilla
 
			- 
			
			la organización de las redes de enlace y evacuación
			 
		
	
	
	Por su parte, la STC/Mob tenía como misiones:
	
		
			- 
			
			la obtención de información sobre temas 
			políticos, económicos y sociales
 
			- 
			
			l enlace entre el gobierno en el exilio 
			y las redes de resistencia civil dentro del país
 
			- 
			
			la guerra sicológica y sobre todo las 
			actividades de la prensa y la radio clandestinas
 
			- 
			
			la desinformación tendiente a proteger las actividades anteriormente 
	mencionadas
 
			- 
			
			la organización de las vías de enlace y de evacuación 
	necesarias para el éxito de las misiones anteriormente mencionadas» 
	[34]
 
		
	
	
	Para ser capaz de operar independientemente de las fuerzas regulares, el 
	ejército secreto belga, al igual que las redes stay-behind del continente, 
	disponía de escondites secretos de armas repartidos a través de todo el país 
	con fusiles, municiones, monedas de oro y explosivos. 
	
	 
	
	Además, como también 
	sucedió en todos los países de la OTAN, a mediados de los años 1980 el 
	ejército secreto belga fue equipado con no menos de 79 estaciones «Harpoon», 
	que el gobierno compró por una suma total de 155 millones de francos belgas. 
	
	
	 
	
	Al comparecer ante los senadores, el señor Wathelet, ministro belga de 
	justicia, dijo en su testimonio que la propia OTAN había sugerido que cada 
	uno de los países miembros comprara aquel equipamiento. 
	
		
		«Debido a los 
	riesgos de mal funcionamiento o de rastreo que planteaban los sistemas 
	viejos, en el seno del ACC se decidió desarrollar un nuevo modelo de 
	radiotransmisor», explicó Wathelet. 
		 
		
		«El proyecto “Harpoon”, que a menudo se 
	mencionaba en la Sûreté de l’État, fue confiado entonces a la firma alemana 
	AEG Telefunken», como resultado de una decisión del ACC, el centro de mando 
	del Gladio [35].
	
	
	Los potentes radiotransmisores Harpoon, que transmitían en onda corta y 
	altas frecuencias, permitían la comunicación a 6 000 kilómetros de distancia 
	sin necesidad de recurrir al uso de satélites sino gracias al rebote de las 
	ondas en la ionosfera. 
	
	 
	
	Sistemas de codificación muy sofisticados permitían 
	la transmisión de mensajes prácticamente imposibles de descodificar 
	[36]. 
	
	 
	
	Michel Van Ussel, quien fue agente de la STC/Mob en los años 
	1980, recuerda que,
	
		
		«aquellas pequeñas maravillas tecnológicas» constituían 
	«una verdadera proeza técnica. Sin exagerar, Harpoon es el sistema militar 
	de enlace radial del año 2000. Cuando se puso en servicio, no había en el 
	mundo nada equivalente». 
	
	
	Los transmisores portátiles Harpoon sólo pesaban 8 
	kilogramos, incluyendo las baterías, y se presentaban «en un elegante 
	maletín protegido con un combinación cifrada». 
	
	 
	
	Eran capaces de recibir y 
	descodificar y también de codificar y enviar mensajes a gran velocidad sin 
	la menor intervención humana. Por primera vez en décadas, los agentes yo no 
	tenían que recurrir a la clave morse y ni siquiera tenían que estar 
	presentes en el lugar en el momento de transmitir la información [37].
	
	La comisión investigadora [belga] comprobó que el entrenamiento de los 
	agentes de la STC/Mob se desarrollaba en Bélgica y que estos seguían a veces 
	«cursos en el extranjero» [38]. 
	
	 
	
	La red stay-behind se basaba en 
	gran parte en los contactos internacionales y sus agentes se veían obligados 
	a llevar una doble vida. 
	
		
		«En mi caso, [mi instructor y yo] nos reuníamos más 
	o menos una vez al mes. La formación se desarrollaba en mi casa, 
	generalmente el viernes en la noche, después de acostar a los niños», contó 
	Michel Van Ussel. 
		 
		
		Precisó además que «algunos agentes no se atrevían a 
	recibir a su instructor en su domicilio porque sus esposas nada sabían sobre 
	su doble vida» [39]. 
	
	
	En el marco de las maniobras internacionales 
	stay-behind, los agentes de la STC/Mob debían, por ejemplo, establecer un 
	contacto radial secreto con el Gladio de Francia [40].
	
	Van Ussel cuenta en su libro el día de su reclutamiento: 
	
		
		«Un día, un hombre 
	vino a mi casa para preguntarme si yo aceptaría una misión confidencial. Me 
	dijo que era en el marco de la OTAN. Como era posible que yo rechazara la 
	oferta, él no entró en detalles. Era mejor no hablar demasiado porque se 
	trataba de una de las organizaciones más secretas que hayan existido nunca.»
		
	
	
	Van Ussel aceptó finalmente convertirse en un soldado de la sombra. 
	
	
		
		«Teníamos un radio a nuestra disposición. Nuestra base estaba cerca de 
	Londres y había otra en los alrededores de Boston, en Estados Unidos.» [41]
		
		 
		
		«En realidad, acepté sobre todo por curiosidad», analiza este 
	miembro del Gladio, «[por] entrar en aquel mundo extraño, que uno se imagina 
	poblado de siluetas con impermeable y barba falsa».
	
	
	Según Van Ussel, la mayoría de los miembros del Gladio sentían 
	principalmente curiosidad o eran aventureros. 
	
		
		«Estábamos muy lejos», escribe 
	Van Ussel en su libro, «de los grandes ideales como el honor, el sentido del 
	deber o del patriotismo (…) que ha veces se han atribuido a los miembros y 
	que en realidad les eran totalmente ajenos». 
	
	
	Van Ussel consideró que la 
	mejor manera que los combatientes belgas tenían de acabar con las teorías 
	conspirativas era salir de la sombra y ofrecer su propia versión de la 
	historia ya que «ya nada les impide ahora dar su testimonio» [42].
	
	El ex agente de la STC/Mob señaló que la CIA y el MI6 mantenían en secreto 
	la identidad de los soldados de la sombra. 
	
		
		«Como en las mejores novelas de 
	espionaje, cada agente del Gladio recibía un nombre en clave y una 
	matrícula. Estos se utilizaban sistemáticamente, sobre todo durante los 
	ejercicios.» 
	
	
	El propio Van Ussel había recibido el nombre «Georges 923», 
	mientras que otros se hacían llamar «Charles», «Isabelle», «Pollux» e 
	incluso «King Kong».
	
	La verdadera identidad de los agentes sólo la conocían «dos o tres 
	personas», explicó Van Ussels alias Georges 923. Entre esas personas se 
	encontraban el oficial que había reclutado personalmente al miembro del 
	Gladio así como el que se reunía con él periódicamente para transmitirle sus 
	instrucciones [43]. 
	
	 
	
	En sus respectivos cuarteles generales, la 
	CIA y el MI6 conservaban un expediente sobre cada miembro de la red, «una 
	especie de currículum vitae» donde figuraban el verdadero nombre del miembro 
	del Gladio, su profesión, su dirección, su situación familiar, otros datos 
	personales ¡y «su juego completo de huellas digitales!».
	
	El fichero contenía además los códigos de las claves que utilizaba cada 
	agente, las contraseñas de activación así como la localización exacta de los 
	escondites de armas que tenía asignados. 
	
		
		«El fichero mismo estaba en clave y 
	se conservaba una copia en cada uno de los países donde se hallaban las 
	bases de radio», o sea en el Reino Unido y en Estados Unidos. «El jefe del SDRA 8 iba allí periódicamente para actualizar los expedientes.»
		[44] 
	
	
	Van Ussel precisó además que,
	
		
		«los americanos y los británicos eran 
	interlocutores privilegiados en las comunicaciones radiales ya que las bases 
	estaban (y aún están hoy en día) instaladas en sus territorios» [45].
	
	
	La mayor parte de los miembros del SDRA 8 se reclutaban entre los 
	paracaidistas del ejército belga. 
	
	 
	
	El entrenamiento se desarrollaba en el 
	campamento militar de Meerdaal y la formación en manejo de explosivos en el 
	Polígono, en Brasschaat. Los agentes enrolados se vestían de uniforme 
	durante el entrenamiento y los instructores belgas recibían su propia 
	formación en Gran Bretaña o en Bélgica de instructores británicos que venían 
	a impartirla [46]. 
	
	 
	
	Para enmascarar la verdadera naturaleza de sus 
	misiones en el seno del SGR, los servicios secretos militares belgas, los 
	miembros del SDRA 8 fingían entrenarse en diferentes técnicas de guerra 
	convencional. Se trataba principalmente de operaciones submarinas y de 
	paracaidismo [47].
	
	
	El SDRA 8 trabajaba en estrecha colaboración con el SDRA 6, la gendarmería 
	belga. Según el testimonio del comandante en jefe de la gendarmería, hasta 
	1990 el helicóptero Puma que utilizaban sus servicios se había utilizado 
	sistemáticamente para el entrenamiento del SDRA 8 en la realización de 
	operaciones de lanzamiento en paracaídas en la más completa oscuridad 
	[48].
	
	Los propios agentes stay-behind sabían muy poco sobre la verdadera dimensión 
	internacional del Gladio. Sólo sabían que formaban parte de una organización 
	europea cuyas bases se hallaban en Washington y Londres.
	
	
	Nada sabían de la estructura global de la organización [49]. 
	
	 
	
	Al 
	igual que sus homólogos de toda Europa, los combatientes clandestinos belgas 
	eran «visceralmente anticomunistas», como se comprobó durante la 
	investigación parlamentaria [50]. Realizaban ejercicios conjuntos 
	con oficiales estadounidenses y británicos y con miembros del Gladio de 
	otros países.
	
	
	Con el paso de los años, los agentes del SDRA 8 participaron en varias 
	maniobras nacionales e internacionales, en Bélgica y en el extranjero. No 
	sabemos en cuántos ejercicios en total participaron aquellos hombres ya que 
	la comisión investigadora sólo recibió una «lista incompleta» de las 
	informaciones que había solicitado, lo cual la llevó a suponer que «a menudo 
	se destruían los documentos al término de las maniobras». 
	
	 
	
	Los senadores 
	lograron confirmar, a pesar de lo anterior, que las maniobras tenían lugar 
	«a razón de varias al años» [51].
	
	Como aquellos ejercicios tenían que desarrollarse en el mayor secreto, los 
	agentes recibían documentos de identidad especiales que podían presentar a 
	la policía de ser necesario. 
	
		
		«Cada participante recibía una tarjeta de 
	ejercicio que debía mostrar en caso de accidente, para demostrar que estaba 
	participando en un entrenamiento oficial. En aquellas tarjetas figuraba el 
	número de teléfono del SDRA al que había que llamar, y de donde se avisaría 
	después al jefe del SDRA 8.» [52] 
	
	
	Aquellas misiones de 
	entrenamiento consistían en simulacros de búsqueda de información, de paso 
	de fronteras y de operaciones de evacuación.
	
	 
	
	En uno de aquellos ejercicios 
	los agentes del SDRA 8 debían simular la observación de navíos soviéticos 
	que entraban y salían de los puertos belgas y transmitir la información a su 
	cuartel general. Varias maniobras internacionales de ese tipo se organizaron 
	durante toda la Guerra Fría.
	
	También incluían operaciones submarinas en Córcega [Francia], operaciones 
	que el SDRA 8 efectuaba conjuntamente con la red stay-behind francesa.
	Aquellos ejercicios tuvieron lugar hasta 1990. 
	
	 
	
	En abril de ese año, el 
	general Charlier, jefe del Estado Mayor, informó al ministro de Defensa Guy 
	Coeme que acababa de ordenar que se pusiera fin a una serie de misiones que 
	efectuaba el SDRA 8, 
	
		
		«principalmente las operaciones submarinas y los 
	ejercicios efectuados en Córcega» [53]. 
	
	
	Para su gran sorpresa, 
	los senadores se enteraron, sin embargo, de que las operaciones del SDRA 8 
	en el extranjero no se limitaban al Mediterráneo. 
	
	 
	
	Al igual que sus colegas 
	portugueses, los miembros del ejército secreto belga estuvieron también muy 
	activos en las colonias belgas de África.
	
		
		«Un dirigente del SDRA 8 confirmó que los instructores paramilitares 
	participaron en operaciones del ejército belga en Zaire en los años 1970 (en 
	Kisangani y Kitona) y en Ruanda», precisa el informe de los parlamentarios. 
		
		 
		
		«Esas intervenciones constituyen una infracción flagrante de las reglas 
	establecidas, según las cuales, por razones de confidencialidad, los 
	instructores y agentes no debían tomar parte en ninguna actividad militar o 
	social en tiempo de paz.» [54]
	
	
	En el transcurso de sus misiones internacionales de evasión y de evacuación 
	en Europa, los agentes del SDRA 8 y sus colegas de la red Gladio trasladaban 
	individuos de refugio en refugio siguiendo itinerarios secretos y lograban 
	así trasladarlos a través de las fronteras. 
	
		
		«Aquellos ejercicios se 
	organizaban a menudo a escala internacional y simulaban en un determinado 
	lugar la recuperación y exfiltración de un piloto derribado o de agentes 
	extranjeros que habían entrado al país con una misión específica 
	(inteligencia, sabotaje).»
	
	
	El 
	sistema europeo Gladio funcionaba de maravilla, como descubrieron los 
	sorprendidos senadores belgas: 
	
		
		«Es conveniente aportar dos precisiones sobre 
	estos ejercicios. En primer lugar, estamos aquí ante una red internacional 
	capaz de trasladar a un individuo de Noruega hasta Italia de manera 
	totalmente clandestina. 
		
		 
		
		Ello implica una colaboración muy estrecha y una 
	estricta coordinación a nivel internacional entre varios servicios 
	secretos», subrayaron los senadores en su informe. 
		 
		
		«El segundo hecho 
	importante es la perfecta infraestructura técnica de la que disponía la red stay-behind: las personas y el equipamiento eran enviados o recogidos por 
	vía terrestre, marítima o lanzados en paracaídas. Su destino se designaba de 
	antemano y se controlaba. 
		
		 
		
		Las personas se mantenían en edificios 
	protegidos.» [55]
 
	
	
	
	La principal base militar de la OTAN en Francia fue instalada en Solenzara 
	(isla de Córcega). 
	
	Hasta que el escándalo de los 
	años 90’ no reviente y esta información llegue a la opinión pública, 
	
	
	los agentes belgas del Gladio 
	recibían entrenamiento y capacitación ahí mismo.
 
	
	El agente Van Ussel, alias Georges 923, de la 
	STC/Mob, recuerda que el terreno preferido para las operaciones submarinas 
	era el Mediterráneo, sobre todo la base de Solenzara, en Córcega [Francia], 
	que,
	
		
		«era por consiguiente muy conocida para las familias de militares belgas 
	de vacaciones» [56].
	
	
	Van Ussel insiste en la estrecha colaboración existente entre los ejércitos 
	secretos europeos, que lograban trasladar un agente de Noruega a Italia en 
	menos de un mes sin que fuese sometido a ningún tipo de control de aduana o 
	policial: 
	
		
		«Efectuábamos sobre todo el siguiente ejercicio: en una noche sin 
	luna, un submarino inglés emergía frente a las costas noruegas, una lancha 
	transportaba furtivamente al agente hasta la orilla siguiendo señales 
	luminosas efectuadas desde la playa por un agente de la red local. 
		
		 
		
		La lancha 
	volvía después al submarino mientras que el “visitante” era interceptado por 
	un agente civil que lo interrogaba y lo registraba, para verificar si 
	efectivamente se trataba de la persona que estaba esperando. Ya bajo la 
	responsabilidad de la organización, el “visitante” era después trasladado a 
	pie, a caballo o en automóvil de red en red hasta llegar a Kristiansand», en 
	la costa sur de Noruega. 
		 
		
		«Desde allí, un pescador que trabajaba para la 
	organización lo llevaba hasta Aalborg», en la costa norte de Dinamarca, 
	«donde la red danesa se encargaba de él. De esa manera, después de un 
	periplo de un mes a través de los Países Bajos, Bélgica y Francia, el 
	“visitante” finalmente llegaba una mañana a la región de Friuli, en Italia, 
	sin haberse sometido ni una sola vez a un control de aduana o de policía, lo 
	cual era uno de los objetivos de la misión», precisa Van Ussel. 
		 
		
		«Bajo 
	constante vigilancia, [el agente] había pasado por las manos de varias 
	decenas de redes de evasión.» [57]
	
	
	Los oficiales del SDRA 8 se formaban en el Reino Unido, pero seguían también 
	un entrenamiento conjunto con comandos estadounidenses en Estados Unidos, 
	como se descubrió durante la investigación belga:
	
		
		«La Comisión pudo 
	comprobar que varios miembros del SDRA 8 recibieron el entrenamiento de las 
	fuerzas especiales en Estados Unidos».
	
	
	También resultó que habían 
	participado en maniobras de la OTAN efectuadas en Europa junto a las fuerzas 
	especiales estadounidenses. 
	
		
		«Estados Unidos dispuso así», comentaron los 
	senadores, «de un poderoso instrumento que les brindaba la posibilidad de 
	influir en la situación interna de un país situado en su esfera de 
	influencia» [58].
	
	
	La principal interrogante que subsiste hoy en día en Bélgica y en Europa es 
	por lo tanto la siguiente: 
	
		
			- 
			
			¿Utilizó Estados Unidos ese instrumento a pesar 
	de la ausencia de invasión soviética? 
 
			- 
			
			¿Utilizó el Gladio belga sus armas y 
	explosivos en Bélgica en tiempo de paz y, si no lo hizo, prestó ayuda a 
	grupos clandestinos de extrema derecho comprometidos en operaciones 
	militares?
 
 
		
	
	
	
	
	Lucien Dislaire, durante una reconstitución para la prensa de
	
	lo que fue el ataque al 
	cuartel de Vielsalm.
 
	
	La investigación llevó a los senadores belgas a 
	responder afirmativamente. 
	
	 
	
	Ellos lograron reconstruir el desarrollo de un 
	hecho que llamaron el incidente de Vielsalm. En 1984, un escuadrón de 
	marines estadounidenses despegó de un aeropuerto situado al norte de 
	Londres. Después de saltar en paracaídas sobre su objetivo, alcanzaron su 
	destino, donde los esperaba un agente del SDRA 8 para servirles de guía en 
	la región.
	
	
	Ocultándose de la población local, los comandos estadounidenses y los 
	soldados de la sombra belgas pasaron los siguientes 15 días preparándose 
	para su misión: un ataque nocturno contra el cuartel de Vielsalm, una ciudad 
	del sur de Bélgica. Los marines [estadounidenses] se acercaron furtivamente 
	a su objetivo y abrieron fuego. Un oficial de la policía belga resultó 
	muerto y un soldado estadounidense perdió un ojo en aquella operación 
	[59].
	
	Los senadores [belgas] descubrieron que aquel ataque había sido perpetrado 
	en el marco de un ejercicio bautizado Oesling. 
	
	 
	
	Unidades del ejército belga 
	realizaban aquel tipo de operaciones en colaboración con miembros de las 
	fuerzas especiales estadounidenses más o menos una vez al año. 
	
		
		«La Comisión 
	trató varias veces de saber si el SDRA 8 o sus instructores participaron o 
	no en aquellos ejercicios Oesling.» 
		 
		
		«Recordemos que fue durante una de esas 
	maniobras, en 1984, que se produjo un robo de armas en la comisaría de Vielsam», precisa el informe de la investigación.
	
	
	Los miembros del Gladio belga afirmaron primeramente que no habían 
	participado en los famosos ejercicios. 
	
		
		«El último comandante del SDRA 8 
	desmintió toda implicación de su servicio en ejercicios de ese tipo, aquello 
	no entraba en el marco de su misión y el riesgo para sus hombres hubiera 
	sido demasiado importante», indica el informe. 
		 
		
		«Pero esa declaración se vio 
	contradicha por un ex comandante del SDRA 11 y ex jefe de los servicios 
	secretos belgas que confirmó que la red pudo haber participado en los 
	ejercicios Oesling, Otro responsable atestiguó que la red participó en dos 
	ejercicios del tipo Oesling.» [60] 
		 
		
		«Durante meses, las 
	autoridades civiles nos explicaron que el ataque era obra de simples 
	criminales o de terroristas», recuerda el periodista René Haquin. 
		
		 
		
		«Fue unos 
	meses antes de que yo recibiera cierta llamada telefónica. Fue así que me 
	fui a Francia donde me reuní con Lucien Dislaire, quien me explico 
	extensamente su versión de los hechos. Me dijo que había participado en 
	maniobras secretas que debían reproducir operaciones de resistencia y de 
	apoyo a la resistencia como las que se habían desarrollado al final de la 
	guerra.» [61]
	
	
	En 1990, cuando se descubrió toda la red stay-behind europea, el soldado 
	Dislaire atestiguó ante las cámaras - en un documental sobre el Gladio - 
	que, además del de Vielsalm, se habían realizado otros ejercicios conjuntos 
	con las fuerzas especiales estadounidenses. 
	
		
		«Yo soy del norte de 
	Luxemburgo», explicaba Dislaire. 
		 
		
		«En aquella época, yo era director de un 
	banco y al mismo tiempo ex paracaidista. Un día vinieron a mi casa y me 
	pidieron ayuda en el marco de maniobras especiales en coordinación con las 
	fuerzas especiales americanas. Los comandos belgas habían recibido orden de 
	reunirse con paracaidistas americanos. Después tenían que alcanzar sus 
	puntos de encuentro y tomar por asalto varios edificios de la gendarmería. 
	Yo recibí el equipamiento y las armas necesarias así como un transmisor de 
	radio para coordinarlo todo.» [62]
	
	
	René Haquin recordaba que la operación de Vielsalm era sólo una más entre 
	las tantas en que las fuerzas especiales estadounidenses habían operado en 
	suelo belga de forma clandestina. 
	
		
		«Habíamos leído algo sobre un ataque 
	contra un campamento militar de los Cazadores Ardenenses, aquí en Bélgica. 
	Así que fui allí con otros periodistas», contaba Haquin, también ante las 
	cámaras. 
		 
		
		«Habían cortado la cerca, tomado la armería por asalto, herido al 
	guardia y se habían llevado cierta cantidad de armas. Logré entrar en el 
	lugar gracias a alguien que conocía allí. Adentro pude ver militares 
	extranjeros, americanos específicamente.» [63]
	
	
	El miembro del Gladio belga Lucien Dislaire confirmó al periodista René 
	Haquin que las fuerzas especiales estadounidenses habían estado implicadas 
	varias veces en operaciones clandestinas en territorio belga. 
	
		
		«Había habido 
	problema días antes» del ataque de Vielsalm, le contó Dislaire. 
		 
		
		«Los 
	americanos habían ido demasiado lejos. Eran tipos de unos 40 años, 
	oficiales, tipos duros. Se pasaron realmente de rosca. Anteriormente habían 
	atacado unas barracas. Incluso habían lanzado una granada hacia las oficinas 
	del ministerio público.» 
	
	
	Dislaire confió al periodista que los métodos 
	violentos de los comandos estadounidenses molestaban considerablemente a 
	quienes sabían en Bélgica de aquellas operaciones clandestinas: 
	
		
		«Las 
	autoridades reaccionaron declarando que aquello era demasiado. Fue en aquel 
	momento que se anuló el proyecto de ataque contra el cuartel de Vielsalm. El 
	día previsto para el asalto supimos que la operación había sido anulada.» 
		
	
	
	Pero era demasiado tarde para detener a las fuerzas especiales.
	
	Dislaire contó que,
	
		
		«los americanos me pidieron que los llevara al campamento 
	donde querían estar listos para intervenir. A la mañana siguiente, me fui a 
	Namur con mi mujer. Oí en la radio que el cuartel había sido atacado a 
	medianoche. No puedo decir qué fue lo que sucedió en realidad porque yo me 
	había ido a las 20 horas aquella noche. No se suponía que yo me quedara.» 
		
	
	
	Fue a la mañana siguiente que Dislaire supo lo sucedido. 
	
		
		«Al día siguiente, 
	el comandante del cuartel de Vielsalm me llamó y me informó de la operación. 
	Me dijo que avisara a los comandos belgas que el guardia no había muerto, 
	que estaba en el hospital, gravemente herido.» [64] 
	
	
	El herido 
	murió poco después.
	
	Después de cada una de aquellas operaciones realizadas en los años 1980, las 
	autoridades belgas destruían meticulosamente todos los indicios para evitar 
	sospechas. 
	
	 
	
	El ejército stay-behind belga siguió siendo secreto y sólo 
	algunos ataques fueron oficialmente confirmados. 
	
		
		«Las autoridades americanas 
	y belgas interrogadas finalmente admitieron al cabo de varios meses que se 
	habían organizado maniobras y que había habido varios ataques», explicaba 
	René Haquin. 
		 
		
		«Yo recuerdo, por ejemplo, el ataque contra un depósito de 
	combustible del ejército en Bastogne. Y también el asalto contra una 
	comisaría en Neufchateau. Los militares admitían poco a poco la realidad de 
	aquellos ataques.»
	
	
	Pero los detalles sobre la operación de Vielsalm no fueron divulgados. 
	
		
		«La 
	última versión que dieron del incidente de Vielsalm era que se había 
	planificado un asalto pero que había sido anulado en el último momento», 
	recordaba el periodista que subrayaba igualmente que las armas sustraídas 
	habían ido a parar en manos de un oscuro grupo de activistas de izquierda 
	para hacer creer que los culpables eran los comunistas. 
		 
		
		«Algunas de las 
	armas robadas en Vielsalm fueron encontradas en un apartamento perteneciente 
	a las CCC, las Células Comunistas Combatientes» [65].
	
	
	¿Por qué se montaron ese tipo de operaciones? ¿Y cómo fue que las armas 
	robadas en Vielsalm por las fuerzas especiales estadounidenses fueron a 
	parar al escondite de un grupo comunista belga en Bruselas?
	
		
		«Aquel ejercicio tenía un doble objetivo: poner en alerta a la Policía belga 
	y dar a la población la impresión de que el tranquilo y próspero reino de 
	Bélgica se hallaba bajo la amenaza de una revolución roja», escribió el 
	periodista británico Hugh O’Shaughnessy en un artículo dedicado al Gladio 
	[66].
	
	
	Los comunistas belgas, al igual que sus camaradas italianos, se vieron 
	desacreditados por aquellas operaciones bajo bandera falsa realizadas 
	conjuntamente por las fuerzas especiales estadounidenses y la red stay-behind 
	belga.
	
	La tesis se confirmó cuando se descubrió que el grupúsculo terrorista 
	incriminado supuestamente comunista, las CCC, en realidad era una creación 
	de la extrema derecha. Entre octubre 1984 y el otoño de 1985, las CCC fueron 
	responsables de no menos de 27 atentados. Bajo la dirección de Pierre Carette, aquel grupo apuntaba, con ataques minuciosamente preparados, a los 
	símbolos del capitalismo, como las instalaciones estadounidenses vinculadas 
	a la OTAN, bancos y edificios militares.
	
	El 17 de diciembre de 1985 fueron arrestados los líderes de las CCC y el 
	grupo fue desmantelado en el mayor despliegue de fuerzas policiales y 
	militares que se haya producido en Bélgica desde el arresto de los nazis, 
	después de la Segunda Guerra mundial. 
	
	 
	
	El descrédito cayó sobre los 
	comunistas hasta que varios periodistas descubrieron que la red terrorista 
	que Pierre Carette había creado a principios de los años 1980 se componía en 
	realidad de agentes vinculados a la extrema derecha. 
	
	 
	
	El brazo derecho de Carette, Marc de Laever, incluso se unió posteriormente a un movimiento 
	neonazi alemán [67].
 
	
	
	
	El Ministro de Defensa belga socialista Guy Coëme enfrentando el silencio.
	
	
	Los soldados bajo su mando se 
	negaron a responder a las preguntas. 
	
	Más tarde se vio obligado de 
	dimitir, atrapado en un escándalo y negociado de venta de armas.
	
		
		«Hubo en Bélgica toda una serie de hechos no 
	aclarados: a mediados de los años 1980, un grupo armado cometió numerosos 
	asesinatos de los que todavía no sabemos nada», recordó a fines de 1990 el 
	ministro de Defensa Guy Coeme para tratar de establecer un vínculo entre el 
	ejército secreto stay-behind y los actos terroristas de los que Bélgica 
	había sido víctima [68]. 
		 
		
		«Yo le pregunté al jefe de las fuerzas 
	armadas, el general José Charlier, si existía o no en Bélgica una 
	organización tipo Gladio», explicó Coeme en su primera intervención en la 
	televisión belga, el 7 de noviembre de 1990, ante los telespectadores, 
	absortos en las revelaciones sobre la red stay-behind europea.
	
	
	Coemer sostuvo que, a pesar de su cargo de ministro de Defensa, nunca tuvo 
	conocimiento de la existencia del ejército secreto. 
	
		
		«Además, yo quiero saber 
	si existe un vínculo entre las actividades de esa red secreta y la ola de 
	crímenes y de terrorismo que sufrió nuestro país en los pasados años.» [69]
	
	
	El ministro de Defensa se refería a las tristemente célebres matanzas de 
	Brabante, una serie de atentados terroristas, tan inexplicables como 
	sangrientos, que dejaron 28 muertos y numerosos heridos en la región de 
	Bruselas entre 1983 y 1985. 
	
	 
	
	Aquellas matanzas habían suscitado gran 
	conmoción entre la población y siguen siendo hoy en día el episodio más 
	trágico de la historia reciente de Bélgica.
	
	Figuran además entre los actos terroristas más violentos que conociera 
	Europa Occidental durante la segunda mitad del siglo XX. Estas «matanzas de 
	Brabante» designan en realidad una serie de 16 asaltos a mano armada 
	cometidos en los alrededores de la provincia belga.
	
	
	El primero tuvo lugar el 14 de agosto de 1982 en un comercio de víveres de 
	Maubeuge, en el norte de Francia. El último se produjo el 19 de noviembre de 
	1985 en un supermercado Delhaize, en Aalast, una ciudad de Flandes oriental. 
	
	
	 
	
	Los otros 14 atentados, perpetrados todos en la región de Brabante, tuvieron 
	como blanco 2 restaurantes, un chofer de taxi, una joyería, una fábrica 
	textil, un comercio de víveres y por 5 supermercados del grupo Delhaize, 
	siempre en ciudades diferentes. 
	
	 
	
	La policía había observado que en cada 
	ocasión los culpables se habían llevado sumas insignificantes, raramente más 
	de 8 000 euros, aunque sí habían dado muestras de extrema violencia y de 
	gran profesionalismo [70].
 
	
	
	
 
	
	Las matanzas de Brabante tenían como objetivo 
	instaurar un clima de terror entre la población belga. 
	
	 
	
	Y lo lograron, como 
	quedó demostrado en el ataque contra el supermercado Delhaize de Alost, el 9 
	de noviembre de 1985. Importante fecha del calendario cristiano, el 9 de 
	noviembre es el día de San Martín, el papá Noel local, y en la noche 
	anterior, antes de irse a la cama soñando con sus regalos, los niños ponen 
	frente a sus casas zanahorias para los caballos del santo. Se trata 
	tradicionalmente de un día de gran afluencia [en los comercios].
	
	
	Aquel sábado, el público se agolpaba en el supermercado Delhaize para 
	realizar sus compras de última hora. Los hechos que se produjeron entonces 
	pudieron reconstruirse gracias a los testimonios de personas allí presentes.
	
	
	Tres hombres armados y encapuchados salieron de un Volkswagen GTI 
	estacionado ante el establecimiento. El más alto de los tres, armado con un 
	fusil de acción de bombeo, mató a quemarropa y a sangre fría a dos clientes 
	del supermercado. 
	
	 
	
	Al llegar al nivel de las cajas registradoras, comenzó a 
	disparar al azar contra todas las personas presentes. 
	
		
		«Vi tres hombres 
	enmascarados salir de detrás. Un hombre le dijo a su hijo “¡Al suelo! ¡Están 
	ahí!», contó un testigo anónimo en el documental sobre Gladio transmitido 
	por la BBC. 
		 
		
		«Un automovilista testigo de la escena que trataba de huir del 
	lugar [fue tiroteado], su automóvil recibió 7 u 8 proyectiles y una bala lo 
	rozó detrás de la oreja.» 
	
	
	El pánico se apoderó de la gente. 
	
		
		«Una mujer con 
	el rostro cubierto de sangre gritaba algo a su hijo. No sé qué exactamente.» 
	[71] 
	
	
	Los pasillos del supermercado ofrecían a los aterrorizados 
	clientes muy pocas posibilidades de esconderse o de ponerse al abrigo de los 
	disparos.
	Ocho personas, entre ellas varios miembros de una misma familia, encontraron 
	la muerte en el posterior tiroteo y otras 7 resultaron heridas.
	 
	
	Una pareja y su hija de 14 años fueron rematadas a sangre fría ante las 
	cajas registradoras. Otro padre de familia y su hija de 9 años fueron 
	abatidos cuando trataban de huir en auto. El botín de la operación fue el 
	equivalente a unos miles de euros, encontrados posteriormente en un bolso 
	abierto que los malhechores lanzaron en un canal. Los asesinos se esfumaron 
	y hasta el sol de hoy siguen sin haberse juzgados, ni arrestados. 
	
	 
	
	Ni 
	siquiera han sido identificados. 
	
	 
	
	Hoy en día aún se ignora quién estuvo 
	detrás de aquellos hechos, que hoy se acostumbra a designar como «las 
	matanzas de Brabante» [72].
	
	Después de aquellos asesinatos, el ministro de Justicia Jean Gol compareció 
	ante la televisión para prometer más seguridad a una población aterrada. 
	Aquellos actos reiterados de terrorismo provocaron pánico en toda Bélgica.
	
	
	Los policías de servicio cerca de los supermercados recibieron como refuerzo 
	la presencia de paracaidistas y de Jeeps equipados con piezas de artillería 
	ligera. Testigos y expertos coincidían en reconocer que aquellas matanzas no 
	eran obra de simples criminales sino más bien operaciones sanguinarias 
	perpetradas por aguerridos profesionales.
	
	Era lo único que podía explicar la calma y la determinación que habían 
	mostrado los atacantes al controlar la situación y hacer uso de sus armas 
	así como su seguridad al huir en su Volkswagen, justo ante las narices de la 
	policía belga. 
	
	 
	
	Actuando siempre con un reducido número de cómplices, el más 
	alto de los sospechosos, implicado en la matanza de Alost y al que los 
	testigos y la prensa bautizaron como «el gigante», reapareció en varios 
	asaltos a mano armada, dando órdenes a sus hombres y utilizando su escopeta 
	de acción de bombeo SPAS 12 de fabricación italiana.
	
	El sello distintivo de aquellos hombres era la extrema violencia. El 30 de 
	septiembre de 1982, durante un tiroteo, un policía herido que yacía en la 
	acera mojada fue rematado fríamente y a quemarropa. 
	
	 
	
	Durante el asalto de un 
	establecimiento de venta de víveres en Nivelles, el 3 de marzo de 1983, los 
	asaltantes, en vez de huir después de asesinar a una pareja y hacer sonar la 
	alarma, decidieron esperar la llegada de la policía, que cayó de lleno en la 
	emboscada.
 
	
	
 
	
	La comisión investigadora sobre el Gladio 
	nombrada por el parlamento belga recibió la misión de responder a la 
	siguiente pregunta: 
	
		
		«¿Existen vínculos entre la red y los actos de 
	terrorismo y de gangsterismo observados en Bélgica en los 10 últimos años?» 
		
	
	
	A pesar de su notable trabajo, los senadores no pudieron dar respuesta a esa 
	crucial interrogante.
	
	Su fracaso en ese sentido se debe en gran parte a la falta de cooperación 
	del SDRA 8 y de la STC/Mob, que se negaron a proporcionar la identidad de 
	sus agentes. 
	
		
		«La Comisión no ha descubierto ningún elemento que permita 
	concluir la existencia de vínculo alguno entre la red y los actos de 
	terrorismo y de gangsterismo», concluyó el informe de los parlamentarios. 
		
		 
		
		«La negativa del SDRA 8 y de la STC/Mob en cuanto a revelar a los jueces a 
	cargo del caso la identidad de todos sus agentes civiles ha hecho imposible 
	proceder a las verificaciones que probablemente hubiesen permitido eliminar 
	las dudas que siguen subsistiendo.» [73]
	
	
	De esta forma, el grupo de magistrados encargados de asesorar a la comisión 
	senatorial no logró probar la existencia de vínculos entre la red stay-behind 
	y las matanzas de Brabante. 
	
		
		«Los jueces no disponen por el momento [en 1991] 
	de ningún elemento que permita pensar que miembros del SDRA 8 y de la STC/Mob 
	hayan podido desempeñar algún papel en los actos criminales que tanto 
	conmocionaron a la opinión pública.» 
	
	
	Al igual que los senadores, los 
	magistrados no lograron obtener resultados concluyentes: 
	
		
		«Los jueces 
	deploraron no haber podido responder a esta pregunta con más certeza: el 
	silencio que se ha mantenido sobre la identidad de los agentes no permite a 
	los jueces proceder a las verificaciones necesarias para determinar la 
	verdad».
	
	
	Si el ejército secreto no tiene nada que ocultar debe aceptar revelar la 
	identidad de sus miembros, razonaba la prensa belga mientras que los 
	senadores enfrentaban constantes obstrucciones. 
	
	 
	
	Sin embargo, los dos jefes 
	del Gladio dentro del ejecutivo belga - el señor Raes, todopoderoso director 
	de la Sûreté de l’État de 1977 a 1990 y de hecho responsable incluso de la 
	STC/Mob, y el teniente coronel Bernard Legrand, jefe de los servicios 
	secretos militares y por lo tanto también jefe del SDRA 8 - simplemente se 
	negaron repetidamente a entregar sus listas de agentes.
	
	El categórico rechazo del ejecutivo a contestar las preguntas de los 
	legisladores y de la justicia provocó una ola de indignación en la 
	democracia belga. 
	
	 
	
	Raes y Legrand no tenían legalmente ningún derecho a 
	negarse a cooperar ya que sus respectivos superiores jerárquicos - el 
	ministro de Justicia Wathelet y el ministro de Defensa Coeme - habían 
	impartido a sus subordinados órdenes explícitas de que colaboraran con la 
	investigación sobre la red stay-behind y que entregaran la lista de sus 
	efectivos, órdenes que simplemente no fueron obedecidas.
	
	Por ser el caso de las matanzas de Brabante uno de los episodios más 
	sensibles de la historia de la guerra secreta en Bélgica, la comisión 
	senatorial había acordado con los ministros de Defensa y de Justicia que los 
	nombres de los individuos que habían sido o eran miembros de la red stay-behind 
	sólo serían de conocimiento de los tres magistrados a cargo del expediente, 
	quienes a su vez garantizarían la confidencialidad. 
	
	 
	
	Los tres jueces se 
	comprometían a divulgar únicamente la identidad de las personas que 
	estuviesen implicadas en los excesos cometidos en los años 1980 [74].
	
	Existían por lo tanto garantías de discreción, a menos que se demostrara la 
	implicación de soldados stay-behind en las matanzas de Brabante. La 
	proposición parecía justa. Pero Raes y Legrand se mantuvieron en sus trece y 
	nunca proporcionarían ningún nombre. Se trató entonces de llegar a un 
	compromiso. A falta de los nombres, se propuso que los jueces pudieran 
	disponer al menos de las fechas de nacimiento de los agentes para que 
	pudieran compararlas con las de los individuos considerados sospechosos en 
	el caso de las matanzas de Brabante. 
	
	 
	
	Pero se estrellaron contra una nueva 
	negativa.
	
		
		«Diga lo que diga el ministro, subsisten razones muy justificadas para no 
	revelar la identidad de los soldados clandestinos. Por diferentes razones, 
	sobre todo sociales y familiares, los clandestinos cuentan con la promesa 
	que se les hizo», explicó el comandante Legrand.
 
		
		«Me mantendré inflexible. No daré los nombres de los combatientes 
	clandestinos, a menos que se presenten pruebas», insistió, sabiendo 
	perfectamente que sin los nombres era imposible probar nada. 
		 
		
		«Es una 
	organización honorable. No entiendo por qué se da tanta importancia a este 
	asunto», se quejó Legrand. 
		 
		
		«Cuando leo los periódicos, me cuesta creer que 
	se pueda conceder tanto interés a cuestiones de ese tipo cuando hay tantos 
	problemas más importantes.» [75]
	
	
	Los senadores y los magistrados insistieron aún durante 3 meses. La 
	situación se estaba convirtiendo en una prueba de fuerza. Pero finalmente 
	fueron Raes y Legrand los que ganaron la partida. 
	
	 
	
	Los nombres no fueron 
	revelados y, el 28 de marzo de 1991, Le Soir, el principal diario belga, 
	publicó el siguiente mensaje en clave: 
	
		
		«¡Digan los nombres! ¡Nunca!, 
	responden los “Gladiadores”. Ha llegado el momento del choque. Aquí 
	Bruselas. Queridos amigos de la Operación Stay-Behind, la Sección 8 les 
	reitera su mayor estima y agradece a ustedes su sincera dedicación al país. 
	Garantizan a ustedes que se trata de presiones y amenazas en el aire y que 
	se respetarán los compromisos. ¡Adolfo está bien!» [76]
	
	
	Aquello era una humillación para la comisión de investigación sobre el 
	Gladio. 
	
	 
	
	Los senadores sólo pudieron comprobar que el artículo publicado en 
	Le Soir había sido impreso por orden de Legrand y que aquello podía,
	
		
		«considerarse una forma de resistencia colectiva ante los intentos de la 
	Comisión por obtener los nombres» [77].
	
	
	La frase «¡Adolfo está bien!» [En francés, “Adolphe, va bien!” 
	- Nota del 
	Traductor.] servía para indicar que el mensaje emanaba realmente de las más 
	altas autoridades de la red stay-behind. 
	
	 
	
	Raes y Legrand se vieron obligados 
	a dimitir como resultado de aquel asunto, que puso fin de forma definitiva a 
	sus carreras en la administración belga.
	
	El 23 de noviembre de 1990, el gobierno decidió desmantelar su ejército 
	secreto y poner fin a toda colaboración con organizaciones análogas en el 
	extranjero. 
	
	 
	
	Lo más difícil de admitir para los senadores belgas fue que la 
	CIA y el MI6 - que, como comandantes de las redes europeas stay-behind, 
	también disponían de los registros que contenían la identidad de los 
	miembros del Gladio belga - también se negaron a colaborar, a pesar incluso 
	de las fuertes sospechas existentes en el caso de las matanzas de Brabante. 
	
	
	 
	
	La comisión senatorial belga señaló que,
	
		
		«los nombres de los agentes se 
	hallaban en sobres sellados, depositados en archivos en Washington y en 
	Londres por sus respetivos servicios secretos» [78].
	
	
	Mientras la prensa belga llegaba a la conclusión de que los servicios de 
	inteligencia de Gran Bretaña y Estados Unidos eran responsables del misterio 
	que seguía rodeando las matanzas de Brabante, el ministerio de Justicia 
	[belga] solicitó en 1995 a los profesores Fijnaut y Verstraeten de la 
	universidad belga de Lovaina que investigaran las razones que habían 
	impedido que se levantara el secreto en Bélgica. 
	
	 
	
	Después de sólo 2 meses de 
	investigación, los dos profesores renunciaron a aquella tarea denunciando 
	una grave falta de cooperación de parte de las instituciones gubernamentales 
	que, según ellos, les estaban impidiendo hacer su trabajo [79].
	
	Se nombró entonces una nueva comisión parlamentaria encargada de descubrir 
	por qué la democracia belga era incapaz de averiguar la verdad sobre las 
	matanzas de Brabante. En octubre de 1997, la nueva comisión entregó un 
	abrumador informe de 90 páginas.
	
	
	El informe enumeraba una serie de ejemplos de flagrante incompetencia 
	observados durante las investigaciones realizadas inmediatamente después de 
	los atentados perpetrados en los años 1980 y acusaba a la policía belga de 
	haber realizado una investigación caótica e ineficaz durante la cual se 
	habían extraviado documentos o habían sido destruidos, se habían ignorado 
	diferentes pistas y ciertas informaciones no habían sido comunicadas a otros 
	servicios que colaboraban con la investigación [80].
	
	El investigador Allan Francovich aportó un nuevo enfoque sobre las matanzas 
	de Brabante al seguir la tesis de una colaboración entre ciertas células del 
	ejército secreto belga y la organización de extrema derecha Westland New 
	Post (WNP). 
	
	 
	
	Ya en 1988, el periodista investigador John Palmer había 
	subrayado que ciertos indicios del caso de las matanzas de Brabante 
	designaban,
	
		
		«claramente a la extrema derecha, y sobre todo al grupúsculo 
	neonazi bautizado Westland New Post» [81].
	
	
	En 1974 se había fundado en Bélgica el muy derechista 
	Frente de la Juventud 
	(FJ).  
	
	
	 
	
	Cinco años más tarde, el FJ se había dotado de un brazo armado: el WNP. 
	
	
		
		«Nacido en 1974, el Frente de la Juventud existió hasta los años 1980. Se 
	situaba unas veces en el militantismo político y otras en el activismo», 
	explicaba en el documental de Francovich el jefe de aquella organización, 
	Francis Dossogne. 
	
	
	Este último confirmaba que se trataba, efectivamente, de 
	un grupo «de extrema derecha» y agregaba que era «esencialmente un 
	movimiento de jóvenes y militantes» [82].
	
	También admitía Dossogne que el FJ había recurrido de forma regular a la 
	violencia: 
	
		
		«El Frente de la Juventud realizaba acciones de subversión. 
	Cuestionaba muchas cosas, todo lo que estaba bien establecido. El Frente era 
	tan subversivo que quisieron disolverlo.» 
	
	
	Al realizar sus entrenamientos 
	paramilitares cada vez más abiertamente, los miembros del FJ se convirtieron 
	rápidamente en blanco de críticas. 
	
		
		«El Frente fue condenado por causa de sus 
	campamentos. En realidad, no hacíamos nada diferente a los niños 
	exploradores. Hay compañías que van mucho más lejos en sus entrenamientos 
	intensivos.» [83]
	
	
	Dossogne hizo una revelación particularmente interesante en aquella 
	entrevista. 
	
	 
	
	Confesó que los miembros del FJ habían fundado una rama de 
	activistas que se componía casi exclusivamente de miembros de la gendarmería 
	belga. Bajo la designación SDRA 6, la gendarmería también formaba parte de 
	los servicios secretos militares SGR, que a su vez dirigían la red stay-behind 
	o SDRA 8.
	
	La nueva rama del Frente se llamó primeramente «G», en referencia a 
	“Gendarmería”, antes de convertirse en el WNP. 
	
		
		«El Grupo G era una sección 
	del Frente de la Juventud dentro de la gendarmería. Como gendarmes, ellos no 
	querían mezclarse con los demás y arriesgarse a verse implicados en 
	manifestaciones, etc.», explicó Dossogne. 
	
	
	El gendarme Martial Lekeu 
	desempeñó un papel determinante en el Grupo G, y posteriormente en el WNP. 
	
		
		«Lekeu 
	era miembro del Grupo G. Fue uno de sus primeros miembros», recordó Dossogne 
	ante la cámara. «Estaba tan comprometido con el grupo que posteriormente 
	informó su existencia al comandante en jefe de la gendarmería.» [84]
	
	
	Lekeu fue miembro de la gendarmería belga desde 1972 hasta 1984. Abandonó 
	entonces el país y se fue a la Florida, en Estados Unidos. 
	
	 
	
	En el documental 
	sobre el Gladio, Lekeu explicaba en un inglés rudimentario la implicación de 
	ciertos elementos de los servicios secretos militares belgas y del aparato 
	de seguridad en las matanzas de Brabante: 
	
		
		«Mi nombre es Martial Lekeu. Yo 
	era miembro de la gendarmería belga. Abandoné Bélgica en agosto de 1984 
	luego de que mis hijos recibieran serias amenazas de muerte. 
		
		 
		
		A principios de 
	diciembre de 1983 me presenté personalmente en la BSR [Brigada Especial de 
	Investigaciones (siglas en francés), una rama de la gendarmería] de Wawre 
	que investigaba las matanzas [de Brabante].»
	
	
	Lekeu había descubierto que varios grupos en el seno mismo del aparato de 
	seguridad estaban implicados en los ataques.
	
		
		«Me sorprendía que no hubiese 
	arrestos y sé que yo mismo señalé lo que pasaba. Matanzas de ese tipo no se 
	trataban a la ligera… cometer asesinatos al azar o ir a un supermercado a 
	matar gente, incluso niños. Creo que mataron una treintena de personas. 
		
		 
		
		Así 
	que le dije a un hombre [de la BSR] con quien me reuní: ‘¿Ustedes se dan 
	cuenta de que hay miembros de la gendarmería y del ejército implicados en 
	todo esto?” 
		 
		
		Su respuesta fue: “¡Cállese! Usted lo sabe, nosotros lo sabemos. 
	Ocúpese de sus asuntos. Y ahora, ¡fuera de aquí!” Ellos decían que la 
	democracia estaba hundiéndose, que la izquierda estaba en el poder, los 
	socialistas y todo eso, y que querían más poder.» [85]
	
	
	Un informe sobre la investigación del parlamento belga sobre las matanzas de 
	Brabante publicado en 1990, sólo unos meses antes de que se revelara la 
	existencia del ejército secreto belga, confirmaba esta versión. 
	
		
		«Según este 
	informe, los asesinos eran o habían sido miembros de las fuerzas de 
	seguridad - militantes de extrema adeptos de las políticas de seguridad que 
	preparaban un golpe de Estado.» 
		 
		
		«Se piensa ahora», señaló la prensa 
	británica después de la publicación del informe, «que las matanzas de 
	Brabante eran parte de una vasta conspiración tendiente a desestabilizar el 
	régimen democrático belga, quizás para preparar el terreno con vistas a un 
	golpe de Estado de la extrema derecha» [86].
		 
		
		«Paramilitares y gente que pertenecía al aparato de seguridad o vinculada al 
	aparato estatal por una colaboración o por cierta afinidad siguieron la 
	política terrorista», observó el terrorista Vincenzo Vinciguerra, resumiendo 
	así el aspecto más delicado de la historia de los ejércitos stay-behind.
	
	
	En toda Europa Occidental, organizaciones de extrema derecha,
	
		
		«estaban 
	movilizadas para el combate en el marco de una estrategia anticomunista que 
	no emanaba de grupúsculos que gravitaban en las esferas del poder sino del 
	poder mismo, y que se inscribían principalmente en el marco de las 
	relaciones del Estado con la alianza atlántica» [87].
	
	
	Siguiendo esta pista, el diputado Hugo Van Dienderen del partido Agalev 
	trató de averiguar más sobre las operaciones clandestinas realizadas en 
	Bélgica poniéndose en contacto con la OTAN. Dos años antes del estallido del 
	escándalo Gladio, el diputado belga preguntó por escrito a la alianza 
	atlántica si disponía de una «Comisión de Seguridad» secreta. 
	
	 
	
	La OTAN le 
	preguntó primero por qué se planteaba él aquella interrogante y después se 
	negó a proporcionarle información específica al respecto [88].
	
	Las sospechas de que el WNP había tenido protección especial de la OTAN se 
	acrecentaron en octubre de 1990, cuando 7 miembros de aquella organización 
	de extrema derecha acusados de haber robado, a principios de los años 1980, 
	cientos de documentos pertenecientes a la OTAN y al ejército belga fueron 
	misteriosamente liberados de los cargos por la más alta corte marcial de 
	Bélgica, a pesar de que los documentos en cuestión habían sido encontrados 
	en las oficinas del WNP y de que los miembros de la organización incluso 
	habían confirmado que aquellos documentos les pertenecían.
	
	Al mismo tiempo, los acusados negaron categóricamente haber robado los 
	documentos. 
	
		
		«¡Sólo obedecimos a las autoridades!», se defendió el activista 
	del WNP Michel Libert, quien subrayó que al apoderarse de aquellos 
	expedientes había actuado por patriotismo y con la autorización de sus 
	superiores de la OTAN. 
		
		 
		
		Su colega Frederic Saucez protestó: «¡Si robé télex 
	de la OTAN fue por orden de la Sûreté de l’État!» 
	
	
	El Estado, como había 
	anunciado Vinciguerra, resultó ser incapaz de castigar sus propias faltas.
	
	Al principio, el juicio se dilató en el tiempo ya que los acusados 
	presentaron numerosas apelaciones ante jurisdicciones superiores hasta que, 
	en octubre de 1990, la más alta instancia jurídica militar [de Bélgica], el 
	Consejo de Guerra, decidió que los hechos se habían producido hacía tanto 
	tiempo que no era posible pronunciar una sentencia contra los 7 acusados. 
	
	 
	
	La 
	instancia agregó que la gravedad del crimen se atenuaba porque había sido 
	cometido en una época en que la guerra fría era «más que una simple 
	expresión». 
	
	 
	
	Se conminó a los 7 miembros del WNP a devolver los documentos 
	robados al ministerio de Justicia y se fueron tranquilamente del tribunal, 
	completamente libres [89].
	
	Uno de los inculpados, el militante de extrema derecha Michel Libert, 
	miembro del WNP de 1978 hasta los años 1980, confirmó posteriormente en un 
	documental sobre el Gladio que altos oficiales lo habían protegido durante 
	aquellas operaciones. 
	
		
		«Los miembros más aptos», explicaba con orgullo ante 
	la cámara, «pueden constituir una rama de acción».
	
	
	El jefe del WNP, Paul Latinus, había impartido instrucciones para 
	operaciones clandestinas. 
	
		
		«Cada vez que había una operación que ejecutar se 
	le confiaba a Latinus. Para que pudiéramos hacerlo bien, él necesitaba un 
	respaldo en caso de que hubiera problemas.» 
	
	
	La protección “de arriba” era 
	indispensable. «Usted no podía mandar jóvenes reclutas al terreno. Les 
	habrían metido una bala entre los ojos en menos de 2 segundos.
	
	
	El riesgo siempre estaba presente. Podían ser arrestados por la policía 
	local al primer control de identidad. La policía aparece siempre como un 
	pelo en la sopa. 
	
	 
	
	Uno no puede decir:
	
		
		“Estamos aquí para tal o más cual 
	misión.” “¿Y qué hacen ustedes?” “No podemos decir nada.” Y entonces, clic. 
	Nos ponen las esposas y se acabó.» [90]
	
	
	¿Quería Libert confirmar que el WNP y las fuerzas del orden belgas habían 
	estado implicadas en las matanzas de Brabante? ¿Estuvieron las matanzas 
	entre sus «misiones»?, le preguntó Allan Francovich, el realizador del 
	documental. 
	
		
		«Recibíamos órdenes. Podemos remontar, digamos, a 1982. Desde 
	1982 hasta 1985», respondió Libert en referencia al periodo en que se 
	desarrollaron los ataques. «Había proyectos.» 
	
	
	Proyectos especialmente 
	secretos, reconoció. 
	
	 
	
	Según su propio testimonio, a él mismo le dijeron: 
	
	
		
		«Usted, señor Libert, no sabe nada de las razones que nos llevan a hacer 
	esto. Nada en lo absoluto. Lo único que le pedimos es que su grupo, con 
	apoyo de la gendarmería y de la Sûreté, haga un trabajo.
		
		
Blanco: los supermercados. ¿Dónde están? ¿Qué tipo de sistema de seguridad 
	tienen? ¿Qué tipo de protección pudiera interferir en nuestras operaciones? 
	¿Es el gerente en persona quien cierra con llave los accesos? ¿O utilizan 
	quizás una empresa de protección?»
	
	
	La operación era altamente secreta y Libert siguió las instrucciones al pie 
	de la letra: 
	
		
		«Ejecutamos las órdenes y enviamos nuestros informes: horarios 
	de apertura y cierre. Toda la información que usted pueda pedir sobre un 
	supermercado. ¿Con qué objetivo? Sólo era una misión entre cientos de otras. 
	Algo que había que hacer. El uso que iban a darle a aquello, esa es la gran 
	interrogante.» [91]
		 
		
		«Si el objetivo era sembrar el terror», observó Davison, un periodista, «los 
	asesinos escogieron los blancos perfectos: mujeres, niños y personas de 
	avanzada abatidas de un balazo mientras empujaban su carrito de compras en 
	el supermercado de la esquina» [92].
	
	
	El extremista Michel Libert era el último eslabón de la cadena de mando. 
	
	
	 
	
	Recibía órdenes del comandante del WNP Paul Latinus. 
	
		
		«Está claro que Latinus 
	es una de las piezas más interesantes de ese rompecabezas, si uno trata de 
	penetrar los misterios político-jurídicos de los años 1980», escribió un 
	periodista de la revista belga Avancées que había compilado una verdadera 
	mina de información sobre los años del terror en Bélgica. 
	
	
	Latinus era, 
	concluía el periodista, el vínculo,
	
		
		«entre la extrema derecha, la derecha 
	clásica y los servicios secretos belgas y extranjeros» [93].
	
	
	Paul Latinus era uno de los más notorios terroristas de extrema derecha de 
	Europa. 
	
	 
	
	Según su propio testimonio, estaba a sueldo de los servicios 
	secretos del Pentágono, la DIA (Defense Intelligence Agency). Este 
	individuo, que había sido ingeniero nuclear e informante de la Sûreté belga, 
	había sido reclutado por la DIA a los 17 años, en 1967.
	
	Posteriormente, fue formado por la OTAN. 
	
	 
	
	El periodista belga René Haquin, 
	quien escribió un libro sobre Latinus, recuerda que,
	
		
		«durante una 
	investigación judicial en la que estaba implicado, Latinus mencionó el 
	nombre de una agencia extranjera: la DIA, equivalente militar de la CIA»
		[94]. 
	
	
	En los años 1970, Latinus se hizo miembro del BROC, el club 
	de oficiales reservistas de Brabante, organización militar conservadora 
	fundada en 1975 y obsesionada con el «peligro rojo».
	
	En 1978, Paul Latinus se hizo miembro del Frente de la Juventud en cuyo seno 
	creó un departamento de operaciones especiales, el WNP. Latinus disponía de 
	excelentes contactos, lo que le permitió al mismo tiempo hacer carrera 
	dentro del gobierno, donde fue asistente del consejero del ministro del 
	Trabajo y formó parte de varias comisiones.
	
	
	En enero de 1991, cuando la revista de izquierda Pour reveló su trayectoria 
	como militante de extrema derecha, Latinus tuvo que renunciar a sus 
	funciones oficiales y se fue al Chile de Pinochet. Pero, al cabo de sólo 2 
	meses de exilio, utilizó sus relaciones y volvió a Bélgica, en el preciso 
	momento en que comenzaban las matanzas de Brabante. 
	
	 
	
	Retomó el mando del WNP 
	y, entre otras actividades, colaboró con la Sûreté de l’État en la lucha 
	anticomunista proporcionando información sobre personalidades de la 
	izquierda belga al ministerio de Justicia [95].
	
		
		«Latinus había ingresado al Frente de la Juventud con una misión 
	específica», recuerda Jean-Claude Garot, redactor jefe de la revista Pour, y 
	precisa que esa misión era «enseñar a los miembros de la organización a 
	realizar ataques violentos, ataques contra cafés de propietarios árabes, a 
	organizar campos de entrenamiento militar y realizar misiones de vigilancia»
		[96].
	
	
	Investigando sobre la extrema derecha belga, Garot había seguido la pista de 
	Latinus hasta los campos de entrenamiento en operaciones especiales del WNP. 
	
	
		
		«Entre los miembros de los grupos paramilitares que ellos formaban y 
	entrenaban para sus intervenciones figuraban elementos de la extrema 
	derecha, ex comandos paracaidistas, ex militares (gendarmes) y militantes de 
	derecha», descubrió el periodista mucho antes de que se revelara la 
	existencia de los ejércitos secretos, en 1990. 
		 
		
		«Ese tipo de ejercicios no 
	incluía el uso de armas de fuego ni granadas. Eso hace ruido y llama la 
	atención. Sabíamos que existía un campamento de ese tipo. Teníamos informes 
	sobre eso y llevamos por lo tanto el equipamiento necesario para fotografiar 
	parte de aquellas actividades.» [97]
	
	
	El campamento se hallaba en la región de las Ardenas y los instructores de 
	diferentes servicios secretos estaban presentes en las sesiones de 
	entrenamiento. 
	
		
		«Aquellos hombres proporcionaban formación en reclutamiento, 
	vigilancia y manejo de armas. “Robert” enseñaba el uso de explosivos, de 
	armas, tiro y cómo matar a un hombre sin dejar huellas.» [98]
	
	
	Cuando Garot publicó lo que había descubierto, varios servicios se alarmaron 
	y trataron de enterrar el asunto. 
	
		
		«Con algunos amigos de la radio y la 
	televisión, interrogamos al general Beaurir. [Este último] estaba entonces a 
	la cabeza de la gendarmería», recuerda Garot. 
		 
		
		«Durante la entrevista, [el 
	general] dijo: “Nunca ha sucedido nada de eso.” Aquel mismo día intervino el 
	juez de instrucción. ¿Pero dónde? Aquí mismo [en la oficina del periodista]. 
	Registraron el local y declararon: “Jean-Claude Garot ha mentido. Falsificó 
	los uniformes, las fotos y las armas, todo eso no es más que una farsa”.» 
	[99] 
	
	
	Según se comprobó más tarde, Garot había descubierto la rama de 
	extrema derecha de la red stay-behind belga, el SDRA 8 entre cuyos miembros 
	había activistas del WNP.
	
	Paul Latinus estaba al mando del grupo de intervención terrorista. En una 
	entrevista concedida a Haquin, él mismo confirmó que había sido miembro de 
	una red anticomunista clandestina. 
	
		
		«A Latinus se le había encargado 
	constituir un grupo, un ejército al estilo de las SS», explicó el 
	periodista.
		 
		
		«Ellos tenían un servicio secreto, un servicio de seguridad dentro del 
	grupo. Cada miembro tenía un segundo nombre, un nombre en código, 
	generalmente en alemán. Los miembros no se conocían entre sí.» «Volví a 
	ponerme en contacto con Paul Latinus.
		
		
Nos reunimos en un restaurante en el campo y estuvimos conversando toda la 
	noche. Algunas autoridades, el no quiso especificar cuáles, le habían 
	confiada la tarea de crear en Bélgica un grupo secreto de resistencia.
		
		
Era para combatir un avance soviético e impedir que ciertas autoridades 
	belgas colaboraran con los Soviets.» [100]
	
	
	Desde su exilio en la Florida, el ex miembro del WNP y ex gendarme Martial 
	Lekeu le confirmó a Frankovich que el ejército secreto belga había 
	participado en las matanzas de Brabante para desacreditar a la izquierda. 
	
	
		
		«El origen de las armas que utilizaban era lejano y era exactamente lo que 
	habíamos previsto: organice usted bandas y grupos de ese tipo y déjelos 
	actuar por sí mismos garantizándoles cómo sobrevivir y el aprovisionamiento 
	y tendrá con qué crear un clima de terror en el país», explicaba Lekeu. 
		
		 
		
		«Tenían dos planes. El primero era conformar bandas que montaran asaltos con 
	tomas de rehenes… ustedes saben, las matanzas. El segundo consistía en 
	organizar un falso “movimiento de izquierda” que cometería crímenes 
	únicamente para hacerle creer a la población que aquellos actos terroristas 
	eran obra de la izquierda.» [101]
	
	
	
	
	El ingeniero nuclear Paul Latinus (derecha) fue reclutado a la edad de 17 
	años 
	
	por los servicios secretos 
	del Pentágono. 
	
	Activista y militando en los 
	sectores neonazis fundó el Westland New Post tema (WNP). 
	
	Participó en la Operación 
	Cóndor en Chile. 
	
	Detenido en Bélgica por el 
	caso de los asesinatos de Brabante, 
	
	fue ejecutado en la prisión 
	el 24 de abril de 1985 
	
	y su muerte fue disfrazada 
	torpemente como si se tratara de un suicidio.
 
	
	¿Contaba ese terrorismo con el apoyo y el 
	aliento de la administración del presidente de Estados Unidos Ronald Reagan, 
	que al mismo tiempo reprimía con violencia a los sandinistas en Nicaragua?, 
	preguntó Francovich al miembro del WNP.
	
	
	Michel Libert, a quien se le había encargado reunir información sobre el 
	funcionamiento de los supermercados por orden del jefe del WNP Paul Latinus, 
	confirmó a su pesar que su superior había colaborado muy estrechamente con 
	Estados Unidos: 
	
		
		«Él [Latinus] se reunía con gente de la embajada 
	[estadounidense] pero yo nunca pude verlos como lo estoy viendo a usted», o 
	sea frente a frente. 
		
		 
		
		«Eso no entraba en mi campo. El suyo era, digamos, la diplomacia, o sea las relaciones con las 
	autoridades extranjeras. Nosotros sólo nos ocupábamos de las acciones», 
	recordó el terrorista Libert. 
		 
		
		«Sabíamos que estábamos protegidos, y por 
	todas las autoridades imaginables, según el tipo de misión.
	¿Los americanos le pagaban [a Latinus]? Yo no sabría decirlo. Pero sí estaba 
	en contacto con ellos.» [102]
	
	
	El senador Roger Lallemand, quien dirigía la investigación sobre el Gladio 
	belga, estaba entonces en lo cierto al analizar las matanzas de Brabante 
	como,
	
		
		«obra de gobiernos extranjeros o de servicios de inteligencia que 
	trabajan para potencias extranjeras, una forma de terrorismo tendiente a 
	desestabilizar nuestra sociedad democrática» [103].
	
	
	En su prudente formulación, el senador Lallemand se cuidaba sin embargo de 
	acusar directamente a Estados Unidos, aunque insistía en el hecho que aquel 
	tipo de terrorismo encajaba en el contexto político anticomunista de la 
	guerra fría: 
	
		
		«Aquellos asesinatos gratuitos pudieron tener un móvil 
	político, recordando lo que pasó en Italia. En la estación de Bolonia, 80 
	personas inocentes encontraron la muerte. Pensamos que una organización 
	política estaba detrás de las matanzas de Brabante y de Bolonia». [104]
	
	
	Fue el periodista René Haquin quien aportó las piezas que faltaban en el 
	rompecabezas con su entrevista al terrorista del WNP respaldado por Estados 
	Unidos Paul Latinus: 
	
		
		«En nuestros intercambios durante los días y semanas 
	siguientes le pregunté a Latinus quién le había pedido que conformara su 
	grupo. Él mencionó a la Sûreté de l’État. Yo insistí y él acabó por hablar 
	de los servicios secretos militares estadounidenses.» [105]
	
	
	Paul Latinus fue arrestado por las matanzas de Brabante. 
	
	 
	
	Pero, el 24 de 
	abril de 1985, antes de haber tenido tiempo de revelar nada, el comandante 
	de extrema derecha apareció ahorcado con un cable de teléfono, a pesar de 
	que sus pies tocaban el piso de la celda. 
	
		
		«Entre las relaciones de Paul 
	Latinus, todas o casi todas están convencidas de que el jefe del WNP no se 
	suicidó sino que fue eliminado.» 
		 
		
		«Cada vez que se hizo una reconstrucción 
	[de los hechos], el cable de teléfono se partió.» 
	
	
	Haquin se pregunta: 
	
		
		«Si 
	Estados Unidos no tiene nada que ver con las matanzas, ¿por qué no habla, 
	por qué guarda silencio y permite que se acrecienten las sospechas?» [106]
	
	
	
 
	
	Notas
	
		
		[1] Investigación parlamentaria sobre la 
		existencia en Bélgica de una red de informadores clandestino de ámbito 
		internacional, informe hecho en nombre de la comisión investigadora por 
		los señores Erdman y Hasquin. Documento del Senado, sesión de 1990-1991. 
		Bruselas, p.24. En lo adelanta designaremos este documento como Rapport 
		du Sénat belge de 1991 sur Gladio, (En español, Informe del Senado belga 
		de 1991 sobre Gladio. NdT.). Como resultado del descubrimiento de los 
		ejércitos secretos stay-behind en Europa Occidental, en 1990, el 
		diputado socialista Dirk van der Maelen había presentado al parlamento 
		belga una propuesta a favor de la creación de una comisión parlamentaria 
		encargada de investigar sobre la red secreta. El Senado adoptó la 
		propuesta por 143 votos a favor, 1 en contra y 5 abstenciones. La 
		comisión, presidida por Roger Lallemand y compuesta de 19 senadores, 
		realizó 57 sesiones y escuchó a 37 testigos. Había entre estos últimos 3 
		ministros, el jefe de la policía, el jefe del servicio de inteligencia 
		SGR y varios agentes de las secciones Gladio SDRA 8 y STC/Mob del SGR. 
		Los testigos podían declarar de forma anónima, si así lo deseaban. 
		«Algunas audiencias duraron 5 o 6 horas. Se desarrollaban en la mayor 
		calma.» El 1º de octubre de 1991, la Comisión Investigadora sobre el 
		Gladio belga terminó su misión con la presentación de un informe de 250 
		páginas. Al igual que el informe del Senado italiano y el informe suizo 
		sobre el P26, el informe belga da prueba de un verdadero esfuerzo 
		democrático y es una de las mejores investigaciones sobre la red stay-behind.
		[2] Informe del Senado belga de 1991 sobre el Gladio, p.33.
		[3] Ibid., pp.148-149.
		[4] Ibid., p.29.
		[5] Ibid.
		[6] Ibid., pp.24-25.
		[7] Mackenzie, W. J. M., History of the Special Operations Executive : 
		Britain and the resistance in Europe (British Cabinet Office, Londres, 
		1948), pp.1153-1155. El original del Buró de Archivos públicos de 
		Londres no se ha publicado aún. Aparecerá publicado próximamente por la 
		casa Frank Cass.
		[8] Mackenzie, Special Operations Executive, p. 981.
		[9] Allan Francovich, Gladio : The Ringmasters. Primer documental de una 
		serie de tres realizada por Francovich sobre el Gladio. Transmitido por 
		BBC2 el 10 de junio de 1992.
		[10] Ibid.
		[11] Para mayor información sobre el asesinato de Lahaut, ver la 
		investigación de Etienne Verhoyen y Rudi Van Doorslaer, L’Assassinat de 
		Julien Lahaut. Une histoire de l’anticommunisme en Belgique (EPO Press, 
		Amberes, 1987).
		[12] El texto íntegro de la carta figura en el Rapport du Sénat belge de 
		1991 sur Gladio, pp. 212 - 213.
		[13] Rapport du Sénat belge de 1991 sur Gladio, p. 213. Citado también 
		en el diario británico The Observer del 7 de junio de 1992.
		[14] Ibid., p. 18.
		[15] Frans Kluiters, De Nederlandse inlichtingen en veiligheidsdiensten 
		(1993), p.311.
		[16] Jan de Willems, Gladio (Editions EPO, Bruselas, 1991), p.147.
		[17] Kluiters, Nederlandse, p.311. Willems, Gladio, p.147.
		[18] Rapport du Sénat belge de 1991 sur Gladio, op. cit., p.18. (informe 
		del senado belga acerca del Gladio
		[19] Fragmento de Willems, Gladio, p.147.
		[20] Ibid., p.148.
		[21] Ibid., p.149.
		[22] Rapport du Sénat belge de 1991 sur Gladio, p.22.
		[23] Ibid., p.20 et 21.
		[24] Michel Van Ussel, Georges 923. Un agent du Gladio belge parle. 
		Témoignage (Éditions la Longue Vue, Bruselas, 1991), p.150.
		[25] Publicación británica Statewatch, enero de 1992.
		[26] Rapport du Sénat belge de 1991 sur Gladio, p.22.
		[27] Publicación británica Statewatch, julio/agosto de 1992.
		[28] Rapport du Sénat belge de 1991 sur Gladio, p.6, 29, 30. Y Van Ussel, 
		Georges 923, p.19 - 27.
		[29] Ibid., p.38.
		[30] Ibid., p.58.
		[31] Ibid., p.55.
		[32] Ibid.
		[33] Fragmento del Rapport du Sénat belge de 1991 sur Gladio, p.25.
		[34] Ibid.
		[35] Ibid., p.137.
		[36] Ibid., p.62.
		[37] Van Ussel, Georges 923, p.141.
		[38] Rapport du Sénat belge de 1991 sur Gladio, p.57.
		[39] Van Ussel, Georges 923, p.81.
		[40] Rapport du Sénat belge de 1991 sur Gladio, p.61.
		[41] Allan Francovich, Gladio : The Ringmasters. Primer documental de 
		una serie de tres realizada por Francovich sobre el Gladio. Transmitido 
		por BBC2 el 10 de junio de 1992.
		[42] Van Ussel, Georges 923, p.79.
		[43] Ibid., p.59.
		[44] Ibid., p.86.
		[45] Ibid., p.51 and 107.
		[46] Rapport du Sénat belge de 1991 sur Gladio, p.28.
		[47] Ibid., p.33.
		[48] Ibid., p.37.
		[49] Ibid., p.45.
		[50] Ibid., p.59.
		[51] Ibid., p.47
		[52] Ibid., p.45.
		[53] Ibid., p.66.
		[54] Ibid., p.44.
		[55] Ibid., p.47.
		[56] Van Ussel, Georges 923, p.43.
		[57] Ibid., p.57.
		[58] Rapport du Sénat belge de 1991 sur Gladio, p.78.
		[59] Hugh O’Shaughnessy, «Gladio : Europe’s best kept secret». Diario 
		británico The Observer del 7 de junio de 1992. Se suponía que aquellos 
		agentes debían mantenerse tras las líneas enemigas si el Ejército Rojo 
		invadía Europa Occidental. Pero la red creada con las mejores 
		intenciones se convirtió en algunos países en un instrumento para el 
		terrorismo y la agitación política de extrema derecha.
		[60] Rapport du Sénat belge de 1991 sur Gladio, p.47 - 48.
		[61] Allan Francovich, Gladio : The Foot Soldiers. Último documental de 
		la serie de tres realizada por Francovich sobre el Gladio. Transmitido 
		por BBC2 el 24 de junio de 1992.
		[62] Ibid.
		[63] Ibid.
		[64] Ibid.
		[65] Ibid.
		[66] Hugh O’Shaughnessy, op cit.
		[67] Manuel Abramowicz, Le dictionnaire des ‘années de plomb’ belges. 
		Para mayor información sobre las CCC, ver también Jos Vander Velpen, Les 
		CCC -  L’Etat et le terrorisme (EPO Dossier, Amberes, 1988).
		[68] Allan Francovich, Gladio : The Foot Soldiers. op cit.
		[69] Fragmento de Willems, Gladio, p.13.
		[70] Cronología de los crímenes atribuidos a los asesinos de Brabante 
		Fecha Lugar Víctimas Blanco 14/08/1982 Maubeuge, Francia 1 herido Asalto 
		contra un comercio de víveres 30/09/1982 Wavre, Brabante 1 muerto, 3 
		heridos Asalto contra una armería 30/09/1982 Hoeilaart, Brabante 2 
		heridos Tiroteo de la BSR 23/12/1982 Bruselas, Brabante 1 muerto Asalto 
		del Hôtel des Chevaliers 09/01/1983 Mons, Brabante 1 muerto Asesinato de 
		un chofer de taxi 25/02/1983 Uccle, Brabante 1 herido Asalto contra un 
		supermercado Delhaize 03/03/1983 Hal, Brabante 1 muerto, 1 herido Asalto 
		contra una tienda Colruyt 10/09/1983 Temse, Brabante 1 muerto, 1 herido 
		Asalto contre una boutique de ropa 17/09/1983 Nijvel, Brabante 3 muerto, 
		1 herido Asalto contre una tienda Colruyt 17/09/1983 Braine-l’Alleud, 
		Brabante 1 herido Intercambio de disparos con la policía 02/10/1983 
		Ohain, Brabante 1 muerto Asalto contra un restaurante 07/10/1983 Beersel, 
		Brabante 1 muerto, 3 heridos Asalto contra un supermercado Delhaize 
		01/12/1983 Anderlues, Brabante 2 muerto Asalto contra una joyería 
		27/09/1985 Braine-l’Alleud, Brabante 3 muertos, 1 herido Asalto contre 
		un supermercado Delhaize 27/09/1985 Overijse, Brabante 5 muertos, 1 
		herido Asalto contre un supermercado Delhaize 09/11/1985 Alost, Brabante 
		8 muertos, 9 heridos Asalto contre un supermercado Delhaize Información 
		de la Cámara de Representantes de Bélgica: Enquête parlementaire sur les 
		adaptations nécessaires en matière d’organisation et de fonctionnement 
		de l’appareil policier et judiciaire, en fonction des difficultés 
		survenues lors de l’enquête sur ‘les tueurs du Brabant’ [En español, 
		“Investigación parlamentaria sobre las adaptaciones necesarias en 
		materia de organización y funcionamiento del aparato policial y 
		judicial, en función de las dificultades encontradas durante la 
		investigación sobre ‘los asesinos de Brabante’. NdT.] Informe redactado 
		por los señores Renaat Landuyt y Jean-Jacques Viseur a nombre de la 
		comisión investigadora. Bruselas, 14 de octubre de 1997, p.21 - 22.
		[71] Allan Francovich, Gladio: The Foot Soldiers, op. cit..
		[72] Marcus Warren, «The Slaughter that still Haunts Belgium». Publicado 
		en el semanario británico Sunday Telegraph el 26 de noviembre de 1995.
		[73] Rapport du Sénat belge de 1991 sur Gladio, p.100.
		[74] Ibid., p.141.
		[75] Ibid., p.53.
		[76] Ibid., p.54. Ver también, de Boris Johnson, «Secret war over 
		identities of Gladio agents» en el diario británico The Daily Telegraph 
		del 29 de marzo de 1991.
		[77] Rapport du Sénat belge de 1991 sur Gladio, p.54.
		[78] Ibid., p.51.
		[79] Publicación británica Statewatch, mayo/junio de 1996.
		[80] Camara de Representantes de Bélgica: Enquête parlementaire sur les 
		adaptations nécessaires en matière d’organisation et de fonctionnement 
		de l’appareil policier et judiciaire, en fonction des difficultés 
		survenues lors de l’enquête sur ‘les tueurs du Brabant’. [En español, 
		“Investigación parlamentaria sobre las adaptaciones necesarias en 
		materia de organización y funcionamiento del aparato policial y 
		judicial, en función de las dificultades encontradas durante la 
		investigación sobre ‘los asesinos de Brabante’. NdT.] Informe redactado 
		por los señores Renaat Landuyt y Jean-Jacques Viseur a nombre de la 
		comisión investigadora. Bruselas, 14 de octubre de 1997.
		[81] John Palmer, «Trial Fuels Claims of Right-Wing Belgian Terrorist 
		Conspiracy» en el diario británico The Guardian del 28 de enero de 1988.
		[82] Allan Francovich, Gladio: The Foot Soldiers.
		[83] Ibid.
		[84] Ibid.
		[85] Ibid.
		[86] Phil Davison, «A Very Right-Wing Coup Plot Surfaces in Belgium», 
		publicado en el semanario británico The Independent on Sunday, 24 de 
		enero de 1990.
		[87] Ed. Vulliamy, «Secret agents, freemasons, fascists… and a top-level 
		campaign of political ‘destabilisation’ : ‘Strategy of tension’ that 
		brought carnage and cover-up», diario británico The Guardian, 5 de 
		diciembre de 1990.
		[88] Willems, Gladio, p.151.
		[89] Reuters, agencia de prensa internacional, 1º de octubre de 1990 25 
		de enero de 1988.
		[90] Allan Francovich, Gladio: The Foot Soldiers.
		[91] Ibid.
		[92] Phil Davison, op cit.
		[93] Manuel Abramowicz, Le dictionnaire des ‘années de plomb’ belges.
		[94] Allan Francovich, Gladio: The Foot Soldiers.
		[95] Manuel Abramowicz, Le dictionnaire des ‘années de plomb’ belges.
		[96] Allan Francovich, Gladio: The Foot Soldiers.
		[97] Ibid.
		[98] Ibid.
		[99] Ibid.
		[100] Ibid.
		[101] Ibid.
		[102] Ibid.
		[103] Hugh O’Shaughnessy, «Gladio : Europe’s best kept secret».
		[104] Allan Francovich, Gladio: The Foot Soldiers.
		[105] Ibid.
		[106] Manuel Abramowicz, Le dictionnaire des ‘années de plomb’ belges 
		(diccionario de los años de plomo en Bélgica).
	
	
	
	Regresar al Contenido