Parte 10
Los Ejércitos Secretos de La OTAN
La Guerra Secreta en Bélgica
por Daniele Ganser
19 Julio 2011
del Sitio Web
VoltaireNet
El estudio de las redes «stay behind»
en Bélgica resulta esclarecedor en cuanto a varios aspectos de la
organización del Gladio a nivel internacional. La OTAN creía tener derecho a
hacer cualquier cosa en el país que alberga su sede y ordenó sangrientos
atentados que dieron lugar a la creación de comisiones investigadoras en el
parlamento belga. En vez de colaborar con los representantes de su propio
pueblo, las autoridades militares de Bélgica prefirieron obedecer a una
autoridad extranjera, pero varios miembros del Gladio confesaron y
proporcionaron información capital.
|
Una víctima de la estrategia
de la tensión,
asesinada fríamente en un
supermercado.
Desde el comienzo mismo de la Segunda Guerra
Mundial, Bélgica se vio derrotada y ocupada por las tropas alemanas.
El
gobierno belga tuvo que refugiarse en Londres, donde se mantuvo exilado
hasta que los aliados liberaron Europa. Durante aquel difícil periodo, los
altos responsables del gobierno y del ejército belgas colaboraron
estrechamente con los británicos en la creación de movimientos clandestinos
de resistencia que debían operar dentro del territorio ocupado de Bélgica.
A partir del verano de 1942, el SOE (Special Operations Executive) británico
comenzó a preparar depósitos de municiones y a entrenar un ejército secreto.
Los ingleses proporcionaban equipos de radio y medios para transportar
hombres y material y supervisaban desde Londres las cuestiones logísticas
así como la formación de los agentes enviados clandestinamente tras las
líneas enemigas y la información que proporcionaban.
Además de las operaciones de sabotaje contra el ocupante alemán, el ejército
secreto belga se dedicaba también a recoger información que los agentes
transmitían posteriormente a Londres por radio, a través de correos o en
forma de microfilms.
Si bien el impacto de aquella red de resistencia fue en definitiva marginal,
la estrategia utilizada fue verdaderamente ejemplar en ese tipo de
actividad:
«Tendientes a precipitar el final del conflicto, las actividades
de aquella primera red stay-behind estaban perfectamente organizadas y
suscitaban la admiración de los servicios secretos americanos y británicos.»
[1]
Los ejércitos secretos se reconstituyeron después de la guerra, pero
poniendo el comunismo soviético en el lugar que antes ocupaba el enemigo
nazi.
La investigación oficial demostró que la red stay-behind activa en
Bélgica durante la guerra fría se componía de 2 ramas: el SDRA 8 y la STC/Mob.
El SDRA 8 era la rama militar, bajo el control del SGR, el Service Général
du Renseignement [En español, Servicio General de Inteligencia. NdT.] del
ejército belga, que dependía a su vez del ministerio de Defensa.
Su nombre,
escrito a veces en su variante SDRA VIII, significa «Service de
Documentation, de Renseignement et d’Action VIII» [En español, Servicio de
Documentación, Inteligencia y Acción VIII. NdT.].
Se componía de militares entrenados en acciones de combate, sabotaje,
paracaidismo y la realización de acciones marítimas.
Además de sus funciones
de inteligencia, el SDRA 8 también debía ser capaz de concebir itinerarios
de evacuación si Bélgica era invadida. En caso de ocupación de todo el
territorio de Bélgica, se suponía que agentes de este servicio sirvieran de
escolta al gobierno durante el periodo de exilio y que mantuvieran el
contacto con los agentes secretos que se quedarían en el país para combatir
el enemigo desde adentro [2].
La rama civil de la red stay-behind belga, la STC/Mob, dependía de la Sûreté
de l’État (Seguridad del Estado), o Sûreté (Seguridad), que a su vez estaba
vinculada al ministerio de Justicia. STC/Mob quiere decir «Section Training,
Communication and Mobilisation». Sus miembros eran técnicos entrenados en el
uso de equipos de radio.
Eran reclutados principalmente en el seno de grupos
«con fuertes convicciones religiosas que debían garantizar su
anticomunismo». Según el informe de la investigación sobre el Gladio belga,
eran «padres tranquilos, a veces un poco ingenuos» [3].
La STC/Mob,
«tenía como misión recoger información susceptible de ser útil al
gobierno en el contexto de una ocupación enemiga. La sección tenía también
como tarea organizar itinerarios seguros para la evacuación de los miembros
del gobierno y de otras personalidades que ocuparan funciones oficiales»
[4].
En 1971 se creó también un comité «Interservicios» para coordinar la acción
de las dos redes stay-behind belgas.
Aquel comité se reunía cada 6 meses y
el SDRA y la Sûreté se alternaban en la presidencia. Las reuniones se hacían
para establecer la posición común que defenderían en las sesiones del Allied
Clandestine Committee, que era el centro de decisión de la OTAN para las
operaciones de la guerra secreta [5].
Para explicar esta doble estructura bastante inusual que el ejército secreto
belga había adoptado es necesario remontarse a la época de la Segunda Guerra
Mundial. Las unidades a cargo de la búsqueda de la información que
posteriormente enviaban a Londres por radio, correo o microfilms se hallaban
en aquel entonces bajo el control del señor Lepage, director de la Sûreté,
que a su vez dependía del ministerio de Justicia.
Esa rama dio origen a la STC/Mob. Mientras tanto, los agentes belgas que
Londres enviaba a los territorios ocupados, saltando en paracaídas, y que
realizaban operaciones clandestinas de sabotaje dependían por su parte del
ejército belga.
Fueron estos últimos quienes conformaron el SDRA 8.
«Se
desprende de esas explicaciones», concluía el informe de la investigación
parlamentaria, «que, al contrario de otros países, Bélgica dispuso desde el
principio de una organización stay-behind a la vez civil y militar»
[6].
Los miembros del ejército secreto belga eran «en su mayoría monárquicos
convencidos», precisa un informe antiguamente confidencial del SOE,
«es por
eso que no había miembros comunistas de la resistencia en sus filas»
[7].
Después del desembarco y la posterior liberación de Bélgica, estadounidenses
y británicos se inquietaron ante la influencia de los comunistas belgas. Al
igual que en Italia y Francia, existía en la población belga un gran respeto
por los comunistas debido a su coraje y al papel crucial que habían
desempeñado en la lucha contra la ocupación nazi.
Es por ello que, a fines de 1944, las
autoridades británicas y belgas se apresuraron a desarmar a la Resistencia y
a rearmar a la policía [8].
«Inmediatamente después de la guerra, un
poderoso partido comunista se impuso con, según creo, 21 escaños en el
parlamento, por primera vez en la historia de Bélgica», señaló el
historiador Etienne Verhoyen en un documental de la BBC dedicado al
Gladio.
«Nunca antes había sucedido aquello y,
teniendo en cuenta la expansión internacional del comunismo, la gente de
derecha se alarmó ante aquella “amenaza comunista” que planeaba sobre
Bélgica» [9].
Julian Lahaut, sindicalista, miembro de la Resistencia al nazismo
durante la Segunda Guerra
Mundial y político belga.
Fue asesinado el 18 de agosto
de 1950, probablemente por agentes del Gladio.
El carismático jefe del partido comunista belga
era Julien Lahaut. Arrestado por los alemanes, había pasado toda la guerra
en prisión y, al ser liberado en 1945, había sido nombrado presidente
honorario de los comunistas belgas.
Lahaut se oponía abiertamente al regreso
del rey (Leopoldo III) por considerarlo una marioneta de la centroderecha y
de Estados Unidos.
«La izquierda se oponía firmemente al
regreso del rey, los simpatizantes de la derecha eran - por supuesto -
favorables a este, algunos de ellos establecieron los primeros contactos
con la embajada americana en 1948», explicaba el historiador Verhoyen en
el mismo documental.
La derecha belga se puso en contacto con un oficial
estadounidense llamado Parker, que probablemente trabajaba para la CIA.
Según Verhoyen, Parker,
«quería no sólo la campaña de restauración leopoldista sino también que se crearan grupos stay-behind destinados a
garantizar la resistencia anticomunista» [10].
Cuando el futuro rey Balduino prestó juramento
ante el parlamento belga en agosto de 1950, Lahaut protestó al grito de
«¡Viva la República!»
Para la derecha belga aquello era un acto imperdonable
y significaba que los comunistas representaban una grave amenaza para las
instituciones.
Un clima de tensión se apoderó del país. Dos semanas después del incidente,
el 18 de agosto de 1950, dos hombres asesinaron a Lahaut delante de su
domicilio.
El asesinato de Lahaut causó una profunda conmoción en la
población belga.
La extrema derecha y su red clandestina acaban de
deshacerse del más popular de los comunistas belgas [11].
Paul-Henri Spaak, tres veces Primer Ministro de Bélgica en el marco de la
monarquía reinante,
negoció el despliegue de
Gladio en su país.
Posteriormente, se convirtió
en Secretario general de la OTAN.
La responsabilidad del ejército secreto belga en
el asesinato de Julien Lahaut está por demostrar. En todo caso, es casi
seguro que la organización ya se hallaba en estado operativo en el momento
de los hechos.
En carta dirigida al primer ministro Paul-Henri Spaak y
fechada el 27 de enero de 1949, el jefe del MI6 Stewart Menzies insistía en
la necesidad de proseguir la cooperación anglo-belga que había comenzado
durante la Segunda Guerra Mundial.
«Estamos de acuerdo en que esta colaboración entre nuestros respectivos
servicios debería continuar en base a tradiciones que se remontan a la
Primera Guerra Mundial y que han sido reafirmadas por el señor H. Pierlot
[Primer ministro belga de 1939 a 1945], el señor A. Van Acker [Primer
ministro belga en 1945-1946 y predecesor de Spaak] y por mí mismo.»
Subrayaba Menzies que,
«la creación de organizaciones de inteligencia y
acciones útiles en caso de guerra», entiéndase el funcionamiento de Gladio,
tenía que continuar.
«Los pedidos en materia de entrenamiento y equipamiento
deben formularse pronto», explicaba Menzies, quien hacía también su
ofrecimiento de asistencia.
«Ya he ordenado la construcción de varias
instalaciones destinadas al entrenamiento de los oficiales y personas
recomendadas por la dirección los servicios secretos de ustedes y pronto
tendré la posibilidad de proporcionar a ustedes el nuevo equipamiento que se
está produciendo actualmente».
El jefe del MI6 pedía a Spaak que no divulgara el contenido de la carta,
pero insistía sobre todo en que el primer ministro belga no decidiera
colaborar únicamente con la CIA y sugería:
«que algunos oficiales vengan al
Reino Unido en los próximos meses para estudiar, en colaboración con [sus]
servicios, los aspectos concretos de estas cuestiones» [12].
El primer ministro belga respondió al jefe del MI6 que le alegraba recibir
la ayuda de los británicos e indicaba al mismo tiempo que los
estadounidenses también se habían acercado a las autoridades belgas en
relación con aquel tema y que a él le parecía por lo tanto preferible que
Washington y Londres arreglaran primero la cuestión entre sí para que
Bélgica no se viera en la delicada situación de tener que escoger entre los
dos aliados.
«Estoy muy de acuerdo en que una colaboración entre los tres servicios
(británicos, americanos y belgas) sería extremadamente provechosa.»
Spaak
agregaba:
«Si uno de los dos servicios, americano y británico, rechazara esa
colaboración, los servicios belgas se verían en una situación extremadamente
delicada y difícil. Me parece por ello que se imponen negociaciones al más
alto nivel entre Londres y Washington para resolver la cuestión.» [13]
Como resultado de aquellas «negociaciones al más alto nivel», los servicios
secretos estadounidenses, británicos y belgas crearon un órgano llamado «Tripartite
Meeting Brussels» (TMB), también conocido a veces como «Tripartite Meeting
Belgian», encargado de supervisar la creación de la red stay-behind belga.
En recompensa a su lealtad, Spaak fue nombrado en 1957 secretario general de
la OTAN, el más acto cargo civil en el seno de la alianza militar, puesto
que ocupó hasta 1961.
Falleció 11 años después, así que no pudo comparecer en el marco de la
investigación oficial sobre el Gladio belga.
«Varios documentos demuestran
que los responsables políticos de la época estaban conscientes de la
gravedad de la situación y que aprobaban la idea de negociaciones con vistas
a establecer una estrecha colaboración con los servicios secretos americanos
y británicos», resumió el informe de los senadores belgas.
«Aquella
cooperación incluso se consolidó con la creación del Tripartite Meeting
Belgian/Brussels a finales de los años 1940.» [14]
Aunque aún se ignoran hoy en día la mayor parte de los detalles sobre los
órganos de mando de la guerra secreta, sí se sabe que, paralelamente al TMB,
fueron creados otros centros, bajo las siglas CCUO, CPC, ACC y SDRA 11.
Las
pruebas actualmente disponibles sobre Gladio sugieren que, inmediatamente
después de la guerra, se apostó por las estructuras trilaterales ya que el
Reino Unido y Estados Unidos habían formalizado al mismo tiempo su
cooperación secreta con el Gladio holandés mediante la creación de un Tripartite Committee Holland (TCH), que se componía de los representantes de
los tres países implicados [15].
Un acuerdo similar se concluyó al parecer entre Gran Bretaña y Francia, que
firmaron un pacto de colaboración secreta stay-behind el 4 de mayo de 1947
[16]. El 17 de marzo de 1948 se fundó el Western Union
Clandestine Committee (WUCC), o sea el Comité Clandestino de la Unión
Occidental o CCUO.
Encargado de anticipar en tiempo de paz una posible invasión soviética, el
Comité era un centro de coordinación de la red clandestina Gladio en el que
estaban representados 5 países: el Reino Unido, Bélgica, los Países Bajos,
Luxemburgo y Francia [17].
«Otros países habían adoptado la misma estrategia; conformaban una unidad
independiente del TMB y trataban de desarrollar una política común para
enmarcar los preparativos de una posible futura guerra», observaron los
senadores belgas, señalando también que Estados Unidos no parece haberse
unido al CCUO hasta 1958 [18].
Robert Schuman (Francia), Dean Acheson (EE.UU.) y Ernest Bevin (Reino
Unido),
los principales arquitectos
de la organización estadounidense
de Europa occidental contra la influencia
soviética.
El autor Jan Willems ha investigado sobre el
Gladio belga.
Según Willems, la creación del CCUO en la primavera de 1948
era consecuencia directa de un discurso que el ministro británico de
Relaciones Exteriores Ernest Bevin había pronunciado en Londres el 22 de
enero de 1948.
Aquel día, Bevin expuso ante el parlamento británico su plan para la
creación de una «Unión Occidental», una organización occidental destinada a
contrarrestar lo que él llamaba la amenaza soviética en Europa, representada
según él por el Ejército Rojo de un lado así como, y principalmente, por la
subversión comunista en Europa Occidental.
Bevin y Washington estaban de acuerdo en que, como revela un memorando
estadounidense fechado el 8 de marzo de 1948, «actualmente, el problema para
nosotros no es tanto prepararnos para una agresión externa sino estar listos
para luchar dentro de nuestras fronteras contra una quinta columna
respaldada por una potencia extranjera» [19].
El CCUO, también designado a veces como WUCC o CCWU, estaba a cargo de dos
misiones de seguridad: garantizar que las discusiones políticas y militares
pudieran desarrollarse de manera totalmente confidencial y desarrollar
formas de cooperación para luchar contra la subversión y los intentos de
infiltración.
«La finalidad era desarrollar mecanismos que permitieran
eliminar a los candidatos comunistas de las instituciones del poder; según
algunos documentos americanos, ese objetivo fue alcanzado.» [20]
Después de la creación de la OTAN en París en 1949, el CCUO, como pudo
saberse gracias a la investigación del Senado belga, fue incorporado a la
alianza militar y rebautizado como «Clandestine Planning Committee» (CPC).
«En conclusión, la lucha contra el enemigo interno siempre fue parte
integrante del pacto de la OTAN desde su firma en 1949», subraya Willems
[21].
Como las operaciones de guerra secreta que realizaba la OTAN se hacían más
intensivas, un segundo centro de mando fue creado en el seno de la alianza,
el Allied Clandestine Committee (ACC) que se reunió por vez primera en
Francia el 29 y el 30 de abril de 1958, bajo la presidencia de Francia.
Cuando el general De Gaulle obligó a la OTAN a salir de Francia, el ACC se
trasladó a Bélgica, en 1968, y, con el nombre oficial de SDRA 11, instaló su
cuartel general en los locales del SGR - los servicios secretos militares
belgas - en Evere, justo al lado de los edificios de la OTAN.
El SDRA 11, que servía de cobertura al ACC, era «financiado por la OTAN», se
precisa en el informe de la investigación belga, mientras que el SDRA 8, la
rama del Gladio belga a cargo de las operaciones especiales, dependía del
ministerio de Defensa de Bélgica [22].
La última reunión conocida
del ACC tuvo lugar en Bruselas el 23 y el 24 de octubre de 1990, bajo la
presidencia del director del SGR, el general Raymond Van Calster, el mismo
que tanto se enfureció cuando varios periodistas lo interrogaron sobre el
centro secreto [23].
Michel Van Ussel, quien había sido miembro del Gladio belga en los años 1980
bajo el nombre de Georges 923, explicó en un libro publicado en 1991 que el
ACC desempeñaba un papel de coordinación.
«Las actividades que exigían
cierta coordinación se discutían en el seno del ACC. Se trataba sobre todo
del uso de los sistemas de radio, de las zonas para le lanzamiento en
paracaídas de agentes en el terreno, de los códigos que tenían que utilizar
para entrar en contacto entre sí, del paso de fronteras, etc.»
También detallaba Van Ussel la manera como los servicios secretos militares
utilizaban el ACC para intercambiar ideas y debatir sobre las operaciones
clandestinas:
«En materia de búsqueda de información, misiones de fuga y exfiltración y operaciones aéreas y marítimas, cada país miembro del ACC
seguía los mismos procedimientos que ya se habían discutido con anterioridad
y que se habían acordado por todos los participantes.
Sin embargo, cada país podía realizar otras “actividades” que no se
mencionaban en las reuniones o [que se mencionaban] únicamente de forma
restringida entre los instructores.» [24]
Le costó mucho trabajo al Senado belga saber la verdad sobre los centros
secretos de la OTAN.
Durante una audiencia, el general Raymond Van Calster
engañó deliberadamente a los senadores al no mencionar que dentro del
aparato belga de inteligencia militar existía el SDRA 11, la vitrina oficial
del ACC [25].
Además, algunos oficiales del ejército simplemente se negaron prestar
declaración ante los parlamentarios pretextando para ello el haber prestado
el siguiente juramento:
«Juro solemnemente no divulgar jamás esta
información fuera de todo entorno protegido o en presencia de cualquier otra
persona no autorizada, ni siquiera después de haber abandonado mis funciones
al servicio de mi país, a no ser que haya sido liberado de esta obligación a
través de una orden oficial, específica, expresa y categórica.»
Ofendidos, los senadores señalaron en su informe que su investigación sobre
la guerra secreta de la OTAN había sido,
«gravemente obstaculizada por la
obstrucción del personal militar implicado que se refugió tras sus
obligaciones de [mantener el] secreto [obligaciones contraídas] con la OTAN,
las que se aplicaban igualmente a las actividades por ellos efectuadas en el
marco del CPC» [26].
La senadora Cecile Harnie, del partido verde de Bélgica, deploró
posteriormente que la comisión investigadora belga, de la que ella misma
había formado parte, no hubiese logrado la verdad sobre las matanzas
perpetradas en la región de Brabante y que tampoco lograra determinar
claramente la participación de la OTAN.
Señaló la senadora, muy
justificadamente, que los testigos se escudaban invariablemente tras su
obligación de secreto contraída con la OTAN para negarse a responder a las
preguntas sobre las conexiones existentes entre las dos secretarías
internacionales de las redes Gladio, el ACC y el CPC, y el cuartel general
de la OTAN en Europa,
el SHAPE.
Después de la disolución de la comisión senatorial, en octubre de 1991, la
senadora Cecile Harnie llamó por lo tanto a la apertura de una investigación
más profunda sobre el papel exacto que había desempeñado la OTAN. Al
encontrarse los principales órganos de mando de la OTAN precisamente en
Bruselas, Mons y Casteau, Bélgica parecía ser el terreno más propicio para
la realización de una profunda investigación sobre los ejércitos secretos.
A
pesar de esta ventajosa posición, la solicitud de la senadora fue rechazada
[27].
Durante el transcurso de la investigación, los parlamentarios belgas
descubrieron con asombro hasta qué punto se hallaba el ejército secreto -
SDRA 8 - cuidadosamente escondido en el seno mismo de los servicios secretos
del ejército de su país (el SGR). En el momento del descubrimiento de la
existencia de la red clandestina, el aparato belga de inteligencia militar
se dividía en 5 departamentos. Uno de ellos era el SDRA 8, que empleaba a
cerca de la mitad de las 300 personas que trabajaban para el SGR.
El SDRA había sido creado a principios de los años 1950 por el coronel
Charlier, un antiguo miembro del SAS, las fuerzas especiales británicas,
quien ostentaba en el momento del escándalo el grado de teniente coronel y
ocupaba el cargo de jefe de Estado Mayor del ejército belga.
El propio SDRA
se componía de 8 unidades entre las que se encontraba, junto a la red stay-behind
altamente secreta designada como SDRA 8, la gendarmería belga, bajo la clave
SDRA 6.
Los senadores supieron mucho más tarde que en la mayoría de los países la
organización paramilitar clandestina estaba escondida en el seno mismo de
los servicios secretos militares, como las conocidas «muñecas rusas», que
vienen una dentro de otra, lo cual hacía imposible que el parlamento pudiera
ejercer su función constitucional supervisando, controlando y de ser
necesario investigando lo que hacían los servicios secretos [28].
Como todas las demás redes stay-behind creadas en Europa, el SDRA 8 se
componía de instructores y de agentes entrenados por dichos instructores.
La red contó al parecer hasta 10 instructores mientras que,
«el número total
de agentes se elevaba a 40. Como regla general, los instructores contactaban
a sus agentes 2 veces al mes» [29].
Los consejeros de la comisión senatorial estimaron que un total de efectivos
de 50 miembros estaba verdaderamente muy por debajo de la realidad. Pero se
había destruido una gran cantidad de documentos, lo cual impidió aclarar
este punto.
Al igual que las demás redes stay-behind, el SDRA 8 y la STC/Mob
civil estaban organizadas en células.
En caso de ocupación, los instructores tenían que salir del país mientras
que sus agentes debían mantenerse en territorio enemigo para formar sus
propias redes:
«Los agentes estaban entrenados de manera que pudieran a su
vez reclutar a otros en caso de ocupación del país, con el fin de conformar
una red que ellos iban a dirigir. La estrategia de reclutamiento obedecía a
una estructura piramidal. De esa manera la red podía multiplicarse por 5.»
[30]
En el seno de la STC/Mob, cada instructor conocía la identidad de sus
propios agentes, pero ignoraba la de los agentes que estaban bajo las
órdenes de los demás instructores. Los agentes, por su parte, no se conocían
entre sí.
Para garantizar el mayor grado de confidencialidad, las informaciones se
comunicaban únicamente a las personas estrictamente vinculadas a ellas y el
director de la Sûreté, que dependía a su vez del ministerio de Justicia, era
el único que conocía los nombres de los instructores y de los agentes de la
STC/Mob.
El señor Raes, quien ocupó ese cargo desde 1977 hasta 1990, afirmó ante la
comisión senatorial que había «olvidado» los nombres de los agentes, aunque
reconoció que había estudiado sus expedientes por razones de seguridad
[31].
El ministro de Justicia Wathelet declaró que la STC/Mob contaba
7 instructores en noviembre de 1990. «Cada instructor reclutaba, formaba y
entrenaba un máximo de 10 agentes voluntarios», precisa el informe de la
comisión, que confirma que la sección contaba 45 agentes a fines del año
1990 [32].
De ser exacta esa información, los efectivos de la
rama STC/Mob del Gladio belga en noviembre de 1990 serían solamente 7
instructores y 45 agentes, con un total de 52 miembros.
Hoy conocemos las misiones del SDRA 8 y de la STC/Mob gracias a una carta
dirigida, el 28 de septiembre de 1991, a los miembros del Gladio, carte que
incluye las formas del primer ministro Van Houtte, del ministro de Justicia
Moyersoen y del ministro de Defensa De Greef.
Escribía el primer ministro:
«Debo precisar la naturaleza y el espíritu de la misión que el gobierno ha
encomendado a ustedes. Consiste principalmente en coordinar las actividades
de resistencia contra el enemigo en el territorio nacional ocupado.»
Y proseguía, algunas líneas después:
«En tiempo de paz, la misión de ustedes
consiste en,
- 1) estudiar las condiciones en las que se pudiera desarrollar una
resistencia contra el enemigo;
- 2) supervisar la coordinación de los planes generales concebidos con ese
objetivo;
- 3) seleccionar a las personas (…) que se quedarán en Bélgica para seguir
trabajando bajo las órdenes de ustedes en caso de ocupación enemiga (…);
- 4) mantenerse informados (…) de todas las sugerencias, disposiciones y
decisiones tomadas a nivel nacional e internacional y relativas a las
estrategias de defensa en territorio ocupado».
Algunos senadores se inquietaron por el hecho que la misión de la red stay-behind
incluía reaccionar en función de las decisiones internacionales ya que
aquello implicaba que la OTAN y potencias extranjeras, entre ellas Estados
Unidos y el Reino Unido, habían podido ejercer cierta influencia sobre la
organización belga.
«Los jefes de los dos servicios [SDRA 8 y STC/Mob]
tienen la obligación», se especificaba en la carta, «en todo lo que
concierne a la preparación de la resistencia civil y la resistencia militar
en territorio ocupado, de mantenerlos a ustedes informados sobre los planes
que ellos elaboren, las actividades que emprendan, las consignas que
transmitan a sus subordinados y de todas las directivas que ellos reciban de
las autoridades nacionales e internacionales» [33].
Se mencionaban después una serie de indicaciones sobre las misiones a
realizar en tiempo de guerra.
El SDRA 8 tenía que encargarse de:
-
la obtención de información para el
ejército
-
el contraespionaje
-
las siguientes acciones: sabotaje contra
objetivos militares, colaboración con elementos de las fuerzas
aliadas [las fuerzas especiales], operaciones paramilitares,
clandestinas y de guerrilla
-
la organización de las redes de enlace y evacuación
Por su parte, la STC/Mob tenía como misiones:
-
la obtención de información sobre temas
políticos, económicos y sociales
-
l enlace entre el gobierno en el exilio
y las redes de resistencia civil dentro del país
-
la guerra sicológica y sobre todo las
actividades de la prensa y la radio clandestinas
-
la desinformación tendiente a proteger las actividades anteriormente
mencionadas
-
la organización de las vías de enlace y de evacuación
necesarias para el éxito de las misiones anteriormente mencionadas»
[34]
Para ser capaz de operar independientemente de las fuerzas regulares, el
ejército secreto belga, al igual que las redes stay-behind del continente,
disponía de escondites secretos de armas repartidos a través de todo el país
con fusiles, municiones, monedas de oro y explosivos.
Además, como también
sucedió en todos los países de la OTAN, a mediados de los años 1980 el
ejército secreto belga fue equipado con no menos de 79 estaciones «Harpoon»,
que el gobierno compró por una suma total de 155 millones de francos belgas.
Al comparecer ante los senadores, el señor Wathelet, ministro belga de
justicia, dijo en su testimonio que la propia OTAN había sugerido que cada
uno de los países miembros comprara aquel equipamiento.
«Debido a los
riesgos de mal funcionamiento o de rastreo que planteaban los sistemas
viejos, en el seno del ACC se decidió desarrollar un nuevo modelo de
radiotransmisor», explicó Wathelet.
«El proyecto “Harpoon”, que a menudo se
mencionaba en la Sûreté de l’État, fue confiado entonces a la firma alemana
AEG Telefunken», como resultado de una decisión del ACC, el centro de mando
del Gladio [35].
Los potentes radiotransmisores Harpoon, que transmitían en onda corta y
altas frecuencias, permitían la comunicación a 6 000 kilómetros de distancia
sin necesidad de recurrir al uso de satélites sino gracias al rebote de las
ondas en la ionosfera.
Sistemas de codificación muy sofisticados permitían
la transmisión de mensajes prácticamente imposibles de descodificar
[36].
Michel Van Ussel, quien fue agente de la STC/Mob en los años
1980, recuerda que,
«aquellas pequeñas maravillas tecnológicas» constituían
«una verdadera proeza técnica. Sin exagerar, Harpoon es el sistema militar
de enlace radial del año 2000. Cuando se puso en servicio, no había en el
mundo nada equivalente».
Los transmisores portátiles Harpoon sólo pesaban 8
kilogramos, incluyendo las baterías, y se presentaban «en un elegante
maletín protegido con un combinación cifrada».
Eran capaces de recibir y
descodificar y también de codificar y enviar mensajes a gran velocidad sin
la menor intervención humana. Por primera vez en décadas, los agentes yo no
tenían que recurrir a la clave morse y ni siquiera tenían que estar
presentes en el lugar en el momento de transmitir la información [37].
La comisión investigadora [belga] comprobó que el entrenamiento de los
agentes de la STC/Mob se desarrollaba en Bélgica y que estos seguían a veces
«cursos en el extranjero» [38].
La red stay-behind se basaba en
gran parte en los contactos internacionales y sus agentes se veían obligados
a llevar una doble vida.
«En mi caso, [mi instructor y yo] nos reuníamos más
o menos una vez al mes. La formación se desarrollaba en mi casa,
generalmente el viernes en la noche, después de acostar a los niños», contó
Michel Van Ussel.
Precisó además que «algunos agentes no se atrevían a
recibir a su instructor en su domicilio porque sus esposas nada sabían sobre
su doble vida» [39].
En el marco de las maniobras internacionales
stay-behind, los agentes de la STC/Mob debían, por ejemplo, establecer un
contacto radial secreto con el Gladio de Francia [40].
Van Ussel cuenta en su libro el día de su reclutamiento:
«Un día, un hombre
vino a mi casa para preguntarme si yo aceptaría una misión confidencial. Me
dijo que era en el marco de la OTAN. Como era posible que yo rechazara la
oferta, él no entró en detalles. Era mejor no hablar demasiado porque se
trataba de una de las organizaciones más secretas que hayan existido nunca.»
Van Ussel aceptó finalmente convertirse en un soldado de la sombra.
«Teníamos un radio a nuestra disposición. Nuestra base estaba cerca de
Londres y había otra en los alrededores de Boston, en Estados Unidos.» [41]
«En realidad, acepté sobre todo por curiosidad», analiza este
miembro del Gladio, «[por] entrar en aquel mundo extraño, que uno se imagina
poblado de siluetas con impermeable y barba falsa».
Según Van Ussel, la mayoría de los miembros del Gladio sentían
principalmente curiosidad o eran aventureros.
«Estábamos muy lejos», escribe
Van Ussel en su libro, «de los grandes ideales como el honor, el sentido del
deber o del patriotismo (…) que ha veces se han atribuido a los miembros y
que en realidad les eran totalmente ajenos».
Van Ussel consideró que la
mejor manera que los combatientes belgas tenían de acabar con las teorías
conspirativas era salir de la sombra y ofrecer su propia versión de la
historia ya que «ya nada les impide ahora dar su testimonio» [42].
El ex agente de la STC/Mob señaló que la CIA y el MI6 mantenían en secreto
la identidad de los soldados de la sombra.
«Como en las mejores novelas de
espionaje, cada agente del Gladio recibía un nombre en clave y una
matrícula. Estos se utilizaban sistemáticamente, sobre todo durante los
ejercicios.»
El propio Van Ussel había recibido el nombre «Georges 923»,
mientras que otros se hacían llamar «Charles», «Isabelle», «Pollux» e
incluso «King Kong».
La verdadera identidad de los agentes sólo la conocían «dos o tres
personas», explicó Van Ussels alias Georges 923. Entre esas personas se
encontraban el oficial que había reclutado personalmente al miembro del
Gladio así como el que se reunía con él periódicamente para transmitirle sus
instrucciones [43].
En sus respectivos cuarteles generales, la
CIA y el MI6 conservaban un expediente sobre cada miembro de la red, «una
especie de currículum vitae» donde figuraban el verdadero nombre del miembro
del Gladio, su profesión, su dirección, su situación familiar, otros datos
personales ¡y «su juego completo de huellas digitales!».
El fichero contenía además los códigos de las claves que utilizaba cada
agente, las contraseñas de activación así como la localización exacta de los
escondites de armas que tenía asignados.
«El fichero mismo estaba en clave y
se conservaba una copia en cada uno de los países donde se hallaban las
bases de radio», o sea en el Reino Unido y en Estados Unidos. «El jefe del SDRA 8 iba allí periódicamente para actualizar los expedientes.»
[44]
Van Ussel precisó además que,
«los americanos y los británicos eran
interlocutores privilegiados en las comunicaciones radiales ya que las bases
estaban (y aún están hoy en día) instaladas en sus territorios» [45].
La mayor parte de los miembros del SDRA 8 se reclutaban entre los
paracaidistas del ejército belga.
El entrenamiento se desarrollaba en el
campamento militar de Meerdaal y la formación en manejo de explosivos en el
Polígono, en Brasschaat. Los agentes enrolados se vestían de uniforme
durante el entrenamiento y los instructores belgas recibían su propia
formación en Gran Bretaña o en Bélgica de instructores británicos que venían
a impartirla [46].
Para enmascarar la verdadera naturaleza de sus
misiones en el seno del SGR, los servicios secretos militares belgas, los
miembros del SDRA 8 fingían entrenarse en diferentes técnicas de guerra
convencional. Se trataba principalmente de operaciones submarinas y de
paracaidismo [47].
El SDRA 8 trabajaba en estrecha colaboración con el SDRA 6, la gendarmería
belga. Según el testimonio del comandante en jefe de la gendarmería, hasta
1990 el helicóptero Puma que utilizaban sus servicios se había utilizado
sistemáticamente para el entrenamiento del SDRA 8 en la realización de
operaciones de lanzamiento en paracaídas en la más completa oscuridad
[48].
Los propios agentes stay-behind sabían muy poco sobre la verdadera dimensión
internacional del Gladio. Sólo sabían que formaban parte de una organización
europea cuyas bases se hallaban en Washington y Londres.
Nada sabían de la estructura global de la organización [49].
Al
igual que sus homólogos de toda Europa, los combatientes clandestinos belgas
eran «visceralmente anticomunistas», como se comprobó durante la
investigación parlamentaria [50]. Realizaban ejercicios conjuntos
con oficiales estadounidenses y británicos y con miembros del Gladio de
otros países.
Con el paso de los años, los agentes del SDRA 8 participaron en varias
maniobras nacionales e internacionales, en Bélgica y en el extranjero. No
sabemos en cuántos ejercicios en total participaron aquellos hombres ya que
la comisión investigadora sólo recibió una «lista incompleta» de las
informaciones que había solicitado, lo cual la llevó a suponer que «a menudo
se destruían los documentos al término de las maniobras».
Los senadores
lograron confirmar, a pesar de lo anterior, que las maniobras tenían lugar
«a razón de varias al años» [51].
Como aquellos ejercicios tenían que desarrollarse en el mayor secreto, los
agentes recibían documentos de identidad especiales que podían presentar a
la policía de ser necesario.
«Cada participante recibía una tarjeta de
ejercicio que debía mostrar en caso de accidente, para demostrar que estaba
participando en un entrenamiento oficial. En aquellas tarjetas figuraba el
número de teléfono del SDRA al que había que llamar, y de donde se avisaría
después al jefe del SDRA 8.» [52]
Aquellas misiones de
entrenamiento consistían en simulacros de búsqueda de información, de paso
de fronteras y de operaciones de evacuación.
En uno de aquellos ejercicios
los agentes del SDRA 8 debían simular la observación de navíos soviéticos
que entraban y salían de los puertos belgas y transmitir la información a su
cuartel general. Varias maniobras internacionales de ese tipo se organizaron
durante toda la Guerra Fría.
También incluían operaciones submarinas en Córcega [Francia], operaciones
que el SDRA 8 efectuaba conjuntamente con la red stay-behind francesa.
Aquellos ejercicios tuvieron lugar hasta 1990.
En abril de ese año, el
general Charlier, jefe del Estado Mayor, informó al ministro de Defensa Guy
Coeme que acababa de ordenar que se pusiera fin a una serie de misiones que
efectuaba el SDRA 8,
«principalmente las operaciones submarinas y los
ejercicios efectuados en Córcega» [53].
Para su gran sorpresa,
los senadores se enteraron, sin embargo, de que las operaciones del SDRA 8
en el extranjero no se limitaban al Mediterráneo.
Al igual que sus colegas
portugueses, los miembros del ejército secreto belga estuvieron también muy
activos en las colonias belgas de África.
«Un dirigente del SDRA 8 confirmó que los instructores paramilitares
participaron en operaciones del ejército belga en Zaire en los años 1970 (en
Kisangani y Kitona) y en Ruanda», precisa el informe de los parlamentarios.
«Esas intervenciones constituyen una infracción flagrante de las reglas
establecidas, según las cuales, por razones de confidencialidad, los
instructores y agentes no debían tomar parte en ninguna actividad militar o
social en tiempo de paz.» [54]
En el transcurso de sus misiones internacionales de evasión y de evacuación
en Europa, los agentes del SDRA 8 y sus colegas de la red Gladio trasladaban
individuos de refugio en refugio siguiendo itinerarios secretos y lograban
así trasladarlos a través de las fronteras.
«Aquellos ejercicios se
organizaban a menudo a escala internacional y simulaban en un determinado
lugar la recuperación y exfiltración de un piloto derribado o de agentes
extranjeros que habían entrado al país con una misión específica
(inteligencia, sabotaje).»
El
sistema europeo Gladio funcionaba de maravilla, como descubrieron los
sorprendidos senadores belgas:
«Es conveniente aportar dos precisiones sobre
estos ejercicios. En primer lugar, estamos aquí ante una red internacional
capaz de trasladar a un individuo de Noruega hasta Italia de manera
totalmente clandestina.
Ello implica una colaboración muy estrecha y una
estricta coordinación a nivel internacional entre varios servicios
secretos», subrayaron los senadores en su informe.
«El segundo hecho
importante es la perfecta infraestructura técnica de la que disponía la red stay-behind: las personas y el equipamiento eran enviados o recogidos por
vía terrestre, marítima o lanzados en paracaídas. Su destino se designaba de
antemano y se controlaba.
Las personas se mantenían en edificios
protegidos.» [55]
La principal base militar de la OTAN en Francia fue instalada en Solenzara
(isla de Córcega).
Hasta que el escándalo de los
años 90’ no reviente y esta información llegue a la opinión pública,
los agentes belgas del Gladio
recibían entrenamiento y capacitación ahí mismo.
El agente Van Ussel, alias Georges 923, de la
STC/Mob, recuerda que el terreno preferido para las operaciones submarinas
era el Mediterráneo, sobre todo la base de Solenzara, en Córcega [Francia],
que,
«era por consiguiente muy conocida para las familias de militares belgas
de vacaciones» [56].
Van Ussel insiste en la estrecha colaboración existente entre los ejércitos
secretos europeos, que lograban trasladar un agente de Noruega a Italia en
menos de un mes sin que fuese sometido a ningún tipo de control de aduana o
policial:
«Efectuábamos sobre todo el siguiente ejercicio: en una noche sin
luna, un submarino inglés emergía frente a las costas noruegas, una lancha
transportaba furtivamente al agente hasta la orilla siguiendo señales
luminosas efectuadas desde la playa por un agente de la red local.
La lancha
volvía después al submarino mientras que el “visitante” era interceptado por
un agente civil que lo interrogaba y lo registraba, para verificar si
efectivamente se trataba de la persona que estaba esperando. Ya bajo la
responsabilidad de la organización, el “visitante” era después trasladado a
pie, a caballo o en automóvil de red en red hasta llegar a Kristiansand», en
la costa sur de Noruega.
«Desde allí, un pescador que trabajaba para la
organización lo llevaba hasta Aalborg», en la costa norte de Dinamarca,
«donde la red danesa se encargaba de él. De esa manera, después de un
periplo de un mes a través de los Países Bajos, Bélgica y Francia, el
“visitante” finalmente llegaba una mañana a la región de Friuli, en Italia,
sin haberse sometido ni una sola vez a un control de aduana o de policía, lo
cual era uno de los objetivos de la misión», precisa Van Ussel.
«Bajo
constante vigilancia, [el agente] había pasado por las manos de varias
decenas de redes de evasión.» [57]
Los oficiales del SDRA 8 se formaban en el Reino Unido, pero seguían también
un entrenamiento conjunto con comandos estadounidenses en Estados Unidos,
como se descubrió durante la investigación belga:
«La Comisión pudo
comprobar que varios miembros del SDRA 8 recibieron el entrenamiento de las
fuerzas especiales en Estados Unidos».
También resultó que habían
participado en maniobras de la OTAN efectuadas en Europa junto a las fuerzas
especiales estadounidenses.
«Estados Unidos dispuso así», comentaron los
senadores, «de un poderoso instrumento que les brindaba la posibilidad de
influir en la situación interna de un país situado en su esfera de
influencia» [58].
La principal interrogante que subsiste hoy en día en Bélgica y en Europa es
por lo tanto la siguiente:
-
¿Utilizó Estados Unidos ese instrumento a pesar
de la ausencia de invasión soviética?
-
¿Utilizó el Gladio belga sus armas y
explosivos en Bélgica en tiempo de paz y, si no lo hizo, prestó ayuda a
grupos clandestinos de extrema derecho comprometidos en operaciones
militares?
Lucien Dislaire, durante una reconstitución para la prensa de
lo que fue el ataque al
cuartel de Vielsalm.
La investigación llevó a los senadores belgas a
responder afirmativamente.
Ellos lograron reconstruir el desarrollo de un
hecho que llamaron el incidente de Vielsalm. En 1984, un escuadrón de
marines estadounidenses despegó de un aeropuerto situado al norte de
Londres. Después de saltar en paracaídas sobre su objetivo, alcanzaron su
destino, donde los esperaba un agente del SDRA 8 para servirles de guía en
la región.
Ocultándose de la población local, los comandos estadounidenses y los
soldados de la sombra belgas pasaron los siguientes 15 días preparándose
para su misión: un ataque nocturno contra el cuartel de Vielsalm, una ciudad
del sur de Bélgica. Los marines [estadounidenses] se acercaron furtivamente
a su objetivo y abrieron fuego. Un oficial de la policía belga resultó
muerto y un soldado estadounidense perdió un ojo en aquella operación
[59].
Los senadores [belgas] descubrieron que aquel ataque había sido perpetrado
en el marco de un ejercicio bautizado Oesling.
Unidades del ejército belga
realizaban aquel tipo de operaciones en colaboración con miembros de las
fuerzas especiales estadounidenses más o menos una vez al año.
«La Comisión
trató varias veces de saber si el SDRA 8 o sus instructores participaron o
no en aquellos ejercicios Oesling.»
«Recordemos que fue durante una de esas
maniobras, en 1984, que se produjo un robo de armas en la comisaría de Vielsam», precisa el informe de la investigación.
Los miembros del Gladio belga afirmaron primeramente que no habían
participado en los famosos ejercicios.
«El último comandante del SDRA 8
desmintió toda implicación de su servicio en ejercicios de ese tipo, aquello
no entraba en el marco de su misión y el riesgo para sus hombres hubiera
sido demasiado importante», indica el informe.
«Pero esa declaración se vio
contradicha por un ex comandante del SDRA 11 y ex jefe de los servicios
secretos belgas que confirmó que la red pudo haber participado en los
ejercicios Oesling, Otro responsable atestiguó que la red participó en dos
ejercicios del tipo Oesling.» [60]
«Durante meses, las
autoridades civiles nos explicaron que el ataque era obra de simples
criminales o de terroristas», recuerda el periodista René Haquin.
«Fue unos
meses antes de que yo recibiera cierta llamada telefónica. Fue así que me
fui a Francia donde me reuní con Lucien Dislaire, quien me explico
extensamente su versión de los hechos. Me dijo que había participado en
maniobras secretas que debían reproducir operaciones de resistencia y de
apoyo a la resistencia como las que se habían desarrollado al final de la
guerra.» [61]
En 1990, cuando se descubrió toda la red stay-behind europea, el soldado
Dislaire atestiguó ante las cámaras - en un documental sobre el Gladio -
que, además del de Vielsalm, se habían realizado otros ejercicios conjuntos
con las fuerzas especiales estadounidenses.
«Yo soy del norte de
Luxemburgo», explicaba Dislaire.
«En aquella época, yo era director de un
banco y al mismo tiempo ex paracaidista. Un día vinieron a mi casa y me
pidieron ayuda en el marco de maniobras especiales en coordinación con las
fuerzas especiales americanas. Los comandos belgas habían recibido orden de
reunirse con paracaidistas americanos. Después tenían que alcanzar sus
puntos de encuentro y tomar por asalto varios edificios de la gendarmería.
Yo recibí el equipamiento y las armas necesarias así como un transmisor de
radio para coordinarlo todo.» [62]
René Haquin recordaba que la operación de Vielsalm era sólo una más entre
las tantas en que las fuerzas especiales estadounidenses habían operado en
suelo belga de forma clandestina.
«Habíamos leído algo sobre un ataque
contra un campamento militar de los Cazadores Ardenenses, aquí en Bélgica.
Así que fui allí con otros periodistas», contaba Haquin, también ante las
cámaras.
«Habían cortado la cerca, tomado la armería por asalto, herido al
guardia y se habían llevado cierta cantidad de armas. Logré entrar en el
lugar gracias a alguien que conocía allí. Adentro pude ver militares
extranjeros, americanos específicamente.» [63]
El miembro del Gladio belga Lucien Dislaire confirmó al periodista René
Haquin que las fuerzas especiales estadounidenses habían estado implicadas
varias veces en operaciones clandestinas en territorio belga.
«Había habido
problema días antes» del ataque de Vielsalm, le contó Dislaire.
«Los
americanos habían ido demasiado lejos. Eran tipos de unos 40 años,
oficiales, tipos duros. Se pasaron realmente de rosca. Anteriormente habían
atacado unas barracas. Incluso habían lanzado una granada hacia las oficinas
del ministerio público.»
Dislaire confió al periodista que los métodos
violentos de los comandos estadounidenses molestaban considerablemente a
quienes sabían en Bélgica de aquellas operaciones clandestinas:
«Las
autoridades reaccionaron declarando que aquello era demasiado. Fue en aquel
momento que se anuló el proyecto de ataque contra el cuartel de Vielsalm. El
día previsto para el asalto supimos que la operación había sido anulada.»
Pero era demasiado tarde para detener a las fuerzas especiales.
Dislaire contó que,
«los americanos me pidieron que los llevara al campamento
donde querían estar listos para intervenir. A la mañana siguiente, me fui a
Namur con mi mujer. Oí en la radio que el cuartel había sido atacado a
medianoche. No puedo decir qué fue lo que sucedió en realidad porque yo me
había ido a las 20 horas aquella noche. No se suponía que yo me quedara.»
Fue a la mañana siguiente que Dislaire supo lo sucedido.
«Al día siguiente,
el comandante del cuartel de Vielsalm me llamó y me informó de la operación.
Me dijo que avisara a los comandos belgas que el guardia no había muerto,
que estaba en el hospital, gravemente herido.» [64]
El herido
murió poco después.
Después de cada una de aquellas operaciones realizadas en los años 1980, las
autoridades belgas destruían meticulosamente todos los indicios para evitar
sospechas.
El ejército stay-behind belga siguió siendo secreto y sólo
algunos ataques fueron oficialmente confirmados.
«Las autoridades americanas
y belgas interrogadas finalmente admitieron al cabo de varios meses que se
habían organizado maniobras y que había habido varios ataques», explicaba
René Haquin.
«Yo recuerdo, por ejemplo, el ataque contra un depósito de
combustible del ejército en Bastogne. Y también el asalto contra una
comisaría en Neufchateau. Los militares admitían poco a poco la realidad de
aquellos ataques.»
Pero los detalles sobre la operación de Vielsalm no fueron divulgados.
«La
última versión que dieron del incidente de Vielsalm era que se había
planificado un asalto pero que había sido anulado en el último momento»,
recordaba el periodista que subrayaba igualmente que las armas sustraídas
habían ido a parar en manos de un oscuro grupo de activistas de izquierda
para hacer creer que los culpables eran los comunistas.
«Algunas de las
armas robadas en Vielsalm fueron encontradas en un apartamento perteneciente
a las CCC, las Células Comunistas Combatientes» [65].
¿Por qué se montaron ese tipo de operaciones? ¿Y cómo fue que las armas
robadas en Vielsalm por las fuerzas especiales estadounidenses fueron a
parar al escondite de un grupo comunista belga en Bruselas?
«Aquel ejercicio tenía un doble objetivo: poner en alerta a la Policía belga
y dar a la población la impresión de que el tranquilo y próspero reino de
Bélgica se hallaba bajo la amenaza de una revolución roja», escribió el
periodista británico Hugh O’Shaughnessy en un artículo dedicado al Gladio
[66].
Los comunistas belgas, al igual que sus camaradas italianos, se vieron
desacreditados por aquellas operaciones bajo bandera falsa realizadas
conjuntamente por las fuerzas especiales estadounidenses y la red stay-behind
belga.
La tesis se confirmó cuando se descubrió que el grupúsculo terrorista
incriminado supuestamente comunista, las CCC, en realidad era una creación
de la extrema derecha. Entre octubre 1984 y el otoño de 1985, las CCC fueron
responsables de no menos de 27 atentados. Bajo la dirección de Pierre Carette, aquel grupo apuntaba, con ataques minuciosamente preparados, a los
símbolos del capitalismo, como las instalaciones estadounidenses vinculadas
a la OTAN, bancos y edificios militares.
El 17 de diciembre de 1985 fueron arrestados los líderes de las CCC y el
grupo fue desmantelado en el mayor despliegue de fuerzas policiales y
militares que se haya producido en Bélgica desde el arresto de los nazis,
después de la Segunda Guerra mundial.
El descrédito cayó sobre los
comunistas hasta que varios periodistas descubrieron que la red terrorista
que Pierre Carette había creado a principios de los años 1980 se componía en
realidad de agentes vinculados a la extrema derecha.
El brazo derecho de Carette, Marc de Laever, incluso se unió posteriormente a un movimiento
neonazi alemán [67].
El Ministro de Defensa belga socialista Guy Coëme enfrentando el silencio.
Los soldados bajo su mando se
negaron a responder a las preguntas.
Más tarde se vio obligado de
dimitir, atrapado en un escándalo y negociado de venta de armas.
«Hubo en Bélgica toda una serie de hechos no
aclarados: a mediados de los años 1980, un grupo armado cometió numerosos
asesinatos de los que todavía no sabemos nada», recordó a fines de 1990 el
ministro de Defensa Guy Coeme para tratar de establecer un vínculo entre el
ejército secreto stay-behind y los actos terroristas de los que Bélgica
había sido víctima [68].
«Yo le pregunté al jefe de las fuerzas
armadas, el general José Charlier, si existía o no en Bélgica una
organización tipo Gladio», explicó Coeme en su primera intervención en la
televisión belga, el 7 de noviembre de 1990, ante los telespectadores,
absortos en las revelaciones sobre la red stay-behind europea.
Coemer sostuvo que, a pesar de su cargo de ministro de Defensa, nunca tuvo
conocimiento de la existencia del ejército secreto.
«Además, yo quiero saber
si existe un vínculo entre las actividades de esa red secreta y la ola de
crímenes y de terrorismo que sufrió nuestro país en los pasados años.» [69]
El ministro de Defensa se refería a las tristemente célebres matanzas de
Brabante, una serie de atentados terroristas, tan inexplicables como
sangrientos, que dejaron 28 muertos y numerosos heridos en la región de
Bruselas entre 1983 y 1985.
Aquellas matanzas habían suscitado gran
conmoción entre la población y siguen siendo hoy en día el episodio más
trágico de la historia reciente de Bélgica.
Figuran además entre los actos terroristas más violentos que conociera
Europa Occidental durante la segunda mitad del siglo XX. Estas «matanzas de
Brabante» designan en realidad una serie de 16 asaltos a mano armada
cometidos en los alrededores de la provincia belga.
El primero tuvo lugar el 14 de agosto de 1982 en un comercio de víveres de
Maubeuge, en el norte de Francia. El último se produjo el 19 de noviembre de
1985 en un supermercado Delhaize, en Aalast, una ciudad de Flandes oriental.
Los otros 14 atentados, perpetrados todos en la región de Brabante, tuvieron
como blanco 2 restaurantes, un chofer de taxi, una joyería, una fábrica
textil, un comercio de víveres y por 5 supermercados del grupo Delhaize,
siempre en ciudades diferentes.
La policía había observado que en cada
ocasión los culpables se habían llevado sumas insignificantes, raramente más
de 8 000 euros, aunque sí habían dado muestras de extrema violencia y de
gran profesionalismo [70].
Las matanzas de Brabante tenían como objetivo
instaurar un clima de terror entre la población belga.
Y lo lograron, como
quedó demostrado en el ataque contra el supermercado Delhaize de Alost, el 9
de noviembre de 1985. Importante fecha del calendario cristiano, el 9 de
noviembre es el día de San Martín, el papá Noel local, y en la noche
anterior, antes de irse a la cama soñando con sus regalos, los niños ponen
frente a sus casas zanahorias para los caballos del santo. Se trata
tradicionalmente de un día de gran afluencia [en los comercios].
Aquel sábado, el público se agolpaba en el supermercado Delhaize para
realizar sus compras de última hora. Los hechos que se produjeron entonces
pudieron reconstruirse gracias a los testimonios de personas allí presentes.
Tres hombres armados y encapuchados salieron de un Volkswagen GTI
estacionado ante el establecimiento. El más alto de los tres, armado con un
fusil de acción de bombeo, mató a quemarropa y a sangre fría a dos clientes
del supermercado.
Al llegar al nivel de las cajas registradoras, comenzó a
disparar al azar contra todas las personas presentes.
«Vi tres hombres
enmascarados salir de detrás. Un hombre le dijo a su hijo “¡Al suelo! ¡Están
ahí!», contó un testigo anónimo en el documental sobre Gladio transmitido
por la BBC.
«Un automovilista testigo de la escena que trataba de huir del
lugar [fue tiroteado], su automóvil recibió 7 u 8 proyectiles y una bala lo
rozó detrás de la oreja.»
El pánico se apoderó de la gente.
«Una mujer con
el rostro cubierto de sangre gritaba algo a su hijo. No sé qué exactamente.»
[71]
Los pasillos del supermercado ofrecían a los aterrorizados
clientes muy pocas posibilidades de esconderse o de ponerse al abrigo de los
disparos.
Ocho personas, entre ellas varios miembros de una misma familia, encontraron
la muerte en el posterior tiroteo y otras 7 resultaron heridas.
Una pareja y su hija de 14 años fueron rematadas a sangre fría ante las
cajas registradoras. Otro padre de familia y su hija de 9 años fueron
abatidos cuando trataban de huir en auto. El botín de la operación fue el
equivalente a unos miles de euros, encontrados posteriormente en un bolso
abierto que los malhechores lanzaron en un canal. Los asesinos se esfumaron
y hasta el sol de hoy siguen sin haberse juzgados, ni arrestados.
Ni
siquiera han sido identificados.
Hoy en día aún se ignora quién estuvo
detrás de aquellos hechos, que hoy se acostumbra a designar como «las
matanzas de Brabante» [72].
Después de aquellos asesinatos, el ministro de Justicia Jean Gol compareció
ante la televisión para prometer más seguridad a una población aterrada.
Aquellos actos reiterados de terrorismo provocaron pánico en toda Bélgica.
Los policías de servicio cerca de los supermercados recibieron como refuerzo
la presencia de paracaidistas y de Jeeps equipados con piezas de artillería
ligera. Testigos y expertos coincidían en reconocer que aquellas matanzas no
eran obra de simples criminales sino más bien operaciones sanguinarias
perpetradas por aguerridos profesionales.
Era lo único que podía explicar la calma y la determinación que habían
mostrado los atacantes al controlar la situación y hacer uso de sus armas
así como su seguridad al huir en su Volkswagen, justo ante las narices de la
policía belga.
Actuando siempre con un reducido número de cómplices, el más
alto de los sospechosos, implicado en la matanza de Alost y al que los
testigos y la prensa bautizaron como «el gigante», reapareció en varios
asaltos a mano armada, dando órdenes a sus hombres y utilizando su escopeta
de acción de bombeo SPAS 12 de fabricación italiana.
El sello distintivo de aquellos hombres era la extrema violencia. El 30 de
septiembre de 1982, durante un tiroteo, un policía herido que yacía en la
acera mojada fue rematado fríamente y a quemarropa.
Durante el asalto de un
establecimiento de venta de víveres en Nivelles, el 3 de marzo de 1983, los
asaltantes, en vez de huir después de asesinar a una pareja y hacer sonar la
alarma, decidieron esperar la llegada de la policía, que cayó de lleno en la
emboscada.
La comisión investigadora sobre el Gladio
nombrada por el parlamento belga recibió la misión de responder a la
siguiente pregunta:
«¿Existen vínculos entre la red y los actos de
terrorismo y de gangsterismo observados en Bélgica en los 10 últimos años?»
A pesar de su notable trabajo, los senadores no pudieron dar respuesta a esa
crucial interrogante.
Su fracaso en ese sentido se debe en gran parte a la falta de cooperación
del SDRA 8 y de la STC/Mob, que se negaron a proporcionar la identidad de
sus agentes.
«La Comisión no ha descubierto ningún elemento que permita
concluir la existencia de vínculo alguno entre la red y los actos de
terrorismo y de gangsterismo», concluyó el informe de los parlamentarios.
«La negativa del SDRA 8 y de la STC/Mob en cuanto a revelar a los jueces a
cargo del caso la identidad de todos sus agentes civiles ha hecho imposible
proceder a las verificaciones que probablemente hubiesen permitido eliminar
las dudas que siguen subsistiendo.» [73]
De esta forma, el grupo de magistrados encargados de asesorar a la comisión
senatorial no logró probar la existencia de vínculos entre la red stay-behind
y las matanzas de Brabante.
«Los jueces no disponen por el momento [en 1991]
de ningún elemento que permita pensar que miembros del SDRA 8 y de la STC/Mob
hayan podido desempeñar algún papel en los actos criminales que tanto
conmocionaron a la opinión pública.»
Al igual que los senadores, los
magistrados no lograron obtener resultados concluyentes:
«Los jueces
deploraron no haber podido responder a esta pregunta con más certeza: el
silencio que se ha mantenido sobre la identidad de los agentes no permite a
los jueces proceder a las verificaciones necesarias para determinar la
verdad».
Si el ejército secreto no tiene nada que ocultar debe aceptar revelar la
identidad de sus miembros, razonaba la prensa belga mientras que los
senadores enfrentaban constantes obstrucciones.
Sin embargo, los dos jefes
del Gladio dentro del ejecutivo belga - el señor Raes, todopoderoso director
de la Sûreté de l’État de 1977 a 1990 y de hecho responsable incluso de la
STC/Mob, y el teniente coronel Bernard Legrand, jefe de los servicios
secretos militares y por lo tanto también jefe del SDRA 8 - simplemente se
negaron repetidamente a entregar sus listas de agentes.
El categórico rechazo del ejecutivo a contestar las preguntas de los
legisladores y de la justicia provocó una ola de indignación en la
democracia belga.
Raes y Legrand no tenían legalmente ningún derecho a
negarse a cooperar ya que sus respectivos superiores jerárquicos - el
ministro de Justicia Wathelet y el ministro de Defensa Coeme - habían
impartido a sus subordinados órdenes explícitas de que colaboraran con la
investigación sobre la red stay-behind y que entregaran la lista de sus
efectivos, órdenes que simplemente no fueron obedecidas.
Por ser el caso de las matanzas de Brabante uno de los episodios más
sensibles de la historia de la guerra secreta en Bélgica, la comisión
senatorial había acordado con los ministros de Defensa y de Justicia que los
nombres de los individuos que habían sido o eran miembros de la red stay-behind
sólo serían de conocimiento de los tres magistrados a cargo del expediente,
quienes a su vez garantizarían la confidencialidad.
Los tres jueces se
comprometían a divulgar únicamente la identidad de las personas que
estuviesen implicadas en los excesos cometidos en los años 1980 [74].
Existían por lo tanto garantías de discreción, a menos que se demostrara la
implicación de soldados stay-behind en las matanzas de Brabante. La
proposición parecía justa. Pero Raes y Legrand se mantuvieron en sus trece y
nunca proporcionarían ningún nombre. Se trató entonces de llegar a un
compromiso. A falta de los nombres, se propuso que los jueces pudieran
disponer al menos de las fechas de nacimiento de los agentes para que
pudieran compararlas con las de los individuos considerados sospechosos en
el caso de las matanzas de Brabante.
Pero se estrellaron contra una nueva
negativa.
«Diga lo que diga el ministro, subsisten razones muy justificadas para no
revelar la identidad de los soldados clandestinos. Por diferentes razones,
sobre todo sociales y familiares, los clandestinos cuentan con la promesa
que se les hizo», explicó el comandante Legrand.
«Me mantendré inflexible. No daré los nombres de los combatientes
clandestinos, a menos que se presenten pruebas», insistió, sabiendo
perfectamente que sin los nombres era imposible probar nada.
«Es una
organización honorable. No entiendo por qué se da tanta importancia a este
asunto», se quejó Legrand.
«Cuando leo los periódicos, me cuesta creer que
se pueda conceder tanto interés a cuestiones de ese tipo cuando hay tantos
problemas más importantes.» [75]
Los senadores y los magistrados insistieron aún durante 3 meses. La
situación se estaba convirtiendo en una prueba de fuerza. Pero finalmente
fueron Raes y Legrand los que ganaron la partida.
Los nombres no fueron
revelados y, el 28 de marzo de 1991, Le Soir, el principal diario belga,
publicó el siguiente mensaje en clave:
«¡Digan los nombres! ¡Nunca!,
responden los “Gladiadores”. Ha llegado el momento del choque. Aquí
Bruselas. Queridos amigos de la Operación Stay-Behind, la Sección 8 les
reitera su mayor estima y agradece a ustedes su sincera dedicación al país.
Garantizan a ustedes que se trata de presiones y amenazas en el aire y que
se respetarán los compromisos. ¡Adolfo está bien!» [76]
Aquello era una humillación para la comisión de investigación sobre el
Gladio.
Los senadores sólo pudieron comprobar que el artículo publicado en
Le Soir había sido impreso por orden de Legrand y que aquello podía,
«considerarse una forma de resistencia colectiva ante los intentos de la
Comisión por obtener los nombres» [77].
La frase «¡Adolfo está bien!» [En francés, “Adolphe, va bien!”
- Nota del
Traductor.] servía para indicar que el mensaje emanaba realmente de las más
altas autoridades de la red stay-behind.
Raes y Legrand se vieron obligados
a dimitir como resultado de aquel asunto, que puso fin de forma definitiva a
sus carreras en la administración belga.
El 23 de noviembre de 1990, el gobierno decidió desmantelar su ejército
secreto y poner fin a toda colaboración con organizaciones análogas en el
extranjero.
Lo más difícil de admitir para los senadores belgas fue que la
CIA y el MI6 - que, como comandantes de las redes europeas stay-behind,
también disponían de los registros que contenían la identidad de los
miembros del Gladio belga - también se negaron a colaborar, a pesar incluso
de las fuertes sospechas existentes en el caso de las matanzas de Brabante.
La comisión senatorial belga señaló que,
«los nombres de los agentes se
hallaban en sobres sellados, depositados en archivos en Washington y en
Londres por sus respetivos servicios secretos» [78].
Mientras la prensa belga llegaba a la conclusión de que los servicios de
inteligencia de Gran Bretaña y Estados Unidos eran responsables del misterio
que seguía rodeando las matanzas de Brabante, el ministerio de Justicia
[belga] solicitó en 1995 a los profesores Fijnaut y Verstraeten de la
universidad belga de Lovaina que investigaran las razones que habían
impedido que se levantara el secreto en Bélgica.
Después de sólo 2 meses de
investigación, los dos profesores renunciaron a aquella tarea denunciando
una grave falta de cooperación de parte de las instituciones gubernamentales
que, según ellos, les estaban impidiendo hacer su trabajo [79].
Se nombró entonces una nueva comisión parlamentaria encargada de descubrir
por qué la democracia belga era incapaz de averiguar la verdad sobre las
matanzas de Brabante. En octubre de 1997, la nueva comisión entregó un
abrumador informe de 90 páginas.
El informe enumeraba una serie de ejemplos de flagrante incompetencia
observados durante las investigaciones realizadas inmediatamente después de
los atentados perpetrados en los años 1980 y acusaba a la policía belga de
haber realizado una investigación caótica e ineficaz durante la cual se
habían extraviado documentos o habían sido destruidos, se habían ignorado
diferentes pistas y ciertas informaciones no habían sido comunicadas a otros
servicios que colaboraban con la investigación [80].
El investigador Allan Francovich aportó un nuevo enfoque sobre las matanzas
de Brabante al seguir la tesis de una colaboración entre ciertas células del
ejército secreto belga y la organización de extrema derecha Westland New
Post (WNP).
Ya en 1988, el periodista investigador John Palmer había
subrayado que ciertos indicios del caso de las matanzas de Brabante
designaban,
«claramente a la extrema derecha, y sobre todo al grupúsculo
neonazi bautizado Westland New Post» [81].
En 1974 se había fundado en Bélgica el muy derechista
Frente de la Juventud
(FJ).
Cinco años más tarde, el FJ se había dotado de un brazo armado: el WNP.
«Nacido en 1974, el Frente de la Juventud existió hasta los años 1980. Se
situaba unas veces en el militantismo político y otras en el activismo»,
explicaba en el documental de Francovich el jefe de aquella organización,
Francis Dossogne.
Este último confirmaba que se trataba, efectivamente, de
un grupo «de extrema derecha» y agregaba que era «esencialmente un
movimiento de jóvenes y militantes» [82].
También admitía Dossogne que el FJ había recurrido de forma regular a la
violencia:
«El Frente de la Juventud realizaba acciones de subversión.
Cuestionaba muchas cosas, todo lo que estaba bien establecido. El Frente era
tan subversivo que quisieron disolverlo.»
Al realizar sus entrenamientos
paramilitares cada vez más abiertamente, los miembros del FJ se convirtieron
rápidamente en blanco de críticas.
«El Frente fue condenado por causa de sus
campamentos. En realidad, no hacíamos nada diferente a los niños
exploradores. Hay compañías que van mucho más lejos en sus entrenamientos
intensivos.» [83]
Dossogne hizo una revelación particularmente interesante en aquella
entrevista.
Confesó que los miembros del FJ habían fundado una rama de
activistas que se componía casi exclusivamente de miembros de la gendarmería
belga. Bajo la designación SDRA 6, la gendarmería también formaba parte de
los servicios secretos militares SGR, que a su vez dirigían la red stay-behind
o SDRA 8.
La nueva rama del Frente se llamó primeramente «G», en referencia a
“Gendarmería”, antes de convertirse en el WNP.
«El Grupo G era una sección
del Frente de la Juventud dentro de la gendarmería. Como gendarmes, ellos no
querían mezclarse con los demás y arriesgarse a verse implicados en
manifestaciones, etc.», explicó Dossogne.
El gendarme Martial Lekeu
desempeñó un papel determinante en el Grupo G, y posteriormente en el WNP.
«Lekeu
era miembro del Grupo G. Fue uno de sus primeros miembros», recordó Dossogne
ante la cámara. «Estaba tan comprometido con el grupo que posteriormente
informó su existencia al comandante en jefe de la gendarmería.» [84]
Lekeu fue miembro de la gendarmería belga desde 1972 hasta 1984. Abandonó
entonces el país y se fue a la Florida, en Estados Unidos.
En el documental
sobre el Gladio, Lekeu explicaba en un inglés rudimentario la implicación de
ciertos elementos de los servicios secretos militares belgas y del aparato
de seguridad en las matanzas de Brabante:
«Mi nombre es Martial Lekeu. Yo
era miembro de la gendarmería belga. Abandoné Bélgica en agosto de 1984
luego de que mis hijos recibieran serias amenazas de muerte.
A principios de
diciembre de 1983 me presenté personalmente en la BSR [Brigada Especial de
Investigaciones (siglas en francés), una rama de la gendarmería] de Wawre
que investigaba las matanzas [de Brabante].»
Lekeu había descubierto que varios grupos en el seno mismo del aparato de
seguridad estaban implicados en los ataques.
«Me sorprendía que no hubiese
arrestos y sé que yo mismo señalé lo que pasaba. Matanzas de ese tipo no se
trataban a la ligera… cometer asesinatos al azar o ir a un supermercado a
matar gente, incluso niños. Creo que mataron una treintena de personas.
Así
que le dije a un hombre [de la BSR] con quien me reuní: ‘¿Ustedes se dan
cuenta de que hay miembros de la gendarmería y del ejército implicados en
todo esto?”
Su respuesta fue: “¡Cállese! Usted lo sabe, nosotros lo sabemos.
Ocúpese de sus asuntos. Y ahora, ¡fuera de aquí!” Ellos decían que la
democracia estaba hundiéndose, que la izquierda estaba en el poder, los
socialistas y todo eso, y que querían más poder.» [85]
Un informe sobre la investigación del parlamento belga sobre las matanzas de
Brabante publicado en 1990, sólo unos meses antes de que se revelara la
existencia del ejército secreto belga, confirmaba esta versión.
«Según este
informe, los asesinos eran o habían sido miembros de las fuerzas de
seguridad - militantes de extrema adeptos de las políticas de seguridad que
preparaban un golpe de Estado.»
«Se piensa ahora», señaló la prensa
británica después de la publicación del informe, «que las matanzas de
Brabante eran parte de una vasta conspiración tendiente a desestabilizar el
régimen democrático belga, quizás para preparar el terreno con vistas a un
golpe de Estado de la extrema derecha» [86].
«Paramilitares y gente que pertenecía al aparato de seguridad o vinculada al
aparato estatal por una colaboración o por cierta afinidad siguieron la
política terrorista», observó el terrorista Vincenzo Vinciguerra, resumiendo
así el aspecto más delicado de la historia de los ejércitos stay-behind.
En toda Europa Occidental, organizaciones de extrema derecha,
«estaban
movilizadas para el combate en el marco de una estrategia anticomunista que
no emanaba de grupúsculos que gravitaban en las esferas del poder sino del
poder mismo, y que se inscribían principalmente en el marco de las
relaciones del Estado con la alianza atlántica» [87].
Siguiendo esta pista, el diputado Hugo Van Dienderen del partido Agalev
trató de averiguar más sobre las operaciones clandestinas realizadas en
Bélgica poniéndose en contacto con la OTAN. Dos años antes del estallido del
escándalo Gladio, el diputado belga preguntó por escrito a la alianza
atlántica si disponía de una «Comisión de Seguridad» secreta.
La OTAN le
preguntó primero por qué se planteaba él aquella interrogante y después se
negó a proporcionarle información específica al respecto [88].
Las sospechas de que el WNP había tenido protección especial de la OTAN se
acrecentaron en octubre de 1990, cuando 7 miembros de aquella organización
de extrema derecha acusados de haber robado, a principios de los años 1980,
cientos de documentos pertenecientes a la OTAN y al ejército belga fueron
misteriosamente liberados de los cargos por la más alta corte marcial de
Bélgica, a pesar de que los documentos en cuestión habían sido encontrados
en las oficinas del WNP y de que los miembros de la organización incluso
habían confirmado que aquellos documentos les pertenecían.
Al mismo tiempo, los acusados negaron categóricamente haber robado los
documentos.
«¡Sólo obedecimos a las autoridades!», se defendió el activista
del WNP Michel Libert, quien subrayó que al apoderarse de aquellos
expedientes había actuado por patriotismo y con la autorización de sus
superiores de la OTAN.
Su colega Frederic Saucez protestó: «¡Si robé télex
de la OTAN fue por orden de la Sûreté de l’État!»
El Estado, como había
anunciado Vinciguerra, resultó ser incapaz de castigar sus propias faltas.
Al principio, el juicio se dilató en el tiempo ya que los acusados
presentaron numerosas apelaciones ante jurisdicciones superiores hasta que,
en octubre de 1990, la más alta instancia jurídica militar [de Bélgica], el
Consejo de Guerra, decidió que los hechos se habían producido hacía tanto
tiempo que no era posible pronunciar una sentencia contra los 7 acusados.
La
instancia agregó que la gravedad del crimen se atenuaba porque había sido
cometido en una época en que la guerra fría era «más que una simple
expresión».
Se conminó a los 7 miembros del WNP a devolver los documentos
robados al ministerio de Justicia y se fueron tranquilamente del tribunal,
completamente libres [89].
Uno de los inculpados, el militante de extrema derecha Michel Libert,
miembro del WNP de 1978 hasta los años 1980, confirmó posteriormente en un
documental sobre el Gladio que altos oficiales lo habían protegido durante
aquellas operaciones.
«Los miembros más aptos», explicaba con orgullo ante
la cámara, «pueden constituir una rama de acción».
El jefe del WNP, Paul Latinus, había impartido instrucciones para
operaciones clandestinas.
«Cada vez que había una operación que ejecutar se
le confiaba a Latinus. Para que pudiéramos hacerlo bien, él necesitaba un
respaldo en caso de que hubiera problemas.»
La protección “de arriba” era
indispensable. «Usted no podía mandar jóvenes reclutas al terreno. Les
habrían metido una bala entre los ojos en menos de 2 segundos.
El riesgo siempre estaba presente. Podían ser arrestados por la policía
local al primer control de identidad. La policía aparece siempre como un
pelo en la sopa.
Uno no puede decir:
“Estamos aquí para tal o más cual
misión.” “¿Y qué hacen ustedes?” “No podemos decir nada.” Y entonces, clic.
Nos ponen las esposas y se acabó.» [90]
¿Quería Libert confirmar que el WNP y las fuerzas del orden belgas habían
estado implicadas en las matanzas de Brabante? ¿Estuvieron las matanzas
entre sus «misiones»?, le preguntó Allan Francovich, el realizador del
documental.
«Recibíamos órdenes. Podemos remontar, digamos, a 1982. Desde
1982 hasta 1985», respondió Libert en referencia al periodo en que se
desarrollaron los ataques. «Había proyectos.»
Proyectos especialmente
secretos, reconoció.
Según su propio testimonio, a él mismo le dijeron:
«Usted, señor Libert, no sabe nada de las razones que nos llevan a hacer
esto. Nada en lo absoluto. Lo único que le pedimos es que su grupo, con
apoyo de la gendarmería y de la Sûreté, haga un trabajo.
Blanco: los supermercados. ¿Dónde están? ¿Qué tipo de sistema de seguridad
tienen? ¿Qué tipo de protección pudiera interferir en nuestras operaciones?
¿Es el gerente en persona quien cierra con llave los accesos? ¿O utilizan
quizás una empresa de protección?»
La operación era altamente secreta y Libert siguió las instrucciones al pie
de la letra:
«Ejecutamos las órdenes y enviamos nuestros informes: horarios
de apertura y cierre. Toda la información que usted pueda pedir sobre un
supermercado. ¿Con qué objetivo? Sólo era una misión entre cientos de otras.
Algo que había que hacer. El uso que iban a darle a aquello, esa es la gran
interrogante.» [91]
«Si el objetivo era sembrar el terror», observó Davison, un periodista, «los
asesinos escogieron los blancos perfectos: mujeres, niños y personas de
avanzada abatidas de un balazo mientras empujaban su carrito de compras en
el supermercado de la esquina» [92].
El extremista Michel Libert era el último eslabón de la cadena de mando.
Recibía órdenes del comandante del WNP Paul Latinus.
«Está claro que Latinus
es una de las piezas más interesantes de ese rompecabezas, si uno trata de
penetrar los misterios político-jurídicos de los años 1980», escribió un
periodista de la revista belga Avancées que había compilado una verdadera
mina de información sobre los años del terror en Bélgica.
Latinus era,
concluía el periodista, el vínculo,
«entre la extrema derecha, la derecha
clásica y los servicios secretos belgas y extranjeros» [93].
Paul Latinus era uno de los más notorios terroristas de extrema derecha de
Europa.
Según su propio testimonio, estaba a sueldo de los servicios
secretos del Pentágono, la DIA (Defense Intelligence Agency). Este
individuo, que había sido ingeniero nuclear e informante de la Sûreté belga,
había sido reclutado por la DIA a los 17 años, en 1967.
Posteriormente, fue formado por la OTAN.
El periodista belga René Haquin,
quien escribió un libro sobre Latinus, recuerda que,
«durante una
investigación judicial en la que estaba implicado, Latinus mencionó el
nombre de una agencia extranjera: la DIA, equivalente militar de la CIA»
[94].
En los años 1970, Latinus se hizo miembro del BROC, el club
de oficiales reservistas de Brabante, organización militar conservadora
fundada en 1975 y obsesionada con el «peligro rojo».
En 1978, Paul Latinus se hizo miembro del Frente de la Juventud en cuyo seno
creó un departamento de operaciones especiales, el WNP. Latinus disponía de
excelentes contactos, lo que le permitió al mismo tiempo hacer carrera
dentro del gobierno, donde fue asistente del consejero del ministro del
Trabajo y formó parte de varias comisiones.
En enero de 1991, cuando la revista de izquierda Pour reveló su trayectoria
como militante de extrema derecha, Latinus tuvo que renunciar a sus
funciones oficiales y se fue al Chile de Pinochet. Pero, al cabo de sólo 2
meses de exilio, utilizó sus relaciones y volvió a Bélgica, en el preciso
momento en que comenzaban las matanzas de Brabante.
Retomó el mando del WNP
y, entre otras actividades, colaboró con la Sûreté de l’État en la lucha
anticomunista proporcionando información sobre personalidades de la
izquierda belga al ministerio de Justicia [95].
«Latinus había ingresado al Frente de la Juventud con una misión
específica», recuerda Jean-Claude Garot, redactor jefe de la revista Pour, y
precisa que esa misión era «enseñar a los miembros de la organización a
realizar ataques violentos, ataques contra cafés de propietarios árabes, a
organizar campos de entrenamiento militar y realizar misiones de vigilancia»
[96].
Investigando sobre la extrema derecha belga, Garot había seguido la pista de
Latinus hasta los campos de entrenamiento en operaciones especiales del WNP.
«Entre los miembros de los grupos paramilitares que ellos formaban y
entrenaban para sus intervenciones figuraban elementos de la extrema
derecha, ex comandos paracaidistas, ex militares (gendarmes) y militantes de
derecha», descubrió el periodista mucho antes de que se revelara la
existencia de los ejércitos secretos, en 1990.
«Ese tipo de ejercicios no
incluía el uso de armas de fuego ni granadas. Eso hace ruido y llama la
atención. Sabíamos que existía un campamento de ese tipo. Teníamos informes
sobre eso y llevamos por lo tanto el equipamiento necesario para fotografiar
parte de aquellas actividades.» [97]
El campamento se hallaba en la región de las Ardenas y los instructores de
diferentes servicios secretos estaban presentes en las sesiones de
entrenamiento.
«Aquellos hombres proporcionaban formación en reclutamiento,
vigilancia y manejo de armas. “Robert” enseñaba el uso de explosivos, de
armas, tiro y cómo matar a un hombre sin dejar huellas.» [98]
Cuando Garot publicó lo que había descubierto, varios servicios se alarmaron
y trataron de enterrar el asunto.
«Con algunos amigos de la radio y la
televisión, interrogamos al general Beaurir. [Este último] estaba entonces a
la cabeza de la gendarmería», recuerda Garot.
«Durante la entrevista, [el
general] dijo: “Nunca ha sucedido nada de eso.” Aquel mismo día intervino el
juez de instrucción. ¿Pero dónde? Aquí mismo [en la oficina del periodista].
Registraron el local y declararon: “Jean-Claude Garot ha mentido. Falsificó
los uniformes, las fotos y las armas, todo eso no es más que una farsa”.»
[99]
Según se comprobó más tarde, Garot había descubierto la rama de
extrema derecha de la red stay-behind belga, el SDRA 8 entre cuyos miembros
había activistas del WNP.
Paul Latinus estaba al mando del grupo de intervención terrorista. En una
entrevista concedida a Haquin, él mismo confirmó que había sido miembro de
una red anticomunista clandestina.
«A Latinus se le había encargado
constituir un grupo, un ejército al estilo de las SS», explicó el
periodista.
«Ellos tenían un servicio secreto, un servicio de seguridad dentro del
grupo. Cada miembro tenía un segundo nombre, un nombre en código,
generalmente en alemán. Los miembros no se conocían entre sí.» «Volví a
ponerme en contacto con Paul Latinus.
Nos reunimos en un restaurante en el campo y estuvimos conversando toda la
noche. Algunas autoridades, el no quiso especificar cuáles, le habían
confiada la tarea de crear en Bélgica un grupo secreto de resistencia.
Era para combatir un avance soviético e impedir que ciertas autoridades
belgas colaboraran con los Soviets.» [100]
Desde su exilio en la Florida, el ex miembro del WNP y ex gendarme Martial
Lekeu le confirmó a Frankovich que el ejército secreto belga había
participado en las matanzas de Brabante para desacreditar a la izquierda.
«El origen de las armas que utilizaban era lejano y era exactamente lo que
habíamos previsto: organice usted bandas y grupos de ese tipo y déjelos
actuar por sí mismos garantizándoles cómo sobrevivir y el aprovisionamiento
y tendrá con qué crear un clima de terror en el país», explicaba Lekeu.
«Tenían dos planes. El primero era conformar bandas que montaran asaltos con
tomas de rehenes… ustedes saben, las matanzas. El segundo consistía en
organizar un falso “movimiento de izquierda” que cometería crímenes
únicamente para hacerle creer a la población que aquellos actos terroristas
eran obra de la izquierda.» [101]
El ingeniero nuclear Paul Latinus (derecha) fue reclutado a la edad de 17
años
por los servicios secretos
del Pentágono.
Activista y militando en los
sectores neonazis fundó el Westland New Post tema (WNP).
Participó en la Operación
Cóndor en Chile.
Detenido en Bélgica por el
caso de los asesinatos de Brabante,
fue ejecutado en la prisión
el 24 de abril de 1985
y su muerte fue disfrazada
torpemente como si se tratara de un suicidio.
¿Contaba ese terrorismo con el apoyo y el
aliento de la administración del presidente de Estados Unidos Ronald Reagan,
que al mismo tiempo reprimía con violencia a los sandinistas en Nicaragua?,
preguntó Francovich al miembro del WNP.
Michel Libert, a quien se le había encargado reunir información sobre el
funcionamiento de los supermercados por orden del jefe del WNP Paul Latinus,
confirmó a su pesar que su superior había colaborado muy estrechamente con
Estados Unidos:
«Él [Latinus] se reunía con gente de la embajada
[estadounidense] pero yo nunca pude verlos como lo estoy viendo a usted», o
sea frente a frente.
«Eso no entraba en mi campo. El suyo era, digamos, la diplomacia, o sea las relaciones con las
autoridades extranjeras. Nosotros sólo nos ocupábamos de las acciones»,
recordó el terrorista Libert.
«Sabíamos que estábamos protegidos, y por
todas las autoridades imaginables, según el tipo de misión.
¿Los americanos le pagaban [a Latinus]? Yo no sabría decirlo. Pero sí estaba
en contacto con ellos.» [102]
El senador Roger Lallemand, quien dirigía la investigación sobre el Gladio
belga, estaba entonces en lo cierto al analizar las matanzas de Brabante
como,
«obra de gobiernos extranjeros o de servicios de inteligencia que
trabajan para potencias extranjeras, una forma de terrorismo tendiente a
desestabilizar nuestra sociedad democrática» [103].
En su prudente formulación, el senador Lallemand se cuidaba sin embargo de
acusar directamente a Estados Unidos, aunque insistía en el hecho que aquel
tipo de terrorismo encajaba en el contexto político anticomunista de la
guerra fría:
«Aquellos asesinatos gratuitos pudieron tener un móvil
político, recordando lo que pasó en Italia. En la estación de Bolonia, 80
personas inocentes encontraron la muerte. Pensamos que una organización
política estaba detrás de las matanzas de Brabante y de Bolonia». [104]
Fue el periodista René Haquin quien aportó las piezas que faltaban en el
rompecabezas con su entrevista al terrorista del WNP respaldado por Estados
Unidos Paul Latinus:
«En nuestros intercambios durante los días y semanas
siguientes le pregunté a Latinus quién le había pedido que conformara su
grupo. Él mencionó a la Sûreté de l’État. Yo insistí y él acabó por hablar
de los servicios secretos militares estadounidenses.» [105]
Paul Latinus fue arrestado por las matanzas de Brabante.
Pero, el 24 de
abril de 1985, antes de haber tenido tiempo de revelar nada, el comandante
de extrema derecha apareció ahorcado con un cable de teléfono, a pesar de
que sus pies tocaban el piso de la celda.
«Entre las relaciones de Paul
Latinus, todas o casi todas están convencidas de que el jefe del WNP no se
suicidó sino que fue eliminado.»
«Cada vez que se hizo una reconstrucción
[de los hechos], el cable de teléfono se partió.»
Haquin se pregunta:
«Si
Estados Unidos no tiene nada que ver con las matanzas, ¿por qué no habla,
por qué guarda silencio y permite que se acrecienten las sospechas?» [106]
Notas
[1] Investigación parlamentaria sobre la
existencia en Bélgica de una red de informadores clandestino de ámbito
internacional, informe hecho en nombre de la comisión investigadora por
los señores Erdman y Hasquin. Documento del Senado, sesión de 1990-1991.
Bruselas, p.24. En lo adelanta designaremos este documento como Rapport
du Sénat belge de 1991 sur Gladio, (En español, Informe del Senado belga
de 1991 sobre Gladio. NdT.). Como resultado del descubrimiento de los
ejércitos secretos stay-behind en Europa Occidental, en 1990, el
diputado socialista Dirk van der Maelen había presentado al parlamento
belga una propuesta a favor de la creación de una comisión parlamentaria
encargada de investigar sobre la red secreta. El Senado adoptó la
propuesta por 143 votos a favor, 1 en contra y 5 abstenciones. La
comisión, presidida por Roger Lallemand y compuesta de 19 senadores,
realizó 57 sesiones y escuchó a 37 testigos. Había entre estos últimos 3
ministros, el jefe de la policía, el jefe del servicio de inteligencia
SGR y varios agentes de las secciones Gladio SDRA 8 y STC/Mob del SGR.
Los testigos podían declarar de forma anónima, si así lo deseaban.
«Algunas audiencias duraron 5 o 6 horas. Se desarrollaban en la mayor
calma.» El 1º de octubre de 1991, la Comisión Investigadora sobre el
Gladio belga terminó su misión con la presentación de un informe de 250
páginas. Al igual que el informe del Senado italiano y el informe suizo
sobre el P26, el informe belga da prueba de un verdadero esfuerzo
democrático y es una de las mejores investigaciones sobre la red stay-behind.
[2] Informe del Senado belga de 1991 sobre el Gladio, p.33.
[3] Ibid., pp.148-149.
[4] Ibid., p.29.
[5] Ibid.
[6] Ibid., pp.24-25.
[7] Mackenzie, W. J. M., History of the Special Operations Executive :
Britain and the resistance in Europe (British Cabinet Office, Londres,
1948), pp.1153-1155. El original del Buró de Archivos públicos de
Londres no se ha publicado aún. Aparecerá publicado próximamente por la
casa Frank Cass.
[8] Mackenzie, Special Operations Executive, p. 981.
[9] Allan Francovich, Gladio : The Ringmasters. Primer documental de una
serie de tres realizada por Francovich sobre el Gladio. Transmitido por
BBC2 el 10 de junio de 1992.
[10] Ibid.
[11] Para mayor información sobre el asesinato de Lahaut, ver la
investigación de Etienne Verhoyen y Rudi Van Doorslaer, L’Assassinat de
Julien Lahaut. Une histoire de l’anticommunisme en Belgique (EPO Press,
Amberes, 1987).
[12] El texto íntegro de la carta figura en el Rapport du Sénat belge de
1991 sur Gladio, pp. 212 - 213.
[13] Rapport du Sénat belge de 1991 sur Gladio, p. 213. Citado también
en el diario británico The Observer del 7 de junio de 1992.
[14] Ibid., p. 18.
[15] Frans Kluiters, De Nederlandse inlichtingen en veiligheidsdiensten
(1993), p.311.
[16] Jan de Willems, Gladio (Editions EPO, Bruselas, 1991), p.147.
[17] Kluiters, Nederlandse, p.311. Willems, Gladio, p.147.
[18] Rapport du Sénat belge de 1991 sur Gladio, op. cit., p.18. (informe
del senado belga acerca del Gladio
[19] Fragmento de Willems, Gladio, p.147.
[20] Ibid., p.148.
[21] Ibid., p.149.
[22] Rapport du Sénat belge de 1991 sur Gladio, p.22.
[23] Ibid., p.20 et 21.
[24] Michel Van Ussel, Georges 923. Un agent du Gladio belge parle.
Témoignage (Éditions la Longue Vue, Bruselas, 1991), p.150.
[25] Publicación británica Statewatch, enero de 1992.
[26] Rapport du Sénat belge de 1991 sur Gladio, p.22.
[27] Publicación británica Statewatch, julio/agosto de 1992.
[28] Rapport du Sénat belge de 1991 sur Gladio, p.6, 29, 30. Y Van Ussel,
Georges 923, p.19 - 27.
[29] Ibid., p.38.
[30] Ibid., p.58.
[31] Ibid., p.55.
[32] Ibid.
[33] Fragmento del Rapport du Sénat belge de 1991 sur Gladio, p.25.
[34] Ibid.
[35] Ibid., p.137.
[36] Ibid., p.62.
[37] Van Ussel, Georges 923, p.141.
[38] Rapport du Sénat belge de 1991 sur Gladio, p.57.
[39] Van Ussel, Georges 923, p.81.
[40] Rapport du Sénat belge de 1991 sur Gladio, p.61.
[41] Allan Francovich, Gladio : The Ringmasters. Primer documental de
una serie de tres realizada por Francovich sobre el Gladio. Transmitido
por BBC2 el 10 de junio de 1992.
[42] Van Ussel, Georges 923, p.79.
[43] Ibid., p.59.
[44] Ibid., p.86.
[45] Ibid., p.51 and 107.
[46] Rapport du Sénat belge de 1991 sur Gladio, p.28.
[47] Ibid., p.33.
[48] Ibid., p.37.
[49] Ibid., p.45.
[50] Ibid., p.59.
[51] Ibid., p.47
[52] Ibid., p.45.
[53] Ibid., p.66.
[54] Ibid., p.44.
[55] Ibid., p.47.
[56] Van Ussel, Georges 923, p.43.
[57] Ibid., p.57.
[58] Rapport du Sénat belge de 1991 sur Gladio, p.78.
[59] Hugh O’Shaughnessy, «Gladio : Europe’s best kept secret». Diario
británico The Observer del 7 de junio de 1992. Se suponía que aquellos
agentes debían mantenerse tras las líneas enemigas si el Ejército Rojo
invadía Europa Occidental. Pero la red creada con las mejores
intenciones se convirtió en algunos países en un instrumento para el
terrorismo y la agitación política de extrema derecha.
[60] Rapport du Sénat belge de 1991 sur Gladio, p.47 - 48.
[61] Allan Francovich, Gladio : The Foot Soldiers. Último documental de
la serie de tres realizada por Francovich sobre el Gladio. Transmitido
por BBC2 el 24 de junio de 1992.
[62] Ibid.
[63] Ibid.
[64] Ibid.
[65] Ibid.
[66] Hugh O’Shaughnessy, op cit.
[67] Manuel Abramowicz, Le dictionnaire des ‘années de plomb’ belges.
Para mayor información sobre las CCC, ver también Jos Vander Velpen, Les
CCC - L’Etat et le terrorisme (EPO Dossier, Amberes, 1988).
[68] Allan Francovich, Gladio : The Foot Soldiers. op cit.
[69] Fragmento de Willems, Gladio, p.13.
[70] Cronología de los crímenes atribuidos a los asesinos de Brabante
Fecha Lugar Víctimas Blanco 14/08/1982 Maubeuge, Francia 1 herido Asalto
contra un comercio de víveres 30/09/1982 Wavre, Brabante 1 muerto, 3
heridos Asalto contra una armería 30/09/1982 Hoeilaart, Brabante 2
heridos Tiroteo de la BSR 23/12/1982 Bruselas, Brabante 1 muerto Asalto
del Hôtel des Chevaliers 09/01/1983 Mons, Brabante 1 muerto Asesinato de
un chofer de taxi 25/02/1983 Uccle, Brabante 1 herido Asalto contra un
supermercado Delhaize 03/03/1983 Hal, Brabante 1 muerto, 1 herido Asalto
contra una tienda Colruyt 10/09/1983 Temse, Brabante 1 muerto, 1 herido
Asalto contre una boutique de ropa 17/09/1983 Nijvel, Brabante 3 muerto,
1 herido Asalto contre una tienda Colruyt 17/09/1983 Braine-l’Alleud,
Brabante 1 herido Intercambio de disparos con la policía 02/10/1983
Ohain, Brabante 1 muerto Asalto contra un restaurante 07/10/1983 Beersel,
Brabante 1 muerto, 3 heridos Asalto contra un supermercado Delhaize
01/12/1983 Anderlues, Brabante 2 muerto Asalto contra una joyería
27/09/1985 Braine-l’Alleud, Brabante 3 muertos, 1 herido Asalto contre
un supermercado Delhaize 27/09/1985 Overijse, Brabante 5 muertos, 1
herido Asalto contre un supermercado Delhaize 09/11/1985 Alost, Brabante
8 muertos, 9 heridos Asalto contre un supermercado Delhaize Información
de la Cámara de Representantes de Bélgica: Enquête parlementaire sur les
adaptations nécessaires en matière d’organisation et de fonctionnement
de l’appareil policier et judiciaire, en fonction des difficultés
survenues lors de l’enquête sur ‘les tueurs du Brabant’ [En español,
“Investigación parlamentaria sobre las adaptaciones necesarias en
materia de organización y funcionamiento del aparato policial y
judicial, en función de las dificultades encontradas durante la
investigación sobre ‘los asesinos de Brabante’. NdT.] Informe redactado
por los señores Renaat Landuyt y Jean-Jacques Viseur a nombre de la
comisión investigadora. Bruselas, 14 de octubre de 1997, p.21 - 22.
[71] Allan Francovich, Gladio: The Foot Soldiers, op. cit..
[72] Marcus Warren, «The Slaughter that still Haunts Belgium». Publicado
en el semanario británico Sunday Telegraph el 26 de noviembre de 1995.
[73] Rapport du Sénat belge de 1991 sur Gladio, p.100.
[74] Ibid., p.141.
[75] Ibid., p.53.
[76] Ibid., p.54. Ver también, de Boris Johnson, «Secret war over
identities of Gladio agents» en el diario británico The Daily Telegraph
del 29 de marzo de 1991.
[77] Rapport du Sénat belge de 1991 sur Gladio, p.54.
[78] Ibid., p.51.
[79] Publicación británica Statewatch, mayo/junio de 1996.
[80] Camara de Representantes de Bélgica: Enquête parlementaire sur les
adaptations nécessaires en matière d’organisation et de fonctionnement
de l’appareil policier et judiciaire, en fonction des difficultés
survenues lors de l’enquête sur ‘les tueurs du Brabant’. [En español,
“Investigación parlamentaria sobre las adaptaciones necesarias en
materia de organización y funcionamiento del aparato policial y
judicial, en función de las dificultades encontradas durante la
investigación sobre ‘los asesinos de Brabante’. NdT.] Informe redactado
por los señores Renaat Landuyt y Jean-Jacques Viseur a nombre de la
comisión investigadora. Bruselas, 14 de octubre de 1997.
[81] John Palmer, «Trial Fuels Claims of Right-Wing Belgian Terrorist
Conspiracy» en el diario británico The Guardian del 28 de enero de 1988.
[82] Allan Francovich, Gladio: The Foot Soldiers.
[83] Ibid.
[84] Ibid.
[85] Ibid.
[86] Phil Davison, «A Very Right-Wing Coup Plot Surfaces in Belgium»,
publicado en el semanario británico The Independent on Sunday, 24 de
enero de 1990.
[87] Ed. Vulliamy, «Secret agents, freemasons, fascists… and a top-level
campaign of political ‘destabilisation’ : ‘Strategy of tension’ that
brought carnage and cover-up», diario británico The Guardian, 5 de
diciembre de 1990.
[88] Willems, Gladio, p.151.
[89] Reuters, agencia de prensa internacional, 1º de octubre de 1990 25
de enero de 1988.
[90] Allan Francovich, Gladio: The Foot Soldiers.
[91] Ibid.
[92] Phil Davison, op cit.
[93] Manuel Abramowicz, Le dictionnaire des ‘années de plomb’ belges.
[94] Allan Francovich, Gladio: The Foot Soldiers.
[95] Manuel Abramowicz, Le dictionnaire des ‘années de plomb’ belges.
[96] Allan Francovich, Gladio: The Foot Soldiers.
[97] Ibid.
[98] Ibid.
[99] Ibid.
[100] Ibid.
[101] Ibid.
[102] Ibid.
[103] Hugh O’Shaughnessy, «Gladio : Europe’s best kept secret».
[104] Allan Francovich, Gladio: The Foot Soldiers.
[105] Ibid.
[106] Manuel Abramowicz, Le dictionnaire des ‘années de plomb’ belges
(diccionario de los años de plomo en Bélgica).
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