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por Alejandro Martínez Gallardo
17 Agosto 2016

del Sitio Web PijamaSurf


 


 

 


En los sutras

se encuentra la fascinante

visión cosmológica del budismo,

de la cual desentrañamos

los aspectos referentes

a la creación de la Tierra

y el pasado de la humanidad.


 

La cosmología no es lo principal de la doctrina budista. 

 

En el Canon Pali se reitera cómo el Buda se rehúsa a contestar a ciertas preguntas de orden metafísico. La tradición entiende que esto no ocurre porque el Buda no conozca las respuestas (a cosas como si el mundo es  eterno o no), sino porque en la condición en la que fueron hechas las preguntas, las respuestas no ofrecerían beneficio a las personas que buscaban tales respuestas.

 

En otras palabras enredarse en cuestiones metafísicas desde la sabiduría limitada de la mente relativa puede distraer y desviar del dharma.

 

Incluso es posible que simplemente no existan respuestas a estas preguntas que podamos entender satisfactoriamente desde una mente lógica o racional, en categorías de ser o no ser y demás limitantes de nuestra epistemología.

 

En este caso es mejor dedicarse a practicar el dharma en nuestra vida inmediata, como se expone por ejemplo en la parabola de la flecha evenenada, en la que un hombre que ha recibido una herida que puede ser mortal posterga ser atendido preguntando sobre las credenciales del doctor que lo va a atender o sobre las características de la flecha que lo ha herido, y así sucesivamente.

 

Habiendo dicho eso, debemos mencionar que la doctrina budista, en la vastedad de su literatura, sí hace referencias a la cosmología, al origen de nuestro universo, de la Tierra y de la humanidad misma, así como también describe su proceso de destrucción ("El Sermón de los Siete Soles").

 

Mencionar también que en realidad los principios que rigen las leyes de transmigración y el karma implican que la humanidad no se originó en la Tierra, sino que es la continuidad kármica de procesos sin un principio ni final, pero que necesariamente deben de haber tenido antecedentes en otros sistemas o mundos (lokas).

 

Esto es así debido a que el budismo no concibe la existencia - ya sea desde la perspectiva de la ignorancia (el samsara) o desde la perspectiva de la sabiduría (nirvana) - como teniendo un origen absoluto y un final absoluto, sino que es un perpetuo devenir, una perpetua concatenación de causas.

 

Siendo que el budismo enseña que es el karma (la acción con intención) lo que genera los mundos, los cuerpos y toda la procesión de la existencia samsárica que vemos, de aquí se infiere necesariamente que la semilla de la Tierra y la humanidad debió de haber existido anteriormente en otro mundo dentro de la infinita red de universos, los cuales se crean y se destruyen pero sólo desde una perspectiva relativa y en un flujo incesante. 

 

Ahora bien, es necesario decir que una perspectiva cosmológica que habla sobre la creación de mundos y diferentes planos de existencia, algunos que han sido descritos como cielos e infiernos, y seres que son similares a dioses, todo esto, sólo tiene una existencia relativa.

 

Y por eso se dice también que el budismo no es una religión teísta - no hay un dios creador - y que no considera que exista un alma inmortal.

 

Esto puede ser difícil de entender, pero la diferencia yace en que si bien en el budismo se puede hablar sobre la existencia de seres que viven miles de años y que pueden llegar a generar mundos con su intención y su karma positivo, estos seres que popularmente llamamos dioses (devas, brahmas) en realidad no tienen una existencia inherente, son solamente hábitos kármicos que existen debido a que existen ciertas causas y condiciones relativas y una vez que estas causas y condiciones desaparezcan entonces ellos también dejarán de existir.

 

Igualmente se puede confundir la idea de un alma inmortal con la noción de la reencarnación, pero aquí también los "seres" que reencarnan no tienen existencia inherente, son solamente hábitos kármicos o agregados (skandhas) los que reencarnan.

 

No reencarnan Juan o Pedro, reencarnan patrones habituales que la mente confunde y cree que se trata de alguien que conceptualiza en Juan o Pedro.

 

Eventualmente estos hábitos desaparecerán y entonces cómo podemos decir que realmente existió un Juan o un Pedro.

 

La mente existe desde siempre, más allá de todo mundo particular o individuación, teniendo la característica esencial de luminosidad y darse cuenta; y siendo infinito e ilimitado su potencial de aparecer le es posible caer en la ignorancia de pensar que es una entidad como Juan o Pedro y hasta Brahma.

 

Sin embargo, en la naturaleza esencial de la mente, que es igual a Buda, el tiempo es una ilusión, y así todos los eventos que podemos experimentar como sucesiones, como una línea de causas y efectos, de pasado y futuro, para la mente despierta, según el budismo, realmente nunca han ocurrido, son como espejismos, como arco iris, como sueños.

 

 

 

 

EL ORIGEN DEL MUNDO SEGÚN EL BUDISMO

 

Habiendo hecho esa introducción, que me parece necesaria para no caer en ciertos extremos, analicemos ahora lo que dicen las escrituras budistas sobre la formación del mundo y el origen de la humanidad y cómo es que, aunque pueda sonar un poco escandaloso o estrambótico, ésta tiene un origen extraterrestre. 

 

En el Abhidharmakosa de Vasubhandu, el filósofo indio a quien le debemos la sistematización del cuerpo de conocimientos budistas, se habla de que la semilla de un nuevo universo es "el viento del Rupadhatu", un viento que lleva la agencia de los actos de los seres.

 

Ruphadhatu es el mundo o espacio de las formas, el cual se cristaliza por la acción del karma.

"Los vientos vienen gradualmente y, finalmente, constituyen un círculo de viento; luego emergen todos los receptáculos como hemos descrito antes: un círculo de agua, una esfera de oro, el Monte Meru, etcétera". 

El Abhidharmakosa dice que un tipo de seres divinos llamados abhasvara, inmersos en los proceso de destrucción y creación de los kalpas (eones), reencarnan aquí, esto es, Jambudvipa (nuestro mundo).

 

Estos seres del primer eón (prathamakalpa) eran pura mente, pura luz. 

 

Los abhasvara (término que significa luz clara), en un tiempo de contracción, viven en un mundo divino o Brahmaloka,

"y ahí residen, hechos de mente, alimentándose en delicia, autoluminiscentes, moviéndose por el aire, gloriosos - y ahí permanecen por mucho tiempo.

 

Pero tarde o temprano, después de un muy largo período, este mundo vuelve a empezar y se expande otra vez.

 

Durante un tiempo de expansión, la mayoría de los seres del mundo Abhasvara Brahma, habiendo cumplido su tiempo ahí, renacen en este mundo", esto según el Agañña Sutta, es decir, palabras atribuidas a Gautama Buda.

El Abhidharmakosa describe cómo estos seres - que eran pura luz, pura mente, incorpóreos - toman cuerpos.

 

Por un largo tiempo habitan en este plano de luz y deleite, pero después de un tiempo la Tierra o lo que se conoce como el mundo-receptáculo empieza a cobrar forma, en su evolución que es el resultado del karma de estos seres.

 

Ahí también se explica que al principio sólo había una masa de agua, pero después apareció una esencia de tierra, similar a una especie de miel que le fue irresistible a los seres divinos que flotaban por sobre esta masa incipiente.

Apareció entonces el 'jugo de la tierra', el sabor del cual tenía la dulzura de la miel. Un ser, de temperamento codicioso habiendo percibido el olor de este jugo, sintió placer en él y lo comió; luego los otros hicieron lo mismo...

 

Este comer hizo que sus cuerpos se volvieran gruesos y pesados y su luminosidad llegó a un final: entonces apareció la oscuridad. Y luego aparecieron el Sol y la Luna.

Esto se ha interpretado como que al tomar cuerpo y perder luminosidad entonces estos seres, que eran como devas (que brillaban por sí mismos), percibieron el mundo que ya los rodeaba, la luz y la oscuridad.

 

Así entonces al probar este alimento se formaron los sentidos de percepción y los diferente sexos, siendo que antes existían como andróginos.

 

Esto es consistente con la noción del budismo de que siempre es un tipo de comida, ya sea física o mental, la que le da su solidez aparente a la existencia y hace que los seres sigan renaciendo.

 

Sin alimentos, físico o mental, la existencia se extingue y queda el nirvana.  

 

Tsongkhapa, el fundador de la tradición gelugpa del budismo tibetano, dice:

"Estos hombres del primer eón, los seres que han muerto y han transmigrado de la clase divina Abhasvara y así sucesivamente, a un nacimiento como hombre de Jambudvipa, están en acorde con los méritos (guna) de las treinta y dos características y las ochenta marcas menores, así que están ornamentados con los méritos de un Buda".

Esta es la visión tántrica de la creación, a diferencia de la visión de los sutras.

 

Tsongkhapa llama a la esencia de la tierra ambrosía (amrita) y la división de hombre y mujer la división entre los medios o método (upaya) y la sabiduría (prajna), la cual es una de las características de los tantras.

 

Esto es también consistente con la idea de que todos los seres tienen un embrión de Buda o tathagatagarbha y quizás algo similar a la descripción de la mitología griega que dice que la humanidad fue creada con una mezcla de las cenizas de los titanes y el cuerpo de Dionisio y por lo tanto tiene una chispa divina.

 

Otro interesante parangón tiene que ver con la noción de que en el principio el ser humano era andrógino, algo que se encuentra en la cábala, en las religiones indígenas de China y en muchas otras tradiciones. 

 

Tsongkhapa agrega que estos seres de Abhasvara,

"habían obtenido posesión de un 'cuerpo de conocimiento' (jnana-deha) - el cuerpo superior como el de un dios del Rupadhatu, libre del cuerpo burdo que sufre desarrollo.

 

Pero lo perdieron por toda la acción (karma) y la corrupción (klesa) que surgió de su propia mente". 

 

 

 

EL PASADO EXTRATERRESTRE DE LA HUMANIDAD

 

En el apéndice a su traducción de uno de los termas de Padmasambhava, Self Liberation Through Seeing with Naked Awareness, John Myrdhin Reynolds hace una glosa del "Génesis budista" basada en el Abhidharmakosa, en el Agañña Sutta  y otros sutras.

 

Escribe ahí:

Contestando a preguntas de sus discípulos, el Buda explicó que la humanidad de este planeta alguna vez habitó otro sistema planetario.

 

Eras atrás cuando el sol de ese sistema se convirtió en una supernova y el planeta fue destruido en las subsecuentes erupciones, el grueso de sus habitantes, como resultado de su laboriosa práctica del Dharma por decenas de miles de años, renació en uno de los planos más altos del Mundo de la Forma o Rupadhatu, un plano de existencia conocido como Abhasvara o "la luz clara".

 

Aquí disfrutaron de inconcebible dicha y felicidad por innumerables eones.

 

Pero, una vez que su karma pasado llego a fruición, nuestro propio sistema solar y el planeta tierra evolucionaron y algunos de ellos renacieron en los planos más bajos del Rupadhatu en la vecindad de la Tierra naciente. 

Mydrhin Reynolds explica que los primeros en encarnar en este plano entraron en un proceso de confusión en el cual se creyeron creadores del mundo y del cual se generó la identificación y la concepción del ego, por primera vez en nuestro universo,

"la creencia en la existencia real de un yo".

Pero este mundo en realidad era,

"el resultado del karma colectivo".

El maestro budista Traktung Rinpoche similarmente explica:

Uno podría decir que el mundo y todos los mundos se sostienen como forma por la intención condicionada y habitual de la conciencia. Nuestro mundo particular se sostiene conjuntamente por la intención de los seres humanos. 

 

Los mundos de otros seres se sostienen por la fuerza de su intención condicionada. Las estructuras de la existencia no son "reales" en un sentido último.

Esta intención condicionada es lo mismo que el karma.

 

Con esto concluimos esta exposición de la cosmología budista, solamente advirtiendo que estos eventos no conforman una historia absoluta, sino solamente relativa (desde nuestra perspectiva condicionada) y no deben tomarse como realidades absolutas ni demasiado literalmente.

 

Constituyen una mitología, y como mitología contienen una enseñanza, un misterio. Nos enseñan algo esencial para el budismo:

la preciosidad de un nacimiento humano.

En varios sentidos el estadio humano es superior al de los dioses ya que en él somos libres de practicar el dharma (el correcto comportamiento) y tenemos una especial perspectiva del modo en el que opera el karma (mientras que los dioses viven en estados extáticos en los que realmente no tienen motivación para practicar el dharma aún cuando su karma positivo algún día se agotará). 

 

Tsongkhapa sugiere, en relación a esta historia de creación, que el ser humano puede revertir, por una suerte de alquimia, al estado y sabor de la "tierra primordial", como los hombres del primer eón, pero lo hace a través de la sabiduría y la disciplina, de tal forma que ha eliminado su propensión al odio, a la lujuria y a la delusión.

 

Es decir, tiene más cerca la posibilidad de ser verdaderamente libre.

 

El profesor Alex Wayman comenta sobre lo que dice Tsongkhapa en su libro The Buddhist Tantras: Light on Indotibetan Esotericism que,

"esta etapa es llamada Nirvana por los budistas y Moksha por los hinduistas".