del Sitio Web RedVoltaire
Será que soy terca y desconfiada, o que fui concebida en plena conmoción por La Coubre y el primer ¡Patria o Muerte! y quedó como información genética, pero lo cierto es que, mientras más me convidan a olvidar, más imperioso se me hace el ejercicio de la memoria.
Pasar la página nos ha pedido a los cubanos el Presidente de los
Estados Unidos,
Barack Obama, lo cual me
recuerda el dilema de la gallina y el huevo, pues justo ese pasado
del que debemos - según él - hacer borrón y cuenta nueva,
dispara todas las alarmas ante semejante invitación y ofrece todos
los argumentos para rechazarla y combatirla, por inaceptable.
Es Martí quien con razón recela y teme, y nos llama a no bajar la guardia ante un país que ya entonces comenzaba,
Y podrá decir Obama lo que quiera, pero en esa historia que nos pide olvidar, EE.UU. no reconoció siquiera la beligerancia de los cubanos en las gestas independentistas durante la segunda mitad del siglo XIX.
Hizo lo que ha hecho siempre y en todas partes, y que Martí describió, sin saber que apenas tres años después de su muerte, sucedería exactamente lo mismo con su patria adorada:
Los cubanos bien sabemos qué pasó, cómo intervinieron en el conflicto con España y nos escamotearon la victoria.
Impusieron una enmienda constitucional y
cuanto tratado aseguraba nuestra dependencia, convirtieron a Cuba en
un burdel, saquearon al país y, por robar, hasta un pedazo de
territorio nos arrebataron para
instalar una base naval, afrenta
que no tienen - lo ha dicho Obama - la menor intención de reparar.
Veinte mil cubanos muertos no parecieron importar al vecino del Norte, y hasta el fin siguió apostando al tirano Fulgencio Batista como su hombre fuerte.
Son preguntas de Julio Antonio Mella, que vivió y combatió aquel bochornoso estado de cosas, cuando el siglo XX recién comenzaba:
Mucho ha vivido la nación, incluso la frustración de creerse al fin libre y verse esclava de nuevo.
Olvidarlo sería abrir la puerta para que
vuelva a pasar, y aquí y en cualquier lado, en esta y todas las
épocas, los retrocesos cuestan caro y pagan siempre los pueblos.
Patriotas y anti-imperialistas sí que somos, las dos cosas, que no es posible - hoy menos que nunca - ser lo uno y no lo otro.
Ofenden nuestra inteligencia al intentar vendernos gato por liebre, sobre todo porque no hay nada nuevo bajo el Sol, únicamente versiones más actualizadas del palo y la zanahoria.
Son palabras de Mella, a las que hemos
de sumar otra centuria, de modo que sobran razones para la
desconfianza y ni el beneficio de la duda podemos darle al Imperio,
que nos pide olvidar y cambiar, pero no cambia ni olvida.
La independencia de Cuba no está en discusión ni es ni será moneda de cambio.
Ojala el vecino soberbio acabe por entenderlo...
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