por Jorge Alvarez
14 Enero
2017
del Sitio Web
LaBrujulaVerde
El 10 de marzo de 1952
pudo cambiar el rumbo de la
Historia
si hubiera prosperado una
atrevida propuesta
para la reunificación alemana.
Alemania (entonces dividida en dos bloques, uno pro-occidental, la
RFA, y otro pro-soviético, la RDA) se convertiría en un único estado
donde estuvieran garantizados,
“los derechos del
Hombre y las libertades básicas, incluidas las de expresión,
prensa, religión, ideas política y reunión”,
...admitiendo además la
libre actividad de partidos y otras organizaciones democráticas, así
como la formación de un ejército.
Lo que sorprenderá a más de uno es que el autor de dicha proposición
fue nada más y nada menos que Yosef Stalin.
En efecto, los representantes de los gobiernos de Reino Unido,
Francia y Estados Unidos recibieron un documento de manos de
Andrei Gromyko, conocido desde entonces como Nota de Marzo o
Nota de Stalin, donde el líder soviético ofrecía esa posibilidad
casi sin condiciones, aunque en un contexto muy obvio:
en esos momentos las
potencias occidentales estaban preparando la fundación de lo que
luego sería la OTAN y negociando con la República Federal de
Alemania (creada en mayo de 1949, cuatro meses antes que la
República Democrática Alemana) su ingreso en esa alianza
militar, de ahí que la nota ofreciera una nueva Alemania libre,
sí, pero neutral y desmilitarizada (o, al menos, sin integrarse
en ninguna alianza estratégica).
Las 4 zonas de ocupación de Alemania
Imagen: CC BY-SA 3.0
en Wikimedia Commons
Por eso y porque se estimó que la Nota de Stalin era una trampa,
pues aún cuando fuera sincera se daba por hecho que los soviéticos
contaban con que el país germano reunificado podría ser inducido al
modelo comunista, occidente rechazó la oferta y contraatacó con su
propia versión, diciendo que a Alemania debía dejársele elegir
libremente su incorporación a la OTAN y concederle el derecho a un
ejército si tal era su deseo.
Por supuesto, se sabía que esa alternativa resultaba imposible de
aceptar por la URSS, que aún tenía sangrantes la ominosa invasión de
su territorio por las tropas teutonas durante la reciente Segunda
Guerra Mundial.
Aquel intercambio de
ofertas y contraofertas es lo que se ha dado en llamar la
Batalla de las Notas, que
constituyó un buen ejemplo de lo que sería la Guerra Fría (una
realidad ya con el conflicto de Corea en marcha desde 1950).
El primero y más decidido en decir no a Stalin fue Konrad
Adenauer, el canciller alemán, al que no bastaron las promesas
soviéticas sobre retirar las tropas de ocupación, devolver las
fronteras a las pactadas en la
Conferencia de Postdam y facilitar
la reincorporación del país a los mercados mundiales, así como
suspender el proceso de desnazificación para exmilitares e incluso
miembros del Partido Nazi con la excepción de los que fueran
considerados criminales de guerra.
Esa actitud negativa del canciller, al que algunos críticos extremos
acusaron de querer mantener separada a la mayoría católica del Oeste
de la protestante del Este (que además era el tradicional feudo
socialdemócrata), se explicaba más bien por ligar a Alemania al
bloque capitalista y le pasaría factura tiempo después, cuando
algunos políticos de su propio país plantearon que quizá había
dejado pasar una oportunidad única.
Él siempre opinó que la
reunificación sólo podía desarrollarse tras un tiempo de
coexistencia entre ambas repúblicas durante el cual, de forma
paralela y complementaria, se fuera produciendo una adaptación de la
RDA al sistema capitalista para evitar que ocurriera al contrario.
Stalin
Foto: dominio público
en Wikimedia Commons
Otros, en cambio, eran más posibilistas y sugerían que Alemania
podía ejercer un importante papel de mediadora entre Este y Oeste, y
si se garantizaban elecciones libres y las fronteras de Postdam se
podía y se debía negociar con Stalin con su nota como punto de
partida.
Fue el caso del titular de Interior, Jakob Kaiser, y de
algunos ministros más que, junto a varios miembros del FDP (Partido
Democrático Libre, el que gobernaba), declararon dos días después
que no se perdía nada con intentarlo y si resultaba ser una trampa,
los mismos soviéticos quedarían en evidencia.
Pero Adenauer impuso su decisión temiendo que Stalin impusiera la
presencia de la RDA en las negociaciones - consiguiendo hábilmente
que fuera reconocida de facto - y aduciendo que una Alemania neutral
carecería de capacidad defensiva ante una absorción por el bloque
del Este.
La mayoría del parlamento
le apoyó, incluyendo la oposición socialdemócrata.
En la RDA la propuesta de la URSS fue recibida con entusiasmo, pues
aunque ya se había organizado una fuerza paramilitar denominada
Kasernierte Volkspolizei, en septiembre de 1951 también había
hecho ofertas a la RFA para organizar elecciones conjuntas si antes
se firmaba un tratado de paz.
Sin embargo no tardaron en volver a la realidad cuando el 25 de
marzo, quince días después de la nota de Stalin, Reino Unido,
Francia y EE.UU. enviaban la suya a Moscú condicionando la firma de
ese tratado a la celebración de elecciones libres comprobadas por la
ONU, a reconocer el derecho de Alemania a aliarse con quien quisiera
y a rechazar las fronteras habladas en Postdam (dado que sólo eran
válidas hasta firmar un tratado).
Konrad Adenauer
Foto:
Bundesarchiv, B 145 Bild-F078072-0004
en
Wikimedia Commons
El 9 de abril Stalin presentó una segunda nota ratificando su
documento pero proponiendo un cambio: que las elecciones fueran
supervisadas pero no por la ONU sino por las cuatro potencias
ocupantes, que seguirían activas mientras se negociaba el citado
tratado de paz.
La respuesta de occidente se produjo el día 13 aceptando en parte la
idea si bien con la condición de que los supervisores no fueran
funcionarios del gobierno sino observadores imparciales.
El líder soviético mandó
una tercera nota el 24 de mayo, cuando acababa de hacerse pública la
fundación de la EDC (Comunidad Europea de Defensa), criticando a
esta nueva organización porque suponía un obstáculo para el ansiado
tratado.
El 23 de agosto todavía vería la luz una cuarta y última nota que
era más de lo mismo...
Dado que occidente
también estaba en en esa línea de cerrarse a lo que dijera el otro,
la cuestión fue disolviéndose poco a poco y un muro de hormigón
terminó poniéndole la puntilla a partir de 1961.
Fuentes
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