por Peter Dale Scott
Septiembre-Octubre 2012 del Sitio Web
RedVoltaire
Versión en ingles
En ocasión de la puesta en venta de la edición francesa del libro
"La
máquina de guerra estadounidense", la más reciente investigación de Peter
Dale Scott, la Red Voltaire publica un detallado estudio de este diplomático
canadiense sobre los atentados del 11 de septiembre de 2001.
Peter Dale
Scott resalta en este trabaja una serie de elementos que revelan la
actuación premeditada de una facción del complejo militaro-industrial
estadounidense.
Parte 1
La CIA, el 11 de Septiembre, Afganistán y El
Asia Central
28 Septiembre 2012
"La fabricación de una serie
de provocaciones destinadas a justificar
una intervención militar es
realizable y podría concretarse
con ayuda de los recursos
disponibles."
Informe del J-5 de la Junta
de Jefes de Estados Mayores Interarmas
de los Estados Unidos (JCS),
1963 [1].
La guerra del terror de Bush
y la manipulación de los datos de inteligencia
El 11 de septiembre de 2001, en las horas que siguieron a los mortíferos
ataques perpetrados aquel día,
George W. Bush,
Donald Rumsfeld y
Dick Cheney
embarcaron a Estados Unidos en lo que posteriormente llamaron la "guerra
contra el terrorismo".
En mi opinión, deberíamos llamarla más bien
la
"guerra
del terror" ya que fue utilizada contra los civiles, de forma repetida y por
todos los beligerantes, incluyendo a los actores representantes de los
Estados.
Una guerra del terror se caracteriza por la preponderancia del uso
de armas de destrucción que actúan de forma indiscriminada, ya sea de
artefactos explosivos improvisados (AEI) emplazados al borde de las
carreteras o de misiles disparados desde el aire por drones (aviones
teledirigidos) de alta tecnología [2].
La guerra del terror podemos verla también como un elemento de un proceso
más amplio, de alcance global. Con la guerra del terror todas las potencias
importantes recurren al terror contra los civiles en el marco de campañas
estrechamente vinculadas entre sí - China en la región de Xinjiang y Rusia en
Chechenia, al igual que Estados Unidos en numerosas regiones del mundo [3].
En su contexto global, la guerra del terror puede verse como la última etapa
de la extensión secular de la civilización transurbana a zonas en las que
prevalece una resistencia rural. En esas regiones se ha podido comprobar que
las formas convencionales de guerra no pueden llegar a un verdadero final,
por razones geográficas y culturales.
La guerra del terror fue formalmente declarada por George W. Bush en la
noche del 11 de septiembre de 2001, cuando anunció en su discurso a la
nación que Estados Unidos no reconocería,
"diferencia alguna entre los terroristas que
perpetraron estos actos y quienes los albergan" [4].
Pero la
noción según la cual el objetivo de la guerra del terror de Bush era
perseguir a los terroristas perdió su credibilidad en 2003, cuando se aplicó
esa fórmula al Irak de Sadam Husein, país conocido no por albergar
terroristas sino como blanco del terrorismo [5].
En 2005, aquella noción
siguió perdiendo credibilidad como consecuencia de la publicación en Gran
Bretaña de lo que se conoce como el Memo de Downing Street.
En ese documento,
el director del MI6, los servicios británicos de inteligencia exterior,
informaba - después de una visita a Washington, en 2002 - que,
"Bush quería
derrocar a Sadam Husein mediante una acción militar, justificada por el
vínculo entre el terrorismo y las ADM (Armas de Destrucción Masiva. NdlR.).
Pero los hechos y los datos de inteligencia estaban falseados para
responder a los objetivos políticos" [6].
Posteriormente, toda una serie de historias
falsas que vinculaban a Irak con las ADM, el ántrax y el concentrado de
mineral de uranio del Níger (el "yellow cake") aparecieron en la prensa en
el momento oportuno.
El presente ensayo demostrará que antes del 11 de septiembre de 2001 una
pequeña facción en el seno de la Unidad ben Laden de la CIA y de las
agencias vinculadas a esta, el llamado "grupo Alec Station", ya venía
maniobrando también para "falsear" los datos de inteligencia mediante su
supresión.
Esa maniobra permitió iniciar la guerra del terror, de manera
premeditada o no. Consistió en esconderle al FBI una serie de pruebas sobre
2 de los futuros presuntos piratas aéreos del 11 de septiembre, Khaled al-Mihdhar
y Nawaf al-Hazmi, para evitar que el FBI vigilara a esos dos individuos y a
sus colegas antes de los atentados.
Los autores del Informe de la Comisión sobre el 11 de Septiembre
reconocieron ese fracaso en el intercambio de información. Pero lo
consideraron un accidente que hubiera podido evitarse "si se hubiesen
asignado más recursos" [7].
Esa explicación fue refutada posteriormente por
Thomas Kean, el presidente de la Comisión sobre el 11 de Septiembre.
Recientemente, cuando dos realizadores le preguntaron si el fracaso
alrededor de al-Mihdhar y al-Hazmi podía ser un simple error, Kean respondió:
"Oh, eso no fue una omisión motivada por la
negligencia. Fue intencional. No cabe duda alguna. […] Nosotros llegamos
a la conclusión de que esas agencias llevan el secretismo en su ADN. Y
ese secretismo las lleva a no compartir su información con quienquiera
que sea." [8]
En 2011, un importante libro de Kevin Fenton, Disconnecting the Dots ("Sembrando
la confusión") [9], demostró de forma irrefutable que la retención de
información había sido intencional, y que se había aplicado a lo largo de un
periodo de 18 meses.
Aquella interferencia y manipulación se hicieron
especialmente flagrantes y polémicas en los días anteriores al 11 de
septiembre, al extremo de llevar a Steve Bongardt, un agente del FBI, a
predecir el 29 de agosto de 2001 - o sea, menos de 2 semanas antes del 11 de
septiembre - que "algún día, esto costará vidas" [10].
Como veremos posteriormente, las razones que motivaron esa retención de
información siguen siendo un misterio. Hubo una época en que yo mismo estuve
de acuerdo con las especulaciones de Lawrence Wright, quien creía posible
que la CIA quisiese reclutar a los dos sauditas y que,
"estuviese protegiendo también una operación
en el extranjero [posiblemente en coordinación con Arabia Saudita], y
temiera por lo tanto que el FBI la revelara" [11].
El
objetivo de este ensayo es sugerir que las razones que motivaron esa
retención de información pueden haber estado vinculadas al objetivo, mucho
más amplio, de los neoconservadores, objetivos que estos imponían por
entonces a la política exterior de Estados Unidos:
la consolidación de la
hegemonía global estadounidense mediante el establecimiento de bases
avanzadas alrededor de los yacimientos petrolíferos del Asia Central.
En resumen, la retención de pruebas puede ser vista como un elemento del
esquema, más amplio y siniestro, que venía desarrollándose en aquella época,
incluyendo la ineficacia del gobierno de Estados Unidos en su respuesta a
los ataques del 11 de septiembre, así como los envíos de cartas que
contenían ántrax - todo lo cual facilitó el voto de la Patriot Act.
Hoy en día, los trabajos de Kevin Fenton me han convencido de que la
explicación de Lawrence Wright - sobre el hecho que la CIA estaba protegiendo
una operación secreta - puede explicar también por qué la retención de
pruebas comenzó en enero del año 2000, pero no logra explicar su reanudación
en los días anteriores al 11 de septiembre.
Fenton analiza una lista de 35
ocasiones diferentes en que los presuntos secuestradores aéreos fueron
protegidos de esa manera - desde enero del año 2000 hasta el 5 de septiembre
de 2001 más o menos [12].
Veremos que, según su análisis, esos incidentes
pueden clasificarse en dos categorías esenciales. Los motivos que Fenton
atribuye a la primera categoría eran "cubrir una operación de la CIA que ya
estaba en marcha" [13].
Sin embargo, cuando ya "todas las alarmas del
sistema [de seguridad nacional] estaban en rojo" en el verano de 2001, y la
CIA esperaba un ataque inminente, Fenton concluye, al no poder encontrar
otras explicaciones, que,
"el objetivo de la retención de información
era, a partir de ahí, permitir el desarrollo de los ataques" [14].
Esta última citación de Fenton implicaría que los miembros del
"grupo Alec Station" cometieron un crimen, aún si ese crimen no constituía un asesinato
premeditado sino un homicidio involuntario.
Pudiéramos imaginar, en efecto,
varias razones bien intencionadas para esa retención de información. Por
ejemplo: quizás la CIA toleró las acciones de los dos sauditas para poder
localizar a sus compañeros.
En ese caso, se trataría de un simple error de
cálculo, aunque haya dado lugar a un homicidio.
La guerra del terror y el proyecto de dominación global
...de Donald Rumsfeld,
Dick Cheney y Paul Wolfowitz
Sin embargo, en el marco de este ensayo, voy a detenerme en las actividades
que realizó en Uzbekistán el director de la Unidad ben Laden de la CIA,
Richard Blee. Uzbekistán era una zona que preocupaba mucho a Blee y su
superior, Cofer Black.
Pero era también un lugar muy interesante para Dick
Cheney. En efecto, Halliburton, la empresa que Chenye dirigió entre 1995 y
el año 2000, participaba desde 1997 - incluso desde antes - en la explotación
de las reservas petrolíferas del Asia Central.
En 1998, en un discurso ante
los magnates del petróleo, el propio Cheney declaró:
"No recuerdo haber visto una región emerger
tan bruscamente como zona de gran importancia estratégica como es el
caso hoy para [la cuenca del] Caspio" [15].
Voy a demostrar que el objetivo y el resultado de la protección a los dos
sauditas pudo haber sido alcanzar los objetivos de Dick Cheney, de Donald
Rumsfeld y del Proyecto para el Nuevo Siglo Americano (PNAC según las siglas
en inglés correspondientes a Project for the New American Century).
En
efecto, el proyecto de esta facción de los neoconservadores consistía en
establecer "fuerzas preposicionadas" en Asia Central [16].
Veremos que, el
mismo 11 de septiembre, en una llamada telefónica del director de la CIA
George Tenet a Stephen Cambone (una figura central del PNAC en el Pentágono),
el propio Tenet parece haber transmitido a Cambone ciertos datos importantes
que nunca llegaron al FBI.
Uno de los objetivos de ese plan de los neoconservadores era mantener la
dominación de Estados Unidos e Israel en esa región, por razones de
seguridad. Como vamos a ver, el proyecto de ese grupo consistía también en
crear condiciones favorables para futuras acciones preventivas unilaterales
contra varios Estados inamistosos, como Irak.
Ese plan del PNAC fue
elaborado, en particular, para establecer nuevas bases militares permanentes
en el Medio Oriente, anticipando el previsible anuncio que hizo Donald
Rumsfeld en 2003 al afirmar que Estados Unidos retiraría de Arabia Saudita,
"prácticamente todas sus tropas, con
excepción del personal destinado al entrenamiento [militar]"
[17].
Sin embargo, otro objetivo de ese plan era reforzar la influencia
estadounidense en los Estados del Asia Central que acababan de obtener la
independencia y que disponían de importantes reservas - no confirmadas - de
gas y petróleo.
En ese contexto, la alarmante conclusión de Fenton sobre los actos de la CIA
que condujeron a los ataques del 11 de septiembre cobra mayor importancia en
relación con el plan del PNAC.
Lo mismo sucede si nos detenemos en las otras
3 anomalías flagrantes de la guerra del terror de George W. Bush.
La primera anomalía es la paradoja que representa el hecho que esta supuesta
lucha contra al-Qaeda se realizara junto a Arabia Saudita y Pakistán,
precisamente las dos naciones más activas en el apoyo a esa organización a
través del mundo. Veremos en este ensayo cómo los servicios de inteligencia
de Estados Unidos y de Arabia Saudita cooperaron para proteger a los agentes
sauditas en el seno de al-Qaeda, en vez neutralizarlos.
Segunda anomalía: aunque la CIA pudo haberse movilizado para destruir
al-Qaeda, Rumsfeld y Cheney tenían desde el principio la intención de
iniciar una guerra a una escala mucho más grande.
En septiembre de 2001,
ninguna información sobre el 11 de septiembre vinculaba a Irak con los
atentados.
A pesar de ello, el secretario de Defensa Donald Rumsfeld, con el
apoyo de su adjunto Paul Wolfowitz, observaba ya desde el 12 de septiembre,
"que no existían blancos convenientes que
bombardear en Afganistán y [que había que] bombardear Irak, ya que en
[ese país] había según él mejores blancos"
[18].
El argumento de Rumsfeld estaba respaldado por un documento del
Departamento de Defensa preparado para las reuniones que se desarrollaron en
Camp David el 15 y el 16 de septiembre de 2001, documento que,
"proponía que ‘los blancos inmediatamente
prioritarios para las primeras acciones’ debían ser al-Qaeda, los
talibanes e Irak" [19].
Ese país ya estaba en el colimador Rumsfeld y Wolfowitz por lo menos desde
1998, año en que los dos firmaron una carta del PNAC, dirigida al entonces
presidente Bill Clinton, en la que llamaban al "derrocamiento del régimen de
Sadam Husein" [20].
Pero Irak no era el único blanco del plan de Cheney,
Rumsfeld y Wolfowitz - plan que, al menos desde 1992, tenía como objetivo
nada más y nada menos que la dominación global de Estados Unidos, o lo que
el ex coronel estadounidense Andrew Bacevich llamó "la hegemonía americana
global y permanente" [21].
Era esa una importante prioridad de los
neoconservadores. Incluso antes de que George W. Bush fuese electo por la
Corte Suprema, en diciembre del año 2000, ya Cheney venía maniobrando para
garantizar a los firmantes de la carta del PNAC de 1998 el acceso a puestos
claves en la Casa Blanca, en el Departamento de Estado y en el Departamento
de Defensa.
Entre los firmantes de la carta estaban Richard Armitage, John Bolton, Richard Perle y otros miembros del PNAC, como Cambone, de quien
hablaremos más adelante.
Ya desde sus inicios, la guerra del terror había sido concebida como una vía
para concretar el proyecto de hegemonía global.
El 24 de septiembre de 2001,
Condoleezza Rice, consejera de Seguridad Nacional,
"abordó la cuestión del apoyo estatal al
terrorismo: ‘¿Cuál es nuestra estrategia hacia los países que apoyan el
terrorismo, como Irán, Irak, Libia, Siria y Sudán?’" [22].
En
sus memorias, el general Wesley Clark reveló que desde noviembre de 2001
aquella interrogante se había convertido en un plan quinquenal del
Departamento de Defensa:
"Cuando volví al Pentágono en noviembre de 2001, uno de los principales
oficiales entre los altos responsables del ejército me concedió tiempo para
conversar. Sí, seguíamos en camino de atacar Irak, según me dijo. Pero eso
no era todo.
Me hizo saber que aquel ataque estaba
previsto en el marco de un plan quinquenal para la realización de una
campaña militar. En total, había 7 países en la lista, empezando por
Irak, y después Siria, Líbano, Irán, Somalia y Sudán." [23]
En aquella época, el ex oficial de la CIA Reuel Marc Gerecht publicó un
artículo en The Weekly Standard apoyando la necesidad de un cambio de
régimen en Irán y en Siria. [24]
(Desde ese semanario neoconservador, Gerecht sigue
advirtiendo aún hoy a la opinión pública sobre la amenaza que supuestamente
representan esos dos países.).
En tiempos de Clinton, Gerecht, al igual que
Cheney y Rumsfeld, formaba parte del Proyecto para el Nuevo Siglo Americano
(PNAC, siglas en inglés), facción belicista que exhortaba a una acción
militar contra Irak en particular, y más generalmente pedía un importante
presupuesto de Defensa, que hubiese,
"aumentado considerablemente los gastos
de defensa" para favorecer "la causa del liderazgo [global] de Estados
Unidos".
El informe del PNAC publicado en septiembre del
año 2000 -
Rebuilding America's Defenses (En español,
"Reconstruir las defensas de
América") - abordaba ampliamente el petróleo del Golfo Pérsico y la
importancia de mantener y reforzar "fuerzas preposicionadas en esa región"
[25].
Es interesante señalar que a finales de 2001, poco después del 11 de
septiembre y del inicio de la guerra del terror, Estados Unidos ya había
establecido nuevas bases militares en Uzbekistán, Tayikistán y Kirguizia.
EE.UU. estaba así en una posición mucho mejor para influir en las políticas de
los gobiernos recientemente emancipados del este de la cuenca del Caspio - región
rica en hidrocarburos.
A través de este ensayo veremos que el acuerdo de
2001 que permitió la instalación de la primera y más importante de esas
bases - la de Karshi-Khanabad (también llamada K-2), en Uzbekistán - se basó
en un arreglo anterior del Pentágono, completado por un acuerdo de enlace de
la CIA negociado en 1999 par Richard Blee, del "grupo Alec Station" (Blee es
un personaje central en este ensayo).
La mayoría de los estadounidenses
ignoran que el 11 de septiembre ya había Fuerzas Especiales de EEUU
desplegadas en la base K-2 en el marco de una misión uzbeka de entrenamiento
militar.
Tampoco saben que el 22 de septiembre de 2001, dos semanas antes de
un acuerdo militar formal entre los ejércitos de Estados Unidos y Uzbekistán,
"la CIA ya estaba enviando sus equipos hacia la enorme base aérea de Karshi-Khanabad (o K-2) situada en el sur de Uzbekistán, donde ingenieros
del US Army estaban preparando la pista de aterrizaje" [26].
La tercera anomalía de esta "guerra contra el terrorismo" es que condujo a
un evidente aumento del uso del terror, léase la tortura, por parte de los
propios Estados Unidos e incluso contra sus propios ciudadanos.
Hay que
señalar, en ese aspecto, que Dick Cheney y Ronald Rumsfeld, a través de su
participación en el ultrasecreto "Proyecto Juicio Final" del Departamento de
Defensa, habían participado también en la planificación de la Continuidad
del Gobierno (Continuity of Government o COG).
En Estados Unidos, la COG
estaba destinada a socavar la Bill of Rights (En español, la Carta de
Derechos. NdT.) mediante la vigilancia sin mandato y la detención arbitraria
de los disidentes políticos Peter Dale Scott [27].
Esa planificación - cuyo
origen proviene del temor a los comunistas, reflejado en el macarthismo de
los años 1950 - sirvió de base a los complejos planes que desarrollaron el
Pentágono y otras agencias para contrarrestar las protestas de los
movimientos antibelicistas contra su objetivo común: instaurar la dominación
global de Estados Unidos.
Como ya he explicado anteriormente, Estados Unidos gasta anualmente miles de
millones de dólares en el sector de la seguridad interna. Esos gastos se
deben en gran parte a la creencia - formulada por el coronel del US Marine
Corps Oliver North - de que la guerra de Vietnam se perdió en las calles
estadounidenses y que es necesario limitar esa capacidad civil de disuasión
contra las operaciones militares de Estados Unidos [28].
Como miembros del
llamado "Proyecto Juicio Final" para la planificación de la Continuidad del
Gobierno (COG), Cheney y Rumsfeld contribuyeron a esos esfuerzos [29].
En
resumen, el 11 de septiembre permitió la aplicación de programas que una
pequeña facción de responsables estadounidenses ya había estudiado desde
mucho antes, o sea permitió concretar nuevas políticas radicales en Asia
Central, pero también permitió implantar cambios en los propios Estados
Unidos.
Resulta a la vez difícil y doloroso estudiar la posibilidad del crimen de
homicidio que sugieren las meticulosas investigaciones de Kevin Fenton.
Estados Unidos atraviesa hoy una crisis provocada por las actividades de
bancos considerados demasiado importantes para permitir su quiebra ("Banks
Too Big to Fail").
Como se ha subrayado, esos bancos eran también demasiado
importantes como para permitir el encarcelamiento de sus dirigentes ("Banks
Too Big to Jail").
En efecto, castigar a sus dirigentes como a vulgares
criminales pondría en peligro la estructura financiera, ya amenazada, de
Estados Unidos [30]. El presente ensayo expone, de forma
detallada, un fenómeno similar, lo que podría ser un crimen demasiado
importante para ser castigado ("Crime Too Big to Punish").
Y finalmente, como veremos, el 11 de septiembre tiene puntos en común con el
asesinato de John F. Kennedy. La disimulación alrededor del 11 de septiembre y el papel de la CIA en la
realización de los ataques
Diez años después es importante reevaluar lo que se sabe o no sobre los
acontecimientos que condujeron al 11 de septiembre, especialmente en lo
tocante a las acciones de la CIA o del FBI, así como la negativa de
comunicar información crucial a la Comisión sobre el 11 de Septiembre.
Hoy podemos afirmar con confianza:
-
que las verdades más importantes siguen
sin conocerse, en gran parte porque los documentos cruciales se
mantienen en secreto o considerablemente censurados
-
que prosiguen los esfuerzos disimulatorios,
incluso más agresivamente que antes
-
que, además de la disimulación, debemos analizar lo que John Farmer, ex
miembro de la Comisión sobre el 11 de Septiembre, llamó "una incompetencia
administrativa sin precedentes o una mentira organizada" por parte de
personajes claves en Washington [31]
Entre esos personajes se cuentan el
presidente George W. Bush, el vicepresidente Dick Cheney, el general del
NORAD Richard Myers y el director de la CIA George Tenet.
También podemos
incluir a Samuel Berger, el ex consejero de Seguridad Nacional del
presidente Bill Clinton, quien antes de prestar declaración sobre esos temas
se presentó en los Archivos Nacionales para retirar de allí - y quizás
destruir - documentos cruciales [32]. En su libro, Farmer confirma ambas
posibilidades.
La primera, o sea "la incompetencia burocrática sin precedentes", es en
realidad la explicación que ofrece la Comisión sobre el 11 de Septiembre
sobre las evidentes anomalías vinculadas a los atentados y que marcaron los
20 meses anteriores a esos hechos, cuando la Unidad ben Laden de la CIA (la
llamada Alec Station) ocultaba información importante al FBI.
Sin embargo,
gracias al importante nuevo libro de Kevin Fenton, Disconnecting the Dots,
ya no es posible seguir atribuyendo el comportamiento anormal de la CIA a "problemas
sistémicos", o a lo que Tony Summers designa apresuradamente como la
"confusión burocrática" [33].
Basándose en importantes libros de James Bamford, de Lawrence Wright, de
Peter Lance y de Philip Shenon, Fenton demuestra de forma irrefutable que
existía en la CIA una práctica sistemática que consistía en esconder
información crucial para el FBI, incluso cuando el FBI normalmente tenía
derecho a conocer esa información.
También demuestra, con más fuerza aún,
que ese proceso de retención de información se mantuvo sistemáticamente a lo
largo de las 4 investigaciones sucesivas realizadas después del 11 de
septiembre: la investigación del Congreso presidida por los senadores Bob
Graham y Richard Shelby (parte de la cual se mantiene clasificada como
secreta), la de la Comisión sobre el 11 de Septiembre, la del Inspector
General del Departamento de Justicia y la del Inspector General de la CIA.
Lo más determinante en los trabajos de Fenton es que demuestran que esas
numerosas retenciones de información - tanto las anteriores como las
posteriores al 11 de septiembre - fueron obra de un número de individuos
relativamente restringido.
La disimulación de información que debía ser de
conocimiento del FBI fue principalmente obra del llamado "grupo Alec Station"
- una facción en el seno de la Unidad ben Laden de la CIA (que a su
vez se conoce como "Alec Station" pero que es más amplia que el llamado
"grupo").
El "grupo Alec Station" se componía mayoritariamente de personal de la
Agencia, pero incluía también algunos elementos del FBI.
Las figuras claves
de ese grupo eran el oficial de la CIA Tom Wilshire (al que la Comisión
sobre el 11 de Septiembre llama "John") y su superior directo en
Alec Station, Richard Blee.
La disimulación posterior al 11 de septiembre alrededor de la actuación de
Wilshire fue principalmente obra de una sola persona, Barbara Grewe. Esta
última trabajó primero en la investigación del Inspector General del
Departamento de Justicia sobre el comportamiento de Wilshire.
Barbara Grewe
fue trasladada después a dos puestos sucesivos en el equipo de la Comisión
sobre el 11 de Septiembre, en cuyo seno, y bajo la autoridad de su director
ejecutivo Philip Zelikow, logró desviar la atención de los investigadores,
que se interesaban por los resultados de la CIA, hacia los resultados del
FBI [34].
Independientemente de que Grewe haya dirigido o no las entrevistas
con Wilshire y con otros funcionarios dignos de interés,
"seguramente se inspiró en ellas al
redactar sus segmentos en los informes de la Comisión [sobre el
11 de Septiembre] y en los del Inspector General del
Departamento de Justicia" [35].
Los sucesivos cambios de puesto de Barbara Grewe son sintomáticos de una
disimulación voluntaria decidida a un nivel jerárquico superior.
Como vamos
a ver, lo mismo sucede con el traslado - en mayo de 2001 - de Tom Wilshire,
que pasó de Alec Station (la Unidad ben Laden de la CIA) al FBI, donde
comenzó una nueva etapa de interferencias en el flujo normal de la
información, organizando la obstrucción dentro del propio FBI [36].
Ese proceso comienza a partir de la información obtenida gracias a la
vigilancia, por parte de la NSA y la CIA, sobre una importante reunión de la
cúpula dirigente de al-Qaeda en enero del año 2000 - probablemente el único
encuentro de ese tipo antes del 11 de septiembre.
En Estados Unidos, esa
reunión llamó instantáneamente la atención de los responsables de la
seguridad nacional debido a su vinculación indirecta con un elemento de
apoyo logístico (un teléfono multilíneas basado en Yemen que al-Qaeda
utilizaba). Se sospechaba que aquel elemento de apoyo había servido de
centro de comunicación para los atentados con bombas realizados contra las
embajadas estadounidenses en 1998.
Como señala Kevin Fenton,
"[la] Agencia se
dio cuenta de que aquella réunion era tan importante que puso al corriente a
los directores del FBI y de la CIA [Louis Freeh y Dale Watson], al consejero
de Seguridad Nacional Samuel Berger y a otros altos responsables sobre las
informaciones recogidas en aquella ocasión" [37].
Sin embargo, en el seno de Alec Station, Tom Wilshire y su adjunta en la CIA
(designada como "Michelle") [38] bloquearon los intentos de Doug Miller -un
agente del FBI destacado en aquella unidad- de notificar al Buró que uno de
los participantes en aquel encuentro tenía una visa estadounidense en su
pasaporte (se trataba de Khaled al-Mihdhar) Fenton, [39].
Peor aún, en aquel
momento, "Michelle" envió a otras estaciones de la CIA un cable que afirmaba
- lo cual era falso - que "los documentos de viaje [de al-Mihdhar], incluyendo
una visa estadounidense con entradas múltiples, habian sido copiados y
transmitidos ‘al FBI con vista a más amplias investigaciones’" [40].
Alec Station se abstuvo también de incluir a los participantes en aquel encuentro
en una lista de vigilancia, como exigían las directivas de la CIA [41].
Comenzaba así un proceso sistemático, y a veces mentiroso, a través del cual
se ocultaba sistemáticamente al FBI las informaciones de la NSA y de la CIA
sobre Khaled al-Mihdhar y su compañero de viaje Nawaz al-Hazmi. Aquellas
informaciones fueron también deformadas, falseadas o manipuladas para evitar
toda investigación del Buró sobre los dos sauditas y sus socios.
Ese proceso
es un aspecto importante de la historia del 11 de septiembre. En efecto, el
comportamiento de aquellos dos aprendices de piratas del aire era tan poco
profesional que, sin aquella protección de la CIA, garantizada por el "grupo
Alec Station", es casi seguro que hubiesen sido detectados y arrestados o
expulsados, incluso mucho antes de que se preparan para tomar el vuelo 77
hacia hacia Washington [42].
Kevin Fenton termina su investigación con una lista de 35 ocasiones
diferentes en que los dos presuntos piratas aéreos fueron protegidos de
aquella manera - entre enero del año 2000 y el 5 de septiembre de 2001 más o
menos, o sea una semana antes de los secuestros aéreos [43].
En el análisis
de Fenton esos incidentes pueden clasificarse en 2 categorías principales.
Los motivos que Fenton atribuye a la primera categoría, como la retención
del cable de Doug Miller, eran "encubrir una operación de la CIA que ya
estaba en marcha" [44].
Sin embargo, al referirse al momento en que "todas
las alarmas del sistema [de seguridad nacional] estaban en rojo" en el
verano de 2001, y en que la CIA esperaba un ataque inminente, Fenton
concluye, al no poder encontrar ninguna otra explicación, que,
"el objetivo de la retención de información
era en lo adelante permitir el desarrollo de los ataques" [45].
Después de su traslado al FBI, Tom Wilshire cambió ostensiblemente su manera
de interferir. Mientras estuvo en la CIA, Wilshire maniobró para impedir la
transmisión de información al Buró.
Cuando llegó al FBI, emprendió una serie
de revisiones de aquella misma información, pero tan lentamente que esta no
pudo tener efecto antes del 11 de septiembre. Fenton sospecha que Wilshire
se anticipó a un posible control de los documentos que estaba manejando y
que estaba sembrando en ellos una serie de pistas falsas para neutralizar
sus embarazosos resultados [46].
Pienso que actualmente debemos aceptar la conclusión proveniente de las
investigaciones de Kevin Fenton:
"Está claro que la retención de aquellas
informaciones no fue consecuencia de una sucesión de extraños
incidentes, sino que fue intencional." [47]
Yo sugiero, sin embargo, una explicación
diferente para aquellas intenciones - explicación que, a primera vista, puede
parecer más simple, más inocente y también más explicativa de otros aspectos
del misterio del 11 de septiembre (a pesar de que esos aspectos puedan
parecer no estar relacionados).
Referencias
[1]
Comité de Jefes de los Estados Mayores Interarmas (JCS), "Courses of
Action Related to Cuba (Case II)", Informe del J-5 para el Comité de
Jefes de los Estados Mayores Interarmas, 1º de mayo de 1963, NARA
#202-10002-10018,
p.21; conversación en Peter Dale Scott, American War Machine
(Rowman & Littlefield, Lanham, MD, 2010), p.193, p.196. Edición
francesa:
La Machine de guerre américaine (Demi-lune, 2012).
[2]
La guerra del terror se desarrolló desde los ataques aéreos contra
la población civil que marcaron la Segunda Guerra Mundial,
comenzando por Guernica y terminando con los bombardeos masivos
contra ciudades alemanas y japonesas. A pesar de todo, aquella
guerra aérea no era más que un componente de una guerra convencional
mucho más amplia entre varias fuerzas armadas.
[3]
Sin embargo, ni un solo acto de terror perpetrado desde el comienzo
de esta década, ya sea por las tropas de Muammar el Kadhafi en Libia
y de Bachar al-Assad en Siria, ha logrado sobrepasar o tan sólo
acercarse a la devastación de la ciudad iraquí de Faluya por las
tropas estadounidenses, en 2004.
[4]
"Statement
by the President in His Address to the Nation", 11 de septiembre
de 2001. El 20 de septiembre de 2001, en una alocución pronunciada
ante una session conjunta del Congreso, George W, Bush declaró: "[nuestra]
‘guerra contra el terror’ comienza con al-Qaeda, pero no se limita
[a esa organización]. No se detendrá hasta que cada grupo terrorista
dotado de capacidad de acción global sea hallado, detenido y
destruido.
[5]
Sobre ese aspecto, ver el Informe Final de la Comisión Nacional
sobre los ataques terroristas contra Estados Unidos, cuya
versión original se titula The 9/11 Commission Report (W.W.
Norton, Nueva York, 2004), p.66: "Hasta el momento, no hemos
visto ninguna prueba que indique que […] Irak cooperó con al-Qaeda
en la planificación o la ejecución de ataque alguno contra Estados
Unidos." (Este informe está disponible en francés con el título:
11-Septembre, Rapport final de la Commission d’enquête sur les
attaques terroristes contre les États-Unis [Équateurs, París,
2004]. El autor estadounidense David Ray Griffin lo analiza
críticamente en
Omissions et manipulations de la Commission d’enquête [Éditions
Demi-Lune, París, 2006]).
[6]
Sunday Times (Londres), 1º de mayo de 2005; Mark Danner,
The Secret Way to War: the Downing Street Memo and the Iraq War’s
buried history (New York Review Books, Nueva York, 2006).
[7]
9/11 Commission Report, pp.266-72.
[8]
Rory O’Connor y Ray Nowosielski, "Who
Is Rich Blee?", 911Truth.org, 21 de septiembre de 2011, (documental
transcrito y traducido al francés por la asociación ReOpen911);
Rory O’Connor y Ray Nowosielski, "Insiders
voice doubts about CIA’s 9/11 story", Salon, 14 de octubre de
2011 (artículo traducido al francés por ReOpen911 y publicado bajo
el título "La
réaction des initiés et leurs doutes à propos de la version de la
CIA concernant le 11-Septembre"). Rory O’Connor y Ray
Nowosielski agregaron a sus propias investigaciones la confirmación
de Richard Clarke, el ex director del contraterrorismo en la Casa
Blanca bajo la presidencia de Bill Clinton y la George W. Bush.
Clarke les declaró que él suponía que ‘la orden de no comunicar la
información venía de las altas esferas’ de la CIA. Cuando le
preguntaron de quién podía venir semejante orden, Clarke respondió:
‘Pienso que viene del director’, refiriéndose a [George] Tenet y
agregando que este último y algunos de sus colegas nunca admitirían
la verdad ‘ni aunque les hiciesen sufrir el suplicio del
ahogamiento’.
[9]
Kevin Fenton, Disconnecting the Dots (TrineDay, Walterville,
OR, 2011).
[10]
9/11 Commission Report, p.259, p.271; Lawrence Wright, The
Looming Tower: Al-Qaeda and the Road to 9/11 (Knopf, Nueva York,
2006), p.352-54; Peter Dale Scott, American War Machine,
p.203. Edición francesa:
La Machine de guerre américaine (Demi-lune, 2012).
[11]
Lawrence Wright, "The Agent", New Yorker, 10 y 17 de julio de
2006, p.68; cf. Wright, Looming Tower, pp.339-44;
conversación en Peter Dale Scott, The War Conspiracy: JFK, 9/11,
and the Deep Politics of War (Mary Ferrell Foundation Press,
Ipswich, MA, 2008), p.355, pp.388-89.
[12]
Fenton, Disconnecting the Dots, pp.383-86.
[13]
Ibidem, p. 48. Cf. Lawrence Wright, "The Agent", New
Yorker, 10 y 12 de julio de 2006, p.68; citado con
consentimiento en Peter Dale Scott, American War Machine,
p.399. Edición francesa: La
Machine de guerre américaine (Demi-lune, 2012).
[14]
Fenton, ibidem, p.371, cf. p.95.
[15]
Lutz Kleverman, "The
new Great Game", Guardian (Londres), 19 de octubre de
2003.
[16]
Rebuilding America’s Defenses: Strategy, Forces and Resources For a
New Century: A Report of the Project for the New American Century,
septiembre de 2000, p.17, p.27 (traducido
al francés y reproducido idénticamente por ReOpen911, p.17,
p.27).
[17]
"US
Pulls out of Saudi Arabia", BBC News, 29 de abril de 2003.
[18]
Richard A. Clarke, Against All Enemies: inside America’s war on
terror (Free Press, Nueva York, 2004), p.31.
[19]
Bradley Graham, By His Own Rules: The Ambitions, Successes, and
Ultimate Failures of Donald Rumsfeld (Public Affairs, Nueva
York, 2009), p.290.
[20]
PNAC, Letter to President Clinton on Iraq, 26 de enero de
1998.
[21]
Gary Dorrien, Imperial Designs: Neoconservatism and the New Pax
Americana (Routledge, Nueva York, 2004). Bacevich se refería a
un memo de 1992 redactado por Paul Wolfowitz y destinado a Dick
Cheney, en aquel entonces secretario de Defensa. El memo exhortaba a
Estados Unidos a conservar su capacidad para actuar unilateralmente.
Ver Lewis D. Solomon, Paul D. Wolfowitz: visionary intellectual,
policymaker, and strategist (Praeger, Nueva York, 2007), p.52;
Andrew Bacevich, American Empire: The Realities and Consequences
of U.S. Diplomacy (Harvard UP, Cambridge MA, 2002), p.44.
[22]
Bob Woodward, Bush at War (Simon & Schuster, Nueva York,
2002), p.131. Mucho antes, en la tarde del 11 de septiembre, el
oficial del Pentágono Stephen Cambone había tomado
notas durante su conversación con Rumsfeld: "Necesidad de
blancos inmediatos - Actúen masivamente. Barran con todo eso,
vinculado o no [a los ataques del 11 de septiembre]".
[23]
Wesley Clark, Winning Modern Wars (PublicAffairs, Nueva York,
2003), p.130.
[24]
Siria Nicholas Lemann, "The
Next World Order", New Yorker, 1º de abril de 2002.
[25]
Rebuilding America’s Defenses: Strategy, Forces and Resources For a
New Century: A Report of the Project for the New American Century,
septiembre de 2000, p.17, p.27 (traducido
al francés y reproducido idénticamente por ReOpen911, p.17,
p.27).
[26]
Ahmed Rashid, Descent into chaos: the United States and the
failure of nation building in Pakistan, Afghanistan, and Central
Asia (Viking, Nueva York, 2008), p.69, p.70; citando a Ahmed
Rashid, "US Builds Alliances in Central Asia", Far Eastern
Economic Review, 1º de mayo de 2000: "La CIA y el Pentágono
habían colaborado estrechamente con el ejército y los servicios
secretos uzbekos desde 1997, proporcionando equipamiento,
entrenamiento y supervisión con la espereanza de utilizar las
Fuerzas Especiales uzbekas para expulsar a Osama ben Laden de
Afganistán - hecho descubierto durante un viaje a Washington, en
2000."
[27]
"Le
‘Projet Jugement dernier’ et les événements profonds: JFK, le
Watergate, l’Irangate et le 11-Septembre", Réseau Voltaire,
4 de enero de 2012.
[28]
Peter Dale Scott, La Route vers le Nouveau Désordre Mondial: 50
ans d’ambitions secrètes des États-Unis (Éditions Demi-Lune,
París, 2010), p.36.
[29]
Algunos estimados sobre los gastos anuales en el sector de la
seguridad interna alcanzan el billón de dólares (o sea, un millón de
millones). Ver Stephan Salisbury, "Weaponizing
the Body Politi", TomDispatch.com, 4 de marzo de 2012.
[30]
Cf. Simon Johnson, "Too
Big to Jail", Slate, 24 de febrero de 2012: "La
principal motivación tras la indulgencia de la administración hacia
ciertos crímenes graves es evidentemente el temor a las
consecuencias que pudiera tener una acción firme contra banqueros. Y
nuestros dirigentes quizás tienen razón en sentir ese temor, a la
vista de las enormes dimensiones de los bancos para todo lo que
tiene que ver con la economía. En efecto, estos son hoy más grandes
de lo que eran antes de la crisis. Además, como James Kwak y yo
mismo ya lo hemos demostrado ampliamente en nuestro libro titulado
13 Bankers, los bancos son mucho más grandes que hace 20 años."
[31]
John Farmer, The Ground Truth: the untold story of America under
attack on 9/11 (Riverhead Books, Nueva York, 2009), p.288;
citado en Anthony Summers y Robbyn Swan, The Eleventh Day: the
full story of 9/11 and Osama bin Laden (Ballantine, Nueva York,
2011), p.147.
[32]
Summers, Eleventh Day, pp.383-84; cf. Farmer, Ground Truth,
p.41. A pesar de ser miembro del Partido Demócrata, Samuel Berger
fue protegido después por la administración republicana de George W.
Bush, que le evitó tener que comparecer ante el Congreso para dar
cuenta de sus actos (lo cual era una condición en su negociación de
pena).
[33]
Summers, ibidem, p.334.
[34]
Fenton, Disconnecting the Dots, pp.72-79. Barbara Grewe salió
enseguida del gobierno para irse a trabajar a Mitre Corp., une firma
privada que se ocupa de los contratos entre la CIA y otra firma
llamada Ptech. Hace varios años, en un testimonio de Indira Singh
sobre el 11 de septiembre, esta última planteó serias interrogantes
sobre el trabajo realizado por Ptech y Mitre Corp. sobre los
sistemas de interoperabilidad entre la FAA y el NORAD; voir Scott,
La Route vers le Nouveau Désordre Mondial, p.245.
[35]
Fenton, ibidem, p.78. Una empleada de los Archivos
Nacionales, Kirsten Wilhelm, declaró a Kevin que "parece que
Barbara Grewe realizó las entrevistas con ‘John’ [Wilshire] y Jane
[Corsi]", otra figura clave en este asunto. Wilhem no pudo
encontrar "registro oficial" de la entrevista con Wilshire,
entrevista que Fenton llama con toda razón "la audiencia
probablemente más importante que haya dirigido la Comisión [sobre el
11 de Septiembre]" (p. 79). Al citar también una correspondencia
con Kirsten Wilhelm, Summers desaprueba el hecho que no haya ningún
rastro de aquella entrevista con Wilshire, y dice que existe un
informe sobre aquel intercambio pero que "está censurado en su
integralidad" (Summers, Eleventh Day, p.381, cf. p.552).
Se trata de una cuestión importante en la que tendrán que
concentrarse futuras investigaciones.
[36]
Fenton, ibidem, p.225.
[37]
Ibidem, p.38; citando 9/11 Commission Report,
pp.181-82.
[38]
"Michelle" fue identificada posteriormente por Internet pero, hasta
el momento, por una sola fuente.
[39]
ibidem, pp.42-45; resumiendo el informe del Inspector General
del Departamento de Justicia, pp.239-42; cf. Wright, Looming
Tower, pp.311-12.
[40]
Fenton, ibidem, p.50; resumiendo el informe del Inspector
General del Departamento de Justicia, pp.242-43; cf. Wright,
Looming Tower, pp.311.
[41]
Fenton, ibidem, p.45.
[42]
Ignoro si realmente abordaron ese avión. Pero estoy convencido de
que al-Mihdhar y al-Hazmi actuaron como si quisieran secuestrar una
nave aérea, como lo demuestran sus contactos con al-Qaeda en Malasia
y en otros lugares, y sus intentos de aprender a pilotear un avión,
etc.
[43]
Fenton, ibidem, pp.383-86.
[44]
Ibidem, p.48. Cf. Lawrence Wright, "The Agent", New Yorker,
10 y 12 de julio de 2006, p.68; citado con consentimiento en Peter
Dale Scott, American War Machine, p.399. Edición francesa:
La Machine de guerre américaine (Demi-lune, 2012).
[45]
Fenton, ibidem, p.371, cf. p.95.
[46]
Ibidem, 239-42, 310-22. Fenton señala que Corsi trabajó en el
cuartel general del FBI, que coordinaba "los enlaces con los
servicios extranjeros" (p.313).
[47]
Ibidem, p.310.
Parte 2
Servicios Secretos Paralelos
14 octubre 2012
En la continuación de su
análisis, Peter Dale Scott muestra como los acuerdos de
enlace entre los servicios secretos de los Estados aliados
permiten el desarrollo de servicios secretos paralelos y la
realización de operaciones no controladas.
Este ex diplomático canadiense
pone así al descubierto el método que permitió a los
conspiradores del 11 de septiembre de 2001 utilizar los
mecanismos del aparato estatal estadounidense a espaldas de
sus propios colegas.
Los acuerdos de enlace con otros
servicios de inteligencia
Pienso que Khaled al-Mihdhar y Nawaf al-Hazmi
posiblemente tuvieron protección desde el principio porque habían sido
enviados a Estados Unidos por los servicios de inteligencia de Arabia
Saudita (el
GID, ver sitio oficial).
Eso explicaría por qué, después de su
llegada, parecen haber sido financiados de forma indirecta por la
embajada de Arabia Saudita en Washington.
Paul Church resume esos hechos
en Asia Times Online (edición del 12 de febrero de 2012):
"Entre 1998 y 2002, hasta 73 000 dólares
en cheques bancarios fueron transmitidos por Hayfa bint Faysal, la
esposa de [l embajador de Arabia Saudita en Washington, el príncipe]
Bandar, a dos familias californianas conocidas por haber
financiado a al-Midhar [sic] y a al-Hazmi (Bandar describió un día a
George H. W. Bush y su esposa como ‘mi madre y mi padre’). […]
La
princesa Hayfa enviaba con regularidad pagos mensuales que iban de
2,000 a 3,500 dólares a Majeda Dweikar, la mujer de Osama Basnan - quien era un espía del gobierno saudita, según varios
investigadores.
Numerosos cheques estaban [también]
destinados a Manal Bajadr, la mujer de Omar al-Bayuni, a su vez
sospechoso de trabajar en secreto para el reino [saudita].
Anteriormente, las familias Basnan, al-Bayuni y los
dos piratas aéreos del 11 de septiembre que habían vivido en el
mismo inmueble en San Diego.
Fue Omar al-Bayuni quien recibió a los
asesinos cuando llegaron a Estados Unidos por primera vez y fue
también él quien les proporcionó un apartamento y tarjetas de
seguridad social (además de otras formas de ayuda).
Incluso
los ayudó a inscribirse en varias escuelas de pilotaje aéreo en
la Florida." [1]
Si los dos sauditas habían sido realmente
enviados por el GID, es prácticamente seguro que fueron admitidos en
Estados Unidos en el marco de un acuerdo de enlace entre el GID y la
CIA [2].
El príncipe Turki ben Faisal, ex director del GID, declaró que él mismo
intercambiaba con la CIA sus informaciones sobre al-Qaeda y que en 1997
los sauditas
"establecieron una comisión de inteligencia con Estados
Unidos para intercambiar informaciones sobre el terrorismo en general y
sobre […] al-Qaeda en particular" [3].
El Informe de la Comisión sobre el 11 de Septiembre agrega que,
como consecuencia del paso al año 2000, se emprendieron reformas en el
Centro de Contraterrorismo (CTC), lo cual incluía a Alec Station (la
Unidad ben Laden de la CIA).
En ese contexto, el CTC quería instaurar su
plan, adoptado 6 meses antes, que consistía en,
"mejorar las
capacidades de los servicios de seguridad extranjeros que habían
proporcionado información a través del enlace" [4].
Esa era una especialidad de Richard Blee.
Steve Coll informó que Blee y su superior, Cofer Black, estaban muy
entusiasmados con las posibilidades que se abrían gracias a los acuerdos
de enlace, ya que permitían extender la influencia y la capacidad de
acción de la CIA en regiones cruciales. Así que, en 1999, Cofer Black y
Richard Blee volaron juntos a Taskent, donde negociaron un nuevo acuerdo
de enlace con Uzbekistán [5].
Según Steve Coll y el Washington Post, aquel arreglo condujo al
rápido establecimiento de un enlace de la CIA con la Alianza del Norte,
en Afganistán, a través de Taskent [6].
Thomas Ricks y Susan Glasser reportaron en el Washington Post que
después de los atentados con bombas contra las embajadas de Estados
Unidos en Dar es Salaam y Nairobi, en 1998,
"Estados
Unidos y Uzbekistán realizaron discretamente operaciones secretas
comunes tendientes a contrarrestar el régimen taliban en el poder en
Afganistán, así como a sus aliados terroristas […], según los
responsables de esos dos países" [7].
Aquella implicación en Uzbekistán
correspondía a un esquema regional mucho más amplio. Desde 1997, Estados
Unidos había iniciado una serie de maniobras militares con las fuerzas
armadas de Kazajstán, Kirguistán y Uzbekistán.
Aquellos ejercicios
simulaban un posible despliegue de fuerzas de combate estadounidenses en
la región:
"CENTRAZBAT’97, como se designaba, era
claramente un test sobre la capacidad americana de proyección de fuerzas
en la cuenca del Caspio en caso de crisis.
‘No existe sobre la faz del
planeta ninguna nación que esté fuera de nuestro alcance’, declaró el
general Jack Sheehan […] el oficial de más alto rango en este ejercicio.
Y para quien tenga dudas sobre la naturaleza de nuestros intereses en
esta región, Catherine Kelleher, quien acompañaba a Sheehan como
asistenta del secretario adjunto de Defensa, citó ‘la presencia de
enormes recursos energéticos’ como justificación de la implicación
militar de Estados Unidos.
La operación de 1997 fue la primera de una
serie de ejercicios anuales [bautizados] CENTRAZBAT, concebidos para
poner a prueba la rapidez con la que Washington podría directamente
desplegar en esta región fuerzas basadas en Estados Unidos y emprender
aquí operaciones de combate." [8]
En otras palabras, la actividad del
Pentágono en Uzbekistán precedía en 4 años el acuerdo público firmado en
octubre de 2001 por
Donald Rumsfeld y el presidente Islom Karimov.
Volvamos al acuerdo de enlace que Richard
Blee y Cofer Black negociaron con Uzbekistán. Como ex diplomático que
soy, permítanme observar aquí que un acuerdo de enlace probablemente
habría requerido acreditaciones especiales para quienes estuviesen al
tanto de ese arreglo y para quienes intercambiasen información en el
marco de ese enlace [9].
Eso explicaría la exclusión de los agentes del FBI no autorizados a
tener acceso a aquella información, así como el comportamiento de los
demás agentes no acreditados de la CIA que seguían recogiendo y
diseminando información sobre los dos supuestos piratas aéreos. El
"grupo Alec Station" necesitaba a las dos categorías de agentes para
proteger la doble identidad del tándem de sauditas, y para garantizar
que el FBI no les arrestara, lo cual hubiese traído complicaciones.
Es casi seguro que la CIA tenía importantes
acuerdos de enlace, no sólo con el GID saudita y con Uzbekistán sino
también con la
Dirección de Inteligencia Interservicios de Pakistán (ISI, siglas en
inglés de Inter-Services Intelligence). La CIA también había
establecido acuerdos con los servicios de inteligencia de Egipto, y
probablemente incluso con los de Yemen y Marruecos. Existen incluso
razones para pensar que Ali Mohamed fue admitido para residir en Estados
Unidos como agente de un servicio extranjero (probablemente egipcio) en
el marco de algún arreglo de ese tipo [10].
Mohamed era un doble agente cuyo arresto en
Canadá había sido impedido por el FBI, lo cual le permitió organizar los
atentados de 1998 contra las embajadas estadounidenses.
Figura
simultáneamente entre las fuentes y el contenido del célebre Contacto
Presidencial Cotidiano del 6 de agosto de 2001 (PDB, siglas en
inglés de Presidential Daily Briefing), en el que la CIA avisó al
presidente Bush de que "Ben Laden [estaba] decidido a atacar Estados
Unidos" [11].
Según Jack Cloonan, el enlace de Ali Mohamed
con el FBI,
"todas esas informaciones [contenidas en el contacto
presidencial] venían de Ali", mientras que el PDB atribuía aquellos
importantes descubrimientos a lo que "un agente operativo de la Yihad
Islámica Egipcia (JIE, según sus siglas en inglés) declaró a un servicio
[---]" [12].
(Es evidente que Ali Mohamed era miembro de la JIE y que el servicio en
cuestión probablemente era egipcio), pero cuando Ali Mohamed fue
inoportunamente admitido en Estados Unidos, al igual que Khaled al-Mihdhar
y Nawaf al-Hazmi, no fue la CIA sino "otra agencia federal" quien
se hizo cargo de él [13].
Probablemente se trataba de una agencia del
Pentágono ya que, entre 1987 y 1989, Ali Mohamed,
"estuvo destacado en
el [SOCOM, el] Comando de Operaciones Especiales [del ejército]
estadounidense en Fort Bragg, la base de los Boinas Verdes y de Delta
Force - la unidad de élite del contraterrorismo" [14].
El SOCOM, que incluye el Commando Mixto para las Operaciones Especiales
(JSOC, siglas en inglés del Joint Special Operations Command),
tiene su propia división de inteligencia [15].
Por otro lado, el SOCOM es el comando que estableció en 1999 el programa
Able Danger para vigilar a los agentes de al-Qaeda, y que también detuvo
ese mismo programa, sin la menor explicación, antes del 11 de septiembre
y destruyó su base de datos [16].
Por otra parte, el SOCOM operaba en Uzbekistán con agentes de la CIA
gracias al acuerdo de enlace que habían negociado Cofer Black y Richard
Blee, ambos miembros del CTC, el Centro de Contraterrorismo de la CIA.
Por todas esas razones, yo sugiero
reconceptualizar lo que Kevin Fenton llama el anormal "grupo Alec
Station".
Pudiéramos considerar a esa facción como un equipo (o varios
equipos) de enlace interagencias que disponía de acreditaciones
especiales y que incluía miembros de Alec Station, colaboradores del FBI
y probablemente elementos del SOCOM.
(Uno de esos colaboradores era la
agente Dina Corsi, agente del FBI que, según Fenton, ocultó información
vital a su colega el agente Steve Bongardt, incluso después de que la
NASA autorizara el acceso de dicho agente.) [17]
Obligado recuento - el Safari Club y William
Casey
Bajo diferentes formas, esos arreglos tienen
su origen al menos en los años 1970.
En aquella época, importantes
oficiales de la CIA, tanto en activo como ya retirados (entre los que se
encontraba Richard Helms), estaban descontentos por los cortes de
personal que el director de la CIA Stanfield Turner había realizado bajo
la presidencia de James Carter. En respuesta, organizaron una red
alternativa conocida como Safari Club.
Supervisado por los directores de los
servicios de inteligencia de Francia, Egipto, Arabia Saudita, Marruecos
e Irán (en aquel entonces bajo el poder del shah), el Safari Club se
convirtió en una base para oficiales de la CIA que, como Theodore
Shackley y Thomas Clines, habían sido marginados o despedidos por el
director de la CIA Stanfield Turner.
Como explicara después el príncipe Turki ben Faysal, el objetivo del Safari Club no era el simple
intercambio de información, sino también dirigir operaciones secretas
que la CIA no podía seguir realizando directamente a causa del escándalo
del Watergate y de las reformas que se realizaron como consecuencia de
aquel escándalo [18].
En los años 1970, el director de la CIA
William Casey tomó decisiones cruciales en la dirección de la guerra
secreta en Afganistán. Pero todas aquellas decisiones se elaboraron
fuera del marco burocrático de la CIA dirigida por Casey ya que habían
sido preparadas con los directores de la inteligencia saudita - primeramente con Kamal Adham y después con el príncipe Turki ben
Faysal.
Entre aquellas decisiones podemos citar la creación de una
legión extranjera destinada a ayudar a los muyahidín afganos que
luchaban contra los soviéticos - en otras palabras, la creación de una
red de apoyo que posteriormente conocimos como al-Qaeda cuando finalizó
aquella guerra entre la Unión Soviética y Afganistán [19].
Casey puntualizó los detalles de aquel plan con los dos jefes de la
inteligencia saudita y con el director del Bank of Credit and
Commerce International (BCCI), el banco pakistano-saudita en el que
tenían acciones tanto Kamal Adham como el príncipe Turki ben Fayçal.
Al hacerlo, Casey estaba dirigiendo entonces
una segunda Agencia, o una CIA de dos canales, construyendo con los
sauditas la futura al-Qaeda en Pakistán, a pesar de que la jerarquía
oficial de la Agencia, la que Casey tenía bajo su mando en Langley,
"pensaba
[con toda razón] que aquello era una imprudencia" [20].
En American War Machine (edición
francesa:
La Machine de Guerre américaine), yo incluí al Safari Club y
al BCCI en una sucesión de arreglos elaborados en el seno de una "CIA
alternativa" o de una "segunda CIA" que databan de la
creación, en 1948, del Buró de Coordinación Política (OPC, siglas en
inglés de Office of Policy Coordination).
Es por lo tanto
comprensible que George Tenet, el director de la CIA en tiempos de
George W. Bush, haya seguido el precedente de Casey y que se reuniera
casi mensualmente con el príncipe Bandar, el entonces embajador de
Arabia Saudita en Washington, sin revelar el contenido de aquellas
conversaciones a los oficiales de la Agencia a cargo de los temas
sauditas [21].
El propio Kevin Fenton invocó el ejemplo del
Safari Club para proponer una posible explicación del hecho que Richard
Blee y Tom Wilshire utilizaban una "red paralela" para vigilar a
al-Mihdhar y al-Hazmi en territorio estadounidense.
Según Kevin Fenton,
"retener las informaciones sobre Almihdhar et Alhazmi [sic] sólo
tiene sentido si la CIA estaba vigilando a los dos hombres en los
propios Estados Unidos, oficialmente o no" [22].
Sin embargo, pudiéramos analizar una tercera posibilidad.
En efecto, el GID pudiera haber estado vigilando sus movimientos, lo cual
correspondería a las afirmaciones del príncipe Bandar de que los
servicios de seguridad sauditas habían,
"seguido activamente los
movimientos de la mayoría de los terroristas [,] de manera detallada" [23].
Joseph y Susan Trento oyeron decir a un ex
oficial de la CIA - que había estado basado en Arabia Saudita - que "Hasmi
y Mihdar eran ambos agentes sauditas" [24].
Si eso es cierto, es evidente que eran agentes dobles, que actuaban como
terroristas (o se hacían pasar por terroristas) a la vez que actuaban
como informantes (o se hacían pasar por informantes). En el campo del
espionaje los agentes dobles son extremadamente valiosos y a veces
útiles, pero confiar en ellos puede resultar peligroso - como lo
demuestra el ejemplo de Ali Mohamed.
Y así resultó para la CIA en relación con
Arabia Saudita.
En efecto, el GID respaldaba enérgicamente a al-Qaeda en
países como Bosnia, en virtud de un acuerdo que estipulaba que esa
organización yihadista,
"no interferiría en los asuntos políticos de
Arabia Saudita ni de ningún otro país árabe" [25].
El ministro del Interior de Arabia Saudita, Nayef ben Abdelaziz, había
negociado aquel compromiso con Osama ben Laden.
El ISI pakistaní estaba
mucho más activamente implicado con al-Qaeda y ciertos elementos de esa
agencia de inteligencia probablemente se sentían más cercanos de los
objetivos ideológicos de esa organización que del gobierno nominalmente
laico de Pakistán.
En todo caso, recurrir a informantes
ilegales no sólo es peligroso y puede arrojar resultados imprevisibles
sino que es además un factor de corrupción. En efecto, para desempeñar
su papel los informantes tienen que violar la ley, y quienes los
supervisan conociendo esa necesidad tienen que protegerlos absteniéndose
a denunciarlos.
También sucede, con demasiada frecuencia, que los
supervisores se ven obligados a intervenir para evitar que los
informantes sean arrestados por otras agencias. Así que los supervisores
se convierten constantemente en cómplices de los crímenes de sus
informantes [26].
Incluso en las mejores circunstancias, la
agencia interesada se ve obligada a decidir si autoriza al informante a
perpetrar su crimen o si se lo impide, arriesgándose en ese último caso
a que el informante deje de serle útil. Ante esa disyuntiva, las
agencias tienden la mayoría de las veces a tomar decisiones contrarias
al interés general.
Un buen ejemplo de lo anterior es el primer
atentado con bomba cometido contra el World Trade Center, en 1993. Es un
caso interesante porque Khalid Sheikh Mohamed, el supuesto cerebro del
11 de septiembre, también estuvo entre los organizadores del atentado de
1993, entre los que se hallaba también Emad Salem, informante del FBI.
Posteriormente, basándose en pruebas provenientes de las grabaciones de
sus encuentros con el FBI, Salem declaró que el propio FBI había
decidido - por propia iniciativa - no impedir el proyecto terrorista
planeado contra el World Trade Center.
Ralp Blumenthal escribió para el
New York Times un detallado recuento de aquella acción, anterior
al misterio del 11 de septiembre de 2001:
"Se reveló a los funcionarios de las
fuerzas del orden [el FBI] que había terroristas tratando de concebir
una bomba, que fue finalmente utilizada para volar el World Trade Center.
Pensaron frustrar a los malhechores sustituyendo secretamente los
explosivos por una pólvora inofensiva, declaró un informante después del
atentado.
Este [informante] supuestamente debía ayudar a los malhechores a
fabricar la bomba y proporcionales la pólvora falsa, pero aquel plan fue
anulado por un supervisor del FBI que tenía otras ideas sur la manera de
utilizar al informante, [llamado] Emad A. Salem.
Esta historia, sacada de la retranscripción de cientos de horas de
grabaciones que el señor Salem realizó en secreto durante sus
conversaciones con agentes de las fuerzas del orden, demuestra que las
autoridades estaban en mejor posición de lo que dijeron en cuanto a
tratar de frustrar los atentados con bomba del 26 de febrero contra los
edificios más altos de todo Nueva York.
La explosión mató a 6 personas,
hirió a más de 1 000 y provocó daños que sobrepasaron los 500 millones
de dólares. Cuatro hombres están siendo procesados ante la Corte federal
de Manhattan por aquel ataque." [27]
Lo que hace aún más interesante el complot
de 1993 es el hecho que, según varias fuentes, Emad Salem era un agente
del servicio de inteligencia egipcio enviado a Estados Unidos para
espiar las acciones de Omar Abdel Rahman, a quien llamaban el "jeque
ciego" [28].
Es por lo tanto posible que el supervisor del FBI que tenía "otras
ideas" sobre la manera de utilizar a Emad Saled fuese miembro de un
equipo de enlace que no podía revelar lo que sabía a los demás agentes
del FBI. Por ejemplo, es posible que ese supervisor estuviese al tanto
de una posible negativa de la inteligencia egipcia a que se revelara la
cobertura de Salem.
Esa posibilidad es a la vez hipotética y
problemática. Pero permite dar una explicación relativamente coherente a
un comportamiento del FBI que puede calificarse como desconcertante.
Esta explicación no excluye la posibilidad
de que algunos funcionarios del FBI tuviesen motivaciones más siniestras
para permitir la realización de atentados con bomba, y disimularlo
posteriormente. En efecto, en aquel preciso momento, el jeque Omar Abdel
Rahman era uno de los elementos centrales de un programa Saudita muy
sensible, en el que también participaban funcionarios estadounidenses.
Aquel programa estaba destinado a reclutar y enviar combatientes muyahidín a Bosnia para luchar contra Serbia (incluyendo individuos,
como Ayman al-Zawahiri, que posteriormente fueron acusados en el complot
del 11 de septiembre) [29].
Después de haber visto el comportamiento de
los investigadores y de las autoridades judiciales, resulta evidente que
cierto número de agencias estadounidenses no querían interferir en las
actividades del jeque Rahman. Incluso después de su inculpación, en
1995, en un caso de asociación de malhechores con vista a cometer
atentados contra varios monumentos de Nueva York, el gobierno de Estados
Unidos siguió protegiendo a Ali Mohamed, que era un personaje crucial en
ese caso.
Peor todavía, el hecho que el FBI permitiera
la realización de esos atentados con bomba forma parte de una serie de
errores y de oportunidades no aprovechadas - todas vinculadas entre sí - que alcanzaron su clímax el 11 de septiembre de 2001. La serie comienza
en 1991, con el asesinato de extremista judío Meir Kahane.
En ese caso,
el FBI y la NYPD [siglas en inglés del Departamento de Policía de Nueva
York. NdT.] arrestaron a dos de los asesinos y después los soltaron,
permitiendo así que participaran posteriormente en los atentados con
bomba de 1993 contra el World Trade Center.
Uno de los principales
instructores de aquellos dos individuos era Ali Mohamed, quien por aquel
entonces aún era miembro de las Fuerzas Especiales estadounidenses. Pero
Patrick Fitzgerald, el fiscal a cargo del caso, evitó sistemáticamente
que se diera a conocer públicamente el nombre de Ali Mohamed.
En 1994,
cuando Ali Mohamed fue arrestado en el aeropuerto de Vancouver por la
Policía Montada de Canadá, el FBI intervino para obtener su liberación.
Aquella iniciativa del FBI permitió que Mohamed viajara a Kenia, donde
se convirtió en el principal organizador del atentado con bomba de 1998
contra la embajada de Estados Unidos en Nairobi [30].
Ali Mohamed fue finalmente arrestado por los
estadounidenses en 1998, pero no fue encarcelado de inmediato. Es
evidente que fue como hombre libre que Ali Mohamed confió sin reservas a
Jack Cloonan, su contacto en el FBI, que él conocía al menos a 3 de los
presuntos piratas aéreos del 11 de septiembre, y que incluso había
ayudado a enseñarles cómo secuestrar aviones [31].
En un libro publicado en septiembre de 2011, Ali Soufan afirma que 12
años después de haber aceptado su culpabilidad, en mayo de 1999, Ali
Mohamed seguía esperando su condena en 2011 [32].
Lo anterior hace pensar que hay en Estados
Unidos un grave problema de funcionamiento, muy anterior al 11 de
septiembre.
Se trata en realidad de un problema que ha seguido
existiendo bajo las dos mayorías políticas. Las condiciones de
confidencialidad garantizadas por las acreditaciones especiales no sólo
impidieron que se conociesen las anomalías de funcionamiento - como
demostraré más adelante - sino que contribuyeron a engendrarlas. La
historia del espionaje demuestra que el poder, cuando se ejerce en la
esfera de las actividades ilegales, se convierte poco a poco en una
fuerza contraria al poder público democrático [33].
Mientras más restringido es el grupo de planificadores especiales que
dispone de sus propias acreditaciones, menos posibilidades hay de que
sus decisiones correspondan a las exigencias de las legislaciones
nacionales e internacionales, y menos aún a la moral y al sentido común.
Agréguense a esas ambiguas condiciones de
confidencialidad las relaciones fundamentalmente malsanas y corruptas
que mantienen las agencias de inteligencia estadounidenses con las de
Arabia Saudita y Pakistán. Esas relaciones han sido hasta ahora
profundamente antidemocráticas, tanto en Asia como en nuestro país.
Mediante un mecanismo de reciclaje de riquezas, la dependencia
estadounidense del petróleo saudita ha subvencionado en realidad una
propagación del islamismo por todo el mundo. Al mismo tiempo, el dinero
que el 99,9% de los estadounidenses paga por su gasolina y su gas genera
sumas gigantescas, sumas que los sauditas reciclan en las instituciones
financieras del 0,1% que conforma la cúpula dominante en Wall Street.
De la misma manera, la oscura relación de
Estados Unidos con el ISI pakistaní dio lugar a un considerable aumento
del tráfico internacional de droga, esencialmente gracias a los clientes
afganos de la CIA y del ISI [34].
En resumen, el mal funcionamiento burocrático que ya mencionamos al
referirnos al 11 de septiembre es síntoma de un problema mayor.
Ese
problema tiene su principal origen en la relación que Estados Unidos
mantiene con Arabia Saudita, con Pakistán y - a través de esos países - con el resto del mundo.
Los acuerdos de enlace y la protección de
Khaled al-Mihdhar y Nawaf al-Hazmi
Aún sin entrar a tener en cuenta el
sugestivo precedente del atentado con bomba de 1993 contra el World
Trade Center, resulta totalmente justificado pensar que ciertos acuerdos
de enlace hayan podido impedir el arresto de Khaled al-Mihdhar y de
Nawaf al-Hazmi.
Analicemos, en primer lugar, lo que descubrió Kevin
Fenton:
"Es evidente que esas informaciones [sobre los dos
individuos] no fueron retenidas como resultado de una sucesión de
incidentes extraños sino de forma intencional" [35].
Yo pienso que se trata de un descubrimiento importante e irrefutable.
Pero no podemos estar tan seguros de la explicación que propone Fenton,
según la cual,
"el objetivo de la retención de información era en lo
adelante permitir el desarrollo de los ataques" [36].
En realidad, yo pienso que tras esa
intención hay cierto número de posibilidades, que van desde la
explicación relativamente inocente (los bloqueos provocados por un
acuerdo de enlace) hasta la más espantosa.
Antes de analizarlas tenemos
que estudiar la noción de "permitir el desarrollo de los ataques".
Es evidente que si los presuntos piratas aéreos no eran arrestados en
las puertas de embarque de los aeropuertos, la consecuencia sería que
habría muertos.
¿Pero cuántos?
Recordemos que en los documentos de la
operación Northwoods [37],
sobre la planificación de ataques bajo bandera falsa [Las operaciones
"bajo bandera falsa" (false flag) son provocaciones organizadas y
realizadas secretamente con la intención premeditada de atribuirlas al
adversario. NdT.] que debían justificar una intervención militar contra
Cuba, varios responsables del Comité de Jefes de Estados Mayores
Interarmas (JCS) habían escrito:
"Podríamos desarrollar una campaña
de terrorismo [falsamente atribuida a los comunistas de Cuba]"
durante la cual "podríamos hundir un barco lleno de cubanos" [38].
¿Sería acaso muy diferente a eso la pérdida de 4 aviones comerciales
llenos de pasajeros?
Por supuesto, la dimensión trágica del 11 de
septiembre se vio considerablemente amplificada cuando los aviones se
estrellaron contra las Torres Gemelas y contra el Pentágono.
A pesar de
ello es posible pensar que las personas que estaban al corriente del
acuerdo de enlace sobre los dos sauditas no pensaran que dichos
individuos fuesen capaces de concretar algo de aquellas proporciones.
Debemos recordar que las lecciones de vuelo que recibieron, a pesar de
ser simplemente a bordo de un Cessna, fueron tan desastrosas que
terminaron prematuramente.
El instructor les dijo que "simplemente no
estaban hechos para pilotear" [39].
Permítanme sugerir que los ataques del 11 de
septiembre se dividen en 3 etapas diferentes: los secuestros aéreos, los
estrellamientos contra los edificios y los sorprendentes derrumbes de 3
edificios del World Trade Center. Es posible que el equipo de enlace del
"grupo Alec Station" previera solamente la primera etapa, sin imaginarse
la existencia de las 2 etapas siguientes.
Una explicación inicial de las retenciones
de información sobre dos de los presuntos piratas aéreos - explicación a
la vez simple y menos retorcida - sería la hipótesis que yo propuse en el
caso de Emad Salem: las restricciones de acceso a la información
impuestas por la existencia de las acreditaciones especiales requeridas
en el marco de un acuerdo de enlace.
Sin embargo, al igual que en 1993,
los poderes secretos constituidos tras la muralla de las acreditaciones
restrictivas podían utilizarse para alcanzar otros objetivos. La
peligrosa situación creada entonces - o sea, la existencia de posibles
piratas aéreos protegidos del arresto precisamente en momentos en que se
esperaba un ataque - pudiera haber incitado a ciertos individuos a
explotar las condiciones de secreto ya creadas como una oportunidad para
planificar un incidente necesario para justificar la guerra.
Hay que
subrayar entonces un importante parecido entre el 11 de septiembre y el
falso segundo ataque del Golfo de Tonkín, en agosto de 1964, utilizado
para justificar la agresión contra Vietnam del Norte. Efectivamente, al
igual que en aquella época, existía en la cumbre del Estado una poderosa
facción que estaba decidida a desencadenar una acción militar
unilateral.
Se trata de la camarilla del PNAC, que maniobraba en 2001 en
el seno del gobierno de Estados Unidos [40].
Uno de los indicios de esa siniestra
intención es el hecho que el modelo de disimulación que detalla Kevin
Fenton no se limita a los dos sauditas y a sus supervisores de la
estación de la CIA. También podemos comprobar una cadena de retenciones
de información por parte de otras agencias. Para ser más precisos, se
trata de las informaciones del grupo Able Danger que fueron destruidas
por el SOCOM y de la disimulación - que evidentemente cometió la NSA - de
una intercepción importante, que aparentemente tenía que ver con los
presuntos piratas aéreos y con Zacarias Mussaui [41].
Si en aquel entonces la NSA disimulaba
información a los responsables interesados, se trataría de un
comportamiento que recuerda el papel de esa agencia en tiempos del
segundo incidente de Tonkín, en agosto de 1964.
En un momento crucial,
la NSA envió 15 segmentos de ROEM (datos de inteligencia de origen
electromagnético) que indicaban - equivocadamente - un supuesto ataque de
los norvietnamitas contra dos destructores estadounidenses. Al mismo
tiempo, la NSA disimuló 107 segmentos de ROEM que demostraban - con toda
exactitud - que no se había producido ningún acto hostil de parte de los
norvietnamitas [42].
En aquella época, el comportamiento de la NSA encontraba su eco en la
CIA. Ambas agencias estaban conscientes de la existencia de un poderoso
consenso en el seno de la administración Johnson. En efecto, dicha
administración ya había decidido que era necesario provocar a Vietnam
del Norte con la esperanza de crear una oportunidad para una respuesta
militar [estadounidense. NdlR.] [43].
Gracias a numerosos relatos provenientes de
fuentes internas de la administración Bush, sabemos que antes del 11 de
septiembre existía también en la cúpula del Estado un poderoso consenso
a favor de la guerra.
Ese consenso orbitaba alrededor de Dick Cheney, de
Donald Rumsfeld y de la llamada facción del PNAC (el Proyecto para el
Nuevo Siglo Americano), que antes de la elección de George W. Bush había
desarrollado un enérgico cabildeo a favor de una acción militar contra
Irak.
Sabemos también que la inmediata respuesta
de Rumsfeld a los atentados del 11 de septiembre fue proponer un ataque
contra Irak, y que la planificación de ese ataque se inició el 17 de
septiembre de 2001.
Es por lo tanto necesario analizar la posibilidad de
que los individuos que protegieron a los presuntos piratas aéreos hayan
podido compartir esas ambiciones guerreristas [44].
Referencias
[1]
El Informe de la Comisión sobre el 11 de Septiembre minimizó la
importancia de al-Bayumi (ver 9/11 Commission Report, pp.217-18).
Pero el Informe de la Comisión Mixta del Congreso encargada de
investigar lo sucedido el 11 de septiembre, a pesar de seguir estando
considerablemente censurado, nos ofrece información que corrobora lo
anterior (pp.173-77). Esa información incluye un informe que indica que
Basnan organizó una fiesta para el "jeque ciego" Omar Abdel Rahman,
implicado en el primer atentado con bomba contra el World Trade Center,
cometido en 1993.
[2]
Inicialmente, al igual que otros observadores, yo sospeché que aquellos
2 hombres eran agentes dobles sauditas. También es posible que hayan
sido enviados a Estados Unidos como objetivos designados para ser
vigilados individualmente o los dos a la vez por los sauditas y los
estadounidenses. Uno de mis pocos desacuerdos con Kevin Fenton aparece
cuando él llama a al-Mihdhar "uno de los agentes más experimentados
[entre los piratas aéreos]" (Fenton, Disconnecting the Dots,
p.205). A mí me parece, por el contrario, que al-Mihdhar era un espía
inexperimentado o incompetente o que se exponía deliberadamente para
poner a prueba la capacidad de respuesta estadounidense.
[3]
Summers, Eleventh Day, p.396.
[4]
9/11 Commission Report, p.184.
[5]
Steve Coll, Ghost Wars: the secret history of the CIA, Afghanistan,
and bin Laden, from the Soviet invasion to September 10, 2001
(Penguin, New York, 2004), pp.456-57.
[6]
Thomas E. Ricks y Susan B. Glasser, Washington Post, 14 de
octubre de 2001.
[7]
Ricks y Glasser, Washington Post, 14 de octubre de 2001.
[8]
Michael Klare, Blood and Oil (Metropolitan Books/Henry Holt, New
York, 2004), pp.135-36; citando a R. Jeffrey Smith, "U.S. Leads
Peacekeeping Drill in Kazakhstan", Washington Post, 15 de
septiembre de 1997. Cf. Kenley Butler, "U.S.
Military Cooperation with the Central Asian States", 17 de
septiembre de 2001.
[9]
En 1957, como joven diplomático canadiense, yo mismo tuve a mi
disposición un acceso especial, que era una acreditación de un nivel
superior al "top secret", para consultar datos de inteligencia de
la otan - un enlace relativamente abierto y directo.
[10]
Para el recuento de Ali Mohamed, ver Scott,
La Route vers le Nouveau Désordre Mondial, pp.213-225
(capítulo 8).
[11]
Ibidem, 158; citando a John Berger, "Unlocking
9/11: Paving the Road to 9/11": "Ali Mohamed fue una de las
principales Fuentes del tristemente célebre Contacto Presidencial
Cotidiano (PDB, siglas en inglés de Presidential Daily Briefing) del 6
de agosto de 2001 titulado ‘Ben Laden decidido a atacar Estados Unidos’."
En mi opinión, el PDB, frecuentemente citado como un ejemplo del buen
resultado de la CIA, ilustra probablemente la forma como la CIA
preparaba lo que se convertiría de antemano en los de los controles post
11 de septiembre. Sin mencionar su nombre, el PDB se refiere 3 veces a
Ali Mohamed describiéndolo como una amenaza, a pesar de que este se
hallaba bajo control de las autoridades federales y en espera de ser
condenado debido a su papel en los atentados de 1998 contra las
embajadas estadounidenses. En otras palabras, el PDB parece haber sido
redactado para adornar los archivos, al igual que el trabajo de Wilshire
en el FBI, durante aquel mismo mes de agosto de 2001.
[12]
John Berger, Ali Mohamed, p.20 (Cloonan); 9/11 Commission
Report, p.261 (PDB).
[13]
James Risen, New York Times, 31 de octubre de 1998; dans Scott,
La Route vers le Nouveau Désordre Mondial, pp.439-41.
[14]
Raleigh News and Observer, 13 de noviembre de 2001; en Scott,
La Route vers le Nouveau Désordre Mondial, pp.440-41. Yo
agregué la palabra "ejército". El Cuartel General del USSOCOM
está en Fort MacDill, una base aérea de la US Air Force en la Florida.
[15]
Dana Priest y William M. Arkin, "‘Top Secret America’: A look at the
military’s Joint Special Operations Command", Washington Post, 2
de septiembre de 2011.
[16]
Fenton, Disconnecting the Dots, pp.168-69; Summers, Eleventh
Day, p.371, p.550.
[17]
Ibidem, p.372.
[18]
Scott,
American War Machine, p.161; Scott,
La Route vers le Nouveau Désordre Mondial, pp.101-03.
[19]
Ahmed Rashid, Taliban: Militant Islam, oil, and fundamentalism in
Central Asia (Yale UP, New Haven CT, 2000), p.129.
[20]
John Prados, Safe for Democracy, p.489; conversación en Scott,
American War Machine, pp.12-13.
[21]
James Risen, State of War: the secret history of the CIA and the Bush
administration (Free Press, New York, 2006), pp.188-89.
[22]
Fenton, Disconnecting the Dots, p.104.
[23]
Summers, Eleventh Day, p.397.
[24]
Joseph J. y Susan B. Trento, citados por Summers, Eleventh Day,
p.399. Desde que présenté este ensayo en la conferencia internacional de
Toronto el 11 de septiembre de 2011, "Bob Kerrey [, ex senador] por
Nebraska, un demócrata miembro de la […] Comisión sobre el 11 de
Septiembre, [declaró] en un testimonio bajo juramento […] que
‘importantes interrogantes [seguían] sin respuestas’ en cuanto al papel
de las instituciones sauditas. ‘Nunca se siguieron verdaderamente las
pruebas que indicaban una posible implicación de agentes del gobierno
saudita en los ataques del 11 de septiembre’, declaró el señor Kerrey"
("Saudi
Arabia May Be Tied to 9/11, 2 Ex-Senators Say", New York Times,
29 d febrero de 2011.). Para más información sobre ese caso, no
mencionado por la prensa francesa, ver "11-Septembre:
Deux anciens sénateurs US déposent sous serment et mettent en cause
l’Arabie Saoudite (+ Vidéo)", ReOpen911, 5 de marzo de 2012.
[25]
Wright, Looming Tower, p.161; citado por Summers, Eleventh Day,
p.216.
[26]
Ese tipo de corrupción es previsible y está muy extendida. En los
célebres ejemplos de Gregory Scarpa y Whitey Bulger, agentes del FBI
destacados en las oficinas de Nueva York y de Boston fueron acusados de
proporcionar a sus informantes de la mafia informaciones que dieron
lugar a asesinatos de testigos y de rivales. Los agentes del antiguo
Buró de Estupefacientes (FBN, siglas del Federal Bureau of Narcotics)
en Nueva York se implicaron tanto en el tráfico de droga de sus
informantes que hubo que cerrar el FBN y reorganizarlo.
[27]
Ralph Blumenthal, "Tapes Depict Proposal to Thwart Bomb Used in Trade
Center Blast", New York Times, 28 de octubre de 1993, acentuación
agregada. Al día siguiente, el Times publicó una pequeña
corrección: "Las transcripciones de las cintas secretamente grabadas
por un informante, Emad A. Salem, muestran que este último había
advertido al gobierno que se estaba fabricando una bomba. Sin embargo,
las transcripciones no permiten determinar claramente si las autoridades
federales sabían que el blanco era el World Trade Center."
[28]
Scott,
La Route vers le Nouveau Désordre Mondial, pp.205-06.
[29]
Peter Dale Scott, "La
Bosnie, le Kosovo et à présent la Libye: les coûts humains de la
collusion perpétuelle entre Washington et les terroristes", Mondialisation.ca, 17 de octubre de 2011. Evan Kohlmann describió
como una oficina de Zagreb, abierta para ayudar a los yihadistas
respaldados por Arabia Saudita en Bosnia, recibía "directamente todas
sus órdenes y sus fondos de la principal oficina de al-Kifah en Estados
Unidos, situada en Atlantic Avenue [en Brooklyn] y controlada por el
jeque Omar Abdel Rahman" (Evan Kohlmann, Al-Qaida’s Jihad in
Europe, pp. 39-41; citando a Steve Coll y Steve LeVine, "Global
Network Provides Money, Haven", Washington Post, 3 de agosto de
1993).
[30]
Scott,
La Route vers le Nouveau Désordre Mondial, pp.215-16,
pp.440-41; citando el artículo "Canada
freed top al-Qaeda operative", Globe and Mail de Toronto, 22
de noviembre de 2001.
[31]
Scott, ibidem, pp.213-225 (capítulo 8).
[32]
Ali Soufan, The Black Banners, pp.94-95, p.561.
[33]
La corrupción parece ser inevitable para las superpotencias - Estados que
han acumulado un poderío excesivo en relación con lo que en realidad se
requiere para garantizar su defensa. Ese proceso es menos perceptible en
Estados menos poderosos, como Canadá.
[34]
Peter Dale Scott, "America’s
Afghanistan: The National Security and a Heroin-Ravaged State",
Asia-Pacific Journal: Japan Focus, N°20, 18 de mayo de 2009. Cf. "U.S.
looks into Afghan air force drug allegations", CNN, 8 de marzo de
2012: "Estados Unidos está investigando sobre acusaciones contra
miembros de la fuerza aérea afgana, que habrían utilizado sus aviones
para transportar droga, según declaró el jueves un vocero del ejército
estadounidense. Los investigadores quieren saber si esas acusaciones de
tráfico de droga, inicialmente reportadas en el Wall Street Journal,
tienen relación con el tiroteo en el que murieron 8 oficiales de la US
Air Force en el aeropuerto de Kabul, la capital afgana. ‘Estamos
verificando las acusaciones sobre uso indebido de aparatos de AAF’,
declaró el teniente coronel Tim Staufer, refiriéndose a las alegaciones
según las cuales el equipamiento de la fuerza aérea afgana ha sido
utilizado en el transporte ilegal de armas y droga."
[35]
Fenton, Disconnecting the Dots, p.310.
[36]
Ibidem, p.371, cf. p.95.
[37]
Ver "Quand
l’état-major américain planifiait des attentats terroristes contre sa
population", por Thierry Meyssan, y "Document
déclassifié: L’Opération Northwoods (1962)", Réseau Voltaire,
5 de noviembre de 2001.
[38]
Comité de Jefes de los Estados Mayores Interarmas (JCS), "Courses of
Action Related to Cuba (Case II)" ; citado en Scott,
American War Machine, p.196.
[39]
Washington Post, 30 septiembre de 2001; en Summers, Eleventh
Day, p.293; cf. 9/11 Commission Report, pp.221-22.
[40]
Ver Scott,
American War Machine, pp.199-203.
[41]
Fenton, Disconnecting the Dots, pp.360-61, p.385. Es evidente que
también hubo retención de información en las altas esferas del Comando
Mixto Interarmas (USJFCOM, siglas de US Joint Forces Command): "El
vicealmirante Martin J. Meyer, comandante en jefe adjunto (DCINC) del
USJFCOM, fue uno de los responsables que asistieron al contacto del DO5
[una unidad de inteligencia del USJFCOM a cargo de la vigilancia del
terrorismo contra Estados Unidos]. […] Sin embargo, dos semanas antes
del 11 de septiembre, a pesar de las alertas emitidas durante aquel
contacto, Meyer habría dicho al mayor general Larry Arnold - el
comandante del NORAD para la región continental de Estados Unidos (CONR)
- y a otros altos responsables del CONR que sus inquietudes sobre Osama
ben Laden como posible amenaza para Estados Unidos eran infundadas y
que, para citarlo, ‘todo el mundo dejara simplemente de mirar la CNN, no
existiría una amenaza llamada Osama ben Laden’" (Jeffery Kaye y
Jason Leopold, "EXCLUSIVE:
New Documents Claim Intelligence on Bin Laden, al-Qaeda Targets Withheld
From Congress’ 9/11 Probe", Truthout.org, 13 de junio de
2001).
[42]
Scott,
American War Machine, p.201.
[43]
Ibidem, pp.200-02.
[44]
Mark Selden ha descrito el proceso de "la exacerbación de las
pasiones nacionalistas provocadas por ataques provenientes de no se sabe
dónde" como el elemento que ha "respaldado el ‘modo de guerra
americano’ desde 1898" (Mark Selden, "The American Archipelago of
Bases, Military Colonization and Pacific Empire: Prelude to the
Permanent Warfare State", que será publicado en 2012, International
Journal of Okinawan Studies).
Parte 3
La Manipulación de los Datos de Inteligencia por el
Estado Profundo
21 octubre 2012
En la tercera y última
parte de su estudio, Peter Dale Scott demuestra que varias
administraciones estadounidenses participaron en la
preparación de la versión oficial del 11 de septiembre, ya
sea mediante la fabricación de los indicios o reteniendo
datos de inteligencia.
El ex diplomático canadiense
pone así al desnudo la actuación de las instituciones
profundas que actúan en Estados Unidos a espaldas de la
opinión pública.
¿Perseguía Richard Blee algún
objetivo desconocido con la retención de información?
Kevin Fenton menciona la posibilidad de que Richard Blee fuese
uno de los individuos que buscaban un pretexto para intensificar la guerra
contra al-Qaeda.
Ya hemos visto que, junto a Cofer Black, Richard
Blee negoció con Uzbekistán un acuerdo de enlace para establecer un
intercambio de datos de inteligencia. En el año 2000, el SOCOM comenzó a
implicarse en aquella región y,
"las fuerzas especiales estadounidenses
iniciaron una colaboración más visible con el ejército uzbeko, en el
marco de misiones de entrenamiento" [1].
Como hemos podido comprobar, el acuerdo de
enlace uzbeko se convirtió poco a poco en un enlace secundario con la
Alianza del Norte en Afganistán.
En un encuentro con el comandante Massud, en
octubre de 1999, Richard Blee aceptó presionar a Washington a favor de un
apoyo más activo a la Alianza del Norte [2].
Después del atentado contra el USS Cole, realizado en Adén en octubre del
2000, Blee trató de ampliar la misión militar con Uzbekistán apoyando la
creación de una fuerza ofensiva común, que se habría coordinado con las
tropas de la Alianza del Norte del comandante Massud.
Aquel proyecto enfrentó importantes objeciones
en momentos en que Bill Clinton todavía ocupaba la presidencia,
esencialmente porque Massud luchaba - con apoyo de Rusia e Irán - contra los
talibanes, que a su vez contaban con el respaldo de Pakistán, y porque se
sabía que Massud financiaba su lucha con el tráfico de heroína [3].
Pero en la primavera de 2001, una reunión de los
funcionarios adjuntos de los ministros de la nueva administración Bush
reactivó los planes de Richard Blee y Cofer Black, para organizar una
importante ayuda secreta destinada al comandante Massud - proyectos
respaldados por Richard Clarke, el director de contraterrorismo de la Casa
Blanca [4].
El 4 de septiembre de 2001, una semana antes del
11 de septiembre, el equipo del presidente George W. Bush autorizó la
redacción de una nueva directiva presidencial, la NSPD-9, que autorizaba un
plan de acciones secretas a realizarse en coordinación con Massud. Aquel
plan se basaba en el proyecto de Richard Blee y Cofer Black [5].
Con la llegada de la administración Bush al poder, Richard Blee dejaba de
estar en minoría.
Seis semanas después del 11 de septiembre, Blee
fue nombrado jefe de la estación CIA de Kabul [6],
obteniendo así un importante puesto. Kevin Fenton informa que, debido a su
nueva categoría, Blee estuvo implicado en el programa de traslados ilegales
de prisioneros de al-Qaeda ("extraordinary renditions").
Esos hechos sugieren que Blee pudo haber tenido
como objetivo obtener de Ibn Cheikk al-Libi, a través de la tortura,
falsas confesiones que demostrasen una complicidad iraquí con al-Qaeda.
Esas confesiones falsas fueron utilizadas de
inmediato para "manipular" los datos de inteligencia y,
"constituyeron una parte determinante de la
embarazosa presentación del secretario de Estado Colin Powell ante [el
Consejo de Seguridad de] la ONU [,] tendiente a apoyar la invasión de
Irak" [7].
¿Perseguía el SOCOM algún
objetivo desconocido al detener el programa Able Danger?
Las operaciones emprendidas después del 11 de septiembre fueron mucho más
lejos que el programa de Richard Blee a favor de una implicación paramilitar
de la CIA con la Alianza del Norte.
El contingente de la CIA en Afganistán se
convirtió rápidamente en algo insignificante al lado de las fuerzas del
SOCOM.
En efecto, George Tenet informó que, a
finales del año 2001, Estados Unidos tenía alrededor de 500 combatientes en
Afganistán, lo cual incluía,
"110 oficiales de la CIA, 316 miembros de
las Fuerzas Especiales y un gran número de comandos del Mando Mixto de
Operaciones Especiales [, el JSOC,] sembrando el caos tras las líneas
enemigas" [8].
En el seno de la administración Bush, Stephen
Cambone había colaborado con Dick Cheney y con Donald Rumsfeld,
firmando junto a ellos el
programa del PNAC titulado Reconstruir
las defensas de América (Rebuilding America's Defenses)
y participando en su elaboración.
Después del 11 de septiembre, Cambone se
convirtió en uno de las más activos partidarios del uso de las fuerzas
especiales del SOCOM en la realización de las operaciones secretas contra
al-Qaeda - no sólo en Afganistán sino "en cualquier lugar del mundo"
[9].
Es posible que todo lo que hizo Richard Blee en Alec Station para preparar
el terreno para el 11 de septiembre formara parte de una operación inter-agencias
mucho más amplia, en la que el SOCOM desempeñó un papel similar cuando puso
fin al proyecto Able Danger.
Lo anterior explicaría una nota manuscrita de
Stephen Cambone, redactada hacia las 10 de la mañana del 11 de septiembre,
después de recibir una llamada de George Tenet, el director de la CIA.
En aquella época, Cambone era uno de los
miembros del PNAC que Dick Cheney había metido en el Pentágono - por
entonces bajo la dirección de Donald Rumsfeld.
Veamos el contenido de aquella nota:
[Vuelo] AA 77 - 3 indiv[iduos] estuvieron
bajo seguimiento desde [los proyectos de atentados de al-Qaeda en
ocasión de las festividades del Milenio y [del atentado del 12 de
octubre contra el USS] Cole
1 tipo rel[acionado] con el terrorista [que actuó contra el USS] Cole
2 entraron en US a principios del mes de julio
(2 de 3 arrestados e interrogados?) [10]
El "tipo" que se menciona en la nota es
probablemente Khaled al-Mihdar, y el "terrorista [que actuó contra el USS]
Cole" podría ser Wallid [o Tufik] ben Attach, un importante miembro de
al-Qaeda vinculado no sólo al atentado suicida contra el USS Cole sino
además con los ataques de 1998 contra las embajadas estadounidenses.
Sería útil saber por qué George Tenet transmitió
a un halcón del Pentágono datos de inteligencia que, visiblemente, nunca
habían sido dados a conocer a nadie fuera de la CIA.
Por otro lado, ¿puede ser casualidad que Cambone,
al igual que Blee en la CIA, haya supervisado un programa durante el cual
miembros de las fuerzas especiales del SOCOM utilizaron la tortura para
interrogar personas detenidas en Afganistán? [11]
De la misma manera que Richard Blee puede haber sido un protegido de George
Tenet en el seno de la CIA, Stephen Cambone era conocido por su lealtad a
toda prueba primero hacia Dick Cheney y más tarde, después de su nominación
en el Pentágono, hacia Donald Rumsfeld.
No sabemos si Cambone tuvo que ver con el
proyecto de planificación de la Continuidad del Gobierno (COG), en cuyo
marco Rumsfeld y Cheney - entre otros - prepararon la vigilancia sin mandato
y las medidas de detención arbitraria aplicadas por vez primera en la mañana
del 11 de septiembre (y que aún siguen en vigor, como ya lo demostré
anteriormente) [12].
Tampoco sabemos si durante la primavera de 2001
estuvo vinculado, de una u otra forma, al grupo de trabajo de Dick Cheney
sobre el contraterrorismo (conocido como Office of National Preparedness, o
Buró de Preparación Nacional).
Ese grupo fue al parecer una fuente de los
ejercicios militares del 11 de septiembre - que incluían simulacros de
ataques con aviones secuestrados - ejercicios que acentuaron la confusión en
la respuesta de la defensa estadounidense en el momento de los atentados
[13].
Los acontecimientos
profundos como hechos recurrentes en la implicación de Estados Unidos en la
guerra
Me gustaría concluir este ensayo situando en una corta perspectiva histórica
las fallas de funcionamiento que acabamos de observar.
En cierta medida, el 11 de septiembre fue un
hecho sin precedentes - el mayor homicidio que se haya perpetrado en un solo
día en el territorio de Estados Unidos. Pero es también un ejemplo
emblemático del tipo de acontecimientos misteriosos que por desgracia se han
vuelto frecuentes desde el asesinato de Kennedy.
Yo los llamo "acontecimientos profundos" en la
medida en que tienen profundas raíces en las actividades ilegales y secretas
de las diferentes ramas de las agencias de inteligencia estadounidenses.
Por otra parte, después de esos acontecimientos
se produce un proceso de flagrantes disimulaciones oficiales, respaldadas
por increíbles problemas de mal funcionamiento de los medios de prensa y por
exitosos libros que contienen mentiras. Algunos de esos acontecimientos
profundos, como el asesinato de Kennedy, los incidentes del Golfo de Tonkín
y el 11 de septiembre, deberían ser considerados acontecimientos profundos
estructurales debido a su permanente impacto sobre la historia.
Resulta impresionante comprobar que los acontecimientos profundos
estructurales, de los que apenas se habla, estaban todos destinados a
provocar una rápida implicación de las fuerzas estadounidenses en guerras
inoportunas.
Desde una perspectiva inversa, todas las
intervenciones militares importantes de Estados Unidos - desde la
intervención en Corea, en los años 1950 - han estado precedidas de
acontecimientos profundos estructurales:
Como ya escribí en La Machine de guerre
américaine, un informe de 1963, redactado por la Dirección de
Planificaciones y Políticas (J-5) del Comité de Jefes de los Estados Mayores
Interarmas (JCS), hizo saber a sus generales que,
"[l]a fabricación de una serie de
provocaciones destinadas a justificar una intervención militar [era]
realizable y [podía] concretarse con la ayuda de los recursos
disponibles" [14].
Los incidentes del Golfo de Tonkín, el 11 de
septiembre e incluso el asesinato de Kennedy pueden ser vistos como
acontecimientos que en realidad fueron "fabricados" siguiendo el modelo
expuesto en 1962 en el Proyecto Northwoods (el conjunto de proposiciones
emitidas por el JCS para justificar una invasión contra Cuba mediante la
organización de ataques bajo bandera falsa [15].
Por otro lado, a pesar de mi escepticismo inicial, dos libros recientes me
convencieron poco a poco de confeccionar una lista de más de una docena de
paralelos importantes entre el asesinato de Kennedy y el 11 de septiembre.
Gracias a las brillantes investigaciones de
Kevin Fenton, hoy puedo agregar otro paralelo más a esa lista.
En efecto, los expedientes de la CIA sobre Lee
Harvey Oswald, que habían estado más o menos inactivos durante 2 años,
mostraron una súbita hiperactividad durante las 6 semanas anteriores al
asesinato de Kennedy. Fenton demostró que el mismo incremento de actividad
se produjo en los expedientes del FBI sobre Khaled al-Mihdhar y Nawaf al-Hazmi
durante las semanas anteriores al 11 de septiembre.
Ese brusco aumento de actividad lo inició Tom
Wilshire en un momento extrañamente cercano al instante en que los
presuntos piratas aéreos fijaron una fecha final para su ataque.
En ambos casos es posible comprobar además la
existencia de extraños retrasos que justifican su estudio cuando se producen
acontecimientos profundos [16].
El impacto del 11 de
septiembre sobre el Derecho Internacional y el derecho estadounidense
A través de este ensayo, hemos analizado dos niveles diferentes de
funcionamiento de la política exterior de Estados Unidos, que en realidad se
contradicen.
Al nivel visible de la diplomacia pública
podemos observar un compromiso a favor del Derecho internacional y de la
solución pacífica de los diferendos. A un nivel más profundo, representado
por una conexión saudita de larga data y por arreglos secretos tendientes a
controlar el petróleo mundial, observamos que se tolera - e incluso se
protege - a grupos terroristas en el cumplimiento de los objetivos secretos
de Estados Unidos y de Arabia Saudita.
Así vemos que, en 2000 y en 2001, la actuación
del "grupo Alec Station" alrededor de los dos presuntos piratas aéreos
Khaled al-Mihdhar y Nawaf al-Hazmi debe situarse en el contexto de la vieja
conexión con Arabia Saudita. Y también se inscribe en el consenso secreto de
2001 que, al igual que en 1964, se centraba en la idea de que las
necesidades de Estados Unidos en materia de petróleo y de seguridad exigían,
al igual que las de Israel, una nueva movilización estadounidense hacia la
guerra.
Por muy horrible que sea, el asesinato de más de 2 000 civiles durante los
hechos del 11 de septiembre no ha sido el más importante de los crímenes
perpetrados aquel día.
Aquellos ataques desencadenaron una serie de
agresiones contra el Derecho Internacional y contra el derecho
estadounidense. Existe un vínculo indisoluble entre el estado de derecho y
la libertad, que fueron considerablemente extendidos en el siglo XVIII por
los documentos fundadores de los Estados Unidos.
De ello se benefició el mundo entero.
Rápidamente aparecieron constituciones escritas
en cada continente y los movimientos Joven Europa, inspirados en el ejemplo
americano, iniciaron el difícil proceso hacia la actual Unión Europea.
Desde el año 2001, el estado de derecho, al igual que la libertad, han
sufrido un proceso de progresiva erosión. La cortesía internacional, basada
en el hecho de que un Estado no debe hacer a otros Estados lo que no
quisiera que los demás le hiciesen a él - al menos así fue por un tiempo -
ha sido suplantada por la implicación militar unilateral de Estados Unidos
(que actúa sin temor a la desaprobación o a las sanciones).
Los asesinatos que cometen los drones en
alejados lugares del planeta se han convertido en simple rutina.
Han matado a más de 2 000 pakistaníes (en su
gran mayoría civiles) y más de 3 cuartas partes de esos ataques se han
realizado bajo la presidencia de
Barack
Obama [17].
La guerra preventiva
contra Irak, a pesar de haber resultado
injustificada y contraproducente, fue seguida por el bombardeo preventivo
contra Libia y por la perspectiva de nuevas campañas militares contra Siria
e Irán.
Como canadiense, permítanme subrayar que yo creo en el excepcionalismo
americano, y creo que hubo una época en la que Estados Unidos se distinguía
por haber reemplazado un régimen autoritario por un gobierno enmarcado en
una Constitución - lo cual no tenía precedente histórico.
Hoy en día, Estados Unidos sigue siendo una
excepción… por su porcentaje de ciudadanos encarcelados, por las
desigualdades en materia de riquezas y de ingresos (en proporciones que,
entre las grandes naciones, solamente son superiores en China) y, para
terminar, por su uso desmedido del la fuerza letal en el extranjero.
Sólo la última de esas tendencias comenzó con el
11 de septiembre.
Pero ese acontecimiento debería percibirse en sí
mismo como el lógico resultado de la expansión imperial de Estados Unidos y
de su simultanea decadencia - proceso que afecta de forma inevitable a los
súper Estados que acumulan y conservan más poderes de los que requiere la
gestión ordenada de sus propios asuntos.
Referencias
-
Thomas E. Ricks and Susan B. Glasser, Washington Post, October
14, 2001. Significantly, the proposal for a joint attack
force with Massoud’s Northern Alliance was also resisted by
Massoud himself (Peter Tomsen, The Wars of Afghanistan, 597-98,
796n25). The problem of Massoud’s resistance to an American
troop presence vanished when he was assassinated on September 9,
2001, two days before 9/11.
-
Coll, Ghost Wars, 467-69.
-
Coll, Ghost Wars, 513, 534-36, 553.
-
Coll, Ghost Wars, 558.
-
Coll, Ghost Wars, 573-74.
-
Fenton, Disconnecting the Dots, 108.
-
Fenton, Disconnecting the Dots,
110-14.
-
George Tenet, At the Center of the
Storm: my years at the CIA (New York: HarperCollins, 2007), 255.
-
Jeremy Scahill, "Shhhhhh! JSOC is Hiring Interrogators and
Covert Operatives for ’Special Access Programs,’" Nation, August
25, 2010.
-
Fenton, Disconnecting the Dots,
127-30; Summers, Eleventh Day, 387-88.
-
Jason Vest, "Implausible Denial II," Nation, May 31, 2004,.
-
Peter Dale Scott, "Is the State of Emergency Superseding our
Constitution? Continuity of Government Planning, War and
American Society," November 28, 2010.
-
Scott, Road to 9/11, 216-18.
-
Joint Chiefs of Staff, "Courses of Action Related to Cuba (Case
II)," Report of the J-5 to the Joint Chiefs of Staff, May 1,
1963, NARA #202-10002-10018, 21; Scott, American War
Machine, 193, 196.
-
Scott, American War Machine,
195-205; Northwoods document, Joint Chiefs of Staff Central
Files 1962-63, p. 178, NARA Record # 202-10002-10104.
-
Fenton, Disconnecting the Dots,
283-355; Scott, War Conspiracy, 341-96.
-
Jason Ditz, "Report: CIA Drones Killed Over 2,000, Mostly
Civilians in Pakistan Since 2006," AntiWar.com, January 2, 2011,
Cf. Karen DeYoung, "Secrecy defines Obama’s drone war,"
Washington Post, December 19, 2011 ("hundreds of strikes
over three years - resulting in an estimated 1,350 to 2,250
deaths in Pakistan").
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