INTRODUCCIÓN
Reconozco que este libro es atrevido, y aún antes de nacer ya ha
merecido la sonrisa de los científicos invertebrados y la excomunión
de los «ufólogos serios».
Hablar de los tripulantes de los ovnis o EBEs (Entidades Biológicas
Extraterrestres, tal como oficiosamente les ha llamado el Gobierno
de los Estados Unidos) con la decisión y la claridad con que en él
se habla, es caer automáticamente en anatema.
Pero con anatema y todo, yo voy a atreverme a exponerle al lector
ciertas realidades interesantísimas que la feroz censura
gubernamental y militar —en los Estados Unidos— y el borreguismo
obtuso y facilitón de los grandes medios de comunicación —en España—
no se atreve a presentar, estafándonos en cierta manera al privarnos
de conocer unas realidades que tienen mucha mayor trascendencia que
las mentiras de los políticos y las horteradas de las «estrellas»
con que a diario llenan sus columnas o sus noticiarios.
El fenómeno ovni ha llegado a su mayoría de edad y tal como venimos
diciendo desde hace ya bastantes años, tiene unas implicaciones
mucho mayores de lo que a simple vista parece, y es en la actualidad
el desafío más importante que en la raza humana tiene planteado, si
dejamos a un lado el ciego instinto suicida de nuestra sociedad.
Esta tendencia a la autodestrucción se debe al precario grado de
evolución de las grandes masas y a la desmesurada ambición de una
minoría de «iluminados» — peligrosísimos enfermos mentales— que
quieren dominar el planeta, convirtiendo al resto de los seres
humanos en esclavos de su enfermiza pasión por el mando.
El fenómeno ovni tiene que ver no sólo con la manipulación de que
somos víctimas por parte de seres inteligentes no humanos
—extraterrestres o no— sino que además en el fondo, está relacionado
con los enormes cambios sociales, políticos, económicos y religiosos
que estamos observando en nuestros días. Algunos de estos cambios
habían sido predichos exactamente por los que en el mundo ovnístico
se llaman «contactados».
Algunos de los documentos transcritos en este libro y aducidos como
prueba han sido declarados no auténticos por ciertos investigadores.
Nosotros, tras haberlo pensado mucho, creemos que la mayoría son
auténticos, Y aunque algunos no lo fuesen, ello no quitaría nada de
fuerza a la tremenda verdad que se expone a lo largo de todas estas
páginas y que tiene tres vertientes a cual más inquietante:
-
La
presencia en nuestro planeta de
seres inteligentes no humanos que
interfieren negativamente en la marcha de la historia sin que la
mayoría de los mortales se den cuenta
-
El conocimiento (y muy
posiblemente los convenios) que las más altas autoridades de las
grandes potencias tienen de estos misteriosos seres, manteniendo
acerca de todo ello un humillante y criminal silencio
-
El uso
que de la presencia y de las actividades de estos «extraterrestres»
están haciendo ciertos grupos secretos, para lograr un control total
del planeta entero
Hasta hace poco, estos grupos secretos, valiéndose de los grandes
jefes militares que se creen los dueños del planeta, tenían oficinas
especialmente dedicadas a acallar a todos aquellos que se acercaban
demasiado a la «gran verdad», y que podían influir en el despertar
de la raza humana.
Pero desde hace muy poco tiempo, los cuidadores de la «gran verdad»
han ido dejando que ésta se filtre parcialmente, porque han
descubierto que podría resultar un excelente instrumento para sus
planes de dominio.
Un ejemplo de esto pueden ser los famosos avistamientos de Gulf
Breeze (Florida) en donde una multitud de residentes han visto y
fotografiado repetidas veces un enorme ovni del tamaño de un
edificio de varios pisos.
Las investigaciones apuntan en la dirección de que todo no es más
que una proyección luminosa hecha con una tecnología humana muy
sofisticada, para confundir a los bien intencionados testigos. Las
agencias de noticias se encargan de difundir el suceso hasta los
últimos confines del planeta, manteniendo así en suspenso las mentes
de los humanos acerca de la posibilidad de que se encuentren ya
entre nosotros seres de otros mundos.
Algo por el estilo se podría decir del reciente avista-miento del
ovni en Rusia tan ampliamente difundido por la Agencia Tass. El
desmentido que a los pocos días hicieron ciertas autoridades
científicas era de esperar, pues ello ha ocurrido siempre que ha
habido noticias de cierta resonancia. Las oficinas encargadas de
desacreditar el fenómeno, desconocedoras de las últimas estrategias
encaminadas a usarlo, siguen en su misión de desmentir todo aquello
que puede desvelar la realidad del fenómeno.
Es una doble estrategia: por un lado, los que secretamente llevan
las riendas del mundo, quieren mantener en la ignorancia a la raza
humana acerca de las terribles verdades que se ocultan tras el
fenómeno ovni y evitar así la ira del pueblo contra ellos por
haberse portado de una manera tan irresponsable; y por otra parte
procuran mantener la incertidumbre acerca de la posibilidad de
visitas de extraterrestres para en un momento dado usarlas como
elemento atemorizador en sus planes de dominio del mundo entero.
El inexplicable y súbito entendimiento entre las dos grandes
potencias y el inesperado derrumbe simultáneo de los regímenes
comunistas de la Europa del Este son otras muestras de lo que
estamos diciendo. Aunque hasta hace poco las disensiones y
desconfianzas mutuas entre los dos grandes bloques eran cosa normal,
la realidad era que en la cumbre ya hacía tiempo que los supremos
responsables estaban de acuerdo, y de hecho practicaban
conjuntamente secretas maniobras espaciales, tal como veremos en el
libro.
Sin embargo, habrá que tener presente que no necesariamente los
líderes políticos que aparecen oficialmente al frente de sus
respectivas naciones, son los que en realidad planifican la marcha
de los acontecimientos. En muchas ocasiones los gobernantes, por
importantes y poderosos que parezcan, no son más que meros títeres
de otros cerebros que desde las sombras dirigen el rumbo de la
historia, aunque éstos a su vez, y muy probablemente sin percatarse
de ello, sean dirigidos por otras inteligencias suprahumanas o
«dioses» que son los que desde el inicio de los tiempos controlan
este planeta que ellos consideran más suyo que nuestro.
Cuando se habla de «dioses», de extraterrestres o de entidades no
humanas, no hay que caer en la ingenuidad de creer que existe una
sola especie de ellos o de que todos son, poco más o menos lo mismo.
Tratándose de entidades no humanas, las diferencias entre ellas son
infinitamente mayores que las que se pueden hallar entre los
mortales.
Lo mismo que hay seres humanos buenos y malos —aunque estos términos
tengan mucho de relativo— hay alienígenas que se portan bien con los
hombres y los hay que nos tratan de la misma manera que nosotros
tratamos al ganado. Y esto a pesar de los «Ramas» y los «Adonais» y
demás ingenuos que todavía siguen pensando que los extraterrestres
son indefectiblemente los «buenos hermanos del Cosmos» que vienen a
salvarnos o a liberarnos de los holocaustos nucleares.
Yo no niego y nunca lo he negado que haya «extraterrestres»
«buenos», que tratan de ayudar y que de hecho a muchos humanos los
hayan ayudado. Ese tipo de extraterrestres me preocupan menos porque
no espero de ellos ningún mal. Lo que sí digo y con total certeza,
es que muchos de los tripulantes de los ovnis y muchas de las
entidades no humanas que se nos presentan como benévolas, no lo son
a la larga y de hecho han destruido las vidas de muchos seres
humanos que se fiaron de sus palabras y promesas.
Por eso afirmo que tenemos que estar muy alerta cuando nos
relacionamos con estas entidades, porque no sabemos con quién
estamos tratando. Y, aunque algunos no lo crean todavía, hoy sabemos
con absoluta certeza que muchos de estos seres mienten mucho, por
muy avanzados que estén en tecnología.
Otro caso muy diferente es el de los «ufólogos serios» y además
«científicos». Estos no han pasado de la tabla de sumar de la
ovnilogía y están todavía tratando de convencerse de que existen
abducciones reales. Hay gente a la que el almacenamiento de
información, en vez de darles nuevas ideas los empacha. En lugar de
descubrir la realidad se emborrachan con los mismos datos que
reciben.
Para estos técnicos de los «ufos» (¿do you follow me?) todo lo que
yo diré en este libro es un puro delirio que según ellos no tiene
base alguna. Pero lo que no tiene base es hablar y criticar desde
una mesa, sin haberse tomado el trabajo de ir a los sitios en donde
se podrían convencer de la realidad, a veces terrible, de los
hechos.
Nuestro planeta no sólo es morada de muchos seres inteligentes
además de los humanos, sino que es lugar de paso o de visita para
muchos otros fuera de nuestro sistema solar.
Esto es motivo de escándalo para los científicos de vía estrecha que
piensan que las distancias que nos separan de otros planetas
habitados son insalvables. Probablemente están pensando en los
reumáticos cohetes que ellos disparan y su ciencia no les da para
deducir que unos seres con la increíble tecnología que demuestran en
sus aparatos (aunque los científicos de vía estrecha lo desconocen
todo en cuanto a los ovnis) probablemente tienen otros métodos muy
diferentes a los nuestros para desplazarse en el espacio.
Usando un método muy poco científico se dicen: según nuestros
cálculos estos seres no pueden llegar hasta nosotros. Por tanto,
aunque den la impresión de estar aquí, corno teóricamente es
imposible que estén, no perderemos el tiempo en averiguar si están
en realidad. Y siguen rumiando la paja de sus fórmulas.
Mi método es "diametral mente opuesto al de los científicos." Están
aquí; luego se puede llegar.
¿Cómo? No lo sé. Lo único que sé con
certeza es que están aquí, porque mis sentidos son tan veraces como
los de los científicos.
Pero como ya dije anteriormente, puede haber «suprahumanos» que
hayan vivido aquí siempre, aunque en otros planos de existencia; y
puede haber visitantes que vengan de fuera. Y ese es el caso del que
nos vamos a ocupar en este libro. De ciertos visitantes enanos,
lampiños y cabezones que desde hace varias décadas están haciendo
horrores en nuestro planeta sin que la mayoría de los humanos, y
mucho menos los científicos, se hayan enterado.
Los que sí se han enterado han sido los militares de varios países y
muy pocos políticos de las grandes potencias como en seguida
veremos. Pero unos debido a su paranoia belicista y otros por la
borrachera que les produce el poder y el vivir en olor de
multitudes, no le han dado al asunto la importancia que tiene o, lo
que es peor, lo han convertido en una nueva fuente de desgracias
para la humanidad.
En este libro, pues, si bien vamos a tocar el tema de los visitantes
espaciales —los ovnis en sí ya no nos interesan pues son únicamente
un vehículo— no vamos a fijarnos en todas las especies que existen
de ellos, sino única-mente en dos o tres que son las que en la
actualidad tienen mayor contacto con nosotros y de las que nos
tenemos que defender pues son altamente peligrosas.
El lector podrá preguntarse por qué casi todo lo que digamos está
ubicado en los Estados Unidos. ¿Es que ellos tienen también el
monopolio de los ovnis? Ciertamente, no. Creo que Brasil, por poner
un ejemplo, es un país en donde la actividad ovnística ha sido
enorme tanto cuantitativa como cualitativamente pero mucho menos
conocida que la de Estados Unidos. Es cierto que en este país ha
habido muchos y muy interesantes casos que han dado la vuelta al
mundo; ello se debe a que siendo el país muy extenso y poblado es
natural que se den más casos, aparte de que sus agencias de noticias
difunden con más facilidad cualquier suceso que allí ocurra.
Asimismo estamos seguros de que en África la actividad de los
tripulantes de los ovnis es aún más descarada, pero la ausencia de
grandes agencias de noticias y lo apartado de los lugares en donde
muchas de estas cosas suceden, impiden que nos enteremos.
Todas estas ideas podrán parecerle alucinaciones a más de un lector,
tal como se lo parecieron durante muchos años al propio autor,
endrogado como estaba con ideas religiosas absurdas y con el
recuento oficial y falso de la historia humana que le habían dado en
la Universidad.
Pero para corroborar estas ideas hay innumerables hechos que irán
saliendo a lo largo de estas páginas. Que el lector los haya
desconocido hasta ahora no es culpa del autor.
Y si se negase a
darles crédito, aunque estaría en su derecho, obraría muy sabiamente
si, dada su enorme importancia, le dedicase un poco más de tiempo a
todo este asunto para convencerse de si todos estos hechos son
ciertos o no.
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