Reflexión
final
Hemos llegado al final y es lógico que saquemos algunas conclusiones
tras haber afirmado cosas tan tremendas.
Como ya he dicho, puede que
algunas de las afirmaciones concretas que han ido saliendo a lo
largo de este libro no sean exactas y hasta sean falsas, debido a la
total falta de sinceridad con que las autoridades competentes y los
responsables han manejado todo este asunto y debido a las muchas
dificultades que los investigadores hemos tenido para acceder a los
hechos; hechos que normalmente eran deliberadamente ocultados y
tergiversados para entorpecer nuestra labor.
Pero lo que es incuestionablemente cierto es el hecho que subyace
debajo de todas estas afirmaciones y conjeturas: Que en nuestro
planeta, desde hace ya mucho tiempo, por no decir desde siempre, hay
otros seres racionales que muy disimuladamente interfieren en las
vidas de los humanos, tanto a escala general —condicionando la
marcha de la historia— como a escala individual.
No importa que los grandes líderes mundiales o locales no lo quieran
reconocer. Estos lo desconocen por hallarse embebidos en la diaria y
estéril lucha política y aquellos porque, además de estar
atareadísimos en el juego de las relaciones internacionales, están
inconscientemente manipulados por estas mismas inteligencias, que se
valen de ellos para dominar el mundo.
Dejémoslos en sus juegos y en sus sueños de grandeza y veamos cómo
podemos responder a este reto que la humanidad tiene delante.
Por no
haberlo encarado nunca con decisión, le ha costado tanta sangre y la
ha llevado al estado caótico en que en la actualidad se encuentra:
Reina un malestar general; la mayoría de los seres humanos están
descontentos con su actual nivel de vida; hay millones de personas
que se mueren de hambre mientras los gobiernos gastan ingentes
cantidades de dinero en armas que sólo sirven para matar y que
podrían muy bien utilizarse para evitar que aquellos se muriesen de
hambre; las autoridades son odiadas en casi todos los países por los
abusos que cometen; y en otro orden de cosas, estamos destruyendo
nuestro planeta, y de seguir así, dentro de muy pocos años se nos va
a hacer inhabitable.
Esta es la situación que en buena parte es
debida a la perniciosa influencia que algunas de estas entidades
extrahumanas han tenido sobre nosotros sin que hayamos caído en la
cuenta de ello.
Con este libro cierro una trilogía. En el primero de ellos,
«Defendámonos de los dioses», adelanté en unos años las miras de la ovnilogía, al señalar que ya no era hora de dudar si los ovnis eran
reales o fantásticos y ni siquiera de andar examinando a ver si los
contactados o las abducciones eran reales o imaginarias. Allí,
contra el parecer de los «ufólogos serios», dejé bien asentado que
lo que había que hacer era defenderse de la maligna interferencia
que ciertas entidades ejercían sobre la raza humana.
Es cierto que entonces no distinguí bien entre unas entidades y
otras y a muchos les dejé la impresión de que todas eran igualmente
malas. En la actualidad, distingo mejor entre unas entidades y
otras, pero sigo pensando que todas, buenas y malas, son peligrosas
para los humanos si no tratan con ellas con una gran cautela. El
psiquismo humano es muy débil y se desmorona fácilmente cuando se
enfrenta a realidades tan impactantes como éstas. De hecho, muchos
humanos se han desquiciado, aun tratando con entidades «buenas».
Es
peligroso jugar con un elefante, aunque sea bueno, porque a un
pequeño descuido que tenga nos aplasta; a lo mejor queriendo
ayudarnos, nos mata.
Y nunca debemos olvidar que aun siendo «buenas», vienen a nuestro
mundo o interfieren en nuestras vidas, la mayor parte de las veces
no por nuestro interés, sino por el de ellas; aparte de que los
baremos morales de nuestro nivel humano no son los de ellos; y
debido a esto, en determinado momento pueden hacer algo que es fatal
para nosotros mientras que para su orden moral es completamente
permisible. Exactamente como nosotros hacemos con los animales. Aun
los humanos más amantes de los animales, en determinadas ocasiones
no tienen inconveniente en comerse a uno de ellos (que en último
término fue «asesinado» muy contra su voluntad).
En «Defendámonos de los dioses», a éstos les rebajé las cualidades
de «universales», «omnipotentes», «omnisapientes» y totalmente
buenos, y deducía de sus acciones entre nosotros que, o algunos no
eran todo lo buenos y sabios que pensábamos, o todos tenían su lado
positivo y su lado negativo. A mí nunca me sucedió lo que a tantos
«ufólogos serios» que se negaban a admitir los hechos feos —algunos
de ellos tremendamente negativos— que por otra parte eran tan
ciertos como los otros.
Además, en aquel libro, fundamental para entender no sólo el
fenómeno de los ovnis, sino la historia humana y la misma vida del
hombre sobre la Tierra, englobaba al «dios» del cristianismo con
todos estos seres misteriosos y superiores que nos visitan, y lo
colocaba no precisamente entre los mejores, sino entre los rufianes
cósmicos que vienen a aprovecharse de las debilidades y credulidad
de este pobre ser que siendo todavía animal apenas está empezando a
ser racional.
Allí profundizaba en la esencia y el fin de la vida humana bastante
más de lo que lo hace le teología cristiana, que se ha pasado siglos
diciendo memeces acerca de Dios y sus intimidades, sin caer en la
cuenta de que está basada en puros mitos arquetípicos que en nada
difieren de los de las otras religiones antiguas.
Por último, en aquel libro señalaba ciertas defensas de tipo general
que podían ayudar al lector a no ser manipulado por estas entidades;
por lo menos a no serlo inconscientemente de una manera directa.
Indirectamente, todos, en un grado o en otro, somos manipulados, y
muchos estamos conscientes de ello; y en cierta manera nos dejamos
manipular mientras ello no conlleve un atropello de nuestra dignidad
y de nuestras libertades fundamentales.
Pero de lo que se trata es de no dejarse manipular directa o
inconscientemente, y peor aún, de las dos maneras a la vez. Y de
esta manera son manipulados todos aquellos que compran lo que
sagazmente les presenta algún medio de comunicación o los que votan
por determinado político después de haber oído sus mentiras
bellamente presentadas. Aunque muchos humanos creen que son
totalmente conscientes de lo que hacen, en realidad no lo son,
porque desconocen parte de la realidad que les ha sido ocultada.
Los humanos somos todos manipulados por los que llevan las riendas
de la sociedad, sea en el plano político, militar, religioso,
jurídico, financiero, noticioso o laboral. En general, en cada uno
de esos estamentos —que de una manera tácita o manifiesta se
entienden muy bien entre ellos— hay una mafia organizada que es la
responsable de que la sociedad funcione tan a trancas y barrancas.
Y no es que los que componen esas mafias sean malas personas de por
sí —aunque también las hay—, sino que la institución misma es la que
los obliga a actuar así una vez que entran a formar parte de ella.
El líder sindical defenderá los intereses de sus afiliados no sólo
contra la patronal, sino contra los mismos obreros que no pertenecen
al sindicato o contra el resto de los ciudadanos usuarios de los
servicios públicos; el político torpedeará las buenas iniciativas de
los otros partidos; el militar defenderá su clase, sus privilegios y
hasta su equivocada visión de la patria, y si lo cree oportuno dará
un cuartelazo aun contra la voluntad de la mayoría del pueblo, con
las armas que ese mismo pueblo le ha dado; el financiero defenderá
únicamente su panza, y los religiosos defenderán los intereses de
Dios aprisionando las conciencias de los simples fieles. (No saben
que Dios presta y da sin intereses.)
Todos dignísimos, todos respetabilísimos, y en un tiempo todos del
Opus, que es la «cosa nostra» de Dios; pero entre todos, machacando
a España y a cada uno de los países de su respectiva competencia.
Efectivamente, todos somos manipulados; pero lo que propugnaba en
«Defendámonos de los dioses» es que lo seamos lo menos posible. Y ya
que no podemos menos de serlo, aunque de una manera indirecta, por
estos verduguetes terrenos, no lo seamos también por las
inteligencias extrahumanas cuando nos quieren manipular de una
manera directa.
Allá los tontos que se meten en la boca del lobo jugando a la ouija,
invocando a los «hermanos del espacio», sintonizando mediante el «channeling»
con algún «guía» espiritual o practicando cualquiera de los mil
estúpidos rituales que en la actualidad tan de moda están entre
vividores y psicópatas. Si se les prende alguna entidad o «ser» que
los empiece a entretener con sus dictados o mensajes, allá ellos.
Con su pan se lo coman, porque se lo han buscado.
Lo que yo quiero es poner en guardia a los que sin haberlo buscado,
comienzan a oír voces o a ser de alguna manera juguete de alguna
entidad, terrestre o extraterrestre. Sepan que eso se da, por más
que los psiquiatras no tengan idea de ello y por más que los
fanáticos crean que es obra de Satanás.
Efectivamente, es un Satanás
sin cuernos y sin fuegos eclesiásticos ni teológicos, extracristiano
y extrareligioso, con el que desgraciadamente algunos humanos tienen
que vérselas en ciertas extrañas circunstancias de la vida. Y en la
actualidad, debido a la mayor actividad de estos pequeños satanases
extraterrestres y cabezones, todos tenemos que conocer un poco más
del tema para que, en caso de que tengamos que enfrentarnos con él,
no nos coja desprevenidos, tal como les ha sucedido a tantos.
Estas fueron, poco más o menos, las conclusiones a que llegué en
dicho libro, después de haber escrito más de doscientas páginas
tratando de fundamentar todas mis ideas sobre el fenómeno.
Desgraciadamente, la mayor parte de las «personas serias» siguen sin
enterarse, y más atentas a la marcha de la liga de fútbol, de las
peleas de los políticos con los sindicatos o de las golferías de la
«jet set». Dios los bendiga y los ayude a despertar de su sueño.
Tras «Defendámonos», con un lapso de cinco años apareció «La granja
humana».
En él profundizaba en las ideas básicas de «Defendámonos».
Aportaba casos nuevos, no precisamente para probar que el fenómeno
existe, sino para tener elementos para reflexionar sobre la
naturaleza ilógica y errática del fenómeno y para tratar de
acercarme a las intenciones de los ovninautas.
Llamaba la atención sobre algunos personajes-históricos, de entre
los muchos que podía haber escogido, que han sido los inconscientes
instrumentos de estas entidades para lograr que la raza humana haga
lo que a ellos les conviene que hagamos.
Al final, relataba tres casos de extraterrestres a los que no hay
que ir a buscar a ningún ovni, porque están entre nosotros,
conviviendo esporádicamente con personas a las que yo conozco muy
bien y con las que me trato con bastante frecuencia.
Ninguno de estos seres a los que me estoy refiriendo es del tipo de
los «grises», de los que mayormente he hablado en este libro. Y eso
por suerte para mis amigos. Tienen un cuerpo normal, más o menos
alto, pero pasan inadvertidos entre la multitud, y más hoy, cuando
las modas más estrafalarias son normales y, gracias a Dios, cada uno
viste como le da la gana. Aparte de que, en último término podrían
pasar por «punks», que ya van mereciendo cada vez menos miradas y
adquiriendo carta de ciudadanía. Al fin y al cabo, el mal gusto está
también permitido por la ley.
Por último, ponía alrededor de treinta características de estos
seres, algunas de las cuales, con gran satisfacción, he visto
confirmadas en los diversos informes oficiales, aunque secretos, que
han ido saliendo a la luz a lo largo de 1988.
Algunas de estas características ya intuidas en «Defendámonos», y
que ahora los «rigelianos» y los «reticulianos» confiesan, son el
gran aprecio que hacen de la sangre y de ciertas vísceras y tejidos
animales y humanos; «los sentimientos vicarios» que experimentan por
el psiquismo humano excitado; la intervención que han tenido a lo
largo de los milenios en la formación de las razas y las religiones;
su agrado ante las guerras humanas, y algo que todavía no es
admitido por casi nadie porque en realidad se hace difícil de creer:
su relación, más o menos directa, en los grandes incendios
forestales.
Lo sostuve en «Defendámonos» y le dediqué bastantes
páginas y ahora, sospechosamente, he leído en alguno de los informes
que los «grises» aprecian mucho la clorofila.
En un informe resumiendo el contenido de otro se lee:
« (3) Su
alimento básico es clorofila líquida.»
Y en el famoso
«Informe 13»
del Proyecto «Grudge» se lee difícilmente en una fotocopia escrita a
mano:
«Un análisis posterior mostró que el fluido dentro del cuerpo
(de los EBEs examinados en la autopsia) era un líquido clorofílico
que aparentemente tenía que ver con la fotosíntesis.»
Esto,
naturalmente, nos da pie a pensar que la relación que yo atribuyo a
los ovnis con los incendios forestales no es tan descabellada como a
algunos parece, aparte de que tengo más razones para relacionarlos.
En «La granja humana» insistí también en el interés de los
extraterrestres por lo sexual y, en definitiva, por lo genético; en
su apoyo en los «iluminados» para manipular a los humanos; en su
capacidad de hacerse invisibles, o en su propia naturaleza de
ordinario invisible, cosa que tanto escandaliza a las «personas
serias» y a los científicos de vía estrecha; y en la mayor
abundancia de los que se divierten con nosotros o nos usan
descaradamente sobre los «buenos».
Creo que la realidad no es
exactamente ésa, sino que los «malos» intervienen más frecuente y
descaradamente en las vidas humanas, mientras que los «buenos»
respetan nuestra manera de ser, aunque la vean todavía muy
rudimentaria.
(Lógicamente pensamos que si fuesen «buenos» de
acuerdo a nuestros baremos, harían algo más por mejorarnos y por
defendernos de los «malos». Y no podemos saber por qué no lo hacen.)
Finalmente en «La granja humana» dije algo que ahora veo confirmado
plenamente: el gran papel que juega el electromagnetismo y en
general las energías atómicas y ondulatorias en la vida de estas
entidades.
Transcribo al pie de la letra lo que allí decía:
«Muchas
de ellas son muy sensibles a campos electromagnéticos, a radiaciones
o energías sutiles provenientes del mundo atómico y subatómico.
Algunas de estas energías producidas por nuestros aparatos o
provenientes de la Tierra, o las bioenergías producidas por las
mentes de algunos psíquicos, propician su presencia en nuestra
dimensión, mientras que otras la impiden. En el futuro, la Humanidad
usará estas energías como medio para defenderse de la intromisión
indebida de estas entidades o para ponerse en contacto con ellas.»
El lector que haya leído con atención el interesantísimo informe de
Bennewitz habrá visto que es una confirmación de lo que se dice en
el párrafo anterior.
He aquí las palabras clave que nos muestran cómo ha sido el progreso
ininterrumpido durante estos cuarenta años de estudio del fenómeno
ovni y en qué aspecto se han ido fijando consecutivamente los
investigadores:
Tras la primera noticia pública del mes de julio de 1947, la gente
empezó a ver progresivamente:
-
luces en el cielo
-
objetos sólidos
-
aterrizajes
-
tripulantes
-
seres humanos contactados
-
mensajes recibidos
-
cambios drásticos en los contactados
-
ganado muerto inexplicablemente
-
seres humanos raptados
-
actividades extrañísimas y sospechosas de los EBEs.
Tras los primeros mensajes se creó un clima de esperanza y optimismo
que a algunos todavía les dura. Se pensaba que estábamos recibiendo
la visita de otros seres del espacio, procedentes de planetas muy
lejanos, pero mucho más avanzados que nosotros y que nos iban a
ayudar a solucionar muchos de los problemas con que nos encontramos
en la actualidad.
Pero a medida que fue pasando el tiempo y se conocía lo que les
sucedía en su vida a los contactados y posteriormente las propias
actividades de los EBEs, tan erráticas y a veces tan macabras,
empezamos a sospechar que las cosas no eran tan angélicas: y que
nuestros visitantes, o una buena parte de ellos, lejos de ser una
solución, eran un problema más para esta pobre Humanidad.
Desde un principio se supo que las dignísimas autoridades encubrían
muchas cosas en cuanto al fenómeno, y en cierta manera se lo
explicaba uno conociendo la psicología de los gobernantes. Lo
principal para ellos no es que el pueblo evolucione o conozca lo que
tiene que conocer, y ni siquiera que sea realmente feliz; lo que los
gobernantes quieren por encima de todo es que el pueblo no les dé
problemas y los deje seguir en el puesto de mando donde sus egos
inflados se sienten muy a gusto.
Es la triste condición del ser
humano en este estado rudimentario de evolución en que se encuentra.
El trasfondo de todo el fenómeno ovni empezó a destaparse el año
1987 y estalló violentamente en 1988. Entonces tuvimos no sólo más
sospechas, sino la convicción de las tremendas realidades que hacía
tiempo veníamos intuyendo a juzgar por lo que nos contaban muchos
contactos y a pesar de todas las mentiras y descalificaciones
oficiales.
La tremenda verdad era que estábamos padeciendo una invasión sutil y
solapada que estaba conquistando calladamente las inteligencias y
los sentimientos de los habitantes del planeta, sobre todo de las
juventudes de los países más desarrollados. Los hechos violentos,
como son las abducciones de humanos y las muertes de animales,
aunque son buscados en sí mismos porque tienen un fin específico,
son en cierta manera una cortina para disimular la otra actividad
invasora, mucho más peligrosa a la larga.
Mientras investigamos y
nos preocupamos por
las abducciones de seres humanos y por los
animales desangrados, no le prestamos atención a lo que está pasando
en las mentes y en los sentimientos de la humanidad entera.
En cierta manera es bueno que la gente no caiga en la cuenta
repentinamente de lo que está pasando, porque para muchos tal
descubrimiento sería un choque demasiado violento.
Debido
precisamente al condicionamiento mental a que «ellos» nos han
sometido a lo largo de los siglos a través de las religiones, el
derrumbe repentino de la creencia en un Dios personal y providente
supondría para muchas personas un auténtico ataque de nervios.
Aunque para las mentes rutinarias —que desgraciadamente son la
mayoría—, que no se toman el trabajo de pensar por sí mismas acerca
del significado de la vida y de otros temas trascendentes, el
fenómeno ovni sigue siendo algo sin importancia, la verdad es que
tiene una enorme trascendencia que radica no en lo anecdótico y
llamativo, es decir, en si vienen de acá o de allá y en cuán
avanzada puede ser su tecnología.
La enorme trascendencia del fenómeno ovni es que deja al descubierto
no sólo lo rudimentario de nuestros principios científicos, de los
que tan orgullosos estamos, sino que echa por tierra las creencias
más profundas de la mayor parte de la Humanidad, que le dan algún
sentido a la vida y que proporcionan algún tipo de seguridad para el
más allá.
Con el fenómeno ovni todo el tinglado teológico de las religiones se
viene al suelo.
Tal como ya hemos dicho, para muchos el descubrir
que su idea de un Dios-padre e inmediato es falsa, es como quedar
repentinamente huérfanos en el Cosmos sin nadie que lo proteja a uno
o que lo esté esperando tras la muerte; mientras que para otros ésta
se convierte en algo así como un agujero negro que nos reabsorberá
fatídicamente para volvernos a la nada total.
Este es el verdadero significado del fenómeno ovni, por encima de
todas las maldades que estos hombrecitos grises puedan hacer y de
las que tarde o temprano aprenderemos a defendernos. Por eso, todas
las mentiras y el encubrimiento de las autoridades de todos los
países, aparte de la ofensa que ha supuesto para la dignidad de la
gente, algo han tenido de positivo. Pero ya es hora de que se
empiece a decir la verdad para que ésta no tenga que ser dicha
brutalmente toda de una vez.
Las películas y series de TV que hasta ahora se han hecho para ir
preparando la mente del pueblo han sido demasiado rosadas y se han
quedado en el sentimentalismo de ET o, por el contrario, han sido
tan repelentes que la gente las ha tomado por ciencia-ficción. Tal
fue el caso de la serie «V».
Y hemos llegado casi al siglo XXI y la
megaciencia oficial sigue sin querer enterarse del fenómeno y sin
gastar un céntimo en investigar cómo podemos defendernos del
bombardeo a que están siendo sometidas nuestras mentes. Antes al
contrario, tenemos la impresión de que colaboran en este bombardeo
que tan alterados tiene los ánimos, con los militares microcéfalos
de las grandes potencias.
Aunque para mucha gente todo esto que estoy diciendo suene a
delirio, me permitiré hacer unas reflexiones en cuanto a la actitud
que deberíamos tomar ante esto Insistiré en parte en lo que ya dije
en «Defendámonos de los dioses».
Lo primero que deberíamos hacer es mantener la calma y no llenarnos
de temor o de preocupación, como si de repente se hubiese desatado
una epidemia. Esta sutil invasión ya hace mucho tiempo que la
Humanidad la está padeciendo, aunque es cierto que en los últimos
cincuenta años se ha hecho un poco más virulenta. Pero a lo largo de
la extensísima historia humana ya ha habido otras muchas épocas por
el estilo.
Lejos de mí el ponerme como ejemplo de nada, pero el lector debería
reflexionar que el que esto escribe, lógicamente debería estar más
atemorizado que nadie. Y, sin embargo, no tiene ningún miedo. En
primer lugar, porque no se mete en la boca del lobo —tal como dije
unos párrafos más arriba—, y en segundo, porque no creo que estas
entidades de las que venimos hablando sean tan poderosas; y las que
en realidad lo son y tendrían poder para hacerme daño, son mucho más
positivas y no interfieren, o si lo hacen es para ayudar.
Otra cosa importante es el «no estar vacío». En nuestra sociedad,
desgraciadamente, hay mucha gente vacía: vacía de ideales, vacía de
ilusiones, vacía de sentimientos, vacía de principios sólidos en que
apoyarse, y por eso como que flotan en el aire. Estos individuos,
saturados de un aburrimiento vital, son presa fácil para las sectas
o para las drogas sólidas o líquidas.
Sus máximos «valores» en la
vida son las conversaciones rutinarias e insulsas con sus amigos en
el bar o en el club, y un buen partido de fútbol en la televisión
amenizado con un traguito. En la actualidad, los videos llenan un
poco ese aburrimiento, pero al terminarse, el individuo se encuentra
de nuevo con su propia vaciedad.
Aunque parezca paradójico, este tipo de individuos anodinos pueden
llegar a hacerse tremendos fanáticos de cualquier causa cívica,
deportiva o religiosa, si se ponen de contacto con algún líder
«carismático». Las ideas de éste llenarán violentamente la vaciedad
de aquél y lo convertirán en un instrumento ciego de la causa que
sea.
Pero estos tipos vacíos y superficiales que nuestra sociedad produce
en tanta abundancia son también las presas más fáciles y las mentes
más sensibles al bombardeo sutil de que estamos siendo víctimas.
Este es un tema interesantísimo del que en la actualidad no podemos
hablar en profundidad, porque no tenemos datos concretos
suficientes.
Pero parece que desde hace algunos años,
la atmósfera
está siendo saturada de ondas electromagnéticas de una frecuencia
muy baja —las llamadas ELF— que están destinadas a influenciar las
mentes de la gente en determinados países. Esto es parte de la
guerra secreta de las grandes potencias —sobre todo de EEUU y la
URSS—, y en ello parece que tienen mucho que ver las entidades
extraterrestres que están en contacto con ellas.
Y, aunque parezca
una pedantería por nuestra parte, mucho nos tememos que sea otra
treta en la que hayan caído los «genios» de la política y de la
milicia, y los miembros de sociedades secretas que quieren dominar
el mundo. Muy posiblemente, el resultado final de esas ELF es
totalmente diferente de lo que piensan los militares terrestres,
beneficiando en cambio únicamente los intereses de los EBEs que los
han aconsejado y enseñado.
Todavía, como dos consejos más para crecer internamente y estar
mejor preparados para resistir esta manipulación inconsciente a que
nos referimos, señalaríamos un estado de alerta para no dejarse
arrastrar por
los medios de comunicación, especialmente por la
televisión. Debido a la sofisticación con que son hechos los
anuncios de todo tipo que en ella aparecen, el individuo debería
rechazar «a priori» todo lo que le presenten, sabiendo que el
mensaje es de alguna manera fraudulento.
Y eso sin dejar, por otro
lado, de admitir la belleza y el arte con que están hechos.
Además, el pueblo debería hacer un esfuerzo por refrenar esta
compulsión loca que tanto se ha acentuado últimamente de indagar su
futuro a través de videntes; de invocar entidades del tipo que sea
para que le descubran el porvenir; de correr detrás de gurús y de
pitonisos de toda índole para que les descorran los velos del arcano
y les den pautas de vida... Da pena ver con qué fervor y asiduidad
los radioyentes llaman a las emisoras para que el «mago» de turno
les diga qué será de su vida... cuando en muchísimas ocasiones el
«mago» lo que está buscando es cómo arreglar la suya.
Conozco el caso de una peluquera a la que como los lavados y
peinados no la «sacaban de pobre», decidió hacerse vidente, y ni
corta ni perezosa se imprimió unas tarjetas y montó una «consulta»
para echar las cartas y leer las manos. Hoy, tan inculta como antes,
vive en una lujosa mansión gracias a los ingenuos que vinieron y
siguen viniendo a que les diga su futuro. Hay videntes que sólo lo
son cuando de viejos se quedan bidentes.
Una gran manera de crecer internamente, de madurar y de evolucionar
y hasta de defenderse de las manipulaciones mentales de estas
entidades es el segregar amor para todo y para todos; a pesar de
todo y a pesar de todos; es el ser tolerante, comprensivo,
perdonador, condescendiente. El que es capaz de practicar el sublime
deporte de amar y comprender a todos a pesar de sus defectos ya ha
dejado de ser un hombre normal y se ha convertido en un superhombre.
Ya está más allá de las manipulaciones de los terrestres y de los
extraterrestres.
Algo curioso con lo que nos hemos encontrado en algún documento de
los que componen
la colección «The Matrix» es el hecho de que estas
entidades entrometidas, dada su extraña psicología, sólo interfieren
directa y activamente con los humanos que les dan permiso, aunque
muchas veces este permiso los EBEs lo obtienen de una manera
inconsciente o por lo menos no del todo consciente por parte del
humano.
Conozco el caso de una persona en Costa Rica y de un agricultor en
México que en el trance de ser ya levantados en el aire, se
resistieron tenazmente, aunque más de una manera mental que física,
a ser llevados a ninguna parte, y fueron soltados violentamente.
Esto parece que es más útil en el caso de aquellas personas que
conscientemente sienten un acoso directo de estos EBEs; por ejemplo,
en aquellas que oyen voces internas o los ven físicamente.
Suele
pasar que en un momento dado, hartas ya del acoso a que son
sometidas, de una manera más o menos consciente les dan permiso para
que hagan lo que les dé la gana a condición de que las dejen en paz.
Para estas entidades ese semipermiso es suficiente para que obren
con plena libertad y actúen con el contactado» como a ellas les
convenga.
El consejo es que el «contactado» nunca debe dar su asentimiento
consciente a estas entidades, sobre todo si ya en otras ocasiones
han actuado en contra de sus intereses; y además debe ser firme en
decir claramente que no quiere ser manipulado en ninguna
circunstancia.
Lo aquí dicho se refiere únicamente a los EBEs, de los que hemos
tratado en este libro, y no a otros que se manifiestan de otra
manera y con los que el «contactado» haya tenido una relación
positiva durante un tiempo. Pero aún con éstos, tal como ya he
dicho, hay que ser muy cauto, pues muchas relaciones que comenzaron
bien han terminado no tan bien.
Confieso que los párrafos anteriores tienen que sonarle muy extraños
a las «personas serias»; pero más extraño aún es que a una persona
se la lleven por el aire hasta que se pierde de vista en las
nubes... y eso se ha dado muchas veces, a pesar de la seriedad de
las «personas serias».
Por último, y para nuevo escándalo de éstas, un extrañísimo consejo
a todos los lectores: «No conviene tener ideas concretas para el más
allá». Me explico.
En general, las diferentes religiones les indican con pelos y
señales a sus simples fieles —con más de simples que de fieles— cómo
es el más allá. En el cristianismo en concreto nos hablan de
purgatorios, infiernos y cielos, con fuegos y ángeles arpados
cantándole alabanzas al Eterno. Los musulmanes, más carnales, les
hablan a los suyos de huríes y paraísos terrenales, y así cada una
tiene todo un folklore organizado para el otro lado de la vida.
Pues bien, a lo que parece, esta idea que nos hayamos hecho del más
allá nos acompaña temporalmente tras la muerte y es de algún modo
utilizada por estas entidades.
Qué haya de cierto en esto, no lo sé. Me limito a repetir lo que ya
he escrito en otra parte:
«No sé casi nada del futuro; pero me
acostaré a morir con la absoluta certeza de que estoy a punto de
nacer. Nacer a algo enormemente más vasto y más grandioso».
Por
qué agoniza el cristianismo
Según otro curioso informe, hay extraterrestres muy evolucionados
que «tratan de crear una pregunta básica en las mentes de los
humanos y eso condiciona de alguna manera toda su vida y les es de
alguna utilidad «ellos». Renuncio a transcribir otros párrafos sobre
esta materia, que si por un lado son muy intrigantes, por otro
suenan a delirios de visionario y son de difícil comprensión.
En todo caso, lo que estas últimas advertencias — verdaderas o
falsas— nos dicen de una manera genérica es lo que hace bastantes
años me dijo con aire de preocupación Fernando Sesma, uno de los
pioneros investigadores de este tema en España:
«Creo que nuestro
cerebro es lo que más les interesa, y según mis deducciones, están
haciendo tremendas experiencias psíquicas con nosotros.»
Pienso que
Sesma tenia razón.
¿Cómo defenderse, pues, de los EBEs?
En la parte física, hoy por
hoy, por lo menos en España, no hay que temer. En otros lugares
habría que aconsejar que la gente evitase el estar sola en áreas muy
especiales y retiradas en las que se haya comprobado que estos EBEs
desarrollan una actividad repetida.
Más difícil es defenderse mentalmente, pero tendremos mucho
adelantado si estamos conscientes de ello, es decir, de la
posibilidad de esta ingerencia en nuestras mentes.
Hay que sospechar, y más aún, huir de todos aquellos «guías» o
escuelas en donde se nos quiera conducir borreguilmente,
presentándonos su camino como el único y sin admitir que hay muchos
otros.
Aparte de esto, yo aconsejo no buscar el contacto con ninguna
entidad no humana y rechazarlo cuando se presente; y más cuando
intenten hacerlo sin pedir autorización y sin tener en cuenta la
voluntad del contactado. Y aun en el caso de un contacto ya
establecido, habrá que estar muy atento a cualquier cosa sospechosa
y pedir explicaciones. Y si no las dan, lo mejor sería cortar el
contacto o resistirse a él lo más posible.
Para terminar, insistiré en lo que ya he dicho: No hay que temer. El
temor y el miedo son la puerta por donde se nos pueden colar en la
mente muchos males.
A pesar de los malos visitantes extraterrestres, a pesar de los
políticos inflados, a pesar de los militares aporreadores y siempre
amenazantes, a pesar de los comerciantes, industriales y banqueros
enfermos de codicia, a pesar de los tribunales de justicia
inoperantes, a pesar de la competitividad y del estrés reinante en
esta sociedad malhumorada, a pesar de los miedos que los líderes
religiosos nos han metido para el más allá, a pesar de las
enfermedades, a pesar del furibundo individuo que el cristianismo
nos ha querido imponer como Dios, y a pesar de la misma muerte,
¡vivimos!
Y vivir, para el que sabe, es un maravilloso deporte.
Vivamos plenamente olvidándonos de todos los males arriba enunciados
y disfrutando de todo lo que tenemos a mano, que para la mayoría de
los humanos es mucho. Lo triste es que abrumados por los males que
nos circundan, no apreciamos muchas de las cosas buenas que tenemos
a nuestro alrededor.
Me temo que los «castigos de Dios» de todos los profetas, las
amenazas para el más allá de los fundadores de religiones y los
pronósticos catastrofitas que los EBEs de hoy nos inculcan en la
cabeza, tienen todos el mismo fin de torturar en su raíz nuestra
mente para que ésta no evolucione y, angustiada, produzca el tipo de
energía que ellos quieren.
Por eso, dejemos de estar temerosos y vivamos consciente y
plenamente cada día, cada hora, cada momento y tratemos de ser
mejores en todos los sentidos, de modo que cuando nos toque salir de
este planeta hayamos conseguido el nivel de evolución que nos
correspondía.
En el más allá, en el que firmemente creo, el que haya pasado
airosamente la prueba terráquea será un dios superior a estos pobres
diablos cabezones.
Cuando, años atrás, las oficinas encargadas de desprestigiar el
fenómeno ovni o a sus investigadores,
se encontraban con fotos
borrosas o con meras luces en el espacio,
les era muy fácil decir
que se trataba de aviones, de Venus, de un balón meteorológico o de
reflejos del lente.
Pero en fotos como ésta, tomada el 11 de
noviembre de 1966 por el barbero Ralph Ditter en Zanesville, Ohio,
lo único que podían hacer era decir que se trataba de un truco y
socavar la credibilidad del autor de la foto.
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