3 Cómo se manifiestan los Dioses
Manifestaciones privadas
Apariciones
Iluminaciones
La «escritura automática»
Efectos de la iluminación
Mecanismo para captar discípulos
Contagio psíquico
Cualidades naturales de la mente
«Inspiraciones» y «ayudas» a individuos
Manifestaciones públicas
Ayuda a «causas»
Pero ¿en verdad se manifiestan? Porque la pregunta que más
frecuentemente se escucha es: « ¿Por qué no se manifiestan?»
No se manifiestan (de la manera como los hombres quisiéramos que se
manifestasen) simplemente porque no les interesa. Se manifiestan, en
cambio, de otras sutiles maneras con las que,
1) consiguen lo que
quieren de nosotros
2) nos permiten seguir pensando que nosotros
somos los reyes del planeta
Veamos cuáles son sus maneras de
manifestarse.
Los Dioses se manifiestan directamente de dos maneras muy
diferentes:
-
Se manifiestan públicamente a pueblos enteros o a grupos
más o menos numerosos de seres humanos
-
Se manifiestan privada e
íntimamente a determinados individuos, causando en ellos un gran
impacto psíquico y haciendo, de ordinario, que sus vidas cambien por
completo desde el momento en que tiene lugar la manifestación o el
«encuentro» con el Dios
Manifestaciones privadas
Comenzaremos por examinar esta manifestación personal e íntima, que
precisamente por tener estas características, pasa la mayor parte de
las veces inadvertida, no sólo por la sociedad, sino hasta por las
mismas personas que circundan al que la experimenta.
Esta manifestación puede tener muchos grados, siendo difícilmente
disimulable por parte del individuo, cuando es avasallado y
vehemente, de modo que la persona se ve como completamente inundada
por la presencia del ser extrahumano. Pero en muchos casos, la
presencia del Dios se hace sentir de una manera más suave y gradual,
de modo que el individuo puede fácilmente disimular lo que le está
pasando.
Y al hablar así, estamos ya tratando de lleno un viejísimo fenómeno
del que la humanidad ha sido testigo —un testigo asombrado— y del
que ha dejado testimonio impreso en todas las historias y
literaturas, incluidos los primeros petroglifos de los que tenemos
conocimiento.
Se trata del fenómeno de las apariciones —cuando son
visibles— y de la iluminación, cuando ésta sucede es la interioridad
del individuo.
Apariciones
Las apariciones son un fenómeno, que por más que algunos lo
cataloguen como algo puramente subjetivo, está presente en todas las
religiones, incluida la religión cristiana; y no sólo en las
religiones, sino en las tradiciones de todos los pueblos del orbe. A
estas alturas sería totalmente pueril el pensar que sólo son
verdaderas las apariciones que se dan dentro de la religión
cristiana, como sería igualmente ingenuo el pensar que todas las
apariciones que nos presenta la Iglesia como «auténticas» sucedieron
así en la realidad.
En todo este fenómeno, considerado de una manera
global, siempre ha jugado un papel muy importante el psiquismo
desajustado de muchas personas.
Pero de lo que no se puede tener duda alguna es de que en todas las
épocas ha habido personas dignas de toda credibilidad que han
asegurado —muchas veces con detrimento de su fama y hasta con
peligro para sus vidas— que se les había aparecido tal o cual
entidad luminosa, encima de algún árbol o fuente, y que tal entidad
les había comunicado un mensaje.
De ninguna manera quiero convertir este capítulo en un tratado
exhaustivo acerca de las apariciones religiosas o extrareligiosas,
pero no tengo mas remedio —si quiero dar algún fundamento a la
manifestación de los Dioses entre nosotros— que señalar algunas de
las peculiaridades o de los tópicos de estas apariciones de seres
extrahumanos.
Si el lector ha sido en alguna ocasión aficionado a
leer historias o vidas de santos (y no precisamente de tiempos
remotos sino contemporáneos a nosotros, como son las vidas de San
Juan Bosco, San Antonio Ma. Claret, el Padre Pío, Fátima, Garabandal,
etc.) allí habrá podido ver muchas de estas peculiaridades,
admitidas y bendecidas por las autoridades eclesiásticas, que no
sólo no tienen dudas sobre ello sino que además las usan para
convencer a los fieles de la verdad de la doctrina que ellos
predican.
Y como detalle de enorme importancia, podemos añadir que
estos mismos hechos con idénticas peculiaridades, se dan en todas
las demás religiones en las que vemos a sus santos varones visitados
por «Dios» o por sus mensajeros, como quiera que éstos se llamen,
conforme a las múltiples religiones en que la humanidad está
dividida.
Muchos de estos videntes no sólo ven, sino que también oyen, palpan
y perciben olores de los misteriosos visitantes. A veces incluso
reciben, salidos de la nada, objetos que les son entregados. Como
algo sospechoso, tendremos que añadir que con gran frecuencia
ciertos detalles a primera vista insignificantes, se repiten en
apariciones de muy diverso tipo: los videntes suelen estar orando o
por lo menos, retirados; no es raro que estén ensimismados, en un
estado de semisomnolencia, tumbados en la cama o recostados en el
campo; muchas veces la visión ha tenido lugar en una cueva, cerca
del agua o encima de algún arbusto, apareciéndose el ser
repetidamente y en fechas periódicas previamente fijadas.
Parece que
todos estos «detalles» predisponen las mentes de los videntes y las
sintonizan con la frecuencia en que operan las respectivas
apariciones, facilitando así la visión y la comunicación.
Iluminaciones
Aunque podríamos extendernos muchísimo describiendo este misterioso
e interesantísimo fenómeno de las apariciones, como ya lo hemos
tratado más a fondo en otra parte («Visionarios, Místicos y
Contactos Extraterrestres») preferimos detenernos más otra de las
maneras privadas que los Dioses tienen de manifestar la llamada
«iluminación».
Si bien es cierto que en la mayoría de los casos en que hay una
aparición, ésta va acompañada de una iluminación o ilustración de la
mente del vidente, sin embargo en muchas ocasiones no así,
ocurriendo la iluminación sin que haya tenido lugar aparición
alguna. Como ya apuntamos más arriba, la iluminación puede se
repentina o puede ser progresiva.
En las iluminaciones repentinas el
sujeto se siente súbitamente inundado por una felicidad que empapa
no sólo el espíritu, sino que lo cala hasta los rincones mas
profundos de su cuerpo; y junto con ese sentido de felicidad
inefable, el ser humano siente su mente y su inteligencia
repentinamente agrandada con conocimientos que nunca antes había
tenido y de los que ahora se siente seguro.
Naturalmente, el individuo relaciona lo que está sintiendo por
dentro, con lo que está viendo; y siendo tan arrebatadora la
experiencia por la que está pasando, no puede menos de relacionar la
persona que está viendo, con Dios o con algo que procede muy
directamente de Dios. Ante tanta felicidad y tanto asombro, la
capacidad crítica del vidente se hace nula, y ni por un momento;
duda de que aquello que tiene delante, que es capaz de causar en él
tal transformación, no sea algo divino o Dios mismo.
El que quiera estudiar a fondo todo este fenómeno, debería leer a un
autor clásico en estas materias que por desgracia es muy poco
conocido en el mundo hispano parlante; me refiero a William James
—uno de los padres de la moderna psicología— y a su libro: «Variedad
de las experiencias religiosas» en el que desapasionadamente y de
una forma objetiva y magistral hace un análisis exhaustivo de todo
este fenómeno al que relaciona con el misticismo cristiano, la
llamada «santidad», los estados de trance, etc.
W. James, a pesar de no proceder del campo religioso y de dictar sus
clases en una Universidad laica, sin embargo no duda de la realidad
de las transformaciones instantáneas de muchos de estos iluminados
—algunos de los cuales eran amigos de él y miembros de la nobleza
inglesa— y en vez de negarse a oír o de recibir las informaciones
con la sonrisita con que lo hacen muchos de los autollamados
«científicos», investigó a fondo durante muchos años todos estos
estados alterados de conciencia llegando a conclusiones
interesantísimas que es lástima desconozcan la mayoría de los
teólogos y autoridades eclesiásticas.
El fenómeno psicológico de la iluminación, en tiempos pasados estaba
muy relacionado con la conversión religiosa y estaba muy
condicionado a la presencia o a las prédicas de algún gran
predicador o santo. Hechos de esta clase abundan y superabundan en
las vidas de todos los santos y no dudamos por un momento de que en
realidad haya sido así. No sólo los admitimos, sino que los
extendemos a ámbitos y circunstancias ajenas a lo religioso, aunque
entonces reciban otros nombres.
En la actualidad este proceso de iluminación se sigue dando, pero en
una sociedad mucho más secularizada e independiente de la influencia
religiosa, ya no está tan íntimamente relacionado con creencias
teológicas y sí más con ideologías esotéricas, y filosofías
orientales panteístas o cósmicas. Aunque hay que admitir que todavía
—sobre todo en algunas sectas protestantes— el fenómeno de la
iluminación está completamente entremezclado con lo religioso
recibiendo entre ellos el nombre de «conversión», «bautismo del
Espíritu Santo» o «nuevo nacimiento».
En la actualidad, en las personas de una mentalidad liberal o
agnóstica, pero con un grado alto de cultura y dotadas de una gran
sensibilidad hacia la naturaleza (y muy en especial entre aquellas
influenciadas por las filosofías orientales, y practicantes de algún
tipo de meditación, de acuerdo con estas filosofías), cuando se da
el fenómeno de la iluminación, éste no suele tener las connotaciones
religiosas que son frecuentes entre las personas menos cultas, y no
suele impulsar al individuo hacia una corroboración o admisión de
tales creencias, sin que le haga identificar la experiencia con algo
«divino», «religioso» o «sobrenatural».
Por lo general, el individuo
de estas características que experimenta la iluminación, si ve
alguna entidad luminosa no la suele identificar tan fácilmente con
Jesucristo o con algún personaje de la teología cristiana; y en
cuanto a la paz y felicidad interna de que igual mente se siente
inundado, la atribuye más bien a una comunión con el Cosmos o con la
Gran Inteligencia difusa en todo el universo, a la que no tendrá
inconveniente en identificar en último término con la Primera Causa.
Pero en el fondo, tanto los hechos externos al sujeto como el
mecanismo psicosomático envuelto en todo el proceso, son exactamente
los mismos, sea que se den en el ambiente religioso o fuera de él, y
lo mismo da que ocurran en seno del cristianismo o en cualquiera de
las otras religiones. La iluminación, en fin de cuentas, es un
fenómeno trascendente porque el ser humano salta involuntariamente
la barrera hacia otras dimensiones o niveles de existencia. En
realidad es forzado a saltar sin que le quede otra alternativa, ante lo
que se presenta frente a sus asombrados ojos.
Entre los místicos
católicos nos encontramos con algunos de ellos que se resistía con
todas sus fuerzas a esta invasión (aunque creyesen que provenía de
Dios) de sus mentes; pero al mismo tiempo nos encontramos con que
«Dios» acababa siempre por vencer esta resistencia y adueñarse por
completo del alma del místico.
En realidad este es el fin y el motivo de todo este fenómeno: la
posesión del alma del vidente.
En la teología cristiana, cuando el
autor de tal violación es «el Maligno», entonces no hay
inconveniente en llamarle claramente «posesión diabólica»; pero
cuando la misma violación es practicada por «Dios», entonces se le
llama «éxtasis» o «arrobamiento».
Pero no tenemos que olvidarnos de que estamos presentando el
fenómeno de la iluminación — no importa el nombre que se le dé— como
una de las maneras que los Dioses tienen de manifestarse a los
hombres; aunque, como más tarde veremos, esta manifestación no es un
acto altruista de ellos «para darse a conocer» o para «ilustrar al
hombre», sino que es un acto para dominar al hombre y ponerlo a su
servicio; es una auténtica violación de su mente con la que la
condicionan para que más tarde trabaje en las tareas que ellos le
asignarán (por supuesto, creyendo siempre el hombre, que está
actuando con una voluntad totalmente libre y en pro de causas
nobles, dignas y hasta santas).
La «escritura automática»
Por ser un fenómeno muy afín a la iluminación y por ser, al mismo
tiempo, otra manera privada de manifestarse los Dioses, diremos algo
de la llamada «escritura automática».
Este insidioso fenómeno, tan propenso a hacer fanáticos y que ha
tenido y tiene engañadas y esclavizadas a tantas personas, consiste
en recibir del «más allá» mensajes y comunicaciones de muy diverso
contenido y de una manera específica. Los mensajes a veces son oídos
claramente por el humano (que enseguida los pone por escrito), pero
más frecuentemente no son oídos sino que es la mano la que los
percibe directamente, poniéndose ésta en movimiento y escribiendo de
una manera automática, sin que la mente sepa qué es lo que la mano
va a escribir.
Ante un fenómeno tan extraño, lo más normal es que el sujeto que lo
experimenta crea que ha sido «escogido» y se brinde voluntaria y
alegremente a hacer su papel de receptor y de mediador.
Pero la
triste verdad es que está siendo víctima de un abuso y de una
indebida intromisión en sus procesos mentales. Muy probablemente
cuando en el futuro quiera rebelarse contra tal papel de «mediador»
o de «receptor» ya le será totalmente imposible y contra su voluntad
tendrá que escribir horas y horas, «mensajes» que lo mismo pueden
ser de las más bellas concepciones filosóficas, místicas o poéticas
que estar llenos de groserías y necedades sin sentido.
También es
frecuente que al principio de la experiencia los mensajes que
reciben sean positivos, pero a medida que pasa el tiempo se vayan
haciendo vulgares.
Lo malo de todo ello es que mucha gente pasa automáticamente de la
innegable realidad objetiva del fenómeno, a atribuirle una bondad y
una utilidad que dista mucho de tener.
Una de las cosas que más ata la mente de los que practican la
escritura automática son las «profecías» que mediante ella reciben.
Al ver que algunas de ellas (de ordinario intrascendentes y' sin
importancia) se cumplen tal como habían sido predichas, caen en la
trampa de creer que las más importantes se van a cumplir de igual
manera, cosa que repetidamente se ha comprobado no ser verdad.
Estas
«profecías» importantes suelen referirse casi sin excepción a
grandes catástrofes. Sin embargo, pese a su reiterado
incumplimiento, los receptores de estas «profecías» seguirán
impertérritos recibiendo «mensajes» en los que se les explica por
que no se cumplió la profecía y para cuándo se ha pospuesto el
cataclismo.
Un ejemplo perfecto de lo que estamos diciendo lo tenemos en el
autor francés
Maurice Chatelain. En su libro
«El fin del mundo» podemos ver cómo un científico de
primera categoría como él (trabajó muy activamente en la NASA en el
Proyecto Apolo) cae en la trampa de la «escritura automática» y nos
dice las increíbles cosas que podemos leer en su libro. Junto a su
innegable erudición, de la que hace gala en los interesantísimos
datos científicos que nos da, tenemos «profecías» como la que nos
dice que en el año 1982, si no ocurría el fin del mundo, habría
grandes cataclismos.
Y en el año 1982 no hubo cataclismos
extraordinarios al igual que no los habrá en 1999, ni en el año 2000
ni en ninguno de los años que Chatelain nos indica.
Emmanuel
Swedenborg, otro científico de primerísima línea en su tiempo,
(siglo XVIII), que fue también víctima involuntaria del mismo
fenómeno, fue más crítico en sus apreciaciones y nos dejó este
inestimable consejo:
«Cuando los espíritus le comienzan a hablar a un hombre, éste debe
guardarse muy bien de creerles nada de lo que le digan. Porque casi
todo lo que dicen son mentiras inventadas por ellos. Cuando hablan
de cómo son las cosas de los cielos y de cómo es el universo, dicen
tantas mentiras que uno se queda asombrado».
Efectos de la iluminación
Dejemos para más adelante los fines que los Dioses se proponen con
estas iluminaciones y ahondemos en cómo se realizan; es decir, cómo
ellos logran la difícil tarea de romper la barrera que los separa de
nosotros y de conseguir manipular nuestra mente y ponerla a su
servicio, y todo esto sin que nos demos cuenta.
En realidad llegan
aún a más: han conseguido desde hace ya milenios, no sólo que no nos
demos cuenta de su manipulación, sino que las autoridades y poderes
constituidos acallen de mil sutiles o violentas maneras las voces de
todos aquellos que denuncien tal situación.
Recuerdo que en mis estudios de teología en la universidad de
Comillas, el profesor del tratado «de Ecclesia», hacía mucho
hincapié en la importancia de la palabra de Cristo «mazeféusate»,
que traducida del griego, significa «haceos discípulos», pero en un
sentido activo, es decir, «lograd que otros se hagan discípulos
vuestros».
En la nueva teología de los Dioses, esta palabra sigue
teniendo una similar importancia.
Cuando años más tarde me sumergí
en el estudio del fenómeno ovni, me quedé pasmado al constatar la
importancia que a esta misma idea —aunque esté enunciada en palabras
vernáculas— le asignan los misteriosos visitantes extraterrestres.
Tanto ellos, como los que se presentan bajo formas celestiales o
sagradas en las apariciones, hacen un tremendo hincapié en la
circunstancia de «hacer grupos» y de «crear discípulos»; y de hecho,
todos los videntes, contactados o iluminados, tienen una enorme
facilidad para captar adeptos y para convertirlos a su manera de
pensar.
Esta es una cualidad específica y curiosísima de todos estos
tocados de los Dioses.
Por ser una cosa a la que atribuyo una gran importancia, voy a
detenerme a explicar algo que hasta ahora no he visto nunca
suficientemente esclarecido: el mecanismo por el que los iluminados
de todos los tiempos han sido capaces de atraer a su causa —por
disparatada que ésta fuese— a una multitud de adeptos, a los que
acaban convirtiendo en fanáticos, carentes de criterio.
Cuando un
ser humano tiene una aparición real de algún tipo (descarto aquí a
toda clase de psicóticos y alucinados con sus visiones puramente
subjetivas), su psiquismo tiene o sufre unas profundas alteraciones,
aunque esto no sea visible fácilmente. En realidad, deberíamos decir
«cuando un ser humano es víctima de una aparición», por más que en
esta aparición él crea que el que se le ha aparecido es Dios, y por
más que haya sentido su ser inundado por la presencia divina.
Como
dijimos más arriba, se trata ni más ni menos que de una violación
psíquica y en gran par también física.
La alteración más profunda que padece es en su cerebro, y hecho a la
larga, con una enorme frecuencia, los que han sido víctimas de un
fenómeno de esa clase, suelen terminar sus días bastante
desquiciados, cuando no han optado por quitarse la vida o por
abandonar por completo a su familia, profesión, etc. Pero en un
principio, esta alteración sólo se echa de ver en un sentido
positivo, es decir, se nota en ellos una ampliación de su
inteligencia y unas cualidades mentales que no poseían antes de la
experiencia
Si poseyésemos aparatos suficientemente sensibles, podríamos
percibir en los cerebros de tales individuos unas ondas que no
existen en los cerebros de los seres humanos normales. Es de sobra
sabido que el cerebro produce diversas clases de ondas eléctricas Lo
que no es tan sabido es que la cantidad de ondas diversas que el
cerebro puede producir es muchísimo mayor de lo que los
electroencefalógrafos pueden registrar.
Los electroencefalógrafos,
por ejemplo, no registran las ondas mediante las cuales el cerebro
de una madre —humana o animal— está unida a su recién nacido; ni las
que unen a hermanos gemelos univitelinos, por poner sólo dos
ejemplos que han sido repetidamente verificados en laboratorio.
No
importa a qué distancia estén situados, cuando el recién, nacido o
el hermano gemelo sufren alguna fuerte excitación, indefectiblemente
el cerebro de su madre o de su hermano lo captarán, aunque tal
captación no llegue a un nivel consciente. Las pantallas de los
oscilógrafos se encargarán de indicarnos con toda claridad, el bajón
repentino que el patrón normal de sus ondas sufre en el preciso
momento en que ocurre la excitación. Este bajón es una señal
inequívoca de que un cerebro está captando las ondas que el otro
cerebro está emitiendo.
Pues bien, los cerebros de ciertos individuos, (individuos que la
parapsicología llama «psíquicos», la religión «místicos», el
espiritismo «médiums», la ovnilogía «contactos», y nosotros estamos
llamando con el término genérico de «iluminados») emiten todos, sin
excepción, y de una manera mucho más abundante y fuerte de lo que lo
puede hacer una persona normal, un tipo de ondas —con una frecuencia
y longitud específica— que tienen poder para alterar —de una manera
inconsciente— todo el mecanismo cerebral de los «discípulos» y
seguidores más allegados.
Es el mismo fenómeno que sucede cuando a
un instrumento eléctrico muy sensible, se le hace trabajar cerca de
algún aparato con un campo eléctrico grande, o se le hace utilizar
una corriente que no tiene el voltaje o el ciclaje específico que
ese instrumento requiere.
Probablemente el instrumento comenzará a
trabajar erráticamente: si es un instrumento para medir, comenzará a
dar medidas falsas y si es un instrumento para reproducir voces,
probablemente comenzará a emitir una voz cuyo timbre, tono o
entonación es completamente diferente al de la voz original.
Mecanismo para captar discípulos
Esta es, ni más ni menos, la clave para explicarse el porqué de esa
innegable y común capacidad de «hacer discípulos» que tienen todos
estos visionarios, por más que sus ideas sean absurdas o repugnantes
al común sentir de las gentes.
El cerebro del «maestro» o del «vidente», cual una poderosa emisora,
y de una manera totalmente automática e inconsciente, envía al aire
sus ondas que hacen el efecto de un verdadero bombardeo en el
cerebro ya condicionado de sus discípulos. Es un bombardeo de tipo
físico, a nivel subatómico, al igual que lo son los rayos X o gamma,
que acaba por trastornar todo el proceso de cerebración del que se
expone repetidamente a él.
En algunas ocasiones, el verbo trastornar
hay que tornarlo en su acepción más radical ya que el discípulo
acaba totalmente desquiciado; pero en la mayoría de ellas, la cosa
no llega a tanto y los discípulos, lo único que hacen es perder su
capacidad de crítica, rindiendo por completo su mente a las
doctrinas del «maestro».
Casos como el de Charles Manson (el asesino
de la actriz Sharon Tate) son además de abundantísimos, una prueba
total de lo que estamos diciendo.
El proceso físico envuelto, es algo muy bien conocido en
Electrónica: la onda predominante acaba imponiendo su ritmo a todas
las más débiles, haciendo que éstas vibren en la frecuencia de ella.
Aplicado a nuestro caso, las ondas cerebrales del «maestro» acaban,
a la larga, imponiendo su ritmo en los cerebros de los discípulos,
haciendo que las ondas de éstos entren en sintonía con las de él,
con lo cual sus ideas son admitidas como algo completamente natural.
Si bien es cierto que este proceso es de ordinario paulatino, en
algunos casos, sobre todo cuando está uno ante un gran psíquico con
una gran capacidad de radiación o de emisión, este proceso puede ser
fulminante, logrando conversiones o adhesiones instantáneas, aun
antes de haber pronunciado el maestro una sola palabra. El cerebro
es afectado sin que el individuo se dé cuenta, de una manera
parecida a como es afectada la mente mediante los mensajes
subliminales: esto hace que poco a poco el discípulo vaya admitiendo
las ideas que le van siendo implantadas por el maestro hasta llegar
a admitirlas como algo completamente natural y lógico, por
disparatado que sea.
Uno se pasma, en muchas ocasiones, cuando ve a profesionales y
personas inteligentes, completamente fanatizados por sectas y grupos
que defienden ideas totalmente indefendibles o, cuando menos,
repelentes y antipáticas.
Los Testigos de Jehová y el Opus Dei son
dos ejemplos que caen de lleno en lo que estamos diciendo; en los
últimos, nos encontramos con la fuerte personalidad psíquica de «el
Padre»: para uno que no estuviese atrapado por las fuertes
vibraciones que provenían de su psiquismo, era inconcebible
contemplar cómo aquel hombre, con las vulgaridades que decía y con
sus ademanes más bien mojigatos, era capaz de tener embelesados a
ilustres profesionales que lo seguían ciegamente, distando algunos
muy poco de venerarlo en vida.
Contagio psíquico
En cuanto a los Testigos de Jehová, su capacidad de «hacer
discípulos» —a pesar de lo antipático y hasta absurdo de sus
doctrinas— es algo que debería hacer reflexionar a las jerarquías de
la Iglesia. En ellos, al igual que en muchos otros predicadores
fanáticos de sectas, está presente el proceso llamado «contagio
psíquico».
(Aparte de otros factores, como son la vaciedad
espiritual en que están caídos la mayoría de los cristianos, y la
insistente machaconería de los Testigos, que si se salvan por
apóstoles, les van a dar algún castigo por pesados).
En el «contagio psíquico» no se requiere la presencia inmediata de
un gran «maestro»; el proceso es, tal como su nombre indica,
paralelo al contagio de una enfermedad mediante un virus o una
bacteria. La onda cerebral impuesta por el gran maestro de la secta,
se ha ido haciendo prevaleciente y común en los cerebros de todos
los discípulos, y sigue conservando su eficacia, aunque naturalmente
no con la misma fuerza que tenía cuando salió de la mente del
«fundador».
Un ejemplo preclaro y trágico de todo este extraño y complejo
mecanismo psíquico lo tenemos en el horrible suicidio de la Guayana
en el año 1979. Uno naturalmente se pregunta: ¿cómo es posible que
novecientas personas sean capaces de ingerir veneno, sólo porque un
líder religioso les diga que con ello conseguirán su salvación
eterna?
Y todavía se asombra uno más cuando se entera de que entre
los suicidas hubo varias madres que antes de poner fin a su vida,
fueron con todo cuidado introduciendo en la boca de sus bebés el
veneno letal, hasta que los vieron ya muertos; ¿qué motivación o
idea, en la mente de estas mujeres, fue capaz de sobreimponerse al
fuerte instinto materno?
La explicación de todo este misterio es
únicamente la que señalamos más arriba: las potentes ondas
cerebrales de su desquiciado «maestro» —el Reverendo Jones— habían
dominado por completo los ritmos cerebrales de sus discípulos y
habían hecho posible que éstos admitiesen como cosa natural sus
aberrantes ideas.
Este fenómeno, si no con la virulencia y la desnudez con que lo
vemos en la Guayana, se ha repetido al paso de los siglos en
innumerables ocasiones. Cada vez que a lo largo de la historia nos
encontramos con un líder de ideas raras (y ha habido innumerables),
y a veces no tan raras, seguido de una multitud de incondicionales
dispuestos a dar la vida por esas ideas, tenemos que sospechar que
estamos ante un fenómeno semejante al que estamos considerando.
(Según las creencias de la «Hermandad de la Muerte Roja» finales del
siglo pasado en Rusia, el mundo iba a terminarse en noviembre de
1900. Como, llegada la fecha no pasó nada decidieron morir en la
hoguera. Ni cortos ni perezosos hiciere una gran pira y a ella se
arrojaron 862 de sus seguidores. Cuando llegó la policía ya más de
cien estaban completamente carbonizados).
Este fenómeno —cuyas consecuencias son indudablemente sociales,
psíquicas, sentimentales y espirituales— es tan físico en sus
orígenes, que yo les recomiendo a los padres de adolescentes (y aun
a las personas que no tengan una personalidad muy hecha) que no
permitan a sus hijos acercarse o estar demasiado en con tacto físico
con cualquier tipo de líder exaltado que defienda ideas raras.
Aunque pueda sonar a algo supersticioso afín a la magia, la
proximidad física tiene mucho que ver en este fenómeno.
El
«iluminado» —sobre todo si lo ha sido de una manera violenta— emite
alrededor de sí un «campo» de irradiación que en nada se diferencia
de los campos físicos de que nos habla la moderna ciencia física. Y
el lector debe saber que hay aparatos usados en las ciencias parafísicas que ya son capaces de registrar semejantes «campos».
Las mentes no preparadas corren un serio peligro en presencia o en
la proximidad física de estos potentes emisores, y más si sus mentes
han sido previamente condicionadas por propagandas e imágenes de los
medios masivos de comunicación. No es de extrañar que en muy breve
tiempo, la mente de un joven sea absorbida por el vórtice de las
ideas del «maestro», cambiando radicalmente su manera de pensar y de
actuar.
En los Estados Unidos, el caso de miles de jóvenes que han
abandonado sus hogares por seguir a uno de estos iluminados, y han
repudiado a sus padres y comenzado a llevar una vida totalmente
desquiciada, se ha convertido en un serio problema social contra el
que las autoridades han comenzado a tornar medidas.
Los individuos
encargados de rehabilitar a estos jóvenes, se llaman desprogramadores y en poco tiempo han ido surgiendo unas cuantas
escuelas para su preparación; (aunque tengamos que decir que en
algunos casos los métodos de desprogramación son exactamente iguales
que los de programación, pero a la inversa. Total, que la mente
humana es más manipulable de lo que suponemos).
Conozco el caso de
un psiquiatra veterano y muy eminente en su profesión que mientras
estudiaba en la isla de Trinidad los métodos para entrar en trance y
los estados alterados de conciencia de ciertas tribus negras,
repentinamente sintió cómo su cerebro comenzaba a experimentar unos
cambios extrañísimos, al mismo tiempo que sentía un fuerte impulso
para incorporarse a la danza, que acompañada de un monótono
canturreo, hacía ya varias horas estaba desarrollándose ante él.
A
pesar de su veteranía, su cerebro quedó sintonizado con la onda
dominante —y totalmente alienadora— que existía en aquel lugar. Si
esto es capaz de lograrse en el cerebro de una persona adulta y de
sólidas ideas, imagine el lector lo que podrá pasar en el cerebro de
un adolescente o de una persona impresionable.
Y en realidad no
tenemos que imaginarlo; las escenas que tantas veces hemos visto en
el cine y en la televisión, de cientos de adolescentes en trance
histérico, llorando ante melenudos estridentes que esgrimen una
guitarra mientras con los ojos en blanco y con contorsiones de
posesos aúllan una canción, son una demostración visible —y
desgraciadamente audible— de este fenómeno que estamos analizando.
La música rock, que como una ola ha invadido el mundo capturando las
mentes y los gustos de los jóvenes, es también altamente
propiciadora de estos estados alterados de conciencia. Sus típicas
cualidades (ritmo monótono, volumen ensordecedor, carencia de
contenido ideológico y aun sentimental, contorsiones frenéticas,
repetición irracional hasta dejar exhaustos a los participantes) son
los mismos elementos que encontramos en los ritos y danzas sagradas
de todas las religiones primitivas.
Personalmente tengo que afirmar que en ocasiones mientras asistía a
largas sesiones de los más extraños ritos y creencias, únicamente
con el fin de estudiarlos y de observarlos de cerca, he tenido que
sacudir fuertemente la cabeza, haciendo al mismo tiempo un acto de
autoidentificación, para despejarla de un extraña modorra que
comenzaba a invadirla.
Cualidades naturales de la mente
Hasta aquí el mecanismo que nos explica por qué los iluminados hacen
con tanta facilidad discípulos; mecanismo que, paradójicamente,
podrá en muchas ocasiones explicarnos también el fenómeno contrario,
es decir, por qué muchos de ellos encuentran una oposición tan
fuerte, que no raramente ha terminado con la muerte de ellos y de
sus seguidores.
La pregunta que cabe en este momento es de dónde les viene a estos
individuos esa capacidad de emitir semejantes ondas cerebrales. No
tenemos que olvidarnos que muchos de ellos comenzaron a desarrollar
todo tipo de cualidades paranormales —además dé la capacidad de
Atraer discípulos— inmediatamente después de tener la visión, el
contacto con el ovni, la aparición del Dios, o la iluminación
interior. Cabe por lo tanto deducir que semejante capacidad les fue
dada por aquéllos —quienesquiera que sean— que se les manifestaron,
aunque prescindamos ahora de ahondar en las razones de por qué se la
dieron.
Sin embargo, sí habrá que notar que los Dioses no son los
responsables totales del fenómeno de la irradiación extraordinaria
de los cerebros de los iluminados. Todos los hombres tenemos, en
mayor o menor grado, la capacidad de emitir unas determinadas ondas
que son captables por otros seres humanos y aun por los animales,
tal como ya indicarnos anteriormente, y tal como la parapsicología
ha demostrado en muchas ocasiones y con diferentes experimentos.
Los hombres, sobre todo cuando nuestro cerebro está vibrando a un
ritmo aproximado de 10 ciclos por segundo, tenemos esta cualidad y
muchas otras, ya que es una asombrosa verdad, hasta ahora muy poco
conocida por los hombres, que el cerebro humano, cuando vibra
alrededor de los 10 ciclos por segundo, es capaz de influenciar, a
nivel subatómico, cualquier materia viviente; teniendo en ese estado
unas cualidades increíbles, de las que desgraciadamente la mayoría
de los hombres no se aprovecha por desconocerlas.
Teniendo esto en cuenta, lo único que los Dioses hacen es propiciar
ese nivel vibratorio del cerebro (cosa que es bastante fácil de
conseguir) y potenciarla al máximo. Esto, en la mayoría de los
casos; pero cuando quieren preparar a algún individuo para una
misión mayor o especial, entonces le comunican mediante meDios que
nos son desconocidos, otros poderes con los que les será más fácil
atraer a su causa a los asombrados seres humanos.
Los grandes
taumaturgos (y por supuesto los grandes avataras como Cristo,
Krishna, Buda, Quetzalcóatl, Viracoha, Sai Baba en la actualidad,
etc.) de todas las religiones, son ejemplos de esto último.
«Inspiraciones» y «ayudas» a individuos
Comenzamos el capítulo diciendo que los Dioses tenían maneras
diferentes de manifestarse y las dividimos primeramente en
manifestaciones públicas y privadas.
Hasta ahora hemos estado analizando dos maneras privadas y directas
de manifestarse: las apariciones —de las que hablamos poco porque ya
he tratado este fenómeno en otro libro—, y las iluminaciones.
Todavía nos queda otra manera privada, aunque más discreta e
indirecta, de manifestarse los Dioses a los mortales.
Esta otra manera es una especie de iluminación, pero con sordina.
Podría denominarse «inspiración» o «sugestión», y no tiene
características de fenómeno extraordinario en la vida del hombre que
recibe la inspiración o la sugestión.
Los Dioses, en este caso, utilizan medios mucho más normales y menos
violentos para la mente del humano; en realidad, usan los mismos
medios que un hombre usaría para tratar de que otro hombre actuase
de determinada manera; aunque como es natural, lo hacen de una
manera más perfecta y convincente, sin descartar que en ocasiones
usen procedimientos subliminales, de los que el hombre no es capaz.
El caso es que escogen a determinados hombres o mujeres (por
supuesto sin que ellos se den cuenta, y aquí radica la diferencia
fundamental con la iluminación) a los que insuflan o inspiran, a
veces de una manera discreta pero constante, y a veces de una manera
más vivida, alguna idea, sistema o reforma para que ellos desde sus
puestos en la sociedad, la pongan en práctica. A veces los hombres
elegidos no tienen aún esos puestos privilegiados en la sociedad, y
entonces los mismos Dioses, también de una manera discreta y muy
«naturalmente», les van abriendo camino para que los logren.
Tal es el caso de muchos políticos, militares, reformadores
escritores, etc., aunque estoy muy lejos de pensar que todos
aquellos líderes que la sociedad ha tenido y sigue teniendo, deban
sus ideas y sus actuaciones en la vida de sus pueblos, a
«sugerencias» de los Dioses. Estoy seguro de que muchos de ellos han
llegado a sus ideas y a sus puestos, debido únicamente a procesos
perfecta mente naturales y humanos sin intervención ninguna
extrahumana.
Sin embargo yo no estoy tan seguro de que la historia',
humana sea tan humana como nosotros creemos, y más ante hechos tan
extraños como los que en estos mismos días nos está ofreciendo
Israel y los no menos extraños que el pueblo judío nos ha ofrecido
en toda su larga historia.
Cada vez se arraiga en mí más la
convicción de que la disparatada historia humana no es tan humana
como creemos, y de que se le puede aplicar la bíblica frase que
Paulo IV dijo ante la constitución de la orden jesuítica que le
presentaba San Ignacio de Loyola:
«Dígitus Dei est hic»; «Aquí está
el dedo de Dios».
Pero en el caso de la historia humana, un Dios con
minúscula y en plural. Y con un dedo muy retorcido.
Manifestaciones públicas
Dijimos al principio del capítulo, que los Dioses manifiestan
maneras privadas de manifestarse, aunque algunas fuesen indirectas.
Analicemos ahora sus maneras públicas de presentarse, y para ello
tendremos que recordar lo que sobre esto dijimos en el capítulo
primero, cuando hablamos del fenómeno ovni.
Porque la verdad es que
el fenómeno ovni, considerado en toda su profundidad y no con la
infantilidad con que en la mayoría de las veces suele ser
considerado, es la manifestación pública más patente y la prueba más
concreta de la presencia de los Dioses entre nosotros; ahora y en
siglos pasados.
El que piense que todo lo que se refiere a los ovnis es una
alucinación, etc., etc., está completamente equivocado y, a estas
alturas, cuando el fenómeno ha sido investigado a fondo y aireado
por todos los medios de comunicación y cuando se han publicado sobre
él cientos de libros, los que todavía siguen pidiendo pruebas
demuestran tener una cabeza bastante pequeña y bastante cerrada, por
muchos títulos académicos que posean.
Otro caso muy diferente, es el de los que se niegan a aceptar las
explicaciones que se le suelen dar a todo el fenómeno; hablando de
una manera general, tienen razón para no aceptarlas.
Estas maneras públicas de manifestarse los Dioses, son diversas. A
veces tienen una apariencia religiosa y en el fondo son lo mismo que
las apariciones de las que ya hablamos, aunque ahora nos referimos
de una manera especial a aquellas manifestaciones religiosas masivas
y públicas, tal como las apariciones de Fátima, con su famoso
«milagro del sol», presenciado por más de cien mil espectadores, y
las abundantísimas apariciones de santos, ángeles vírgenes, y toda
suerte de personajes sagrados en todas las religiones, que han
tenido y siguen teniendo lugar ante miles de espectadores.
Aunque en cada una de las religiones respectivas, sus fieles crean
que se trata de los personajes que en ellas se presentan, nosotros
tenemos sobradas razones para sospechar que no se trata de los
personajes que en apariencia se manifiestan, sino de los seres de
los que venimos hablando y a los que llamamos Dioses, que son las
mismas inteligencias que están detrás del «fenómeno ovni», que
adoptan la forma y la apariencia de las personas santas veneradas en
aquella religión o región.
A lo largo del libro, el lector irá
viendo las razones que nos asisten para pensar así.
En otras ocasiones, las apariciones públicas de los Dioses son sólo
manifestaciones indirectas, aunque de gran envergadura, tienen más
bien apariencia de fenómenos atmosféricos o meteoros debidos a
causas naturales, por ejemplo, enormes explosiones en espacio (para
las que ni las autoridades competentes —Fuerzas Aéreas, etc.— ni la
ciencia, tienen explicación alguna), grandes incendios, temblores de
tierra muy localizados, etc. Se ha llegado esta certeza porque en no
pocas ocasiones se ha podido comprobar, sin lugar a dudas, la
relación que había entre estos fenómenos y los objetos volantes no
identificados.
Otra manera pública de manifestarse los Dioses es en forma de
viajeros extraterrestres que nos visitan, procedentes de otros
lugares del Cosmos, a bordo de unas velocísimas naves de forma
ordinariamente discoidal y que el pueblo conoce por el nombre de
«platillos voladores». Esta es la forma pública más común que tienen
de manifestarse en los tiempos modernos y la más aceptada entre los
interesados en el fenómeno ovni.
Como ya hemos dicho, aunque en las
apariencias y según lo que ellos mismos nos dicen, se trate de meros
visitantes extraterrestres, hemos llegado a la conclusión de que en
realidad estos seres —procedan de donde procedan— son los mismos que
en la antigüedad se presentaban a todos los pueblos y les decían que
ellos eran Dioses, exigiéndoles adoración y obediencia.
Por último, también se presentan de una manera pública, haciéndose
visibles a un mayor o menor número de personas, bajo la forma de
diversos personajes exóticos, tanto bajo apariencias más o menos
humanas como en forma animalesca. El folklore de todos los pueblos y
de todos los tiempos, está lleno de estos personajes pintorescos y
misteriosos.
Y aquí tengo que confesarle al lector, que yo por mucho
tiempo rechacé por completo y no admití la existencia real de estos
personajes de leyenda, pero hoy estoy totalmente seguro de su
realidad; aunque tengamos que añadir que ésta no es exactamente
igual a la nuestra, sin que por ello digamos que se trata sólo de
seres producto de nuestra imaginación. Son seres que tienen una
realidad física, aunque las leyes físicas por las que tanto sus
cuerpos como sus acciones se rigen, sean en buena parte desconocidas
por nosotros.
Igualmente tenemos que decir que relacionamos directamente y sin
ningún género de dudas, a muchos de estos personajes con el fenómeno
ovni, porque en muchas ocasiones se los ha visto surgir o de alguna
manera proceder de los objetos volantes no identificados.
Ayuda a «causas»
Cuando digo «causas» me refiero a causas religiosas, patrióticas,
etc. En el libro de Faber Kaiser «Las nubes del engaño» se habla
repetidamente de visiones en las que se contemplaban ejércitos y
jinetes en caballos blancos, etc., guerrear en las alturas. Y esto
en todas las épocas y en toda la geografía del planeta.
La pregunta
reiterada y casi malhumorada que
Faber Kaiser se hace es:
« ¿Por qué
demonios...?».
Mi contestación a esta pregunta ya la he dado varias veces en este
libro: Nuestra historia no es tan nuestra como pensamos. A los
Dioses les gusta inmiscuirse en ella y lo han hecho en infinidad de
ocasiones para que las cosas saliesen como ellos querían.
En determinado momento de la historia prefieren una «causa» sobre
otra y con mayor o menor disimulo la ayudan. A veces se inclinan por
la continuación del «status quo» —religioso o patriótico— y a veces
prefieren las revoluciones, teniendo siempre y únicamente en cuenta
sus propios intereses. Sin que nos olvidemos de que entre ellos hay
grandes rivalidades, lo cual hace que las «reformas» o los
«reformadores» que algunos de ellos lanzan, a veces sean
despiadadamente aplastados por los humanos que siguen
inconscientemente las directrices de otros Dioses.
¿Ejemplos de esto?
En la Biblia tenemos cantidad de ocasiones en que
Yahvé con rayos o truenos y hasta a pedradas (Josué 10,6-13)
derrotaba a los enemigos de Israel. Los guerreros alados de que
repetidamente nos habla Faber Kaiser, son otro ejemplo.
(Según fuentes fidedignas Franco vio también en el cielo a Santiago
Matamoros durante la guerra civil, lo cual fortaleció grandemente su
complejo mesiánico de cruzado, aunque a él no gustaba hablar del
incidente y sólo lo comentó con sus íntimos.
Hace años, cuando la imagen de la
Virgen de Fátima recorrió España,
las misteriosas palomas que la acompañaban hacían increíbles
malabarismos místicos. Para los devotos fatimitas aquello era una
«prueba» irrefutable de que Dios estaba con ellos. Pero lo que ellos
no saben es que ciertas extrañas palomas, salidas de no se sabe
dónde, suelen hacer su aparición en momentos críticos de la historia
para dar credibilidad a alguna «causa» que en aquel momento se
debate (y que por supuesto es la favorecida por los Dioses o por
algún Dios en particular).
Cuando Fidel Castro bajó de la sierra,
una revolucionaria paloma se empecinó en posar sobre su hombro,
dándole visos de cruzada a su alzamiento político y convirtiéndolo a
él en una especie de Juan de Arco criollo. La revolución triunfó...
y a los pocos días empezaron los fusilamientos.
No hace mucho «estalló» el asunto del milagro de los ojos de la
Virgen de Guadalupe. Resulta que según los métodos más sofisticados,
exclusivos de la NASA, en ambas pupilas de la imagen de la Virgen de
Guadalupe está reproducida (a una escala infinitesimal) la escena de
la presentación del indio Juan Diego ante el Arzobispo de México
Fray Juan de Zumárraga es decir, lo mismo que los ojos de la Virgen
hubiesen contemplado de haber estado presente en aquella escena.
Según los científicos que han estudiado el asunto, la cosa es
«imposible» y por lo tanto absolutamente inexplicable. Pero el hecho
está ahí, atestiguado por ellos mismos. La ciencia no tiene
explicación, mientras los guadalupanos se derriten de gusto ante la
irrefutabilidad del milagro. Pero no deberían estar tan seguros.
Para mí el «milagro» no es sino otra ayudita más de los Dioses,
interesados en que las multitudes sigan apiñándose enfervorizadas en
torno a la imagen. Siglos atrás, allí mismo se veneraba a la Madre
Tonantzin; hoy la política humana la ha cambiado por la Virgen de
Guadalupe. A los Dioses les da lo mismo una que otra; lo único que
les interesa es la multitud apiñada y enfervorizada, como más tarde
veremos.
Sobre este tema se podría escribir mucho más, y puede que un día lo
hagamos.
Hasta aquí hemos analizado las diversas maneras de manifestarse los
Dioses entre nosotros. Dada su gran inteligencia y su capacidad para
manejar tanto la materia como las mentes de los humanos, y dado su
positivo deseo de pasar desapercibidos por nosotros, es
completamente natural que sus manifestaciones, no sólo sean muy
variadas, sino que además sean muy disimuladas, pasando la mayor
parte de ellas inadvertidas para los humanos.
En realidad, han
logrado hacernos creer —y en estos tiempos todavía más que en los
tiempos antiguos— que nosotros somos los únicos dueños y señores de
este planeta.
Veamos ahora con qué intenciones se nos manifiestan.
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