El Fénix Americano
Cuando los colonos europeos se embarcaron para Norte América, las
organizaciones de la Hermandad se embarcaron con ellos. En 1694, un
grupo de líderes rosacruces procedentes de Europa, fundaron una
colonia en lo que se conoce hoy como el Estado de Pennsylvania.
Algunas de sus pintorescas edificaciones en Eufrates se conservan
como una atracción turística única.
La francmasonería continuaba. El 5 de Junio de 1730, el duque de
Norfolk, garantizó a Daniel Coxe de New Jersey una de las
diputaciones masónicas más antiguas conocida que se haya alcanzado
en las colonias americanas. La diputación nombraba al señor Coxe,
Gran Maestro provisional de New York, New Jersey y Pennsylvania.
Esto le permitía establecer logias. Una de las logias coloniales
oficiales más antiguas fue fundada por Henry Price en Boston el 31
de Agosto de 1733, bajo un capítulo dependiente de la Gran Logia
Madre de Inglaterra. El historiador masónico Alberto Mackey cree que
esta logia probablemente existió antes, pero sus registros se
perdieron.
La francmasonería se esparció rápidamente en las colonias americanas
al igual que lo había hecho en Europa. Las logias más antiguas en
las colonias británicas eran casi todas capituladas por la Gran
Logia Madre Inglesa y sus primeros miembros eran súbditos británicos
fieles.
Los ingleses no fueron los únicos inmigrantes que colonizaron
América. Inglaterra tenía un gran rival en el Nuevo Mundo: Francia.
La competencia entre las dos naciones causó riñas frecuentes sobre
los límites coloniales. Esto trajo muchos enfrentamientos
fronterizos violentos en suelo americano, como el de la guerra de la
reina Ana durante la primera década del siglo XVIII, y la guerra del
rey Jorge en 1744. Aún durante los tiempos de paz, las relaciones
entre las dos superpotencias era de todo, menos tranquilas.
Uno de los oficiales militares leales a Gran Bretaña en las colonias
fue un hombre llamado George Washington. El se había iniciado en la
masonería el 4 de Noviembre de 1752 a la edad de 20 años. Se hizo
miembro del gremio en forma vitalicia. Washington llegó a ser un
oficial destacado en el ejército colonial, el cual estaba bajo la
autoridad británica, ingresando a filas cuando apenas alcanzaba los
veinte y cinco años de edad. Medía seis pies y tres pulgadas(190,5
cm.) y pesaba doscientas libras (91 Kg) aproximadamente, lo cual
hacía de él una figura físicamente impresionante.
Una de las tareas militares de Washington era la de mantener una
permanente vigilancia de las tropas francesas en las tensas regiones
fronterizas. El tratado de Aix-la Chapelle establecido en 1748,
había terminado con la guerra del rey Jorge y se había devuelto
algunos territorios a Francia. Ambas, Francia e Inglaterra, se
beneficiaron de esta pausa en las hostilidades ya que la guerra
estaba conduciendo a las dos naciones a un enorme endeudamiento.
Aunque las dos naciones usaron el papel moneda inflacionario como
circulante para ayudarse a pagar sus guerras, esto no las protegió
de las dificultades financieras profundas que toda guerra siempre
trae.
Desgraciadamente la paz lograda se acabó en menos de una década. De
acuerdo a algunos historiadores, fue rota por Washington durante uno
de los enfrentamientos habido en una incursión en el valle de Ohio.
Washington y sus hombres divisaron un grupo de soldados franceses
sin que los soldados franceses los divisaran a ellos. Obedeciendo
las órdenes de Washington, sus tropas abrieron fuego sin aviso.
Esto
ocasionó un incidente para los saldados de Washington ya que se les
acusó de haber practicado una emboscada a los embajadores franceses
acreditados que viajaban con su acostumbrada escolta militar. Más
tarde, los franceses alegaron que ellos estaban en camino hacia una
conferencia con los británicos, en la cual se iban a allanar algunas
diferencias todavía existentes entre las dos naciones con respecto a
las regiones de Ohio.
Washington justificó su ataque declarando que
los soldados franceses lo estaban acechando y que su reclamo de
inmunidad diplomática era sólo un pretexto. Cualquiera que sea la
verdad, los franceses sintieron que habían sido víctimas de una
agresión no provocada. Inmediatamente se renovó la guerra francesa-indígena en América, y en Europa, este mismo incidente
provocó la denominada Guerra de los Siete Años.
La renovación del conflicto fue desastrosa. De acuerdo a Federico el
Grande, la Guerra de los Siete Años produjo tanto como 853.000 bajas
militares y cientos de miles de vidas civiles. Ambas, Inglaterra y
Francia, se infligieron pesados daños económicos. Cuando la guerra
terminó, Inglaterra enfrentó una deuda nacional de 136 millones de
Libras esterlinas, la mayor parte de la cual fue contraída con una
élite bancaria. Para pagar la deuda, el Parlamento inglés tuvo que
levantar pesados impuestos en su propio país. Cuando los impuestos
llegaron a ser demasiado altos, se colocaron aranceles sobre los
bienes producidos e importados por las colonias americanas. Los
aranceles se convirtieron rápidamente en un punto espinoso y
delicado a tratar con los colonos americanos quienes comenzaron a
resistirlos.
Otro cambio causado por la guerra fue el abandono de parte de los
Hannover de su política de mantener un pequeño ejército estacionado
en Gran Bretaña. Las fuerzas armadas de Inglaterra estaban
extensamente expandidas. Esto produjo la necesidad de crear
impuestos mucho más altos a los ciudadanos. Además, casi 6.000
elementos de tropas británica necesitaban mantenerse en América,
donde estos frecuentemente estaban invadiendo los derechos de
propiedad de los colonos, lo cual generaba más discordia colonial.
La cuarta consecuencia adversa de la guerra, al menos en la mente de
los colonialistas, fue la capitulación de Inglaterra a las demandas
de varias naciones indígenas americanas. Los indígenas americanos
habían luchado al lado de los franceses debido a las usurpaciones e
invasiones de los colonialistas británicos a los territorios
indígenas. Después de la guerra francesa e indígena, la Corona
emitió la proclamación de 1763 donde se ordenaba que la vasta región
comprendida entre los montes Apalaches y el río Mississippi se
convertiría en una extensa reservación indígena. A los súbditos
británicos no se les permitía asentarse allí sin autorización de la
Corona. Esto fue lo que produjo la expansión acelerada y brusca
hacia el Oeste.
La primera nueva medida impositiva colonial de los británicos se
llevó a efecto en 1764. Esta medida se conoció como el Acta del
Azúcar. Mediante ella se colocó aranceles a la madera, alimentos,
ron y melaza. En los años siguientes, un nuevo impuesto, la Ley de
Timbres, fue instaurado para ayudar el pago de las tropas británicas
estacionadas en las colonias.
Muchos colonialistas objetaron fuertemente los impuestos y la forma
como estos eran recolectados. Bajo la “ayuda del mandato judicial”
británico, por ejemplo, los agentes de aduanas de la Corona podían
investigar y allanar cualquier lugar que quisieran, en busca de
bienes importados que estuvieran violando el Acta. Los agentes
tenían poderes casi ilimitados para investigar e incautar sin
notificación ni orden judicial.
En Octubre de 1765, una representación de las nueve colonias se
reunieron en un Congreso de Acta de Sello en New York. La asamblea
pasó una declaración de los Derechos que expresaba su oposición al
establecimiento de impuestos por el Parlamento Británico sin que
hubiera alguna representación de las colonias americanas. La
Declaración también se oponía a los juicios sin jurados llevados a
cabo en la Corte del Almirantazgo Británico. Este acto de desafío
fue parcialmente exitoso. El 17 de Marzo de 1766, cinco meses
después de la reunión del Congreso del Acta de Sello, fue revocada
el Acta de Sello.
A pesar de los esfuerzos sinceros del Parlamento Británico para
satisfacer muchas de
las demandas coloniales, un significativo movimiento de
independencia se estaba desarrollando en las colonias americanas.
Bajo el liderazgo de un hombre llamado Samuel Adams, una
organización secreta que se llamó a sí misma los “Hijos de la
Libertad”, empezó a cometer hechos de terrorismo y violencia. Ellos
quemaron los archivos de la Corte del Almirantazgo (Tribunal que
conoce de los asuntos concernientes a la Marina), y destruyeron las
casas de varios oficiales británicos. Amenazaron con más violencia
contra los agentes de estampillas y otras autoridades británicas.
Los “Hijos de la Libertad” organizaron sabotajes económicos
exhortando a los colonialistas a cancelar las órdenes por mercancías
británicas.
Estas acciones hacían daño a los ingleses porque las colonias eran
muy importantes para los
británicos como mercado de intercambio. Por eso en 1770, los
británicos cedieron una vez más
con los colonialistas eliminando todos los aranceles excepto el del
té. Sin embargo, esta vez el
fervor revolucionario era tan fuerte que no pudo detenerse. El
resultado fue el
derramamiento de sangre. El 5 de Marzo de 1770, la “Masacre de
Boston” sucedió, en la cual
las tropas británicas dispararon a una multitud matando a cinco
personas.
Las tensiones
continuaron en aumento y se formaron más grupos secretos
revolucionarios. Los británicos todavía no eliminaban el impuesto al
té. El 14 de Octubre de 1773, tres años después de la Masacre de
Boston, los colonialistas se treparon como indígenas y entraron en
un barco inglés que se encontraba anclado en el puerto de Boston y
lanzaron grandes cantidades de té al agua. Este acto fue el famoso
Partido de la Fiesta del Té de Boston.
Al final, este acto de rebelión causó que el Parlamento promulgara
sanciones comerciales contra los colonialistas. Las sanciones lo que
hicieron fue alentar más la rebelión. En 1774, un grupo de líderes
coloniales convocaron el Primer Congreso Continental para protestar
las acciones británicas y llamar a la desobediencia civil. En el mes
de Marzo de 1775, Patrick Henry pronunció su famoso discurso: “Dame
libertad o dame la muerte”, en una Convención en Virginia. En menos
de un mes desde este discurso, se puso en camino la revolución
americana con la batalla de Concord, donde una milicia colonial
organizada llamada “En Estado de Alerta” (Minutemen) sufrieron ocho
bajas mientras infligieron 273 a los británicos.
En Junio de ese
mismo año, George Washington, el mismo que muchos historiadores
creen que fue quien puso a rodar la bola de nieve dos décadas antes
cuando ordenó a sus tropas disparar a los franceses en el valle de
Ohio, fue nombrado Comandante en Jefe del nuevo y flamante ejército
continental. Los historiadores han indicado que no sólo fueron los
motivos económicos los únicos que impulsaron a los revolucionarios
americanos. Esto llegó a ser obvio después que el Parlamento
Británico eliminó casi todas las tarifas que había impuesto. El rey
Jorge III, a pesar de ser hannoveriano, fue popular en su país e
inicialmente se comportó como un amigo de los colonialistas.
Los
agudos ataques contra el rey Jorge por los portavoces de los
revolucionarios lo preocuparon bastante, porque le parecieron
desproporcionados con respecto a su verdadero comportamiento en los
problemas que eran motivo de las quejas de los colonialistas. La
mayor parte de la retórica revolucionaria parece haber sido dirigida
en el Parlamento. Claramente había algo más profundo conduciendo la
causa revolucionaria; los rebeldes estaban lejos de establecer un
nuevo orden social completo. Su revuelta fue estimulada por
filosofías ocultas que abarcaban mucho más allá de sus disputas con
la Corona. Una de esas filosofías era la masónica.
Un “¿Quién es Quién?” de la revolución americana es casi un “¿Quién
es Quién?” de la
francmasonería americana colonial.
Los francmasones combatieron al
lado de los
revolucionarios, incluyendo a George Washington, a Benjamín
Franklin, quien era masón al
menos desde 1731, Alexander Hamilton, Richard Montgomery, Henry
Knox, James Madinson
y Patrick Henry. Los revolucionarios que también eran “grandes
maestros” masones incluían
a Paul Revere, John Hancock y James Clinton, además de Washington y
Franklin.
De acuerdo
al artículo del Coronel La Von P. Linn, titulado: “La Francmasonería
y la Defensa Nacional, 17541799” existe un estimado de 14.000 oficiales de todos los rangos del
Ejército Continental y
un quinto (1/5), o sea 2.018 de ellos eran francmasones. Esto
representaba un total de 218 logias. Un centenar de esos oficiales
eran generales.
El coronel Linn apunta:
“En todas nuestras guerras, comenzando por la guerra franco-indígena
y la guerra de
independencia americana, la silueta de los militares masones
americanos se ha destacado
muy alto, por encima de las batallas”.
Europa proporcionó a los americanos del norte dos masones
adicionales de importancia. Desde Alemania llegó el Baron von
Steuben, quien personalmente convirtió las tropas harapientas de
Washington en la semblanza de un ejército de batalla. Von Steuben
fue un francmasón alemán que sirvió en el ejército prusiano como
ayuda de campo de Federico el Grande. Fue el encargado en el año
1763 de la desmovilización prusiana después de la guerra de los
Siete Años. El tiempo en que fueron solicitados los servicios de Von
Steuben en Francia por Benjamín Franklin, Von Steuben ejercía una
capitanía a media-paga y había estado retirado del trabajo militar
por catorce años. Con el fin de obtener la autorización del
Congreso, Franklin falsificó el expediente de von Steuben poniéndole
el grado de Teniente General. La mentira trabajó mucho para el
beneficio final del Ejército Continental.
El segundo europeo fue el marqués de La Fayette. Este era un noble
caballero francés muy rico en sus veinte y tantos años, que había
sido inspirado por las noticias sobre la revolución americana
mientras servía al ejército francés en Europa; así que, se embarcó
para América a fin de ayudar a la causa revolucionaria. En 1778,
durante su servicio con el Ejército Continental, La Fayette se hizo
francmasón. Más tarde, después de la guerra, La Fayette reveló cómo
era de importante la francmasonería en el liderazgo del ejército
revolucionario.
Dirigiéndose a la Logia “Cuarta de Wilmington” de
Delaware durante su última visita a América en 1824, La Fayette
dice:
“Una vez —mientras servía bajo el mando del General Washington— no
pude desviar a
mi mente de la sospecha que el General abrigaba dudas acerca de mi
persona. Esta sospecha
fue confirmada por el hecho de que nunca se me había confiado un
comando en jefe. Este
pensamiento mío era una obsesión y algunas veces me hacía muy
infeliz. Después que yo
me convertí en un francmasón americano, el General Washington
parecía que había visto
la luz. Desde este momento nunca más tuve razón para dudar de su
entera confianza. Y casi enseguida me fue dada una importante
jefatura de comando”.
Cuando consideramos la prominencia de los francmasones en la
Revolución Americana,(*)115 no nos sorprende en absoluto que la
agitación revolucionaria procedía directamente de las logias
masónicas. De acuerdo al artículo del coronel Linn, el famoso
Partido del Té de Boston fue el trabajo de masones que venían
directamente de una logia:
“El 6 de Diciembre de 1773, un grupo disfrazado de indígenas
americanos aparentemente
salió de la Logia de San Andrés en Boston y se fue el muelle donde
lanzaron por la borda
las cargas de té de los tres Indias Orientales, (barcos de las
Indias Orientales). Esa noche la
Logia de San Andrés cerró temprano, ‘tomando en cuenta la poca
asistencia de los miembros’ ”.
Sven G. Lunden en su artículo titulado “Aniquilación de la
francmasonería”, establece que la logia de San Andrés fue la
directora del cuerpo masónico en Boston, y agrega:
“Y en el libro usado para contener las minutas de la logia y el cual
todavía existe, hay casi
una página en blanco donde las minutas de este memorable jueves
debían estar. En su
lugar, en la página aparece una letra, una T mayúscula. ¿Puede que
esta ‘T’ tenga que ver con la T de Té? .”
En el libro “Sam Adams, Pionero de la Propaganda”, el autor
John C.
Miller describe la jerarquía de los pandilleros anti-británicos que
jugaron tan importante papel en el conflicto. Las pandillas no se
congregaban al azar de elementos colonialistas disgustados. Mr.
Miller explica el importante papel de los francmasones en estas
pandillas:
“Fue establecida una jerarquía de las pandillas durante el gobierno
de Sam Adams de
Boston: las clases más bajas, sirvientes, negros y marineros estaban
colocados bajo las
órdenes de un ‘cargo superior’ ejercido por el Maestro Masón de la
ciudad; y por encima de ellos estaba colocada la pandilla de los
comerciantes y la de los Hijos de la Libertad..”
Las logias masónicas no eran para la causa revolucionaria ningunos
recién- llegados (en inglés: Jonny–come –lately´s). Hay evidencias
de que fueron los instigadores iniciales. Al menos una logia entró
en la agitación desde un comienzo temprano. Cartas y periódicos de
principio de los años 1760’s revelan que la Sociedad Masónica de
Boston estaba agitando un sentimiento anti-británico ya en los
finales de la Guerra de los Siete Años, es decir unos buenos diez
años antes de que realmente la revolución comenzara.
“La sociedad masónica de Boston dio ánimo a Hutchinson, (el
gobernador Thomas), y al
gobierno real en su lugar de reunión en “Adjutant Trowel’s long
Garret”, donde se decía
que había la mayor incitación a la revuelta, libelos y calumnias que
eran tramados en todas
las buhardillas de Grubstreet. Otis y sus hermanos masones se
convirtieron en tales
adeptos al vituperio, que los amigos de Hutchison creyeron que
habían sido sacados del
papel principal y del grupo, reemplazándolos por barro para
tirárselo a la aristocracia de
Massachusetts”.
Podemos buscar cómo es que las logias americanas llegaron a ser las
fuentes de la rebelión cuando casi todas eran Capítulos bajo el
sistema inglés, el cual, como recordamos, era pro-hannoveriano y
prohibía la controversia política dentro de las logias. Se tiene que
mantener presente que por los años de 1760, los grados templares
anti-hannoverianos habían sido firmemente establecidos en Europa y
también habían trabajado secretamente y viajado hacia muchas de las
logias de las colonias americanas.
Por ejemplo, como ya se mencionó
en un capítulo anterior, la Logia de San Andrés de Boston, la misma
que había ejecutado el Boston Te Party en 1773, confería el Grado
Templar ya para el 28 de Agosto de 1769 después de aplicar para el
mandato en 1762 de la Gran Logia Escocesa de Edimburgo. Esta
aplicación fue hecha casi una década antes de que comenzara la
Revolución Americana. Algunos templarios no sólo eran anti-hannoverianos sino que pensaban en lograr la abolición de toda
monarquía.
La importancia filosófica de la francmasonería para el
revolucionario americano puede verse también en los símbolos con los
cuales los dirigentes revolucionarios escogieron para representar la
nueva nación americana. Estos eran símbolos de la Hermandad
Masónica.
Entre los símbolos más significativos de cualquier nación está el
Escudo Nacional. Un
primer proyecto para el Escudo Nacional Estadounidense fue propuesto
por William Barton
en 1782. En la esquina superior derecha del proyecto de Barton se ve
una pirámide con el
vértice superior truncado. En el lugar del ápice está un “Ojo de
Dios que lo ve todo” en forma
triangular. El ojo que lo ve todo, como podemos recordar, ha sido
por mucho tiempo uno de
los signos más significativos de la francmasonería.
Este mismo signo
aparece bordado en el
mandil masónico de George Washington, en el de Benjamín Franklin y
en el de otros
revolucionarios de la masonería. Encima de la pirámide y del ojo, en
el proyecto de escudo de Barton, aparecen las palabras latinas
Annuit Ceoptis, que significan, “El , (Dios), hace prosperar nuestro
comienzo”. En el fondo se ve la inscripción Novus Ordo Seclorum, que
unidas a las anteriores palabras latinas completarían la frase que
traducida significa,
“El año del comienzo de un Nuevo Orden de las
Edades”.
La inscripción del fondo nos habla que
los líderes de la revolución estaban persiguiendo una amplia meta de
carácter universal, la cual abarcaba mucho más que el objetivo
inmediato de los colonialistas. Ellos estaban postulando un cambio
total en el orden social, meta que ya se había anunciado en el
Fama
Fraternitis.
La pirámide de Barton y las inscripciones latinas que la acompañaban
fue adoptada en su totalidad.
Este diseño todavía forma parte del
Gran Escudo Estadounidense que aparece actualmente en el revés del
billete de un dólar estadounidense (USA $ 1,00).
La porción principal del diseño de Barton no fue adoptada excepto
una pequeña parte. En el centro de la propuesta se ve un escudo con
dos figuras humanas de pie, colocadas a cada lado. Encaramado en el
tope está un fénix con las alas desplegadas; en el medio está un
pequeño fénix quemándose en una pira funeral. Como se discutió
antes, el ave fénix es un símbolo de la Hermandad usado desde los
días del antiguo Egipto. El fénix fue adoptado por los Padres
Fundadores Norteamericanos para usarlo como reverso del primer
escudo oficial de los Estados Unidos según el diseño presentado por
Charles Thompson, Secretario del Congreso Continental. El primer
escudo acuñado de los Estados Unidos tiene pintado un pájaro con
copete y un gran pico: el ave fénix.
El fénix sostiene en su pico
una bandera con las palabras: E. PLURIBUS UNUM, que significa, “Uno,
entre muchos más”. Sobre la cabeza del ave se observan trece
estrellas saliendo a través de una nube. En una pata el fénix
sostiene un manojo de flechas; y en la otra, una rama de olivo.
Alguna gente confunde el fénix con un pavo salvaje debido a su largo
pico; sin embargo, el fénix también es un ave de largo pico, además
de que las demás características del ave indican claramente que se
trata de un fénix. La acuñación fue retirada en el año 1841, y el
fénix fue reemplazado por un águila sencilla: el ave nacional de
América.
Los francmasones consideran que sus lazos fraternales trascienden
las divisiones políticas y nacionales. Cuando se terminó la guerra
de independencia norteamericana, no obstante eso, las logias
norteamericanas se separaron de la Gran Logia Madre de Londres y
crearon su propia logia americana autónoma. Pronto llegaron a
dominar los grados escoceses en la francmasonería americana. Las dos
mayores formas de francmasonería practicada en los Estados Unidos de
hoy, son: el Rito de York, —una versión del original Rito de York
Inglés—, y el Rito Escocés. El Rito de York moderno tiene un total
de diez grados, siendo el más alto el de Caballero Templar. El Rito
Escocés tiene un total de treinta y tres grados, muchos de los
cuales son grados de Caballero.
La influencia de la francmasonería en la política norteamericana se
ha mantenido fuerte durante mucho tiempo después que finalizó la
revolución. Alrededor de un tercio de todos los presidentes han sido
francmasones, la mayoría de ellos del rito escocés.
(*)
La influencia de la francmasonería en la política americana se
extendió más allá de la Presidencia. El Senado y la Cámara de
Representantes de los Estados Unidos han tenido una gran cantidad de
miembros masones durante la mayor parte de la historia de la nación.
En 1924 por ejemplo, una publicación masónica elaboró una lista de
sesenta masones en el Senado.120 En ese momento ellos constituían
aproximadamente el 60% del Senado. En esta oportunidad se
mencionaron más de 290 miembros de la Cámara de Representantes como
miembros de la logia también. La presencia masónica en el Congreso
de los Estados Unidos de América ha decrecido algo en los años
recientes.
En un suplemento publicitario titulado:
“La Francmasonería. Una manera de vivir”, la Gran Logia de
California reveló que en el 97° Congreso, (1981-1983) había sólo 28
miembros de logias en el Senado y 78 en la Cámara de Representantes.
A pesar de que esto muestra una sustancial disminución en relación a
1920, todavía la francmasonería tiene una representación de buen
tamaño en el Senado con más de la cuarta parte de este cuerpo
legislativo.
La Revolución Norteamericana fue algo más que un levantamiento
local. Esta involucró muchas naciones. Francia fue un participante
secreto por la causa norteamericana mucho antes del estallido del
conflicto bélico. Tan temprano como en el año 1767, el ministro del
Exterior francés, duque de Choiseul, había enviado agentes secretos
a las colonias norteamericanas para calibrar la opinión pública y
enseñar cuánto había crecido la semilla de la revuelta. Francia
también despachó agentes provocadores a las colonias para fomentar
secretamente el sentimiento anti-británico.
En 1767, Benjamín
Franklin, quien todavía no se había comprometido en la guerra armada
contra Inglaterra, acusó a Francia de atizar el fuego entre los
británicos y los súbditos norteamericanos. Después de la destitución
de Choiseul en 1770, su sucesor, el conde de Vergennes, continuó la
política de Choiseul y fue el instrumentista en llevar ayuda abierta
civil y militar de Francia a la causa norteamericana después de
haberse iniciado la guerra de independencia.
(**)
(*)
Además de George Washington y James Madison, los francmasones en
la presidencia hasta ahora (1992) han sido iniciados: James Monroe
(el 9 de 1775), Andrew Jackson (en 1800), James Polk (el 5 de Junio
de 1820), James Buchanan (el 11 de Diciembre de 1816), Andrew
Johnson (el año 1851), James Garfield (el 28 de Noviembre de 1861 o
1862), William Mc. Kinley (el 1 de Mayo de 1865), Teodoro Roosevelt
(el 2 de Enero de 1901), William Howard Taft (el 18 de Febrero de
1908), Harry S. Truman (el 9 de Febrero de 1909), Warren Harding (el
28 de Junio de 1901), Franklin D. Roosevelt (el 10 de Octubre de
1911) y Gerald Ford (en 1949). En la lista de prominentes americanos
francmasones también se incluyen personajes tales como: J. Edgar
Hoover, antiguo fundador y director del FBI, quien alcanzó el grado
más alto (Grado 33) del rito de Escocia; y el candidato presidencial
Jesse Jackson (en 1988). Artistas americanos famosos también han
ingresado como miembros, tales como: Mark Twain, Will Roger y W.C.
Fields.
120 Official Masonic Record of The Third Annual Fashion and Home
Exposition for the Benefit of Masonic Free Hospitals
(New York, May 13 to 24, 1924.
(**)
Lo curioso del caso es que Vergennes también era francmasón. El
apoyaba a algunos de los francmasones
franceses, tales como: Voltaire, quien estaba creando el ferviente
clima intelectual que conduciría a la revolución
francesa. La revolución francesa derribó al rey de Vergennes, Luis
XVI, una década después de su muerte. Es irónico que mientras estaba
Vergennes vivo, se opuso a todas las reformas en profundidad de la
sociedad francesa. En consecuencia, él ayudó a crear el descontento
popular que tuvo mucho que ver con el éxito de la Revolución
Francesa.
Federico el Grande de Prusia fue otro que apoyó abiertamente a los
rebeldes norteamericanos. El estuvo entre los primeros gobernantes
europeos en reconocer a los Estados Unidos como una nación
independiente. Federico fue más lejos al cerrar sus puertos a los
mercenarios hessianos para que no se embarcaran y pelearan en contra
de los revolucionarios.
Sin embargo, hasta dónde se involucró
Federico profundamente con la causa norteamericana, puede que nunca
se conozca. No existe duda en cuanto a que muchos colonos se
sintieron en deuda con él, y lo veían como uno de sus dirigentes
desde el punto de vista moral y filosófico. Décadas después de la
Revolución, muchas logias masónicas en Norteamérica, adoptaron
varios de los grados escoceses que se decía creados por Federico.
La
primera logia norteamericana de rito escocés y que fue establecida
en Charleston, Carolina del Sur, publicó una circular el 10 de
Octubre de 1802, declarando que la autorización para entregar sus
grados más altos sino de Federico, a quien todavía veían como la
cabeza de toda la masonería:
“ El 1° de Mayo de 5786 (1786), la Gran Constitución del Grado
Treinta y Tres, llamado
el Consejo Supremo del Soberano Gran Inspector General, fue
ratificada por su Majestad el
Rey de Prusia, quien como Gran Comendador (Comandante) de la Orden
Suprema del
Príncipe Real posee el Soberano Poder Masónico sobre todo el
Gremio.(**) En la nueva
Constitución este poder fue conferido a un Consejo Supremo de Nueve
Hermanos en cada
nación, el cual posee todas las prerrogativas masónicas en sus
propios distritos que su
Majestad individualmente posee, y son los Soberanos de la
Masonería.”
Algunos escritores argumentan que Federico no estaba activo en la
francmasonería a finales de los 1700’s. Ellos sienten que su nombre
era simplemente usado para darle al Rito un aire de autoridad. Este
argumento puede que sea verdad o al menos parcialmente así. El
significado del panfleto de Charleston yace en la lealtad que los
primeros Ritos Escoceses Norteamericanos proclamaban abiertamente
para las fuentes masónicas alemanas inmediatamente después de la
fundación de la República Norteamericana.
Mientras algunos alemanes francmasones de Prusia estaban ayudando la
causa
norteamericana, otros masones alemanes estaban ayudando a la Gran
Bretaña y haciendo un
enorme beneficio. Aproximadamente, 30.000 soldados alemanes fueron
alquilados a Gran
Bretaña por seis estados alemanes: Hesse – Kassel, Hesse – Hanau,
Brunswick, Waldesck,
Anspach – Bayreuth y Anhalt – Zerbst. Más de la mitad de esas tropas
fueron proporcionadas
por Hesse – Kassel; de aquí que los soldados alemanes eran conocidos
como “Hessianos”. Las
tropas de Hesse – Kassel eran consideradas como los mejores
mercenarios; su precisión en el disparo era temida por las tropas
coloniales.
(**) Los grados en el Rito Escocés son agrupados juntos en secciones
y a cada sección se le da un nombre. La Orden del Príncipe del Real
Secreto se llama hoy el Consistorio (Concilio) de los Sublimes
Príncipes del Secreto Real y contiene los grados 31 y 32 del Rito
Escocés. Otra indicación de la admiración que tenía el primitivo
Rito Escocés por las cosas prusianas se encuentra en el título del
Grado 21, el cual se llama Noachite o Caballero Prusiano. 121
McacKey, op. cit., p. 292.
En muchas batallas,
había más alemanes peleando para los británicos que soldados
británicos. En la batalla de Trenton, por ejemplo, los alemanes eran
los únicos soldados contra quienes peleaban los norteamericanos.
Esto no significaba que los soldados alemanes eran especialmente
leales a los británicos o aún a sus propios gobernantes alemanes.
Casi una sexta parte de los mercenarios alemanes (un estimado de
5.000) desertaron y se establecieron en Norteamérica.
El uso de mercenarios alemanes creó una agitación en ambos lados:
Inglaterra y
Norteamérica. Muchos líderes británicos, incluyendo partidarios de
la monarquía, objetaron
la contratación de soldados extranjeros para subyugar a los súbditos
británicos. Para los
alemanes, era tan lucrativo como de costumbre. El duque de
Brunswick, por ejemplo, recibió
11.517 Libras Esterlinas, 17 chelines y 1.5 peniques por el primer
año de alquiler y dos veces esta cantidad durante cada uno de los
dos años siguientes. Además, el Duque recibía “dinero por cabeza” de
más de siete libras por cada hombre, para un total de 42.000 Libras
Esterlinas por los 6.000 soldados de Brunswick. Por cada soldado de
Brunswick muerto se le debía pagar una factura adicional; y tres
heridos eran contados como un muerto.
El príncipe de Hesse -Kassel,
Federico II, cobró cerca de 21 millones de Thaler por el alquiler de
sus tropas hessianas y alcanzó un monto total neto de 5 millones de
Libras británicas aproximadamente. Esta era una cifra sin precedente
en esos días y montaba a más de la mitad de la fortuna de los Hesse
– Kassel heredada por Guillermo IX cuando murió su padre en 1785. El
tesoro de Hessel – Kassel llegó a ser una de las más grandes
fortunas, —algunos dicen que la más grande—, de un principado en
Europa a causa de la Revolución Norteamericana.
La Revolución
Norteamericana continuó el patrón de las primitivas revoluciones: el
debilitamiento de la cabeza del Estado y la creación de una
legislatura fuerte. Desgraciadamente, los revolucionarios
norteamericanos también dieron a su nueva nación el mismo papel
moneda inflacionario y el sistema de banco central que había sido
adoptado por los revolucionarios en Europa. Aún antes de que la
Revolución Norteamericana hubiese triunfado, el Congreso Continental
había caído en el negocio del papel moneda inflacionario, ordenando
la impresión del billete conocido como “Notas Continentales”.
Tales
notas fueron declaradas de emisión legal por el Congreso sin ningún
respaldo. El Congreso Continental usó las notas para comprar los
bienes necesarios para combatir en la guerra revolucionaria. Los
colonos cooperativos aceptaron el papel moneda con la promesa de que
los billetes iban a ser respaldados de alguna forma una vez ganada
la guerra. A medida que las Notas Continentales salían de la
imprenta de Benjamín Franklin, en esa misma medida se desataba la
inflación. Con la impresión cada vez más de billetes se encendió la
hiperinflación.
Después de ganada la guerra, se estableció una nueva
moneda “dura” (respaldada por metal) y las Notas Continentales eran
redimibles sólo al cambio de cien por un dólar, como se denominó la
nueva moneda. Esta fue otra muy clara y dolorosa lección de cómo el
papel moneda, la inflación y la devaluación pueden ser herramientas
efectivas para ayudar a una nación a combatir en una guerra.
Irónicamente, algunos de los Padres Fundadores Norteamericanos
usaron la experiencia
de las Notas Continentales para impulsar la creación de un Banco
Central siguiendo el
modelo del Banco de Inglaterra y así establecer un mejor control de
la moneda en la nueva
nación americana. El plan propuesto para fundar un banco central fue
motivo de un cálido debate con fuertes emociones desatadas a favor y
en contra del proyecto. Ganó la facción de los pro-Banco. Después de
varios años de controversia, en 1791 fue constituido el primer banco
central de la América, el Banco de los Estados Unidos.
La
institución expiró veinte años más tarde, fue renovado por cinco
años más, fue vetado por el presidente Andrew Jackson en 1836,
recuperó su autorización veintisiete años más tarde en 1863, y
finalmente se convirtió en el
Banco de la Reserva Federal, el cual
funciona como Banco Central de los Estados Unidos de América todavía
hoy. Aunque en los Estados Unidos siempre ha existido una
considerable oposición a un Banco Central, el país siempre ha tenido
uno bajo uno u otro nombre durante la mayor parte de su historia.
El padre fundador acreditado por la fundación del primer banco
central de los Estados Unidos fue Alexander Hamilton, quien se unió
al movimiento revolucionario a principio de los años 1770’s y
alcanzó el grado de Teniente Coronel y Ayudante de Campo de
Washington en el año 1777. Hamilton fue un buen comandante militar y
llegó a ser uno de los íntimos amigos de George Washington y del
Marqués de La Fayette. Después que la guerra terminó, Hamilton
estudió leyes y fue admitido en la Judicatura, y en Febrero de 1784
fundó y se convirtió en Director del Banco de New York.
La meta de Hamilton era crear un sistema bancario en Norteamérica de
modelo parecido al Banco de Inglaterra. Hamilton también quería que
el nuevo gobierno de los Estados Unidos asumiera todas las deudas
contraídas y la convirtiera en una gran deuda nacional. El Gobierno
Nacional continuaría aumentando su deuda mediante empréstitos al
banco central propuesto por Hamilton, el cual sería propiedad
privada y operado por un pequeño grupo de financistas.
¿Cómo era que el Gobierno Norteamericano iba a pagar sus deudas?
¡En un acto de suprema ironía, Hamilton quería colocar impuestos a
los bienes al igual que lo habían hecho los británicos antes de la
Revolución! Una vez que Hamilton se convirtió en Secretario del
Tesoro, abrió la brecha con un impuesto al licor destilado. De este
impuesto resultó la famosa Rebelión del Whisky de 1794 en la cual un
grupo de montañeses se negaba a pagar el impuesto y se comenzaba a
hablar abiertamente de rebelión contra el nuevo gobierno
norteamericano. ¡Por insistencia de Hamilton, el Presidente
George
Washington llamó la milicia y acabó militarmente con la rebelión!
Hamilton y sus partidarios habían manejado una situación en los
Estados Unidos idéntica a la que había establecido Inglaterra antes
de la Revolución Americana: una nación profundamente endeudada que
tiene que recurrir a pechar con impuestos a sus ciudadanos para
poder pagar la deuda. Legítimamente uno podría preguntarse: ¿Para
qué ambos señores, Washington y Hamilton, participaron en la
Revolución Norteamericana? Simplemente ambos usaron su influencia
para crear en Norteamérica muchas de las instituciones que los
colonos habían encontrado odiosas bajo la dominación británica.
Esta cuestión es hoy en día (1990) especialmente relevante cuando
los Estados Unidos
enfrenta una descomunal deuda de más de dos billones de dólares, es
decir: dos millones de
millones de dólares, o en cifras, $ 2.000.000.000.000, y una enorme
carga impositiva a sus ciudadanos, mucho más alta que cualquiera de
las que concibió la Corona Británica para imponer a los colonos en
el siglo XVIII.
Aunque los planes de Hamilton fueron ampliamente exitosos, no lo
fueron sin una considerable oposición. Dirigiendo la lucha en contra
del establecimiento de un banco central de propiedad privada estaban
James Madison y Tomas Jefferson. Ellos querían que fuera el Gobierno
el emisor del dinero nacional, no un banco central.
En una carta el
13 de Diciembre de 1803, Jefferson expresó su fuerte opinión sobre
el Banco de los Estados Unidos, de esta forma:
“Esta institución es una de las más mortalmente hostil existente
contra los principios y
formas de nuestra Constitución.”
Y luego añade:
“…..una institución como esta que penetra con sus tentáculos por
todas partes de la
Unión, actuando por órdenes y al unísono, puede en un momento
crítico trastornar al
Gobierno. Yo considero que ningún gobierno está seguro si está bajo
el vasallaje de
cualquier autoridad auto-constituida, o de cualquier otra autoridad
que no sea la Nación o
sus funcionarios regulares.”
Aunque una de las objeciones de Jefferson para con el Banco Central
descansa en su preocupación de que un banco tal pueda ser una
obstrucción durante tiempo de guerra, no obstante eso, él estaba
planeando con visión de futuro los efectos que una institución tal
podría ocasionar. No sólo los bancos centrales de los Estados Unidos
crearon el gran pánico financiero en 1893 y 1907, sino que la
fraternidad financiera operando el Banco Central de los Estados
Unidos de América, ha ejercido y continúa ejerciendo en la
actualidad una enorme influencia en los asuntos de los Estados
Unidos, especialmente en los Asuntos Exteriores, exactamente como Jefferson lo había alertado. Fue la poderosa influencia de
Jefferson, incidentalmente, la que causó el aplazamiento por cinco
años la renovación de la autorización del banco en 1811.
Hemos terminado viendo a la Revolución Norteamericana en algo menos
que una luz
optimista. Sin embargo, hubo una poderosa influencia humanitarista
trabajando dentro del
círculo de los Padres Fundadores, la cual debe ser conocida. Los
Estados Unidos es uno de los
países más libre hoy en día como consecuencia directa de esta
influencia, aunque los
norteamericanos todavía están lejos de ser uno de los pueblos
completamente libre. Los
fundadores norteamericanos afirmaron libertades importantes,
especialmente aquellas como:
la de expresión, de reunión y religión.
Fue creada una excelente
Constitución para los Estados
Unidos que ha probado ser altamente funcional en una gran y diversa
sociedad. El genocidio
que parecía acompañar a toda actividad política de la primitiva
Hermandad está
visiblemente ausente en la Revolución Norteamericana. Los
francmasones norteamericanos de hoy están orgullosos del papel que
sus hermanos jugaron en la creación de la nación norteamericana, y
fue así. La chispa del humanitarismo que periódicamente resurge en
la red de la Hermandad con seguridad lo hizo otra vez durante la
fundación de la república norteamericana.
Si fuéramos a nombrar unos pocos de los más importantes
humanitaristas entre los Padres Fundadores, podemos mencionar
figuras bien conocidas como Thomas Jefferson, James Madison,
Patrick
Henry y Richard Henry Lee. Unos de los Padres Fundadores más
importante y raramente mencionado sin embargo, es uno a cuya memoria
no ha sido erigido en ningún monumento en Washington DC. Su retrato
no adorna ningún billete de la moneda de los Estados Unidos y
todavía no ha aparecido ningún sello o estampilla de correo en su
honor por lo menos hasta el año 1991. Este hombre fue George Mason.
George Mason fue descrito por Thomas Jefferson como: “uno de
nuestros hombres realmente grandes y uno de los primeros en orden de
grandeza”. Mason es uno de los Padres Fundadores más desatendido
porque ignoraba la gloria política, rehuía el cargo público y nunca
fue famoso por su oratoria. Todavía se le considera como uno de los
hombres más visionarios de los que crearon la nación norteamericana.
Después de la Revolución, George Mason se opuso a los planes de
Hamilton y declaró que “Hamilton nos ha hecho más daño que Gran
Bretaña, toda su flota y su ejército”.
Fue George Mason uno de
los que más duro empujó para la adopción de un Acta Federal de los
Derechos. Las diez enmiendas de la Constitución de los Estados
Unidos que constituyen el Acta de los Derechos, están basados en la
primitiva declaración redactada por Mason en el año 1776. El Acta de
los Derechos casi que no figura en la Constitución Norteamericana, y
no hubiera figurado si Mason no se hubiera comprometido en una
ardiente batalla para asegurar su inclusión. A pesar de su crónica
mala salud, Mason publicó panfletos influyentes denunciando la
Constitución propuesta porque carecía de los derechos específicos
del individuo.
La mayoría de los redactores de la Constitución,
incluyendo a Alejandro Hamilton, declararon innecesaria el Acta de
los Derechos, debido al balance y la limitación de los poderes
impuestos al Gobierno Federal por la Constitución. Mason persistió y
fue apoyado por Richard Henry Lee y Thomas Jefferson. Con el soporte
de James Madison, el Acta de los Derechos finalmente fue presentada
para ratificación en las horas finales. Cuando consideramos cómo ha
crecido el Gobierno Federal desde entonces y cuán crucial ha llegado
a ser el Acta de los Derechos, es cuando podemos apreciar
verdaderamente lo que fue un hombre de visión como George Mason. Su
visión futurista y su humanitarismo se manifestaron también en su
intención de abolir completamente la esclavitud. En tiempo que
incluso sus amigos George Washington y Thomas Jefferson eran
propietarios de esclavos, George Mason denunciaba el tráfico de
esclavos como “una desgracia para la humanidad” y trabajó para
proscribirla completamente en todos los estados.
George Mason no tuvo éxito en su búsqueda durante su vida, pero su
sueño se hizo realidad
menos de un siglo después cuando la esclavitud fue abolida en los
Estados Unidos mediante
la 13 Enmienda de la Constitución.(*) Aunque la mayoría de los
escolares no han oído hablar mucho de George Mason en sus lecciones
de Historia o no tienen su retrato colgado en su salón de clase, él
fue uno de los más grandes héroes de la libertad humana.
(*) La Fayette y unos pocos francmasones también merecen crédito por
el éxito del movimiento anti-esclavista. Ellos pertenecían a una
organización masónica conocida como la Sociedad de Amigos de los
Negros, —Societé des Amis des Noirs— los cuales trabajaban para
lograr la emancipación universal de los negros. Desgraciadamente, el
Arianismo permanecería todavía vivo en otras ramas de la Hermandad.
La renovación de la chispa del humanitarismo que surgió durante la
Revolución Norteamericana, pronto fue eclipsada. Al establecer el
sistema de papel moneda inflacionario en los Estados Unidos se dio
la clave de que algo estaba todavía mal llevado en la red de la
Hermandad. Al estallar revoluciones similares dirigidas por
francmasones en todo el mundo, volvieron a surgir los viejos
horrores.
Uno de aquellos horrores fue el genocidio calculado.
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El Mundo Arde
Un subproducto significativo de la Revolución Norteamericana fue el
rehacer filosófico de la manera como la gente veía la revolución.
Cuando Benjamín Franklin estuvo en Francia para ganar el apoyo
militar francés a la causa norteamericana, se empeñó en una intensa
campaña de relaciones públicas. Vigorosamente promulgó la idea de la
“revolución virtuosa”, un concepto que ya había encontrado creciente
favor en las logias masónicas. La gente. en esos tiempos tendía a
ver la violencia de la revolución como un crimen contra la sociedad.
Franklin logró éxito cambiando la percepción en la gente y
estimulándola a aceptar la revolución violenta como un paso en el
progreso de la humanidad. Los revolucionarios no eran más
desaprobados como criminales, argumentaba Franklin, porque ellos
eran idealistas luchando por la libertad y la justicia. Fue acuñado
el nuevo lema: “La revolución contra la tiranía es el más sagrado de
los deberes”.126 Esas audaces ideas electrificaron a París y
ayudaron a obtener un apoyo abierto para la causa norteamericana;
pero la sociedad humana, a un costo terrible y un muy largo plazo.
Las ideas expresadas por Franklin han ayudado a estimular un sinfín
de revoluciones sangrientas desde entonces.
La Revolución Norteamericana fue seguida por muchas otras
revoluciones y /o el establecimiento de gobiernos de estilo
republicano por todo el mundo occidental y Sur América. El éxito de
la Revolución Norteamericana facilitó la reunión de gente para
combatir. Durante esa era podemos mencionar:
-
la Revolución Francesa
-
la creación de la República de Batavia en los Países Bajos
(1795-1806)
-
la República Helvética en la Suiza (1798-1805)
-
la
República Cisalpina en el norte de Italia(1797-1805)
-
la República Liguriana en Génova (17971805)
-
la República Partenopea en el sur
de Italia
Entre 1810 y 1824, las colonias españolas de Sur América
se alzaron en armas y conquistaron su independencia política. En
1825, estalló en Rusia la revuelta Diciembrina. Una segunda
revolución emergió en Francia en 1830. El mismo año estalló en
Holanda una rebelión que resultó en la soberanía de Bélgica. En 1830
y 1831, Rusia sofocó con éxito una revolución polaca. En 1848, una
gran ola de actividad revolucionaria barrió Europa, estimulada por
un colapso internacional del crédito causado en buena parte por el
nuevo sistema de papel moneda inflacionario, por las malas cosechas
y una
epidemia de cólera.
En casi todas esas revoluciones, seguimos viendo posiciones de
importantes liderazgos
revolucionarios ejercidas por francmasones. Durante la primera
Revolución Francesa el líder
rebelde clave fue el Duque de Orleans, quien fue Gran Maestro de la
masonería francesa
antes de su renuncia en la cumbre de la Revolución. El marqués de La
Fayette, el hombre que se había sido iniciado en la fraternidad
masónica por George Washington, también jugó un papel importante en
la causa revolucionaria francesa. El Club Jacobino, el cual era el
núcleo radical del movimiento revolucionario francés, fue fundado
por prominentes francmasones.
De acuerdo al artículo de Sven Lunden
“La Aniquilación de la Masonería”.
“Herbert, Andre Chenier, Camilo Desmoulins y muchos otros
“girondinos” (republicanos
franceses moderados apoyando al gobierno republicano contra la
monarquía) de la
Revolución Francesa eran francmasones.”
Francmasones eran los líderes principales de la rebelión
Diciembrista de 1825 en Rusia.
Algunos de los planes para esta rebelión fueron elaborados dentro de
las logias.
En Sur América, según Richard De Haan, en su escrito en la
Enciclopedia Collier dice:
“La Orden (Francmasonería) jugó un papel importante en la expansión
del liberalismo y la
organización política de la revolución latinoamericana. Lo mismo que
la francmasonería
francesa, el movimiento latino-americano generalmente también fue
anti-clerical. En
México y Colombia, los masones ayudaron a ganar la independencia de
España; mientras
que en el Brasil trabajaron contra la dominación portuguesa.”
Mr. Lunden añade:
“En Latinoamérica también, el proceso de liberación del yugo español
fue un trabajo de los
francmasones en gran parte. Simón Bolívar fue uno de los más activos
hijos de la
masonería, así como también lo fueron: San Martín, Mitre, Alvear,
Sarmiento, Benito
Juárez, Francisco de Miranda; todos nombres célebres para los
latinoamericanos.”
Con relación a otras revoluciones, Mr. Lunden agrega:
“Muchos de los líderes durante el gran año de 1848 en el cual se
vieron muchos levantamientos en contra de gobernantes feudales en
Europa, eran miembros de la Orden.
Entre ellos se encontraba el gran héroe de la democracia húngara:
Louis Kossuth quien
encontró un refugio temporal en América.”
El siglo XIX presenció guerras de unificación como la dirigida por
Giuseppe Garibaldi (1887-1882), el cual era un masón Grado 33 y Gran
Maestro en Italia. El victorioso Garibaldi colocó en el trono de
Italia a Víctor Manuel, otro famoso francmasón.
Las guerras italianas de unificación dejaron dos importantes
legados: una Italia
unificada y la Mafia moderna. La Mafia era una sociedad secreta
vagamente tejida, fundada
en Sicilia en la mitad del siglo XVII. Al principio, la mafia fue un
movimiento de resistencia formado para oponerse a los gobernantes
extranjeros que controlaban Sicilia en esos tiempos. Los primeros
mafiosos eran héroes populares que se especializaban en acciones
criminales contra los odiados extranjeros. La Mafia construyó un
gobierno subterráneo en Sicilia y se mantuvo en el poder utilizando
la extorsión. La Mafia ayudó a Garibaldi cuando este invadió la
Sicilia en 1860 y lo declaró Dictador de la isla. Después que los
gobernantes extranjeros fueron expulsados e Italia fue unificada, la
Mafia se convirtió en una red criminal violenta tal como la
conocemos hoy en día.
La francmasonería fue claramente un catalizador importante en la
creación del estilo de gobierno occidental moderno. La vasta mayoría
de los francmasones que participaron en las revoluciones fueron bien
intencionados. La forma representativa de gobierno que ellos
ayudaron a crear fue verdaderamente una mejora en la forma de
gobierno que ellos reemplazaron.(*) Desgraciadamente los altivos
ideales de aquellos francmasones estaban en proceso de rápida
traición por fuentes internas de la misma red de la Hermandad.
(*) Esto no quiere decir que la monarquía es siempre mala. La
historia ha visto unos pocos monarcas benevolentes que gobernaron
bien, que actuaron con paz y que fueron populares con su gente. El
gobierno hereditario o vitalicio tiene la ventaja de la estabilidad.
Este funciona si el monarca es responsable por sus actos y puede ser
removido por incompetencia crónica o abuso de poder. Las monarquías
raramente han funcionado bien en la Tierra porque generalmente los
monarcas han gobernado por el llamado “derecho divino” y en
consecuencia no han sido responsables por la gente que han
gobernado.
Una de las consecuencias de la Revolución Francesa fue un severo
trastorno de la economía del país. La producción de alimentos cayó
abrumadoramente y el nuevo régimen se mantenía dentro de un profundo
problema político porque la mayoría de los franceses eran todavía
leales a la monarquía. Bajo estos nubarrones, el gobierno
revolucionario decidió resolver los problemas de la oposición
política, el hambre y la distribución de la riqueza, mediante la
reducción de la población humana en Francia.
En lugar de incrementar
la producción de alimentos para satisfacer la demanda, decidió
reducir la demanda equilibrando el déficit de la cantidad disminuida
de alimentos. El Consejo Revolucionario lanzó un programa oficial de
asesinatos en masa para ser aplicado a lo largo y ancho de la nación
francesa. Este programa se conoció como el Reino del Terror. Se
mataba a la gente con cualquier medio disponible incluyendo desde la
guillotina hasta los ahogamientos masivos , cachiporrazos, disparos
e inanición. Aunque no murió mucha gente como lo había planeado la
Convención, se estima que murieron asesinados más de 100.000
personas.
Hemos notado que los genocidios son cometidos agrupando a la gente
en categorías
superficiales comúnmente basadas en la raza, creencias religiosas o
nacionalidades. Las
víctimas son señaladas por los asesinos aunque ellas no sean
culpables de algún crimen
cometido contra sus victimarios. Los revolucionarios franceses
llevaron el proceso a un
extremo. Durante el Reino del Terror, simplemente la gente fue
agrupada de acuerdo a su
condición económica y vocacional. Aquellos que eran considerados
miembros de categorías
de clases sociales indeseables eran ejecutados.
Verdaderamente esta era una distinción tan
superficial como cualquier otra; aunque agrupar de esta manera ha
sido altamente exitosa para aquellos que dividen a los seres humanos
en facciones.
La Revolución Francesa arrastró a casi todos los grandes poderes de
Europa a la guerra. Inicialmente el beneficiario de esto fue
Guillermo IX, el príncipe que había heredado la inmensa fortuna de
los Hesse-Kassel. Guillermo IX arrendó por una hermosa suma, 8.000
soldados a Inglaterra para combatir contra los franceses en la
primera mitad de la década de los 1790’s. Más tarde, cuando Napoleón
Bonaparte llegó a ser emperador de Francia, Guillermo IX aparece
ganando mucho más. Después que las tropas de Napoleón ocuparon las
regiones de Alemania al Oeste del río Rin, incluyendo algunas
propiedades Hesianas, Napoleón recompensó a Guillermo IX con la
entrega de una ancha sección de Mainz y confiriéndole el título de
Elector, un estatus más alto que el de Príncipe.
Esto no obstante,
la cordialidad entre Napoleón y Guillermo “El Elector” no duró
mucho. Guillermo IX trató de jugar el viejo truco de cortejar ambos
lados del conflicto a fin de hacer una fortuna arrendando soldados.
Guillermo IX, locamente arrendó mercenarios al rey Prusiano por un
cuarto de millón de Libras Esterlinas para combatir a Napoleón y
luego trató de proclamarse “neutral”. Verdaderamente se cumplió la
advertencia de Maquiavelo; este doble-trato terminó por atraparlo y
le salió el tiro por la culata a la Casa de Hesse. Así, Hesse-Kassel
pronto fue anexada y pasó a formar parte del Reino de Westfalia de
Napoleón.
No fue hasta después de la derrota de Napoleón en la
batalla de Leipzig en el año 1813, cuando Guillermo IX pudo
recuperar a Hesse-Kassel. Hesse-Kassel quedó bajo el control de la
dinastía de Guillermo hasta 1866, cuando fue tomada por Prusia.
Aunque la familia real Hesiana continuó influyendo en la sociedad
alemana hasta bien avanzado el siglo XX, nunca más recuperó el
gobierno exclusivo sobre su territorio. Hesse emergió en lo que se
ha dado en llamar la Alemania Moderna, —un país que fue unificado en
gran parte por la dinastía prusiana de los Hohenzollern.
A pesar de los reveses sufridos por Hesse-Kassel, la agitación en
Francia probó ser una bendición para uno de los agentes financieros
de Guillermo IX : —Mayer Amschel Rothchild (1743 – 1812), fundador
de una de las más influyentes casas de banco de Europa.
Mayer Amschel fue un comerciante ambicioso y tenaz que comenzó su
carrera en el “ghetto” judío de Frankfurt-am-Main en Hesse. En 1765,
—dos décadas antes de la Revolución Francesa—, Rothschild se
manejaba para obtener una audiencia muy beneficiosa con el Príncipe
Guillermo IX, que estaba todavía viviendo por esos tiempos en
Hesse-Hanau. Mayer Amschel procuraba congraciarse con el Príncipe
Hesiano vendiéndole monedas antiguas a Guillermo a unos precios
extremadamente bajos.
Guillermo, quien siempre tenía un ojo abierto
para incrementar su fortuna material de cualquier manera posible,
estaba encantado de lograr ventajas de la generosa ganga que le
ofrecía Rothschild. Como retribución, Guillermo garantizó, a
petición de Rothschild, con el nombramiento de Agente de la Corona
ante el Príncipe de Hesse – Hanau. Este nombramiento hecho en 1769,
fue más honorífico que sustancial, pero dio a Mayer Amschel un gran
estímulo en su posición comunitaria y asistió a su esfuerzo por
crear una exitosa Casa de Banco.
En los veinte años siguientes a su nombramiento, Mayer Amschel
siguió manteniendo un íntimo contacto con el Príncipe Guillermo. La
meta de Rothschild era convertirse en uno de los agentes financieros
personales del Príncipe. La perseverancia de Rothschild, al final
dio sus resultados. En 1789, el año en el cual comenzó la Revolución
Francesa y cuatro años después que Guillermo heredara IX heredara la
fortuna del Principado de Hesse-Kassel, Mayer había conseguido su
primera colocación a nombre del Príncipe Guillermo.
Esto, a su vez,
consolidó la codiciada posición de Agente Financiero Personal del
Príncipe.
Rothschild hizo una considerable fortuna mientras servía en variadas
actividades bajo Guillermo IX. La Revolución Francesa y las guerras
que de ella se derivaron, crearon mucha escasez en Hesse. Rothschild
capitalizó estas situaciones y elevó agudamente los precios de las
telas que importaba de Inglaterra. Rothschild también hizo un trato
con Carl Buderus, otro de los principales jefes financieros de
Guillermo IX. El trato permitía a Rothschild compartir los
beneficios por el arrendamiento de mercenarios hesianos a
Inglaterra.
Virginia Cowles escribió en su excelente libro, “Los Rothschild, Una Familia de Fortuna”, una descripción del arreglo son
Carl Buderus:
“En este punto, Mayer hizo una proposición al empresario Carl
Buderus: Inglaterra estaba
pagando al Landgrave (Guillermo IX) grandes sumas de dinero por la
contratación de
soldados hesianos; y los Rothschild le estaban pagando a Inglaterra
grandes sumas de
dinero por los bienes que importaban de allá. ¿Porqué no hacer que
este movimiento de
doble vía se cancele en si mismo y embolsillarse las comisiones por
manejo de las facturas
producidas en el comercio de ambas vías?. Buderus accedió y pronto,
la cuerda extra que
puso al arco de Rothschild estaba produciendo un impresionante
ingreso”.
Desde entonces surge
la Casa Rothschild, llamada así en razón del
escudo rojo (roth = rojo y schild = escudo) usado como emblema. La
familia Rothschild pronto se convirtió en sinónimo de riqueza, poder
y banca. Por generaciones, la Casa Rothschild fue la familia de
banqueros más poderosa de Europa y sigue hoy en día influyendo en la
comunidad bancaria internacional. Compartiendo con la Casa
Rothschild en Frankfurt en su comienzo estaba la familia Schiff. Los
Schiff también fueron una gran familia de banqueros y se mantienen
en la actualidad como tales, haciendo negocios de todo tipo con los
Rothschild.
Muchos historiadores que han escrito sobre la familia Rothschild,
enfocan el hecho de que Mayer Amschel era judío. Los Rothschild han
sido importantes partidarios de la causa judía a lo largo de su
historia como familia. Con menos frecuencia se menciona el hecho de
que los Rothschild estaban ligados a la francmasonería alemana
también. Esta asociación aparentemente comenzó con Mayer Amschel,
quien acompañó a Guillermo IX en varias visitas a la logia masónica.
No se sabe a ciencia cierta si Mayer fue un miembro o no.
Se sabe
que su hijo Salomón, fundador de la Banca Rothschild de Viena, llegó
a ser un francmasón. De acuerdo a lo que Jacobo Katz escribió en su
libro “Los Judíos y la Francmasonería en Europa” (1723-1939), los
Rothschild era una familia de las más ricas y poderosas de Frankfurt
y aparecía en 1811 como miembros, en una lista masónica.
Los grados Escoceses usados en las logias alemanas eran por
naturaleza cristianos. Esto creó problemas a los hombres judíos como
Rothschild que deseaban participar en la masonería. Para resolver el
dilema, las comunidades judías hicieron esfuerzos para cambiar
ciertos rituales a fin de hacerlos aceptables por los judíos. Se
crearon logias especiales para judíos, tales como la logia
“Melchizedek”, llamada así en honor al Sacerdote-Rey del Viejo
Testamento, cuya importancia fue discutida en un capítulo anterior
(Capítulo 8) de este libro.
Aquellos que pertenecían a la logia Melchizedek se decía que eran miembros de la
Orden Melchizedek. Este
fue un desarrollo por lo demás interesante, porque al otro lado del
Océano Atlántico el nombre de Melchizedek estaba siendo resucitado
en el Continente Americano durante lo que mucha gente cree que
fueron una serie significativa de episodios OVNI’s.
Esos episodios
dieron al mundo una nueva religión: la Iglesia de Jesucristo de los
Santos de los Últimos Días, mejor conocida como
la Iglesia Mormón.
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