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-La primera llegada
de seres, llamémosles «celestes», a nuestro mundo se produjo
hace 900 millones de años. Formaban un grupo expedicionario y
pionero, procedente de Jerusem, planeta-capital de Satania. Su
misión era la siguiente: examinar el planeta y presentar un
informe sobre las posibilidades de adaptación en el mismo de una
«estación experimental de vida». Esa comisión, dicen los
documentos, estaba integrada por 24 miembros. Entre ellos,
«Portadores de Vida», «Hijos Lanonandeks», «Melchizedeks»,
«Serafines" y otras personalidades de la vida celeste dedicadas
a al organización y administración inicial de los mundos
evolucionarios.
»Y, según la «Quinta Revelación», tras un minucioso examen de IURANCHA, el grupo retornó a Jerusem, presentando al Soberano
del sistema un informe favorable y aconsejando inscribir al
planeta en el «Registro de Experiencias de la Vida». IURANCHA, a
partir de entonces, figuró en esos registros como un mundo
«decimal»…
Sinuhé notó la extrañeza de la hija de la raza azul.
-Imagino que te preguntarás qué quiere decir «planeta decimal».
Parece ser -manifestó el investigador- que, dentro de este
«orden administrativo» de los superuniversos, por cada diez
mundos o planetas habitables, los llamados «Portadores de Vida»
eligen uno en el que la «siembra» de las primeras células
vivientes puede ser manipulada, de cara a ensayar ciertas nuevas
combinaciones mecánicas, eléctricas, químicas y biológicas
destinadas a modificar eventualmente los arquetipos de la vida
del universo local previstos para dicho sistema. En los otros
nueve planetas, los tipos vivientes son más «normales»…
Gloria argumentó al instante:
-Entonces, ¿quiere esto decir que los humanos de la Tierra somos
físicamente distintos a los «humanos» de otros mundos
habitados?
-No necesariamente. Esa «manipulación» de la Vida, a la que se
refiere la «Quinta Revelación», provoca en los mundos
«decimales» como IURANCHA unas combinaciones inéditas que los
creadores observan, para beneficiar, si cabe, a los demás mundos
de su universo local. Pero la gran «diferencia» no parece
residir ahí, sino en la anarquía y en los peligros de rebelión
que se derivan casi siempre de estos «ensayos» en los planetas
«decimales» y que, según esto, no sucede habitualmente en el
resto de los mundos evolucionarios…
La hija de la raza azul empezaba a comprender el porqué de la
agitación, de las tinieblas y de las constantes guerras que han
asolado y asolan la Tierra. Y así se lo manifestó a su
compañero.
(Pág. 348)
-Lucifer -empezó la voz- ha sido y es muy poco conocido en
IURANCHA. Entre otras razones, porque , desde un principio,
delegó en su primer lugarteniente: Satán.
»Lucifer era (y es) uno de los más brillantes hijos de la Orden
de los Lanonandeks primarios del universo local de Nebadon.
Tenía una dilatada experiencia en los asuntos de la
administración cósmica, destacándose como un alto consejero de
su grupo. Su sabiduría, sagacidad y eficacia fueron siempre
reconocidas. Llevaba el número 37 de los de su Orden. Y de él se
había dicho: «eres perfecto en todas las vías, desde el momento
en que fuiste creado, hasta el momento en que la iniquidad anidó
en ti». Muchas veces había ocupado un sitial en el consejo de
los Muy Altos de Edencia. Lucifer reinaba sobre la «santa
montaña de Dios», el monte administrativo de Jerusem, ya que era
el administrador en jefe de un gran sistema, formado por 607
planetas habitados, de los cuales IURANCHA hace el número 606.
»Antes del estallido de la rebelión propiamente dicha, Lucifer y
Satán habían reinado por espacio de 500.000 años terrestres
sobre el sistema que tenían encomendado: Satania. Satán, por su
parte, formaba parte de ese mismo grupo u Orden de los
Lanonandeks primarios, aunque nunca llegó a ejercer las
funciones de soberano sistémico.
»Y es preciso hacer notar que, tanto Lucifer como Caligastía, el
príncipe de IURANCHA, mucho antes de la consumación de la
revuelta, ya habían sido advertidos por sus superiores celestes
de sus respectivas tendencias a la crítica y a un peligroso
engreimiento personal.
»Pero la historia de vuestro mundo transcurrió brillante y
esperanzadora hasta que (hace ahora unos 200.000 años) IURANCHA
recibió una de las rutinarias visitas de inspección de Satán.
Ése fue el histórico momento en que la Tierra, y más exactamente
Caligastía, conoció los planes de Lucifer…
-Quizá fuese necesario -argumentó el miembro de la Escuela de la
Sabiduría- conocer primero en qué consistían esos planes…
-En efecto -proclamó la voz-. Para entender el verdadero alcance
de la rebelión, resulta imprescindible exponer primero el
llamado Manifiesto de la Libertad, proclamado por Lucifer.
»No existían condiciones especiales en el sistema de Satania que
pudieran favorecer o justificar dicha revuelta. La idea de la
sublevación nació en el espíritu de Lucifer. Nadie le instigó ni
aconsejó. La voluntad de oponerse a los planes de Micael fue una
iniciativa individual, lenta y firmemente madurada durante más
de cien años del tiempo estándar.
»Antes de decidirse a expresar sus pensamientos, Lucifer jamás
se había manifestado en contra del sistema administrativo del
universo. Su lealtad hacia los jefes supremos era sincera y sus
relaciones con el Hijo Creador (Micael), profundas y cordiales.
A lo largo de esos cien años, la Unión de los Días de Salvington,
capital del universo local de Nebadon, había informado a las
jerarquías celestes residentes en Uversa «que no todo se hallaba
en paz en la mente de Lucifer».
»Y poco a poco, el soberano del sistema de Satania comenzó a
criticar el plan administrativo de Nebadón. Su primera y abierta
insinuación de desobediencia se produjo pocos días antes de la
citada proclamación de su Manifiesto de la Libertad, con motivo
de la visita de Gabriel, jefe ejecutivo de Micael y supervisor
de todos los soberanos sistémicos de Nebadon, a Jerusem. Gabriel
quedó impresionado y, convencido del inminente estallido de una
rebelión, se trasladó a Edencia, sede de la constelación, donde
parlamentó con los Padres de Norladiadek, adoptando ya las
primeras medidas perventivas, en caso de sublevación.
»Y hace 200.000 años, durante el cónclave anual de Satania, en
presencia de las multitudes reunidas en Jerusem, Satán (ganado
para su causa por Lucifer) dio a conocer la llamada Declaración
luciferina de Libertad o Manifiesto de la Libertad, que
comprendía los siguientes puntos:
»Primero: la
realidad del Padre Universal.
»Lucifer pretendía que el Padre Universal no existía y que
la gravedad física y la energía espacial eran inherentes al
universo. El Padre (decía el Manifiesto) era un mito,
inventado por los Hijos del Paraíso para permitirles
mantener su poder sobre todos los universos. Negaba también
que la personalidad fuera un don del Padre Universal,
insinuando que existía un complot con los Hijos del Paraíso
para introducir un gigantesco fraude en toda la creación.
Esta afirmación se basa en el hecho (según Lucifer) de que
no existía una idea clara de la naturaleza y personalidad
reales del Padre. La acusación fue categórica.
»Segundo: el gobierno universal de Micael, el Hijo Creador.
»Lucifer sostenía en su Manifiesto de la Libertad que los
sistemas locales de planetas deberían ser autónomos,
protestando contra el derecho de Micael a asumir la
soberanía de Nebadon en nombre del hipotético Padre
Universal Paradisíaco. Consideró que todo este plan de culto
era sólo una estratagema para servir la ambición de los
Hijos del Paraíso. Sin embargo, admitió también a Micael
(vuestro Jesús de Nazaret) como su Padre-Creador, aunque no
como su Dios y legítimo jefe. Atacó violentamente el derecho
de los Ancianos de los Días, calificándolos de «potentados
extranjeros» y acusándolos de entrometerse en los asuntos
propios de los sistemas locales y universales. Los llamó
«tiranos y usurpadores», instigando a sus partidarios a
considerar que los mencionados Ancianos de los Días nada
podían hacer para interferir en el lógico proceso de
autonomía de los respectivos sistemas planetarios, siempre y
cuando los humanos y los ángeles tuvieran el valor de
reafirmar y reclamar sus derechos. Asimismo pretendió
impedir a los agentes ejecutivos de los Ancianos de los Días
que actuaran en aquellos sistemas locales en los que los
mortales pudieran reivindicar su independencia. En cuanto a
la inmortalidad, sostenía que era inherente a las
personalidades del sistema y que la resurrección era
igualmente natural y automática. Ni un solo mortal (aseguró)
se verá privado de la vida eterna por el mero capricho de
los Ancianos de los Días.
»Tercero: el ataque al plan de educación de los mortales
ascendentes.
»Lucifer sostenía en este último apartado de su Manifiesto
de la Libertad que el tiempo consumido en la instrucción de
los mortales o humanos evolucionarios en los principios de
la administración universal era excesivo, con un gasto
desproporcionado de energía. Calificó estos principios como
informales y nefastos. Y protestó igualmente contra el
programa que obligaba a preparar a los mortales del espacio
durante largas edades, para un destino tan desconocido como
ficticio. Señalando a los «finalistas» residentes en Jerusem,
anunció que aquéllos no habían encontrado otro destino más
glorioso que el de ser devueltos a humildes planetas
semejantes al de su origen. Sugirió que habían sido
corrompidos por un exceso de disciplina y por un
entrenamiento prolongado, acusándolos de traición a sus
hermanos, los humanos, por prestarse a cooperar en aquel
plan, que seguía manteniendo el mito de los «ascendentes»
hacia un Padre inexistente.
»Por último, desafió y condenó todo el plan de ascensión de
los mortales hacia la Isla Eterna del Paraíso.
-Un momento…
La voz de Sinuhé vino a silenciar el sorprendente relato. Y en
los corazones de la pareja se cruzaron los mismos pensamientos y
sentimientos.
Aquel Manifiesto de la Libertad no guardaba conexión con las
pueriles explicaciones ofrecidas a lo largo de los siglos por
las diferentes religiones y, muy en especial, por la católica.
Teniendo en consideración lo que acababan de oír, el argumento
esgrimido por tales iglesias -«Lucifer se rebeló porque quiso
ser como Dios»- resultaba absurdo.
Desde un punto de vista objetivo -suponiendo que toda aquella
loca aventura encerrara algo de verdad-, las «nuevas razones» de
la famosa rebelión dieron mucho que pensar a los «iuranchianos».
Para Sinuhé aquel Manifiesto contenía, cuando menos, aspectos
más concretos y hasta «lógicos» que la tradicional justificación
católica…
«El Gran Dios, el Padre Universal -decía el Manifiesto
luciferiano-, es un mito. No existe. Nadie ha podido demostrar
su existencia real…»
La afirmación del soberano del sistema de Satania fue y sigue
siendo blasfema, por lo menos para los que creen en esa Fuerza o
Energía Suprema. Pero, ¿y para un ateo? Si se considera el
planteamiento de Lucifer desde un ángulo racional y científico,
¿quién ha logrado demostrar la existencia del Padre? Uno de los
argumentos que servía de apoyo a esta insólita postura hablaba
de los «finalistas»: esas miríadas de seres evolucionarios que,
según los planes cósmicos, van ascendiendo, como nosotros, hacia
la Isla Eterna del Paraíso y que, lógicamente, deberían saber
cómo es el Padre. Sin embargo -según Lucifer-, jamás hablaron de
Él. Este silencio de los «finalistas» fue igualmente utilizado
por el rebelde para marcar a dichos mortales «ascendentes» y
«finalistas» como «traidores a sus propios hermanos», siguiendo
así el juego de las personalidades del Paraíso.
Por supuesto, partiendo de ese principio básico -«la no
existencia de Dios»-, el resto fue fácil para Lucifer. ¿Qué
sentido tenía entonces que Micael declarara su soberanía sobre
el universo local de Nebadon, «en nombre de un Padre Universal
hipotético»? Y de esta forma, al reclamar la autonomía y el
autogobierno para su sistema de 619 planetas habitados y para el
resto de los sistemas planetarios, Lucifer se convertía -hace
200.000 años- en el primer «separatista» y «nacionalista» de la
Historia, según la concepción humana de tales conceptos…
Nietihw y Sinuhé empezaban a intuir por qué la rebelión logró
arrastrar a tantos miles de millones de criaturas… Por supuesto,
sin entrar a enjuiciar la bondad o perversidad del soberano
sistémico, lo que aparecía nítido es que Lucifer jamás pretendió
ser como Dios. Entre otras razones -según el propio Manifiesto
de la Libertad-, porque Dios no existiría para él.
Aceptando por un momento que tales argumentos fueran ciertos, el
entusiasmo y fidelidad que demostraron sus seguidores a partir
de aquel cónclave en Jerusem se hallaban más que justificados…
Pero Sinuhé deseaba conocer otros aspectos de la revuelta. ¿Se
produjo en verdad la mítica batalla en los cielos? ¿Quiénes la
protagonizaron? ¿Fracasó Lucifer? ¿Qué suerte corrió nuestro
planeta?
Y con sus manos extendidas sobre la transparente esfera formuló
una nueva pregunta.
-Háblanos del estallido de la rebelión.
-Tras la lectura y proclamación del Manifiesto de la Libertad
-prosiguió la voz de los archivos de IURANCHA-, Satán se dirigió
a las atónitas multitudes congregadas en Jerusem, la capital del
sistema de Satania, manifestando que podía adorarse a las
fuerzas universales, físicas, intelectuales y espirituales, pero
que solamente se debía obediencia a Lucifer, el jefe actual y
real, «amigo de los humanos y de los ángeles» y «Dios de la
Libertad». Así fue calificado por su lugarteniente. Y estos
fueron los gritos de guerra de los rebeldes.
»Lucifer, a partir de ese momento, pregonó incansablemente la
«igualdad de pensamiento» y la «fraternidad de la inteligencia»,
sosteniendo que la administración y el gobierno tenían que
limitarse a cada planeta y, en todo caso, a la confederación
voluntaria de los mundos en sistemas locales. Cualquier otro
tipo de supervisión celeste fue rechazada.
»Prometió a los príncipes planetarios de Satania que gobernarían
sus respectivos mundos como supremos administradores. Rechazó a
Edencia (sede de la constelación a la que pertenece Satania)
como emplazamiento de las actividades legislativas, y a la
capital del universo local de Nebadon, Salvington, como centro
director de los asuntos judiciales. «Todas estas funciones
-declaró Lucifer- deben concentrarse en los mundos-capitales de
los sistemas.» Y él mismo inició la constitución de su propia
asamblea legislativa, organizando los tribunales bajo la
presencia de Satán. Y ordenó a los príncipes leales a su causa
que hicieran lo mismo en sus planetas. Todo el gabinete
administrativo de Lucifer se pasó en bloque a su campo y sus
miembros fueron juramentados públicamente como agentes de la
administración del nuevo jefe de «los mundos liberados».
Conversación entre Jasón,
Eliseo y Jesús de Nazaret
(Pag. 394)
-… Si no he comprendido mal, tú, Señor, no estás aquí para
redimir a nadie…
Sencillamente, negó con la cabeza. Y afirmó:
-En su momento lo escuchaste del propio Hijo glorificado: el
Padre no es un juez. El Padre no lleva esa clase de cuentas.
¿Por qué exigir responsabilidades a unas criaturas que no tienen
culpa? Cada uno responde a sus propios errores…
Eliseo se mostró de acuerdo.
-Eso sí tiene sentido.
Y Jesús, señalándonos entonces con el dedo, remachó:
-Estad, pues, atentos y cumplid vuestra misión: debéis ser
fieles mensajeros de cuanto digo. Que el mundo, vuestro mundo,
no se confunda.
Mensaje recibido.
-Conocer de cerca a tus criaturas. Vivir y experimentar en la
carne. Pero, Maestro, ¿qué puedes aprender de nosotros?
Mi compañero, perplejo, siguió preguntando y preguntándose.
-… ¿Qué hay de bueno en unos seres tan mezquinos, brutales,
necios, primitivos…?
El Galileo le interrumpió.
-¡Dios!
-¿Dios?
-Así es -explicó Jesús acariciando cada palabra-. Ésa es otra de
las razones, la gran razón, por la que he descendido hasta
vosotros. Revelar a Ab-bã. Recordar a éstas y a todas las
criaturas de mi reino, que el Padre reside, per-so-nal-men-te,
en cada espíritu.
Eliseo, en esos momentos, no se percató de la importancia de la
revolucionaria afirmación del Galileo. Y se desvió:
-¿Otras criaturas?
Jesús, comprendiendo, se resignó. Sonrió con benevolencia y
asintió de nuevo con la cabeza en un significativo silencio.
-Pero, ¿cómo otras criaturas? ¿Dónde?
-Querido e impulsivo niño… Acabo de decírtelo: estás en los
comienzos de una venturosa carrera hacia el Padre. Algún día lo
verás con tus propios ojos. La creación es vida. No reduzcas al
Padre a las cortas fronteras de tu percepción. Y te diré más: la
generosidad de Ab-bã es tan inconmensurable que nunca, ¡nunca!,
alcanzarás a conocer sus límites.
-¿Estás diciendo -manifestó el ingeniero con incredulidad- que
ahí fuera hay vida inteligente?
-Mírame… ¿Me consideras inteligente?
Eliseo, aturdido, balbuceó un "sí".
-Pues yo, hijo mío, procedo de "ahí fuera", como tú dices…
Eliseo, descolocado, cayó en un profundo mutismo. Él, como yo,
amaba a Jesús de Nazaret. Habíamos visto lo suficiente como para
no poner en duda sus palabras. El tiempo, por supuesto, seguiría
ratificando este convencimiento.
Aproveché el silencio de mi compañero y me centré en otra de las
insinuaciones del Maestro.
-Tu reino… ¿Dónde está? ¿En qué consiste?
Jesús extendió los brazos. Abrió las palmas de las manos y me
miró feliz.
-Aquí mismo…
-¿El universo es tu reino?
-No, querido Jasón -matizó con aquella infinita paciencia-, los
universos tienen sus propios creadores. El mío es uno de ellos…
-Eso tiene gracia -reaccionó el ingeniero-. Tú, Señor, no eres
el único Dios…
-Te lo repito una vez más: la pequeña llama de tu entendimiento
acaba de ser encendida. No pretendas iluminar con ella la
totalidad de lo creado. Date tiempo, querido ángel…
Pero Eliseo, de ideas fijas, comentó casi para sí:
-¡Muchos Dioses!… Y tú, ¿eres grande o pequeñito?
El Maestro y yo cruzamos una mirada. Y, sin poder remediarlo,
terminamos riendo.
-En los reinos de mi Padre, querido "pinche", no hay grandes ni
pequeñitos… El amor no distingue. No mide.
-Señor, hay algo que no sé…
-¡Por fin! -me interrumpió socarrón-. ¡Por fin alguien reconoce
que no sabe!
-… Esas criaturas, las que dicen que también forman tu reino,
¿son como nosotros? ¿Necesitan igualmente que les recuerdes
quién es el Padre?
-Toda la creación vive para alcanzar y conocer a Ab-bã. Ésa es
la única, la sublime, la gran meta… Algunos, como vosotros,
están aún en el principio del principio. Ellos, no lo dudéis,
están pendientes de este pequeño y perdido mundo. Lo que aquí
está a punto de suceder los llenará de orgullo y de esperanza…
Extrañas y misteriosas palabras.
-¿Y por qué nosotros? -atacó de nuevo el incansable ingeniero-.
¿Por qué has elegido este remoto planeta?
-Eso obedece a los designios del Padre…, y a los míos, como
Creador. En su momento te hablaré de las desdichas de este
agitado y confundido mundo. Nada, en la creación, es fruto del
azar o de la improvisación…
YAVÉ
(Pag.
293)
Para comprender medianamente lo que representaba el kan del
esenio era necesario regresar a un viejo y ya comentado concepto
judío: pecado = castigo divino = enfermedad.
En el fondo -fui explicando a mi compañero- era tan simple como
dramático. Yavé era la clave. No exageraba. El Dios del Sinaí,
en buena medida, era el responsable de tanta miseria,
marginación y error. Naturalmente, con el paso de los siglos,
"otros" contribuyeron también a endurecer la ya lamentable
situación.
Éste fue el arranque de la esclarecedora conversación que
sostuvimos mientras ganábamos terreno.
-¿Yavé?… ¿Y por qué Yavé? Se supone que es Dios…
-Sí -argumenté-, un Dios extraño. Negativo.
Y me centré en los hechos.
-Recuerda algunos pasajes del Pentateuco. ¿Qué dice el
Levítico?
»«… Pero, si no me escuchareis, ni cumpliereis todos mis
mandamientos, si despreciareis mis leyes y no hiciereis caso de
mis juicios, dejando de hacer lo que tengo establecido, e
invalidando mi pacto, ved aquí la manera con que yo también me
portaré con vosotros: Os castigaré prontamente con hambre, y con
un ardor que os abrasará los ojos, y os consumirá vuestras
vidas…» (Levítico XXVI, 14-16).
Eliseo guardó silencio. Extraño Dios, sí…
-… ¿Y qué sucedió cuando Aarón y María murmuraron contra Moisés
por haber tomado por esposa a una kusita [etíope]? La cólera de
Yavé se encendió contra ellos y María terminó leprosa, "blanca
como la nieve". Aarón lo tuvo claro. Aquel ataque de zarâ´at
(¿lepra?) era cosa de Dios. Y pidió a su hermano Moisés que
intercediera (Números 12, 1-15).
»En el Deuteronomio (28, 21-27) -continué- Yavé insiste: «Si no
escuchas la voz del Señor…, entonces, el Señor traerá sobre ti
mortandad… Te herirá de tisis y fiebre…, y con la úlcera de
Egipto, con tumores, con sarna, y con comezón…»
»Y más adelante (Deuteronomio 32-39), el despiadado Dios (?)
aclara: «Yo he herido y yo sano… Si obras con rectitud, ninguna
de estas enfermedades caerá sobre ti.»
-Menos mal… -murmuró mi compañero, perplejo-. El Deuteronomio,
como sabes, está plagado de avisos similares.
»«… Yavé te castigará con la locura, con la ceguera y con el
frenesí, de suerte que andarás a tientas en medio del día, como
suele andar un ciego rodeado de tinieblas… Te herirá el Señor
con úlceras malignísimas en las rodillas y en las pantorrillas,
y de un mal incurable desde la planta del pie hasta la
coronilla… el Señor acrecentará tus plagas y las de tu
descendencia, plagas grandes y permanentes, enfermedades
malignas e incurables; y arrojará sobre ti todas las plagas de
Egipto, que tanto te horrorizaron, las cuales se apegarán a ti
estrechamente. Además de esto enviará el Señor sobre ti todas
las dolencias y llagas, que no están escritas en el libro de
esta Ley, hasta aniquilarte.»
Guardamos silencio. Y creo que pensamientos y corazones volaron
al unísono hasta el Hermón.
¡Qué hermosa y difícil «revolución» la de aquel Hombre! ¡Qué
distintos el Yavé de los judíos y el Ab-bá de Jesús de Nazaret!
Y continuamos…
-Está claro -sentencié-. La salud ha sido, y sigue siendo, un
patrimonio exclusivo de Yavé. La Biblia lo repite hasta la
saciedad: «Yavé curó a Abimélej» (Génesis 20, 17). «Yo soy Yavé,
tu sanador» (Éxodo 15, 26). «¡Ruegote, oh Dios, que los sanes
ahora!» (Números 12, 13). Y así podríamos seguir hasta el
infinito…
»De hecho, como también sabes, los judíos no aceptan el título
de médico. Sólo Dios es rofé. Ellos se contentan con una
designación que no ofenda a ese «Señor». Se autoproclaman
«auxiliares» o «sanadores». Assi, cuando lo conozcas, es uno de
ellos. Los otros médicos, los gentiles, son despreciables
usurpadores. Habrás notado que, en muchas ocasiones, me miran
con repugnancia…
»En resumen, de acuerdo a lo promulgado por Yavé, la enfermedad
es un castigo divino, consecuencia, ¡siempre!, de los pecados
humanos. Si un judío se equivoca, si infringe la Ley, ese Dios
vigilante y vengativo no perdona…
-¡Dios mío! -se lamentó Eliseo con razón-. ¿Y qué sucede con las
enfermedades genéticas? ¿Qué pecado puede haber cometido el
oligofrénico que acabamos de ver?
-Todo está previsto y contemplado en esa retorcida y sibilina
Ley, querido amigo. Todo…
»Evidentemente, es muy difícil culpar de pecado a alguien que
haya nacido con ese o con cualquier otro defecto. No importa.
Los intérpretes de la Ley invocan entonces la culpabilidad de
los padres. Y si éstos son sanos, retroceden en los ancestros…
»Alguien, en definitiva, cometió un error. Y Dios, implacable,
hiere y humilla.
-No, eso no es un Dios…
Sonreí para mis adentros. Eliseo, efectivamente, estaba poniendo
el dedo en la yaga. Estaba aproximándose a otro de los «frentes
de batalla» que debería sostener el Hijo del Hombre. Un «frente»
que multiplicaría el número de enemigos y que contribuiría
decisivamente a su arresto y ejecución. No conviene olvidarlo.
-En otras palabras -maticé-: la salud, para este pueblo, depende
directa y proporcionalmente del cumplimiento de la Ley. El
problema, el gran problema, es que esa Ley es una diabólica tela
de araña, imposible de memorizar. En consecuencia, según los
rigoristas, siempre hay algo que se incumple. Esta demencial
situación, como comprobarás en su momento, provoca dos
realidades, a cual más absurda. Un hombre sano, para los judíos,
es alguien puro, fiel cumplidor de los preceptos divinos. Esta
suposición, en medio de ocasiones, arrastra a rabinos, doctores
de la Ley y demás castas principales a una presunción y
engreimiento más que notables. Ahí tienes, sin ir más lejos, a
los llamados «santos y separados», los fariseos… Dios,
sencillamente, está con ellos.
»Con los enfermos, lisiados o locos, en cambio, ocurre lo
contrario. Sus males son la demostración palpable de que Yavé
los ha abandonado. Y así seguirán hasta que no reconozcan sus
faltas y se purifiquen.
-Absurdo…
-Sí, pero real. Y el concepto en cuestión, querido Eliseo, se
haya tan arraigado en sus corazones que muy pocas de las
enfermedades psiquiátricas o mentales disfrutan de nombre propio
(1). Para el judío, sobre todo para el extremista, la demencia
no es una patología. Esa idea es extraña. No la concibe.
-Entonces…
-Con los desequilibrados, el problema empeora. No solamente son
pecadores. Para colmo de desgracias, Yavé los castiga
enviándoles un espíritu maligno, un ruah. Los locos,
sencillamente, son poseídos. Es decir, doblemente infortunados.
Por eso encienden una lámpara durante el sábado: para que los
ruah no se acerquen. Opinan que estos demonios son invisibles y
que están en todas partes, siempre al servicio de Yavé. Algunos,
incluso, aseguran haber visto sus huellas, similares a las de
gallos gigantes…
-Entiendo. Según esto, el negro encadenado en el kan de Assi es
un poseso…
-El negro, los epilépticos, los autistas, los esquizofrénicos y,
prácticamente, todos los que padecen trastornos mentales, de
lenguaje, de audición, etc.
»Estos pobres infelices, además, como habrás intuido, no tienen
derechos. Son impuros y contaminan, incluso, «a distancia».
-¿A distancia?
-Yavé lo dejó claro en el Levítico (5, 3): «Si alguno, sin darse
cuenta, toca a una persona impura, manchada con cualquier clase
de impureza, cuando se entere se hace culpable».
Mi hermano rompió a reír.
-¡Dios!… ¡Vaya Dios!
-Y no queda ahí la cosa. Para Yavé (Levítico 21, 17-22),
cualquier impedido o inválido está desautorizado para hacerse
sacerdote. Escucha lo que dice ese «Dios»: «Ninguno de tus
descendientes en cualquiera de sus generaciones que tenga un
defecto corporal podrá acercarse a ofrecer la comida de su Dios:
sea ciego, cojo, con una pierna o un brazo fracturados,
jorobado, raquítico, enfermo de los ojos, con sarna o tiña, o
eunuco. Nadie con alguno de estos defectos puede ofrecer la
comida de su Dios. Ninguno de los descendientes del sacerdote
Aarón que tenga un defecto corporal se acercará a ofrecer la
oblación en honor de Yavé. Tiene un defecto corporal: no puede
acercarse a ofrecer la comida de su Dios.»
-¡Dios!… ¡Qué Dios!…
-Sí -comenté con desaliento-, en nuestro tiempo, Yavé sería
calificado de «nazi»…
»Hasta el rey David se vio contagiado por la intransigencia de
ese «Dios» brutal y selectivo. Así lo confirma el segundo libro
de Samuel (5, 8): «Y dijo David aquel día: "Todo el que quiera
atacar a los jebuseos que suba por el canal…, en cuanto a los
ciegos y a los cojos, David los aborrece."» Por eso se dice: «Ni
cojo ni ciego entrarán en la Casa (Templo).»
»Más aún: según la tradición, estos desheredados de la fortuna
no tienen derecho a participar en los rituales de las grandes
fiestas, en las ofrendas e, incluso, en determinados
matrimonios.
»Tres veces al año, como sabes, los israelitas varones deben
peregrinar al Templo y ofrecer varios sacrificios a Yavé (2).
Pues bien, esto no cuenta para los niños, hermafroditas,
mujeres, esclavos, sordomudos, imbéciles, individuos de sexo
incierto, enfermos, ciegos, ancianos y, en suma, para todos
aquellos que no estén capacitados para llegar a pie.
-¿Individuos de sexo incierto?
-Si, aquellos cuyos órganos genitales aparecen ocultos o no
desarrollados.
-Entonces, Sitio…
-Si fuera judío, tampoco podría presentarse en el Templo.
Entraría en la difusa categoría de los hermafroditas. Es decir,
los que reúnen los dos sexos.
-¿Y qué entienden por «imbéciles»?
-No lo que tú crees… No se trata de gente con escasa
inteligencia, sino de personas como las que has visto en el kan:
deficientes mentales y desequilibrados.
-¿Sordomudos?… ¿Por qué Yavé les prohíbe acercarse al Templo?
-En este caso, en honor a la verdad, la culpa no es de Yavé,
sino de los retorcidos intérpretes de sus palabras. Todo procede
de un texto del Deuteronomio (31, 10-14). Escucha y deduce:
»«… Y Moisés les dio esta orden: "Cada siete años, tiempo fijado
para el año de la Remisión, en la fiesta de las Tiendas
(Tabernáculos), cuando todo Israel acuda, para ver el rostro de
Yavé tu Dios, al lugar elegido por él, leerás esta Ley a oídos
de todo Israel. Congrega al pueblo, hombres, mujeres y niños, y
al forastero que vive en tus ciudades, para que oigan, aprendan
a temer a Yavé nuestro Dios, y cuiden de poner en práctica todas
las palabras de esta Ley. Y sus hijos, que todavía no la
conocen, la oirán y aprenderán a temer a Yavé vuestro Dios todos
los días que viváis en el suelo que vais a tomar en posesión al
pasar el Jordán." »
-Increíble…
-Sí, esas expresiones: «Leerás esta Ley a oídos de…», «para que
oigan» y «la oirán», han dejado fuera a los sordos. Para los
doctores de la Ley, y demás rigoristas, está claro que, al no
poder escuchar, no tienen derecho.
»Y otro tanto sucede con la ofrenda y el famoso diezmo. Ninguno
de los infelices del kan de Assi está autorizado a dichas
prácticas. A ésos, además, se unen los mudos, ciegos, borrachos,
desnudos y, asómbrate, los que han tenido una polución nocturna,
emisión involuntaria de semen durante el sueño (3).
-Pero…
-Así lo dice Yavé en el Levítico (15, 16-17): «El hombre que
tenga derrame seminal lavará con agua todo su cuerpo y quedará
impuro hasta la tarde. Toda ropa y todo cuero sobre los cuales
se haya derramado el semen serán lavados con agua y quedarán
impuros hasta la tarde.»
-¿Y qué mal hacen un ciego o un borracho? ¿Por qué no pueden
presentar el diezmo?
-La decisión, una vez más, fue tomada por los «sabios» de
Israel. Basándose en Números (18, 29), donde Yavé fija la
obligación del diezmo, estos «intérpretes» dedujeron que ciegos
y borrachos no están capacitados para «ver» y seleccionar «lo
mejor de lo mejor», tal y como ordena su Dios.
Mi hermano, desconcertado, hizo entonces un comentario. Un
acertado comentario…
-Empiezo a entender a qué clase de pueblo tuvo que enfrentarse
el Maestro…
-Apenas has visto nada, querido amigo. Nada…
-¿Y qué sucede con los matrimonios?
-Ésa es otra larga y prolija historia. Poco a poco irás
descubriéndola. Te podré un ejemplo. En la extensa normativa
dedicada a las cuñadas (yemabot) se especifica que si un hombre
se casa con una mujer sana y, al cabo de un tiempo, se vuelve
sordomuda, el marido está legitimado para repudiarla.
-¿Y si ocurre lo contrario?
-Eso, que yo sepa, no lo contempla la Ley.
-Machistas, cretinos e ignorantes…
-Querido Eliseo -puntualicé-, en el fondo no son culpables.
Simplemente, han heredado una situación creada por Yavé. Además,
no olvides que el concepto «pecado = castigo divino =
enfermedad» ha terminado convirtiéndose en un excelente
negocio…
Y procuré resumir.
-Tal y como señala la Ley, la curación está en manos de los
sacerdotes. Yavé sana a través de ellos. Yavé perdona los
pecados por mediación de esas castas. ¿Qué significa esto?
Beneficios.
Eliseo sonrió malicioso.
-Entiendo…
-Cada vez que alguien se cura, o considera que ha pecado, está
obligado a pagar en dinero o en especie. ¿Imaginas lo que esto
supone para las arcas del Templo y para los bolsillos de los
astutos representantes de Yavé?
Y le proporcioné un simple y elocuente ejemplo.
-Según la Ley, el número de preceptos negativos que «Dios»
encomendó a Israel asciende a trescientos sesenta y cinco.
¿Quién es capaz de controlar semejante pesadilla? ¿Quién puede
recordarlos en su totalidad? Los «pecados», por tanto, están en
todas partes y se cometen, según Yavé, por los asuntos más
nimios e inconcebibles.
Tiré de la memoria y recordé algunos…
-«El judío no
debe vestir con tejidos donde la lana y el algodón aparezcan
mezclados.» Eso, para Yavé, es «pecado»…
»«El judío no debe dañar su barba» (!).
»«El judío no debe apiadarse de los idólatras.»
»«El judío no debe volver a morar en Egipto.»
»«El judío no debe permitir que se le echen a perder los
frutales.»
»«El judío no debe consentir que la noche sorprenda al
ahorcado.»
»«El judío no debe dejar que el inmundo se acerque al
Templo.»
»«El judío no debe comer espigas ni trigo tostado.»
»«El judío no debe arar con buey y asno juntos.»
»«El judío no debe chismorrear…»
-Todo un negocio,
sí…
-Una «sociedad limitada», «Yavé y compañía», que, como
comprenderás, no vio con buenos ojos la «competencia» del
Galileo…
Y procedí a sintetizar otro capítulo clave en la vida pública
del Maestro.
-Espero que lo veamos con nuestros propios ojos, pero lo
adelantaré. Cuando Jesús inicie las espectaculares curaciones
masivas, ¿cómo crees que reaccionarán esos «legítimos y
autorizados sanadores oficiales»?
-Nunca reparé en ello…
-Se revolverán como víboras. Como te dije, sólo ellos tienen
capacidad para sanar. Sólo ellos disfrutan de las prerrogativas
de perdonar los pecados. Así lo dice Yavé.
-Y aparece Jesús y rompe con lo establecido…
-Más que romper, desintegra. No olvides que el Galileo no es
sacerdote. Legalmente no tiene derecho. Y, sin embargo, devuelve
la salud y, lo más importante e insufrible para esas castas,
¡perdona las culpas! La perplejidad, indignación y odio de los
«santos y separados» no conocerá límites.
»El Maestro, al inmiscuirse en el «territorio» de los
sacerdotes, violará la normativa y, de paso, hará peligrar el
saneado «negocio» del Templo.
-Conclusión…
-La ya sabida: muerte al impostor. Pero observa algo
interesante. Los dirigentes judíos caerán en su propia trampa.
Si Yavé es el único rofé, el único «médico» y «sanador», y el
único con potestad para redimir al hombre de sus pecados, ¿quién
es este humilde carpintero de Nazaret que hace lo mismo?. Si
aceptaban sus prodigios tenían que admitir igualmente que Jesús
se hallaba capacitado para perdonar los pecados. En otras
palabras: el Hijo del Hombre era de origen divino.
-O lo que es lo mismo: Yavé y tradición…, pulverizados.
-Afirmativo.
(Página 306)
Si Yavé no era el justiciero administrador de las
enfermedades, y si todo dependía de «átomo» o «desajustes
orgánicos», ¿qué hacían con las categóricas afirmaciones
contenidas en la Biblia?
El «negocio» de los sacerdotes, además, según las hipótesis
griegas, era fraudulento.
Y rabinos y doctores de la Ley se rasgaron las vestiduras.
¿Desplazar a Yavé en beneficio del raciocinio?
Ni pensarlo…
¿Renunciar a la prestigiosa prerrogativa de perdonar las culpas
a los míseros mortales?
Nada de eso…
Y la saludable filosofía griega fue condenada por sacrílega…, e
inoportuna.
«Yavé y cía.» era intocable. Y continuó alimentándose de citas
bíblicas, conjuros, posesiones demoníacas y con el fructífero
monopolio de la curación «previo pago».
Un «monopolio» que sería duramente cuestionado por un nuevo y
magnífico «Yavé»: el Hijo del Hombre.
(Pág. 426)
Él, aunque ahora no podáis comprenderlo, os necesita. Él
será Él cuando toda su creación sea Él.
(Pág 427)
-No he venido a imponer. Sólo a revelar. A recordar cuál es
el verdadero rostro de Dios y cuál la auténtica condición
humana. Mi mensaje es claro y fácil de entender: Ab-bã es un
Padre entrañable, amoroso, que no precisa de leyes escritas, ni
tampoco de prohibiciones. El que lo descubre sabe qué hacer…
Sabe que todo consiste en amar y servir, empezando por el
prójimo.
(Pág 429)
-Pero Yavé no es Ab-bã. Yavé castiga, persigue…
-Os lo repito. Dejad que se cumplan los planes del Padre. Tienes
razón, mi querido «pinche». Yavé no es Ab-bã, pero ha cumplido
con lo dispuesto: el hombre respeta la Ley. Ahora es el turno de
la revelación. Por encima de la Ley está siempre la verdad. Y la
verdad es sólo una: sois hijos de un Dios-Amor.