«Dumu An-ak ârzu Abzu-ma ak akdè katarzu Nalulkâra-ra si-il-le-dè». "Hijos de An, que la gloria que firmemente se ha establecido en el Abzu, que tu elogio sea proclamado sobre todo Nalulkâra”.
Estábamos al 47avo día de nuestra llegada al Abzu cuando oí estas palabras resonar en mis oídos.
Era el gran día de mi iniciación en la comunidad Amasutum. Un pequeño grupo de sacerdotisas me había tirado de mis sesiones de clonación y me condujo en el desierto. Permanecimos allí siete días sin comer, con el fin de obligarme a ayunar. Les había advertido que yo me alimentaba con muy poco, pero ellas persistieron en su creencia que ayunar era algo no acostumbrado para mi.
Después de estos siete días pasados en el desierto, hicimos un corto viaje a ras del suelo, entre las dunas y las rocas. Por último, nuestro aparato planeó en medio de la nada, en los alrededores de una profunda falla natural. Mam no me había hablado para nada sobre el sentido oculto de esta iniciación, sino que había hecho énfasis a mi obligación de someterme a el para que pudiera recibir la bendición de los consejos de las sacerdotisas de Nalulkâra.
Descendimos por interminables escaleras que estaban cortadas, incluso en la roca, antes de encontrarnos en esta oscura sala subterránea, donde se me recomendó vigorosamente arrodillarme.
Ante mi se encontraban una docena de sacerdotisas, vestidas de manera similar, con un vestido corto de lino blanco, cruzado en los pechos, y apretado a la cintura por un cinturón en Kùsig (oro). Todos llevaban brazaletes y diademas en sus brazos y su frente. En la parte trasera, antorchas de resina se quemaban suavemente y dejaban traslucir a las sombras de las sacerdotisas, así como las de los espectros alargados que se extendían oblicuamente contra la pared.
Los cantos resonaban y hacían eco a través de alejadas galerías, recitando los himnos usando la “lengua madre” de las Amasutum. La voz que había escuchado algunos momentos antes se intensificó, al mismo momento que ví surgir a dos sacerdotisas en medio del desfile. Eran imponentes, con diademas sagradas sobre la frente y cuernos sobre la cabeza.
Sus cuerpos ataviados con joyas brillantes, estaban cubiertas con un corto vestido que cubría un hombro, dejando un seno desnudo. Una de ellas sostuvo su brazo cruzado sobre su pecho mientras que en el otro llevaba un misterioso vaso en sus manos. La mirada de las dos sacerdotisas con cuernos parecían expresar hostilidad hacia mí.
¿Era su maquillaje, formado por una característica raya gruesa de khôl negro que se extendía hasta las sienes lo que les daba esta impresión de severidad? Los cantos cesaron inmediatamente, en el momento en que la sacerdotisa de los brazos cruzados abrió de nuevo la boca.
44. EKI-ZÀH (“el lugar secreto”) es un término cuya definición sumeria recuerda claramente el sentido del Kiva de los Indios Hopi de Arizona. En efecto, el Kiva es “el lugar de las ceremonias” dónde los Hopis efectúan sus ritos secretos. De hecho, el verdadero sentido oculto del Kiva hopi, codificado en sumero-acacio da KI-WA “el lugar donde se ofrece”, es decir, el lugar donde se ofrece (o da) un culto.
Esta estrella precede generalmente los nombres de la deidad. Simboliza también el cielo y al “dios” sumerio An. Es interesante observar que esta misma estrella que está en el corazón del símbolo arcaico sumerio de la piedra sagrada, que simboliza la nobleza y las divinidades del cielo
(ver nota 47 (página 192) y la ilustración 21 (página 193). que representa a nuestra divina raza en la confederación Kadistu. Por esta razón, se les nombra le Uga-Mus (Pueblo de la Serpiente).
45. El término sumerio DIGIR, también deletreado DINGIR “divinidad (es)”, se compone en una única palabra. Antiguas pictografías y símbolos sumerios clásicos con forma de estrella, induciendo un origen celestial al DIGIR/DINGIR. Si no obstante, se desglosa esta palabra en DIN-GIR, daría, gracias al sutil juego de la homofonía: “Vacas de edades y vida intermedias” o DIN-GIRn “los hábiles de la vida” o también DIN-GIR15 “la noble vida”. Debemos tener en cuenta que entre los Mesopotámicos, así como en los Egipcios la divinidad (diosas y dioses) se asimilaban como “Vacas celestiales” y “Toros salvajes”… El hecho de que el DIGIR/DINGIR sean asociados con los “hacedores de vida”, nos conduce a asimilarlos (al menos una parte de ellos) a los Elohim de los hebreos, a quienes mencionamos en el capítulo 3 de la 1ª ™ parte. Por otra parte, es notable tener en cuenta que el término sumerio utilizado para mencionar la Creación es SÀ-ÂB, literalmente. “la matriz de las Vacas”, asimilando de nuevo un principio femenino a la creación del mundo… La equivalencia en acadio de DIGIR/DINGIR es ilu, y de ahí se extrajo el EL de la Biblia. Su descomposición en sumerio en lL-U4 da literalmente: “quiénes se transportan en el tiempo” (sí! lo vimos a través de las puertas de las estrellas) o también IL5-U4 “que se eleva como la luz del día”.
Comencé a reírme hasta las lágrimas, ya que me parecía que era más bien presuntuosas. Todas las Amasutum me fijaron entonces una mirada acusadora.
Cuando terminé de reírme, la sacerdotisa continuó.
Reconocí detrás de mi la suave y familiar voz de Mamitu. A estas palabras, la asamblea murmuró palabras completamente incomprensibles, en Emesà, “la lengua matriz”.
Algunas sacerdotisas parecían desconcertadas o avergonzadas. Mi interlocutora conversó de nuevo conmigo.
Lo que Sa'am omitió aclarar es que es asexual y que es el primer prototipo de esta raza que fabrican An y Ninmah sobre el planeta Dukù en Mulmul (las Pléyades).
Las imágenes que percibió proceden de sus manos, no de su sexo, el cual aún no posee.
La sacerdotisa con los cuernos por fin se dirigió a mi.
Luego, la sacerdotisa que poseía la bebida iniciática se acercó mi con una gracia felina.
Empapó sus dedos en el brebaje consagrado, depositó una gota sobre mi lengua hundiendo al mismo tiempo profundamente sus ojos destacados de khôl en los míos. Me pareció, por un breve momento, percibir llamas en su mirada.
El curioso filtro poseía un sabor acre de composición determinantemente orgánica, cuyo origen me era completamente desconocido.
Estas mismas manos se dirigieron a continuación y se posaron sobre mi garganta, como para comprobar mi pulso y me guiaron con mucho esmero hacia un lugar que me pareció muy fresco.
Sentí el rostro de mi guía acercarse a mi oído, y me susurró:
Por precaución, la sacerdotisa me repitió la misteriosa frase una segunda vez para que pudiera asimilarlo bien.
Me pareció oír a continuación un ligero susurro y pasos, alejándose progresivamente, por lo que concluí que la sacerdotisa había dejado la sala, dejándome solo con este enigma.
Un frío pánico me invadió el espíritu, me obstiné penosamente y avancé trabajosamente en ese interminable laberinto, donde cada uno de los caminos me llevaba directamente a una pared. Mientras más tiempo pasaba, más se quemaba mi sangre en mis venas
¿Dónde encontrar un árbol en este lugar? ¿Podría esto ser simbólico solamente, o debía buscar?
Fuertes contracciones abdominales me doblaron en dos, y proseguí mi camino de rodillas, mientras que espantosas distorsiones sonoras me atravesaron los tímpanos. La frase se puso a resonar sin cesar en mi cabeza.
Comencé a regurgitar todo lo que pudiera darme un alivio a mi pensamiento, pero fue peor aún. La complejidad de los pasillos múltiples así como el cansancio me volvieron febril. Un frío peligroso causó el entumecimiento de todos mis sentidos y miembros aún eficientes. Afectado por la incoherencia, me puse a gritar pidiendo ayuda varias veces, en el nombre de Mam, pero no llegó ninguna respuesta. Completamente desesperado, imploré entonces el nombre de mi padre creador, suplicándole que me ayudara.
Contra todo pronostico, me llegaron voces femeninas de ultratumba.
Un pesado silencio invade la escena.
Estaba solo de nuevo, sin poder con nadie más que conmigo mismo. Tendido en el suelo, intenté reanudar mis sentidos y calmarme. ¿Cómo había podido escucharlas? Este lugar era, de verdad, misterioso. Seguía teniendo aún algunas fuerzas en los brazos, por lo cual rompí la cuerda que me ligaba ambas manos y me quité la venda de mis ojos. No viví ni sentí ninguna diferencia.
Como me lo había predicho la sacerdotisa con cuernos, alguien se había apoderado de mis ojos, y estaba ciego. Me levanté con dificultad y me puse a investigar los innumerables pasillos serpenteantes.
Este maldito laberinto era inmenso.
Afectado de una cierta inconsistencia, yo me puse a reír.
Estas dos palabras mencionaban una fruta en nuestra lengua.
Mi error me dio tanta risa que casi me daba dolor en las costillas, por la contracción de mis músculos. Fulminado por el dolor, traté de detener mi interminable progreso en medio de las oscuridad y me extendí sobre el suelo para hacer el punto. No podía moverme más, pero poseía aún un poco de lucidez.
En realidad, todas las palabras utilizadas en este rompecabezas formaban parte de nuestra lengua, pero se derivaban directamente del Emesà, el dialecto Amasutum que sirvió para componer nuestro idioma corriente. Debí dividir la palabra “ôis' sennur” para comprender y resolver el enigma.
Sí, esto se ajustaba bien al papel que desempeñaban Amasutum en nuestra raza. Eran las Oscuras que se ocupan de las estrellas y también de las estrellas oscuras, es decir, planificadoras, quienes, a la vez, tienen el conocimiento del absoluto.
Me recordé, con dolor, de la frase de la sacerdotisa:
¡El UR que me faltaba encontrar aquí, se trataba del homófono ÛR, que quería decir “tronco de árbol”, y también “seno”!!! Acababa trabajosamente de reconstituir el rompecabezas.
El “ôis' sennur”, me iba a aportar el sentido oculto de la fruta, y también el lugar donde iba a poder obtener el fruto que me aportaría la luz, es decir, la curación.46
Este descubrimiento nos incita a asociar la palabra árbol a entidades clasificadas como "oscuras", que se ocupan de las estrellas y que parecen poseer una determinada energía. Precisamente la misma idea que se encuentra en Elohim, el director del proyecto para la primera creación, que nos asemeja a celestiales planificadores al servicio de la fuente original y su representante en la Tierra: Tiamata, la diosa primordial. Como creadoras del mundo, las sacerdotisas-Elohim realmente se ocupaban de las estrellas y poseían una energía creativa apta para aportar vida ...
En el idioma náhuatl y maya, el dios creador se llama Teol. La partícula TE se refiere a un "árbol" y OL significa "espíritu". Esto implica que el dios creador de la tierra y el cielo no es nada menos que el espíritu de un árbol en los ojos de los Amerindios de América Central. Lo que es importante tener en cuenta en este ejemplo, es que encontramos a la vez el concepto cristiano del espíritu creador de Dios simbolizado por el Espíritu Santo, y el árbol divino el que permite acceder a la Sabiduría.
Ahora bien, ya tuvimos en cuenta que el Espíritu Santo y
la sabiduría (el árbol) son atributos de la Diosa Madre. Lo que es
más notable es que la partícula-Sumeria Gina'abul TÈ expresa una
"luz" TE4 significa "quemar", "quema" y UL significa tanto "flor",
como "estrella" o “brillar” u “antiguo”. Por consiguiente, en la
lengua de "dioses", el término de América Central Teol (el
árbol-espíritu = divinidad, dios) significa algo así como "la luz
que brilla" o "la luz de la estrella" o "la flor de la quema, etc ..
Añadamos también que la palabra egipcia utilizada para nombrar un
árbol es éen. Este término existe en el sumerio en la forma âEN y
significa simplemente "claro, puro, brillante, reluciente". Todos
estos ejemplos son, una vez más, en el mismo sentido.
Fue hace mucho tiempo, la aldea de Koji-ndô, hoy Sà-têi-ia, que supuestamente habría tenido lugar un rapto, como lo informa la obra de José Fortier S.J. en “El Mito y los Cuentos de Sou en País de Mbaï-Moïssala” (Ediciones Clásicas Africanas, 1967):
Con un nudo la garganta, me atreví poner la palabras siguientes. Nuestra lengua es tan precisa que cuando se ponen las palabras en su contexto adecuado, el sentido viene por sí mismo.
Sin embargo, como para tranquilizarme, la frase pronunciada por mi en voz alta, articulándolo de la mejor manera posible con el fin de comprobar:
¡No hay error posible!
Sin saber por qué, empecé a gritar el principio de la enigmática frase, cuyo significado oculto no había sido capaz de descifrar:
Temblando, me arrastré en línea recta, con el permanente temor de golpear la pared.
Al borde del agotamiento, oí mi corazón acelerar y golpear mis sienes, bajo el esfuerzo. Después de un recorrido de ocho veces mi tamaño sobre mi vientre, me pareció escuchar pasos. avanzar hacia mi.
Detuve mi esfuerzo durante un corto instante para apreciar mejor el ruido y me puse a gritar pidiendo ayuda, repitiendo mi descubrimiento varias veces:
Un perfume de flores se puso a flotar en la sala, una sacerdotisa se puso en cuclillas ante mi y me habló tiernamente:
Eufórico, ahogué mi cara en sus brazos. Sin la menor vacilación, me reconfortó de una presión que puedo definir hoy como maternal.
Mis manos febriles rozaron sus brazos y sus manos y descubrieron que llevaba pesadas pulseras a sus muñecas, así como un anillo de metal que se envolvía como una serpiente en torno a su índice.
La sacerdotisa acababa de pronunciar la palabra mágica que liberó todas mis dudas en cuanto al sentido de mi iniciación, pero que, sin embargo, no hizo más que aumentar mi estupor.
La escuché deslizar su falda a lo largo de sus caderas. De una fúnebre e inquietante manera, dirigió mi cara hacia los pliegues de su falda y la ocultó con flexibilidad entre sus piernas. A pesar de mi fiebre, sentí rápidamente la dulce fragancia de las flores, y un embriagador y extraño olor acre de la sangre…
Totalmente sorprendido, vacilé un momento, pero la sacerdotisa me estimuló con fuerza.
Con la rapidez de un trueno, un impulso bestial comenzó a hincharse en mi y tomó todos mis sentidos, no me hice rogar una segunda vez, ya que mi vida dependía de ello.
La monstruosa perspectiva de salvarme la piel despertó toda la energía ocultada, cuando mis ojos vigorizados constataron que estábamos en el Kizàh (lugar secreto). Todo mi camino a través de los túneles sin fin en las profundidades de mi ser. Me regué de su sangre con una violencia desencadenada hasta los límites extremos del desmayo.
Sentí un poderoso y potente fuego 47 regenerador correr por mis venas.
47. Tengamos en cuenta que en la lengua de “dioses”, el término AMA (madre) es sinónimo de calor, gracias a su equivalente acadio Ummu que a la vez quiere decir madre y calor. ¡Del mismo modo, el homónimo AMAj expresa la potencia y la fuerza! Es digno de mencionar que la señal sumeria antigua del término AMA (madre) es en forma de una estela con una estrella en el interior. Se trata exactamente de la misma señal sumeria antigua en forma de estrella que se utiliza para expresar los términos MUL (“estrella”) y DIGIR o DINGIR (“divinidad”, “dios”), (véase ilustración más abajo).
En la más alta antigüedad, las estelas sagradas o más simplemente las piedras elaboradas (estelas) simbolizaban la divinidad del cielo a las cuales los humanos dedicaban un culto religioso. Los antiguos Hebreos hacían la adoración a través de piedras sagradas, al Elohim, denominadas maççebôt. Del mismo modo, la diosa cananea Ashéra (literalmente. “polo sagrado” o “árbol sagrado”) se veneraba de la misma forma, así como la diosa griega Cybèle, creadora de la raza humana, que fue venerada en forma de una piedra negra. Entre los dioses, podemos también citar a Yahvé y a Zeus quienes fueron simbolizados por estelas sagradas. Ejemplos de este tipo son innumerables en las tradiciones del mundo. Entre ellas, se destaca que la palabra egipcia Udj quiere decir a la vez estela o piedra levantada, así como también orden, decreto y el verbo pedir.
Poco a poco recobré mi vista y me ofreció el espectáculo de la ùâla (vagina) entreabierta de la sacerdotisa, vertiendo su providencial Ûzug en mi boca.
Este momento de embriaguez y vértigo duró aún algunos momentos, lo suficiente para tragar varios tragos de la preciosa sustancia. Posteriormente, desvié mi cara del ùâla e hice frente a un pie con uñas cuidadosamente maquilladas de negro, calzando una sandalia de correas doradas. Cerré mis ojos; el tiempo pareció ya no existir.
En un instante, el otro significado de la palabra Ûzug, que recordaba, para nosotros, la sangre menstrual de las sacerdotisas se reveló ante mi. Una vez más, un valor oculto se encontraba detrás la combinación de sílabas y fonética de esta palabra.
Al dividir este término en Û-ZU-ÛG, realicé su siento oculto:
La sacerdotisa se retiró suavemente con gran agilidad sobre el suelo. Vi por primera vez su rostro.
Poseía ojos de un verde profundo y era inquietante con su mirada sombría, destacada con khôl y su boca teñida de negro
Le respondí por un movimiento de cabeza. Tomó entonces un paño de un material desconocido y me lo pasó cuidadosamente sobre mi cara que tuvo que ser manchado. La hembra luego me hizo beber un trago de un líquido de sabor extraño y metálico. Me pareció reconocer el sabor del kùsig (del oro).
Aún bajo el choque de lo que las Amasutum
acababan de hacerme sufrir, mi estupor se intensificó. Que ilusión, había permanecido en la misma sala desde el principio. En cuanto a las Amasutum, estaban allí, todas, con la espalda a las paredes, y habían contemplado cruelmente mi progresivo e interminable desamparo en el centro de la oscuridad.
Descubrí un enorme laberinto cuidadosamente trazado sobre el suelo. Esta imagen simboliza la iniciación absoluta, la que conduce al iniciado hacia una restauración y una metamorfosis redentora final. Mientras me preparaba para levantarme, la sacerdotisa que me había ofrecido su Ûzug me tendió su pie para que le agradeciera con un beso, cosa que hice solemnemente.
La extraña sacerdotisa de cuernos se manifestó.
20 - La diosa egipcia Hator, denominada “la Dama del Sicómoro” o “la Dama de la Vida” concede sus frutos a un hombre. Tumba de Pashedu en el Valle de Reyes (véase nota 49 con respecto a Hator y al secreto de la fruta del árbol).
AMA es también el primer elemento de numerosos nombres de diosas. Este signo simboliza AMA-AR-GI “el perdón de las deudas divinas”, cuya estricta traducción da: “madre brillante y estable (o que restaura)”. Este signo simboliza claramente una estela sagrada o una piedra elaborada, culto religioso como tributo que aquellos humanos rendían a la divinidad del cielo. Es interesante tener en cuenta que el homófono AMA2 no menciona ya la feminidad, sino “el señor”, “la fuerza” o también “al toro salvaje”. En el volumen 2, hablaremos de una casta de sacerdotisas Ama'argi vinculadas al planeta Tierra.
Paré inmediatamente a mi interlocutora.
Me prosterné a manera de aprobación. Mami vino a entonces y se incorporó en medio de la sala, y yo percibí perturbación.
La sacerdotisa con cuernos añadió estas últimas palabras:
Estas últimas palabras dieron por finalizada mi primera iniciación en la comunidad de las Amasutum. Las iniciaciones con las cuales me había comprometido, bien a pesar mío, iban a permitirme contener el fuego sagrado, la santa energía femenina de lo eterno.
Iba, en adelante, a frecuentar la insondable segunda boca de nuestras hembras, la que cura males y que da un acceso directo a lo divino.
22 - Códice mexicano de Borgia, tablero 66. Un árbol de vida deja escapar un mar de sangre de su apertura, que simboliza una vagina. Las raíces del árbol son simbolizadas por la cabeza de un reptil, expresando esto la afiliación del árbol con la serpiente que se encuentra en la Génesis. Ante el árbol, un hombre espera con los ojos vendados. ¡La prohibición hecha al hombre de descubrir el secreto del árbol de vida está aquí manifestado!
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