4 - Un sexo para convertirse en rey

"En el Kali Yuga, la veneración del falo es lo que existe de más eficaz en el mundo. No hay símbolo que le sea comparable. El sexo aporta los placeres en este mundo y la liberación en el otro. Aleja de nosotros los accidentes.

 

Venerando el falo, nos identificamos con Shiva. Nada en los cuatro tipos de Vedas es tan sagrado como la veneración de Linga. Esto es la conclusión de todas las tradiciones".
Shiva Purana, Vdyeshvara Sambita, cap. 21,25-32


 

Gi'rkù-Tila Nudimmud / Es-ME-Limmu
El último episodio con Ninmah me obligó de nuevo a contemplar la operación que iba a otorgarme un sexo. Apenas había esperado mi autorización para cohabitar con Enlil. ¿Que tenía él a sus ojos?

 

El esposo simple de Nammu tenía más. La impertinencia obsesiva de Ninmah causaba en ella un sentimiento de superioridad; mi compañera revisó otra vez los gastos. Estaba impaciente, debía a toda costa transmitirme a mi Mam un poco de la potencia Usumgal.

 

¿Que sabía sobre el futuro que nos esperaba? Posiblemente no iba siempre estar a su lado, se volvía urgente garantizarme de su seguridad

Temía su reacción, porque me había dado a entender repetidas veces que el tiempo no apretaba y que teníamos toda la eternidad delante de nosotros. Estaba impaciente, por cierto, de unirse a mí, pero su manía de querer reglamentar todo minuciosamente y de seguir el protocolo Amasutum sistemáticamente ganaba la mano a sus deseos personales.

Además, Mam jamás me había manifestado el deseo de adquirir la potencia Usumgal. Sin embargo se produjo lo imprevisible, Damkina respondió favorablemente a mi demanda. La terrible visión del ejército de Aa en acción le hizo reconsiderar sin duda su juicio. Sin embargo, no lo hizo para recuperar mi potencia, sino muy al contrario para poder obtener su "divinidad".

 

Mamitu quería convertirme en el primer rey al servicio de la causa Amasutum, "el reflejo de la Maestra de la vida" y "el señor de la duración temporal sin mutación". Tomo aproximadamente el sentido oculto de esos nombres, y comprendo que estaban relacionados con el matrimonio sagrado del que Mam y yo íbamos a ser objeto.

 

Mi compañera quería crear una transmutación sexual, una unión al valor creador esencial donde los polos opuestos iban a ser fundidos en una unidad en la cual no existe nada más.

 

Íbamos a hacer sólo uno, y de esa manera, iba a obtener la realeza sagrada de las sacerdotisas.70

 

 

70. Los papiros egipcios y las tablillas mesopotámicas atestiguan con precisión que las diferentes diosas del antiguo Egipto y de Mesopotamia - asimiladas a Vacas Celestes - les transmitían a los reyes su divinidad y poderes divinos al tener contactos sexuales con ellos. El rey era invitado a compartir la energía vital de la diosa en la cama nupcial sagrada, donde obtenía la inmortalidad, convirtiéndose así en "el Toro del Cielo". Lo mismo, las grandes sacerdotisas de la antigüedad, las verdaderas encarnaciones de la Diosa-madre sobre la Tierra, practicaban el hieros gamos "el matrimonio sagrado". Escogían a un amante, considerado como el hijo de la Diosa-madre, y practicaban con él "un contacto sexual sagrado". Al final del ritual, el hombre era a la vez metamorfoseado en esposo de la diosa e investido con la función real. Estos ritos se practicaban en Sumeria, en Egipto y en la Grecia clásica.

 

 

Mamitu-Nammu me invitó a una reunión con el fin de explicarme el desarrollo de la operación quirúrgica que deseaba ejecutar sobre mi persona. Era biólogo y no cirujano, la operación en cuestión pedía algunas aclaraciones precisas.

Fui a la pequeña unidad de producción al borde del estanque donde Mam tenía la costumbre de trabajar. Estaba rodeada por cuatro sacerdotisas quiénes le iban servir de asistentas. La hora era la misma que la de la clonación en serie; innumerables documentos quirúrgicos se encontraban sobre la mesa de operaciones en medio de la habitación. Mami me presentó a sus auxiliares y me invitó a tomar sitio en la mesa.

 

Eché un ojo furtivo sobre los documentos adornados de esquemas y diagramas anatómicos.

Damkina me expuso brevemente el desarrollo de la intervención. Utilizó numerosos términos técnicos que no conocía. Lo que parecía preocuparla no era la operación, sino la fase de cicatrización.

 

¿Iba a soportar la incorporación del cuerpo extraño? ¿Cómo iba a reaccionar mi piel frente al traumatismo operatorio?

 

Todo era determinar precisamente qué ritmo tenía mi producción de aumento de proteínas y fibras de colágeno que remodelan los tejidos que iban a ser puestos en movimiento. Los Gina'abul eran tan numerosos como la cantidad posible de reacciones postoperatorias. Yo era parte Abgal, como Mam, y era una gran ventaja superior para la intervención.

Esta información inédita a mis ojos, algunos días antes, apenas había suscitado alguna reacción particular por parte de Mamitu, porque ella recientemente me confió que había observado mi afiliación desde el primer instante. Es por esta razón por la que se interesó tan rápidamente por mí.

 

La doctrina Abgal que concernía a las hembras era rigurosa: ¡debían unirse sólo a Abgal machos!

 

La potencia de las Abgal hembras no podía transmitirse a extranjeros, ni siquiera a otros Gina’abul. Una cuestión esencial súbitamente me vino a la mente. ¿Cómo había Mam copulado hasta ahora? ¿Únicamente había copulado con Abgal? ¿Y de qué manera lo hacía, de modo místico meditabundo o "tangible" -sexual?

Las cinco sacerdotisas estaban en plena discusión.

"Los músculos ischio-cavernosos y bulbo-esponjosos que forman la estructura muscular pelviana anatómicamente son semejantes en los dos polaridades. La anatomía genital de Sa’am se parece a la de la hembra, no tendremos ninguna dificultad incorporando aquí el cuerpo cavernoso" - no estaba concentrándome en la exposición que me estaban haciendo, y Damkina lo percibió.

Levantó la mirada al cielo, me hizo una reflexión sobre mi descortés falta de atención y reanudo la concertación quirúrgica.

 

Yo era un apasionado por la ciencia de la vida, hablar de moléculas y células, pero me horrorizaba la anatomía y sus aturdidores términos,

"La hidráulica eréctil les da el comando a millones de válvulas que regulan la circulación y la presión sanguínea en el miembro" - tenía vértigo.

Quise acabar esta prueba.

"...El número de hilos de sutura aumenta la resistencia ".

¿Quién habría podido creer que el gran especialista en biología que era yo no podía soportar la vista anatómica de la composición organizada de los seres vivos?

 

¡La disección verdaderamente no era lo mío! Yo era el hazmerreír de las sacerdotisas en mi último viaje a Mû’ù u, estaba fuera de cuestión revelar nuevas debilidades a aquellas a quienes debía manejar.

 

La duda me hizo volver mi cabeza a esta operación o iba a condenarme para siempre a la dualidad: ¿Iba la sexualidad animal a revelarse en mí en detrimento de la fuerza del espíritu?!

Me levanté indicando que confiaba totalmente en ellas y tenía mucho trabajo. Todo me parecía perfecto, no tenía que añadir nada. Tenía la reputación de ser un buen oyente, pero en el contexto presente me faltó el asombro más grande de Mam y de sus asistentas.

 

Damkina se levantó y me cogió el brazo.

"Necesito tu sangre para analizarla" me dijo secamente.

Abrí mi brazo y una de las asistentas plantó allí brutalmente una jeringa.

 

Mi sangre no era azulada como la del conjunto de nuestra raza, sino verdusca; era ciertamente Abgal y la autentificación ya no hizo más la sombra de duda. Fui a la periferia de Adhal, allí donde algunos días antes la ancha pradera servía de fuente única y alimentaria de los Anunna de Dukù. El lugar estaba ahora investido con algunas máquinas agrícolas maniobradas por Anunnas de doble polaridad procedentes de Zagdu.

 

Estos últimos parecían tolerar la presencia y la convivencia con Amasutum. Un puñado de sacerdotisas dirigía las operaciones, oí su voz elevarse en la llanura dividida en zonas, en múltiples campos de cultivo.

La tensión del ambiente era palpable, la guerra no estaba muy lejos. El tiempo estaba como suspendido, a la imagen de estos interminables días sin ninguna verdadera puesta del sol, bañados por un calor ambiental agradable, pero para mi gusto cada vez más aplastante. ¡No dejaba de pensar y repensar en el Nungal y en este extraño sueño que me perseguía, siempre lo mismo!

 

Esta visión me obsesionaba, y si duda encerraba un símbolo escondido, algo que debería descifrar, sin embargo no podía. Esperaba un signo de arriba, una señal Kadistu.

 

Me puse a rogarle a la Fuente Original como cuidadosamente me había enseñado Mamitu. ¿Es que la mayoría de Anunna habían dejado Adhal para introducirse en el Abzu del Dukù y sufrir allí un entrenamiento militar similar al que había podido observar en el Abzu de Ésârra. ¿Habré tenido alguna palabra que decir sobre la utilización sistemática de Abzu?

 

Había carecido cruelmente de vigilancia últimamente, y pagaba un precio fuerte. La familia de Gina'abul fue hecha así, había que quedarse siempre vigilante, si no, sus propios hermanos, perpetuamente preparados para sacar provecho de su descuido, nunca tardaban en confundirle.

 

Perdido en mis pensamientos, oí pasos acercarse subrepticiamente.

- Te ves muy preocupado Lugal.

Enlil me abordó en un tono afectuoso y me miró, equipado con un mono blanco extrañamente similar al de mi creador.

 

Mis ojos se perdieron en el horizonte lejano.

- Lo estás haciendo muy bien joven Dun (estudiante). Los Ušumgal te han adoptado, At tiene su mirada sobre ti, Nindigir alaba tus iniciativas, y en cuanto a Ninmah, ¡ni decir que está a sus pies!

- ¿Es esto que te molesta Nudimmud?

Miré los cultivos y extendí mis brazos para abrazar la ancha llanura.

- Todo lo que ves aquí está bajo mi control. Cada ser aquí mismo está bajo mi responsabilidad, ¿no?
 

- ¡Confirmo Lugal!

- Si alguno de ellos falta a sus compromisos, ¿qué debo hacer que mi joven Dun (estudiante)?


- Debes castigarlo sin dudarlo, por lo menos esto es lo que haría si yo fuera tú, noble Lugal, me lancé, sonriendo con aire de suficiencia.

- ¿Tú no tienes absolutamente ninguna misericordia?

- ¡No Lugal! La indulgencia no es para los débiles de un Barag (rey). Un Barag debe ser respetado por sus Duna (subordinados).

- Así, tú aplicarías la manera fuerte, la de la represión. Debo reconocer haber pensado en eso - a pesar de mí mismo - porque es de mi creador. Sin embargo, no emplearé este método sobre ti, mi Duna (subordinado). No tomes esto por debilidad sino por sentido común...

La cara de Enlil se encendió súbitamente.

 

Estaba tan lleno de sí mismo que no podía considerar la posibilidad de cualquier error.

- ¿Qué me reprochas, Lugal?

- De haber autorizado a Ninmah a utilizar tu patrimonio genético para mezclarla al suyo y crear así un Alagni sin mi conocimiento.

- ¿No he procedido como tú, noble creador? ¿No creó con mi sangre? ¡No soy genetista como Ninmah y tú, y sin embargo creé! ¿No deberías estar orgulloso de mí y de nuestra iniciativa? Quise igualarte, Nudimmud, y Ninmah me permitió cumplir mi deseo.

La locura creadora del Gina'abul no tenía límites.

 

La envidia de hacer mejor que su creador estaba presente, tanto en Enlil como en mí, no podía culparlo. Enlil era réplica fácil, reivindicaba de tono moralizador un precepto ancestral totalmente legítimo que no podía rechazarlo. Mi Alagni conocía muy bien sus derechos. Con nosotros, la jerarquía natural o simple, no implicaban sistemáticamente una supremacía inmutable, sino que encontraban su sentido en la expresión de las relaciones de fuerza permitida a cada uno de nosotros.

 

Lo había comprobado a mi pesar, acabando con Abzu-Abba y heredando de sus poderes, su realeza y todos sus bienes. Era una posición tanto más confusa para mi ya que los derechos de nuestro antiguo rey jamás habían tenido valor legal a los ojos de la sociedad de las sacerdotisas, que había tolerado esta situación pero de ninguna manera la habían ratificado.

Se volvía cada vez más evidente que Enlil iba hacer a todo para sobrepasar a su creador, y luego hacer valer sus derechos entre los Usumgal. Estaba dispuesto sin duda a acceder al mismo poder por medio del matrimonio.

Le respondí a Enlil que casi había tenido tiempo de examinar a Mas. No obstante añadí que su progenitura pronto iba a tener la oportunidad de demostrarnos las aptitudes de gran estratega que pretendía poseer.

 

Dejé a mi Alagni sin dejar de ocultar mis pensamientos. No arriesgaba nada desde mi primera confrontación con mi Kuku, ocasión memorable donde tomé por costumbre protegerme sistemáticamente. Los informes frecuentes de Enlil con Ninmah me llevaron a considerar que era capaz de leer los pensamientos. Una expresión de prepotencia se leía claramente en sus ojos.

 

Una sutil tentativa de infiltración en su espíritu me permitió comprobar que tenía su Sagra herméticamente cerrado; mi discípulo indiscutiblemente estaba investido con la potencia del Usumgal, la que Ninmah le había transmitido y la que ella misma había conseguido de mi padre creador.

 

La propagación del Niama por vía sexual aporta siempre la herencia, había ahora un poco de la locura de An y de Ninmah en Enlil...71

 

 

71. El tema de la transmisión de los poderes "sobrenaturales" de las divinidades del cielo por el medio sexual aparece en numerosas tradiciones. Citemos como ejemplo el Génesis, capítulo 6, donde Dios decide acortar la vida útil de la humanidad de 120 años porque los "ángeles" se unieron a los humanos contra su voluntad. La misma idea se encuentra en la leyenda hitita de Hupasiyas. En este episodio, el mortal Hupasiyas tiene la misión de derribar a un malévolo dragón. Con el fin de permitirle competir con este último, la diosa Inara se une a Hupasiyas y de esta manera le transmite un poco de su divinidad. Una vez consumada la misión, Inara obliga a Hupasiyas a aislarse del mundo de los humanos y sobre todo de su familia, a por temor de que le comunicara la fuerza divina a su mujer, que a su vez podría difundírsela a sus hijos al amamantarlos. El pobre Hupasiyas desobedece e intenta escaparse de su prisión dorada, entonces la diosa Inara se ve obligada a eliminarlo…

 

 

Los acontecimientos se desencadenaron rápidamente. Aquel Danna, después de mi conversación con Enlil, me encontré sobre la mesa de operaciones, totalmente agotado por el solo deseo de acabarlo lo más de prisa posible. Mam se había rodeado de las cuatro sacerdotisas que había encontrado en el momento de la entrevista para la cirugía.

 

Todas ellas estaban vestidas de un color verde claro con reflejos brillantes. El símbolo Amasutum, formado por los dos Mus entrecruzados, figuraba sobre su pecho. La atmósfera era sofocante y la sala estaba bañada por una luz caliente e intensa que me cansaba los ojos.

Mamitu y yo habíamos, en la víspera, discutido largamente sobre la intervención. Había querido describirme la minuciosa operación que iba a ejecutar en mi cuerpo. Comprobando otra vez mi confusión, finalmente debí admitir mi incomodidad frente a la cirugía. Desde entonces, Mam no dejó de reconfortarme con sus brazos protectores y de murmurarme de palabras tiernas al oído.

 

Sacó provecho de eso para recordarme que esta operación estaba siendo efectuada con el fin de que pudiéramos unirnos por fin en el amor, y que el reino instituido y organizado por las hembras sólo era secundario a sus ojos.

Extendido sobre la inhóspita mesa de operaciones, fui tomado por espantosos tormentos, y soñaba con los Nungal, de hecho, mis pensamientos a menudo se volvían hacia ellos.

 

¿Qué habría sido de ellos y que sería de ellos ahora que iban a tener lugar esta cadena absurda de circunstancias? ¿Tendría Tiamata la audacia de utilizarla contra nosotros? ¿Tendría esta pesadilla que ver con mi malestar? Lo reconozco, estaba petrificado de miedo. Todo se mezclaba en mi cabeza.

Damkina me presentó esta cosa floja y muerta, este Gès que habían clonado especialmente para mí y que iba a ser integrado en mi cuerpo. Una nube vaporosa de emanación tranquilizadora fue introducida en la habitación calafateada por la acción de una sustancia gelatinosa que tenía por resultado esterilizar los lugares.

 

Una de las sacerdotisas me inyectó un líquido que me entumeció la pelvis. Traté de relajarme en vano. Era normalmente sensato permanecer despierto para asistir a la operación y una de las cirujanas debía describirme el desarrollo de la intervención punto por punto. En el último instante, Mam lo decidió de otro modo, era como si sintiera mis emociones.

 

Mi liberación se efectuó cuando me colocó una máscara sobre la cara para dormirme. De ese modo inesperado, Damkina guardó las apariencias; había presentado suficientes deficiencias, y no quiso realzarlas, sobre todo a los ojos de sus colegas

A pesar del confuso trayecto de mi existencia y de las numerosas obligaciones de las que había sido objeto, la providencia siempre me había acompañado. Dejé mi vida en manos de mi compañera, dispuesto a pedir prestada una nueva vuelta que iba en contra de mi naturaleza predestinada por mi creador y que, contra toda previsión, iba a llevarme hacia un mejor conocimiento de mí mismo, de otros, y de la Fuente Original.

 

Al despertar me encontré solo en la habitación. Una gruesa venda me cubría toda la pelvis hasta la altura de los muslos. No tenía ninguna noción del tiempo que había pasado desde mi intervención.

 

Intenté levantarme sin poder lograrlo, sin embargo, una sacerdotisa salió de la esquina de la habitación y vivamente me aconsejó que permaneciera acostado. Me reveló que había dormido un día y medio. Aprovechó que estaba despierto para cambiar el vendaje que me picaba horriblemente. La Amasutum cortó delicadamente el la acumulación de bandas a lo largo de mi cadera y destapó el cuerpo extraño.

 

Su vista me dio un profundo asco. La sacerdotisa observó mi asco con desapego y subrayó que podía estar orgulloso de su obra, que era un gran éxito.

 

Me burlé de eso, todo lo que me preocupaba en este instante era saber cómo iba a desplazarme en lo sucesivo con esta cosa entre las piernas,

"¡Harás como todos los machos!" me gritó.

¿Todos los machos? ¡Los Anunna no tenían sus testículos 72 al aire como yo!

 

Me consolé recordándome que poseía ahora la misma fisonomía que los éutum, los Nungal y Enlil


72. Pequeño paréntesis importante, anotemos la similitud extraña entra al SIR4, (o SlR) sumerio cuyo sentido es testículos - símbolo verdadero de virilidad - y la palabra inglesa Sir que es un título de honor reservado para los "hombres de buena familia" o "de buena descendencia" como deberíamos precisar. También encontramos este término en el resto de Europa bajo la forma Sire, denominación que fue otorgada a los señores, a los emperadores y a los reyes.

 

En estas condiciones, hay que asombrarse que el verbo y el homófono sumerio SlR quiera decir: "¿decidir, obligar"?  El SlR sumerio imputado a una persona daría "el que decide u obliga". Todavía mejor, los términos SIR y SlR10 evocan a una serpiente o dragón, implicando una vez más una estrecha relación entre la realeza y el reptil.

 

Terminemos indicando que el término SlR, anteriormente citado, también quiere decir luz y fuego en sumerio, una afortunada coincidencia hace que las múltiples tradiciones antiguas como las de Egipto, Mesopotamia o aún las Américas, dicen que los reyes representaban la luz del astro solar porque eran la misma encarnación de los "dioses" sobre la Tierra... La literatura sumeria es abundante en términos reptiles, anotemos entre ellos a NIR-GAL-BÛR que designa a una familia totalmente desconocida de lagartos a los sumeriólogos.

 

Traduciendo este término (plazo), obtenemos literalmente "Gran príncipe con escamas". En los tiempos antiguos, "los grandes príncipes sin escamas" formaban a las familias reales humanas nacidas de "dioses" y quienes dirigían a la humanidad en su nombre

 


Le hice ver a la sacerdotisa que parecía no tener ninguna consideración para su soberano, a lo que respondió que era para ella sólo un simple paciente, y por añadidura fastidioso e irascible.

 

La hembra inspeccionó minuciosamente el Gès y me forzó por observarlo con ella, esto se volvía cada vez más molesto.

"Me tomo a broma tus caprichos hijo mío, estoy aquí para verificar que todo es ordenado. ¡Buena noticia, cicatrizas tan rápidamente como los Abgal de cepa pura!" dijo fríamente.

Lo manipuló firmemente siendo al mismo tiempo delicada, la sensación sentida fue increíblemente extraña.

"No vamos a insistir, es todavía demasiado temprano para estimularlo. Cuando sientas el momento oportuno, despiértalo dominando tu reflejo eyaculatorio. No tomes la mala costumbre de disminuir tu potencia sexual".

La sacerdotisa me hizo una nueva venda, me dio algunas otras recomendaciones entre las que estaban manipular mi sexo en cada nueva cura y salió rápidamente de la habitación.

¿Cuánto tiempo iba a tardar la recuperación? No había del tiempo a perder, estaba lo suficientemente despierto como para levantarme y dejar esta maldita prisión.

 

Estaba dispuesto a aguantar muchas cosas por Mam y las sacerdotisas, pero de ninguna manera tenía ganas de dejarme dictar lo que debía hacer. Dí una rápida vuelta por la habitación y no encontré mis vestimentas, no obstante, alcancé a ver una túnica de Amasutum de hilo blanco, lujosamente bordada, amontonada en un rincón.

 

Me lo puse, pero era demasiado estrecha para mí, y dejé el lugar a toda prisa.

El planteamiento fue difícil y el paso bastante mal garantizado. La venda me impidió levantar las piernas libremente, mi torpeza fue tal, que estuve a punto de caer en el estanque. Tenía un porte altivo saliendo vestido de hembra y pitando de este modo.

 

No podría decir cuánto tiempo corrí, en cambio, hice todo para reducir lo más posible este suplicio. No me acuerdo de haberme cruzado sobre la senda que separaba la unidad de producción hacia nuestros apartamentos, en los cuales me apresuré a cambiarme. Los días siguientes, yo mismo me ocupé de reemplazar mi vendaje.

 

Evité lo mejor posible a Mam y evadí a una partida de nuestras hembras que parecían cada vez más hostiles respecto a mí. Para coronar todo, la insuficiencia de la producción agrícola había alcanzado los oídos de mi Kuku. En algún Dannaje fui reducido al estatuto del mayor rebelde de todo Mulmul.

Debí, sin embargo, estar presente en los lugares de producción con el fin de dar la impresión de manejar la situación. Di instrucciones en Santana (horticultores, jefes de plantación) que laboraban en los campos evitando al mismo tiempo a las sacerdotisas, que recibían las órdenes directamente de Damkina: ¡me enredé en una verdadera partida de escondite!

 

Esta situación duró sólo un tiempo, solamente 11 de nuestros largos días, lo que se reveló ser una verdadera hazaña. Al final de esta carrera sin fin, Kisâr, el alter ego de doble polaridad de Ansâr, me visitó y me cuestionó sobre los problemas de producción. Fue más bien conciliador frente a mis evasivas respuestas , y me invitó a explicar mi punto de vista en la Asamblea de Ubsu'ukkinna dentro de tres días.

 

Kisâr me aconsejó e encauzar este asunto, hasta entonces amistoso y cooperar sin moderación con mi Kuku. Lo invité a releer atentamente el ME 32/1-2-3-4-5, ME 40/1-2 y ME 43/1-2-3-4-5 que parecía haber olvidado totalmente.

 

Kisâr me replicó que lo tenía bien en memoria. Le hice ver que, en este caso, esta discusión no tenía por qué efectuarse. El mismo día, me dejé sorprender tontamente por un grupo de sacerdotisas en lo mejor de la explotación. Me pidieron seguirlas sin resistencia, y con toda urgencia, lo hice. Las hembras me llevaron cerca de Mamitu, al amparo de las miradas indiscretas, en la pequeña unidad de producción.

 

Mi compañera estaba en todos sus estados, no le había conocido todavía nunca en tal disposición. Me inspeccionó por de abajo a arriba anunciándome que pronto iba a producirse un milagro, su tono alegre me lo confirmó. Tenía la tez más oscura que como de costumbre, soñé en seguida con sol omnipresente en Ubsu'ukkinna

Damkina le pidió a la multitud que nos dejaran solos. Apenas estuvimos solos se arrojó sobre mí y se apresuró a inspeccionar el estado de su trabajo.

A pesar del entredicho sobre la Tierra de reproducir la cara de los "dioses", el período de Obeid (entre 6,500 y 3,700 antes de J.C.) que precedió al de los sumerios, es característico gracias a sus numerosas figurillas de arcilla cocida encontradas en tumbas, representando las divinidades femeninas y masculinas en formas reptilianas resaltadas.

 

Estos ídolos de 15 cm aproximadamente son co-sustanciales de los sitios de la cultura de Obeid y fueron exhumados en sitios o ciudades como Eridu, Ur, Choga Mami, Samarra, Uquair...

- No te preocupes, le dije, todo está bien. He cambiado los vendajes, ahora está cicatrizado. ¡Soy realmente un Nungal!

Mi compañera me presentó sus excusas, añadiendo que las estrechas relaciones entre la autoridad y la fidelidad no se derivaban solamente de múltiples prescripciones, sino que principalmente de la confianza que manifiesta el soberano por las nuestras.

 

Había manifiestamente decepcionado a mi entorno femenino. Damkina hundió nuevamente el clavo, haciéndome ver que Enlil había sabido aportar su credibilidad en varias de nuestras sacerdotisas.

El Pueblo de la Serpiente poseía su reina en la persona de Mamitu-Nammu-Damkina, pero le faltaba su soberano y rey.

"¡No quiero entronizar tu Alagni en tu lugar!" termina por decirme.

La situación era insoluble. Era el tiempo para mí de recobrar un poco de crédito ante las sacerdotisas. ¡Ciertamente!

 

Sin embargo, ¿cómo iba a celebrarse el ceremonial de entronización, cuál prueba tenía aún por sufrir?

 

No me tranquilizaba el silencio voluntario de Mam, pero me sentía en el deber de satisfacer su deseo que databa desde el momento en que tuvimos el clon Nungal en la ciudad de Ankida. En aquella época ya lejana en mis recuerdos, me hice el Nitahlam (amante) de Mamitu y ella planeó hacerme su rey. Esta había sido su condición absoluta para ganar mi libertad.

Mam parecía exageradamente entusiasmada. No supe si era simple alegría de encontrarme o si tenía la seguridad que su trabajo estaba en buen estado.

 

Me inspeccionó atentamente de abajo a arriba y me repitió que iba a producirse un prodigio, añadiendo que era muy ingenuo. Debíamos aún esperar algún Danna por una razón no identificada antes de volver a nuestros apartamentos donde habría de efectuarse el ritual.

 

Se me dotó, en aquella época, positivamente con una credulidad lamentable...

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