Gi'rkù-Tila Nudimmud / Es-ME-Limmu
El esposo simple de Nammu tenía más. La impertinencia obsesiva de Ninmah causaba en ella un sentimiento de superioridad; mi compañera revisó otra vez los gastos. Estaba impaciente, debía a toda costa transmitirme a mi Mam un poco de la potencia Usumgal.
¿Que sabía sobre el futuro que nos
esperaba? Posiblemente no iba siempre estar a su lado, se volvía
urgente garantizarme de su seguridad
Mamitu quería convertirme en el primer rey al servicio de la causa Amasutum, "el reflejo de la Maestra de la vida" y "el señor de la duración temporal sin mutación". Tomo aproximadamente el sentido oculto de esos nombres, y comprendo que estaban relacionados con el matrimonio sagrado del que Mam y yo íbamos a ser objeto.
Mi compañera quería crear una transmutación sexual, una unión al valor creador esencial donde los polos opuestos iban a ser fundidos en una unidad en la cual no existe nada más.
Íbamos a hacer sólo uno, y de esa manera, iba a obtener la realeza sagrada de las sacerdotisas.70
70. Los papiros egipcios y las tablillas mesopotámicas atestiguan con precisión que las diferentes diosas del antiguo Egipto y de Mesopotamia - asimiladas a Vacas Celestes - les transmitían a los reyes su divinidad y poderes divinos al tener contactos sexuales con ellos. El rey era invitado a compartir la energía vital de la diosa en la cama nupcial sagrada, donde obtenía la inmortalidad, convirtiéndose así en "el Toro del Cielo". Lo mismo, las grandes sacerdotisas de la antigüedad, las verdaderas encarnaciones de la Diosa-madre sobre la Tierra, practicaban el hieros gamos "el matrimonio sagrado". Escogían a un amante, considerado como el hijo de la Diosa-madre, y practicaban con él "un contacto sexual sagrado". Al final del ritual, el hombre era a la vez metamorfoseado en esposo de la diosa e investido con la función real. Estos ritos se practicaban en Sumeria, en Egipto y en la Grecia clásica.
Mamitu-Nammu me invitó a una reunión
con el fin de explicarme el desarrollo de la operación quirúrgica
que deseaba ejecutar sobre mi persona. Era biólogo y no cirujano, la
operación en cuestión pedía algunas aclaraciones precisas.
Eché un ojo furtivo sobre los documentos
adornados de esquemas y diagramas anatómicos.
¿Iba a soportar la incorporación del cuerpo extraño? ¿Cómo iba a reaccionar mi piel frente al traumatismo operatorio?
Todo era determinar precisamente qué
ritmo tenía mi producción de aumento de proteínas y fibras de
colágeno que remodelan los tejidos que iban a ser puestos en
movimiento. Los Gina'abul eran tan numerosos como la cantidad
posible de reacciones postoperatorias. Yo era parte Abgal, como Mam,
y era una gran ventaja superior para la intervención.
La doctrina Abgal que concernía a las hembras era rigurosa: ¡debían unirse sólo a Abgal machos!
La potencia de las Abgal hembras no
podía transmitirse a extranjeros, ni siquiera a otros Gina’abul. Una
cuestión esencial súbitamente me vino a la mente. ¿Cómo había Mam
copulado hasta ahora? ¿Únicamente había copulado con Abgal? ¿Y de
qué manera lo hacía, de modo místico meditabundo o "tangible"
-sexual?
Levantó la mirada al cielo, me hizo una reflexión sobre mi descortés falta de atención y reanudo la concertación quirúrgica.
Yo era un apasionado por la ciencia de la vida, hablar de moléculas y células, pero me horrorizaba la anatomía y sus aturdidores términos,
Quise acabar esta prueba.
¿Quién habría podido creer que el gran especialista en biología que era yo no podía soportar la vista anatómica de la composición organizada de los seres vivos?
¡La disección verdaderamente no era lo mío! Yo era el hazmerreír de las sacerdotisas en mi último viaje a Mû’ù u, estaba fuera de cuestión revelar nuevas debilidades a aquellas a quienes debía manejar.
La duda me hizo volver mi cabeza a esta
operación o iba a condenarme para siempre a la dualidad: ¿Iba la
sexualidad animal a revelarse en mí en detrimento de la fuerza del
espíritu?!
Damkina se levantó y me cogió el brazo.
Abrí mi brazo y una de las asistentas plantó allí brutalmente una jeringa.
Mi sangre no era azulada como la del conjunto de nuestra raza, sino verdusca; era ciertamente Abgal y la autentificación ya no hizo más la sombra de duda. Fui a la periferia de Adhal, allí donde algunos días antes la ancha pradera servía de fuente única y alimentaria de los Anunna de Dukù. El lugar estaba ahora investido con algunas máquinas agrícolas maniobradas por Anunnas de doble polaridad procedentes de Zagdu.
Estos últimos parecían tolerar la
presencia y la convivencia con Amasutum. Un puñado de sacerdotisas
dirigía las operaciones, oí su voz elevarse en la llanura dividida
en zonas, en múltiples campos de cultivo.
Esta visión me obsesionaba, y si duda encerraba un símbolo escondido, algo que debería descifrar, sin embargo no podía. Esperaba un signo de arriba, una señal Kadistu.
Me puse a rogarle a la Fuente Original como cuidadosamente me había enseñado Mamitu. ¿Es que la mayoría de Anunna habían dejado Adhal para introducirse en el Abzu del Dukù y sufrir allí un entrenamiento militar similar al que había podido observar en el Abzu de Ésârra. ¿Habré tenido alguna palabra que decir sobre la utilización sistemática de Abzu?
Había carecido cruelmente de vigilancia últimamente, y pagaba un precio fuerte. La familia de Gina'abul fue hecha así, había que quedarse siempre vigilante, si no, sus propios hermanos, perpetuamente preparados para sacar provecho de su descuido, nunca tardaban en confundirle.
Perdido en mis pensamientos, oí pasos acercarse subrepticiamente.
Enlil me abordó en un tono afectuoso y me miró, equipado con un mono blanco extrañamente similar al de mi creador.
Mis ojos se perdieron en el horizonte lejano.
Miré los cultivos y extendí mis brazos para abrazar la ancha llanura.
La cara de Enlil se encendió súbitamente.
Estaba tan lleno de sí mismo que no podía considerar la posibilidad de cualquier error.
La locura creadora del Gina'abul no tenía límites.
La envidia de hacer mejor que su creador estaba presente, tanto en Enlil como en mí, no podía culparlo. Enlil era réplica fácil, reivindicaba de tono moralizador un precepto ancestral totalmente legítimo que no podía rechazarlo. Mi Alagni conocía muy bien sus derechos. Con nosotros, la jerarquía natural o simple, no implicaban sistemáticamente una supremacía inmutable, sino que encontraban su sentido en la expresión de las relaciones de fuerza permitida a cada uno de nosotros.
Lo había comprobado a mi pesar, acabando
con Abzu-Abba y heredando de sus poderes, su realeza y todos sus
bienes. Era una posición tanto más confusa para mi ya que los
derechos de nuestro antiguo rey jamás habían tenido valor legal a
los ojos de la sociedad de las sacerdotisas, que había tolerado esta
situación pero de ninguna manera la habían ratificado.
Dejé a mi Alagni sin dejar de ocultar mis pensamientos. No arriesgaba nada desde mi primera confrontación con mi Kuku, ocasión memorable donde tomé por costumbre protegerme sistemáticamente. Los informes frecuentes de Enlil con Ninmah me llevaron a considerar que era capaz de leer los pensamientos. Una expresión de prepotencia se leía claramente en sus ojos.
Una sutil tentativa de infiltración en su espíritu me permitió comprobar que tenía su Sagra herméticamente cerrado; mi discípulo indiscutiblemente estaba investido con la potencia del Usumgal, la que Ninmah le había transmitido y la que ella misma había conseguido de mi padre creador.
La propagación del Niama por vía sexual aporta siempre la herencia, había ahora un poco de la locura de An y de Ninmah en Enlil...71
71. El tema de la transmisión de los poderes "sobrenaturales" de las divinidades del cielo por el medio sexual aparece en numerosas tradiciones. Citemos como ejemplo el Génesis, capítulo 6, donde Dios decide acortar la vida útil de la humanidad de 120 años porque los "ángeles" se unieron a los humanos contra su voluntad. La misma idea se encuentra en la leyenda hitita de Hupasiyas. En este episodio, el mortal Hupasiyas tiene la misión de derribar a un malévolo dragón. Con el fin de permitirle competir con este último, la diosa Inara se une a Hupasiyas y de esta manera le transmite un poco de su divinidad. Una vez consumada la misión, Inara obliga a Hupasiyas a aislarse del mundo de los humanos y sobre todo de su familia, a por temor de que le comunicara la fuerza divina a su mujer, que a su vez podría difundírsela a sus hijos al amamantarlos. El pobre Hupasiyas desobedece e intenta escaparse de su prisión dorada, entonces la diosa Inara se ve obligada a eliminarlo…
Los acontecimientos se desencadenaron rápidamente. Aquel Danna, después de mi conversación con Enlil, me encontré sobre la mesa de operaciones, totalmente agotado por el solo deseo de acabarlo lo más de prisa posible. Mam se había rodeado de las cuatro sacerdotisas que había encontrado en el momento de la entrevista para la cirugía.
Todas ellas estaban vestidas de un color
verde claro con reflejos brillantes. El símbolo Amasutum, formado
por los dos Mus entrecruzados, figuraba sobre su pecho. La atmósfera
era sofocante y la sala estaba bañada por una luz caliente e intensa
que me cansaba los ojos.
Sacó provecho de eso para recordarme que
esta operación estaba siendo efectuada con el fin de que pudiéramos
unirnos por fin en el amor, y que el reino instituido y organizado
por las hembras sólo era secundario a sus ojos.
¿Qué habría sido de ellos y que sería de
ellos ahora que iban a tener lugar esta cadena absurda de
circunstancias? ¿Tendría Tiamata la audacia de utilizarla contra
nosotros? ¿Tendría esta pesadilla que ver con mi malestar? Lo
reconozco, estaba petrificado de miedo. Todo se mezclaba en mi
cabeza.
Una de las sacerdotisas me inyectó un líquido que me entumeció la pelvis. Traté de relajarme en vano. Era normalmente sensato permanecer despierto para asistir a la operación y una de las cirujanas debía describirme el desarrollo de la intervención punto por punto. En el último instante, Mam lo decidió de otro modo, era como si sintiera mis emociones.
Mi liberación se efectuó cuando me
colocó una máscara sobre la cara para dormirme. De ese modo
inesperado, Damkina guardó las apariencias; había presentado
suficientes deficiencias, y no quiso realzarlas, sobre todo a los
ojos de sus colegas
Al despertar me encontré solo en la habitación. Una gruesa venda me cubría toda la pelvis hasta la altura de los muslos. No tenía ninguna noción del tiempo que había pasado desde mi intervención.
Intenté levantarme sin poder lograrlo, sin embargo, una sacerdotisa salió de la esquina de la habitación y vivamente me aconsejó que permaneciera acostado. Me reveló que había dormido un día y medio. Aprovechó que estaba despierto para cambiar el vendaje que me picaba horriblemente. La Amasutum cortó delicadamente el la acumulación de bandas a lo largo de mi cadera y destapó el cuerpo extraño.
Su vista me dio un profundo asco. La sacerdotisa observó mi asco con desapego y subrayó que podía estar orgulloso de su obra, que era un gran éxito.
Me burlé de eso, todo lo que me preocupaba en este instante era saber cómo iba a desplazarme en lo sucesivo con esta cosa entre las piernas,
¿Todos los machos? ¡Los Anunna no tenían sus testículos 72 al aire como yo!
Me consolé recordándome que poseía ahora
la misma fisonomía que los éutum, los Nungal y Enlil
En estas condiciones, hay que asombrarse que el verbo y el homófono sumerio SlR quiera decir: "¿decidir, obligar"? El SlR sumerio imputado a una persona daría "el que decide u obliga". Todavía mejor, los términos SIR y SlR10 evocan a una serpiente o dragón, implicando una vez más una estrecha relación entre la realeza y el reptil.
Terminemos indicando que el término SlR, anteriormente citado, también quiere decir luz y fuego en sumerio, una afortunada coincidencia hace que las múltiples tradiciones antiguas como las de Egipto, Mesopotamia o aún las Américas, dicen que los reyes representaban la luz del astro solar porque eran la misma encarnación de los "dioses" sobre la Tierra... La literatura sumeria es abundante en términos reptiles, anotemos entre ellos a NIR-GAL-BÛR que designa a una familia totalmente desconocida de lagartos a los sumeriólogos.
Traduciendo este término (plazo), obtenemos literalmente "Gran príncipe con escamas". En los tiempos antiguos, "los grandes príncipes sin escamas" formaban a las familias reales humanas nacidas de "dioses" y quienes dirigían a la humanidad en su nombre
La hembra inspeccionó minuciosamente el Gès y me forzó por observarlo con ella, esto se volvía cada vez más molesto.
Lo manipuló firmemente siendo al mismo tiempo delicada, la sensación sentida fue increíblemente extraña.
La sacerdotisa me hizo una nueva venda,
me dio algunas otras recomendaciones entre las que estaban manipular
mi sexo en cada nueva cura y salió rápidamente de la habitación.
Estaba dispuesto a aguantar muchas cosas por Mam y las sacerdotisas, pero de ninguna manera tenía ganas de dejarme dictar lo que debía hacer. Dí una rápida vuelta por la habitación y no encontré mis vestimentas, no obstante, alcancé a ver una túnica de Amasutum de hilo blanco, lujosamente bordada, amontonada en un rincón.
Me lo puse, pero era demasiado estrecha
para mí, y dejé el lugar a toda prisa.
No podría decir cuánto tiempo corrí, en cambio, hice todo para reducir lo más posible este suplicio. No me acuerdo de haberme cruzado sobre la senda que separaba la unidad de producción hacia nuestros apartamentos, en los cuales me apresuré a cambiarme. Los días siguientes, yo mismo me ocupé de reemplazar mi vendaje.
Evité lo mejor posible a Mam y evadí a
una partida de nuestras hembras que parecían cada vez más hostiles
respecto a mí. Para coronar todo, la insuficiencia de la producción
agrícola había alcanzado los oídos de mi Kuku. En algún Dannaje fui
reducido al estatuto del mayor rebelde de todo Mulmul.
Esta situación duró sólo un tiempo, solamente 11 de nuestros largos días, lo que se reveló ser una verdadera hazaña. Al final de esta carrera sin fin, Kisâr, el alter ego de doble polaridad de Ansâr, me visitó y me cuestionó sobre los problemas de producción. Fue más bien conciliador frente a mis evasivas respuestas , y me invitó a explicar mi punto de vista en la Asamblea de Ubsu'ukkinna dentro de tres días.
Kisâr me aconsejó e encauzar este asunto, hasta entonces amistoso y cooperar sin moderación con mi Kuku. Lo invité a releer atentamente el ME 32/1-2-3-4-5, ME 40/1-2 y ME 43/1-2-3-4-5 que parecía haber olvidado totalmente.
Kisâr me replicó que lo tenía bien en memoria. Le hice ver que, en este caso, esta discusión no tenía por qué efectuarse. El mismo día, me dejé sorprender tontamente por un grupo de sacerdotisas en lo mejor de la explotación. Me pidieron seguirlas sin resistencia, y con toda urgencia, lo hice. Las hembras me llevaron cerca de Mamitu, al amparo de las miradas indiscretas, en la pequeña unidad de producción.
Mi compañera estaba en todos sus
estados, no le había conocido todavía nunca en tal disposición. Me
inspeccionó por de abajo a arriba anunciándome que pronto iba a
producirse un milagro, su tono alegre me lo confirmó. Tenía la tez
más oscura que como de costumbre, soñé en seguida con sol
omnipresente en Ubsu'ukkinna
Estos ídolos de 15 cm aproximadamente son co-sustanciales de los sitios de la cultura de Obeid y fueron exhumados en sitios o ciudades como Eridu, Ur, Choga Mami, Samarra, Uquair...
Mi compañera me presentó sus excusas, añadiendo que las estrechas relaciones entre la autoridad y la fidelidad no se derivaban solamente de múltiples prescripciones, sino que principalmente de la confianza que manifiesta el soberano por las nuestras.
Había manifiestamente decepcionado a mi
entorno femenino. Damkina hundió nuevamente el clavo, haciéndome ver
que Enlil había sabido aportar su credibilidad en varias de nuestras
sacerdotisas.
La situación era insoluble. Era el tiempo para mí de recobrar un poco de crédito ante las sacerdotisas. ¡Ciertamente!
Sin embargo, ¿cómo iba a celebrarse el ceremonial de entronización, cuál prueba tenía aún por sufrir?
No me tranquilizaba el silencio
voluntario de Mam, pero me sentía en el deber de satisfacer su deseo
que databa desde el momento en que tuvimos el clon Nungal en la
ciudad de Ankida. En aquella época ya lejana en mis recuerdos, me
hice el Nitahlam (amante) de Mamitu y ella planeó hacerme su rey.
Esta había sido su condición absoluta para ganar mi libertad.
Me inspeccionó atentamente de abajo a arriba y me repitió que iba a producirse un prodigio, añadiendo que era muy ingenuo. Debíamos aún esperar algún Danna por una razón no identificada antes de volver a nuestros apartamentos donde habría de efectuarse el ritual.
Se me dotó, en aquella época,
positivamente con una credulidad lamentable...
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