por Ana Débora Goldstern
05/01/2006
del Sitio Web
RevistaInvestigacion
Parte I
Publicado el 5 de enero de 2006
"Y los Dioses gobernaron desde Akakor. Gobernaron sobre los hombres
y sobre la Tierra.
Tenían naves más rápidas que el vuelo de los
pájaros; naves que llegaban a su punto de destino sin velas y sin
remos, tanto por la noche como por el día.
Tenían piedras mágicas
para observar los lugares más alejados, de modo que podían ver
ciudades, ríos, colinas y lagos. Cualquier hecho que ocurriera sobre
la Tierra o en el cielo quedaba reflejado en las piedras.
Pero lo
más maravilloso de todo eran las residencias subterráneas. Y los
Dioses se las entregaron a sus Servidores Escogidos como su último
regalo. Porque los Maestros Antiguos son de la misma sangre y
tienen el mismo padre"
La Crónica de Akakor
Karl Brugger
El 3 de enero de 1984, Karl Brugger
(imagen inferior-izquierda), corresponsal de origen alemán
que por ese entonces residía en el estado de Río de Janeiro –Brasil -,
fue asesinado en pleno día por un tirador anónimo que le disparó a
quemarropa mientras se encontraba paseando con un colega amigo, Ulrich Eucke, por la famosa playa de Ipanema.
(1)
En una ciudad donde la criminalidad, marginalidad y pobreza
registran una de las tasas más elevadas del mundo, nadie prestó
demasiada atención a la desaparición del periodista.
La policía
abrió un expediente para investigar el hecho, aunque las pruebas
recopiladas no fueron muy efectivas.
Solamente se pudo reconocer el
arma, identificada como una ametralladora portátil 9 mm similar a
una mini UZI, y que suele utilizar el personal militar. El agresor
nunca fue detenido y el caso entró en zona muerta.
Ocho años antes de su deceso, Brugger, había alcanzado cierto éxito
con un libro de su autoría, "La Crónica de Akakor. Mito y leyenda
de un pueblo antiguo de Amazonia (1976)"
(2), best-sellers en
Europa y EE.UU.
La obra fue la culminación de un largo reportaje que
dejó un saldo de doce tapes de grabación, con un único interlocutor,
Tatunca Nara, mestizo indígena y líder de los Ugha Mongulala quién
en forma oral contó un extraño y fantástico relato sobre los
orígenes milenarios de su pueblo.
Nacía la leyenda de Akakor.
Remontémonos a 1971. Cuenta la historia, que los integrantes de una
línea área comercial alemana Swissair, se encontraban paseando por
Manaus estado de Amazonia, cuando fueron abordados por un mendigo
vestido en forma harapienta, que les solicitó el pago de una comida.
La sorpresa surgió al comprobarse que el desconocido, podía
expresarse en perfecto alemán, causando el asombro de los
tripulantes y en especial de su comandante, Ferdinand Schmidt,
experimentado aviador.
" En 1977, un medio europeo, Spekula, publicó un artículo crítico
sobre la historia de Akakor. Las comparaciones entre las
declaraciones del libro, y las grabaciones mostraron serias
desviaciones.
Se advirtieron conceptos más refinados e intelectuales
que de ningún modo se esperaban de un indígena de la selva. Se
determinó, que Brugger habría manipulado Crónica de Akakor,
intercalando pasajes completos de viejas leyendas mitológicas."
El misterioso personaje dijo llamarse Tatunca Nara, príncipe de una
tribu perdida de la selva, los Ugha Mongulala.
Reveló además, que un
contingente de 2.000 alemanes arribaron a su país en los últimos
tramos de la Segunda Guerra Mundial -1939-1941-, refugiándose en Akakor, antigua ciudad subterránea legada por maestros venidos de
las estrellas.
De vuelta en Alemania y aún impresionado por el relato de Tatunca
Nara, Schmid, decide informar acerca del extraordinario encuentro a
un periodista, Kart Brugger quién prestaba colaboración para una
televisora pública nacional, la ARD, una de las cadenas de
comunicación más importante de Europa.
Nacido en Munich -1941-, Brugger, además de su título como
Periodista, contaba con estudios en Sociología e Historia. Con el
tiempo se transformó en un reputado especialista de culturas nativas
americanas.
Intrigado por la confidencia, el corresponsal alemán decide aceptar
el reto y partir a Brasil en busca del "príncipe del mundo
subterráneo".
A su llegada, inicia una serie de investigaciones que
después de un año de pesquisas e indagaciones, se verían coronadas
por el éxito.
Tatunca Nara
"El 3 de marzo de 1972. M., al mando en Manaus del contingente
brasileño en la jungla, facilitó el encuentro. Fue en el bar Gracas
á Deus («Gracias a Dios») donde por primera vez me enfrenté con el
blanco caudillo indio.
Era alto, tenía el pelo largo y oscuro y un
rostro finamente moldeado. Sus ojos castaños, ceñudos y suspicaces,
eran los característicos del mestizo.
Tatunca Nara vestía un
descolorido traje tropical, regalo de los oficiales, como
posteriormente me explicaría.
El cinturón de cuero, ancho y con una
hebilla de plata, era realmente sorprendente. Los primeros minutos
de nuestra conversación fueron difíciles. Con cierta indiferencia,
Tatunca Nara (imagen derecha) expuso en un deficiente alemán sus impresiones de la
ciudad blanca, con sus miles de personas, la prisa y la
precipitación en las calles, los altos edificios y el ruido
insoportable.
Sólo cuando hubo vencido sus reservas y su suspicacia
inicial, me contó la más extraordinaria historia que jamás había
escuchado.
Tatunca Nara me habló de la tribu de los ugha mongulala,
un pueblo que había sido «escogido por los dioses» hacía 15.000
años.
Describió dos grandes catástrofes que habían asolado la
Tierra, y habló de Lhasa, el legislador, un hijo de los dioses que
gobernó el continente sudamericano, y de sus relaciones con los
egipcios, el origen de los incas, la llegada de los godos y una
alianza de los indios con 2.000 soldados alemanes.
Me habló de
gigantescas ciudades de piedra y de los poblados subterráneos de los
antepasados divinos.
Y afirmó que todos estos hechos habían sido
registrados en un documento denominado la
Crónica de Akakor.
Pero Brugger, dudó.
"La historia parecía demasiado extraordinaria: otra leyenda más de
los bosques, el producto del calor tropical y del efecto místico de
la jungla impenetrable. Cuando Tatunca Nara concluyó su relato, yo
tenía doce cintas con un fantástico cuento de hadas"
A pesar de sus vacilaciones en el terreno, el periodista decidió
sondear entre sus contactos regionales para ver si se obtenían datos
extras que validaran la historia.
Cuando le fueron presentados los resultados, quedó sorprendido.
Supo, que la irrupción de Tatunca Nara en escena se produjo en 1968.
"Cuando un periódico menciona a un caudillo indio que salvó las
vidas de doce oficiales, le fueron concedidos un permiso de trabajo
brasileño y un documento de identidad.
Según diversos testimonios,
el misterioso caudillo habla un deficiente alemán y sólo comprende
algunas palabras de portugués, pero está familiarizado con varias
lenguas indias habladas en las zonas altas del Amazonas.
Unas pocas
semanas después de su llegada a Manaus, Tatunca Nara desapareció
súbitamente sin dejar huella ".
En 1969 estalló un violento enfrentamiento que involucró a las
tribus salvajes y los colonos blancos en la provincia fronteriza
peruana Madre de Dios.
"El líder de los indios, quien, según los informes de prensa
peruanos, era conocido como Tatunca («gran serpiente de agua»), huyó
tras la derrota a territorio brasileño.
Con objeto de impedir una
repetición de los ataques, el gobierno peruano solicitó del
brasileño la extradición, pero las autoridades brasileñas se negaron
a cooperar. Las hostilidades en la provincia fronteriza de Madre de
Dios se prolongaron durante 1970 y 1971.
Las tribus indias salvajes
huyeron hacia los bosques casi inaccesibles cercanos al nacimiento
del río Yaco. A Tatunca Nara parecía habérselo tragado la tierra.
Perú cerró la frontera con Brasil e inició la invasión sistemática
de los bosques vírgenes.
Según los testigos oculares, los indios
peruanos compartieron el destino de sus hermanos brasileños: fueron
asesinados y murieron víctimas de las enfermedades de la
civilización blanca".
Por ese mismo año, una terrible sequía golpeó a la región de los
Ugha Mongulala.
Con el hambre en puerta, Tatunca Nara decidió
arriesgarse a salir a la superficie, para pedir ayuda a los "Blancos
Bárbaros", y así aliviar los pesares que amenazaban a su gente.
Su confianza se depositó en un sacerdote
(3).
"Vestido con las ropas de los soldados alemanes, abandoné Akakor y
después de un laborioso viaje, llegué a Río Branco. una de sus
grandes ciudades, situada en la frontera entre Brasil y Solivia.
Aquí me dirigí al sumo sacerdote de los Blancos Bárbaros, a quien
había conocido por intermedio de los doce oficiales blancos. Le
revelé el secreto de Akakor y le hablé sobre la miserable situación
de mi pueblo. Como prueba de mi historia, le entregue dos documentos
de los Dioses, y éstos convencieron definitivamente al sumo
sacerdote blanco.
Accedió a mi petición y regresó conmigo a Akakor.
La llegada a Akakor del sumo sacerdote blanco provocó violentas
discusiones con el consejo supremo. Los ancianos y los señores de la
guerra rechazaron todo contacto con él.
Para evitar cualquier
posible traición, exigieron incluso su cautividad. Solamente los
sacerdotes estaban preparados para discutir una paz justa. Después
de argumentaciones infinitas, el consejo supremo concedió al sumo
sacerdote blanco un período de seis meses, durante el cual expondría
a su propio pueblo la terrible situación de los Ugha Mongulala.
Para
que pudiera reforzar su historia, le fueron entregados varios
escritos de los Padres Antiguos. Si no lograba convencer a los
Blancos Bárbaros, tenía la obligación de devolver los documentos a Akakor.
Durante seis meses, nuestros exploradores esperaron en el
lugar acordado para el encuentro en la zona alta del Río Rojo. El
sumo sacerdote blanco no regresó. (Algún tiempo después me enteraría
de que había muerto en un accidente de aviación. De todos modos,
había enviado los documentos a una lejana ciudad llamada Roma.
Esto es lo que, en cualquier caso,
dijeron sus servidores.)"
En las postrimerías de 1972, Tatunca Nara llevó su historia a las
autoridades brasileñas, para convencerlas de tomar cartas en el
asunto.
"Con la ayuda de los doce oficiales cuya vida había salvado, entró
en contacto con el servicio secreto brasileño.
Apeló asimismo al
Servicio de Protección India (FUNAI) y le habló a N., secretario de
la embajada de la República Federal de Alemania en Brasilia, sobre
los 2.000 soldados alemanes que, según sostenía, habían desembarcado
en Brasil durante la Segunda Guerra Mundial y están todavía vivos en
Akakor, la capital de su pueblo.
N. no creyó la historia y negó a Tatunca Nara todo acceso posterior a la embajada.
FUNAI sólo accedió
a cooperar una vez que muchos de los detalles de la historia de
Tatunca Nara sobre tribus indias desconocidas de la Amazonia fueron
comprobados durante el verano de 1972. El servicio formó una
expedición para establecer contacto con los misteriosos ugha
mongulala y dio instrucciones a Tatunca Nara para que hiciera todos
los preparativos necesarios.
Sin embargo, estos planes se vieron
interrumpidos por la resistencia de las autoridades locales de la
provincia de Acre. Siguiendo instrucciones personales del entonces
gobernador Wanderlei Dantas, Tatunca Nara fue arrestado.
Poco antes de su extradición a la
frontera peruana, sus amigos oficiales lo liberaron de la
prisión de Río Branco y lo devolvieron a Manaus"
Con los datos recogidos, Brugger decidió emprender una expedición
hacia Akakor, que contaría con la guía de Tatunca Nara y la
participación de un fotógrafo. Pero la aventura casi termina en
tragedia.
Fotografías tomadas del archivo de Karl Brugger,
donde se retratan
extrañas formaciones en forma de Domo y pilares desconocidos.
"Abandonamos Manaus el 25 de septiembre de 1972.
Remontaríamos el
río Purus hasta donde pudiéramos en un barco alquilado, tomaríamos
después una canoa con motor fuera borda y la utilizaríamos para
alcanzar la región del nacimiento del río Yaco en la frontera entre
Brasil y Perú, luego continuaríamos a pie por las colinas bajas al
pie de los Andes hasta llegar a Akakor. Tiempo necesario para la
expedición: seis semanas; probable regreso: a comienzos de
noviembre.
Nuestro equipo se componía de hamacas, redes para
mosquitos, utensilios de cocina, alimentos, las ropas habituales
para la jungla y vendajes médicos. Como armas, un Winchester 44, dos
revólveres, un rifle de caza y un machete. Además, llevábamos
nuestro equipo de filmación, dos registradoras magnetofónicas y
cámaras.
Los primeros días fueron muy diferentes de lo que
esperábamos: nada de mosquitos, ni de serpientes de agua ni de
pirañas. El río Purus era como un lago sin orillas. Contemplábamos
la jungla sobre el horizonte, con sus misterios ocultos tras una
muralla verde. El primer pueblo que alcanzamos fue Sena Madureira,
último asentamiento antes de penetrar en las todavía inexploradas
regiones fronterizas entre Brasil y Perú.
Era un lugar Típico de la Amazonía: polvorientas carreteras de arcilla, ruinosas barracas y un
desagradable olor a agua estancada. Ocho de cada diez habitantes
sufren de beriberi, lepra o malaria.
La malnutrición crónica ha
dejado a estos seres en un estado de triste resignación. Rodeados
por la brutalidad de la inmensidad y aislados de la civilización,
dependen principalmente del licor de caña de azúcar, único medio de
escapar a una realidad sin esperanza.
En un bar, nos despedimos de
la civilización y nos topamos con un hombre que dice conocer las
zonas altas del río Purus. En su búsqueda de oro, fue hecho
prisionero por los indios haisha, una tribu semi-civilizada que se
asienta en la región del nacimiento del río Yaco.
Su relato es
desalentador: nos habla y no para sobre rituales caníbales y flechas
envenenadas. El 5 de octubre, en Cachoeira Inglesa, cambiamos el bote
por la canoa.
A partir de aquí dependemos de Tatunca Nara. Los mapas
de ordenanza describen el curso del río Yaco, pero sólo de una
manera imprecisa.
Las tribus indias que viven en esta región no
tienen aún contactos con la civilización blanca. A J. y a mí nos
domina un sentimiento de incomodidad. ¿Existe, después de todo, un
lugar como Akakor? ¿Podemos confiar en Tatunca Nara? Pero la
aventura se muestra más apremiante que nuestra propia ansiedad.
Doce días después de haber dejado Manaus, el paisaje comienza a
cambiar. Hasta aquí el río semejaba un mar terroso sin orillas.
Ahora nos deslizamos a través de las lianas por debajo de árboles
voladizos.
Tras una curva del río, hallamos a un grupo de buscadores
que han construido una primitiva factoría sobre la orilla del río y
criban la arena de grano grueso con cedazos. Aceptamos su invitación
de pasar la noche y escuchar sus extraños relatos sobre indios con
el pelo pintado de rojo y azul con flechas envenenadas.
El viaje se
convierte en una expedición contra nuestras propias dudas. Nos
hallamos a apenas diez días de nuestro presunto objetivo.
La
monótona dieta, el esfuerzo físico y el temor a lo desconocido han
contribuido cada uno lo suyo. Lo que en Manaus parecía una
fantástica aventura se ha convertido ahora en una pesadilla.
Principalmente, comprendemos que nos gustaría dar la vuelta y
olvidarlo todo sobre Akakor antes de que sea demasiado tarde.
Todavía no hemos visto a ningún indio. En el horizonte aparecen las
primeras cumbres nevadas de los Andes; a nuestras espaldas se
extiende el verde mar de las tierras bajas amazónicas.
Tatunca Nara
se prepara para el regreso con su pueblo. En una extraña ceremonia,
se pinta su cuerpo: rayas rojas en su rostro, amarillo oscuro en el
pecho y en las piernas. Ata su pelo por detrás con una cinta de
cuero decorada con los extraños símbolos de los ugha mongulala.
El 13
de octubre nos vemos obligados a regresar.
Después de un peligroso
pasaje sobre rápidos, la canoa es atrapada por un remolino y
zozobra. Nuestro equipo de cámaras, empaquetado en cajas, desaparece
bajo los densos arbustos de la orilla; la mitad de nuestros
alimentos y de las provisiones médicas se han perdido también. En
esta situación desesperada, decidimos abandonar la expedición y
regresar a Manaus. Tatunca Nara reacciona con irritación: se muestra
violento y contrariado. A la mañana siguiente, J. y yo levantamos
nuestro último campamento.
Tatunca Nara, con la pintura de guerra de
su pueblo, cubriéndole únicamente un taparrabos, toma la ruta
terrestre para regresar con su pueblo. Este fue mi último contacto
con el caudillo de los ugha mongulala. "
Pasaría mucho tiempo hasta que Karl Brugger y
Tatunca Nara volvieran
a reunirse. Con la edición del libro, la fama de Akakor se extendió
por todos los rincones, y su historia, trascendió fronteras.
En su crónica oral, el líder de los Ugha Mongulala relató al
periodista germano, que visitantes estelares aterrizaron en
Sudamérica hace cerca de 15.500 años, procedentes de Schwerta, lugar
remoto y "centro de un imperio conformado por numerosos mundos
situado en los confines de nuestro universo ".
Fueron 130 familias que se establecieron en este continente.
"Ellos civilizaron a los hombres y fundaron la Tribu de los Ugha
Mongulala, que significa "Tribus Escogidas Aliadas". Y para sellar
su alianza eterna, se unieron a ellos. De aquí que los miembros de
esta Tribu se parezcan a los Shuerta, hasta en el color de la piel".
Tatunca los describió como similares a nosotros en lo físico, salvo
por un detalle: los desconocidos contaban con seis dedos.
Los
extranjeros erigieron 26 ciudades, casi todas subterráneas, tres de
las cuales fueron elegidas como principales.
" La ciudad de Akakor se extendía más allá del río Purus,
en un alto valle, situado en la frontera que divide a Brasil de
Perú. La región de Madre de Dios (Perú) y Acre (Brasil),
señalarían los límites de su territorio"
Impresionante Dólmen situado en la Región Sur de Brasil.
En la lengua de Schwerta, Akakor significa Fortaleza 2. (Aka: 2 Kor:
Fortaleza).
Toda la ciudad está rodeada por una gran muralla de piedra con trece
puertas. Éstas son tan estrechas que únicamente permiten el acceso
de las personas de una en una.
La llanura del Este, a su vez, está protegida por atalayas de piedra
en las que escogidos guerreros se hallan continuamente en vigilancia
de los enemigos. Akakor está dispuesta en rectángulos. Dos calles
principales que se cruzan dividen la ciudad en cuatro partes, que
corresponden a los cuatro puntos universales de nuestros Dioses.
El Gran Templo del Sol y una puerta de piedra tallada de un único
bloque están situados sobre una gran plaza en el centro.
El templo mira hacia el Este, hacia el Sol naciente, y está decorado
con imágenes simbólicas de nuestros Maestros Antiguos. En cada mano,
una criatura divina sostiene un cetro en cuyo extremo superior hay
una cabeza de jaguar. La figura está coronada con un tocado de
ornamentos animales.
Una extraña escritura, y que sólo puede ser
interpretada por nuestros sacerdotes, reseña la fundación de la
ciudad. Todas las ciudades de piedra construidas por nuestros
Maestros Antiguos tienen una puerta semejante.
El edificio más
impresionante de Akakor es el Gran Templo del Sol. Sus paredes
exteriores están desnudas y fueron construidas con piedras
artísticamente labradas.
El techo está abierto de modo que los rayos
del Sol naciente puedan llegar hasta un espejo de oro, que se
remonta a los tiempos de los Maestros Antiguos, y que está montado
en la parte delantera. Figuras de piedra de tamaño natural flanquean
la entrada del templo por ambos lados.
Las paredes interiores están
tapizadas con relieves. En una gran arca de piedra hundida en la
pared delantera del templo se encuentran las primeras leyes
escritas de nuestros Maestros Antiguos"
Luego le sigue Akanis (Fortaleza 1), edificada
"sobre una estrecha
lengua de tierra, cercana a México, dónde se enfrentan los dos
océanos (4).
La última, Akahim (Fortaleza 3) quizás la más misteriosa, se
encuentra al norte de Brasil lindante con Venezuela.
" Se parece a Akakor, con su puerta
de piedra, el Templo del Sol y los edificios para el príncipe y
los sacerdotes. Una piedra labrada en forma de dedo extendido
señala el camino hacia la ciudad. La entrada real está oculta
detrás de una inmensa cascada de agua. Sus aguas caen hasta una
profundidad de 300 metros"..
Yo puedo revelar
estos secretos porque desde hace 400 años Akahim está en ruinas.
Después de guerras terribles contra los Blancos Bárbaros, el pueblo
de los Akahim destruyó las casas y los templos de la superficie y se
retiró al interior de las residencias subterráneas.
Estas
residencias están dispuestas como la constelación estelar de los
Dioses y se hallan conectadas mediante unos largos túneles de forma
trapezoidal. Hoy en día, sólo cuatro de las residencias están
todavía habitadas; las nueve restantes están completamente vacías.
Los en un tiempo poderosos Akahim apenas ascienden actualmente a
5.000 almas.
"Akahim y Akakor se comunican entre sí mediante un pasadizo
subterráneo y un enorme sistema de espejos. El túnel comienza en el
Gran Templo del Sol de Akakor, continúa por debajo del cauce del
Gran Río y termina en el centro de Akahim.
El sistema de espejos se
extiende desde el Akai por encima de la alineación de los Andes,
hasta las Montañas Roraina, que es como las llaman los Blancos
Bárbaros.
Consiste en una serie de espejos de plata de altura
equivalente a la de un hombre y montados sobre unos grandes andamios
de bronce. Cada mes, los sacerdotes se comunican por este sistema
los acontecimientos más importantes en un idioma de signos secretos.
Fue de esta forma cómo la nación hermana de los Akahim
tuvo noticias por primera vez sobre la llegada de los Blancos
Bárbaros al país llamado Perú."
Además de la descripción de las ciudades subterráneas, se incluyeron
otras revelaciones importantes, que acrecentaron aún más el enigma
Tatunca habló de tecnología extraterrestre y documentos antiguos que
se ocultarían en los recintos.
"Mi pueblo únicamente ha conservado la memoria del Imperio de Samón
y sus regalos a Lhasa, los pergaminos escritos y las piedras verdes.
Nuestros sacerdotes los han guardado en el recinto religioso
subterráneo de Akakor, en donde también se conservan el disco
volante de Lhasa y la extraña vasija que puede atravesar las
montañas y las aguas. El disco volante es del color del oro
resplandeciente y esta hecho de un metal desconocido.
Su forma es
como la de un cilindro de arcilla, es tan alto como dos hombres
colocados uno encima del otro, y lo mismo de ancho. En su interior
hay espacio para dos personas. No tiene velas ni remos.
Pero dicen
nuestros sacerdotes que con él Lhasa podía volar más rápido que el
águila más veloz y moverse entre las nubes tan ligero como una hoja
en el viento. La extraña vasija es igualmente misteriosa. Seis
largos pies sostienen una bandeja plateada. Tres de los pies apuntan
hacia delante, otros hacia atrás.
Estos e parecen a cañas dobladas
de bambú y son móviles; terminan en unos rodillos de la largura
parecida a los lirios del valle. Fieles a los deseos de nuestros
Maestros Antiguos, los sacerdotes recogieron todos los conocimientos
y todas las experiencias y lo conservaron en las residencias
subterráneas.
Los objetos que dan testimonio de 12.000 años de la historia de mi
pueblo se guardan en una habitación labrada en la roca. Aquí se
hallan también los misteriosos dibujos de nuestros Padres Antiguos.
Están grabados en verde y en azul sobre un material desconocido para
nosotros.
Ni el agua ni el fuego pueden
destruirlo."
"Uno de los
mapas muestra que nuestra Luna no es la primera y que tampoco es la
única de la historia de la Tierra. La Luna que nosotros conocemos
comenzó a acercarse a la Tierra y a girar en derredor de ella hace
miles de años. En aquel entonces el mundo tenía otro aspecto.
"En el Oeste, allí donde los mapas de los Blancos Bárbaros solamente
registran agua, existía una gran isla.
Asimismo en la parte
septentrional del océano se encontraba una gigantesca masa de
tierra. Según nuestros sacerdotes, ambos quedaron sumergidas bajo
una inmensa ola durante la primera Gran Catástrofe, la de la guerra
entre las dos razas divinas.
Y añaden que esta guerra trajo la
desolación a la Tierra y también a los mundos de Marte y de
Venus, que es como los Blancos Bárbaros los llaman."
Y también de cuerpos alienígenas en estado de suspensión.
"Entré en el recinto religioso al despuntar la mañana, poco después
de la salida del sol. Envuelto en el traje dorado de Lhasa, descendí
por una espaciosa escalera. Me condujo al interior de una
habitación, y ni aún ahora puedo decir si ésta era grande o pequeña.
El techo y las paredes eran de un color infinitamente azulado.
No
tenían ni comienzo ni final. Sobre una losa de piedra labrada había
pan y una fuente de agua, los signos de la vida y la muerte. Un
profundo silencio reinaba en la habitación. Repentinamente, una voz
que parecía proceder de todas partes me ordenó que me levantara y
que entrara en la siguiente habitación, que se parecía al Gran
templo del Sol.
Sus paredes estaban recubiertas de muchos y muy
diversos instrumentos. Brillaban y resplandecía en todos los
colores.
Tres grandes losas hundidas en el suelo fosforecían como el
hierro. Contemplé maravillado los extraños instrumentos durante
algún tiempo. Tan deslumbrados estaban, mis ojos por la brillante
luz que tarde bastante tiempo en reconocer algo que ya nunca
olvidaré. En el centro de la habitación cuyas paredes irradiaban una
misteriosa luz se encontraban cuatro bloques de piedras
transparentes.
Cuando, lleno de temor, pude acercarme, descubrí en
ellos a cuatro misteriosas criaturas: cuatro muertos vivientes,
cuatro humanos durmientes, tres hombres y una mujer.
Yacían en un
líquido que los cubría hasta el pecho. Eran como los humanos en
todos los aspectos, sólo tenían seis dedos en las manos y
seis dedos en los pies."
Cuando esta información llegó a oídos de los investigadores,
Erich
Von Däniken, de origen suizo, fue uno de los primeros en retomar la
posta abandonada por el periodista alemán.
En el libro de Brugger,
Däniken, figuraba en los créditos como redactor del prólogo de Akakor, y por ende, contaba con antecedentes en el tema. Teniendo en
cuenta el espíritu aventurero que el escritor tan bien supo imprimir
en sus libros, no resultó sorpresa su intención de lanzar una
expedición en busca de la ciudad perdida, a pesar de la experiencia
fallida de Brugger.
Pero desde el comienzo, arreciaron las
dificultades.
En Testigo de los Dioses, el suizo relató los pormenores que
hicieron fracasar la operación.
"Hace dos años entré en contacto, sin que ello guardase ninguna
relación con el libro de Brugger, con un señor de Manaus llamado
Ferdinand Schmidt.
Dicho señor Schmidt había sido toda su vida
piloto de la Swissair. Después de jubilarse aceptó la misión de
trabajar para la Cruz Roja en Brasil. Esa misión le llevó a Manaus,
y en el marco de sus actividades tuvo ocasión de tratar muchas veces
a Tatunca Nara. Este le contó al señor Schmidt la historia de su
tribu, exactamente en los mismos términos que más tarde publicaría
Brugger.
Schmidt y yo intercambiamos algunas cartas, y luego tuvimos
una entrevista en Zurich. Yo propuse organizar una expedición al
territorio de la tribu de Tatunca, como única manera de verificar
hasta que punto era verídica tan extraordinaria historia.
Schmidt
regresó a Manaus y, en su calidad de experto piloto, empezó a
programar la expedición, manteniéndose al mismo tiempo en contacto
con Tatunca, quién dijo hallarse dispuesto a guiar un pequeño grupo
hasta los lugares donde moraba su tribu.
La expedición estaba
prevista para la primera quincena de julio (1977), y deberíamos
acercarnos cuanto fuese posible al territorio de la tribu empleando
dos helicópteros. Contábamos para ello con la autorización de la
Comisaría brasileña de asuntos indígenas, la FUNAI. El jefe de la
expedición iba a ser Tatunca Nara, pues sólo él sabía el
emplazamiento de la misteriosa ciudad.
Pese a mi gran curiosidad, yo
no deseaba lanzarme a ciegas a una aventura que iba implicar para mí
un esfuerzo financiero bastante considerable.
Después de las
conversaciones preliminares, Ferdinand Schmidt convenció al caudillo
indígena para que regresara solo, de momento, a reunirse con los de
su tribu y recoger allí una prueba convincente de la existencia de
artefactos técnicos como los descritos por él.
Por ejemplo, Tatunca
podría tomar fotografías de los mismos. La presentación de esos
documentos sería la señal de salida para la expedición, ya preparada
en todos sus detalles. Tatunca recibió una cámara de manejo sencillo
y, además, un motor fuera de borda nuevo para su barca. A finales de
marzo salió de Manaus con instrucciones de regresar dos meses más
tarde. Tatunca nunca apareció.
"Ahora bien, como los indios no tienen la noción de la puntualidad
tan definida como nosotros, los retrasos no son cosa rara tratándose
de ellos. Por otra parte, era posible que la demora viniese impuesta
por condiciones climáticas adversas.
A veces, los afluentes del río
Negro, llevan tan poco caudal, que dejan pasar una lancha motora y
se hace preciso aguardar a las próximas lluvias. El 10 de julio
aterricé en Manuas. Tatunca aún no había aparecido.
El retraso era
de un mes y medio.
Sin su presencia, hubiese sido absurdo iniciar la
expedición con los helicópteros. Pero la empresa que alquilaba los
helicópteros no estaba dispuesta a tener inmovilizados por mucho
tiempo sus costosos aparatos.
Insistió en que avisáramos con cuatro
semanas de anticipación, cuando estuviéramos dispuestos a
utilizarlos. Por tanto, si yo hubiera dado luz verde a la expedición
el 10 de julio, habríamos tenido que partir cuatro semanas más
tarde, con Tatunca o sin él. Como a mediados de julio Tatunca
seguía si aparecer, anulé la expedición.
Saqué pasaje para regresar a Europa, y precisamente el último día de
mi estancia allí se presentó Tatunca con su barca por el río Negro.
Su primera pregunta fue si habíamos recibido las fotos, entregadas
diez días antes a un carguero comercial con instrucciones que nos
fuesen transmitidas a nosotros.
Desde luego, no habíamos recibido
nada. Tatunca dijo que había estado con los de su tribu en la ciudad
de Akahim, y nos reiteró de nuevo sus manifestaciones acerca de los
depósitos de material técnico de los dioses en la mencionada ciudad.
El caso es que no lleva consigo ninguna prueba.
Cuando se lo
reprochamos, él nos contestó que su obligación era mirar por su
pueblo y no por nosotros, y que no podía traicionar a los suyos
llevándose ningún objeto de los que ellos consideraban sagrados; que
ello sería lo mismo que para nosotros robar una Iglesia.
Nuestra
conversación duró doce horas, y todavía no sé que pensar de toda esa
historia. Lo que nos contó no era ilógico ni imposible...¡pero sí
extraordinariamente improbable!. Tatunca notó mi desconfianza, y
prometió hablar con sus sacerdotes aquella misma noche..."
"Tatunca dijo que los indios sabían comunicarse por vía extrasensorial o, como diríamos nosotros, telepática.(5) Si bien,
según Tatunca, esa clase de comunicación no emplea palabras ni
frases, sino una concentración intensa de sentimientos, de
sensaciones como el hambre, el amor, la amistad, el odio, la
felicidad, la guerra, la enemistad, y así sucesivamente.
Con ello sería posible crear
símbolos y entenderse a distancia. Dijo que todos los indios
practicaban esta clase de comunicación telepática desde su
primera infancia."
"Aplacé mi regreso veinticuatro
horas. Al día siguiente, Tatunca se presentó con mucho aplomo y dijo
que había conseguido explicar a sus sacerdotes que no podía
presentarse ante mí con las manos vacías, pues el hombre blanco no
le haría caso. Ahora tenía permiso de los sacerdotes para aportar
una prueba capaz de convencerme.
Por consiguiente, partiría de nuevo
a reunirse con los suyos, recogería la prueba y volvería a Manaus.
El señor Schmidt quedó encargado de avisarme por teléfono cuando
todo ello se hubiese cumplido. Hasta la fecha Tatunca no se ha
presentado con las pruebas prometidas.
Sigo esperando."
Cuando Tatunca se relacionó con
Däniken, le contó detalles inéditos
de las ciudadelas y que diferían un tanto del relato confiado a
Brugger. Uno de esos ejemplos se presentó con Akahim.
El indígena señaló que en esa fortaleza se,
"adoraba un objeto
misterioso que hace mucho tiempo atrás había sido entregado a los
sacerdotes por los Dioses venidos del cielo en una nave brillante.
Un objeto milenario que según las tradiciones comenzaría a cantar en
el momento que esos Dioses retornaran a la Tierra.
Y que
recientemente había comenzado a emitir extraños zumbidos semejantes
al de las abejas, causando un intenso fervor y reverencia entre su
pueblo".
Esto motivó las ansias del escritor por encontrar el objeto
extraterrestre.
A pesar de sus reservas iniciales, Däniken dio luz verde para que la
expedición se concretase. Nuevamente Tatunca y Schmidt fueron
convocados. El gobierno brasileño la autorizó, pero con la condición
que se contará con la participación de Roldão Pires Brandão, un
renombrado arqueólogo y expedicionario.
Faltando dos días para
arribar a Akahim, se produjo un confuso episodio que involucró a
Pires Brandão (6), el cual resultó herido de bala en un brazo,
hecho calificado como "accidente".
Durante la travesía truncada, Pires Brandão observó extrañas
formaciones en la selva.
A su regreso partió en un vuelo por la
zona, dándose cuenta que esos montículos no eran normales, sino que
se asemejaban a pirámides. Por esa época un grupo de exploradores
ingleses intentaban llegar a Akahim a través de Venezuela.
Temiendo
perder la primicia, el arqueólogo informó de su descubrimiento a la
revista "Veja", una de las más importantes de Brasil. El 1 de Agosto
de 1979, un reportaje de cinco páginas mostró el increíble hallazgo.
La noticia recorrió el mundo (7).
Cuatro años antes, en 1975, el
satélite Landsat de la NASA había captado diez formaciones
piramidales en el sudeste del Perú, en la zona de Alta Madre de
Dios.
NOTAS
-
"Karl Brugger tenía tatuada en su pecho una tortuga, igual a la
que también posee Tatunca Nara, en idéntico lugar de su cuerpo. Es
el emblema de la tribu Ugha Mongalula: la bala asesina perforó
justamente ahí".
-
"En 1977, un medio europeo,
Spekula, publicó un artículo crítico sobre la historia de
Akakor. Las comparaciones entre las declaraciones del libro,
y las grabaciones mostraron serias desviaciones. Se
advirtieron conceptos más refinados e intelectuales que de
ningún modo se esperaban de un indígena de la selva. Se
determinó, que Brugger habría manipulado Crónica de Akakor,
intercalando pasajes completos de viejas leyendas
mitológicas."
-
Obispo Grotti.
-
¿Istmo de Panamá?
-
Tatunca contó a Karl Brugger que sus sacerdotes:
"saben como
transmitir el pensamiento si utilizar palabras. Esto le permite
comunicarse con otras personas a través de las más largas
distancias, no en detalle, sino que pueden trasmitirse si su corazón
están alegres o tristes. Pero para esta comunicación son precisos el
conocimiento del legado de los Dioses y un poder absoluto sobre las
fuerzas mentales".
-
"Durante la 5ta. reunión mundial
de la "Ancient Astronaut
Society" realizada en julio de 1978 en Chicago (EE.U), Daniken hizo
un relato pormenorizado y ampliado de los hechos... manifestando su
esperanza de que la expedición pudiera obtener el ansiado contacto
con la civilización subterránea de Akakor. Pero tres meses después,
en la revista "Ancient Skies", órgano de la asociación mencionada...
en su volumen 5, nº 4, el propio renombrado escritor aparecía
suscribiendo un comunicado – o al menos, a él se le atribuía - donde
narraba los enormes problemas que había causado Roldão, que entre
otras menudencias se hirió con sus propia arma, por negligencia en
el manejo de la misma, y por eso se debió forzar el regreso de los
expedicionarios cuando sólo faltaban dos días para llegar a Akahim.
El itinerario que había seguido era el curso del Río Negro, y luego
penetraron en un sub-afluente del Amazonas donde, como la región era
muy montañosa debieron continuar su camino a pie. Fue justamente al
llegar a la base de un cerro donde Brandão se accidentó y, por
fortuna, pudo socorrérsele a tiempo, pero tenía fiebre muy alta y
habría fallecido, de continuar. Así accedieron a un puesto
policial, donde un hidroavión recogió al grupo, trasladándolo sin
perdida de tiempo a Manaus".
"Según parece, Brandão se autolesionó
con el fin de detener la expedición organizada por Dãniken una vez
que él tuviese localizada la ubicación exacta de las pirámides". Así
aseguró para Brasil la primicia del descubrimiento, adelantándose a
otras expediciones extranjeras que ya merodeaban por la zona.
-
"Casi enseguida surge una cohorte de negadores, juzgando que
esas elevaciones no tienen nada de pirámides; manifestando "son sólo
pequeños morros". A eso Daniken se siente obligado a responder y en
forma enfática publica en la primera página del nº 14 (volumen 6) de
Ancient Skies (septiembre-octubre de 1979) un caluroso artículo, con
el título de "Akahim existe", ilustrándolo con la fotografía de una
forma piramidal".
Parte II
Publicado el 26 de marzo de 2006
"Dichas pirámides y la ciudad de Akahim se situaban en la cordillera
de Parima, en el sistema montañoso del Gurupira, en las fuentes
donde nace el río Padauiri (que es afluente del Rio Negro).
Su
localización está cercana a la frontera con Venezuela y el
territorio es considerado por el gobierno brasileño de "seguridad
nacional". Las pirámides son de base cuadrangular y la más elevada
debe tener entre 100 y 150 metros de altura. Las otras son de
menores dimensiones. El arqueólogo Roldao Pires Brandao observó que
"las pirámides por su forma son idénticas a las descubiertas en
México".
Las fotos publicadas por la revista
Veja muestran otras construcciones cubiertas por vegetación
baja."
"La expedición
brasileña pudo fotografiar las pirámides desde unos cuatro
kilómetros de distancia pero, les fue imposible aproximarse a ellas
ni a las ruinas de la ciudad abandonada de Akahim ya que no podían
abrirse camino a través de la tupida jungla por falta de braceros.
Pirámide de Akahim.
Revista Veja 01-08-79
"La expedición brasileña asegura haber tenido como guía al indio
Tatunca Nara que, no solo les llevó hasta el lugar donde se ubicaban
las pirámides sino que prosiguieron hasta el noroeste, siguiendo las
crestas de la Sierra de Gurupira, hasta llegar a las inmediaciones
de las ruinas de una ciudad perdida y abandonada medio escondida
entre la espesura de la selva. En ella pudieron observar incontables
bocas de cavernas por entre las rocas del lugar adyacente.
Al parecer, según testimonios posteriores, la ciudad ya había sido
vista por pilotos civiles y militares de las Fuerzas Aéreas
Brasileñas que sobrevolaron la región. Un etnólogo que les acompañó,
Ryoku Yuhan (1), llegó a la conclusión, después de haber examinado
"desde lejos" la ciudad, de que las ruinas tenían gran semejanza con
construcciones de estilo incaico y deben tener una antigüedad de
"cientos de siglos" (?).
Incluso apuntó la posibilidad de que tales
ruinas correspondiesen a las de Eldorado, tan buscadas por
los españoles. Esta ciudad fue localizada a unos 180 kms. del
lugar donde se ubicaban las pirámides."
El descubrimiento de las pirámides del Amazonas, le brindó a la
historia de Akakor una publicidad extra.
Tatunca Nara, aumentó su
credibilidad entre los investigadores, que intuyeron tras su relato
una fuente de verdad.
"Además de estas poderosas ciudades, los Padres Antiguos erigieron
tres recintos religiosos sagrados: Salazere, en las zonas altas del
Gran Río;
Tiahuanaco, sobre el Gran Lago: y
Manoa, en la llanura
elevada del Sur.
Eran las residencias terrestres de los Maestros
Antiguos y un lugar prohibido para los Ugha Mongulala. En el centro
se levantaba una gigantesca pirámide, y una espaciosa escalera
conducía hasta la plataforma en la que los Dioses celebraban
ceremonias desconocidas por nosotros.
El edificio principal estaba
rodeado de pirámides más pequeñas e interconectadas por columnas, y
más allá, sobre unas colinas creadas artificialmente, se situaban
otros edificios decorados con láminas que resplandecían.
Cuentan los sacerdotes que con la luz del Sol naciente las
ciudades de los Dioses parecían estar en llamas. Éstas radiaban
una misteriosa luz, que se reflejaba en las montañas nevadas."
"
También los recintos religiosos son un misterio para mi pueblo. Sus
construcciones son testimonio de un conocimiento superior,
incomprensible para los humanos.
Para los Dioses, las pirámides no
sólo eran lugares de residencia sino también símbolos de la vida y
de la muerte. Eran un signo del sol, de la luz, de la vida. Los
Maestros Antiguos nos enseñaron que hay un lugar entre la vida y la
muerte, entre la vida y la nada, que está sujeto a un tiempo
diferente.
Para ellos, las pirámides suponían una conexión con la
segunda vida".
Con la noticia en primera plana, Däniken optó por una nueva
expedición, la cual tampoco prosperó. Solo alcanzó para un relato
oral de Ferdinand Schhmidt (2).
Llegados al punto más abajo de la catarata mayor, en el que estaba
enclavado nuestro antiguo campamento, nos plantamos en veinte
minutos de marcha a través de la selva ante la pared rocosa que
había que escalar.
Alcanzamos el punto más alto, que estaba poblado
de muchas variedades de cactus, y que ofrecía una grandiosa
panorámica hacía el oeste.
Desde aquí pude fotografiar las tres
pirámides y la inmediata cadena montañosa con las antiguas ruinas de
Akahim. A partir de ahora nos encaminamos juntos en dirección hacia
la catarata, a través de la selva, y a poca distancia de la orilla.
De repente había ante nosotros, apoyado en un árbol, un indio.
Pirámide oculta en la maleza de la selva
amazonía.
Entre él y nosotros mediaba una hondonada pequeña. Tatunka se detuvo
y exclamó "Ramos".
El indio se encaminó hacía Tatunka y ambos se
abrazaron. Ramos tenía cabellos negros que le caían sobre los
hombros, lucía una cinta trenzada en la frente, era de piel bastante
oscura, pero tenía ojos claros, verdes. De la oreja derecha le
pendía una cadenita en forma de gota, con alguna figura y un reborde
exterior decorado.
Ramos era el jefe de la tropa de los Mongulala y estaba allí con sus
guerreros, quienes esperaban más arriba. Ramos advirtió a Tatunka
que los sacerdotes de su tribu habían decidido su casamiento con la
princesa que le había sido asignada hace ya muchos años(3). Después
Ramos le preguntó por el escritor (Däniken), ya que los Mongulala
esperaban encontrarse con él, en lugar de con Ferdinand Schmid.
Como Tatunka debía volver para casarse con la princesa, Schmid tuvo que
elegir entre proseguir él solo con Ramos y sus guerreros o echar
para atrás y regresar: El suizo sabía que apenas quedaban unos
kilómetros para alcanzar Akahim, la ciudad donde se ocultaban las
reliquias tecnológicas de los dioses.
Schmid estaba en un dilema.
Ramos y sus guerreros no le daban garantías por su vida tanto en su
viaje a Akahim como en el retorno a Manaos.
Pese ello, con cierta
osadía, se empeñó en ir a Akahim. Pensó que, después de tan largo y
penoso camino por una jungla donde llovía copiosamente la mayor
parte del tiempo, estando a un par de pasos del objetivo tanto
tiempo esperado no podía desaprovechar aquella oportunidad que, tal
vez, fuese la última.
Pero Tatunka le dijo que tenía miedo de volver solo a la
civilización. Argumentó que, si regresaba sin Schmid, los blancos - y
en especial el propio Däniken -, querrían saber de su paradero y
Tatunka se preguntaba si creerían la palabra de un indio. Schmid
pensó que si le daba una carta para Erich von Däniken el problema
quedaba resuelto.
Pero el indio no lo veía claro. Si les daba la
carta a los blancos estos podrían pensar que él la escribió
presionado por amenazas. De esta forma, Schmid no tuvo más remedio
que volver con Tatunka a Manaos.
Resignado, el suizo captó la señal de alerta, marchándose de regreso
a su país. Otros investigadores desoyeron "las señales", y continuaron buscando
las ciudades subterráneas. La mayoría desapareció en la selva
amazónica.
Lista macabra:
-
1977: Un joven norteamericano obsesionado con Akakor arriba al
Cuzco, para tratar de organizar una expedición que lo conduzca hacia
las zonas desconocidas de del sureste del Perú. Contrató a una guía
para que lo acompañara hasta las fuentes del Río Yaco, donde
esperaba entrevistarse con un "indígena" que lo llevaría a la ciudad
oculta. Nunca más se lo vio con vida.
-
1980: John Reeds, otro norteamericano desaparecido. Una carta fue
encontrada dentro de sus pertenencias donde declara estar a dos días
de Akahim. En la misma hay elogios hacia Tatunca Nara. Sin embargo
contra los deseos de este se interno solo en la selva.
-
1983: Herbert Wanner. Ciudadano suizo. Desaparecido y encontrado
muerto. Tuvo contacto con Tatunca Nara. Interrogado negó cualquier
implicancia.
-
1986: Christine Heuser. Investigadora alemana de la AAS
(4). Paso
cuatro semanas con Tatunca Nara. Se cree que tuvo un romance con el
líder de los Ugha Mongulala. Hasta hoy figura como desaparecida.
En la distancia, Karl Brugger observaba los acontecimientos que se
sucedían y planificaba su regreso en silencio, el cual se concretó
en 1981.
Acompañado de Tatunca Nara, intentó convencer a un
cineasta, Orlando Senna para que produjera un video documental sobre
Akakor.
Senna se negó a participar, argumentando:
"que no estaban dadas las
condiciones de seguridad para una incursión a zonas tan
inhóspitas" (5).
Cuando en 1984 sobreviene la muerte del periodista, un nuevo
capítulo comienza a escribirse en la intrincada y enigmática
historia de Akakor.
Hasta ese entonces no existían objeciones demasiado graves en contra
de la figura de Tatunca Nara, pero todo eso cambió, cuando desde
Alemania se difundió que el indígena en realidad era un ciudadano de
ese país con un pasado como convicto.
Günter Hauck, tal su verdadero nombre, figuraba en los archivos
policiales alemanes como desaparecido desde el 15 de Febrero de
1968, fecha, en la cual abordó un barco para dirigirse a Río de
Janeiro.
A partir de allí, su rastro se perdía.
El expediente también mencionaba, que durante su estadía en prisión
fue conocido con el apodo de Tatunca Nara.
Solo el dato de la fecha, bastaba para demoler una de las primeras
incongruencias detectadas del relato que Tatunca contara a Karl
Brugger. Era imposible que su proclama de príncipe de Akakor fuera
viable en 1968, teniendo en cuenta que su ingreso a Sudamérica se
produjo en esa misma época.
En medio de la polémica, otro tema salió a luz. Se denunció que en
los días posteriores a la muerte de Brugger, el consulado alemán
entró a su departamento y se llevó toda la documentación privada del
periodista.
¿Qué estaba pasando?.
Surgieron versiones acerca de un nuevo libro que Brugger pensaba
publicar a la brevedad. Según sus allegados, el periodista confió,
que estaba trabajando en una hipótesis más controversial acerca del
tema de las ciudades subterráneas, y que de conocerse, causaría
sensación. También habló, sobre incursionar en el tema nazi y sus
exploraciones en la jungla sudamericana, pues dijo contar con
documentos inéditos que avalarían su investigación (6).
De estas afirmaciones se desprende, que Brugger nunca perdió las
esperanzas de encontrar las ciudades perdidas. Podemos suponer, que
era consciente de la verdadera identidad de Tatunca Nara, pero aún
así, el indígena continuó jugando un papel fundamental en el trazado
de su historia.
Tal vez Brugger, no creyó necesario hacer público un
detalle que ponía en riesgo la credibilidad de su libro, y por otra
parte, hasta sus últimos días tuvo la certeza que Tatunca no mentía.
Pero si no mentía, no se explica el fracaso de todas las
expediciones emprendidas, incluyendo la del propio Brugger. Ahora
bien, en el tren de conjeturas, ¿qué es lo que se esconde tras
Akakor?. Y, ¿por qué ese repentino interés en el factor nazi?.
Veamos.
Durante la redacción de
Crónicas de Akakor, Tatunca Nara contó a
Brugger una intrigante historia.
Refirió, que en 1936 Sinakaia,
príncipe de su pueblo por esos años, tomó parte en el asalto de
Santa María, poblado brasileño situado en las zonas altas del Río
Negro.
Los Ugha Mongulala, asesinaron a gran parte de los ocupantes,
exceptuando, a cuatro mujeres que fueron hechas prisioneras. Sólo
sobrevivió una monja de nacionalidad alemana, Reinha, que más tarde
renunció a sus hábitos y se casó con Sinkaia. De esta unión habría
nacido Tatunca Nara.
Cuatro años después, en 1941, la nueva princesa partió como
embajadora en un viaje secreto hacia Alemania. Un año después,
Reinha regresó con algunos dirigentes alemanes. Se estableció una
alianza entre los dos pueblos.
El acuerdo contemplaba que Akakor,
recibiría dos mil soldados alemanes para enseñar a los Ugha
Mongulala el manejo de armas poderosas, y que a cambio, estos
últimos, se comprometían a construir grandes fortificaciones y a
ganar nueva tierra cultivable.
"Pero la parte más importante del
acuerdo, estableció que los alemanes desembarcarían en la costa
brasileña y ocuparían las ciudades más importantes.
Los guerreros de
los Ugha Mongulala apoyarían la campaña mediante rápidas incursiones
sobre los poblados de los Blancos Bárbaros situados en el interior
del país.
Tras la esperada victoria, Brasil sería dividido en
dos territorios: los soldados alemanes reclamarían las
provincias de la costa; los Ugha Mongulala serían satisfechos
con la región sobre el Gran Río que les había dado por los
Dioses 12.000 años antes."
Según Tatunca los soldados alemanes tenían una ruta de viaje que les
permitía ingresar al Continente Sudamericano sin problemas.
"El punto de partida lo constituía una ciudad alemana llamada
Marsella. Se les decía que su destino era Inglaterra. Una vez a
bordo de la nave, que podía moverse bajo el agua como un pez, les
era revelado su auténtico destino.
Después de viajar durante tres
semanas por el océano oriental, llegaban a la desembocadura del Gran
Río. Aquí les recogía un barco más pequeño, que los transportaba
hasta las zonas altas del Río Negro.
En la última parte de su viaje eran
acompañados por exploradores de Ugha Mongulala.
El trayecto hasta la gran Catarata
situada en la frontera entre Brasilo y Perú lo realizaban en
canoas, y desde aquí solamente eran necesarios veinte horas de
camino hasta llegar a Akakor. En conjunto el viaje de los
soldados alemanes duraba unas cinco lunas."
Para 1945 dos mil soldados alemanes se encontraban viviendo en
Akakor.
La finalización de la Segunda Guerra interrumpió el plan
original. Ante la imposibilidad de volver a Alemania, los soldados
optaron por establecerse con los Ugha Mongulala.
En este punto de su libro,
Brugger, prestó mucha atención y decidió
buscar registros históricos que dieran asidero a la versión brindada
por Tatunca.
Escribió:
"Las operaciones en América del Sur de las asociaciones secretas
alemanas no fueron menos numerosas y bien fundadas. Ya en 1938, un
submarino alemán reconoció la zona inferior del Amazonas.
Su
tripulación hizo una investigación geográfica y estableció contactos
con la colonia alemana en Manaus. Realizó asimismo el primer film
histórico sobre la Amazonia, que todavía se conserva en los archivos
de Berlín Oriental. El material fotográfico hecho público demuestra
que el interés de los investigadores fue mucho más allá de la mera
recogida de datos personales.
Otras operación, que se halla
documentada en los archivos de la fuerza aérea brasileña, fue el
viaje del barco de la S.S. Carolina en junio de 1943 desde Maceió
hasta Belem. Sólo puede imaginarse cuáles eran las órdenes del audaz
carguero alemán.
La fuerza área brasileña pensó que transportaba un
cargamento de armas para agente secretos alemanes y atacó el barco
sin éxito. Más esta explicación, vista retrospectivamente, parece
poco probable. Nunca hubo colonia alemana alguna en el área de Maceió ni tampoco instalaciones de las fuerzas brasileñas.
Hay
numerosas referencias sobre operaciones secretas del Tercer Reich en
Brasil. Testigos oculares afirman haber observado el desembarco de
submarinos alemanes en la costa de Río de Janeiro.
Un periodista de
la revista brasileña Realidad e incluso descubrió en el Mato Grosso
una colonia alemana, compuesta al parecer exclusivamente de antiguos
miembros de las S.S.
"Según la
Crónica de Akakor, 2.000 soldados alemanes llegaron a la
capital de los ugha mongulala entre 1940 y 1945. El punto de partida
de esta operación secreta lo constituyó Marsella. Entre sus miembros
se encontraban A. Jung de Rastatt, H. Haag de Mannheim,
A. Schwager
de Stuttgart, y K. Liebermann de Roth.
Mujeres y niños acompañaron
al último grupo.
El contacto había sido facilitado por una hermana
misionera alemana de la estación de Santa Bárbara. Una investigación
de los datos contenidos en la Crónica de Akakor suministró la
evidencia de que los cuatro soldados mencionados fueron dados por
muertos en 1945.
Según información recibida de la diócesis
amazónica, la estación misionera de Santa Bárbara fue atacada y
destruida por tribus salvajes indias en el año 1 936. Entre los
numerosos muertos se encontraban varias monjas alemanas.
"Teniendo en cuenta los preparativos técnicos que el desembarco de
2.000 soldados alemanes habría requerido, los datos son
insuficientes. Pero las operaciones de los comandos secretos
alemanes durante la Segunda Guerra Mundial podrían ser comprobadas
en los casos en los que hubieran sido organizadas por la Abwehr.
Los
documentos sobre las actividades de la división extranjera del
Partido Nacional Socialista o de asociaciones secretas del tipo de
la Ahnenerbe o bien nunca fueron registrados o bien fueron quemados.
Técnicamente, el desembarco de 2.000 soldados alemanes podría haber
sido posible. La predilección de Hitler por las ciencias ocultas
debió haberle urgido a establecer contactos con un «Pueblo
Escogido».
El biógrafo de Hitler, Rauschning, caracteriza al
«Führer del Gran Imperio Alemán» de la siguiente manera:
«Los planes y las acciones
políticas de Hitler únicamente pueden comprenderse si uno
conoce sus más profundos pensamientos y ha experimentado su
convicción de la relación mágica entre el hombre y el
Universo»."
Coincidimos con Brugger, que tanto la
Abwehr, como la Ahnenerbe,
contaban con los medios necesarios para implicarse en una operación
de esta envergadura.
La Abwehr, fue el servicio de inteligencia alemán que comenzó a
funcionar en 1866. Durante la Segunda Guerra Mundial fue dirigido
por el Contralmirante Wilhelm Canaris (1887-1945?)
(7).
Además de
estar encargado de la inteligencia, la Abwer, desarrolló tareas de
espionaje, contrainteligencia, seguridad, actividades de sabotaje y
subversión. En Sudamérica se concentraron en tareas de inteligencia
naval y marítima.
Muchos países del continente que simpatizaban con
los alemanes, prestaron una valiosa colaboración a la causa nazi.
Algunos biógrafos sostienen que Canaris fue,
"el artífice de un plan denominado
Z-Plan, un plan, para continuar la guerra, en caso de que
Alemania perdiera militarmente. También creó una organización
denominada "Die Kette" (8), para continuar la guerra desde fuera de
Alemania si el territorio era invadido y cuyo símbolo era un águila
alemana sobre un Sol negro.
Tanto el Z-Plan como la organización Die
Kette no fueron concebidos con fines a corto o mediano plazo, sino
para perdurar por varias generaciones".
Una hipótesis no confirmada sugiere que
Canarias, quién era amigo
del general Franco,
"obtuvo la península de Jandia (Fuenteventura)
en las Islas Canarias por su contribución en la guerra civil,
supuestamente era una base secreta de submarinos que sería
descubierta después de la guerra, donde los alemanes la utilizarían
como vía de escape, aprovisionamiento y escala rumbo a otras bases
secretas en América del Sur y la Antártica.
Esta residencia llamada
Villa Winter sería del General Gustav del servicio de inteligencia
alemán al que los nativos de la isla llamarían "Don Gustavo". Esta
base estaría construida bajo alto secreto sobre cuevas y caverna
naturales que comunicarían a su vez con la residencia camuflada
que serviría de bunker y punto de observación de la costa."
Resulta sugestiva la mención de bases sudamericanas. ¿Pudo haberse
establecido alguna en territorio brasileño?. No, si pensamos que
este país le declaró la guerra al Eje en 1942, factor que complica
cualquier acción de esa índole.
Pero las posibilidades están
abiertas y no se pueden descartar.
Como segunda opción tenemos a la
Ahnenerbe.
Notas
-
Ryoku Yuhan, es el seudónimo adoptado por José Alair da Costa Pires,
quién cambió su nombre al convertirse al budismo.
-
El bote del capitán Schmidt naufragó, perdiéndose importante
material fílmico que revelaba indicios de Akahim. Rumores que
circularon por Manaus, señalaron a Tatunca Nara como el responsable
del fracaso, atribuido a su errático comportamiento que durante todo
el trayecto buscó boicotear la misión.
-
Según relató Däniken más tarde,
"Tatunca explicó a Schmidt que no
podía volver a Akahim puesto que no quería concretar aquel
casamiento, pues estaba ya matrimonialmente unido en Manaus con una
mujer blanca; no obstante, le dice que puede seguir a Ramos hasta la
ciudad, pero no le garantiza pueda regresar algún día a la "civilización"".
-
Ancient Astronaut Society. Fundada por Erich Von Däniken en 1973.
-
"Entrevistado Senna por la revista
"Trance", en el número de junio
de 1982, manifestó que no realizó la expedición porque el propio
Tatunca no le garantizó ninguna seguridad, puesto que había que
cruzar regiones muy inhóspitas, con miles de nativos en pie de
guerra contra cualquier invasor que se acercara. El proyecto
entonces queda en la nada.
-
"Se comentó que Karl iba a hacer públicas en los días próximos a su
asesinato, fotos y filmaciones que probaban que hubo un asentamiento
del Tercer Reich en la parte alta de Río Negro".
-
En 1940 fue ascendido a Almirante. Desde la Abwerh organizó la ayuda
alemana al General Francisco Franco durante la Guerra Civil
Española. Más tarde sería acusado de integrar una red de
conspiradores para matar a Hitler. En 1945 fue internado en el campo
de concentración de Flossenburg,, donde se lo ejecutó un poco antes
de terminar la Guerra. Investigaciones recientes, sugieren que su
detención y posterior muerte, fue en realidad una pantalla de
camuflaje para desviar la atención de los aliados. Canaris habría
continuado con sus operaciones desde la clandestinidad.
-
"La cadena".
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