del Sitio Web
NationalGeographic emplearon las armas y la diplomacia
para forjar una poderosa
alianza
Aquí, en la
cuenca del Petén, la selva es densa
y cálida, pero más seca de lo que cabría esperar. Y silenciosa,
excepto por el canto de las cigarras y alguna que otra llamada de
los monos aulladores. Y si las observas con más detalle aún, ves que determinadas partes son de piedra tallada, y que algunas presentan túneles excavados en sus laderas.
En realidad no son
colinas, sino antiguas pirámides abandonadas tras la caída de la
civilización maya hace un milenio.
Durante un breve lapso de tiempo, una de esas ciudades-estado se impuso a la otra y se convirtió en lo más parecido a un imperio dentro de la historia maya.
Al mando estaban los
gobernantes de la dinastía Kaanul, o Cabeza de
Serpiente, cuya existencia nadie conocía hasta hace unas
pocas décadas. Gracias a los yacimientos próximos a esta
ciudad-estado, incluido el de Holmul, los arqueólogos están
recomponiendo la historia de
los soberanos Serpiente.
Este guatemalteco nacido en Italia no iba en busca de nada espectacular - como pueden ser las tablillas con escritura del período Clásico o una tumba ricamente ornamentada - solo pretendía profundizar en las raíces de la cultura maya.
Una de las primeras cosas que halló fue un edificio situado a pocos kilómetros de lo que parecía ser el núcleo central de pirámides de Holmul.
En él había restos de un mural en el que se representaban soldados peregrinando hacia algún lugar.
Para saber el porqué, Estrada-Belli excavó túneles en varias pirámides cercanas. Los antiguos mesoamericanos construían sus pirámides por capas, una sobre otra, como si fueran matrioskas rusas.
Cuando añadían una nueva fase a la construcción, preservaban la que quedaba debajo, y eso ha permitido a los investigadores adentrarse en ellas mediante túneles y observar las estructuras previas casi intactas.
Allí, sobre la entrada a
una tumba, descubrieron un friso de ocho metros de largo
magníficamente conservado.
Una representación
cargada de simbolismo.
Cuando reparó en uno de los glifos de la parte central, supo inmediatamente que estaba ante el descubrimiento más emocionante y significativo de su carrera: una serpiente sonriente.
La historia del descubrimiento de los Kaanul, o Serpiente, y su intento de crear un imperio empieza en Tikal, la ciudad de sus enemigos más acérrimos.
Tikal, que dominó las tierras bajas mayas durante siglos, también ha dominado la arqueología maya desde la década de 1950.
La extensa urbe llegó a
tener una población de 60.000 habitantes, y sus elegantes edificios
debieron de impresionar a los visitantes del año 750 d.C. tanto como
a los turistas actuales.
Gracias a las inscripciones que contienen, los científicos reconstruyeron la historia de Tikal hasta su caída en el siglo IX. Sin embargo, quedaba un extraño vacío, aproximadamente entre los años 560 y 690, un período carente de estelas y en el que apenas se construyó nada.
Desconcertados ante esos
130 años de silencio, los arqueólogos denominaron a ese período el
hiato de Tikal, todo un misterio
dentro de la historia maya.
En 1973, la arqueóloga Joyce Marcus lo identificó como un glifo emblema:
Marcus se preguntó si ese glifo estaría relacionado con el hiato de Tikal.
La selva del Petén es tórrida durante la estación seca y prácticamente infranqueable durante la estación húmeda. Está infestada de plantas e insectos venenosos, y también de narcotraficantes armados que pueden ser muy peligrosos.
Aun así, Marcus exploró la zona durante meses, visitando ruinas y fotografiando glifos.
Adondequiera que fuese, veía referencias a la serpiente sonriente, sobre todo en el área que hay alrededor de la antigua ciudad de Calakmul, situada en lo que hoy es México, cerca de la frontera sur.
Cuando llegó a Calakmul, cuyas dos pirámides centrales eran bien visibles desde el aire, se quedó maravillada por su tamaño: en otra época vivieron allí unas 50.000 personas. Había estelas por todas partes, pero la mayoría estaban borradas.
La piedra caliza era tan
blanda que los siglos de erosión las habían dejado lisas. Solo
encontró dos glifos de serpientes en la ciudad.
Aprovechó los datos sobre batallas e intrigas políticas de todo el mundo maya para componer un retrato de los gobernantes Serpiente y su dinastía.
Martin y el arqueólogo Nikolai Grube acabaron publicando un libro, 'Crónica de los Reyes y Reinas Mayas', en el que describen las interrelaciones entre los diferentes reinos mayas.
En el centro de aquel mundo, y durante un siglo prodigioso, brillaron los reyes Serpiente.
Al igual que Marcus, Martin afirma que el reino de la dinastía Serpiente fue una especie de agujero negro que absorbió a todas las ciudades del entorno y creó lo que quizá pudo ser un imperio maya.
Huelga decir que quedan muchas preguntas sin resolver acerca de esta dinastía:
A finales del siglo V, la ciudad-estado de Tikal era una de las más poderosas de la región.
Los arqueólogos sospechan que ostentaba esa posición gracias a la ayuda de Teotihuacán, una ciudad mucho más grande situada en lo alto de las montañas que hay 1.000 kilómetros al oeste, cerca de la actual Ciudad de México.
Durante siglos estas dos
ciudades influenciaron la arquitectura, la pintura, la alfarería,
las armas y el urbanismo mayas. Pero todo cambió en el siglo VI,
cuando Teotihuacán se desentendió de la región maya y abandonó Tikal
a su suerte.
Nadie sabe con certeza de dónde vinieron:
Algunos expertos piensan que cientos de años antes del período Clásico iban de un lugar a otro, creando una megaciudad tras otra. Pero no son más que conjeturas.
Los primeros glifos de
serpientes claramente identificables parecen ser los hallados en
Dzibanché, una urbe del sur de
México, 125 kilómetros al nordeste de Calakmul.
El primero, Piedra
Mano Jaguar, se pasó años haciendo visitas diplomáticas por las
tierras bajas de la región maya.
Pero así era como se producían a veces las conquistas en el mundo maya:
En este aspecto, parece
ser que no había nadie mejor que los Serpiente.
Con paciencia, los gobernantes de la dinastía Serpiente fueron ganándose la lealtad de otras ciudades al norte, al este y al oeste de Tikal, hasta formar una enorme pinza para atenazar al enemigo.
Piedra Mano Jaguar y sus aliados por fin estuvieron en condiciones de conquistar Tikal, pero el Señor Serpiente murió antes de que sus maniobras políticas dieran sus frutos. La tarea quedó en manos de su sucesor (que tal vez fuera su hijo), Testigo del Cielo.
El joven debía de tener una presencia imponente. De constitución fuerte, en su cráneo se acumulaban las cicatrices, fruto de un sinfín de batallas.
El gobernante había
colocado todas sus piezas en el tablero y por fin dio el golpe.
Condujo el ejército Serpiente desde Waka hacia el este, mientras que
las fuerzas de Caracol, las de la ciudad-estado de Naranjo y tal vez
las de Holmul avanzaron hacia el oeste.
El reinado de la dinastía Serpiente acababa de empezar. Los siguientes 30 años de la historia maya son confusos...
Gracias a los arqueólogos Enrique Nalda y Sandra Balanzario, sabemos que Testigo del Cielo murió un decenio después de su victoria, cuando tenía poco más de 30 años.
En 2004 abrieron una serie de tumbas en una pirámide de Dzibanché, en las que hallaron una aguja de hueso empleada para rituales de sangre junto con máscaras de jade, obsidiana y perlas.
En la aguja hay una inscripción que reza:
De los ocho miembros de
la dinastía Serpiente que gobernaron durante el hiato de Tikal,
este es uno de los dos cuyos restos se han encontrado.
Al contrario que Tikal y Calakmul, ciudades más áridas situadas en las tierras bajas, Palenque era refinada y sofisticada, con elegantes pirámides revestidas de estuco y un observatorio erigido al pie de las colinas que conducen al golfo de México y al altiplano.
No era una ciudad grande - quizá tenía unos 10.000 habitantes - pero era un centro cultural y la puerta de acceso para el comercio hacia el oeste, un objetivo primordial para una potencia joven y ambiciosa.
El pueblo de los Serpiente estaba entonces liderado por un gobernante llamado Serpiente Enrollada que, al igual que sus predecesores, invadía mediante alianzas.
La reina de Palenque, Corazón del Sitio del Viento, defendió la ciudad contra el ataque de los Serpiente, pero se rindió el 21 de abril del 599.
Pero los Serpiente eran distintos.
La idea de la creación de un imperio es controvertida entre los arqueólogos especializados en la cultura maya.
Para muchos, el concepto es inverosímil desde el punto de vista cultural y geográfico. Sin embargo, en el caso de la dinastía Serpiente, es difícil no ver un patrón expansionista.
Forjaron alianzas con las ciudades más grandes del este, conquistaron las del sur y establecieron relaciones comerciales con pueblos del norte. Palenque era el confín occidental del mundo maya.
Pero sin caballos ni
ejércitos permanentes, ¿cómo pudieron mantener el poder?
Dzibanché estaba a 125 kilómetros de Calakmul, una distancia enorme para recorrerla a través de la tupida selva.
El traslado a la nueva capital de Calakmul no está documentado, pero en el año 635 los Serpiente erigieron un monumento en el que se declaraban señores de la ciudad tras destronar a la dinastía Murciélago.
Testigo del Cielo y Serpiente Enrollada habían sido hábiles conquistadores, pero Yuknoom Cheen era un auténtico soberano.
Al igual que Ciro en Persia o Augusto en Roma, tuvo la astucia de enfrentar unas ciudades con otras - sobornando a unos y amenazando a otros - mientras consolidaba su dominio en las tierras bajas mayas como ningún otro rey maya había logrado antes.
Y mantuvo este equilibrio
político durante 50 años. A principios de la década de 1970 los arqueólogos se encontraron con que en el mercado negro circulaban unos paneles de piedra magníficamente tallados en los que aparecían dispersos los glifos de la serpiente sonriente, y bautizaron aquel lugar desconocido en el que los saqueadores habían encontrado las piezas como Sitio Q, que se convirtió en una especie de Santo Grial para algunos arqueólogos como Marcello Canuto.
Una tarde de abril de 2005, mientras inspeccionaba un lugar de la selva del Petén llamado La Corona, Canuto se metió en una zanja abierta por saqueadores en una pirámide y vio en la pared una pequeña superficie de piedra labrada.
Bajo la tierra y la vegetación estaban los relieves más hermosos que jamás había visto sobre el terreno.
Canuto no ha salido de allí desde entonces.
Saknikte, nombre maya del yacimiento, parece que gozaba de un estatus especial durante el reinado de la dinastía Serpiente. Sus príncipes acudían a Calakmul para recibir educación, y tres de ellos se casaron con princesas Serpiente.
A diferencia de la belicosa ciudad de Waka, Saknikte no se enzarzó en muchas batallas.
Sus reyes tenían nombres
agradables como Perro Alegre, Gusano Blanco o Pavo
Rojo. Los paneles muestran a aristócratas bebiendo y tocando la
flauta.
El elegante retrato
muestra a Yuknoom Cheen sentado, con aspecto relajado, mirando hacia
un lado mientras el rey de Saknikte lo observa.
Colocó nuevos reyes en
Cancuén, al sur, y en
Moral-Reforma, a casi 160 kilómetros al oeste. En Dos Pilas sometió
al hermano del nuevo rey de Tikal y lo convirtió en un fiel vasallo.
Parece que ciertos
aliados no contaban con sus propios glifos emblema, y que sus reyes,
pese a aparecer suntuosamente ataviados, dejaban de emplear títulos
reales una vez que se aliaban con la dinastía Serpiente. Por su parte, los reyes Serpiente de Calakmul adoptaron un título más pomposo:
Durante aquellos años los gobernantes Serpiente vigilaban Tikal, su antigua enemiga, que repetidamente trataba de rebelarse y vengarse.
En 657, tras reforzar a sus aliados, Yuknoom Cheen y un rey títere de la zona llamado Dios que Golpea el Cielo aplastaron Tikal. Transcurridas dos décadas Tikal volvió a sublevarse, y el rey Serpiente orquestó de nuevo su derrota y, de paso, mató a su rey.
Los expertos dicen que los reyes mayas tenían que ser cuidadosos a la hora de mantener sus alianzas y que a menudo dejaban con vida a los reyes derrotados.
Podría ser que las batallas mayas del período Clásico fuesen más bien ceremoniales. O que tal vez los aliados de los reyes vencidos, temiendo por sus vidas, abogaran por la clemencia. O quizá se deba a que los reyes mayas normalmente no tenían ejércitos tan grandes como para arrasar una ciudad.
Entonces aprovechó para
presentar a su sucesor (y probable hijo), Garra de Fuego, que
en el futuro habría de heredar el reino. Y acabaría perdiéndolo para
siempre.
La malnutrición afectaba
a las clases más pobres, mientras que las élites podían tener
sobrepeso e incluso algunos pudieron padecer diabetes.
A pesar de las numerosas y aplastantes derrotas, Tikal volvió a alzarse en 695. Esta vez dirigía la ciudad un joven rey con el ostentoso nombre de Dios que Limpia el Cielo.
Garra de Fuego
reunió otro ejército Serpiente para enfrentarse al advenedizo de
Tikal.
La mayoría de los arqueólogos sostiene que la dinastía Serpiente nunca se recuperó, pero siguió ejerciendo su influencia. En 711 la ciudad de Naranjo, la aliada más fuerte de los Serpiente, todavía le declaró su lealtad.
Una ciudad vecina de Calakmul incluso erigió una estela para celebrar el retorno de los reyes Murciélago, en la que un guerrero pisotea una serpiente.
Durante el siglo siguiente, Tikal se dedicó a represaliar a las ciudades-estado que habían apoyado a los soberanos Serpiente:
No obstante, Tikal jamás llegaría a lograr el poder alcanzado por los Serpiente, y a mediados del siglo XI los mayas estaban sumidos en el desastre.
Ya fuese por la
superpoblación, la inestabilidad o las pertinaces sequías, las
ciudades mayas del período Clásico cayeron en el caos y acabaron
siendo abandonadas.
Quizás algún día sepamos la respuesta.
Hace 40 años los miembros de la dinastía Serpiente eran un rumor. Hace 20 años se los consideraba simplemente señores de Calakmul.
Hoy sabemos que gobernaron el más extenso y poderoso reino maya que hubo jamás.
Y a menudo esos expertos disienten entre sí.
Ramón Carrasco, un arqueólogo que supervisa el yacimiento de Calakmul, opina que la dinastía Cabeza de Serpiente nunca vivió en Dzibanché y nunca perdió el poder.
Ha trabajado con Simon Martin y otros investigadores y ha visto los mismos indicios, pero ha extraído conclusiones diferentes.
Casi en la cima, mientras limpiaba y extraía cuidadosamente unas piedras, descubrió los restos de un cadáver.
Y debajo de él, una cámara.
Excavar la tumba llevó nueve meses.
Cuando Carrasco por fin entró en ella, supo que acababa de hallar los restos de un rey poderoso.
Garra de Fuego Foto: CONACULTA, INAH. México. Museo Arqueológico de Campeche Fuerte de San Miguel
El cadáver estaba
envuelto en un delicado chal y recubierto con abalorios. No estaba
solo: una mujer joven y un niño habían sido sacrificados y
depositados en una cámara cercana.
Entonces sacó un cepillo y empezó a limpiarlo con suavidad.
Aquel ojo formaba parte de una hermosa máscara de jade destinada a honrar al rey en el más allá.
Los análisis posteriores revelaron que se trataba de un hombre fornido, tal vez incluso gordo, que presentaba osificación en los ligamentos vertebrales. La tumba estaba elegantemente decorada.
Al lado había un tocado de jade, en cuyo centro se había insertado en otro tiempo la garra de un jaguar.
Y al lado del tocado, un plato de cerámica con una serpiente sonriente y la inscripción,
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