por
Rainer Hostnig - SIARB. Cusco, Perú
y Raúl Carreño Collatupa
- Grupo AYAR, Cusco,
Perú
2006
del Sitio Web
RubestreWeb
Recuperado a través el
sitio Web
WayBackMacine
Los Autores
Rainer Hostnig, de formación agrónomo, desde 1998 hasta diciembre
del 2004, ha ejercido la función de co-director europeo del proyecto
bilateral Pro-Manu (Manejo Sostenible de la Reserva de Biosfera y
Parque Nacional del Manu), es miembro de la Sociedad de
Investigación de Arte Rupestre Boliviana y autor de varias
publicaciones sobre el arte rupestre peruano.
Raúl Carreño Collatupa, consultor en Geología, co-presidente del
Programa Internacional IGCP-425, Patrimonio Cultural y Peligros por
Deslizamientos, programa UNESCO-IUGS (International Union of
Geological Sciences), realiza estudios y es autor de artículos sobre
patrimonio arqueológico y deterioro geológico en la región de Cusco
y Apurímac. |
Introducción
(1)
Los petroglifos de Pusharo constituyen un testimonio cultural
sobresaliente de los pueblos amazónicos que habitaban la selva de
los actuales departamentos de Cusco y Madre de Dios hace muchos
siglos atrás.
La gran concentración de signos grabados en un panel
de dimensiones monumentales convierte a estos petroglifos en una de
las manifestaciones de arte rupestre más importantes de la amazonía
peruana.
A pesar de que el sitio es conocido desde hace más de
ochenta años, recién fue reconocido en el 2003 como patrimonio
arqueológico por el Instituto Nacional de Cultura del Perú.
Para muchos exploradores, buscadores de tesoros y seguidores de la
corriente esotérica y mística, la zona de Pusharo y los grabados
rupestres estarían relacionados con el legendario Paititi
(2), por
lo que desde hace varias décadas recibe la visita, sea ilegal o
autorizada mediante un permiso especial de la Jefatura del Parque
Nacional del Manu, de grupos extranjeros o nacionales, entre los que
figuran aventureros y buscadores de tesoros, productores de cine,
escritores, expedicionarios y también miembros de una hermandad
mística-religiosa llamada Rahma, que afirman haber entrado en
contacto con extraterrestres frente a la pared de los petroglifos,
probablemente bajo el efecto de plantas alucinógenos como la
ayahuasca.
Los miembros de la comunidad nativa de Palotoa Teparo consideran a
Pusharo como territorio de sus ancestros e interactuaban con los
petroglifos todavía hasta hace pocos años atrás en el marco de sus
rituales vinculados a acontecimientos de caza colectiva de animales
silvestres.
El artículo resume los avances en el estudio de los
petroglifos de Pusharo que requieren ser continuados, profundizados
y ampliados a zonas contiguas a Pusharo donde podrían existir otros
sectores con grabados actualmente cubiertos por la vegetación.
Ubicación y acceso
Pusharo está ubicado en la cuenca media del río Palotoa, distrito y
provincia de Manu, departamento de Madre de Dios, suroriente del
Perú, a una altura de 529 m.s.n.m., dentro del Parque Nacional del
Manu, integrante del Sistema Nacional de Áreas Naturales Protegidas
por el Estado (SINANPE), bajo la jurisdicción y tutela del Instituto
Nacional de Recursos Naturales (INRENA).
Según la nueva zonificación
del Plan Maestro del PNM actualizado (INRENA/Pro-Manu, 2004),
Pusharo forma parte de la Zona Histórico-Cultural del PNM, que
abarca 18252.68 has y se encuentra localizada en el sureste del área
protegida.
El acceso desde el Cusco es por la carretera de penetración a la
selva. Pasando por el pueblo andino de Paucartambo y los centros
poblados amazónicos de Pillcopata y Salvación, se llega, tras un
recorrido de unas 7 horas en vehículo particular, al km. 250, en el
que se encuentran el embarcadero de Santa Cruz y un Puesto de
Vigilancia del PNM, en el que deben registrarse los visitantes,
autorizados por la Jefatura del PNM en el Cusco para visitar a
Pusharo.
El viaje prosigue en "peque peque" (bote de madera con
motor de dos tiempos), siguiendo primero, río abajo, el Alto Madre
de Dios, hasta cerca del poblado y misión dominica de Shintuya;
luego se surca el río Palotoa hasta el Tambo Palotoa, en la margen
izquierda, donde se puede pernoctar, previa coordinación y pago al
representante de la comunidad encargado del albergue.
Si el caudal
lo permite, se puede llegar el mismo día hasta el refugio Pusharo,
ya en el PNM, y surcar o caminar al día siguiente hasta el pongo
donde se encuentran los petroglifos.
En estiaje, el viaje en bote
termina en el Tambo o, río arriba, en la desembocadura del
tributario llamado Avaroa (lugar también conocido como Rinconadero),
donde existe un conjunto de casas pertenecientes a un grupo familiar
matsiguenka llamado "Japón".
Desde aquí el trayecto por tierra
demanda tres horas de camino a pie hasta Pusharo, siguiendo el lecho
del río Palotoa.
Fig. 1
Ubicación de Pusharo en el mapa del Perú
y del departamento
de Madre de Dios.
(Dibujo: C. Del Solar).
Fig. 2
Imagen satelital SPOT mostrando
el río Alto Madre de Dios a
la derecha abajo y el río Palotoa,
que corre de este a oeste,
paralelo a la Cordillera de Pantiacolla.
El círculo marca la
ubicación de Pusharo
a la salida del pongo
(Archivo Jefatura del PNM, Cusco).
Fig. 3
En "camino" a Pusharo:
empujando el bote para
atravesar
uno de los numerosos rápidos
Sobre el nombre Pusharo
En la bibliografía consultada, el sitio figura bajo los nombres de
Shinkibenia o Pantiacolla (Cenitagoya, 1921), Pantiacolla (Kauffmann
Doig, 1983), Palotoa, Pucharo o Pusharo.
En el caso de Pantiacolla,
el topónimo corresponde a la cadena montañosa que flanquea el río
Palotoa hasta su desembocadura en el río Alto Madre de Dios, pero
algunos autores utilizaron también este nombre en alusión al río
Pantiacolla cuyo nombre oficial es Palotoa o Porotoa.
Hacia los años
ochenta surge en la bibliografía y se impone finalmente el nombre de
Pusharo, topónimo empleado por los matsiguenkas, y que actualmente,
gracias a la Resolución Directoral 015 del INC-Lima del 2003, es el
nombre oficial del sitio.
El río Palotoa, clima y zonas de vida
El río Palotoa (3) nace en la cordillera de Piñi Piñi, a
aproximadamente 1,000 m.s.n.m.; transcurre de noroeste a este y, al
romper el último contrafuerte andino forma el pongo de Meganto para
luego desembocar en el río Alto Madre de Dios, en las proximidades
de Shintuya.
Fig. 4
El río Palotoa cerca del pongo de Meganto
El río, flanqueado por terrazas bajas y medias, corre por un lecho
de grava que en varios tramos presenta fuertes pendientes y
numerosos rápidos, algunos de los cuales dificultan la navegación.
En tiempo de verano, sus aguas son limpias y transparentes; en época
de lluvias, el río se vuelve torrentoso y arrastra árboles
desarraigados que originan palizadas. En el tramo entre la comunidad
de Palotoa-Teparo y Pusharo, el cauce del río llega a bifurcarse,
formando en ocasiones dos y más brazos secundarios (anastomosis
fluvial).
En la actualidad, en tiempo de crecida, el caudal del río
puede hacer desaparecer las playas y sumergir parcialmente los
petroglifos del panel principal.
Fig. 5
El cauce del río Palotoa
con su vegetación ribereña.
Al
fondo, la cordillera de Pantiacolla.
Por su ubicación cerca del llano amazónico, el clima es cálido y
húmedo, con una temperatura promedio anual de 17°C a 22.5°C y
precipitaciones de 2000 a 4000 mm/año. Se distinguen dos estaciones:
una seca, de mayo a septiembre, con pocas lluvias y temperaturas
menores, y otra lluviosa, de octubre a abril, con las temperaturas
más altas del año e incremento de lluvias y evapotranspiración.
Las Zonas de Vida que corresponden al área de Pusharo son: Bosque
muy húmedo Subtropical transicional a Bosque pluvial Subtropical (bmh-S/bp-S)
y Bosque pluvial Subtropical (bp-S).
Declaración de Pusharo como Patrimonio Cultural de la Nación
Según publicación en El Peruano del jueves 23 de enero del 2003, la
Dirección Nacional del Instituto Nacional de Cultura, mediante
Resolución Directoral Nacional Nº 015/INC, declaró a los petroglifos
de Pusharo como Patrimonio Cultural de la Nación
(4).
Desde entonces
han pasado tres años sin que las dependencias del Instituto Nacional
de Cultura hayan logrado cumplir con el encargo del dispositivo
legal de elaborar los planos de delimitación con su respectiva ficha
técnica y memoria descriptiva y de inscribir además a Pusharo como
Patrimonio Cultural de la Nación en los Registros Públicos y en el
Sistema de Información Nacional de Bienes de Propiedad Estatal (SINABIP);
tampoco existen disposiciones, mecanismos administrativos ni
recursos financieros apropiados para garantizar la conservación del
sitio ante una futura afluencia de visitantes.
Esto es preocupante
ya que los petroglifos, como se sabe, constituyen un bien no
renovable, único, frágil e irreparable.
LOS PETROGLIFOS DE PUSHARO
El descubrimiento
-
Los petroglifos de Pusharo parecen haber sido encontrados por
primera vez en 1909, durante una "correría de indios" por un
cauchero, quien los describió como letras góticas esculpidas.
(Cenitagoya,
1943:138-140).
-
Doce años más tarde, el 14 de agosto del 1921, el
misionero dominico Vicente de Cenitagoya, acompañado por el fraile
de su congregación Jesús Broca y el sacerdote José Rodríguez así
como por tres guías matsiguenkas, llegó a Pusharo desde la misión
ubicada en la boca del río Manu y realizó los primeros dibujos de
algunos petroglifos. Registró el lugar bajo el nombre de Río Shinkibenia.
Desafortunadamente perdió luego sus apuntes y tuvo que
reelaborarlos de su memoria para un artículo que publicó veintidós
años más tarde. Llegó a la conclusión de que se trataba de una
escritura oriental y gótica y de escenas del Viejo y Nuevo
Testamentos, como el hecho de la creación, el primer pecado, la
Virgen con su hijo, el arrepentimiento y la promesa de redención.
(Cenitagoya,
1943:142-145)
Fig.6
Calco de algunos elementos del panel principal de Pusharo,
según la visión del Padre Cenitagoya (1943:Fig.2)
Sobre esta peculiar interpretación de los petroglifos,
Kim
Macquarrie y André Bärtschi (1998:276), en la segunda edición de su
obra sobre el Parque Nacional del Manu, comentan que,
"....Satisfechos con sus resultados, los misioneros partieron, sin
llegar nunca a darse cuenta de que acababan de participar en un
auténtico test de Rorschach – un tipo de examen psicológico
estándar, en el que se pide al paciente que describa lo que ve en
una serie de manchas de tinta.
Las figuras que se observan, no son
inherentes a las manchas, sino que representan imágenes que existían
previamente en la mente del paciente".
La interpretación disparatada
de los petroglifos por parte del religioso dominico no es un caso
aislado y encuentra su parangón en las elucidaciones y
elucubraciones absurdas que sobre ellos se han publicado en
artículos periodísticos y libros de corte sensacionalista en las
últimas décadas.
Pusharo y los buscadores del Paititi
Desde 1921 pasaron casi cincuenta años sin que se produjeran
reportes de visitas a Pusharo.
En julio de 1969, llegó al sitio el
médico arequipeño Carlos Neuenschwander Landa, frenético buscador
del legendario Paititi, quien, al verse impedido de aterrizar con el
helicóptero a su disposición en la meseta de Pantiacolla, optó por
la visita a Pusharo, junto con Santiago Yábar Calvo, empresario
turístico del Cusco, los hermanos Corisepa, indígenas huachipaeris
de Shintuya, y el taxidermista Celestino Kalinowski, entre otros.
Un año más tarde, en 1970, el Padre dominico Adolfo Torralba
fotografió el panel de petroglifos para el archivo de los Misioneros
Dominicos.
El misionero español Joaquín Barriales, de la mima
congregación, investigador aficionado del arte rupestre (quien en
1982 publicara el trabajo del alemán Christian Bües sobre los
petroglifos de la cuenca del Alto y Bajo Urubamba, en la región
amazónica del Cusco), hizo dibujos a partir de las fotografías de
Torralba y los incluyó en la publicación referida. (Barriales, 1982:
48).
En 1975, los aventureros Nicole y Herbert Cartagena (pareja
franco-peruana) llegaron a Pusharo y en su libro "Sobre la pista de
los incas" lo describieron como un nuevo descubrimiento realizado
por ellos.
En 1978, el cusqueño Fernando Aparicio Bueno, quien
recibió una distinción de parte de la empresa Rolex, por sus méritos
en la búsqueda del Paititi, visita el sitio y Carlos Neuenschwander
continúa pasando por Pusharo en varias de sus múltiples expediciones
durante los años setenta y ochenta.
Gregory Deyermenjian, junto con gente local, un guarda parque, tres
matsiguenkas de Palotoa-Teparo y guiado por Santiago Yábar Calvo,
visitó Pusharo en octubre de 1991 durante su expedición en búsqueda
del Paititi, patrocinada por el Instituto Nacional de Cultura del Cusco.
En otras expediciones visita el complejo arqueológico inca de Mameria, al parecer descubierto por el explorador peruano
Ludwig
Essenwanger, y publica en la página web
www.paititi.com una relación
de sus viajes y algunas fotografías de los restos arquitectónicos y
artefactos encontrados.
Fig.7
Restos de una construcción inca del sitio Mameria.
(Foto: cortesía Gregory Deyermenjian)
Fig.8
Figura femenina.
Ceramio
inca hallada en las cercanías de Mameria.
(Foto: Riveros C.,
2004:92)
En las últimas tres décadas, muchos otros exploradores, buscadores
de tesoros y aventureros han visitado a Pusharo, buscando pistas
para el descubrimiento del Paititi.
Los relatos de sus odiseas por
la selva del Manu y sus descripciones de los vestigios arqueológicos
hallados (por muy problemáticas y criticables que la mayoría de
éstas incursiones sean, desde el punto de vista del respeto a la
vida de los indígenas en aislamiento voluntario y de la protección
del patrimonio arqueológico de la zona), mientras no se realicen
estudios científicos serios - debidamente autorizados por la entidad
competente - sobre las evidencias arqueológicas en el Parque Nacional
y sus alrededores, seguirán constituyendo la única fuente de
información para los que buscan datos sobre vestigios de la
presencia humana de épocas precolombinas en esta parte de la selva
amazónica.
En diferentes páginas web se puede encontrar parte de esta
información dispersa y divulgada en diversos idiomas, como los
emocionantes relatos de Gregory Deyermenjian sobre sus múltiples
expediciones al interior del Manu y el resumen de un interesante
artículo suyo sobre los petroglifos de Pusharo, publicado en la
Revista Athenas Review en el año 2000.
El periodista peruano Jorge Riveros Cayo sintetizó los principales descubrimientos de Deyermenjian en un reportaje aparecido en la revista de arquitectura ARKINKA, en octubre del 2000, acompañado de varias fotografías a
color sobre restos arqueológicos y algunos ceramios y artefactos de
cobre y tumbaga de facción inca, hallados en el interior del PNM.
Exploraciones de carácter científico
Uno de los primeros arqueólogos que visitó a Pusharo fue el peruano
Federico Kauffmann Doig, en 1970, quien publicó una fotografía y un
corto párrafo en su libro "Manual de la Arqueología Peruana"
(edición de 1983), con un primer calco de los petroglifos a manera
de bosquejo.
Fig. 9
Calco de los petroglifos de Pusharo
publicados en el Manual
de Arqueología Peruana
de F. Kauffmann Doig
(1983: 57)
Diez años más tarde, entre 1980 y 1981, ingresó al lugar la
expedición veneciana del Centro Studi Ricerche Ligabue, bajo la
dirección del arqueólogo italiano Giancarlo Ligabue.
Se tiene
conocimiento (comunicación personal del Dr. Kauffmann Doig) de que
el equipo calcó y documentó por primera vez de manera rigurosa todos
los grabados del sitio principal, desconociéndose, lamentablemente,
el resultado de esta labor pionera.
En el mismo año, 1981, el alemán Hans Ferstl realizó su investigación antropológica sobre los
matsiguenkas, recopilando información sobre sus mitos y su relación
con los petroglifos (Baer et al., 1983).
En 1996, la entonces estudiante de antropología de la UNSAAC,
Patricia M. Vega Centeno A., recibe apoyo económico de la ONG
peruana Pro-Naturaleza para realizar una documentación pormenorizada
de los petroglifos de Pusharo y Queros en el marco de sus prácticas
pre profesionales.
A pesar de presentar algunos errores de
descripción y análisis, tiene el mérito de constituir el primer
trabajo conocido que aporta calcos a escala de los petroglifos de la
parte visible del panel principal de Pusharo, ejecutados mediante la
técnica de frottage (5).
En ellos, sin embargo, no aparecen los dos
grandes soles de la parte superior del panel ni los grabados
erosionados existentes en la base de la pared rocosa.
Figs. 10-11
Calcos de la parte central del panel. Sector A.
(Vega
Centeno, 1996)
En 1999, el Proyecto Especial PLAN COPESCO de Cusco, por encargo de
Pro-Manu (Proyecto de un convenio bilateral peruano-europeo) y con
financiamiento de la Comisión Europea, realiza una prospección de
Pusharo para incluirlo en un circuito turístico manejado por los
matsiguenkas de Palotoa-Teparo.
El equipo contratado por esta
institución paraestatal, sobre la base de un registro fotográfico
del panel de petroglifos del sitio principal (sector A), elaboró el
primer mapa digitalizado de los grabados (ver Figs. 23 a 27). No
mencionan en su informe los petroglifos de los sectores B y C de
Pusharo.
Del vasto material documental producido por investigadores
particulares o instituciones nacionales y extranjeras en forma de
películas, fotografías y calcos sobre los petroglifos de Pusharo,
sólo una mínima parte se encuentra publicada en artículos y libros
científicos o de corte popular.
En el medio peruano sólo están
disponibles en bibliotecas a cargo de instituciones gubernamentales
(INRENA) y privadas (Pro-Naturaleza) los resultados de los dos
registros mencionados en los acápites anteriores.
El INRENA, a pesar
de haber autorizado en varias ocasiones el ingreso a la zona de
Pusharo de personas registradas como camarógrafos, escritores o
antropólogos, no cuenta con los informes de las visitas y tampoco
con los resultados publicados sobre los estudios realizados.
Los petroglifos
En las publicaciones consultadas sobre Pusharo, con excepción del
mencionado artículo de Deyermenjian, sólo se encuentran
descripciones de los petroglifos descubiertos por Cenitagoya en
1921.
En los viajes de prospección a la zona de Pusharo realizados
entre los años 2000 y 2005 pudimos localizar y estudiar otros dos
sectores con grabados, los que, para fines descriptivos, hemos
codificado con las letras B y C, reservando la letra A para el
sector principal.
Los tres sectores se encuentran en el tramo final
del Pongo de Meganto.
El sector o subsitio B, que se describe más
adelante, fue encontrado por Santiago Yábar y Neuenschwander (1983)
en una de sus visitas a Pusharo y revisitado por Deyermenjian en
1991 (2000:75).
Fig. 12
Ubicación de los sectores A, B y C en relación al río Palotoa.
(Dibujo: César del Solar, 2005)
Sector A
El Sector A corresponde al sitio principal y se encuentra en la
margen derecha del río Palotoa, en la base de un escarpe rocoso de
unos 25 m de altura. La orientación de la pared es N330°.
Las
características geológicas y mineralógicas del soporte se consignan
en el capítulo sobre la Geología de Pusharo.
La medición del panel de petroglifos realizada en febrero del 2005
arrojó un largo de 24.7 m, un alto promedio de 2 m (medidos desde la
base actual) y un alto máximo de 4.3 m, en el lugar donde se
encuentra la figura aislada de un sol radiado.
Fig. 13
Vista de la base del acantilado con los petroglifos
(Foto:
Giovanni Ordóñez)
En los primeros 12 m, medidos desde la izquierda, hay iconos
aislados, mientras que en los restantes 12.7 m la concentración de
los grabados es extremamente densa, cubriendo la pared por completo
hasta la altura arriba indicada.
Ferstl (1986) describe la técnica de ejecución empleada como de
percusión o picado profundo, posiblemente realizado con hachas o
martillos líticos con posterior acabado hecho restregamiento con una
piedra y arena húmeda.
Esta observación es válida para la mayoría de
los grabados del panel. Sin embargo, en la parte superior de la
banda grabada, sin embargo, se encuentran también petroglifos con
surcos de poca profundidad y sin acabados, posiblemente de mayor
antigüedad que los otros.
El perfil de los surcos es en forma de "U", con los bordes
redondeados. El ancho y la profundidad de los surcos varían de pocos
milímetros hasta 3 y 4 cm. Algunos grabados resaltan por la
profundidad de los surcos y tienen la apariencia de bajorrelieves.
(Fig.14)
Los petroglifos del sector A de Pusharo se caracterizan por su
estilo eminentemente geométrico y abstracto
(6). Los pocos motivos
clasificables como figurativos son principalmente antropomorfos en
forma de cabezas o máscaras humanas (motivos "figurativos
abstractos"), serpientes, huellas de felinos y representaciones del
astro sol.
Algunos motivos peculiares compuestos de dos elementos
–una figura en forma de T, contorneada o simple con un apéndice
complejo o sencillo que se desprende de la parte superior–, podrían
interpretarse especulativamente como abstracciones de cabezas
antropomorfas o zoomorfas (jaguar?) adornadas con penachos de plumas
(Figs. 15 y 16).
Usaremos tentativamente para estos motivos el
término "figurativos geometrizados".
Fig. 14
Vista lateral de una de las cabezas acorazonadas de surco
profundo.
Fig. 15
El más elaborado de los tres motivos
en forma de "T"con
apéndice a manera de adorno plumario.
Fig. 16
Otra de las figuras compuestas.
Las figuras más llamativas y las que saltan primero a la vista, son
diferentes tipos de representaciones cefaliformes o máscaras
provistas de rasgos faciales, aisladas o entrelazadas con simples o
complejos motivos de forma geométrica.
El tipo más frecuente es de
forma acorazonada que, por ser el motivo más representativo del
sitio, se ha convertido en el emblema de Pusharo. Tres de estas
máscaras o cabezas están contorneadas con líneas que salen de la
hendidura en la parte superior de la cabeza y terminan en el mentón.
Puede tratarse de la representación del cabello (Figs. 19 y 20, Fig.
28ar, as, au).
De una de las cabezas-máscara se desprenden líneaturas onduladas que terminan en un gancho: posiblemente sea la
estilización de un adorno plumario (Fig. 28ar).
Las demás cabezas o
figuras mascariformes son más sencillas (Fig. 17) o más abstractas
como las que presentan ojos en forma de espiral (Fig. 19 y Fig.
28at, abajo) o aquellas donde la línea o el surco de contorno de la
cara termina en dos espirales a manera de ojos (Fig. 18 y Fig. 28ap,
at), otros formados por un simple hoyuelo redondo (Fig. 28aq, as,
au).
La boca está generalmente indicada por una raya horizontal y,
ocasionalmente, por un hoyuelo: la nariz, por una raya vertical, por
un hoyuelo o está ausente.
Un motivo comparable con la figura de un
reloj de arena, ha sido provisto de rasgos faciales (ojos y boca)
convirtiéndolo así en una figura antropomorfa estilizada con dos
cabezas o rostros contrapuestos. (Fig. 28av)
Fig. 17 Fig. 18
Fig. 19 Fig. 20
Grabados antropomorfos con las características cabezas acorazonadas.
Los dos motivos solares no se ven a primera vista por lo erosionado
de los surcos y la pátina que los cubre y por estar uno de ellos a
considerable altura (4.5 m).
Son representaciones de soles
radiantes, uno con rayos en forma de líneas rectas (Fig. 35) y el
otro en forma de triángulos (Fig. 28ai). El sol más alto tiene forma
de una espiral que termina en un pequeño hoyuelo en el centro de la
figura, mientras que el sol de rayos triangulares está formado por
tres círculos concéntricos.
En el calco digitalizado a partir de fotografías aparece la figura
de un camélido (Fig. 25) y la de dos posibles antropomorfos con
brazos y torso trazados en el estilo de stick figures (Fig. 26).
En
el primer caso se trata de un claro error de lectura de las
fotografías, puesto que en la prospección del sitio realizada en
febrero del 2005 no se ha podido distinguir ninguna figura de un
cuadrúpedo con estas características.
En el caso de las figuras tipo
"palito" de apariencia humana ligadas a motivos geométricos, por las
analogías con figuras muy similares en un bloque rocoso situado a
orillas del río Pangoa fotografiadas por el Padre dominico Andrés
Ferrero (1947: 210) en los años 40, pensamos que efectivamente
podría tratarse de la representación, bastante abstracta, de seres
humanos.
Otra de las características más marcadas de los petroglifos de
Pusharo es el alto grado de entrelazamiento de las figuras en el
panel del sector A, un factor que dificulta o impide en muchos casos
la separación de figuras para fines clasificatorios y comparativos.
Aunque esta organización espacial de las representaciones es
relativamente frecuente en los grabados rupestres de la amazonía
peruana (los ejemplos más cercanos son los grabados rupestres de Pangoa, Ocobamba, Río Yavero y Quebrada Honda, en las Provincias de
La Convención y Calca; ver Barriales, 1982), en Pusharo la
articulación de las representaciones mediante líneas "conectoras"
como elemento estilístico es particularmente impresionante por la
monumentalidad del panel y la enorme cantidad de figuras
entrelazadas.
Si observamos el calco del panel en las Figs. 23 a 27,
notamos, sin embargo, que el tratamiento pictórico no ha sido
uniforme: mientras que en la parte izquierda los elementos se
encuentran organizados de manera separada y aislados por espacios de
roca sin grabados, a medida que la vista avanza hacia la derecha y
hacia el centro del panel, notamos que aumenta el número de íconos y
el grado de enlazamiento para luego formar un conjunto enmarañado de
figuras y líneas vinculadas entre si.
Los vacíos que aparecen en el
calco entre los signos entrelazados de la parte central en realidad
no existen, siendo más bien un reflejo de las grandes dificultades
que se presentan en un estudio cuando se digitalizan fotografías
tomadas a distancia y en las que ya no son visibles determinados
detalles y tampoco los grabados erosionados de escasa profundidad
que abundan en la parte baja del panel.
Cabe resaltar que no se ha podido observar superposiciones, lo que
permite especular que los grabados de la banda horizontal descamada
de la roca probablemente hayan sido hechos en un tiempo
relativamente corto y por los miembros de un mismo grupo étnico.
El
soporte rocoso - roca arenisca y no granítica como erróneamente
aparece en la bibliografía sobre Pusharo desde la primera referencia
de Cenitagoya - aparte de la delgada capa superficial de alteración
silícica, no presenta mayor resistencia a la percusión y pudo haber
sido trabajada fácilmente con instrumentos sencillos de piedras
afiladas de dureza mayor, como las que abundan en las orillas del
río Palotoa.
Fig. 21
Motivos aislados en el extremo izquierdo del panel
Fig. 22
Motivos entrelazados en la parte central
Fig. 23
Desarrollo del panel del sector A, desde el extremo
izquierdo al extremo derecho.
Dibujo digital elaborado en el marco
del convenio Pro-Manu/Plan Copesco
(1999)
Fig. 24
Continuación del panel hacia la derecha.
Fig. 25
Continuación del panel
Fig. 26
Fig. 27
Extremo derecho del panel con los últimos grabados.
Aunque en el panel aparecen varios grabados de manera separada, por
sus características formales y tipológicas, es posible aislar
algunos íconos del conjunto entrelazado y clasificarlos de acuerdo a
las categorías convencionales, el intentar establecer un corpus
cuantificable de representaciones nos parece un esfuerzo inútil y
cuestionable, tanto por el alto grado de subjetividad que implica la
tarea de querer identificar y delimitar los íconos, como por la
mutilación inevitable de signos y símbolos no reconocibles por
nosotros y con ello de las ideas que estos posiblemente representen.
Las grandes diferencias en el cómputo de los íconos
- 210
registrados por Patricia Vega Centeno (1996) y "275 símbolos
enigmáticos" identificados por el arqueólogo Julinho Zapata del
Convenio Pro-Manu/Plan Copesco (2000) - son una clara muestra de
estos muy poco útiles intentos "cuantificatorios", que más bien
contribuyen a confundir o distorsionar la percepción del conjunto.
Aún no estamos en condiciones de compartir con los lectores una
clasificación tipológica que tome en cuenta la particularidad de la
organización espacial de los petroglifos, por lo que nos limitamos a
presentar a continuación un listado de motivos o elementos
reconocibles, aislados o que forman parte de un conjunto de signos
entrelazados de poca complejidad.
Reconocemos que se tiene que
profundizar mucho más el aspecto del análisis morfológico y de las
asociaciones de elementos, lo que pueda ayudar quizás en la
descodificación de algunos de los signos ahora ininteligibles.
Motivos geométricos:
-
Círculo simple
-
Círculo simple con aspa en el interior (Fig. 28ah)
-
Círculo simple con punto central unido a línea (Fig. 28m)
-
Círculo simple unido a línea ondulada (Fig. 28n)
-
Círculo simple unido a línea curva
-
Círculo doble concéntrico (Fig. 28ae)
-
Círculo concéntrico unido a línea
-
Estructura subcircular grande con división interna a manera de
rombos con puntos céntricos (Fig. 28af)
-
Estructura circular grande, compartimentada mediante líneas
diagonales, onduladas y en zigzag (Fig. 28ag)
-
Cruz simple
-
Cruz simple con elemento envolvente cruciforme completo (framed
cross)
-
Estructura cuadrangular concéntrica con punto central, asociada a
estructura parcialmente envolvente (Fig. 28v)
-
Estructura rectangular con punto central
-
Espiral simple (Fig. 28p)
-
Espiral simple terminando en gancho (Fig. 28q)
-
Espiral doble invertida (Fig. 28h)
-
Espiral doble unida a línea (Fig. 28d)
-
Dos espirales unidas por rectilínea, invertidas y opuestas (Fig.
28a)
-
Dos espirales simples unidas mediante línea ondulada (Fig. 28g,i-k,x)
-
Espiral doble opuesta con línea de contorno (back to back) (Fig.
28b)
-
Dos espirales simples unidas por línea recta (Fig. 28d)
-
Espiral rectangular conformada por dos líneas paralelas (Fig. 28r)
-
Espiral rectangular terminada en línea ondulada (Fig. 28s)
-
Espiral conectada a línea quebrada
-
Espiral rectilínea trapezoidal con media vuelta adicional (Fig. 28t)
-
Elemento en forma de "S"
-
Elemento en forma de "X"
-
Línea sinuosa simple
-
Línea sinuosa a cuyo extremo se encuentran adosados un círculo y una
espiral (Fig. 28y)
-
Línea quebrada simple (Fig. 28ac)
-
Líneas concéntricas en forma de "U" invertida
-
Líneas onduladas paralelas (Fig. 28ak)
-
Líneas serpentiformes (también clasificables como serpientes)
-
Línea meándrica simple
-
Puntos aislados
-
Rejilla
-
Rombos simples
-
Triángulo simple
-
Estructura en forma de reloj de arena (Fig. 28ad, av)
Signos de elementos repetitivos:
-
Serie de rombos conectados y alineados verticalmente (Fig. 28aa)
-
Puntos agrupados
-
Línea meándrica doble
-
Estructura compuesta por cuadrículas en serie, alineadas
horizontalmente (Fig. 28aj)
-
El signo más frecuente entre los grafismos geométricos es la espiral
en sus diferentes variaciones, seguido por la línea curva y sinuosa
conectada con otro elemento geométrico o biomorfo.
Motivos antropomorfos:
-
Rostros antropomorfos o máscaras en forma de corazón con ojos
puntiformes o espiralados y boca en forma de raya horizontal (Fig.
28aq-au)
-
Cabezas humanas con la línea de contorno terminada en espirales a
manera de ojos (Fig.28ap, at)
-
Triángulos opuestos con doble contorno y con puntos interiores
ordenados a manera de un rostro humano (Fig. 28av)
-
Figura biomorfa (stick figure) con cabeza y extremidades superiores
extendidas. La anatomía de la parte inferior del cuerpo no está
clara.
-
Una línea larga que termina en un gancho ondulado podría ser
una cola (Fig. 28ao).
-
Estructura cuadrangular con elemento en forma de figura humana sin
extremidades inferiores saliendo de la parte superior
Motivos zoomorfo:
-
Serpientes (Fig. 28al)
-
Máscara o cabeza de felino (Fig. 28an)
-
Tridígitos, quizás huellas de ave
-
Agrupación de puntos a manera de huella de felino (Fig.28am)
-
Motivos astronómicos
-
Sol en forma de espiral y rayos rectilíneos
-
Sol formado por círculos concéntricos y rayos triangulares (Fig.
28ai)
Motivos posiblemente biomorfos:
Fig. 28
Calcos de algunos motivos aislados.
En 1986 fue publicada la obra pionera sobre los petroglifos de
Sudamérica y del Caribe de Cornelius Dubelaar cuyo aporte principal
es la clasificación de los motivos rupestres en los llamados pilot
motifs o motivos-guía, característicos para la región de la cuenca
amazónica.
Dubelaar, quien había conocido los petroglifos de Pusharo,
del río Queros y de la provincia de La Convención mediante
fotografías, identificó entre los grafismos de estos sitios varios
que tienen una clara afinidad con los pilot motifs por él
establecidos.
Son los petroglifos en forma de círculos concéntricos,
camélidos, huellas de pies humanos, felinos, cabezas antropomorfas
con volutas (curled shoulder), dos barras opuestas terminando en
ganchos o volutas (back to back), cruces contorneadas (framed
crosses), dos círculos unidos por barra (ring and bar), líneas
zigzagueantes, espirales dobles, ranas y figuras antropomorfas de
simple delineado (match stick figures); en total, 11 de los 17
motivos panamazónicos (Dubelaar, 1986:119; Baer et al, 1983).
Dubelaar omite el motivo del sol radiado por no haber tenido
conocimiento de su existencia en el panel de Pusharo, con lo que el
número total aumenta a doce.
De estos doce pilot motifs registrados,
Pusharo participa con cinco de ellos, específicamente con el sol
radiado, líneas en zig-zag en dos variantes, círculo concéntrico,
espiral doble y el motivo llamado back to back.
Si interpretamos una
de las figuras como la posible representación estilizada de la
cabeza de un jaguar visto de frente y aceptamos que los motivos en
forma de "T" con los complejos apéndices en la parte superior a
manera de penachos podrían representar abstracciones de máscaras o
cabezas de felinos, el número de motivos-guía llega a seis.
Un
argumento irrefutable para el origen amazónico de los petroglifos de Pusharo.
Fig. 29
Pilot motifs presentes en el panel del sector A de Pusharo.
1. Círculo concéntrico; 2. Sol; 3. Back to back; 4. Espiral doble;
5. Líneas zigzagueantes simples
y dobles; 6. Felino.
Sector B
Hacia la derecha del panel del sector A, un sendero apenas visible
sube en medio del bosque por una ladera empinada y continúa, a una
altura de unos 18 m encima del río, unos 60 m hasta llegar a una
zanja profunda al lado de la pared del acantilado.
El pozo excavado
por huaqueros en búsqueda de tesoros, se encuentra directamente al
pie del panel de los petroglifos.
Fig. 30
Guardaparques del PNM mostrando detalles del panel.
El panel ubicado a 650 m.s.n.m tiene un largo de 4.8 m y un ancho o
alto visible de 1.3 m; su orientación es N280°. La técnica, estilo y
motivos de los petroglifos de este sector difieren de los del sector
A.
En este panel pequeño se pueden distinguir 4 tipos de motivos,
ordenados según su frecuencia.
-
Incisiones profundas o superficiales de trazos rectilíneos cortos o
largos, verticales u oblicuos, con surcos de perfil triangular.
Algunas tienen la forma de huellas de ave
-
Formas geométricas representando cuadriláteros sin elementos
interiores; cuadriláteros con líneas diagonales cruzadas en el
interior y cuadriláteros compartimentados
-
Líneas cruzadas, líneas rectas, simples o dobles, líneas en zigzag
-
Depresiones rectangulares de escasa profundidad
-
Máscara o cabeza humana como único motivo figurativo en el panel de
este sector
-
La nariz ancha y prolongada que se junta con la boca, le otorga un
rasgo felínico. La diferencia morfológica entre esta cabeza o figura
mascariforme y las del sector A salta a la vista: contiene más
detalles faciales indicados mediante incisiones rectilíneas
horizontales, verticales y oblicuas lo que le confiere también un
aspecto más naturalista
En comparación con los petroglifos del sector A, en los grabados del
sector B están ausentes los relieves pronunciados o dobles bordes,
predominan las rectilíneas sobre las curvilíneas, se presentan
depresiones rectangulares (ausentes en el sector A) y en cuanto a
los surcos de los grabados prevalece el perfil en V.
Fig. 31
Panel principal del sector B
Fig. 32
Una cabeza o máscara
como único motivo figurativo del sector B
Sector C
En la margen izquierda del río Palotoa, frente al sitio principal,
hay una cueva en la pared del acantilado, donde el agua del río
forma un remanso. El ancho de la boca alcanza 16.5 m y la
profundidad 9.4 m.
En la pared exterior de la cueva se puede
observar un pequeño panel de petroglifos.
Fig. 33
Gran abrigo rocoso formado por la erosión fluvial.
Contiene
petroglifos inaccesibles y cubiertos por musgo.
Fig. 34
Uno de los
petroglifos de forma rectangular del sector C.
Por la humedad del sitio dificultando la identificación de los
motivos.
En la visita de febrero del 2005, en la pared rocosa
situada encima de la cueva formada por los remolinos del río Palotoa,
frente al sector A, sólo se encontró un pequeño panel de 15 por 50
cm., orientado hacia el sureste.
Los pocos petroglifos de este sector
que han resistido a la arremetida del río, por encontrarse a mayor
altura, son de surcos delgados y poco profundos, diferentes a los de
los sectores A y B. No son accesibles, por encontrarse encima del
agua.
La pared está cubierta por una capa de musgo y líquenes, su
acceso es peligroso, debido a lo resbaloso de la roca inclinada en
la base, todo lo cual entorpece la identificación de los motivos. En
la parte derecha del panel se distingue un motivo rectangular de 17
cm. de alto con otros elementos hacia la derecha, un signo escalonado
a la izquierda y otro no identificable.
En la visita de febrero del 2005 ya no se pudo localizar una máscara
grabada en la parte izquierda de la roca, puesto que el agua ha
erosionado el soporte, cambiando drásticamente la fisonomía de la
roca arenisca en la parte inferior del escarpe.
Datación e interpretación
Por sus características morfo-climáticas, el lugar (sectores A y C)
es periódicamente inundado por el río, mientras que los remolinos
formados en época de crecida delante de los acantilados en ambas
márgenes han removido el suelo innumerables veces desde que se
hicieron los petroglifos.
Debido a esto es prácticamente imposible
encontrar sustratos que contengan evidencias de artefactos
arqueológicos, como fragmentos de cerámica, herramientas líticas,
materiales orgánicos como restos óseos, tejidos o carbón de fogones,
los que permitirían un fechado relativo de los grabados.
Cualquier
especulación sobre su edad sería prematura, pero podría intentarse
más adelante sobre la base de los resultados que arrojen estudios
comparativos entre los petroglifos de Pusharo y de otros sitios
amazónicos, particularmente de La Convención, en Cusco, y de Satipo,
en Junín.
Un análisis detenido de los grabados permitiría determinar
si es sostenible o no nuestra hipótesis según la cual los
petroglifos fueron hechos en un corto lapso de tiempo por miembros
de un mismo grupo étnico, sin adiciones rupestres posteriores, con
excepción de algunos fakes de reciente producción.
Estamos de acuerdo con el padre dominico Aza (1923) quien, poco
después del descubrimiento de los petroglifos de Pusharo, y en
contradicción a las especulaciones de Cenitagoya, había concluido
que los grabados son obra de un pueblo amazónico de la época
preincaica. Deyermenjian (2000) coincide con esta observación al
mencionar que no existe indicio alguno para sospechar una afiliación
cultural inca de los grabados.
El hecho de haberse encontrado hachas
de piedra de facción incaica en la cuenca del río Palotoa, nos
revela la existencia de colonias inca en la zona durante la época
expansiva del Tahuantinsuyo (1450 a 1533), pero de ninguna manera se
puede asociar estos hallazgos con los grabados de Pusharo.
Las
especulaciones "quechuacentristas" según las cuales los petroglifos
estarían organizados espacialmente de acuerdo a los tres niveles del
mundo de la cosmovisión andina (el hananpacha, el kaypacha y el
ukuypacha), no tienen ningún fundamento y corresponden a la
percepción de quienes tienen dificultades en poder concebir la
existencia de pueblos preincas y, sobre todo, amazónicos capaces de
expresar sus ideas y mitos en un lenguaje simbólico y abstracto
mediante un sistema de representación visual propio y una semántica
compleja.
Por el alto grado de abstracción de los grafismos es de suponer que
estos fueron la obra de una sociedad amazónica culturalmente
avanzada que habitaba la zona hace quizás mil o dos mil años atrás.
Será difícil establecer la filiación cultural exacta de los autores
y quedará posiblemente por siempre la duda sobre si estos fueron los
antepasados de los matsiguenkas o miembros de una etnia diferente
que ha desaparecido dejando como única huella palpable de su paso
por el mundo esta extraordinaria obra rupestre en las orillas del
río Palotoa.
Mucho se ha especulado sobre el posible significado de los grabados
que por su emplazamiento en medio de la selva han inspirado la
fantasía de los visitantes. Luego de haber sido interpretados como
"letras góticas" o escenificaciones de pasajes bíblicos por su
descubridor Cenitagoya, desde el inicio de las exploraciones al Manu
en busca del Paititi en los años 70, prevalecen en la literatura
chicha (incluyendo muchas páginas web) tenaces elucubraciones que
consideran los petroglifos como hitos que señalan el camino al lugar
de los tesoros incas.
Algunos vieron en los grabados un mapa del
firmamento, mientras que para otros es un mapa terrestre indicando
ríos, montañas y otros accidentes geográficos, a manera de un
recordatorio de quienes se movilizaban entre la selva baja y la zona altoandina.
Para Neuenschwander (1983: 95) son el mensaje de epopeya
de una larga migración de un pueblo, desde los llanos hacia las
montañas, siendo los autores representantes de la cultura amazónica
del Paititi, y no faltan quienes ven en los petroglifos la evidencia
de contactos transatlánticos precolombinos.
En el actual mundo globalizado, donde los paradigmas religiosos han
entrado en crisis en muchos lugares del planeta, hace tiempo que ha
comenzado una búsqueda de nuevos valores que den sentido a la
existencia humana. Parte de esta búsqueda se expresa en las
corrientes esotéricas-místicas que han identificado al Perú como un
país privilegiado en cuanto a la existencia de lugares mágicos y
cargados de energía.
Los petroglifos de Pusharo se han convertido en
un destino obligatorio para algunos de estos grupos.
Desde hace
varios años, los miembros de una agrupación llamada "La Hermandad
Blanca" o Rahma han visitado en distintas ocasiones a Pusharo para
realizar allí sus ritos de iniciación y lograr, según ellos, el
contacto con seres extraterrestres.
Pensamos que la interpretación que cercana a la realidad es la que
aboga por el origen chamánico de los grabados de Pusharo, como ya lo
observaron Vega Centeno (1996) y Deyermenjian (2000).
En este caso,
y basándonos en los escritos de Reichel-Dolmatoff (1971, 1978) y
Schultes & Hofmann (1992), los petroglifos serían representaciones
abstractas de la cosmología, del mundo mítico y espiritual plasmadas
en la roca por los "soñadores" del mundo amazónico, poseedores de
una percepción global y precisa del universo que les es dada en el
momento del trance chamánico producido por plantas alucinógenas
(Ayahuasca o el extracto de otras plantas).
En el caso de los matsiguenkas, el trance que producen estas plantas posibilita según
Baer (1994:134) el contacto de los chamanes con los saanka’rite o
espíritus protectores que habitan en el bosque y cuando el chaman,
en vez de tomar ayahuasca (Banisteriopsis sp.) o tabaco, ingiere
otros jugos vegetales, puede lograr visiones donde aparece un jaguar
poderoso, quien protege a los matsiguenkas, pero cuya verdadera
figura es humana (p.108).
Sobre el efecto de la ingestión de Ayahuasca entre indígenas
amazónicos y en particular, entre los Tukano de la selva colombiana,
el lector interesado podrá encontrar una amplia información en los
trabajos arriba citados de Reichel-Dolmatoff y Schultes & Hofmann.
Según estos dos últimos autores, los participantes en las
experiencias de Ayahuasca logran ver todas las divinidades de la
etnia, la creación del universo, los primeros seres humanos y
animales y hasta el establecimiento del orden social (Schultes &
Hofmann:121).
Entre las funciones de los rituales donde se emplea la
Ayahuasca, ellos mencionan la comunicación con los ancestros y la
iniciación de los adolescentes varones a la vida adulta. Es
interesante señalar que según Reichel-Dolmatoff (1978:8), la
ingestión del brebaje a base de Ayahuasca suele producir, en la
primera etapa, entre otros síntomas, la visión de objetos con doble
o triple línea de contorno (comparable con los de la Fig.28av) y
secuencias largas, similares a sueños donde aparecen felinos,
reptiles y otras imágenes.
La segunda etapa está caracterizada por
un proceso alucinatorio profundo durante el cual se activan imágenes
de formas irregulares (diseños geométricos) y aparecen visiones de
animales, figuras humanas, monstruos y escenas mitológicas, como por
ejemplo, el espíritu del jaguar.
Es posible que un motivo altamente esquematizado y repetitivo de
Pusharo (signo T con apéndice vertical a manera de penacho de
plumas), represente esta visión chamánica de un jaguar o la
transfiguración de
un chamán en felino.
Entre los Matsiguenkas de la
selva cusqueña y de Madre de Dios, el adorno cefálico en forma de
plumas de ara constituye según Baer (1994) un requisito
imprescindible del ritual chamánico.
Vega Centeno, intrigada por un
motivo en la parte alta del panel, observó que,
"..La representación
de la figura abstracta de un jaguar se caracteriza por destacar en
el panel por su posición elevada, la cual de alguna manera está
relacionada con las pisadas o huellas de este animal grabados en
varios lugares de la escena...."
(2003:68).
La observación nos
parece acertada, aunque el concepto de "escena" no se apropiado para
describir los petroglifos de Pusharo.
Es importante recalcar que el significado de los símbolos gráficos,
metáforas y alegorías, que hoy nos parecen impenetrables, era común
y entendible por los miembros contemporáneos de la etnia.
El estudio
de los mitos puede, sin embargo, ayudar a descifrar algunos de los
símbolos. Por ejemplo, el motivo de las cabezas que aparecen
grabadas en diferentes formas y tamaños en el panel del sector A,
muy probablemente representen máscaras, pues era y sigue siendo
costumbre muy difundida entre los pueblos amazónicos el representar
a los seres extrahumanos de sus mitos mediante máscaras hechas de
diferentes materiales (calabaza, barro cocido, madera y corteza de
árbol).
Para los piros, shipibo-conibos y matsiguenkas, estos seres
mitológicos son los dueños espirituales y protectores de los
recursos del bosque, particularmente de los animales de caza a los
que, como son peligrosos y feroces, hay que neutralizarlos mediante
las máscaras en las que estos se han transformado. (Baer, 1998, Vega
C. 2003:70, citando a Baer)
Baer (1994) nos explica que para los Matsiguenkas y otras etnias
amazónicas son importantes determinados sectores de los ríos,
secciones peligrosas del mismo (rápidos) y lugares donde existen
formaciones rocosas. Estos lugares, y particularmente los bloques
grabados en las orillas de los ríos, son concebidos como residencias
de los espíritus o seres míticos, que vivieron anteriormente en el
territorio y que, al final de su vida terrestre, fueron encerrados
en las piedras.
Chaumeil (1979), en su trabajo sobre el chamanismo yagua en la
amazonía septentrional peruana, describe las visiones de un
informante chamán sobre la base de un dibujo hecho por éste, y
concluye que los chamanes yagua conciben el universo como mundos
superpuestos y que existen mitos para cada nivel cósmico, donde el
mundo superior aéreo es el mundo del sol y de la luna.
Los dos soles
grabados encima del panel principal del sector A de Pusharo podrían
corresponder a esta percepción del cosmos.
Fig. 35
El astro sol en la parte alta del panel principal.
(Foto G.
Ordóñez)
Los pocos datos etnográficos publicados sobre Pusharo se los debemos
a los investigadores Baer, Ferstl y Dubelaar (1983).
En 1981, Ferstl
dio con ellos durante una excursión de caza con dos matsiguenkas por
el curso medio del río Palotoa, llamado Sinki’benia por los nativos.
Los autores manifiestan que según la creencia de los matsiguenkas,
estos petroglifos denominados por ellos sankena’rintsi, fueron
hechos por su héroe cultural Chaenka’vane.
Los nativos visitaban el
lugar a intervalos irregulares, particularmente cuando iban a cazar
un tipo especial de mono que habita esta parte de su territorio
comunal.
Durante sus visitas al lugar, ellos pintaban algunos
petroglifos que consideraban importantes (caras, huella de puma,
líneas sinuosas indicando ríos), con una pintura vegetal de color
azul-negro hecha en base a huito (Genipa americana), empleada
también (al igual que el achiote) para las pinturas faciales y
corporales.
Preparaban la pintura antes de partir de caza y la
llevaban luego en una bolsa pequeña. Procuraban terminar con el
pintado de los petroglifos antes de que oscureciese, ya que temían
al lugar, pues, según ellos, es buscado en la noche por las almas de
los muertos causando sueños malos en quienes duermen allí.
Los
sueños malos son considerados como omen malicioso por los matsiguenkas quienes, además, creen que durante el sueño el alma
abandona el cuerpo provocando enfermedad, e incluso la muerte, si
fracasa en su intento de traer de regreso el alma.
En 1996, la ya mencionada antropóloga Vega Centeno (2003: 68)
observó una coloración rojiza en los petroglifos, relacionándola con
el empleo de achiote (Bixa orellana). En las visitas al sitio
realizadas entre 2001 y 2005, pudimos comprobar la presencia de
pigmentos de color amarillento en los surcos de varios grabados; es
posible que se trate de restos de pintura vegetal. Gerhard Baer
(1979: 109), al estudiar el chamanismo entre los matsiguenkas,
recopiló información según la cual a los saanka’riite (espíritus
buenos) les gusta las semillas de Bixa orellana, "que suministran
los glóbulos rojos y la tez del rostro "
La costumbre debe haberse
perdido desde hace algunos años, puesto que los matsiguenkas que
habitan en Palotoa-Teparo ya no recuerdan esta práctica.
Fig. 36
Grabados con restos de pintura a base de vegetales.
Valor histórico y simbólico de Pusharo
Pusharo, como lugar arqueológico emplazado en un área natural
protegida, representa un patrimonio mixto, de carácter cultural y
natural, y encierra una gama de valores que, en su conjunto, le
confieren un significado particular al sitio.
El principal valor es, sin duda, de carácter histórico y simbólico.
Los petroglifos de Pusharo representan el legado cultural de pueblos
amazónicos desaparecidos y son un testimonio de su percepción del
cosmos y de su gran capacidad de abstracción.
Es muy probable
- aunque falta ser verificado mediante investigaciones
antropológicas - que Pusharo sigue siendo utilizado como corredor
étnico de las culturas amazónicas y que indígenas del Manu se
comuniquen aún con sus paisanos del Bajo Urubamba y otros lugares
por la zona de Pusharo. Por conversaciones con habitantes de Palotoa
sabemos que sólo ocasionalmente salen matsiguenkas que habitan las
riberas del alto Palotoa en el interior del PNM, hacia la comunidad
de Palotoa-Teparo.
El lugar, sin embargo, sigue teniendo un
significado importante y está cargado de historia para gran parte de
la población matsiguenka de Palotoa-Teparo, por representar la
tierra habitada por sus antepasados y por la presencia de vestigios
culturales que, de alguna manera, constituyen el nexo cultural y
espiritual entre la población actual y aquella que ocupaba este
territorio en tiempos precolombinos.
Otras manifestaciones rupestres en la región
Los cusqueños Santiago Yábar y Eduardo Cáceres, que acompañaron al
médico arequipeño Carlos Neuenschwander en su expedición de 1969,
informaron haber encontrado en un trayecto de 5 Km., siguiendo la
pared rocosa del acantilado donde se encuentran los Sectores A y B
de Pusharo, otros paneles con petroglifos. (Neuenschwander, 1983:
112)
Vega Centeno menciona una comunicación personal de los Matsiguenkas
de Palotoa-Teparo, según la cual existen petroglifos "río arriba del
Pongo de Shinkibenia, llamados "Manique". (1997:27).
Suponemos que
se trata de los mismos grabados ya reportados por Neuenschwander.
El explorador estadounidense G. Cope Schellhorn publicó un artículo
en la Revista "Ancient American" (2000, N° 30) sobre una expedición
hacia las cabeceras del Inchipiato, donde su guía Santiago Yábar
encontró petroglifos en una pared casi vertical sobre el lecho de lo
que ellos denominaron el "brazo No.3 del río Inchipiato".
Al
observar la foto del artículo surge la duda sobre si se trata
realmente de grabados o de fisuras naturales de la roca.
Jorge Ladrón de Guevara, al explorar,
"las cabeceras del Carene o
Colorado en el punto donde casi tocan con las del Nusiniscato",
afirma haber encontrado "en un cañón muy profundo, tallados en una
inmensa pared de roca [...] petroglifos iguales …" a los de Pusharo
(Neuenschwander, 1983:122-123)
Los petroglifos de Queros (o Jingkiori en el idioma Huachipairi) en
el distrito de Kosñipata, provincia de Paucartambo, a unos 50 km en
línea recta de Pusharo, hacia el sureste, fueron descubiertos,
fotografiados y calcados por el Padre dominico José Álvarez el 13 de
diciembre del 1942, durante su corta visita a un grupo de
Huachipairis del río Eori o Queros (Álvarez, 1943: 56-57; Pardo,
1957: 627; Barriales, 1982: 49-50)
La documentación y análisis más
detallados de este sitio se los debemos, sin embargo, a la
arqueóloga argentina Alicia Fernández Distel (1972-73: 78-80), quien
estudia los grabados a comienzos de los años 70. La estudiante Vega
Centeno vuelve a documentar los grabados en los años noventa, sin
aportar datos nuevos sobre el sitio.
Los petroglifos fueron
ejecutados en la parte superior y en los costados de un gran peñón
de color rojizo situado en el lecho del río Queros.
Los 22 motivos
identificados representan motivos curvilíneos combinados con rectas
y otros elementos, círculos simples y concéntricos, espirales
simples y combinadas, un elemento de simetría axial, un motivo en
forma de un "reloj de arena" y una figura cruciforme contorneada,
sin presencia de superposiciones e interconexiones.
Cuatro de los
motivos (curled shoulder, ring and bar, espiral doble y cruz
contorneada o framed cross), coinciden con los pilot motifs
amazónicos establecidos por Dubelaar.
Fig. 37-39
Calcos de los grabados de la roca en el río Queros.
(Vega
Centeno, 1996).
En las montañas del distrito Lares, provincia Calca, en el límite
del Parque Nacional del Manu, existe el sitio llamado Demarcación o
Wallpa Mayta, con petroglifos y pinturas rupestres, en su mayoría de
estilo figurativo, con representaciones de llamas y motivos
antropomorfos, entre ellos varias cabezas o máscaras de trazos
simples, morfológicamente distintas a las que aparecen en el panel
del sector A de Pusharo.
El pintor y periodista cusqueño Manuel
Gibaja, cuyo suegro es dueño de una vaquería en el lugar de los
petroglifos, visitó el sitio en dos ocasiones en la década de los
noventa, y tomó una serie de fotografías de los grabados y pinturas
rupestres, las mismas que se han convertido en un testimonio
sumamente valioso en vista de que parte de la roca que soportaba el
arte rupestre fue luego dinamitada por buscadores de tesoros,
destruyendo parte de las manifestaciones rupestres (comunicación
personal del Sr. Gibaja, febrero 2005).
Figs. 40 y 41
Extractos de los paneles de petroglifos de Demarcación
o Wallpa Mayta
(Dibujos: Rainer Hostnig, a partir de fotografías de
Manuel Gibaja)
A mayor distancia de Pusharo (unos 100 km en línea recta) tenemos la
extensa zona de petroglifos de la provincia amazónica de La
Convención, departamento del Cusco, estudiada en los años 40 por el
alemán Christian Bües y actualmente por el arqueólogo cusqueño
Henry
Gamonal Quillili.
Y en dirección este, a una distancia de 230 km,
existe un bloque con grabados rupestres en el sector Triunfo, a
orillas del río Madre de Dios, donde éste se une con el río
Tambopata, en las inmediaciones de la ciudad de Puerto Maldonado,
capital departamental de Madre de Dios. (Detan V., informe inédito,
2004)
Queda pendiente la tarea de ubicar los sitios cercanos a Pusharo y
de verificar la información sobre la existencia de un sitio similar
en las cabeceras del río Colorado al sur de la Reserva Comunal
Nacional Amarakaeri.
El establecimiento de un banco de datos sobre
los sitios arriba mencionados permitiría más adelante iniciar un
análisis comparativo de los yacimientos rupestres tomando en cuenta
parámetros como emplazamiento, técnica de manufactura de los
grabados, soportes, estilo e iconografía, así como los datos
etnográficos y etnohistóricos disponibles. Identificando analogías y
diferencias y escrutando los mitos y tradiciones amazónicas,
podremos aproximarnos algo más a la comprensión de los "enigmáticos"
petroglifos de Pusharo.
GEOLOGÍA DEL SITIO PUSHARO
Pusharo se sitúa en la zona de transición de las dos últimas
estribaciones andinas (cordilleras de Piñi Piñi y Pantiacolla, de
dirección general NO-SE) hacia el llano amazónico. Dichas
estribaciones están formadas por plegamientos, en especial el
anticlinal de Pantiacolla, hacia el NE, y el sinclinal de Pusharo.
Aflora aquí el grupo Cabanillas (secuencias de areniscas con algunas
intercalaciones de lutitas) del Siluro-Devoniano. En otras partes de
la cuenca del Palotoa afloran además rocas sedimentarias de los
grupos Ambo (Mississipiano), Tarma (Pennsilvaniano), Copacabana
(Pérmico inferior) y depósitos aluviales y fluviales del Cuaternario
(De La Cruz et al, 1998: 75-104).
La cuenca media-baja del Palotoa sigue, en buena parte, la traza de
una falla inversa de dirección también NO-SE, ligeramente curvada
(Salas et al, 1999: 102). Gracias a esta falla inversa aflora el
grupo Cabanillas desde unos tres kilómetros aguas abajo de la
comunidad Palotoa-Teparo.
El sitio se ubica a la salida del pongo de Meganto o de Pusharo, que
corta el núcleo de un pliegue. En la actualidad sólo en la margen
derecha existe una playa relativamente amplia de grava y arena.
Los paneles con petroglifos están en sendas balmas o concavidades
formadas por la erosión fluvial. La de la margen izquierda tiene
como techo la separación entre dos estratos del pliegue y presenta
mejores condiciones de estabilidad.
La del sector A tiene un techo
mucho más elevado con bloques de rocas descompuesta en estado de
equilibrio precario.
La rocas aflorantes son areniscas claras (gris a blanquecinas, con
tintes de alteración amarilla y rosácea), limpias, de grano medio a
fino, muy descompuestas, con granos de cuarzo y feldespatos
redondeados a sub-redondeados, en distribución equigranular (los
granos de arena tiene dimensión casi uniforme); se observan algunas
muy delgadas y raras capas de lutitas rojas.
Los petroglifos han sido incisos en una costra de alteración
silícica, producto del lavado y re-precipitación del cemento
silícico que unía los granos de arena. La costra tiene un espesor
que va de 1-2 milímetros hasta un máximo de 8-10 milímetros y
presenta mayor resistencia mecánica al rayado que la parte interior.
Se estima que la dureza promedio de esta costra es de 5, alcanzando
hasta 6 en algunos puntos, en la escala de Mohs.
Fig. 42
Techo o cornisa de la balma del Sector A,
con peligro de
derrumbe.
Condición lito-estructural del sitio
-
Sector A:
Corresponde a un farallón que forma parte de la balma
mayor, a cuyo pie se ha desarrollado una playa y una cavidad de
remolino, hoy rellena de arena y limo.
Esta playa debe haberse
formado en los últimos treinta años, ya que existen testimonios
fotográficos que muestran el paño de petroglifos a una altura
superior a los dos metros.
La arenisca, aparte de la mencionada
costra de alteración, está internamente muy debilitada y es
fácilmente disgregable, con tendencia a descamación y derrumbe.
Fig. 43
En 1970, la figura antropomorfa enmarcada en el rectángulo
rojo
se encontró a una distancia de 2.5 m desde la base del
acantilado
(Kauffmann, 1983).
Fig. 44
La misma figura en febrero del
2005,
a sólo 50 cms de altura desde la base.
-
Sector B:
Situado sobre una pared rocosa más elevada que la del
sector A, en una suerte de pequeña terraza estructural que forma
parte de un juego de terrazas escalonadas. Estructural y litológicamente se tienen las mismas condiciones que en el sector A.
La costra silícica de los petroglifos ha sido debilitada por la
humedad y la acción de musgos y raíces y resulta menos resistente y
más fácil de rayar. La arenisca está tan descompuesta que ha
recuperado su consistencia de arena casi suelta, fácilmente
deleznable.
Al pie del panel, buscadores de tesoros han realizado una excavación
clandestina dejando un hoyo de dos m de largo y 1 m de ancho, que
constituye una fuente de recepción e infiltración de agua, lo cual
puede incidir negativamente en la mayor descomposición de la roca y
en la pérdida de la plataforma, al incrementar la humedad ya de por
sí elevada del sitio.
-
Sector C:
Morfológicamente corresponde a una balma mejor definida
que en la margen opuesta y que ha sido excavada por la erosión
fluvial en el núcleo de un pliegue, con una capa de alteración
silícica recubierta por una película de musgo y arcilla.
Estado de conservación
Para los petroglifos se puede constatar un nivel de deterioro medio
por causa de factores ambientales (erosión e intemperismo) y, hasta
la fecha de visita, aún incipiente por acciones antrópicas.
Factores geo-ambientales de deterioro
La evaluación de sitio rupestre muestra, en una primera
aproximación, cinco tipos de peligro geológico: disgregación por
intemperismo de la roca, peligro de derrumbes, peligro por erosión,
soterramiento fluvio-aluvial y ataque bioquímico.
-
Disgregación por intemperismo (estado de arenisca):
La arenisca que
aflora en el sitio rupestre principal (sectores A y B) se encuentra
internamente en un avanzado estado de degradación, a tal punto que
la masa interna ha adquirido la textura y la consistencia de la
arena, deshaciéndose fácilmente por simple rayado. Sólo la costra
silícica mantiene la coherencia externa del material.
Existen discontinuidades dentro de las capas de arenisca que
facilitan el descamado, es decir la separación de placas por simple
palanqueo manual o por erosión mecánica. Esto, agregado al estado de
la roca, implica un muy alto riesgo para la preservación de los
petroglifos.
En el sector B, con una costra silícica menos desarrollada, la roca
está más intemperizada y es más sensible a cualquier agresión
mecánica (rayado o palanqueo).
En el sector C la capa de alteración silícica no ha sido muy
erosionada ni presenta ventanas importantes que faciliten la
erosión, siendo el estado de conservación del sitio mejor que sobre
la margen derecha, donde la costra silícica ha desaparecido en
algunos puntos; sin embargo, la presencia de musgos y la
consiguiente humedad, deben contribuir a la mayor descomposición de
la costra en el futuro.
-
Derrumbes:
El peligro por derrumbes (en la modalidad de caída de
bloques) está dado por la configuración de las balmas y por la
existencia de discontinuidades paralelas y ortogonales a la cara del
acantilado. Los bloques rocosos pueden desprenderse por el estado de
la roca (fatiga de material), por acuñamiento de raíces u otras
intervenciones orgánicas (incluidas las humanas).
En la parte
superior de estas concavidades existen estratos o bloques rocosos
"colgados" que pueden caer en cualquier momento. En el sector A esta
peculiaridad es más preocupante, debido a que se trata de bloques de
roca muy alterada. Al pie del panel principal de petroglifos se han
encontrado por lo menos dos bloques completamente disgregados de
medianas dimensiones que parecen haber caído hace poco tiempo.
En el sector C el peligro de derrumbe parece mucho menor.
La caída de bloques representa múltiples peligros. Por un lado
amenaza a los potenciales visitantes; por otro, los bloques en caída
pueden llegar a rozar y dañar el panel de petroglifos (dada la casi
verticalidad del farallón). Igualmente, al perderse la cornisa o
saliente de la parte superior, los petroglifos quedarían más
expuestos a los agentes meteóricos.
-
Soterramiento fluvio-aluvial:
El peligro de soterramiento es
evidente por un acelerado proceso de sedimentación y elevación del
cauce fluvial, cuyo origen debe estar relacionado a la deforestación
de la cuenca alta del Palotoa y, eventualmente, a otros procesos
geodinámicos. Según testimonios fotográficos y de informantes
locales, hace unos veinte años los petroglifos se encontraban a una
altura promedio superior a los dos y medio metros.
Hoy el límite
inferior del panel principal está a un promedio de medio metro. Esto
y la evidencia de acumulación de material fluvio-aluvial en la playa
actual que limita el sitio demuestran que se viene dando una muy
rápida acumulación sedimentaria, por lo que, de continuar este
proceso, es previsible que el sector A pueda quedar cubierto (total
o parcialmente) en pocos años.
Entre otros, esto implicaría una exposición permanente a la abrasión
y desgaste de los petroglifos (cuyos primeros signos son ya
evidentes en varias figuras inferiores), un humedecimiento
permanente de los mismos, acelerando su erosión y/o disgregación.
Otro peligro derivado de esta circunstancia es el hecho de que los
petroglifos están ahora al alcance de la mano y de las fogatas que
los visitantes encienden (se encontró los restos de una fogata
reciente al pie del panel principal), lo cual facilita tanto el
vandalismo como el ataque termoquímico del fuego.
-
Erosión:
Es un problema que viene asociado a la elevación del cauce
fluvial; durante las crecidas, el poder abrasivo del agua se
incrementa, con lo cual los petroglifos quedan muy expuestos al
desgaste.
Otro peligro derivado de esta situación es que los bloques
mayores de piedra o los troncos desarraigados de árboles arrastrados
por el río pueden golpear los petroglifos, con la posibilidad de
arrancar fragmentos o escamas de roca o producir el astillado o
picado de la costra silícica.
Existen evidencias de que este proceso
se está ya dando desde hace algunos años.
Fig. 45
Petroglifos erosionados por las crecidas estacionales
del
río en la parte inferior del panel
(Foto: G. Ordóñez)
-
Ataque bioquímico:
El efecto de la química de raíces y el
acuñamiento mecánico por desarrollo de las mismas representan otra
amenaza contra la integridad del sitio por su capacidad de
disgregación.
Se ha observado la existencia de manchas de líquenes de diferentes
colores (blancos, naranjas o rojizos, pardos y verduzcos). No son
colonias muy desarrolladas, por lo que su efecto no parece ser aún
importante, esto debido a que la costra silícica actúa como un
escudo que inhibe el ataque del material subyacente.
Los líquenes de color rojizo son los que, a largo plazo, pueden
afectar de algún modo la consistencia de la roca (y de la costra
silícica) por la absorción, hidratación y oxidación del hierro que
contienen algunos granos de la arenisca, lo cual implica pérdida de
densidad y menor cohesión interna del material. Sin embargo, este
efecto sería muy localizado.
Fig. 46
Expansión de hongos y líquenes
en la parte inferior del
panel.
Los grabados en la parte intermedia
fueron ejecutados sobre
la roca descamada.
En la parte superior se puede distinguir
la
superficie original con una pátina más oscura.
En cambio la existencia de musgos podría significar un efecto
disgregador más importante, debido a que retienen humedad y tienen
mayor efecto pedogénico e incentivan el desarrollo de asociaciones
bióticas con mayor demanda de nutrientes, parte de los cuales
tendría que provenir de la disgregación de la roca.
Este problema
adquiere mayor importancia en el sector B, donde, como se indicó, la
roca está más alterada y es menos resistente.
En el sector C, la capa de musgo es tenue pero retiene arcillas, en
especial con contenido orgánico. Gracias a la morfología del
afloramiento (superficies curvas y pulidas), por el momento estas
colonias de musgos no parecen afectar mucho a la roca.
Con relación al acuñamiento mecánico de raíces, el problema es
particularmente álgido en el sector B, donde la existencia de otra
terraza encima de la que alberga los petroglifos facilita el
crecimiento de árboles y arbustos de raíces penetrantes. Dado que en
el rellano de dicha terraza la capa de suelo no es muy potente,
dichas raíces tienden a penetrar en las fisuras de la roca,
separando bloques que pueden interesar incluso al panel de
petroglifos. De otro lado, por la misma causa (delgadez del
horizonte pedogénico), los árboles no están bien anclados y caen
fácilmente; en su caída podrían afectar los petroglifos.
En el sector A, el acuñamiento de raíces que se da sobre la cornisa
o techo de la balma significa un mayor peligro, ya que actúa sobre
bloques rocosos ya fracturados y más fáciles de desgajar. Es posible
que los últimos bloques que cayeron delante del panel de petroglifos
hayan sido desprendidos por esta causa. El problema de acuñamiento
sólo puede ser resuelto mediante el despeje de árboles de la cornisa
del sector A y de las dos terrazas del sector B. En el sector C, el
problema no es muy significativo.
Con relación al supuesto problema de las hormigas, éstas construyen
túneles o conductos encima de la superficie rocosa sin llegar a
penetrar en la roca, debido a la dureza de la costra silícica y
porque este tipo de roca no les puede aportar elementos para su
alimentación.
Estos conductos son construidos con material procesado
por su metabolismo; sin embargo, la absorción de óxidos e hidróxidos
de hierro en este proceso hace que la roca se tiña, dejando trazas
de óxido y limonita que, por adsorción y por la finura de los
granos, se adhiere a la roca y se mete en las oquedades de rugosidad
del afloramiento. No parece muy probable que este material tenga
efectos químicos sobre la roca; su efecto negativo está en el
coloreado o teñido que dejan cuando los conductos son destruidos por
mano humana o por el agua.
Este problema se encuentra casi
exclusivamente en el sector A y, en mucha menor medida, en el sector
B. En el sector C existen hormigueros, pero, al parecer, de otro
tipo.
Fig. 47.
Conductos de hormigas atravesando la
superficie.
-
Factores antrópicos de deterioro:
Sector A: En general, tanto
grabados como pinturas que perduraron durante siglos, se deterioran
rápidamente debido a visitas no controladas de turistas y
exploradores.
En Pusharo aún no hay evidencias de actos de
vandalismo con excepción del marcado de algunos signos con carbón,
el rayado con una herramienta de filo agudo (¿machete?), el
palanqueo de pequeños bloques de piedra sin petroglifos y la
existencia (no comprobada aún) de algunos fakes o imitaciones de
glifos ejecutados en las últimas décadas por aventureros y
"turistas".
Fig. 48
Resaltado reciente de grabados
mediante carbón.
Comentario general sobre la situación geológica de Pusharo
Las observaciones realizadas y la información recabada permiten
afirmar que el sitio de Pusharo es geológicamente muy frágil y
altamente expuesto a una serie de procesos de deterioro
físico-mecánico y químico que ponen en riesgo su persistencia.
El estado de la roca (muy alterada e interiormente ya disgregada),
la precariedad de la costra silícica protectora en la cual fueron
realizados los petroglifos, las estructuras favorables a la
descamación y los derrumbes, el proceso de sedimentación acelerada,
el régimen fluctuante del río y de su cauce y los probables procesos
de deforestación o la geodinámica de la cuenca alta determinan la
extrema fragilidad geológica del sitio. Las propuestas de defensas o
espigones ribereños no tendrían prácticamente ningún efecto
protector, por cuanto los fenómenos sedimentarios tienen un origen
complejo y se gestan cuenca arriba.
La eventual apertura a la explotación turística conlleva, por tanto,
muchos riesgos para el sitio. El tratamiento físico-químico y
geotécnico de los afloramientos y del cauce fluvial es sólo una
parte del conjunto de medidas de protección que se deben
implementar. Se pueden mejorar en algo las condiciones de integridad
geológica del sitio (o, al menos, reducir la incidencia de los
procesos geológicos de deterioro) pero buena parte de la protección
del sitio depende exclusivamente del comportamiento de los
visitantes, de sus guías y del personal de vigilancia.
La realización de ceremonias en el sitio (con su secuela de toques,
fogatas, deseos de llevarse muestras de roca, entre otros peligros
derivados) no resulta en absoluto recomendable. Cualquier
permanencia prolongada de los visitantes tampoco resulta razonable.
El principio de visitas cortas, estrictamente vigiladas, bajo
responsabilidad jurídica, resulta indispensable para reducir el
riesgo de vandalismo o de deterioro del sitio.
Es obvio que los
grupos grandes, los campamentos y las visitas continuas deben ser
descartados.
ANEXOS
PRESENCIA HUMANA
Por su carácter de indígenas en aislamiento y/o contacto inicial, no
se tiene datos confiables sobre el número de familias matsiguenkas
que antes habitaban en la Zona Histórico-Cultural del PNM.
Hace unos
25 años existían en las inmediaciones de Pusharo varios
asentamientos matsiguenkas dispersos, sumando por los años 70 unas
150 personas (Ferstl, 1986).
Una epidemia de gripe casi arrasó con
esta población en los años setenta y, cuando la compañía Cities
Services Oil Company (7) realizó prospecciones por petróleo en el río Palotoa entre los años 1973 y 1976, varios de los sobrevivientes
migraron hacia la boca del río Palotoa, donde se formó un nuevo
asentamiento humano bajo el liderazgo de Vitaliano Cabrera Morales
(8). (Helberg y Castillo, 1991)
Las pocas familias que se mantuvieron en la zona de Pusharo, poco a
poco se mudaron a la comunidad de Palotoa-Teparo (en 1993 sólo
quedaron 19 personas), de modo que actualmente ya no existen
asentamientos humanos en el área del PNM al este del Pongo de
Meganto, pero sí en la cabecera del río Palotoa, hacia el noroeste
de Pusharo. Según comunicación personal de matsiguenkas de
Palotoa.Teparo, ellos mantienen contactos esporádicos con estas
familias a través de visitas mutuas.
Entre el río Alto Madre de Dios y el límite del PNM existen dos
asentamientos humanos, divididos por el río Palotoa: la comunidad de
Palotoa-Llactapampa, en la margen derecha, poblado por colonos
mestizos de origen andino (Puno y Cusco), y la Comunidad Nativa de
Palotoa-Teparo, en la margen izquierda, habitada por matsiguenkas de
diferente procedencia (ver figura 52).
Fig. 49
La pesca con arco y flecha requiere mucha destreza
(Foto: R.
Tello).
Fig. 50
Sirviendo el caldo de gallina para los visitantes.
Fig. 51
Oropéndolas
como mascotas.
La Comunidad Nativa de Palotoa-Teparo
La comunidad nativa de Palotoa-Teparo, ubicada en la zona de
amortiguamiento del PNM, cuyo territorio colinda con el Parque
Nacional del Manu y con Pusharo, pertenece al grupo etnolingüístico
matsiguenka, de la familia lingüística Arahuac preandino. Son
exógamos, de descendencia bilateral y residencia matrilocal.
Los matsiguenkas del Alto Madre de Dios habitan el territorio del
PNM y zonas colindantes desde tiempos inmemoriales. Se presume que
comercializaban con los Incas en los enclaves cocaleros incas de
Tono y Pillcopata (actual distrito de Kosñipata en la provincia de
Paucartambo) y Mameria (ubicado en el corazón del PNM), por las
evidencias arqueológicas encontradas en estos lugares, según la
comunicación personal de lugareños y los relatos de exploradores y
buscadores de tesoros publicados en diversos medios de corte
popular.
La comunidad se formó en la década de los setenta con familias
procedentes del Alto Palotoa, de Pusharo y de Tayakome, un
asentamiento matsiguenka fundado por misioneros evangélicos del
Instituto Lingüístico de Verano en el año 1968. Palotoa-Teparo fue
titulada en 1990 y su territorio cubre un área de aprox. 9,000 has.
Palotoa-Teparo está integrada por 19 familias que suman un total de
94 personas (9). Las actividades básicas son la agricultura de roce y
quema, la caza, pesca y recolección y, en menor grado, la extracción
de madera que se realiza usualmente a inicios de la época escolar,
para sufragar los gastos correspondientes. Está organizada según la
normatividad para comunidades nativas, contando con un presidente
comunal, que es elegido en asamblea cada dos años. El jefe del
grupo, Vitaliano Cabrera, a quién se debe la cohesión del grupo en
las décadas pasadas, murió ya anciano en el 2004.
Por influencia externa, los matsiguenkas viven ahora seminucleados,
contrariamente a la costumbre ancestral de tener un patrón de
asentamiento disperso y longitudinal a lo largo de un río.
La relación de los matsiguenkas de Palotoa Teparo con los colonos de
Palotoa-Llaqtapampa es amical, aunque marcada por la desconfianza y
el temor de ser aprovechados y explotados en las relaciones sociales
y económicas.
Por ser la zona de Pusharo parte de su territorio ancestral, usado
anteriormente como lugar de caza, pesca y recolección, y por el
hecho que las tierras comunales colindan con la zona histórica del
PNM, los matsiguenkas de Palotoa-Teparo consideran que tienen un
derecho consuetudinario sobre Pusharo y las zonas colindantes y
deben, por ello, ser los custodios de los petroglifos, ejerciendo el
control sobre el acceso al sitio (10).
El asentamiento rural Palotoa-Llactapampa
Esta población de colonos de procedencia andina, en su mayoría
perteneciente a la religión adventista, fue establecida de manera
organizada por la Corporación para el Desarrollo de Madre de Dios
(CORDEMAD) en 1982 y representa uno de los pocos proyectos de
colonización programada en la región del Manu.
En el asentamiento
viven actualmente alrededor de 60 familias. Disponen de 1250 has de
terrenos comunales, colindantes al noreste con tierras comunales de
la Comunidad Nativa Shintuya y en el extremo norte con la comunidad
de Palotoa-Teparo. Las familias se dedican a la agricultura, la
extracción forestal, las actividades pecuarias y el comercio.
La comunidad se encuentra dividida en dos fracciones, Nuevo Edén (de
la provincia de Acomayo / Cusco) y Nuevo Amanecer (del departamento
de Puno). Ambas partes desean desarrollar proyectos de turismo
cultural y ecológico con circuitos que incluyen los petroglifos de
Pusharo, como actividad complementaria a la agricultura.
Un proyecto
conjunto entre los colonos mestizos y los matsiguenkas para el
manejo mancomunado del circuito no se ha logrado hasta la fecha por
las diferencias abismales e irreconciliables que existen entre los
dos grupos humanos en cuanto a conceptos y prácticas éticas,
económicas y culturales.
Fig. 52
Mapa de ubicación de los asentamientos humanos
y de la
infraestructura turística y de control
(Dibujo: C. del Solar)
Notas
-
El presente artículo es un extracto de un documento más extenso
titulado "Diagnóstico y Lineamientos para un Plan de Manejo de Pusharo", alcanzado en febrero del 2005 a la Intendencia de Áreas
Protegidas del Instituto Nacional de Recursos Naturales (INRENA) en
Lima, como aporte personal de los autores.
Tiene como propósito
proporcionar al INRENA, ente rector del PNM, información actualizada
sobre el sitio y pautas para su protección y administración como
patrimonio cultural y como destino turístico, que requiere ser
abierto para el uso público a corto plazo, con el fin de satisfacer
de esta manera las legítimas aspiraciones de la Comunidad Nativa de
Palotoa-Teparo que ya cuenta con infraestructura turística para la
operación de un circuito que incluye Pusharo como atracción
principal.
Hemos resumido para su publicación en RUPESTREWEB algunos capítulos
de la primera parte del documento referidos al ámbito geográfico y
social en el que se emplazan los petroglifos, a los antecedentes de
investigación y a una descripción e interpretación preliminar de los
grabados.
En la segunda parte del artículo, el geólogo cusqueño Raúl
Carreño Collatupa da a conocer las características geológicas del
sitio y los factores geoambientales y antrópicos de deterioro. La
elaboración de los mapas de ubicación ha sido un aporte
desinteresado del arquitecto cusqueño César del Solar. Las
fotografías sin nombre de autor fueron tomadas por Rainer Hostnig.
-
Según la tradición oral y algunas crónicas, existiría en plena
selva amazónica del Perú o Bolivia una ciudadela inca colmada de
fabulosos tesoros, habitada y gobernada por descendientes de los
incas que llegaron allí después de la invasión española.
-
Según la toponímia matsiguenka, el río Palotoa adquiere el nombre
de Shinkivenia aguas arriba, a partir de la desembocadura del río
Negro o Palotoa Chico aguas arriba. En la literatura consultada se
encuentra también el nombre de Pongo de Shinkivenia en vez de Pongo
de Meganto (Vega Centeno, 1997) y en algunos mapas el río Palotoa
aparece con el nombre de Porotoa.
-
La mención en el comunicado de un conjunto de petroglifos en la
"zona de Shinkibenia y/o Palotoa" aparte de Pusharo representa un
error de la Comisión Nacional Técnica de Arqueología que recomendó
la declaración como patrimonio y cuyos miembros al parecer no han
tenido la suerte de conocer personalmente el sitio Pusharo.
-
Según comunicación personal del ex-trabajador de la Jefatura del PNM, el Ing. John Flores (28/01/05), la técnica empleada para la
realización de los calcos ha sido el tizado. Colaboró en el trabajo
el antropólogo cusqueño Waldo Maldonado.
-
Al respecto cabe mencionar que las categorías usadas por Vega
Centeno (1997:9) para la descripción de los grabados,
clasificándolos en "naturalistas", "geométricos" y "abstractos" son
erróneas e inducen a confusión. Lo mismo ocurre con la división
artificial del panel en conjuntos parciales a manera de "unidades o
grupos independientes por accidentes de la roca", describiendo cada
grupo por separado, lo que resulta en una fragmentación
completamente irracional del panel, haciendo imposible cualquier
intento de lectura del conjunto, de por si sumamente difícil, ya que
tanto los signos entrelazados como los yuxtapuestos pueden
constituir parte de una composición integrada por símbolos ordenados
según una lógica hoy por hoy no inteligible.
-
Ver página web
http://www.oitandina.org.pe/publ/peru/doc68/notas.html: Nota 58: En el Lote 47, operado por Cities Service,
en los últimos días de diciembre y primeros días de enero de
1973-74, trabajadores de Geophysical Services Intercontinental
(GSI), el subcontratista sísmico, reportaron un ataque por 'indios
salvajes' en la Quebrada de los Mashcos y se declararon en huelga.
Autoridades de Madre de Dios y misioneros del Instituto Lingüístico
de Verano (ILV) acudieron a la zona para evaluar la situación.
Resultó que las denuncias sólo intentaban llamar la atención sobre
la situación de las condiciones de trabajo de los obreros, quienes
laboraban desprovistos de mosquiteros, botas y buena alimentación
(Varese, 1967). GSI confirmó, sin embargo, haber tenido contacto con
indígenas aislados, descritos como feroces, pero sin que hubieran
actuado de manera agresiva contra su personal (Mills, 1975).
-
Vitaliano Cabrera se escindió en 1974 de la comunidad nativa de
Tayacome por desacuerdo con algunas acciones de los misioneros del
Instituto Lingüístico de Verano. Se asentó en territorios de la
Comunidad Nativa de Shintuya, donde entró en conflicto con la
comunidad por motivo de la explotación forestal.
-
En 1993, Palotoa-Teparo tenía una población de 59 personas, según
el Censo de Población de ese año. (INEI, Región Inka, 1993) De las
150 personas que habitaban la zona de Pusharo en 1981, sólo quedaban
19 en el año 1993, las que luego se integraron a las comunidades de
Shipetiari y Palotoa-Teparo.
-
El diagnóstico del antropólogo Heinrich Helberg y la bióloga Ada
Castillo. (Helberg y Castillo, 1991) contiene información
antropológica detallada sobre Palotoa-Teparo contiene.
Agradecimientos
-
a Matthias Strecker por la ayuda bibliográfica
brindada
-
a Rosanna Ana Hostnig, por la revisión del texto
-
al
arquitecto César del Solar, por la confección de los mapas
-
agradecemos también al personal del Instituto Nacional de Recursos
Naturales (INRENA), por el apoyo logístico en el último viaje a
Pusharo, realizado en el mes de enero del 2005
-
a Eustaquio Cahuanire, de la ONG CEDIA, por su colaboración en las múltiples
excursiones por el río Palotoa
-
y sobre todo, a los amigos Matsiguenkas de la comunidad Palotoa-Teparo, por su amistad, su
hospitalidad y su cariño.
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