por Dominique Loreau
Julio-Agosto 2008
del Sitio Web
MundoNuevo
En nuestras sociedades occidentales
nadie sabe ya vivir con sencillez. Tenemos demasiados bienes
materiales, demasiadas opciones, demasiadas tentaciones, demasiados
deseos, demasiados alimentos.
Todo se malgasta, todo se destruye. Usamos cubiertos, bolígrafos,
encendedores, máquinas fotográficas desechables... cuya fabricación
contamina las aguas y
el aire y, por tanto, la naturaleza.
Renunciemos desde boy mismo a ese despilfarro, o tendremos quo
renunciar en un futuro no demasiado distante.
Hay que quitar cosas que estorban para poder ver nuevas
perspectivas. Funciones esenciales como vestirse, comer y dormir,
cobran entonces una dimensión distinta y mucho más profunda. No es
la perfección lo que tratamos de alcanzar, sino un enriquecimiento
vital. La opulencia no aporta ni gracia ni elegancia. Encarcela el
alma y la destruye. En cambio la sencillez resuelve muchos
problemas.
Deja de poseer demasiadas cosas:
Tendrás más tiempo para dedicar a tu
cuerpo. Y una vez que te encuentres a gusto con tu cuerpo,
podrás olvidarte de él y cultivar el espíritu, con lo que se
accede a una existencia más llena de sentido, ¡Y serás más
feliz!
La sencillez consiste en poseer poco,
para abrir camino a lo esencial y a la quintaesencia de las cosas. Y
además, la sencillez es bella porque esconde muchas maravillas.
Lo que Pesan las
Posesiones - el Afán de Acumular
Dominique
Loreau, hace veintitrés años se instaló en
Japón, donde se impregnó de una filosofía de vida
basada en la simplicidad y la belleza.
A lo largo de sus años
de vida y estudio en Japón, Loreau descubrió que la
simplicidad enriquece infinitamente la vida a la vez
que Ibera de prejuicios y restricciones.
Actualmente dirige
seminarios en Japón dirigidos a todos aquellos que
desean simplificar su vida. |
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La mayoría viajamos por la vida nada
ligeros de equipaje, sino todo lo contrarío, t No serta recomendable
una reflexión, y empezar a preguntamos porqué le tenemos tanto apego
a las cosas?
Para muchos, las riquezas materiales
representan un reflejo de su vida, o tal vez es que no están muy
seguros de tener existencia propia. Conscientemente o no, asocian
las posesiones con su propia identidad y la imagen que tienen de si
mismos.
Cuantas más pertenencias tienen, más
seguros y realizados se sienten. Todo se convierte en objeto del
deseo: los bienes materiales, los negocios prósperos, las obras de
arte, los conocimientos, las ideas, las amistades, los amantes, los
viajes, un dios y hasta el ego...
La gente consume, compra, acumula, colecciona.
‘Tienen’ amigos, ‘tienen influencias',
‘poseen' diplomas, títulos, medallas... El peso de las posesiones
los agobia. Olvidan, o no se han dado cuenta de que su codicia los
convierte en seres sin vida, esclavizados por afanes cada vez más
numerosos.
Hay muchas cosas superfluas, pero no lo comprendemos así hasta el
momento en que estamos privadas de ellas. Las usábamos porque las
teníamos, no porque nos hicieran falta. ¡Cuántos objetos habremos
comprado sólo porque hemos visto que otras personas los tenían!
Para simplificar hay que elegir, y las elecciones suelen ser
penosas. Muchas personas acaban entre toneladas (en el sentido
literal de la palabra) de objetos que han dejado de tener valor para
ellas y no les son útiles para nada, sólo porque no se han decidido
a hacer algo con esas cosas, ni han tenido valor para regalarlas,
venderlas o tirarlas.
Se aferran al pasado, a las tradiciones
familiares, a los recuerdos, pero olvidan el presente y no
contemplan el porvenir.
Tirar las cosas requiere un esfuerzo. La dificultad no consiste en
librarse de ellas, sino en juzgar cuáles son útiles y cuáles
inútiles. A veces cuesta desprenderse de un objeto.
Pero luego, ¡qué satisfacción!
Miedo al
Cambio
Nuestra cultura no tolera mucho a los que eligen vivir con
frugalidad. Son peligrosos para la economía y para la sociedad de
consumo. Merecen consideración
de
marginales. Son sujetos inquietantes. Quienes por decisión propia
viven con modestia, comen poco, malgastan poco y murmuran poco o
nada de los demás, acaban calificados de avaros, hipócritas y
asociales.
Vivir es cambiar. Somos contenedores, no contenidos- Deshacerse de
las pertenencias puede ayudamos a ser lo que siempre quisimos haber
sido.
A esto, numerosas personas replicarán que después de haber padecido
necesidades materiales cuando eran jóvenes, tirar ahora lo que
tienen les causarla remordimientos. Seria como despilfarrar. Sin
embargo, despilfarrar significa tirar lo que aún pudiera sernos
útil.
El que tira lo que no le sirve para
nada, no despilfarra. Al contrario, el despilfarro consiste en
retoñado.
¡Falta espacio en las habitaciones! ¡Hay que malgastar tanta energía
en tener la sala decorada como nos imponen las revistas! ¡Se pierde
tanto tiempo buscando las cosas, ordenándolas, quitándoles el polvo!
¿Acaso los recuerdos nos hacen tan felices, o más felices? Se dice
que los objetos tienen alma. ¿Pero se puede consentir que la
fidelidad al pasado invada el futuro? ¿El presente debe quedar
estático?
Elije el
Minimalismo
La economía en el arte de vivir es una filosofía práctica, porque
vivir con poco mejora la calidad de vida.
Nuestra esencia no está encarnada en las cosas, y hacerse
minimalista por lo general requiere un bagaje espiritual e
intelectual. Algunos pueblos, como los coreanos, gustan por
instinto de lo sobrio y depurado, como lo demuestran sus obras de
arte.
Todos podemos elegir la riqueza de tener pocas cosas. Lo que cuenta
es el valor para perseverar en nuestras convicciones hasta el final.
Disciplina, lucidez y voluntad son las condiciones para vivir con lo
estrictamente necesario en unos espacios limpios y bien ventilados.
El minimalismo exige una disciplina de vida y una gran atención al
detalle. Elimina cuanto te sea posible, no te dejes invadir por los
objetos y los muebles, y luego dedica tu atención a otra cosa. La
misma idea de eliminar dejará de preocuparte.
Tus decisiones serán instintivas, tu
indumentaria más elegante, tu casa más confortable, tus compromisos
sociales y profesionales se reducirán. Renace el sentido común y
contemplamos la vida con mayor lucidez.
La mano que elimina es suave, pero
firme.
Haz un alto y reflexiona sobre lo que podrías hacer para llevar una
vida más fácil.
Pregúntate: ¿Qué es lo que me complica la vida? ¿Realmente vale la
pena? ¿Cuándo soy más feliz? ¿Acaso tener es más importante que ser?
¿Hasta qué punto estoy dispuesta a conformarme con poco?
Un consejo: redacta listas, te ayudarán
a despejar los estorbos de tu existencia.
Utiliza el
Mínimo Posible de Objetos
Cuando cualquier objeto requiera la atención de tus sentidos, piensa
que ya ha dejado de existir, que se transforma, y que algún día no
será más que polvo. No hay nada tan gratificante como saber calibrar
con método y veracidad cada una de las cosas que hemos encontrado en
la vida: cuál es su utilidad, a qué universo hacen referencia, qué
valor aportan a nuestra vida...
Distingue cuáles son los elementos que los componen, cuánto pueden
durar, qué sentimientos te evocan.
Importa más enriquecer el cuerpo en sensaciones, el corazón en
impulsos, y el espíritu en principios, que llenar la vida de
objetos. La única manera de no ser poseídos consiste en no poseer
(nada o casi nada). Y sobre todo, en desear lo menos posible. Las
acumulaciones son un lastre. La multiplicidad y la fragmentación,
también.
Despréndete de todos los bienes de este mundo como de la ropa vieja
que ya no te pones. Alcanzarás entonces el grado último de la
perfección en ti misma.
¿Acaso es posible recibir sin hacer antes un espacio? No concedas
más importancia a las cosas que a los valores humanos, a tu trabajo,
a tu paz, a la belleza, a tu libertad y en general, a todo cuanto
vive.
Son demasiadas las cosas que nos invaden, nos secuestran y nos
alejan de lo esencial. Nuestro espíritu, a su vez, se atasca como un
desván lleno de trastos viejos. Así no puede moverse ni progresar.
Pero vivir estriba precisamente en progresar.
Admitir la multiplicidad y las
acumulaciones lleva a la confusión, a las preocupaciones incesantes,
al desánimo.
Que No Te
Posean
Nosotros no poseemos las cosas, ellas nos poseen.
Todos somos dueños de tener lo que se nos antoje, pero lo que cuenta
sobre todo es la actitud frente a las cosas, conocer los límites de
las propias necesidades, y lo que esperamos de nuestra propia vida.
Saber lo que nos gustaría leer, las películas que deseamos ver, los
lugares que nos proporcionan un goce profundo...
Un lápiz labial, un documento de identidad, dinero: no se necesita
llevar nada más en el bolso.
Si tienes una única lima de uñas,
siempre sabrás dónde encontrarla. A lo material hay que concederte
un mínimo de importancia, aparte la comodidad, la calidad del
entorno y uno o dos bellos muebles. Negarse a tener demasiado es
darse la posibilidad de apreciar con más plenitud lo que aporta
placeres espirituales, emocionales, intelectuales.
Tira
lo que sea Inútil o que ya esté demasiado usado. (O déjalo en la
calle con un cartel, para que se lo lleve alguien que pueda
necesitarlo).
Lo que esté en condiciones de servir todavía (libros, ropas,
vajilla...) puedes donarlo a los asilos y residencias. No pierdes
nada con ese gesto, antes al contrario, ganas mucho en satisfacción
y alegría.
Revende los bienes que necesites poco o nada. Hecho el vacío,
apreciarás al fin el privilegio de no tener nada que ofrecer a los
ladrones, a las llamas, a las polillas ni a los envidiosos. Tener
más que el mínimo estricto es cargarse de nuevos dolores de cabeza.
Y luego, como sabemos todos, "el mundo
es un golfo redondo y el que lleva demasiado peso va al fondo".
No a la Casa
Abarrotada - la Casa debe Ser el Anti-estrés de la Ciudad
Cuando una casa está vacía, salvo algunas bellas y perfectas
necesidades, se convierte en un remanso de paz. Estímala, límpiala y
habítala con respeto, porque cumple con la misión de proteger tu
tesoro más preciado: tú misma.
Que las consideraciónes materiales dejen de preocupamos: sólo
entonces es posible expansionarse. El espíritu se aloja en el cuerpo
como éste so aloja en la casa. Para desarrollarse, hay que liberar
el espíritu.
Cada una de nuestras posesiones debería recordamos que la
necesitamos, sin más, y que es su utilidad lo que la hace preciosa,
ya que sin ella no podríamos ‘funcionar' normalmente.
La casa debería ser un lugar reposo, una fuente de inspiración, un
área terapéutica. Nuestras ciudades son superpobladas, ruidosas,
pictóricas de colores y de difracciones visuales que nos agreden y
nos hieren. A la casa le toca devolvemos la energía, la vitalidad,
el equilibrio, la alegría. Es una protección material y psicológica.
Sirve tanto para el cuerpo como para el
espíritu.
Existe una desnutrición alimentaria, y existe también una
desnutrición espiritual. Ahí es donde la casa desempeña su papel.
Pues lo mismo que nuestra salud depende de nuestra alimentación, lo
que colocamos en nuestro interior tiene serias repercusiones sobre
nuestro equilibrio psicológico.
El
“Inventario" Esencial
¿En qué consisten nuestras necesidades esenciales?
Lo ideal sería no tener nada más que lo estrictamente necesario,
pero vivir en un lugar de ensueño, un interior irreprochable, y
dentro de un cuerpo ejercitado, flexible y cuidado. Si sumamos a
todo esto la independencia total, entonces el espíritu sería libre y
permanecería abierto a todo lo que todavía está pendiente de
descubrimiento.
La necesidad primera de todo ser humano es vivir en condiciones que
le permitan conservar su salud, su equilibrio y su dignidad. A
continuación, accederá la calidad en la indumentaria, la
alimentación y el medio que le rodea.
¡Por desgracia, hasta la calidad de vida
se ha convertido en un lujo!
La Esencia de
las Cosas
Hay que dejar que las cosas maduren para poder extraer la
quintaesencia.
Acostúmbrate a definir, a describir, a ver, a denominar, a evaluar,
a ensayar... eso te ayudará a cobrar conciencia de lo superfluo.
Mira las cosas de cerca, como los miopes, para distinguir el grano
más fino, y que no se te escape detalle de la calidad ni del valor
de las cosas. Ni la mediocridad y la superfluidad de muchas de
ellas.
Desentiéndete de su imagen. Averigua lo que te aportan realmente.
La esencia lo unifica y lo encierra todo en si misma: una estrella
de la mañana entre la niebla, un sol restallante, una tetera que
parezca una tetera y no un elefante como la dibujaría un niño...
Pero, ¡atención!: cuanto más sencillas
son las cosas, mayor debe ser su calidad...
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