por Luis Alfonso Gámez Noviembre 20, 2004 Publicado originalmente en el diario 'El Correo' de MagoniaBlogSpot Website
Las murallas de Jericó no se desplomaron a los sones de trompetas y Juan Bautista no vivió en la cueva de Israel que se ha presentado como el sitio en el que inició a muchos seguidores. Lo primero no ocurrió y lo segundo, de pasar, no hay pruebas de que sucediera en la gruta que se ha dicho. Historiadores como Israel Finkelstein y Neil A. Silberman, autores de 'La Biblia Desenterrada' (2001), achacan el derrumbamiento de las defensas de Jericó a la propaganda política del siglo VII antes de Cristo (aC), cuando el reino de Judá reescribió el pasado para legitimar sus afanes expansionistas. Y no hay que ser un experto para intuir que ha sido una conjunción del ansia de titulares de unos arqueólogos y la sequía de noticias agosteña la que ha dado en 2004 un hogar al profeta.
El arqueólogo británico y su equipo han dedicado tres
años al vaciado de la cavidad, rellena casi totalmente de tierra y
rocas. Han recuperado 250.000 fragmentos de cerámica y descubierto
en las paredes grabados de época bizantina -del siglo IV o V- que,
en su opinión, contarían la historia de Juan Bautista. Al fondo de
la gruta, hay una piscina en la cual Gibson cree que el profeta del
Nuevo Testamento bautizó a algunos seguidores.
Reliquias en Tierra Santa
No hay prueba alguna que ligue la gruta de Jerusalén a las actividades bíblicas del Bautista como tampoco la hay de que en la embarcación de Galilea montara el fundador del cristianismo o de que en una piedra, desenterrada en 1997, se sentara a descansar la Virgen María cuando iba a Belén a dar a luz, a pesar de lo cual la roca fue bendecida hace siete años por el patriarca de Jerusalén, Diodorus I. (imagen derecha)
El historiador Neil A. Silberman destaca que,
No hay que descartar,
además, que la vinculación de la gruta israelí con el predicador
pariente de Jesús tenga que ver con que Gibson ha escrito un libro
sobre la cueva del Bautista que está a punto de salir a la venta.
La
pieza apareció en manos de un anticuario que decía haberla
encontrado en una cueva en las inmediaciones de Jerusalén y que
meses después fue detenido por tráfico ilegal de piezas
arqueológicas. La
Dirección de Antigüedades de Israel concluyó en
junio de 2003 que la inscripción de la urna es moderna.
Hay filólogos que consideran el pasaje una inserción posterior de un autor cristiano.
Hablan las piedras
Las excavaciones de las últimas décadas han minado los cimientos históricos del Antiguo Testamento, los 39 libros que constituyen la base del cristianismo y del judaísmo, y que además son, para muchos israelíes, una crónica de los orígenes del pueblo hebreo y justificación de sus aspiraciones territoriales.
Arqueólogos como Israel Finkelstein y Ze'ev Herzog, ambos de la Universidad de Tel Aviv, son tildados por los más fundamentalistas de enemigos de Israel porque mantienen que los Patriarcas -Abraham, Isaac y Jacob- son personajes de leyenda, que no hubo un periodo de esclavitud en Egipto ni un éxodo, que los israelitas no conquistaron Canaán por las armas, que no existió una monarquía unificada -que abarcara todo Israel- en tiempos de David (1005-970 aC) y Salomón (970-931 aC), que el culto a Yahvé como único dios se impuso muy tardíamente...
Hasta hace unos años, los hallazgos arqueológicos se acomodaban a los hechos bíblicos: si se desenterraban restos de grandes construcciones, se atribuían a Salomón.
Ahora, hablan las piedras y los documentos. Los archivos
egipcios y mesopotámicos han servido para establecer una cronología,
pero no incluyen ni palabra del supuesto esplendor de las cortes de
David y Salomón, ni de ninguno de los episodios más famosos de
la
Biblia. Las piedras han demostrado, por ejemplo, que el Jerusalén de
David y Salomón no fue la gran capital bíblica, sino un pequeño
pueblo.
DOS REINOS PARA UN ÚNICO PUEBLO ELEGIDO
Ocurrió en tiempos de Josías (639-609 aC), rey del sureño Judá, cuya capital era Jerusalén. Durante la mayor parte de su historia, Judá había vivido a la sombra del reino del norte, el más rico y poblado Israel. Eso cambió cuando los asirios conquistaron Israel en el siglo VIII aC y Judá recibió gran cantidad de refugiados.
Cien años después, los asirios se retiraron del norte y los judaítas vieron el camino libre para su expansión.
Para justificar sus pretensiones
-unir a los israelitas en un reino gobernado desde Jerusalén-,
crearon un pasado común glorioso para todos los hebreos, hicieron de
su antiguo rival -Israel- el reino del pecado, borraron de la
memoria a otros dioses que habían adorado y convirtieron a
Yahvé en
el único.
Dios castiga al hombre con un diluvio; pero de la catástrofe se libra un hombre santo, Noé.
Después de
cuarenta días y cuarenta noches de lluvia, el arca encalla y los
refugiados repueblan el planeta. No hay barco en el que quepan dos
miembros de cada especie, ni agua en la Tierra para inundarla hasta
la cima de la montaña más alta, ni restos de una catástrofe así. El
relato bíblico es una adaptación de otros mesopotámicos anteriores .
Los Patriarcas La Biblia es la historia de los descendientes de Abraham, con quien Yahvé suscribe un pacto:
No hay pruebas arqueológicas de la existencia de Abraham, Isaac y Jacob hacia 2100 aC. La ambientación apunta a los siglos VIII y VII aC, después de David y Salomón, sucesores de Abraham.
Esclavitud y éxodo
Moisés se enfrenta al faraón, libera a su pueblo, recibe las Tablas de la Ley y los hijos de Israel vagan durante cuarenta años por el desierto hasta llegar a la Tierra Prometida. Ningún texto egipcio, de los muchos que hay, menciona nada de esto. La acción se sitúa en tiempos de Ramsés II (1304-1237 aC). Sin embargo,
Huir del ejército del faraón hubiera sido
imposible para un grupo de desheredados que, de conseguirlo, se
habría enfrentado después a las guarniciones egipcias del Sinaí y
Canaán. Por si eso fuera poco, los israelitas no dejaron rastro de
su larga estancia en el desierto.
El pueblo de Israel, dirigido por Josué, conquista Canaán, donde hay "ciudades grandes, con murallas que llegan hasta el cielo" (Deuteronomio 9, 1).
Muchos enclaves que se citan en el texto no estaban habitados en
aquella época. La conquista de Canaán no sucedió en el mundo real.
Hubo una época en la que Israel, bajo David y Salomón, se extendió desde el río Eúfrates hasta Gaza, según la Biblia. Durante el siglo X aC, Jerusalén llegó a ser una gran ciudad en la que Salomón construyó un palacio y un templo donde adorar a Yahvé.
Esa monarquía gloriosa no encaja con lo descubierto por los arqueólogos.
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