Agradecimientos

Este libro no habría sido posible sin la ayuda y el apoyo de gran número de personas, pero dada la naturaleza polémica de nuestras conclusiones queremos señalar que nuestras opiniones no son necesariamente compartidas por quienes citamos a continuación.


Queremos dar las gracias a:

  • Keith Prince por la meticulosa documentación aportada a nuestro trabajo, tanto en las bibliotecas como en el campo, por sus incisivas y muchas veces muy heterodoxas ideas sobre el tema, y por jugarse literalmente la vida y la integridad física en este proyecto.

  • Craig Oakley, por su ayuda, entusiasmo y colaboración constantes en nuestra investigación.

  • Filip Coppens, por orientarnos con gran entusiasmo y facilitarnos muchos y valiosos materiales originales.

  • Lavinia Trevor, nuestra agente, por allanar el camino a la publicación del libro y por quitarnos esa presión.

  • Jim Cochrane, redactor responsable de Bantam Press, que aportó comentarios constructivos y bien informados... y nos puso presión.

  • Gracias también a sus colegas Kate Melhuisb, Sheila Corr y Martin Macrae.

  • Lucien Morgan, por darnos la idea de este libro.

El material de los capítulos 8 y 9 sobre Rennes-le-Château debe mucho a la información facilitada y comentada con muchas personas:

  • En el Reino Unido, a los miembros del Rennes-le-Château Research Group, especialmente John y Joy Millar, Gay Roberts, Howard Barkway, Jonothon Boulter, Marke Pawson y Guy Patton. Gracias también a Guy por colaborar en nuestra investigación sobre los caballeros templarios.
     

  • En Francia es de agradecer especialmente la colaboración de Alain Féral, Sonia Moreu, Antoine y Claire Captier, Jean-Luc y Louise Robin, Celia Brooke, Marcel Captier y Elizabeth van Buren. (Y también damos las gracias a Monique y Michael Marrot, de La Pomme Bleue de Rennes-le-Château, cuyos platos hicieron memorables muchas de nuestras jornadas.) Quedamos en deuda con el finado Jos Bertaulet por sus estudios sobre Notre-Dame de Marceille, y agradecemos la hospitalidad a su viuda Suzanne e hijos Christian y Diederick.

     

  • John Stephenson y Anita Fortsythe nos atendieron en Ferran, animaron nuestras excursiones por el Languedoc y nos participaron sus conocimientos sobre la comarca. Les quedamos agradecidos también por su estupenda hospitalidad y conversación, y por prestarnos a Gold.

     

  • Peter Humber, por cedernos su casa en el Languedoc durante nuestro primer viaje de estudio, y por su reacción tan sosegada por lo que estuvimos a punto de perpetrar allí... y gracias también a los habitantes de Ferran y el departamento de Bomberos de Montréal, que acudieron en nuestro auxilio aquel fatídico 17 de enero de 1995. Y también por el finado Café Fou de Peter en Botindary Road, que parecía en cierto modo predestinado a convertirse en nuestro refugio.
     

  • Robert Hosvells, por muchas y muy gozosas discusiones nocturnas sobre temas esotéricos de todas clases, a las que aportó sus amplios conocimientos.

     

  • André Douzet, por compartir generosamente los resultados de sus exhaustivas investigaciones sobre misterios de Francia.
     

  • Niven Sinclair, por su gran generosidad y fascinantes revelaciones acerca de la Capilla Rosslyn y los templarios.
    Jane Lyle, por compartir con nosotros sus extensos conocimientos sobre la sexualidad sagrada y, como siempre, por su jovialidad y apoyo moral y práctico.
     

  • Steve Wilson, por su ayuda con los mandeos, por facilitarnos una presentación en «Talking Stick» y por un divertido y memorable viaje en tren.
     

  • Karine Esparseil López. por colaborar con traducciones del francés, darnos ánimos y concedernos su valiosa amistad.
     

  • Damos gracias también a las personas siguientes por su ayuda en diversas maneras, bien fuese proporcionándonos informaciones necesarias o sencillamente dispensándonos elogios y ayuda moral:
    Nicole Dawe y Charles Bywaters y sus respectivas hijas, Laura Daw y Kathryn y Jennifer Bywaters; Trevor Poots; Andy Collins; Dominique Hyde; Lionel Beer y su grupo TEMS; Steve Moore de Fortean Times; Bob y Veronica Cowley de RILKO, Georges Keiss; Yuri Stoyanov, Benoist Rivière; Henri Buthion; Jean-Pierre Aptel; André Galaup; Louis Vazart; Gino Sandri; Manfred Cassirer; Alun Harris; John Spencer; Steve Pear; Olivia Robertson de la Fellowship of Isis; Caroline Wise; Gareth Medway; Tony Pritchett; Mick y Lorraine Jones; Mark Bennett; Dave Smith y Natalic Hac; Loren McLaughlin; David N. Corona; doctor Richard Wiseman, Sylvia Patton; Barry y Fiona Johnstone; Sarah Litvinoff; Vida Amadoli; Helen Scott; Michèle Kaczynski; Mary Saxe-Falstein; Sally «Morgana» Morgan; Will Fowler; Sheila y Eric Taylor; Samuel López; James Dew; Nic Davis; Lisa Bailey; David Bell; I-N. Y al personal de las salas de lectura de la British Library y la Westminster Reference Library.
     

  • Gracias a los servicios de urgencias de Limoux y Carcasona por salvar a Keith Prince... y a la persona anónima que telefoneó para avisarlos desde Notre-Dame de Marceille.

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INTRODUCCIÓN


Leonardo da Vinci puso en marcha la búsqueda que ha llevado a este libro. Nuestro estudio sobre el papel del fascinante y misterioso genio del Renacimiento en la falsificación del Sudario de Turín desembocó en una investigación mucho más amplia y más comprometida sobre las «herejías» que habían impulsado sus ambiciones en secreto. Fue preciso averiguar en qué participó, lo que supo y creyó, y por qué recurrió a ciertos códigos y símbolos en la obra que dejó a la posteridad.
A Leonardo hemos de agradecer, por consiguiente (aunque sea un agradecimiento algo dolido), los descubrimientos que se condensan en este libro.


Al principio nos pareció raro el vernos sumergidos en el mundo complicado, y en muchas ocasiones algo tenebroso, de las sociedades secretas y las creencias heterodoxas. Por mucho que Leonardo, según es creencia común, hubiera sido un ateo y un racionalista: pero nosotros descubrimos que nada más lejos de la verdad. En cualquier caso, al poco dejamos atrás este personaje para hallarnos a solas frente a algunas implicaciones profundamente inquietantes. Lo que había empezado como una modesta averiguación sobre algunos cultos interesantes, pero que en modo alguno harían tambalearse el mundo, se convirtió en una investigación sobre las propias raíces y creencias originarias del mismo Cristianismo.
 

En esencia ha sido un recorrido a través del tiempo y del espacio: primero, de Leonardo a la época actual; luego, retorno al Renacimiento y más atrás todavía, pasando por la Edad Media y hasta la Palestina del s. I, el escenario donde se sitúan las palabras y las acciones de nuestros tres protagonistas principales, Juan el Bautista, María Magdalena y Jesús. De paso hemos tenido que detenernos muchas veces para examinar numerosos grupos y organizaciones secretas con una mirada del todo nueva y objetiva: los francmasones, los caballeros templarios, los cátaros, el priorato de Sión, los esenios y el culto de Isis y Osiris.


Estos temas naturalmente se han discutido en otros muchos libros recientes, en especial The Holy Blood and the Holy Grail, de Michael Baigent, Richard Leigh y Henry Lincoln, que desde el principio ha sido de particular inspiración para nosotros, The Sign and the Seal, de Graham Hancock, The Temple and the Lodge, de Baigent y Leigh, y el último, The Hiram Key, de Christopher Knight y Robert Lomas. Quedamos en deuda con todos estos autores por la luz que han arrojado sobre nuestro común terreno de investigación, pero creemos que todos ellos fracasaron en la empresa de hallar la clave esencial que va al corazón de estos misterios.


Lo cual no debe extrañar a nadie. Toda nuestra cultura se basa en ciertas premisas acerca del pasado, y más especialmente del cristianismo y el carácter y motivos de su fundador. Pero si esas premisas son erróneas, entonces las conclusiones que basamos en ellas andan lejos de la verdad o por lo menos ofrecen una imagen deformada de los hechos.
Cuando nos vimos por primera vez ante las inquietantes conclusiones que establecemos en este libro nos pareció que estábamos equivocados.

 

Pero luego llegó el momento en que se imponía tomar una decisión: o continuábamos con nuestra investigación y publicábamos nuestras conclusiones, o tendríamos que olvidarnos de que habíamos realizado unos descubrimientos cruciales. Optamos por seguir: al fin y al cabo, este libro prolonga de una manera natural la relación de los que hemos citado anteriormente, como si hubiese madurado su tiempo.


Al reseguir las creencias propugnadas por miles de «heréticos» de diferentes siglos, hemos descubierto un panorama de notable continuidad. En las tradiciones de muchos grupos muy diferentes en apariencia subyacen siempre los mismos o muy parecidos secretos. Al principio nos pareció que esas sociedades se habían mantenido secretas por mero atavismo, o tal vez por afectación, pero luego comprendimos que la prudencia aconsejaba mantener aquellos conocimientos bien lejos de las autoridades, y sobre todo lejos de la jerarquía eclesiástica.

 

La cuestión principal no estriba en saber lo que creyeron, sin embargo, sino si esas creencias tenían una base sustancial. Porque, si la hubo y la clandestinidad herética guardó efectivamente la clave que falta en relación con la cristiandad, entonces sí que estamos ante una perspectiva verdaderamente revolucionaria.


En este libro describimos nuestro viaje de ocho años por tierras mayormente incógnitas, pues si bien hemos contado con la guía de los mapas trazados por otros expedicionarios anteriores, ellos se detuvieron antes de llegar adonde nosotros teníamos que llegar.


22 de julio de 1996

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